¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de
toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
Contribución
a la Teoría de las Generaciones del Socialismo Peruano
E.I.
El
concepto de generación en Marx y Engels
Marx y Engels escribieron: “… debemos comenzar señalando que la primera
premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es
que los hombres se hallen, para ‘hacer historia, en condiciones de poder vivir.
Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo,
vestirse y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente,
la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas
necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda
de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia…”
(1).
También escribieron: “La historia no es sino la sucesión de las diferentes generaciones, cada
una de las cuales explota los materiales, capitales y fuerzas productivas
transmitidas por cuantas la han precedido; es decir, que, por una parte,
prosigue en condiciones completamente distintas la actividad precedente,
mientras que, por otra parte, modifica las circunstancias anteriores mediante
una actividad totalmente diversa, lo que podría tergiversarse
especulativamente, diciendo que la historia posterior es la finalidad de la que
la precede…” (2).
Estos juicios nos sugieren algunas ideas que pasamos a
exponer.
Como se ha visto, Marx y Engels se refieren a la
sucesión de las generaciones en relación a la
condición fundamental de toda historia: la
producción de la vida material.
Aquí, pues, la sucesión generacional tiene como determinante un hecho que trasciende la
sociedad de clases, es decir, que comprende también la era de la comunidad
primitiva y la era del comunismo. En este marco el concepto de generación se
presenta en su máxima generalidad. Esta generalidad marca el concepto de generación histórica.
Pero, ya en este marco, la sucesión generacional encierra
dos aspectos: 1) el biológico (surgimiento
de una nueva generación); y, 2) el cultural (modificación de las
circunstancias anteriores mediante una actividad diversa) (3).
Como se ha visto también, los fundadores subrayan que,
por una parte, cada generación prosigue
en condiciones completamente distintas la actividad precedente, mientras, por otra parte, modifica las circunstancias anteriores mediante una
actividad totalmente diversa.
¿Es cierto esto? Sí y no. No, si se parte del criterio
de que más o menos cada veinticinco años los individuos prosiguen en
condiciones completamente distintas
la actividad precedente y modifican las circunstancias anteriores mediante una
actividad totalmente diversa, como si se tratase de una ley natural.
Sí, si se tiene en cuenta que, cada cierto tiempo, en principio indeterminado, un conjunto de individuos responde positivamente
ante el surgimiento de la necesidad objetiva de modificar las circunstancias.
Así, pues, para los fundadores el concepto de generación
alude a los individuos que asumen la tarea de modificar las circunstancias
dadas, sin que sean determinantes sus
edades.
En consecuencia, es claro que, según su parecer, la
sucesión generacional no está marcada por un lapso de tiempo biológicamente
determinado.
En conclusión: no
son los individuos los que determinan la necesidad de modificar cada
veinticinco años las condiciones dadas mediante una actividad diversa, sino el surgimiento de la necesidad objetiva
de modificar tales condiciones lo que determina que cada cierto tiempo, en
principio indeterminado, los individuos realicen una tal actividad.
Así, la sucesión generacional se presenta no como un
hecho biológico, sino como un hecho cultural.
La
consideración de que la sucesión generacional se produce cada veinticinco años,
da lugar al concepto que podemos llamar de generación
cronológica, mientras la consideración de que cada cierto tiempo, en principio indeterminado, un conjunto de individuos acomete la necesidad de
modificar las circunstancias, da lugar al concepto que podemos llamar de generación cultural.
El concepto de generación cronológica expresa la idea
de que los individuos que han cumplido veinticinco años de edad constituyen una
generación en condiciones de suceder a la generación precedente (4), independientemente de si a la sazón haya
surgido o no la necesidad de una modificación de las circunstancias.
En cambio, el concepto de generación cultural expresa
la idea de que, ante el surgimiento de la necesidad de modificar las
circunstancias, los individuos que responden positivamente a ella forman una
generación, independientemente de sus
fechas de nacimiento.
En el Manifiesto
Comunista, Marx y Engels señalaron: “La historia de todas las sociedades
que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”
(ya se sabe que esta afirmación alude a las sociedades posteriores a la
comunidad primitiva).
Aquí, pues, como es obvio, la sucesión generacional
tiene como determinante la lucha de
clases. En este marco, como es obvio también, el concepto de generación tiene
una generalidad menor.
Por lo tanto, así como en el plano de la historia en
general el hecho determinante del surgimiento de una generación cultural es una
actividad diversa que modifica las condiciones de producción, así también en el
plano de las sociedades clasistas el hecho determinante
de la aparición de una generación cultural es el surgimiento de una tarea nueva
de alguna clase social. Este es el concepto de generación política.
Vistas así las cosas, resulta claro que la generación
política es una generación cultural, o, si se prefiere, una forma de generación
cultural.
Puesto que el concepto cronológico de generación
expresa el mero hecho de la sucesión generacional cada veinticinco años, no da cuenta de lo esencial de un proceso en cualquier campo de la actividad humana: filosofía,
ciencia, tecnología, política, literatura, arte, etc. Por eso su utilidad es
limitada.
En cambio el concepto de generación cultural expresa el hecho esencial del acometimiento
por un conjunto de individuos de una nueva tarea en el proceso de cualquier
campo de la actividad humana. Por eso tiene una gran utilidad.
Si el motor de la historia de las sociedades clasistas
es precisamente la lucha de clases y no
la sucesión generacional, el motor de la historia del partido proletario es la
lucha entre dos líneas y no la
sucesión generacional. Este es el hecho esencial tanto en el proceso interno
del Socialismo Peruano como en el del Socialismo Mundial (5).
Establecidos los conceptos de generación histórica,
generación cultural, generación política y generación cronológica, no es
menester introducirnos aquí en los vericuetos conceptuales sobre el tema de las
generaciones de autores como por ejemplo Feuer, Mendel, Tapscott, Chisholm,
Bauman, Maffesoli, etcétera.
Nuestro propósito es modesto: precisar el significado
específico con que Mariátegui utilizó el término generación al definir la
primera generación del Socialismo Peruano.
El
concepto de generación en Mariátegui.
En la década de
1920 el maestro utilizó el término generación
para referirse a algunos conjuntos de personas representativas, y, en 1928,
elaboró un concepto específico de este término a fin de definir la primera
generación del Socialismo Peruano.
Veamos
el proceso que llevó a esa elaboración.
En el
marco de la poesía, el maestro anotó en 1924: “Los juegos florales me han
comunicado con la nueva generación de poetas peruanos” (6). Más adelante
sostuvo: “Algunos artistas de la nueva generación comprenden ya que la torre de
marfil era la triste celda de un alma exangüe y anémica. Abandonan el ritornello gris de la melancolía, y se
aproximan al dolor social que les descubrirá un mundo menos finito” (7).
En estas
afirmaciones se observa una progresión conceptual: primero Mariátegui utiliza
el término generación en forma inclusiva (“la nueva generación de poetas
peruanos”), y, después, señala su fisura interior (“algunos artistas de la
nueva generación). Es claro que en esta última afirmación destaca lo
ideológico.
En un
marco político general, señaló el maestro: “Gonzáles Prada [léase la generación
radical] no interpretó este pueblo, no esclareció sus problemas, no legó un
programa a la generación que debía venir después. Mas representa, de toda
suerte, un instante –el primer instante lúcido–, de la conciencia del Perú. (…)
En la prosa de Páginas Libres, entre
sentencias alambicadas y retóricas, se encuentra el germen del nuevo espíritu
nacional” (8).
En esta
aserción se constata un concepto cultural del término generación: el
radicalismo fue la generación que protestó contra el abatimiento moral derivado
de la Guerra del Pacífico, el colonialismo cultural supérstite y las condiciones
de las clases trabajadoras, particularmente del campesinado indígena.
En el
mismo marco, subrayó: “La generación ‘futurista’ –como paradójicamente se le
apoda–, señala un momento de restauración colonialista y civilista en el
pensamiento y la literatura del Perú” (9).
Aquí se
constata lo mismo: la generación “futurista” es definida por la cuestión
política alrededor de la cual se agruparon sus integrantes.
Luego,
en el marco de la literatura, señaló a propósito del movimiento “colónida”: “…
no era siquiera un haz de temperamentos afines; no era al menos propiamente una
generación” (10). “‘Colónida’ representó una insurrección –decir una revolución
sería exagerar su importancia– contra el academicismo y sus oligarquías, su
énfasis retórico, su gusto conservador, su galantería dieciochesca y su
melancolía mediocre y ojerosa. Los colónidas virtualmente reclamaron sinceridad
y naturalismo. Su movimiento, demasiado heteróclito y anárquico, no pudo
condensarse en una tendencia ni concretarse en una fórmula. Agotó su energía en
su grito iconoclasta y su orgasmo snobista” (11). “Su nexo era una protesta; no
una afirmación. (…). Tendieron a un gusto decadente, elitista, aristocrático,
algo mórbido” (12). “La bizarría, la agresividad, la injusticia, y hasta la extravagancia
de los ‘colónidos’ fueron útiles. Cumplieron una función renovadora. Sacudieron
la literatura nacional” (13). “El ‘colonidismo’ negó e ignoró la política. Su
elitismo, su individualismo, lo alejaban de las muchedumbres, lo aislaban de
sus emociones. Los ‘colónidos’ no tenían orientación ni sensibilidad políticas.
La política les parecía una función burguesa, burocrática, prosaica. La revista
Colónida era escrita para el Palais
Concert y el jirón de la Unión” (14). “El fenómeno ‘colónida’ fue breve.
Después de algunas escaramuzas polémicas, el ‘colonidismo’ tramontó
definitivamente” (15). “[Valdelomar, quien marcó la tónica del movimiento
‘colónida’] extrajo sus temas y sus emociones más delicadas de la humilde y
rústica tierra natal” (16).
Como se
ve, aquí Mariátegui conceptúa el “colonidismo” en función de una cuestión cultural: el gusto decadente de
su literatura, su apoliticismo, su individualismo, función renovadora en la
literatura nacional, índole nativa de los temas valdelomarianos.
Reseñando
la sucesión generacional en el marco general de la sociedad peruana, Mariátegui
ratificó su concepto cultural del término: “Ya hemos visto cómo a una
generación o, mejor dicho, a un movimiento radical que reconoció su líder en
Gonzáles Prada, siguió un movimiento neo-civilista o colonialista que proclamó
su patriarca a Palma. Y cómo vino después un movimiento ‘colónida’ precursor de
una nueva generación. Pero eso no quiere decir que toda la literatura de este
largo período corresponda necesariamente al fenómeno ‘futurista’ o al fenómeno
‘colónida’” (17).
Esta
aserción equivale a decir que, en el desenvolvimiento ideológico de la
república –de la república, no del proletariado–, en las primeras décadas del
siglo veinte se plantearon en el orden del día cuestiones que expresaban el
nivel alcanzado por la lucha de clases: la protesta gonzáles-pradista, la
restauración civilista, y, en el plano de la literatura, la insurrección
“colonidista” “contra el academicismo y sus oligarquías”.
Por otro
lado, en la medida en que toda la literatura del período no correspondía ni al
“futurismo” ni al “colonidismo”, Mariátegui señaló que “Al margen de los
movimientos, de las tendencias, de los cenáculos y hasta de las propias
generaciones, no han faltado en el proceso de nuestra literatura casos más o
menos independientes y solitarios de vocación literaria” (18).
Era el
caso de, por ejemplo, Pedro Zulen, acerca del cual anotó: “Reivindiquemos para
Pedro S. Zulen, ante todo, el honor y el mérito de haber salvado su pensamiento
y su vida de la influencia de la generación con la cual le tocó convivir en su
juventud” (19). Aquí el maestro se refiere, obviamente, a la generación
“futurista”. Y agregó: “Tampoco lograron seducirlo el decadentismo y el
estetismo de la generación ‘colónida’” (20).
El caso
de Pedro Zulen, como el de aquellos que el maestro llama “independientes”,
ilustra muy bien su concepto cultural de generación. Pedro Zulen –para solo
hablar de su caso– fue, como se sabe, contemporáneo
de la “generación futurista”. Esta generación fue un episodio en el desenvolvimiento
ideológico y político de la burguesía peruana. La contemporaneidad de Pedro
Zulen, pues, con dicha generación (“haber nacido en fechas próximas”), no hizo
que fuera parte de ella, pues, por su pensamiento, (“educación e influjos
culturales y sociales” distintos) nada tuvo que ver con su influencia: fue, más
bien, Pedro Zulen, un caso singular en el desenvolvimiento ideológico y
político del pueblo peruano.
En el
marco específico de la clase obrera, Mariátegui sostuvo: “Las primeras
manifestaciones de propaganda ideológica revolucionaria son en el Perú las que
suscita, a principios del siglo actual, el pensamiento radical de Gonzáles
Prada. Poco tiempo después de que Gonzáles Prada se separa definitivamente de
la política, fracasado el experimento del Partido Radical, aparecen los
primeros grupos libertarios. Algunos obreros, que se interesan por estas ideas,
entran en contacto con Gonzáles Prada, a quien su decepción de la lucha
política empuja a una posición anárquica. Se constituyen pequeñas agrupaciones
libertarias, que se limitan a iniciar la propaganda de sus ideas, sin
proponerse por el momento ninguna otra acción. Gonzáles Prada colabora, con
seudónimo o sin firma en eventuales hojas ácratas… ”. “La Federación de
Panaderos ‘Estrella del Perú’, se presenta como el primer gremio en el cual
influyen las ideas revolucionarias. Es en una actuación de los panaderos donde
Gonzáles Prada pronuncia, el 1º de Mayo de 1905, su discurso sobre los Intelectuales
y el Proletariado…” (21).
Tenemos,
pues, que la primera generación de activistas políticamente definidos de las
clases trabajadoras fue de filiación anarquista. Mérito histórico de esta
generación fue la formación de los primeros sindicatos obreros y la conquista
de la jornada de 8 horas.
Mariátegui
anotó: “Pero terminado el experimento ‘colónida’, los escritores que en él
intervinieron, sobre todo los más jóvenes, empezaron a interesarse por las
nuevas corrientes políticas. Hay que buscar las raíces de esta conversión en el
prestigio de la literatura política de Unamuno, de Araquistain, de Alomar y de
otros escritores de la revista España;
en los efectos de la predicación de Wilson, elocuente y universitaria,
propugnando una nueva libertad; y en la sugestión de la mentalidad de Víctor M.
Maúrtua cuya influencia en el orientamiento socialista de varios de nuestros
intelectuales casi nadie conoce. Esta nueva actitud espiritual fue marcada
también por una revista, más efímera aún que Colónida: Nuestra Epoca.
En Nuestra Epoca, destinada a las
muchedumbres y no al Palais Concert, escribieron Félix del Valle, César Falcón,
César Ugarte, Valdelomar, Percy Gibson, César A. Rodríguez, César Vallejo y yo.
Este era ya, hasta estructuralmente, un conglomerado distinto del de Colónida. Figuraban en él un discípulo de
Maúrtua, un futuro catedrático de la Universidad: Ugarte; y un agitador obrero:
del Barzo. En este movimiento, más político que literario, Valdelomar no era ya
un líder. Seguía a escritores más jóvenes y menos conocidos que él. Actuaba en
segunda fila” (22).
En el
mismo texto precisó: “En Lima, algunos escritores que del estetismo
d’annunziano importado por Valdelomar habíamos evolucionado al criticismo
socializante de la revista España,
fundamos hace diez años Nuestra Epoca,
para denunciar, sin reservas, y sin compromisos con ningún grupo y ningún
caudillo, las responsabilidades de la vieja política. En Lima, algunos
estudiantes, portavoces del nuevo espíritu, crearon hace cinco años las
universidades populares e inscribieron en su bandera el nombre de Gonzáles
Prada” (23).
Esta fue
la generación que, en el marco de la república, sucedió al “colonidismo”, y
que, no obstante sus limitaciones, significó una ruptura y un avance en la
conciencia del pueblo, pues, contrariamente a los “colónidos”, sus componentes
se orientaron a la política y a las masas trabajadoras y, así, sucedieron
también a la generación anarquista en el marco de la clase obrera (24). Mérito
histórico de esta generación fue haber contribuido a las luchas por la jornada
de las ocho horas, por el abaratamiento de las subsistencias y por la reforma
universitaria (25).
Ciertamente
la “nueva generación” europea –la generación del “nuevo espíritu”– influyó en
extensas capas sociales de América Latina. Mariátegui dejó constancia de esto: “… en este proceso de la nueva generación nosotros
mismos nos sentimos en causa. La onda espiritual, que recorrió después de la
guerra las universidades y los grupos literarios y artísticos de la América
Latina, arranca de la misma crisis que agitaba a la juventud de 1919, coetánea
de André Chamson y Jean Prevost en la ansiedad de una palingenesia. Dentro de
las diversas condiciones de lugar y hora, la revolución de 1919 no es un
fenómeno extraño a nuestro Continente” (26).
En el
Perú, la “nueva generación” estuvo representada por el discurso
gonzáles-pradista de los discípulos del gran agitador, los activistas de la
reforma universitaria, la UPGP y el criticismo socializante (27).
Como
veremos enseguida, llegado el momento Mariátegui deslindó tajantemente con esta
generación.
La
primera generación del socialismo peruano
Es de conocimiento
general que Mariátegui regresó de Europa “con el propósito de trabajar por la
organización de un partido de clase” (28).
En la
conferencia La crisis mundial y el proletariado
peruano, expresó su propósito al señalar la premisa ideológica de
la constitución del partido del proletariado peruano: “Aquí, como en Europa,
los proletarios tienen que dividirse… en colaboracionistas y
anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas” (29). “Yo participo de la
opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y
estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-democráticas, de
todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas” (30).
De ese
modo dejó en claro que su proyecto no era constituir un partido del variopinto
socialismo en general, sino un partido
del socialismo marxista en particular.
Pero,
consciente de las condiciones concretas nacionales, inicialmente Mariátegui
desarrolló su labor de propaganda en el marco de la “nueva generación”.
Por eso
en la Presentación de Amauta señaló: “Esta revista, en el
campo intelectual, no representa un grupo. Representa, más bien, un movimiento,
un espíritu. En el Perú se siente desde hace algún tiempo una corriente, cada
día más vigorosa y definida, de renovación.
A los fautores de esta renovación se les llama vanguardistas,
socialistas, revolucionarios, etc. La historia no los ha bautizado
definitivamente todavía. Existen entre ellos algunas discrepancias formales,
algunas diferencias psicológicas. Pero por encima de lo que los diferencia,
todos estos espíritus ponen lo que los aproxima y mancomuna: su voluntad de
crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo. La inteligencia, la coordinación de
los más volitivos de estos elementos, progresan gradualmente. El movimiento
–intelectual y espiritual– adquiere poco a poco organicidad. Con la aparición
de ‘Amauta’ entra en una fase de definición” (31). “[Amauta] es la voz de un
movimiento y una generación”. “‘Amauta’ cribará a los hombres de la vanguardia
–militantes y simpatizantes– hasta separar la paja del grano. Producirá o
precipitará un fenómeno de polarización y concentración”. “‘Amauta’ no es una
tribuna libre, abierta a todos los vientos del espíritu. (…) En el prólogo de
mi libro ‘La Escena Contemporánea’, escribí que soy un hombre con una filiación
y una fe. Lo mismo puedo decir de esta revista, que rechaza todo lo que es
contrario a su ideología así como todo lo que no traduce ideología alguna”. “El
objeto de esta revista es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas
peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos” (32).
La fase
de definición de la que habló el maestro concluyó en setiembre de 1928. Por eso
en el dirimente editorial Aniversario y
balance, escribió: “El trabajo de definición ideológica nos parece
cumplido. En todo caso, hemos oído ya las opiniones
categóricas y solícitas en expresarse. (…) La primera jornada de ‘Amauta’ ha
concluido. En la segunda jornada, no necesita ya llamarse revista de la ‘nueva
generación’, de la ‘vanguardia’, de las ‘izquierdas’. Para ser fiel a la
Revolución, le basta ser una revista socialista” (33). “‘Nueva generación’,
‘nuevo espíritu, ‘nueva sensibilidad’, todos estos términos han envejecido. Lo
mismo hay que decir de estos otros rótulos: ‘vanguardia, ‘izquierda’,
‘renovación’. Fueron nuevos y buenos en su hora. Nos hemos servido de ellos
para establecer demarcaciones provisionales, por razones contingentes de topografía
y orientación. Hoy resultan ya demasiado genéricos y anfibológicos. Bajo estos
rótulos, empiezan a pasar gruesos contrabandos. La nueva generación no será
efectivamente nueva sino en la medida en que sepa ser, en fin, adulta,
creadora” (34).
En una carta a Carlos Arbulú del 29 de setiembre de
1928, Mariátegui precisó: “El editorial [citado arriba] se refiere, por una
parte, al vanguardismo genérico e indefinido de los oportunistas habituales y,
por otra parte, a cierta desviación que ha intentado propagarse en nuestras propias filas, a propósito del
Apra” (Correspondencia, t.II, p.444)
Concluido, pues, el proceso de definición
ideológica, Amauta se afirmó
categóricamente marxista. Prueba: en la tesis Antecedentes y desarrollo de
la acción clasista, el maestro subrayó puntualmente: “‘Amauta’, en su Nº
17, el de su segundo aniversario, declara cumplido el proceso de ‘definición
ideológica’, afirmándose,
categóricamente, marxista” (35).
Por eso, nadie que lea con rectitud, puede dudar del
significado que tiene la palabra socialismo en la siguiente aserción
mariateguiana: “En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande
palabra: Socialismo. (Con este lema afirmamos nuestra absoluta independencia
frente a la idea de un Partido Nacionalista, pequeño burgués y demagógico)”.
De esta manera, pues, Mariátegui afirmó la independencia ideológica, política y orgánica del proletariado revolucionario.
Como se ha visto, el maestro definió explícitamente la primera generación del
Socialismo Peruano como una generación “adulta, creadora”.
¿Qué quiso decir con esas palabras? Lo que quiso
decir se infiere del hecho de que, precisamente en el contexto de su deslinde
con la generación del “nuevo espíritu”, escribió que “Lenin, Trotsky, Stalin,
procedían de una generación madura”, y que “la obra concreta” de los comunistas
rusos fue “la creación positiva de la U.R.S.S.” (36).
Adulta-madura,
creadora-creación: el lector
perspicaz puede darse perfecta cuenta de qué quiso decir y qué dijo
efectivamente Mariátegui con las primeras palabras de cada una de tales parejas
verbales (37).
La definición de la primera generación del
Socialismo Peruano expresaba, pues, en dos palabras, lo que expresaban la
definición de Amauta como
categóricamente marxista (setiembre de 1928) y el establecimiento del
marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP (octubre del mismo año).
En conclusión: la primera generación del Socialismo
Peruano fue la generación “adulta, creadora”, categóricamente marxista-leninista, cuya obra central fue la
creación del Partido Socialista del Perú, como materialización de la
integración de la verdad universal y nuestra realidad concreta alcanzada con el
pensamiento de Mariátegui.
Este es, pues, el concepto mariateguiano que define
la primera generación del Socialismo Peruano (38).
Por consiguiente, todos aquellos que se mantuvieron
al margen de dicha obra central, no pueden ser considerados como miembros de la
primera generación del Socialismo Peruano en el sentido marxista del término,
que es el sentido en que Mariátegui lo utilizó cuando, en la Advertencia a los 7 Ensayos, declaró su enérgica ambición “de concurrir a la creación
del socialismo peruano”, así como cuando, en el dirimente editorial Aniversario y balance, sostuvo que no
quería que “el socialismo sea en América calco y copia”, sino “creación
heroica” (39).
Esto es lo que enseña el análisis concreto de
nuestra realidad concreta.
Las generaciones posteriores del socialismo peruano
Ciertamente la definición mariateguiana de la primera generación del
Socialismo Peruano, da la pauta para discernir las generaciones
posteriores.
Muerto el maestro en abril de 1930 y puesto a un
lado su legado teórico y orgánico por la desviación izquierdista encabezada por
Eudocio Ravines, la tarea interna de la militancia fue retomar su Creación
Heroica a fin de restablecer las premisas teóricas, políticas y orgánicas de la
lucha por el poder.
Precisamente en torno a la lucha por retomar la
Creación Heroica de Mariátegui, se cribó la segunda generación del Socialismo
Peruano.
No obstante, a pesar de los avances, después de
ochentaitrés años de lucha en el sentido indicado, no se ha consumado la tarea
de retomar la Creación Heroica de Mariátegui. Esto es una apreciación
compartida entre quienes, en el movimiento marxista nacional, no tienen la mala
costumbre de autoengañarse (40).
Retomado, pues, el
concepto mariateguiano de la primera generación del Socialismo Peruano, cae por
su propio peso que la esencia de la cuestión es lo ideológico-político y que,
por lo tanto, los representantes de la aludida generación como de las posteriores,
no pueden ser sino los representantes de la lucha del marxismo-leninismo contra
el oportunismo y el revisionismo y por la toma del poder.
Así, pues, en el Socialismo Peruano el concepto
cultural de generación da cuenta de una generación de onda larga (41),
que, por supuesto, comprende las
generaciones cronológicas que han luchado y luchan por retomar y desarrollar la
Creación Heroica de Mariátegui.
Esto es lo que enseña el análisis concreto de nuestra
realidad concreta.
La mixtificación de las generaciones del socialismo
peruano
Con su definición
de la primera generación del Socialismo Peruano, Mariátegui subrayó la
independencia de la primera generación del socialismo marxista con respecto a
la primera generación del socialismo reformista. Lo subrayó expresamente y, además, basta saber leer
la praxis mariateguiana, para entender que también lo subrayó, como lo hemos
indicado arriba, con el establecimiento del marxismo-leninismo como la base de
unidad del PSP.
Pero
ocurre que Miguel Aragón, Ramón García, etcétera, amalgaman ambas generaciones,
y las amalgaman porque no parten de lo ideológico-político sino de la intención
de borrar toda demarcación entre el socialismo marxista y el socialismo
reformista.
De tal
forma sus generaciones resultan siendo
generaciones del variopinto socialismo en general, y no concretamente del socialismo marxista.
Por otro lado, es un hecho que García ha
levantado el concepto de generación para silenciar el concepto de lucha entre
dos líneas (42). De esta forma escamotea la
esencia del proceso interno del Socialismo Peruano: la lucha del
marxismo-leninismo contra el oportunismo y el revisionismo.
Así,
pues, en el examen del proceso del Socialismo Peruano,
García
prioriza el fenómeno sobre la esencia, lo descriptivo
sobre lo analítico, lo cuantitativo sobre lo cualitativo, lo cronológico sobre
lo ideológico-político.
El resultado de ello es que 1) reniega el concepto
mariateguiano de generación del Socialismo Peruano; 2) silencia el carácter de
clase del PSP; 3) intenta reemplazar el Socialismo Peruano de Mariátegui por su
propio “socialismo peruano”; 5) pretende sentar una base para un partido del
variopinto socialismo en general.
La presencia de Magda Portal, Ciro Alegría, Luis
Valcárcel, Pedro Zulen, Dora Mayer y Castro Pozo en el listado de la “Primera
Generación 1920-1945”, dizque del Socialismo Peruano, preparado por Aragón y
publicitado por García en un libro suyo, es prueba irrefutable de nuestro
aserto (43).
Dicho listado da, pues, la pauta de lo que pueden ser
los listados de las generaciones posteriores, una vez que Aragón se anime a
completarlas.
Conclusión
Tiene razón el marxista italiano Antonio Melis cuando, en el artículo Clase, generación y pueblo en el pensamiento
de José Carlos Mariátegui, señala: “[El
mito de la nueva generación] pertenece a la obra Defensa del Marxismo, escrita para refutar el célebre panfleto de
Henri de Man Au-delà du marxisme… Se
trata de una significativa denuncia de las coartadas generacionales, que
pertenece a un momento histórico preciso
de la polémica marxista, pero que no me parece excesivo y forzado considerar de
discreta actualidad en el momento en que se advierte la tendencia, a falta de
otros méritos, a presentar la partida de nacimiento como testimonio de fe
revolucionaria. Contra todo alarde juvenil, de exaltación indiscriminada y a
menudo instrumental de los nuevos alistamientos, el autor afirma la prioridad
de la opción clasista, que destruye las frágiles unidades registrales y separa,
frente a las elecciones calificadoras, “la paja del grano”, según el propósito
de Amauta” (44).
A la coartada de García y
sus repetidores de presentar, en cierto marco, la partida de nacimiento como
testimonio de pertenencia al Socialismo Peruano, le oponemos la pertinencia del
criterio de clase, que separa el grano de la paja, el socialismo marxista del
socialismo reformista, el marxismo-leninismo del marxismo a secas, la doctrina
de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao del oportunismo y el revisionismo.
Notas:
[1] La ideología alemana, Editorial Grijalbo, México, 1987, p.28.
[2] Ibídem, p.49.
[3] La Real Academia de la Lengua
Española ofrece una acepción del término generación que contempla los dos
aspectos señalados: “conjunto
de personas que por haber nacido en fechas próximas y recibido educación e
influjos culturales y sociales semejantes, se comportan de manera afín o
comparable en algunos sentidos”.
[4] La sicología evolutiva supone que a la edad de veinticinco años los individuos
alcanzan su madurez sicológica e intelectual.
[5] El concepto de lucha de clases
tiene un carácter científico. Por lo tanto, el concepto de lucha entre dos
líneas, reflejo de la lucha de clases en el seno del partido proletario, tiene
también un carácter científico. Tanto la lucha de clases como la lucha entre
dos líneas son expresiones específicas de la dialéctica: una en el plano de la
sociedad, otra en el del pensamiento. Por consiguiente, postular un concepto de
generación que expresa la realidad esencial de la lucha entre dos líneas, es
postular un concepto cualitativo,
científico. Por el contrario, utilizar el concepto de generación
cronológica –que no tiene base científica– para explicarse la historia del
partido proletario, es escamotear el concepto científico de lucha entre dos
líneas.
[6] T.11, Lima, 1980,
p.15.
[7] Ibídem,
p.19.
[8] 7 Ensayos,
Lima, 1994, p.255.
[9] Ibídem,
p.275.
[10] Ibídem, p.282. Esto fue escrito en junio
de 1926. En febrero de 1925, Mariátegui había hablado de “la generación
‘colónida’” (t.11, p.38). Sin embargo, lo que hay que resaltar en estas líneas
es que, al negar finalmente que el “colonidismo” fuera una generación, su
argumento fue de orden cultural: la heterogeneidad temperamental de sus
integrantes.
[11] Ibídem, pp.281-282.
[12] Ibídem, p. 282.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem, pp.283-284.
[15] Ibídem, p.283.
[16] OC, t.11, p.52.
[17] OC, 7
Ensayos, p.291.
[18] Ibídem.
[19]
T.11, p.38.
[20] Ibídem.
[21] T.13, p.96.
Elipsis nuestras.
[22] 7 Ensayos, p.284.
[23] 7 Ensayos, pp.253-254.
[24] Las lecciones ex cátedra de Víctor Maúrtua, la revista
Nuestra Época, El Comité de
Propaganda y Organización Socialistas, el Partido Socialista Peruano, la
revista El Socialista, el diario La Razón, la UPGP hasta antes del ciclo
de conferencias de Mariátegui, fueron expresiones del variopinto socialismo
reformista. La aserción de Mariátegui en el sentido de que en la revista Nuestra Época “se esboza una tendencia
fuertemente influenciada por España,
la revista de Araquistain”, obliga a puntualizar que esta revista estuvo ligada
al Partido Socialista Español, afiliado a la Segunda Internacional.
[25] La lucha por
el abaratamiento de las subsistencias marcó, más que las otras, el mérito
histórico del ala izquierda del socialismo reformista (Mariátegui, Falcón,
etc.). El ala derecha se opuso entonces al desarrollo de las acciones de masas.
[26] Defensa del
marxismo, p.112. En este mismo libro, Mariátegui
señaló sobre la “nueva generación”: “Un
sentimiento mesiánico, romántico, más o menos difundido en la juventud
intelectual de post-guerra, que la inclina a una idea excesiva, a veces
delirante, de su misión histórica, influye en la tendencia de esta juventud a
encontrar al marxismo más o menos retrasado, respecto de las adquisiciones y
exigencias de la ‘nueva sensibilidad’. En política, como en literatura, hay muy
poca sustancia bajo esta palabra. Pero esto no obsta para que la ‘nueva
sensibilidad’ que en el orden social e ideológico prefiere llamarse ‘nuevo
espíritu’, se llegue a hacer un verdadero mito, cuya justa evaluación, cuyo
estricto análisis es tiempo de emprender, sin oportunistas miramientos” (ibídem, p.111). Y agregó más adelante:
“El mito de la nueva generación de la revolución del 19, ha perdido mucho de su
fuerza. Sin duda, la guerra señaló una ruptura, una separación. La derrota del
proletariado, en no pequeña parte, se debe al espíritu adiposamente
parlamentario, positivista, demoburgués de sus cuadros, compuestos en el 90 por
ciento por gente formada en el clima prebélico. En la juventud socialista se
reclutaron los primeros equipos de la Tercera Internacional. Los viejos
líderes, los Ebert y los Kautsky en Alemania, los Turati y los Modigliani en
Italia, los Bauer y los Renner en Austria., sabotearon la Revolución. Pero
Lenin, Trotsky, Stalin, procedían de una generación madura, templada en una
larga lucha. Y hasta ahora la ‘abstracción triunfante de la revolución del 19’
cuenta muy poco en la historia, al lado de la obra concreta, de la creación
positiva de la U.R.S.S.” (ibídem,
pp.115-116).
[27] Como
señaló el propio Mariátegui, la nueva
actitud espiritual fue marcada también por la revista Nuestra Época. Esto significa que en la generación del “nuevo espíritu”
se daba la presencia de una tendencia socialista, en el sentido general del
término.
[28] T.13,
p.100.
[29] T.8, pp.21-22.
Elipsis nuestra.
[30] Ibídem, p.22.
[31] T.13, p.238.
[32] Ibídem, pp.237, 238 y 239. Elipsis nuestra.
[33] T.13, p.247. Elipsis nuestra.
[34] Ibídem.
[35] Ibídem, p.104. Negritas
nuestras.
[36] Defensa del marxismo,
pp.115-116.
[37] Seguramente teniendo en cuenta su experiencia personal de haberse
asimilado al marxismo-leninismo rompiendo así con su inicial socialismo a lo
Araquistain, el maestro escribió que la “nueva generación” solo podía ser
realmente nueva si hacía el mismo camino.
[38] Hablando de la generación de Riva Agüero, Mariátegui señaló que
“En ninguna generación se presentan esta uniformidad, esta unanimidad” (7 Ensayos, p.293). Esta observación es
particularmente válida para las generaciones del Socialismo Peruano, las
cuales, como se sabe, han tenido sus fisuras y sus escisiones. Pero esta
realidad demuestra únicamente que la homogeneidad nunca es un absoluto, y que
lo es menos todavía en un partido donde se lleva una lucha ideológica
activa.
[39] Por lo demás, es expresivo el hecho de que ninguno de los
socialistas reformistas que venían de las experiencias de Nuestra Época, el Comité de Propaganda y Organización Socialistas, La Razón, etcétera, fuera convocado por
el grupo de Mariátegui a las labores fundacionales del PSP. La razón fue
simple: no eran adherentes del marxismo-leninismo y estaban comprometidos con
otras corrientes o proyectos políticos.
[40] La periodización de la historia del partido en: 1) lucha por la
Constitución; 2) lucha por el establecimiento de la Base de Unidad; 3) lucha
por la Reconstitución, no es correcta. La Constitución significó una lucha en
cuatro planos: ideológico, teórico, político y organizativo. En consecuencia
separar la lucha por el establecimiento de la Base de Unidad de la lucha por la
Reconstitución, encierra la idea de que la primera lucha comprendió lo
ideológico-teórico-político, mientras la segunda se limita a lo organizativo.
Exactamente como la lucha por la Constitución, la lucha por la Reconstitución
comprende también una lucha en los cuatro planos señalados. Por eso puede
decirse que el concepto de Reconstitución vino muy tarde como acuerdo orgánico,
pues como acción concreta tuvo su punto de arranque en el momento en que los
militantes marxista-leninistas iniciaron la lucha por retomar la Creación
Heroica de Mariátegui después de que Ravines consumara la “desamautización” del
Partido.
[41] Así como al sostener Mariátegui que "El mestizaje necesita ser analizado, no como cuestión étnica,
sino como cuestión sociológica", y que, como cuestión sociológica,
"El color de la piel se borra como contraste; pero las costumbres, los
sentimientos, los mitos, –los elementos espirituales y formales de esos
fenómenos que se designan con los términos de sociedad o de cultura-
reivindican sus derechos” (7 Ensayos, p.343), así también nosotros, al sostener el concepto de
generación cultural, estamos planteando que la generaciones en el Socialismo
Peruano deben ser analizadas no como cuestión biológica, sino como cuestión
ideológico-política. Así pues, del mismo modo como en Mariátegui el concepto de
mestizaje se autonomiza de lo puramente racial, en nosotros el concepto de generación
se autonomiza de lo puramente biológico. De esta forma hacemos que la esencia
del Socialismo Peruano reivindique sus derechos.
[42] Prueba nuestro aserto el hecho de que desde hace más de dos
décadas ha desaparecido de su literatura el concepto de lucha entre dos líneas.
Lo prueba también su intención de tomar el centenario de la revista Nuestra Época como el centenario del
Socialismo Peruano, siendo que el centenario de dicha revista es una cosa y
otra cosa es el centenario del Socialismo Peruano, es decir, del
Marxismo-Leninismo Peruano.
[43] Adónde va el Perú,
Editorial Perú Integral, Lima, 2001, p.61. Un análisis detallado de la
impertinencia oportunista de considerar a Magda Portal como representante de la
primera generación del Socialismo Peruano se encuentra en el libro inédito El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, así
como un análisis igualmente detallado de los otros casos se encuentra en el
presente libro. Por lo demás, cabe subrayar en
estas líneas que el concepto de generación que maneja el grupo
revisionista es una verdadera camisa de fuerza: primera generación de 1920 a 1945; segunda generación de 1945 a 1970;
tercera generación de 1970 a 1995; cuarta generación de 1995 a 2020. Es decir,
es un concepto meramente cronológico,
que, utilizado como es utilizado, le sirve a dicho grupo para escamotear la
esencia ideológico-política del proceso interno del Socialismo Peruano.
[44] Leyendo Mariátegui
1967-1998, Empresa Editora Amauta, Lima, 1999, p.280.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de
toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
Contra el Liquidacionismo Histórico
E.I.
EN UNA CARTA A GUSTAVO PÉREZ del 4 de noviembre del año que ha
concluido, Miguel Aragón ha sostenido lo siguiente: “El frente
unido en nuestro país existe desde 1905
hasta el presente. Mientras que el partido del proletariado peruano hasta el
presente nunca ha existido, y no ha existido porque todavía no era ni es
necesario. La constitución del partido
del proletariado peruano es una tarea del futuro cuando su existencia sea
realmente necesaria, cuando la maduración de las condiciones objetivas y
subjetivas así lo reclamen y lo exijan, y no cuando a un caudillo personalista
se le ocurra como uno de sus ocasionales
caprichos”.
En lo que
toca a Mariátegui, la citada afirmación representa la extensión del
liquidacionismo al campo de la historia.
Desde
la publicación de la aludida carta a la fecha, han pasado casi dos meses y,
como puede constatarse, en el grupo liquidacionista que dirige Ramón García
nadie se ha alzado críticamente contra semejante negación del PSP, lo cual
prueba, una vez más, que la ideología que rige las relaciones internas de dicho
grupo es el liberalismo burgués. Pero, desde luego, esta constatación no tiene
porqué extrañar a nadie, pues es imposible
esperar que quienes tergiversan el carácter marxista-leninista de la Creación
Heroica de Mariátegui salgan a defender esta Creación en su materialización
como Partido Socialista del Perú.
Puesto
que, como se sabe, el que calla otorga, puede suponerse que en el mencionado
grupo se asume semejante negación: el silencio otorgador de sus miembros no es
cuestión reciente, pues viene de hace tiempo: de noviembre de 2013, cuando
Aragón negó la verdad histórica de los acuerdos de la Reunión de la Herradura,
e incluso de antes: desde que García empezó a falsificar la verdad doctrinal y
orgánica del PSP, a falsear la verdad ideológica de la Creación Heroica de
Mariátegui y a tergiversar cuestiones fundamentales dirimentes de esta
Creación.
El
pensamiento de Mariátegui expresa la fusión de la verdad universal del
marxismo-leninismo (“El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la
etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo
adopta como su método de lucha”) con la realidad peruana (“aplicación del
método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú”).
Así,
pues, el pensamiento de Mariátegui es pensamiento de clase, pensamiento
proletario, pensamiento de partido. Por eso puede decirse que el PSP fue su
materialización orgánica.
Por lo
tanto, negar la existencia histórica del PSP es negar la Creación Heroica de
Mariátegui.
Esa
negación se expresa en el hecho de que el grupo liquidacionista niega la
filiación marxista-leninista de Mariátegui, del Socialismo Peruano, del PSP.
Esta realidad, demostrada una y otra vez, no puede dejar de percibirse por el
hecho de que tal grupo se empeña en utilizar a Mariátegui y a su Partido como
coartada a fin de intentar pasar de contrabando sus posiciones oportunistas y
liquidacionistas.
Pero el
liquidacionismo histórico de Aragón presenta además una actitud afrentosa con
respecto a Mariátegui. Ciertamente la
expresión “y
no cuando a un caudillo personalista se le ocurra como uno de sus ocasionales caprichos”, está enfilada contra
su copartidario García, pero, en la medida en que, según su autor, en los años
veinte el partido del proletariado peruano “todavía no era… necesario”, y, no obstante,
se fundó el PSP, entonces aquello de “caudillo personalista” y de “ocasionales
caprichos” le cae también a Mariátegui.
Así,
pues, Aragón ha pasado de la negación de la verdad histórica de los acuerdos de
la Reunión de la Herradura, a la negación de la existencia misma del PSP.
Esa
negación del PSP y aquella afrenta a Mariátegui –así como muchas otras
posiciones antimariateguianas oportunamente desenmascaradas– pintan de cuerpo
entero al grupo liquidacionista.
Si las
clases reaccionarias intentan siempre borrar de la memoria de los pueblos sus
tradiciones revolucionarias, el oportunismo busca siempre falsificarlas y, ahora,
concretamente, el grupo liquidacionista busca borrar de la memoria del pueblo
peruano la verdad histórica del PSP y la verdad ideológica y teórica de la
Creación Heroica de Mariátegui.
De
hecho, nadie ha ido más lejos en la campaña antimariateguiana: ni Ravines con
su “desaumatización”, ni Del Prado con su revisionismo, ni Paredes con su
liquidacionismo de derecha.
Del
liquidacionismo de “izquierda” de los años 1970 al liquidacionismo de derecha
de hoy, es el derrotero del grupo que encabeza Ramón García.
Como
acabamos de ver, ese liquidacionismo ha sido extendido ahora al campo de la
historia. Pero también al campo del frente unido, como veremos en otro lugar.
La
Creación Heroica de Mariátegui, teórica y orgánica, es la piedra basal vigente
del Socialismo Peruano y, por esto, la piedra de toque que separa a marxistas
de oportunistas. Por eso, ningún esfuerzo del grupo liquidacionista ni ningún
silencio pusilánime de nadie podrá borrar su realidad de la conciencia de
nuestro pueblo.
Defendiendo
la existencia histórica del PSP y la verdad de la Creación Heroica de
Mariátegui, el presente artículo proporciona la necesaria información a la
Izquierda Peruana acerca del límite extremo a que ha llegado el grupo
liquidacionista en su campaña antimariateguiana, en su descomposición
ideológica, en su consunción moral.
01.01.2015.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de
toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
La
Reunión de Barranco y el Liquidacionismo Histórico
E.I
ENTRE EL 22 Y EL 29 DE ENERO del año en curso, Miguel Aragón publicó en
cuatro partes el artículo Acerca
del aniversario 86 de la reunión
de Barranco, en el cual sostiene centralmente: 1) que el Partido Socialista
del Perú no fue constituido en esta reunión ni en ninguna otra; 2) que el programa
del Partido no fue aprobado en esta reunión ni en ninguna otra.
Una cuestión previa
En el mencionado artículo, Aragón escribió: “Ahora podemos afirmar
contundentemente, que el 7 de octubre de 1928 no se constituyó el
Partido Socialista del Perú”. “En
la Reunión de Barranco del 7 de octubre de 1928 se acordó constituir el Comité
Organizador del Partido Socialista del Perú” (negritas en el original).
Por cierto, el “Ahora” que aparece en la primera cita, tiene fecha: 22 de
enero de 2015.
Pero
ocurre que, en Mariátegui y el Partido
Socialista del Perú (borrador), ampliamente
difundido en los grupos de correo en 2008,
y que, por esto, Aragón conoce, señalé lo siguiente: “… la Reunión de Barranco no constituyó el Partido, propiamente hablando, sino el Grupo
Organizador del Partido” (1).
Por eso, me veo obligado a señalar que, a esa
constatación, Aragón llega con más de seis años de retraso. Desde luego, señalo
esto sin un adarme de vanidad.
Como seguramente se comprende, mi citado borrador
hace parte del estado de la cuestión. Por eso me veo obligado a señalar que
Aragón ha cometido plagio. Por supuesto, señalo esto sin el menor ánimo de
querella (2).
Una cuestión metodológica
El método marxista de investigación parte del análisis de los hechos,
y no de las teorías. Por eso, la investigación del PSP debe partir del análisis
de su proceso real: primero, analizando el fenómeno para llegar a la esencia,
y, luego, explicando el fenómeno por la esencia. Sólo así puede alcanzarse una
comprensión correcta del proceso histórico del Partido de Mariátegui.
Una dificultad
Los monumentos históricos relativos a este proceso (hechos,
documentos, testimonios), nos colocan, generalmente, en una situación semejante
a la de los arqueólogos: en la situación de tener que interpretar.
En carta del 19 de octubre de 1928, Mariátegui se
dirigió a Luis E. Valcárcel en los términos que siguen: “El modo más leal de informarlo a este respecto [respecto a la polémica
con Haya], para que no se encuentre
Ud. desorientado ante rumores confusos, me parece que es el de
documentarlo. Ud. interrogará a los
documentos y buscará en ellos la
respuesta a cada cuestión” (Correspondencia, t.II, p.459).
Como se ve, estos juicios expresan la confianza de Mariátegui en la capacidad y la
honestidad intelectuales de Valcárcel. Pero al mismo tiempo –y como cuestión de
fondo– encierran la idea, de indudable valor general, de que la lectura de
cualquier texto no solo es un reto a la inteligencia del lector, sino también
un desafío a su conciencia ética.
Precisamente en el estudio del proceso de constitución del PSP, se ha
observado mucha impericia (lo que puede comprenderse), pero también, en muchos
casos, una absoluta falta de ética (lo cual es sumamente grave) (3).
Una cuestión terminológica
En los acuerdos de las reuniones de La Herradura y Barranco, puede
constatarse que el término constitución se utiliza como sinónimo del término
fundación: “Constituir la célula inicial del
Partido”; “dejar constituido el grupo organizador del Partido Socialista
del Perú”; “los suscritos declaran constituido un Comité”; “el Comité
concurrirá a la constitución de un partido socialista”.
Ciertamente entre los términos constitución y
fundación existe una evidente sinonimia, pero el primero tiene una acepción que
no tiene el segundo: así por ejemplo, en la literatura marxista relativa al PSP
suele utilizarse el término constitución para dar cuenta de lo que Mariátegui
llamó “proceso de definición teórica y de organización práctica” (4), mientras
el término fundación se limita a dar cuenta del acto que, verbigracia, hubiese
sido el establecimiento público del PSP en marzo de 1930 (5).
El proyecto de partido de Mariátegui
En
documentos, artículos y cartas, Mariátegui expuso las líneas de su proyecto de
partido, siendo la principal de ellas la concepción del PSP como un partido de
clase (adherido al marxismo-leninismo) bajo la forma de partido de masas
(militancia masiva de obreros y campesinos principalmente y basado en las masas
trabajadoras organizadas).
El proceso real de la lucha por la constitución del
PSP
Ciertamente
una cosa es el proyecto de Mariátegui, y otra el
proceso real que resultó de su aplicación bajo el influjo de la lucha de clases
y de la lucha entre dos líneas.
Ese proceso cubrió un período que va de 1923 a 1930,
y, en el plano específicamente orgánico, un período que va de las reuniones de
La Herradura y Barranco de setiembre y octubre de 1928, al frustrado intento de
fundar públicamente el PSP. Con un antecedente indirecto: el Comité de Propaganda y Organización Socialistas
fundado en noviembre de 1918; y un antecedente directo: el Comité de Génova fundado en abril de 1922.
En la carta a Nicanor de la Fuente, citada arriba,
Mariátegui anotó: “He querido también, antes de escribirle, que Ud. estuviese
enterado de las últimas etapas del proceso de definición teórica y de
organización práctica, indirectamente acelerado por lo que podemos llamar la
desviación ‘aprista’”.
El maestro se refirió, pues, al hecho de que el
curso de los acontecimientos (trasformación del Apra en Partido Nacionalista
Libertador y, por lo tanto, exacerbación de la lucha por la hegemonía en el
seno de las masas) obligó a acelerar la fundación pública del Partido.
A
propósito, Martínez de la Torre dejó el siguiente testimonio: “… cuando discutimos con Mariátegui el Manifiesto
con el que surgía públicamente el Partido Socialista, la ‘fracción socialista’
planteó nuevamente la cuestión del nombre, iniciando un largo debate sobre la
necesidad de que apareciéramos como Partido Comunista. No era sino una nueva
maniobra para aplazar la publicación del Manifiesto, el cual llevaría sus
firmas…” (Apuntes para una interpretación
marxista de historia social del Perú, t.I, p.209).
Ese testimonio no fue negado nunca por ninguno de
los involucrados, y, ya solo por esto, hay que reconocer que da cuenta de una
realidad.
En marzo de 1930, el PSP había logrado construir
organización en Lima, Jauja, Trujillo, Chiclayo, Ica, Huaraz, Puno, Arequipa,
Huánuco, Cajamarca, Chepén, Huacho, Cerro de Pasco, Cotabambas, y había logrado
la adhesión de los grupos de Cuzco, México, Buenos Aires, La Paz y París.
Por otro lado, en mayo de 1929 había logrado fundar
la CGTP y el mismo año participó decisivamente en la fundación de la Federación
de Yanaconas.
No obstante, incluso con tan significativos avances,
en el primer trimestre de 1930 el Partido de Mariátegui no aparecía como “el
primer partido de masas y de ideas de nuestra historia republicana”. De ideas
sí, pero no de masas.
Así, pues, ante el imprevisible curso que había
cobrado el desarrollo de los acontecimientos, Mariátegui intentó la fundación
pública del PSP como partido de cuadros. Esta
es la verdad histórica.
Ese giro significó lo siguiente: 1) que Mariátegui
consideró que, a principios de 1930, el Partido era una realidad; 2) que esta
realidad expresaba la esencia del proyecto mariateguiano: partido de clase,
aunque no su forma imaginada: partido de masas (6).
Y tiene una consecuencia: obliga a entender el
proceso de constitución del PSP desde el significado del intento de fundarlo
como partido de cuadros.
Así, pues, el PSP fue una realidad histórica, y el
hecho de que no fuera formalmente fundado pública y legalmente, no niega en
absoluto tal realidad.
¿Qué era “el grupo organizador del Partido”? Pues un
organismo de clase bajo la forma de organismo de cuadros. ¿Y qué era el PSP en
marzo de 1930? Pues un organismo de clase bajo la forma de organismo de
cuadros.
Esa identidad de clase y de forma de existencia
entre “el grupo organizador” y el PSP, determina que, ante la frustración del
proyecto de Mariátegui, sea necesario replantear el significado de la Reunión
de Barranco.
Eso es lo que enseña el análisis concreto del
proceso concreto del Partido de Mariátegui.
Por eso, si en el borrador Mariátegui y el Partido Socialista del Perú afirmé que “la Reunión
de Barranco no constituyó, etcétera”,
en este mismo texto, como en otros posteriores, no dejé de señalar que el PSP
fue fundado el 7 de octubre de 1928.
La negación de la existencia histórica del PSP y de
la necesidad del partido del proletariado peruano hasta hoy
Esta doble negación que comete Aragón no puede
captarse sino en el marco del artículo que comento en las presentes notas y de
su carta a Gustavo Pérez citada en mi artículo Contra el liquidacionismo histórico.
En esa carta puede leerse: “El frente unido en
nuestro país existe desde 1905 hasta el presente. Mientras que el partido del proletariado peruano hasta el presente
nunca ha existido, y no ha existido porque todavía no era ni es necesario. La constitución del partido del proletariado
peruano es una tarea del futuro cuando su existencia sea realmente necesaria,
cuando la maduración de las condiciones objetivas y subjetivas así lo reclamen
y lo exijan, y no cuando a un caudillo personalista se le ocurra como uno de
sus ocasionales caprichos” (cursivas
mías).
Como se
ve, Aragón sostiene que el partido del proletariado peruano nunca ha existido,
e, incluso, que en los años 1920 no era necesario y que hasta ahora mismo no lo
es, y, con base en estas afirmaciones, indirectamente pero sin disimulo,
agravia a Mariátegui con aquello de “ocasionales caprichos” y aquello de
“caudillo personalista”.
Pues
bien, en Ideología y política,
Mariátegui señaló: “El feudalismo
español se superpuso al agrarismo indígena, respetando en parte sus formas comunitarias;
pero esta misma adaptación creaba un orden extático, un sistema económico cuyos
factores de estagnación eran la mejor garantía de la servidumbre indígena. La
industria capitalista rompe este equilibrio, interrumpe este estancamiento,
creando nuevas fuerzas productoras y nuevas relaciones de producción. El
proletariado crece gradualmente a expensas del artesanado y la servidumbre. La
evolución económica y social de la nación entra en una era de actividad y
contradicciones que, en el plano ideológico, causa la aparición y desarrollo
del pensamiento socialista” (p.31). Y puntualizó en los 7 Ensayos: “En Lima, donde se ha constituido el primer núcleo de
industrialismo, es también donde, en perfecto acuerdo con el proceso histórico
de la nación, se ha balbuceado o se ha pronunciado la primera resonante palabra
de marxismo” (p.253).
Asimismo, confesó: “Mariátegui regresa en este
tiempo de Europa con el propósito de trabajar por la organización de un partido
de clase” (Ideología y política,
p.100). “No
cejaré en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer
gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana” (carta del 14 de octubre de 1929 a César Vallejo, en Anuario Mariateguiano, Nº1, p.146).
Como es evidente, con la primera cita el maestro se
refirió a la maduración, en el Perú de su tiempo, de las condiciones objetivas
que hicieron necesario el partido del proletariado, y, con las otras dos, su
voluntad organizadora derivada de su conciencia de esa necesidad.
Pues bien, lo citado basta para poner al desnudo el
liquidacionismo histórico de Aragón.
Ciertamente desde la publicación de mi artículo Contra el liquidacionismo histórico (01.01.2015), nuestro personaje se encontró ante la disyuntiva
de proceder con espíritu autocrítico o, en su defecto, como un vulgar
oportunista.
Después de veintiún días, optó por lo segundo: en el
artículo que comento, silenció su negación de la existencia histórica del PSP y
el agravio que cometió contra Mariátegui, e intentó desviar el debate
esgrimiendo que el PSP nunca fue fundado pública y legalmente.
La Reunión de La Herradura
Empeñado en negar la validez de esta reunión y sus
acuerdos, Aragón ha escrito: “Portocarrero trajo consigo una Propuesta del
Secretariado de la ISR, en la cual se proponía ‘constituir el
Partico Comunista en el Perú’”. “Algunos pocos militantes del Comité
de Lima, del Comité de Paris y del Comité del Cusco, acicateados por esa entrometida
e impertinente comunicación, comenzaron a presionar con impaciencia
en el Comité de Lima, para constituir de inmediato el partido, posición
apresurada que no era compartida por Mariátegui”. “Incluso en
su desesperación, algunos de esos ‘impacientes’, sorprendiendo con
engaños a otros militantes, convocaron y realizaron a espaldas
de Mariátegui una Reunión en la Herradura el día
domingo 16 de setiembre de 1928…”. “En La
Herradura… acordaron ‘constituir la célula inicial del Partido… cuyo nombre
sería el de Partido Socialista del Perú’ (negritas en el original; elipsis
mías).
“Posición
apresurada que no era compartida por Mariátegui”, dice Aragón. Pero ocurre
que, tal como he recordado arriba, el maestro
señaló que el proceso de constitución del PSP fue “indirectamente acelerado por lo que podemos llamar la
desviación ‘aprista’”. Precisamente las reuniones de La Herradura y Barranco,
la aprobación del programa del partido (cuestión que veremos más adelante) y el
intento de fundar públicamente el PSP, constituyen los casos más relevantes de aceleramiento
en el proceso de Constitución. Así, pues, si Aragón fuese consecuente con su
lógica, tendría que acusar al maestro de haber sido víctima del “temperamento
criollo” y, por lo tanto, calificarlo de “impaciente”.
“Portocarrero trajo consigo una Propuesta del
Secretariado de la ISR en la cual se proponía ‘constituir el
Partico Comunista en el Perú’”, afirma Aragón, y, unas líneas después, recuerda
que la Reunión de la Herradura acordó “constituir la célula inicial del
Partido… cuyo nombre sería el de Partido Socialista del Perú”.
Pues bien,
si “algunos pocos militantes”, “acicateados por esa entrometida e impertinente comunicación”
del Secretariado de la ISR, hubiesen convocado y realizado la Reunión de La
Herradura “a espaldas de Mariátegui”, como cree Aragón, entonces, como es
lógico, dicha Reunión hubiese acordado la propuesta de dicho Secretariado de fundar
el partido con el nombre de Partido Comunista, y no con el de Partido Socialista (7).
Sin embargo,
como es de conocimiento general, la Reunión de la Herradura acordó el punto de vista de Mariátegui
y, así, rechazó la propuesta del
Secretariado de la ISR.
Esta
constatación basta para probar que la Reunión de la Herradura no se realizó “a
espaldas de Mariátegui”, y, por otro lado, para probar la absoluta falta de
lógica de la conjetura de Aragón.
Pero también
para confirmar el testimonio de Martínez: “José Carlos Mariátegui no pudo
asistir, pero sus puntos de vista los presentó Martínez de la Torre” (8).
La Reunión de Barranco
Aragón dice: “En esa reunión conspirativa [la Reunión de La Herradura], ellos
llegaron a cuatro acuerdos… puntos que en lo fundamental no fueron aprobados en
la reunión del 7 de octubre en Barranco”. “En La
Herradura… acordaron “constituir la célula inicial del Partido...”. Mientras
que, en Barranco el 7 de octubre… se aprobó “dejar constituido el grupo
organizador del Partido Socialista del Perú”. “El 16 de setiembre en La Herradura acordaron ‘afiliar
(sic) la célula inicial del partido a la III Internacional’. El 7 de octubre en
Barranco, no se aprobó esa afiliación…”. “El 7 de octubre, no se constituyó
ningún ‘comité ejecutivo’ del Partido, sino ‘el grupo organizador’ del Partido”
(elipsis mías).
Sin explicar
claramente su intención, Aragón recuerda que la Reunión de La Herradura acordó
constituir “la célula inicial del Partido”, mientras la Reunión de Barranco
constituyó “el grupo organizador del Partido”. Pero ocurre que, habiendo sido
“la célula inicial” precisamente “la célula secreta de los siete”, la Reunión
de Barranco, en la cual, como se sabe, participaron algunos militantes que no
eran parte de esta célula (Luciano Castillo y Chávez León), no pudo
sino aprobar la fundación del “grupo organizador del Partido” con la totalidad de los asistentes.
También sin
explicar claramente su intención, Aragón indica que la Reunión de Barranco no
acordó la afiliación a la Tercera Internacional. Pero esta observación resulta
irrelevante para su posición, pues, como él mismo lo sabe, la Reunión del 4 de marzo
de 1930 aprobó la moción de Mariátegui de afiliación del CC del PSP a la
Internacional (9).
Aragón dice
que “El 7 de octubre, no se constituyó ningún ‘comité ejecutivo’ del Partido”.
De esta forma silencia el hecho –tremendamente expresivo– de que, en la moción
presentada por Mariátegui y aprobada por la Reunión de Barranco, se señala que
“Los suscritos declaran constituido un Comité”, el mismo que es mencionado
también en los numerales 2, 3 y 6 de la misma moción.
Ello quiere
decir que dicha Reunión tomó dos acuerdos en el terreno orgánico: uno, dejar
constituido “el grupo organizador del Partido” con la totalidad de los
asistentes; otro, dejar constituida una instancia de Dirección: el “Comité
Ejecutivo del Partido”, al que precisamente se había referido la Reunión de La
Herradura.
La cuestión de “la célula secreta de
los siete”
Esta Reunión había acordado en su numeral 3: “El Comité Ejecutivo del Partido
Socialista estará formado por la ‘célula secreta de los siete’”.
Y así fue:
en la Reunión de Barranco esta célula, con
Mariátegui
a la cabeza, copó el mencionado Comité (10).
El
partido del proletariado hoy: necesidad y posibilidad
La
necesidad del partido proletario surge con el desarrollo de la industria y de
la clase obrera. En el Perú, esto ocurrió en las primeras décadas del siglo
pasado, y, como se ha visto, Mariátegui teorizó sobre el tema.
Hoy,
con un desarrollo mayor de la industria, una clase obrera comparativamente más
numerosa y un desarrollo mayor de las contradicciones entre las clases, el
partido proletario es tanto más necesario.
Sin
embargo, Aragón dice: “… hay que lamentar que muchos socialistas saturados
del ‘temperamento criollo’ todavía insuperado, se comporten con
absoluta impaciencia, y hoy como ayer, pretendan ‘constituir’, ‘reconstituir’ o
‘reivindicar’ la organización del partido de clase, al margen del desarrollo de
las condiciones objetivas y subjetivas del proceso real de la lucha de clases
en el país, y al margen de las enseñanzas del Camino de Mariátegui”.
Ciertamente
con aquello de “al margen del desarrollo de las condiciones objetivas y subjetivas”,
nuestro personaje niega tanto la necesidad del partido como la posibilidad de
luchar por la Reconstitución en las actuales condiciones.
Negar
la existencia del partido del proletariado peruano desde los años 1920 hasta
hoy, es una expresión específica de liquidacionismo, y negar su necesidad
actual a favor del trabajo frenteunionista, es una forma específica de
frentismo. Precisamente Aragón está en esta línea.
El
partido del proletariado hoy: constitución y fundación
Aragón
dice: “La tarea de
fundación del Partido Socialista del Perú, del ‘partido de clase’ del
proletariado peruano, del primer ‘partido de masas y de ideas’ también sigue
siendo una tarea pendiente. Es muy posible que su ejecución
corresponda a los militantes de la próxima generación” (negritas en el
original).
Como se ve,
Aragón reduce toda la cuestión del partido a solo fundación. Confunde, desdeña
o escamotea la diferencia entre los conceptos de constitución y fundación, es
decir, entre el proceso histórico de la lucha por la Reconstitución y el acto
de establecer formalmente el partido.
Ciertamente
la posibilidad de impulsar la Reconstitución existe actualmente en un grado
disminuido: tanto el PCP-SL con su errónea concepción de la Reconstitución (11),
como el grupo liquidacionista con su proyecto de un partido doctrinariamente
variopinto (12) y el oportunismo de derecha con su extravío teórico y práctico
(13), han hecho a un lado la Reconstitución del Partido de Mariátegui. Y punto,
pues ninguna otra tendencia asumió esta tarea.
Contra ese
abandono y no obstante todas las vicisitudes, un pequeño grupo de luchadores,
más o menos disperso, mantiene en alto la bandera de la Reconstitución.
Ese grupo ha
cumplido hasta hoy el honroso papel de haber defendido la filiación
marxista-leninista de Mariátegui y la verdad doctrinal y orgánica del PSP
contra la campaña antimariateguiana del grupo liquidacionista, contra el
conciliacionismo con el liquidacionismo promovido por el oportunismo de
derecha, así como también contra otras tendencias adversas a la verdad
histórica de Mariátegui y su partido.
Puesto que
de lo que se trata es de reconstituir el Partido de Mariátegui (14), es
menester hacer conciencia de la necesidad de impulsar el proceso de reconstitución
concretando la indispensable concentración orgánica. Esta es la tarea actual
más urgente del proletariado.
El programa
del Partido
Presentando
el proyecto de programa escrito por Mariátegui, Martínez escribió en sus Apuntes: “A fin de unificar
doctrinariamente el pensamiento y la acción de los grupos iniciales del Partido
Socialista, Mariátegui elaboró los siguientes puntos programáticos que fueron
remitidos a las células del país y del extranjero” (Apuntes, t.II, p.398). Y más adelante, comentándolo, apuntó: “Sobre
estos principios programáticos se inició, no sólo el trabajo práctico, sino el
proceso de unificación ideológica, el proceso para la elaboración de una teoría
y una acción conscientemente disciplinada y emprendedora” (ibídem, p.402).
Ciertamente
en los Acuerdos de la Reunión de Barranco no aparece ninguno relativo a la
aprobación del proyecto de Mariátegui. Pero de las palabras de Martínez se
desprende limpiamente que, previo debate, la reunión tomó dos acuerdos
relativos a dicho proyecto: 1) remitirlo a las células del país y del
extranjero; 2) unificar doctrinariamente, sobre su base, el pensamiento y la
acción de los grupos iniciales del Partido.
Unificar doctrinariamente el
pensamiento partidario significaba concretar la adhesión de la militancia al
marxismo-leninismo: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la
etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo
adopta como su método de lucha”.
Unificar doctrinariamente la acción
de los grupos iniciales del Partido
significaba hacer que tal acción tuviera una neta base doctrinal a fin de
“encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del
socialismo”.
Es razonable,
por lo tanto, reconocer que la Reunión de Barranco aprobó, en primera instancia, el proyecto de Mariátegui, con cargo, naturalmente,
a que, con los aportes de otros militantes, fuera aprobado por el programado
Congreso Constituyente. Esta es la razón por la cual en los acuerdos de la
mencionada Reunión no aparezca ninguna alusión a la indicada inicial
aprobación.
En conclusión: “el grupo organizador del Partido”, con Mariátegui a la cabeza, tuvo como base de su unidad el
marxismo-leninismo.
En carta a Ravines del 18 de mayo de 1930, Juan
Paiva apuntó: “El 7 de setiembre del año pasado, pocas horas antes de que me
redujeran a prisión, el C.E. del P. discutía los puntos programáticos y, recuerdo
que en esa ocasión no hubo una sola objeción sustancial en cuanto al fundamento
teorético del programa” (15).
El 10 de marzo de 1930, Mariátegui le escribió a
José Malanca: “Dígale a Seoane que no he sabido nunca si recibió la carta que
hace varios meses le dirigí acompañándole copia de los puntos aprobados del programa del P.S.” (16).
Estos dos
testimonios son suficientes para probar que el Comité Ejecutivo del Partido
debatió y aprobó el programa del PSP.
Así, pues, el
CEP, al tener que adelantar el surgimiento público del Partido, hubo de
adelantar primero la aprobación del programa, pues no hubiera sido posible la
aludida fundación sin un programa que proponerle al pueblo peruano.
En consecuencia, puédese tener la certidumbre de que
la decisión de adelantar la fundación pública el Partido debió tomarse con anterioridad
a setiembre de 1929 (17).
Es una tarea particularmente importante ubicar el
programa aprobado por el CEP. Pero, mientras esto no se logre, a fin de
aproximarnos a lo que pudo haber sido el contenido de tan importante documento,
no existe otro medio que la ponderación de probabilidades.
Si, según parece, el debate sobre el programa del
PSP tuvo como base los proyectos existentes a la sazón (18), entonces hay que
reconocer de entrada que es posible que lo aprobado recogiera algunos puntos de
cada uno de ellos.
Ahora bien, por su amplio contenido y su consistente
argumentación, puede suponerse que el
proyecto de Mariátegui debió haber sido el documento base del debate (19).
Pues bien, la afirmación de Paiva en el sentido de
que “en esa ocasión no hubo una sola objeción sustancial en cuanto al
fundamento teorético del programa”, permite pensar que lo primero que acordó el
CEP fue la base de unidad ideológica (doctrinal, teórica) del PSP.
Ese acuerdo se habría allanado rápidamente debido a
que en el proyecto de Mariátegui el marxismo-leninismo aparece como la base de
unidad ideológica del PSP y otro tanto ocurre en el proyecto del grupo de
París: “La ideología que aceptamos es la del marxismo y la del leninismo
militante y revolucionario, doctrina que aceptamos integralmente en todos sus aspectos:
filosófico, político y económico-social” (20).
Por otro lado, es casi seguro que los ocho puntos
restantes de la parte doctrinal del proyecto mariateguiano, así como los puntos
1, 2, 3 y 4 del proyecto de programa del grupo de París, no fueron motivo de
desacuerdo (21).
Asimismo, por su corrección, la parte de
reivindicaciones inmediatas del proyecto de Mariátegui no debió suscitar
tampoco ninguna discrepancia (22).
Es menester recordar que el proyecto de programa del
grupo de París era parte de las Tesis
sobre la acción por desarrollar en el Perú, remitidas al
grupo de Mariátegui en diciembre de 1928, es decir apenas dos meses y pico
después de la Reunión de Barranco, Tesis
acerca de las cuales Martínez anotó: “… no fueron aceptadas en su totalidad por
el grupo de Lima” (Apuntes, t.II,
p.335).
Los puntos 5 y 6 del mencionado proyecto, dicen: “5º-
Armamento inmediato de los obreros y campesinos y transformación del ejército y
de la policía en milicia obrera”. “6º- Instauración de los municipios de
obreros, campesinos y soldados, en lugar de la dominación de clase de los
grandes propietarios de la tierra y de la iglesia” (Apuntes, t.II, p.421).
“Armamento inmediato…”, “Instauración de los
municipios obreros, campesinos y soldados…”, es decir, municipios de activistas
armados, lo cual revela una concepción ultraizquierdista, insurreccionalista
e inmediatista de la revolución, por lo
que puede suponerse que los citados puntos fueron parte de aquellas cuestiones
no aceptadas por el grupo de Lima.
Asimismo,
es necesario mencionar que, en relación al programa del grupo de París, Hugo Pesce
escribió: “Ha sido aprobado en su contenido, con unas cuantas modificaciones
formales. Sin embargo, hemos acordado redactarlo en forma más amplia,
contemplando otras particularidades” (23).
Pero
sucede que, conforme a la documentación disponible, la afirmación citada, que
data de junio de 1929, es puesta en cuestión por los hechos: 1) la no
aceptación en su totalidad de las Tesis
(lo cual posiblemente se puso de manifiesto a principios de 1929); 2) el comienzo
del debate del programa del PSP tuvo lugar en setiembre de ese mismo año, es
decir, tres meses después de la fecha de la afirmación de
Pesce; 3) la aprobación, el 7 de octubre, del proyecto de programa de
Mariátegui, lo cual determinaba que el grupo de Lima no estuviera en grado de
aprobar por separado el proyecto del
grupo de París; 4) en 1929 el CEP
(ampliado ya con otros militantes) era el espacio idóneo para aprobar el
programa del PSP, tal como efectivamente ocurrió en la segunda mitad del
mencionado año.
Mariátegui dejó constancia de que “los puntos
aprobados del programa del PS” fueron remitidos a Seoane, a la sazón residente
en Buenos Aires. Por eso, es seguro que fueron remitidos también a muchos otros
activistas tanto en el extranjero como en el país.
Por cuanto Paiva dio cuenta de una reunión de
setiembre de 1929 donde empezó a debatirse el programa, y puesto que en marzo
de 1930 Mariátegui señaló que hacía “varios meses” le había enviado a Seoane
los puntos aprobados del programa del PSP, puede suponerse que esta aprobación debió
haber tenido lugar en algún momento del período setiembre-diciembre de 1929.
En conclusión: el PSP
aprobó su programa posteriormente a la Reunión de Barranco y, como es obvio,
antes del programado pero no realizado Congreso Constituyente.
Pues bien, no obstante el hecho incontestable de que
el PSP aprobó un programa, Aragón dice que “Mariátegui murió en abril de 1930,
sin que se debatiera y acordara la propuesta programática que debía y
debe unificar a los socialistas peruanos”. “En síntesis, la amplia
Propuesta Programática desarrollada por Mariátegui no fue aprobada en la
Reunión de Barranco, ni en ningún otro evento posterior. Su estudio, debate,
revisión y aprobación es una tarea que sigue pendiente” (negritas en el original).
Por otro
lado, a las diversas organizaciones de izquierda, nuestro personaje les espeta:
“nunca se tomaron el trabajo de estudiar, debatir y fijar una posición
definida con respecto a la Propuesta Programática dejada por Mariátegui”.
Y agrega: “¿Con que (sic) derecho ellos se reclaman continuadores y seguidores
de Mariátegui, si ignoran lo más sustancial de su legado: la propuesta de
Programa?”
Cualquiera
diría, pues, que Aragón se mueve acicateado por el celo revolucionario de
defender el programa de Mariátegui.
Pero ¿cuál
es la verdad? Es decir ¿cuál es la “posición definida” de Aragón respecto a
dicho programa?
Como ha
quedado demostrado, el proyecto de Mariátegui fue aprobado, en principio, por
“el grupo organizador del Partido Socialista” el 7 de octubre de 1928, y,
luego, entre setiembre y diciembre de 1929, el CEP aprobó el programa del
Partido sobre la base de dicho proyecto.
Pero, como
se ha visto, Aragón dice que el proyecto de Mariátegui “no fue aprobad[o] en la
Reunión de Barranco, ni en ningún otro evento posterior” (24).
Frente a la
verdad histórica del marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP
establecida por Mariátegui, Aragón, siguiendo servilmente a Ramón García, ha
renegado esta base de unidad.
Esta es la
“posición definida” de Aragón y, en general, del grupo liquidacionista ante “lo
más sustancial [del] legado” de Mariátegui (25).
Así, pues,
aquello de “tarea pendiente” y aquello “de estudiar, debatir y fijar una
posición definida” respecto al programa de Mariátegui, tiene como pie, en
Aragón y su grupo, la torcida opinión de que este programa nunca fue debatido
ni aprobado, y, al mismo tiempo, el adelanto de la negación de la base de
unidad ideológica del PSP establecida por Mariátegui.
¿Con qué
derecho, pues, Aragón y sus copartidarios podrían reclamarse continuadores de
Mariátegui?
En conclusión:
el PSP aprobó un programa, pero, por cuanto no ha llegado a nosotros su texto,
podemos y debemos asumir el programa de Mariátegui como base del debate
programático. Por lo tanto, estamos ante la tarea ineludible de revisarlo y
actualizarlo.
Un cuestionamiento
oportunista de la Reunión de Barranco.
El proceso
real del PSP que partió del proyecto de Mariátegui, se dirigió: 1) de una labor
organizativa clandestina (las reuniones de La Herradura y Barranco, etcétera) a
la fundación pública del PSP (como se intentó en marzo de 1930); 2) de la
acción de un organismo de cuadros (”grupo organizador del Partido”) a la
fundación de un partido de masas (objetivo no alcanzado).
Por lo
tanto, tan legítimos fueron la Reunión de Barranco y el “grupo organizador”
como lo hubieran sido la fundación pública del PSP y la elección en el Congreso
Constituyente de un Comité Central representativo de dicho partido como partido
de masas.
Por eso las
observaciones de Aragón a la Reunión de Barranco en el sentido de que ella fue
“realizada a espaldas de los militantes del socialismo peruano”, de que en ella
“solamente participaron ‘nueve militantes’” “sin recibir las opiniones y las
propuestas, ni estar presentes o representados los delegados de los
comités de otras ciudades del país” ni “los comités ya formados en algunas
otras ciudades del mundo”, equivalen a
calificar dicha Reunión de inconsulta, arbitraria, verticalista,
antidemocrática.
Así, pues, al cuestionar la Reunión
de Barranco, Aragón cuestiona el proyecto de partido de Mariátegui.
Acerca de la
carta colectiva
Aragón dice
que esta carta esperaba ser fechada
“después de [su] debate y aprobación, lo cual nunca ocurrió”.
Pero veamos
cuales fueron los hechos.
En la carta
del 16 de abril de 1928 a la célula aprista de México, Mariátegui señaló:
“Hemos acordado una carta colectiva que muy pronto les enviaremos” (Correspondencia, t.II, p.373).
En carta del
29 de setiembre de 1928 a Carlos Arbulú, escribió: “… le acompaño dos cartas,
una mía y otra que acordamos suscribir yo y varios compañeros, pero que en
breve resultó insuficiente ante la prisa con que el grupo de México había
avanzado en el sentido condenado abiertamente por nosotros” (ibídem, pp.444-445).
En carta del
7 de octubre del mismo año a Nicanor de la Fuente, anotó: “A Arbulú le he
mandado copias de dos cartas en que formulamos en Abril nuestros puntos de
vista” (ibídem, p.451).
Y en carta
del 19 de octubre del mismo año a Luis Valcárcel, apuntó: “Empiezo por
acompañarle la copia de una carta colectiva, acordada en abril, y que pronto
resultó inferior al desacuerdo provocado por la precipitación del grupo de México…” (ibídem, p.459).
De estas
afirmaciones del maestro se desprende: 1) que la carta colectiva fue escrita en
abril de 1928; 2) que fue “acordada”, es decir, convenida, concertada, pactada;
3) que “en breve resultó insuficiente…”; 4) que fue remitida a diversos
activistas; 5) que contenía los puntos de vista de los fundadores (“nuestros
puntos de vista”).
Por eso
Martínez señaló: “Con esta ‘carta colectiva’ el grupo de Lima tomaba posición.
Esta circular ejerció gran influencia. Permitió la definición de los elementos
que dentro del Apra, no estaban de acuerdo con la orientación imprimida por
Haya de la Torre” (26).
Las
afirmaciones “en breve resultó insuficiente…” (en la carta a Arubulú), y,
“pronto resultó inferior al desacuerdo…” (en la carta a Valcárcel), no sugieren
que la carta colectiva no hubiera sido debatida y acordada, sino nada más que
lo que dicen sus letras: que rápidamente su contenido resultó inferior al grado
de antagonismo alcanzado por la divergencia. Firmada o no (no hay prueba
documental de lo uno ni de lo otro), la
cuestión de fondo es que la carta fue acordada y representó los puntos de vista
de los fundadores.
Pues ¿habría
sido posible que, seis meses después de escrita, Mariátegui hablara de
“nuestros puntos de vista” si la carta colectiva no hubiese sido aprobada?
¿Habría sido posible que la remitiera mencionándola como “carta colectiva”? ¿Mariátegui era un falsario?
La carta
colectiva no tuvo fecha de redacción sino de remisión (27). Una carta de
Alejandro Rojas, fechada en setiembre de 1928 en Hamburgo, aunque escrita en
New York, hace referencia a una carta remitida a su persona por Mariátegui con
fecha del 10 de julio: “Su atenta del 10 de julio…” (ibídem, p.302; Correspondencia,
t.II, p.446).
Como se
puede verificar, en la Correspondencia
no aparece ninguna carta de Mariátegui con dicha fecha dirigida a Alejandro
Rojas, lo cual permite asegurar que la recibida por este personaje fue la carta
colectiva (28).
Si el 10 de
julio de 1928 (29) Mariátegui remitió la carta colectiva al oscuro activista
Rojas, entonces es factible suponer que a partir de dicha fecha fue remitida
también a los demás activistas.
Dice Aragón:
“Tiempo después, el mismo Mariátegui la utilizó [la carta colectiva] solamente
como un testimonio o material ‘de referencia’”.
Pero la
verdad es otra. En la carta a Arbulú, Mariátegui sostiene que desea que su
destinatario “se forme juicio completo de este debate”.
En la carta
a De la Fuente, luego de señalar “Esta actitud nuestra contra una desviación…”,
Mariátegui continúa con estas palabras: “para que aprecien Uds. la posición de
esos señores”. Habiendo aludido antes el envío que había hecho a Arbulú de
“copias de dos cartas”, el “Uds” que aparece en lo citado se refiere a esta
persona y al propio De la Fuente, por lo cual la frase “para que aprecien…”
tiene que entenderse con el mismo alcance que tiene la que aparece en la citada
carta a Arbulú: “Deseo que Ud. se forme juicio completo de este debate”
En la carta a
Valcárcel, se lee: “El modo más leal de informarlo a este respecto, para que no
se encuentre Ud. desorientado ante rumores confusos…”. Con la frase “para que
no se encuentre Ud. desorientado…” implica que Mariátegui buscaba que Valcárcel
tomara posición respecto a la divergencia con Haya y sus repetidores.
En todos los
casos, pues, Mariátegui, no obstante haber señalado que la carta colectiva
“pronto resultó inferior al desacuerdo…”, utilizó la carta como material que
les permitiera a sus destinatarios tomar posición, y no, pues, como simple “testimonio” o mera “referencia”.
El método de
Aragón
Aragón no parte de los hechos, sino
de las teorías. Ve al PSP desde su proyectada pero no consumada fundación
pública, y no desde el interior de su
proceso real que se desarrolló a partir de un organismo de cuadros y un trabajo
clandestino para concluir con el intento de fundarlo como partido de cuadros.
Por eso su
lógica se revela simplona: “el PSP no fue fundado pública y legalmente, luego
no existió”.
Pero además
su método está viciado de prejuicio: 1) la Reunión de la Herradura se realizó
“a espaldas de Mariátegui”; 2) esta Reunión no fue democrática (calificación
esta que guarda un cordón umbilical con la conocida concepción del calificador
según la cual el partido se construye de abajo arriba; 3) el programa del Partido
nunca fue aprobado, etcétera.
De suyo se
comprende que con semejante método no se puede ir muy lejos. Por eso no extraña
que Aragón no sea capaz de calar en el significado del proceso real de
constitución del PSP.
El nuevo
planteamiento en el estudio del PSP
Este planteamiento consiste en: 1)
tener como punto de partida del análisis el proceso real de constitución del
PSP; 2) contrastar este proceso con el proyecto original de Mariátegui; 3)
captar lo esencial detrás de lo fenoménico en el curso de dicho proceso; 4)
tener presente el intento de fundar el PSP públicamente como partido de cuadros;
5) ver su proceso real desde el
significado de este intento; 6)
reconocer que la diferencia, en más de un punto, entre el proyecto original de
Mariátegui y lo que resultó de su aplicación, no invalida la vigencia de dicho
proyecto, cuya nota principal es la creación de un partido de clase bajo la
forma de partido de masas; 7) captar: a) lo que el proceso real tuvo del
proyecto original: partir de un trabajo clandestino para llegar a fundar un partido
con estatus legal y de un organismo de cuadros para fundar un partido de masas;
el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP, etcétera; b) lo que el
proceso real no alcanzó a tener del
proyecto original: carácter de masas del PSP; fundación pública y estatus
legal; etcétera.
Si el proceso
del PSP fuese visto desde el proyecto original de Mariátegui, puede llegarse al
absurdo de creer que, por cuanto dicho proceso resultó distinto al proyecto,
entonces el PSP no existió realmente; por cuanto el programa fue aprobado por
el Comité Ejecutivo del Partido y no en el proyectado pero no concretado
Congreso Constituyente, entonces el programa nunca fue aprobado realmente;
etcétera.
Por cuanto
la comprensión del proceso real de constitución del PSP debe hacerse desde el intento
de fundarlo como partido de cuadros, entonces la Reunión de Barranco aparece
como la Reunión Fundacional del PSP y los Acuerdos tomados por esta Reunión
aparecen como su Acta de Constitución.
Así, pues,
la fundación del “grupo organizador del Partido” en la Reunión de Barranco es la
realidad fenoménica tras la cual se
encuentra esta realidad esencial: la fundación del PSP.
El
socialismo variopinto del grupo liquidacionista
Todo el
secreto de la negación del marxismo-leninismo, de la negación de la identidad
doctrinal de Mariátegui y de la falsificación
de la verdad doctrinal y orgánica del PSP, se revela en la propuesta de
un partido de dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles, es decir, en el
intento de liquidar el partido de clase (30).
Por
eso no es casual que, al final de su artículo, Aragón haya escrito: “… los
socialistas peruanos previamente tenemos que cumplir un compromiso de
honor: Conmemorar dignamente el Centenario del movimiento socialista
peruano en el año 2018”. “Felizmente, ya
contamos con un Documento Base de Estudio y Debate para el
desarrollo del centenario, el Capítulo V, Las primeras divagaciones
socialistas, del primer tomo del libro de Guillermo Rouillon La
Creación Heroica de José Carlos Mariátegui”. “Ese capítulo, Las
primeras divagaciones socialistas, me parece que puede ser la mejor fuente
de inspiración y estímulo para los nuevos contingentes de
socialistas, y no solo para ellos” (negritas en el original).
Precisamente
estas afirmaciones de Aragón –como otras por el estilo de otros liquidadores–
encierra el designio de diluir la identidad marxista-leninista de Mariátegui en
su inicial socialismo a lo Araquistain.
Como es de
conocimiento general, en el escrito Por qué
creación heroica, Ramón García utiliza tramposamente la nota Del Autor de Mariátegui: cita que “La
orientación socialista de Mariátegui tiene su punto de arranque en la
publicación a mediados de 1918 de la revista ‘Nuestra Epoca’”, y silencia la afirmación según la cual la
asimilación del maestro al marxismo data de su estancia en Europa.
Así,
pues, mientras Mariátegui, con la
honestidad que lo caracterizó,
dio cuenta, en el mismo texto, del momento en que comenzó su orientación
socialista en el sentido dilatado del término, y del momento en que rompió con
su inicial socialismo a lo Araquistain y se asimiló al marxismo; Ramón García, con la deshonestidad que lo caracteriza, menciona el primer momento
y silencia el segundo porque ello conviene a su designio de diluir
el socialismo marxista en el variopinto mapa del socialismo en general, es
decir, a su aspiración de liquidar el partido de clase (31).
Es
claro que, si Mariátegui no hubiese sido consciente de la diferencia de
principio existente entre el socialismo reformista y el socialismo marxista, no
hubiese dejado constancia de su asimilación al marxismo durante su viaje por
Europa, pues, a fin de dar cuenta de su “orientación socialista”, le hubiese
bastado mencionar el punto de arranque de su socialismo en el sentido dilatado
del término.
Pero
Mariátegui era consciente de tal diferencia, y, por esto, señaló los dos
momentos de su proceso doctrinal (32).
Lenin
señaló que a Marx y Engels no les interesaba el socialismo en general, sino
específicamente el socialismo científico, proletario, marxista en lenguaje
contemporáneo.
Pero,
debido a sus afanes liquidacionistas, a García le interesa el socialismo en
general, y no, por supuesto,
particularmente el socialismo marxista.
Por
eso silencia el momento de la ruptura de Mariátegui con su socialismo a lo
Araquistain y su asimilación al marxismo-leninismo.
Por
eso pretende pasar el Centenario de Nuestra
Epoca como el Centenario del
Socialismo Peruano.
Por
eso la palabra socialismo le sirve para encubrir la condición oportunista y
revisionista de diversas tendencias que actúan en la escena nacional, así como
su propia condición liquidacionista.
Como
es evidente, con todo ello pone un signo de igualdad entre el socialismo
reformista y el socialismo marxista, entre el oportunismo y el marxismo.
Por
eso pretende un partido del variopinto socialismo en general, y no del socialismo marxista en
particular.
Así,
pues, lo que hace García es falsificar el proceso doctrinal de Mariátegui y del
proletariado peruano; falsificar la Creación Heroica de Mariátegui; negar el
carácter de clase del Socialismo Peruano.
Pero ocurre que el
Socialismo Peruano es el producto de la aplicación del Marxismo-Leninismo a
nuestra realidad concreta, y no, por
supuesto, la aplicación el indefinido socialismo en general.
Mariátegui
esclareció: “El marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre
el ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades”.
En
nuestro caso, la fusión de dicha doctrina con nuestra realidad fue posible a
partir de la asimilación de Mariátegui al Marxismo-Leninismo.
Por lo tanto, el
Socialismo Peruano es el florecimiento en el Perú del Marxismo-Leninismo como
verdad particular.
Así, el
Marxismo-Leninismo se revela y verifica como el contenido ideológico del
Socialismo Peruano.
En
consecuencia, datar la partida de nacimiento del Socialismo Peruano en junio de
1918 es escamotear el marxismo-leninismo
como su fundamento doctrinal, como su contenido doctrinal, como el sello que da
cuenta de su carácter de clase.
Desde
hace tiempo está esclarecido que el 22 de julio de 2018 no se cumple el
Centenario del Socialismo Peruano, sino el Centenario de la revista Nuestra Epoca, es decir, del punto de
arranque de la orientación socialista de Mariátegui en el sentido dilatado del
término: de Mariátegui, y no, claro
está, del movimiento socialista en el mismo sentido dilatado (33).
Por
eso es una verdad básica que el punto de arranque del Socialismo Peruano es
marzo de 1921, cuando Mariátegui escribió su primer artículo de índole
marxista: La crisis del socialismo.
Lo
confirman las siguientes palabras del propio Mariátegui: “De su viaje [por
Europa] data su asimilación al marxismo”.
Y
también estos conceptos, igualmente suyos: “A mi vuelta al Perú, en 1923, en
reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes y la Universidad
Popular, artículos, expliqué la situación europea e inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al
método marxista” (carta del 10 de enero de 1928 a Samuel Glusberg, Correspondencia, t.II, p.331. Cursivas
mías).
Habría
que ser un obtuso rematado para no darse cuenta qué quiso decir y qué dijo
efectivamente el maestro con lo citado.
Por
lo tanto, si el punto de arranque de la orientación socialista de Mariátegui en
el sentido general del término, fue la revista Nuestra Epoca, el punto de
arranque de su definitiva orientación marxista-leninista fue marzo de 1921 (34).
Y,
es esta orientación definitiva lo que, para cualquier marxista, tiene especial
relevancia tanto en el proceso doctrinal de Mariátegui como, por sus
consecuencias, en el proceso ideológico del proletariado peruano (35).
El
método correcto para estudiar y esclarecer la etapa de socialista a lo
Araquistain de Mariátegui consiste en analizarla desde la perspectiva de su
asimilación al marxismo-leninismo, y no,
desde luego, como hace Ramón García, en analizarla en sí misma tratando de
encontrar marxismo donde no lo hubo (36).
Pero,
conforme a su designio de liquidar el partido de clase en el marco general de
la izquierda peruana (ya lo liquidó en el marco de su grupo), García pretende
pasar el Centenario de la revista Nuestra
Epoca como el Centenario del Socialismo Peruano a fin de pescar algunos
incautos para consumar el nivel público de su partido dirigido desde hace más
de seis años por un pequeño grupo de encapuchados.
Como
es obvio, lo que hemos citado de Aragón a propósito de su “compromiso de honor”
de celebrar el centenario de Nuestra
Epoca como el centenario del “movimiento socialista”, encierra todas las falacias
y todas las trampas señaladas en el presente apartado.
Así,
pues, en último análisis, lo que pretende celebrar el grupo liquidacionista es
el centenario del socialismo reformista, y
no, por supuesto, el centenario del socialismo marxista-leninista, el
centenario del Socialismo Peruano.
En
conclusión, el grupo de García chapotea sin remedio en las aguas negras de la
negación del marxismo-leninismo; de la falsificación de la identidad doctrinal
de Mariátegui; de la adulteración del proceso doctrinal del proletariado
peruano; de la dilución del socialismo marxista en el variopinto mapa del
socialismo en general; de la tergiversación de la verdad doctrinal y orgánica
del PSP; de la negación del partido de clase; etcétera, etcétera.
La
crisis del grupo liquidacionista
Durante una década
aproximadamente, este grupo se ha esforzado por tragarse con engaños a diversas
tendencias de la izquierda peruana. A este propósito llegó incluso a utilizar
el trabajo frenteunionista para intentar sorprender a los demás con su proyecto
de un partido-amalgama.
Pero,
desenmascaradas sus posiciones oportunistas y liquidacionistas y, además,
evidenciados sus métodos criollos y su egotismo burgués, el mencionado grupo ha
quedado políticamente aislado.
Así,
pues, la crisis del grupo liquidacionista es la crisis de sus posiciones:
negación del marxismo-leninismo; falsificación de la filiación marxista-leninista
de Mariátegui y el PSP; tergiversación de cuestiones fundamentales dirimentes
del pensamiento de Mariátegui; acción legal municipal como el camino al
socialismo; negación del partido de clase; egotismo- servilismo; métodos
criollos.
Con el
repetido fracaso de su plan partidario, el propósito de utilizar el Centenario
de la revista Nuestra Epoca como
coartada a fin de consumar su proyecto de un partido-amalgama, únicamente
marcará el fracaso definitivo de su proyecto de “dilución-integración” de las
diversas organizaciones (PCP-Unidad, PCP-PR, PCP-SL, PSP, etcétera), en un solo
partido bajo la línea liquidacionista de Ramón García.
Conclusión
El
liquidacionismo histórico de Miguel Aragón pretende presentar la acción de
Mariátegui como un escenario desolador: el PSP no existió; no hubo un programa
aprobado; el marxismo-leninismo no fue acordado; etcétera, etcétera.
De
esa forma intenta liquidar el legado marxista-leninista de Mariátegui.
Si
la mayoría del grupo liquidacionista falsifica la realidad histórica del PSP,
Aragón, en su permanente afán de profundizar las posiciones oportunistas de
Ramón García, sostiene que el PSP nunca existió.
Aragón
alardea: “Como
resultado de una nueva relectura, ordenada y profunda, del
libro Correspondencia de Mariátegui (publicado en diciembre de
1984), de las cartas adicionales incluidas en los once números de la
revista Anuario Mariateguiano (publicados entre los años
1989 y 1999), del libro Escritos de José Carlos Mariátegui 1928 (publicado
el año 2009), así como del Tomo II del libro Apuntes para una
Interpretación marxista de Historia Social del Perú de Ricardo
Martínez de la Torre, y otros textos adicionales, en los últimos años
estamos llegando a nuevas conclusiones, diferentes a las dos
anteriormente anotadas. Tengo que reconocer que el largo debate sostenido
durante el decenio 2003-2013, con el caudillaje personalista promovido por
algunos defensores a ultranza de la superada tendencia “partidarista”, ha
influido positivamente en esta búsqueda que nos aproxima más a la verdad”
(negritas en el original).
Las
lucubraciones según las cuales la Reunión de la Herradura se realizó “a espaldas
de Mariátegui”; la negación de la
“célula secreta de los siete”; la conjetura de que el PSP no fue fundado en la
Reunión de Barranco; la creencia de que en los años 1920 no era necesario el
partido del proletariado peruano; la negación sin más de la existencia del PSP;
el silenciamiento de que este partido aprobó su programa; el escamoteo de que el
proceso constitutivo del PSP fue
“indirectamente acelerado por lo que podemos llamar la desviación ‘aprista’”;
la negación de que el 7 de octubre de 1928 se eligió el Comité Ejecutivo del
Partido; la suposición según la cual la carta colectiva no fue debatida y
aprobada; etcétera, etcétera; son todas
cuestiones que, oh paradoja, han resultado “de una
nueva relectura, ordenada y profunda” de parte de Aragón.
Es pues con esa “relectura ordenada y profunda” que nuestro personaje pretende hacer
creer que se ha aproximado “más a la
verdad”.
Pero, como
hemos visto, todo lo que ha hecho es profundizar la falsificación de la verdad
histórica del PSP y, de esta forma, ahondar el liquidacionismo de derecha de su
grupo.
Remito al lector a los términos, citados arriba, de
la carta de Mariátegui a Luis. E. Valcárcel, pues los hechos
demuestran que, interrogando a los documentos relativos al
PSP, Aragón ha ofrecido el deplorable espectáculo de su deslealtad respecto a
los mismos: tergiversando unos, silenciando otros.
Pero la doble moral es tal, que ha tenido la audacia de utilizar los
aludidos términos como epígrafe de su artículo.
Esa es la forma como Aragón utiliza a Mariátegui como coartada. Esa es
la forma como se revela en su persona la general descomposición ideológica y
moral del grupo liquidacionista.
En el borrador Mariátegui y el Partido Socialista del Perú,
escribí: “… toda esta cuestión… del PSP es un problema
complejo y, por esto, su planteamiento y su resolución exigen que nuestros
cerebros funcionen con cierta complejidad. Y sin el peso de los prejuicios”
(elipsis agregadas).
Pero, como se ha visto, Aragón no cumple con esa doble
exigencia.
Notas
[1] Obsérvese que, en las citas de Aragón y en la
mía, el término constitución está utilizado como sinónimo del término
fundación. Pero en lo que he citado de mi borrador esta sinonimia tiene un
valor únicamente relativo, como se verá más adelante. En Aragón, en cambio,
tiene un valor absoluto, como también se verá más adelante. Por otro lado, debo
señalar que mi borrador se encuentra en proceso de revisión y reelaboración,
proceso que no avanza, sin embargo, tanto como quisiera, debido a las
limitaciones que me impone el exilio en el acopio del material pertinente. Debo
agregar, asimismo, que este trabajo de revisión y reelaboración está planteado
en el propio borrador: “El presente trabajo no agota ni podía agotar el tema
examinado, pero, en la medida en que en el futuro podamos contar con antiguos y
nuevos materiales (no consultados en esta oportunidad por motivos ajenos a
nuestra voluntad), podrá ser refundido con nuevos datos y nuevas
reflexiones”.
[2] Aragón presenta sus argumentos como si con ellos estuviera
renovando el enfoque del estudio del PSP. Por eso, no puedo dejar de señalar
que esa renovación empezó hace mucho, y sin que él tuviera alguna participación
en ello.
[3] Esta falta absoluta de ética cobra niveles de escándalo en el grupo
liquidacionista. Gustavo Pérez, por ejemplo, tergiversó de la manera más cínica
el numeral 3 de la moción escrita por Mariátegui y aprobada por la Reunión de
Barranco, tergiversación asumida, por aquello de quien calla otorga, por todos
sus copartidarios sin excepción, y desvergonzadamente ocultada por Ramón García
(ver Un artículo revelador y Ramón García y la manipulación III). El
propio García, por su parte, utilizando
algunas falacias, tergiversó deliberadamente el numeral 4 del Programa del Partido escrito por Mariátegui a efecto de negar el marxismo-leninismo
y el carácter de nuestra época y, por lo tanto, el marxismo-leninismo de
Mariátegui y el PSP (ver el libro El
desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su denominación,
p.97, nota a pie de página y el artículo Mariátegui
y la base de unidad del partido).
Silenciando el mencionado numeral, Aragón, a su turno, repitiendo servilmente a
García falsificó sin el menor escrúpulo la filiación doctrinal del maestro (ver Mariátegui y el leninismo). Obviamente, podría traer muchos ejemplos más, pero los
anotados bastan para demostrar la falsificación que cometen los mencionados personajes
de la Creación Heroica de Mariátegui.
[4] Carta del 20 de junio de 1929 a Nicanor de la Fuente, Correspondencia, t.II, p.584. Este
concepto de Mariátegui es particularmente importante, pues expresa el contenido
del proceso constitutivo del PSP: definición
teórica, es decir, establecimiento del marxismo-leninismo como la base de
su unidad (“El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”);
análisis concreto de nuestra realidad concreta (teoría de la realidad y la
revolución peruanas); política concreta (táctica y estrategia); concepción del
partido del proletariado peruano (partido de clase bajo la forma de partido de
masas); y organización práctica, es
decir, construcción orgánica del Partido y organización de las amplias masas
populares.
[5] El primero y el cuatro de marzo de 1930 se realizaron sendas
reuniones del CC del PSP. Comentándolas, Martínez de la Torre refiere que “la
‘fracción socialista’” pretextó la cuestión del nombre del Partido para
boicotear su surgimiento público (ver Apuntes,
t.I, p.209). Esto estaría indicando que el intento de fundación pública del PSP
tuvo lugar en ese mes de marzo.
[6] Este hecho no invalidó ni mucho menos el proyecto original de un
partido de clase bajo la forma de partido de masas. Ni lo invalidó ni lo
invalida.
[7] El
nombre del partido era, precisamente, la cuestión central en debate con el
Secretariado de la ISR.
[8] Apuntes, t.II, p.397. Hay que llamar la
atención sobre el hecho de que ninguno de los concurrentes a la Reunión de La
Herradura pudo negar jamás este testimonio.
[9] El texto
de esta moción es el siguiente “El C.C.
del partido adhiere a la Tercera Internacional y acuerda trabajar por obtener
esta misma adhesión de los demás grupos que integran el partido”. Obsérvese,
pues, que, en marzo de 1930, Mariátegui hablaba de partido y de Comité Central,
y no de “grupo organizador del
Partido” o de “Comité”, como en la Reunión de Barranco.
[10] Un análisis más o menos extenso de la célula
secreta se encuentra en el artículo Notas
sobre “la célula secreta de los
siete”, del suscrito.
[11] Este partido concibe la reconstitución como
reconstitución del partido de cuadros, como fue el que se derivó de la reunión
del 20 de mayo de 1930.
[12] Este grupo ha renunciado públicamente a la
reconstitución (ver Ramón García, Organización:
contenido y forma). Por lo demás,
es menester remarcar que el grupo liquidacionista es tal precisamente porque,
con su proyecto de un partido-amalgama, liquida el partido de clase. Por eso la
frase “La tarea de fundación del Partido Socialista del Perú, del ‘partido de
clase’ del proletariado peruano”, que se gasta el liquidador Aragón, revela una
actitud demagógica.
[13] Esta tendencia, aunque agita la reconstitución,
no tiene la menor idea del camino propio que implica la realización de esta
tarea y, por esto, ha perdido el tiempo y el camino pretendiendo que el frente
dirige al partido.
[14] En marzo de 1930, el PSP, bajo la
dirección de Mariátegui, no era un partido de masas sino un partido de cuadros.
Esto, sin duda, plantea un problema: ¿qué es lo que hay que reconstituir? ¿El
PSP tal como existió en el momento indicado? Ciertamente el proyecto original
de Mariátegui cobró una fisonomía distinta en el momento de su aplicación. Por
eso la Reconstitución debe entenderse como un proceso de lucha por reconstituir el PSP en lo que tuvo del
proyecto original de Mariátegui y, al mismo tiempo, por plasmar este proyecto.
En consecuencia, la Reconstitución debe llevarse adelante teniendo en cuenta
tres premisas: 1) la realidad histórica del PSP; 2) el proyecto original de
Mariátegui; 3) la realidad actual. El proyecto original de Mariátegui fue de un
partido de clase bajo la forma de partido de masas, es decir, adherido al marxismo-leninismo
y al internacionalismo proletario, con una correcta teoría de la realidad y la
revolución peruanas, una estrategia de masas, una militancia pensante y
operante y un estatus legal. Este es, en esencia, el contenido de lo que
Mariátegui llamó partido de masas y de ideas. Este es, por lo tanto, el
contenido de la Reconstitución, aunque en la medida en que hay que tener en
cuenta la realidad actual, el término marxismo-leninismo hay que entenderlo
como la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao.
[15] Martínez, Apuntes,
t.II, p.510. Obsérvese
que Paiva habla de Comité Ejecutivo del Partido.
[16] Correspondencia, t.II, p.738. Cursivas mías. Obsérvese
que Mariátegui habla “de los puntos
aprobados del programa del P.S”. Es decir que, por un lado, habla de Partido
Socialista, y no de “grupo
organizador del Partido”, y, por otro, de los puntos aprobados del programa, lo
que demuestra de manera incontestable que el PSP aprobó un programa. No sería
convincente la consideración de que la afirmación mariateguiana sugiere que el
CEP aprobó únicamente algunos puntos, pues es improbable que se remitiera a los
activistas algo que no fuera el programa completo. Además ¿cómo hubiera sido
posible que el PSP intentara surgir públicamente con un programa incompleto? El
hecho de que el 10 de marzo Mariátegui hablara de PSP y no de “grupo
organizador del Partido”, significa que, consciente de que entonces el Partido
era una realidad como partido de cuadros y ad
portas de fundarlo públicamente como tal, el “grupo organizador del
Partido” había perdido vigencia. Esto explica porqué en las mociones redactadas
por Mariátegui y aprobadas por las reuniones del 1º y 4 de marzo de 1930, se
hable de Partido Socialista, y no de
“grupo organizador del Partido”; de Comité Central, y no de Comité Ejecutivo del
Partido (a la sazón este Comité aparecía como una instancia dentro del CC).
Esta constatación demuestra que Mariátegui habíase hecho consciente de que al
no haber alcanzado el Partido la condición de partido de masas, su proceso real
obligaba a una interpretación que no podía limitarse a los términos de su
proyecto original, sino que tenía que partir del intento de surgir públicamente
como de partido de cuadros. Así, pues, mientras en 1929 y 1930 Mariátegui
hablaba de Comité Central, Castillo, en su carta del 16 de marzo de 1930, se
dirige a Mariátegui como “Compañero Secretario General del Comité Organizador
del Partido Socialista del Perú” (aunque en el tenor de la misma carta hablara
del “Comité Central organizador del Partido Socialista”, cosa en la que Aragón
no ha reparado o que simplemente ha escamoteado). Estos hechos demuestran pues
que, dando muestra de una ejemplar flexibilidad mental, Mariátegui llegó a
comprender el PSP desde el punto vista de su proceso real, y no desde el ángulo de su proyecto original, mientras Castillo,
lejos de esta comprensión, se quedó atascado en la nomenclatura primitiva de
las instancias partidarias. En 1930 el Partido era ya un partido organizado, y
precisamente por esto se intentó su fundación pública. Cumplido su papel,
aunque bajo una forma distinta a la proyectada,
en 1930 el “grupo organizador” aparecía como una instancia orgánica
superada por el desarrollo del Partido. Pero, como se ha visto, igual que
Castillo, Aragón se encuentra prisionero de un nombre que ya no tenía vigencia
en circunstancias en que el PSP intentaba surgir públicamente.
[17] Así lo probaría la siguiente afirmación de
Esteban Pavletich: “Su carta de hoy me alivia de ese reproche ya que en ella
anuncia la constitución del Partido Socialista Revolucionario Peruano” (carta a
Mariátegui del 30 de julio de 1929, Correspondencia,
t.II, p.608).
[18] El de Mariátegui, el del grupo de París y acaso
también el proyecto anónimo (¿de Luciano Castillo?) publicado por Flores
Galindo en Pensamiento Comunista.
Antología.
[19] Esto no debe haber significado la suma simple
de los puntos de los diversos proyectos, sino la incorporación, con redacción
renovada, de los puntos pertinentes del proyecto del grupo de París (y eventualmente
del proyecto anónimo) al texto del proyecto de Mariátegui, a fin de preservar
su unidad estilística.
[20] Martínez, Apuntes,
t.II, p.328. Pretender ver, a estas alturas, una diferencia sustancial y no meramente formal entre el término
compuesto marxismo-leninismo y los
términos marxismo y leninismo ligados por la conjunción
ilativa y, sería recurrir al criollo
recurso, característico de la cabeza del grupo liquidacionista, de jugar con
las palabras.
[21] Estos puntos dicen lo siguiente: “1º-
Expropiación, sin indemnización de los latifundios; entrega de una parte a los
‘ayllus y comunidades, prestando todo el contingente de la técnica agrícola
moderna. Repartición del resto entre los colonos, arrendatarios y yanaconas”.
“2º- Confiscación de las empresas extranjeras: minas, industrias, bancos y de
las empresas más importantes de la burguesía nacional”. “3º- Desconocimiento de
la deuda del Estado y liquidación de todo controlo por parte del imperialismo”.
“4º- Jornada de 8 horas en la ciudad y en las dependencias agrícolas del
Estado, y abolición de toda forma de servidumbre y semiesclavitud” (Martínez, Apuntes, t.II, p.421).
[22] No solo por su corrección, sino también porque
los miembros del grupo de París habían declarado que “El programa [el que ellos
habían remitido al grupo de Lima] puede ser, como es natural, ampliado por
ustedes. Queda asimismo a su cargo la elaboración de un programa de conquistas
inmediatas o programa mínimo” (Martínez, Apuntes,
t.II, p.334). Por otro lado, dejo dicho que no me referiré aquí a los puntos
del proyecto anónimo, pues presentemente no cuento con él. Por eso, si en el
futuro tengo la oportunidad de releerlo (después de más o menos treinta años),
podría ampliar, si fuese necesario, la parte correspondiente de mi exposición.
[23] Ibídem, p.484.
Obsérvese, por lo demás, que Pesce plantea las cosas
como si el debate programático en el PSP se hubiese dado sobre la base del
proyecto del grupo de París: “unas cuantas modificaciones formales”;
“hemos acordado redactarlo en forma más amplia”. Este planteamiento no
responde, sin embargo, a la realidad de las cosas.
[24] Como en
tantas otras cosas, en relación al programa del PSP Aragón tiene un embrollo en
la cabeza. Por un lado, reivindica el carácter democrático de la actitud de
Mariátegui: “Mariátegui nunca tuvo la intención de imponer autoritariamente su
propuesta de programa, sino de escuchar otras propuestas, exponer su propia
propuesta, debatirla, desarrollarla y enriquecerla, con la participación
y aportes de todos…”. Sin embargo, por otro lado reduce la cuestión del
programa en los años 1920 al proyecto mariateguiano: “… la amplia Propuesta
Programática desarrollada por Mariátegui no fue aprobada en la Reunión de
Barranco, ni en ningún otro evento posterior”. Más aún: reduce también
el debate actual a ese solo proyecto: “Su estudio, debate, revisión y
aprobación…”. Olvidando, pues, el ejemplo mariateguiano, nuestro personaje no
solo se muestra retrospectivamente sino también presentemente sectario. En
realidad, el debate programático presenta actualmente tres premisas: 1) los
proyectos existentes en los años 1920 (pues no se conoce el programa aprobado);
2) el programa de Mariátegui como el documento fundamental (pues apareció en
esta calidad en el debate programático); 3) la realidad actual.
[25] En el
programa de Mariátegui “lo más sustancial” es la aplicación del método
marxista-leninista, pues ello permitió una interpretación y una fundamentación
correctas de los diversos puntos de su contenido. En otras palabras, el
marxismo-leninismo aparece ahí como lo determinante
y lo identificativo.
[26] Apuntes, t.II, p.302. En este mismo lugar, Martínez dejó
escrito también: “Esta carta [de Haya del 20 de mayo] no recibió respuesta.
Mariátegui cortó toda relación con Haya de la Torre. Continuaba el trabajo. Se
redactaron los puntos de vista respecto al Apra, que se remitieron a todos los
grupos extranjeros. He aquí la ‘carta colectiva’ que fijaba la posición del
grupo de Lima” (p.299). Esta afirmación pretende que la carta colectiva fue
posterior a la aludida carta de Haya, o sea que fue escrita después del 20 de
mayo. Esto no concuerda con la información contenida en las cartas de
Mariátegui citadas en el presente trabajo ni con la observación del propio
Martínez en el sentido de que después de la carta de Haya, Mariátegui cortó con
él toda correspondencia (ver Correspondencia,
t.II, p.491).
[27] La carta
colectiva no tuvo, en efecto, fecha de redacción. Pero de esto no se colige que
se hubiera pensado ponerle fecha una vez que fuera firmada, pues si fue
“acordada” en abril y representó “nuestros puntos de vista”, posiblemente fue
firmada en el momento de su acuerdo. Puede suponerse, por lo tanto, que lo que
ocurrió fue que se pensó ponerle la fecha en que fuera remitida por primera
vez. Y, efectivamente, ante la historia aparece fechada el 10 de julio de 1928.
[28] Es sabido que Mariátegui no
mantenía correspondencia con Rojas. De manera que si le remitió una carta
fechada el 10 de julio, donde es tratada la divergencia con Haya, ella debe ser
la carta colectiva.
[29] En la Correspondencia no hay una sola carta del período abril-09 de
julio, que de cuenta de la carta colectiva, lo cual indica que aquello de que
“muy pronto les enviaremos [la carta colectiva]” no se cumplió debido a que la
misma “en breve resultó insuficiente”. ¿Cuán en breve? La carta de Mariátegui
del 16 de abril a la célula aprista de México fue una actualización de los
términos de la divergencia.
[30] En un
medio como el peruano donde la autoridad intelectual y política del fundador de
nuestro socialismo marxista es inmensa, la forma más fácil –pero también la más
torpe– de pasar como buena moneda posiciones oportunistas es utilizando a
Mariátegui y al PSP como coartada. Esto es lo que hacen Ramón García y otros
liquidadores que, así, han demostrado no tener el valor elemental de plantear
sus posiciones a nombre propio. Si de renegar el marxismo-leninismo se trata,
pues aducen que Mariátegui y el PSP no fueron marxista-leninistas; si de negar
el carácter de clase del PSP se trata, pues aducen que este partido tuvo dos
niveles doctrinariamente disímiles; etcétera, etcétera. Estas y otras
posiciones antimariateguianas han sido, sin embargo, oportuna y completamente
desenmascaradas.
[31] En otro lugar he citado una afirmación de Manuel
Velásquez que expresa más netamente que otras el intento del grupo
liquidacionista de consumar la mencionada dilución del socialismo marxista en
el mapa del variopinto socialismo en general. Esta afirmación es la que sigue: “el año
1918 [se refiere a la aparición de Nuestra
Epoca], según mi opinión, es un año clave para el Socialismo Peruano, porque marca la orientación definitiva de
Mariátegui” (carta a Miguel Aragón del
29.01.2011. Cursivas mías). Es decir, según el citado, la “orientación
definitiva de Mariátegui” se dio con su adhesión al socialismo en general, y no con su adhesión al socialismo
marxista en particular. De este modo, sin distinguir entre socialismo a lo
Araquistain y socialismo marxista, el mencionado liquidado –y con él todo su
grupo– diluye el socialismo marxista en el socialismo en general. Todo
marxista, sin embargo, sabe que lo que
constituyó la orientación definitiva de Mariátegui fue su adhesión al
marxismo-leninismo en la segunda mitad de 1920.
[32] Es menester señalar que al socialismo marxista se
llega directamente rompiendo con concepciones burguesas o pequeño burguesas, o,
en su defecto, por medio de un paso intermedio: rompiendo con un inicial
socialismo reformista. Precisamente este fue el caso de Mariátegui, quien llegó
al socialismo marxista rompiendo con su inicial socialismo a lo Araquistain.
Sin embargo, en grotesca expresión de la permanente actitud falsificadora del
grupo liquidacionista, Domingo Suárez, polemizando con el suscrito, no tuvo el
menor escrúpulo de decir que, ya en el tiempo de la revista Nuestra Epoca, Mariátegui era “marxista
convicto y confeso”. Movido, pues, por el prurito pequeño burgués de aparecer
como “ganador” de una discusión, se dio de bruces contra la propia afirmación
de Mariátegui en el sentido de que su asimilación al marxismo data de su
estancia en Europa.
[33] De Mariátegui, pues, con anterioridad a Nuestra Epoca –y a partir de 1916–, se
formó un pequeño movimiento a instancias de las lecciones ex catedra de Víctor Maúrtua. Esta es la realidad. Pero, para sus
fines, el grupo liquidacionista silencia esta verdad histórica, pues Maúrtua no
le otorga capacidad de engaño como sí la utilización de Mariátegui. Por lo
tanto, es claro que el grupo liquidacionista falsifica también el proceso del
socialismo reformista en nuestro medio. La revista Nuestra Epoca es el punto de partida de la orientación socialista
de Mariátegui en el sentido dilatado del término, y no del movimiento socialista en este mismo sentido. Lo señala el
propio maestro: “La orientación socialista de Mariátegui tiene su punto de
arranque en la publicación a mediados de 1918 de la revista ‘Nuestra Epoca’” (Ideología y política, p.17). De
Mariátegui, pues, de Mariátegui. Por lo tanto, identificar este punto de
arranque personal con el punto de
arranque del movimiento socialista en
el sentido general del término, significa no solo falsificar la realidad
histórica, sino también evidenciar, por enésima vez, que todo lo que hace el
grupo liquidacionista es utilizar a Mariátegui como coartada.
[34] Mariátegui se asimiló al marxismo-leninismo en algún momento de
la segunda mitad de 1920, pero esta asimilación tuvo su primera expresión
literaria en marzo del año siguiente con la escritura del artículo La crisis del socialismo.
[35] En efecto, sin la ruptura con el socialismo a lo Araquistain y
sin su asimilación al marxismo-leninismo, Mariátegui no hubiese podido plasmar
su Creación Heroica, es decir, su aplicación vívida de la verdad universal a
nuestra realidad concreta, o sea, no hubiese podido hacer florecer en nuestro
medio el marxismo-leninismo como verdad particular; no hubiese podido dotar al
pueblo peruano de la necesaria conciencia de clase; no hubiese sido posible que
constituyera el partido del proletariado peruano; no hubiese sido posible que
estableciera la toma del poder como el objetivo político de nuestro pueblo.
Esto es una realidad que tiene que ser defendida por todo marxista ante las
conocidas posiciones del grupo liquidacionista. Esta defensa tiene el siguiente
contenido fundamental: 1) defensa del marxismo-leninismo como verdad universal,
como la filiación doctrinal de Mariátegui y el PSP, como el sello de clase de
la Creación Heroica de Mariátegui y del Socialismo Peruano; 2) defensa de la
conciencia de clase del pueblo peruano; 3) defensa del partido de clase; 4)
defensa del camino de la revolución peruana. Hoy por hoy, solo sobre la base de
esta defensa es posible desarrollar el Socialismo Peruano y la lucha por la
emancipación de nuestro pueblo.
[36] En efecto, en un artículo publicado en Anuario Mariateguiano, Nº2, 1990, pp.145-147, el mencionado intenta,
con argumentos sofísticos, demostrar lo indemostrable: que el Socialismo
Peruano tiene su punto de arranque con la publicación de la revista Nuestra Epoca. En otro lugar
analizaremos tal intento y, específicamente, el equívoco método utilizado por
el autor del artículo con el afán de falsificar la verdad histórica del proceso
doctrinal de Mariátegui.
28.02.2015.
¡Defender el Pensamiento de
Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad
actual!
El Aniversario del PSP y el
Liquidacionismo de Derecha
E.I.
EN EL PROGRAMA DEL PARTIDO, José Carlos
Mariátegui dejó sentado: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de
la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú,
lo adopta como su método de lucha”.
Así, pues, a más de reconocer
la verdad universal del proletariado (“El marxismo-leninismo es el método…”) y
establecer la obligatoriedad de este reconocimiento (“El Partido
Socialista del Perú, lo adopta…”), el maestro definió su personal
filiación doctrinal.
Sin embargo, en el artículo El
movimiento comunista, Ramón García escribió: “… de las tres consignas
básicas [de la Revolución de Octubre], sólo queda el Marxismo-Leninismo, pero
cada vez más limitada geográficamente a la URSS (1). Este término se encuentra
dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la
doctrina. Y menos como nueva época. No es casual que su obra se llame Defensa
del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo” (2).
Con esas falacias niega el
marxismo-leninismo: 1) como la verdad universal del proletariado; 2) como la
base de unidad del PSP; 3) como la filiación doctrinal de Mariátegui.
De esa forma, pues, García
falsifica la verdad doctrinal del PSP y de su fundador.
En la Moción aprobada por la
Reunión del C.C. del 4 de marzo de 1930, se señala: “El P.S. es un partido de
clase, y por consiguiente, repudia toda tendencia que signifique fusión con las
fuerzas u organismos políticos de las otras clases. Condena como oportunista
toda política que plantee la renuncia momentánea del proletariado a su
independencia de programa y de acción, que en todo momento debe mantenerse íntegramente”
(Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia
social del Perú, t.II, p.487).
Es decir, el PSP fue un
partido doctrinariamente homogéneo en toda su composición. Por eso: 1)
rechazaba toda fusión con fuerzas políticas diversas; 2) defendía así su
independencia ideológica, política y orgánica.
No obstante, en el artículo 80
aniversario (5), García escribió: “El PSP tenía dos niveles: internamente
funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula
secreta de los siete’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de
masas e ideas (sic) de toda nuestra historia republicana’”.
Con esa falacia, nuestro
personaje niega el carácter orgánicamente homogéneo del PSP.
De esa forma, pues, falsifica
su verdad orgánica.
En conclusión, García falsifica la verdad histórica del
Partido de Mariátegui.
Para decirlo de otro modo, se
ha aderezado su propio PSP conforme a su designio liquidacionista.
Así, pues, la imagen del PSP
que intenta vender solo existe en su cabeza y en la cabeza de quienes,
mostrando su incapacidad de discernir teóricamente la cuestión o, en su
defecto, revelando desvergonzadamente su espíritu servil, simplemente repiten
la falsificación.
¿Por qué García falsifica de
la manera más grosera la verdad histórica del PSP y la filiación doctrinal de
Mariátegui? Porque, para acreditar su proyecto de un partido doctrinariamente
variopinto, necesita utilizar a ambos como coartada.
Como se ha visto, el proyecto
de un partido-amalgama no tiene ningún punto de contacto doctrinal y orgánico
con el Partido de Mariátegui.
Por eso García terminó
renunciando fácilmente a la Reconstitución (3).
En efecto, en el artículo Organización:
contenido y forma, escribió: “La propia experiencia, la propia lucha enseñó
a través de la investigación de continuadores, que la Reconstitución se hundía
en un círculo vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el país”.
Pero la realidad es que lo que
devino fiasco fue su reconstitución, entre otras cosas porque desertó
de la obligación que tenía de mantenerse a la cabeza de su grupo,
como la tiene cualquier político del mundo ante sus seguidores.
Como es de conocimiento
general, en el último verano García ha cumplido ¡cuarenta años sentado en su
pedestal de cristal!
Habiendo, pues, renegado la
Reconstitución, promueve desde hace algunos años una “organización de
proyección nacional” con el concurso de toda clase de oportunismo y
revisionismo (4).
En conclusión, el PSP de
García (“marxista” no leninista; dos niveles orgánicos doctrinariamente
disímiles, etcétera), no es en modo alguno el Partido de Mariátegui que los
marxistas conocen y reconocen.
Tampoco el Mariátegui del que
habla (marxista a secas, socialista no comunista, etcétera) es el
Mariátegui histórico que los marxistas conocen y reconocen.
Por eso, la publicación, el 7
de octubre pasado, de un artículo de Manuel Velásquez conmemorando el 86
aniversario del PSP, no es más que una expresión más de la tramposa actitud del
grupo liquidacionista de utilizar al PSP y a Mariátegui como coartada a efecto
de acreditar su proyecto de un partido pluriclasista (5), contrario por
principio al partido fundado en octubre de 1928.
Es una tremenda hipocresía y
una profunda cobardía que, conmemorando el aniversario del PSP, el grupo
liquidacionista no plantee su oportunista concepción de este partido como
“marxista” no leninista; con una estructura de dos niveles orgánicos
doctrinariamente disímiles; con una dirección secreta; y con masas militantes
doctrinariamente variopintas.
José Carlos Mariátegui señaló:
“tenemos la obligación de reivindicar el derecho de la clase obrera a
organizarse en un partido autónomo” (Correspondencia, t.II, p.490).
En cambio Haya de la Torre
dijo: “El Apra es partido, alianza y frente. ¿Imposible? Ya verá Ud. que sí. No
porque en Europa no haya nada parecido no podrá dejar de haberlo en América” (ibídem,
p.378).
Hoy como ayer, la esencia del
debate es: partido de clase o partido pluriclasista.
Por eso, afirmamos: “tenemos
la obligación de reivindicar el derecho del proletariado a organizarse en un
partido de clase, y, por esto, nuestra tarea es reconstituir el Partido de
Mariátegui”.
En cambio el grupo
liquidacionista dice: “fundemos un partido con dos niveles orgánicos
doctrinariamente disímiles, es decir, un partido-frente, y con este fin
utilicemos al PSP y a Mariátegui como coartada”.
De esa forma pretende hacer
pasar como de Mariátegui el proyecto de partido de Haya de la Torre.
Esto revela la descomposición
ideológica, política y moral de los liquidadores.
Así, pues, el artículo de
Velásquez y cien artículos más que puedan escribir él mismo o algún otro
liquidador sobre el PSP y su fundador, siempre serán inútiles, pues
siempre se sabrá que detrás de su letra se encontrará la falsificación
de la verdad histórica del PSP y de José Carlos Mariátegui, o, para decirlo en
otras palabras, la negación del partido de clase.
Esto es una verdad que ninguna
falacia puede negar sin revelar una torcida fisonomía mental.
Notas
[1] Observe el lector que García reduce el
marxismo-leninismo a la condición de una simple “consigna”, siendo que es un
concepto que expresa el desarrollo de la teoría del proletariado.
[2] Este barato argumento estadístico y, en
general, las falacias citadas fueron objeto de una puntual crítica, ante la
cual lo mismo García que sus repetidores no pudieron presentar ni un solo
argumento que al menos pueda llamarse serio.
[3] En realidad, García renegó la Reconstitución
desde mucho antes: desde que, hace más o menos quince años, comenzó a
falsificar sistemáticamente la verdad doctrinal y orgánica del PSP. De modo que
cuando finalmente llegó a lo que tenía que llegar: al abandono de la palabra
Reconstitución, fue porque hacía mucho la había renegado como concepto: la
Reconstitución es la Reconstitución del Partido de Mariátegui o no es
nada.
[4] Expresión de ello fue que, en 2012, el grupo
liquidacionista hizo todo lo posible por fusionarse con el PCP-Unidad,
representante tradicional del revisionismo en nuestro país, fracasando sin
embargo en el intento.
[5] El partido de masas que propone García, es
un partido pluriclasista no por el diverso origen de clase de sus
militantes, sino por su diversa posición ideológica, es
decir, es un partido pluriclasista en el sentido socialdemócrata del término.
En esta misma línea, el grupo liquidacionista pretende hacer pasar el
Centenario de la revista Nuestra Epoca como el Centenario del Socialismo
Peruano. Oportunamente hemos demostrado que ambas cosas no son lo mismo. Pero a
fin de que el lector se percate con toda precisión de qué hay detrás de esa
pretensión, citaré una afirmación de Velásquez que expresa el hecho de que los
liquidadores no distinguen –por incapacidad o servilismo– entre socialismo
reformista y socialismo marxista. He aquí la aludida afirmación: “el año 1918
[se refiere a la aparición de Nuestra Epoca]… es un año clave para el
Socialismo Peruano, porque marca la orientación definitiva de Mariátegui”
(carta a Miguel Aragón del 29.01.2011. Cursivas y elipsis mías). Pero cualquier
marxista con dos dedos de frente sabe que lo que marcó “la orientación
definitiva de Mariátegui” fue su asimilación al marxismo en la segunda mitad de
1920. La afirmación de Velásquez demuestra, pues, algo que desde hace mucho
hemos sostenido: pasar el Centenario de Nuestra Epoca por el Centenario del
Socialismo Peruano es diluir el socialismo marxista en el variopinto mapa del
socialismo en general.
02.04.2015.
¡Defender el Pensamiento de
Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad
actual!
El Natalicio de José Carlos
Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha
E.I.
I
EN OPORTUNIDAD DEL 121 NATALICIO de José Carlos
Mariátegui, Domingo Suárez publicó un artículo cuyo contenido es un ejemplo de
la conocida actitud engañosa del grupo liquidacionista.
Mariátegui sostuvo: “El
capitalismo se encuentra en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los
monopolios, del capital financiero, de las guerras imperialistas por el
acaparamiento de los mercados y de las fuentes de materias brutas. La praxis
del socialismo marxista en este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo
es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios.
El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (Ideología
y política, p.160. Cursivas nuestras).
De esa forma definió la
filiación doctrinal de su partido y, por lo tanto, la suya propia.
Pero Ramón García escribió: “…
de las tres consignas básicas [de la Revolución de Octubre], sólo queda el
Marxismo-Leninismo, pero cada vez más limitada geográficamente a la URSS. Este
término se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método
marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es casual que su obra se
llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del
Marxismo-Leninismo” (El movimiento comunista).
Por su parte, Miguel Aragón
dejó escrito: “La exposición de las razones, por las cuales considero que no es
correcto afirmar ‘Mariátegui comunista’ o ‘Mariátegui marxista-leninista’,
escapa a los límites de esta breve respuesta” (carta a Jaime Lastra del 3 de
febrero de 2008).
De esa forma ambos
liquidadores renegaron la filiación marxista-leninista de José Carlos
Mariátegui y el PSP.
Por eso, el grupo
liquidacionista reniega también el carácter marxista-leninista de la Creación
Heroica de Mariátegui y del Socialismo Peruano.
Utilizar el término socialismo
peruano para significar el socialismo en general y no el socialismo
marxista en particular, es absolutizar el criterio nacional a costa del
criterio clasista. En otras palabras, es abandonar el análisis de clase
(1).
Como se ha visto, Mariátegui
definió el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP, y, de esta forma,
su condición de partido doctrinariamente homogéneo.
Pero García escribió: “El PSP
tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y
doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente
aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra
historia republicana’” (La creación heroica de José Carlos Mariátegui. 80
aniversario, p.22).
De esa forma falsificó la
verdad doctrinal del PSP (el partido de Mariátegui no fue un partido con dos
niveles orgánicos doctrinariamente disímiles), y, por consiguiente, su realidad
orgánica (“la célula secreta de los siete” tuvo un carácter temporal, y no
permanente).
II
Suárez dice que Mariátegui es
el “fundador del socialismo peruano”. Pero ¿de qué socialismo? Como es
evidente, el autor de la frase no dice si del socialismo reformista o del
socialismo marxista (2).
Cualquier persona que conozca el proceso del pensamiento político en el
Perú, tiene que saber que el fundador de nuestro socialismo reformista fue
Víctor Maúrtua, “cuya influencia en el orientamiento socialista de varios de
nuestros intelectuales casi nadie conoce” (Mariátegui, 7 Ensayos,
p.284). Por eso el Mariátegui socialista a lo Araquistain, escribió: “Maúrtua
es el primer político peruano que, dentro de una cámara de ambiente gazmoño y
tímido, saturado de prejuicios criollos, ha declarado con orgullo su filiación
socialista” (El doctor Víctor M. Maúrtua, 24.07.1919, en Escritos
juveniles. La edad de piedra, t.III, p.357). Y en otro lugar: “El señor
Maúrtua, líder por antonomasia del socialismo peruano…” (El maximalismo cunde,
12.01.1919, ibídem, t.VIII, p.172). Por eso, Guillermo Rouillon anotó:
“Mariátegui se daba perfecta cuenta de los alcances de este movimiento social.
Insistía en el aglutinamiento de todos los hombres de pensamiento progresista
en el círculo de propaganda socialista, al cual él pertenece, para desarrollar
una acción más efectiva en ese momento histórico. En este sentido, cabe
mencionar la presión que continúa ejerciendo sobre el fluctuante maestro Víctor
M. Maúrtua –para que defina su posición– a quien considera que sería el líder
indiscutible del socialismo en el Perú” (La creación heroica de José Carlos
Mariátegui, t.I, p.234).
Pero el grupo liquidacionista necesita servirse de Mariátegui como
coartada y, por esto, falsifica la historia borrando de un plumazo a Víctor
Maúrtua como el fundador en nuestro medio del socialismo en el sentido general
del término.
Suárez dice que el proceso que terminó en la fundación del PSP “se
inició en 1918” con la aparición del Comité de Propaganda y Organización
Socialistas. Pero, en su afán liquidacionista de fusionar socialismo reformista
y socialismo marxista, no explica la naturaleza de ese “inicio” ni el carácter
de clase del partido de Mariátegui
La omisión no le sirve, sin embargo, a sus intenciones. El Comité de
Propaganda y Organización Socialistas, es apenas el antecedente indirecto
del PSP, pues este partido fue un partido marxista-leninista, es decir, un
partido con un carácter completamente contrario al Comité. El antecedente directo
del partido de Mariátegui fue el “Comité de Génova”, constituido en abril de
1922. Esta distinción es extraña al criterio liquidacionista.
El PSP fue fundado no con siete activistas, como cree Suárez, sino con
nueve: a los nombrados por él en su artículo, hay que agregar los nombres de
Luciano Castillo y Chávez León (3).
Suárez se refiere al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical
Latinoamericana realizado en Montevideo en mayo de 1929 y a la Primera
Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos Aires en junio del
mismo año, y dice que a estos eventos el PSP participó “con cinco delegados”.
Esto no es cierto. Al Congreso de Montevideo asistió el Comité Pro-
Confederación General de Trabajadores, y no el PSP. Dicho Comité
participó con cinco delegados en el Congreso Sindical; a la Conferencia de
Buenos Aires asistió el PSP con dos delegados: Julio Portocarrero y Hugo Pesce.
Suárez dice: “Estos
planteamientos fueron cuestionados por el buró político de la Internacional en
Sudamérica”, pero sin indicar qué planteamientos. ¿Qué planteamientos, pues?
(4).
Veamos, brevemente, esta cuestión.
En cuanto al nombre del
partido, Mariátegui señaló: “En Europa, la degeneración parlamentaria y
reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones
específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el
socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra
conserva su grandeza” (Ideología y política, p. 249).
Sin embargo, en la Conferencia
de Buenos Aires, Portocarrero sostuvo: “Dejo constancia, compañeros, que
el partido socialista es solamente una táctica” (Martínez, Apuntes para una
interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p. 423).
“Queremos constituir el partido socialista para polarizar una serie de
elementos que pueden actuar entre las masas” (Ibídem, p.422).
En cuanto a la doctrina,
Mariátegui señaló: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario... El
Partido Socialista del Perú, lo adopta...”.
No obstante, Portocarrero
sostuvo: “¿El Partido Socialista es la expresión de nuestro pensamiento, de
nuestra línea? El partido socialista lo hemos constituido como táctica, como
medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el partido socialista
es la expresión profunda de los que luchamos por los intereses del
proletariado” (ibídem, p.422).
En cuanto a la estructura del
PSP, Mariátegui señaló que “El Comité procederá a la organización de comités en
toda la república y de células en todos los centros de trabajo, con relaciones
estrictamente disciplinadas” (ibídem, p.398).
Sin embargo, Portocarrero
afirmó: “El partido socialista se basa en nuestro Grupo, el cual es enteramente
afín con la ideología de la Internacional Comunista” (ibídem, p.423).
En cuanto a la ligazón con las
masas, Mariátegui escribió que “el Comité concurrirá a la constitución de un
partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas” (ibídem,
p.398).
No obstante, Portocarrero sostuvo:
“Si con nuestro grupo podemos controlar el partido y dirigir sus acciones, ¿no
es acaso un medio bueno de ligazón con las masas?” (Ibídem, p.422).
Los citados planteamientos de
los delegados peruanos fueron cuestionados por los delegados de la
Internacional y otros delegados a la Conferencia.
Pero el lector atento debe
haberse dado cuenta de que tales planteamientos no fueron de Mariátegui.
Sin embargo, conforme a su
actitud confusionista, el grupo liquidacionista trastrueca las divergencias
entre Mariátegui y la Internacional. En esta oportunidad le ha tocado hacerlo a
Suárez (5).
Entre Mariátegui y el Buró
Sudamericano de la Internacional existieron, por cierto, algunas discrepancias:
1) el nombre del Partido; 2) su composición social; 3) su política concreta; 4)
el problema nacional; 5) la cuestión del imperialismo; 6) la pequeña burguesía.
Pero, como está demostrado, en
relación a algunas de ellas, las razones de Mariátegui fueron distintas a las
presentadas por Portocarrero y Pesce en la Conferencia de Buenos Aires (6).
Suárez cita la frase “partido de masas y de ideas”, pero sin explicar
qué quiso decir y qué dijo efectivamente Mariátegui con ella.
Como es de conocimiento general, Ramón García utiliza la citada frase
pero vaciada del contenido concreto que tenía en Mariátegui (partido de clase
bajo la forma de partido de masas), y pretende vender la idea de un partido de
masas con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles, es decir, un
partido de masas sin el marxismo-leninismo como su base de unidad ideológica, o
sea, un partido-frente (como los partidos socialdemócratas y el partido
promovido por Haya en los años 1920).
Así, pues, luego de decir, en
un debate con el suscrito, que el PSP llegó a ser un partido de masas, ahora
Suárez dice que “esta tarea [de crear un partido de masas] quedó para que las
siguientes generaciones pudieran realizar”. Esto demuestra que la primera vez
no tuvo ni la menor idea de lo que dijo.
Suárez dice: “En los 50 y 60, el Partido Comunista Peruano encabezado
por Jorge del Prado derivó en posiciones reformistas. La polémica y posterior
ruptura en 1963 entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y
el Partido
Comunista de China sirvió como catalizador de aquel proceso,
que tuvo un hito importante en la IV Conferencia Nacional realizada
en 1964, donde se consumó la primera gran ruptura orgánica” (subrayados en el
original).
Como todos los liquidadores, Suárez también ha proscrito de su
vocabulario la palabra revisionismo: le han hecho creer que es un insulto. Como
se ha constatado en otro lugar, esta proscripción busca silenciar la existencia
del revisionismo, tanto en el Perú como en el mundo, tanto en el pasado como en
el presente.
Las posiciones que Jorge del Prado impuso en el Partido Comunista fueron
revisionistas (browderistas, etcétera). Este es el lenguaje que debe utilizar
todo marxista si quiere ser veraz.
La gran polémica de los años 1950 y 1960 fue entre el marxismo-leninismo
y el revisionismo contemporáneo, y no entre el PCH y el PCUS (7). Este
es el lenguaje que debe utilizar todo marxista si quiere ser veraz.
Con la frase “ruptura orgánica”, Suárez escamotea el hecho de que la IV
Conferencia Nacional del PCP expulsó al grupo revisionista encabezado por Jorge
del Prado. Este es el lenguaje que debe utilizar todo marxista si quiere ser
veraz.
Suárez dice: “En 1968 diversas bases, entre las que se encontraban el
Comité Regional de Ica, la Comisión Nacional de Organización y el
Comité Político Militar Patria Roja, conforman una “Comisión Nacional
Reorganizadora”, enfrentada a la posición dogmática de la dirección encabezada
por Saturnino Paredes. Esta fase culmina en la VI Conferencia Nacional
celebrada en 1969 donde se decide la expulsión del grupo encabezado por Paredes
y se acuerda que el órgano central del partido lleve el nombre de "Patria
Roja".
Con tan sorprendente afirmación, Suárez silencia la VI Conferencia
Nacional del PCP y publicita la VI Conferencia realizada por el “oportunismo de
derecha disfrazado de izquierda”. De esta forma -y conforme a la posición de su
grupo–, reniega la Reconstitución del Partido acordada en la VI Conferencia
realizada en enero de 1969 y valida la negación de la vigencia del pensamiento
de Mariátegui y de la Base de Unidad Partidaria y el escisionismo que
representó la llamada “Comisión Nacional Reorganizadora” que organizó la
espuria VI Conferencia.
De esa forma el grupo liquidacionista falsifica la historia del PCP.
De esa forma, en la trascendental lucha entre los continuadores de
Mariátegui y los negadores de la vigencia de su pensamiento, entre los
defensores de la Base de Unidad Partidaria y sus detractores, se pone del lado
de los segundos.
Para justificar esa vergonzosa toma de posición por el oportunismo de
derecha, Suárez recurre a la maniobra de presentar a la “Comisión Nacional
Reorganizadora” como luchando contra una supuesta “posición dogmática de la
dirección encabezada por Saturnino Paredes”, evitando de decir, por supuesto,
que en esta dirección se encontraba su alter ego Ramón García.
Pero la maniobra no le sirve. En 1968 (año de la completa antagonización
de las contradicciones con el oportunismo de derecha), Paredes no se distinguía
por ningún dogmatismo, pues entonces era ya un liquidador de derecha en
ciernes: en la VI Conferencia se opuso a la Reconstitución del Partido y, muy
poco después, intentó liquidarlo, exactamente como ahora intentan hacerlo
Suárez y sus copartidarios (8).
La falsificación de los hechos históricos y la toma de posición por el
“oportunismo de derecha disfrazado de izquierda”, es una expresión más de la
descomposición ideológica del grupo liquidacionista (9).
III
Suarez dice: “No es suficiente
lanzar ideas esclarecedoras en el aire, es preciso fijarlas orgánicamente en
todos los niveles de organización de las masas”
Pero cualquier marxista sabe perfectamente que la negación del
marxismo-leninismo; la falsificación de la filiación doctrinal de Mariátegui y
el PSP; el reformismo que implica el camino municipal al socialismo; la
negación del partido de clase; la tergiversación de ideas y hechos como, por
ejemplo, los examinados arriba; etcétera, etcétera; no son precisamente “ideas
esclarecedoras”, sino perniciosas, y que, por esto, de ser fijadas
en el seno de las masas, constituirían un estorbo en la lucha por dotarlas de
una genuina conciencia de clase.
Utilizando maliciosamente a Mariátegui, Suárez ha parafraseado: “En
estos momentos, cuántos siguen el camino de Mariátegui, cuantos (sic) nauseado
(sic) de política criolla, se orientan resueltamente hacia el socialismo?”.
Pero ocurre que nuestro personaje y sus copartidarios no se han nauseado
de falsificar premeditadamente la Creación Heroica de Mariátegui y de los
métodos criollos que sistemáticamente han utilizado desde los tiempos de la
revista Polémica hasta ahora mismo, pasando, naturalmente, por el mal
llamado “Comité 80” y los cinco seminarios realizados.
Hasta hoy, pues, el grupo liquidacionista hace política criolla, como lo
demuestra el propio artículo que comento en estas líneas.
La causa de esa política criolla es la siguiente: hace tiempo Suárez y
sus copartidarios se orientaron resueltamente hacia el liquidacionismo
de derecha.
En conclusión, el Mariátegui cuyo natalicio ha celebrado el grupo
liquidacionista por intermedio de Suárez, ES UN MARIÁTEGUI FALSIFICADO:
marxista (no marxista-leninista); socialista (no comunista); etcétera,
etcétera.
Por supuesto, ese Mariátegui solo existe en la cabeza de los
liquidadores, Y NO ES EL MARIÁTEGUI QUE LOS AGONISTAS DEL SOCIALISMO PERUANO
CONOCEN Y RECONOCEN.
Si el 7 de octubre pasado Velásquez pretendió pescar algunos incautos
con su artículo acerca del aniversario del PSP, el 14 de junio último Suárez ha
pretendido el mismo objetivo.
Pero, desde luego, la Izquierda Peruana está en autos de la campaña
falsificadora de la personalidad doctrinal de Mariátegui y de la verdad
histórica del PSP que lleva adelante el grupo liquidacionista desde hace
décadas, y, por esto, como el artículo de Velásquez, también el de Suárez es
retórica inútil.
Por eso, todo lo que ha hecho es poner en evidencia, por enésima vez,
que el discurso de su grupo es FALSO MARIATEGUISMO Y VERDADERO
ANTIMARIATEGUISMO.
Notas
[1] Si el análisis de clase es
propio del marxismo, su abandono es propio del revisionismo. En el grupo
liquidacionista el promotor de este abandono es Ramón García. Una expresión de
esto ha sido objeto de análisis en otro lugar.
[2] Precisamente esa
indefinición es otra expresión de la dilución del socialismo marxista en el
variopinto mapa del socialismo en general.
[3] Esta aclaración y algunas
otras que le siguen, demuestran la incompetencia de Suárez.
[4] La afirmación “Estos
planteamientos fueron cuestionados por el buró político de la Internacional en
Sudamérica”, prueba que Suárez supone que todos los planteamientos
hechos por los delegados peruanos en la Conferencia fueron de Mariátegui, lo
cual, como se verá enseguida, no es cierto.
[5] Gustavo Pérez, por
ejemplo, vive, entre otras cosas, de especular y traficar con las divergencias
entre Mariátegui y la Internacional.
[6] La divergencia sobre el
nombre del Partido se limitaba a eso precisamente: al nombre, pues, por su
filiación marxista-leninista, el PSP era un partido comunista. En cambio la
divergencia sobre esta misma cuestión durante las sesiones de la Conferencia de
Buenos Aires, tuvo otros términos: los delegados peruanos pretendieron que el
nombre de socialista expresaba un partido doctrinariamente heterogéneo
(precisamente lo que actualmente promueve el grupo liquidacionista). La
divergencia sobre la composición social del Partido radicaba en que mientras
Mariátegui sostenía que su militancia básica debía ser de obreros y campesinos
con carácter netamente clasista (léase marxista-leninista), la Internacional
planteaba que el partido no podía ser un partido de varias clases. En cambio la
divergencia operada en la Conferencia sobre este punto tuvo otros términos: los
delegados peruanos plantearon un partido con una militancia mayoritariamente
heterogénea en lo doctrinal (precisamente lo que actualmente promueve el grupo
liquidacionista).
[7] En esa polémica, el PCCH
cumplió un papel de primer orden defendiendo el marxismo-leninismo, mientras el
PCUS cumplió también un papel de primer orden defendiendo el revisionismo
contemporáneo. Presentar la gran polémica entre el marxismo-leninismo y el
revisionismo contemporáneo como una polémica entre el PCH y el PCUS es plantear
que esta polémica fue extraña al Socialismo Peruano, y que, por esto, haber
tomado partido por el marxismo-leninismo fue una expresión de “seguidismo”.
Esta burda maniobra es utilizada por el grupo liquidacionista y otras
tendencias oportunistas. De ahí su lenguaje confusionista: “pro-chinos”,
“pro-rusos”, etcétera.
[8] Como se sabe, un socorrido
recurso polémico del revisionismo de todos los tiempos ha sido acusar a los
marxistas-leninistas de dogmáticos (o de doctrinarios). En el caso particular
que comento, es notorio que Suárez acusa a “la dirección encabezada por
Saturnino Paredes” de dogmática, porque cree que, teniendo este personaje mala
prensa en una gran parte de la izquierda peruana, puede resultar potable su
acusación y, de este modo, hacer posible pasar como posición antidogmática la
negación de Mariátegui y de la BUP. Pero, obviamente, la maniobra es demasiado
burda para que surta efecto entre personas suficientemente informadas.
[9] Conociéndose la
incompetencia de Suárez para decidir cuestiones de línea, puede asegurarse que
tal tergiversación y tal toma de posición se las ha impuesto la jerarquía
liquidacionista, respecto a la cual, como es notorio, se encuentra servilmente
subordinado.
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