lunes, 1 de octubre de 2018

Política

Nota:

El capítulo del ensayo Carlos Marx: Concepción del mundo, Revolución Proletaria, Realización del Comunismo, que publicamos a continuación, es una contribución al esclarecimiento de la táctica del proletariado en las condiciones de vigencia del sufragio universal.

Contra el “izquierdismo” que menosprecia la participación del proletariado en la lucha electoral, el autor señala la necesidad de esta lucha como preparación para la toma del poder.

Por otro lado, contra la participación a cualquier precio en la lucha electoral, el autor recuerda oportunamente las estipulaciones de Engels que relativizan esta forma de lucha.

La táctica del proletariado no es una camisa de fuerza, sino una cuestión determinada por la situación concreta. Esto significa que, si bien en términos generales puede decirse que en las condiciones aludidas en el primer párrafo, la lucha “pacífica”, legal, sirve como preparación de la toma revolucionaria del poder, esto no debe significar que se olviden las estipulaciones de Engels que, olvidadas en no pocas experiencias, han terminado con la desarticulación de la lucha popular. El proletariado debe estar preparado en todo momento para dirigir la forma de lucha que le imponga la situación. Negligir esto es típico de la política oportunista.

01.10.2018.

Comité de Redacción.


La Táctica del Proletariado

Eduardo Ibarra

LA LUCHA DEL PROLETARIADO contra la burguesía, desde la insurrección del 22 de junio de 1848 en Francia («primera gran batalla entre las dos clases en que se divide la sociedad  moderna», según señaló Marx en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte) hasta la última década del siglo XIX, pasando, naturalmente, por la Comuna de París, le enseñaron al proletariado, a costa de duras derrotas, a diseñar su táctica en las condiciones de la vigencia del sufragio universal.

En marzo de 1985 Engels hizo el balance de ese proceso de lucha y aprendizaje y, así, empezó señalando el cambio de las condiciones donde el proletariado desenvolvía su lucha por su emancipación.

La rebelión al viejo estilo, la lucha en las calles con barricadas, que hasta 1848 había sido la decisiva en todas partes, estaba considerablemente anticuada. (Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 de Marx, Introducción, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, s/f, p. 19).

… desde entonces, han cambiado muchísimas cosas, y todas a favor de las tropas. Entre esas muchísimas cosas, estaban el crecimiento vertiginoso de los ejércitos, la posibilidad real del rápido transporte de las tropas, el nuevo armamento producto del desarrollo industrial. (ibídem, p. 21).

… del lado de los insurrectos todas las condiciones han empeorado. En efecto, la unidad del pueblo era ya entonces una cuestión poco posible, y por tanto el pueblo aparecería dividido en el caso de una insurrección; el nuevo armamento, producto del desarrollo industrial, hacía imposible improvisar el armamento de los insurrectos; la construcción de calles aparentes para la intervención de las tropas en las barriadas obreras hacía allí insostenible la lucha de barricadas. (ibídem, p. 26)

La burguesía se había colocado en todas partes al lado de los gobiernos, los representantes de «la cultura y la propiedad» saludaban y obsequiaban a las tropas enviadas contra las insurrecciones. La barricada había perdido su encanto; el soldado ya no veía detrás de ella al «pueblo», sino a rebeldes, a agitadores, a saqueadores, a partidarios del reparto, a la hez de la sociedad… (ibídem, p. 21).

Es decir, la pasada situación («… una guardia cívica, que, o se ponía directamente al lado de la insurrección o bien, con su actitud tibia e indecisa, hacía vacilar asimismo a las tropas y, por añadidura suministraba armas a la insurrección»), había sido subsanada por la burguesía reestructurando su aparato estatal y particularmente sus cuerpos represivos (véase El dieciocho brumario de Luis Bonaparte).

Ahora bien, en general

… la crisis del comercio mundial producida en 1847 había sido la verdadera madre de las revoluciones de Febrero y Marzo… la prosperidad industrial, que había vuelto a producirse paulatinamente desde mediados de 1848 y que en 1949 y 1950 llegaba a su pleno apogeo, fue la fuerza animadora que dio nuevos bríos a la reacción europea otra vez fortalecida. Y esto fue decisivo. (…) Una nueva revolución sólo es posible como consecuencia de una nueva crisis. Pero es tan segura como ésta (ibídem, p. 6; elipsis nuestra).

A todo lo referido en  las citas, hay que agregar el hecho de que el movimiento espontáneo del proletariado no tenía entonces como guía una doctrina verdadera como es el marxismo, y que, por esto

en 1848 eran contados los que comprendían más o menos en qué sentido había que buscar esta emancipación [del proletariado]. Hasta en París, las mismas masas proletarias ignoraban en absoluto, incluso después del triunfo, el camino que había que seguir. (ibídem, p. 11).

Así pues, ya en la década de 1850 habían cambiado las condiciones sobre las cuales el proletariado tenía que  desenvolver su lucha de clase y, por tanto, era necesario revisar su método de lucha.

        Ciertamente en el marco general de la cuestión que nos ocupa, la implantación progresiva del sufragio universal en la Europa de la época jugó un papel clave en el cambio de las condiciones.

Así pues, en la medida en que en las nuevas condiciones no era posible que la insurrección tuviese éxito, el proletariado empezó a utilizar las instituciones que la propia burguesía había instaurado para sostener su poder y, particularmente, el sufragio universal.

Engels recordó en su mencionada Introducción que, ya el Manifiesto comunista, había proclamado

la lucha por el sufragio universal, por la democracia, como una de las primeras y más importantes tareas del proletariado militante (ibídem, p. 17).

Por eso, en la introducción al programa del Partido Obrero Francés, adoptado en 1880 en el Congreso de El Havre, Marx escribió que los obreros alemanes habían transformado el sufragio universal

de medio de engaño que había sido hasta aquí en instrumento de emancipación. (citado por Engels, ibídem, p. 18).

Pero además, Engels hizo el siguiente comentario sobre la utilización por el proletariado del sufragio universal:

Y aunque el sufragio universal no hubiese aportado más ventaja que la de permitirnos hacer un recuento de nuestras fuerzas cada tres años; la de acrecentar en igual medida, con el aumento periódicamente constatado e inesperadamente rápido del número de votos la seguridad en el triunfo de los obreros y el terror de sus adversarios, convirtiéndose con ello en nuestro mejor medio de propaganda; la de informarnos con exactitud acerca de nuestra fuerza y la de todos los partidos adversarios, suministrándonos así el mejor instrumento posible para calcular las proporciones de nuestra acción y precaviéndonos por igual contra la timidez a destiempo y contra la extemporánea temeridad; aunque no obtuviésemos del sufragio universal más ventaja que ésta, bastaría y sobraría (ibídem).

Es decir, el uso del sufragio universal le permite al proletariado y a los trabajadores en general, llevar su lucha de clase al campo de la burguesía para descomponerla desde dentro; propagandizar la idea de la revolución y el programa revolucionario; acumular fuerzas; registrar la correlación de fuerzas entre el partido proletario y los partidos adversarios; reconocer la dimensión de la acción propia; y, como resultado de todo ello, precaver a las propias fuerzas contra toda actitud pusilánime («timidez a destiempo») y contra toda precipitación («extemporánea temeridad»).

Ya en el Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (marzo-mayo de 1884), Engels había adelantado:

… la clase poseedora impera de un modo directo por medio del sufragio universal. Mientras la clase oprimida –en nuestro caso el proletariado– no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social de hoy como el único posible, y políticamente forma la cola de la clase capitalista, su extrema izquierda. Pero a medida que va madurando para emanciparse ella misma, se constituye como un partido independiente, elige sus propios representantes y no los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estrado actual, pero esto es bastante. El día en que el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer. (OE, t. III, p. 347).

O sea, el sufragio universal expresa el grado de conciencia alcanzado por el proletariado y las clases trabajadoras en general, y, esto es todo lo que puede alcanzarse «en el Estado actual», es decir, bajo la dictadura de la burguesía. Pero esta conciencia alcanzada es la mejor preparación para la conquista revolucionaria del poder, pues, como se sabe, la teoría deviene fuerza material una vez que prende en las masas.

Engels apuntó:

El primer gran servicio que los obreros alemanes prestaron a su causa consistió en el mero hecho de su existencia como Partido Socialista que superaba a todos en fuerza, en disciplina y en rapidez de crecimiento. Pero además prestaron otro: suministrar a sus camaradas de todos los países un arma nueva, una de las más afiladas, al hacerles ver cómo se utiliza el sufragio universal (Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, p. 17).

Obsérvese que Engels señala un primer servicio del proletariado alemán a los obreros «de todos los países»: su existencia como partido de clase, como partido marxista. Y, precisamente sobre esta base –y solo sobre esta base– los obreros alemanes suministraron a los obreros de los demás países el ejemplo de la utilización del sufragio universal como el método más adecuado para acrecentar las fuerzas del partido proletario, unir al pueblo, aislar a la burguesía y, llegado el momento, conquistar el poder.

También apuntó Engels:

… en Alemania [después de implantarse el sufragio universal en 1866], donde la industria… se desarrollaba cada vez más rápidamente, la socialdemocracia crecía todavía más de prisa y con más persistencia. (p. 16; elipsis nuestra).

Así, en Francia, Bélgica, Suiza, Italia, Dinamarca, Bulgaria, Rumania, etc., empezó a seguirse el ejemplo de Alemania.

Y agregó:

Nosotros, los «revolucionarios», los «elementos subversivos», prosperamos mucho más con los medios legales que con los medios ilegales y la subversión. (ibídem, p. 26).

Y, ya había anticipado:

… con este eficaz empleo del sufragio universal entraba en acción un método de lucha del proletariado totalmente nuevo, método de lucha que se siguió desarrollando rápidamente. Se vio que las instituciones estatales en las que se organiza la dominación de la burguesía ofrecen nuevas posibilidades a la clase obrera para luchar contra estas mismas instituciones (ibídem, p. 19).

«¿Quiere decir esto, se preguntó Engels, que en el futuro los combates callejeros no vayan a desempeñar ya papel alguno?» Y se respondió:

Nada de eso. Quiere decir únicamente que, desde 1948, las condiciones se han hecho mucho más favorables y ventajosas para las tropas. Por tanto, una futura lucha de clases sólo podrá vencer si esta desventaja de la situación se compensa con otros factores. Por eso se producirá con menos frecuencia en los comienzos de una gran revolución que en el transcurso ulterior de ésta y deberá emprenderse con fuerzas más considerables. Y estas deberán… preferir el ataque abierto a la táctica pasiva de barricadas. (ibídem, p. 23; elipsis nuestra).

¿Quiénes pretendían que los revolucionaros se lanzaran sin más a la lucha de calle con barricadas? Pues la burguesía, precisamente. Por eso Engels escribió:

¿Comprende el lector, ahora, por qué los poderes imperantes nos quieren llevar a todo trance allí donde disparan los fusiles y dan tajos los sables? ¿Por qué hoy nos acusa de cobardía porque no nos lanzamos sin más a la calle, donde de antemano sabemos que nos aguarda la derrota? ¿Por qué nos suplican tan encarecidamente que juguemos, al fin, una vez, a ser carne de cañón? (ibídem).

Concluyendo su razonamiento, Engels apuntó:

Si han cambiado las condiciones de la guerra entre naciones, no menos han cambiado las de la lucha de clases. La época de los ataques por sorpresa, de las revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se trate de una transformación completa de la organización social, tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber comprendido ya por sí mismas de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida. Esto nos lo ha enseñado la historia de los últimos cincuenta años. Y para que las masas comprendan lo que hay que hacer, hace falta una labor larga y perseverante. Esta labor es precisamente la que estamos realizando ahora, y con un éxito que sume en la desesperación a nuestros adversarios. (ibídem, p. 24).

Pero el nuevo método de lucha que impusieron las nuevas condiciones en las que tenía que desarrollar su lucha de clase el proletariado, no significaba en modo alguno la renuncia a la revolución. Por eso Engels precisó:

Huelga decir que no por ello nuestros camaradas extranjeros renuncian, ni mucho menos a su derecho a la revolución. […] El derecho a la revolución está tan inconmoviblemente reconocido en la conciencia universal que hasta el general von Boguslawski deriva pura y exclusivamente de este derecho del pueblo el derecho al golpe de Estado que reivindica para su emperador. (ibídem, p.25; elipsis nuestra).

Y aquí llegamos a un aspecto particularmente importante del método que nos ocupa: si la lucha electoral le permite al proletariado crecer y fortalecer las filas de la revolución, se sobreentiende que «Los partidos del orden, como ellos se llaman, se van a pique con la legalidad creada por ellos mismos» (ibídem, pp. 26-7); que «… a la postre no tendrán más camino que romper ellos mismos esta legalidad…» (ibídem, p. 27); que el fortalecimiento de la revolución solo podría ser contenido «mediante la subversión de los partidos del orden, que no pueden prosperar sin violar las leyes» (ibídem).

Y, puesto que

todos los Estados modernos [son] un producto contractual: producto primero, de un contrato de los príncipes entre sí y, segundo, de los príncipes con el pueblo. Y si una de las partes rompe el contrato, todo el contrato viene a tierra y la otra parte queda también desligada de su compromiso… Por tanto, si [la burguesía viola] la Constitución… [el proletariado] queda en libertad y puede hacer y dejar de hacer con respecto a (los poderes instituidos] lo que quiera. Y lo que entonces querrá… no es fácil que se le ocurra contárselo a ustedes hoy. (p. 28; las dos primeras elipsis son nuestras; la última y las cursivas son del original)

Entonces, el derecho al golpe de Estado legitima el derecho a la revolución.

Es decir, la conquista del poder debe aparecer como respuesta a la defensa violenta del poder por parte de la burguesía. De esta forma la violencia revolucionaria aparece legitimada ante la conciencia del pueblo o, mejor dicho, la violencia del pueblo aparece como legítima.

Hacia este desenlace se movía el proletariado alemán y el proletariado de otros países europeos. Por eso Engels escribió:

Entonces, reinaba la multitud de confusos evangelios de las diferentes sectas, con sus correspondientes panaceas; hoy, una sola teoría, reconocida por todos, la teoría de Marx, clara y transparente, que formula de un modo preciso los objetivos finales de la lucha. Entonces, las masas escindidas y diferenciadas por localidades y nacionalidades, unidas sólo por el sentimiento de las penalidades comunes, poco desarrolladas, no sabiendo qué partido tomar en definitiva y cayendo unas veces en el entusiasmo y otras en la desesperación; hoy, el gran ejército único, el ejército internacional de Los socialistas… avanza incontenible y crece día a día en número, en organización, en disciplina, en claridad de visión y en seguridad de vencer. Si incluso este potente ejército del proletariado no ha podido alcanzar todavía su objetivo, si lejos de poder conquistar la victoria en un gran ataque decisivo, tiene que avanzar lentamente, de posición en posición, en una lucha dura y tenaz, esto demuestra de un modo concluyente cuán imposible era, en 1848, conquistar la trasformación social simplemente por sorpresa. (pp. 12-3; elipsis y últimas cursivas nuestras).

Y, así, el autor del Origen de la familia expresó la absoluta necesidad de la teoría de Marx para el proletariado en su lucha por sus objetivos finales.

Pues bien, como es de conocimiento común, la comentada Introducción de Engels fue publicada en Vorwärts, órgano central del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán en forma tergiversada, mutilada y desordenada. El responsable de esto fue Guillermo Liebknecht, que de esa forma pretendió presentar a Engels como un «paladín de la ‘legalidad a toda costa’». Por eso este último hubo de esclarecer:

… Liebknecht ya me ha hecho un lindo truco. De mi Introducción a los artículos de Marx sobre la Francia de 1848-50 ha extraído todo lo que podría servir para apoyar la táctica de paz a toda costa y de oposición a la fuerza y a la violencia, que por un tiempo le ha hecho alegre proponer, especialmente en el presente cuando se están preparando leyes coercitivas en Berlín. (carta a Paul Lafargue del 3 de abril de 1895, citado por Bob Avakian en Para una cosecha de dragones, Asir Editores, Bogotá, 1989, p. 62).

Y agregó:

… propongo estas tácticas únicamente para la Alemania de hoy y solamente con una estipulación importante. En Francia, Bélgica, Italia y Austria, no se podían seguir estas tácticas en su totalidad y en Alemania podrían quedarse inaplicables mañana… (ibídem).

De esta forma, pues, Engels, con la prudencia de un verdadero teórico, señaló el valor relativo de la lucha electoral, incluso en países donde rige el sufragio universal.

No obstante, los dirigentes de la socialdemocracia alemana absolutizaron la lucha electoral (entonces fundamentalmente parlamentaria, pero también municipal), y, de esta forma, se convirtieron en paladines de la legalidad a toda costa, en campeones de la paz a ultranza, en adversarios vergonzantes de la fuerza y la violencia.

Y, así, aun cuando Engels augurara que «… antes de terminar el siglo habremos conquistado la mayor parte de las capas intermedias de la sociedad, tanto los pequeño burgueses como los pequeños campesinos y nos habremos convertido en la potencia decisiva del país, ante la que tendrán que inclinarse, quieran o no, todas las demás potencias», esto, sin embargo, no se produjo, como todo el mundo sabe.

Entre otras razones, sobre todo porque el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán estaba siendo corroído por el oportunismo, y finalmente se convirtió, con Bernstein y Kautsky a la cabeza, en el paladín del revisionismo que infectó a la Segunda Internacional.

Ocurrió, pues, lo que Lenin comentó con las siguientes palabras:

El oportunismo se ha ido incubando durante decenios por la especificidad de una época de desarrollo del capitalismo en que las condiciones de existencia relativamente civilizadas y pacíficas de una capa de obreros privilegiados los «aburguesaba», les proporcionaba unas migajas de los beneficios conseguidos por sus capitales nacionales y los mantenía alejados de las privaciones, de los sufrimientos y del estado de ánimo revolucionario de las masas que eran lanzadas a la ruina y que vivían en la miseria. (…) La fuerza de la costumbre, la rutina de una evolución relativamente «pacífica», los prejuicios nacionales, el temor a virajes rápidos y la falta de fe en estos virajes, todo esto, como es de suponer, han sido circunstancias complementarias que han vigorizado el oportunismo y han contribuido a la contemporización hipócrita y cobarde con él, bajo el pretexto de que esto es sólo temporal y obedece únicamente a causas y motivos especiales. (Contra el revisionismo, pp. 260-61; elipsis nuestra).

Y que Stalin subrayó de este modo:

Fue ése un período de desarrollo relativamente pacífico del capitalismo, el período de anteguerra, por decirlo así, en que las contradicciones catastróficas del imperialismo no habían llegado aún a revelarse en toda su evidencia; un período en que las huelgas económicas de los obreros y los sindicatos se desenvolvían más o menos «normalmente»; en que se obtenían triunfos «vertiginosos» en la lucha electoral y en la actuación de las minorías parlamentarias; en que las formas legales de lucha se ponían por las nubes y se creía «matar» al capitalismo con la legalidad; en una palabra, un período en el que los partidos de la II Internacional iban echando grasa y no querían pensar seriamente en la revolución, en la dictadura del proletariado, en la educación revolucionaria de las masas. (Los fundamentos del leninismo/Cuestiones del leninismo, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1961,p. 13)

Y que, por su parte, Mariátegui expresó en los términos siguientes:

La función de la Segunda Internacional fue casi únicamente una función organizadora. Los partidos socialistas de esa época efectuaban una labor de reclutamiento. Sentían que la fecha de la revolución social se hallaba lejana. Se propusieron, por consiguiente, la conquista de algunas reformas interinas. El movimiento obrero adquirió así un ánima y una mentalidad reformistas. (La escena contemporánea, p. 113).

Con el paso del capitalismo competitivo al imperialismo, todas las contradicciones del capitalismo se exacerbaron y surgieron otras nuevas. En estas condiciones, más todavía que en la época del capitalismo competitivo y de preparación de la revolución proletaria, la lucha electoral no puede ser actuada a la manera de los partidos de la Segunda Internacional, sino que tienen que observarse escrupulosamente las precisiones de Engels: ahí donde está vigente el sufragio universal, el partido proletario debe tener presente en todo momento la relación de la lucha electoral con la lucha directa de las masas, de la lucha legal con la lucha ilegal, de la lucha «pacífica» con la lucha no pacífica. Por tanto, la lucha en las instituciones burguesas (parlamento, municipio, etc.) no puede ser actuada en toda situación como la forma principal de lucha y menos todavía como la única forma de lucha.

Así pues, la táctica del proletariado comprende el  empleo combinado de la lucha electoral y la lucha directa de las masas, y la principalidad de una u otra forma depende de la situación concreta.

Por eso, elevar a principio una forma de lucha y prácticamente a considerarla como la única forma de lucha, es proceder como los oportunistas que castraron el balance de Engels.

En el Perú de hoy, precisamente, hay quienes, sin necesidad de tergiversar la letra de Engels, tergiversan sin embargo el contenido de su táctica, absolutizando la lucha electoral al desechar las precisiones que el cofundador del marxismo subrayara, apareciendo así los aludidos como paladines de la legalidad a toda costa, como campeones de la paz a ultranza, como adversarios vergonzantes de la fuerza y la violencia.

En conclusión, el proletariado y en general las clases trabajadoras deben estar preparados en todo momento, tanto política como organizativamente, para desarrollar cualquier forma de lucha.

En el Manifiesto, Marx y Engels escribieron:

Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero, al mismo tiempo representan y defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de ese movimiento.

En esta afirmación se encuentra la esencia de la táctica del proletariado; en efecto, tanto la lucha electoral como la lucha directa de las masas tienen que tener presente en todo momento «los objetivos e intereses inmediatos» (económicos, políticos, sociales, culturales), como «el porvenir» del movimiento revolucionario (conquista del poder, socialismo, realización del comunismo)

En consecuencia, el partido proletario debe luchar constantemente por unir a todas las fuerzas sociales susceptibles de ser unidas en torno a un programa de reivindicaciones inmediatas y mediatas; es decir, de concretar las luchas cotidianas y parciales y preparar al pueblo para la lucha por el poder, por la dictadura del proletariado y, todo esto, enmarcado en la idea rectora de la realización del comunismo.

        Mariátegui subrayó:

        Una revolución no puede ser predicha a plazo fijo. Sobre todo, una revolución no es un golpe de mano. Es una obra multitudinaria. Es una obra de la historia. Los comunistas lo saben bien. Su teoría y su praxis se han forjado en la escuela y en la experiencia del materialismo histórico. No es probable, por ende, que se alimenten de ilusiones (La escena contemporánea, p. 135).

Pues bien, teniendo en cuenta que la revolución «no es un golpe de mano», sino «una obra multitudinaria» que se cumple «en muchos años», Mariátegui puntualizó en otro lugar:

        El comunismo conforme a su práctica mundial asistirá a las elecciones con meros fines de agitación y propaganda clasistas. (Temas de nuestra América, 1988, pp. 137-38).

Es decir, para Mariátegui la lucha legal, y, en general, la lucha «pacífica», es la preparación necesaria de la toma revolucionaria del poder; pero, claro está, esto no contraviene las estipulaciones precisadas arriba.

        Levantar –como lo hacen algunos–  un pretendido camino municipal al socialismo es, de hecho, plantear una tesis semejante a la tesis de la vía parlamentaria al socialismo del revisionismo jruschoviano: al proponer, en las condiciones del régimen capitalista, un “nuevo municipio” como “germen del socialismo”, de hecho se propone la reestructuración del Estado burgués en sus bases municipales y, así, de hecho también, se propone la transición pacífica al socialismo.

        Contra esta ilusión se alza la tesis marxista según la cual los cauces legales no pueden contener una acción revolucionaria (véase Temas de nuestra América, pp. 140-44).

Economía

Fortaleza de la Economía Peruana y Alza del Dólar

César Risso

CON LA SIGUIENTE AFIRMACIÓN, “PERÚ ENTRE LOS PAÍSES MENOS VULNERABLES EN LA REGIÓN. La solidez se refleja en el reducido déficit externo de 1,6% y deuda pública de 25% del PBI”1, pretenden convencernos del “buen” manejo de la política económica y de la casi imposibilidad de enfrentar una situación de crisis económica.

        A renglón seguido se afirma que:

“Una de las lecciones aprendidas durante la crisis subprime del 2009 fue que la economía peruana no se encuentra blindada ante shocks externos. Basta recordar que el crecimiento en dicho año fue de apenas 1,0%, la tasa más baja desde el año 2002 a la fecha, pero es cierto que fue uno de los pocos países en mostrar crecimiento ese año.”2

Las maniobras para demostrar que nuestra economía no afrontará una crisis económica no tienen límites. Se afirma, por ejemplo, que “Recientemente destaca la reducción del déficit en cuenta corriente, el cual pasó de -4,8% del PBI en el 2015 a -1,6% en el 2018.”3. La comparación se realiza entre los años 2015 y 2018. Pero si se comparase el año 2018 con el 2017, entonces se vería que ha aumentado el déficit en cuenta corriente.

        “[…] la apreciación del dólar, significa que hay una escasez relativa de dólares, lo cual provoca que al tener mayor “valor” el dólar, entonces, comparativamente, todas las demás mercancías se expresan en una menor cantidad de dólares, o en otras palabras, que por la misma cantidad de mercancías se pagan menos dólares.”

        “La apreciación del dólar, encarece las mercancías norteamericanas expresadas en monedas nacionales de los países con los que comercializa, aumentando el déficit en la balanza comercial de los Estados Unidos de Norteamérica.”

        “En el Perú, la apreciación del dólar, con su contrapartida, la depreciación del sol, causaría el aumento del precio de las mercancías importadas, lo cual tendría un impacto en el costo tanto de las mercancías producidas internamente con insumos importados, como de aquellas mercancías que se adquieren por las empresas comerciales para la venta a los consumidores finales.”

        “Quienes se verían beneficiados en nuestro país serían las empresas exportadoras, que al recibir dólares con mayor “valor”, al cambio obtendrían más soles.”4

Las consecuencias del aumento del valor del dólar están a la vista. En sus maniobras por evitar reconocer el carácter fluctuante de la economía capitalista en general, y la peruana en particular, no pueden dejar de reconocer los hechos, pues por más que los oculten se les filtran por todos lados.

        Desde el punto de vista del aumento de precio del dólar, se beneficiaría a los exportadores peruanos. Sin embargo, por la política norteamericana, los principales destinos de nuestras exportaciones se verían afectados, impactando negativamente nuestra economía.

“Si bien las posibilidades de contagio de salida de capitales parecen no ser tan relevantes, el impacto puede sentirse por el lado comercial, considera el IEDEP, en la medida que China y la Unión Europea se vean afectadas por la política norteamericana, al ser el primer y tercer destino de importancia de nuestras exportaciones.”5

Sin embargo, a la par de reconocer esta situación, se agrega enseguida lo siguiente:

“Los siete países emergentes mencionados con bajos indicadores macroeconómicos acumulan en conjunto el 10,4% de nuestras exportaciones, que visto de esta forma no deja de ser potencialmente preocupante, dado que a nivel individual no son significativos.”6

Es decir, primero, la situación externa nos afectaría, y después no nos afectaría. Aunque en el primer caso se cita la situación de nuestros principales socios comerciales, y en el segundo la situación de nuestros socios menores. Se niega así el peor escenario encubriéndolo con un argumento débil.

        Lo que es difícil entender, es cómo a pesar de la caída de las RIN (reservas internacionales netas) un 8% en lo que va del año, pueden afirmar que nuestra economía puede soportar en mejor forma una crisis externa. Es más, una de las características de las crisis económicas (financieras) es la fuga de capitales. Las RIN se evaporan, y con esto la economía deja de funcionar.

        Las instituciones oficiales del Perú, como el Ministerio de Economía y Finanzas, aumentaron la expectativa de crecimiento del PBI, pasando de 3,6% a 4%; en tanto que la Cámara de Comercio de Lima (CCL) planteó el aumento de la expectativa de crecimiento del PBI de 3,8% a 4,3%. En cuanto a las instituciones internacionales, el Banco Mundial plantea que el PBI de Perú crecerá 3,5% en el 2018, mientras que el FMI evaluó este crecimiento inicialmente en 4% y en junio plantea que será de 3,7%.

        Como se puede apreciar, las expectativas de crecimiento, al igual que nuestra economía, son fluctuantes. Cada nuevo viraje, por pequeño que sea, provoca en los analistas y en las instituciones capitalistas, la corrección de las proyecciones. Es una competencia por vender mejor sus servicios, dado el mayor acercamiento a los resultados finales.

        Son los gurús de la economía y la inversión privada para los negocios de la burguesía imperialista. Entre tanto, en el país, como hemos podido ver, los niños de Cerro de Pasco, siguen muriendo por la contaminación de la minera Volcan.
___________
(2) Ibidem.
(3) Ibidem.
(4) César Risso, Coyuntura económica y reclamo burgués. En Blog CREACIÓN HEROICA, julio 2018.
(5) https://www.camaralima.org.pe/RepositorioAPS/0/0/par/EDICION847/LACAMARA_847.pdf

Internacionales


Jorge Beinstein 

El ascenso autoritario

LA RADICALIZACIÓN REACCIONARIA de los gobiernos de países como Paraguay, Argentina, Brasil, México u Honduras comienza a generar la polémica en torno de su caracterización.

Ninguno de esos regímenes ha sido el resultado de golpes de estado militares, en los casos de Brasil, Honduras o Paraguay la destitución de los presidentes fue realizada (parodia constitucional mediante) por el poder legislativo en combinación más o menos fuerte con los poderes judicial y mediático. En Brasil la Presidencia pasó a ser ejercida por el vicepresidente Temer (ungido por un golpe parlamentario) cuyo nivel de aceptación popular según diversas encuestas rondaría apenas el 3% de los ciudadanos. En Paraguay ocurrió lo mismo, y el presidente destituido fue remplazado por el vicepresidente a través de un procedimiento parlamentario express y luego fueron realizada elecciones presidenciales que consagraron a Horacio Cartes un personaje de ultraderecha claramente vinculado al narcotráfico.

En Honduras se realizaron elecciones presidenciales en noviembre 2017(1), la “Alianza de Oposición contra la Dictadura” había ganado claramente pero el gobierno haciendo honor al calificativo con que lo había marcado la oposición consumó un fraude escandaloso afirmando así la continuidad del dictador Juan Orlando Hernandez.

Un caso por demás curioso es el de Argentina donde se realizaron en 2015 elecciones presidenciales en medio de una avalancha mediática, económica y judicial sin precedentes contra el gobierno y favorable al candidato derechista Maurizio Macrì. El resultado fue la victoria de Macrì por escaso margen quien apenas asumió la presidencia avanzó sobre los otros poderes del estado logrando al poco tiempo de hecho la suma del poder público. Si a esa concentración de poder le agregamos el control de los medios de comunicación y del poder económico nos encontramos ante una pequeña camarilla con una capacidad de control propia de una dictadura. Completa el panorama el comportamiento cada vez más represivo del gobierno que por primera vez desde el fin de la dictadura militar en 1983 ha decidido la intervención de las Fuerzas Armadas en conflictos internos mediante la constitución de una “fuerza militar de despliegue rápido” integrada por efectivos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica y la conformación de una fuerza operativa conjunta con la DEA utilizando la excusa de la “lucha contra el narcotráfico y el terrorismoii. De ese modo Argentina se incorpora a una tendencia regional impuesta por los Estados Unidos de reconversión convergente de las Fuerzas Armadas convencionales, las policías y otras estructuras de seguridad en policías militares capaces de “controlar” a las poblaciones de esos países. No siguiendo el viejo estilo conservador-cuartelario inspirado en la “doctrina de seguridad nacional” sino estableciendo espacios sociales caóticos inmersos en el desastre, precisamente atravesados por el narcotráfico (promovido, manipulado desde arriba) y otras formas de criminalidad disociadora siguiendo la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación.

En México como sabemos se suceden los gobiernos fraudulentos inmersos en una creciente ola de barbarie y en Colombia la abstención electoral tradicionalmente mayoritaria llegó recientemente a cerca de dos tercios del padrón electoraliiiadornada por un muy publicitado “proceso de paz” que logró la rendición de las FARC asegurando al mismo tiempo la preservación de la dinámica de saqueos, asesinatos y concentración de ingresos que caracteriza tradicionalmente a ese sistema. En estos dos casos no nos encontramos ante algo “nuevo” sino frente a regímenes relativamente viejos que fueron evolucionando hasta llegar hoy a constituir verdaderos ejemplos exitosos de aplicación de las técnicas más avanzadas de desintegración social. La tragedia de esos países muestra el futuro que aguarda a los recién llegados al infierno.

El panorama queda completado con las tentativas de restauración reaccionaria en Bolivia y Venezuela. En el caso venezolano la intervención directa de Estados Unidos busca recuperar (recolonizar) la mayor reserva petrolera del mundo en momentos en que el reinado del petro-dólar (fundamento de la hegemonía financiera global del Imperio) entra en declinación rápida ante el ascenso de China (el mayor comprador internacional de petróleo) que busca imponer su propia moneda respaldada por oro (el petro-yuan-oro) en alianza precisamente con Venezuela y otros gigantes del sector energético como Rusia e Irán.

En Bolivia el aparato de inteligencia imperial realiza una de sus manipulaciones de manual inspirada en la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación. Pone en acción sus apéndices mediáticos locales y globales intentando desplegar la histeria (en este caso racista) de franjas importantes de las clases medias blancas y mestizas contra el presidente indio. Aquí no solo se trata de barrer a un gobierno progresista sino de apropiarse de las reservas de litio, las mayores del mundo (según distintas prospecciones Bolivia contaría con aproximadamente el 50 % de las reservas de litio del planeta), pieza clave en la futura reconversión energética global. 
Principales características

Las actuales dictaduras tienen todas las características de presentar una imagen civil con apariencia de respeto a los preceptos constitucionales, manteniendo un calendario electoral con pluralidad de partidos y demás rasgos de un régimen democrático de acuerdo a las reglas occidentales. Por otra parte no nos encontramos ante mecanismos explícitos de censura y aunque marginales o en posiciones muy secundarias se escuchan algunas voces divergentes. Los prisioneros políticos pasan casi siempre por los juzgados donde los jueces los condenan de manera arbitraria pero aparentando apoyarse en las normas legales vigentes. Los asesinatos de opositores son minimizados u ocultados por los medios de comunicación y quedan por lo general envueltos por mantos de confusión que diluyen las culpas estatales amalgamando de manera sistemática los crímenes políticos con las violencias policiales contra pobres y pequeños delincuentes sociales y represiones a las protestas populares.

Esa máscara democrática, prolijamente desprolija, resulta ser lo que es: una máscara, cuando constatamos que los medios de comunicación convertidos en un instrumento de manipulación total de la población están controlados por monopolios como el grupo Clarín en Argentina, O Globo en Brasil o Televisa en México cuyos propietarios forman parte del estrecho círculo del Poder. O cuando llegamos a la conclusión de que el sistema judicial está completamente controlado por ese círculo del que participan los principales intereses económicos (transnacionalizados) manejando a discreción al aparato policial-militar. Y que en consecuencia los partidos políticos significativos, los medios de comunicación, las grandes estructuras sindicales y otros espacios de potencial expresión de la sociedad civil están estratégicamente controlados (más allá de ciertos descontroles tácticos) mediante una embrollada maraña de represiones, chantajes, crímenes selectivos, abusos judiciales, bombardeos mediáticos apabullantes disociadores o disciplinadores y fraude electoral más o menos descarado según el problema concreto a resolver.

El nuevo panorama ha provocado una notable crisis de percepción donde la realidad choca con principios ideológicos, conceptualizaciones y otras componentes de un sentido común” heredado del pasado. No somos víctimas de un rígido encuadramiento de la población con pretensiones totalitarias explícitas anulando toda posibilidad de disenso, buscando integrar al conjunto de la sociedad a un simple esquema militar, sino ante sistemas flexibles, en realidad embrollados, que no intentan disciplinar a todos sino más bien desarticular, degradar a la sociedad civil convirtiéndola en una víctima inofensiva, apabullada por la tragedia.

No se presentan proyectos nacionales desmesurados, propios de los militares salvadores de la patria” de otros tiempos o imágenes siniestras como la de Pinochet, ni siquiera discursos hiper optimistas como el de los globalistas neoliberales de los años 1990 o personajes cómicos como Carlos Menem, sino presidentes sin carisma, por lo general torpes, aburridos repetidores de frases banales preparadas por los asesores de imagen que conforman una red regional globalizada de “formadores de opinión” made in USA.

En suma, las dictaduras blindadas y triunfalistas del pasado parecen haber sido reemplazadas por dictaduras o protodictaduras grises que ofrecen poco y nada montadas sobre aplanadoras mediáticas embrutecedoras. Siempre por detrás (en realidad por encima) de estos fenómenos se encuentran el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y los de algunos de sus aliados. La CIA, la DEA, el MOSSAD, el M16 según los casos manipulan los ministerios de seguridad o de defensa, los de relaciones exteriores, las grandes estructuras policiales de esos regímenes vasallos y diseñan estrategias electorales fraudulentas y represiones puntuales. 

Capitalismo de desintegración

Se forjan así articulaciones complejas, sistemas de dominación donde convergen élites locales (mediáticas, políticas, empresarias, policial-militares, etc.) con aparatos externos integrantes del sistema de poder de los Estados Unidos. Estas fuerzas dominan sociedades marcadas por lo que podría ser calificado como capitalismo de desintegración” basado en el saqueo de recursos naturales y la especulación financiera, y la creciente marginación de población, radicalmente diferente de los viejos capitalismos subdesarrollados estructurados en torno de actividades productivas (agrarias, mineras, industriales). No es que en los viejos sistemas no existiera el saqueo de recursos ni el bandidaje financiero, en algunos momentos y países ocupaban el centro de la escena pero en el largo plazo y en la mayor parte de los casos quedaban en un segundo plano. La superexplotación de la mano de obra y el acaparamiento de las ganancias productivas aparecían como los principales objetivos económicos directos de aquellas dictaduras.

Tampoco es cierto que ahora las élites dominantes se desinteresen de los salarios o de la propiedad de la tierra, por el contrario desarrollan una amplio abanico de estratagemas destinadas a reducir los salarios reales y adueñarse de territorios, ya que si en los viejos capitalismos no existía solamente producción sino también especulación y saqueo, en los actuales la base productiva, en retracción a causa del pillaje desmesurado, sigue siendo una fuente importantísima de beneficios. Sin embargo su preservación, su reproducción en el largo plazo no está en el centro de las preocupaciones cotidianas de las élites atrapadas psicológicamente por la dinámica parasitaria de la especulación financiera y su entorno de negocios turbios. Entre otras cosas porque en el actual imaginario burgués ha desaparecido el largo plazo, sus operaciones más importantes están regidos por el corto plazo lumpecapitalista. En el saqueo de recursos naturales a través de la megaminería a cielo abierto, de la extracción de gas y petróleo de esquisto o de la agricultura basada en transgénicos, se utilizan tecnologías orientadas por la velocidad del ritmo financiero al servicio de gente que no tiene tiempo ni interés para dedicarse a temas tales como la salud de la población afectada, el equilibrio ambiental y otras áreas impactadas por los “daños colaterales” del éxito empresario (financierización del cambio tecnológico, la cultura técnica dominante como auxiliar del saqueo).

Estos capitalismos de desintegración son conducidos por élites que pueden ser caracterizadas como lumpenburguesías, burguesías principalmente parasitarias, transnacionalizadas, financierizadas, oscilando entre lo legal y lo ilegal, crecientemente alejadas de la producción. Son inestables no por accidentes de la coyuntura sino por su esencia decadente. Por encima de ellas se encuentran las grandes potencias y sus élites embarcadas desde hace tiempo en el camino de la degradación, en un planeta donde los productos financieros derivados representaban a fines de 2017 unas siete veces el Producto Bruto Global, donde la deuda global total (pública más privada) era de casi tres veces el Producto Bruto Global, donde solo cinco grandes bancos estadounidenses disponían de “activos financieros derivados” por unos 250 billones de dólares (13 veces el Producto Bruto Interno de los Estados Unidos), donde sumadas las ocho personas más ricas del mundo disponen de una riqueza equivalente al 50 % de la población mundial (los más pobres).

La formación y encumbramiento de esas élites latinoamericanas son el resultado de prolongados procesos de decadencia estructural y cultural, de un subdesarrollo que incluyó hace ya varias décadas componentes parasitarias que se fueron adueñando del sistema, lo fueron carcomiendo, envenenando, pudriendo, siguiendo la lógica sobredeterminante del capitalismo global, no de manera mecánica sino imponiendo especificidades nacionales propias de cada degeneración social.

Por debajo de esas élites aparecen poblaciones fragmentadas, con trabajadores integrados desde el punto de vista de las normas laborales vigentes separados de los trabajadores informales, precarios. Con masas crecientes de marginales urbanos, de pobres e indigentes estigmatizados por los medios de comunicación, despreciados por buena parte de las clases integradas que se van achicando en la medida en que avanzan los procesos de concentración económica y pillaje de riquezas. No se trata entonces de espacios sociales estancados, segmentados de manera estable sino de sociedades sometidas a la reproducción ampliada de la rapiña elitista transnacionalizada, a la sucesión interminable de transferencias de ingresos de abajo hacia arriba y hacia el exterior, a la degradación ascendente de la calidad de vida de las clases bajas pero también de porciones crecientes de las capas medias. Algunos autores se refieren al fenómeno calificándolo de “neoliberalismo tardíoiv, algo así como un regreso a los paradigmas ideológicos neoliberales que tuvieron su auge en los años 1990 pero en un contexto global desfavorable a ese retorno (ascenso del proteccionismo comercial, declinación de la unipolaridad en torno de los Estados Unidos, etc.). Nos encontraríamos entonces frente a una aberración histórica, un contrasentido económico y geopolítico protagonizado por círculos dirigentes empecinados en su subordinación al Imperio norteamericano, interrumpiendo la marcha normal, racional, progresista y despolarizante que predominaba en América Latina. Las derechas latinoamericanas se encontrarían embarcadas en un proyecto a contramano de la evolución del mundo.

Pero ocurre que el mundo no se encamina hacia una nueva armonía, un nuevo ciclo productivo, sino hacia la profundización de una crisis de larga duración, iniciada hace casi medio siglo. La misma se caracteriza entre otras cosas por la declinación tendencial de las tasas de crecimiento de las economías capitalistas centrales tradicionales y la hipertrofia financiera (financierización de la economía global) impulsando el quiebre de normas, legitimidades institucionales y equilibrios socioculturales que aseguraban la reproducción de la civilización burguesa más allá de las turbulencias políticas o económicas. La mutación parasitaria-depredadora del capitalismo tiene como centro a Occidente articulado en torno del Imperio norteamericano pero envuelve al conjunto de la periferia y también afecta a potencias emergentes como China o Rusia muy dependientes de sus exportaciones donde los mercados de Europa, Estados Unidos y Japón cumplen un papel decisivo. Así es como la tasas de crecimiento del Producto Bruto Interno de China se vienen desacelerando y la economía rusa oscila entre la recesión, el estancamiento y el crecimiento anémico.

Un aspecto esencial de la nueva situación global es el carácter abiertamente devastador de las dinámicas agrarias, mineras e industriales motorizadas tanto por la potencias tradicionales como por las emergentes, cuyos efectos han dejado de ser una borrosa amenaza futura para convertirse en un desastre presente que se va amplificando año tras año. Todo ello nos debería llevar a la conclusión de que los regímenes reaccionarios de América Latina no tienen nada de tardío, de desactualizado, de desubicación histórica sino que son la expresión de la podredumbre radical de sus élites, de su mutación parasitaria enlazada con un fenómeno global que las incluye. Lo que nos permite descubrir no solo la fragilidad histórica, la inestabilidad de esas burguesías, tan prepotentes y voraces como enfermas, sino también las vanas ilusiones progresistas negadoras de la realidad, que al calificar de tardío al lumpencapitalismo dominante lo marcan como anormal, anómalo, a destiempo, alentando la esperanza del retorno a la normalidad” de un nuevo ciclo de prosperidad en la región, más o menos keynesiano, más o menos productivo, más o menos democrático, más o menos razonable, ni muy derechista ni muy izquierdista, ni tan elitista ni tan populista. El sujeto burgués de ese horizonte burgués fantasioso solo está en su imaginación, la marcha real del mundo lo ha convertido en un habitante fantasmagórico de la memoria. Mientras tanto los grandes empresarios”, los círculos concretos de poder, participan de cuerpo y alma en la orgía de la devastación, tan desinteresados en el largo plazo y el desastre social y ambiental como en la racionalidad progresista (a la que consideran un estorbo, una traba populista al libre funcionamiento del “mercado”).

Reacciones populares y profundización de la crisis

La gran incógnita es la que se refiere al futuro comportamiento de las grandes mayorías populares que fueron afectadas tanto desde el punto de vista económico como cultural por la decadencia del sistema. Las élites pudieron aprovechar la desestructuración, las irracionalidades sociales generadas por un fenómeno perverso que atravesó tanto las etapas derechistas como las progresistas. Durante los períodos de gobiernos de derecha civiles o militares promoviendo y garantizando privilegios y abusos de todo tipo, afirmando un “sentido común“ egoísta, disociador, subestimador de identidades culturales solidarias.

Pero cuando llegaron las experiencias progresistas esas élites utilizaron la degradación tradiciones de marginación muy enraizadas) impulsando irrupciones racistas, neofascistas de las capas medias extendidas a veces hasta espacios medio-bajos donde se mezclan el pequeño comerciante con el asalariado integrado (en consecuencia por encima del marginado, del precario).

Vimos así en Brasil, Argentina, Bolivia o Venezuela movilizaciones histéricas de clases medias urbanas neofascistas exigiendo las cabezas de los gobernantes “populistas”, manipuladas por los medios de comunicación y los poderes económicos que el progresismo había respetado como parte de su pertenencia al sistema (admitida abiertamente, silenciada o negada de manera superficial o insuficiente). Ahora las llamadas restauraciones conservadoras o derechistas no están restaurando el pasado neoliberal sino instaurando esquemas de devastación nunca antes vistos. Pudieron triunfar gracias a las limitaciones y desinfles de progresismos acorralados por las crisis de sistemas que ellos pretendían mejorar, reformar o en algunos casos superar de manera indolora, gradual, “civilizada”.

Pero las crisis nacionales no se detienen, por el contrario son incentivadas por los comportamientos saqueadores de las derechas gobernantes que siguen practicando sus tácticas disociadoras, de embrutecimiento colectivo, buscando generar odio social hacia los pobres. Los medios de comunicación trabajan a pleno detrás de esos objetivos y como la declinación económica avanza empujada por las políticas oficiales y por la marcha de la crisis global, las manipulaciones mediáticas comienzan a demostrarse impotentes ante la marea ascendente de protestas populares. La virtualidad del marketing neofascista empieza a ser desbordado por la materialidad de las penurias no solo de los pobres sino también de capas medias que se van empobreciendo. Males materiales que al amplificarse les abren la puerta a la rebeldía de quienes nunca fueron engañados y de los que han sido embaucados. Es así como en Brasil el repudio popular al gobierno de Temer es abrumador o en Argentina la imagen edulcorada de Macri se va diluyendo velozmente mientras se extienden las protestas populares.

La represión, la militarización de los gobiernos de derecha aparece entonces como alternativa de gobernabilidad, las dinámicas dictatoriales de esos regímenes van engendrando dispositivos policial-militares con la esperanza de controlar a los de abajo, van funcionando con cada vez mayor intensidad los mecanismos de “cooperación hemisférica”: operaciones conjuntas con la DEA, suministro de armamento y capacitación para el control de protestas sociales, multiplicación de estructuras represivas nacionales y regionales monitoreadas desde los Estados Unidos. Se trata de un combate con final abierto entre fuerzas sociales que buscan sobrevivir y que al hacerlo pueden llegar a engendrar vastos movimientos de regeneración nacional, radicalmente antisistémicos y élites degradadas e inestables, dependientes del amo imperial (que se reserva el derecho a la intervención directa, si las circunstancias lo requieren y permiten), animadas por un nihilismo portador de pulsiones tanáticas.
Notas:

(1) Hugo Noé Pino, “Cronología del fraude electoral en Honduras”, Criterio.hn. Diciembre 8 de 2017, https://criterio.hn/2017/12/08/cronologia-del-fraude-electoral-honduras/
(2) Manuel Gaggero, “Argentina. La historia se repite… como tragedia”,
(3) Ana Patricia Torres Espinosa, “Abstención electoral en Colombia. Desafección política, violencia política y conflicto armado”, Cuadernos de Investigación, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de
Ciencias Políticas y Sociología, http://politicasysociologia.ucm.es/data/cont/docs/21-2016-12-21-CI12_W_Ana%20Patricia%20Torres.pdf
Miguel García Sanchez, “Sobre la baja participación electoral en Colombia”, Semana, 2016-10-18, http://www.semana.com/opinion/articulo/miguel-garcia-sanchez-sobre-la-baja-participacion-electoral-decolombia/499388
(4) “El neoliberalismo tardío. Teoría y praxis. Documento de Trabajo nº 5”, Daniel García Delgado y Agustina Gradin (compiladores), FLACSO, Argentina 2017.


* Tomado de la Revista Centenario (https://revistacentenario.com/2018/04/11/las-nuevas-dictaduras-latinoamericanas/)
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