Nota:
El capítulo del
ensayo Carlos Marx: Concepción del mundo,
Revolución Proletaria, Realización del Comunismo, que publicamos a continuación,
es una contribución al esclarecimiento de la táctica del proletariado en las
condiciones de vigencia del sufragio universal.
Contra el “izquierdismo” que
menosprecia la participación del proletariado en la lucha electoral, el autor
señala la necesidad de esta lucha como preparación para la toma del poder.
Por otro lado, contra la
participación a cualquier precio en la lucha electoral, el autor recuerda
oportunamente las estipulaciones de Engels que relativizan esta forma de lucha.
La táctica del proletariado no es
una camisa de fuerza, sino una cuestión determinada por la situación concreta.
Esto significa que, si bien en términos generales puede decirse que en las
condiciones aludidas en el primer párrafo, la lucha “pacífica”, legal, sirve
como preparación de la toma revolucionaria del poder, esto no debe significar
que se olviden las estipulaciones de Engels que, olvidadas en no pocas
experiencias, han terminado con la desarticulación de la lucha popular. El
proletariado debe estar preparado en todo momento para dirigir la forma de
lucha que le imponga la situación. Negligir esto es típico de la política
oportunista.
01.10.2018.
Comité de
Redacción.
La Táctica del Proletariado
Eduardo Ibarra
LA LUCHA DEL PROLETARIADO contra la burguesía, desde la
insurrección del 22 de junio de 1848 en Francia («primera gran batalla
entre las dos clases en que se divide la sociedad moderna», según señaló Marx en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte)
hasta la última década del siglo XIX, pasando, naturalmente, por la Comuna de
París, le enseñaron al proletariado, a costa de duras derrotas, a diseñar su
táctica en las condiciones de la vigencia del sufragio universal.
En marzo de 1985 Engels hizo el
balance de ese proceso de lucha y aprendizaje y, así, empezó señalando el
cambio de las condiciones donde el proletariado desenvolvía su lucha por su
emancipación.
La rebelión al viejo estilo, la lucha en las calles con barricadas, que
hasta 1848 había sido la decisiva en todas partes, estaba considerablemente
anticuada. (Las luchas de clases en
Francia de 1848 a 1850 de Marx, Introducción,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, s/f, p. 19).
… desde entonces, han cambiado muchísimas cosas, y todas a favor de las
tropas. Entre esas muchísimas cosas, estaban el crecimiento vertiginoso de los
ejércitos, la posibilidad real del rápido transporte de las tropas, el nuevo
armamento producto del desarrollo industrial. (ibídem, p. 21).
… del lado de los insurrectos todas las condiciones han empeorado. En
efecto, la unidad del pueblo era ya entonces una cuestión poco posible, y por
tanto el pueblo aparecería dividido en el caso de una insurrección; el nuevo
armamento, producto del desarrollo industrial, hacía imposible improvisar el
armamento de los insurrectos; la construcción de calles aparentes para la
intervención de las tropas en las barriadas obreras hacía allí insostenible la
lucha de barricadas. (ibídem, p. 26)
La burguesía se había colocado en todas partes al lado de los gobiernos,
los representantes de «la cultura y la propiedad» saludaban y obsequiaban a las tropas enviadas
contra las insurrecciones. La barricada había perdido su encanto; el soldado ya
no veía detrás de ella al «pueblo», sino a rebeldes, a agitadores, a saqueadores, a
partidarios del reparto, a la hez de la sociedad… (ibídem, p. 21).
Es decir, la pasada situación («… una guardia cívica,
que, o se ponía directamente al lado de la insurrección o bien, con su actitud
tibia e indecisa, hacía vacilar asimismo a las tropas y, por añadidura
suministraba armas a la insurrección»), había sido subsanada por la burguesía
reestructurando su aparato estatal y particularmente sus cuerpos represivos
(véase El dieciocho brumario de Luis
Bonaparte).
Ahora bien, en general
… la crisis del comercio mundial producida en 1847 había sido la verdadera
madre de las revoluciones de Febrero y Marzo… la prosperidad industrial, que
había vuelto a producirse paulatinamente desde mediados de 1848 y que en 1949 y
1950 llegaba a su pleno apogeo, fue la fuerza animadora que dio nuevos bríos a
la reacción europea otra vez fortalecida. Y esto fue decisivo. (…) Una nueva
revolución sólo es posible como consecuencia de una nueva crisis. Pero es tan
segura como ésta (ibídem, p. 6;
elipsis nuestra).
A todo lo referido en
las citas, hay que agregar el hecho de que el movimiento espontáneo del
proletariado no tenía entonces como guía una doctrina verdadera como es el
marxismo, y que, por esto
… en 1848 eran contados
los que comprendían más o menos en qué sentido había que buscar esta
emancipación [del proletariado]. Hasta en París, las mismas masas proletarias
ignoraban en absoluto, incluso después del triunfo, el camino que había que
seguir. (ibídem, p. 11).
Así pues, ya en la década de 1850 habían cambiado las
condiciones sobre las cuales el proletariado tenía que desenvolver su lucha de clase y, por tanto,
era necesario revisar su método de lucha.
Ciertamente en
el marco general de la cuestión que nos ocupa, la implantación progresiva del
sufragio universal en la Europa de la época jugó un papel clave en el cambio de
las condiciones.
Así pues, en la medida en que en
las nuevas condiciones no era posible que la insurrección tuviese éxito, el
proletariado empezó a utilizar las instituciones que la propia burguesía había
instaurado para sostener su poder y, particularmente, el sufragio universal.
Engels recordó en su mencionada Introducción que, ya el Manifiesto comunista, había proclamado
la lucha por el sufragio universal, por la democracia, como una de las
primeras y más importantes tareas del proletariado militante (ibídem, p. 17).
Por eso, en la introducción al programa del Partido
Obrero Francés, adoptado en 1880 en el Congreso de El Havre, Marx escribió que
los obreros alemanes habían transformado el sufragio universal
de medio de engaño que había sido hasta aquí en instrumento de
emancipación. (citado por Engels, ibídem,
p. 18).
Pero además, Engels
hizo el siguiente comentario sobre la utilización por el proletariado del
sufragio universal:
Y aunque el sufragio universal no hubiese aportado más ventaja que la de
permitirnos hacer un recuento de nuestras fuerzas cada tres años; la de
acrecentar en igual medida, con el aumento periódicamente constatado e
inesperadamente rápido del número de votos la seguridad en el triunfo de los
obreros y el terror de sus adversarios, convirtiéndose con ello en nuestro
mejor medio de propaganda; la de informarnos con exactitud acerca de nuestra
fuerza y la de todos los partidos adversarios, suministrándonos así el mejor
instrumento posible para calcular las proporciones de nuestra acción y
precaviéndonos por igual contra la timidez a destiempo y contra la extemporánea
temeridad; aunque no obtuviésemos del sufragio universal más ventaja que ésta,
bastaría y sobraría (ibídem).
Es decir, el uso del sufragio universal le permite al
proletariado y a los trabajadores en general, llevar su lucha de clase al campo
de la burguesía para descomponerla desde dentro; propagandizar la idea de la
revolución y el programa revolucionario; acumular fuerzas; registrar la
correlación de fuerzas entre el partido proletario y los partidos adversarios;
reconocer la dimensión de la acción propia; y, como resultado de todo ello,
precaver a las propias fuerzas contra toda actitud pusilánime («timidez a destiempo»)
y contra toda precipitación («extemporánea temeridad»).
Ya en el Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (marzo-mayo
de 1884), Engels había adelantado:
… la clase poseedora impera de un modo directo por medio del sufragio
universal. Mientras la clase oprimida –en nuestro caso el proletariado– no está
madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social de hoy
como el único posible, y políticamente forma la cola de la clase capitalista,
su extrema izquierda. Pero a medida que va madurando para emanciparse ella
misma, se constituye como un partido independiente, elige sus propios representantes
y no los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el
índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más
en el Estrado actual, pero esto es bastante. El día en que el termómetro del
sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos
sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer. (OE, t. III, p. 347).
O sea, el sufragio universal expresa el grado de
conciencia alcanzado por el proletariado y las clases trabajadoras en general,
y, esto es todo lo que puede alcanzarse «en el Estado actual», es decir,
bajo la dictadura de la burguesía. Pero esta conciencia alcanzada es la mejor
preparación para la conquista revolucionaria del poder, pues, como se sabe, la
teoría deviene fuerza material una vez que prende en las masas.
Engels apuntó:
El primer gran servicio que los obreros alemanes
prestaron a su causa consistió en el mero hecho de su existencia como Partido
Socialista que superaba a todos en fuerza, en disciplina y en rapidez de
crecimiento. Pero además prestaron otro: suministrar a sus camaradas de todos
los países un arma nueva, una de las más afiladas, al hacerles ver cómo se
utiliza el sufragio universal (Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, p. 17).
Obsérvese que Engels señala un primer servicio del
proletariado alemán a los obreros «de todos los países»: su existencia como partido de
clase, como partido marxista. Y, precisamente sobre esta base –y solo sobre
esta base– los obreros alemanes suministraron a los obreros de los demás países
el ejemplo de la utilización del sufragio universal como el método más adecuado
para acrecentar las fuerzas del partido proletario, unir al pueblo, aislar a la
burguesía y, llegado el momento, conquistar el poder.
También apuntó Engels:
… en Alemania [después de implantarse el sufragio universal en 1866], donde
la industria… se desarrollaba cada vez más rápidamente, la socialdemocracia
crecía todavía más de prisa y con más persistencia. (p. 16; elipsis nuestra).
Así, en Francia, Bélgica, Suiza, Italia, Dinamarca,
Bulgaria, Rumania, etc., empezó a seguirse el ejemplo de Alemania.
Y agregó:
Nosotros, los «revolucionarios», los «elementos subversivos», prosperamos mucho más con los
medios legales que con los medios ilegales y la subversión. (ibídem, p. 26).
Y, ya había anticipado:
… con este eficaz empleo del sufragio universal entraba en acción un método
de lucha del proletariado totalmente nuevo, método de lucha que se siguió
desarrollando rápidamente. Se vio que las instituciones estatales en las que se
organiza la dominación de la burguesía ofrecen nuevas posibilidades a la clase
obrera para luchar contra estas mismas instituciones (ibídem, p. 19).
«¿Quiere decir esto, se preguntó Engels, que en el futuro los combates
callejeros no vayan a desempeñar ya papel alguno?» Y se respondió:
Nada de eso. Quiere decir únicamente que, desde 1948, las condiciones se
han hecho mucho más favorables y ventajosas para las tropas. Por tanto, una
futura lucha de clases sólo podrá vencer si esta desventaja de la situación se
compensa con otros factores. Por eso se producirá con menos frecuencia en los
comienzos de una gran revolución que en el transcurso ulterior de ésta y deberá
emprenderse con fuerzas más considerables. Y estas deberán… preferir el ataque
abierto a la táctica pasiva de barricadas. (ibídem,
p. 23; elipsis nuestra).
¿Quiénes pretendían que los revolucionaros se lanzaran
sin más a la lucha de calle con barricadas? Pues la burguesía, precisamente.
Por eso Engels escribió:
¿Comprende el lector, ahora, por qué los poderes imperantes nos quieren
llevar a todo trance allí donde disparan los fusiles y dan tajos los sables?
¿Por qué hoy nos acusa de cobardía porque no nos lanzamos sin más a la calle,
donde de antemano sabemos que nos aguarda la derrota? ¿Por qué nos suplican tan
encarecidamente que juguemos, al fin, una vez, a ser carne de cañón? (ibídem).
Concluyendo su razonamiento, Engels apuntó:
Si han cambiado las condiciones de la guerra entre
naciones, no menos han cambiado las de la lucha de clases. La época de los
ataques por sorpresa, de las revoluciones hechas por pequeñas minorías
conscientes a la cabeza de las masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se
trate de una transformación completa de la organización social, tienen que
intervenir directamente las masas, tienen que haber comprendido ya por sí
mismas de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida. Esto nos lo ha
enseñado la historia de los últimos cincuenta años. Y para que las masas
comprendan lo que hay que hacer, hace falta una labor larga y perseverante.
Esta labor es precisamente la que estamos realizando ahora, y con un éxito que
sume en la desesperación a nuestros adversarios. (ibídem, p. 24).
Pero el nuevo método de lucha que impusieron las nuevas
condiciones en las que tenía que desarrollar su lucha de clase el proletariado,
no significaba en modo alguno la renuncia a la revolución. Por eso Engels
precisó:
Huelga decir que no por ello nuestros camaradas extranjeros renuncian, ni
mucho menos a su derecho a la revolución. […] El derecho a la revolución está
tan inconmoviblemente reconocido en la conciencia universal que hasta el
general von Boguslawski deriva pura y exclusivamente de este derecho del pueblo
el derecho al golpe de Estado que reivindica para su emperador. (ibídem, p.25; elipsis nuestra).
Y aquí llegamos a un aspecto particularmente importante
del método que nos ocupa: si la lucha electoral le permite al proletariado
crecer y fortalecer las filas de la revolución, se sobreentiende que «Los
partidos del orden, como ellos se llaman, se van a pique con la legalidad
creada por ellos mismos» (ibídem, pp.
26-7); que «… a la postre no tendrán más camino que romper ellos mismos esta
legalidad…» (ibídem, p. 27); que el
fortalecimiento de la revolución solo podría ser contenido «mediante la
subversión de los partidos del orden, que no pueden prosperar sin violar las
leyes» (ibídem).
Y, puesto que
todos los Estados modernos [son] un producto
contractual: producto primero, de un contrato de los príncipes entre sí y,
segundo, de los príncipes con el pueblo. Y si una de las partes rompe el
contrato, todo el contrato viene a tierra y la otra parte queda también
desligada de su compromiso… Por tanto, si [la burguesía viola] la Constitución…
[el proletariado] queda en libertad y puede hacer y dejar de hacer con respecto
a (los poderes instituidos] lo que quiera. Y lo que entonces querrá… no es
fácil que se le ocurra contárselo a ustedes hoy. (p. 28; las dos primeras
elipsis son nuestras; la última y las cursivas son del original)
Entonces, el derecho al golpe de Estado legitima el
derecho a la revolución.
Es decir, la conquista del poder
debe aparecer como respuesta a la defensa violenta del poder por parte de la burguesía.
De esta forma la violencia revolucionaria aparece legitimada ante la conciencia
del pueblo o, mejor dicho, la violencia del pueblo aparece como legítima.
Hacia este desenlace se movía el
proletariado alemán y el proletariado de otros países europeos. Por eso Engels
escribió:
Entonces, reinaba la multitud de confusos evangelios de las diferentes
sectas, con sus correspondientes panaceas; hoy, una sola teoría, reconocida por todos, la teoría de Marx, clara y
transparente, que formula de un modo preciso los objetivos finales de la lucha.
Entonces, las masas escindidas y diferenciadas por localidades y
nacionalidades, unidas sólo por el sentimiento de las penalidades comunes, poco
desarrolladas, no sabiendo qué partido tomar en definitiva y cayendo unas veces
en el entusiasmo y otras en la desesperación; hoy, el gran ejército único, el ejército internacional de Los
socialistas… avanza incontenible y crece día a día en número, en organización,
en disciplina, en claridad de visión y en seguridad de vencer. Si incluso este
potente ejército del proletariado no ha podido alcanzar todavía su objetivo, si
lejos de poder conquistar la victoria en un
gran ataque decisivo, tiene que avanzar lentamente, de posición en posición, en
una lucha dura y tenaz, esto demuestra de un modo concluyente cuán imposible
era, en 1848, conquistar la trasformación social simplemente por sorpresa. (pp.
12-3; elipsis y últimas cursivas nuestras).
Y, así, el autor del Origen
de la familia expresó la absoluta necesidad de la teoría de Marx para el proletariado en su lucha por sus objetivos finales.
Pues bien, como es de conocimiento
común, la comentada Introducción de
Engels fue publicada en Vorwärts,
órgano central del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán en forma tergiversada,
mutilada y desordenada. El responsable de esto fue Guillermo Liebknecht, que de
esa forma pretendió presentar a Engels como un «paladín de la
‘legalidad a toda costa’». Por eso este último hubo de esclarecer:
… Liebknecht ya me ha hecho un lindo truco. De mi Introducción a los artículos de Marx sobre la Francia de 1848-50 ha
extraído todo lo que podría servir para apoyar la táctica de paz a toda costa y de oposición a la fuerza
y a la violencia, que por un tiempo le ha hecho alegre proponer,
especialmente en el presente cuando se están preparando leyes coercitivas en
Berlín. (carta a Paul Lafargue del 3 de abril de 1895, citado por Bob Avakian
en Para una cosecha de dragones, Asir
Editores, Bogotá, 1989, p. 62).
Y agregó:
… propongo estas tácticas únicamente para la Alemania de hoy y solamente con
una estipulación importante. En Francia, Bélgica, Italia y Austria, no se
podían seguir estas tácticas en su totalidad y en Alemania podrían quedarse
inaplicables mañana… (ibídem).
De esta forma, pues, Engels, con la prudencia de un
verdadero teórico, señaló el valor relativo de la lucha electoral, incluso en
países donde rige el sufragio universal.
No obstante, los dirigentes de la
socialdemocracia alemana absolutizaron la lucha electoral (entonces
fundamentalmente parlamentaria, pero también municipal), y, de esta forma, se
convirtieron en paladines de la legalidad a toda costa, en campeones de la paz
a ultranza, en adversarios vergonzantes de la fuerza y la violencia.
Y, así, aun cuando Engels augurara
que «… antes de terminar el siglo habremos conquistado la mayor parte de las
capas intermedias de la sociedad, tanto los pequeño burgueses como los pequeños
campesinos y nos habremos convertido en la potencia decisiva del país, ante la
que tendrán que inclinarse, quieran o no, todas las demás potencias», esto, sin
embargo, no se produjo, como todo el mundo sabe.
Entre otras razones, sobre todo
porque el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán estaba siendo corroído por el
oportunismo, y finalmente se convirtió, con Bernstein y Kautsky a la cabeza, en
el paladín del revisionismo que infectó a la Segunda Internacional.
Ocurrió, pues, lo que Lenin comentó
con las siguientes palabras:
El oportunismo se ha ido incubando durante decenios por la especificidad de
una época de desarrollo del capitalismo en que las condiciones de existencia
relativamente civilizadas y pacíficas de una capa de obreros privilegiados los «aburguesaba», les
proporcionaba unas migajas de los beneficios conseguidos por sus capitales
nacionales y los mantenía alejados de las privaciones, de los sufrimientos y
del estado de ánimo revolucionario de las masas que eran lanzadas a la ruina y
que vivían en la miseria. (…) La fuerza de la costumbre, la rutina de una
evolución relativamente «pacífica», los prejuicios nacionales, el temor a virajes
rápidos y la falta de fe en estos virajes, todo esto, como es de suponer, han
sido circunstancias complementarias que han vigorizado el oportunismo y han
contribuido a la contemporización hipócrita y cobarde con él, bajo el pretexto
de que esto es sólo temporal y obedece únicamente a causas y motivos
especiales. (Contra el revisionismo,
pp. 260-61; elipsis nuestra).
Y que Stalin subrayó de este modo:
Fue ése un período de desarrollo relativamente pacífico del capitalismo, el
período de anteguerra, por decirlo así, en que las contradicciones
catastróficas del imperialismo no habían llegado aún a revelarse en toda su
evidencia; un período en que las huelgas económicas de los obreros y los
sindicatos se desenvolvían más o menos «normalmente»; en que se obtenían
triunfos «vertiginosos» en la lucha electoral y en la actuación de las minorías
parlamentarias; en que las formas legales de lucha se ponían por las nubes y se
creía «matar» al capitalismo con la legalidad; en una palabra, un período en el
que los partidos de la II Internacional iban echando grasa y no querían pensar
seriamente en la revolución, en la dictadura del proletariado, en la educación
revolucionaria de las masas. (Los
fundamentos del leninismo/Cuestiones del leninismo, Ediciones en Lenguas Extranjeras,
Moscú, 1961,p. 13)
Y que, por su parte, Mariátegui expresó en los términos
siguientes:
La función de la Segunda Internacional fue casi únicamente una función
organizadora. Los partidos socialistas de esa época efectuaban una labor de
reclutamiento. Sentían que la fecha de la revolución social se hallaba lejana.
Se propusieron, por consiguiente, la conquista de algunas reformas interinas.
El movimiento obrero adquirió así un ánima y una mentalidad reformistas. (La escena contemporánea, p. 113).
Con el paso del capitalismo competitivo al imperialismo,
todas las contradicciones del capitalismo se exacerbaron y surgieron otras
nuevas. En estas condiciones, más todavía que en la época del capitalismo
competitivo y de preparación de la revolución proletaria, la lucha electoral no
puede ser actuada a la manera de los partidos de la Segunda Internacional, sino
que tienen que observarse escrupulosamente las precisiones de Engels: ahí donde
está vigente el sufragio universal, el partido proletario debe tener presente
en todo momento la relación de la lucha electoral con la lucha directa de las
masas, de la lucha legal con la lucha ilegal, de la lucha «pacífica» con la lucha
no pacífica. Por tanto, la lucha en las instituciones burguesas (parlamento, municipio,
etc.) no puede ser actuada en toda situación como la forma principal de lucha y
menos todavía como la única forma de lucha.
Así pues, la táctica del
proletariado comprende el empleo
combinado de la lucha electoral y la lucha directa de las masas, y la
principalidad de una u otra forma depende de la situación concreta.
Por eso, elevar a principio una
forma de lucha y prácticamente a considerarla como la única forma de lucha, es
proceder como los oportunistas que castraron el balance de Engels.
En el Perú de hoy, precisamente,
hay quienes, sin necesidad de tergiversar la letra de Engels, tergiversan sin
embargo el contenido de su táctica, absolutizando la lucha electoral al
desechar las precisiones que el cofundador del marxismo subrayara, apareciendo
así los aludidos como paladines de la legalidad a toda costa, como campeones de
la paz a ultranza, como adversarios vergonzantes de la fuerza y la violencia.
En conclusión, el proletariado y
en general las clases trabajadoras deben estar preparados en todo momento,
tanto política como organizativamente, para desarrollar cualquier forma de
lucha.
En el Manifiesto, Marx y Engels escribieron:
Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de
la clase obrera; pero, al mismo tiempo representan y defienden también, dentro
del movimiento actual, el porvenir de ese movimiento.
En esta afirmación se encuentra la esencia de la táctica
del proletariado; en efecto, tanto la lucha electoral como la lucha directa de
las masas tienen que tener presente en todo momento «los objetivos e
intereses inmediatos» (económicos, políticos, sociales, culturales), como «el porvenir» del
movimiento revolucionario (conquista del poder, socialismo, realización del comunismo)
En consecuencia, el partido proletario
debe luchar constantemente por unir a todas las fuerzas sociales susceptibles
de ser unidas en torno a un programa de reivindicaciones inmediatas y mediatas;
es decir, de concretar las luchas cotidianas y parciales y preparar al pueblo
para la lucha por el poder, por la dictadura del proletariado y, todo esto,
enmarcado en la idea rectora de la realización del comunismo.
Mariátegui
subrayó:
Una revolución no puede ser
predicha a plazo fijo. Sobre todo, una revolución no es un golpe de mano. Es
una obra multitudinaria. Es una obra de la historia. Los comunistas lo saben
bien. Su teoría y su praxis se han forjado en la escuela y en la experiencia
del materialismo histórico. No es probable, por ende, que se alimenten de
ilusiones (La escena contemporánea,
p. 135).
Pues bien, teniendo en cuenta que
la revolución «no es un golpe de mano», sino «una obra multitudinaria» que se cumple «en
muchos años», Mariátegui puntualizó en otro lugar:
El comunismo conforme a su
práctica mundial asistirá a las elecciones con meros fines de agitación y
propaganda clasistas. (Temas de nuestra
América, 1988, pp. 137-38).
Es decir, para Mariátegui la lucha
legal, y, en general, la lucha «pacífica», es la preparación necesaria de la
toma revolucionaria del poder; pero, claro está, esto no contraviene las
estipulaciones precisadas arriba.
Levantar
–como lo hacen algunos– un pretendido
camino municipal al socialismo es, de hecho, plantear una tesis semejante a la
tesis de la vía parlamentaria al socialismo del revisionismo jruschoviano: al
proponer, en las condiciones del régimen capitalista, un “nuevo municipio” como
“germen del socialismo”, de hecho se propone la reestructuración del Estado
burgués en sus bases municipales y, así, de hecho también, se propone la transición
pacífica al socialismo.
Contra esta ilusión se alza la tesis
marxista según la cual los cauces legales
no pueden contener una acción revolucionaria (véase Temas de nuestra América, pp. 140-44).