Pronunciamiento
Sobre los Acontecimientos en la República Bolivariana de Venezuela
CREACIÓN HEROICA se
manifiesta categóricamente contra el golpe de Estado en curso en la República
Bolivariana de Venezuela. Rechazamos firmemente los nuevos y repetidos intentos
imperialistas de someter y destruir al pueblo y al gobierno venezolanos y nos
solidarizamos sin ninguna clase de ambigüedad con éstos. Está en curso un golpe
de Estado que busca destituir por la fuerza y mediante una burda maniobra al
presidente Nicolás Maduro, legalmente elegido en 2018, con más de 6.3 millones
de votos, y poner en su lugar a un don nadie, Juan Guaidó, autoproclamado
“presidente encargado” de Venezuela. El imperialismo busca caotizar de esta
forma a Venezuela, derrocar a su presidente constitucional, destruir su Estado
y hacer inviable en este país cualquier proyecto político de orientación
nacional. Asimismo, Estados Unidos busca controlar los recursos naturales de
Venezuela, específicamente su petróleo. Debemos estar absolutamente claros que
en modo alguno le interesa a los Estados Unidos defender los derechos humanos
de la población venezolana, derechos humanos que Estados Unidos se ha encargado
de violar desde siempre en su propio territorio con la población esclava y
negra (entre otras), y en todo el mundo, y ahora en Venezuela, por ejemplo,
mediante el desabastecimiento de alimentos y medicinas a la población
venezolana, en tanto que en Yemén respalda un genocidio perpetrado por las
fuerzas militares de Arabia Saudita, que ya ha dejado más de 85 mil niños
muertos. Finalmente, alertamos que la alternativa de nuevas elecciones presidenciales pueden constituirse en una forma ya experimentada en otros países de restablecer el
statu quo, el antiguo orden. Somos conscientes del momento histórico que atraviesa
Venezuela. Somos conscientes de que el desafío es hacer frente al proyecto de
recolonización de América Latina por parte de los Estados Unidos. Solo la
unidad de nuestros pueblos hará posible hacer frente con éxito a la actual
ofensiva imperialista. No debemos detenernos en nuestro afán de unificar a nuestros pueblos ni en nuestra determinación de derrotar al imperialismo y al capitalismo.
¡Viva Venezuela
Bolivariana libre y soberana!
¡Muera el imperialismo
norteamericano!
Comité de Redacción de
Creación Heroica
Venezuela: Maduro, ¿Un Gobierno Ilegítimo? ¿Ilegítimo
Por Qué?
Pasqualina Curcio
¿SE HABRÁN HECHO ESTA PREGUNTA QUIENES AFIRMAN que
Nicolás Maduro es un dictador, un usurpador y que el período 2019-2025 carece
de legitimidad? ¿O solo repiten lo que escuchan?
Comenzaron a posicionar esta
matriz de opinión los 12 países reunidos en Lima. Se lee en su comunicado: “…el
proceso electoral llevado a cabo en Venezuela el 20 de mayo de 2018 carece de
legitimidad por no haber contado con la participación de todos los actores
políticos venezolanos, ni con la presencia de observadores internacionales
independientes, ni con las garantías y estándares internacionales necesarios
para un proceso libre, justo y transparente.”
Los dirigentes de la oposición
venezolana, nos referimos a la no democrática, repiten sin descanso, y por
supuesto sin argumentación, que Maduro es un usurpador.
En un acto de desespero, el
propio Vicepresidente de los EEUU, Mike Pence al verse obligado a convocar
personalmente la marcha opositora para el 23 de enero, debido a la
incompetencia de la dirigencia opositora, insistió y repitió que el Presidente
Nicolás Maduro es un dictador, usurpador e ilegítimo.
La estrategia es clara, repetir
mil veces la mentira para convertirla en verdad.
Desmontemos la mentira:
1. Hubo elecciones presidenciales. Se realizaron el 20
de mayo de 2018, es decir, antes del 10 de enero de 2019, momento en el que de
acuerdo con los artículos 230 y 231 de la Constitución se vence el período
presidencial 2013-2019. Se estuviese violando la Constitución si las elecciones
se hubiesen realizado después del 10 de enero de 2019, o peor aún que no se
hubiesen realizado.
2. Fue la oposición venezolana la que solicitó el
adelanto de las elecciones. Se realizaron en mayo y no en diciembre, como
tradicionalmente se hacía, porque fue la oposición la que solicitó, en el marco
del diálogo en República Dominicana, que se efectuasen el primer trimestre del
2018.
3. En Venezuela el voto es un derecho, no es un deber.
Quienes de manera libre, aunque influenciados por algunas organizaciones
políticas no democráticas que llamaron a la abstención, decidieron no asistir a
votar están en su pleno derecho, pero en lo absoluto ilegitima el proceso
electoral, más aún cuando eso implicaría desconocer e irrespetar a los
9.389.056 que si decidieron votar y ejercieron democráticamente su derecho al
sufragio.
4. Participaron 16 partidos políticos en la contienda
electoral (PSUV), (MSV), (Tupamaro), (UPV), (Podemos), (PPT), (ORA), (MPAC),
(MEP), (PCV), (AP), (MAS) (Copei) Esperanza por el Cambio, (UPP89). En
Venezuela no es obligatorio que todos los partidos políticos participen en los
procesos electorales. Están en su pleno derecho de decidir si participan o no.
Justamente porque nuestro sistema es democrático. El hecho de que 3 partidos
(AD, VP y PJ) decidieron libremente no participar, no ilegitima el proceso electoral.
5. Se postularon 6 candidatos: Nicolás Maduro, Henri
Falcón, Javier Bertucci, Reinaldo Quijada, Francisco Visconti Osorio y Luis
Alejandro Ratti (los dos últimos decidieron retirarse).
6. Maduro ganó con un amplio margen, obtuvo 6.248.864
de votos, el 67,84%; le siguieron Henri Falcón con 1.927.958, el 20,93%; Javier
Bertucci con 1.015.895, 10,82% y Reinaldo Quijada quien obtuvo 36.246 votos, el
0,39% del total. La diferencia entre Maduro y Falcón fue 46,91 puntos
porcentuales.
7. Acompañaron el proceso electoral unas 150 personas,
entre ellas 14 comisiones electorales de 8 países; 2 misiones técnicas
electorales; 18 periodistas de distintas partes del mundo; 1 Europarlamentario
y 1 delegación técnico-electoral de la Central Electoral de Rusia.
8. Las elecciones se realizaron con el mismo sistema
electoral empleado en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, en
las cuales resultó ganadora la oposición venezolana. Sistema que es
automatizado y sometido a auditorías antes, durante y después de los comicios.
Sistema que garantiza los principios de “un elector, un voto” porque solo con
la huella dactilar se desbloquea la máquina de votación; y garantiza el
“secreto del voto”.
9. Se realizaron 18 auditorías al sistema
automatizado. Los representantes del candidato Henri Falcón participaron en las
18 y suscribieron las actas en las que manifiestan su conformidad con el
sistema electoral. Las auditorías son públicas y televisadas en vivo por el
canal del Consejo Nacional Electoral. Una vez realizadas las auditorías, el
sistema se bloquea y la única manera de acceder nuevamente es con la
introducción simultánea de los códigos secretos que tiene cada organización
política.
10. Ninguno de los candidatos que participó en el
proceso electoral impugnó los resultados. No hay pruebas de fraude, no
presentaron ninguna evidencia o denuncia concreta de fraude.
Las elecciones presidenciales del
20 de mayo de 2018 fueron libres, transparentes, confiables, seguras y
ajustadas a la Constitución y a las leyes a pesar del llamado antidemocrático a
la abstención por parte de un sector de la oposición.
Son otros los que pretenden
usurpar el cargo de Presidente de la República con el argumento de un supuesto
vacío de poder, figura que no está contemplada en nuestra Constitución y la
instauración de un “gobierno de transición”, figura tampoco prevista en la
Carta Magna. Por si fuera poco, pretenden ejercer el poder fuera de nuestras
fronteras violando el artículo 18 de la Constitución que establece que es
Caracas la sede de los poderes públicos.
Así las cosas, son otros los
usurpadores, ilegítimos y antidemocráticos.
Es ilegítimo y constituye un
intento de usurpación el que algunos sectores de la oposición pretendan
sostenerse en el apoyo de sectores extranjeros provenientes de gobiernos
imperialistas para ejercer una autoridad que ni el pueblo ni la Constitución
les da.
Repitamos mil veces estas
verdades.
EE.UU: ¿Donald Trump ha Sido Obligado a Renunciar?
Thierry Meyssan
¿HA RENUNCIADO EL PRESIDENTE DONALD TRUMP a cambiar la
política estadounidense? ¿Se ha
sometido a la antigua clase dirigente de su país? Durante los dos últimos meses, su administración parece
haber redefinido los objetivos del AfriCom, del CentCom y del SouthCom. El
primero parece haber sido autorizado a luchar contra los proyectos chinos en África, el
segundo se dedicaría ahora a
exacerbar la división entre árabes y persas en el Gran Medio
Oriente y el tercero a iniciar la destrucción de las estructuras de los Estados en los
países de la Cuenca del Caribe. Esas
nuevas misiones se acompañan ahora con un regreso de los
neoconservadores.
Desde las elecciones legislativas
conocidas como (midterm) [1], realizadas el 6 de noviembre de 2018, el
presidente Trump enfrenta una presión extremadamente fuerte. Las
instituciones federales tuvieron que cerrar el 22 de diciembre (shutdown) porque el Congreso rechazó el presupuesto presentado por la
administración,
presupuesto que incluía el
financiamiento del famoso muro a lo largo de la frontera con México. La crisis duró 35 dias,
hasta el 25 de enero de 2019. El presidente Trump acabó inclinándose temporalmente ante las
exigencias del Partido Demócrata. Según S&P Global Ratings, el shutdown costó más de 6 000 millones de dólares, o sea mucho más de lo que habría costado el muro [2].
Durante ese periodo, la
administración Trump dio numerosas muestras de abandono de su política exterior y de defensa y de sometimiento al imperialismo
estadounidense.
También es posible que este promotor inmobiliario haya optado por simular un cambio
radical y que acabe desmintiéndolo el 15 de febrero, fecha de
expiración del acuerdo sobre el
presupuesto. En todo caso, al menos por el momento, numerosos
elementos hacen pensar que Donald Trump ha renunciado a concretar el cambio que había prometido. El 13 de diciembre de 2018, el consejero para la seguridad
nacional, John Bolton, exponía ante la Heritage Foundation la nueva estrategia de Estados Unidos en África [3]:
1. desarrollar el comercio,
2. luchar contra el terrorismo islámico,
3. verificar el uso que se hace de la ayuda estadounidense.
Nada muy diferente a lo de antes,
exceptuando el hecho que los objetivos comerciales fueron ampliamente expuestos ya no como una rivalidad con las antiguas
potencias coloniales (Francia y Reino Unido) sino como un feroz
combate contra China y Rusia.
El 20 de diciembre, el secretario
de Defensa, el general James Mattis, presentaba su dimisión al presidente Trump en una carta pública [4]. Aunque la prensa dijo lo contrario,
Mattis expresaba en esa carta su conformidad con la retirada de las fuerzas estadounidenses presentes en Siria. Pero también decía temer la manera en que los aliados miembros de la coalición anti-Daesh podían
interpretar esa retirada y que ese movimiento pudiera poner fin al
liderazgo estadounidense [5]. Trump estimó que nadie puede pretender darle lecciones, y menos en público, y
revocó inmediatamente a Mattis, o sea
no le permitió mantenerse en el cargo hasta que
se le designara un sucesor.
Sin embargo, ante la lluvia de
críticas, Trump acabó por retroceder y admitió que la retirada estadounidense ya anunciada será más larga
que lo previsto inicialmente.
El 3 de enero de 2019, al
iniciarse el 116º periodo de trabajos del Congreso de Estados Unidos, el representante demócrata
Eliot Engels y el senador republicano Marco Rubio presentaban 2 proyectos de ley (H.R. 31 [6] y S. 1 [7]). En ambos proyectos aparece un pasaje casi idéntico tendiente a la adopción de
sanciones que impidan la reconstrucción de Siria. Después, Eliot Engels –que ya había sido el redactor de la Syria
Accountability Act, adoptada en 2003– fue elegido presidente de la Comisión de Exteriores de la Cámara de Representantes mientras
que James Rich era elegido para presidir la comisión equivalente en
el Senado. Rich se alió de inmediato al proyecto de ley
contra Siria.
Ambos proyectos afirman que no
son los yihadistas sino el gobierno sirio el que torturó a las personas cuyos cadáveres
aparecen fotografiados en el llamado «Informe
Cesar», lo cual es presentado como justificación para impedir la reconstrucción en la República Árabe Siria. El texto del Senado incluso respalda la ayuda militar de Estados Unidos a
Israel, precisamente en momentos en que el Estado
hebreo reconoce haber iniciado una campaña de ataques aéreos contra Siria.
El 10 de enero de 2019, el
secretario de Estado Mike Pompeo enunciaba la nueva estrategia de Estados Unidos para el Gran Medio Oriente en una conferencia
impartida en la Universidad Americana del Cairo (Egipto) [8].
Esa política consistiría en:
1. luchar contra el terrorismo islámico,
2. luchar contra Irán y sus
aliados,
3. retirar de esa región las
tropas estadounidenses favoreciendo simultáneamente
la creación de una «OTAN» israelo-árabe.
Sin embargo, además de que
dividir la región entre árabes y persas resulta más peligroso aún que la situación actual,
la creación de una alianza militar israelo-árabe parece improbable. Por supuesto, los creadores de tal alianza se apoyarían en una serie de gobiernos que
ya están colaborando en secreto con Israel. El problema es que lo hacen
en contra de la opinión de sus propios pueblos.
Al mismo tiempo, el consejero para la seguridad
nacional, John Bolton, construía una internacional terrorista contra Irán, aglutinando en ella elementos árabes
sunnitas provenientes del Emirato Islámico (Daesh) y persas chiitas miembros de los Muyahidines del
Pueblo (MEK) [9].
Ese mismo día, 10 de enero, el
secretario de Estado Mike Pompeo publicaba una declaración contra Venezuela, dando con ello a Juan Guaidó la señal para se autoproclamara
presidente interino del poder ejecutivo [10].
Mientras la prensa occidental y
los propios venezolanos veían al gobierno bolivariano como blanco de este conflicto, desde este sitio web nosotros
anunciábamos –adelantándonos a los acontecimientos– que el Pentágono está aplicando en la Cuenca del
Caribe la estrategia que ya utilizó en la región africana de los Grandes Lagos y
que luego reprodujo en el Gran Medio Oriente [11]. Esa es también la interpretación del ministerio de Exteriores de
la Federación Rusa [12]. Moscú
declaraba:
«La creación deliberada y notoriamente bien orquestada de un
doble poder y de un centro alternativo de decisión en Venezuela abre la vía al
caos y a la erosión del Estado venezolano.»
El 22 de enero, el Partido
Demócrata adoptó en la Cámara de Representantes una ley que prohíbe al presidente
Donald Trump sacar a Estados Unidos de la OTAN [13]. Eliot Engels había participado en la redacción de esa ley.
Ese proyecto de ley no se había
mencionado durante la campaña de las elecciones legislativas de medio término,
pero el Partido Demócrata lo
priorizó, dejando de lado sus compromisos
sobre el Obamacare. En julio de 2018, Eliot Engels había redactado, junto
al ex secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen, un
artículo de opinión en favor de la alianza atlántica [14].
El 26 de enero, Mike Pompeo
anunciaba que el neoconservador Elliott Abrams será su enviado especial para Venezuela. Hace sólo 2 años, Abrams era el
candidato de los imperialistas al sillón de secretario de Estado. Su
nombre está indisolublemente asociado a las
peores acciones secretas de Estados Unidos en América Latina durante la guerra fría.
Los neoconservadores provienen
del trotskismo, o sea su origen ideológico es una extrema izquierda que se unió al
aparato estatal estadounidense en tiempos de la administración Reagan. Sus partidarios han emigrado constantemente de la “izquierda” a la derecha, al ritmo de los cambios en la cúpula del
poder estadounidense. Los neoconservadores se opusieron a la elección de Donald Trump, pero ahora se
unen a su administración.
En definitiva, se han redefinido
los objetivos del AfriCom, del CentCom y del SouthCom [15] autorizándolos a
defender intereses que no son los del Pueblo estadounidense sino
los intereses de ciertas empresas transnacionales y de Israel. Asociados –como
siempre– a esa política, los neoconservadores entran
nuevamente en escena.
Esos factores tienden a demostrar
que el Partido Republicano y la administración Trump han cambiado radicalmente de política y que –aunque
mantienen la decisión de no
permitir que los grupos terroristas administren Estados– regresan a la política del Partido Demócrata, de Barack Obama y de Hillary Clinton: el imperialismo militar al servicio
de las transnacionales.
Los principales donantes del
Partido Republicano parecen haber tomado nota de ese abandono. Los hermanos Koch acaban de anunciar que no apoyarán la reelección de Donald Trump
[16].
Notas:
[1] Las llamadas “midterm” estadounidenses son elecciones legislativas que se realizan a mediados del mandato
presidencial. Nota de la Red Voltaire.
[2] “US economy lost at least $6
billion to government shutdown: S&P”, Reuters, 26 de enero de 2019.
[3] «Allocution de John R. Bolton sur la nouvelle stratégie de l’administration Trump en Afrique», por John Bolton, Réseau
Voltaire, 13 de diciembre de 2018.
[4] “Resignation letter from James
Mattis”, por James Mattis, Voltaire Network, 20 de diciembre de 2018.
[5] «Estados Unidos se niega a luchar por la finanza transnacional», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 25 de diciembre de 2018.
[6] “Caesar Syria Civilian Protection
Act of 2019”, Eliot Engels, US House of Representatives, 3 de enero de 2019.
[7] “Strengthening America’s Security in the Middle East Act of 2019”, Marco
Rubio, US Senate, 3 de enero de 2019.
[8] “Mike Pompeo’s Remarks at the American
University in Cairo”, por Mike Pompeo, Voltaire Network, 10 de enero de 2019
[9] «El uso del terrorismo según John Bolton», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 de enero de 2019.
[10] «Acciones de Estados Unidos contra
el corrupto régimen venezolano», por Mike
Pompeo, Red Voltaire, 10 de enero de 2019.
[11] «Estados Unidos prepara una guerra
entre latinoamericanos», por
Thierry Meyssan, Red Voltaire, 18 de diciembre de 2018.
[12] “Russian Foreign Ministry
statement on the developments in Venezuela”, Voltaire Network, 24 de enero de 2019.
[13] “House aims to prevent Trump from withdrawing
from NATO”, Karoun Demirjian, Washington Post, 22 de enero de 2019.
[14] “President Trump, you need NATO
more than ever”, Eliot L.
Engel y Anders Fogh Rasmussen, CNN, 10 de julio de 2018.
[15] El SouthCom es lo que los latinoamericanos llaman comúnmente el “Comando Sur” estadounidense. Nota de la Red
Voltaire.
[16] “Koch network tells donors it plans to stay out of 2020 race, once
again declining to back Trump”, Josh
Dawsey and Michelle Ye Hee Lee, The Washington Post, 24 de enero de 2019.
Tomado de Argosls-Internacional
Condolencias
Lamentamos
comunicar a nuestros lectores que el 10 de enero dejó de existir el camarada
Jorge Beinstein, colaborador de Creación Heroica. Economista y ante todo
revolucionario, Jorge Beinstein ha dejado una obra teórica que consideramos
importante leer, estudiar y discutir para comprender los tiempos contemporáneos
y las tareas que tienen frente a sí los comunistas en la hora actual. En su última correspondencia con nosotros nos envió el
siguiente texto, cuya primera parte publicamos a continuación, y otro sobre el
pensamiento de Marx, que publicaremos en las sub-siguientes ediciones de
Creación Heroica. Nuestras condolencias para sus familiares, compañeros y
amigos.
Comité
de Redacción de Creación Heroica
Neofascismo y
decadencia (1). El planeta burgués a la deriva
(Primera parte)
Jorge Beinstein
Conceptos borrosos
DECADENCIA
Y NEOFASCISMO son dos conceptos de difícil definición aunque esenciales para
entender la realidad actual, sus presencias abrumadoras, sus fronteras borrosas
los hacen a veces “invisibles a los ojos” (como lo enseñó Saint-Exupéry). ¿Dónde
termina el autoritarismo burgués y comienza el neofascismo?, ¿cómo diferenciar
a un proceso de decadencia de una gran turbulencia muy persistente o de un fenómeno
de corrupción social muy extendido?
Cuando hablamos de decadencia por lo
general nos referimos a procesos prolongados donde convergen un conjunto de
indicadores como la reducción sistemática del ritmo de crecimiento económico
hasta llegar al estancamiento o la retracción, la declinación demográfica, la
degradación institucional, la hegemonía del parasitismo, la desintegración
social generalizada y otros. Sin embargo a veces es inevitable señalar la
decadencia de una civilización o de un conjunto de naciones sin que se hagan
presentes todas esas señales, lo que decide la cuestión es la evidencia de un
proceso duradero de descomposición sistémica, de desorden creciente, de
entropía que se manifiesta en el comportamiento de las clases dirigentes corroídas
por el parasitismo pero también de las clases subordinadas.
Es común confundir decadencia con crisis
prolongada, así es como la llamada “larga
crisis del siglo XVII europeo” aparenta con su desorden, sus
confrontaciones, llevar a esa región al desastre, sin embargo dicho proceso le
permitió eliminar restos precapitalistas, digerir las riquezas acumuladas del
saqueo periférico iniciado en los siglos XV y XVI, principalmente de América, y
avanzar en el siglo XVIII hacia su aburguesamiento general cuyas tres
expresiones más notables fueron la revolución industrial en Inglaterra, las
transformaciones en el continente desatadas por la Revolución Francesa seguida
por las guerras napoleónicas y el control del planeta por parte de Occidente
completado hacia fines del siglo XIX.
En un sentido contrario lo que se presenta
como superación de la decadencia (el adiós a la crisis de los años 1930) entre
el fin de la Segunda Guerra Mundial y comienzos de los años 1970, donde emergió
la superpotencia estadounidense y se produjeron los “milagros económicos” de
Alemania Occidental. Italia, etc., en realidad no fue más que una
rehabilitación de un poco más de dos décadas sostenida por la muletas del
keynesianismo militar de Estados Unidos y de la intervención estatal en general
dinamizando la oferta y la demanda de los países capitalistas centrales. Que se
fue agotando hacia el final de los años 1960 hasta hacer crisis en la década
siguiente dando vía libre al parasitismo financiero y sus acompañantes
culturales, institucionales y económicos. La droga keynesiana calmó los
dolores, brindó un dinamismo pasajero pero inoculó venenos que terminaron por
agravar más adelante la situación del enfermo. Por su parte el neofascismo
aparece emparentado con el fascismo clásico, suele en ciertos casos reproducir
nostalgias del pasado, sin embargo se diferencia del mismo. A veces resucita
viejos demonios que se mezclan en una marcha confusa (si la observamos desde
antes de 1945) con descendientes de sus víctimas bajo la bandera común del racismo
antiárabe, de la islamofobia o de la rusofobia. Después de todo el viejo
fascismo también nació cultivando incoherencias, mezclando banderas
contrapuestas como el elitismo nacionalista-imperialista y el socialismo,
Hitler y su “nacional-socialismo” racista y ultra autoritario constituye el
caso más grotesco.
En ambos casos se trata de expresiones que
recogen pragmáticamente sentimientos de odio y desprecio hacia pueblos o
sectores sociales considerados inferiores, corruptos, bárbaros y en consecuencia
potenciales objetos de agresión (aplastamiento de los más débiles) adornándolas
con títulos de nobleza (raza superior, patriotismo, civilización, valores
morales, democracia, honestidad, etc.).
Cuando observamos al viejo fascismo vemos
como Hitler o Mussolini en sus ascensos al poder hacían demagogia “social” o
“socialista”, captando el espíritu de la época y la introducían junto a otros
condimentos en sus sopas dictatoriales, aunque Franco afirmaba el
conservadorismo más negro sin necesidad de esas demagogias. Y en América Latina
aparecían dictaduras militares, apéndices subdesarrolladas de Occidente,
cultivando ambigüedades curiosas, como en Argentina en el golpe de estado de
1930 donde se combinaba el patriotismo aristocrático, la admiración hacia el
fascismo italiano y el sometimiento colonial al Imperio Inglés.
El neofascismo no se queda atrás y hoy en
Europa constatamos que en países como Polonia o Letonia se mezclan el
ultranacionalismo, el antisemitismo y otros brotes nazis, el respeto formal a
la institucionalidad democrática made in
Unión Europea, el neoliberalismo económico, la fobia antirusa y el
sometimiento a la OTAN. En Brasil, Paraguay, Honduras o Argentina es preservada
la formalidad democrática, bandera cultural de su amo imperial, junto la
concentración mafiosa del poder. Tanto en el fascismo como en el neofascismo
los discursos oficiales no han sido ni son otra cosa que vestimentas de ocasión
del lobo autoritario.
El comienzo de la
decadencia
La
crisis en la que estamos sumergidos debería ser considerada como el capítulo
actual de un largo proceso de decadencia pensado como fenómeno de carácter
planetario. ¿Cuándo comenzó?. Al hacer el recorrido temporal hacia atrás
encontramos años decisivos como 2008 cuando estalla la burbuja financiera y se despliega la serie de crecimientos
económicos anémicos en Occidente y se va desacelerando la expansión china. Lo
que inevitablemente nos lleva a 2001 y sus alrededores cuando convergen el fin
del auge neoliberal de los 1990 (plagado de turbulencias) con el lanzamiento
imperial de una desesperada (y fracasada) fuga militarista hacia adelante
apuntando hacia la conquista del corazón geopolítico de Eurasia y sus tesoros
energéticos.
Esa mirada nos impulsa a seguir
retrocediendo y llegar a los años 1970 cuando emerge la crisis petrolera y la
estanflación, y se instala la declinación tendencial de la tasa de crecimiento
económico global que se prolonga hasta la actualidad, motorizada por las
potencias económicas dominantes tradicionales y suavizada por el ascenso chino.
Sin olvidar el antecedente de 1968 (con epicentro en los sucesos de Mayo en
Francia y sus extensiones), terremoto político-cultural que quiebra la ilusión
de la nueva prosperidad civilizacional de Occidente.
Dicha ilusión se apoyaba en la efímera
recuperación keynesiana de Europa del Oeste y Estados Unidos, si la medimos en
tiempos históricos, enfrentada con la constante reducción de su área de
dominación territorial planetaria (ampliación del campo socialista y del
espacio postcolonial).
Atravesamos esa fiesta geográficamente
limitada, entramos en la Segunda Guerra Mundial y navegamos por las recesiones
de los años 1930 desembocando en 1929 para finalmente detenernos en 1914, año
clave que marca el final del ascenso irresistible de Occidente desde sus
fracasos en las Cruzadas del Este (hacia Medio Oriente y hacia el espacio
eslavo) y sus primeros éxitos importantes en el Oeste, desde el siglo XV: la
conquista completa de la península Ibérica y de posiciones en el Oeste de
África y sobre todo del continente americano. Ofensiva plurisecular que culmina
a lo largo del siglo XIX devorando a la casi totalidad de la periferia.
Dicho mega-saqueo generó (y sigue
generando) lo que Malek calificó como “Surplús Histórico”, es decir “el surplus acumulado por Europa y Estados
Unidos bajo la forma de civilización occidental basada en el saqueo de Asia,
África y América Latina. Inmensa acumulación de poder que constituye la fuente
de la iniciativa histórica de los países del Oeste, desde el período de los
descubrimientos marítimos pasando por la explosión de la bomba atómica en
Hiroshima y Nagasaki y hasta nuestros días”2. Acumulación de riquezas que
le permitió crear un gran mercado interno, su industrialización y el desarrollo
de una sucesión de revoluciones científicas y tecnológicas. El mundo del año
1900 era decididamente occidental por integración burguesa de su espacio
original y por sus ampliaciones coloniales y semicoloniales.
En ese momento el “progreso”, es decir la
marcha ascendente de la civilización burguesa (identificada con los patrones
culturales de Occidente) devenida planetaria consiguió imponer la imagen de un
proceso irresistible de mejoras sucesivas de la condición humana, dictadas por
la expansión del sistema o por su posible “superación socialista” engendrada
desde el interior del capitalismo central industrializado. Así fue como la
generación bolchevique cultivó la esperanza de que la revolución que ellos
encabezaron en la periferia euroasiática rusa constituía el detonante de la
revolución proletaria en el Oeste, los dirigentes de la primera gran
insurrección exitosa de la periferia creían erróneamente ser la avanzada de la
llegada del postcapitalismo socialista occidental (y en consecuencia mundial).
Como sabemos la expansión del capitalismo
liberal que según las ideas dominantes al comenzar el siglo XX irradiaba al
planeta para convertirlo tarde o temprano en un universo próspero y libre (pero
que en realidad desarrollaba al centro y subdesarrollaba a la periferia) fue
interrumpida por una carnicería espantosa, sin precedentes en la historia
universal llamada Primera Guerra Mundial. Y también sabemos que la tan esperada
revolución socialista en Occidente empujada por la crisis y por el novedoso
ejemplo soviético no llegó nunca y que lo que sí llegó allí fue el fascismo.
Raíces occidentales
del fascismo clásico
Las
interpretaciones tradicionales del viejo fascismo europeo suelen navegar entre
las que lo atribuyen a una suerte de desviación moral de las élites y también
de las masas populares embaucadas por ellas, principalmente producto de la
Primera Guerra Mundial o bien como resultado de la radicalización de ciertas
taras culturales generada por formas específicas, perversas, de desarrollo de
la modernidad en países como Alemania e Italia o también como reacción
antiproletaria de la alta burguesía arrastrando a las clases medias, en este
último caso el fascismo habría sido una emergencia terrorista burguesa de la
lucha de clases(3). No han faltado en ciertos casos algunas referencias a la
historia anterior que casi siempre quedan aplastadas por el peso apabullante de
los desórdenes de las primeras décadas del siglo XX que produjeron esa novedad
sorprendente. Un marxista eminente de aquellos tiempos, Karl Radek afirmaba
hacia 1930 luego de las últimas elecciones en Alemania que marcaban el ascenso
de los nazis: “Debemos constatar que
sobre este partido que ocupa el segundo lugar en la política alemana, ni la
literatura burguesa ni la literatura socialista no han dicho nada. Es un partido sin historia que se
instala de improviso en la vida política de Alemania como una isla que emerge
en medio del mar bajo el efecto de fuerzas volcánicas”(4).
“Partido sin historia” según Radek, más aún
el medievalista Karl Werner agregaba que “Nadie
ha negado más la historia alemana que los ideólogos nazis”(5), la Escuela
de Frankfurt afirmó esa hipótesis, Max Horkheimer señalaba hacia 1943 que “El fascismo en su exaltación del pasado
deviene antihistórico. Las referencias de los nazis a la historia solo
significa que los poderosos tienen que mandar y que no hay como emanciparse de
las leyes eternas que guían la historia. Cuando ellos dicen Historia en
realidad dicen lo contrario: Mitología”(6).
Incluso en pleno auge hitleriano,
Hermann Rauschning, uno de los más agudos evaluadores del nazismo, no pudo
escapar a la idea del carácter aberrante, ahistórico y efímero del nazismo
presentado como una sorpresivo estallido de nihilismo. Según Rauschning: “este fanatismo producido y difundido es tan
artificial e inauténtico que todo ese
gigantesco aparato podría llegar a derrumbarse de un día para otro, a partir de
algún acontecimiento sin dejar traza alguna de vida autónoma de alguna parte de
su mecanismo”(7).
Partido sin historia, negador de la
historia, reemplazando la descripción científica de la historia real por la
mitología, construcción nihilista efímera, etc.
Sin embargo a propósito del caso
paradigmático por excelencia del fascismo: el nazismo alemán y su furia
exterminadora de judios, autores como Goldhagen al plantear un interrogante de
sentido común: ¿quiénes fueron los ejecutores del Holocausto?, concluye que: “de no haber existido una considerable
inclinación entre los alemanes corrientes a tolerar, apoyar e incluso, en
muchos casos, contribuir primero a la persecución absolutamente radical de los
judíos en la década de 1930 y luego (por lo menos entre los encargados de
realizar la tarea), de participar en la matanza de judíos, el régimen jamás
habría podido exterminar a seis millones de personas”, a lo que agrega: “cabe señalar que la existencia de un
antisemitismo muy difundido en otras zonas de Europa explica porque los
alemanes encontraron en otros países a tantas personas dispuestas a ayudarles y
deseosas de matar judíos”(8). A partir de allí resulta inevitable como hace
el autor buscar referencias en la tradición histórica del pueblo alemán y
señalar por ejemplo la ferocidad antisemita de Martin Lutero (1483-1546) como
una de las fuentes de su popularidad. A lo que debemos agregar el plurisecular
desprecio hacia los eslavos, con especial énfasis en rusos y polacos,
considerados pueblos inferiores destinados a ser esclavizados por pueblos
superiores como los alemanes, lo que legitimaba la vocación por marchar hacia
el Este, hacia su conquista imperial, como lo anticipaba Hitler mucho antes de
llegar al poder. La “Drang nach Osten”
(empuje o expansión hacia el Este) que
en el siglo XIX impulsaban intelectuales nacionalistas como Heinrich von Sybel
quien postulaba revivir las aventuras medievales de colonización alemana del
Europa oriental, revalorizando los mitos de las cruzadas germánicas y
escandinavas hacia el Este en la Baja Edad Media, paralelas a las cruzadas
hacia el Medio Oriente. Así fue como la Orden Teutónica intento conquistar
tierra rusa y fue derrotada como lo relata el film “Alexander Nevsky” de Sergei
Eisenstein anticipando en 1938 la derrota catastrófica que los herederos nazis
de la Orden sufrirían en la URSS pocos años después. Todo esto nos lleva a
entender la aparente locura de Hitler por conquistar el Este no como un
empecinamiento insólito sino como herencia cultural profunda, latente en la
subjetividad popular alemana. Como señala acertadamente Ayçoberry en su libro
ya citado: “En el desarrollo de la
política exterior (de Hitler) todo estaba subordinado a la expansión hacia el
Este… lo que impuso abandonos tácticos inquietantes para los nacionalistas
primarios: renuncia al Tirol para conseguir la alianza con Italia, a la
expansión ultramarina para seducir a Inglaterra e incluso a conquistas en
Francia ya que según Hitler la guerra contra dicha nación “solo se justificaría
si de esa manera conseguimos cubrir nuestra retaguardia y así ampliar nuestro
espacio vital en el Este” cuyo foco central era la captura y destrucción de la
Unión Soviética(9).
La mitología, subestimada por Horkheimer,
revelaba la existencia de una memoria histórica imperialista nada superficial.
Necesitamos ampliar el espacio de la
memoria europea y poner al descubierto un pasado monstruoso de conquistas
coloniales exitosas o fracasadas, de las gigantescas matanzas de los pueblos
originarios de América, de africanos árabes o subsaharianos, de asiáticos de
India y China, en suma de vastos genocidios periféricos que moldearon la
cultura de sus asesinos occidentales. Malek menciona al “surplus histórico”
principalmente económico que acumuló Occidente con dichos saqueos que no
debería ocultar la componente criminal del mismo, no como recuerdo lejano sino
como parte decisiva de la reproducción de una civilización sanguinaria. Matanza
de periféricos combinada con grandes masacres y saqueos internos que explicó
Marx en su descripción de la Acumulación Originaria.
En ese sentido Hitler, Mussolini o Franco no fueron los
productos de irrupciones momentáneas sin pasado ni futuro.
Los mitos históricos no deberían ser
arrojados al basurero de las historias falsas, sobre todo si aparecen en la
superficie o quedan sumergidos en la memoria social para reaparecer en el
momento menos pensado. Son formas concretas de memoria, latentes, en
consecuencia componentes de la cultura popular, pueden ser criticadas, acusadas
de ser visiones deformadas o “irreales” del pasado como también lo podrían ser
ciertas construcciones de historia “científica” basadas en unos pobres datos
disponibles o no tan pobres pero siempre incompletos, casi siempre
distorsionados por el observador
influido por la cultura (las deformaciones ideológicas) de su tiempo.
Una observación que merece ser el objeto de
una reflexión más amplia es que la llegada del fascismo (su primera victoria en
Italia) se produjo muy poco tiempo después de que Occidente consiguiera
convertirse en amo del mundo, visto desde el lago plazo histórico ambos
fenómenos convergen en un corto espacio temporal. La civilización burguesa
devenida realmente universal, planetaria, comenzó a tocar sus límites
territoriales y fue dejando de lado sus discursos democráticos (se quiebra la
lógica de la expansión hacia espacios indefensos y cobran fuerza las del
canibalismo interimperialista, del disciplinamiento terrorista interno y del
expansionismo desesperado).
Más aún, es posible detectar en Europa
embriones significativos de fascismo entre fines del siglo XIX y comienzos del
siglo XX bien antes de la mega crisis iniciada en 1914, desde las emergencias
políticas protofascistas en Francia10 hasta manifestaciones ideológicas
virulentas de rechazo al legado de la Revolución Francesa, la Comuna de París y
la proliferación de expresiones democráticas radicales, socialistas y
comunistas. Nietzsche o Sorel anunciaron el fascismo avant la lettre, como restablecimiento de jerarquías sociales
vigorosas, de autoritarismos rejuvenecedores de Occidente.
En la Europa de fines del siglo XIX,
próspera e imperialista, donde en los más alto de sus sistema de poder reinaba
una pequeña élite financiera (la Haute Finance señalada por Polanyi como
garante del equilibrio y la paz interior)(11), emergían los brotes de lo que va
ser el fin del capitalismo liberal y el nacimiento del fascismo. Incluso fuera del escenario europeo en los
años 1920 y aún antes de 1914, en Estados Unidos (extensión neoeuropea),
aparecieron lo que algunos autores señalan como los orígenes norteamericanos de
la ideología nazi. Domenico Losurdo señala “el
notable papel que los movimientos reaccionarios y racistas americanos
desarrollaron al inspirar y alimentar en Alemania la agitación que al final
desembocó en el triunfo de Hitler. Ya en los años 20, entre el Ku Klux Klan y
los círculos alemanes de extrema derecha se establecieron relaciones de
intercambio y colaboración con la consigna del racismo en contra de los negros
y en contra de los judíos”. Losurdo agrega ejemplos concretos incluidos
algunos referidos a las raíces lingüísticas de conceptos fundamentales del
discurso nazi: “El término Untermensch,
que juega un papel tan central como nefasto en la teoría y en la práctica del
Tercer Reich, no es otro que la traducción de Under Man [sub-hombre]. Lo
reconoce Alfred Rosenberg, uno de los principales ideólogos del nazismo, quien
expresa su admiración por el autor estadounidense Lothrop Stoddard: a él
corresponde el mérito de haber acuñado por primera vez el término en cuestión,
que resalta como subtítulo (The Menace of the Under Man) [La amenaza del
sub-hombre] de un libro publicado en New York en 1922 y de su versión alemana
(Die Drohung des Untermenschen) aparecida tres años después. En cuanto a su
significado, Stoddard aclara que éste sirve para mostrar al conjunto de
“salvajes y bárbaros”, “esencialmente negados a la civilización, sus enemigos
incorregibles”, con quienes es necesario proceder a un radical ajuste de
cuentas, si se quiere evitar el peligro que amenaza destruir la civilización.
Elogiado, mucho antes que por Rosenberg, por dos presidentes estadounidenses
(Harding y Hoover), el autor americano es posteriormente recibido con todos los
honores en Berlín, donde encuentra a los exponentes más ilustres de la
eugenésica nazi, además de los más altos jerarcas del régimen, incluido Adolf
Hitler que estaba empeñado ya en su campaña de aniquilación y esclavitud de los
Untermenschen, es decir de los “indios” de Europa oriental” (12).
No solo se trata de la influencia de la
teoría estadounidense de la “white supremacy”, reacción protofascista desde
fines del siglo XIX contra la abolición de la esclavitud, expresada en Alemania
como supremacía aria sino también de textos decisivos como “El Judío
Internacional” de Henry Ford publicado en 1920, luego traducido y muy difundido
en Alemania donde importantes jefes nazis como Von Schirack e Himmler señalarán
años después haberse inspirado en ese libro. Himmler hizo notar que el libro de
Ford cumplió un papel significativo en
la formación de Hitler (13).
Despegue, auge,
declinación y recomposición de la marea periférica
La
irrupción del fascismo clásico pero también su derrota y renacimiento como
neofascismo, debe ser relacionado con el ascenso y posterior declinación de una
marea periférica que amenazó sepultar la hegemonía occidental, hecho decisivo
del siglo XX. Pero que ahora se presenta principalmente bajo la forma de
potencias emergentes despertando la histeria geopolítica de los Estados Unidos
y una profunda crisis existencial en algunos de los principales países europeos
como Alemania, Francia o Italia tironeados de un lado por su amo norteamericano
y sus viejos instintos occidentalistas imperiales (que lo hacen ver al Este
como un espacio de depredación) y por el otro por sus intereses económicos
concretos que apuntan hacia algún tipo de asociación o amistad con las grandes
economías euroasiáticas empezando por China y Rusia.
En 1914 la expansión occidental se
convirtió en guerra intestina (interimperialista) y en 1917 se produjo el
primer mega desgajamiento, el mayor espacio geográfico del planeta donde
habitaba el Imperio Ruso rompió con Occidente convirtiéndose en Unión
Soviética. Más adelante llegaron la escisión china (1949), las expulsiones del
conquistador occidental en la península indochina, la revolución cubana y un
amplio abanico de nacionalismos periféricos que quebraban los viejos lazos
coloniales. Era posible mostrar una suerte de film donde el espacio de dominación
global de Occidente se retraía gradualmente.
La ilusión marxista-eurocéntrica de
superación postcapitalista desde el centro imperial (desarrollado) del mundo
fue reemplazada por otra ilusión no menos pretenciosa según la cual dicha
superación se expandía desde la periferia subdesarrollada, desde los
capitalismos o semicapitalismos sometidos. Sin embargo cuando en los años 1970
y 1980 comenzó y se fue agravando la
crisis del capitalismo central, cuando perdía dinamismo productivo y en su seno
se propagaba el parasitismo financiero, la amenaza comunista y antiimperialista
también fue perdiendo dinamismo. La radicalización maoísta de la revolución
china comenzó a convertirse desde fines de los años 1970 en “socialismo de
mercado” y de allí en un curioso capitalismo burocrático con el partido
comunista a la cabeza haciendo de China en el siglo XXI la segunda potencia
capitalista del mundo tendiendo a devenir la primera. La URSS se fue pudriendo
y colapsó al comenzar los años 1990 arrastrando a todo su espacio “socialista”
incluyendo a países que habían mantenido su autonomía como Albania y
Yugoslavia.
Sobre todo a partir del fin de la URSS pero
con manifestaciones anteriores, hacia fines del siglo XX, en buena parte de
Europa emergía una ola reaccionaria que retomaba componentes del viejo fascismo
incorporando elementos nuevos. Racismo contra los inmigrantes, odios
interétnicos, recuperación más o menos sinuosa, más o menos desfachatada de
banderas enterradas en 1945. Se trató de un proceso confuso que tomaba en
consideración los nuevos tiempos globales y que dio sus primeros pasos antes
del derrumbe soviético. En la Francia de 1981, por ejemplo, la izquierda ganaba
las elecciones pero se ponían de moda los llamados “nuevos filósofos” como
Bernard Henri Levy o André Glucksmann que despegando como supuestos “humanistas
antiestalinistas” derivaron pronto en un anticomunismo rabioso convergiendo en
muchos aspectos con la derecha neofascista. Aparentemente Francia giraba
políticamente hacia la izquierda (después se comprobó que se trataba de una
pura apariencia) mientras se desplazaba culturalmente hacia la derecha. La
socialdemocracia, desde España hasta Alemania iba abandonando sus estandartes
keynesianos, productivistas e integradores, y penetraba en el universo
neoliberal gobernado por la especulación financiera, las llamadas derechas
“democráticas” hacían algo parecido. Y gradualmente se extendía una mancha maloliente
que empezaba a ser calificado como neonazismo, neofascismo, extrema derecha,
nueva derecha, etc. En Europa del Este en lugares como Polonia, los países
bálticos, Croacia o más recientemente en Ucrania reaparecieron los viejos
fantasmas del fascismo. Ya en pleno siglo XXI en Alemania, Austria, Francia y
otros países europeos los neofacistas obtienen grandes progresos electorales,
en varios de ellos asociando estilos y tradiciones del pasado hitleriano con
sólidas amistades sionistas. La nueva
islamofobia reemplaza a (y a veces se mezcla con) la vieja judeofobia, hasta se
produjeron casos tragicómicos donde en un mismo movimiento se apretujaban
algunos veteranos (e incluso jóvenes) admiradores de Hitler y Mussolini… y de
Benjamín Netanyahu. También afloraba en el este europeo y no solo en Ucrania
(Guerra Fría 2.0 mediante) el revanchismo antiruso dispuesto a vengarse de la
derrota sufrida siete décadas atrás.
En Estados Unidos, sobre todo desde 2001
emergió una ola ultraimperialista que se fue desarrollando a través de los
gobiernos de Bush y Obama hasta desembocar en Trump al ritmo de la degradación
financiera. Multiplicación de intervenciones militares directas e indirectas,
golpes blandos y sanciones contra países rebeldes a la dominación imperial, racismo,
islamofobia, confrontación con Rusia acercándose al límite de la guerra…. la
era Trump ha ido asumiendo todas las características de un protofascismo.
Regresando al ascenso y derrota del viejo
fascismo es necesario resaltar no solo la persistencia imperialista alemana en
torno de la “marcha hacia el Este”, motor del expansionismo hitleriano, sino
los delirios mussolinianos acerca de la restauración del imperio romano o el
españolismo no menos delirante de José Antonio Primo de Rivera nostálgico de
imperio español desaparecido. La tentativa de conquista de la Unión Soviética
tomó la forma de una gran cruzada europea contra el gigante eurasiático donde
participaron no solo alemanes sino también franceses, españoles, italianos,
belgas, ucranianos occidentales, letones, etc. El aspecto
imperialista-occidental del fascismo clásico y en consecuencia de los fascismos
periféricos como satélites coloniales, seguidores elitistas de sus amos históricos,
queda al descubierto.
En ese sentido, más allá de los debates
acerca de la naturaleza socialista de la URSS, de su legitimidad comunista y de
su lugar en la historia de las ideas y practicas postcapitalistas, es
importante destacar que probablemente, visto a nivel de la historia universal,
el mayor mérito de la experiencia soviética ha sido el de la destrucción de la
barbarie fascista, inscripta en el multisecular recorrido de saqueos y
genocidios occidentales. Ese solo hecho alcanza para justificar, reivindicar su
existencia, sin la URSS Hitler habría conquistado esos territorios, la exitosa
marcha hacia el Este habría otorgado a Alemania el liderazgo de Europa y
seguramente la primacía global como cabeza de un nuevo imperio.
La captura de Berlín por el ejército
soviético podría ser vista como el símbolo de la victoria de la humanidad
condenada a la esclavitud, la periferia, el “Oriente” tantas veces
estigmatizado. Oriente despreciado (y temido) cuyas prolongaciones se extendían
hacia las periferias interiores del centro del mundo (los judíos y los gitanos
europeos y demás grupos locales considerados inferiores, peligrosos,
desechables).
Los ciclos fascista y neofascista aparecen
como etapas de la larga decadencia sistémica global, intentos brutales de
salvación, de recuperación de la vitalidad perdida. Derrotada la primera
arremetida reaccionaria (1945) las formas autoritarias extremas del capitalismo
realizaron un prudente repliegue estratégico, pero coincidente con la
evaporación de la marea periférica en los años 1980 y comienzos de los 1990 la
peste comenzó a recomponerse renovando discursos y técnicas de intervención, se
trató de una transformación acorde con los nuevos tiempos donde el fenómeno
entrópico está experimentando un gigantesco salto hacia adelante. En el pasado
el retroceso del polo hegemónico occidental (del espacio territorial bajo su
control, de su dominación financiera, tecnológica, etc.) atrapó, arrastró hacia
el fracaso a ensayos de autonomización capitalista o con pretensiones
postcapitalistas. El caso de Japón entre la restauración Meiji e Hiroshima
mostró los límites de la creación de una potencia capitalista (imperialista)
independiente respecto de la trama de dominación occidental. El caso de la URSS expresó la debilidad de una
construcción postcapitalista híbrida, geopolíticamente antagónica a Occidente,
mezclando entre otras cosas estatismo, aspiraciones comunistas y modernización
negadora de herencias culturales colectivistas rechazadas como precapitalistas.
Tampoco debemos olvidar en este caso las consecuencias de la cruzada nazi que
le costó 27 millones de muertos y el posterior acoso político-militar sufrido
durante la Guerra Fría, formas concretas de ejercicio del poder de Occidente,
prisionero de su dinámica expansionista, estratégicamente incompatible con
algún tipo de coexistencia medianamente durable (esa obsesión occidental por
controlarlo todo que se expresó en el pasado como anticomunismo renace
actualmente como rusofobia).
Ahora, cuando se profundiza la declinación
occidental emergen nuevos desafíos periféricos, principalmente los de China y
Rusia. En ambos casos y luego de distintos recorridos se han constituido
sistemas que de manera muy general pueden ser caracterizados como capitalismos
burocráticos con amplios márgenes de autonomía respecto de Occidente y
arrastrando el peso de sus respectivas herencias culturales socialistas. Con un
bien orquestado giro hacia el capitalismo insertado en la trama global pero
preservando el gobierno del Partido Comunista en el caso chino, demoliendo
primero el edificio soviético para después de una efímera tentativa de
instauración neoliberal imponer controles estatales sobre la economía en el
caso ruso(14). En principio quedan abiertos dos escenarios entre otros, si
partimos del supuesto de que la crisis global se va a agravar. El primero
muestra a China y Rusia arrastradas por el desastre general, sus estructuras
exportadoras dependientes de los mercados de Europa y Estados Unidos, el
entramado financiero internacional del que forman parte y las exigencias de
militarización derivadas de la agresividad de los países de la OTAN, las
atarían a la degradación euro-norteamericana-global. El segundo escenario
presenta a estas potencias sobreviviendo al desastre, afirmando su espacio
euroasiático, una de las variantes (atención, no la única) de ese futuro posible sería la introducción
en sus sociedades de componentes defensivas postcapitalistas para lo que
disponen de reservas culturales más que suficientes.
NOTAS
(1)
Este texto tiene como disparador la ponencia “Conciencia socialista y crisis de
la civilización burguesa” presentada en la Mesa Redonda 1979 – Las fuerzas
subjetivas del socialismo – Međunarodna Tribina Socijalizma u Svetu, Cavtat-
Jugoslavija, 1979.
(2)
Anouar Abdel Malek, “Political Islam”, Round Table 1978 “Socialism and the
Developming Countries”, Socialism in The World, Cavtat 1978, Number 11,
Yugoslavia.
(3)
Renzo De Felice, “Comprendre le fascisme”, Editions Seghers, Paris, 1975.
(4)
Citado por Pierre Ayçoberry en “La question nazie. Les interpetations du
national-socialisme”, p.19. Éditions du Seuil, Paris, 1979.
(5)
Citado por Edmond Vermeil, “Doctrinaires de la revolution allemande”, p. 64.
Fernand Sarlot éditeur, Paris, 1939.
(6)
Carta de Horkheimer a Leo Lowenthal, citada por Martin Jay, “The Dialectical
Imagination. A History of the Frankfurt School and the Institute of Social
Research 1923-1950”, p. 278, Heinemann London, 1973.
(7)
Hermann Rauschning, “La révolution du nihilisme”, Gallimard, Paris, 1980.
(8)
Daniel Jonah Goldhagen, “Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes
corrientes y el Holocausto”, Taurus Pensamiento, Madrid, 1998.
(9)
Pierre Ayçcoberry, op. cit.
(10)
Zeev Sternhell, “La droite revolutionaire. Les origines françaises du fascisme,
1885-1914”. Editions du Seuil, Paris, 1978.
(11)
Karl Polanyi, “La gran transformación”, Fondo de Cultura Económica, Argentina,
2007.
(12)
Domenico Losurdo, “Guerra preventiva, americanismo e antiamericanismo”, en
Giuseppe Prestipino (a cargo de), Guerra e pace, Istituto Italiano per gli
Studi Filosofici- La Città del Sole, Napoli, 2004.
(13)
Domenico Losurdo, op. cit.
(14)
En realidad la demolición no fue tan profunda como lo presentaban las
apariencias, el viejo aparato golpeado y en parte eliminado pudo atravesar la
tempestad de los años 1990, renovarse ideológicamente, desalojar a los
neoliberales, recomponer el complejo industrial-militar y el sistema de
inteligencia y dar a luz una nueva era nacionalista encabezada por Vladimir
Putin.