Contra el Liquidacionismo Histórico
Eduardo Ibarra
En una carta a
Gustavo Pérez del 4 de noviembre del año que ha concluido, Miguel Aragón ha
sostenido lo siguiente: “El
frente unido en nuestro país existe
desde 1905 hasta el presente. Mientras que el partido del proletariado peruano
hasta el presente nunca ha existido, y no ha existido porque todavía no era ni
es necesario. La constitución del
partido del proletariado peruano es una tarea del futuro cuando su existencia
sea realmente necesaria, cuando la maduración de las condiciones objetivas y
subjetivas así lo reclamen y lo exijan, y no cuando a un caudillo personalista
se le ocurra como uno de sus ocasionales
caprichos”.
En lo que toca a Mariátegui, esta
afirmación representa la extensión del liquidacionismo al campo de la historia,
y, por esto, un intento de borrar de la memoria colectiva del pueblo peruano la
verdad histórica del PSP.
Desde la publicación
de la citada carta a la fecha, ha pasado casi un mes y, como puede constatarse,
en el grupo liquidacionista de derecha que dirige Ramón García nadie se ha
alzado críticamente contra semejante negación del PSP, lo cual prueba, una vez
más, que la ideología que rige las relaciones internas de dicho grupo es el
liberalismo burgués. Pero, desde luego, esta constatación no tiene porqué
extrañar a nadie, pues es imposible
esperar que quienes tergiversan el carácter marxista-leninista de la Creación
Heroica de Mariátegui salgan a defender esta Creación en su materialización
como Partido Socialista del Perú.
.
Puesto que, como se sabe, el que calla
otorga, puede suponerse con razón que en el mencionado grupo se asume semejante
negación: el silencio otorgador de sus miembros no es cuestión reciente, pues viene
de hace tiempo: de noviembre de 2013, cuando Aragón negó la verdad histórica de
los acuerdos de la Reunión de la Herradura, e incluso de antes: desde que
García empezó a falsificar la verdad doctrinal y orgánica del PSP, a falsear la
verdad ideológica de la Creación Heroica de Mariátegui y a tergiversar
cuestiones fundamentales dirimentes de esta Creación.
El pensamiento de Mariátegui expresa la
fusión de la verdad universal del marxismo-leninismo (“El marxismo-leninismo es
el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El
Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”) con la
práctica de la revolución peruana (“aplicación del método marxista al
conocimiento y definición de los problemas del Perú”).
Así, pues, el pensamiento de Mariátegui es pensamiento
de clase, pensamiento proletario, pensamiento de partido. Por eso puede decirse
que el PSP fue su materialización organizativa.
Por lo tanto, negar la existencia histórica
del PSP es negar la Creación Heroica de Mariátegui.
Esta negación se expresa en el hecho de que
el grupo liquidacionista niega la filiación marxista-leninista de Mariátegui, del
Socialismo Peruano, del PSP. Esta realidad, demostrada una y otra vez, no puede
dejar de percibirse por el hecho de que tal grupo se empeña en utilizar a Mariátegui
y a su Partido como coartada a fin de intentar pasar de contrabando sus posiciones
oportunistas y revisionistas.
Pero el liquidacionismo histórico de Aragón
presenta además una actitud afrentosa con respecto a Mariátegui. Ciertamente la expresión “y no cuando a un caudillo personalista se
le ocurra como uno de sus ocasionales
caprichos”, está enfilada contra García, pero, en la medida en que, según su
autor, en los años veinte el partido del proletariado peruano “todavía no era…
necesario”, entonces aquello de “caudillo personalista” y de “ocasionales
caprichos” le cae también a Mariátegui.
Así, pues, Aragón
ha pasado de la negación de la verdad histórica de los acuerdos de la Reunión
de la Herradura, a la negación de la existencia misma del PSP.
Esta negación del PSP y aquella afrenta a
Mariátegui –así como muchas otras posiciones antimariateguianas oportunamente
desenmascaradas– pintan de cuerpo entero al grupo liquidacionista.
Si las clases reaccionarias intentan
siempre borrar de la memoria de los pueblos sus tradiciones revolucionarias, el
oportunismo busca siempre falsificar dichas tradiciones y, ahora, concretamente,
el grupo liquidacionista busca borrar de la memoria del pueblo peruano la
verdad histórica del PSP y la verdad ideológica y teórica de la Creación
Heroica de Mariátegui.
De hecho, nadie ha ido más lejos en la
campaña antimariateguiana: ni Ravines con su “desaumatización”, ni Del Prado
con su revisionismo, ni Paredes con su liquidacionismo de fines de los años
1960.
Del liquidacionismo de “izquierda” de los
años 1970 al liquidacionismo de derecha de hoy, es el derrotero del grupo que
encabeza Ramón García.
Como acabamos de ver, este liquidacionismo ha
sido extendido ahora al campo de la historia. Pero también al campo del frente
unido, como veremos en otro lugar.
La Creación Heroica de Mariátegui, teórica
y orgánica, es la piedra basal vigente del Socialismo Peruano y, por esto, la piedra
de toque que separa a marxistas de oportunistas. Por eso, ningún esfuerzo del
grupo liquidacionista de derecha ni ningún silencio pusilánime de nadie podrá
borrar su realidad de la conciencia de nuestro pueblo.
Defendiendo la existencia histórica del PSP
y la verdad doctrinal de la Creación Heroica de Mariátegui, el presente
artículo proporciona la necesaria información a la Izquierda Peruana acerca del
límite extremo a que ha llegado el grupo liquidacionista en su campaña
antimariateguiana, en su descomposición ideológica, en su consunción moral.
01.01.2015.
Nota del autor:
Publico a continuación un fragmento del
artículo Comentario a Algunas
“Observaciones”, escrito el 10.11.13, a fin de que el lector sepa desde cuándo
viene el liquidacionismo histórico de Aragón, y un fragmento del artículo Comentario al Libro “Memorias desde Némesis” por Abimael Guzmán, que da cuenta de la primera forma que asumió el liquidacionismo
de Ramón García. De este modo el lector terminará de comprender perfectamente de
qué estamos hablando y de quiénes estamos hablando.
A
Propósito de Algunas “Observaciones”
(Fragmento)
Eduardo
Ibarra
II
Por otro lado, Aragón señala que “los editores del Blog Creación Heroica (BCH) han cometido un error
de ligereza, al incluir dentro de los textos del PSP los "Acuerdos
de la Reunión de la Herradura". Y digo "error de
ligereza", porque la difusión de ese documento ha debido ir acompañada,
por lo menos, de un mínimo comentario explicativo, salvo que los editores
de BCH, con su silencio, que los hace cómplices, estén demostrando su
total aceptación de la validez histórica del mencionado texto”.
Dejando aparte por ahora la gratuita acusación que aparece en la
afirmación, la misma no pasa de ser una conjetura. Como se ha visto, Aragón pone en tela de
juicio lo que ambiguamente llama “la validez histórica” de los acuerdos tomados
en la Reunión de la Herradura (2).
Pero ocurre que, en 1948, es decir en el año en que fueron publicados
los Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú (libro donde precisamente aparecen los Acuerdos de
la Reunión de La Herradura), con
excepción de Avelino Navarro –quien murió alrededor de nueve años antes–,
vivían aún los otros participantes de dicha Reunión: Martínez de la Torre,
Julio Portocarrero, César Hinojosa, Fernando Borja y Bernardo Regman. Así,
pues, si Martínez hubiera desnaturalizado, tergiversado, torcido los acuerdos
de la Reunión, cualquiera de los nombrados hubiera podido desmentirlo, lo que
no ocurrió entonces ni después.
El argumento que presenta Aragón para dar piso a su conjetura es una
falacia: el hecho de que Mariátegui no escribiera después nada acerca de la
Reunión de La Herradura –Reunión preparatoria de la Reunión fundacional de
Barranco– no prueba que los Acuerdos de la primera de estas reuniones no sean
ciertos. Tampoco escribió nada Mariátegui sobre la Conferencia Comunista de
Buenos Aires de 1929, y este silencio no
prueba que los Acuerdos y Conclusiones de este evento no fueran igualmente
ciertos.
Como se ve, en su propósito de cuestionar el proyecto de Ramón García de
un partido de “dos niveles”, Aragón pone en tela de juicio los Acuerdos de la
Reunión de La Herradura, y, de manera especial, aquel sobre la “célula secreta
de los siete”.
Mas, para demostrar la improcedencia del proyecto de García, basta
demostrar –como precisamente lo hemos hecho nosotros en varios artículos– que
el pretendido partido de “dos niveles” es un reciclaje de la concepción de
partido levantada por Julio Portocarrero y Hugo Pesce en la Conferencia
Comunista de Buenos Aires, concepción
absolutamente contraria a la de
Mariátegui, quien, precisamente en el Programa
del partido (Principios
programáticos…), señaló que “El marxismo-leninismo es el método
revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido
Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (Ideología y política,
p.160).
Así, pues, Mariátegui no sostuvo que la “célula secreta de los siete”
adoptaba el marxismo-leninismo, sino que el Partido –de arriba abajo y de lado
a lado– adoptaba este método revolucionario.
Tan es así, que Martínez anotó: “A fin de unificar doctrinariamente el
pensamiento y la acción de los grupos iniciales del Partido Socialista,
Mariátegui elaboró los siguientes puntos programáticos que fueron remitidos a
las células del país y del extranjero” (Apuntes…,
t.II, p.398).
“A fin de unificar doctrinariamente…”, es decir, desde un principio el
marxismo-leninismo fue la base de unidad del PSP.
Esto significa, pues, que Mariátegui definió y construyó el PSP como un
partido de clase.
Quienes plantearon el marxismo-leninismo
como la base de unidad de un nivel secreto en el Partido fueron Julio
Portocarrero y Hugo Pesce. En la Conferencia de Buenos Aires el primero
sostuvo: “El
partido socialista se basa en nuestro Grupo, el cual es enteramente afín con la
ideología de la Internacional Comunista” (Martínez, Apuntes…, t.II, p.422.).
Esta
concepción del PSP es lo que sostiene Ramón García desde 1967 hasta la fecha
(ver La organización del proletariado, p.197, nota al pie de
página, y La creación heroica de José Carlos Mariátegui. 80
Aniversario, p.22) (3).
El
fondo de la cuestión del Partido es su carácter: si el marxismo-leninismo es la
base de su unidad, entonces es de clase. Pero si tiene dos niveles y uno de
ellos, el secreto, tiene como base de unidad un marxismo sin leninismo, y el otro, el público, no tiene ninguna base
doctrinal, como ocurre en el proyecto de García, entonces no es de clase (4).
De
esta esencia del problema Aragón no dice absolutamente nada, pues, como es de
conocimiento general, seguidistamente comparte la idea de García de un
partido-amalgama, es decir, de un partido del socialismo en general y no del socialismo marxista-leninista en
particular.
Así,
pues, su divergencia con García en punto al partido de “dos niveles” aparece
como una divergencia puramente organizativa. Por eso no llama la atención que
solo vea el aspecto orgánico de la cuestión: el “Sistema
organizativo caudillista y ‘argollero’, antidemocrático y antisocialista”. Por lo tanto, si
García le restara a su proyecto aquello de los “dos niveles”, Aragón podría
sumarse al mismo tranquilamente.
Por otro lado, la constitución de una
“célula secreta de los siete”, que debía
copar el Comité Ejecutivo del Partido,
tiene su prueba en el hecho de que, precisamente
en la Reunión de Barranco, los integrantes de dicha célula coparon el “Grupo
Organizador del Partido”.
Otro acuerdo de la Reunión de La
Herradura fue “Convocar a una nueva reunión en la cual se incorporará a otros
elementos”, y, precisamente, la Reunión
de Barranco incorporó a Luciano Castillo y a Chávez León.
Otro acuerdo fue “Ayudar a la célula de
oposición sindical que Julio Portocarrero había organizado para realizar las
tareas y directivas fijadas en el V Congreso de la I.S.R”, y, precisamente, la Reunión de Barranco constituyó la Secretaría
Sindical y eligió al mencionado camarada como responsable de la misma.
Otro acuerdo fue darle al partido el
nombre de Partido Socialista del Perú, y,
precisamente, la Reunión de Barranco aprobó este nombre.
En fin, la Reunión de la Herradura fue
una preparación de la Reunión de Barranco en tres aspectos: en lo ideológico, con la adhesión a la
Tercera Internacional, lo que luego se expresó en la adopción del
marxismo-leninismo (ver Programa del
Partido); en lo orgánico, con el copamiento por la
“célula secreta de los siete” del Grupo Organizador del Partido; en el trabajo masivo, con la
constitución de la Secretaría Sindical.
Este es el cordón umbilical entre la
Reunión de La Herradura y la Reunión de Barranco, entre la preparación de la
fundación del Partido y la fundación misma.
¿Podría alguien, en su sano juicio, ver
en este cordón umbilical algo extraño a la ideas de Mariátegui? ¿Los Acuerdos
de la Reunión de la Herradura fueron una maquinación de Martínez de la Torre y,
por lo tanto, Mariátegui fue ajeno a la elección del nombre del Partido, a su
afiliación a la Tercera Internacional, a la constitución de la Secretaría
Sindical, a la constitución de la “célula secreta de los siete”, a la
incorporación de otros elementos?
Es de conocimiento general que
Mariátegui participó de la Reunión Fundacional de Barranco. Pues bien, el
primer Acuerdo de esta Reunión concretizó el tercer Acuerdo de la Reunión de La
Herradura. Como también es de conocimiento general, la Reunión de Barranco
aprobó la Moción presentada por Mariátegui. Pues bien, los numerales 1, 2 y 4
de esta Moción responden en su espíritu al numeral 2 de la Reunión de La
Herradura, así como el numeral 3 responde en su espíritu al numeral 1 de esta
Reunión.
Esta es la resonancia que tuvieron los
Acuerdos de la Reunión de La Herradura en los Acuerdos de la Reunión de Barranco.
Así, pues, poner en duda los Acuerdos de
la Reunión de La Herradura (sea considerándolos apócrifos, sea negando su valor
histórico), es cuestionar los Acuerdos de la Reunión de Barranco.
Por otro lado, es oportuno señalar que
la “célula secreta de los siete” no fue concebida como una instancia orgánica
permanente, sino solo como una medida
temporal a fin de garantizar una dirección estable y solvente del proceso de
constitución del PSP (5).
Por eso Martínez señala que para la
Reunión de La Herradura “Fueron escogidos con detenida escrupulosidad los
compañeros de más solvencia, de más responsabilidad, capaces de imprimir, desde
el primer momento, una buena dirección al Partido que se trataba de fundar” (Apuntes…, t.II, p.397).
Por eso uno de los acuerdos de la
Reunión de La Herradura reza así: “Constituir la célula inicial del Partido,
afiliado a la III Internacional, y cuyo nombre será el de Partido Socialista
del Perú, bajo dirección de elementos conscientemente marxistas” (ibídem).
Quienes después pretendieron que dicha
célula tenía un carácter permanente, dando lugar así a la concepción de un
partido de “dos niveles”, fueron Julio Portocarrero y Hugo Pesce en la
Conferencia Comunista de Buenos Aires (6). Esta pretensión fue asumida luego
por Jorge del Prado y, como ya quedó claro, desde 1967 por Ramón García.
Como se ha podido ver, la afirmación de
Aragón acerca de los Acuerdos de la Reunión de La Herradura no pasa de ser una
conjetura.
En consecuencia, no hemos cometido
ningún “error de ligereza” respecto a dichos acuerdos. Por el contrario, es
precisamente Aragón quien ha cometido la ligereza de acusarnos de complicidad sobre la base de una simple
conjetura.
Notas
[2] Decimos “ambiguamente”, porque en el contexto de la carta, la frase de
Aragón puede entenderse de distintas maneras: como que se refiere a los
acuerdos como tales acuerdos (“ese texto es de dudosa procedencia”), o, en su defecto,
como que los mismos no tienen ningún valor histórico (“la validez histórica del mencionado texto”). En el primer caso,
lo que querría decir Aragón es que los Acuerdos de la Reunión de La Herradura son apócrifos; en el segundo, que tales
Acuerdos no tienen ninguna trascendencia
para el proletariado peruano. En
este caso, la frase de Aragón significaría que la afiliación de “la célula
inicial del Partido” “a la III Internacional”, la elección del nombre de
Partido Socialista del Perú, el apoyo a la célula de oposición sindical
organizada por Julio Portocarrero, el propósito de copar la Dirección del
Partido con los elementos de su “célula inicial” y la intención de incorporar a
otros elementos a las filas partidarias, fueron
acuerdos ciertos pero sin ningún
valor histórico.
[3] Con una diferencia: mientras en 1967
García sostenía dos estructuras en el Partido, pero sin postular ninguna diferencia
doctrinal entre ambas, ahora también sostiene dos estructuras, pero pretendiendo una diferencia doctrinal entre las mismas: el nivel
secreto debe ser doctrinariamente homogéneo, y el nivel público debe ser
doctrinariamente heterogéneo. De este modo ha
pasado de una fórmula puramente
orgánica a una fórmula marcadamente doctrinal,
subastando así la independencia
ideológica y organizativa del proletariado, es decir, liquidando al Partido
como partido de clase. Así, pues, de su liquidacionismo de izquierda de los
años 1970, García ha pasado a su actual liquidacionismo de derecha. Esto es, como
lo hemos señalado en otro lugar, revisionismo
en cuestiones de organización.
[4] En el proyecto de García no es el
marxismo-leninismo sino un marxismo a secas la base de unidad del nivel
secreto, y el nivel público no tendría ninguna base de unidad doctrinal, es
decir, sería doctrinalmente variopinto. Por eso este proyecto es de un partido
de masas no de clase, contrario por
principio al PSP que, conforme al planteamiento de Mariátegui, hubiera tenido
que ser un partido de masas con carácter
de clase, o, para decirlo de otro modo, un
partido de clase bajo la forma de partido de masas.
[5] Es decir la “célula secreta de los
siete” fue una fórmula puramente orgánica, cuya utilidad muy probablemente
hubiera tenido que cesar en marzo de 1930 cuando debió producirse la fundación
pública del Partido. A este respecto puede verse Mariátegui y el Partido Socialista del Perú (borrador), del
suscrito.
[6] Pero en estos delegados el recurso
temporal de la “célula secreta de los siete” no solo apareció como permanente, sino también como un nivel orgánico
doctrinalmente diferenciado del resto de la militancia partidaria. Como se ha visto, esto es lo que sigue Ramón García, lo
que demuestra que ni siquiera tiene el mérito de la originalidad.
10.11.13.
Comentario
al libro Memorias desde Némesis por
Abimael Guzmán
(Fragmento)
Eduardo Ibarra
Por otro lado, Memorias desde Némesis tiene el mérito, entre otros, de dar cuenta
de los antecedentes de un hecho actual: como seguramente se sabe, desde hace un
tiempo Sergio –es decir Ramón García, quien firma como Ragarro, y que, para
decir aquello que no tiene el coraje de suscribir con su nombre, se embozó hace
ya casi dos años tras el seudónimo de Eusebio Leyva– pretende levantar cabeza
fundando un partido-amalgama dirigido desde la sombra por un puñado de
“marxistas” no leninistas.
Es, pues,
pertinente transcribir lo que de García y su “grupo bolchevique” sostiene, documentadamente, Abimael Guzmán.
“El
Comité Regional de Lima (denominado 14 de junio, como José Carlos Mariátegui el
de Ayacucho, o Túpac Amaru el de Cuzco, de manera no sujeta a las normas
comunistas), en la década del sesenta, sirvió de base a Sotomayor, primero;
posteriormente copada su dirección por paredistas, fue utilizado contra la
Juventud Comunista y, finalizando el decenio, en 1969, en plena lucha del
Partido y la Facción Roja contra el liquidacionismo de derecha, apoyaba a
Paredes. Sin embargo, una parte del mismo apoyó la defensa del Partido asumida
en el II Pleno; pero el Comité quedó muy debilitado y desarticulado,
correspondiendo a los camaradas de Lima la tarea de reagrupar la militancia y
organizarla. En ese caldo de cultivo y circunstancias surgió el liquidacionismo
de ‘izquierda’ encabezado por Sergio y Manuel; liquidacionismo cuya esencia y
parte de sus posiciones ideológicas y políticas, era aniquilar el Partido
aislándolo de las masas y la lucha de clases, así como el liquidacionismo de
derecha aniquilaba el Partido disolviéndolo en las masas. La Facción Roja y el
‘Grupo bolchevique’ convergieron en la defensa del Partido en la VI
Conferencia, en la lucha contra la destrucción de la organización partidaria
clandestina perpetrada por el liquidacionismo de derecha y, principalmente, en
la defensa de la vida, de la existencia del Partido en el II Pleno (1970). No
obstante, en este evento ya surgieron las contradicciones entre ambos en
relación con el fascismo, para los autodenominados ‘bolcheviques’ el fascismo
en esencia era represión; las contradicciones se irían desarrollando hasta su
solución el año 1975, tras antagonizarse”. “En 1970 Sergio escribió ‘Fortalecer
nuestras filas’. Documento en que plantea la ‘estabilidad del capitalismo’ y
reduce la base de unidad a legado de Mariátegui; así como soslaya el trabajo
campesino, el poner el peso del Partido en el campo para sustentar el trabajo
militar y, aprovechando los cambios y problemas surgidos el 69 y 70, incluso
sin considerarlos cuestiona el traslado de la Dirección planteado el 67 como
parte de poner el centro en el campo (cuestionando, pues, el correcto
planteamiento de 1967, sin proponer cómo resolver el problema en las nuevas
condiciones, ya que evidentemente no se podía el 70, tras la división del
Partido, hacer el traslado en las mismas condiciones que el 67). Todo esto sin
más fundamento que generalidades, sin ver las condiciones específicas de
nuestra revolución, invocando sólo abstractamente la experiencia internacional,
y, menos aún, ver la larga perspectiva como el Presidente Mao enseña”.
“Igualmente, en editorial de Bandera Roja Nº 44, sacada bajo su responsabilidad
en Lima, con el título ‘Contra el fascismo, contra el liquidacionismo, llevar
la lucha hasta el fin”’, Sergio desenvuelve un plan programático-político
diferente al del II Pleno. En él, a la vez que soslaya la Gran Revolución
Cultural Proletaria, plantea que los ejércitos ya no le sirven al imperialismo
y que el fascismo es la ‘contrarrevolución más feroz’ que destruye todo tipo de
organización; mientras el capitalismo burocrático lo entiende sólo como
capitalismo de Estado; calla que la ley agraria 17716 sienta bases para la
corporativización y reduce el II Pleno a la gran polémica”. “En el mismo número
de Bandera Roja, en artículo ‘Reconstituir las organizaciones populares’,
redactado por Manuel, se soslaya el pensamiento maotsetung, la línea política,
el campesinado y se centra en llamar a ‘prepararse para soportar la represión
política’. Así, se mostraba terror ante el fascismo y pérdida de perspectiva;
fondo común de los liquidadores de ‘izquierda’ basado en su ‘fascismo es
violencia’ que ‘barre todas las organizaciones’, vieja posición revisionista”.
“En
el Balance de la Reconstitución del Regional 14 de junio del PCP (1972) se
sistematiza el liquidacionismo de ‘izquierda’: apartándose más del II Pleno, se
reduce toda la actividad partidaria a ‘crítica y preparación’. Estas, aparte de
sustentarse en la supuesta existencia de ‘estabilidad del capitalismo’, aunque
no lo diga expresamente, constriñe la ‘crítica’ al estudio el desarrollo de las
ideas marxistas en el Perú (sobre este punto elaboraron un esquema), olvidando
aplicar el pensamiento de Mariátegui a la situación concreta y desarrollar su
línea política; mientras que la ‘preparación’ la entiende y practica como
separación, más acentuada aún, de las masas y la lucha de clases, reduciendo la
actividad ‘orgánica’ a pequeños de intelectuales en cenáculo al margen de la
tempestad y la contienda para que el fascismo, que ‘todo lo barre’ según ellos,
no los tocara; a la vez que su preocupación fundamental el ‘papel del individuo
en la historia’ y la ‘militancia como forma de vida’ devenían en ‘anarquismo
señorial’. Así el liquidacionismo de ‘izquierda’ se enrumbaría más hacia la
derecha hasta la deserción de sus dos cabezas en 1975, después de derrotada su
oposición al desarrollo de los organismos generados”.
“De
esta manera debatió el Pleno (el III, julio 1973) el carácter del Gobierno
Militar en 1973 y las posiciones que se daban frente a él; planteándose además
la siguiente interrogante: ¿Es el fascismo esencialmente violencia? Hay quienes
sostienen, decía, que el fascismo es, en esencia, violencia, que la violencia
es la característica esencial que lo define; esta es la posición de
revisionistas y revolucionaristas, de lo cual derivan que el régimen de Velasco
Alvarado no es fascista sino revolucionario y reformista, respectivamente. Esta
posición es oportunista y falsa, reducir el fascismo simplemente a violencia no
correspondió ni al anterior a la segunda guerra mundial, menos al posterior a
ella; el fascismo en esencia es la negación del sistema de gobierno demoliberal
(no de la dictadura burguesa), y el que lleve adelante sus planes por la
violencia no es sino el camino para defender y mantener el viejo orden según
sus necesidades y circunstancias, así el fascismo de Hitler, Mussolini, Franco
y otros recurrió a la más desenfrenada y brutal violencia. Por otro lado,
piénsese que el Estado es la ‘violencia organizada’ y que la doble política
reaccionaria ha potenciado inmensamente la violencia contrarrevolucionaria en
la época del imperialismo. Mas lo anterior no niega el carácter de clase del
Estado ni la ciencia política de sus objetivos; ni tampoco que la violencia
elevada a nivel de guerra sea la forma principal para resolver las
contradicciones fundamentales y trascendentes del mundo social. Tal fue, en
líneas generales, el debate sobre este importante problema en el III Pleno”.
“Fue
la reunión plenaria [el IV Pleno] en que más ampliamente y a fondo se
combatieron las posiciones del liquidacionismo de ‘izquierda’; el centro de la
lucha de dos líneas estuvo en el trabajo de masas, principalmente contra la
oposición de estos a desarrollar organismos generados. Sin embargo, claro está
que, tras los planteamientos organizativos e incumplimiento socavador de los
acuerdos del III Pleno, por el liquidacionismo de ‘izquierda’ estaban sus
posiciones políticas sobre la ofensiva corporativista del Gobierno y, en
esencia, su concepción del fascismo como violencia incontenible que todo lo
barre y desaparece. Para ellos, pues, no era posible desarrollar la
construcción orgánica, menos aún el trabajo de masas, porque consideraban que
se venía un ‘baño de sangre’ y sólo cabía esperar que pasara la tormenta
fascista; criterios sostenidos, precisamente, cuando la lucha popular ponía
término al repliegue de las masas. Estos nuevos liquidadores, profundizando sus
criterios anteriores habían devenido en practicantes acérrimos del ocultismo y
pregoneros en corrillos de ‘basta línea’. Pero las posiciones del
liquidacionismo de ‘izquierda’ fueron barridas, ya que sus sustentadores en
cenáculos no fueron capaces de sostenerlas y menos defenderlas en el Comité
Central. No hubo, por lo demás, sanción alguna, contra nadie, en el IV Pleno;
la Facción Roja llevó adelante exitosamente la sesión y los acuerdos se tomaron
por unanimidad”.
“El V
Pleno del Comité Central marcó no sólo el desarrollo de la línea proletaria,
sino igualmente el término de la lucha contra el liquidacionismo de ‘izquierda’
cuyas posiciones habían sido barridas ya en el IV Pleno, como viéramos, y
además totalmente derrotado en la lucha de masas, principalmente en los
organismos generados, que analizaremos a continuación. Más aún, sus dos
conspicuos representantes se marcharon del Partido: Sergio, después de los
sucesos de febrero del 75 en Lima, pidió licencia por un año en carta dejada al
viajar (no está demás mencionar que en el Partido Comunista no hay licencias),
sin retornar hasta hoy: y Manuel no concurrió al Pleno pese a ser citado y
comprometerse a asistir, comunicó su alejamiento por carta. Así, pues, ni el V
Pleno ni otro evento los expulsó, ni los sancionó; simplemente se registró su
deserción”.
“Tampoco
tiene fundamento alguno que se haya ‘expulsado a la mitad del Comité Regional
14 de junio’; y esto es así, sencillamente, porque tal Comité no tenía
militancia organizada; el liquidacionismo de ‘izquierda’ desmontó la
organización. Fue precisamente después del V Pleno que se organizó el Comité y
volvió a marchar orgánica y regularmente”.
Todo esto es historia del PCP. Pero, de este
conjunto de cuestiones examinadas por Abimael Guzmán, es pertinente destacar
aquí las siguientes:
1) Ya en los años
setenta Ramón García intentó aniquilar el
Partido aislándolo de las masas y la lucha de clases;
2) para ello, desmontó la organización del
Comité Regional de Lima, donde tenía influencia;
3) con el editorial de Bandera Roja Nº 44
planteó un plan programático-político diferente al del II Pleno;
4) redujo toda la actividad partidaria a
“crítica y preparación”, constriñendo lo primero al estudio del desarrollo de las ideas marxistas en el Perú, y
practicando lo segundo como separación de
las masas y la lucha de clases;
5) fue practicante
acérrimo del ocultismo y pregonero en corrillos de “basta línea”.
Puntualización especial merece la deserción
de Ramón García y Manuel Montañez de las filas del Partido. En el artículo Las cinco caídas de yo el supremo, el primero se pavoneó
sosteniendo que “fue expulsado, con pelos y señales, primero por el PC-U,
segundo por el PC-BR, tercero por el PC-SL”. Pero ocurre que lo último no es
cierto, y en su oportunidad se lo hicimos saber a los activistas del Socialismo
Peruano.
La
verdad del caso es la siguiente: “No hubo… sanción alguna, contra nadie, en el IV Pleno”; “ni el V Pleno ni otro evento los expulsó, ni los sancionó; simplemente se registró su deserción”.
Esta es, pues, la verdad histórica de los hechos que García intenta silenciar
con la cínica mentira de que fue expulsado del PCP-SL.
En el mismo
artículo –y enseguida de lo citado arriba– García siguió pavoneándose: “Ciertamente,
ciertamente, el Supremo resultó también otro ‘Duro de Matar’”.
Pero
la verdad es esta: “la Facción Roja
llevó adelante exitosamente la sesión [el IV Pleno] y los acuerdos se tomaron por unanimidad”. Es decir, ¡el “Duro de
Matar” capituló ante las posiciones de Guzmán y votó por ellas en contra de las
suyas propias!
Y, después de
ello y de la violenta asonada del 5 de febrero de 1975, no solo desertó del Partido
sino también de toda práctica política: en unos meses más cumplirá ¡cuarenta
años de inoperancia!
Por
otro lado, es un hecho que, debido a su carácter liquidacionista, el proyecto
de partido de García está muerto. Y no por homicidio, sino por suicidio.
Para adelantarnos a
cualquier malicioso reparo, transcribimos la siguiente cita de nuestro artículo
A propósito de algunas “observaciones”, escrito el
10.11.13: “mientras en 1967 García sostenía dos estructuras en el Partido, pero sin postular ninguna diferencia doctrinal entre ambas, ahora
también sostiene dos estructuras, pero
diferenciándolas en el sentido indicado: el nivel secreto debe ser
doctrinariamente homogéneo, y el nivel público debe ser doctrinariamente
heterogéneo. De este modo ha pasado de
una fórmula puramente orgánica a una
fórmula marcadamente doctrinal, subastando así la independencia ideológica y
organizativa del proletariado, es decir, liquidando al Partido como partido de
clase. Así, pues, de su liquidacionismo de izquierda de los años 1970,
García ha pasado a su actual liquidacionismo de derecha. Esto es, como lo hemos
señalado en otro lugar, revisionismo en
cuestiones de organización”.
Por su
parte, Manuel Montañez “no concurrió
al Pleno [al V] pese a ser citado y comprometerse a asistir, [y] comunicó su
alejamiento por carta”. De esta forma expresó la misma impotencia de García.
Es menester
agregar, respecto al punto, algo que seguramente Guzmán no sabe. En el verano
de 1975, con su liquidacionismo de “izquierda” bajo el brazo, García intentó levantar tienda propia,
pero fracasó (testimonio de Enrique Zapater).
Por lo tanto,
en unas circunstancias en que el antagonismo con su liquidacionismo era orgánicamente tratado como contradicción
no antagónica, su escisionismo aparece como escisionismo de un liquidador
de “izquierda”. Este es el fondo de la cuestión.
Por eso su
apelación, directa o indirecta, a la idea de un “escisionismo positivo” para
justificar su injustificable deserción, no pasa de ser una burda maniobra para
consumo de incautos.
Por lo demás,
los otros liquidacionistas desertaron también siguiendo así el mal ejemplo de
sus cabecillas. Por eso Guzmán aclara en su libro: “Tampoco tiene fundamento
alguno que se haya ‘expulsado a la mitad del Comité Regional 14 de junio’; y
esto es así, sencillamente, porque tal Comité no tenía militancia organizada”.
Así, pues, si en los años setenta Ramón García
pretendió liquidar el Partido aislándolo de las masas, ahora pretende hacer lo
mismo disolviendo su carácter de clase en una organización de masas
doctrinariamente variopinta.
22.05.2014.
El Socialismo
Heroico y Creador:
«Defensa del
Marxismo»
(Décimo Primera Parte)
Jorge Oshiro
El sentido heroico y creador del socialismo
Todos los que como el escritor belga propalan un
socialismo con acento ético pero basados en principios humanitarios, en vez de
contribuir de algún modo a la elevación moral del proletariado, dice
Mariátegui,
"trabajan inconscientemente,
paradójicamente contra su afirmación, como una fuerza creadora y heroica, vale
decir contra su rol civilizador".
Al el comienzo de este importante capítulo retoma
Mariátegui dos puntos fundamentales de su concepción de la ética del
socialismo: la elevación de la moral del proletariado y la fuerza creadora y
heroica del proletariado en construcción del socialismo.
Y esta
fuerza creadora recibe aquí el nombre de "rol civilizador". Es
importante aquí esta denominación pues Mariátegui hace coincidir el concepto de
"civilización" no con la técnología y la ciencia como su uso
corriente así lo designa, sino con la ética.
Lo cual
alude implícitamente a una intención profunda del revolucionario peruano: no
era la "modernización" de la sociedad lo que más le interesaba, sino
la creación de un hombre "de nuevo tipo", es decir, la creación de
una nueva civilización, superior moral y éticamente a la civilización
tecnológica y científica del capitalismo.
Pero
esta concepción de la ética mariateguiana no debe confundirse con el
"socialismo moral":
"Por la vía del socialismo
"moral" y de sus pláticas antimaterialistas, no se consigue sino
recaer en el más estéril y lacrimoso romanticismo humanitario, en la más
decadente apologética del "paria", en el más sentimental e inepto
plagio de la frase evangélica de los pobres de espíritu".
El primer elemento característico de este
"socialismo moral" es su oposición al materialismo marxista, a su
análisis económico de la sociedad capitalista. Así deviene este socialismo en
un proceso abstracto y descansa en las buenas intenciones de sus autores.
El
segundo elemento de este "romanticismo humanitario" es la acentuación
del papel del paria en la construcción de este movimiento. Tiene al
"paria-masa" como objeto y no como sujeto de la historia; no es una
masa que se libera ella misma, es una masa más o menos amorfa a liberar. El
sujeto propuganador de este socialismo sería para Mariátegui, otra clase
social, no el proletariado. Esto significa
"retrotraer al socialismo a su
estación romántica, utopista, en que sus reivindicaciones se alimentaban, en
gran parte, del sentimiento y la divagación de esa aristocracia que, después de
haberse entretenido...en disfrazarse de pastores y zagalas, y en convertirse a
la Enciclopedia y el liberalismo, soñaba con acaudillar bizarra y
caballerescamente una revolución de descamisados y de ilotas".
Frente a estas ilusiones románticas se eleva el
materialismo marxista:
"Marx descubrió y enseñó que había
que empezar por comprender la fatalidad de la etapa capitalista y, sobre todo,
su valor".
El acento de este párrafo se encuentra en los
términos "fatalidad de la etapa capitalista" y su "valor".
El primer punto no debe llevarnos al mal comprendido de que en todas partes del
globo debe instalarse primeramente "la etapa capitalista" con su
burguesía según el modelo europeo.
Como se
ha visto en el capítulo anterior, esta etapa capitalista no coincide
necesariamente con el papel histórico de la clase burguesa. Para Mariátegui
esta etapa capitalista puede y debe ser llevada a cabo, en países como el Perú,
como un momento de su desarrollo por el socialismo.
Es
decir en países donde la burguesía ha sido débil y no ha tenido la fuerza
histórica de llevar a su país hacia el desarrollo maduro de las relaciones
capitalistas de producción, el proletariado debe asumir esta responsabilidad
histórica. El "fatalismo económico" no es un fatalismo de la
voluntad, sino expresa más bien la necesidad de las marchas de los pasos en la
historia, en la cual las relaciones capitalistas de producción ocupa un lugar
importante.
Este
"fatalismo económico" se opone contradictoriamente al subjetivismo
romántico que partiendo de la concepción de una voluntad no causada, pretende
construir una sociedad de las buenas intenciones, ignorando simplemente las
relaciones concretas de producción.
El
socialismo marxista parte de estas relaciones concretas de producción y
construye la ciudad del futuro a base de estas relaciones preexistentes y no
ignorándolas. Por otro lado esta conciencia de las relaciones económicas
preexistentes no viene sin una cierta admiración de la obra realizada por la
burguesía revolucionaria:
"El proletariado sucedía a la
burguesía en la empresa civilizadora. Y asumía esta misión, consciente de su
responsabilidad y capacidad -adquiridas en la acción revolucionaria y en la
usina capitalista - cuando la burguesía, cumplido su destino, dejaba de ser una
fuerza de progreso y cultura".
Frente al romanticismo de los aristócratas
"quienes repudiaban, cual una abominación, la obra capitalista"(op.cit.),
pues en su nostalgia de "los tiempos pasados" eran incapaces de
valorar el presente concreto y se escapan en las ilusiones de una utopía
antihistórica,
"la obra de Marx", afirma
Mariátegui, "tiene cierto acento de admiración por la obra capitalista".
Y en verdad es suficiente leer los dos primeros
capítulos del Manifiesto para llegar a esta conclusión. Pero esta admiración es
limitada por la historia, pues la burguesía, revolucionaria en un momento
histórico, perdió su energía vital, se hizo conservadora en el momento
posterior y decayó. Pero esto no impide, según nuestro autor que
"El Capital, al par que da las bases
de una ciencia socialista, es la mejor versión de la epopeya del
capitalismo".
Hay que distinguir, por lo tanto, entre las
relaciones de producción capitalistas y la burguesía usufructuaria de estas
relaciones. Y sobre todo hay que distinguir en los momentos históricos de esta
burguesía y su papel específico en los diversos períodos de su desarrollo.
Hay que distinguir entre burguesía revolucionaria
creadora de la epopeya capitalista y la otra decadente, como hay que
diferenciar al proletariado satisfecho de su suerte presente con el
proletariado creador y heroico, constructor del socialismo. Y entre ambos lo
que los distingue es según Mariátegui su fuerza moral.