¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La Creación
Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha
(Novena
Parte)
Eduardo
Ibarra
Egotismo
burgués y servilismo feudal en el grupo liquidacionista
José Carlos Mariátegui fue un ejemplo de modestia proletaria,
pero este aspecto de su personalidad no ha sido seguido por algunas personas
que simulan ser sus seguidores.
Así por
ejemplo, en los años ochenta Abimael Guzmán se autoproclamó el “más grande
marxista-leninista-maoísta viviente”, y en la primera década del presente siglo Ramón García se
autoproclamó “Yo el Supremo”.
Estas
huachafas expresiones de egotismo burgués no solamente son contrarias al ejemplo
mariateguiano, sino también, al mismo tiempo, una expresiva palingenesia del
egotismo de Haya de la Torre.
El egotismo
burgués no puede existir sin el servilismo feudal. Así, el egotismo de Guzmán
tuvo su piso en el servilismo de los militantes del PCP-SL.
Basta recordar que dichos militantes
aceptaron denominar la ideología del proletariado como “marxismo-leninismo-maoísmo,
pensamiento Gonzalo, principalmente pensamiento Gonzalo” (49), para reconocer
el nivel de servilismo a que llegaron.
Asimismo, el egotismo burgués de
García tiene su piso en el servilismo de sus partidarios.
Basta tener presente que tales
partidarios se prosternaron fácilmente ante las falacias con que García abjuró
del marxismo-leninismo, para reconocer el nivel de servilismo a que han llegado
(50).
Pero, claro está, entre el servilismo
con respecto a Guzmán y el servilismo con respecto García, existe una
diferencia: mientras el primero resultó del hecho de que Guzmán encabezaba una
acción que tenía por objetivo tomar el cielo por asalto, el segundo no tiene
ninguna razón de ser en el marco del pensamiento ni en el de la acción: en el
primer marco, está probado que García es un falsificador de la Creación Heroica
de Mariátegui, y, en el segundo, es un hecho que, desde hace más de cuarenta
años, exhibe su inoperancia sentado en su pedestal de cristal.
Pero el servilismo no es un absoluto,
y, así, en las filas del senderismo, hay quienes, en alguna medida, han asumido
una actitud crítica ante algunas de sus posiciones.
Así también, en el grupo de García, de
cuando en cuando alguien rezonga un poco, pero en relación a cuestiones que no
tienen que ver con el contenido central de su revisionismo liquidacionista.
Por eso se trata de una “rebelión de
rodillas”, pues nadie es capaz de curarse del revisionismo liquidacionista con
que García los ha inficionado.
En fin, tanto en el PCP-SL como en el
grupo liquidacionista, pueden contarse por decenas los casos de grosero
servilismo.
De hecho, el servilismo entorpece,
enceguece, embrutece, y, por esto, no tiene por qué extrañar que quienes se han
hundido en sus aguas no tengan ninguna capacidad de darse cuenta de las
barbaridades que repiten.
Por eso el servilismo con respecto a
Guzmán hizo que sus partidarios no se percataran de la falsificación de la
verdad universal del proletariado y del apartamiento del pensamiento de
Mariátegui, y el servilismo con respecto a García ha hecho que sus seguidores no
se den cuenta del revisionismo que significa la abjuración del
marxismo-leninismo y del oportunismo que significa la falsificación de la
Creación Heroica de Mariátegui.
Así, los seguidores de Guzmán han
inscrito sus nombres como representantes del oportunismo de izquierda, y los
seguidores de García han inscrito sus nombres como representantes del
liquidacionismo de derecha.
¿Marxismo-leninismo? ¿Creación Heroica
de Mariátegui? ¿Qué importan estas cosas? Según se desprende de la actitud de
izquierdistas y liquidadores, solo importa servir al egotismo de Guzmán y al
egotismo de García.
Puesto que a cada paso los
liquidadores falsifican y niegan aspectos fundamentales de la Creación Heroica
de Mariátegui, es un hecho que la misma les sirve únicamente como pantalla y
como señuelo.
Es risible ver a los liquidadores criticar
el “individualismo huachafo” de Guzmán o de algún otro personaje, cuando, con
su servilismo, dan piso al individualismo huachafo de García, con respecto al
cual nunca han sido capaces de asumir una actitud crítica.
Por eso no tienen ninguna autoridad de
criticar el egotismo de nadie, pues la crítica contra esta deformación burguesa
deberían comenzarla por casa.
Tanto el egotismo como el servilismo
son dos caras de la influencia de la ideología burguesa.
Y ¿cómo
podrían luchar contra la alienación del hombre elementos alienados?
El marxismo
emancipa la mente, pero, como es lógico, solo a los marxistas capaces de
elevarse hasta la asunción de su esencia emancipadora.
Así como el burgués ve la realización
de su humanidad en su condición de alienado, así hay “marxistas” que ven la
realización de su clasismo en su condición de serviles.
La mísera existencia del servil y la igualmente mísera existencia del egotista, no representan al militante marxista, cuya
esencia se expresa en una existencia exenta de relaciones personales
de dominación y sujeción.
Así, pues, la lucha
contra el egotismo y el servilismo es la lucha del marxismo contra la
influencia ideológica de la burguesía; es la lucha contra la alienación en el
seno del pueblo; es la lucha porque cada
activista en general y cada marxista en particular sea realmente pensante y
operante.
Exactamente como exigía Mariátegui,
ejemplo de modestia proletaria y de capacidad de pensar por cuenta propia.
Notas
[49] Véase Luis Arce Borja, Guerra popular en el Perú. El pensamiento Gonzalo, Bruselas, 1989,
t.I, p.369.
[50] Véase García, El
movimiento comunista, mimeógrafo.
Imágenes a los Noventa: Fidel, la Fe y la Confianza de Clase
Felipe de J. Pérez Cruz
NUESTROS ADVERSARIOS CRITICAN LA
FE Y CONFIANZA, que profesamos los cubanos y cubanas revolucionarios a Fidel
Castro Ruz. Nos dibujan como un pueblo de adoradores acríticos, incultos y
obnubilados. Algunos intelectuales de la centro-izquierda occidental y sus
amanuenses colonizados en el Sur, aparentemente más “condescendientes”, nos
piensan víctimas de un mecanismo de mitologización de masas. Hay tanta
manipulación en la historia política mundial, tanto descreimiento acumulado,
que existen muchas personas que no pueden entender, lo que sentimos por Fidel
la inmensa mayoría de los que vivimos en el archipiélago.
La “fe” que le
profesamos los cubanos y cubanas a Fidel Castro Ruz, entendida como instinto de
clase, objetividad y memoria histórica, y definitivamente confianza en su
liderazgo de presente y proyecto futuro, resulta un componente sustancial de la
Revolución Cubana. No se puede entender el hecho histórico de la relación
líder-masa, sin atender esta realidad de la subjetividad revolucionaria.
Los enfoques de dogma
No ayudan a la comprensión de la
realidad, los enfoques de dogma, que a falta de estudios, afloran con bastante
frecuencia en espacios propagandísticos dentro de la propia Revolución.
Tal pareciera -según cierta historia teleológica de la Revolución-, que Fidel
fue siempre considerado un iluminado, atendido y seguido por todos, y que la
rebelión trascurrió por unanimidades entre los líderes y combatientes de las
distintas organizaciones. El Fidel de las dificultades, frente a
incomprensiones, disensos y traiciones, el hombre que reencarnó a José Martí en
la tarea gigante de forjar la unidad ideológica y política de todos los
patriotas, permanece en la sombra.
La verdad
histórica está, en que después del asalto al Moncada, luego de la cárcel, el
desembarco del Granma y la reorganización de la guerrilla, no pocos de los
principales líderes políticos revolucionarios, dentro y fuera del Movimiento
Revolucionario “26 de Julio”, aún dudaban de la estrategia y capacidad de
Fidel. Lo mejor de la izquierda nacionalista y marxista criolla, no le negaba
heroísmo, respeto y simpatía al joven líder, pero marcaba un crítico distanciamiento
táctico-estratégico, pues su actuación no correspondía con la visión
“racional”, “científica” y políticamente correcta de los teóricos de la
revolución de la época. Súmese que el arrojo y la audacia que no querían ni
podían emular los politiqueros burgueses, se catalogaban de “locura”. Y el
origen de Fidel como hijo de “terrateniente”, marcaba el prejuicio para los
defensores del obrerismo a ultranza.
No es hasta la
reunión de los Altos de Mompié, en la Sierra Maestra, el 3 de mayo de
1958, luego del fracaso de la Huelga General del 9 de abril de ese año, que
dentro del Movimiento “26 de Julio” vencen las reticencias, y reconocen a Fidel
en el doble cargo de Comandante en Jefe de todas las fuerzas rebeldes y
Secretario General de la organización.
Para unos y otros
interlocutores, fue decisivo el hecho de que Fidel marcó el camino, marchando a la vanguardia, con
pasión, honestidad, vergüenza y resultados tangibles.
Con los cubanos y
cubanas humildes
La reconstrucción histórica prueba
de manera inobjetable, que fue entre los cubanos y cubanas más humildes, donde
Fidel encontró sus primeros, más firmes y aguerridos seguidores, en un proceso
de crecimiento e intensa comunicación, que tiene sus primeros episodios en los
lazos que forja muy joven, con los trabajadores de servicio del habanero
Colegio Belén, relación que le abrió el cercano barrio obrero de Puentes
Grandes. Egresado como abogado en 1950, devino en defensor de los
derechos de los trabajadores y pobladores más humildes, y fue calando en el
respeto y la sensibilidad de su pueblo. Fidel en 1951 vence en su primera
batalla política electoral, con la votación para delegado al Partido Ortodoxo,
por el barrio obrero de Cayo Hueso.
Así lejos del desgaste
con disputas de liderazgo en la politiquería burguesa, Fidel ganó la fe y la
confianza que le profesamos, sumergiéndose en el pueblo, aprendiendo de este,
dando y recibiendo cariño, atendiendo y respondiendo a sus necesidades. En
particular se convierte en figura destacada en el seno de la Juventud Ortodoxa,
organización integrada por una masa juvenil ansiosa de cambios radicales en la
situación del país. Mi padre, obrero socialista, me contó una y mil veces, como
desde antes de la lucha insurreccional, cuando conoció a Fidel en un mitin de
la Ortodoxia, comenzó a “sentir confianza” y a “tener fe” en
aquel joven líder. Escuchaba por radio las intervenciones de Fidel, y aunque no
era ortodoxo, junto con otros amigos asistía a los mítines y actos de ese
Partido, para exigir que dejaran hablar a Fidel, casi siempre colocado entre
los últimos y menos favorecidos oradores. Tan creciente apoyo
alrededor del joven líder, obliga a los directivos de la ortodoxia a
designarlo, con solo 25 años, para integrar las listas de candidatos a la
Cámara de Representantes, con vistas a las elecciones generales que debían
celebrarse en junio de 1952. Como sabemos estas elecciones no se efectúan por
el Golpe de Estado que el 10 de marzo de ese año, realizó Fulgencio Batista
y Zaldívar.
No será casual
que tanto en Puentes Grandes como en Cayo Hueso, se formaron tres
grupos-células de los asaltantes que irían al Moncada el 26 de julio de 1953, y que
definitivamente sea en los barrios de la clase trabajadora en la capital y en
sus alrededores, en Santiago de las Vegas, Calabazar, Artemisa y Madruga, donde
Fidel reclutará al contingente de combatientes que le acompañará en la
clarinada de Santiago de Cuba y Bayamo.
Después del 26 de
julio, en la campaña por la amnistía de los moncadistas, y
definitivamente durante la lucha insurreccional, el nombre del Comandante se
convirtió en definición y símbolo de las masas. Sus seguidores eran los
fidelistas y él fue definitivamente Fidel.
Otros
comandantes de la Revolución, calaban de similar manera en la cultura simbólica
popular: Camilo, Che, Almeida, Raúl... Esta manera coloquial de asumir al líder
y sus más cercanos compañeros, expresaba en su intimidad, la simpatía y confianza que entonces
se forjó.
La ética solidaria del
movimiento revolucionario
Fidel prestó una
especial atención a la praxis de respeto por la colectividad, por las masas
populares. La masiva fe y
confianza en Fidel y en la Revolución, se forjó desde un hacer a favor de la
vida y la integridad de las personas, de los ciudadanos y de los combatientes,
en las complejas circunstancias de la lucha armada.
Fidel durante sus
años de estudiante en la universidad, conoció de cerca el fenómeno del
gansterismo. La guerra de pandillas dejaba un rastro de terror y víctimas
inocentes y el joven veinteañero Fidel, por su postura incorruptible, enfrentó
la amenaza de muerte a manos de aquellos pistoleros. Llegó entonces a la
claridad, de que las bandas de delincuentes, eran la secuela de las debilidades
ideológicas y los métodos violentos de lucha armada, que se habían aplicado por
algunas organizaciones insurreccionales en tiempos de la Revolución de 1930, y
luego en la resistencia al golpe contrarrevolucionario orquestado por los
Estados Unidos con el traidor Batista y Zaldívar en 1934. La insurrección que
Fidel organizó y lideró, no se permitió los mismos errores.
Frente a grupos
insurreccionales que intentaron repetir los desaciertos del pistolerismo, Fidel
desarrolló una premisa ideológica fundamental: Si la Revolución se hacía por y
para defender y emancipar al pueblo, las acciones del Ejército Rebelde y de la
resistencia armada en las ciudades, no podían bajo ningún concepto afectar la
vida y la integridad de los ciudadanos.
Los rebeldes
combatieron directamente a las tropas de la dictadura en campaña, atacaban los
cuarteles aislados, o en su lugar tomaban todas las medidas para que la vida de
los pobladores cercanos, no corriera peligro. Los luchadores clandestinos en
las ciudades emulaban en similar preocupación por la seguridad ciudadana. El
viernes 8 de noviembre de 1957, al filo de las nueve de la noche, coincidiendo
con la hora del tradicional cañonazo, se escucharon en La Habana alrededor de
cien explosiones sincronizadas. Unos doscientos combatientes clandestinos,
hombres y mujeres, participaron en la acción, con el cuidado de no herir a
ningún ciudadano. En la toma de poblaciones, durante la etapa final de la
guerra, las fuerzas revolucionarias, protegieron a la población de las
afectaciones de los combates, y se priorizaba en estos, la evacuación de la
zona de enfrentamientos. La caballerosidad con los prisioneros, la
prioridad en la atención a sus heridos, el respeto por sus muertos, fueron
conductas del Ejército Rebelde que establecieron pautas de confianza hasta con
el Ejército enemigo.
En la guerra
revolucionaria una orden de Fidel, precisaba que no se podía dejar en manos del
adversario a ningún compañero herido. Los jefes y soldados rebeldes
debían tomar todas las medidas posibles, e incluso correr nuevos riesgos en los
combates, para rescatar a los incapacitados y a los caídos en acción.
La tradición
solidaria forjada en la Guerra de Liberación se consolidó tras el triunfo,
durante la derrota de la invasión mercenaria por Playa Girón, en la Limpia del
Escambray, y en las misiones internacionalistas. Ningún combatiente o
trabajador internacionalista se sintió jamás solo. En los momentos más
difíciles, cercados en el lugar más intrincado de la geografía africana, Fidel
les hizo llegar su aliento. Quienes en las diversas circunstancias de la guerra
fueron hechos prisioneros por el enemigo, supieron del incansable batallar por liberarlos.
Los familiares de los héroes que murieron en combate, recibieron personalmente
de Fidel, una constante atención.
Junto al sentir del
pueblo
Durante la Guerra de Liberación,
los campesinos acudían directamente a Fidel, ante los atropellos y crímenes
de la dictadura. Cuando el 5 de junio de 1958, el campesino Mario Sariol
encontró su casa arrasada por un criminal bombardeo, solo atinó a recoger
algunos pedazos de las bombas y cohetes, y dirigirse al campamento rebelde.
Sariol le mostró a Fidel los restos de las mortíferas armas, donde se podía
leer la inscripción USAF, (United States Air Force), la sigla de la aviación
militar estadounidense.
La reacción de
Fidel ante el criminal bombardeo, quedó registrada en la nota que a propósito
escribió a su compañera Celia Sánchez Manduley: "Al ver los
cohetes que tiraron en casa de Mario me he jurado que los americanos van a
pagar bien caro lo que están haciendo". En la nota asegura:
"Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga
y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a
ser mi destino verdadero".
La Caravana de la
Victoria tras la derrota de la dictadura, el recorrido de Fidel desde Santiago
de Cuba hasta la capital, el tejido militar, socio-político e institucional,
que el líder articula en cada provincia al paso de la caravana, y el contacto
directo con el Amazonas de pueblo que le acompaña, conforman una
operación política decisiva de organización y mando. A su vez el líder sintió
que el pueblo en revolución, sobrepasaba sus expectativas, y que el futuro
debía ser necesariamente el de la más amplia y completa unidad martiana.
Patria o Muerte
El 4 de marzo de 1960, tras la
primera explosión que se produce en el vapor La Coubre, que sacude toda
la ciudad colindante a los muelles, Fidel parte para lugar de los hechos, y un
accidente en la vía le libra de estar en el lugar cuando se produce la segunda explosión,
precisamente preparada por los terroristas que organizaron el criminal
sabotaje, para asesinar a quienes acudieron a auxiliar a las víctimas de la
primera explosión. Testigo desde las primeras imágenes de cuerpos
mutilados y destrucción, el Comandante lideró la ayuda y rescate a
los heridos y sobrevivientes. Durante todo ese día y el siguiente, acompañó la
hospitalización de los obreros portuarios, bomberos y soldados rebeldes
heridos, y acudió a los locales de los sindicatos que fueron habilitados para
realizar las honras fúnebres de las víctimas cuyos cuerpos pudieron ser
recuperados.
Con las
familiares de los caídos y el pueblo de la capital, desde una tribuna,
improvisada sobre la cama de una rastra en la intersección de la avenida 23 y
calle 12, Fidel, pronunció las palabras de despedida del duelo, escuchadas en
medio de un extraordinario silencio. Sin dudas, denunció al Gobierno de los
Estados Unidos como instigadores del criminal sabotaje. La emoción, la
indignación y el patriotismo unían a todos los presentes, en un acto que
era seguido a su vez, por millones de cubanos a través de la televisión y la
radio nacionales. Fue cuando el líder expresó el sentir que latía en las masas:
“sabremos resistir cualquier agresión, sabremos vencer cualquier agresión,
y (si volvían a atacar en el futuro)…nuevamente no tendríamos
otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la
libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más
todavía: libertad quiere decir Patria. Y la disyuntiva nuestra sería
¡Patria o Muerte!
Tres meses y dos
días después de pronunciar por primera vez la consigna que caracterizará a la
Revolución Cubana, Fidel precisó: “Para cada uno de nosotros,
individualmente, la consigna es: ¡Patria o Muerte!, pero para el pueblo, que a
la larga saldrá victorioso, la consigna es: ¡Venceremos!
Con tal comunión
de sensibilidades, la Revolución Cubana se adentró en la radicalización del
proceso revolucionario. En lo inmediato vendría la declaratoria del carácter
socialista de la Revolución y las batallas de Girón y la alfabetización entre
abril y diciembre de 1961. Le siguen, las represalias y preparativos del
imperio para una invasión militar directa con la puesta en ejecución del llamado
Plan Mangosta, situación que desemboca en la Crisis de Octubre de 1962, cuando
el pueblo siguió a su líder frente al colosal peligro de un ataque nuclear. La
reacción popular frente la criminalidad del imperio y la convicción de la
justicia y el patriotismo de la causa fidelista, selló la unidad dialéctica
líder-masa en aquellos días de extraordinario peligro: “…sentí a tu lado el
orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la
Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en
esos días…”, escribiría el Comandante Ernesto Che Guevara en su
memorable carta de despedida.
Permanencia de una
identidad
Fidel no decía
“hagan”, sino “síganme” y de inmediato tomaba la vanguardia. Fidel no
dijo “crean”, sino “lean” Y estas posturas históricas, fueron decisiva en
un pueblo como el cubano, nacido en cruentas luchas emancipadoras, con
una peculiar inteligencia y cultura política.
Frente al
horroroso crimen de Barbados en 1976 –cuando los terroristas con plena impunidad
y aliento del gobierno estadounidense, asesinaron en pleno vuelo a 73 pasajeros
y tripulantes de un avión civil de Cubana de Aviación-, el pueblo cubano y su
líder expresaron su dolor en una profunda y comprometida oración de
resistencia: “Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia
tiembla”.
Primero que en
las estadísticas e informes económicos y políticos, Fidel conoció en el pueblo,
los problemas que afectaban el socialismo a principios de la década de los
ochenta del pasado siglo. De las inconformidades, las denuncias por la honradez
herida con el cobro de “premios” en obras que nunca concluían, la preocupación
por el “promocionismo” y el aumento del fraude académico, en la
constatación de unas y otras desviaciones del ideal, la praxis y la
socialidad socialista, nació la reflexión fidelista sobre los errores y
tendencias negativas, que estaban afectando la construcción socialista cubana.
Y con los criterios y el sentido vigilante de masas revolucionarias,
autocríticamente, Fidel evaluó la problemática en el seno del Partido, la
afrontó públicamente, y lidero la rectificación.
Fidel insistió en
1991, en los momentos más agudos del período especial, en que ningún cubano o
cubana se quedaría desamparado. Y no solo cumplió tal decisión, sino que en la
medida que avanzó la recuperación del país, lideró un grupo importante de
planes y programas socioeconómicos y culturales a favor de las personas más
desfavorecidas por la crisis: Los jóvenes desvinculados, los ancianos, las
madres solteras, los compatriotas con minusvalías, junto con los temas de las
desigualdades, la marginalidad y la permanencia de prejuicios raciales,
machista y sexistas, estuvieron en el centro de los programas de la Batalla de
Ideas, último gran movimiento político de masas que el Comandante lideró como
dirigente del Partido y el Estado.
Nuestros más
novísimos revolucionarios, la nueva generación recién incorporada, siguieron a
Fidel en la batalla por un niño, por un padre y una familia humilde,
ratificando con el rescate de Elián González de las entrañas de la mafia
miamense en junio del 2002, que cada hijo de la tierra cubana siempre puede
contar con su solidaridad y fuerza.
Cinco patriotas,
miembros de la red de inteligencia que logró penetrar en el territorio estadounidense,
las organizaciones terroristas anticubanas, y proteger con su labor la vida de
los ciudadanos cubanos y estadounidenses, fueron apresado en Miami y condenados
a injustas y largas penas de cárcel, sujetos a un régimen de tortura
psicológica y aislamiento en las mazmorras del imperio. Fidel aseguró que estos
cinco héroes antiterroristas regresarían al seno de sus familias, a la patria
agradecida; y auguró que el nuevo combate iba a ser largo y complejo, pero
decididamente exitoso: El 17 de diciembre del 2014, luego de 16 años de
batallas incesantes, todos los héroes se reencontraron en y con Cuba.
La fe de los creyentes
Con la Revolución, pues es
imposible separarlo, Fidel está incorporado a ese universo real y mágico, que
envuelve la espiritualidad de muchos cubanos y cubanas que tienen creencias
religiosas. Y junto con la fe de la clase, también en Fidel hay fe religiosa:
Los creyentes en la santería, consideran que Olofi, el dios supremo del panteón
yoruba, descendió sobre el líder revolucionario en forma de paloma y se posó
sobre su hombro al triunfo de la Revolución, durante el primer discurso en la
capital, el 8 de enero de 1959, protegiéndolo desde entonces. Los colores rojo
y negro -los de la bandera del Movimiento 26 de julio- de las insignias de
Comandante en Jefe, que lleva en sus hombros, resultan ser los que atributan a
Elegguá, la deidad que guía y abre los caminos.
Nuestros
compatriotas de las Iglesias y templos de y con los pobres, los que
asumen el poder del discernimiento, y poseen los caminos
del bien, con frecuencia bendicen y piden buenaventura, salud y aché para
el querido hermano Fidel.
Cuando se hizo
pública la enfermedad del líder, los sacerdotes yorubas rogaron a Olodumare
y su panteón de orishas (deidades) y a los egun (los espíritus de los antepasados
muertos), por el pronto restablecimiento de la salud del Comandante.
Los templos de las Iglesias cristianas y
las sinagogas, los espiritistas y demás creyentes cubanos, realizaron
ceremonias de acompañamiento y sanación. Por su parte, los obispos católicos al
clamor de sus feligreses, solicitaron a todas sus comunidades que ofrecieran
oraciones para que Dios acompañara en su enfermedad al presidente Fidel Castro
e iluminara a quienes habían recibido provisoriamente las responsabilidades de
gobierno.
La fe en Fidel,
desde el compromiso religioso, tiene en su sustrato, junto con las
virtudes teologales, la ratificación de las virtudes morales y
revolucionarias. Mi madre, mujer de lo más humilde y comprometido de la
Cuba profunda, dejó de ir a la Iglesia aquella mañana de julio de 1959, cuando
el cura “le habló mal de Fidel”. Nunca abandonó su “fe” en Dios y en el
Comandante en Jefe de la Revolución.
Una cualidad
definitiva
La fe, asumida como sentido
–instinto- de clase, es un fenómeno que escapa a los cálculos racionales del
marxismo que muy lejos de Carlos Marx, Federico Engels o de Vladimir Ilich
Lenin, perdió de vista la superestructura social, y se concentró solo en la
“última instancia” económica, para desconocer el complejo y rico entramado en
que se multiplica el ser social: las masas y las individualidades. Fidel al
hacer posible-imposibles, al convertir la eticidad y el patriotismo en un
sacerdocio revolucionario, dio materialidad e hizo realidad, la fuerza de la
espiritualidad y la voluntad de los seres humanos. El Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, fue y
es carisma multiplicado por
el valor del ejemplo. De
ahí la fe y al confianza compartidas.
La fe y la
confianza acumuladas en Fidel, se ha traducido en certidumbre y seguridad, en
consenso político entre los cubanos y cubanas.
Fidel Castro, más
allá de méritos, incluso sobre todas las virtudes que posee, tiene una cualidad
definitiva: Se trata de la “tozudez en la esperanza”, como en justicia
le escuché definir al teólogo y diputado cubano reverendo Raúl Suárez.
Esta postura optimista, inclaudicable y combativa, es lo que hoy nos lega Fidel
en su noventa aniversario. Es la que en vida lo multiplica en fe y confianza
de su pueblo. Y un día, cuando ya no esté físicamente entre nosotros, lo
hará inmortal.
La Legitimación y
Deslegitimación de la Violencia Revolucionaria en el Perú: Una
Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria por Parte de la Izquierda Revolucionaria Armada de las Décadas de 1960 y 1980
(Tercera Parte)
Jan Lust
3. La legitimización de la violencia: El MIR y el ELN
En la década de sesenta dos organizaciones guerrilleras han desarrollado la
lucha armada en el Perú. La lucha guerrillera empezó el día 9 de junio de 1965
con las acciones del MIR liderado por Guillermo Lobatón y Máximo Velando. En
septiembre de 1965 el ELN inició sus acciones militares. El ELN tenía como
comandante a Héctor Béjar. A continuación presentamos los puntos de vista del
MIR y del ELN respecto a las razones para usar la violencia como medio para que
el pueblo peruano llega al poder.
MIR
El MIR fue una organización que surgió del partido Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), una organización
autoritaria y populista que fue fundado en 1924 en México y debía convertirse
en una agrupación continental contra el imperialismo. José Carlos Mariátegui
(1978: 90, 92) calificó el APRA como el Kuomintang de América Latina.
La derechización del APRA, por un lado, y la Revolución Cubana, por otro
lado, motivó a un grupo de apristas fundar una nueva organización, APRA
Rebelde. El APRA Rebelde, sin embargo, fue precedido por el Comité Aprista de
Defensa de los Principios Doctrinarios de la Democracia Interna que quería
detener el proceso de la derechización del APRA. Bajo la influencia de la
Revolución Cubana y la marxistización de APRA Rebelde, pronto dejó todas las
viejas posiciones apristas. La izquierdización culminó con la creación del MIR.
Aunque el MIR se basó en el marxismo-leninismo, no fue una organización
“maoísta”.
El MIR ha intentado de construir seis frentes guerrilleros. Sin embargo,
solamente tres de ellos habían funcionado como frentes guerrilleros. El 9 de
junio de 1965 la unidad guerrillera Túpac Amaru, liderada por Lobatón, empezó
con sus primeras acciones en el departamento de Junín. En el departamento de
Cuzco se encontraba el cuartel general de la guerrilla. La unidad guerrillera
que actuó allí, Pachacútec, fue dirigida por Luis de la Puente. En el
departamento de Piura había el tercer frente guerrillero, Manco Cápac. Este lo
dirigieron Gonzalo Fernández y Elio Portocarrero. Como secretario general del
MIR, Luis de la Puente tuvo la dirección general sobre las acciones guerrilleras.
En enero de 1966 la guerrilla fue derrotada.
El MIR consideraba la lucha armada como el único medio que podía privar a
la clase dirigente de su poder. Además, era esencial para el establecimiento
del socialismo. Un análisis de las condiciones objetivas no fue necesario
porque, según De la Puente (1973: 8), “ellas no solo están maduras, sino que lo
han estado siempre. No creo que haya un país en América Latina, que presente
las condiciones infra y supraestructurales, tan injustas, tan carcomidas, tan
arcaicas como las nuestras”.
La organización llegó a la conclusión que el camino hacia el socialismo no
puede ser otro que violento. El MIR (1971: 2, 14): “[…] es un engaño
equivalente a una traición, crear paralelamente ilusiones en cuanto a las
posibilidades de un paso pacífico al socialismo. En estos países la revolución
tiene que ser violenta. Y no podrá ser de otra manera porque en ninguna parte
las contradicciones son más antagónicas. En ninguna parte tampoco las
oligarquías y el imperialismo están más amenazados de muerte, lo que los lleva
a las más feroces intransigencias. […] Decíamos alguna vez que si el pueblo del
Perú en una campaña gigantesca y millonaria hubiera conocido y creído las
plataformas de los distintos grupos de izquierda y hubiera votado
mayoritariamente por revolucionarios; decíamos, que aún en ese caso hipotético,
los problemas del Perú no hubieron podido ser encarados ni menos resueltos.
[...] Es que el poder político es expresión del poder económico, contando con
la garantía de la fuerza armada. El sistema imperante está perfectamente
acondicionado con métodos, medios e instituciones, que sirven únicamente para
defender los intereses de la minoría privilegiada. Es ilusorio, ingenuo,
infantil pensar que la oligarquía y el imperialismo se van a dejar arrancar el
poder real con sonrisas en los labios, pactos, componendas o nobles
invocaciones.”[1]
Incluso, la historia ha demostrado que la toma de poder es violenta. De la
Puente (1980: 95-97): “Hasta el
momento no ha habido un solo caso en la historia de la humanidad, en que se
haya capturado el poder por la vía electoral, la vía parlamentaria o cualquier
otra vía pacífica. Aún el propio poder que detentan los explotadores en todas
partes, ha sido capturado por medios revolucionarios. La burguesía capturó el
poder a través de las revoluciones burguesas entre las que destaca la
revolución francesa. Quienes piensan llegar al poder por la vía electoral,
están equivocados o no quieren hacer la revolución. [...] Esto es esencial. Sin
capturar el poder, sin llegar al gobierno revolucionariamente, no es posible
transformar las infraestructuras de la sociedad. Y para llegar al poder,
repetimos, es indispensable liquidar o desintegrar al ejército enemigo. Las
experiencias son muchas y valiosas en este aspecto. Algunos revolucionarios
quisieron hacer gobiernos sobre la base del anterior ejército, reorganizando, y
las consecuencias no pudieron ser más funestas. Ese es el caso de Guatemala de
Jacobo Árbenz, por citar un solo caso.”
La guerrilla poseería una serie de cualidades que podrían ayudar a
desarrollar las condiciones subjetivas para la revolución. De la Puente (1973:
8): “En cuanto a las condiciones subjetivas, partimos de la concepción de que
ellas no están puramente dadas, pero que el inicio del proceso insurreccional
será factor desencadenante para su perfeccionamiento en la integración, con
caracteres tales que no es posible imaginar”. MIR (1973: 5): “La guerra irá
creando las condiciones que faltan. [...] Una guerra de esta naturaleza, desencadenadora
de todas las potencias heroicas de las masas, no necesita inevitablemente de
tan mezquinos recursos para ir creando las condiciones revolucionarias. Si
algunas faltan, ella misma las irá creando en el camino.” En su parábola “Los
dos árboles”, De la Puente escribió: “Con la conciencia de la lucha armada, el
pueblo sabe que el único camino para resolver sus necesidades económicas y
tomar el poder es el de la vía armada; que no hay camino electoral ni tránsito
pacífico, porque con ello se crean ilusiones y falsas esperanzas en las masas
retardando su liberación. Por la vía legal nunca pueden prosperar reclamos de
tipo económico y político, porque las leyes las han hecho los propios
explotadores cuidando sus intereses.” (MIR, 1980: 116)
El período en que el MIR se disponía rumbo definitivo a la organización de
frentes guerrilleros (1963-1965), la organización dijo: “elecciones no” (MIR,
1973: 8) La izquierda fue culpable de que aún el pueblo tuviera confianza en el
camino electoral. El MIR (1973: 8) escribió que “si el pueblo participa –en las
elecciones-, no es porque el pueblo crea en ellas. El pueblo participa porque hasta
ahora no se le ha abierta otro camino”. En una entrevista que fue tomada en
1967 y publicada en la revista chilena Punto
Final, una militante del MIR decía: “Toda la dirección del MIR conocía las
propias limitaciones en lo que respecta al desarrollo partidario, control de
masas, etcétera. Pero, ¿podíamos seguir este camino sin hacer concesiones a la
legalidad burguesa, sin caer en el juego de ésta? No. Hay un límite de
desarrollo en el cual un partido o movimiento revolucionario, o renuncia a la
revolución y sigue por el viejo camino del oportunismo, o sacrifica algunas
tareas y toma el rumbo de la revolución. No olvidemos que vivimos en un mundo
en que el neocolonialismo tiene la experiencia de China, Vietnam, Argelia,
Cuba, etcétera, que penetra insidiosamente en todos los estratos de la
sociedad, que corrompe, debilita, adultera, en todos las formas y por todas las
vías posibles, a los movimientos y partidos revolucionarios. Romper el círculo
vicioso en que los poderes dominantes encierran y ahogan a las posibles
vanguardias revolucionarias, es una necesidad histórica. Y dicha ruptura solo
puede hacerse a través de la lucha armada.” (Mercado, 1967: 212)
El MIR llevó a cabo su lucha guerrillera cuando en el Perú había un
gobierno “democráticamente elegido”. Esto, según Lobatón, no tenía ninguna
influencia sobre la validez de la lucha guerrillera. Él escribió: “4ta.
Enseñanza: Dadas las condiciones materiales se puede desencadenar la revolución
violenta en cualquier momento; las condiciones subjetivas se van creando en el
curso de la misma lucha. El Che Guevara señala una limitación: solo sería
posible desencadenar con éxito la guerra de guerrillas cuando una dictadura
militar haya cerrado todas las salidas democráticas en un país. Conviniendo en
que esta es, naturalmente, la época más indicada, nosotros no descartamos de
antemano toda posibilidad en alguna otra época. Por el contrario, estamos
persuadidos de que las mismas guerrillas pueden contribuir a desvelar
definitivamente el carácter de los regímenes pseudos-democráticos, delimitar
con toda claridad los campos enemigos, y obligar a la reacción a vestir su
auténtica vestidura: la dictadura militar.” (Lobatón y Eluau: S.F: 42).”
ELN
El ELN fue fundado en septiembre de 1962. Surgió del deseo de jóvenes
peruanos por seguir el ejemplo de la Revolución Cubana. Eran personas que
habían salido por voluntad propia o que fueron expulsados del PCP. También
había estudiantes becados por el Gobierno cubano que, impresionados por los
éxitos de la Revolución Cubana, se motivaron para organizar la guerrilla.
Además había gente que vino de otras organizaciones.
El desarrollo del ELN ha pasado por tres fases. El primer período empezó en
1961 con la salida de algunos peruanos a Cuba con el objetivo de prepararse
para la lucha armada, y terminó en mayo de 1963 en la ciudad de Puerto
Maldonado con la primera derrota del ELN. El proceso de reestructuración que se
inició y culminó posteriormente en la creación del frente guerrillero Javier
Heraud en el departamento de Ayacucho en septiembre 1965, fue la segunda etapa.
La tercera fase comenzó después de la derrota de la guerrilla en diciembre de
1965. Este último periodo está centrado principalmente en el intento de crear
un nuevo foco guerrillero en el departamento de Puno, y estaba en relación
directa con la guerrilla boliviana dirigida por el Che Guevara en los años 1966
y 1967 (Lust, 2013: 396-423; Lust, 2016). La muerte del Che, el 9 de octubre de
1967, no implicó el final de los intentos peruanos para levantar una guerrilla.
Fue un año después, cuando el general Juan Velasco hizo un golpe de estado, que
la guerrilla empezó a desintegrarse. Las condiciones objetivas para una guerra
de guerrillas fueron eliminadas.
El ELN (1965: 8) consideraba que “a la violencia ejercitada criminalmente y
a diario por la oligarquía y el imperialismo debemos oponer la lucha armada del
pueblo como único medio para tomar el poder e instaurar un régimen popular y
socialista que ponga fin a la explotación del hombre por el hombre”. Según la
organización, “preconizando vías pacíficas en un país que como el nuestro es
aherrojado por una oligarquía económica y militarmente poderosa, habituada a
ejercer la tiranía, el despotismo y el golpismo. Además, hacerlo, equivaldría a
ir contra todo precedente histórico. En ninguna parte del mundo y en ninguna
época las transformaciones económicas, políticas y sociales se llevaron a cabo
pacíficamente” (ELN, 1965: 8). En 1968, Béjar (Revolución, 1968: 2) escribió:
“En otras palabras, hay que decirle claramente al pueblo, que con elecciones -del año 1969- no se conquista el poder y que hacer de la recolección de votos, el
objetivo fundamental no pasa de ser una tarea divisionista e ilusoria. No creo
que la constitución de una fuerza política capaz de enfrentarse a los partidos
de la burguesía sea, de por sí, un hecho negativo. Lo negativo es reemplazar la
lucha política revolucionaria por la lucha electoral. Hay que distinguir entre
el éxito inmediato y los principios. Ganar amigos, conquistar varias decenas de
miles de votos para una candidatura de izquierda puede ser, efectivamente, un
éxito. Pero suele ser un fracaso a largo plazo, una derrota de los principios
frente a las limitaciones de una lucha circunscrita de antemano a un plano
“legal” que es ilusorio y mentiroso para un pueblo que, como el nuestro, ha
sido arrojado a la ilegalidad permanente. Quienes se lanzan entusiasmados a la construcción
de una gran maquinaria electoral se niegan a reconocer que la tolerancia del
poder oligárquico hacia la actividad electoral de la izquierda, está
íntimamente ligada a la estabilidad del sistema en su conjunto, a su
perdurabilidad; en la medida en que participemos en el juego y obtengamos
pequeñas ventajas, contribuiremos al fortalecimiento de un régimen político que
es, precisamente, el que debemos destruir.”
EL ELN fue una organización guerrillera en la tradición del castrismo. Las
condiciones subjetivas que faltaron pudieron crearse. Béjar: “Muchos dicen que
las condiciones no están dadas porque el campesino no tiene conciencia
política, que hay que darle primero la conciencia política revolucionaria. A
ellos podemos responderles que no conocen al campesino. Nuestra táctica debe
adaptarse a la psicología del campesino peruano y no podemos esperar
movimientos aluvionales de masas que nos digan que ya hay las condiciones para
empezar la lucha por el poder. Para que el campesino se desarrolle políticamente
hay que vivir junto a él, pero no en plan de simple propagandista u organizador
sindical, o de visitante eventual que va, le pronuncia un discurso
ininteligible y se regresa sin más ni más a dar su informe al partido o a los
dirigentes de la ciudad. Hay que estar armado para defenderse y defenderlo de
los gamonales y de los esbirros y para demostrar la fuerza de las armas y la
organización. Pero hay que subsistir a la represión enemiga. Subsistir es una
obligación del guerrillero, porque en la medida en que nosotros sobrevivimos,
estamos demostrando al pueblo que la revolución no solo es necesaria, sino
también posible.” (Pensamiento Crítico, 1967: 194).
El comienzo de la lucha guerrillera durante un gobierno “democrático” fue
justificado por el ELN (1967, 188-189) en su primer manifiesto, publicado
después del comienzo de sus acciones: “Desde que Belaúnde asumió la presidencia
de la República, ningún cambio fundamental se ha producido en la situación
desesperante de nuestro país y nuestro pueblo. Olvidando las promesas que
hiciera en el proceso electoral, cediendo cada vez más a la presión
oligárquica, Belaúnde continúa, sin escrúpulos, el camino de sus antecesores; a
cambio de que le permitan seguir disfrutando del poder, permite que la International
Petroleum, la Cerro de Pasco y otros monopolios norteamericanos saqueen nuestro
petróleo, cobre, hierro, plomo y zinc; trafica con la miseria del campesinado
mediante un simulacro de Reforma Agraria que no toca al latifundio y reprime
violentamente al pueblo con la fuerza armada. Vivimos los momentos más
cruciales de nuestra historia, las clases dominantes han impuesto la violencia
total. Belaúnde sometido a los partidos conocidos por su política de ferocidad
contra el pueblo, ha traicionado la independencia de nuestra soberanía nacional al haberse cobijado también, bajo
las brutales garras del Departamento de Estado yanqui. El saqueo y la
explotación inmisericorde de nuestro país no para, más aún, ello continúa. El
pueblo reclama y dice: ¡Basta ya de saqueos y explotación! Siguiendo las
tradiciones revolucionarias, que nos legaron Túpac Amaru, Pumacahua y otros
abanderados, para desalojar a la ocupación colonial, hacemos nuestros los
postulados de Liberación Nacional y la necesidad de crear su brazo armado.” En
su artículo “Revolución: presente y futuro”, Béjar (1967: 4-5) escribió:
“Denunciamos el carácter reaccionario de la burguesía media o nacional. A
nuestro criterio, la burguesía nacional no es sino un sector de la clase
dominante, estrechamente ligado a los monopolios extranjeros y a la oligarquía
bancaria y terrateniente. Está fuertemente vinculada al orden social presente y
sus contradicciones con el resto no tienen carácter antagónico. Ello explica
las características del Gobierno de Belaúnde que reflejan no otra cosa que el
reagrupamiento de la oligarquía mediante la asimilación política de la
burguesía media. […] Desenmascaramos a la “democracia representativa”. En
realidad, nuestro país vive bajo una dictadura oligárquico que usa el parlamentarismo
o la imposición militar según sus conveniencias.” Julio Dagnino, uno de los
cuadros principales del ELN, decía: “El mismo Che plantea que las guerrillas
son factibles en gobiernos dictatoriales, en gobiernos no democráticos, lo que
dice en su libre la Guerra de guerrillas. Yo lo que diría es que las
condiciones de supervivencia, las condiciones de pobreza, las condiciones
objetivas continúan. Y el otro factor, que es el factor subjetivo, aunque eso
suene un poco esquemático, lo que nosotros decíamos, era para que se dé un
estado, un momento revolucionario, se necesita una situación objetiva y una
situación subjetiva. Estos son los dos elementos principales que se decían en
aquella época. Las condiciones objetivas son las condiciones sociales, económicas,
las condiciones de lucha de clases. Eso es algo que caracteriza. El otro
factor, el factor subjetivo es el motor si tú quieres de la revolución, con lo
que se puede hacer la revolución. Eso es de la organización, y de los grupos, y
de la gente esclarecida, hacían llegar lo de la vanguardia, lo de la concepción
de la vanguardia, una vanguardia política y una vanguardia militar. Nosotros en
ese entonces constituíamos esa vanguardia política militar, y concebíamos que
fuera posible aun por las condiciones que se daban -para empezar la lucha guerrillera-. Entonces había ese factor subjetivo, ese factor de
vanguardia, un grupo que quiere hacer la revolución vía la lucha armada. La
otra salida hubiera sido desmovilizarnos y entrar en las elecciones con
nuestros candidatos pero no era así. Este grupo de 39 o 40 inicialmente que
estaba en La Paz pensaba que era posible. En 1963 había una conciencia
revolucionaria, habían factores revolucionarios dentro de este grupo, primero
ser un organismo político y luego, simultáneamente, un organismo militar.”
(entrevista, Dagnino, 26/12/2003)
4. Contexto político y económico de las décadas de
setenta y ochenta
El 3 de octubre 1968, el Ejército Peruano dio un golpe contra el presidente
Belaúnde. El nuevo régimen encabezado por el general Juan Velasco inició
reformas que tenían el propósito de desarrollar el capitalismo en el Perú.
El régimen implementó una reforma agraria que eliminó la clase
terrateniente y ponía el país a un camino hacia la industrialización. Los
intereses del capital extranjero no fueron amenazados por el régimen. Las
corporaciones extranjeras y locales fueron consideradas claves para la
industrialización del país (Bamat, 1983: 146).
La reforma agraria no ha contribuido a un cambio de la estructura agrícola.
A pesar de que las tierras de los latifundistas se convirtieron en cooperativas
llamadas Sociedad Agrícola de Interés Social (SAIS) y en Cooperativas de
Producción Agrarios (CAP), en 1972 80% de las unidades agrícolas ocuparon 6.6%
de la tierra. En 1961, el 83.2% de las unidades de agricultura y de ganadería
concentraron el 5.5% de la tierra (González Gómez, 1986: 233).
La expropiación de las tierras de los grandes propietarios no benefició a
todos los campesinos. Sólo el 39% de la tierra estaba sujeta a la reforma
agraria (Parodi Trece, 2010: 124). Según Fitzgerald (1981: 152), el 25% de
todas las familias campesinas se beneficiaron de la reforma agraria, es decir,
algo de 275.000 familias campesinas.
A pesar del nacionalismo de Velasco, el capital extranjero mantuvo su
importancia y presencia en la economía peruana (Cabieses y Otero, 1978: 61-69).
Por ejemplo, el total de Inversión Extranjera Directa (IED) de los Estados
Unidos en los años entre 1966 y 1971 creció. Mientras que en 1966 el capital norteamericano
invirtió US$ 548 millones, en los años 1967, 1968, 1969, 1970 y 1971 sus
inversiones llegaron a US$ 660, 692, 721, 688 y 674 millones respectivamente
(Anaya Franco, 1975: 23-24). Aunque inferior al año 1969, en 1973 el capital
extranjero controló el 52.7% del valor bruto producido por las 200 principales
empresas industriales en el país (González Gómez, 1986: 244).
La promoción del
capitalismo en el Perú fue acompañada por políticas de conciliación de clases.
El 1 de septiembre de 1970 se creó la primera comunidad laboral en el sector
manufacturero. El objetivo de su creación fue incrementar la productividad. Se
pensaba que al asegurar la participación del proletariado en la gestión de las
empresas (no todas) y, dependiendo del sector económico, proporcionando a los
trabajadores una participación en las utilidades, los trabajadores trabajarían
más rápido y más eficientemente. Además, las comunidades laborales recibirían
un porcentaje de las ganancias netas de las empresas. Con la compra de las acciones
de estas empresas, el límite se estableció a 50%, las comunidades podrían
convertirse en copropietarios.
Las empresas con comunidades laborales nunca cambiaron la organización
capitalista de la producción. Aún los trabajadores tenían que vender su fuerza
laboral y el capital continuó expropiando la plusvalía (Manrique, 2009: 387).
De acuerdo con los datos de FitzGerald (1981: 176), las utilidades locales como
porcentaje del ingreso nacional neto se incrementó de 16.1% en 1965 a 19.5% en
1970 y de 22% en 1973 a 24.5% en 1976. El peso de los sueldos y salarios de los
trabajadores se redujeron en el periodo 1965-1976 del 23.4% al 22.1%. El peso
de los sueldos de los empleados se incrementó ligeramente, es decir, de 23.8% a
23.9%.
Las cooperativas en el sector agrícola también mantuvieron su organización
capitalista (FitzGerald, 1981: 175; Deniz, 1978: 112; Matos Mar y Mejía, 1984:
71; Manrique, 2009: 387). Además, las diferentes relaciones de producción
dentro de las cooperativas (trabajadores permanentes, asociados, los no
asociados, trabajadores contratados, etc.) causaron tensiones entre los
trabajadores.
Las reformas llevadas a cabo por el gobierno de Velasco (1968-1975)
tuvieron un efecto positivo en el desarrollo de las organizaciones de izquierda.
En primer lugar, se permitió a la izquierda, y sobre todo a la izquierda
revolucionaria, reorganizarse después de la derrota de la guerrilla en 1965.
Las reformas de Velasco fueron convertidas en una plataforma política para que
la izquierda pudiera difundir sus propuestas que apuntaban a una radicalización
de estas reformas (Roberts, 1996: 73). En segundo lugar, la creación de las
comunidades laborales permitió a la izquierda empujar estas comunidades hacia
su radicalización. Sulmont (1977: 234) sostiene que las comunidades laborales
no reconciliaron el capital y el trabajo, sino se convirtieron en nuevos
terrenos de lucha de clases. Según FitzGerald (1981: 171), la participación de
los trabajadores en las decisiones de las empresas fortaleció las organizaciones
laborales.
Durante la dictadura militar no se logró la conciliación de clases. En el
período 1968-1975 las huelgas se incrementaron. Mientras en 1968 hubo 368
huelgas con una participación de 5.2% de todos los trabajadores, en 1971 se
organizaron 377 huelgas en que el 8.6% de la fuerza laboral total participó. En
1973 y 1975 estos cifras fueron 788 y 20.9%, y 779 y 29.0%, respectivamente
(Angell, 1980: 13). En la Tabla 4.1 se presenta la evolución de las huelgas,
los trabajadores que participaron en estas huelgas y las horas-hombre perdidas
en el período 1968-1979.
Tabla 4.1: Huelgas: 1968-1979
Year
|
Huelgas
|
Trabajadores
involucrados
|
Horas-hombre
perdidas
|
1968
|
364
|
107.800
|
3.400.000
|
1969
|
372
|
91.500
|
3.900.000
|
1970
|
345
|
111.000
|
5.800.000
|
1971
|
377
|
161.400
|
10.900.000
|
1972
|
409
|
130.600
|
6.300.000
|
1973
|
788
|
416.200
|
15.700.000
|
1974
|
570
|
362.700
|
13.400.000
|
1975
|
779
|
617.100
|
20.300.000
|
1976
|
440
|
258.100
|
6.800.000
|
1977*
|
234
|
396.200
|
5.000.000
|
1978**
|
364
|
1.398.300
|
36.100.000
|
1979
|
637
|
516.900
|
7.900.000
|
* En el paro nacional de 19 de julio de 1977 participaron 272.000
trabajadores (69% del total de trabajadores que participaron en las huelgas en
1977). Eso representó 2.2 millones de horas-hombre perdidas (44% del total de
horas-hombre perdidas en 1977).
** En el paro nacional del 23-24 de mayo de 1978 participaron alrededor de
1 millón de trabajadores (70% del total de trabajadores que participaron en las
huelgas en 1978). Eso representó 20 millones de horas-hombre perdidas (55% del
total de horas hombre perdido I 978).
Fuente: Sulmont (1981: 204-205).
El desarrollo progresivo del movimiento obrero no era una consecuencia
aislada de las políticas implementadas por el gobierno militar. También el
movimiento campesino volvió a surgir. Al igual que en el caso del proletariado,
el régimen de Velasco ayudó a aumentar la conciencia de clase de los campesinos
y fortaleció sus organizaciones (Matos Mar y Mejía, 1984: 121).
La Reforma Agraria de 1969 proclamó que la tierra pertenecía a los que
trabajaron en ella. Estimulados por esta reforma, los campesinos comenzaron a
ocupar las tierras de los grandes terratenientes. Aunque en términos generales
las ocupaciones de tierra fueron motivadas por el deseo de los campesinos de
poseer un pequeño pedazo de tierra, los motivos concretos para ocupar las
tierras fueron diversos. Por ejemplo, la usurpación de la tierra de las
comunidades por las cooperativas, la mala gestión de las cooperativas y el
hecho de que los campesinos consideraban la tierra suya y ya no querían trabajar
más para jefes (García-Sayán, 1982: 37, 39, 70, 126-128, 166).
Aparte del desarrollo progresivo del movimiento de los trabajadores y el
resurgimiento del movimiento campesino, también los movimientos sociales
urbanos en los barrios populares y los movimientos regionales comenzaron a
aparecer (Frentes de Defensa).[2]
Estos movimientos no sólo lucharon por sus intereses particulares, sino también
se unieron a la lucha de los obreros y de los campesinos.
En 1975 un golpe de la derecha por parte de los militares de derecha
liderados por el general Morales ayudó al capital a iniciar un proceso para
deshacer las reformas sociales implementadas por Velasco y para evitar una
radicalización de la “revolución de los militares”. La debilidad de la
izquierda en el gobierno militar contribuyó a que la fracción de la derecha en
la cúpula militar tomó el poder (Bamat, 1983: 148; Matos Mar y Mejía, 1984:
45). El golpe fue el resultado de la convergencia de seis factores: (i) el
aumento del poder de la izquierda; (ii) el fortalecimiento de las tendencias
con conciencia de clase dentro del movimiento obrero; (iii) la lucha del
movimiento campesino que apuntaba a una radicalización del “proceso
revolucionario”; (iv) el desarrollo de movimientos populares locales y
regionales y sus crecientes lazos con el movimiento obrero; (v) la crisis
económica (1974-1976); y, (vi) las contradicciones que surgieron dentro del
régimen militar en relación con el futuro de la “revolución”.
El retorno de la derecha en el poder ayudó a la izquierda aumentar su
fuerza. Las medidas de austeridad (había una crisis económica), las leyes
anti-laborales implementadas por el nuevo gobierno (tales como la conversión de
las comunidades laborales en meros órganos de participación de los trabajadores
en la administración de las empresas), los intentos del capital para aumentar
la tasa de explotación (intensificación de trabajo) y los ataques de las
empresas al movimiento obrero y la estabilidad laboral, entre otros,
proporcionaron a la izquierda una plataforma nacional para la defensa de los
derechos de la población trabajadora. La declaración del estado de emergencia
en 1976 (esto duró hasta agosto de 1977), la suspensión de los derechos
constitucionales después de masivas protestas contra las medidas de austeridad
y la prohibición de las huelgas (14 de agosto de 1976), fortaleció la izquierda
políticamente, pero al mismo tiempo redujo las huelgas.
En los años 1975 y 1976 había muchas huelgas para la defensa de los puestos
de trabajo y la estabilidad laboral. Estas huelgas fueron apoyadas por las
manifestaciones de los movimientos sociales urbanos y regionales. Poco a poco
la lucha contra el gobierno militar y el capital comenzó a convertirse en una
lucha popular en todo el país. Y aunque el gobierno tenía la intención de
reprimir las huelgas y las protestas de los movimientos populares, era
demasiado tarde para detener la dinámica de la lucha de clases (Sulmont, 1981:
110-111; Sulmont, 1977: 289-290, 293- 297; Lynch, 1996: 159). El 19 de julio de
1977, en medio de un estado de excepción, estas luchas culminaron en una huelga
nacional que anunciaba el fin del gobierno militar.
La semana después de la huelga el general Morales anunció el retorno de la
democracia. Se convocaba a lecciones para una Asamblea Constituyente en 1978 y
elecciones presidenciales en 1980.
Un año después de la huelga del mes de julio de 1977, el 23 y 24 de mayo de
1978, se organizó otra exitosa huelga nacional. Las medidas anti-laborales
implementadas por el régimen en marzo de 1978, que significaron el fin
definitivo de la estabilidad laboral, enfurecieron a la población.
La huelga de mayo de 1978, dos semanas antes de las elecciones para la
Asamblea Constituyente, era más grande que la huelga del mes de julio de 1977
(Letts, 2014: 282; Sulmont, 1981: 117; Nieto, 1983: 88). Sin embargo, el paro
nacional de mayo no logró eliminar las medidas anti-laborales (Sulmont, 1981:
120).
Las huelgas de 1977 y 1978 tuvieron un efecto tremendo sobre la fuerza
electoral de la izquierda. De acuerdo con Letts (2014: 283, 295), estas huelgas
fueron la base de la victoria electoral de las fuerzas populares en la Asamblea
Constituyente (18 de junio de 1978). Una izquierda más o menos unida logró
obtener el 31% de los votos.
El éxito electoral de la izquierda enmascara el hecho de que la lucha del
movimiento obrero estaba empezando a debilitarse a medida que la crisis
económica se prolongaba y el miedo a ser despedido comenzó a extenderse dentro
del movimiento. Aunque los combates continuaron, parecía que el proceso
electoral había eliminado el fervor político de la lucha. El hecho de que el
Ejército había anunciado que volvería a sus cuarteles y que otro régimen sería
“a cargo” del destino del país ha cambiado la dinámica política de la lucha de
clases.
La unidad de la izquierda terminó justamente antes de las elecciones
presidenciales de 1980. Mientras que en las elecciones por la Asamblea
Constituyente en 1978 la izquierda había sido capaz de unirse, o, tal vez
mejor, no “logró” dividirse mucho, durante las elecciones presidenciales de
1980 se dividió en una gran cantidad de candidatos presidenciales, haciendo que
el voto por la izquierda (13,8%) se astilló entre los candidatos (Letts, 2014:
295; Crabtree, 2005: 112).
En 1980 Fernándo Belaúnde fue elegido presidente después de 12 años de
dictadura militar. Curiosamente, Belaúnde fue el mismo presidente cuyo gobierno
fue derrocado por los militares en 1968. Con Belaúnde las mismas personas que
habían manejado el Estado antes del golpe militar volvieron (Gorriti, 2008: 37,
75-76; Wise, 1986: 25). Según Pease García (1981: 25), la victoria de Belaúnde
expresó el triunfo de la burguesía liberal local, íntimamente ligada a las
fracciones financieras del capital transnacional.
De acuerdo a su posición de clase, el régimen de Belaúnde continuó el
desmantelamiento de las reformas implementadas por el gobierno de Velasco, ya
iniciada por el general Morales (Petras, Morley y Havens, 1983: 33). Sus
políticas económicas no sólo apuntaban a la transformación del país en una
economía basada en la exportación de productos primarios (Wise, 2010: 173;
Burt, 2011: 70; Crabtree, 2005: 49), sino también a la liberalización de la
economía. El rol del Estado en la economía se redujo radicalmente
(privatizaciones). Apenas seis meses después de su llegada al poder, Belaúnde
promulgó una ley que formalizó la individualización de la tierra de las
cooperativas. Este proceso se había iniciado, de manera informal, durante el
gobierno de Morales (Eguren, 2014: 171; Wise, 2010: 176; Crabtree, 2002: 136).
El desarrollo basado en la exportación de recursos minerales del país no
tuvo éxito. En los años 1981 y 1982 los precios de los productos primarios
comenzaron a caer, causando efectos negativos en la cuenta corriente e instó al
país a recurrir a la financiación internacional. Este choque externo como
también la crisis de la deuda internacional, “ayudó” a “interrumpir” el programa del gobierno. Los
datos de Parodi Trece (2010: 162) muestran que mientras en 1980 las inversiones
totales (públicas y privadas) crecieron con 44.6% y en 1981 se incrementaron
con 24.1%, en los años 1982, 1983 y 1984 su crecimiento volvió negativo: -8.8%,
-39.1% y -8.1%, respectivamente. De acuerdo con Wise (2010: 180), en el período
1980-1984 la inversión privada como porcentaje del PBI fue de 21.5%, 20.8%,
15.1% y de 12.1%, respectivamente. En la Tabla 4.2 se
presentan datos sobre el crecimiento del PBI real en el período 1980-1984.
Tabla 4.2: Tasa de
crecimiento del PBI real: 1980-1984
Año
|
Tasa de crecimiento del
PBI
|
1980
|
5.9%
|
1981
|
5.2%
|
1982
|
-0.2%
|
1983
|
-10.4%
|
1984
|
3.6%
|
Fuente: http://www.bcrp.gob.pe/estadisticas/cuadros-anuales-historicos.html (consultado 06/10/2014).
El retorno de la democracia en 1980 fue favorable para las clases
explotadas y oprimidas en el sentido de que se restablecieron los derechos
políticos. Sin embargo, económicamente el segundo gobierno de Belaúnde no
aumentó el bienestar de la mayoría de la población trabajadora. De hecho, las
políticas neoliberales implementadas por el régimen significaron un ataque a
este bienestar. En la Tabla 4.3 se presentan datos sobre los índices de
salarios y sueldos reales para el período 1980-1984.
Tabla 4.3: Índices de los salaries y sueldos reales (año
base = 1979 = 100): 1980-1984
Año
|
Índice salario real
|
Índice del sueldo real
|
1980
|
105.8
|
107.4
|
1981
|
103.6
|
109.2
|
1982
|
105.0
|
117.8
|
1983
|
86.8
|
101.0
|
1984
|
74.1
|
93.2
|
Fuente: INE (1986: 151).
La crisis económica que comenzó a desarrollarse en 1982-1983 y las medidas
anti-laborales que harían más fácil despedir los empleados permanentes (Petras,
Morley y Havens, 1983: 34), fueron respondidas con protestas. El 15 de enero de
1981, el 22 de septiembre de 1981, el 10 de marzo de 1983, el 10 de julio de
1983, el 27 de septiembre de 1983,el 22 de marzo de 1984 y el 29 de noviembre
de 1984 se organizaron huelgas nacionales (Ministerio de Trabajo y Promoción
del Empleo, 2015: sp).
Las huelgas nacionales no revertieron el impacto negativo de la crisis
económica sobre la población. Y aunque las políticas económicas del gobierno no
fueron cambiadas por las protestas (Balbi, 1989: 167), muchas medidas como la
privatización de las empresas estatales fueron detenidas por la fuerza de la
izquierda y de los sindicatos. Los cierres de empresas continuaron, las horas
de trabajo se redujeron, los salarios reales disminuyeron y trabajadores fueron
despedidos. A medida que el miedo a perder el empleo comenzó a extenderse entre
la población trabajadora, el poder de negociación de los sindicatos disminuyó.
Los trabajadores empezaron a buscar soluciones individuales en lugar de luchar
contra el Estado y el capital. El sector informal se convirtió en una fuente de
ingresos adicionales y los trabajadores despedidos comenzaron a trabajar por su
propia cuenta. Las actividades de los sindicatos se disminuyeron. Como las
horas de trabajo aumentaron, muchas personas tenían más de un trabajo. Como
consecuencia, las actividades políticas y sindicales de estas personas
disminuyeron (Balbi y Gamero, 1990: 76-77; Balbi, 1988: 13; Parodi, 1986:
332-334; Nieto Montesinos, 1986: 51).
La disminución de las huelgas en los años 1983-1984 indica el
debilitamiento del poder sindical. En las Tablas 4.4 y 4.5 se presentan la
evolución de las huelgas en el sector público y privado en el período
1980-1985.
Tabla 4.4: Huelgas en el sector privado: 1980-1985
Año
|
Huelgas
|
Trabajadores
involucrados
|
Horas-hombre
perdidas
|
1980
|
739
|
481.484
|
17.918.890
|
1981
|
871
|
856.915
|
19.
973.932
|
1982
|
809
|
572.263
|
22.750.879
|
1983
|
643
|
785.545
|
20.300.000
|
1984
|
509
|
694.234
|
14.081.764
|
1985
|
579
|
237.695
|
12.228.220
|
Fuente: http://www.inei.gob.pe/estadisticas/indice-tematico/ocupacion-y-vivienda/ (consultado 05/05/2015).
Año
|
Huelgas
|
1980
|
46
|
1981
|
62
|
1982
|
70
|
1983
|
94
|
1984
|
93
|
1985
|
63
|
Fuente: Cotler (1994: 183).
En el período 1980-1985 el campesinado no tenía una presencia similar en la
lucha de clases como en la década de 1970. Según Montoya (1989: 233, 236-237),
durante el régimen de Belaúnde no había ocupaciones de tierras, posiblemente
causadas por procesos inducidos por el gobierno hacia la individualización de
la propiedad de la tierra. Cáceres (entrevista, 21/05/2015), exsecretario
general del Partido Unificado Mariateguista y Militante 1 (entrevista,
11/04/2015) de la organización socialista Pueblo Unido, sin embargo, dicen que
aún los campesinos estaban ocupando las tierras, por ejemplo en el departamento
de Puno. Petras, Morley y Havens (1983: 42) dicen que había una disminución de
las luchas campesinas coordinadas a nivel nacional.
[1] “Se quejan que los burgueses y los oligarcas los aplasten con sus campañas,
como si esa fuera cosa de sorprender a nadie. Lo primero que tiene que
comprender un revolucionario es que las clases dominantes han organizado el
Estado de manera de poder mantenerlo por todos los medios. Y se valen no sólo
de las armas, se valen no sólo de las armas físicas, no sólo de fusiles, sino
se valen de todos los instrumentos para influir, para engañar, para confundir.
Y los que creen que les van a ganar en unas elecciones a los imperialistas no
son más que unos ingenuos; y los que creen que incluso el día que ganan unas
elecciones los van a dejar tomar posesión, no son más que unos superingenuos.” (Castro, 1967: 168)
[2] Los movimientos regionales fueron llamados Frentes de
Defensa. En estos frentes convergieron, entre otros, los sindicatos, las
asociaciones de estudiantes, pequeños comerciantes y organizaciones populares
(Sulmont, 1981: 153). El objetivo de estos frentes de defensa era la defensa de
los intereses regionales específicos.
[3] En la mayoría de los servicios públicos está prohibido
organizar sindicatos (Sulmont, 1981: 144). Los datos en la Tabla 4.5 muestran
la evolución de las huelgas en el sector público, sin embargo, en términos
generales, datos sobre las huelgas en el sector público, con la excepción de
los maestros, son escasos. Aunque en muchas ocasiones no fue posible registrar
los sindicatos en el sector público, a mediados de 1980 el 95% de las personas
que trabajaba en el sector público estaba afiliado a un sindicato (Balbi, 1988:
9-10). Las estimaciones de Yépez del Castillo y Bernardo Alvarado (1985: 51,
52) muestran que en los años 1981 y 1982 el 82.8% de las personas que trabajaba
en el sector público y que podría afiliarse a un sindicato, pertenecía a un
sindicato. Los afiliados en el sector público como porcentaje de los
asalariados totales fue de 59.9% y como porcentaje de la PEA ocupada fue 10%.
La Revolución Cubana y la Izquierda Revolucionaria en la Década de Sesenta
Jan Lust
La Revolución
Cubana ha contribuido significativamente a la formación y desarrollo de
diversas organizaciones guerrilleras en América Latina. Sin embargo, ella no
fue la causa del surgimiento de los movimientos revolucionarios en los años
sesenta.
Al final de los años cincuenta una ola de resistencia “azotó” a América
Latina, provocada por el estrangulamiento de las nuevas fuerzas de producción
en un sistema que no solo fue diseñado para los intereses de la burguesía
urbana, sino que también fue basado en una subestructura de una economía
agraria arcaica. El auge de los movimientos sociales, producido por un intenso proceso de industrialización en una región atrasada y la
necesidad de sustituir mecanismos de gobierno anticuados, por los que al nivel
político expresarían los cambios en el terreno económico, era tierra fértil para
una práctica revolucionaria.
La ausencia de una verdadera vanguardia antiimperialista hizo imposible la
toma del poder por el proletariado y sus aliados en América Latina. Los
partidos comunistas, por ejemplo, mostraron una desastrosa falta de imaginación
política y una ignorancia asombrosa en relación con su participación en la
dirección de las masas trabajadoras. En 1965, la CIA escribió en su Survey of communism in Latin America que
en el corto plazo ningún partido comunista latinoamericano es una verdadera
amenaza para los gobiernos existentes.
El papel de líder de las masas fue tomado a finales de los años cuarenta
por un grupo de partidos populistas jóvenes que rápidamente ganaron seguidores
en el Perú (Alianza Popular Revolucionaria Americana; APRA), Bolivia
(Movimiento Nacionalista Revolucionario; MNR), Guatemala (Partido
Revolucionario de Guatemala; PRG), Venezuela (Acción Democrática; AD),
etcétera. Estos partidos lograron ganar las capas bajas de la sociedad
ofreciéndoles programas de reforma. Sin embargo, una vez en el poder, se
mostraron incapaces de ir más allá de tímidas reformas, o fueron depuestos por
los militares. Esta inmovilidad revolucionaria terminó con la Revolución
Cubana.
En este artículo narramos los efectos que tenía la Revolución Cubana sobre
la izquierda revolucionaria latinoamericana en la década de sesenta, y en
especial sobre la izquierda revolucionaria peruana, y discutimos el
internacionalismo de la Revolución Cubana. En la última sección de este
artículo argumentamos que la Revolución Cubana no fue “exportada” como dicen
algunos autores como Ricardo Napuri, sino que los revolucionarios de cada país
tomaron las lecciones de la Revolución Cubana y trataron de aplicarlas en su
propio país.
Este artículo está organizado en cuatro secciones. En la sección 1 hablamos
sobre el efecto que tenía la Revolución Cubana sobre la izquierda
revolucionaria latinoamericana. Sección 2 está dedicada a la izquierda
revolucionaria peruana y la Revolución Cubana. En la sección 3 se revisa el
internacionalismo de la Revolución Cubana en la década sesenta, y en la sección
4 discutimos la supuesta exportación de la Revolución Cubana.
1. La Revolución Cubana
y la izquierda revolucionaria latinoamericana
El éxito de la Revolución Cubana inspiró los pueblos de América Latina a
reforzar la lucha contra sus enemigos de clase. Proporcionó muchas lecciones
que fueron tomadas rápidamente y que provocaron revoluciones dentro de la
izquierda. Algunos ejemplos lo ilustran. El excomandante guerrillero Venezolano
Alfredo Maneiro de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) decía en
el libro La lucha armada: Hablan 6
comandantes. Magoya, Luben Petkoff, Anselmo Natale, Luis Correa, Juan Vincente
Cabezas, Alfredo Maneiro: “-La Revolución Cubana- justificó una cierta sana impaciencia revolucionaria, liquidó una vieja
discusión sobre el fatalismo geográfico y el hecho de que al ser nosotros la
retaguardia física del imperialismo de esta parte del planeta, ello parecía
excluir las revoluciones latinoamericanas del mundo de las posibilidades. La
Revolución Cubana liquidó ese fantasma de un solo plumazo. Actualizó la acción
directa, puso en el banquillo de los acusados al militante tradicional y a la
forma tradicional de hacer política de izquierda. Es decir, dejó de ser, como
creo dijo Guevara en una ocasión, una política que solo podía producir mártires
pero cuya factibilidad era para el museo de la revolución. Una política que no
tenía significación social, que no cambiaba las cosas, que no tenía eficacia.” Milton Hernández, comandante del Ejército de
Liberación Nacional (ELN) colombiano, escribió lo siguiente en su Aproximación a la historia del ELN: “El impacto de la Revolución Cubana estremeció al
continente latinoamericano y llenó la juventud de ideas y razones para
emprender el camino justo de luchar contra la opresión y por la independencia.
En Colombia la Revolución Cubana da inicio a un profundo viraje histórico, y
obliga a replantear las estrategias y tácticas que hasta la época desarrollaban
las organizaciones revolucionarias, principalmente los partidos comunistas: del
solo acumulado político y de masas, hecho posible para ganar la libertad se
comprendió que sin el desarrollo de lo militar, ligado a un proyecto político
con arraigo popular, era imposible la conquista de las metas propuestas.”
En el período 1959-1962 había un rápido incremento de movimientos
guerrilleros en una gran cantidad de países. En noviembre de 1959, guerrilleros
paraguayos del Movimiento 14 de Mayo trataron de iniciar la guerra
revolucionaria, que, sin embargo, fracasó. La mayoría de los guerrilleros
murieron. En diciembre del mismo año empezaban, en la Argentina, los Uturuncos,
una guerrilla de origen peronista. En el verano de 1960, el Movimiento 14 de
Julio Dominicano no logró desembarcar sus cuadros sanos y salvos en el país.
Más de un centenar de revolucionarios murieron en la costa norte del país. En
1960, dos exmilitares, Marco Antonio Yon Sosa y Luis Augusto Turcios, fundaron
en Guatemala el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13); en abril de
1962, un grupo de estudiantes creó el Movimiento 12 de Abril y, luego, en el
mismo año, apareció el Movimiento 20 de Octubre del Partido Guatemalteco del
Trabajo (PGT). En diciembre de 1962, todos estos movimientos se unieron en las
Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR).
En 1959 se formó en Nicaragua el grupo Juventud Patriótica (JP) que se
dirigió claramente hacia el desarrollo de la lucha armada. El grupo se dividió
y luego algunos exmiembros crearon el Movimiento Nueva Izquierda JP (MNI). El
23 de julio de 1961, se fundó el Frente de Liberación Nacional (FLN) que en
1962 cambió su nombre por Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). En
marzo de 1962, el intento guerrillero de jóvenes de la Unión Revolucionaria de
Juventudes del Ecuador (URJE) fue desbaratado al comienzo. En el mismo mes se
fundó en el Perú el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y en el mes de
septiembre se creó en Cuba el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
La mejor expresión del estado de ánimo y el impulso de estos días era La Segunda Declaración de La Habana, el
manifiesto de la revolución latinoamericana: “Con lo grande que fue la epopeya
de la independencia de América Latina, con lo heroica que fue aquella lucha, a
la generación de latinoamericanos de hoy les ha tocado una epopeya mayor y más
decisiva todavía para la humanidad. Porque aquella lucha fue para librarse del
poder colonial español, de una España decadente, invadida por los ejércitos de
Napoleón. Hoy les toca la lucha de liberación frente a la metrópoli imperial
más poderosa del mundo, frente a la fuerza más importante del sistema
imperialista mundial, y para prestarle a la humanidad un servicio todavía más
grande del que le prestaron nuestros antepasados. Pero esta lucha, más que
aquella, la harán las masas, la harán los pueblos; los pueblos van a jugar un
papel mucho más importante que entonces; los hombres, los dirigentes, importan
e importarán en esta lucha menos de lo que importaron en aquella. Esta epopeya
que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de
campesinos sin tierra, de obreros explotados; la van a escribir las masas
progresistas, los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en
nuestras sufridas tierras de América Latina. Lucha de masas y de ideas; epopeya
que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo,
nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño.
Nos consideraba rebaño impotente y sumiso, y ya se empieza a asustar de ese
rebaño; rebaño gigante de 200 millones de latinoamericanos en los que advierte
ya a sus sepultureros el capital monopolista yanqui.”
2. La Revolución Cubana y la izquierda revolucionaria peruana
El impulso
revolucionario que significó la Revolución Cubana para los revolucionarios
peruanos fue expresado por Héctor Béjar en su libro, Perú 1965: una experiencia guerrillera (1969), de la siguiente
manera: “En general, el socialismo cubano planteaba los problemas de la
revolución para la orden del día y no para un mañana más o menos lejano, daba
una finalidad precisa a todos los revolucionarios de Latinoamérica y otorgaba
cierto respaldo a las “herejías” en germen. Aún sin proclamarlo, todos
comprendíamos por esos años que una nueva etapa revolucionaria había empezado y
que, de realizarse, la revolución no se desarrollaría necesariamente de acuerdo
a los patrones que teníamos en mente.” También decía: “A todos los unía la
admiración por la Revolución Cubana y sus líderes y el anhelo de seguir su
ejemplo.”
Alain Elías,
exdirigente del ELN también tiene una opinión muy clara respecto al efecto de
la Revolución Cubana. En una entrevista con el autor de estas notas decía: “La
Revolución Cubana es la que pone sobre el tapete la lucha armada por la lucha
electoral. Hasta antes de la Revolución Cubana no se consideraría la lucha
armada sino la lucha electoral, la famosa acumulación de fuerzas. Hasta ahora
están acumulando fuerzas.” Citando un documento del ELN de 1965, dice además: “El
advenimiento de la Revolución Cubana quebró para siempre el mito geopolítico de
la impotencia revolucionaria en América Latina. […] La Revolución Cubana señaló
además que el único camino a seguir para la conquista y la liberación nacional
es la lucha armada porque las clases explotadores no abandonarán jamás el poder
de manera pacífica. […] La Revolución Cubana demostró finalmente que las
condiciones subjetivas toman impulso y se desarrollarán graciosamente en favor
la lucha guerrillera.” El exdirigente del ELN, Julio Dagnino, decía en una
entrevista con la poeta Rosina Valcárcel lo siguiente: “Creo que la línea de la Revolución Cubana, el contenido innovador, el
operativo de la organización de la Revolución Cubana, del Movimiento de 26 de
Julio, colma muchas de las expectativas de esa generación. Por primera vez se
ve una revolución de carácter latinoamericano; quienes habíamos pensado antes
del triunfo cubano en el proceso revolucionario, teníamos que pensar en la
URSS, en China. Pero cuando se da la Revolución Cubana, ya podemos pensar en
algo más cercano a nosotros, una revolución que habla en castellano. […] En esa
época estar fuera del Partido Comunista no era como ahora que podemos estar en
otra organización. O estabas dentro del PC o militabas dentro la organización
trotskista. O eras del PC o estabas en contra del PC. Entonces la Revolución
Cubana en ese proceso tiene la virtud de ver que muchas veces la realidad es
mucho más grande que determinados dogmas. El movimiento, que no necesariamente
se declaraba marxista-leninista, podía iniciar un proceso de cambio en Cuba,
donde justamente se encontraban los más grandes de la teoría marxista-leninista
latinoamericana; la Roca, Escalante, muy conocidos y a los que había que
recurrir para comprender el cambio, la revolución; el problema de la
construcción de la sociedad socialista. Es lo más avanzado que ha habido, mucho
más allá de la gente del PCR -Partido Comunista Revolucionario- de Argentina o Brasil o Cuba. Sin embargo, ahí con esos cuadros la
realidad les mostraba nuevos caminos de tareas que se presentan para gentes
como nosotros, como una de las puertas de ingreso para una militancia
revolucionaria. No necesariamente, pensábamos en esa época, formar un
Movimiento 26 de Julio, que no lo llegamos a formar nunca, en cambio formamos
el ELN.”
Las personas que construyeron el ELN no eran los únicos peruanos
influenciados por la Revolución Cubana. También los revolucionarios del MIR por
ejemplo, fueron impactados por esta revolución. Ricardo Gadea, un exdirigente
del MIR peruano en los años sesenta y setenta, describe en su artículo Regis Debray y la nueva izquierda la
importancia de la Revolución Cubana por la izquierda en América Latina: “Durante décadas ha predominado en el pensamiento y, por supuesto, en la
práctica revolucionaria latinoamericana, una concepción caracterizada por el
sometimiento al fatalismo de las vías electorales y pacíficas, las burguesías
nacionales progresistas, la revolución democrática-nacional, el fetichismo
respecto al proletariado y a las experiencias y modelos clásicos provenientes
de otras realidades. Sobre esta concepción se ha escrito y teorizado infinitamente
y aún estaríamos sometidos a ella si la Revolución Cubana no hubiera roto de un
solo golpe todos los presupuestos del dogma y no hubiera impulsado el ascenso
de las nuevas vanguardias, que comienzan a escribir con su sangre su auténtica
ideología.” En otro artículo señaló que “la revolución
y la construcción del socialismo en Cuba, han roto innumerables esquemas
tradicionales de pensamiento y acción. Muchos dogmas han sido superados. Se ha
desencadenado un gran movimiento renovador, teórico y práctico, dentro del cual
actuamos los que hoy nos esforzamos por hacer la revolución en nuestro país y
en el continente.”
3. El internacionalismo de la Revolución Cubana
El apoyo que recibieron los revolucionarios latinoamericanos de las
autoridades cubanas y la intensa cooperación que existió entre los cubanos y el
ELN peruano, llevó a Héctor Béjar a la conclusión de que los guerrilleros del
ELN “en la práctica estábamos involucrados en la estrategia cubana para América
Latina”. Julio Dagnino tenía otra opinión al respecto: “No lo creo tan
matemático. Plantearlo de esa manera, me parece como si se estaba
digitalizando: grupo acá, grupo acá, grupo acá. Pero al plantearlo así, se
plantea como si fundamentalmente estaba dirigido por los cubanos. Entonces, allí
es la diferencia que yo te digo. ¿Por qué? Porque había razones internas de los
grupos. El grupo de Masetti, el grupo nuestro y el grupo del MIR obedecían a
razones internas, es decir, la actuación de ellos. Por ejemplo, el MIR no
desarrolló inmediatamente las guerrillas, en el momento de la guerrilla de
Argentina de Masetti, o en el momento que estábamos nosotros en Bolivia.”
Ulises Estrada, un internacionalista cubano, tiene la misma posición. En una
entrevista realizada en el 2005 decía: “Los fracasos o
reveses del movimiento revolucionario en América Latina son propios del
movimiento Latinoamericano. No son culpa de Cuba. Y además, una segunda cosa
que quería señalar: ¡Nunca intentamos exportar la revolución! Sencillamente nos
limitamos a apoyar a aquellos revolucionarios que venían a beber de la
experiencia cubana y a buscar el apoyo de la experiencia cubana a partir de la
condición internacionalista del compañero Fidel Castro que fue quien nos enseñó
realmente a ser internacionalistas.” En su libro Tania la guerrillera y la epopeya
suramericana del Che, escribe: “Por tanto, sus principales dirigentes -de la nueva izquierda- acudieron a La Habana en busca de ayuda política,
económica o militar para lograr sus propósitos revolucionarios. La dirección
política cubana fue receptiva a sus demandas; pero sin pretender en momento
alguno exportar su revolución, a no ser su ejemplo de dignidad, resistencia y
combate.” En un documento para el Consejo de Seguridad Nacional del 4 de mayo
de 1961, elaborado por un Grupo de Tareas de Interagencia acerca de Cuba que
estaba compuesto de representantes del Departamento del Estado, de Defensa, de
Justicia, de la CIA y la Agencia de Información de Estados Unidos, dice que “la exportación de ayuda física a los movimientos revolucionarios,
aunque importante, es mucho menos
importante que la amenaza planteada por el ejemplo de Castro y el estímulo general a estos movimientos”.
A principios de los años sesenta, el Che Guevara y Fidel Castro han dicho
en repetidas ocasiones que Cuba no puede exportar revoluciones. Agregaron, sin
embargo, que tampoco pudieron evitar que la Revolución Cubana fuera copiada. En
septiembre de 1963 el Che dijo, no obstante, que las tareas de la Revolución
Cubana “están más lejos que las fronteras de Cuba: el deber de expandir la
llama ideológica de la revolución por todos los rincones del mundo donde se nos
escuche”. En una entrevista con el New York Times en 1964, Fidel Castro dio
a entender que Cuba estaba dispuesta a frenar el apoyo a diversos movimientos
revolucionarios latinoamericanos cuando los Estados Unidos también cesarían sus
hostilidades contra Cuba. En un estudio de la CIA del año 1965, se dice que “varios cientos de peruanos pertenecientes a diversos grupos extremistas
de izquierda, también han recibido
entrenamiento en la guerra de guerrillas u otros tipos de formación en los países comunistas, sobre todo en Cuba,
pero también en la China comunista
y Corea del Norte”.
El apoyo que los cubanos prestaron a diversos grupos guerrilleros latinoamericanos
fue organizado por un departamento especial del Ministerio del Interior, la
Sección Operaciones Especiales (MOE). Ulises Estrada: “Según Piñeiro me dijo en esa ocasión, a diferencia de otras Secciones y
Departamentos de ese naciente órgano de la inteligencia estratégica cubana, el
MOE tendría como única responsabilidad la conducción de diversas operaciones
clandestinas vinculadas a la solidaridad de nuestro país con las diferentes
organizaciones y movimientos revolucionarios que continuaban surgiendo en
varios países de América Latina, bajo el impulso de la victoria insurreccional
cubana y en respuesta a las políticas pro imperialistas, antidemocráticas y
antipopulares de sus correspondientes gobiernos. [...] Este (Manuel Piñeiro) me
comunicó que debíamos articular las diversas operaciones de solidaridad de la
Revolución Cubana con el movimiento popular y revolucionario de América del Sur
que por entonces estábamos realizando; ya que, a su decir, dadas las
condiciones del continente y la intensificación de las acciones enemigas sobre
nuestro país y sobre el propio movimiento latinoamericano, esas operaciones
había que realizarlas “como los fantasmas”.” Las actividades de este departamento no solo debían de ser mantenidas en
el absoluto secreto por el campo imperialista, sino también para los partidos
comunistas latinoamericanos y los antiguos países socialistas.
Las actividades de la MOE fueron dirigidas por Orlando Pantoja. Ulises
Estrada señala en el libro Che in Afrika. Che Guevara’s Congo Diary que “este departamento comenzó a crear escuelas de formación y hacer trabajos operativos. Che a menudo dirigía nuestro trabajo. Todo lo relacionado con los movimientos
guerrilleros y los movimientos clandestinos tuvo que ser sometido a él, y discutido con él, a pesar de que Fidel era
el jefe de más alto rango”. En el caso del ELN
peruano, la tarea del MOE era asegurar que los guerrilleros pudieran entrar
sanos y salvos en Bolivia.
4. Palabras finales: la “exportación” de la Revolución
Cubana
Caracterizar la
ayuda de los cubanos a diversas organizaciones latinoamericanas como la
“exportación” de la Revolución Cubana, es una descripción incorrecta del apoyo
que los cubanos dieron a varios proyectos revolucionarios. Aunque había una
variedad de tipos de apoyo, desde el financiamiento de actividades
revolucionarias hasta el envío de internacionalistas cubanos, tipificar esta
ayuda como la exportación de la revolución significa negar el desarrollo
político de los propios guerrilleros antes de la Revolución Cubana. Además,
implica que la toma de lecciones de una revolución exitosa -el aprendizaje revolucionario- tal como se hizo con las revoluciones rusa y china, estaba considerado
como un proceso completamente ajeno de las condiciones políticas, económicas y
sociales de cada país individual.
El Punto de Partida. El Horizonte Teórico: Spinoza y
Labriola
(Tercera y última Parte)
Jorge Oshiro
3. La perseverancia
La categoría central que unifica el
pensamiento de Spinoza es el conatus1.
“Cada cosa, según su potencia contenida en ella, se esfuerza
por perseverar en su ser”.
La demostración de la tesis nos
recuerda ideas ya expuestas: que los individuos singulares son modos por los
cuales se expresan los atributos de Dios y de su potencia de una manera
definida y determinada.
Por
una proposición anterior, se afirma que en la esencia del individuo no existe
nada que pueda destruir al individuo mismo. La destrucción del individuo, según
Spinoza, viene siempre a partir de una causa exterior. Desde dentro de la
esencia del individuo, viene al contrario toda la fuerza que se opone a esta
destrucción.
Por
lo tanto, según la potencia presente en cada individuo, éste, según su potencia
de ser, se esfuerza por perseverar en su ser. En la proposición siguiente se va
a especificar este esfuerzo:
“El esfuerzo (conatus) por el cual cada cosa se
esfuerza en perseverar (perseverare conatur) en su ser no es nada aparte de la
esencia actual de cosa misma”.
El hombre, como todos los individuos
de la naturaleza, se define a partir del conatus.
Esta definición de la esencia del hombre como ‘conatus-perseverancia’ la
vamos a encontrar en otros pasajes pero con otras designaciones2. La
proposición VIII. acentúa que este esfuerzo o deseo de perseverancia es
ilimitada en el tiempo. El deseo o conatus es deseo de infinitud y de eternidad3.
La siguiente tesis remarca el carácter consciente de este esfuerzo:
“El espíritu en tanto que tiene ideas claras y
distintas como en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su
ser con una cierta duración indefinida y es consciente de este esfuerzo suyo”.
En oposición a los filósofos que
intentan acentuar el carácter instintivo del hombre con respecto a los otros
modos de existencia, Spinoza acentúa el carácter común: la perseverancia. No
hay diferencia ontológica entre el hombre y los otros seres de la naturaleza,
todos ellos son expresiones determinadas de una sola sustancia y de su
potencia, manifestada modalmente la perseverancia.
Al
concebir el conatus como esencia del hombre, Spinoza pone la vida misma como
centro de su reflexión. La Vida no requiere de la ratio ni de ninguna otra
entidad para tener sentido4. La filosofía de Spinoza es una
reflexión sobre la Vida, y sobre el hombre dentro de ella. Dentro de este
contexto de la prevalencia del conatus sobre la ratio encontramos otra tesis
importante de Spinoza:
“…no nos esforzamos por nada, ni lo queremos,
apetecemos ni deseamos porque juzguemos que es bueno, sino que, por el
contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo
queremos, apetecemos y deseamos”.
Para Spinoza primero es la
perseverancia y luego el juicio, y con ello revoluciona toda la moral
tradicional normativa con sus mandatos y prohibiciones, y critica él todo
conocimiento entendido como un hecho exterior al proceso inmanente de los
individuos mismos. En otras palabras: el pensamiento spinozista es el rechazo
de toda racionalidad externa al proceso mismo de la Naturaleza.
Y
si la razón es potencia, es porque ella es parte integrante de este proceso
natural total. La razón es una potencia o luz natural y no algo extraño a la
Naturaleza. El esfuerzo-perseverancia como potencia de la Naturaleza es lo
primario.
Pero
este conatus –como apetito o deseo5– expresa tambi´pen una forma de
conocimiento. En su estado ‘espontáneo’, el esfuerzo, el apetito, el deseo es
una conciencia confusa, es una conciencia mutilada de la realidad. La
racionalidad del proceso consiste en el paso de esta conciencia confusa y
mutildad6 a la conciencia clara y distinta, es decir del paso del
primer grado al conocimiento del segundo grado, o razón.
El
hecho que todos los individuos se mueven y actúen a partir del mismo deseo
fundamental, el de perseverar en la existencia, trae consigo irremediablemente
el conflicto, la lucha entre los diferentes modos naturales existentes y
naturalmente la lucha entre los hombres.
Este
estado primario o primitivo es lo que llama Spinoza ‹estado natural›. Este ‹estado
natural›, afirma Spinoza, es anterior a toda forma de doctrina7, con
otras palabras esta ‹praxis› natural es anterior a toda forma de ideologías y
costumbres.
Es,
pues, una situación anterior a la visión espontánea o doctrinaria del bien y el
mal, pero esta anterioridad entendida aquí como sustrato permanente de lo
moral. La tensión es anterior al orden y todo orden no puede ser sino un orden
provisional. La tensión no es caos, es orden o estado natural (no humano).
Con
la noción de ‘estado natural’, Spinoza expulsa de su sistema todo tipo de ‹paraíso
terrenal›, todo tipo de armonía definitiva y hace inconfundible la conciencia
que el orden natural no es necesariamente el orden humano, que ésta es
una de las infinitas variantes posibles.
El
conatus es también fuente de los prejuicios.
Y el núcleo de todos los prejuicios la forma el prejuicio antropomórfico y
antropocéntrico. Es decir, el hombre, a causa de su posición existencia en la
vida, proyecta sus sentimientos a su mundo exterior y se siente espontáneamente
‹centro del universo›.
Por otro lado, el
conatus tiene irremediablemente un segundo aspecto negativo: el miedo a morir.
Este sentimiento existencial del miedo es la base de toda forma de
superstición. Spinoza relaciona este miedo con su superestructura psicológica,
la superstición con la política: “no hay medio más eficaz para gobernar a la
masa que la superstición”. Y luego:
“El gran secreto del régimen monárquico y su máximo
interés consisten en mantener engañados a los hombres y en disfrazar, bajo el
especioso nombre de religión, el miedo con el que se los quiere controlar a fin
de que luchen por su esclavitud, como si se tratar de su salvación, y no
consideren una ignominia, sino máximo honor, dar su sangre y su alma para
orgullo de un solo hombre”8.
El conatus,
fuente de vida, y también fuente de todo prejuicio y superstición, es al mismo
tiempo fuente de solución a todos estos problemas.
Pues
el conatus produce también el ratio, que como se ha visto, es para Spinoza una
forma específica del conatus. La vida misma produce su propia luz natural y a
través de ella puede el hombre superar sus prejuicios y sus supersticiones.
No
hay aquí una oposición ‹externa› entre la razón y las pasiones. El
conatus-deseo en su expresión pasiva, como conciencia ‹espontánea› es confusa y
mutilada, por lo tanto incompleta, como tal es ‘pasión’ (es decir, pasivo en
relación a la actividad de los otros). El mismo conatus-deseo en cuanto que es
conciencia reflexiva, es decir, en cuanto que piensa clara y distintamente, es
razón y por lo tanto desarrolla la posibilidad de la acción9.
Es
en esta perspectiva de la acción del pensamiento, a través de la conciencia
reflexiva en la que se ha podido descubrir y desarrollar la ciencia. Pero este
descubrimiento y el desarrollo de la ciencia supone un desarrollo determinado
de la sociedad. Es en esta perspectiva, dentro de la conciencia reflexiva,
donde el hombre va a llegar a la convicción que
“En la naturaleza no hay nada de singular que sea más
útil al hombre que un hombre que viva bajo la conducción de la razón”.
La ‹pasión› separa10. El
que vive en la pasión, es decir, en la confusión, vive limitado a su propio conatus individual, vive solo y los
otros hombres son enemigos reales o potenciales11. El que vive en la
reflexión puede comprender que su fuerza se multiplica en la concordia con los
otros y con la naturaleza, lo cual implica necesariamente haberla comprendido
no como simple medio sino como Totalidad. Y esto lleva a la sabiduría. Es sabio
no solamente es mucho más feliz sino también mucho más potente que el
ignorante,
“…pues, el ignorante, aparte de ser impelido de
muchos modos por las causas externas y de no poseer nunca la verdadera
satisfacción del ánimo, vive, además, casi inconsciente de sí, y de Dios y de
las cosas; y tan pronto como deja de padecer, a la vez deja también de ser.
Mientras que el sabio, por el contrario, en cuanto se lo considera como
tal, difícilmente se conmueve en su ánimo, sino que consciente de sí, y de Dios
y de las cosas, con una cierta necesidad eterna, nunca deja de ser, sino que
siempre posee la verdadera satisfacción del ánimo.” (subr.JO)
Escribe Spinoza en el escolio de su
última proposición que cierra su Etica y termina con este pensamiento:
“…si el camino que he mostrado que conduce a este fin
parece muy arduo, sin embargo, es posible hallarlo. Y ciertamente debe ser
arduo lo que se encuentra tan raramente. ¿Cómo, en efecto, sería posible, si la
salvación estuviera al alcance de la mano y si pudiera conseguirse sin gran
esfuerzo, que la descuiden casi todos? Pero todo lo excelso (praeclara) es tan
difícil como raro”.
Pero Spinoza entendió muy claramente
que esta meta era imposible de alcanzarla en la soledad del aislamiento, que
era necesario una determinada sociedad humana para realizar esta utopía, de
allí su constante preocupación por lo político. Pero en él era una política elevada
a lo religioso, como dirá posteriormente Mariátegui, o para decirlo con Spinoza,
una política con anhelos de sabiduría, que es lo mismo.
Hemos
trazado brevemente con esto el primer aspecto de nuestro ‹punto de vista› para
la comprensión del pensamiento filosófico de Mariátegui.
Sigamos
ahora con el segundo aspecto, la vinculación del pensamiento spinoziano con el
pensamiento de Marx, a través de las reflexiones de Labriola. Esta vinculación
no es arbitraria.
Ella
sigue una línea filosófica definida. Recordemos solamente lo leído en los
textos de iniciación al marxismo. Sabemos, como lo dice Lenin, que hay tres
fuentes del marxismo: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el
socialismo francés.
Es
precisamente en «La filosofía clásica alemana», como lo titula Engels, que la
presencia de Spinoza es indiscutible y fundamental. Citemos como ejemplo la «deutsche
Aufklärung» (el siglo de las luces alemana) y el romanticismo alemán,
encontraremos allí nombres como el de Lessing, Goethe, Jacobi o el de Hegel,
todos ellos grandes admiradores y hasta seguidores de Spinoza como los tres
primeros citados. Recordemos lo que escribió Hegel en su «Vorlesungen über die
Geischichte der Philosophie», «Lecciones sobre la historia de la filosofía»:
“En general se debe considerar que el pensamiento debe
adoptar el punto de vista del spinozismo; este es el punto de vista esencial o
fundamental de toda forma de filosofar. Si se comienza a filosofar, hay que ser
necesariamente spinozista”12.
____________
(1) “Es la proposición IX con su
demostración y escolio que puede ser considerado como la llave maestra de esta
doctrina…Analizando en detalle esta proposición somos conducidos en efecto a la
totalidad de las doctrinas de las pasiones y de la afectividad, pero también a
la totalidad del sistema spinozista ya que cada proposición de la Etica es la
resultante de todas aquellas que la preceden, al mismo tiempo que ella prepara
todas aquellas que van a seguir” (Trad. JO.).
(2) “El deseo (cupiditate) es la
esencia misma del hombre”. O en otro pasaje: “En efecto…el deseo (cupiditas) de
vivir feliz o sea vivir bien, es la esencia misma del hombre, esto es,…el
esfuerzo por el cual cada uno despliega, para conservar su ser”.
(3) Aquí el rigor de la filosofía se
encuentra en los linderos de la poesía y el mito. Esta contradicción entre este
deseo de infinitud y de eternidad y la conciencia de la muerte forma el núcleo
del «Sentimiento Trágico de la Vida» de Miguel Unamuno como se verá
posteriormente. Ver abajo Apéndice B.
(4) O para decirlo en otras palabras:
la razón es una expresión natural, o bien: una potencia de la Naturaleza; más
aún, una parte de la naturaleza que debe entenderse dentro del contexto de la
Totalidad. La ratio no es una entidad metafísica: “…la esencia de la razón no
es otra cosa que nuestro espíritu en tanto que el comprende o entienda clara y
distintamente” (Et.IV.Pr.26).
(5) Una variación importante del
conatus spinoziano es el subconciente freudiano, lo que en alemán también se
conoce como ‹es› o en inglés se traduce con ‹it›.
(6) Ver Etica II. Prop.41. Sobre el
concepto razón según Spinoza ver .S. Zac.1959:23.
(7) El concepto de ‘estado natural’ lo
encontramos en otro libro importante de Spinoza: «Tratado Teológico Político».
Cap.XVI: “Este estado, por su característica esencial es anterior a la
religión. La naturaleza no ha enseñado jamás a nadie que el hombre está
obligado a obedecer a Dios” (Oeuvres compl. París.1954:837. Trad. JO) (Ver
también J. Oshiro. Op.cit. pag. 125)
(8) Spinoza: «Tratado teológico
político». Madrid. 1986: 64. Al respecto escribe L. Althusser: “En el apéndice
al Libro I de la Etica y en el Tratado teológico político encontramos en efecto
esto que es sin duda la primera teoría de la ideología que jamás haya sido
pensada…” («Elements d’autocritique». Paris. 1974:72. Trad.JO).
(9) Ver cita 38.
(10) Esta idea de ‹pasión› como idea
confusa y mutilada es diferente a la ‹pasión› mariateguiana que es la entrega
completa a una idea (la revolución) que es una idea clara y distinta.
(11) Es decir en el conocimiento de
primer grado o imaginación. Ver nota 28. Es en esta dimensión de la pasión
donde se genera el “Geltungsstreben” (afán de notoriedad) y el “Machtsstreben”
(afán de poder) adleriano.
(12) G.W.F. Hegel. Werke in zwanzig Bänden.
Band, 20. Frankfurt am Main. 1971: 165. Trad. JO.