¿Qué es lo Que se Queda
de la Izquierda Peruana? La
Transformación Social o la Conformación Social: Cuatro Puntos Para
Discutir
Jan
Lust
Resumen:
La actual correlación de fuerzas de clase en el Perú hace que sea muy
difícil un cambio radical y auténticamente izquierdista en el ámbito nacional,
regional y local. De hecho, la ideología neoliberal ha echado raíces firmes en
la sociedad peruana. La atomización ideológica de la izquierda peruana, una de
las consecuencias del poder neoliberal en la sociedad, ha causado confusión
dentro de la población peruana como también dentro de las filas de la
izquierda. Este artículo está dedicado a aclarar cuatro cuestiones
fundamentales que diferencian dos tipos de izquierda dentro de la familia de la
izquierda: los que apuntan a la transformación social y aquellos que quieren
mantener el estatus quo social. El artículo concluye con un llamado a elaborar
una estrategia revolucionaria de desarrollo.
Palabras
clave: modo de producción
capitalista, clase, estado
capitalista, imperialismo, estrategia revolucionaria
de desarrollo
Introducción
La lucha por un cambio radical del modelo de
desarrollo comienza con una lucha por la conciencia de la población. De hecho,
tener la conciencia correcta con respecto a las relaciones existentes es una
condición indispensable para una práctica política orientada a la
transformación social de la sociedad. La actual correlación de fuerzas de clase
en el Perú, sin embargo, hace que un discurso izquierdista, por ejemplo a favor
de la intervención estatal en la economía, sea prácticamente imposible. Las
políticas neoliberales radicales introducidas en la década de 1990 han
posibilitado a la clase dominante de hacer creer a la población que el
desarrollo sólo es posible con el libre funcionamiento de los mercados.
La cuestión de lo que es la izquierda, o
mejor, lo que queda de la izquierda
peruana tiene todo que ver con el
poder político y social actual de
las fuerzas que favorecen las políticas
de libre mercado. Por cierto, en el
contexto peruano actual el poder
de estas fuerzas sociales no sólo
es inversamente relacionado con la fuerza de los grupos y organizaciones de
orientación de izquierda, sino
que también ha influido predominantemente,
o tal vez ha determinada, los
cambios ideológicos que lentamente,
pero con firmeza, se han introducido
dentro del pensamiento izquierdista en la última década.
En cierta forma, Félix Jiménez (2014) tiene
toda la razón cuando dice que las
organizaciones de izquierda que están
a favor de la dictadura del proletariado
y abogan por la extinción del
mercado son difíciles de encontrar.
Este artículo tiene la intención de incentivar a
un debate sobre lo que significa ser parte de la izquierda. Teniendo en cuenta la inflación del significado del concepto en la última
década debido a, entre otras cosas, la falta de debate ideológico y programático, consideramos que es útil empezar a marcar algunas
de las diferencias entre la
izquierda que apunta a la
transformación social y de los
elementos, que también forman
parte de la familia de la izquierda, cuya finalidad es la conformación social.
Este artículo está organizado en cinco secciones. Cada sección en
particular se trata un aspecto fundamental del pensamiento político de la
izquierda que debería haber sido discutido en todas las organizaciones de
izquierda. Sobre la base de sus puntos de vista respecto a cada uno de estos
cuatro temas, se podría diferenciar entre la izquierda que apunta a la
transformación social, es decir, a un cambio irreversible de las relaciones de
producción que pueden ser deconstruidas en relaciones de propiedad,
funcionalidad y explotación; quién produce qué, para quién y cómo (Carchedi,
1987 : 95), y la izquierda que favorece la conformación social, es decir, los
que creen en un capitalismo de rostro humano y piensan que con un incremento de
la regulación de los mercados y de los programas de inclusión social se podrá
hacer desaparecer la esencia de la injusticia en la sociedad peruana. En la sección 1 se
discute el modo de producción capitalista y la sección 2 está
dedicada a la clase social. En la
sección 3 se profundiza un poco
en la cuestión del estado capitalista
y en el apartado 4 nos dirigimos a la globalización y el imperialismo. En la sección 5 presentamos, a modo de conclusión,
algunas ideas concretas relacionadas con
la elaboración de una estrategia
revolucionaria del desarrollo.
1. El modo de producción capitalista
El modo de producción capitalista se basa en la
producción de la plusvalía por los
productores directos y su
apropiación por los propietarios de los medios de producción. De esto se deduce
que las relaciones sociales de
producción, «comprenden la
relación de los productores directos con los medios de producción y su fuerza de trabajo, la naturaleza de los
propietarios no productores y el modo de apropiación de plus trabajo de los productores directos por
dichos propietarios» (Callinicos, 2004: 54). Los dueños de los medios de producción se ven obligados a
transformar la plusvalía en capital (acumular) con el fin de sobrevivir en la lucha con otros capitalistas y para ampliar su producción. Esta necesidad los
exige también a aumentar la explotación de los
productores directos, produciendo más plusvalía
(absoluta y relativa).
La relación entre los propietarios de los medios de
producción y los que solamente tienen su fuerza de trabajo por vender es además
una relación de explotación también una relación de opresión y de dominación.
Dominación económica, social, política e ideológica, ya que la articulación de
estos elementos confiere al modo de producción capitalista un carácter de
sistema de organización social (general y específico).
Formaciones sociales capitalistas concretas nunca se caracterizan simplemente por el modo de producción capitalista. Hay varios tipos de relaciones pre-capitalistas de producción que coexisten con las
relaciones capitalistas, aunque normalmente éstas son de importancia marginal y están socialmente subordinadas de varias maneras al modo de producción capitalista (Wright,
1980: 329-330). De hecho, estos modos de producción solamente pueden mantenerse porque, subsumidos a
la lógica del capital, son funcionales al modo de producción dominante y a su
sistema de organización social.
Una transformación
social de la sociedad debería
implicar la transferencia de los medios
de producción en manos de la sociedad a través de un proceso de nacionalización
y de socialización. Procesos políticos
que favorecen la conformación social tienen la intención de incrementar la
base económica, social e ideológica del modo de producción capitalista, por ejemplo a través de
ampliar y profundizar el mercado interno.
2. La clase social
La sociedad
capitalista está estructura de acuerdo a los intereses políticos, económicos y
sociales de los individuos
que conforman la sociedad. Estos
intereses son determinados por el
lugar y la función de uno en el proceso de producción y reproducción del sistema. La lucha entre
estos, principalmente, intereses antagónicos determina el curso específico de la sociedad.
La estructura social de la
sociedad podría ser entendida de diversas maneras. La izquierda que favorece la
transformación social lo hace en términos de la relación del individuo con la
producción (a poseer o ser desposeído de la propiedad de los medios de
producción). Aquellas organizaciones que favorecen la conformación social,
estructuran la sociedad (i) en términos de la relación del individuo con el
consumo o el mercado; (ii) la relación de un individuo con el “trabajo” o su
ubicación en la división técnica del trabajo de acuerdo con la industria y la
ocupación; y/o (iii) según el nivel de ingresos de un individuo (o del hogar),
tal como lo entiende la mayoría de los economistas es decir, como una
agrupación estadística de los individuos en relación con el ingreso nacional en
lugar de como un grupo social en un sentido sociológico. Sin embargo, estructurar la sociedad en grupos ocupacionales y sobre la base de la relación del individuo con el consumo
o con el mercado y en grupos de ingresos es
presentar, como estructura de la sociedad, las particularidades o manifestaciones de una realidad determinada en un cierto punto en
la historia de una formación social dada y no
estaremos en capacidades de establecer los
fundamentos sociales y económicos
de estas particularidades.
Las
organizaciones políticas que apuntan a un capitalismo de rostro humano han eliminado la
clase social como el fundamento de
la sociedad, como la unidad elemental para el análisis del desarrollo de la sociedad, y como
la clave para la transformación social.
De hecho, las
teorías que no diferencian entre
las distintas instituciones sociales e “identidades”,
no pueden tratar de manera crítica
al capitalismo. Mediante la eliminación
de la clase, la relación de explotación desaparece como una de las condiciones objetivas para
el desarrollo del sistema capitalista y está transformada en un asunto
individual y subjetivo (Wood, 1990: 79).
La
eliminación de la clase del análisis
social hace que la lógica totalizadora y el poder coercitivo del capitalismo se conviertan invisibles y se erradica la posibilidad de definir las relaciones de poder estratégicas,
así como los conflictos entre grupos
sociales (Portes y Hoffman, 2003: 9).
Una transformación social de la sociedad sólo puede materializarse si los propietarios de los medios de
producción, como clase, son
eliminados política y económicamente. La izquierda
que favorece la conformación social, no apunta a
este objetivo y, como consecuencia, ellos sirven, directa e indirectamente,
a los intereses de la clase capitalista.
3. El estado capitalista
El estado capitalista es la
consecuencia de las contradicciones entre las clases y dentro de clases,
entre fracciones de clase (teoría estructuralista del estado), como un instrumento en las
manos de la clase dominante (la
teoría instrumentalista del estado).
La combinación de ambas teorías,
de acuerdo a la izquierda que lucha por
la transformación social, es
crucial para la comprensión del
funcionamiento del sistema capitalista a nivel político.
El estado capitalista es un colectivo de todos los
organismos institucionales que
sirven al propósito de capital en
conjunto; es un órgano de
y para la dominación de clase y de opresión y tiene la
tarea de mantener las condiciones
generales para la reproducción del modo de producción capitalista.
En esta era
de la globalización neoliberal se ha argumentado que el papel del estado
capitalista se ha reducido o minimizado por el poder económico de las empresas
transnacionales. Este punto de vista es erróneo, ya que no sólo abstrae de la
realidad capitalista actual, sino también de la práctica política, económica y
militar del imperialismo, encarnado por los Estados Unidos. Como argumenta
Márquez (2010: 12), el estado capitalista es un agente central para expandir el neoliberalismo. Además, como se ha demostrado por la crisis financiera
mundial que comenzó a desarrollarse en el 2008, el estado capitalista interviene para socializar la deuda de
las empresas privadas. En el caso específico de un país en la periferia del sistema capitalista
mundial como el Perú, el estado ejecuta principalmente las funciones económicas e ideológicas que son indispensables para la reproducción ampliada del capital
transnacional. O como González
Casanova (2006: 225) explica, el papel del capital nacional en los países capitalistas de la periferia, en el sistema capitalista
mundial, está reducido a principalmente las exportaciones de materias
primas, ocupando un
lugar como intermediarios en la
metrópoli de los países del “Sur”.
La izquierda
que “promueve” procesos de conformación social, de conformidad con un discurso
de la sociedad civil, no considera los organismos del estado capitalista como
adversarios de clase, sino como socios. Al aceptar sin rodeos las instituciones
del estado capitalista, ésta izquierda implícitamente apoya y mantiene la
dictadura de una minoría sobre la mayoría y todo lo que esto implica. Una
transformación social de la sociedad apunta a la destrucción del estado
capitalista y una democratización profunda de la sociedad. Eso es el objetivo de
la izquierda que también se denomina como la izquierda revolucionaria.
4. Globalización e imperialismo
La globalización es la
forma institucionalizada de explotación
y opresión a nivel mundial por parte del
centro capitalista. Es el resultado
de la búsqueda continua
por parte del capital de las mayores
tasas de ganancias, facilitadas por la receta neoliberal de
la abolición de los controles de capitales, la apertura de los mercados y regímenes fiscales favorables.
La globalización es un proyecto de la clase dominante para
la acumulación de capital a escala global (Petras y Veltmeyer, 2011: 107), aunque sus
condiciones no son, como en periodos anteriores, dictados unilateralmente
por el capital de los países centrales (Amin, 1998: 141). La Organización Mundial
del Comercio (OMC), el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial
(BM) son, como Bello (2006:
1349) escribe: «pilares
fundamentales del sistema de gobernanza mundial del orden global neoliberal», y sirven a los intereses de Estados Unidos y a sus aliados en el “Norte”. Es por estas razones
que el término imperialismo es más adecuado para definir la que se ha conocido como la
globalización. El uso del término
globalización por los responsables políticos y economistas
convencionales tiene la intención de ocultar la naturaleza clasista de la
globalización, las realidades de
clase detrás de ella (Petras
y Veltmeyer, 2010:
65).
Las relaciones entre los países del centro del sistema
capitalista mundial y la periferia no son lineales o estáticas. Como argumentan Petras
y Veltmeyer (2011: 105), estas relaciones «son
dinámicas y cambian con el tiempo,
en parte debido a las preocupaciones geopolíticas y económicas del
estado-nación sujeta al poder imperial que lleva
a una búsqueda de una autonomía relativa de los funcionarios estatales y políticos en estos países y la protección del interés nacional que está
cuestionada». Además, aunque
los capitalistas en los países del “Norte” y del “Sur” puedan tener en ciertos puntos intereses económicos
conflictivos, sin embargo notablemente disminuido por el aumento de la penetración de corporaciones
que funcionan a nivel mundial, en general las diferencias de los intereses económicos y los objetivos
políticos de corto plazo se dejan de lado cuando el sistema se pone en duda o está
en peligro.
La izquierda que favorece un capitalismo de rostro humano o la
conformación social, ayuda a i)
mantener la estabilidad política que
podría ser interrumpido por la
sublevación de las masas empobrecidas y hambrientas; ii) encerrar la población en proyectos de pequeña escala como
medio para mistificar las estructuras que yacía en el fondo
de su situación socio-económica
en particular; y iii)
desarrollar pequeños mercados locales como
mecanismos de generación de ingresos y
para la difusión de la ideología capitalista. La izquierda que lucha por la transformación social tiene la intención de romper las cadenas
con el centro
capitalista, levanta su población
de la miseria y la convierte en
objeto y sujeto de su propio desarrollo.
5. Conclusión
Tenemos la firme
convicción de que un cambio en el
Perú es posible. Sin embargo,
no consideramos que sea posible dentro
de los límites del capitalismo.
Proponemos una transformación revolucionaria de la sociedad que se inicia
mediante el empoderamiento de los
movimientos sociales, proporcionándoles las armas ideológicas para
desarrollar las propuestas para el cambio y para contrarrestar los ataques del capital y
los responsables de las políticas
neoliberales.
La necesidad de la transformación revolucionaria puede
ser fácilmente justificada en base a los objetivos
de desarrollo generalmente aceptados. En
caso que signifique una mejora
constante y estructural de las
condiciones sociales de una parte cada vez mayor de la población, debe implicar una ruptura con la mercantilización de las necesidades sociales básicas de la población, como
el agua, la sanidad y la educación. Si
también apuntara a un aumento cualitativo de la participación de la población en la toma de
decisiones políticas y económicas, debe significar
dar a las masas explotadas y
oprimidas la propiedad, el control y la gestión de los medios de producción.
Una estrategia que apunta a la transformación social
de la sociedad inevitablemente tiene que estar basada en la conciencia social de
la población y su situación socio-económica, ya que es la única manera de
conectar el proyecto de transformación
social a la realidad de las
masas. Por lo tanto, esta estrategia tiene que ser conceptualizada como un proceso que avanza de acuerdo con los cambios en la correlación de fuerzas de clase,
como resultado de la lucha de clases que
evolucione a lo largo del período de
tiempo que la estrategia está
echando raíces en las clases sociales
explotadas y oprimidas de la sociedad, y que está siendo internalizada en su práctica política.
Dada la correlación actual de las fuerzas de clase y el
poder de la ideología neoliberal
en la sociedad, consideramos que la
estrategia debe partir de lo que
llamamos una perspectiva reformista
revolucionaria. La lucha por las propuestas reformistas revolucionarias podría contribuir a romper el dominio de la
ideología neoliberal, sin embargo, tan revolucionario como podrían ser estas
propuestas reformistas en el contexto peruano, su
implementación no tiene un carácter
duradero y definitivo si la burguesía, como
clase, no ha sido políticamente
y económicamente eliminada
o,
como Amin (2010: 47) explica: «en tanto que el capitalismo no
ha sido derrocado, la burguesía
tiene la última palabra en la lucha de clases».
Referencias
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worldwide value, New York, Monthly Review Press.
● Amin, Samir (1998), “Imperialismus und Globalisierung”, en Das Manifest - heute. 150 Jahre
Kapitalismuskritik, Hamburg, VSA Verlag, pp.137-149.
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●Callinicos, Alex (2004), Making history.
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●Carchedi, Guglielmo (1987), Class
analysis and social research, Oxford, Basil Blackwell Ltd.
●González Casanova, Pablo (2006),
Sociología de la explotación, Buenos
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●Jiménez, Félix
(2014), “La utopía republicana para una nueva izquierda
(I)”, en La Primera, 01-03-2014, en http://www.laprimeraperu.pe/online/economia/la-utopia-republicana-para-una-nueva-izquierda-i_163777.html (consultado 07/03/2014).
●Márquez
Covarrubias, Humberto (2010), “Crisis del sistema capitalista mundial:
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(consultado 09/03/2014).
●Petras, James y Henry Veltmeyer (2010), “Neoliberalism and the dynamics
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New York, Palgrave Macmillan.
●Petras, James y Henry Veltmeyer (2011), “Rethinking imperialist theory
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http://www.historia-actual.org/Publicaciones/index.php/haol/article/viewArticle/619
(consultado 09/03/2014).
●Portes, Alejandro
y Kelly Hoffman (2003), “Las estructuras de clase en América Latina:
composición y cambios durante la época neoliberal”, CEPAL, Serie Políticas
Sociales, Santiago de Chile, no. 68, en http://www.eclac.org/publicaciones/xml/1/12451/lcl1902e-p.pdf
(consultado 07/03/2014).
●Wood, Ellen Meiksins (1990), “The uses and abuses of ‘civil society’”, Socialist Register, vol. 26, en
http://twpl.library.utoronto.ca/index.php/srv/article/view/5574/2472#.URo7C2fFmVo
(consultado11/03/2014).
●Wright, Erik Olin
(1980), “Varieties of Marxist conceptions of class structure”, Politics & Society, vol. 9, no. 3,
pp.323-370.
Socialismo y Lucha Municipal
César Risso
La actual lucha municipal está ocultando los verdaderos
móviles de sus participantes. Por ello es necesario replantear la estrategia y la táctica del proletariado en
esta contienda electoral.
En la medida que las diversas tiendas políticas
llamadas de izquierda están invadidas ideológicamente por la concepción
burguesa, no encuentran el camino a desarrollar para defender los intereses del
proletariado.
Históricamente el proletariado lucha por el
socialismo. Para ello debe generar y desarrollar la conciencia de clase, que
consiste en la necesidad de superar el actual sistema económico capitalista por
el sistema económico socialista a través de las diversas formas de lucha, entre
ellas la lucha política. Conquistar el poder político como una acción de masas,
pasa necesariamente por la labor de propaganda. Sin embargo sabemos que esta se
lleva a cabo por los representantes del proletariado con poco impacto en las
masas, debido sobre todo a los escasos medios con los que se cuenta para ello.
La burguesía cuenta con los medios económicos y políticos para desarrollar una
propaganda a todo nivel. Por ello, precisamente en los procesos electorales, en
que la población está al tanto de las diversas propuestas, donde la cobertura
es mucho mayor para las fuerzas políticas proletarias, se deben usar todos los
medios a nuestro alcance para desarrollar la conciencia proletaria.
He aquí que la “izquierda”, en lugar de desarrollar
la conciencia proletaria, se propone apoyar a un candidato. Uno de los
argumentos para afrontar de esta forma la lucha electoral, es que tal candidato
representa al pueblo. La pregunta es cómo así tal candidato representa al
pueblo. Una posible respuesta, basada en los argumentos de los supuestos
representantes de la izquierda, está dada por el hecho de que ese candidato “es
de izquierda”.
Pensemos concretamente en Susana Villarán. ¿Es de
izquierda? En alguna presentación frente a los empresarios, en su primera
campaña electoral, señaló que nunca comprendió “aquello de la plusvalía”.
Justamente este concepto designa a la ley económica fundamental del
capitalismo, en la que se refleja la explotación del obrero asalariado, y que
es la ley que se debe cambiar a través del socialismo, en la que se superará
toda forma de explotación del hombre por el hombre.
Todos los males sociales derivan, sobre todo, de
esta ley. La corrupción, la sobre explotación, la discriminación, las guerras,
las diversas formas de la delincuencia, etc., son generados por el sistema
capitalista.
Sin comprender la ley de la plusvalía no se puede
ser socialista. Por ello Susana Villarán no lo es. No basta que nos
autocalifiquemos de izquierda, tenemos que ser efectivamente de izquierda
comprendiendo el rol histórico del proletariado, y con ello el papel que este
debe cumplir en la coyuntura electoral actual.
¿Cuál es el otro argumento que dan los
representantes de la “izquierda”?. Que Susana Villarán lucha contra la
corrupción, y que su trabajo en el seno de la municipalidad de Lima está
marcado por la honestidad.
Pues bien, pensemos en que desaparece la
corrupción. ¿Quiere decir esto que la explotación ha desaparecido? La
explotación consiste en extraer trabajo no remunerado de los obreros
asalariados a través del capital. Y el capital no es la máquina o medio de
producción, sino la relación social en la cual los burgueses son los
propietarios privados de estos medios de producción; esta relación les permite
apropiarse de los resultados del trabajo directo, y así agenciarse de todo el
valor, parte del cual ceden al obrero bajo la forma de salario. Es decir, la
ganancia bajo sus diversas formas es creación del trabajador directo, pero de
la que se apropia el capitalista, amparado en la ley burguesa.
Entonces, cómo podemos pensar que el problema es la
lucha contra la corrupción, cuando esta es consecuencia del sistema capitalista
que impera en nuestro país. Luchar contra la corrupción sin luchar contra el
capitalismo es apoyar la corrupción.
Se confunde actualmente, y esto se debe al trabajo
de la burguesía, de los reformistas y de los revisionistas, al socialismo con
un régimen político en el cual la ganancia de los capitalistas es válida
siempre y cuando los obreros reciban un salario justo. Aunque, necesario es
decirlo, cada quien entiende lo de salario justo en función de sus intereses de
clase. Así, la burguesía entiende el salario justo como aquél que le permite
obtener las mayores ganancias, mientras que las fuerzas de la seudo izquierda
consideran que el salario justo está dado por una remuneración digna que
permita satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores. Pero el detalle
está en que todo esto se da en el marco del sistema capitalista. Es decir,
todos están luchando para que los cambios se den dentro de este sistema.
Los programas planteados por las diversas fuerzas
políticas, de derecha y de izquierda, ven la parte técnica del problema.
Definitivamente hay una serie de problemas que se deben afrontar de manera
urgente, pero sabemos que estos son creados por el sistema capitalista. En esta
campaña electoral las propuestas aumentan una y otra vez, pues se cree que el
problema es sobre todo técnico, cuando realmente es político y social. Por
ello, al plantear más cambios, más construcción, etc., quienes ven con fruición
la campaña electoral son precisamente los burgueses, que se beneficiarán con
los proyectos que van a realizar. Es decir, que la “izquierda” electoral, con
sus proyectos, representa los intereses de la burguesía.
Hay quienes afirman que la lucha política del
proletariado, en esta coyuntura en Lima, consiste en apoyar a Susana Villarán,
pues de lo contrario se estaría avalando al candidato de la derecha y de la
corrupción.
Esta es una disyuntiva burguesa. Y peor aún, en la
forma en que las fuerzas populares dirigidas por sus “representantes” la están
llevando a cabo. Si bien es cierto que debemos buscar la unidad del pueblo,
esta debe hacerse en función de los intereses del proletariado. Esto quiere
decir que debemos aprovechar la actual campaña electoral municipal para hacer
propaganda por el socialismo. Las masas no se van a dirigir espontáneamente al
socialismo si lo desconocen, si desconocen el origen de todos los males
sociales. Precisamente en esta coyuntura electoral es donde debemos aprovechar
todos los medios para hacer conocer el socialismo a las masas. No hacerlo es
traicionar los intereses históricos del proletariado.
Si no se hace propaganda por el socialismo, el
eventual triunfo de Susana Villarán no significará el triunfo de la izquierda,
sino el triunfo de una propuesta que trabaja con honestidad haciendo los
cambios, que todos los candidatos han propuesto, pero en el marco del sistema
capitalista. Para que podamos hacer una lectura correcta del caudal electoral
popular de la izquierda, esta tiene que presentarse como es, es decir, como una
fuerza política que lucha por el socialismo.
De modo que hay que participar en la contienda
electoral, desarrollando el frente político electoral municipal con aquellas
fuerzas que por sus características tienen una actitud consecuente de lucha
contra los males del capitalismo, aunque por el momento no necesariamente
contra el sistema capitalista; haciendo una campaña intensa por el socialismo,
manteniendo nuestra independencia de clase, y criticando todas las desviaciones
de los integrantes del frente, así como todas las formas de las expresiones
políticas de la derecha.
La lucha concreta por el socialismo requiere de la
lucha ideológica, teórica, política y orgánica, sin la cual no se podrán
corregir los errores y enrumbar al proletariado a “encontrar, a través de cada
lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo”. (JCM. Principios
Programáticos del Partido Socialista).
Hacia una Igualdad
Sustantiva de los Seres Humanos
Santiago Ibarra
Según la Declaración Universal de Derechos Humanos,
aprobada por la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948,
“todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos”, más allá de su
condición económico-social, idiomática, nacional, racial o religiosa.
Esta Declaración contempla una serie de derechos,
como los sociales: el derecho de todo ser humano al trabajo, “a una remuneración equitativa y
satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a
la dignidad humana…”, “a igual salario por igual trabajo”; el derecho a
la salud; el derecho a la educación. Los derechos cívicos- políticos: el
derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad; el derecho a la libertad de
pensamiento y de expresión; el derecho a no sufrir torturas. Asimismo, esta
Declaración afirma el derecho burgués a la propiedad, aunque este derecho, como
decían Marx y Engels con gran realismo e ironía, es violado por la propia
burguesía todos los días.
El
conjunto de estos derechos son violados en el planeta de norte a sur y de este
a oeste en una abrumadora cantidad todos los días. Tenemos, así, en el planeta,
altos niveles de desempleo, más de mil millones de personas que viven bajo una
situación de hambre crónica, dos tercios de la humanidad que viven en la
precariedad, y las más diversas formas de degradación de las relaciones humanas.
Mientras tanto, los estados y el gran capital continúan gastando ingentes
cantidades de dinero en armas y guerras, indiferentes al drama que padecen
miles de millones de personas.
Lo que tenemos,
así, es una creciente degradación de la vida social e individual de los seres
humanos. Los gobiernos buscan disminuir la violencia cotidiana mediante la
aprobación de leyes que preservarían la integridad física y moral de niños,
mujeres y ancianos, y la aprobación de leyes llamadas de “seguridad ciudadana”,
a la vez que crean nuevas instituciones encargadas de preservar el respeto de
los derechos humanos de las personas. Ninguna de estas medidas, desde luego,
son suficientes, y, peor aún, aumenta día a día la violación de los derechos
humanos. ¿Existe realmente una cultura de derechos? Para el poder político y para
millones de personas suele suceder que no existe siquiera la noción misma de
derechos. Lo que existe entonces es una crisis de valores generalizada: no hay
respeto por la dignidad de la persona.
Los ángulos desde los que se puede y deben analizar
estos fenómenos son numerosos. Queremos llamar la atención aquí solamente sobre
algunos de ellos.
Hay que observar que la mencionada declaración se
fundamenta en una concepción formal de la igualdad de los individuos: “todos
los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos”. Es decir, la
mencionada declaración hace abstracción acerca del hecho real de que los individuos
forman parte de clases, razas, sexos, naciones y culturas, pertenencias a
partir de las cuales los individuos entablan relaciones desiguales de poder. La
burguesía explota al proletariado y por distintas vías también al campesinado y
al artesanado, reduciendo toda vez que puede el salario real de los
trabajadores mediante diferentes mecanismos e incrementando las diferencias
sociales entre ricos y pobres (es decir, reduciendo el salario relativo de los
trabajadores). El imperialismo estadounidense y europeo domina y sojuzga a la
amplia mayoría de naciones interviniendo militarmente y haciendo la guerra a
las más diversas naciones, así como endeudándolas, transfiriendo así las
riquezas generadas en estos países hacia sus centros de acumulación. El racismo
en cualquiera de sus formas, la xenofobia y el machismo como ideología del
patriarcado hacen estragos en las relaciones interpersonales, y son muchas
veces el resultado directo del ejercicio del poder político, pero no podemos
dejar de ver en ellas también la expresión del prejuicio y de las relaciones de
poder existentes al interior de la sociedad, entre individuos de razas
distintas de la misma o de distintas clases sociales (entre blancos de un lado
y negros, indígenas y mestizos del otro, pero también entre indígenas); entre
hombres y mujeres al interior de las familias y fuera de éstas; entre
autóctonos y extranjeros, etc.
La Declaración constituye sin duda una avanzada porque
parte del principio de la igualdad de los seres humanos, en contraposición a
las concepciones ideológicas de pretensión científica (como, por ejemplo, el
darwinismo social) que justificaban la desigualdad de los mismos. En este
sentido, es una continuación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de la Revolución francesa de 1789, la cual constituyó un
acontecimiento histórico de envergadura, cuyos ecos -como fácilmente puede
comprenderse- los tenemos todavía entre
nosotros: los valores de la igualdad, la libertad y la fraternidad.
No obstante, bajo el capitalismo realmente
existente nunca se cumplió estrictamente lo prescrito en ambas declaraciones. Para
la comprensión de la sistemática violación de los derechos humanos, ¿debe
discutirse la mala voluntad de los gobiernos, de las personas, alguna
intencionalidad natural malévola en ellas, o debemos discutir antes y a la vez la
naturaleza misma del sistema bajo el cual le damos todos una finalidad
determinada a nuestras acciones? No tenemos dudas que es esta última cuestión
lo que está esencialmente aunque no únicamente en entredicho, el capitalismo y
el imperialismo, por cuanto ambos son la
realidad cotidiana que miles de millones de personas en el mundo deben soportar
todos los días. Debe discutirse, entonces, en primer lugar, el principio de la propiedad privada,
bajo el cual se concentra la riqueza en un polo cada vez más reducido de la
sociedad mundial mientras que, de otro lado, se distribuye la pobreza en la
mayor parte de la población mundial, también creciente. Se colige que en la
discusión debe entrar el trabajo
asalariado, la esclavitud asalariada, el trabajo enajenado.
De otro lado, debe estar en discusión la extrema financiarización de la economía
mundial, que tiene su origen último en la lógica de la rentabilidad (la misma
que rige la acumulación de capital en el sector productivo), de la maximización
de las ganancias del capital. Es precisamente bajo esta lógica que se ha
producido en las tres últimas décadas una disminución del crecimiento
industrial de los países. Ahora se plantea regular el sistema financiero, pero,
como ha dicho Samir Amin, esa afirmación no pasa de ser demagógica, porque no
existen posibilidades reales de que el sistema financiero pueda ser reformado. La cuestión del desarrollo de los países del
Tercer Mundo es un problema que verdaderamente no se plantean las potencias
imperialistas.
Un tercera cuestión es la discusión de la militarización del planeta llevada
adelante por el imperialismo estadounidense y europeo, que ha apoyado la
limpieza étnica en Palestina y el rechazo de que este país se constituya en un
Estado independiente, promueve guerras en Oriente Medio, ha incrementado
enormemente sus bases militares por el mundo y busca ahora controlar Ucrania,
en su enfrentamiento con Rusia. El imperialismo no tiene ningún escrúpulo para
lograr sus fines, y para convencerse de ello no hace falta sino remitirse a la
creación del terrorista Estado Islámico, “que se
apoderó de una parte considerable y vital de Irak, así como según se afirma, de
un tercio del territorio de Siria” (1), portadora de una ideología
fundamentalista y altamente peligrosa. Con el mayor de los cinismos, Barak
Obama afirma ahora que está dispuesto a luchar contra todo grupo extremista. El
imperialismo crea organizaciones terroristas para poder después usar las armas
y el terror en busca de preservar sus posiciones en el sistema mundial.
Llamamos entonces la atención acerca del hecho de
que el imperialismo no tiene ningún escrúpulo en exacerbar las diferencias
existentes en el seno del pueblo con la finalidad de enfrentar a pueblos contra
pueblos. La exacerbación de las diferencias,
sea como resultado de una política imperial deliberada, sea como expresiones
ideológicas presentes en el seno del pueblo, los particularismos, los etnocentrismos, debe ser también
ampliamente discutidas.
Un punto adicional a discutirse es la crisis global del capitalismo contemporáneo.
¿Es posible reformar el capitalismo y volver a darle un impulso en el sentido
de desarrollar nuevamente las fuerzas productivas y generar empleo, más o menos
a la manera del Estado de bienestar de la segunda posguerra? ¿O es la crisis
global del capitalismo contemporáneo el anuncio de la incapacidad estructural
del sistema para generar empleo y de aumentar los ingresos para la amplia
mayoría de la población, así como de generar ganancias para el capital?
Pensamos que esta segunda posibilidad es la más cercana a la realidad, y, por
eso se impone, consiguientemente, la discusión del tránsito hacia un nuevo sistema social: el socialismo: su necesidad, su
posibilidad, su naturaleza, el sujeto de la transformación, sus fines.
Se desprende que no es la igualdad formal de los seres humanos la bandera de lucha de
los pueblos, sino la conquista de una igualdad sustantiva, real, el norte que
permitirá la emancipación de los pueblos, el desarrollo de sus fuerzas
productivas, la conquista de una nueva cultura y la conquista de una nueva
ética. Hace falta, para ello, el liderazgo político que haga posible estas
conquistas.
Notas:
(1) Fidel Castro Ruz, “Triunfarán las ideas justas
o triunfará el desastre”, Cubadebate, 1° de septiembre de 2014.
Mariátegui
y el “Problema del Indio”
(Séptima y Última Parte)
Eduardo
Ibarra
Pues bien. El programa de la revolución
socialista tiene que comprender la nacionalización de la tierra como la premisa
de la solución del problema de la tierra, es decir, del problema campesino, o
sea, del “problema del indio”.
Sólo resuelto el
problema de la tierra, el campesinado indígena originario podrá acceder
plenamente al derecho a la educación, a la
cultura, al progreso, al amor y al cielo.
Mariátegui
señaló que “una revolución continúa la tradición de un pueblo, en el sentido de
que es una energía creadora de cosas e ideas que incorpora definitivamente en
esa tradición enriqueciéndola y acrecentándola. Pero la revolución trae siempre
un orden nuevo, que habría sido imposible ayer. La revolución se hace con
materiales históricos; pero, como diseño y como función, corresponde a
necesidades y propósitos nuevos” (t.11, p.93)
La comunidad
campesina es la principal institución representativa de la tradición indígena
originaria. Si la revolución la salva de la desintegración, ella puede ser todavía
célula del Estado socialista. Paralela a la comunidad, existe otra institución,
representativa de la tradición hispánica, que puede ser también célula del
Estado socialista: el municipio.
Ahora bien,
mientras la comunidad abarca una parte del campo y está asentada básicamente en
la agricultura y la artesanía, el municipio abarca todo el país. Por lo tanto,
lo que tendría que hacerse es universalizar la comunidad. Así, la comunidad y
el municipio bien podrían fusionarse en una sola célula del Estado socialista,
con un diseño adecuado que le permita cumplir con las tareas de construcción de
la nueva sociedad.
Como hemos
señalado, el proceso de formación de la nación peruana se cumple actualmente al
compás del desarrollo del capitalismo. Pero incluso en este marco, el
socialismo va marcando, de alguna forma y no obstante algunas vicisitudes, su
propia impronta en dicho proceso. Por eso Mariátegui señaló: “Los mismos cuatro
millones de hombres, mientras no son sino una masa inorgánica, una muchedumbre
dispersa, son incapaces de decidir su rumbo histórico. En el Congreso indígena,
el indio del norte se ha encontrado con el indio del centro y con el indio del
sur. El indio, en el congreso, se ha comunicado, además, con los hombres de
vanguardia de la capital. Estos hombres lo tratan como a un hermano. Su acento
es nuevo, su lenguaje es nuevo también. El indio reconoce en ellos, su propia
emoción. Su emoción de sí mismo se ensancha con este contacto. Algo todavía muy
vago, todavía muy confuso, se bosqueja en esta nebulosa humana, que contiene
probablemente, seguramente, los gérmenes del porvenir de la nacionalidad”
(t.11, pp.33-34).
El Socialismo
Peruano tiene una teoría correcta del “problema del indio”, y, sobre esta base,
entiende la tradición indígena originaria no como un compartimiento estanco
respecto a las demás tradiciones que concurren a la formación de la nación
peruana, sino como una tradición en constante interpenetración con ellas.
Polemizando con Sánchez, Mariátegui señaló: “He
constatado la dualidad nacida de la conquista para afirmar la necesidad
histórica de resolverla. No es mi ideal el Perú colonial ni el Perú incaico
sino un Perú integral. Aquí estamos, he escrito al fundar una revista de
doctrina y polémica, los que queremos crear un Perú nuevo en el mundo nuevo”.
“La reivindicación que sostenemos es la del trabajo. Es la de las clases
trabajadoras, sin distinción de costa ni de sierra, de indio ni de cholo. Si en
el debate –esto es en la teoría– diferenciamos el problema del indio, es porque
en la práctica, en el hecho, también se diferencia. El obrero urbano es un proletario:
el indio campesino es todavía un siervo. Las reivindicaciones del primero, –por
las cuales en Europa no se ha acabado de combatir– representan la lucha contra
la burguesía; las del segundo representan aún la lucha contra la feudalidad. El
primer problema que hay que resolver aquí es, por consiguiente, el de la
liquidación de la feudalidad, cuyas expresiones solidarias son dos: latifundio
y servidumbre. Si no reconociésemos la prioridad de este problema, habría
derecho, entonces sí, para acusarnos de prescindir de la realidad peruana”
(t.13, pp.222-223)
Es decir la
diferencia entre la población indígena originaria y la población indígena no originaria, es que mientras una
mayoría de la primera se mantiene todavía atada a relaciones serviles y semiserviles,
un núcleo de la segunda tiene la condición de obrera.
Por eso, con
Mariátegui, la reivindicación que
sostenemos es la del trabajo, sin distinción de costa ni de sierra, de indio ni
de cholo.
Por eso, con
Mariátegui, constatamos la dualidad
nacida de la conquista para afirmar la necesidad histórica de resolverla.
Por eso, con
Mariátegui, no es nuestro ideal el Perú colonial ni el Perú incaico
sino un Perú integral.
Mariátegui
señaló: “Expuesto en términos nacionalistas, –insospechables y ortodoxos– [el
“problema del indio”] se presenta como el problema de la asimilación a la
nacionalidad peruana de las cuatro quintas partes de la población del Perú”
(ibídem, p.72).
Asimilación a la nacionalidad peruana, dice
Mariátegui. ¿Por qué? Porque la nación peruana se procesa al compás del
desarrollo del capitalismo que, como se sabe, tiene lugar sobre todo en la
costa; sin embargo, en la sierra las relaciones serviles y semiserviles
supervivientes aparecen como momentos de la reproducción capitalista; por otra
parte, el desarrollo del capitalismo en la agricultura convierte al siervo en obrero
agrícola y, en la costa, los indígenas originarios migrados se asimilan de
alguna forma a la estructura capitalista.
Esta
realidad expresa la participación de la población indígena en el proceso de
formación de la nación peruana; la unidad de nuestro pueblo sin distinciones de
geografía ni de raza; la unidad de sus reivindicaciones; la unidad de su
destino histórico.
La
revolución peruana es una expresión de sentimiento autóctono y pensamiento
universal. La reivindicación de las reivindicaciones del pueblo peruano es la
revolución socialista. Desde la Creación Heroica de Mariátegui (1921-1930), el
socialismo marxista es parte del pensamiento peruano, del sentimiento peruano,
de la nueva peruanidad.
Así,
pues, la emancipación de la población indígena originaria depende del triunfo
de la revolución socialista. Por eso Mariátegui señaló: “… lo mismo que el
estímulo que se preste al libre resurgimiento del pueblo indígena, a la
manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativos, no significa en lo
absoluto una romántica y anti-histórica tendencia de reconstrucción o
resurrección del socialismo incaico, que correspondió a condiciones históricas
completamente superadas, y del cual sólo quedan, como factor aprovechable
dentro de una técnica de producción perfectamente científica, los hábitos de
cooperación y socialismo de los campesinos indígenas. El socialismo presupone
la técnica, la ciencia, la etapa capitalista; y no puede importar el menor
retroceso en la adquisición de las conquistas de la civilización moderna, sino
por el contrario la máxima y metódica aceleración de la incorporación de estas
conquistas en la vida nacional” (t.13, p.161).
Por lo
tanto, el “problema del indio” tendrá su solución real, completa y definitiva
con el coronamiento de la nación peruana a partir del triunfo de la revolución
socialista, es decir, con la asimilación de la población indígena originaria a
la modernidad socialista, o sea, con su asimilación a la nación no en calidad de indígenas originarios sino de peruanos.
Por eso
Mariátegui señaló: “Aquí estamos… los que queremos crear un Perú nuevo en el
mundo nuevo” (elipsis nuestra).
El Perú
Nuevo será el Perú Socialista, y el Mundo Nuevo es el Mundo en Transición al
Socialismo, transición que tiene su punto de partida en la victoria de la
Revolución Rusa en octubre de 1917.
Sólo con
el Perú Nuevo en el Mundo Nuevo, el pueblo peruano realizará plenamente su
personalidad.
Así,
pues, por los caminos universales, ecuménicos
del socialismo marxista,
proletario, que tanto se nos reprochan, nos
vamos acercando cada vez más a nosotros mismos.
21.07.2011.
Postscriptum
En la “Declaración del I Consejo Directivo de la Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y el
Tawantinsuyu”, publicado en una edición anterior de CREACIÓN HEROICA,
hay una concepción del pueblo peruano bastante extraña, lo que se observa en el
título del Consejo (“pueblos del Perú y el Tawantinsuyo”), así como también en
el texto de la Declaración (“de los pueblos peruano y tawantinsuyano”).
La primera frase copiada
encierra el concepto de que el pueblo peruano es tal porque es del Perú y del
Tawantinsuyo; la segunda frase encierra el concepto de que en el Perú existe un
pueblo peruano y, aparte, un pueblo tawantinsuyano.
Mariátegui señaló que
“La civilización [tawantinsuyana] ha perecido; no ha perecido la raza” (7 Ensayos, p.336). De esto, como se
sabe, hace ya más de quinientos años.
Disuelta la civilización
incaica, los distintos pueblos indígenas originarios quedaron incorporados al
Estado colonial impuesto por España, y, con el nacimiento de la República, potencialmente
insertados en el proceso de formación de la nación peruana.
En otros términos, la población
indígena originaria se convirtió en parte del pueblo peruano, aunque, como es
claro, mayoritariamente en condición de siervos.
El
discurso según el cual existe un “pueblo tawantinsuyano” distinto al pueblo
peruano, es un discurso conceptualmente erróneo, socialmente discriminador y
políticamente peligroso.
Que
dicho discurso incluya la propuesta de la “unidad” de la población indígena
originaria (“pueblo tawantinsuyano”) y la población indígena no originaria (“pueblo peruano”), no
hace más que revelar la indebida distinción.
Es esta distinción lo
que, discutiendo con el conservador Sánchez, Mariátegui cuestionó cuando
sostuvo con toda razón que “La reivindicación que sostenemos es la del
trabajo. Es la de las clases trabajadoras, sin
distinción de costa ni de sierra, de indio ni de cholo” (negritas
nuestras).
Puesto
que este es el planteamiento del Socialismo Peruano, se entiende entonces el
sentido exacto de esta afirmación de Mariátegui: “He constatado la dualidad
nacida de la conquista para afirmar la necesidad histórica de resolverla. No es
mi ideal el Perú colonial ni el Perú incaico sino un Perú integral”.
La distinción de un
“pueblo tawantinsuyano” tiene un sentido programático que se expresa en el
hecho de que sirve de base a la idea de reivindicación territorial (“patrimonio
territorial”) y a la idea del “derecho
a la libre determinación” de la población indígena originaria, ideas
publicitadas en el primer número de la revista Pizarra Socialista (ver p.9).
De facto, tales
ideas desentierran viejos planteamientos de Ravines (ver El problema indígena en América Latina, en Socialismo y Participación, nº11, Lima, setiembre 1980, pp.35-38).
En conclusión, el punto
comentado de la Declaración y lo que hemos citado del primer número de Pizarra Socialista, son ideas discrepantes peligrosas.
No obstante, en ediciones
anteriores de CREACIÓN HEROICA hemos
publicado la Declaración que aquí comentamos en uno de sus puntos y un
documento de la “Asamblea de los Pueblos de Lima y Callao”, atendiendo al hecho
de que representan organismos de masas. Es decir, publicamos tales documentos,
pero con cargo a no publicitar sus ideas erróneas. Por eso las criticamos
ahora, fraternalmente pero también con toda firmeza.
Como era lógico, esperábamos
que en el segundo número de la revista Pizarra
Socialista, los marxistas que allí escriben criticaran las ideas
discrepantes peligrosas que han publicado en sus páginas, pero, como se ha
podido ver, esto no ha ocurrido, y, por esto, puede decirse que tales ideas no
sólo han sido publicadas sino también publicitadas, es decir, vendidas como
buena moneda.
Así, pues, tales marxistas
se han mostrado liberales: “dejar hacer, dejar pasar”, es la guía de su
conducta. En otras palabras, se han revelado partidarios de la mezcolanza ideológica, del menjunje
político, de la unidad sin principios (que es cualquier cosa menos unidad),
por lo cual la mencionada revista prácticamente se ha convertido en tribuna de
concepciones no proletarias, en
plataforma de ideas discrepantes peligrosas que contravienen la teoría
mariateguiana del Perú Integral.
21.08.2014.
El
Imperialismo. EE.UU. El Imperio
(Primera Parte)
Julio Roldán
"Saqueadores
del mundo, cuando les falta tierras para su sistemático pillaje, dirigen sus
ojos escrutadores al mar. Si el enemigo es rico, se muestran codiciosos; si es
pobre, despóticos; ni el Oriente ni el Occidente han conseguido saciarlos; son
los únicos que codician con igual ansia la riqueza y la pobreza. A robar,
asesinar y asaltar llaman con falso nombre imperio, y paz al sembrar la
desolación".
Cornelio
Tácito, La vida de Julio Agrícola
En
otra etapa del desarrollo del sistema capitalista, Lenin (1870-1924) a
comienzos del siglo XX, siguiendo y desarrollando las ideas, principalmente,
del inglés John Hobson (1858-1940), coincidiendo con las del austriaco Rudofl
Hilferding (1877-1941) y el alemán Karl Kautsky (1854-1938) en la
caracterización del imperialismo en el plano económico y discrepando
totalmente, especialmente con los últimos, en sus conclusiones políticas,
sostuvo que el imperialismo es la fase superior y última del capitalismo.
Lenin caracterizó este fenómeno de la
siguiente manera: "1) la concentración de la producción y del capital ha
llegado a un punto tan alto de desarrollo, que ha hecho surgir los monopolios,
los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) se opera la
fusión del capital bancario con el industrial y surge, sobre la base de este
`capital financiero´, la oligarquía financiera; 3) adquiere particular
importancia la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de
mercancías; 4) se forman agrupaciones monopolistas internacionales de capitalistas,
que se reparten el mundo, y 5) se pone fin al reparto territorial del mundo
entre las potencias capitalistas más importantes."
Desde la caída del llamado bloque
socialista, con la ex URSS a la cabeza, se inició una nueva polémica en torno al
imperialismo, sus características teóricas, su accionar práctico y su ubicación
geográfica en el mundo. Algunos teóricos sostienen que el desarrollo
impresionante del imperialismo ha liquidado los Estado-nación y como
consecuencia el imperialismo ya no es ubicable geográficamente en el mundo. En
contra de lo que es idea común, sostienen que EE.UU. no es su centro. Por el
contrario, creen que se está configurando una nueva forma de poder que podría
devenir Imperio.
Otros, coincidiendo con los argumentos
anteriores, discrepan con dos de sus conclusiones. En principio, que ese nuevo
Imperio es ubicable y no es otro más que EE.UU. de Norteamérica. Parte de esta
polémica desarrollamos a continuación.
A comienzos del siglo XXI el italiano
Antonio Negri y el norteamericano Michael Hardt en su libro Imperio sostienen que el imperialismo,
quien tenía como base en el plano jurídico-político el concepto de
Estado-nación, desde hace unas décadas atrás ya no existe como fue concebido a
principios del siglo XX. En la medida que la base y el marco sobre el cual se
estructuró, es decir sus principios político-jurídicos, ha sido superado y ha
dado paso a la existencia del mundo económico sin fronteras, al poder sin
gobierno geográficamente localizable. Éste es el Imperio, otros lo llaman globalización, fenómeno que se caracteriza
por ser un hecho envolvente y totalizador
Los autores líneas antes mencionados,
en la introducción a su trabajo, sintetizan lo medular de su tesis en estos
términos: "Durante las últimas décadas, a medida que se derrumbaban los
regímenes coloniales, y luego, precipitadamente, a partir de la caída de las
barreras impuestas por los soviéticos al mercado capitalista mundial, hemos
asistido a una globalización irreversible e implacable de los intercambios
económicos y culturales. Junto con el mercado global y los circuitos globales
de producción surgió un nuevo orden global, una lógica y una estructura de
dominio nuevas: en suma, una nueva forma de soberanía. El Imperio es el sujeto
político que efectivamente regula estos intercambios globales, el poder
soberano que gobierna el mundo."
Hasta el momento la mayoría de los
estudiosos del fenómeno imperialista y el común del interesado en el tema
aceptan la idea de que, como consecuencia de la desaparición de la Unión
Soviética, EE.UU. de Norteamérica ha devenido la única super-potencia
imperialista en el mundo. Para los autores líneas antes citados, sin dejar de
ser importante, la configuración mundial del Imperio tiene otras
características al antiguo imperialismo que encarnaban los norteamericanos,
leamos: "Ante todo, el imperio actual no es estadounidense y Estados
Unidos no es el centro. El principio fundamental del imperio, como lo hemos
indicado en todo este libro, es que su poder no tiene un terreno ni un centro
reales y localizables. El poder se distribuye en redes, mediante mecanismos de
control móviles y articulados. Esto no equivale a decir que el gobierno de
Estados Unidos y el territorio estadounidense no sean diferente de cualquier
otro: Estados Unidos ocupa ciertamente una posición privilegiada en las
segmentaciones y jerarquías globales del imperio. No obstante, a medida que
decaen los poderes y las fronteras de los Estados-nación, las diferencias entre
los territorios nacionales se hacen cada vez más relativas. Ahora ya no son
diferencias de naturaleza (como lo eran, por ejemplo, las diferencias de los
territorios de la metrópoli y el de la colonia) sino que son diferencias de grado."
El analista Ryszard Kapuscinski
coincidiendo de alguna manera con la idea anterior y comentando lo dicho por el
autor del libro La crisis del capitalismo
global, George Soros, en relación al tema aquí tratado, escribe:
"George Soros, una gran figura de las finanzas mundiales, advierte en On Globalizatión que ese proceso genera
también grandes amenazas. Soros advierte que crece la dominación de dos grandes
instituciones financieras, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
que ya imponen sus concepciones a los Estados nacionales debilitando su posición."
Finalmente, sobre el mismo punto, el
conocido historiador Eric Hobsbawn sostiene que como consecuencia de la
globalización y del cuestionamiento del Estado-nación, la sociedad ha entrado
en una etapa peligrosa en su proceso de desarrollo. Leamos lo que el inglés
declaró: "La nación-Estado pierde control, y eso produce enorme
inseguridad y violencia. También temo el enorme aumento de las desigualdades
sociales que se ha producido en los 20 ó 30 años. (...) Y son desigualdades
peligrosas. En mi opinión, eso generará inestabilidad, pero una inestabilidad
imprevisible. Lo que me da miedo es que los que más probabilidades tienen de
sacar provecho político de esta inestabilidad son los reaccionarios. Está en aumento
la xenofobia, el racismo, el fundamentalismo económico y, sobre todo, el
fundamentalismo religioso. Este último por desgracia afecta a todas las religiones."
Las discrepancias con las tesis de
Hardt-Negri y de Hobsbawn, en particular con la idea de la no localización
territorial del nuevo Imperio de los primeros y de la crisis del Estado-nación,
también sostenida por el segundo, son muchas. Para la ocasión comencemos con lo
escrito por Rubén Dri. El sociólogo argentino, dice: "Es cierto que los
poderes económicos manifiestan una cierta independencia de los poderes
políticos, pero da la casualidad que los inmensos poderes económicos actuales
se concentran en las naciones más poderosas, es decir, USA, Unión Europea y
Japón."
Y luego continúa: "Para Negri todo
centro de poder se ha difuminado, se ha desterritorializado, de manera que no
se le puede ubicar en ninguna parte, salta de un lugar a otro. Derriba, el gran
constructor nos invita a saltar del centro a la periferia y de ésta al centro.
(...) El imperio ha hecho prácticamente desaparecer lo que antes, en la etapa
del imperialismo se denominaba primer mundo, segundo mundo y tercer mundo,
(...) Esa desaparición de los mundos, dicha de esa manera, configura también un
error. En primer lugar porque siempre en el primer mundo hubo tercer mundo y
viceversa. Lo nuevo, en este sentido es la figura que se hizo en estos mundos o
submundos en el seno de cualquiera de los mundos. En segundo lugar, afirmar que
Haití, Bolivia, Argentina, el Congo pertenecen al mismo primer mundo que
Estados Unidos es, por lo menos, una cargada."
El Socialismo Heroico y Creador:
«Defensa del
Marxismo»
(Octava Parte)
Jorge Oshiro
La fábrica y el trabajo en la moral del productor
Refiriéndose a la influencia de la fábrica en la
psicología del trabajador anota nuestro autor:
"La usina, la fábrica, actúan en el
trabajador psíquica y mentalmente. El sindicato, la lucha de clases, continúan
y completan el trabajo, la educación que allí empiezan".
La visión del mundo de un trabajador proletario de
una fábrica se diferencia ya de la visión de un artesano. Su ubicación en el
trabajo en la fábrica le da al trabajador otro punto de partida. El trabajo en
la fábrica no es suficiente para la educación moral del trabajador, pero es el
necesario punto de partida. La fábrica, el sindicato y la lucha de clases
forman una unidad compleja e indisoluble.
Veamos
por qué para nuestro autor es tan importante la fábrica para la conciencia
moral del proletariado. Escribe Mariátegui siguiendo a Gobetti:
"La fábrica...da la precisa visión
de la coexistencia de los intereses sociales:la solidaridad del trabajo.El
individuo se habitúa a sentirse parte de un proceso productivo, parte
indispensable del mismo modo que insuficiente. He aquí la más perfecta escuela
de orgullo y humildad" (subr. JO).[1]
Sigue meditando nuestro autor a través del pasaje
escrito por el pensador italiano en el sentido que la vida dura y disciplinada
de la fábrica da "el hábito al sacrificio y a la fatiga". La actividad de la fábrica
propicia el sentido de la tolerancia y la interdependencia y
"el sufrimiento contenido alimenta,
con la exasperación, el coraje de la lucha y el instinto de la defensa
política".
Y termina la cita con esta reflexión:
"En este ambiente severo de persistencia,
de esfuerzo, de tenacidad, se han templado las energías del
socialismo europeo que, aún en los países donde el reformismo parlamentario
prevalece sobre las masas, ofrece a los indoamericanos un ejemplo tan admirable
de continuidad y duración" (subr.JO)
Persistencia, esfuerzo, tenacidad, templar las
energías... continuidad y duración. Estos conceptos típicamente mariateguianos
forman el tejido íntimo de su pensamiento político, ético y filosófico.
Aquí
encontramos una vez más las coincidencias con la concepción filosófica de
Spinoza. Pues persistencia, esfuerzo, tenacidad, continuidad y duración son
traducciones del concepto de conatus. Lo interesante es que Mariátegui ubica
este "conatus" dentro del proletariado partiendo de la fábrica.
Spinoza lo construye, lo elabora abstractamente, Mariátegui lo
"ubica" en un espacio político-social determinado.
"Cada
cosa", dice Spinoza, "según su potencia de ser se esfuerza de
perseverar en la existencia"(Et.III:Prop.6). Y más tarde en la proposición
8, define: "El esfuerzo (conatus) por la cual cada cosa se esfuerza en
perseverar en su ser no encierra ningún tiempo definido, sino un tiempo
indefinido".
Vemos
aquí una coincidencia teórica que va hasta en las mismas expresiones literales.
Mariátegui se mueve filosóficamente en el universo abierto y fundado por
Spinoza. Es necesario hacer un examen, por lo menos breve, de estas coincidencias
para aclarar mejor esta relación.
El anti-racionalismo mariateguiano
Como ya se ha dicho anteriormente, el
anti-racionalismo de Mariátegui no es en absoluto un irracionalismo. Rechazar
el racionalismo filosófico (una corriente idealista en la historia de la
filosofía) no es rechazar la razón humana. Todo lo contrario. El
anti-racionalismo (como también el anti-positivismo y el anti-evolucionismo) es
un rechazo de una corriente filosófica que propugna una visión de las cosas
bien determinda- más allá de sus diversas manifestaciones. Esta visión se
puede caracterizar por:
Reducción
de la realidad al conocimiento, más exactamente la tendencia de reducir la
filosofía al problema del conocimiento. Esto origina su intelectualismo.
Predominio
de la Conciencia sobre a la Naturaleza. Este ego es intelectual, es el
"ego cogito", el yo pensante.
Predominio
del espíritu sobre el cuerpo y sus pasiones. Es la lógica del cerebro contra la
lógica del corazón.
Conciencia
como punto de partida y (no la naturaleza) de la reflexión.
Tendencia
de partir de lo abstracto, lo general, de los principios y aplicar estos
"a priori" a la realidad (concebida como la homogeneidad de lo
pasivo, de lo inerte)
Tendencia
de reducir el mundo corporal a un mundo abstracto y pasivo (ver el punto
anterior) en oposición a mundo subjetivo como mundo activo, como principio
activo.
Tendencia
de considerar al hombre como centro del universo (antropocentrismo) con la idea
que él forma un imperio dentro de un imperio y que la Naturaleza está a
su disposición.
La
crítica al cartesianismo mecanicista e anti-dialéctico lo hemos expuesto en
nuestro primer capítulo a través de Spinoza y Labriola. Sin embargo reiteremos
lo siguiente:
La
filosofía spinozista dentro de este contexto es una respuesta a estas
posiciones racionalistas:
La
realidad es irreducible a conocimientos, pues el pensamiento es solamente un
atributo de la sustancia total.
Naturaleza
o Dios es infinitamente más rica que el conocimiento. La Naturaleza es
Totalidad; y esta Totalidad es Ser y Potencia (Actividad). El rechazo de la
Naturaleza como Pasividad y su redescubrimiento como Totalidad hace del
spinozismo el primer pensamiento ecológico de la historia europea.
La res
extens (cuerpo) es otra expresión de la sustancia. Ella no es de menor valía o
jerarquía que el pensamiento. El cuerpo es tan importante que el espíritu. En
este sentido el spinozismo es el primer intento de reivindicación de los fueros
del cuerpo frente a la razón en la filosofía moderna.
La
instancia original no es la ratio sino el conatus (deseo, persistencia,
esfuerzo); el esfuerzo por permanecer en la existencia, la persistencia por
mantenerse en el ser.
El
Conatus envuelve a la ratio, es anterior a ella. Y ésta es una expresión
específica de aquél. El conatus es Potencia y el esfuerzo, la persistencia es
expresión específica de esta potencia.
Mariátegui
hace descansar su pensamiento no en la Razón sino en el Conatus, en la
Potencia. El hombre para Mariátegui es un ser que lucha, que agoniza, y esta
"agonía" es expresión de su Potencia. La Potencia es lucha porque el
individuo no está aislado, está siempre dentro de una totalidad de
individuos con fines semejantes o contradictorios pero con el denominador común
de que cada individuo persiste, se esfuerza, insiste en la permanencia.[2]
En
otras palabras: todo individuo quiere vivir. El hombre que le sirve a
Mariátegui de modelo para su reflexión filosófica es el trabajador fabril con conciencia
de clase, el revolucionario.[3]
Es decir el hombre para él es siempre hombre dentro-de-la-multitud.
El
pensamiento de Mariátegui es una clara reivindicación de los fueros del cuerpo:
el deseo, la voluntad, el sentimiento, la pasión, el gozo, la fantasía, la fe,
el mito, y en su profunda intensidad, la mística; todo dentro del cuadro
filosófico del conatus.
Este
conatus se expresa particularmente en la tensión entre los polos (vida-muerte;
presente-futuro; necesario-contingente; lo absoluto-relativo, etc.) En este
sentido la filosofía de Mariátegui es una filosofía de la
intensidad de vivir, de luchar, de gozar, de sufrir, de creer. Y la consecuencia necesaria de esta
filosofía de la persistencia y de la intensidad es el misticismo revolucionario.
Notas:
[1] Se aprecia detrás de este análisis el sentimiento de comunidad
adleriana.
[2] Este conflicto original entre los hombres es denominado por Spinoza
como "Estado natural"
[3] Recordemos que para Labriola el conatus no era otra cosa que el
trabajo. No es sorprendente que Mariátegui haga representar al hombre como el
trabajador fabril.