Nota:
En los últimos tiempos se han
publicado algunas cosas sobre el frente unido, al tiempo que perfilado algunas iniciativas
para constituir algunos frentes.
Como es lógico, estos hechos obligan
a un análisis de ciertas cuestiones básicas: programa, principios, contenido y
forma, etc.
A partir de la presente edición de CREACIÓN HEROICA publicaremos algunos
artículos que serán nuestra contribución al debate sobre el frente unido.
Como el análisis marxista de esta cuestión
tiene su punto de partida con José Carlos Mariátegui, empezamos publicando dos
artículos que recapitulan las ideas mariateguianas sobre tan importante
cuestión: uno debido a la pluma de Eduardo Ibarra y otro a la de Jorge Oshiro.
01.12.2015.
COMITÉ
DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Mariátegui
y el Frente Unido
Eduardo
Ibarra
En las notas preparatorias de su tercera conferencia en
la Universidad Popular Gonzáles Prada (UPGP), 30 de junio de 1923, Mariátegui
escribió: "soy partidario antes que nada del frente único proletario.
Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Antes que agrupar a los
trabajadores en sectas o partidos agruparlos en una sola federación. Cada cual
tenga su filiación, pero todos el lazo común del credo clasista" (t.8,
p.33). Y en su Mensaje al Congreso Obrero,
enero 1927, declaró: "El frente único de los trabajadores, es nuestro
objetivo" (t.13, p.114).
Como se puede ver, Mariátegui habla
del frente unido de la clase obrera, del frente de los trabajadores en cuanto
trabajadores. Lo dice él mismo sin dejar margen a dudas: "Antes que
agrupar a los trabajadores en sectas o partidos agruparlos en una sola
federación".
Por supuesto, de suyo se comprende
por qué Mariátegui luchó antes que nada
por el frente sindical del proletariado.
En su artículo El 1º de Mayo y el Frente
Unico, 1924, sostuvo: "El movimiento clasista, entre nosotros, es aún
muy incipiente, muy limitado (...) Tenemos que emprender juntos muchas largas
jornadas. Nos toca, por ejemplo, suscitar en la mayoría del proletariado
peruano, conciencia de clase y sentimiento de clase. Esta faena pertenece por
igual a socialistas y sindicalistas, a comunistas y libertarios" (ibídem, p.108; elipsis nuestra).
Y, en su ya citado Mensaje al Congreso Obrero, afirmó:
"Extraviarse en estériles debates principistas, en un proletariado donde
tan débil arraigo tienen todavía los principios, no serviría sino para
desorganizar a los obreros cuando de lo que se trata es, justamente, de
organizarlos" (ibídem, p.113).
Así, pues, la insipiencia de la
conciencia y de la organización clasistas del proletariado llevó a Mariátegui a
luchar antes que nada por el frente
sindical de los trabajadores.
Durante seis años, de 1923 a 1929,
el maestro luchó victoriosamente contra el mutualismo, el anarquismo, el
anarco-sindicalismo y la desviación aprista y, de este modo, alcanzó a
organizar el frente unido sindical del proletariado, la Confederación General
de Trabajadores del Perú (CGTP).
Este proceso de constitución del
frente unido sindical de la clase obrera tuvo de espontáneo y de consciente al
mismo tiempo. Esto quiere decir que la CGTP fue "formada de abajo para
arriba, es decir por organismos nacidos en las fábricas, talleres, minas,
empresas marítimas y terrestres, por los trabajadores agrícolas y campesinos,
por las grandes masas de indios explotados" (ibídem, p.153), pero, en la medida en que Mariátegui y su equipo de
colaboradores cumplieron en este proceso un papel especialmente importante,
puede decirse que, al mismo tiempo, fue construida de arriba abajo.
En la revista Amauta y especialmente en el periódico Labor, pero también en Claridad,
Bohemia Azul, El Obrero Textil y otras publicaciones, puede apreciarse la inmensa
labor teórica de Mariátegui en punto a la organización clasista de los
trabajadores. Y, en su participación personal en eventos obreros y campesinos y
en numerosas reuniones abiertas y cerradas puede apreciarse su intensa
actividad práctica con vistas al mismo objetivo.
El Partido Socialista del Perú se
fundó el 7 de octubre de 1928 y la CGTP el 17 de mayo de 1929. La relación
entre estos dos acontecimientos explica que, en su artículo Admonición del 1º de Mayo, 1929,
prácticamente Mariátegui hiciera un llamado a luchar por el socialismo:
"La lucha por el socialismo no se nutre de evocaciones dolientes o
coléricas ni de esperanzas exaltadas. Es, antes que nada, acción concreta,
realidad presente" (ibídem,
p.118).
El cambio de apreciación es
evidente. Mariátegui ha dejado atrás la consideración de que "Están demás
todas las discusiones bizantinas sobre metas remotas. El proletariado de
vanguardia tiene, bajo sus ojos, cuestiones concretas" (ibídem, p.114).
Resueltas estas cuestiones y fundado
el Partido Socialista, Mariátegui consideró oportuno sostener que la lucha por
el socialismo es "acción concreta, realidad presente". De este modo
hizo extensiva a las clases trabajadoras la tarea central del Partido, la tarea
de luchar por la conquista del Poder.
Evidentemente, esto es ya plantear
el frente político del proletariado. Y aunque entonces este frente no cobró una
determinada forma orgánica, es un hecho que en la conciencia de Mariátegui
comprendía a las clases trabajadoras representadas por la CGTP, otros
organismos de trabajadores y al recién fundado Partido Socialista.
En el ciclo de charlas en la UPGP
ofrecido al sector de vanguardia de la clase obrera de entonces, pueden
apreciarse los primeros pasos de la inmensa labor de educación realizada por
Mariátegui con vistas a la constitución del frente político del proletariado
peruano.
He aquí, pues, las dos formas del
frente unido del proletariado por los que luchó Mariátegui: la forma sindical y
la forma política.
Paralelamente a esta labor de
constitución del frente unido proletario, desde 1925 "los elementos de
vanguardia del Perú", entre ellos Mariátegui, "aceptan, en principio,
el Apra, que hasta por su título se presenta como una alianza o frente
único" (ibídem, p.102). Este
frente no es ya ni el frente sindical ni el frente político del proletariado;
es, notoriamente, un frente que quiere unir a todas las fuerzas unibles en la
lucha común contra el enemigo común. Pero este frente en realidad "no pasó
nunca de ser un plan, un proyecto, una idea" (t.13, p.210), y, además, la
desviación aprista lo convirtió más o menos tempranamente en "Partido
Nacionalista Libertador".
En tal circunstancia, Mariátegui se
vio precisado a fundamentar teóricamente la irrenunciable independencia
política de la clase obrera, la necesidad de un frente unido antiimperialista y
antifeudal y la indispensable hegemonía del proletariado. Esta labor está
contenida principalmente en las cartas del 16 de abril de 1928 y del 10 de
julio del mismo año dirigidas a la célula de México y en su tesis Punto de Vista Anti-Imperialista.
Precisamente en la carta colectiva
Mariátegui afirmó que "Los elementos de izquierda que en el Perú
concurrimos a su formación, constituimos de hecho -y organizaremos formalmente-
un grupo o Partido Socialista, de filiación y orientación definidas que
colaborando dentro del movimiento con elementos liberales o revolucionarios de
la pequeña burguesía y aun de la burguesía, que acepten nuestros puntos de
vista, trabaje por dirigir a las masas hacia las ideas socialistas".
Y, consecuente con su método de que
"nuestra praxis debe corresponder a la realidad que tenemos delante",
puntualizó acerca del frente: "Como socialistas, podemos colaborar dentro
del Apra o alianza o frente único, con elementos más o menos reformistas o socialdemocráticos
-sin olvidar la vaguedad que estas designaciones tienen en nuestra América- con
la izquierda burguesa y liberal, dispuesta de verdad a la lucha contra los
rezagos de feudalidad y contra la penetración imperialista". Y agregó que "La
colaboración de la burguesía, y aún de muchos elementos feudales, en la lucha
anti-imperialista china, se explica por razones de raza, de civilización
nacional, que entre nosotros no existen. El chino noble o burgués se siente
entrañablemente chino. Al desprecio del blanco por su cultura estratificada y
decrépita, corresponde con el desprecio y el orgullo de su tradición milenaria.
El anti-imperialismo en la China puede, por tanto, descansar fundamentalmente
en el sentimiento y en el factor nacionalista. En indoamérica las
circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la burguesía criollas no se
sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una historia y de una
cultura comunes. En el Perú, el aristócrata y el burgués blancos, desprecian lo
popular, lo nacional. Se sienten, ante todo, blancos. El pequeño burgués
mestizo imita este ejemplo (...) El factor nacionalista por estas razones
objetivas... no es decisivo ni fundamental en la lucha anti-imperialista de
nuestro medio. Sólo en los países como en la Argentina, donde existe una
burguesía numerosa y rica, orgullosa del grado de riqueza y poder de su patria,
y donde la personalidad nacional tiene por muchas razones contornos más claros
y netos que en estos países retardados, el anti-imperialismo puede penetrar
fácilmente en los elementos burgueses, pero por razones de expansión y
crecimiento capitalista y no por razones de justicia social y de doctrina
socialista como es nuestro caso".
Como es evidente, Mariátegui planteó
allí el frente unido "con la izquierda burguesa y liberal". Y tuvo
presente el factor raza, que, en el Perú, "se complica con el factor
clase", y, de esta manera, llegó a la conclusión de que la burguesía
nativa no tiene un sentimiento nacionalista que la convierta en un elemento de
la lucha contra el imperialismo. Esta profunda observación mariateguiana ha
sido corroborada por más de setenta años de historia continental. Por último,
señaló que en Latinoamérica el nacionalismo burgués puede prosperar en países
donde la burguesía es comparativamente más vigorosa, pero, igual que en el caso
del Kuomintang, la experiencia ha demostrado también cuán poco se podía confiar
en este nacionalismo burgués.
En Punto de Vista Anti-Imperialista, tesis presentada a la Primera
Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos Aires en junio de
1929, Mariátegui retomó las ideas centrales de la carta colectiva y agregó
otras en su irrenunciable propósito de "acomodar la acción revolucionaria
a una apreciación exacta de nuestra propia realidad". Estas ideas,
sucintamente expuestas, son las siguientes: 1) con excepción de los países
centroamericanos donde la intervención directa del imperialismo produjo un
cierto sentimiento nacionalista en algunos sectores de la burguesía, en los
países latinoamericanos las burguesías nativas no tienen predisposición a
luchar contra el imperialismo; 2) el antiimperialismo no constituye por sí solo
un programa político, un movimiento de masas que se basta a sí mismo y que
conduce espontáneamente al socialismo; 3) el imperialismo utiliza el poder de
la clase feudal en tanto clase dominante, pero sus intereses económicos no son
los mismos; 4) la pequeña burguesía puede llegar a una alianza con el
imperialismo en la lucha contra los resabios feudales y estorbar así la orientación
clasista de las masas; 5) ni la burguesía ni la pequeña burguesía en el poder
pueden hacer una política antiimperialista; 6) el socialismo encontraría su más
encarnizado y peligroso enemigo en la pequeña burguesía afirmada en el poder;
7) el nacionalismo burgués que eventualmente puede darse en algunos países
latinoamericanos, no anula el antagonismo de clases; 8) solo la revolución
socialista opondrá al imperialismo una valla definitiva y verdadera; 9) somos
revolucionarios porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema
antagónico llamado a sucederlo.
En resumidas cuentas, Mariátegui
planteó que en los países latinoamericanos que no conocen la intervención
directa del imperialismo, el factor nacionalista no es decisivo ni fundamental
en la lucha anti-imperialista (se refiere al nacionalismo burgués); en
estos países (y no solo en estos países en la medida en que las burguesías
latinoamericanas han demostrado no tener la potencia necesaria para cumplir la
misión que históricamente les correspondía), los verdaderos factores de la
lucha contra el imperialismo son más bien razones
de justicia social y de doctrina socialista. En otras palabras, no es el
nacionalismo burgués sino el nacionalismo proletario el verdadero sustento de
la lucha contra el imperialismo.
Esta constatación es ya el
planteamiento de la hegemonía del proletariado en el frente unido antiimperialista
y antifeudal, planteamiento que cobra una forma más evidente todavía en los
términos siguientes: “Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación
anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales
que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y
demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del
imperialismo una valla definitiva y verdadera".
En la carta del 16 de abril de 1928,
en la carta colectiva del 10 de julio del mismo año, en la tesis Punto de Vista Anti-Imperialista y en
los artículos El 1º de Mayo y el Frente
Unico, Admonición del 1º de Mayo y Mensaje
al Congreso Obrero se encuentra,
pues, la fundamentación teórica de la necesidad del frente unido y la
sustentación de sus principios básicos.
Pero todavía es necesario señalar
que, con el Manifiesto de la
"Confederación General de Trabajadores
del Perú" a la Clase Trabajadora del País, Mariátegui dotó a las clases trabajadoras de una fundamentación
teórica de sus reivindicaciones inmediatas, y que, con sus Principios Programáticos del
Partido Socialista, dotó al entero pueblo peruano del factor fundamental
para su unidad en la lucha por la conquista del Poder.
Del primer conjunto de materiales es
necesario destacar estos conceptos: “El frente único no anula la personalidad,
no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la
confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. Es una
acción contingente, concreta, práctica. El programa del frente único considera
exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción y de toda
utopía. Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el confusionismo
ideológico. Dentro del frente único cada cual debe conservar su propia
filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio credo.
Pero todos deben sentirse unidos por la
solidaridad de clase, vinculados por la lucha contra el adversario común,
ligados por la misma voluntad revolucionaria, y la misma pasión renovadora.
Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente. No es
renunciar a la doctrina que cada uno sirve ni a la posición que cada uno ocupa
en la vanguardia” (t.13, pp.108-109).
En conclusión, es un hecho que
Mariátegui estableció el principio táctico del frente unido, la lucha contra el adversario común, y,
al mismo tiempo, su principio estratégico, la hegemonía del proletariado, es
decir, la lucha por el socialismo.
Y solo un frente con este principio
táctico y este principio estratégico puede llevar adelante las dos etapas de la
revolución como un proceso único e indivisible.
Este es el legado que Mariátegui
dejó al pueblo peruano en punto al frente unido. Y, por supuesto, en este
legado hay que distinguir lo contingente de lo permanente. Y desarrollar esto
último de manera que nuestra acción presente corresponda directa y exactamente a la realidad
que tenemos delante.
Frente
Unido
Jorge
Oshiro
En
un mensaje a la clase obrera en el Primero de Mayo de 1924, medio año después
de la última conferencia, escribe Mariátegui:
"Mi actitud, desde mi incorporación en esta
vanguardia, ha sido siempre la de un fautor convencido, la de un propagandista
fervoroso del frente único".
La
defensa de la línea del "Frente Unico" tiene aparentemente una razón
puramente pragmática. La vanguardia se encontraba en esos momentos todavía en
un período de formación y su caudal era muy pequeño. De allí la fórmula
mariateguiana:
"Somos todavía pocos para dividirnos".
Pero
precisamente la incipiencia del movimiento clasista, la inexperiencia y la
falta de tradición de lucha proletaria en el país propiciaba el prolongamiento
de actitudes dogmáticas y sectarias en la vanguardia proletaria. Estas
actitudes sectarias y dogmáticas ya las había experimentado el propio
Mariátegui al comienzo de sus conferencias a los obreros a través de
"algunos antiguos y hieráticos libertarios, más
preocupados de la rigidez del dogma que de la eficacia y la fecundidad de la
acción".
Era
la resistencia del anarquismo aún presente en las luchas de la clase obrera
peruana contra esta nueva generación que comenzaba a surgir con fuerza en el
horizonte del movimiento proletario latinoamericano. Lejos de responder con la
misma actitud, Mariátegui les tiende la mano:
"El movimiento clasista entre nosotros",
dice él, "es aún muy incipiente, muy limitado, para que pensemos en
fraccionarle y escindirle. Antes de que llegue la hora, inevitable acaso, de
una división, nos corresponde realizar mucha obra común, mucha labor
solidaria tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas". (Subr.JO).
"Obra
común", "labor solidaria", son las expresiones claves de su
concepción del Frente Unico. Es decir praxis común, praxis solidaria. ¿A qué se
refiere nuestro autor cuando habla de estas obras comunes?
"Suscitar
en la mayoría del proletariado peruano conciencia de clase y sentimiento de
clase1.
Sembrar
gérmenes de renovación y ... difundir ideas clasistas".
"Alejar al
proletariado de las asambleas amarillas y de las falsas instituciones
representativas”.
"Luchar
contra los ataques y represiones reaccionarias".
5. "Defender la tribuna de la prensa y la
organización proletaria".
6. "Sostener
las reivindicaciones de la esclavizada y oprimida raza indígena"2.
Todas
estas tareas comunes les toca por igual a socialistas y sindicalistas, a
comunistas y libertarios. A estas tareas las llama Mariátegui "deberes
históricos", "deberes elementales".
Vemos que el contenido de estos "deberes
históricos" trasciende el simple cálculo político. Es de primera
importancia para nuestro autor acentuar "el lazo histórico que nos une a
todos los hombres de la vanguardia, a todos los fautores de la renovación"3.
Los deberes históricos trascienden el puro cálculo
político. Aquí encontramos su verdadero contenido. La praxis a la que se
refiere Mariátegui tiene un transfondo nítidamente moral-ético ("espíritus
nobles, elevados y sinceros").
‹La solidaridad› es una categoría moral-política, o
mejor, es un concepto político "elevado a la categoría de religión"
como dirá Mariátegui en su artículo sobre Unamuno, que veremos más tarde.
Y veamos que este nivel de la praxis, que el análisis descubre, es superior al
nivel teórico, que en nuestro texto aparece como "barrera". Es la
praxis la que une, teoría (la ideología) la que nos separa, parece decir el
autor.
"Pertenece a los espíritus mezquinos, sin
horizontes y sin alas, a las mentalidades dogmáticas que quieren petrificar e
inmovilizar la vida en una fórmula rígida, el privilegio de la incomprensión y
del egotismo sectarios".
Se
aprecia en su pensamiento crítico una íntima relación dinámica y dialéctica
entre la psicología ("mentalidad dogmática"), la ética,
("mezquindad" y el "egotismo sectario" del espíritu) la
gnoseología (Espíritu "sin horizonte y sin alas"), y la concepción
del mundo (la "petrificación y la inmovilización").
La "mezquindad y el egotismo sectario del
espíritu" es a la vez causa y efecto de un "espíritu sin horizontes y
sin alas" que engendra por su parte un carácter neurótico (el dogmatismo),
que lleva necesariamente a concebir la vida vaciada de su devenir, de su
movimiento. Esta concepción "momificada" de la vida a la vez borra
todo el horizonte y corta "las alas al espíritu" y esto produce a su
vez la "mezquindad del espíritu" que intenta "petrificar e
inmovilizar la vida en una fórmula rígida"4.
Era necesario entonces romper con la circularidad de
la mezquindad a través de la praxis de la solidaridad, para fundar y
desarrollar el sentimiento de comunidad. Y esta ruptura es solamente posible
superando "la línea infranqueable" de la cual nos hablará
Mariátegui refiriéndose a Alejandro Block en «Escena contemporánea»5.
Es solamente orientándose hacía el pueblo que la vanguardia puede superar el
dogmatismo sectario, pues, escribe Mariátegui:
"Las masas reclaman la unidad. Las masas
quieren fe. Y por eso, su alma rechaza la voz corrosiva, disolvente y pesimista
de los que niegan y de los que dudan, y busca la voz optimista, cordial,
juvenil y fecunda de los que afirman y de los que creen" (Subr.JO)6.
Como
se ve, para Mariátegui el cuerpo social, ('la masa-multitud') es el criterio de
orientación de la Inteligencia, pues los intelectuales dejados a sí mismos
"están condenados a errar, a agitarse
vanamente, a degenerar en un círculo sin salida",
dirá
Mariátegui en la «Escena Contemporánea» a través del poeta ruso Alejandro
Block, y desde la perspectiva adleriana los intelectuales dejados a sí mismos
buscarían el afán de poder y de notoriedad o bien se retirarían de la vida
pública.
La crítica frontal al viejo tipo de intelectuales
tradicionales y la exigencia de la formación histórica de los
"intelectuales orgánicos" (Gramsci), entre los cuales Mariátegui es
el mejor exponente, están aquí insuperablemente expresadas.
El Frente Unico, sin embargo, no significa la
negación de la doctrina o el credo político7. Su naturaleza es
política-práctica, no ideológica8. Y ella no tiene en consideración
la totalidad de la realidad. El Frente enfoca solamente la realidad inmediata,
y esta realidad inmediata requiere respuestas concretas, directas, prácticas9.
El Frente Unico por lo tanto no se proyecta a un
futuro lejano. Considerando la importancia del credo político, escribe
Mariátegui:
"Dentro del Frente Unico cada cual debe
conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por
su propio credo".
Pero, inmediatamente, agrega Mariátegui que
todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase a la cual ellos
pertenecen y sirven, sentirse vinculados a causa de la lucha contra el enemigo
común, sentirse ligados por la misma voluntad revolucionaria y la misma pasión
renovadora.
Claramente vemos aquí expuesta la dialéctica
mariateguiana del Sentimiento unificador y la Inteligencia diferenciadora.
Entre líneas se puede leer una confianza o certidumbre moral mariateguiana
implícita en estas consideraciones. Partiendo del mismo sentimiento de
solidaridad de clases10, de la misma voluntad revolucionaria y de
la
misma pasión renovadora, el ‹ideario›, la ‹filiación› y el ‹credo político›
marcharán hacia la coincidencia y no a la ruptura, a la unidad y no al
fraccionamiento.
La lucha inicial fundamental según Mariátegui no se
da estrictamente en el plano del 'ideario político', en el 'programa' es decir,
en la teoría, sino en el transfondo moral-afectivo. De allí que para él tenga
gran importancia de la crítica de conceptos como 'prejuicio', 'superstición'
que llevan irremediablemente a los dogmas, base de toda división. ¿Cuál había
sido antes de 1923 el contenido teórico de la vanguardia del proletariado
peruano?
"...la cultura revolucionaria, la orientación
revolucionaria de esa vanguardia proletaria, se ha formado a base de la
literatura socialista, sindicalista y anarquista anterior a la guerra
europea".
Mariátegui
vuelve al tema planteado al comienzo de su conferencia. Habíamos dicho que
nuestro autor constataba "tres vacíos significativos." Esto tenía que
ver con los cambios radicales de la lucha de clases a nivel mundial, como
consecuencia directa de la guerra europea. La Primera Guerra Mundial fracturó
el desarrollo histórico en Europa, elevó la intensidad de la lucha política
revolucionaria. Los países periféricos como el Perú seguían sin embargo
planteándose la lucha política en términos extemporáneos. Sus concepciones
teóricas, sus estrategias de lucha no correspondían más, decía Mariátegui, al nivel
alcanzado en Europa. Pero además,
"La cultura revolucionaria es aquí ...una
cultura muy incipiente, muy inorgánica, muy desordenada, muy incompleta11.
Se entiende que este carácter de la cultura
proletaria peruana se debía a su juventud, a su inexperiencia histórica por un
lado, pero también a la forma política de lucha llevada a cabo hasta esos
momentos. La formación de la conciencia de clase suponía para Mariátegui dos
superaciones:
"Lo primero que hay que superar y vencer es el
espíritu anarcoide, individualista, egotista, que además de ser
profundamente antisocial, no constituye sino la exasperación y la degeneración
del viejo liberalismo burgués"... "lo segundo que hay que superar es
el espíritu de corporación, de oficio, de categoría" (Subr.JO).
La
lucha de la clase obrera, a nivel ideológico, según Mariátegui, debía comenzar
en el propio territorio proletario contra la presencia e influencia pequeña
burguesa artesanal e intelectual.
Por lo tanto, cuando Mariátegui decía que la cultura
proletaria era "muy incipiente, muy inorgánica, muy desordenada, muy
incompleta", no se refería a un "vacío ideológico" que había
simplemente que llenar.
Su crítica se dirigía a un estado de la conciencia
proletaria a nivel psicológico-moral y político, en otras palabras, a una
ideología ya existente entre los obreros de la época y muy especialmente en su
vanguardia. Y esta crítica anunciaba una abierta lucha de clases dentro del
proletariado.
Lo importante aquí es acentuar, una vez más, el
aspecto ético de esta lucha. No se trataba de rechazar abstractamente una
ideología no-proletaria en las filas del proletariado. Mucho más importante era
desnudar el carácter moral de esta ideología pequeña burguesa: "espíritu
anarcoide, individualista, egotista, antisocial y expresión de un liberalismo
en degeneración".
Solamente después de haber puesto al descubierto
estas características morales-antisociales se dirige Mariátegui a la crítica
del espíritu presente en las formas de organización económicas-sociales
imperante en el seno del proletariado, es decir la crítica al espíritu
corporación, de oficio, de categoría.
Aquí
tampoco la crítica mariateguiana se dirige exclusivamente a la forma
técnica-exterior de estas instituciones, sino a su contenido ideológico.
Mariátegui no pretende solamente 'modernizar' las luchas
obreras, dándole al proletariado una organización más eficiente, más dinámica
para la consecusión de sus fines, independiente de la conciencia moral-política
del proletariado.
Mariátegui es todo lo contrario de un tecnócrata de
la organización obrera. Nuestro autor es, como él mismo califica a Trotsky, un
"filósofo de la revolución" y al mismo tiempo se integra activamente
en el esfuerzo común de realizar esta revolución. Lo que le interesa en este
esfuerzo común revolucionario es aquel "hombre de nueva especie" que
él veía aparecer en la Revolución de Octubre. Y la conciencia de clase era para
él un paso importante hacia ese objetivo.
"La conciencia de clase se traduce en
solidaridad con todas las reivindicaciones fundamentales de la clase trabajadora.
Y se traduce además en disciplina. No hay solidaridad sin disciplina.
Ninguna gran obra humana es posible sin la mancomunidad llevada hasta el
sacrificio de los hombres que la intentan" (Subr.JO).
Como
ya se ha considerado arriba Mariátegui coincide con el joven Gramsci en la
definición de cultura, como búsqueda de la propia autonomía. Aquí encontramos
otra coincidencia. Para Gramsci cultura era "organización y disciplina del
yo interior". El acento de la disciplina también es dado por el peruano.
Pero para ambos la disciplina no es un principio
abstracto e independiente al movimiento mismo. Ella es necesaria en una "voluntad colectiva“dice el italiano.
"Mancomunidad" traduce el peruano. No hay solidaridad, es decir
"voluntad colectiva", sin disciplina.
Que esta "solidaridad" no es sino otra
expresión del concepto de "Voluntad Colectiva" (Gramsci) o
"Sentimiento de Comunidad" (Adler) lo dice implícitamente la última
parte del pasaje citado:
"Ninguna gran obra humana es posible sin la
mancomunidad llevada hasta el sacrificio de los hombres que la intentan".
Esa
"gran obra humana" no es otra cosa que la ya citada creación del
"hombre de la nueva especie" y para este fin espera Mariátegui del
proletariado y su vanguardia
"un sentido realista de la historia, una
voluntad heroica de creación y de realización".
La
profundidad y la intensidad de la luchas de clase llevada por el proletariado
europeo a través de sus revoluciones en los primeros veinte años de este siglo
había impulsado notablemente la conciencia política del proletariado y su
vanguardia.
La reflexión gramsciana sobre el significado del
sindicalismo en el sistema capitalista y sobre los períodos de desarrollo de la
conciencia de los trabajadores en vía de su emancipación implicaba la nueva
situación.
Se habían desarrollado nuevas pautas, nuevos
criterios dentro del movimiento obrero. Y este cambio se manifestaba en una
nueva literatura política del socialismo. Antes de la guerra la tendencia
socialista y la sindicalista luchaban por el predominio dentro del
proletariado.
La
primera era "dominantemente reformista, social-democrática y
colaboracionista".
Esta tendencia concebía la revolución como una tarea
a largo plazo y que la meta era alcanzable solamente a través de pasos lentos,
regulares, progresivos. La revolución se convertía, en la práctica, en
'evolución', aunque la retórica seguía siendo revolucionaria.
"Esta acción política" comenta Mariátegui,
"debilitó en algunos países excesivamente la voluntad y el espíritu
revolucionario del socialismo. El socialismo se aburguesó considerablemente".
La oposición a esta tendencia la presentó el
sindicalismo, donde "se refugiaron los espíritus más revolucionarios y más
intransigentes del proletariado". Pero también el sindicalismo era incapaz
de ofrecer una alternativa real al colaboracionismo socialista:
"También el sindicalismo estaba dominado por
una burocracia sindical sin verdadera psicología revolucionaria".
La
literatura dominante en el frente proletario peruano provenía de esta división
de fuerzas. Pero, reiteraba nuestro autor, después de la guerra la situación ha
cambiado. Esta ruptura se manifiesta tanto a nivel de los partidos como de los
sindicatos.
Hay además, insiste Mariátegui, una internacional
obrera reformista, colaboracionista y otra internacional obrera maximalista,
anticolaboracionista, revolucionaria.
La existencia de estos dos campos proletarios
proviene de la existencia de dos concepciones opuestas, de dos concepciones
antitéticas del actual momento. Para unos la situación no es aún revolucionaria
y que la burguesía no ha agotado aún sus posibilidades históricas. Para otros,
en cambio, la aguda crisis de la burguesía expresaba esta situación
revolucionaria.
Para Mariátegui la guerra había sido producto
histórico de la incapacidad de las burguesías europea de cooperación entre
ellas para salvar al mundo de esta catástrofe. Incapaz para impedir la guerra
era también incapaz de reconstruir la paz, en esta perspectiva no había sino
una sola salida a este impase: la revolución socialista12.
Esta es una de las tesis centrales sobre la cual
basa nuestro autor todo el ciclo de sus conferencias así como también todo el
programa de acción de los próximos años13. ¿En qué se basa nuestro autor para defender
su tesis revolucionaria?
Antes de la guerra la posición evolucionista,
-reformista, social demócrata- era explicable, dice él. Pues el capitalismo
estaba en su apogeo. La producción era superabundante y la burguesía podía
permitirse el lujo de dar concesiones a su clase obrera.
"Y sus márgenes de utilidad eran tales que fue
posible la formación de una numerosa clase media, de una numerosa pequeña
burguesía, que gozaba de un tenor de vida cómodo y confortable".
En
otras palabras el apogeo capitalista, sobre todo a causa de la explotación de
las sociedades periféricas, aparecieron o se extendieron y fortalecieron
franjas sociales entre el proletariado y la burguesía. Las posiciones reformistas-evolucionistas
social-democráticas reflejaban la ideología de estas nuevas franjas sociales
dentro del mismo proletariado. La guerra hizo cambiar la situación. La riqueza
social europea ha sido, en gran parte, destruida, afirma Mariátegui, y continúa:
"El capitalismo, responsable de la guerra,
necesita reconstruir esa riqueza a costa del proletariado. Y quiere, por tanto,
que los socialistas colaboren en el gobierno, para fortalecer las instituciones
democráticas; pero no para progresar en el camino de las realizaciones
socialistas".
La
participación de los socialistas en los gobiernos burgueses tenía el sentido de
reconstruir la democracia, de "fortalecer las instituciones
democráticas". Antes de la guerra la colaboración de los socialistas buscaba
mejorar paulatinamente la condición material de los trabajadores, "ahora
colaborarían para renunciar a todas las conquistas proletarias". La
burguesía para reconstruir Europa
necesita que el proletariado se avenga a producir más y consumir menos.
"Y el proletariado se resiste a una y otra cosa
y se dice a sí mismo que no vale la pena consolidar en el poder a una clase
social culpable de la guerra y destinada, fatalmente, a conducir a la humanidad
a una guerra más cruenta todavía".
En
análisis económico, político y cultural de la situación concreta llevaba a
nuestro autor a "profetizar" la futura Segunda Guerra Mundial
"más cruenta todavía"14.
La aguda capacidad de observación y de análisis de
nuestro autor ejercida directamente en la situación europea en su estadía en
esos años cruciales postbélicos le posibilitaron comprender que las raíces que
habían producido la primera gran conflagración mundial no había desaparecido en
absoluto.
La derrota de la revolución y el ascenso de
movimientos reaccionarios, sobre todo el fascismo, el ambiente moral europeo
completamente intoxicado por las frustraciones y resentimientos y las diversas
propagandas chauvinistas y revanchistas, la catastrófica situación económica,
la incapacidad de los grupos dirigentes de encontrar una salida diplomática a
la situación caótica, hacía "prever objetivamente" la futura Segunda
Guerra Mundial.
En ese sentido la «Historia de la Crisis Mundial»
era un grito de alarma ante esta guerra que veía venir y que él intuía en la
revolución socialista a nivel mundial el único medio eficaz de impedir esta
próxima catástrofe.
Las burguesías europeas estaban enfrascadas a la
tareas de la 'reconstrucción' de sus propios países. Y en la miserable
situación económica en que se encontraban no podían seguir la política de la
época pre-bélica. Esto significaba rigurosa economía fiscal, aumento de horas
de trabajo, disminución de salarios, es decir llevar una política antipopular.
Por otro lado por el miedo a nuevas revoluciones proletarias
"la reacción cancela, por esto, no sólo las
conquistas económicas de las masas, sino que atenta también contra las conquistas
políticas".
En
el plano de las relaciones internacionales las cosas no marchaban mejor:
"..la reacción pone la política externa en
manos de las minorías nacionalistas y antidemocráticas. Y estas minorías nacionalistas saturan de
chauvinismo esa política externa".
La
política exterior estaba dominada por la economía imperialista que buscaba la
hegemonía europea. Y con esto impedía toda política de solidaridad que diera a
los diversos Estados la capacidad de entenderse y acercar su programa de
cooperación y de trabajo. Pero esto no era todo. La crisis mundial además de
ser crisis económica y política era para Mariátegui crisis ideológica15.
Para él las doctrinas filosóficas que justificaba la
sociedad burguesa, como el racionalismo, el historicismo, el positivismo,
declinaban irremediablemente. Y dice:
"Este es, indudablemente, el aspecto más hondo,
el síntoma más grave de la crisis. Este es el indicio más definido y profundo
de que no está en crisis únicamente la economía de la sociedad burguesa, sino de que está en crisis
integralmente la civilización capitalista, la civilización occidental, la
civilización europea" (curs.JO).
En
este pasaje se aprecia la decisiva importancia que da Mariátegui al nivel
filosófico del pensamiento. La filosofía como expresión ideológica de una
sociedad, no es para él una simple 'superestructura' secundaria, un lujo
cosmético de la clase dirigente, que en último término podría ser prescindible
al desarrollo global de la comunidad social.
La decadencia de la filosofía burguesa se refleja en
su incapacidad de mantener su carácter afirmativo. La erosión interna de estas
filosofías "minadas por una corriente de escepticismo y de
relativismo" no se limita al campo puramente ideológico sino que expresa
una erosión total del sistema del cual esa filosofía es expresión.
Esta visión de las cosas implica una íntima
solidaridad entre las diversas esferas que integran el todo de la praxis
social. La decadencia del pensamiento (la filosofía) en la visión de Mariátegui
es expresión de la erosión moral y esta decadencia moral es expresión de la
vejez del sistema:
"Presenciamos", dice Mariátegui, "la
disgregación, la agonía de una sociedad caduca, senil, decrépita".
Ahora bien, dice Mariátegui, los teóricos de la
Revolución Social, "Marx y Bakunin, Engels y Kropotkine"16
vivieron en la época de la ascensión histórica del capitalismo y de la
"filosofía historicista y positivista". Por tal motivo no pudieron
prever que la ascensión del proletariado tuviera que desarrollarse "en
virtud de la decadencia de la civilización occidental". De todo esto saca
Mariátegui la conclusión:
"Al proletariado le estaba destinado crear un
tipo nuevo de civilización y cultura".
"Tipo
nuevo de civilización y cultura" que corresponde al "hombre del nuevo
tipo" del que hablará ampliamente nuestro autor en la «Escena
Contemporánea».
La misión del socialismo es entonces doble: no es
solamente la construcción de una nueva economía sino también de toda una nueva
cultura. Y esta misión, contra las previsiones de los fundadores del socialismo
científico, no se realiza dentro del contexto de la expansión capitalista sino
en el momento de su ruina,
"Y que el socialismo iba a encontrarse en la
necesidad de gobernar no en una época de plenitud, de riqueza y de plétora,
sino en una época de pobreza, de miseria y de escasez".
La
referencia histórica a esta tesis era naturalmente la Revolución Rusa, en plena
marcha en esos momentos. Esta concepción de la revolución socialista dentro del
cuadro de la pobreza, de miseria y de escasez, llevó a nuestro autor a
presentar siempre la revolución como un acto de "voluntad heroica de
creación y de realización" contradiciendo abiertamente toda concepción
reformista
"saturada de mentalidad evolucionista, e
impregnada de la concepción de un paso lento, gradual y beatífico, sin
convulsiones y sin sacudidas, de la sociedad individualista y la sociedad
colectivista".
Allí
donde el reformismo veía una crisis pasajera del capitalismo, pues integrado
completamente al sistema capitalista y burgués, era incapaz de concebir otra
forma de la realidad sin poner en peligro toda su praxis política habitual y
sin maltratar su mentalidad 'beatífica' Mariátegui veía en ella, como ya se ha
dicho, los síntomas de disgregación, de senilidad, de decrepitud y junto a la
cual
"al mismo tiempo presenciamos la gestación, la
formación, la elaboración lenta e inquieta de la sociedad nueva".
___________
(1) Acentuemos esta importante
unidad conceptual, 'conciencia y sentimiento', que veremos frecuentemente
reiterado a lo largo de la obra de Mariátegui, expresada aquí como fin
necesario a 'suscitar' en las masas. La unidad 'Inteligencia y Sentimiento' era
para él indisoluble, corresponde a la relación 'Vida-Razón',
'Vanguardia-Multitud'.
(2) Ya desde esta primera
intervención teórica de Mariátegui se vislumbra el eje obrero-campesino como
elemento fundamental de su estrategia revolucionaria. La reivindicación de los
campesinos constituye para nuestro autor un punto indiscutible de su programa.
Más aún: ella sirve, junto con los otros puntos de fundamento para la
construcción del frente popular. Para Mariátegui esta alianza era anterior a
toda diferencia de 'credo político'.
(3) El ofrece un ejemplo concreto de
esta "solidaridad de la vanguardia“:
"El más reciente y emocionante de estos ejemplos", escribe
Mariátegui, " es el de Germaine Berthon, anarquista, que "disparó
certeramente su revólver contra un organizador y conductor del terror blanco
por vengar el asesinato del socialista Jean Jaurès"..."Los espíritus
nobles, elevados y sinceros de la revolución, perciben y respetan, así por encima de toda barrera teórica, la
solidaridad histórica de sus esfuerzos y de sus obras".
(4) Es de extraordinario interés el
paralelo entre la concepción filosófica de Mariátegui sobre "las
multitudes" y la del psicólogo Alfred Adler, fundador de la «Psicología
Individual», para quien la dialéctica existencial se juega entre el
«Sentimiento de comunidad» (Gemeinschaftgefühl) y la voluntad de poder
(Macht-und Geltungstreben). Para Mariátegui las masas son el lugar privilegiado
del «sentimiento de comunidad» (o «Mancomunidad» como dice el propio
Mariátegui), de allí su persistente llamado a tomar conciencia de este hecho
fundamental. Por otro lado su dura y consecuente crítica a toda línea que
represente «Geltungs-y Machtsstreben» (ansías de poder y de notoriedad). Ver
abajo la primera parte de la cita: "Hay que superar y vencer...el espíritu
anarcoide, individualista, egotista... profundamente antisocial..." Todo
esto denota psicológicamente afán de poder y de notoriedad.
(5) "Los intelectuales se
impregnan cada dia más de la voluntad de muerte, el pueblo desde tiempos
lejanos porta en sí la voluntad de vida".
(6) No se acentuará
suficientemente que para Mariátegui el concepto de 'masa-multitud' implica el
lugar privilegiado de la solidaridad, del "sentimiento de comunidad
adleriana".
(7) "No significa", dice
Mariátegui "la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una
doctrina única".
(8) "El programa del Frente
Unico considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda
abstracción y de toda utopía" (Subr.mio:JO).
(9) Pero reiteremos:
"praxis" significa siempre para nuestro autor una praxis que parte de
principios morales elevados, como ya se ha expuesto arriba.
(10) El "sentimiento de
comunidad" de A.Adler. Para éste el desarrollo del sentimiento de
comunidad es el fundamento sine qua non
de toda «lógica objetiva universal», de todo entendimiento de valor universal.
Mientras que el "subjetivismo" o "lógica privada o
particular" (dogmatismo, sectarismo) es el producto necesario del
alejamiento del entendimiento del sentimiento de comunidad. Toda forma de
neurosis y toda expresión de irregularidades psíquicas es expresión de la
ausencia o de la pobreza del sentimiento de comunidad.
(11) La crítica mariateguiana de la
"cultura revolucionaria" coincide con la posición gnoseológica de
Spinoza sobre la verdad y el conocimiento adecuado. Para éste lo falso no es
vacío de conocimiento sino un conocimiento "mutilado" proveniente del
primer grado de conocimiento.
(12) "La guerra ha originado
una crisis cuya solución no puede ser sino solución proletaria, una solución
socialista".
(13) Yo participo de la opinión de
los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy
convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-democráticas, de todas
las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas".
(14) Al final de los apuntes a la
segunda conferencia escribe Mariátegui: "Medite el proletariado en las
causas de esta gran tragedia. Piense en que unos cuantos hombres y unos cuantos
intereses han podido desencadenar una guerra que ha causado quince millones de
muertos, que ha sembrado de odios Europa, que ha destruído tanta riqueza
económica y que ha intoxicado deleteramente el ambiente moral de Europa.
Y que se diga el proletariado si vale la pena reconstruir la sociedad
capitalista, reconstruir la sociedad burguesa, para que dentro de cuarenta o
cincuenta años, antes tal vez, vuelva a encenderse en el mundo otra
conflagración y a producirse otra carnicería" (Subr.JO).
(15) "Las filosofías
afirmativas, positivistas de la sociedad burguesa están desde mucho tiempo
minadas por una corriente de escepticismo y de relativismo”.
(16) Es interesante la
combinación de estos nombres. Seguramente no se refería el autor únicamente a
los revolucionarios de la I. Internacional, sino también al auditorio
impregnado del anarquismo.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La
Creación Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha
(Primera
Parte)
Eduardo
Ibarra
“El Partido no puede existir sin defender su existencia, sin luchar
incondicionalmente contra los que lo liquidan, lo destruyen, no lo reconocen,
reniegan de él. Esto es evidente de por sí”.
(Lenin, El Partido legal y los
marxistas).
Las tres
piedras
La Creación Heroica de Mariátegui es la piedra basal del Socialismo Peruano,
que, vigente en el proceso de nuestra revolución, constituye la piedra angular del desarrollo del marxismo
peruano y la piedra de toque que distingue y separa a marxistas
de oportunistas.
En el
editorial Aniversario y Balance, Mariátegui
señaló que el socialismo en América tiene que ser creación heroica, es decir,
el producto de la aplicación vívida de la verdad universal del marxismo-leninismo
a las condiciones del continente americano, y, casi no es necesario decirlo, al
mismo tiempo de su valor general, la afirmación mariateguiana tiene un valor
específico para el Perú.
Por eso, tanto en el citado editorial como en la Advertencia a 7 ensayos,
el maestro utilizó el término Socialismo
Peruano no en su sentido lato, dilatado, extendido, sino en su sentido estricto
de clase, proletario, marxista-leninista (1).
Así, pues, si el término Creación
Heroica designa el producto de la aplicación vívida de la verdad universal, el
término derivado Creación Heroica de Mariátegui designa una Creación Marxista-Leninista.
En conclusión, la Creación Heroica
de Mariátegui: 1) es producto de la aplicación vívida del marxismo-leninismo a
las condiciones particulares de nuestra revolución; 2) es la premisa teórica y
política de la emancipación del proletariado y, en general, del pueblo peruano;
3) contiene el instrumento orgánico para alcanzar esta emancipación: el partido
de clase.
La oposición a la creación heroica de
Mariátegui
Se entiende, por lo tanto,
que, desde un
principio, intelectuales de las clases dominantes y elementos de distintas
tendencias oportunistas se opusieran a la Creación Mariateguiana.
El propio
maestro dio cuenta de una de las primeras expresiones de esa oposición:
“[Mariátegui] desarrolla un curso de conferencias sobre la crisis mundial, en
la que explica el carácter revolucionario de esta crisis. Los anarquistas se
muestran hostiles a esta propaganda, sobre todo por la defensa de la revolución
rusa a que en parte se contrae” (2).
Así, pues,
la oposición a Mariátegui es una campaña que tuvo su comienzo en el mismo
proceso de constitución del PSP.
Durante cuatro décadas los
detractores del maestro concentraron sus esfuerzos en tergiversar su identidad doctrinal (Luis Heysen, V.M.
Miroshevski, Robert Paris, Luis Villaverde, etcétera).
También en descalificar sus tesis sobre la realidad y la revolución
peruanas (Haya de la Torre, Luciano Castillo, Víctor Andrés Belaúnde, César
Augusto Reinaga, Julio Portocarrero, Humbert-Droz, Eudocio Ravines, Martínez de
la Torre, Jorge del Prado, etcétera) (3).
Después, como engendro del golpe militar contrarrevolucionario de 1968, en las filas del
proletariado consciente surgió el liquidacionismo de derecha de Saturnino
Paredes.
El surgimiento de esta corriente significó el desplazamiento del centro
de la oposición a la Creación Heroica de Mariátegui al terreno de la
organización partidaria.
Grosso modo, pues, la oposición a Mariátegui comprende
dos etapas fundamentales: 1) oposición a su pensamiento; 2) tentativa de liquidar
su Partido.
Por eso, no fue
casual que, en el mismo momento en que el PCP acordaba su Reconstitución (Sexta
Conferencia, enero 1969), surgiera en sus filas el liquidacionismo.
Así, pues, esta
corriente surgió como engendro de la contrarrevolución y, al mismo tiempo, en oposición a la Reconstitución del Partido de Mariátegui.
Es decir que,
desde fines de los años 1960, en el seno del proletariado la lucha entre el marxismo-leninismo
y el revisionismo se presenta como la lucha por reconstituir el Partido de
Mariátegui o liquidarlo.
El liquidacionismo de derecha de Saturnino
Paredes
Acerca de este liquidacionismo, el II Pleno
del PCP, realizado en 1970, señaló:
“De su carácter oportunista de derecha se desprende el contenido de la línea
liquidacionista: En lo ideológico-político apunta contra el marxismo, pretende
negar la ideología del proletariado; específicamente se opone abiertamente a la
base de unidad partidaria, centrando sus fuegos contra el legado de Mariátegui
y la vigencia y papel del Amauta en la revolución peruana. El liquidacionismo
apunta a negar el papel del proletariado peruano en la dirección de la
revolución democrático-nacional: busca entregar la hegemonía de la revolución y
colocar al pueblo y su vanguardia a la cola de la reacción. Demás está decir
que todo lo cumple a la vez que hace protestas de fidelidad al marxismo, de
lealtad a Mariátegui, y de defender al proletariado y perseverar en la
revolución”.
“En lo orgánico, el liquidacionismo apunta contra el Partido centrando su
acción en destruir el carácter clandestino de la organización partidaria”.
Subrayemos: el liquidacionismo de Paredes no
fue únicamente la tentativa de suprimir el carácter clandestino del Partido,
sino también, al mismo tiempo, la oposición a la verdad universal y a la
Creación Heroica de Mariátegui y la negación de la hegemonía del proletariado
en la revolución.
En este
liquidacionismo se constata, pues, una determinada conexión entre su tentativa
de destruir el carácter clandestino del Partido y sus posiciones ideológico-políticas.
Ciertamente
aquella tentativa derivó de estas posiciones, y no al revés.
Sin embargo, en
un partido donde la verdad universal y nuestra verdad particular tienen una
autoridad indiscutible, el liquidacionismo, como se ha visto, no pudo intentar
disimular sus objetivos sino con reclamos de consecuencia a ambas verdades.
El liquidacionismo de “izquierda” de Ramón García
Desde principios de los años 1970, el
liquidacionismo de derecha fue sucedido por este liquidacionismo de
“izquierda”.
En el libro Memorias desde Némesis, Abimael Guzmán
ha expuesto con objetividad el contenido y algunas acciones de este
liquidacionismo (4):
“El Comité Regional de Lima… (elipsis nuestra), en la década del
sesenta, sirvió de base a Sotomayor, primero; posteriormente copada su
dirección por paredistas, fue utilizado contra la Juventud Comunista y,
finalizando el decenio, en 1969, en plena lucha del Partido y la Facción Roja
contra el liquidacionismo de derecha, apoyaba a Paredes. Sin embargo, una parte
del mismo apoyó la defensa del Partido asumida en el II Pleno; pero el Comité
quedó muy debilitado y desarticulado, correspondiendo a los camaradas de Lima
la tarea de reagrupar la militancia y organizarla. En ese caldo de cultivo y circunstancias
surgió el liquidacionismo de “izquierda” encabezado por Sergio y Manuel;
liquidacionismo cuya esencia y parte de sus posiciones ideológicas y políticas,
era aniquilar el Partido aislándolo de las masas y la lucha de clases, así como
el liquidacionismo de derecha aniquilaba el Partido disolviéndolo en las masas.
La Facción Roja y el “Grupo bolchevique” convergieron en la defensa del Partido
en la VI Conferencia, en la lucha contra la destrucción de la organización
partidaria clandestina perpetrada por el liquidacionismo de derecha y,
principalmente, en la defensa de la vida, de la existencia del Partido en el II
Pleno (1970). No obstante, en este evento ya surgieron las contradicciones
entre ambos en relación con el fascismo, para los autodenominados
“bolcheviques” el fascismo en esencia era represión (5); las contradicciones se
irían desarrollando hasta su solución el año 1975, tras antagonizarse. En 1970
Sergio escribió “Fortalecer nuestras filas”. Documento en que plantea la
“estabilidad del capitalismo” y reduce la base de unidad a legado de
Mariátegui; así como soslaya el trabajo campesino, el poner el peso del Partido
en el campo para sustentar el trabajo militar y, aprovechando los cambios y
problemas surgidos el 69 y 70, incluso sin considerarlos, cuestiona el traslado
de la Dirección planteado el 67 como parte de poner el centro en el campo
(cuestionando, pues, el correcto planteamiento de 1967, sin proponer cómo
resolver el problema en las nuevas condiciones, ya que evidentemente no se
podía el 70, tras la división del Partido, hacer el traslado en las mismas
condiciones que el 67). Todo esto sin más fundamento que generalidades, sin ver
las condiciones específicas de nuestra revolución, invocando sólo
abstractamente la experiencia internacional, y, menos aún, ver la larga
perspectiva como el Presidente Mao enseña. Igualmente, en editorial de Bandera
Roja Nº 44, sacada bajo su responsabilidad en Lima, con el título “Contra el
fascismo, contra el liquidacionismo, llevar la lucha hasta el fin”, Sergio
desenvuelve un plan programático-político diferente al del II Pleno. En él, a
la vez que soslaya la Gran Revolución Cultural Proletaria, plantea que los
ejércitos ya no le sirven al imperialismo y que el fascismo es la
“contrarrevolución más feroz” que destruye todo tipo de organización; mientras
el capitalismo burocrático lo entiende sólo como capitalismo de Estado; calla
que la ley agraria 17716 sienta bases para la corporativización y reduce el II
Pleno a la gran polémica. En el mismo número de Bandera Roja, en artículo
“Reconstituir las organizaciones populares”, redactado por Manuel, se soslaya
el pensamiento maotsetung (sic), la línea política, el campesinado y se centra
en llamar a “prepararse para soportar la represión política”. Así, se mostraba terror
ante el fascismo y pérdida de perspectiva; fondo común de los liquidadores de
“izquierda” basado en su “fascismo es violencia” que “barre todas las
organizaciones”, vieja posición revisionista. En el Balance de la
Reconstitución del Regional 14 de junio del PCP (1972) se sistematiza el
liquidacionismo de “izquierda”: apartándose más del II Pleno, se reduce toda la
actividad partidaria a “crítica y preparación”. Estas, aparte de sustentarse en
la supuesta existencia de “estabilidad del capitalismo”, aunque no lo diga
expresamente, constriñe la “crítica” al estudio el desarrollo de las ideas
marxistas en el Perú (sobre este punto elaboraron un esquema), olvidando aplicar
el pensamiento de Mariátegui a la situación concreta y desarrollar su línea
política; mientras que la “preparación” la entiende y practica como separación,
más acentuada aún, de las masas y la lucha de clases, reduciendo la actividad
“orgánica” a pequeños de intelectuales en cenáculo al margen de la tempestad y
la contienda para que el fascismo, que “todo lo barre” según ellos, no los tocara;
a la vez que su preocupación fundamental el “papel del individuo en la
historia” y la “militancia como forma de vida” devenían en “anarquismo señorial”.
Así el liquidacionismo de “izquierda” se enrumbaría más hacia la derecha hasta
la deserción de sus dos cabezas en 1975, después de derrotada su oposición al
desarrollo de los organismos generados (concebidos, por la Facción Roja, como
los puntos de apoyo construidos por las células clandestinas del Partido para
desarrollar su trabajo de masas, según la tesis de Lenin vista al inicio de
esta parte); organismos generados que sirvieron para ligar el Partido a las masas
y a darle contingente a fin de formar base organizada en células para el Comité
Regional de Lima, y, principalmente, para impulsar la Reconstitución del
Partido en todo el país”.
“Fue [el IV Pleno del CC] en [el] que más ampliamente y a fondo se combatieron
las posiciones del liquidacionismo de “izquierda”; el centro de la lucha de dos
líneas estuvo en el trabajo de masas, principalmente contra la oposición de
estos a desarrollar organismos generados. Sin embargo, claro está que, tras los
planteamientos organizativos e incumplimiento socavador de los acuerdos del III
Pleno, por el liquidacionismo de “izquierda” estaban sus posiciones políticas
sobre la ofensiva corporativista del Gobierno y, en esencia, su concepción del
fascismo como violencia incontenible que todo lo barre y desaparece. Para
ellos, pues, no era posible desarrollar la construcción orgánica, menos aún el
trabajo de masas, porque consideraban que se venía un “baño de sangre” y sólo
cabía esperar que pasara la tormenta fascista (6); criterios sostenidos,
precisamente, cuando la lucha popular ponía término al repliegue de las masas.
Estos nuevos liquidadores, profundizando sus criterios anteriores habían
devenido en practicantes acérrimos del ocultismo y pregoneros en corrillos de
“basta línea” (7). Pero las posiciones del liquidacionismo de “izquierda”
fueron barridas, ya que sus sustentadores en cenáculos no fueron capaces de sostenerlas
y menos defenderlas en el Comité Central. No hubo, por lo demás, sanción
alguna, contra nadie, en el IV Pleno; la Facción Roja llevó adelante
exitosamente la sesión y los acuerdos se tomaron por unanimidad”.
“El V Pleno del Comité Central marcó no sólo el desarrollo de la línea proletaria,
sino igualmente el término de la lucha contra el liquidacionismo de “izquierda”
cuyas posiciones habían sido barridas ya en el IV Pleno, como viéramos, y
además totalmente derrotado en la lucha de masas, principalmente en los
organismos generados, que analizaremos a continuación. Más aún, sus dos
conspicuos representantes se marcharon del Partido: Sergio, después de los
sucesos de febrero del 75 en Lima, pidió licencia por un año en carta dejada al
viajar (no está demás mencionar que en el Partido Comunista no hay licencias),
sin retornar hasta hoy; y Manuel no concurrió al Pleno pese a ser citado y
comprometerse a asistir, comunicó su alejamiento por carta. Así, pues, ni el V
Pleno ni otro evento los expulsó, ni los sancionó; simplemente se registró su
deserción. Tampoco tiene fundamento alguno que se haya “expulsado a la mitad del
Comité Regional 14 de junio”; y esto es así, sencillamente, porque tal Comité
no tenía militancia organizada; el liquidacionismo de “izquierda” desmontó la
organización. Fue precisamente después del V Pleno que se organizó el Comité y
volvió a marchar orgánica y regularmente”.
Como el liquidacionismo de derecha, el de
“izquierda” fue también un engendro de la contrarrevolución corporativa del
régimen militar. Ramón García se opuso al liquidacionismo de derecha únicamente
porque discrepaba con Paredes en la forma de destruir el Partido: si éste lo
intentó suprimiendo su carácter clandestino, aquel lo intentó degradando este
carácter a mero ocultismo.
Más aún: García
procedió a destruir la organización partidaria allí donde pudo: el Comité Regional
de Lima. Por eso, la lucha del Partido por su propia existencia comprendió
también la lucha contra el liquidacionismo de “izquierda”.
Ahora bien, con
el cambio del régimen corporativo por el régimen democrático burgués, el liquidacionismo
de “izquierda” devino liquidacionismo de derecha.
Esta muda no tiene por qué extrañar a nadie, pues es sabido que, por su
contenido, toda desviación del marxismo es de derecha. Por eso, al cambiar de
táctica la burguesía suplantando el régimen corporativo por el régimen
democrático, el contenido derechista
del liquidacionismo de García terminó por imponerse a su forma de “izquierda”.
Analicemos, suficientemente, este
hecho.
Notas
[1]
Es absurdo pensar que Mariátegui, marxista-leninista, pudo haber querido decir
que la cualidad de creación heroica que reclamaba para el socialismo en el
continente americano, fuera el resultado de la aplicación del nebuloso e
indefinido socialismo en general. Sin embargo, es esto precisamente lo que hace
el liquidacionismo de derecha al sostener que el 22 de junio de 1918 es el
punto de partida del Socialismo Peruano, cuando en realidad es el punto de
arranque de la orientación socialista de Mariátegui en el sentido general del
término, y no el punto de arranque del Socialismo Peruano en su sentido
marxista-leninista.
[2] Ideología y política, p.101. Para
percatarse del alcance de esa oposición, es menester recordar lo que señaló
Mariátegui a propósito de la Revolución Rusa: “La revolución rusa constituye,
acéptenlo o no los reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo
contemporáneo. Es en ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún
medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista” (Defensa del marxismo, p.22).
[3]
En el caso de Haya la oposición a Mariátegui comprende también, como cuestión
central, la oposición al partido de clase con el plan de un partido
pluriclasista. Esta oposición, como es evidente, se dio entonces desde filas externas
al proletariado consciente.
[4]
Las fundamentales discrepancias que nos separan del ex-presidente del PCP-SL no
nos impide reconocer que lo que ha dejado escrito sobre el liquidacionismo de
“izquierda” de García se ajusta completamente a los hechos.
[5] Guzmán explica un poco más adelante: “¿Es el fascismo esencialmente violencia?
Hay quienes sostienen, decía el líder senderista, que el fascismo es, en
esencia, violencia, que la violencia es la característica esencial que lo
define; esta es la posición de revisionistas y revolucionaristas, de lo cual
derivan que el régimen de Velasco Alvarado no es fascista sino revolucionario y
reformista, respectivamente. Esta posición es oportunista y falsa, reducir el
fascismo simplemente a violencia no correspondió ni al anterior a la segunda
guerra mundial, menos al posterior a ella; el fascismo en esencia es la
negación del sistema de gobierno demoliberal (no de la dictadura burguesa), y el
que lleve adelante sus planes por la violencia no es sino el camino para
defender y mantener el viejo orden según sus necesidades y circunstancias, así
el fascismo de Hitler, Mussolini, Franco y otros recurrió a la más desenfrenada
y brutal violencia. Por otro lado, piénsese que el Estado es la “violencia
organizada” y que la doble política reaccionaria ha potenciado inmensamente la
violencia contrarrevolucionaria en la época del imperialismo. Mas lo anterior
no niega el carácter de clase del Estado ni la ciencia política de sus
objetivos; ni tampoco que la violencia elevada a nivel de guerra sea la forma
principal para resolver las contradicciones fundamentales y trascendentes del
mundo social. Tal fue, en líneas generales, el debate sobre este importante
problema en el III Pleno”.
[6]
Partiendo de la idea de que lo que define al fascismo no es la concepción
corporativa del Estado sino la violencia (contrariando de este modo a
Mariátegui), Ramón García, aterrado por la idea de un “baño de sangre”,
promovió y se hundió en el ocultismo (negando así el carácter clandestino del
Partido, y, por esta vía, su construcción orgánica, su trabajo de masas).
Entonces, manipulando una frase de Mariátegui (“La historia es duración”),
intentaba justificar su ocultismo y su deserción de la lucha contra el régimen
fascista. Batido en el Partido y en los organismos generados y luego de la
violenta asonada del 5 de febrero de 1975, desertó del Partido y de toda
práctica política hasta el punto de abandonar el país. Esa fue la práctica
liquidacionista y esta la conducta vergonzosa de quien hace ocho años huachafamente
se autoproclamó “Yo el Supremo”. Desertor, pues, del Partido y de toda práctica
política, nuestro liquidador va “durando” ya más de cuarenta años sentado en su
foráneo pedestal de cristal, desde el cual engaña y manipula a algunos
elementos con su liquidacionismo, su sofistería, sus métodos criollos, su
retórica, su egotismo burgués.
[7]
La idea de que “basta línea” (“no importa que la dirección orgánica esté en
manos del oportunismo”) fue implementada por el “grupo bolchevique” en el
Congreso Constituyente del SUTEP, entregándole en bandeja de plata la dirección
del magisterio al PCP-PR. De este modo llevó su liquidacionismo al seno de las
masas magisteriales, con las consecuencias conocidas.
11.11.2015.
El
Pesimismo de
Juan
Croniqueur
(Quinta Parte)
Jorge Oshiro
La diferencia cualitativa entre este artículo y
el anterior es sustancial y se expresa en la forma del rechazo: en el primero,
el rechazo de la guerra se hacía porque ella es expresión de la pasión
irracional; en el segundo porque es reaccionaria. En el primero el
rechazo tiene el carácter puramente moral abstracta, en el segundo es ya político,
aún conservando su carácter moral, pero aquí adquiere ésta una concretización
específica.
Para Mariátegui
hay una clara oposición entre la idea de revolución y la de la guerra:
"La
revolución no será obra de la guerra sino de ideas anteriores a la
guerra. Todo lo que tenga aliento revolucionario, espíritu revolucionario,
finalidad revolucionaria, vendrá como un condenación de la guerra. Como
una afirmación de los principios atacados y desconocidos por la guerra. Y en
oposición a los sentimientos, a las corrientes y a las ideas generadas por la
guerra".
Esta contradicción entre revolución y guerra lo
explicará más tarde, en la décima quinta conferencia que dio Mariátegui a
los obreros en noviembre de 1923, es decir dos años después1. En ésta, la explicación
de la guerra como resultado necesario del desarrollo del capitalismo en
imperialismo y la lucha necesaria de los países imperialistas supera toda
explicación puramente moralista del conflicto.
Entre la primera
explicación de la guerra y esta última habían pasado más de nueve años intensos
de observación, reflexiones, estudios y experiencias fundamentales en Europa y
en el Perú que permitieron esta evolución. Pero ya en este mismo período de los
poemas y las «Cartas a Ruth« (1914-1917) se encuentran los elementos de esta
superación.
1. El pesimismo de Juan Croniqueur
1.1 El joven Mariátegui2
Cuando José Carlos Mariátegui nació su apellido
tenía en el Perú un prestigio considerable.
"Los
Mariátegui...distinguiéronse por su apostolado liberal ya por su heroica
participación en la lucha emancipadora del país" (Rouillón).
Entre ellos se destacó Francisco Javier
Mariátegui y Tellería (1793-1884) considerado como prócer de la Independencia y
una de las principales figuras del liberalismo anticlerical en el Perú después
de la Independencia en 1821. Fue uno de los fundadores de la masonería en su
país.
Un nieto de este
prócer fue Francisco Javier Mariátegui el futuro padre de José Carlos.
Francisco Javier Mariátegui (1849-1907) conoció a Amalia La Chira (1860-1946)
en Sayán, en un pueblo al norte de Lima,
donde vivía la joven.
La familia de
Amalia era de origen indio del norte del Perú. Ellos se casaron en 1882. Esto
ocurrió por la presión de la familia de Amalia pues ella había ya tenido de él
una hija un año antes y estaba de nuevo en espera de un segundo vástago, que
como el primero falleció poco tiempo después del nacimiento.
Francisco Javier
se casó con un falso nombre tal vez para ocultar esta relación a su familia y
prosiguió así doble vida. Su presencia en el seno familiar era irregular y
esporádica. En los próximos años Amalia trajo al mundo otros dos niños que
tuvieron la misma suerte que los anteriores.
La vida se
convirtió así en una permanente
pesadilla para la madre que encontró en la religión un consuelo y así su
sentimiento religioso fue cada vez más intenso. Pasado el tiempo trajo al mundo
aún un quinto vástago. Esta vez fue una niña, Guillermina, que logró sobrevivir.
1894. Después de una corta reconciliación
desapareció el padre una vez más mientras que su esposa se encontraba
nuevamente encinta. Por el trabajo y el sufrimiento moral la salud de la madre
era más que frágil. Estaba desnutrida y sufría de agotamiento. En esos momentos
encontró una benefactora en la persona de Carmen Chocano que la invitó a
restablecerse a Moquegua, provincia al sur del Perú y fue en esta pequeña
provincia, cerca de la frontera con Chile donde nació José Carlos Mariátegui el
14 de junio de 1894.
El nacimiento de
su segundo hijo traerá una nueva reconciliación con el esposo. Fruto de
ella será el nacimiento de su último hijo, Julio César, en 1895.
Por mediación de
Carmen Chocano entró Amalia en contacto con algunas personas de la aristocracia
limeña. Allí
"supo,
horrorizada, que Javier (su esposo) era el contaminado nieto de un hombre
condenado por la Iglesia por apóstata y masón . Esta revelación cayó sobre la
creyente Amalia tal como una maldición del cielo, considerando la situación de
haber convivido y concebido seres de un monstruo".
Lo que la irregularidad y la absoluta falta de
fidelidad del esposo no había logrado en muchos años esta repentina revelación
llevó a cabo, en un instante, la definitiva separación. Rouillón comenta:
"Esta,
aparentemente, cándida actitud refleja el arraigado fanatismo de la sociedad
peruana de esa época cuyo sectarismo no solamente abominaba el liberalismo sino
que revolvía sobre sus sostenedores, afectivos y presuntos, con intransigencia
vengativa".
_____________
(1) "Este
conflicto", escribe él, "entre dos capitalismos adversarios, el
británico y el alemán, condujo al mundo a la última gran guerra".
(2) Ver el nuevo trabajo de Humberto Pastor: «José
Carlos Mariátegui La Chira. Familia e infancia en Huacho», en “La aventura de Mariátegui: nuevas
perspectivas». Lima. 1955.