miércoles, 2 de agosto de 2023

Política

A Propósito de Algunas Ideas Erróneas 

(Primera Parte)

Eduardo Ibarra

1

En una nota al pie del libro El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui (setiembre de 2016), se dice lo siguiente: 


… el PSP fue un partido de clase, sencillamente porque su unidad orgánica tenía por base el marxismo-leninismo. Claro que puede decirse que el partido de clase es, al mismo tiempo, un partido pluriclasista, pero solo porque sus militantes tienen un diverso origen social (precisamente este fue el caso del PSP); en cambio, el partido-amalgama que propone García, es un partido pluriclasista por la diversa posición ideológica de sus militantes. 

Así quedó esclarecida, ya hace casi diez años (el aludido capítulo fue escrito mucho antes de la publicación del mencionado libro), la cuestión del factor determinante del carácter de clase del partido proletario y la diferencia radical entre el pluriclasismo de este partido y el pluriclasismo del proyecto de partido del grupo liquidacionista que encabeza Ramón García. En consecuencia es un error suponer el partido de Mariátegui reconstituido como un partido pluriclasista, si no se precisa en qué único sentido el partido a reconstituir puede ser calificado de partido pluriclasista: en el sentido de que su militancia puede venir lo mismo del proletariado, como del campesinado y de la pequeña burguesía, y en qué sentido es un partido clasista, un partido de clase del proletariado revolucionario: en el sentido de que sea cual fuese el origen social de sus militantes, estos tienen que ser la encarnación viva del marxismo-leninismo, base de unidad ideológica del partido de Mariátegui reconstituido. 

        Hay que destacar de paso lo siguiente: la unidad del partido proletario es ideológica, mientras la unidad del frente unido es programática. Por eso no puede confundirse partido con frente unido. 

        Así, pues, el partido de Mariátegui reconstituido debe ser un partido marxista-leninista, es decir, un partido doctrinariamente homogéneo, y no un partido doctrinariamente heterogéneo, o sea, un partido-amalgama. 

        El partido bolchevique, el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán y otros partidos de Europa oriental, tuvieron una militancia proveniente enteramente de la clase obrera y de las capas intelectuales. En cambio el Partido Comunista de China, el Partido del Trabajo de Albania, el Partido del Trabajo de Corea, el Partido de los Trabajadores de Vietnam, entre otros, tuvieron una militancia de diverso origen de clase: proletariado, campesinado, pequeña burguesía, pero, desde luego, adherida al marxismo-leninismo. 

        Entre los partidos que tuvieron una militancia marxista-leninista proveniente de diversas clases y capas sociales, estuvo el partido de Mariátegui, quien acordó lo siguiente: 


La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional.1

El “carácter netamente clasista” estaba dado en el PSP por su adhesión al marxismo-leninismo: 


El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha.2

Por lo tanto, es claro que el partido de Mariátegui fue un partido de clase, y esta realidad está en consonancia con la experiencia internacional, experiencia que ha ido del partido con militancia obrera e intelectual al partido de obreros, campesinos y elementos de la pequeña burguesía, en ambos casos filiada a la doctrina del proletariado. Pero lo que hay que subrayar aquí es la capacidad de Mariátegui de basarse en nuestra realidad concreta para resolver el problema del origen social de la militancia del Partido Socialista del Perú. 

        También el marxista italiano Antonio Gramsci resolvió correctamente el mismo problema en las condiciones de su país. En Las tesis de Lyon, escribió: 


El Partido comunista requiere una unidad ideológica completa para poder desempeñar en todo momento su función de guía de la clase obrera. La unidad ideológica es la condición de la fuerza del partido y de su capacidad política; es indispensable para transformarlo en un partido bolchevique. La base de la unidad ideológica es la doctrina del marxismo y del leninismo, entendido este último como la doctrina marxista adaptada a los problemas del período del imperialismo y del comienzo de la revolución proletaria. (…) Es evidente que el partido comunista no puede ser solamente un partido de obreros. La clase obrera y su partido no pueden prescindir de los intelectuales ni pueden pasar por alto la necesidad de reagrupar a su alrededor y de conducir a todos los elementos que por una u otra vía se ven impulsados a rebelarse contra el capitalismo. Así, pues, el partido comunista no puede cerrar las puertas a los campesinos; más bien debe tener campesinos y servirse de ellos para estrechar los vínculos políticos entre el proletariado y las clases rurales. Pero hay que rechazar enérgicamente, como contrarrevolucionaria, toda concepción que haga del partido una “síntesis” de elementos heterogéneos… 

Entonces, en la actual etapa de la lucha por la reconstitución del partido de Mariátegui, es absolutamente indispensable defender el carácter marxista-leninista del partido de Mariátegui contra la idea de que fue un partido doctrinariamente heterogéneo, defender el carácter de clase del partido de Mariátegui a reconstituir contra la idea de un partido-amalgama en el Perú actual. 

        Esta es una cuestión fundamental que todos y cada uno de los activistas que actualmente luchan por dar un paso trascendente en la lucha por la Reconstitución, deben tener plenamente esclarecida.       

        El partido será reconstituido como partido marxista-leninista, es decir, como partido de clase, y en modo alguno como partido-amalgama. Estamos seguros de que los activistas comprometidos en llevar hasta el fin la reconstitución del partido de Mariátegui, sabrán cumplir esta histórica responsabilidad. 

2

La formulación “desarrollo desigual y combinado” no es “de Lenin y Trotsky”, sino únicamente de este último. Esta formulación (presentada como “ley del desarrollo desigual y combinado” y, a veces, como dos leyes distintas aunque ligadas entre sí: “ley de desarrollo desigual” y “ley del desarrollo combinado”), no es marxista. 

        Como seguramente se sabe, es costumbre del trotskismo utilizar la autoridad intelectual de Lenin para validar alguna posición de Trotsky3, como ocurre por ejemplo con la “revolución permanente” (que nada tiene que ver con la revolución permanente que Marx expuso en Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850), el programa de transición de la Cuarta Internacional, etcétera. En cuanto al mencionado programa, pueden leerse estas palabras del trotskista Alan Woods: 


Las reivindicaciones elaboradas por Trotsky no caían del cielo, hundían sus raíces en el programa de Lenin y del Partido bolchevique…4

Así proceden los trotskistas, y para terminar de confundir a la gente, se autoproclaman “bolcheviques leninistas”. 

        En nuestro medio, tempranamente Mariátegui señaló que “Trotsky… había sido menchevique” y que “no ha sido nunca un bolchevique ortodoxo”.5

        Larga sería la lista de todas aquellas cuestiones en las que, antes y después de la Revolución Rusa, Trotsky se opuso a Lenin y al bolchevismo. Pero el lector acucioso puede leer, entre otros, el documentado libro Sobre el Trotskismo del marxista griego Kostas Mavraquis.

        En la lucha por culminar la reconstitución del partido de Mariátegui, no es correcto publicitar al antibolchevique Trotsky, quien, fuera ya del partido soviético, con su Cuarta Internacional cumplió un papel contrarrevolucionario.

        Estamos seguros de que, en la lucha por llevar hasta el fin la reconstitución del partido de Mariátegui, Trotsky y el trotskismo no tendrán lugar alguno, y que el Partido Reconstituido será un partido marxista-leninista.

 

07.07.2023.

___________

(1) Acta de Constitución del Partido Socialista del Perú, en Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II.

(2) “Principios programáticos del Partido Socialista”, en Ideología y política.

(3) No es el caso, desde luego, de algunos marxistas que simplemente están confundidos.

(4) Introducción a la edición española de El programa de transición de Trotsky.

(5) Figuras y aspectos de la vida mundial, t. II.


Mariátegui, el ¿Qué hacer? y el Partido Socialista del Perú 

E.I.

Punto polémico en nuestro medio es la relación de Mariátegui con el ¿Qué hacer?, el famoso libro de Lenin. Precisamente el presente artículo tiene por finalidad contribuir al esclarecimiento de este problema.

I

El ¿Qué hacer? fue escrito entre fines de 1901 y comienzos de 1902, tiempo comprendido, como es obvio, dentro del período 1900-1903, en cuyo curso, según señaló Lenin, «se sentaron las bases del partido de masas del proletariado revolucionario de Rusia». Precisamente en el mencionado libro el jefe bolchevique sustentó cinco caracteres fundamentales del partido proletario, sea que exista en forma de partido de revolucionarios profesionales o en forma de partido de masas. A saber: su carácter de clase, su ligazón con la clase y las masas, su cualidad de vanguardia del proletariado, el centralismo democrático como principio de su estructura orgánica, su carácter clandestino. 

En cuanto al carácter de clase del Partido, en el primer capítulo del ¿Qué hacer? Lenin se extendió deslindando resueltamente con el revisionismo –que a la sazón se revelaba ya como un fenómeno internacional–, así como en una firme defensa del marxismo y, además, siguiendo a Engels, reivindicó la lucha teórica como una de las formas de la lucha de clase del proletariado revolucionario para, finalmente, afirmar categóricamente: 


… sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia. 

¿Alguien puede dudar de que, con la expresión «teoría de vanguardia», Lenin postuló el marxismo como la base de unidad del Partido, es decir, como el factor decisivo de su carácter de clase? 

En cuanto a la ligazón del Partido con la clase y las masas, el jefe de la revolución rusa señaló en el mismo ¿Qué hacer?: 


… yo afirmo: 1) que no puede haber un movimiento revolucionario sólido sin una organización de dirigentes estable y que asegure la continuidad: 2) que cuanto más extendida sea la masa espontáneamente incorporada a la lucha, masa que constituye la base del movimiento y que participa en él, más apremiante será la necesidad de semejante organización y más sólida deberá ser ésta  (ya que tanto más fácilmente podrá toda clase de demagogos arrastrar a las capas atrasadas de la masa); 3) que dicha organización debe estar formada, en lo fundamental, por hombres entregados profesionalmente a las actividades revolucionarias; 4) que en el país de la autocracia, cuanto más restrinjamos el contingente de los miembros de una organización de este tipo, hasta no incluir en ella más que aquellos afiliados que se ocupen profesionalmente de actividades revolucionarias y que tengan ya una preparación profesional en el arte de luchar contra la policía, más difícil será “cazar” a esta organización, y 5) mayor será el número de personas tanto de la clase obrera como de las demás clases de la sociedad que podrán participar en el movimiento y colaborar activamente en él.

Es decir, Lenin sostuvo que, en las condiciones de la autocracia zarista, el partido de revolucionarios profesionales debía mantener la más estrecha ligazón con la clase y las masas, como que así fue. De esta realidad se desprende la conclusión teórica de que, por su estrecha ligazón con las masas, es decir, por su carácter, el partido de revolucionarios profesionales creado por Lenin, ¡fue un partido de masas!  

La frase «por su carácter» expresa aquí el hecho de que el partido bolchevique fue un partido adherido al marxismo y profundamente enraizado en la clase y las masas; en otras palabras, da cuenta de que, en sus primeros años, el partido bolchevique fue un partido de revolucionarios profesionales por la extensión reducida de su militancia, pero, al mismo tiempo –y aunque parezca paradójico– fue un partido de masas por su ideología y por su ligazón con la clase y las masas, que es la cualidad que lo distinguía y que distingue a todo partido proletario. 

En el «Discurso en defensa de la táctica de la Internacional Comunista», el jefe bolchevique sostuvo: 


Yo no excluyo en absoluto que la revolución pueda ser iniciada también por un partido muy pequeño y llevada hasta la victoria. Pero es necesario conocer los métodos para ganarse a las masas. Para ello es necesario preparar a fondo la revolución. Pero vemos que hay camaradas que afirman: Hace falta renunciar inmediatamente a la exigencia de conquistar “grandes” masas. Es necesario luchar contra estos camaradas. En ningún país lograréis la victoria sin una preparación a fondo, Es suficiente un partido muy pequeño para conducir a las masas. En determinados momentos no hay necesidad de grandes organizaciones.

Mas para la victoria es preciso contar con las simpatías de las masas. No siempre es necesaria la mayoría absoluta; mas para la victoria, para mantener el poder, es necesaria no sólo la mayoría de la clase obrera –empleo aquí el término “clase obrera” en el sentido europeo occidental, es decir, en el sentido de proletariado industrial–, sino también la mayoría de la población rural explotada y trabajadora.1

Al declarar lo citado, es seguro que Lenin estaba pensando en un partido de revolucionaros profesionales. La cuestión es, entonces, la siguiente: por regla, para la victoria de la revolución y el mantenimiento del poder conquistado, hace falta un partido de masas por la extensa cantidad de sus militantes, pero, como excepción, tal victoria puede ser lograda también por «un partido muy pequeño», siempre, claro está, que sepa ganarse a la mayoría de las clases trabajadoras, es decir, siempre que, por su carácter, sea un partido de masas.2

 En cuanto a la cualidad de vanguardia del partido proletario, Lenin fundamentó la premisa teórica general de esta cualidad: 


… esas huelgas eran lucha tradeunionista, no eran aún lucha socialdemócrata; señalaban el despertar del antagonismo entre los obreros y los patronos, pero los obreros no tenían, ni podían tener, la conciencia de la oposición inconciliable entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es decir, no tenían conciencia socialdemócrata.

Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser introducida desde fuera. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales y o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas, elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales. Los propios fundadores del socialismo científico moderno, Marx y Engels, pertenecían por su posición social a los intelectuales burgueses. De igual modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia independientemente en absoluto del ascenso espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como resultado natural e inevitable del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas. Hacia la época de que tratamos, es decir, a mediados de la última década del siglo pasado, esa doctrina no sólo constituía ya un programa completamente formado del grupo “Emancipación del Trabajo”, sino que incluso había llegado a conquistas a la mayoría de la juventud revolucionaria de Rusia.

De modo que existían tanto el despertar espontáneo de las masas obreras, el despertar a la vida consciente y a la lucha consciente, como una juventud revolucionaria que, armada de la teoría socialdemócrata, tendía con todas sus fuerzas hacia los obreros. Además, importa sobre todo dejar sentado el hecho, olvidado a menudo (y relativamente poco conocido), de que los primeros socialdemócratas de ese período, al ocuparse con ardor de la agitación económica (y teniendo bien presentes en este sentido las indicaciones realmente útiles del folleto, entonces manuscrito aún, Sobre la agitación), lejos de estimarla como su única tarea, por el contrario, ya desde el comienzo se asignaban las más amplias tareas históricas de la socialdemocracia rusa, en general, y la de derrocar a la autocracia, en particular.

todo lo que sea inclinarse ante la espontaneidad del movimiento obrero, todo lo que sea rebajar el papel del “elemento consciente”, el papel de la socialdemocracia, equivaleen absoluto independientemente de la voluntad de quien lo hacea fortalecer la influencia de la de la ideología burguesa sobre los obreros. Todo el que hable de “sobreestimación de la ideología”, de exageración del papel del elemento consciente, etc., se imagina que el movimiento puramente obrero puede de por sí elaborar y elaborará una ideología independiente, tan pronto como los obreros “arranquen su destino de mano de los dirigentes”. Pero esto es un caso error.

Por eso, nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia, consiste en combatir la espontaneidad, hacer que el movimiento obrero abandone esta tendencia espontánea del tradeunionismo a cobijarse bajo el ala de la burguesía y atraerlo hacia el ala de la socialdemocracia revolucionaria.

Ya hemos visto que Lenin precisó que el marxismo determina la cualidad de vanguardia del Partido, pero la siguiente afirmación, contenida asimismo en el ¿Qué hacer?, precisa aún mejor tal cualidad: 


… el revolucionario ruso, dirigido por una teoría verdaderamente revolucionaria, apoyándose en una clase verdaderamente revolucionaria, que se despierta espontáneamente, puede al fin –¡al fin!– alzarse en toda su talla y desplegar todas sus fuerzas de gigante. 

Esta definición de la cualidad de vanguardia del partido es más completa, pues, siguiendo a Engels, Lenin establece los dos factores determinantes de dicha cualidad: el marxismo y el enraizamiento del partido en la clase y las masas.3

 Ciertamente en el ¿Qué hacer? el jefe bolchevique no utilizó el término centralismo democrático, pero quienquiera puede percatarse de que allí habla del centralismo y, en el capítulo IV, acápite d, «La organización “de conjuradores” y la “democracia”», argumentando contra la democracia primitiva y relevando la legitimidad de «la plena y fraternal confianza mutua entre los revolucionarios» en una organización centralizada, subraya que, siendo esta condición de partido centralizado una característica del partido de revolucionarios profesionales, «El único principio de organización serio a que deben atenerse los dirigentes de nuestro movimiento tiene que ser el siguiente: la más severa discreción conspirativa, la más rigurosa selección de afiliados y la preparación de revolucionarios profesionales», por cuanto de hecho la «condición fundamental» de «un amplio principio democrático» es prácticamente «irrealizable» en «una organización secreta». Y puntualizó:


… cometeríamos un gran error si creyéramos que, por ser imposible un control verdaderamente “democrático”, los afiliados a una organización revolucionaria se convierten en incontrolables: no tienen tiempo de pensar en las formas pueriles de democracia (democracia en el seno de un apretado grupo de camaradas entre los que reina plena confianza mutua), pero sienten muy vivamente su responsabilidad, sabiendo además, por experiencia, que una organización de verdaderos revolucionarios no se parará en nada para librarse de un miembro indigno. Además, está bastante extendida entre nosotros una opinión pública de los medios revolucionarios rusos (e internacionales), que tiene tras sí toda una historia y que castiga con implacable severidad toda falta a las obligaciones de camaradería (¡y la “democracia”, la verdadera, no la democracia pueril, queda comprendida, como la parte en el todo, en este concepto de camaradería!). ¡Tened todo esto en cuenta y comprenderéis qué repugnante tufillo a juego a los  generales en el extranjero despiden todas esas habladurías y resoluciones sobre “tendencias antidemocráticas”!

Es decir, Lenin da una idea exacta de la forma específica en que se presenta el centralismo democrático en un partido que opera en condiciones extremas como aquellas que hubo bajo la autocracia zarista: por un lado, en semejante partido el centralismo tiene un peso específico señaladamente importante, y por otro, la democracia aparece comprendida en la confianza mutua entre los revolucionarios, presentándose así como la parte en el todo organizacional del Partido.

 En cuanto al carácter clandestino del Partido, no es necesario ningún comentario especial, pues, como el lector sabe, el ¿Qué hacer? es una demostración de la necesidad de dicho carácter.

 De los cinco caracteres del partido proletario, expuestos aquí sumariamente, el carácter de clase del Partido y su cualidad de vanguardia, en ningún caso presentan alguna forma específica: el Partido es de clase o no es de clase, es vanguardia o no es vanguardia.4 Puesto que la forma del Partido está determinada por las condiciones particulares concretas en las que actúa, se entenderá que los restantes caracteres presenten algunas formas específicas si el Partido existe como partido de revolucionarios profesionales o como partido de masas.5

II

Pues bien, el Partido Socialista del Perú, fundado el 7 de octubre de 1928, fue un partido marxista-leninista: 


El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha.6

Y, como está probado, estuvo significativamente ligado a las masas de arriba y de abajo (Amauta, Labor, CGTP). Por eso Mariátegui acordó en la Reunión de Barranco: 


La organización de los obreros y campesinos con carácter netamente clasista constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda, y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional.

De acuerdo a las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas.7

Y, por eso mismo, en «Principios programáticos del Partido Socialista»,8 expresó así la cualidad de vanguardia del Partido: 


El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase.9

Es claro pues que, en relación a estas cuestiones, Mariátegui siguió la teoría leninista del partido de clase expuesta en el ¿Qué hacer?

 Como puede verificarse, Mariátegui no teorizó sobre el centralismo democrático ni sobre el carácter clandestino del Partido. Sin embargo, en la medida en que su pensamiento no solo se encuentra en su obra escrita, sino también, en forma implícita, en su actividad práctica, puede inferirse de la misma si adhirió o no al centralismo democrático y al carácter clandestino del partido proletario. 

Veamos lo primero. ¿Cómo fueron tomados los acuerdos de las Reuniones de La Herradura y de Barranco? ¿Cómo fueron acordados los «Principios programáticos del Partido Socialista»? Sin ninguna duda, en dichas reuniones hubo el debate necesario (democracia) que concluyó con la toma de los acuerdos de cada una de las aludidas reuniones (centralismo). Específicamente, los «Principios programáticos» fueron debatidos (democracia) y aprobados, en principio, por los fundadores (centralismo); pero además, en la segunda mitad de 1929, el PSP, luego del debido debate (democracia) aprobó finalmente su Programa (centralismo).10 

Veamos lo segundo. Varios hechos prueban que Mariátegui sostenía el carácter clandestino de su partido. Así, por ejemplo, las Reuniones de La Herradura y de Barranco, las de la segunda mitad de 1929 (donde fueron definitivamente aprobados los puntos del programa del Partido)11 y las reuniones del CC del 1 y del 4 de marzo de 1930, fueron todas reuniones clandestinas. Es decir, de setiembre de 1928 hasta poco antes de la muerte de Mariátegui, el Partido desarrolló un trabajo que prueba su carácter clandestino. No obstante, Mariátegui era consciente de que, a diferencia de la Rusia zarista, donde no existía libertad política, en el Perú de su tiempo era necesario utilizar el margen de legalidad existente. Por eso escribió en los «Principios programáticos»: 

[La] fundación pública de esta agrupación.

La libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y distribuir su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación.12

Se sobreentiende que en los citados «Principios», destinados al público en general (“Los grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo…”),13 era innecesario y aun imprudente indicar el carácter clandestino del Partido. Por eso la cita precedente hay que entenderla como una expresión específica del trabajo partidario, y no como una conculcación del carácter clandestino del Partido. En el Acta de la Reunión del 1 marzo de 1930 (que data de un año y cinco meses después de la aprobación preliminar de los «Principios»), puede leerse: 


Por unanimidad se aprobó enseguida la segunda parte de la moción de orden del día, conforme a la cual, todos los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el Manifiesto y documentos, reservándose el C.E. la designación de los que en delegación del P. deben suscribirlo al ser dados a la publicidad, designación para la cual el C.E. tendrá en cuenta el interés del P. y las razones de oportunidad y eficacia de tal elección.14

Esta cita demuestra pues que el intentado «surgimiento público» del Partido no hubiera negado su carácter clandestino, pues si bien el Acta de la Reunión dice que «todos los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el Manifiesto y documentos», dice también que el Comité Ejecutivo se reserva «la designación de los que en delegación del P.» debían suscribir tales materiales, designación que debía cautelar «el interés del P. y las razones de oportunidad y eficacia de tal designación». Es decir, la firma de todos los miembros del CC y de los grupos de provincias, era exclusivamente para fines internos, mientras que para fines externos solo algunos militantes debían suscribir el «Manifiesto» y demás documentos. Este hecho demuestra que el «surgimiento público» del PSP no hubiera significado su legalización, sino el surgimiento de la red legal del Partido (que, como es lógico, hubiera tenido que aparecer con el nombre de Partido Socialista del Perú); no la negación de su carácter clandestino, sino el posicionamiento de dicha red en la vida política del país.

En conclusión, la adhesión de Mariátegui tanto al centralismo democrático como al carácter clandestino del Partido, se encuentra contenida en su práctica de construcción del PSP. De esta forma puede decirse, con razón, que el maestro siguió la teoría expuesta en el ¿Qué hacer? en punto a estas dos cuestiones, pero teniendo en cuenta las condiciones particulares del Perú de la década de 1920. 

De hecho, una cosa es el carácter clandestino del Partido, y otra su estatus legal. Este estatus no niega ni tiene por qué negar aquel carácter, siempre, desde luego, que se sepa combinar el trabajo clandestino y el trabajo abierto, es decir, siempre que el segundo tipo de trabajo esté correctamente dirigido por el primero. De hecho, en el capitalismo el partido proletario no puede dejar de ser, por regla, un partido clandestino, incluso si las condiciones de libertad política le permiten un estatus legal.15 El Partido puede y debe utilizar la legalidad burguesa para sus propios fines, pero en modo alguno puede abolir su carácter clandestino y confiar en la legalidad burguesa hasta el punto de creer que la burguesía no es capaz de caer sobre la militancia con toda la fuerza de su aparato represivo. Confiar en la legalidad burguesa es una expresión de legalismo, y cancelar el carácter clandestino del partido es liquidacionismo. Tenga en cuenta el lector, por ejemplo, lo que le ocurrió al Partido Comunista de Indonesia en 1965 por caer en legalismo.16

 Por otro lado, Mariátegui no tomó del ¿Qué hacer? la sustentación del partido como organización de revolucionarios profesionales,17 pues, sin duda, entendió que dicha forma organizativa no respondía a las condiciones peruanas de su tiempo, y que, de otro lado, no era pasible de ser generalizada.

En La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, Lenin señaló: 


La historia… ha confirmado hoy a gran escala, a escala histórica universal, la opinión que hemos defendido siempre, a saber: que la socialdemocracia revolucionaria alemana… estaba más cerca que nadie de ser el partido que necesitaba el proletariado revolucionario para triunfar.

Como vemos, Lenin precisó que lo citado era la opinión que había defendido siempre. En consecuencia, cae de su peso que el jefe de la revolución rusa era perfectamente consciente de que la organización de revolucionarios profesionales que sustentó en el ¿Qué hacer? tenía un valor particular, en primer lugar, y, en segundo, un valor provisorio. 

En cuanto a lo primero, en el informe pronunciado ante el IV Congreso de la Tercera Internacional (13 de noviembre de 1922), publicada bajo el título de «Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial», el jefe bolchevique señaló: 


En 1921, en el III Congreso, aprobamos una resolución sobre la estructura orgánica de los partidos comunistas y los métodos y el contenido de su labor. La resolución es magnífica, pero es rusa casi hasta la médula, es decir, se basa en las condiciones rusas. Este es su lado bueno, pero también su lado malo. Malo, porque estoy convencido de que casi ningún extranjero podrá leerla; yo la he releído antes de decir esto. En primer lugar, es demasiado larga, consta de 50 párrafos o más. Como regla general, los extranjeros no pueden leer cosas así. Segundo, porque incluso si la leen, no la comprenderán, precisamente porque es demasiado rusa. No porque esté escrita en ruso (ha sido magníficamente traducida a todos los idiomas), sino porque está supersaturada de espíritu ruso. Y tercero, si, en caso excepcional, algún extranjero la llega a entender, no la podrá cumplir. Este es su tercer defecto. (…). Como ya he dicho, la resolución está excelentemente redactada y yo suscribo todos sus 50 o más párrafos. Pero no hemos comprendido cómo se debe llevar nuestra experiencia rusa a los extranjeros. Cuanto expone la resolución ha quedado en letra muerta. Y si no comprendemos esto no podremos seguir nuestro avance. Considero que lo más importante para todos nosotros, tanto para los rusos como para los camaradas extranjeros, consiste en que, después de cinco años de revolución rusa, debemos estudiar.

(…) Pero también los camaradas extranjeros deben estudiar. (…) que comprendan también lo que hemos escrito acerca de la estructura orgánica de los partidos comunistas (…) Esta debe ser su primera tarea. Es preciso llevar a la práctica esta resolución. Pero no puede hacerse de la noche a la mañana, eso sería completamente imposible. La resolución es demasiado rusa: refleja la experiencia rusa. por eso, los extranjeros no la comprenden en absoluto y no pueden conformarse con colocarla en un rincón como un icono y rezar ante ella. Así no se conseguirá nada. Lo que necesitan es asimilar parte de la experiencia rusa. (…) Nosotros, los rusos, debemos buscar también la forma de explicar a los extranjeros los fundamentos de esta resolución, pues, de otro modo, estarán imposibilitados en absoluto de cumplirla. Estoy convencido de que, en este sentido, debemos decir no sólo a los camaradas rusos, sino también a los extranjeros, que lo más importante del período en que estamos entrando es estudiar. Nosotros estudiamos en sentido general. En cambio, los estudios de ellos deben tener un carácter especial para que lleguen a comprender realmente la organización, la estructura, el método y el contenido de la labor revolucionaria. Si se logra esto, entonces, estoy convencido de ello, las perspectivas de la revolución mundial serán no sólo buenas, sino incluso magníficas.18

En cuanto a lo segundo, no hace falta recordar los llamados de Lenin a transformar el partido bolchevique de revolucionarios profesionales en un partido de masas. Pero aquí es menester subrayar dos cosas. Primero, que la aludida transformación no implicaba en modo alguno la anulación del carácter clandestino del partido; segundo, que dicha transformación hizo posible una aplicación más proporcional del centralismo democrático, la incorporación de un extenso número de dirigentes de las masas a las filas partidarias y, de hecho, un nuevo tipo de ligazón del partido con la clase y las masas. Por eso, en el prólogo a la recopilación 12 años el autor del ¿Qué hacer? señaló las siguientes cuestiones: 


El Partido Socialdemócrata, a pesar de la escisión, de 1903 a 1907… fue el que más informó a la opinión pública acerca de su situación interna… El Partido Socialdemócrata, a pesar de la escisión, utilizó antes que todos los demás partidos el destello temporal de libertad para hacer efectivo el régimen democrático ideal de organización abierta, con elección de cargos y con representación en los congresos según el número de miembros organizados del Partido.19

Información a la opinión pública sobre la situación interna del partido, democratización de la vida partidaria (elección de cargos, representación de la militancia en los congresos), organización abierta del partido. Con estas precisiones recapitulaba Lenin, en 1907, un aspecto especialmente importante de la experiencia de lucha de los comunistas rusos.

Así, en las condiciones de libertad política, el carácter clandestino del Partido no impide sino que, por el contrario, exige la utilización de la legalidad. Precisamente en las condiciones del Perú de la década de 1920, el PSP utilizó los márgenes de legalidad existentes, pero no cayó en legalismo ni suprimió su carácter clandestino. Esta realidad histórica puede ser captada en la forma en que los fundadores asumieron el trabajo organizativo partidario para sortear las dificultades que presentaban las condiciones dadas, así como en la forma en que utilizaron las posibilidades de trabajo legal que esas mismas condiciones encerraban: 


… para comprender los motivos que dieron lugar a la constitución de una «célula secreta», es necesario analizar las condiciones objetivas en las que el grupo de Mariátegui desarrollaba su actividad organizadora de lo que debió ser el primer partido de masas y de ideas de nuestra historia republicana. Ciertamente tales condiciones no facilitaban el trabajo legal con vistas a un tal objetivo. Como es de conocimiento común, el gobierno de Leguía sometió a Mariátegui a una permanente vigilancia y a una sañuda represión: asalto a su casa, apresamiento, clausura de su revista Amauta y de su periódico Labor. Esta acción represiva afectó asimismo al movimiento popular: «complot comunista», confinamiento y deportación de activistas.

… no solo las condiciones objetivas de operatividad eran sumamente difíciles, sino también las condiciones subjetivas. El hecho de que la fundación del Partido hubo de adelantarse en una situación de precariedad ideológica de muchos activistas, la selección de aquellos que finalmente participaron en las Reuniones de La Herradura y de Barranco, fue, sin duda, una tarea riesgosa.20

La utilización de las posibilidades de trabajo legal del Partido se puso de manifiesto en el trabajo de propaganda, en el trabajo sindical y en el trabajo de organización política (por ejemplo en el intento de construir la red legal del Partido). 

III

Entonces, no es que Mariátegui descartara el ¿Qué hacer?, sino que lo asumió con beneficio de inventario, es decir, teniendo en cuenta la realidad particular del Perú de su tiempo. Por otro lado, a más de lo expuesto arriba, Mariátegui tuvo en cuenta el desarrollo del marxismo en nuestra época y, por eso, acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del Partido Socialista del Perú. 

No es, tampoco, que el ¿Qué hacer? tenga exclusivamente un valor particular para situaciones como las de la Rusia zarista, pues, al mismo tiempo, tiene un contenido de valor universal; y tampoco que el pensamiento de Mariátegui sobre el Partido Socialista del Perú tenga un valor únicamente particular, pues, a un tiempo mismo, tiene un contenido de valor universal. 

No es, finalmente, que en el ¿Qué hacer? Lenin sustentara el carácter clandestino del partido proletario, mientras en «Principios programáticos» Mariátegui planteara el carácter legal del PSP. Como ha quedado demostrado, el PSP fue un partido clandestino, aunque, dadas las condiciones peruanas de la época, con una actividad legal mucho más amplia que la que exigua e intermitentemente tuvo el partido bolchevique.

15.07.2022.

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(1) Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista, recopilación, editorial Progreso, Moscú, s.f., p. 105 (en adelante, Discursos)

(2) Por razones obvias, esta problemática y todas las consecuencias teóricas que derivan de ella, exigen ser tratadas en un artículo aparte.

(3) Ver nuestro folleto «El partido del proletariado».

(4) Aunque hay que precisar que la condición de vanguardia del partido proletario experimenta un proceso en cuyas sucesivas etapas cobra un significado específico cada vez más sustancial.

(5) Aquí no es posible extendernos sobre las formas específicas que presentan en cada situación la ligazón del partido con la clase y las masas, el centralismo democrático como el principio fundamental de su estructura orgánica y su carácter clandestino.

(6) Ideología y política, 1986, p. 160.

(7) Martínez, Ricardo, Apuntes para una interpretación marxistas de historia social del Perú, t. I, pp. 397 y 398 (en adelante, Apuntes)

(8) Para facilitarle las cosas al lector (los Apuntes de Martínez no son de fácil acceso), en el presente artículo utilizamos el título con el cual el Programa aparece en Ideología y política.

(9) Ideología y política, p. 162.

(10) Ver nuestro artículo «La reunión de Barranco y el liquidacionismo histórico».

(11) En los Apuntes de Martínez no aparece este importante documento, no obstante existir en sus páginas, así como en las de la Correspondencia de Mariátegui, pruebas irrefutables de su aprobación. Ver nuestro artículo mencionado en la nota anterior.

(12) Ideología y política, p. 164.

(13) Ibídem.

(14) Martínez, Ricardo, Apuntes, t. II, p. 486.

(15) Solo en las condiciones del socialismo el partido proletario puede dejar de ser un partido clandestino, pero, como señaló Lenin en una oportunidad, incluso en tales condiciones no todo el trabajo partidario puede hacerse a la luz del día.

(16) Centenares de miles de sus militantes fueron asesinados por la camarilla militar de Suharto-Nasution.

(17) Aquí tenemos presente la diferencia existente entre el partido de revolucionarios profesionales y lo que después se dio en llamar partido de cuadros: todo partido de revolucionarios profesionales es un partido de cuadros (de dirigentes de las masas), pero no todo partido de cuadros es un partido de revolucionarios profesionales (dedicados todo el tiempo a la actividad partidaria). Así, es evidente que el PSP fue un partido de cuadros, y no un partido de revolucionarios profesionales.

(18) Lenin, Discursos, pp. 147-149.

(19) Contra el revisionismo, recopilación, Editorial Progreso, Moscú, s.f., p. 100.

(20) Ibarra, Eduardo, «Apuntes sobre la “célula secreta de los siete” del Partido Socialista del Perú», pp. 5-6.


Partido de Cuadros y Partido de Masas 

E.I.

En la literatura marxista el término partido de cuadros se ha consagrado como equivalente del término partido de revolucionarios profesionales, utilizado por Lenin en el ¿Qué hacer? Sin embargo, se impone la pregunta: ¿realmente dichos términos son equivalentes? Como ocurre en la mayoría de casos, en el que nos ocupa la sinonimia entre los mencionados términos no es absoluta sino relativa: todo revolucionario profesional es un cuadro, pero no todo cuadro es un revolucionario profesional. Como consecuencia, no todo partido de cuadros es un partido de revolucionarios profesionales. Sin embargo, por cuanto el término cuadro, de origen alemán, significa dirigente, entonces el militante del partido, bajo la forma organizativa en que éste se presente, aparece siempre como dirigente de la clase y las masas. Esta realidad determina la equivalencia entre el concepto de partido de revolucionarios profesionales y el concepto de partido de cuadros. 

Sentado lo anterior, en el presente escrito usaremos los términos partido de revolucionarios profesionales y partido de cuadros como equivalentes. 

Pues bien, Lenin escribió: 


El carácter de la estructura de cualquier institución está determinado, natural e inevitablemente, por el contenido de la actividad de dicha institución.1

Huelga decir que la actividad del partido bolchevique era la de luchar por el poder, precisamente en las condiciones de la autocracia zarista; estas condiciones exigían lo que Lenin expresó del modo siguiente: 


… la organización de los revolucionarios debe englobar ante todo y sobre todo a gentes cuya profesión sea la actividad revolucionaria (por eso, yo hablo de una organización de revolucionarios, teniendo en cuenta a los revolucionarios socialdemócratas. (…) Esta organización, necesariamente, no debe ser muy extensa, y es preciso que sea lo más clandestina posible.2

Al mismo tiempo, el jefe de la revolución rusa esclareció la relación entre esa organización revolucionaria –no muy extensa y lo más clandestina posible–3, con la clase y las masas en general: 


… la lucha contra la policía política exige cualidades especiales, exige revolucionarios profesionales. Y nosotros no debemos preocuparnos sólo de que la masa “plantee” reivindicaciones concretas, sino también de que la masa de obreros “destaque”, en número cada vez más grande, estos revolucionarios profesionales. Así, pues, hemos llegado al problema de las relaciones entre la organización de revolucionarios profesionales y el movimiento puramente obrero.4

Como vemos, Lenin plantea la cuestión de las relaciones entre el partido de revolucionarios profesionales y el movimiento obrero, y señala que el partido debe preocuparse de que dicho movimiento “destaque” más y más los revolucionarios profesionales necesarios para el partido, de que se asimilen a la organización partidaria, de que se conviertan en dirigentes organizados de la clase obrera. Lenin se extendió sobre estas relaciones: 


En realidad, se puede “elevar la actividad de la masa obrera” únicamente a condición de que no nos circunscribamos a la “agitación política sobre el terreno económico”. Y una de las condiciones esenciales para esa extensión indispensable de la agitación política es organizar denuncias políticas que abarquen todos los terrenos. La conciencia política y la actividad revolucionaria de las masas no pueden educarse sino a base de estas denuncias. Por eso, esta actividad constituye una de las funciones más importantes de toda la socialdemocracia internacional, pues incluso la libertad política no elimina en lo más mínimo esas denuncias: lo único que hacen es desplazar un poco la esfera a la que van dirigidas. Por ejemplo, el Partido alemán afianza sus posiciones y extiende su influencia, sobre todo, gracias a la persistente energía de sus campañas de denuncias políticas. La conciencia de la clase obrera no puede ser una verdadera conciencia política, si los obreros no están acostumbrados a hacerse eco de todos los casos de arbitrariedad y opresión, de violencias y abusos de toda especie, cualesquiera que sean las clases afectadas; a hacerse eco, además, desde el punto de vista socialdemócrata, y no desde ningún otro. La conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden, a base de hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, necesariamente de actualidad, a observar a cada una de las otras clases sociales, en todas las manifestaciones de la vida intelectual, moral y política de esas clases; si no aprenden a aplicar en la práctica el análisis materialista y la apreciación materialista de todos los aspectos de la actividad y de la vida de todas las clases, capas y grupos de la población. Quien oriente la atención, la capacidad de observación y la conciencia de la clase obrera exclusivamente, o aunque sólo sea con preferencia, hacia ella misma, no es un socialdemócrata, pues el conocimiento de sí misma, por parte de la clase obrera, está inseparablemente ligado a la completa nitidez no sólo de los conceptos teóricos… o mejor dicho: no tanto de los conceptos teóricos, como de las ideas elaboradas sobre la base de la experiencia de la vida política, acerca de las relaciones entre todas las clases de la sociedad actual. (…) Estas denuncias políticas que abarcan todos los aspectos de la vida son una condición indispensable y fundamental para educar la actividad revolucionaria de las masas.5

El lector sabrá comprender la necesidad de esta larga cita, pues ella da cuenta de que “A nosotros, publicistas socialdemócratas, nos incumbe ahondar, extender e intensificar las denuncias políticas y la agitación política”,6 pues, como ya vimos, la labor de dotar de conciencia política de clase a las masas trabajadoras solo puede hacerse desde el punto de vista marxista, “y no desde ningún otro”. 

Así, pues, contra lo que habitualmente se cree, el partido de revolucionarios profesionales, teóricamente fundamentado y prácticamente construido por Lenin, mantuvo una permanente relación ideológica, política y organizativa con la clase y las masas, y, por eso, puede decirse con razón que, por su carácter, fue un partido de masas. Por su carácter quiere decir aquí que se trató de un partido marxista con una profunda ligazón con la clase y las masas, lo cual representa la cualidad que distingue a todo partido proletario. Ya Engels había esclarecido que La Liga de los Comunistas, primera organización marxista, tuvo sus orígenes 


… en “dos corrientes independientes”: de una parte, “un puro movimiento de los trabajadores”, y, por la otra, “un movimiento teórico, proveniente de la desintegración de la filosofía hegeliana”, asociado predominantemente con Marx.7

Agregando que “El Manifiesto comunista de 1848 marca la fusión de ambas corrientes”.8

Es decir, según hemos visto, Engels y Lenin concibieron el partido proletario como fundido con la clase y, como es de conocimiento general, el segundo de los nombrados plasmó tal concepción en el partido bolchevique. Entonces, ¿cómo no reconocer que el partido de revolucionarios profesionales fue, al mismo tiempo, un partido de masas?

En un discurso en la Internacional Comunista, el jefe de la revolución rusa sostuvo:  


Yo no excluyo en absoluto que la revolución pueda ser iniciada también por un partido muy pequeño y llevada hasta la victoria. Pero es necesario conocer los métodos para ganarse a las masas. Para ello es necesario preparar a fondo la revolución. Pero vemos que hay camaradas que afirman: Hace falta renunciar inmediatamente a la exigencia de conquistar “grandes” masas. Es necesario luchar contra estos camaradas. En ningún país lograréis la victoria sin una preparación a fondo. Es suficiente un partido muy pequeño para conducir a las masas. En determinados momentos no hay necesidad de grandes organizaciones.

Mas para la victoria es preciso contar con las simpatías de las masas. No siempre es necesaria la mayoría absoluta; mas para la victoria, para mantener el poder, es necesaria no sólo la mayoría de la clase obrera…, sino también la mayoría de la población rural explotada y trabajadora.9

Aquí, como es obvio, Lenin habla de un partido no extenso, de un partido pequeño, de un partido de cuadros, y reafirma su concepción de que este partido tiene que “ganarse a las masas”, es decir, fusionarse con las masas. Asimismo, luchando contra quienes sostenían que había que renunciar a la exigencia de conquistar “grandes” masas, Lenin señala que en ningún país podría alcanzarse la victoria “sin una preparación a fondo” y que, si bien es cierto que en determinadas circunstancias “Es suficiente un partido muy pequeño para conducir a las masas”, sin ganarse a éstas, sin fusionarse con ellas, es imposible conducirlas hasta la victoria. Por eso agrega Lenin que “para la victoria, para mantener el poder, es necesaria no sólo la mayoría de la clase obrera… sino también la mayoría de la población rural explotada y trabajadora.” 

En conclusión, 


Para aportar a los obreros conocimientos políticos, los socialdemócratas deben ir a todas las clases de la población, deben enviar a todas partes destacamentos de su ejército.10

Sobre esta base el partido puede asimilar a sus filas a los trabajadores que se destaquen como cuadros. Los resultados de este trabajo de masas hacen del partido un partido de masas por su carácter. 

En la penúltima cita de Lenin hemos leído que para la victoria y mantenerse en el poder, es necesario ganarse a la mayoría de la clase obrera y a la mayoría de la población rural explotada. Aquí, por lo tanto, es indispensable contemplar una cuestión complementaria. 

Lenin escribió: 


Todo agitador obrero que tenga algún talento, que “prometa”, no debe trabajar once horas en la fábrica. Debemos arreglárnoslas de modo que viva por cuenta del partido, que pueda pasar a la acción en el momento preciso, que cambie de localidad, pues de otro modo no adquirirá gran experiencia, no ampliará su horizonte, no podrá sostenerse siquiera unos cuantos años en la lucha contra los gendarmes.11

Es decir, bajo el régimen capitalista, el partido de cuadros tiene una militancia sin relación significativa con el aparato de producción: la mayoría de sus militantes tiene por profesión la actividad revolucionaria. En cambio, el partido de masas en el sentido habitual del término, sí mantiene una relación con el aparato productivo: la mayoría de sus militantes trabajan en una u otra cosa. Por razones obvias, bajo el socialismo esta relación con el aparato productivo se hace más vasta. 

Pues bien, el partido de masas en el sentido habitual del término, es un partido de cuadros, un partido de dirigentes. Promover el partido de masas no como un partido de cuadros, es borrar toda diferencia entre la vanguardia y las masas, y, obviamente, ello sería oportunismo. 

En conclusión, el partido de cuadros es un partido de masas con una militancia restringida, mientras el partido de masas es un partido de cuadros con una militancia extensa. 

Esto significa que cualquiera sea la forma de organización que asuma el partido proletario –partido de cuadros o partido de masas en el sentido habitual del término– su carácter está determinado por su filiación marxista y su fusión con las masas trabajadoras. Esta filiación y esta fusión dan el carácter de clase del partido y, específicamente esta fusión, existe bajo una forma relativamente poco extensa en el caso del partido de cuadros y en una forma muy extensa en el caso del partido de masas en el sentido habitual del término. 

Cuando en 1929 Mariátegui habló de “partido de masas y de ideas”, se refirió al partido de masas en el sentido habitual de este término, pero, como sabemos, aproximadamente un año antes, en octubre de 1928, fue constituido el Partido Socialista del Perú como partido de cuadros y de ideas. En consecuencia, el partido de masas soñado por Mariátegui iba a ser el resultado de la transformación de un partido de masas bajo la forma de partido de cuadros en un partido de cuadros bajo la forma de partido de masas. Esta transformación es el camino de construcción del partido de masas que, por lo general, necesita el proletariado para conquistar el poder. Esta transformación es la dialéctica del partido como organización de vanguardia. 

11.08.2022. 

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(1) ¿Qué hacer?, Editorial Progreso, Moscú, s.f., pp. 98-99.

(2) Ob. cit., p. 111.

(3) La clandestinidad del partido proletario puede presentarse en diversos grados (muy rigurosa o menos rigurosa), determinados por las condiciones de operatividad; del mismo modo, la actividad de su red pública puede presentarse igualmente en diversos grados (muy amplia o menos amplia), determinados asimismo por las condiciones de operatividad.

(4) Ob. cit., pp. 108-109.

(5) Ob. cit., pp. 69-70.

(6) Ob. cit., p. 71.

(7) Citado por Monty Jhonstone, Teoría marxista del partido político, autores varios, Ediciones Pasado y Presente, Córdova, p. 108.

(8) Fíjese el lector que Engels habla de fusión de la teoría marxista con el movimiento de los trabajadores. Esta era su concepción, compartida por Marx, del partido proletario. Es decir, el partido proletario es la fusión de la teoría marxista con el movimiento obrero, con el movimiento de las masas trabajadoras.

(9) Discursos pronunciados en los Congresos de la Internacional Comunista, recopilación, editorial Progreso, Moscú, s.f., p. 105, elipsis nuestra.

(10) Ob. cit., p. 131.

(11) Ob. cit., p. 79.


CREACIÓN HEROICA