sábado, 28 de enero de 2012

Economía



El Indio y el Capital Humano


César Risso


JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI llamaba capital humano a la fuerza de trabajo, en tiempos en los que este concepto no tenía la connotación que tiene ahora, menos contemplativo con el aspecto humano y social de la producción, y en consecuencia, más frío y técnico en su análisis.

Carlos Marx usó la expresión capital variable, haciendo referencia al uso capitalista de la fuerza de trabajo, que al adquirir carácter de mercancía (rasgo peculiar del capitalismo), con su despliegue agrega nuevo valor al capital constante (maquinaria, materia prima, materiales auxiliares, etc.). La mercancía fuerza de trabajo es la única capaz de crear nuevo valor. Sin embargo, la burguesía hace extensiva esta peculiaridad de la fuerza de trabajo a todo el capital.

Si la fuerza de trabajo, independientemente de si es mercancía o no, es la que crea la riqueza, es decir, la inmensa variedad de bienes y servicios que satisfacen las necesidades de la sociedad, entonces esta misma es insustituible y, en consecuencia, de su preservación depende la sociedad. De modo tal que cualquiera sea el sistema económico, un aspecto fundamental es la forma en la que éste conserva y reproduce la fuerza de trabajo.

Esta consideración, entre otras,  es la que llevó a José Carlos Mariátegui a tratar el problema del indio, considerándolo fuerza de trabajo de un tipo especial, es decir, con las características propias del productor del Ayllu, con aquellos elementos de socialismo práctico que le reivindica. Incluso, cuando sus expresiones parecen olvidarse del aspecto humano del asunto, aludiendo al lado técnico de la producción (cantidad y calidad de bienes), señalando al sistema feudal, por ejemplo, hace referencia al incremento de la producción para asegurar la existencia de la sociedad. Así: “El dato demográfico es, a este respecto, el más fehaciente y decisivo. Contra todos los reproches que, -en el nombre de conceptos liberales, esto es modernos, de libertad y justicia-, se pueden hacer al régimen inkaico, está el hecho histórico -positivo, material-, de que aseguraba la subsistencia y el crecimiento de una población que, cuando arribaron al Perú los conquistadores, ascendía a diez millones y que, en tres siglos de dominio español, descendió a un millón. Este hecho condena al coloniaje y no desde los puntos de vista abstractos o teóricos o morales -o como quiera calificárseles- de la justicia, sino desde los puntos de vista prácticos, concretos y materiales de la utilidad[1] (Cursivas nuestras). Por supuesto que en este caso la acepción “utilidad” hace referencia a la cantidad de bienes producidos, y no al beneficio monetario.

En la actualidad el productor agropecuario, en su organización comunal, se ve rodeado de producción capitalista, de un “inmenso arsenal de mercancías”, de modo que aquello que no puede conseguir (producir) por su propio esfuerzo, tiene que adquirirlo a través de la mercancía dinero. El cerco capitalista lo constriñe a su reducto social, a su parcela o comunidad, esto es, a mantener o desarrollar sus relaciones colectivistas, de solidaridad y reciprocidad, únicamente en el seno de su comunidad, obligándolo a incorporar parte de su trabajo, o más precisamente, su fuerza de trabajo, a la producción bajo el sistema capitalista, usándolo parcialmente como obrero asalariado en las minas, por ejemplo.

En este sentido, de los productores agropecuarios a nivel nacional, el 77,7%  son trabajadores independientes, es decir, se dedican a cultivar sus tierras; siendo estos en la sierra el 81,8%. Los propietarios que hacen uso de mano de obra no familiar representan el 12,7% a nivel nacional. Y los productores agropecuarios en la condición laboral de obreros son el 7,3% a nivel nacional[2].

El 83% de los productores obtienen sus ingresos de su propia actividad agropecuaria. En cambio, el 7,3% tiene como su segunda fuente de ingresos las ganancias por negocios. Sin embargo estas son reducidas.

El 79,5% de los productores agropecuarios recibe ayuda familiar, es decir, hace uso de mano de obra no remunerada. Esta producción es propia de la economía mercantil simple.

Debido a la estacionalidad de la producción agropecuaria y a la pobreza, el 6,9% de los productores agropecuarios a nivel nacional se encuentra temporalmente empleado bajo el régimen salarial, mientras que el 3,8% recibe por la misma labor pago en especies.
         
Si tomamos el dato de los ingresos, es necesario señalar que la producción de este sector es en su mayoría de subsistencia, con una escasa proporción destinada al mercado. El ingreso promedio a nivel nacional es de 4 mil 781 nuevos soles. Esto da un promedio mensual de casi 399 nuevos soles.

Con respecto a la tenencia de la tierra, el problema radica en la situación jurídica de la misma. El 79,5% de los productores agropecuarios afirma que es propietario de la tierra que trabaja, sin embargo no tienen título de propiedad o no están en los registros públicos. El 4,2% de tierras son arrendadas, bajo la forma de prestada o cedida en la mayoría de los casos, mientras que la condición de al partir es de 4,9% de las tierras.

La producción está destinada básicamente al consumo del productor en un 35,7%; como semilla se destina el 21,7%, y para el mercado se destina el 12,2%; en tanto que para el trueque, subproductos y otros destinos se asigna el 30,4%. Esto da cuenta de la escasa importancia que tiene la economía capitalista para el productor agropecuario.

Con respecto a los subproductos, estos se dedican fundamentalmente para su consumo. Así, por ejemplo, el 87,5% de chuño de papa se destina al consumo, en tanto que únicamente el 7,5% se dirige a la venta. En el mismo sentido, el 100% del morón y la chochoca se destinan al consumo.
         
Los gastos de los productores agropecuarios son ínfimos. Este es otro rasgo que da cuenta de la poca importancia de este sector en la economía capitalista. En el caso de las semillas, el 80,2% gasta 240 nuevos soles o menos. En la sierra, el 31% no realiza gasto alguno en abonos, fertilizantes o pesticidas.
         En el uso de mano de obra, el 80,5% de los productores a nivel nacional gasta 200 nuevos soles o menos por campaña.
El gasto en arrendamiento de tierras es inexistente en el 92,5% de los casos. Situación parecida a los gastos en asistencia técnica, en la que el 98,6% no tiene gastos en este rubro.

Tomando los resultados de pobreza, en el caso del método de las necesidades básicas insatisfechas, se tiene que mientras en los productores agropecuarios el 46,7% han satisfecho todas sus necesidades, a nivel nacional (nos referimos a toda la población del país) han satisfecho todas sus necesidades el 62,2% de la población. Esto da cuenta que en los productores agropecuarios más de la mitad (53,3%) tiene al menos una necesidad básica insatisfecha, en tanto que en el promedio nacional la cifra es de 37,8%.

A través del método de la línea de pobreza, se tiene que el 59,8% de los productores agropecuarios son pobres, mientras que a nivel nacional son pobres el 36,2% de la población.

La educación de los miembros de la comunidad se da espontánea y naturalmente, siendo su técnica parte de su propia experiencia acumulada. Empero, a estas alturas, la técnica burguesa la supera largamente en productividad, con el añadido de que la técnica burguesa se ha desarrollado con el acicate de la ganancia, dejando de lado a la naturaleza y el bienestar del productor, con lo cual ha terminado depredando a una y otro. Limitado en las posibilidades de aprovechamiento de las nuevas técnicas agrícolas, sin la educación adecuada, o en la mayoría de los casos sin ella, excluido como sujeto de crédito, reducido a condiciones mínimas de subsistencia; no tiene bajo el régimen económico actual posibilidades de desarrollo. Sin embargo, potencialmente está en condiciones de desarrollarse, como en el caso de Japón que, al decir de J. C. Mariátegui, encontró por sus propios medios el camino de la occidentalización.

La información de la situación educativa de los productores agropecuarios es otro aspecto de significativa importancia para la incorporación de este sector como fuerza de trabajo en una economía moderna. Así, se tiene que el 42,5% de estos no saben leer ni escribir. Asimismo, únicamente el 0,5% de los jóvenes entre 14 y 24 años están matriculados en algún centro educativo.

Si esta es la situación del productor agropecuario, qué aporte concreto, práctico, material, puede aportar al desarrollo de nuestra nación. La actual etapa capitalista, al igual que la feudalidad impuesta por la colonia, suscribe la práctica de diezmar al indio,  atajando permanentemente su desarrollo. En todos los aspectos socioeconómicos y demográficos, la condición del indio es una de las peores del país. De esto es responsable el capitalismo que domina actualmente nuestra economía y sociedad.

Asimismo señala Mariátegui que en la colonia se querían brazos y no hombres, verificando que el indio era utilizado únicamente como productor, sin tener en cuenta su condición de ser humano, es decir como consumidor; lo cual explica la crítica que hace respecto de que parecía que lo que se buscaba en la colonia era exterminar al indio. En este sentido dice: “El carácter colonial de la agricultura de la costa, que no consigue aún librarse de esta tara, proviene en gran parte del sistema esclavista. El latifundista costeño no ha reclamado nunca, para fecundar sus tierras, hombres sino brazos. Por esto, cuando le faltaron los esclavos negros, les buscó un sucedáneo en los coolíes chinos. Esta otra importación típica de un régimen de ‘encomenderos’ contrariaba y entrababa como la de los negros la formación regular de una economía liberal congruente con el orden político establecido por la revolución de la independencia. César Ugarte lo reconoce en su estudio ya citado sobre la economía peruana, afirmando resueltamente que lo que el Perú necesitaba no eran ‘brazos’ sino ‘hombres’.”[3]

Los elementos de socialismo práctico que más de una vez señala J. C. Mariátegui con respecto al indio, tanto en su comunidad como en su parcela, dan cuenta de este potencial de desarrollo del indio. Así, señala que: “La ‘comunidad’, en cambio, de una parte acusa capacidad efectiva de desarrollo y transformación y de otra parte se presenta como un sistema de producción que mantiene vivos en el indio los estímulos morales necesarios para su máximo rendimiento como trabajador. Castro Pozo hace una observación muy justa cuando escribe que ‘la comunidad indígena conserva dos grandes principios económicos sociales que hasta el presente ni la ciencia sociológica ni el empirismo de los grandes industrialistas han podido resolver satisfactoriamente: el contrato múltiple del trabajo y la realización de éste con menor desgaste fisiológico y en un ambiente de agradabilidad, emulación y compañerismo’.”[4]

La acepción de capital humano que usa Mariátegui para referirse al indio es mucho más amplia que la que se usa en la actualidad por los apologistas del capitalismo. El indio es visto por Mariátegui como un elemento indispensable del desarrollo de nuestra economía y sociedad. En este sentido, expresa de manera meridiana su concepto de desarrollo: “Los que, arbitraria y simplísticamente, reducen el progreso peruano a un problema de capital áureo, razonan y discurren como si no existiese, con derecho a prioridad en el debate, un problema de capital humano. Ignoran u olvidan que, en historia, el hombre es anterior al dinero”[5].

Continuando con su argumentación de la superioridad del hombre en la creación de riqueza, dice: “El gigantesco desarrollo material de los Estados Unidos, no prueba la potencia del oro sino la potencia del hombre. La riqueza de los Estados Unidos no está en sus bancos ni en sus bolsas; está en su población. La historia nos enseña que las raíces y los impulsos espirituales y físicos del fenómeno norteamericano se encuentran íntegramente en su material biológico” (Cursivas nuestras).      

Para evitar cualquier confusión, señala a renglón seguido: “[…] que la crisis y decadencia contemporáneas empezaron justamente cuando la civilización comenzó a depender casi absolutamente del dinero y a subordinar al dinero su espíritu y su movimiento”[6].

Es necesario recordar que si bien los sentimientos o, en términos más generales, el espíritu, en el sentido de ideas, conocimientos, sentimientos, emociones, experiencia y voluntad, dan cuenta de las características de la fuerza de trabajo del indio, esta actúa en el marco de determinadas condiciones materiales, que en este caso se refieren a las relaciones sociales de producción capitalistas, de subordinación a los propietarios de los medios de producción, a través de los cuales se extrae plusvalía[7].

¿Se puede, en el marco de las actuales relaciones capitalistas, aprovechar al indio? La respuesta es concluyente a este respecto. En el Perú, el indio y el capitalismo no han podido complementarse sino cuando el primero ha sido sometido como siervo, o bajo diversas formas, anulando el espíritu del indio, es decir, erradicando los elementos de socialismo práctico de este. Mariátegui señala el efecto que tiene en el indio la acción de la burguesía: “La opresión enemista al indio con la civilidad. Lo anula, prácticamente, como elemento de progreso. Los que empobrecen y deprimen al indio, empobrecen y deprimen a la nación. Explotado, befado, embrutecido, no puede ser el indio un creador de riqueza. Desvalorizarlo, depreciarlo como hombre equivale a desvalorizarlo, a depreciarlo como productor. Solo cuando el indio obtenga para sí el rendimiento de su trabajo, adquirirá la calidad de consumidor y productor que la economía de una nación moderna necesita en todos los individuos”[8] (Cursiva nuestra).

La posibilidad de nuestro desarrollo nacional requiere de la incorporación del indio como productor –tan venido a menos en ese sentido en la actualidad– y como consumidor. Esta posibilidad está latente, pero sólo será realidad cuando haya periclitado el sistema capitalista. De lo contrario, la comunidad y el indio en general, serán cada vez más marginales, hasta su extinción, con la cual se habría culminado la “obra” de los españoles en la colonia, de exterminio del indio; no por el propósito declarado de hacerlo, sino por su incapacidad de incorporarlo a la organización económica de nuestra sociedad y, con ello, perder su fuerza de trabajo –verdadera riqueza social– retardando, o anulando tal vez, nuestro desarrollo nacional.

Notas:
[1] Mariátegui, José Carlos. 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Lima, Empresa editora Amauta, décima tercera edición, 1968, p. 46.
[2] Todos los datos que mencionamos corresponden al estudio realizado por el INEI: Perfil del Productor Agropecuario, 2008, elaborado en base al Censo Nacional de Población y Vivienda 2007 y a la Encuesta Nacional de Hogares 2008 (ENAHO).
[3] Mariátegui, José Carlos, op.cit., p. 48-49.
[4] Mariátegui, José Carlos, ibídem. p. 71.
[5] Mariátegui, José Carlos, Peruanicemos al Perú. Lima, Empresa editora Amauta. Décima primera edición, 1988, P. 91. 
[6] Mariátegui, José Carlos, ibídem. p. 92.
[7] Referimos las relaciones sociales como condiciones materiales, pues la materia se presenta bajo tres formas: como sustancia, como campo o como relaciones sociales.
[8] Mariátegui, José Carlos, Peruanicemos al Perú. p. 44.
Superexplotación y Reproducción de la Fuerza de Trabajo

Santiago Ibarra


El sistema capitalista mundial en su fase actual viene produciendo desigualdad en la distribución del ingreso, pauperización y exclusión social en una escala jamás vista en la historia de la humanidad. Una cuestión particular que someramente vamos a tratar en el presente artículo es la absoluta insuficiencia del salario que los trabajadores perciben en la industria manufacturera para la reproducción biológica de sus familias, de tal modo que los otros miembros de éstas deben incorporarse al mercado de trabajo, dentro y fuera de la producción directa de plusvalor, para incrementar sus posibilidades de consumo, aun así, en los márgenes de la precariedad.   

La ganancia del capital se funda en la explotación del trabajo. La fuerza de trabajo es una mercancía como cualquier otra, con la particularidad de que a través de su puesta en acción crea un valor superior al suyo propio, un plusvalor, un capital.

El salario es la expresión monetaria del valor de la fuerza de trabajo, es decir, es igual a la suma de medios de subsistencia necesarios para la reproducción biológica del trabajador y sus hijos. Esto último es así, o debería ser así, porque el capital debería garantizar la permanencia del trabajador en el mercado para su explotación. En palabras de Marx: 

“Los propietarios de la fuerza de trabajo son mortales. Para que se encuentren siempre presentes en el mercado, como lo exige la continua transformación del dinero en capital, es preciso que se eternicen ‘como se eterniza cada individuo viviente, por la procreación’. Las fuerzas de trabajo que el desgaste y la muerte arrebatan al mercado tienen que ser reemplazadas sin cesar por un número por lo menos igual. La suma de los medios de subsistencia necesarios para la producción de la fuerza de trabajo abarca, por lo tanto, los de los reemplazantes, es decir, de los hijos de los trabajadores, para que esta singular raza de poseedores de esa mercancía se perpetúe en el mercado" [1].”[1]

Sin embargo, en las periferias del sistema capitalista mundial, lo que ocurre, de modo masivo, es que el salario está muy por debajo del valor de la fuerza de trabajo. A esto Marx le llamó superexplotación de la fuerza de trabajo. Esta superexplotación es una de las características distintivas de las periferias respecto al centro. Desde luego, no hay que olvidar que en el centro mismo del sistema el salario real ha ido a la baja desde la década de 1970, sin descender a los niveles existentes en las periferias, por lo cual las diferencias salariales entre ambos son todavía significativas.

El salario que percibe la mayor parte de los trabajadores de la industria manufacturera, especialmente la de exportación, apenas alcanza para la sobrevivencia de una sola persona. Hay que tener en cuenta dos aspectos: de un lado, si el trabajo eventual se ha incrementado, esto quiere decir que el salario real tiende a no garantizar siquiera la sobrevivencia de un solo trabajador, y, de otro lado, que el salario real no garantiza el reemplazo generacional de la fuerza de trabajo. Así, la reducción del salario real por debajo del valor de la fuerza de trabajo, esto es, la reducción del “consumo del obrero más allá de su límite normal”, es un modo de ampliación del trabajo excedente, convirtiéndose así este valor en un “fondo de acumulación de capital”[2].
La reducción del salario real por debajo del valor de la fuerza de trabajo determina que una jornada laboral de ocho horas diarias sea insuficiente para la reproducción biológica del trabajador y sus hijos, por lo cual otros miembros de las familias deben incorporarse al mercado de trabajo. Para satisfacer (incompletamente) las necesidades básicas de una familia tipo, son entonces necesarias dieciséis horas diarias de trabajo, cuando menos. No el capital, sino los propios trabajadores (la familia misma) son los que garantizan, de algún modo, la reproducción de la fuerza de trabajo y su reemplazo generacional, a través de múltiples formas, sobre todo aquellas que se dan fuera de las relaciones directas con el capital, dado el escaso desarrollo del aparato productivo en nuestros países. Se comprende fácilmente entonces que los casos extremos de pauperización lo constituyen las familias para cuya sobrevivencia dependen de una sola persona (es el caso, por ejemplo, de las madres solteras).

La superexplotación del trabajo se agrava porque para un grueso sector de la fuerza laboral el trabajo es temporal, la jornada laboral más extensa que antes, el ritmo de trabajo mayor, los derechos laborales sistemáticamente violados, la capacidad productiva de la empresa mayor, todo lo cual hace aumentar a su vez la cuota de ganancia del capital.

Un punto específico que debe estudiarse, discutirse y enfrentarse desde el movimiento popular es la exacción de plusvalor por los inversionistas extranjeros, quienes obtienen una tasa de plusvalía muy superior a la que obtendrían si hicieran la misma inversión en sus países de origen, donde el salario es varias veces superior al existente en las periferias, y quienes llevan adelante una explotación brutal del trabajo.   

La revolución tecnológica en curso hace posible que para la producción de una misma cantidad de productos sean necesarios cada vez menos trabajadores, lo que hace crecer el ejército industrial de reserva. El desempleo crónico es un mal del centro que los trabajadores de las periferias no pueden permitirse y que enfrentan a través de su autoempleo en diversas actividades con ingresos por debajo del mínimo necesario. De otro lado, este ejército de reserva se alimenta con el desplazamiento de millones de campesinos a las ciudades. Es el enorme tamaño de este ejército industrial de reserva, de alcance mundial, el que hace posible al capital pagar salarios paupérrimos a los trabajadores. En los marcos del capitalismo, el desarrollo tecnológico produce, entonces, de un lado, concentración de riquezas en manos de unos pocos, y, de otro lado, un mar de pobreza para la mayoría de la población.

En último término, dado que las relaciones de producción determinan la distribución del producto, la pauperización y la exclusión social crecientes (la muerte por hambre o por enfermedades perfectamente curables, la subalimentación permanente de niños y adultos, la salud precaria, el vestido escaso, la falta de vivienda, las cada vez más escasas posibilidades de movilidad social, etc.), no pueden explicarse sino como un resultado de la propiedad privada sobre los principales medios de producción, que, en las últimas décadas, ha sufrido un proceso de centralización jamás visto en la historia del capitalismo.

La movilización de la fuerza de trabajo de las familias implica, como hemos adelantado, que son ellas las que garantizan la reproducción generacional de la fuerza de trabajo para su explotación por el capital y la reproducción ampliada de éste, sobre todo fuera de las relaciones directas con el capital, en el marco de lo que comúnmente, sin rigurosidad, se denomina la “economía informal”. En este marco hay que considerar el papel que cumple la economía campesina en la reproducción de la fuerza de trabajo urbana, a través de la venta de sus productos por debajo de su valor en las ciudades, o, sin la mediación del mercado, mediante el abastecimiento directo de alimentos a los trabajadores que mantienen lazos con sus comunidades de origen. En el conjunto, hay transferencia de valor de la pequeña producción de subsistencia y de las actividades mercantiles al capital, del campo a la ciudad, de las periferias al centro.      

Lo que tiene lugar es entonces una desposesión continua y masiva de los pauperizados trabajadores urbanos y rurales, que están dentro y fuera de la producción directa de plusvalor. El modo de producción capitalista somete a todos los otros modos de producción, en el marco general de una permanente actualización de la acumulación originaria del capital, “proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción”, como Marx la definía.

En el mundo esta calamitosa situación ha empeorado a raíz de la crisis financiera desatada en 2008 en los Estados Unidos. Millones de trabajadores han perdido sus empleos. Otros millones han visto reducir sus ingresos salariales. Y todos ven reducir aún más su calidad de vida dado el salvataje que con recursos públicos han otorgado los Estados Unidos y los países de Europa occidental a los bancos e industrias quebradas. Los pueblos hacen ganar al capital en tiempos de bonanza y en tiempos de crisis. Bajo esta coyuntura, el salario es una fuente de ingresos relativamente menos importante para las familias, que probablemente se sustituya en parte con ingresos provenientes de la producción de subsistencia y de las actividades mercantiles.

La creciente pauperización y polarización social a escala mundial no obedece a ningún accidente, sino que, por el contrario, es un resultado de la naturaleza misma del capitalismo, del sistema de esclavitud asalariada. Consiguientemente, la afirmación de que bajo el capitalismo es posible el “trabajo digno”, es un engaño político, pues bajo dicho sistema el trabajo es necesariamente trabajo enajenado.  

La racionalidad del capital trae consigo la irracionalidad del sistema. Una de sus lacerantes expresiones lo constituye precisamente la acentuación de la explotación del trabajo y el caos y desasosiego en que se debaten centenares de millones de familias para reproducirse biológicamente. Empero, el futuro está abierto a la construcción de una civilización cualitativamente superior, fundada en una racionalidad distinta. Para ello es necesario formar un vasto movimiento y, en este cauce, el movimiento obrero tiene todavía mucho por hacer y aportar.  


Notas:

[1] El Capital, T.I, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, p.178.
[2] Marx, El Capital, T.I, capítulo XXIV, “La llamada acumulación originaria”, citado en Ruy Mauro Marini, “Dialéctica de la Dependencia” en su: “Proceso y tendencias de la globalización capitalista”, CLACSO, Buenos Aires, 2007,  p.116.
Política

El Primer Voto Popular por el Partido Único de la Revolución Cubana*


Felipe de J. Pérez Cruz

Hace medio siglo, el 26 de julio de 1961, el pueblo cubano congregado para celebrar el 8vo. Aniversario del reinicio de la gesta revolucionaria cubana, con los asaltos a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, votó en asamblea pública por el Partido único de todos los revolucionarios cubanos.

En la intervención-diálogo del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, con los miles de cubanos que colmaban la Plaza de la Revolución aquel 26 de julio expresó: El pueblo ya está organizado.  Cada hombre o cada mujer pertenece aquí, ya, a alguna organización de la Revolución.  Por ejemplo, que levanten la mano los que pertenecen a la Milicia (GRAN PARTE DEL PUBLICO LEVANTA LAS MANOS); que levanten la mano, ahora, los que pertenecen a los sindicatos (GRAN PARTE DEL PUBLICO LEVANTA LAS MANOS); que levanten la mano las que pertenecen a la Federación de Mujeres (GRAN PARTE DE LAS PRESENTES LEVANTAN LAS MANOS); que levanten la mano los que pertenecen a los Comités de Defensa de la Revolución (GRAN PARTE DEL PUBLICO LEVANTA LAS MANOS).  Y ahora, que levanten la mano los que apoyan la unión de todos los revolucionarios en el Partido Unido de la Revolución Socialista (TODOS LOS ASISTENTES, INCLUYENDO AL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO, LEVANTAN LAS MANOS Y EXCLAMAN: “¡Unidad!, ¡Unidad!”).

Este hecho prácticamente permanece inédito para las generaciones actuales y a la evaluación de su trascendencia histórica no hemos dedicado suficiente atención. Ha sido tanta y tan sistemática la propaganda anticubana, que con frecuencia me encuentro compañeras y compañeros amigos de la Revolución, que piensan que un buen  día la Revolución eliminó todos los partidos en Cuba,  e impuso “totalitariamente” un solo partido. Para quienes nos quieren resulta esta “una mancha” que nos perdonan por cariño, para los que nos adversan es la prueba máxima del estalinismo que dicen persiste entre nosotros. Más interesante aún, es que en mis más recientes intercambios en Cuba, he preguntado a públicos interesados, y el desconocimiento del hecho histórico que marcó ese 26 de julio resulta notable.

La historia del actual Partido Comunista de Cuba está estrechamente imbricada a  la de la propia Revolución Cubana. Fidel explicó al pueblo que ese día, no se iba  a declarar la integración, que esta era un proceso que se venía produciendo, por la base, desde hacía meses: el proceso de integración todavía no se ha concluido, se está llevando a vías de hecho, y en un momento determinado ya estará culminado ese proceso de unión de todos los revolucionarios en una organización revolucionaria (APLAUSOS PROLONGADOS), y que será la organización representativa del pueblo revolucionario de Cuba, esa organización producto de la unión de todas las organizaciones revolucionarias (1).

Agradezco que me permitan muy sucintamente, rememorar mi perspectiva sobre los momentos más significativos de esta historia que nos pertenece.

El escenario de 1959

Al triunfo de enero de 1959 en el país se constituye  efectivamente un multipartidismo revolucionario, formado por las tres organizaciones que llevaron el peso del enfrentamiento a la dictadura: El Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular (2), donde no estaban limitados de participar aquellos otros partidos burgueses que tardíamente habían retirado su apoyo a la dictadura proimperialista de Fulgencio Batista.

Desde el propio enero, bajo el liderazgo del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, se intensificó en Cuba el proceso de unidad de las fuerzas y de todas y todos los patriotas que habían intervenido en la lucha contra la dictadura. El Ejército Rebelde cumplió un significativo papel como garante de la unidad alcanzada para la victoria, pues era la institución donde en igualdad de méritos, estaban integrados todos los combatientes independientemente de su organización de procedencia, incluidos los elementos que desde las estructuras políticas burguesas había participado en la lucha armada.

Los más populares líderes junto a Fidel, Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara, Raúl Castro y Juan Almeida, conforman un núcleo de jefes guerrilleros que contaban con la experiencia, el poder real y el apoyo de masas, para ser garantes de lo hasta ese momento alcanzado. Sin embargo la lucidez de Fidel en el propio triunfo percibe que el estallido cultural, político e ideológico que se ha producido “es un Amazonas de pueblo” que los rebasa.

El propio día 8 de enero tras su entrada triunfante en la capital, Fidel en el Campamento Columbia,  argumentó la necesidad de una sola organización revolucionaria que apoyara las nuevas transformaciones sociales y contribuyera a enfrentar las acciones contrarrevolucionarias (3).

Los primeros meses de la Revolución fueron tensos en todos los sentidos. Como alerta Fidel en el ya citado discurso del 8 de enero, los personalismos y las aspiraciones de poder, propias de la cultura política burguesa dan sus batallas.

Los Estados Unidos  en alianza con la oligarquía, organizan y llevan a afecto numerosos planes, para frenar el ímpetu revolucionario de las masas y frustrar la realización del programa revolucionario. Utilizaron para ello a los agentes sembrados dentro de las propias fuerzas de la Revolución,  y a los elementos de derecha enquistados en las organizaciones revolucionarias, en el movimiento obrero y en las organizaciones cívicas que apoyaron la insurrección. Esta ofensiva de fuerte matiz anticomunista, contó además con el apoyo del clero falangista que mayoritariamente regentaba la Iglesia Católica en Cuba, así como de las jerarquías de otras iglesias, la mayoría de matriz norteamericana.

Fue este un primer enfrentamiento de carácter ideológico, que la dirección revolucionaria cubana sorteó con acierto, sin dejarse colocar frente a los prejuicios anticomunistas sembrados en las masas. Martí era el ideólogo por excelencia del programa nacional revolucionario de “La Historia me absolverá” (4), y con Martí por estandarte ineludible, Fidel encabezó el proyecto cultural revolucionario, que educó en su seno, organizó y desplegó a las fuerzas que pondrían fin al capitalismo en Cuba. No es casual que el primer gran movimiento de naturaleza político ideológica que desata el líder revolucionario, haya sido un movimiento educacional de masas[i] (5), cuya consigna central fue la sentencia martiana que define cómo ser cultos era la única manera de ser libres (6).

Los conceptos martianos y marxistas de cultura y educación, unidos a la acción práctica revolucionaria, por transformar la realidad, se vinculan estrechamente al progreso social, y al desarrollo y la formación progresiva de la libertad que caracterizan de modo sustancial ese progreso. Martí por demás fue el creador del primer partido antimperialista en la historia del movimiento nacional liberador, partido de unidad, democracia y centralismo, que hace trizas el  paradigma demoliberal. Martí en su testamento político, de fuerte carácter antimperialista, había precisado que frente a tan poderoso enemigo, había que ser precavidos y no proclamar abiertamente aquellos fines que podían levantar obstáculos insalvables a la causa. Y esta legado no pasó inadvertido para Fidel Castro.

El rescate de las propiedades y bienes malversados por Batista y sus secuaces, la promulgación de la Ley de Reforma Agraria en mayo de 1959 -con la recuperación de millones de hectáreas de tierra fértil, que los monopolios estadounidenses prácticamente se habían robado-, y los fuertes golpes económicos que recibieron la clase terrateniente y otros grupo de burgueses oligárquicos y explotadores urbanos, son las primeras victorias sustantivas que la Revolución logra acumular en su primeros seis meses de vida. Suficientes para ratificar la política contrarrevolucionaria de los Estados Unidos y acuñar las primeras campañas y acusaciones de comunismo.

El triunfo  sobre la derecha política

Los fracasados forcejeos de la derecha en las dos crisis gubernamentales de febrero y julio (7),  y la derrota de la sedición del Comandante del Ejército Rebelde Huber Matos, jefe de la provincia de Camagüey (8), en octubre de 1959, son los episodios más visibles  de la lucha que dentro de la instituciones del Gobierno Revolucionario y el Ejército Rebelde, realiza el nacionalismo de derecha y el oportunismo que acompañó al proceso revolucionario y logró insertarse en sus espacios gubernamentales. Fue la derrota de la “tercera fuerza”, hábilmente acariciada por los servicios especiales estadounidenses desde antes del triunfo revolucionario.

Los sectores de derecha del 26 de julio, junto con otras fuerzas anticomunistas al interior del movimiento obrero, fueron los que coparon los principales cargos  de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) al triunfo de la Revolución. Estos sectores, particularmente su principal dirigente, David Salvador Manso, eran opuestos a la participación de los comunistas. La situación llega a su clímax con la celebración en noviembre del X Congreso de la CTC realizado en noviembre de 1959.  Circularon volantes anticomunistas. La prensa conservadora se involucró a fondo contra el sentido unitario propugnado por la izquierda del 26 de Julio y el PSP.

Fidel asiste al X Congreso de la CTC, y va al rescate revolucionario de la histórica organización sindical, crítica la desunión y el espíritu de árida polémica que prevalecía.  Remarcó además, que si la clase trabajadora quería constituirse en ejército para defender la Revolución, era absurdo pensar que tal ejército estuviera constituido por facciones (9). La intervención del líder de la Revolución fue a la esencia del problema: no importaba si el ejecutivo de la CTC lo ocupaba un compañero procedente  de una organización u otra, lo decisivo es que ese dirigente fuera revolucionario. Fidel promueve una candidatura unitaria, y aun en conocimiento de las posiciones de derecha de Salvador Manso, solicita a los delegados un voto de confianza para que este fuera electo al frente de la CTC.

Paralelamente languidecen hasta auto extinguirse los partidos políticos burgueses existentes al triunfo de la Revolución, que se convierten en siglas sin el más mínimo apoyo de masas, con directivas que marchan en masa al exterior para vincularse a la contrarrevolución. Así la Revolución, que solo ilegalizó al partido del dictador Batista, avanza sin la menor oposición política de los partidos del sistema pro imperialista. Los tímidos balbuceos de algunas figuras “independientes” terminan en la nómina pagada por la CIA. Toda la “oposición” a la Revolución desde entonces, será mercenaria.

Frente al incremento de la agresión del gobierno de los Estados Unidos, de la burguesía oligárquica y sus secuaces de la hez del batistato, la crueldad de los atentados y ataques terroristas, la peligrosidad  de la primera invasión militar en agosto con la pantalla del sátrapa Rafael Leónidas Trujillo (10), el cerco político y el inicio del bloqueo económico; la opción de la unidad resultó una necesidad asumida con plena responsabilidad histórica, por los combatientes de la Guerra de Liberación. Ello ocurre en medio de un clima de elevado entusiasmo, patriotismo y radicalización de las masas populares.  En aquellas circunstancias como ya se ha afirmado, las ideas libraron sus batallas junto a los acontecimientos.

Las derrotas del nacionalismo de derecha y del oportunismo, repercuten al interior del Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo. Las aspiraciones de minoritarios elementos de constituirse en partido político desde las Casas del 26, o las ilusiones del vanguardismo universitario que había primado en la Revolución de 1933, ceden ante la honestidad revolucionaria y el crecimiento ideológico de los combatientes. La historia debe reconocer a compañeros que por entonces resultaron claves en la unidad, entre los más destacados, Faustino Pérez, Armando Hart, Osvaldo Dorticós y Faure Chomón.

Con el predominio en el Movimiento 26 de Julio de la izquierda fidelista, con una clara orientación marxista y leninista, las relaciones con el PSP se consolidan rápidamente. Se regularizan las reuniones entre los principales dirigentes de ambas organizaciones, a las que se invita e incorpora la jefatura del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, y  antes de que finalizara el primer año de la Revolución, existe ya una dirección de facto entre los líderes de las tres principales organizaciones (11).

Muy lejos del pragmatismo, primó la generosidad frente a los recelos y prejuicios que se había incubado desde la ideología anticomunista, la propaganda antisoviética, los errores tácticos, y las prácticas sectarias que habían afectado a todas las organizaciones revolucionarias. Así en aras de la unidad se postergaron muchos de los conflictos que latían entre los revolucionaros. Las organizaciones nacidas en la lucha anti dictatorial y sus liderazgos, se fortalecieron y elevaron su prestigio en este proceso, acercándose  más a las masas.

La base para tal proceso de cambios a nivel ideológico cultural, estaba en el intenso proceso de reconfiguración de las relaciones materiales objetivas, en que vivían la inmensa mayoría de las y los trabajadores y campesinos cubanos al triunfo de la Revolución. La Reforma Agraria, la promulgación de la legislación laboral y social progresista, incumplida por los gobiernos burgueses tras la promulgación de la Constitución de 1940, y el rescate de la dignificación nacional frente al opresivo orden oligárquico neocolonial, constituyeron  los motores del movimiento de radicalización y reafirmación ciudadana, que en su desarrollo dialéctico protagonizará el curso de los acontecimientos, e impondrá su propia dinámica histórica, educándose y educando a la propia vanguardia del proceso.

La unidad se articuló en lo fundamental por el eje de la conciencia política, y de los consensos nacionalistas, antimperialistas, de dignificación humana y justicia social, que eran consensuales en el movimiento revolucionario cubano. A nivel cosmovisivo- filosófico, se trataba de una unidad en definición de paradigmas, donde la desatanización del socialismo como “sistema” ideológico y social, y del marxismo y el comunismo como sus más fuertes y nucleares conceptos, aún estaba por concretarse, y que abrían –en un escenario revolucionario internacional donde rivalizaban posiciones polares sobre el marxismo y el socialismo (12) retos adicionales a la unidad.

En el proceso masivo de tránsito político ideológico, Fidel desempeño un papel fundamental. Sus discursos y comparecencias se convertían en ejercicios de aprendizaje colectivo, de intercambio y ratificación de saberes y convicciones, de ratificación y formación de nuevos valores. El líder revolucionario se convirtió –como lo apreciaría Paulo Freire- en un pedagogo de la Revolución (13). Fue de forma firme, pero paciente y metódica, convenciendo a las masas de que el socialismo  era el camino para alcanzar la verdadera justicia.

1960: Año de definiciones

El gobierno de los Estados Unidos arrecia su campaña para lograr la condena y el aislamiento de Cuba en el ámbito latinoamericano, al tiempo que aplica medidas punitivas contra el país por el “peligro comunista que representaba su gobierno”. El 13 de febrero de 1960 llega a Cuba la primera delegación de alto nivel del Gobierno de la URSS encabezado por el vice-premier Anastas Mikoyan. Ante el boicot de los Estados Unidos, en el mes de abril de 1960 arriba el primer barco con combustible soviético y las compañía estadounidenses dueñas de las refinerías del país, se niegan a refinar ese crudo, para iniciar una cadena de confrontaciones directas que trae por consecuencia las nacionalizaciones de las propiedades de esos monopolios.

La primera mitad de 1960 va a ser de fuerte lucha por hacer triunfar en la conciencia de los sindicalistas, la necesidad de la unidad al interior de la clase trabajadora. Tras intentar en vano frenar la dinámica de radicalización, y ante el avance de los sectores de izquierda, Salvador Manso renuncia en abril (14). Su salida facilitó la depuración de los elementos mujalistas (15) que se mantenían en posiciones directivas y franqueó la aceleración de la línea unitaria sindical (16).  

Entre el 16 y el 21 de agosto de 1960 el Partido Socialista Popular desarrolla la VIII Asamblea, a la que se invitó a los dirigentes de las otras organizaciones revolucionarias. Los militantes comunistas analizaron con especial atención el papel divisionista del dogmatismo y el sectarismo, y como este último solo servía para aplastar la Revolución (17). El Informe Central de esta Asamblea, concluía en la centralidad estratégica de la unidad de todos los revolucionarios, por la fusión  de las fuerzas revolucionarias conscientes y radicales en un movimiento general único, bajo la dirección de Fidel  Castro (18).

Ese mismo mes de agosto, los Estados Unidos logran una declaración de condena a Cuba en la reunión de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) efectuada en San José, Costa Rica. La respuesta de la Revolución llega de forma multitudinaria, cuando el 2 de septiembre el pueblo aprueba la Primera Declaración de La Habana, presentada por Fidel, y en la que se hace una clara definición de que con Cuba, había comenzado la segunda independencia de América Latina y el Caribe. 

El gobierno de Estados Unidos despoja a Cuba de la cuota, que había alcanzado en medio siglo de relaciones con el mercado azucarero estadounidense, con lo que se inicia la escalada del  bloqueo económico, como medida coercitiva para rendir por hambre al pueblo cubano. Los capitalistas del Norte pierden todas sus propiedades en el país (19).

La fuerte oposición del bloque oligárquico y las dificultades que crean a la economía nacional con sus sabotajes, llevó al Gobierno Revolucionario a promulgar la Ley 890 del 13 de octubre de 1960, que nacionaliza 382 empresas de capital nacional, que incluye 105 centrales azucareros, fábricas, ferrocarriles, grandes almacenes, centrales eléctricas y otros importantes objetivos económicos. La medida da un golpe mortal a la base del poder de la clase burgués oligárquica.

La Ley 890 y  el paso al Estado cubano el 24 de octubre, de la totalidad de las propiedades norteamericanas, ponen  los principales recursos productivos de la nación en manos del Estado revolucionario, y crean con ello la principal premisa  económica para el desarrollo socialista del país.

En septiembre de 1960 se crea la primera plataforma  de unidad, del Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular, con el Buró de Coordinación de Actividades Revolucionarias. Estas primeras praxis de unidad, permitieron comenzar a limar asperezas y personalismos entre dirigentes de base, intermedios y nacionales, y lograr un trabajo más coherente y sistemático, entre las tres organizaciones, camino de crear las condiciones para la integración.

El 23 de agosto de 1960 ocurre la integración de todas las organizaciones femeninas revolucionarias en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). En el Congreso de los Consejos Municipales de Educación, - el 10 de octubre -, Fidel señala la necesidad de organizar civilmente al pueblo en comités de vigilancia; idea de la que nacerán el 28 de septiembre, ante el crecimiento de los atentados terroristas, los Comités de Defensa de la Revolución  (CDR). Y como ensayo feliz de lo que debería ser el partido unido de todos los revolucionarios, el 21 de octubre se produce con la directa participación del Comandante Ernesto Che Guevara, la integración del movimiento juvenil cubano, al fundirse todas las organizaciones existentes, en la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR).

La educación política se perfiló como una de las tareas centrales para hacer avanzar los esfuerzos unitarios en el concierto del multipartidismo revolucionario con que se había configurado. Precisamente desde el Buró de Coordinación de Actividades Revolucionarias, surge el primer organismo unificado, el sistema de escuelas partidistas. El 2 de diciembre, con la presencia de Fidel y Blas Roca, como base imprescindible para la constitución de un partido revolucionario, son fundadas las escuelas  de Instrucción Revolucionaria (EIR) y la Escuela Nacional de Instrucción Revolucionaria Ñico López. Los secretarios de Educación del PSP y de Propaganda del Movimiento 26 de Julio, en cada provincia y a nivel nacional, tendrían la responsabilidad de orientar dichas escuelas.

Al finalizar el año 1960 la opción militar contra Cuba está bien adelantada (20), y el ablandamiento del teatro de operaciones se realiza a través de una ola de terrorismo contrarrevolucionario. Se extienden por varias provincias los actos terroristas en las ciudades, y las bandas contrarrevolucionarias armadas por Agencia Central de Inteligencia (CIA) en las zonas rurales, siembran el crimen e intentan llevar el país a la inseguridad y el caos. En los meses finales de 1960, se produce en particular un incremento de las acciones contrarrevolucionarias armadas en el Escambray,

Blas Roca

En el esfuerzo unitario, Blas Roca Calderío (21), el máximo dirigente del PSP, dio un aporte trascendental al poner todo su prestigio y liderazgo a favor del joven revolucionario: Fidel es ya el más alto dirigente socialista y obrero cubano, declaró ante los dirigentes y militantes de su partido, y fundamentó que este nuevo comunista era ya, de derecho, el jefe indiscutido del PSP.

Las resistencias a la unidad que protagonizó Aníbal Escalante, la otra figura de indiscutido consenso dentro del Partido, junto a un grupo de cuadros intermedios,  y la recurrencia de los fenómenos divisionistas y liquidacionistas en 1961-62 con el sectarismo, y en 1966-68 con la microfracción, adelantan la complejidad y fuerza de los prejuicios ideológicos y políticos que supo vencer Blas, para llevar a la mayoría de la militancia y a sus directivos del Partido y la Juventud Socialista, a ponerse de manera decidida bajo el mando de Fidel, y a ser en definitiva, quienes con más razones de política y ética hicieron frente a los fenómenos divisionistas protagonizados por Escalante.

Las presiones que recibió Blas Roca no solo provinieron del interior del Partido, en el movimiento comunista internacional recibió no pocas sugerencias para “no entregar el Partido” a los nuevos dirigentes de procedencia “pequeñoburguesa”. Mao Zedong fue de los que intentó persuadir a Blas de abandonar su idea de disolver el Partido, y le recomendó que optara por la vía de la conformación de un frente único con Fidel, conservando la independencia política del Partido (22).

Blas fue educado en las concepciones del marxismo soviético y con esas armas peleó por el socialismo cubano. Con los instrumentos teóricos y políticos que poseía, y la valiosa experiencia que acumuló al frente de los comunistas, en innumerables batallas (23) encontraría un camino inédito para fundir la historia de lucha de su partido con la Revolución triunfante. Fue el primer dirigente de un partido comunista latinoamericano, que supo reorientarse en el mundo de la segunda mitad del siglo XX, y resolver el conflicto antinómico entre las concepciones dogmáticas, sostenidas por el movimiento comunista internacional aliado a la URSS, y las condiciones concretas de un país de nuestra región, con sus tradiciones y ritmos (24).  Y por primera -y única vez- en la historia del movimiento, después de haber surgido la III Internacional, un partido comunista aceptó otra dirección política en la lucha por el socialismo.

En sus polémicas de los años sesenta con varios compañeros de la Revolución que partían de otras apreciaciones del marxismo, aflora esa pertenencia de Blas a lo que se ha denominado “la ortodoxia”, pero sobre todo está plasmada en esas páginas, y en los mil hechos y anécdotas que lo acompañaron, su disposición la debate controversial, al trato honorable y directo de las diferencias. Blas después de los sesenta realizaría importantes aportes a la Revolución, cuya atención no permite este breve recuento, pero de lo que no hay dudas, es que en la historia del movimiento comunista hasta hoy, Blas Roca se inscribe como ejemplo fehaciente de honradez personal, modestia, lucidez y entrega revolucionaria (25).

La declaratoria del carácter socialista

En enero de 1961 el gobierno de los Estados Unidos rompe sus relaciones diplomáticas con Cuba. Frente al cambio de presidente en los Estados Unidos todo el país se moviliza militarmente.

El 5 de enero el maestro voluntario Conrado Benítez García, a días de cumplir 18 años, es asesinado junto al campesino que le acompañaba, por una banda contrarrevolucionaria (26). Como denuncia Fidel, la posesión del carnet de la AJR fue prueba suficiente, y el joven es torturado y ahorcado por maestro, negro y comunista[ii]. Conrado Benítez puede ser considerado el primer joven mártir del proceso de unidad revolucionaria que avanzaba en Cuba.

Contra las bandas terroristas se desplegó entonces una amplia ofensiva en los primeros meses de 1961, por fuerzas conjuntas de las milicias y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que logró derrotar y dispersar al grueso de esos grupos de asesinos (27).

En las movilizaciones por el cambio de presidente en los Estados Unidos y en las campañas contra los bandidos se prepararon y movilizaron como milicianos, más de 800 mil cubanos y cubanas (28). Frente al crimen contra Conrado Benítez, el magisterio revolucionario del país, y más de 100 mil jóvenes  se inscribieron para partir el 15 de abril, hacia los más intrincados lugares del país como maestros, activistas y alfabetizadores. Precisamente ese día, son atacados los aeropuertos cubanos como acción de guerra en la inminencia de la invasión al país: Los jóvenes alfabetizadores lejos de amedrentarse parten a cumplir su misión, con ellos marchan también el amor y la vergüenza de miles de familias cubanas, que con el apoyo a sus hijos ratifican de manera rotunda la confianza en la Revolución.

El 16 de abril en el entierro de las víctimas de los ataques aéreos Fidel declara el carácter socialista de la Revolución y el pueblo en armas vota por el socialismo (29). Los soldados rebeldes y milicianos en estado de alerta a lo largo de la geografía del archipiélago, los que fueron a combatir a Girón, la multitudinaria retaguardia popular que les apoyo, lo hacen conscientes de la opción socialista.  La trascendencia estratégica, cultural e ideológica  de la batalla militar, fue percibida por Fidel con su extraordinaria sagacidad política, por tanto la orientación  precisa que impartió fue la de lograr una rápida y contundente victoria de las ramas revolucionarias, sin que se dejaran de realizar en el país, al unísono, las tareas de la educación y la producción (30). Así todas y todos compartieron la heroicidad de la resistencia y se constituyeron en masa y en individualidades decisivas para la victoria.

Después de Girón el tema de la unidad en tanto principio y praxis, quedó fuera de toda duda o discusión. Era ya un hecho político de masas. En esos días de resistencia y victoria frente a la invasión mercenaria, los más difíciles hasta entonces de la Revolución, quedó forjada  la vanguardia política que se venía estructurando desde el multipartidismo revolucionario con que se arribó a la derrota de la dictadura. Girón sentó las premisas políticas para el transito socialista en Cuba. 

La creación en mayo de 1961 de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños  (ANAP),  fue un paso decisivo para el avance de la política y la ideología revolucionaria en el seno del campesinado. A pesar de los radicales beneficios que otorgó la Reforma Agraria, la asociatividad  como frente revolucionario, no había avanzado en el agro cubano  con la rapidez que se precisaba. No solo se trataba del la población de más baja instrucción y cultura política, sino que el escenario rural fue objeto de maniobras y tergiversaciones contrarrevolucionarias y de una persistente campaña anticomunista. Primero por un ministro de Agricultura, el Comandante Humberto Sorí Marín, opuesto al desarrollo democratizador de las organizaciones campesinas; luego con el empeño obstruccionista y conspirativo en Camagüey del Comandante Huber Matos Benítez, y entre otras por la confusión sembrada por Manuel Artime Buesa, en algunas zonas de la Sierra Maestra. A las acciones de estos enemigos desde posiciones en la Revolución, se unían el caciquismo y en consecuencia el control político que ejercían algunas familias de terratenientes, ricos finqueros, sacerdotes y pastores anticomunistas.

En junio de 1961, las respectivas direcciones de las tres organizaciones revolucionarias, acordaron auto disolverse y crear las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). Es este recorrido histórico, el que nos acerca al ya citado momento del voto popular por el Partido único de la Revolución. 

Medio siglo después, el turbulento y hermoso pasado-presente, el inicio del proceso de formación del Partido Comunista de Cuba, se nos revela en sus complejidades y certezas. El curso de Cuba sin dudas fue muy singular e inmediatamente después, y hasta hoy, resulta irrepetible en sus especificidades y peculiaridades. Sin embargo, invito a percibir la universalidad que encierra. De aquel discurso fundacional del 26 de julio de 1961, no nos separa medio siglo, sus principios fueron formulados para el hoy y el mañana. Para las y los cubanos, patriotas y comunistas del mundo y de siempre:
Es claro que el enemigo mayor de toda revolución -sentenció Fidel- es la división, que el aliado mejor de los enemigos de los pueblos es el divisionismo.  Un pueblo debe marchar unido, un pueblo que quiera establecer un verdadero régimen de justicia debe marchar unido, como un solo pueblo.  En la unión de ese pueblo está la fuerza, en la unión de ese pueblo está su invencibilidad, y la historia de esta Revolución prueba que un pueblo unido es invencible, ¡la historia de esta Revolución prueba que en la unión está la fuerza! (APLAUSOS), la historia de esta Revolución demuestra que el peor enemigo del éxito de una revolución y de un pueblo es el divisionismo (…) (31).
Notas:
[1] Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, en la conmemoración del VIII Aniversario del ataque al Cuartel Moncada, en la Plaza de la Revolución  José Martí, en La Habana, el 26 de julio de 1961; http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1961/esp/f260761e.html
[2] El primer Partido Comunista de Cuba  se fundó en agosto de 1925.  En 1944 adoptó el nombre de Partido Socialista Popular.  Ver: Angelina Rojas Blaquier: Primer Partido Comunista de Cuba, Editorial Oriente, Tomo 2, Santiago de Cuba, 2009. p 116 y ss.
[3] Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, a su llegada a La Habana, en Ciudad Libertad, el 8 de enero de 1959, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f080159e.html
[4] La Historia me absolverá, recoge el alegato de Fidel Castro Ruz ante el tribunal que lo juzgaba por los acontecimientos del 26 de julio. Publicada  clandestinamente  por primera vez en octubre de 1954, en este documento  se hará público el Programa nacional liberador. Ver: Fidel Castro. La Historia me absolverá. Edición anotada, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2008.
[5] Ver: Felipe de J. Pérez Cruz: La alfabetización en Cuba. lectura histórica para pensar el presente, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001, p 87 y ss.
[6] José Martí, Obras Completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana.1965, tomo 8, p 290
[7] Ver: Luis M. Busch Rodríguez: Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primeros pasos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999.
[8] Ver: Jorge Luis Betancourt: Victoria sobre una traición, Casa Editora Abril, La Habana, 2009
[9] Evelio Tellería: Los Congresos Obreros en Cuba, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1984, p 459.
[10] Ver: Andrés Zaldívar Diéguez y Pedro Etcheverry Vázquez: Una  fascinante historia. La conspiración trujillista. La Habana, Editora Política, 2009.
[11] Felipe de J. Pérez Cruz: Las coordenadas de la alfabetización, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1988, p 86
[12] Sobre el tema de los marxismos en los años sesenta ver: José R. Fabelo Corzo: La filosofía y el socialismo en Cuba,  en Revista Cubana de Ciencias Sociales, La Habana, no 36-37, julio 05-mayo 06, p 143
[13] Paulo Freire, Esther Pérez y Fernando Martínez: Diálogos con Paulo Freire, Colección de Educación Popular, Editorial Caminos, La Habana, 1997, p 20
[14] Ver: Este y otros directivos de derecha, se vincularán a actividades contrarrevolucionarias. Detenido David Salvador cuando huía hacia Miami, en Noticias de Hoy, La Habana, 6 de noviembre de 1960, p 9.
[15] Eusebio Mujal Barniol, fue el dirigente corrupto y pro patronal  impuesto a partir  1949 en la CTC.
[16] Salvador  Morales Pérez: Unidad: para un gran frente antiimperialista, La Jornada. Michoacán, 11 de octubre de 2009, http://www.lajornadamichoacan.com.mx/2009/10/
[17] Angelina Rojas: Primer Partido Comunista de Cuba, Tomo 3, Editora Oriente, Santiago de Cuba, 2010, p 284.
[18] Partido Socialista Popular: VII Asamblea Nacional, informes, resoluciones, programa, estatutos, Ediciones Populares, La Habana, 1960, p 67-68.
[19] Se establecía la indemnización del 2 por ciento anual de  bonos que vencerían a los 50 años.
[20] Manuel Hevia Frasquieri y Andrés Zaldívar Diéguez: Girón preludio de la invasión. El rostro oculto de la CIA, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2006; Juan Carlos Rodriguez: Girón. La batalla inevitable. La más colosal operación de la CIA contra Fidel Castro, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2010.
[21] Ver síntesis biográfica en: María Caridad Pacheco González:   Blas Roca: maestro y conductor de revolucionarios, Librínsula. La isla de los Libros, La Habana, Año 4, Nro.169, Viernes, 30 del 2007 http://librinsula.bnjm.cu/1205/2007/marzo/169/noticias/noticias.htm  
[22] Jorge Enrique Mendoza: Conversando con Blas Roca, en Granma, La Habana, 22 de julio de 1978, p 3
[23] En 1959, Blas acumulaba 26 años al frente del primer partido comunista cubano.
[24] Ver: Lucilo Batlle Reyes: Blas Roca: continuador de la obra de Baliño y Mella, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p 120.
[25] Ver: Carlos Rafael Rodríguez: Blas Roca, en  Letra con Filo, Tomo III, Ediciones Unión, La Habana, 1987.
[26] Conrado Benítez García fue asesinado junto al campesino Heleodoro Rodríguez Linares. Ver: Revolución, La Habana, 24 de enero de 1961, p 1 – 2
[27] Fidel Castro Ruz, Saluda el Dr. Fidel Castro a los maestros voluntarios y rinde tributo a un mártir, Obra Revolucionaria, no. 5, Imprenta Nacional de Cuba, La Habana, 1961, p 34.
[28] Ver: Pedro Etcheverry Vázquez y Santiago Gutiérrez Oceguera: Bandidismo. Derrota de la CIA en Cuba, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2008
[29] Ver: Tomas Diez Acosta: “Frente a las amenazas agresivas Cuba preparó su defensa”, XX Congreso Nacional de Historia, Unión Nacional de Historiadores, La Habana, febrero del 2011
[30] Ver: Fidel Castro Ruz: Discurso de Fidel Castro tras el sepelio de las víctimas del bombardeo a la Habana. Obra Revolucionaria, no 15, La Habana. 16 de abril de 1961, p 28.
[31] Fidel Castro Ruz: “Declaración de Estado de Alerta”, Revolución, La Habana, 17 de abril de 1961,  p. 1.
*El presente artículo nos ha sido gentilmente remitido por el compañero cubano Felipe de J. Pérez, estudioso del proceso de la primera revolución socialista de América Latina. No es necesario compartir todas sus afirmaciones (las diferencias de opinión entre marxistas es cosa normal), para reconocer el especial valor que tiene su análisis del proceso de constitución del partido único de la Revolución Cubana. Este proceso, que, como es de conocimiento general, significó la unificación de las diversas fuerzas clasistas, fue posible únicamente por la victoria de la revolución y la gestión de una Dirección Revolucionaria: el Movimiento 26 de Julio. (Nota de la Redacción).   
 
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