miércoles, 1 de agosto de 2018

Política

Nota:

En el marco del año del Bicentenario del Natalicio de Carlos Marx, publicamos un capítulo del ensayo Carlos Marx: Concepción del Mundo, Revolución Proletaria, Realización del Comunismo. Este capítulo es particularmente importante porque, entre otras cuestiones, defiende el partido de clase y plantea que el partido de revolucionarios profesionales (corrientemente llamado partido de cuadros, como anota el autor) es un momento en el pensamiento de Lenin sobre el partido proletario, momento ligado al momento del partido de masas.

El planteamiento del autor constituye una manera nueva de entender el ¿Qué Hacer?, así como una refutación de los argumentos de quienes se dan de cabezazos contra este libro de Lenin, pretendiendo que el partido de revolucionarios profesionales fue el concepto exclusivo y excluyente que tuvo del partido proletario el jefe de la revolución rusa.

El lector entenderá que, metodológicamente, esa pretensión –que es todo un escamoteo– revela una mentalidad metafísica, y que, teóricamente, pone en evidencia la perversa intención de reducir el pensamiento leninista sobre el partido proletario a su circunstanciado planteamiento de un partido de revolucionarios profesionales.

El texto del autor renueva, pues, el estudio y la compresión del pensamiento leninista sobre el partido proletario, y, de esta forma, fertiliza la reflexión sobre tan importante problema.

01.08.2018.

Comité de Redacción.  


El Partido del Proletariado


Eduardo Ibarra


EL PROLETARIADO NO PUEDE cumplir su misión histórica si no dispone de su propio partido. Por eso la cuestión del partido proletario es fundamental en el pensamiento y la actividad de Marx y Engels.

Pues bien, en febrero de 1846, Marx y Engels fundaron en Bruselas la primera organización marxista: el Comité de Correspondencia Comunista. Los objetivos del Comité eran, por un lado, constituir el partido comunista en Alemania y aun a escala internacional, y, por otro, ganar a los activistas del socialismo y el comunismo de entonces a las concepciones de Marx por medio de una lucha intransigente contra el socialismo utópico, el «socialismo verdadero», el «comunismo artesanal». La ruptura con Weitling (marzo de 1946) y la circular contra Kriege (mayo del mismo año), fueron los primeros pasos de dicha lucha. Pertenecían al Comité, a más de Marx y Engels, intelectuales como L. Heilberg, F. Wolf, W. Wolf, S. Seiler, G. Weerth; el tipógrafo S. Born; E. von Westphalen, cuñado de Marx, y Wilhelm Weitling activaron también en el Comité, aunque por breve tiempo. Teniendo a Bruselas como el centro de sus operaciones, el Comité tuvo ramificaciones en Francia, Inglaterra y Alemania.

La aludida lucha del Comité contra las diversas corrientes del socialismo y el comunismo premarxistas, se orientaba al esclarecimiento de la membresía del movimiento cartista y, sobre todo, de la Liga de los Justos, organización fundada en 1836, y que agrupaba a un número relativamente importante de trabajadores. Por eso, en agosto de 1946, el Comité envió a Engels a una reunión de París a fin de luchar, en el seno mismo de la Liga, contra el «socialismo verdadero» y las posiciones de Proudhon, especialmente contra su oposición a la revolución violenta. De esta forma, Marx y Engels avanzaban el esclarecimiento de las cuestiones en debate y, por tanto, las condiciones de su incorporación a la Liga.

Cuando en febrero de 1947 Joseph Moll les aseguró que los miembros de la Liga «estaban convencidos de la exactitud de [sus] ideas en general», Marx y Engels se adhirieron a ella, lo que se hizo efectivo en el I Congreso de la nueva Liga de los Comunistas (junio del mismo año).

La influencia de Marx y Engels en la Liga era un hecho, pues, y, ya en la Revista Comunista, aparecida en setiembre, tal influencia se hizo patente: el lema «Todos los hombres son hermanos», fue reemplazado por el de «¡Proletarios de todos los países, uníos!»(1).

El II Congreso (noviembre de 1947) aprobó los estatutos de la Liga de los Comunistas.

Examinemos, pues, algunos de los artículos de estos estatutos.

Dejando atrás el discurso de la Liga de los Justos acerca de la «realización de los principios contenidos en los Derechos del hombre y del ciudadano», el artículo primero (sección I) de los estatutos de la Liga de los Comunistas declara con toda exactitud: «La finalidad de la Liga es el derrocamiento de la burguesía, la instauración del régimen del proletariado, la abolición de la vieja sociedad burguesa, basada en los antagonismos de clase, y la creación de una sociedad nueva, sin clases ni propiedad privada».

Aquí se pone de manifiesto la misión histórico-mundial del proletariado.

El inciso «a» del segundo artículo (misma sección), señala: «vida y actuación en consonancia con el fin propuesto».

Este inciso revela que la Liga de los Comunistas exigía de sus miembros la más completa unidad de teoría y práctica; esto significa que la Liga no era una máquina de organización, sino una máquina de combate y, por esta razón, cada uno de sus militantes no era simplemente «un organizado», sino un combatiente.

El inciso «c» del mismo artículo, reza: «profesión del credo comunista».

He aquí la base de unidad de la Liga de los Comunistas.

El artículo 13 (sección III), señala: «Los presidentes y adjuntos de las comunas formarán el comité de Círculo. Este elegirá de su seno un presidente. El círculo mantendrá correspondencia con sus comunas y con el Círculo directivo»; y el artículo 14 de la misma sección, dice: «Al comité de Círculo corresponde el poder ejecutivo de las comunas que los integran.»

Así pues, al Comité de Circulo pertenecía el «poder ejecutivo de las comunas que lo integran», es decir, la dirección de las tareas prácticas de las comunas. Esto por un lado; por otro, el Comité de Círculo tenía que mantener comunicación, se entiende que permanente, tanto con las comunas bajo su dirección como con el «Círculo directivo» de la organización, o sea, con la Dirección Central. De esta forma la organización mantenía el necesario dinamismo de su mecanismo interno.

El artículo 21 (sección V), dice: «Al Comité central corresponde el poder ejecutivo sobre toda la Liga y deberá como tal rendir cuentas al Congreso».

Aquí se expresa el centralismo, necesario en toda organización marxista.

El artículo 25 (sección VI), señala: «Los miembros de los comités de Círculo y del Comité central son elegidos por un año, admitiéndose la reelección y pudiendo ser removidos en todo momento por sus electores.»

Como vemos, en la Liga de los Comunistas existía el principio de la revocabilidad, en todo momento, de todos los dirigentes centrales y no centrales, principio que, dicho sea de paso, venía de los tiempos de la Liga de los Justos. Pero, lo que hay que subrayar especialmente, es que este principio, como principio de la Liga de los Comunistas, data de veinticuatro años antes que la Comuna de París lo estableciera para los funcionarios públicos.

El artículo 27 (misma sección), dice en parte: «Los comités de Circulo deberán encauzar las discusiones de las comunas en consonancia con los fines de la Liga.»

Aquí se observa la democracia interna, necesaria en toda organización marxista.

El artículo 30 (sección VII), señala en parte: «Al Congreso corresponde el poder legislativo dentro de la Liga.»

Aquí se constata que el Comité Central estaba subordinado a lo que legislara el Congreso de la Liga, y  esto da cuenta del centralismo-democrático, principio organizativo fundamental de toda organización marxista.

En resumidas cuentas, en la Liga de los Comunistas el «poder legislativo» estaba, como es natural, a cargo del Congreso, y el «poder ejecutivo» a cargo de las diversas instancias de dirección; pero, en la medida en que, como se ha visto, toda la militancia discutía las cuestiones relativas a la Liga, la organización toda era una organización legislativa-ejecutiva.

Este carácter de la liga prefiguró el carácter legislativo-ejecutivo de los órganos de la Comuna de París.

Como se ha podido ver, la condición de organización legislativa-ejecutiva de la Liga se basaba en el centralismo-democrático. La organización donde no hay centralismo-democrático, no es ni puede ser una organización legislativa-ejecutiva.  Y el centralismo-democrático tiene por base la cualidad pensante y operante de los militantes. La organización donde los militantes no poseen esta cualidad, no es ni puede ser una organización donde exista el centralismo-democrático. Así pues, la cualidad pensante y operante de la militancia y el centralismo-democrático determinan el carácter legislativo-ejecutivo del Partido.

Pues bien, Engels señaló que la Liga de los Comunistas tuvo sus orígenes «en “dos corrientes independientes: de una parte, «un puro movimiento de los trabajadores», y, de otra, «un movimiento teórico, proveniente de la desintegración de la filosofía hegeliana». Y agregó: «El Manifiesto comunista de 1848 marca la fusión de ambas corrientes» (citado por Monty Jhonstone, en Teoría marxista del partido político, autores varios, Ediciones Pasado y Presente, Córdova, p. 108).

De esta forma el compañero y amigo de Marx expresó la realidad de que el partido comunista resulta de la fusión del comunismo científico con el movimiento obrero.

Por tanto, es claro que lo que determina el carácter proletario del partido, es, en principio, su adhesión a la doctrina marxista y, enseguida y mechado con lo anterior, su enraizamiento en la clase y el pueblo.

Pero además, los fundadores subrayaron en el Manifiesto:

Prácticamente, los comunistas son… el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario.

De esta forma expresaron la condición de vanguardia del partido comunista.

Por otro lado, también en el Manifiesto, puede leerse que la organización del proletariado en clase, o sea en una fuerza nacional enfrentada a la burguesía, significa su organización en partido político.

Esta idea tiene su explicación en la situación de la clase obrera de la época. Teniendo en cuenta esta situación, Engels, por ejemplo, «instó a todos los socialistas a unirse a ese partido [al Partido Laborista Independiente], creyendo que, si era sabiamente conducido, con el tiempo absorbería a cualquier otra organización socialista» Esta cita es una información que apareció en TheWorkman’s Times del 25 de marzo de 1893, recogida por Jhonstone, quien comenta al recordar otra afirmación del cofundador del marxismo: «Evidentemente, Engels no juzgaba al nuevo partido por su adhesión a la teoría marxista sino por la medida en que era “un partido político independiente de los trabajadores” que promovía y reflejaba “el propio movimiento [de las masas], con independencia de la forma en que lo hiciera, siempre que se tratase del propio movimiento de las masas”.» (ibídem, p. 131; cursivas de Engels).

Así pues, en las condiciones de la época, la organización nacional de la clase obrera en un partido independiente y opuesto a la burguesía, podía ser definida como partido de clase aun cuando no estuviera homogeneizado por el marxismo.

No obstante, tal como se ha visto, Engels definió a la Liga de los Comunistas como la fusión del marxismo con el movimiento obrero, y en la carta a Trier del 9 de agosto de  1890, señaló:

[Para que el proletariado] sea lo bastante fuerte como para triunfar en el día decisivo, [debe] formar un partido independiente, distinto de todos los demás y opuesto a ellos, un partido clasista y consciente… eso es lo que Marx y yo hemos propugnado desde 1847» (citado por Jhonstone, ibídem, p. 133; cursivas nuestras).

De esta forma esclareció que, desde 1947, es decir, desde la Liga de los Comunistas, él y Marx propugnaron constituir un partido independiente del proletariado, un partido consciente, un partido marxista.

Este es el concepto más estricto que Marx y Engels tuvieron del partido proletario.

Obviamente, este «modelo» ideal de partido experimentó, como no podía ser de otro modo, un proceso de construcción: la Liga de los Comunistas no pasó de ser, según señaló el propio Engels, un germen del partido, pues no alcanzó un arraigo considerable en el proletariado, mientras, andando el tiempo, el Partido Socialdemócrata Alemán apareció ya como un partido proletario en toda la extensión de la palabra por el amplio arraigo que alcanzó en el seno de la indicada clase.

Es decir que, desde la Liga de los Comunistas al Partido Socialdemócrata Alemán y la Segunda Internacional, se produjo un proceso de decantación por el cual el partido proletario espontáneo, no homogeneizado por el marxismo, caducó históricamente y, así, dejó su lugar al partido «clasista y consciente», es decir, al partido marxista.

Así pues, el partido marxista se convirtió en regla, pero, como toda regla, tuvo sus excepciones y puede tenerlas todavía en nuestro tiempo, aunque, naturalmente, esto último exige precisiones.

El mencionado proceso de decantación y su resultado, no se debieron, como es obvio, al temperamento polémico de Marx y Engels, sino al cambio de la situación ideológica del proletariado: a fines del período de 1848-1871, el socialismo anterior a Marx periclitó definitivamente y, en el período siguiente de 1872-1904, el marxismo obtuvo «un triunfo completo» (Lenin) y se extendió considerablemente en Europa y Estados Unidos de Norteamérica. Este triunfo «del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas. El liberalismo, interiormente podrido, intenta renacer bajo la forma de oportunismo socialista.» (Lenin).

Es decir, desde el comienzo del último período indicado, el marxismo apareció como la única doctrina partidaria de la revolución proletaria y la dictadura el proletariado.

Teniendo en cuenta, pues, la observación de Engels según la cual el partido proletario resulta de la fusión del marxismo con el movimiento obrero, hay que señalar que el partido proletario enraizado en la clase es, socialmente hablando, parte de ella, y que, a un mismo tiempo, ideológicamente es su vanguardia.

Por tanto, el hecho de ser el partido parte de la clase y, a la vez, encontrarse por delante de ella por su condición de vanguardia, constituye la concreción de la fusión del marxismo con el movimiento obrero.(2)

Grosso modo, pues, puede decirse que, en el siglo XIX, el partido de clase pasó por las siguientes etapas: el partido surgido espontáneamente, no homogeneizado por el marxismo, como fue el cartismo (surgido anteriormente al marxismo); el partido homogeneizado por el marxismo, como fue la Liga de los Comunistas; el partido carente de una forma organizativa, como ocurrió durante el reflujo del movimiento obrero europeo entre 1850 y principios de la década de 1860; el partido como partido-frente, como fue La Asociación Internacional de los Trabajadores; nuevamente el partido homogeneizado por el marxismo, como fue el Partido Obrero Socialdémocrata Alemán.

Ahora bien, en cuanto al partido marxista, es posible mencionar una forma sui generis de su existencia: carente de organización, el partido marxista existió como el ala izquierda del movimiento cartista (Julián Harney, Ernest Jones, etc.); y lo mismo ocurrió en la Asociación Internacional de los Trabajadores (Marx, Engels, etc.)

Así pues, el partido de clase surgido espontáneamente (cartismo, Partido Laborista Independiente, Asociación Internacional de los Trabajadores, etc.) fue tal en la medida en que, en su momento, apareció como la consumación de la independencia de clase del proletariado.(3)

Pero la experiencia histórica (y particularmente la de la Comuna de París) demostró las limitaciones del partido de clase surgido espontáneamente: la tarea de la toma del poder, la construcción del socialismo y la realización del comunismo (todo en uno, es decir como un proceso), exige un partido marxista. Esto es indiscutible.

Pues bien, resumiendo, puede decirse que, entre 1848 y 1871 la regla fue el partido-frente, y la excepción el partido marxista. Hoy, como es notorio, ocurre lo contrario: la regla es el partido marxista, y la excepción el partido-frente; pero, mientras, en términos generales, la regla está vigente en Europa, Asia y América Latina, la excepción tiene como teatro el continente africano.

El antagonismo ideológico entre el socialismo premarxista y el revisionismo, de un lado, y el marxismo de otro, se confirmó en la práctica durante la revolución rusa, cuando anarquistas, mencheviques y eseristas se opusieron, incluso mediante alzamientos armados, al poder soviético.

El partido marxista de masas es el modelo ideal del partido de clase. Este fue el caso, como ya anotamos, del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán, del cual Lenin dijo lo que sigue:

La historia… ha confirmado hoy a gran escala, a escala histórica universal, la opinión que hemos defendido siempre, a saber: que la socialdemocracia revolucionaria alemana… estaba más cerca que nadie de ser el partido que necesitaba el proletariado revolucionario para triunfar. (Obras escogidas en doce tomos, t.  XI, p. 14; cursivas en el original; elipsis nuestras).

Es necesario subrayar, pues, que, mientras el partido de revolucionarios profesionales de Lenin apareció como una forma organizativa necesaria en una situación particular, «a escala histórica universal» el partido de masas tipo socialdemocracia alemana se mostraba como el partido que «… estaba más cerca que nadie de ser el partido que necesitaba el proletariado revolucionario para triunfar.» Es remarcable el hecho de que esto fue sostenido por el creador del partido de revolucionarios profesionales.

La afirmación «… estaba más cerca que nadie», no equivale a decir que la socialdemocracia alemana era redondamente el partido que el proletariado necesitaba para triunfar. Como veremos más abajo, los hechos demostraron finalmente que el partido alemán estaba inficionado de revisionismo, y esta realidad lo invalidó como máquina de combate.

Así pues, el resultado negativo cosechado por la socialdemocracia alemana demuestra que todo depende de qué ideología homogeniza al partido, que el partido tiene que ser un partido firmemente adherido al marxismo (al marxismo-leninismo, como corresponde formular en nuestra época).

El partido bolchevique de revolucionarios profesionales fue una necesidad en las condiciones rusas del período 1903-1905, y, probadamente, el punto de partida para llegar al partido de masas.

Lenin señaló:

Al surgir en 1903, el bolchevismo heredó la tradición de lucha implacable contra el revolucionarismo pequeño burgués, semianarquista (o capaz de coquetear con el anarquismo), tradición que había existido siempre en la socialdemocracia revolucionaria y que se consolidó, sobre todo, en nuestro país de 1900 a 1903, cuando se sentaron las bases del partido de masas del proletariado revolucionario de Rusia. (OE, t. XI, p. 13; cursivas nuestras).

Como se sabe, el ¿Qué hacer? fue escrito entre fines de 1901 y principios de 1902, es decir, «cuando se sentaron las bases del partido de masas del proletariado revolucionario de Rusia». De manera que, contra lo que se cree generalmente, en dicho libro se encuentran algunas de las bases del partido de masas: marxismo, centralismo-democrático, ligazón con el proletariado y otras clases trabajadoras, condición de vanguardia. De la cita inmediatamente anterior, se desprende la conclusión indiscutible de que el partido de revolucionarios profesionales (corrientemente denominado «de cuadros») es un momento en el pensamiento de Lenin sobre el partido proletario, momento dialécticamente ligado al momento del partido de masas, propugnado y concretado por el propio jefe de la revolución rusa. Por tanto, es erróneo contraponer la teoría del partido de revolucionarios profesionales al partido de masas: entre ambas formas de organización hay diferencias indudables, pero también similitudes, y, prácticamente, un fuerte cordón umbilical.(4)

En el prólogo a la recopilación En doce años, Lenin dejó sentados los siguientes conceptos que prueban nuestro aserto:

… ahora, cuando la lucha por esta organización  ha terminado hace mucho, cuando se ha hecho la siembra, ha madurado el grano y ha terminado la recolección, hay quienes dicen: «¡Se exageró la idea de la organización de revolucionarios profesionales! ¿No es ridículo esto?

El Partido Socialdemócrata, a pesar de la escisión, de 1903 a 1907… fue el que más informó a la opinión pública acerca de su situación interna… El Partido Socialdemócrata, a pesar de la escisión, utilizó antes que todos los demás partidos el destello temporal de libertad para hacer efectivo el régimen democrático ideal de organización abierta, con elección de cargos y con representación en los congresos según el número de miembros organizados del Partido.(Contra el revisionismo, recopilación, Editorial Progreso, Moscú, s/f, p. 100)

Así pues, el ¿Qué hacer? debe ser estudiado en el marco del movimiento del pensamiento leninista sobre el partido proletario.

Ahora bien, al crear la concepción comunista del mundo, Marx y Engels crearon también la teoría de la revolución proletaria y, por esto, contra el socialismo utópico y los neohegelianos, de una parte y, de otra, contra el blanquismo, sostuvieron que la revolución proletaria es una revolución de masas.

En esta misma línea, Mariátegui señaló:

… una revolución no es un golpe de mano. Es una obra multitudinaria. Es una obra de la historia. Los comunistas lo saben bien. Su teoría y su praxis se han forjado en la escuela y en la experiencia del materialismo histórico. No es probable, por ende, que se alimenten de ilusiones. (La escena contemporánea, p.  135).

Y, como resulta obvio, una revolución de masas exige un partido de masas que pueda conducir la revolución a la victoria.

Por eso, es evidente que, por lo general, el partido marxista-leninista de masas es el tipo de partido que necesita el proletariado para triunfar. Por tanto, es tarea primordial la construcción de un partido de masas (enraizamiento en el proletariado y demás clases trabajadoras) y de ideas (marxismo-leninismo y teorías que resultan de su aplicación a la realidad particular donde se actúa).

Claro está que, a diferencia de los partidos de clase surgidos espontáneamente, el partido de masas no puede resultar sino del desarrollo del partido de cuadros. Esto es una ley del desarrollo del partido proletario.

La tarea de los marxistas es, pues, hacerse conscientes de dicha ley y actuar en consecuencia.

Notas
[1] Raziánov ofrece una versión distinta del origen de la Liga de los Comunistas. Según él, ella no resultó de la transformación de la Liga de los Justos: «Se resolvió agruparse en la Liga de los Comunistas. De ningún modo se trata de la Federación de los Justos reorganizada, como lo asegura Engels: olvida que era representante del comité de correspondencia de París fundado por él mismo.» (Marx y Engels, versión digitalizada por Koba de la edición de Editorial Claridad, Buenos Aires, 1962, p. 23).
[2] Obviamente, esta fusión es la forma partidaria de fusión del marxismo y el movimiento obrero. Otra forma –la más amplia– es la fusión del marxismo con el movimiento de las clases trabajadoras en un movimiento social.
[3] Para decirlo con más exactitud, el partido de clase surgido espontáneamente, hizo posible alcanzar la independencia de clase del proletariado, pero no la realización del programa comunista. La excepción a esta regla fue la Comuna de París de 1871, pero solo en términos relativos (y no solo porque en el terreno económico sus conquistas fueron elementales), pues la heterogeneidad doctrinal de su dirección no garantizaba que se estabilizara en el tiempo.
[4] Pero, naturalmente, si bien es erróneo contraponer el partido de revolucionarios profesionales al partido de masas por cuanto ambas formas organizativas tienen el mismo carácter de clase proletario, es necesario, en cambio, distinguir lo que a cada una de tales formas organizativas caracteriza por separado, tanto en lo que atañe a lo organizativo como a lo que compete a su ligazón con la clase y las masas trabajadoras en general. En lo organizativo, hay que considerar sobre todo el centralismo democrático y, en lo que a la ligazón con las masas se refiere, hay que tener en cuenta sobre todo el hecho de que el partido de revolucionarios profesionales tiene una militancia que mayoritariamente vive al margen del aparato productivo de la sociedad, mientras el partido de masas tiene una militancia que mayoritariamente participa de dicho aparato. Desde luego, estas cuestiones no son las únicas que distinguen las mencionadas formas organizativas del partido proletario, pero tal vez sean las más importantes.

Economía

Análisis del Mensaje Presidencial
De la crítica a la corrupción a la defensa del capitalismo

César Risso

NO HAY NOVEDADES en el mensaje presidencial. El intento de presentar al sistema capitalista y a la democracia burguesa como las mejores opciones económica y política, a pesar de la situación económica de aumento de la pobreza y de “crisis” del sistema político, es una práctica corriente de la burguesía.

        Nos informa Martín Vizcarra que “Los recientes episodios de gran corrupción han desencadenado una crisis política e institucional sin precedentes.”

        La preocupación está en la crisis política e institucional, que entorpece seguir gobernando como hasta ahora. Cualquier medida que pueda afectar al pueblo trabajador, podría desatar un conflicto que, dependiendo de la dirección política que logre predominar, desplazará del gobierno del poder a sus actuales representantes, quienes perderán así la posibilidad de seguir beneficiándose.

        Este sería, evidentemente, un resultado limitado. Las consignas no plantean un cambio de sistema. Plantean un cambio de personas (“que se vayan todos”), y un cambio de modelo, de capitalista neoliberal, a capitalista moderado, con mayor presencia del Estado. No hay consignas socialistas, ni programa socialista. Estos se han abandonado. En todo caso, el socialismo como posibilidad inmediata no aparece en la conciencia del pueblo, pues no está empalmando con las luchas concretas de las clases explotadas.

        Asume Martín Vizcarra un “compromiso”: “Seremos implacables en la lucha contra la corrupción”.

        Esta declaración era obligada, para que Martín Vizcarra tomase la distancia suficiente para no ver su figura afectada. Es decir, con esta declaración trata de salvarse personalmente, y a su régimen, pero con esto intenta lograr, además, que la gente piense que la corrupción está focalizada en ciertos individuos, en lugar de percibir que el sistema de explotación capitalista en su conjunto engendra la corrupción por todas partes.

        Todas las instituciones que propone Martín Vizcarra que se formen para la lucha contra la corrupción estarán conformadas por individuos que ven al sistema capitalista como el único sistema posible, y que independientemente de que así lo vean, al desenvolverse en el mismo, actuarán con la lógica correspondiente: maximizar sus beneficios.

        Para los marxistas no es un secreto cómo actúa la burguesía:

“Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas; ha desgarrado sin piedad las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus “superiores naturales”, para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel “pago al contado”; ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeñoburgués en las aguas heladas del cálculo egoísta; ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio; ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal. La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurista, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados. La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero.” (C. Marx. Manifiesto del Partido Comunista)

Se nos plantea que “Necesitamos consolidar una cultura distinta, una cultura que no le regala ningún espacio a la corrupción, que denuncia, que reclama mayor transparencia”.

        Pero si es precisamente la cultura actual la que engendra el sistema capitalista, y es la que promueve la corrupción como una de las formas, dentro de este sistema económico, de apropiarse de la plusvalía extraída a los trabajadores a través de la explotación. En consecuencia, dentro de este sistema no se puede “consolidar una cultura distinta” a la capitalista. Lo que hay que hacer es cambiar el sistema capitalista por el socialista, y con ello sentar las bases materiales para el cambio de cultura, por una cultura donde el interés privado y la maximización del beneficio queden sin sustento, y que “En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismo de clase, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos” (C. Marx. Manifiesto del Partido Comunista).

        Continua Martín Vizcarra: “Quiero desde la presidencia, ser la voz de los que no son escuchados. Por eso les pido su apoyo, su compromiso, su acción”.

        Es decir, trata de alzarse como representante de la población explotada por la burguesía, asumiendo así mejor la defensa del régimen burgués. Con esto, evidentemente, mutila las exigencias de las clases explotadas por el capital, al transformar la lucha directa de las masas en el compromiso por la defensa del sistema burgués que Martín Vizcarra representa.

        Al respecto, la “izquierda reformista” hace su trabajo en defensa del capitalismo: “El socialismo burgués se resume precisamente en esta afirmación: los burgueses son burgueses en interés de la clase obrera”. (C. Marx. Manifiesto del Partido Comunista).

        El intento de Martín Vizcarra de asumir la representación de las clases explotadas, tiene el respaldo de las tendencias de la izquierda reformista, que medran en el capitalismo asumiendo el papel de “representantes” del pueblo, encabezando la desorientación del pueblo para distraerlo de la lucha contra el capitalismo en su conjunto, orientándolo hacia la lucha contra los efectos del capitalismo.

“Se ha evidenciado la corrupción, el tráfico de influencias, la existencia de redes articuladas al interior de las instituciones del sistema de justicia, la existencia de intereses políticos y económicos, y en general, el poco interés por una adecuada administración de justicia.

Tengo que decirlo, existen personas interesadas en que el sistema actual de justicia no cambie. La infiltración política y económica era un secreto a voces. Tal como está les resulta útil y funcional. Y para ello desarrollan diversos ‘discursos’ o ‘argumentos’ destinados a impedir, dificultar o retrasar un cambio.”

Martín Vizcarra ha dicho lo que la mayoría quería escuchar, pero no ha dicho la verdad. No culpa al sistema y a la clase burguesa en su conjunto de la situación que vivimos, no de hoy, sino desde el dominio del capital, sino a algunas personas.

        El tratamiento económico del mensaje presidencial sintetiza su propuesta en la competitividad y productividad, como el fundamento para el crecimiento económico del Perú. Pero de la lectura de la propuesta del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), se tiene claro que la burguesía y sus representantes consideran que el problema de fondo está en el mercado laboral. Como han venido afirmando diversos sectores de la burguesía, el problema radica en la informalidad, que los empresarios apoyan por los beneficios que les reporta. Por ello consideran que “El despido de trabajadores resulta costoso en el Perú […] La normativa laboral […] establece costosas indemnizaciones en casos de despidos sin causa.” “[…] los empresarios peruanos consideran que las restricciones en la regulación laboral son de los factores más problemáticos para hacer negocios en el Perú […]” (MEF. Principales Ejes Para Impulsar La Competitividad Y Productividad).

        En esta propuesta tampoco hay novedad. Se busca la mano de obra barata, de trabajadores sin derechos, de los que se pueda disponer sin ningún tipo de restricción.

        Como en alguna oportunidad hemos afirmado, la burguesía considera que la solución a todos los problemas que se presentan en el capitalismo es una sola: más capitalismo.

Pronunciamiento

TE ESCRIBO INFANCIA,  EN TU LENTE VEO EL MUNDO
                                                                                                                                                                                                                                                                                          
PRONUNCIAMIENTO POLÍTICO

LOS ESCRITORES DE ADECH, REPUDIAMOS Y CONDENAMOS LA ACTITUD Y PRÁCTICAS CORRUPTAS GENERADAS EN LAS ALTAS ESFERAS DEL ESTADO

Durante la década de 1990 al 2000, el Perú experimentó una gran crisis política, moral, donde las máximas autoridades de gobierno se involucran en actos delictivos y de corrupción. Sectores democráticos, personalidades e instituciones rescataron al país de esa crisis, vía movilizaciones masivas, y parecía que lo encauzaban por rutas democráticas y apego a una mayor moral y buena praxis de líderes y gobernantes.

Sin embargo, los gobernantes del Perú resultaron un fiasco como conductores rectos del país, porque mientras aparentaban combatir los males del país, empezaron a mostrarse como los rostros de la desvergüenza. Tanto así que hemos tenido dos ex presidentes en la cárcel, un ex presidente fugado y con proceso de extradición, dos ex presidentes investigados y decenas de congresistas, jueces, ministros, gobernadores regionales y alcaldes, en la cárcel o con proceso judicial.

Este mes de Julio 2018, los noticieros de prensa y radio televisión nos han mostrado mediante audios y videos que tal situación no ha cambiado, y con vergüenza  ajena vemos cómo se maneja la justicia en el país, los jueces y fiscales de alta jerarquía, coludidos con otras autoridades y congresistas, compran cargos, liberan a narco traficantes, delincuentes avezados y violadores de niños, manipulan la justicia de manera aviesa y perversa con el fin de ocultar sus delitos y enriquecerse con dinero de todos los peruanos. En razón de esto nos pronunciamos acerca de que:

  1. En la Asociación de Escritores Chulucanas, repudiamos y condenamos la actitud y prácticas corruptas de las altas autoridades y de medios mandos del estado, representado por jueces, fiscales, congresistas, ex presidentes, ministros, así como autoridades  regionales y locales.

  1. Respecto a Chulucanas, se ha comprobado que el antropólogo Orlando Velásquez, ex Presidente del Consejo Nacional de la Magistratura, ha renunciado a este cargo por estar comprometido en denuncias hechas públicas. Interesa el caso, porque la Biblioteca Municipal (BM) lleva el nombre de dicho ex funcionario.

  1. Exigimos al Concejo Provincial de Morropón cambie nombre a la Biblioteca Municipal de Chulucanas, por el de un personaje relevante y sin deshonra alguna; ya que la BM es símbolo de la educación, la cultura, con gran influencia en niños y jóvenes, y que no tiene porqué llevar un nombre que afecte su prestancia y el saber que irradia.

Chulucanas, 27 Julio 2018.

Asociación de Escritores de Chulucanas José María Arguedas.

Documento

Nota:

El artículo que reproducimos a continuación es un análisis ponderado de algunos aspectos de la actuación de José Stalin al frente del Estado soviético. Contra la propaganda anticomunista de la reacción mundial y su eco en algunos sectores de izquierda permeables a dicha propaganda, R. Andreu recapitula una serie de hechos que prueban que, si bien es cierto que Stalin cometió excesos en la represión a los contrarrevolucionarios, la imagen que de él vende la propaganda reaccionaria está lejos de corresponder a la realidad.

La desclasificación de los archivos secretos del KGB en 1993 desmiente la propaganda reaccionaria y deja sin piso a sus despintados repetidores. Esto queda demostrado en el artículo que sigue.

01.08.2018.

Comité de Redacción.       



El Mito del Gulag
R. Andreu
LA ACTUAL IMAGEN DE STALIN y de su etapa frente a la URSS ha sido objeto de una deformación sistemática, primero a iniciativa de la propaganda hitleriana y luego al amparo de la guerra fría. Indudablemente esa campaña, por más que se haya probado su inconsistencia y absoluta falta de rigor, ha calado: Stalin es hoy sinónimo de terror, persecución, genocidio y campos de trabajo.

        No cabe duda: la burguesía tiene pánico a Stalin y ese temor nos transmite a diario por todos los medios de intoxicación. Las razones son obvias: el movimiento comunista internacional alcanzó su fase de máxima pujanza precisamente bajo Stalin; la situación llegó a ser tan crítica para el imperialismo que realmente llegaron a temer su desplome. Había que hacer algo, borrar la imagen gloriosa de la Revolución de Octubre y de los bolcheviques e imponer una nueva imagen de diseño, plagada de tergiversaciones, mentiras y falsificaciones históricas de lo más burdas.

        Los imperialistas nos insistieron durante décadas que la apertura de los archivos secretos del KGB demostraría sus afirmaciones; Gorbachov ordenó abrir esos archivos en 1989 y los primeros informes completos con las conclusiones se publicaron en 1993. Estas conclusiones no ha tenido el eco mediático que merecían, sin duda porque refutan plenamente la campaña intoxicadora que hemos padecido durante tantos años.

El proceso contra Dimitrov

La primera campaña propagandística contra la URSS y el movimiento comunista internacional se inició con la quema del Reichstag en 1933, nada más subir los nazis al poder en Alemania. Estaba perfectamente preparada: Dimitrov, dirigente de la Internacional Comunista, fue acusado del incendio y los nazis desataron una ofensiva publicitaria de dimensiones hasta entonces desconocidas. Hoy está probado que fueron los propios nazis quienes quemaron un Parlamento que ya no les servía para nada, pero la primera campaña de intoxicación demostró que la técnica funcionaba. El legendario Partido Comunista Alemán fue perseguido, su secretario general Thälmann encarcelado junto con otros miles de camaradas que inauguraron los primeros campos de concentración y, como luego escribió Bertold Brecht, tras los comunistas fueron los antifascistas y, finalmente, los judíos y muchas otras víctimas del terror imperialista.

        Era el primer ejemplo histórico de la nueva propaganda imperialista, basada en la estrecha unión de la policía política (la famosa Gestapo) y los medios de comunicación. Los nazis inventaron la figura del periodista-policía, una nueva estirpe de siniestros funcionarios al servicio de las más burdas mentiras. Göbbels resumió esta nueva técnica en una frase muy conocida: Una mentira que se repite un millón de veces acaba convirtiéndose en una verdad. Pero nadie reconoce que los comunistas fueron los primeros en padecer la infamia sistemática de los nazis.

Los trotskistas salen a escena

A aquella primera campaña de propaganda anticomunista, le siguió otra con la leyenda de un supuesto genocidio cometido en Ucrania contra los campesinos por la colectivización socialista. Según aquellas informaciones difundidas por la Gestapo, la colectivización habría supuesto una terrible catástrofe en la que millones de campesinos murieron de hambre.

        La colectivización del campo, un episodio más de la lucha de clases bajo el socialismo en la URSS, como no podía ser de otra forma, corría paralela a una fuerte polémica –también otra más– en el interior del Partido bolchevique entre dos corrientes políticas opuestas. Triunfó la línea marxista-leninista de continuar la construcción del socialismo que encabezaba Stalin, y las posiciones derrotistas y claudicadoras que bullían en su seno fueron depuradas y expulsadas del Partido.

        La más conocida –pero no la más importante– de esas corrientes es la trotskista, un movimiento insignificante inflado hasta la saciedad por la propaganda imperialista. En realidad Trotski nunca formó parte del Partido bolchevique, hasta pocos días antes de la revolución, cuando en plena efervescencia del movimiento de masas, se incorporó –como tantos otros– a las filas bolcheviques a las que antes había combatido sin cesar.

        Trotski fue admitido en la dirección del Partido y asumió importantes funciones tras la Revolución como responsable del Ejército Rojo, en el que tuvo que ser destituido pocos meses después, tras sus reiterados fracasos en la dirección de la guerra con los contrarrevolucionarios. Fue sustituido en esa función por Stalin y a partir de ahí sus desvaríos no cesaron. A pesar de ello, los bolcheviques demostraron una paciencia más propia de los franciscanos que de los revolucionarios. Tuvo que ser destituido de la dirección del Partido, luego expulsado de él, luego expulsado de la URSS y, finalmente, ejecutado en México.

        La burguesía imperialista siempre ha presentado esta lucha como una pugna personal por el poder entre Stalin y Trotski y no como un aspecto más de la lucha de clases contra la burguesía en el seno del Partido. Porque mientras Trotski volvió finalmente al lugar del que había salido, a las filas de la reacción, Stalin siguió también donde siempre había estado: entre los bolcheviques. Así que la inmensa mayoría del Partido estaba por un lado, y Stalin con ella, mientras por el otro estaban Trotski y un reducido número de militantes que se podían contar con los dedos de las manos.

        Por tanto, la fama de Trotski proviene de su obstinada lucha contra los bolcheviques, prolongada durante varias décadas, y del apoyo que a esa lucha le proporcionó la burguesía. Trotski proporcionó al imperialismo algo muy valioso que éste no tenía: información de primera mano, del mismo interior de las filas revolucionarias en las que se había infiltrado.
         
        Esto dio un tono distinto a la campaña de infamias contra Stalin y el comunismo a través de un cúmulo de grupúsculos trotskistas que no eran más que el caballo de Troya del imperialismo camuflado entre algunos sectores estudiantes o intelectuales. El nazismo nunca desperdició esta ayuda de los trotskistas en su guerra psicológica contra el movimiento comunista internacional. A su vez, los trotskistas se beneficiaron de los altavoces que el imperialismo les proporcionó en la prensa y la radio.

De Göbbels a Hearst

La característica común de las dos primeras campañas de guerra psicológica es que, no obstante su amplitud, no trascendieron de las fronteras de la Alemania nazi, salvo un cierto eco en la prensa reaccionaria inglesa.

        Es aquí donde surge la figura del magnate de la prensa amarilla estadounidense Hearst, que en 1934 viajó a Alemania, donde fue recibido por Hitler como invitado y amigo leal. A partir de entonces, comenzó a abrir espacios en sus periódicos para difundir artículos firmados por Göring. El descrédito y las presiones populares le obligaron rápidamente a suspender la difusión de tales artículos, pero continuó informando acerca de la URSS con materiales más refinados que la Gestapo le remitía directamente desde Berlín, alusivos a masacres, esclavitud, presidios, etc. Entonces la noticia estrella era el genocidio en Ucrania a causa de las colectivizaciones, campaña iniciada el 18 de febrero de 1935 en el periódico sensacionalista Hearst Chicago American. A través de Hearst la Gestapo avanzó las primeras cifras: 6 millones de muertos por hambre en Ucrania.

¿Qué hay de cierto en ello?

Ucrania era conocida como el granero de Europa, un país agrícola muy rico, ambicionado por Alemania y otras potencias imperialistas rivales como despensa alimenticia en sus preparativos de guerra. Cuando en 1935 el PCUS promovió la colectivización, 120 millones de campesinos pobres se levantaron contra los kulaks, los 10 millones de terratenientes que a través de los koljoses se habían enriquecido con el socialismo.

Se abrió un período de fuertes luchas en el campo, en toda la URSS. Los Kulaks reaccionaron armándose y creando bandas que asaltaban a los campesinos pobres, incendiaban los graneros y destruían las cosechas. Surgió la escasez de grano y el hambre, lo que finalmente desembocó en epidemias, un fenómeno muy común en aquella época, ya que la penicilina no se inventó hasta la segunda mitad de los años cuarenta. Por ejemplo, en Europa occidental una epidemia de la llamada gripe española costó 20 millones de muertos entre 1918 y 1920.

La colectivización, por tanto, no causó ningún estrago especial entre la población ucraniana, más que la propia del aplastamiento de la reacción kulak. Por el contrario, fue la colectivización la que permitió el aprovisionamiento del Ejército Rojo y de los obreros soviéticos en la guerra mundial que estallaría sólo seis años después. En la guerra mundial, los kulaks supervivientes de la colectivización volvieron a Ucrania y colaboraron en la invasión nazi, privatizando las tierras de nuevo y asesinando a los campesinos por millones. Pero de estas matanzas nada ha difundido el imperialismo.

Robert Conquest toma el relevo de la Gestapo

La guerra mundial no acabó con la URSS como pretendieron las grandes potencias imperialistas. Por el contrario, el socialismo salió reforzado de la misma, obligando a una nueva ofensiva de guerra psicológica para encubrir su tremendo fracaso. Incapaces de derrotar por la guerra al socialismo, desataron una forma singular de agresión permanente y larvada: la guerra fría.

        En Estados Unidos el senador McCarthy inició una violenta campaña de persecución contra los comunistas y cualquier asomo de movimiento progresista que acabó extendiendo por todo el mundo como una fiebre de histeria. Desempolvaron los viejos argumentos de la Gestapo y Hearst. En 1953, financiado por los exiliados ucranianos en Estados Unidos, se publicó el libro Los sucesos negros del Kremlin(1) en el que inventaban toda una serie de matanzas truculentas en la URSS.

Pero el personajillo que se especializaría en esta tarea fue Robert Conquest, ex-agente de la policía británica elevado unos años más tarde a profesor de la Universidad de Stanford en California, que escribió en 1969 El gran terror y en 1986 Cosechas de amarguras(2). Aquel mismo año escribió por encargo de Reagan un libro inolvidable cuyo título lo dice todo acerca de su talla universitaria: ¿Qué hacer cuando los rusos vengan? Manual de supervivencia.

La fuente de información de Conquest eran los kulaks ucranianos que habían colaborado con el Ejército hitleriano en la ocupación de la URSS y que los Estados Unidos acogieron después como exiliados políticos. La mayor parte de esos ucranianos eran criminales de guerra, como Mykola Lebed, jefe de seguridad en Lvov durante la ocupación nazi que colaboró en la persecución contra los judíos en aquella ciudad en 1942. En 1949 Estados Unidos le acogió como desinformador y comenzó a trabajar en la CIA.

Las siniestras conexiones de Conquest no fueron conocidas hasta que el periódico británico The Guardian las desveló en un artículo publicado el 27 de enero de 1978. Los servicios secretos ingleses habían creado en 1947 para la guerra fría un departamento especial dedicado en exclusiva a la intoxicación periodística que se llamaba IRD (Information Research Department), aunque su nombre originario era también bastante ilustrativo: Communist Information Department. Su tarea era combatir la influencia comunista entre el proletariado británico con noticias e informaciones inventadas, por medio de contactos en las redacciones de los periódicos y en las emisoras de radio, comprando noticias, sobornando a los periodistas, etc. Cuando en 1977 se disolvió por sus escandalosos contactos con los fascistas británicos, se comprobó que unos 100 periodistas conocidos de la prensa, radio y la televisión cobraban de sus presupuestos y que regularmente recibían informes para su difusión.

Conquest fue agente del IRD desde los comienzos hasta 1956 y su tarea era escribir noticias siniestras de la URSS para difundirlas en la prensa y la radio. Su libro El gran terror no es más que una recopilación de los artículos sensacionalistas que como agente del IRD escribió durante años sobre la URSS. Una tercera parte de los libros fueron comprados por la editorial Praeger que es la que habitualmente distribuye los libros de intoxicación de la CIA. Y por su libro Cosecha de amargura Conquest cobró 80.000 dólares de los exiliados fascistas ucranianos.

Las cifras del gulag

Según Conquest (y tras él toda la propaganda imperialista) los bolcheviques mataron a 26 millones de personas, con  el siguiente desglose: 12 millones de presos ejecutados entre 1930 y 1953 y otros 14 millones muertos de hambre en la década de los años veinte. También siguiendo sus cálculos, en 1950 había de 25 a 30 millones de presos en los campos de trabajo soviéticos, de los que 12 de ellos eran presos políticos, o sea contrarrevolucionarios. Añade que en las depuraciones de 1936 a 1939 fueron ejecutadas un millón de personas y otros dos millones murieron de hambre. El resultado de estas depuraciones serían 9 millones de presos políticos y 3 millones de muertos.

Soljenitsin, un fascista-zarista que recibió el Premio Nobel de Literatura(3) en pago a sus servicios, infló todavía más las cifras de Conquest. Según él, los bolcheviques mataron a 110 millones de personas: 44 millones en la II Guerra Mundial y otros 66 millones desde la colectivización hasta la muerte de Stalin en 1953. Finalmente, calculaba que en 1953 en los campos de trabajo había 25 millones de presos.

Estas son las cifras que luego la prensa imperialista ha reproducido millones de veces por todo el mundo, por supuesto de fuentes fidedignas.  

Los archivos del KGB 

Naturalmente, las conclusiones de la apertura de los archivos secretos por Gorbachov en 1993 no han recibido la misma dimensión informativa y sólo han alcanzado a las publicaciones científicas restringidas. Las conclusiones del estudio se han compendiado en 9.000 páginas redactadas por tres académicos rusos (Zemskov, Dougin y Xlevnjuk) nada sospechosos de simpatías stalinistas. Estas conclusiones han sido reproducidas también por Nicolas Werth del CNRS (Instituto Francés de Investigaciones Científicas) en la revista L’Histoire en setiembre de 1993, y por J. Archc Getty profesor de Historia de la Universidad de River Side en California en la revista American Historical Review.

Todos los informes académicos son unánimes en desmentir la campaña tergiversadora.

En la URSS en 1940 existían 53 campos y 425 colonias de trabajo, los famosos gulags. Se diferenciaban porque las colonias eran más pequeñas y con un régimen penitenciario más relajado que los campos y a ellas se destinaban los presos con condenas más reducidas. En los campos y colonias los presos no estaban recluidos en espacios cerrados sino que trabajaban y cobraban el mismo sueldo que los demás trabajadores, sobre la base del principio de que los presos no podían resultar una carga para la sociedad. Trabajaban durante su jornada laboral (7 horas diarias) y luego debían recluirse en los recintos cerrados y custodiados. En la URSS no había cárceles como las que conocemos aquí, en las que impera la ociosidad: trabajar era una obligación para todos, y no un derecho. Imperaba el conocido principio general de que quien no trabaja no come.

        En 1939 en los campos y colonias había un total de 2 millones de presos, de los que 454.000 eran contrarrevolucionarios. De ellos murieron 160.000 por causas diversas, especialmente epidemias, enfermedades contagiosas y falta de medicinas. Después de la guerra, en 1950, el número de contrarrevolucionarios presos subió a 578.000, pero el porcentaje de presos que en total purgaban sus condenas nunca pasó del 2’4 por ciento de la población adulta de aquella época.

        ¿Qué significan estas cifras? Hagamos comparaciones…

        En Estados Unidos hoy viven 252 millones de personas y hay 5’5 millones de presos en total, es decir, un 2’8 por ciento de la población adulta. Más que en la URSS de la época de Stalin. Y Estados Unidos ni padece un levantamiento armado de las proporciones de la guerra civil en la URSS, ni tampoco la amenaza exterior de ninguna potencia. Por el contrario, la URSS surge de una guerra mundial, padece una guerra civil, una invasión exterior de las grandes potencias, un sabotaje permanente de espías y contrarrevolucionarios y, finalmente, una nueva guerra mundial. A pesar de ello, el número total de presos era inferior al actual en Estados Unidos.

        En cuanto a las muertes en los campos y colonias de trabajo, los porcentajes van del 5’2 por ciento en 1934 al 0’3 por ciento en 1953, lo que hace un total aproximado de un millón de presos, la mitad de ellos en el período de 1934 a 1939, y siempre por causas involuntarias, como se demostró al difundirse tras la II Guerra Mundial el uso de antibióticos, que redujo notablemente el volumen de fallecimientos.       

        En la URSS existió la pena de muerte, que se ejecutaba sólo en los casos más graves de levantamientos armados contra el socialismo. Dimitri Volkogonov, nombrado por Yeltsin jefe de los antiguos archivos soviéticos, ha calculado en 30.514 el número de fusilados entre 1936 y 1938 y, según cifras actuales del KGB, desde 1930 hasta 1953 habrían sido condenados a muerte 786.000 detenidos.

        Pero esta última cifra no parece convincente y puede referirse al total de ejecuciones entre delincuentes comunes y contrarrevolucionarios. Quizá pueda deberse también a que el KGB contabilizó todas las sentencias de muerte, incluso aquellas que luego no se ejecutaban y se conmutan por otras. En todo caso, puede decirse que los fusilamientos en una de las fases más aguda de la lucha de clases en la URSS entre 1936 y 1939, la época llamada del gran terror entre los imperialistas, serían de unos 100.000. Por tanto, muy lejos de los millones de la propaganda con la que nos han bombardeado durante años.

        Pero hay detalles muy poco conocidos. Por ejemplo, hasta 1937 la pena máxima establecida por las leyes soviéticas era de 10 años, y el 82 por ciento de los condenados lo eran a penas inferiores a 5 años. Las penas dictadas por los tribunales populares eran algo superiores, pero en todo caso, sólo el 51 por ciento de los contrarrevolucionarios fueron condenados en 1936 a penas superiores a los 5 años. Cuando en 1937 se elevó el tope de las penas, sólo el 1 por ciento de los contrarrevolucionarios fueron condenados a penas superiores a los 10 años. Ni existía la condena a perpetuidad como en Estados Unidos, ni nadie cumplía condenas de más de 20 años, como en España.

        Los comentarios, una vez más, sobran.

Los convictos del gulag

Pero todas esas cifras expuestas no nos darían una imagen ni siquiera una imagen ni siquiera aproximada de la URSS en los años treinta y las durísimas condiciones en la que se desarrollaba la lucha de clases de los obreros y los campesinos pobres. Pese a la colectivización, los kulaks no desistieron en su empeño de doblegar a los campesinos pobres, asesinando a los militantes comunistas, a los funcionarios del Estado y a los cooperativistas, incendiando las cosechas, provocando plagas, matando a los animales de trabajo y provocando el hambre. El Partido Comunista y los campesinos pobres tuvieron que luchar en las condiciones más adversas porque los kulaks contaban con importantes apoyos exteriores y tenían experiencia de años en el control de todos los resortes del poder en el campo. Sin duda la represión debió ser dura y los kulaks más destacados por sus crímenes fuero justamente ejecutados o condenados a los campos de trabajo. No obstante, de los 10 millones de kulaks existentes antes de la colectivización sólo resultaron condenados 1’8 millones de ellos a diversas penas.

        Es seguro que cuando la lucha es tan encarnizada y de tan vastas proporciones, se produjeron errores, injusticias y venganzas particulares. Pero en su conjunto, la lucha fue acertada, permitió subsistir a la URSS y salvó aun muchas más vidas de las que costó. Y sobre todo: esas vidas que se salvaron eran las de los obreros, los campesinos pobres, los cooperativistas y la población en general de todos los pueblos de la URSS.

        Además, la situación no se ceñía exclusivamente al campo. También en las fábricas y en el Ejército ocurría algo parecido. Numerosos cuadros y técnicos provenían de las filas de la burguesía, ya que eran cuadros cualificados de los que no se pudo prescindir inicialmente. La mayor parte de ellos colaboraron lealmente con los obreros en los planes quinquenales, pero otros saboteaban la producción, retrasaban los suministros, destruían la maquinaria y boicoteaban las tareas, causando un extraordinario perjuicio a la producción, en unos momentos clave en que la amenaza exterior del imperialismo acechaba.

        La revolución, cabe concluir, no es un camino de rosas, desgraciadamente. Pero no será porque los revolucionarios estén sedientos de sangre. Es seguro que si los capitalistas renunciaran voluntariamente a sus privilegios, todo resultaría más fácil. La Historia demuestra que eso no ha sucedido nunca y que los que lo tienen todo no dudan en masacrar a los que no tienen nada para salvaguardar sus prebendas. Y luego encima nos vuelven la historia del revés.

Notas
[1] Black deeds of the Kremlin.
[2] Harvest of sorrow.
[3] Por sus libros Archipiélago gulag y Un día en la vida de Ivan Denisovich.
* Seis meses después de aparecer este artículo, el diario La Vanguardia de 5 de 2001 publicó una entrevista sobre este mismo tema con el historiador ruso Viktor Zemskov, al cual aludimos en el artículo. El historiador dice que es a primera entrevista que concede a la prensa extranjero, que no se ha interesado para nada en establecer una falsedad millones veces repetida: Ya es hora de que la propaganda dé paso a la historia, y la suposición al documento. Hace diez años que en Rusia se sabe que Stalin y su régimen mataron mucho menos de lo que se ha dicho, comienza a decir el periodista en el encabezamiento, mientras que Zemskov dice que en Occidente se habían engañado mucho al respecto, es decir, sobre el volumen de la represión. El Estado soviético llevaba un control absoluto y preciso de cada detenido y de cada fusilado: La estadística del Gulag es considerada por nuestros historiadores como una de las mejores […] Un solo caso de un preso desaparecido en un naufragio o fugado, genera todo un dossier de documentos y correspondencia. Como es natural, no se dice absolutamente nada de los motivos por los cuales fueron enviadas al Gulag todas esas personas. Zemskov confirma también que el principal manipulador de las estadísticas ha sido Robert Conquest, cuyas cifras de represaliados y muertos quintuplican la evidencia documental, dice Zemskov, aunque no explica el perfil biográfico de Conquest. Según las conclusiones que extraer el propio periodista, en el momento culminante de la represión stalinista, el ‘gran terror’ de 1937-1938 en la URSS se practicaron 2’5 millones de detenciones, y entre 1921 y 1953, se fusiló por motivos políticos a 800.000 personas. Pero el historiador no dice fusilados sino algo bien distinto: condenados a fusilamiento, es decir, que no existe confirmación de que la pena se ejecutara en todos los casos, por lo que debe tomarse como una aproximación. Esta cifra coincide aproximadamente con la que nosotros adelantamos y las diferencias pueden deberse a que nosotros tomamos un periodo de tiempo más corto.
* Muchos de los millones de muertos imputados al comunismo en la Unión Soviética provienen de la hambruna en Ucrania, supuestamente a consecuencia de la colectivización. El periodista canadiense Douglas Tottle publicó un libro titulado Fraude, hambre y fascismo: el mito del genocidio ucraniano, de Hitler a Harvard (Fraud, famine and fascism. The Ukrainian Genocide Myth from Hitler to Harvard, Toronto, Progress Book, 1987). La colectivización se inició a finales de 1929 y el hambre apareció en 1934 (casualmente al año siguiente de la llegada de Hitler al gobierno de Berlín). En su libro Tottle demuestra que las fotografías publicadas, que exhiben supuestas escenas de niños muertos de hambre, se tomaron, en realidad, de publicaciones de 1922 mostrando las muertes de hambre causadas por la intervención de ocho potencias imperialistas en la guerra civil de 1918-1921.
* Estas falsificaciones también han sido denunciadas por Louis Fisher, corresponsal en Moscú del periódico americano The Nation. Fisher denunció que el periodista M. Parrot, el auténtico corresponsal de la cadena Hearst en Moscú, envió reportajes que jamás se publicaron acerca de las excelentes cosechas en Ucrania. Tottle demuestra que el periodista que envió durante mucho tiempo los reportajes y fotografías falsos sobre el hambre de Ucrania, Thomas Walker, se llamaba en realidad Robert Green, que se había escapado de una cárcel de Colorado. Cuando Green regresó a Estados Unidos fue detenido y confesó al tribunal que jamás había estado en Ucrania y que sólo estuvo cinco días en Moscú.          
* Sobre los millones de muertos de hambre en Ucrania existe una curiosa carta en los archivos del Ministerio francés de Asuntos Exteriores escrita por su embajador en Moscú Charles Alphand y dirigida a Paul Boncour, el titular entonces del Ministerio en París, de fecha 13 de setiembre de 1933. La carta relata un viaje por la Unión Soviética de Alphand acompañando a Herriot. Dice así:

Invitado oficialmente por el gobierno soviético para participar en el viaje de Herriot al sur de la URSS, seis días en Ucrania y en el norte del Cáucaso […]

Este viaje […] ocasionó manifestaciones de lo más cariñosas respecto a Francia que por todas partes recibió los aplausos unánimes de la muchedumbre soviética sin que […] viera una nota discordante. El solo hecho de que se les haya permitido e incluso provocado, muestra el deseo de los gobernantes de mostrar su deseo de acercamiento con Francia.

Además de museos y monumentos antiguos, hemos visitado el mayor número posible de fábricas y explotaciones agrícolas […] maravillado por el Dnieprostroi donde, además, se encuentra la fábrica hidroeléctrica más importante de Europa. Sobre una estepa rusa se eleva desde hace cuatro años una ciudad de 150.000 de habitantes, de los que 40.000 son obreros […] Salvo para el aluminio (sólo se logró un sexto de lo previsto), las fábricas aún están en fase de equipamiento y la producción no alcanzará su pleno rendimiento hasta dentro de tres o cuatro años, según os técnicos que he podido consultar. Visita a las fábricas de panificación de Kiev, de turbinas y tractores de Jarkov, maquinaria agrícola, cosechadoras en Rostov, rodamientos y motores en Moscú. Concordando esas constataciones de las informaciones ya proporcionadas al Departamento sobre las formidables industrias de los Urales (Magnitogorsk y Kuznietsk), sobre los proyectos hidroeléctricos del Volga y de Siberia, sobre las fábricas de Gorki y de Leningrado, se ve el esfuerzo industrial enorme del Gobierno los Soviets. Dada la peculiar situación de la URSS, el único país del mundo que progresa, ese desarrollo no puede perjudicar a las industrias europeas, más que cerrándoles el mercado ruso, porque las posibilidades de absorción de ese mercado son tan grandes que pasarán 50 o incluso 100 años antes de que los Soviets alcancen una sobreproducción que no sean capaces de absorber por ellos mismos. Pero hay un grave problema […] el de os transportes: insuficiencia de la red ferroviaria y vial […] En esta vía podemos plantearnos la colaboración franco-soviética.

Al margen de la cuestión industrial, se desprende una impresión del viaje la URSS, el de un esfuerzo en la construcción de alojamientos para una población que en diez años aumenta la población de Francia. Lo mis en Moscú que en Leningrado de un plumazo se alzan grandes casas obreras casi en cada calle, pero el éxito más grande desde el punto de vista del urbanismo está en Jarkov donde en cuatro años una ciudad entera de aspecto netamente americano se ha edificado al lado de la ciudad antigua.

En fin, una de las partes más importante de nuestra gira ha sido la vita a las organizaciones soviéticas en Ucrania y en el norte del Cáucaso, el centro mismo de los territorios donde, según recientes campañas de prensa, reinaba un hambre comparable a la de 1922.

Usted verá, me habían dicho, que en el último momento esta parte del viaje será suprimida; no le llevarán a ese infierno de miseria. Para encontrar en Moscú a Molotov, que partía de vacaciones, se suprimió del programa la excursión a Crimea que tenía un carácter particularmente turístico; el viaje a Ucrania se desarrolló normalmente. Hemos atravesado de parte a parte, en los dos sentidos, en ferrocarril, este inmenso campo de cereales cuyos cultivos se interrumpen allá donde no alcanza la vista, de espeso humus negro que hace innecesario el abono. A 60 y 70 kilómetros de las ciudades, hemos visitado koljoses y sovjoses, y volvemos con la impresión muy clara de la falsedad de las noticias difundidas en la prensa y la convicción que yo esbocé en mi correspondencia de una campaña inspirada por Alemania y los rusos blancos deseosos de oponerse al acercamiento franco-soviético.

Antes de recorrer el país, yo mismo me he hecho eco de esas habladurías difundidas por los enemigos del régimen y tengo hoy la certidumbre de su exageración.

Sin duda, se nos dirá, los esclavos, después del Potemkin, tienen un maravilloso sentido de la puesta en escena, sólo os han mostrado lo que querían que viérais, ¿cómo pretende Usted, en una excursión de una semana, no hablando ruso, apercibirse del estado de una región tan extensa? Sin embargo, hemos mirado por las ventanas durante el trayecto de más de 3.000 kilómetros, y no se ha podido trucar completamente la población, que nos ha parecido en el mejor estado físico y de vestuario que la de las ciudades del norte, de donde venimos. Nuestro coche ha podido ap0lastar pollos de más de cuatro meses; nos hemos dado cuenta de la extensión de esos campos que acaban de proporcionar una cosecha que todos están de acuerdo en calificar de excepcional. Si verdaderamente millones de hombres estuvieran muertos de hambre en esas regiones, los infortunados hubieran comido sus pollos antes de pensar en alimentarse de cadáveres. Hubieran sido necesarios millones desoldados para impedirles comerse las semillas.

¿Qué dicen a este respecto las autoridades que hemos interrogado? El año pasado tuvo lugar efectivamente, un episodio de los más graves de la Revolución para la aplicación del régimen colectivista en la agricultura. En esas regiones particularmente ricas, hemos tenido que luchar contra los campesinos ricos que no cultivaban por sí mismos sus tierras sino que utilizaban asalariados; contra esos Kulaks, más o menos abiertamente sostenidos por Alemania, que lleva en Ucrania su campaña separatista. Con la esperanza de desórdenes graves, esos elementos contrarrevolucionarios intentaron suscitar la huelga de brazos caídos. De ahí resultó una disminución de la producción de cereales que en un momento dado amenazó seriamente Moscú y supuso no solamente graves dificultades en las regiones donde se organizó el sabotaje de la cosecha, sino también la obligación de imponer restricciones importantes en la distribución de víveres. Que ha habido hambre está fuera de duda. Pero por una acción enérgica del poder central, acción combinada de la policía y de los elementos políticos comunistas, gracias a ciertas concesiones ofrecidas al interés personal (propiedad de una vaca y de productos de la huerta), la situación ha podido ser restablecida durante estos últimos meses y Stalin, según una expresión de Radek […] ha ganado su ‘batalla del Marne’ agraria.

Dos ejemplos típicos de esta campaña y de las dificultades […] nos los ofreció Kalinin, a quien interrogamos sobre este grave problema del hambre. Nos dio el ejemplo de la comuna de Tver que hoy lleva su nombre, donde hay tres koljoses. El primero ha trabajado muy bien, ha realizado una buena cosecha y sus miembros han obtenido buenos beneficios; el segundo ha alcanzado los dos objetivos; pero el tercero, por impulso de nuestros adversarios, ha saboteado la cosecha y sus afiliados han corrido el peligro de morir de hambre. A petición mía [de Kalinin], el Gobierno les ha hecho llegar ayuda. A causa de ello, me he atraído la enemistad de los oteros dos koljoses que pensaban que no importaba hacer las cosas mal si, no haciendo nada, se obtenía sin embargo la subsistencia […].

El segundo ejemplo de Kalinin es el siguiente: el año pasado faltó la leche en Moscú y se restringió la distribución incluso a los niños y a los obreros empleados en trabajos nocivos. Pero la persona encargada de la distribución era precisamente el gran negociante de preguerra que aseguraba        el mismo servicio bajo el régimen zarista. El Presidente Kalinin llamó a ese funcionario para preguntarle cómo con una cantidad doble de leche no llegaba para suministrar a las categorías restringidas indicadas. El interesado apenas tuvo que mostrar que la cantidad era hoy insuficiente porque antes la leche era un privilegio de la clase noble y rica de Moscú.

Aumento considerable de las necesidades, resistencias políticas de los elementos reaccionarios, tales son las causas del desequilibrio que revuelve nuestros espíritus occidentales pero que parecen naturales al espíritu eslavo fatalista que, poco deseoso de intereses inmediatos individualistas, está centrado en el cumplimiento del amplio programa que se ha propuesto.
CREACIÓN HEROICA