A Propósito de Algunas Ideas Erróneas
Eduardo Ibarra
3. ¿Es cierto que en ninguna parte Mariátegui plantea la nacionalización de la tierra? No, no es cierto. El texto «Principios de política agraria nacional» (julio de 1927), es una exposición de los principios generales de lo que hubiera sido, ya entonces, el programa agrario del Partido Socialista del Perú. En este texto, Mariátegui escribió:
1.-El punto de partida, formal y doctrinario, de una política agraria socialista no puede ser otro que una ley de nacionalización de la tierra. (Peruanicemos al Perú, p. 149).
La cita liquida pues toda tentativa de negar que Mariátegui no hubiera sostenido la nacionalización de la tierra como punto de partida de una política agraria socialista.
Desde luego, lo de una política agraria socialista requiere explicación, así como lo que sigue en el texto mariateguiano y que transcribimos enseguida, exige especificación:
Pero, en la práctica, la nacionalización debe adaptarse a las necesidades y condiciones concretas de la economía del país. El principio, en ningún caso, basta por sí solo. (Ibídem).
Sin
embargo, tanto lo uno como lo otro constituyen en suma un problema distinto al
que nos ocupa ahora, y que, de otro lado, demanda tratamiento aparte.
De Cómo
Ramón García Pretende Reivindicar el Socialismo Reformista
E.
I.
Después de escribir que «la
vida política de JCM tiene ahora dos etapas: una es la señalada por Eduardo
Ibarra: “una primera, no marxista”, de 1918 a 1920, el socialismo reformista, y
que incluye a Nuestra Época. La segunda es la señalada desde hace hace ocho
décadas por Eudocio Ravines, el socialismo amautista (por Amauta, continuación
de Nuestra Época)», Ramón García agrega al final de su artículo «Acerca del
centenario del socialismo peruano»,1 estas dos exclamaciones: 1)
«¡Es la comprensión que tienen Ibarra y Ravines del Socialismo Peruano!»; 2)
«¡Por eso ha costado ocho décadas su reivindicación, su desagravio!»
Así
las cosas, es notorio que García cita fuera de contexto una frase nuestra
referida a la etapa inicial de la «orientación socialista» de Mariátegui y,
como hemos visto, la alinea con la «comprensión» que tenía Ravines del marxismo
de Mariátegui, y esto le facilitó escribir la primera de las exclamaciones
citadas arriba. De esta forma dolosa pretende causarle al lector la impresión
de que negamos el marxismo mariateguiano, al mismo tiempo que intenta
presentarse a sí mismo como reivindicador de Mariátegui, lo que sugiere con su
segunda exclamación.2
Es
conocido el hecho de que García utiliza el método de descontextualizar algunas
afirmaciones de los críticos de sus posiciones a efecto de hacerlas
susceptibles de manipulación, y que lo mismo hace con textos del propio
Mariátegui.3 Como acabamos de ver, contra nosotros ha utilizado una
vez más este método antimarxista. ¿Por qué, pues, García no citó nuestra frase
en su contexto o, mejor, por qué no hace la prueba de citar en sus respectivos
contextos nuestras varias afirmaciones sobre el proceso de la «orientación
socialista» del maestro? Porque, sin duda, si lo hiciese no podría sostener su
calumnia, pues, a más de enfrentarse a nuestros argumentos, se vería obligado a
confrontarse con las opiniones del propio Mariátegui sobre su inicial
socialismo a lo Araquistain, con el inevitable resultado de que saldría muy mal
parado. Por eso no es casual que no haya comentado nunca las puntualizaciones
mariateguianas sobre el tipo de socialismo que caracterizó a Nuestra Época.
¿Qué
pretende «reivindicar» García en realidad? ¿Es García, acaso, «reivindicador»
de Mariátegui? Dilucidemos estas cuestiones.
La
etapa que va de Nuestra Época hasta el momento previo a la asunción del
marxismo-leninismo por Mariátegui en la segunda mitad de 1920 y la etapa que
comienza en este período y llega hasta abril de 1930, conforman lo que él mismo
denominó su «orientación socialista».
Pues
bien, es necesario subrayar que fue el propio Mariátegui quien distinguió dos
etapas en su proceso ideológico, cosa que es silenciada por García. En efecto,
el maestro escribió sin dejar margen a dudas:
En
Lima, algunos escritores que del estetismo d’annunziano importado por
Valdelomar habíamos evolucionado al criticismo socializante de la revista España,
fundamos hace diez años Nuestra Epoca… (7 ensayos, pp. 253-254).
Como vemos, Mariátegui no
dice «habíamos evolucionado al marxismo», sino que, de forma clara, precisa,
accesible a cualquier persona, dice que algunos de los escritores que habían
evolucionado del estetismo d’annunziano al «criticismo socializante», fundaron
la revista Nuestra Época. ¿Y qué era, pues, el «criticismo socializante» de
Nuestra Época? Desde luego, no era marxismo. Está claro que, para cualquier
marxista que proceda de manera informada y, además, de forma honrada, el
«criticismo socializante» que caracterizó a Nuestra Época representaba, sobre
poco más o menos, el reformismo de la Segunda Internacional.
Asimismo,
apuntó el maestro:
…
terminado el experimento “colónida”, los escritores que en él intervinieron,
sobre todo los más jóvenes, empezaron a interesarse por las nuevas corrientes
políticas. Hay que buscar las raíces de esta conversión en el prestigio de la
literatura política de Unamuno, de Araquistain, de Alomar y de otros escritores
de la revista España; en los efectos de la predicación de Wilson, elocuente y
universitaria, propugnando una nueva libertad; y en la sugestión de la
mentalidad de Víctor M. Maúrtua cuya influencia en el orientamiento socialista
de varios de nuestros intelectuales casi nadie conoce. Esta nueva actitud
espiritual fue marcada también por una revista, más efímera aún que Colónida:
Nuestra Epoca. (Ob. cit., p. 284).
O sea, también Nuestra Época
marcó la nueva actitud espiritual caracterizada por la literatura política de
Unamuno, Araquistain, Alomar y otros escritores de la revista España, la
predicación del presidente estadounidense Wilson y el socialismo reformista de
Víctor M. Maúrtua.
Además,
dejó sentado:
De
Nuestra Epoca (julio de 1918) se publicaron sólo dos números, rápidamente
agotados. En ambos números, se esboza una tendencia fuertemente influenciada
por España, la revista de Araquistain, que un año más tarde reapareció en La
Razón, efímero diario cuya más recordada campaña es la de la Reforma
universitaria (7 ensayos, 1994, p. 254, nota).
De esta forma definió todo
el período que va de Nuestra Época al momento previo a su asunción del
marxismo-leninismo, señalando su signo ideológico: el criticismo socializante.
Así delimitó una primera etapa de su «orientación socialista».
Veamos,
ahora, en su ligazón interna, las siguientes afirmaciones mariateguianas:
… el pensamiento de González
Prada, que no impuso nunca límites a su audacia ni a su libertad, dejó a otros
la empresa de crear el socialismo peruano. (Ob. cit., p. 261).
A mi vuelta al Perú, en
1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la
Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicié mi
trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista. (José
Carlos Mariátegui, Correspondencia [1915-1930], Empresa Editora Amauta, Lima,
1984, t. II, p. 331; en adelante, Correspondencia).
En Lima, donde se ha
constituido el primer núcleo de industrialismo, es también donde, en perfecto
acuerdo con el proceso histórico de la nación, se ha balbuceado o se ha
pronunciado la primera resonante palabra del marxismo. (7 ensayos, p. 253).
… en los días en que se
cajeaba en Nº 4 de “Claridad”, Mariátegui asume su dirección. El Nº 5 señala el
principio de un franco orientamiento doctrinario en el que “Claridad” abandona
el tono estudiantil. (Ideología y política, 1986, p. 101).4
Hace año y medio propuse la organización de una especie de seminario de estudios económicos y sociológicos, que proponga en primer término la aplicación del método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú. (Martínez, Ricardo, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p. 272).
El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha. (Ideología y política, p. 160).
Es claro que, con estas
afirmaciones, Mariátegui demarcó una segunda etapa de su «orientación
socialista», subrayando el marxismo-leninismo como el signo ideológico de la
misma. Esto significa que, también según Mariátegui, la empresa de crear el
Socialismo Peruano correspondió a su labor marxista-leninista: «A mi vuelta al
Perú, en 1923… inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional,
conforme al método marxista»; «En Lima… se ha pronunciado la primera resonante
palabra del marxismo»; «el principio de un franco orientamiento doctrinario»;
«la aplicación del método marxista al conocimiento y definición de los problemas
del Perú»; «El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del
imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta
como su método de lucha» (cursivas nuestras).
Así,
pues, la distinción que hizo Mariátegui de dos etapas en el proceso de su
«orientación socialista», es muy sencilla de entender. Sin embargo, arrastrado
por su necesidad de tergiversar a Mariátegui a fin de abonar sus posiciones
oportunistas, García falsifica el signo ideológico de la etapa inicial de la
mencionada orientación (pretendiendo encontrar en ella marxismo, cosa que no
contuvo), al mismo tiempo que niega el ulterior marxismo-leninismo del maestro.5
Esta falsificación y esta negación constituyen un agravio a Mariátegui.
Mariátegui
acordó y redactó la base de unidad del Partido Socialista del Perú:
El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de
lucha. (Ideología y política, p. 160).
Pero, movido por su previa
negación del marxismo-leninismo, García minimiza el acuerdo programático del
PSP recurriendo al método estadístico del renegado Kautsky:6
El
término [el término marxismo-leninismo] sólo se encuentra dos veces en la obra
de JCM… («El movimiento comunista», artículo publicado en la red).
De
esta forma, García niega la filiación marxista-leninista de la obra
organizativa cumbre de Mariátegui: el Partido Socialista del Perú. Esto es otro
agravio a Mariátegui. Pero este agravio encierra algo más que pasamos a
explicar. Con el acuerdo del Partido Socialista sobre el marxismo-leninismo, ya
citado, Mariátegui dio prueba fehaciente de su filiación marxista-leninista, lo
que explica que, con su declaración de ser «marxista convicto y confeso», lo
que sostuvo es que era marxista-leninista convicto y confeso. Pero sin ser
capaces de llegar a este fondo de la declaración de Mariátegui dirigida al
público en general, inspirados en García y con su venia, los demás liquidadores
levantan la letra de dicha declaración, para, en la dirección del marxismo a
secas del inspirador, negar su verdadero significado, es decir, la filiación
marxista-leninista de Mariátegui. Sin embargo, es obvio que, por mucho que los
liquidadores se obstinen en silenciar esta filiación, la misma es un hecho
histórico que tiene su prueba en el programa mismo del Partido («Principios
programáticos del Partido Socialista»), y que, en consecuencia, existe sin
mengua ninguna ante los ojos del mundo entero. En el escenario descrito, se
desprende que García y sus repetidores insinúan que, mientras como ciudadano
Mariátegui era solamente marxista, como militante y Secretario General del
Partido era marxista-leninista; es decir, sugieren que Mariátegui adolecía de
doblez. Esto es un agravio más a Mariátegui.
El
maestro acordó y redactó él mismo lo siguiente:
3º- La lucha política exige
la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se
esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios
clasistas. (Martínez, Ricardo, Apuntes).
… no
cejaré en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer
gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana. (Carta
de Mariátegui a César Vallejo, en Anuario Mariateguiano, nº 1, Empresa
Editorial Amauta, Lima, 18989, p. 15).
De esta forma dejó en claro
que su proyecto de un partido de masas y de ideas era de un partido de clase,
un partido marxista-leninista de arriba abajo.
Pero
García tergiversa el aludido proyecto mariateguiano:
El
PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como “facción orgánica y
doctrinariamente homogénea” (como “célula secreta de los siete”; externamente
aspiraba a ser “el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra
historia republicana. (La creación heroica de José Carlos Mariátegui, p. 22).
Como vemos, repitiendo a
Julio Portocarrero y Hugo Pesce, García dice que el partido proyectado por
Mariátegui era un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles
entre sí, es decir, un partido doctrinariamente heterogéneo, o sea, no un
partido de clase, no un partido marxista-leninista. Esto es un nuevo agravio a
Mariátegui.
Sobre
el porqué del nombre de Partido Socialista del Perú, Mariátegui escribió:
En Europa, la degeneración
parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra,
designaciones específicas. En los pueblos donde este fenómeno no se ha
producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la
vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. (Ideología y política,
1986, p. 249; cursivas nuestras).
De
acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a
la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y
campesinas organizadas. (Martínez, Ricardo, Apuntes para una interpretación
marxista de historia social del Perú, t. II, p. 398; en adelante, Apuntes;
cursivas nuestras).
No obstante, silenciando
estos categóricos conceptos, García esgrime el siguiente sofisma:
… si
el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces
el porqué del nombre de Partido Socialista («El movimiento comunista», artículo
publicado en la red).
Esto es otro agravio a
Mariátegui.
Mariátegui
sostuvo:
Por
los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos
acercando cada vez más a nosotros mismos.
Es decir, por los caminos de
la verdad universal del marxismo-leninismo y de la revolución proletaria, los
marxistas peruanos nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos, a la
comprensión de nuestros problemas concretos, a nuestra emancipación política y
económica.
Pero,
levantando una declaración del Mariátegui socialista a lo Araquistain («¡Bueno!
¡Muy bolcheviquis y muy peruanos! ¡Pero más peruanos que bolcheviquis!»),7
García pretende que hay que ser más peruanos que marxistas, tergiversando así
la relación entre lo particular peruano y lo universal proletario y, por lo
tanto, cayendo en un estrecho nacionalismo pequeño burgués.8 Esto es
un agravio más a Mariátegui.
Etcétera,
etcétera, etcétera.
Este
triple etcétera indica que hemos considerado únicamente los principales
agravios cometidos por García contra Mariátegui, lo que aquí ha sido suficiente
para poner al desnudo su descarrío moral y político.
Ahora,
pues, pueden contestarse los interrogantes planteados en el cuarto parágrafo
del presente artículo.
Como
es claro, al tergiversar a Mariátegui y utilizarlo como coartada en su afán por
«desagraviar» y «reivindicar» el socialismo reformista, lo que hace García es
traficar con el fundador del Socialismo Peruano.9 De este modo
aparece como el mayor agraviador de Mariátegui en los últimos treinta años más
o menos.
Si
para desagraviar a Mariátegui con respecto a la negación de su
marxismo-leninismo por Ravines fue necesario algo más de tres décadas (no ocho,
como dice García),10 para reivindicarlo de los agravios del propio
García apenas fue necesario menos de un quinquenio.
En
su célebre discurso «Rectifiquemos el estilo de trabajo en el partido», Mao
sostuvo:
Creo
que debemos trabajar honestamente; sin una actitud así nada se puede realizar
en el mundo. (Obras escogidas, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, t. III,
p. 41).
Pero
ocurre que, como hemos visto, en su afán por acomodar a Mariátegui a sus
posiciones oportunistas, García ha actuado con absoluta deshonestidad. Para
hacer sugestivas sus falsificaciones de las posiciones de Mariátegui, así como
para descalificar a sus críticos, García hace frases, trucos, literatura. Con
estos artificios ha engañado y continúa engañando a sus parciales, pero, más
allá de ellos, difícilmente puede alcanzar el mismo resultado (García no
termina de entender que sus métodos criollos son conocidos y están bastante
desgastados). Ahora todo lo que puede hacer y, en verdad, todo lo que hace para
defender sus indefendibles posiciones antimariateguianas (y antimarxistas en general,
dicho sea de paso), es limitarse a escribir para sus partidarios a fin de no
perderlos. ¡No vaya a ser que, de pronto, sean capaces de pensar!
No
es algo menor señalar, por último, que, con sus agravios a Mariátegui y la
utilización oportunista que hace de él, García se ha cubierto de oprobio para
siempre.
23.08.2022.
__________
(1) El aludido artículo fue refutado en el capítulo IV de nuestro libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano. Planteamiento de la cuestión.
(2) García plantea en
términos de agravio, desagravio y reivindicación la calificación de la posición
de cada cual con respecto a Mariátegui; por eso, para que nos entienda,
utilizaremos tales términos en el análisis concreto de su posición concreta con
respecto a Mariátegui.
(3) El lector puede ver
especialmente el artículo «El juego de manos del creídismo» (publicado en la
red en 2007); los capítulos IV y V, la nota 66 del capítulo I y la nota 1 del
capítulo III del libro El partido de masas y de ideas de José Carlos
Mariátegui; los capítulos II, V y VI y la nota 21 del capítulo II del libro El
partido de Mariátegui hoy: Constitución, nombre, reconstitución; y, finalmente,
el post-scriptum y la nota 14 del capítulo I del libro La creación heroica de
Mariátegui y el socialismo peruano.
(4) Ya en nuestro libro La
creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano, subrayamos que la
aludida frase «principio de un franco orientamiento doctrinario», aunque
referida a un hecho específico, es pasible de ser aplicada al conjunto de la
acción de Mariátegui. En consecuencia, se hace evidente que «el principio» de
dicho orientamiento es la conferencia «La crisis mundial y el proletariado
peruano», pronunciada el 15 de junio de 1923. Es imposible negar, entonces, que
la frase «principio de un franco orientamiento doctrinario» da cuenta de una
ruptura en el curso de la «orientación socialista» de Mariátegui, ruptura que,
como se sabe, tiene lugar en el plano teórico con el artículo «El cisma del
socialismo», y que, más tarde, se confirma en el plano de la acción con la
mencionada conferencia.
(5) García da a entender que
en el Mariátegui de Nuestra Época se amalgaman el socialismo reformista y el
socialismo marxista: «Mariátegui era ya marxista antes de ser marxista», dice
en un desafortunado juego de palabras, como ha quedado demostrado en nuestro
libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano. En este libro,
por otro lado, hemos subrayado la verdad comprobada de que, si Ravines negaba
el marxismo-leninismo de Mariátegui desde su posición dogmática, García lo
niega desde su posición revisionista. Así, pues –y como hemos visto– García
falsifica todo el proceso de la «orientación socialista» del maestro
(suponiendo marxismo en la revista Nuestra Época, e intentando de esta forma
«reivindicar» el socialismo reformista; y negando el posterior
marxismo-leninismo de Mariátegui con aquello de que el término
marxismo-leninismo «solo se encuentra dos veces en la obra de JCM» (ver su
artículo «El movimiento comunista»), y pretendiendo de este modo amalgamar a
marxistas y socialistas reformistas en un mismo partido.
(6) Lenin llamó la atención
sobre el método de Kautsky para descalificar el concepto de dictadura del
proletariado: «En una sola palabra de Marx se apoya ese punto de vista [el
punto de vista de la dictadura del proletariado]…: así lo dice [Kautsky]
textualmente en la pág. 20 [de su folleto La dictadura del proletariado]»; «…
decir que es “una sola palabra” y hasta una “palabreja”, este famoso
razonamiento de Marx [sobre la dictadura del proletariado], que resume toda su
doctrina revolucionaria, es burlarse del marxismo, es renegar de él
plenamente.» (Contra el revisionismo, recopilación, Editorial Progreso, Moscú,
s.f., p. 393). Pues bien, a más de recurrir a este risible método kautskiano,
cualquiera que sepa leer la letra chica puede constatar que García califica el
marxismo-leninismo de «desperdicio», de «carroña» (ver su artículo El pedestal
de cristal, publicado en la red en 2007). Si con estos términos de desprecio
reniega del marxismo-leninismo, no es de extrañar que se burle del
marxismo-leninismo de Mariátegui, que reniegue plenamente de él.
(7) García levanta esta
declaración como «la orientación cardinal del socialismo peruano», en
inocultable oposición al principio marxista de integrar la verdad universal del
marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución peruana. Esta sola
posición da ya la medida del oportunismo de García.
(8) Para una información más
amplia sobre este nacionalismo pequeño burgués, el lector puede consultar la
nota 31 de nuestro folleto «Mariátegui y la realidad peruana», segunda edición.
(9) Al proceder de esa forma
y, al mismo tiempo, imputar a sus críticos de agraviar a Mariátegui, lo que
hace García es desviar la atención de sus propios agravios y presentarse como
el reivindicador del maestro. La mención de Ravines, cosa que hace en su
artículo que comentamos en estas líneas, le sirve como barato recurso contra
nosotros.
(10) Egotista como es,
García cree que el Socialismo Peruano (¡el Socialismo Peruano, ni más ni
menos!) ha debido esperar ocho décadas para que él desagravie a Mariátegui. Es
decir, como un mago de circo provinciano, ¡pretende pasar sus agravios a
Mariátegui como desagravios! ¿No es esto el colmo de la maniobra, del
temperamento criollo, del desprecio por la inteligencia de los demás?