Nota:
En
el artículo que sigue su autor desarrolla la
crítica del artículo Centenario del Socialismo Peruano (1918 -22 de junio-
2018), de Ramón García, que hiciera en el capítulo IV del libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo
peruano. Planteamiento de la cuestión. De tal forma abunda en razones y
precisa algunas consecuencias.
01.11.2022.
Comité de Redacción.
De Cómo Ramón García
Pretende Reivindicar el Socialismo Reformista
Eduardo Ibarra
DESPUÉS
DE ESCRIBIR que «la vida política de JCM tiene ahora dos etapas: una es la
señalada por Eduardo Ibarra: “una primera, no marxista”, de 1918 a 1920, el socialismo
reformista, y que incluye a Nuestra
Época. La segunda es la señalada desde hace ocho décadas por Eudocio
Ravines, el socialismo amautista (por Amauta, continuación de
Nuestra Época)», Ramón García agrega al final de su artículo «Acerca del
centenario del socialismo peruano»1, estas dos exclamaciones: 1) «¡Es
la comprensión que tienen Ibarra y Ravines del Socialismo Peruano!»; 2) «¡Por
eso ha costado ocho décadas su reivindicación, su desagravio!»
En su mencionado artículo, García cita fuera de contexto una
frase nuestra referida a la etapa inicial de la «orientación socialista» de Mariátegui y la alinea con la
«comprensión» que tenía Ravines del marxismo de Mariátegui, y esto le facilitó escribir
la primera de las exclamaciones citadas arriba. De esta forma dolosa pretende
causarle al lector la impresión de que negamos el marxismo mariateguiano, al
mismo tiempo que intenta presentarse a sí mismo como reivindicador de
Mariátegui, lo que sugiere con su segunda exclamación2.
Es conocido el hecho de que García utiliza el método de
descontextualizar algunas afirmaciones de los críticos de sus posiciones, ¡así
como del propio Mariátegui!3. Como acabamos de ver, contra nosotros ha
utilizado una vez más este método antimarxista. ¿Por qué, pues, García no citó
nuestra frase en su contexto o, mejor, por qué no hace la prueba de citar en
sus respectivos contextos nuestras varias afirmaciones sobre el proceso de la «orientación socialista» del maestro? Porque,
sin duda, si lo hiciese no podría sostener su calumnia, pues se vería obligado a
confrontarse con las opiniones del propio Mariátegui sobre su inicial socialismo
a lo Araquistain, con el inevitable resultado de que saldría muy mal parado. Por
eso no es casual que no haya comentado nunca las puntualizaciones mariateguianas
sobre el tipo de socialismo que caracterizó a Nuestra Época.
¿Qué pretende «reivindicar» García en realidad? ¿Es
García, acaso, «reivindicador» de Mariátegui? Dilucidemos estas cuestiones.
La etapa que va de Nuestra
Época hasta el momento previo a la asunción del marxismo-leninismo por
Mariátegui en la segunda mitad de 1920 y la etapa que comienza en este período y
llega hasta abril de 1930, conforman lo que él mismo denominó su «orientación socialista».
Pues bien, es necesario subrayar que fue Mariátegui mismo
quien distinguió dos etapas en su proceso ideológico, cosa que es silenciada
por García. Precisamente el maestro escribió sin dejar margen a dudas:
En Lima, algunos
escritores que del estetismo d’annunziano importado por Valdelomar habíamos
evolucionado al criticismo socializante de la revista España, fundamos hace diez años Nuestra Epoca… (7 ensayos, pp. 253-254).
Como
vemos, Mariátegui no dice «habíamos evolucionado al marxismo», sino que, de forma
clara, precisa, accesible a cualquier persona, dice que algunos de los
escritores que habían evolucionado del estetismo d’annunziano al «criticismo
socializante», fundaron la revista Nuestra
Época. De este modo definió el signo ideológico de esta revista. ¿Y qué
era, pues, el «criticismo socializante» de Nuestra
Época? Desde luego, no era marxismo. Está claro que, para cualquier marxista
que proceda de manera informada y, además, con honestidad, el «criticismo
socializante» que caracterizó a Nuestra
Época representaba, sobre poco más o menos, el reformismo de la Segunda
Internacional.
Asimismo, apuntó el maestro:
… terminado el
experimento “colónida”, los escritores que en él intervinieron, sobre todo los
más jóvenes, empezaron a interesarse por las nuevas corrientes políticas. Hay
que buscar las raíces de esta conversión en el prestigio de la literatura
política de Unamuno, de Araquistain, de Alomar y de otros escritores de la
revista España; en los efectos de la
predicación de Wilson, elocuente y universitaria, propugnando una nueva
libertad; y en la sugestión de la mentalidad de Víctor M. Maúrtua cuya
influencia en el orientamiento socialista de varios de nuestros intelectuales
casi nadie conoce. Esta nueva actitud espiritual fue marcada también por una
revista, más efímera aún que Colónida:
Nuestra Epoca. (Ob. cit., p. 284).
O
sea, también Nuestra Época marcó la
nueva actitud espiritual caracterizada por la literatura política de Unamuno,
Araquistain, Alomar y otros escritores de la revista España, la predicación del presidente estadounidense Wilson y el
socialismo reformista de Víctor M. Maúrtua.
Además, dejó sentado:
De Nuestra Epoca (julio de 1918) se
publicaron sólo dos números, rápidamente agotados. En ambos números, se esboza
una tendencia fuertemente influenciada por España,
la revista de Araquistain, que un año más tarde reapareció en La Razón, efímero diario cuya más
recordada campaña es la de la Reforma universitaria (7 ensayos, 1994, p. 254, nota).
De
esta forma definió todo el período que va desde Nuestra Época hasta el momento previo a su asunción del marxismo-leninismo,
señalando su signo ideológico: el criticismo socializante. Así delimitó una
primera etapa de su «orientación
socialista».
Veamos, ahora, en su ligazón interna,
las siguientes afirmaciones mariateguianas:
… el
pensamiento de González Prada, que no impuso nunca limites a su audacia ni a su
libertad, dejó a otros la empresa de crear el socialismo peruano. (Ob. cit., p. 261).
A mi vuelta al Perú,
en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la
Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicié mi
trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista.
(José Carlos
Mariátegui, Correspondencia
[1915-1930],
Empresa Editora Amauta, Lima, 1984, t. II, p. 331; en adelante, Correspondencia).
En Lima,
donde se ha constituido el primer núcleo de industrialismo, es también donde,
en perfecto acuerdo con el proceso histórico de la nación, se ha balbuceado o
se ha pronunciado la primera resonante palabra del marxismo. (7 ensayos, p. 253).
… en los días
en que se cajeaba en Nº 4 de “Claridad”, Mariátegui asume su dirección. El Nº 5
señala el principio de un franco orientamiento doctrinario en el que “Claridad”
abandona el tono estudiantil. (Ideología
y política, 1986, p. 101)4.
Hace año y medio
propuse la organización de una especie de seminario de estudios económicos y
sociológicos, que proponga en primer término la aplicación del método marxista
al conocimiento y definición de los problemas del Perú. (Martínez, Ricardo, Apuntes para una interpretación marxista de
historia social del Perú, t. II, p. 272).
El marxismo-leninismo
es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios.
El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha. (Ideología y política, p. 160).
Como
vemos, con estas afirmaciones Mariátegui demarcó una segunda etapa de su «orientación socialista», subrayando el
marxismo-leninismo como su signo ideológico. Esto significa que, también según
Mariátegui, la empresa de crear el Socialismo Peruano correspondió a su labor marxista-leninista:
«A mi vuelta al Perú, en 1923… inicié mi
trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista»;
«En Lima… se ha pronunciado la primera
resonante palabra del marxismo»; «el
principio de un franco orientamiento
doctrinario»; «la aplicación del
método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú»; «El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios. El Partido Socialista
del Perú, lo adopta como su método de lucha» (cursivas nuestras).
Así, pues, la distinción que hizo Mariátegui de dos
etapas en el proceso de su «orientación
socialista», es muy sencilla de entender. Sin embargo, arrastrado por su
interesada necesidad de utilizar arbitrariamente a Mariátegui, García falsifica el signo ideológico de la
etapa inicial de la mencionada orientación, al mismo tiempo que niega el ulterior
marxismo-leninismo del maestro5. Esta falsificación y esta negación constituyen un agravio a Mariátegui.
Mariátegui acordó y redactó la base de unidad del Partido
Socialista del Perú:
El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de
lucha. (Ideología y política, p.
160).
Pero,
movido por su previa negación del marxismo-leninismo, García minimiza la
afirmación mariateguiana recurriendo al método estadístico de Kautsky6:
El término
[el término marxismo-leninismo] sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM… («El
movimiento comunista», artículo publicado en la red).
De
esta forma, a más de negar nuevamente la filiación ideológica de Mariátegui, García niega el carácter marxista-leninista
de su obra organizativa cumbre: el Partido Socialista del Perú. Esto es otro agravio a Mariátegui. Pero
este agravio encierra algo más que pasamos a explicar. Con el acuerdo del
Partido Socialista sobre el marxismo-leninismo, ya citado, Mariátegui dio
prueba fehaciente de su filiación marxista-leninista, lo que explica que, con
su declaración de ser «marxista convicto y confeso», lo que sostuvo es que era
marxista-leninista convicto y confeso. Pero sin ser capaces de llegar a este
fondo de la declaración de Mariátegui dirigida al público en general, inspirados
en García y con su venia, los demás liquidadores levantan la letra de dicha
declaración, para, en la dirección del marxismo a secas del inspirador, negar
su verdadero significado y, por lo tanto, la filiación marxista-leninista de
Mariátegui. Sin embargo, es obvio que, por mucho que los liquidadores se
obstinen en silenciar esta filiación, la misma es un hecho histórico que tiene
su prueba en el programa mismo del Partido («Principios programáticos del
Partido Socialista»), y que, en consecuencia, existe sin mengua ninguna ante
los ojos del mundo entero. En el escenario descrito, se hace evidente lo que
sigue: para García y sus repetidores, Mariátegui era incoherente, pues, según
insinúan, como ciudadano era solamente marxista, mientras como militante y
Secretario General del Partido era marxista-leninista; es decir, sugieren que Mariátegui adolecía de doblez.
Esto es un agravio más a Mariátegui.
El maestro acordó y redactó él mismo lo siguiente:
3º- La lucha política
exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se
esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios
clasistas. (Martínez, Ricardo, Apuntes).
… no cejaré
en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer gran
partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana. (Carta de
Mariátegui a César Vallejo, en Anuario
Mariateguiano, nº 1, Empresa Editorial Amauta, Lima, 18989, p. 15).
De
esta forma dejó en claro que su proyecto de un partido de masas y de ideas era
de un partido de clase, un partido marxista-leninista de arriba abajo.
Pero García tergiversa el aludido proyecto mariateguiano en
los términos que siguen:
El PSP tenía dos
niveles: internamente funcionaba como “facción
orgánica y doctrinariamente homogénea” (como “célula secreta de los
siete”; externamente aspiraba a ser “el primer gran partido de masas e ideas
(sic) de toda nuestra historia republicana. (La creación heroica de José Carlos Mariátegui, p. 22).
Como
vemos, repitiendo a Julio Portocarrero y Hugo Pesce, García dice que el partido
de clase proyectado por Mariátegui era un partido con dos niveles orgánicos
doctrinariamente disímiles entre sí, es decir, un partido doctrinariamente heterogéneo, o sea, no un partido de clase,
no un partido marxista-leninista. Esto
es un nuevo agravio a Mariátegui.
Sobre el porqué del nombre de Partido Socialista del
Perú, Mariátegui escribió:
En Europa, la
degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de
la guerra, designaciones específicas. En
los pueblos donde este fenómeno no se ha producido, porque el socialismo
aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva
intacta su grandeza. (Ideología y
política, 1986, p. 249; cursivas nuestras).
De
acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité
concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas
obreras y campesinas organizadas. (Martínez, Ricardo, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú,
t. II, p. 398; en adelante, Apuntes; cursivas
nuestras).
No
obstante, silenciando estos conceptos concluyentemente esclarecedores, García
esgrime el siguiente sofisma:
… si el
socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el
porqué del nombre de Partido Socialista («El movimiento comunista», artículo
publicado en la red).
Esto es un agravio más a Mariátegui.
Mariátegui sostuvo:
Por los
caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos
acercando cada vez más a nosotros mismos.
Es
decir, por los caminos de la verdad universal del marxismo-leninismo y de la
revolución proletaria, los revolucionarios peruanos nos vamos acercando cada
vez más a nosotros mismos, a la comprensión de nuestros problemas concretos, a nuestra
emancipación política y económica.
Pero, levantando una declaración del Mariátegui
socialista a lo Araquistain, García pretende que hay que ser más peruanos que
marxistas, tergiversando así la relación
entre lo particular peruano y lo universal proletario y, por lo tanto, cayendo
en un estrecho nacionalismo pequeño burgués7. Esto es otro agravio a Mariátegui.
Etcétera, etcétera, etcétera.
Este triple etcétera indica que hemos considerado
únicamente los principales agravios cometidos por García contra Mariátegui, lo
que aquí ha sido suficiente para poner al desnudo su temperamento criollo y su
oportunismo.
Ahora pueden contestarse los interrogantes planteados en
el cuarto parágrafo del presente artículo.
Como es claro, al tergiversar a Mariátegui y utilizarlo
como coartada en su afán de reivindicar el socialismo reformista, lo que hace García es traficar con Mariátegui8. Así, pues, por sus flagrantes tergiversaciones de la
verdad ideológica y política del maestro, García aparece como su mayor agraviador en los últimos treinta años más
o menos.
Si para desagraviar a Mariátegui con respecto a la
negación de su marxismo-leninismo por Ravines fue necesario algo más de tres
décadas (no ocho, como dice García9), para reivindicarlo de los
agravios del propio García apenas fue necesario poco más de un quinquenio.
En su célebre discurso «Rectifiquemos el estilo de
trabajo en el partido», Mao sostuvo:
Creo que debemos
trabajar honestamente; sin una actitud así nada se puede realizar en el mundo.
(Obras escogidas, Ediciones en
Lenguas Extranjeras, Pekín, t. III, p. 41).
Pero
ocurre que, como hemos visto, en su afán por acomodar a Mariátegui a sus
posiciones oportunistas, García ha
actuado con absoluta deshonestidad. Para hacer sugestivas sus
falsificaciones de las posiciones de Mariátegui, así como para descalificar a
sus críticos, García hace frases, trucos, literatura. Con estos artificios ha
engañado y continúa engañando a sus partidarios, pero, más allá de ellos, difícilmente
puede alcanzar el mismo resultado (García no termina de entender que sus
métodos criollos son conocidos y están bastante desgastados). Ahora todo lo que
puede hacer y, en verdad, todo lo que hace para defender sus indefendibles
posiciones antimariateguianas (y antimarxistas en general, dicho sea de paso), es
limitarse a escribir para sus partidarios a fin de no perderlos. ¡No vaya a ser
que, de pronto, sean capaces de pensar!
No está demás señalar, por último, que, con sus agravios
a Mariátegui y la utilización oportunista que hace de él, García se ha cubierto de oprobio para siempre.
23.08.2022.
__________
(1) El aludido
artículo fue refutado en el capítulo IV de nuestro libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano.
Planteamiento de la cuestión.
(2) García
plantea en términos de agravio, desagravio y reivindicación la calificación de
la posición de cada cual con respecto a Mariátegui. Por eso, para que García
nos entienda, utilizaremos tales términos en el análisis concreto de su
posición concreta con respecto a Mariátegui.
(3) El lector
puede ver especialmente el artículo «El juego de manos del creídismo»
(publicado en la red en 2007), los capítulos IV y V, la nota 66 del capítulo I
y la nota 1 del capítulo III del libro El
partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, los capítulos II, V
y VI y la nota 21 del capítulo II del libro El
partido de Mariátegui hoy: Constitución, nombre, reconstitución, y,
finalmente, el post-scriptum y la
nota 14 del capítulo I del libro La
creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano.
(4) Ya en
nuestro libro La creación heroica de
Mariátegui y el socialismo peruano, subrayamos que la aludida frase
«principio de un franco orientamiento doctrinario», aunque referida a un hecho
específico, es pasible de ser aplicada al conjunto de la acción de Mariátegui.
Por lo tanto, se hace evidente que «el principio» de dicho orientamiento es la
conferencia «La crisis mundial y el proletariado peruano», pronunciada por el
maestro el 15 de junio de 1923. Es, entonces, imposible negar que la frase «principio
de un franco orientamiento doctrinario» da cuenta de una ruptura en el curso de
la «orientación socialista» de
Mariátegui, ruptura que, como se sabe, tiene lugar en el plano teórico con el artículo «El cisma del socialismo», y
que, un tiempo después, se confirma en el
plano de la acción con la mencionada conferencia.
(5) Según se
desprende de sus argumentos, García cree que en el Mariátegui de Nuestra Época se amalgaman el socialismo
reformista y el socialismo marxista: «Mariátegui era ya marxista antes de ser
marxista», dice en un desafortunado juego de palabras. Pero esa frase
rimbombante representa una falsedad absoluta, como ha quedado demostrado en
nuestro libro La creación heroica de
Mariátegui y el socialismo peruano. En este libro, por otro lado, hemos
subrayado la verdad comprobada de que, si Ravines negaba el marxismo-leninismo
de Mariátegui desde su posición dogmática, García lo niega también desde su
posición revisionista. Por lo demás –y como hemos visto– García falsifica todo
el proceso de la «orientación socialista»
del maestro.
(6) Lenin llamó
la atención sobre el método de Kautsky para descalificar el concepto de
dictadura del proletariado: «En una sola palabra de Marx se apoya ese punto de
vista [el punto de vista de la dictadura del proletariado]…: así lo dice
[Kautsky] textualmente en la pág. 20 [de su folleto La dictadura del proletariado]»; «… decir que es “una sola palabra”
y hasta una “palabreja”, este famoso razonamiento de Marx [sobre la dictadura
del proletariado], que resume toda su doctrina revolucionaria, es burlarse del
marxismo, es renegar de él plenamente.» (Contra
el revisionismo, recopilación,
Editorial Progreso, Moscú, s.f., p. 393). Pues bien, a más de recurrir a este
ridículo método kautskiano, cualquiera que sepa leer la letra chica puede
constatar que García califica el marxismo-leninismo de «desperdicio» (ver su
artículo El pedestal de cristal,
publicado en la red en 2007). Si así reniega del marxismo-leninismo, no es de
extrañar que se burle del marxismo-leninismo de Mariátegui, que reniegue de su
filiación marxista-leninista.
(7) Para una
información más amplia sobre este nacionalismo pequeño burgués, el lector puede
consultar la nota 31 de la segunda edición de nuestro folleto «Mariátegui y la
realidad peruana».
(8) Al proceder
de esa manera y, al mismo tiempo, imputar a sus críticos de agraviar a
Mariátegui, lo que hace García es desviar la atención de sus propios verdaderos
agravios y presentarse como el reivindicador del mismo. La mención de Ravines,
cosa que hace en su artículo que aquí comentamos, le sirve como recurso para
intentar agravar nuestro supuesto antimariateguismo.
(9) Egotista como es, García cree que el
Socialismo Peruano (¡el Socialismo Peruano, ni más ni menos!) ha debido esperar
ocho décadas para que él desagravie a Mariátegui. Es decir, como un mago de
circo provinciano, ¡pretende pasar sus agravios a Mariátegui como desagravios!
¿No es esto el colmo de la maniobra, del temperamento criollo, del desprecio
por la inteligencia de los demás?
El
siguiente artículo ha sido publicado ya en segunda edición, pero no nos ha
llegado todavía. Pero en la medida en que la lectura de una de sus notas es
recomendada en el artículo precedente, lo publicamos a continuación a fin de
que el lector pueda hacer la lectura de dicha nota.
Comité de Redacción.
Mariátegui y la
Realidad Peruana
E. I.
En
el título de la obra teórica más importante de José Carlos Mariátegui, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, se destacan, como se ve,
dos términos: interpretación y realidad peruana, que, como se ve
también, explican el SENTIDO de la mencionada obra, SENTIDO que quedó expresado
en la «Advertencia» a la misma:
Toda esta labor no es
sino una contribución a la crítica socialista de los problemas y la historia
del Perú.
Así,
pues, aquellos términos: interpretación (crítica
socialista) y realidad peruana (los
problemas y la historia del Perú), se revelan indisolublemente ligados
entre sí en la Creación Heroica de Mariátegui.
En la nota autobiográfica «Del autor», el maestro fue más
explícito aún:
Los 7 Ensayos no son sino la aplicación de un método
marxista para los ortodoxos del marxismo insuficientemente rígido en cuanto
reconoce singular importancia al aporte soreliano, pero que en concepto del
autor corresponde al verdadero moderno marxismo, que no puede dejar de basarse
en ninguna de las grandes adquisiciones del 900 en filosofía, psicología, etc1.
Por
razones obvias, no es posible analizar aquí aquello del «aporte soreliano»,
pero sí señalar que, como se ha visto, José Carlos Mariátegui dice «un método
marxista», y no «el método marxista», porque consideraba dicho «aporte» como
correspondiente «al verdadero moderno marxismo», consideración ajena a otros
teóricos del proletariado consciente.
Esta
circunstancia produce a primera vista la impresión de que la filiación
doctrinal del maestro se distingue del marxismo-leninismo. Para disipar esta
impresión, basta recordar aquí lo que él mismo acordó como la base de unidad
del Partido Socialista del Perú:
El marxismo-leninismo
es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios.
El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha2.
Este
acuerdo permite comprender que, con aquello del «aporte soreliano», José Carlos
Mariátegui no se apartaba del marxismo-leninismo y que, más bien, consideraba
que el mismo había alcanzado un desarrollo específico con la teoría de los mitos sociales de Sorel3.
El presente artículo no tiene como objetivo analizar el
contenido teórico de la Creación Heroica de Mariátegui, sino estricta y
exclusivamente su SENTIDO en cuanto aplicación del marxismo-leninismo a nuestra
realidad concreta.
Huelga decir que José Carlos Mariátegui no nació
marxista, sino que se hizo marxista en un proceso de ascensión ideológica que,
sin que nadie pueda negarlo, comprendió algunas rupturas.
Así,
el propio maestro subrayó que, rompiendo con su inicial y efímero socialismo a
lo Araquistain, se asimiló al marxismo durante su permanencia en Europa:
De su viaje data su asimilación al marxismo4.
Concretamente,
esta asimilación tuvo lugar en algún momento de la segunda mitad de 1920. Por
eso, en carta del 10 de enero de 1928 a Samuel Glusberg, el maestro precisó:
A mi vuelta al Perú,
en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la
Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicié mi
trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista5.
Así,
pues, puede decirse que, a partir de su primera conferencia en la Universidad Popular
González Prada (15 de junio de 1923), José Carlos Mariátegui empezó a ser
nacionalista en el sentido proletario del término6.
Pero volvamos atrás. En el artículo «Maximalismo peruano»
(30 de diciembre de 1917), confutando a Luis Miró Quesada, el maestro escribió:
¡Bueno! ¡Muy
bolcheviques y muy peruanos! ¡Pero más peruanos que bolcheviques!7
Esta
frase, como se ha podido ver, corresponde a la etapa de socialista a lo
Araquistain de José Carlos Mariátegui.
En otro lugar hemos sostenido lo siguiente acerca de
dicha frase:
Ciertamente el lector
puede darse perfecta cuenta de que, mientras en la Rusia revolucionaria el
término bolchevique encerraba un concepto estricto y riguroso, en José Carlos
Mariátegui contenía un concepto tan dilatado e indefinido que hasta el señor
Jorge Prado y algunos otros (entre ellos
Luis Ulloa, quien a la sazón tronaba contra «los hambreadores del pueblo»),
resultaban bolcheviques. Este concepto dilatado e indefinido se observa igualmente
en el hecho, más expresivo aún, de que el maestro consideraba «bochevique» a
Víctor M. Maúrtua, cuyo «bolchevismo» no le impedía ser ministro del civilista
José Pardo8.
Pero,
como sabemos, ya marxista-leninista, José Carlos Mariátegui no repitió nunca en
ninguna forma el SENTIDO de la frase «más peruanos que bolcheviques» y, en
lugar de ella, expuso una concepción marxista, una concepción correcta de la
relación entre el marxismo y la realidad peruana. Veamos esto.
En
el artículo «Lo nacional y lo exótico» (9 de diciembre de 1924), el maestro
anotó:
Ninguna idea que
fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica. (…) El
nacionalismo a ultranza es la única idea efectivamente exótica y forastera que
aquí se propaga. Y que, por forastera y exótica, tiene muy poca chance de
difundirse en el conglomerado nacional9.
En
el artículo «Nacionalismo y vanguardismo»
(27 de noviembre-4 de diciembre de 1925), apuntó:
Cuando se supone a la
juventud seducida por mirajes extranjeros y por doctrinas exóticas, se parte,
seguramente, de una interpretación superficial de las relaciones entre
nacionalismo y socialismo. El socialismo no es, en ningún país del mundo, un
movimiento anti-nacional. Puede parecerlo, tal vez, en los imperios. En
Inglaterra, en Francia, en Estados Unidos, etc., los revolucionarios denuncian
y combaten el imperialismo de sus propios gobiernos. Pero la función de la idea
socialista cambia en los pueblos política o económicamente coloniales. En estos
pueblos, el socialismo adquiere, por la fuerza de las circunstancias, sin
renegar absolutamente ninguno de sus principios, una actitud nacionalista.
En el Perú los que
representan e interpretan la peruanidad son quienes, concibiéndola como una
afirmación y no como una negación, trabajan por dar de nuevo una patria a los
que, conquistados y sometidos por los españoles, la perdieron hace cuatro
siglos y no la han recuperado todavía.
¿Cuál es el secreto
de esta capacidad de sentir las cosas del mundo y del terruño? La respuesta es
fácil. La personalidad del artista, la personalidad del hombre, no se realiza
plenamente sino cuando sabe ser superior a toda limitación10.
Y,
en el artículo «La nueva cruzada pro-indígena» (enero de 1927), mantuvo:
… el fenómeno
nacional no se diferencia ni se desconecta, en su espíritu, del fenómeno
mundial. Por el contrario, de él recibe su fermento y su impulso. La levadura
de las nuevas reivindicaciones indigenistas es la idea socialista, no como la
hemos heredado instintivamente del extinto Inkario sino como la hemos aprendido
de la civilización occidental, en cuya ciencia y en cuya técnica sólo
romanticismos utopistas pueden dejar de ver adquisiciones irrenunciables y
magníficas del hombre moderno.
De la presencia de un
espíritu renovador, palingenésico que se nutre a la vez de sentimiento
autóctono y de pensamiento universal, tenemos presentemente muchas señales11.
Ahora
el lector puede captar fácilmente la diferencia sustancial entre la frase «más
peruanos que bolcheviques» del Mariátegui socialista a lo Araquistain y los
citados conceptos del Mariátegui marxista-leninista.
Pero antes de proseguir, es necesario esclarecer algo de
importancia. En la cita anterior de Mariátegui aparece la frase «un espíritu
renovador, palingenésico». Esto, como ya se sabe, fue escrito en enero de 1927.
Pero Mariátegui renunció a los términos renovación y resurgimiento y, por lo
tanto, al término palingenesia. En efecto, en el editorial «Aniversario y balance» (setiembre de 1928), el maestro escribió:
La primera jornada de
“Amauta” ha concluido. En la segunda jornada, no necesita ya llamarse revista
de la “nueva generación”, de la “vanguardia”, de las “izquierdas”. Para ser
fiel a la Revolución, le basta ser una revista socialista.
“Nueva generación”,
“nuevo espíritu”, “nueva sensibilidad”, todos estos términos han envejecido. Lo mismo hay que decir de estos otros
rótulos: “vanguardia”, “izquierda”, “renovación”. Fueron nuevos y buenos en
su hora. Nos hemos servido de ellos para establecer demarcaciones
provisionales, por razones contingentes de topografía y orientación. Hoy
resultan ya demasiado genéricos y anfibológicos. Bajo estos rótulos, empiezan a
pasar gruesos contrabandos12.
Por
lo demás, casi no es necesario decir que con la palabra socialista Mariátegui
se refirió al marxismo y no, desde luego, al nebuloso socialismo en general:
“Amauta”, en su Nº
17, el de su segundo aniversario, declara cumplido el proceso de “definición ideológica”,
afirmándose, categóricamente, marxista13.
Por
eso, en carta a Carlos Arbulú Miranda del 29 de setiembre de 1928, esclareció:
El editorial [Aniversario y balance] se refiere, por
una parte, al vanguardismo genérico e indefinido de los oportunistas habituales
y, por otra parte, a cierta desviación que ha intentado propagarse en nuestras
propias filas, a propósito del Apra14.
Sin
embargo de esta transparente afirmación, por lo general se entiende el deslinde
contenido en el citado editorial como un deslinde con el aprismo naciente y no,
al mismo tiempo, con el socialismo reformista. Este entendimiento limitado es,
desde luego, expresivo de cierta insolvencia relativa al punto o, en su
defecto, de una intención políticamente nociva.
Prosigamos. Como es de conocimiento general, en las
líneas finales de sus 7 ensayos, el
maestro dejó sentado:
Por los caminos
universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada
vez más a nosotros mismos.
De
esta forma expresó el SENTIDO de su teorización sobre el desenvolvimiento de
nuestra literatura, pero, en realidad, el SENTIDO de todas las páginas de su
obra teórica cimera y, en general, de toda su producción concerniente a nuestra
realidad particular. Este SENTIDO es la aplicación del método marxista a la
realidad peruana o, mejor dicho –para ser exactos–, la fusión de dicho método con nuestra realidad concreta, es decir, el
desarrollo del marxismo peruano.
Por su espíritu universal, por su posición marxista, por
su marxismo peruano, José Carlos Mariátegui fue acusado de «europeizante».
Esta malévola y torpe acusación fue confutada por el
propio maestro en los términos siguientes:
No faltan quienes me
suponen un europeizante, ajeno a los hechos y a las cuestiones de mi país. Que
mi obra se encargue de justificarme, contra esa barata e interesada conjetura.
He hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvación para
Indo-América sin la ciencia y el pensamiento europeos u occidentales15.
Como
vemos, estos conceptos se encuentran precisamente en la obra cumbre de José
Carlos Mariátegui. En la obra donde dio ejemplo de su profunda comprensión del
método marxista. Donde ofreció un paradigma de fusión de la verdad universal
del marxismo con nuestra realidad concreta.
Así quedó desenmascarado el prejuicio de la gran
burguesía con respecto al marxismo («simple actitud reaccionaria, disfrazada de
nacionalismo»), y, a la par, el prejuicio pequeño burgués («la pequeña
burguesía es, sin duda, la clase social más sensible al prestigio de los mitos
nacionalistas»)16.
Pero ahondemos el análisis.
La frase «más peruanos que bolcheviques» tiene su
explicación en las siguientes circunstancias: 1) en 1917 José Carlos Mariátegui
no disponía de puntos de vista
sistemáticos para enjuiciar los acontecimientos y las cosas del país17;
2) puesto ante la imputación de falta de peruanidad que implicaba la acusación
de Luis Miró Quesada, consideró que estaba obligado a remarcar la condición de
peruanos de los incriminados.
Por otro lado, en dicha frase se constatan tres cosas: 1)
el término bolchevique encierra un concepto indefinido; 2) por lo tanto, la
relativa oposición entre «peruanos» y «bolcheviques» que denota la frase, no
compromete al marxismo; 3) lo que queda de ella, entonces, es la mencionada
oposición como una expresión específica de la relación entre nacionales y
extranjeros.
En conclusión, la frase mariateguiana tiene una extensión
marcadamente limitada.
II
Pues
bien, en el artículo «Nuestra Epoca» (Anuario
Mariateguiano, vol. II, nº 2, Empresa Editora Amauta, Lima, 1990, pp.
145-147), Ramón García escribió:
No había pasado dos
meses [de la Revolución de Octubre] y un 30 de diciembre [Mariátegui] escribía
su célebre artículo Maximalismo Peruano, donde magistralmente marcaría la
orientación cardinal del socialismo peruano: “¡Bueno! ¡Muy bolcheviquis y muy
peruanos! ¡Pero más peruanos que bolcheviquis!
Como
vemos, García erige la frase del Mariátegui socialista a lo Araquistain, en «la
orientación cardinal del socialismo peruano».
A
propósito de ello, escribimos en otro lugar lo siguiente:
… este sentido
limitado de la frase es desatendido por García con su intención de erigirla en
«la orientación cardinal del socialismo peruano». En efecto, esta intención,
expresada como está expresada (¡«orientación cardinal»!, ¡«del Socialismo
Peruano»!) tiene un sentido general que, como es notorio, no consiente la frase
del maestro. Cardinal significa
fundamental, esencial, principal, trascendental; y el Socialismo Peruano está
compuesto por cuatro elementos: el ideológico, el teórico, el político y el
orgánico. En consecuencia, por su sentido general, la intención de García
encierra la relación entre la realidad peruana y el marxismo y, por lo tanto,
no puede entendérsela sino como la propuesta de ser «más peruanos» que
marxistas. De esta forma García fomenta una actitud sesgada con respecto al
marxismo, es decir, un nacionalismo no
proletario, un nacionalismo pequeño burgués. Pues bien, como se sabe, el
marxismo es una verdad válida para todo el mundo, o sea que, en principio, el
marxista representa una realidad supranacional y, enseguida y mechado a lo
anterior, encarna una realidad nacional en la medida en que aplica el marxismo
a una realidad particular. Aquella supranacionalidad se expresó desde el primer
momento, cuando Marx y Engels proclamaron: «¡Proletarios de todos los países,
uníos!». Por eso, la relación entre el marxista y su nacionalidad no es una
cuestión que pueda ser resuelta a favor de uno u otro término: no podemos ser
más marxistas que peruanos, porque ello representaría un universalismo en
alguna medida indiferente a la realidad peruana, así como no podemos ser más
peruanos que marxistas porque ello representaría un cierto nacionalismo que ve
en el marxismo algo ajeno a nuestra realidad. Por cuanto el marxismo es una
verdad universal y, además, por cuanto en la década de 1920 José Carlos
Mariátegui lo fusionó con nuestra realidad, el marxismo no es algo foráneo con
respecto al Perú. Por eso, ya marxista-leninista, el maestro escribió: «Ninguna
idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica.» Por
eso escribió también: «El Perú es un fragmento de un mundo que sigue una
trayectoria solidaria». Así, pues, la teoría del Socialismo Peruano es solo una
expresión de la verdad universal del marxismo-leninismo, y la revolución
peruana es solo una parte de la revolución proletaria mundial. Es decir, tanto
la teoría del Socialismo Peruano como su concreción práctica aparecen como un
caso de la unidad de lo universal y lo particular. Por eso, la identidad de los
marxistas tiene dos aspectos, a saber: su ideología y su nacionalidad. Por eso,
puesto ante la necesidad de resumir en una frase el SENTIDO de sus célebres 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana,
José Carlos Mariátegui no repitió, en ninguna forma, la frase de su etapa de
socialista a lo Araquistain, sino que escribió esta otra: «Por los caminos
universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada
vez más a nosotros mismos». De esta forma subrayó que el marxismo nos permite
ser peruanos en el sentido más pleno de la palabra. Los marxistas –así como los
hombres en general, como todos los pueblos sin excepción– tienen una existencia
nacional, pero su personalidad no se realiza plenamente sino cuando expresan su
esencia universal; por eso, en su actividad revolucionaria, deben saber
alcanzar la plenitud de su personalidad mostrándose superiores a toda
limitación o, para decirlo con Mariátegui, deben saber alcanzar la más perfecta
unidad de sentimiento autóctono y
pensamiento universal. Y basta
fijarse en el propio pensamiento de Mariátegui para comprobar la verdad de
nuestro aserto: ¿alguien, en su sano juicio, puede decir, acaso, que dicho
pensamiento es más peruano que marxista o, a la inversa, más marxista que
peruano? Probadamente, el pensamiento de Mariátegui es marxismo peruano, es decir, la fusión –precisamente la fusión–
de la verdad universal del marxismo con nuestra realidad concreta. Por lo
tanto, es un hecho que, en principio, la universalidad no niega la
particularidad, sino que, por el contrario, hace posible su desarrollo hasta su
plenitud.
Como es sabido, en el
comunismo global no desaparecerá la concepción materialista dialéctica del
mundo, pero, en cambio, no existirán ya las naciones, que se habrán disuelto en
la universalidad de la humanidad.
No obstante, como
hemos visto, García se mueve en la superficie de los hechos; pero, además,
silencia aquellos hechos específicos que están detrás de las afirmaciones de
José Carlos Mariátegui, llegando incluso a retorcer el significado de las
mismas. De esta forma pretende escamotear el análisis concreto del problema
concreto, el análisis profundo de un problema ciertamente definitorio18.
Ahora
bien, el despropósito de García de erigir la frase mariateguiana de diciembre
de 1917 en «la orientación cardinal del socialismo peruano», no solo constituye
una evidente incomprensión del SENTIDO de la relación entre la verdad universal
del proletariado y nuestra realidad concreta y, por lo tanto, una obvia
incomprensión de la fusión de aquella verdad y esta realidad en la Creación
Heroica de Mariátegui, sino también una indisimulada intención de promover la
idea de que el marxismo es algo foráneo con respecto a nuestra realidad19,
así como de desnaturalizar al Mariátegui marxista-leninista utilizando
dolosamente una frase del Mariátegui socialista a lo Araquistain20.
Como señaló el maestro, «… el nacionalismo es válido como
afirmación, pero no como negación.»21
Por eso, en el Perú de ayer como en el de hoy, los que representan e interpretan la
peruanidad son quienes, concibiéndola como una afirmación y no como una
negación, trabajaron y trabajan por una
patria socialista.
Pero, como hemos visto, el nacionalismo de García se
revela no como una afirmación de la fusión del marxismo
con nuestra realidad concreta, sino como su negación en la medida en que
postula una relación asimétrica entre ambos términos, con evidente ventaja del
segundo sobre el primero. De esta forma no ha hecho más que poner de manifiesto
su condición de víctima del prejuicio pequeño burgués de los mitos
nacionalistas22.
Hay que recordarle, sin embargo, a nuestro personaje,
que, como está demostrado, la realidad peruana no está desconectada, en su espíritu y en su destino, del fenómeno mundial del marxismo y de
la revolución proletaria, sino que, por el contrario, precisamente de este
fenómeno recibe su fermento y su impulso.
El maestro señaló:
El marxismo, del cual
todos hablan pero que muy pocos conocen y, sobre todo, comprenden, es un método
fundamentalmente dialéctico. Esto es, un método que se apoya íntegramente en la
realidad, en los hechos. No es, como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de
principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y
todas las latitudes sociales. Marx extrajo su método de la entraña misma de la
historia. El marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el
ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades23.
Este
punto de vista expresa la esencia más profunda del marxismo como doctrina
política y la necesidad fundamental del proletariado de todos los países de
aplicar el método marxista.
Consecuente
con esta premisa, en su aplicación de dicho método José Carlos Mariátegui se
apoyó íntegramente en la realidad, en los
hechos peruanos. Extrajo su
pensamiento de la entraña misma de la
historia del Perú. Por eso, actuado por sus continuadores, dicho pensamiento opera y acciona sobre nuestro ambiente, sobre nuestro medio, sin descuidar ninguna de sus
modalidades.
El análisis revela, pues, que, a diferencia de lo que fue
en el Perú de 1917, actualmente la propuesta de ser «más peruanos» que
marxistas aparece como una simple actitud oportunista que, de hecho, expresa la
permeabilidad de la pequeña burguesía al prestigio de los mitos nacionalistas.
Contra semejante propuesta, se alza la Creación Heroica
de Mariátegui como la prueba irrefutable de la fusión de lo universal marxista
con lo particular peruano.
Pues bien, puesto que la verdad universal del
proletariado revolucionario se aplica con el objetivo práctico de tomar el
poder y ejercerlo, LA ORIENTACIÓN FUNDAMENTAL DEL SOCIALISMO PERUANO ES
INTEGRAR LA VERDAD UNIVERSAL DEL MARXISMO-LENINISMO CON LA PRÁCTICA CONCRETA DE
LA REVOLUCIÓN PERUANA.
Y, como es claro, esta integración, esta fusión no es algo estático sino dinámico; por eso, la Creación Heroica de
Mariátegui ha sido desarrollada y no puede dejar de ser permanentemente desarrollada.
He ahí el Camino de Mariátegui.
14.08.2018.
___________
(1) Ideología y política, 1986, p. 16.
(2) Ob. cit., p. 160.
(3) Sobre esta
cuestión puede consultarse nuestro ensayo El
método de Mariátegui, publicado en el blog CREACIÓN HEROICA.
(4) Ob. cit., p. 16.
(5) José Carlos Mariátegui, Correspondencia (1915-1930), Empresa
Editora Amauta, Lima, 1984, t. II, p. 331; en adelante, Correspondencia.
(6) Como es
obvio, José Carlos Mariátegui no fue nacionalista en el sentido proletario del
término por los temas nacionales sobre los que escribió antes de su asimilación
al marxismo-leninismo, sino por la aplicación vívida que hizo de esta doctrina
en la interpretación de los problemas peruanos. «Ser “nacionalista” por el
género de los estudios, no exige serlo también por la actitud política…» (Ideología y política, p. 221). Pero,
claro está, serlo por la posición marxista aplicada a la realidad peruana, es
ya ser nacionalista proletario.
(7) Citado por
Guillermo Rouillón, La creación heroica
de José Carlos Mariátegui, Editorial Arica, Lima, 1975, t. I, p. 202.
(8) La creación heroica de Mariátegui y el
socialismo peruano. Planteamiento de la cuestión, Editorial Creación
Heroica, La Paz, 2021, p. 22.
(9) Peruanicemos al Perú, 1988, p. 40.
(10) Ob. cit., pp. 100, 102 y 106.
(11) Ideología y política, p. 167.
(12) Ob. cit., p. 247; cursivas nuestras.
(13) Ob. cit., p. 104.
(14) Correspondencia, t. II, p. 444.
(15) 7 ensayos, 1994, p. 12.
(16) Como se
sabe, la acusación de «europeizante» vino de los intelectuales saturados de
espurio nacionalismo, entre ellos Haya de la Torre y sus repetidores.
(17) En la nota
autobiográfica «Del autor», el maestro confesó que, aunque a partir de su
ingreso al periodismo, «tuvo contacto con los acontecimientos y cosas del país…
carecía para enjuiciarlos de puntos de vista sistemáticos.» (Ideología y política, p. 16). Para enjuiciarlos, es decir, para
estimarlos, conceptuarlos, analizarlos.
(18) La creación heroica de Mariátegui y el
socialismo peruano. Planteamiento de la cuestión, pp. 22-23.
(19) Esta
intención encierra una solapada negación del marxismo peruano. ¿Cómo podría ser
el marxismo algo foráneo con respecto a nuestra realidad, si el marxismo de
Mariátegui es, precisamente, marxismo peruano? Lo universal existe en lo
particular y se expresa a través de lo particular. Pero esta verdad es
escamoteada por García.
(20) Esta
actitud torcida de García con respecto a la verdad universal del proletariado
se expresa, entre otras cosas, en su abjuración del leninismo, es decir, del
marxismo-leninismo, así como en su negación de la filiación marxista-leninista
de José Carlos Mariátegui y del Partido Socialista del Perú fundado el 7 de
octubre de 1928.
(21) El alma matinal, 1988, p. 60.
(22) García vive
obsesionado con lo particular, pero solo para negar de alguna forma lo
universal. En el artículo «El socialismo en España» (Punto de Vista, nº 1, 1982, pp. 26-27), examinando la relación
entre lo nacional (lo particular) y lo internacional (lo universal), llega a
valorar positivamente al dictador fascista Francisco Franco, con el pretexto de
que, por «sus rasgos españoles», mantuvo «una singular política exterior de no
compromiso con el fascismo internacional». Con base en esta torcida idea,
García llega a exclamar –según dice haciendo coro a «un autor», expresivamente
sin nombre ni apellido–: «¡Viva Franco! Con perdón.» Esta exclamación –de
García o asumida por él, lo mismo da– encierra, trasladada su resonancia al
terreno de la política del pueblo y vista desde el marxismo, un nacionalismo delirante, un nacionalismo
contrario al internacionalismo proletario que, precisamente en la guerra civil
española, dio lugar a la brigada internacional que luchó hombro a hombro con el
pueblo español contra el fascismo franquista. El mensaje sibilino del elogio de
García a Franco es que, por nuestros «rasgos peruanos», debemos aislarnos de
los deberes del internacionalismo proletario. De esta forma pone en evidencia
su «interpretación superficial de las relaciones entre nacionalismo y socialismo»
(Mariátegui). Superficial y, además, oportunista. Así, pues, es claro que la
propuesta de García de ser más peruanos que marxistas no es sino la
continuación de su vieja propensión a oponer arbitrariamente lo particular a lo
universal, o sea, concretamente, lo particular peruano a lo universal
proletario, con evidente menoscabo de lo segundo.
(23) Ideología y política, pp. 111-112.