¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Mariátegui
y los Principios del Frente Unido
Eduardo
Ibarra
LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES del frente unido son los
siguientes: 1) unidad en la lucha contra el enemigo común (programa de acción,
alianza obrero-campesina, ayuda y concesiones positivas mutuas); 2)
independencia ideológica, política y orgánica de cada fuerza integrante (autodecisión,
dirección proletaria, unidad y lucha).
El artículo
El frente único y el 1º de mayo, escrito
en 1924, tiene una particular importancia en la medida en que en sus líneas se
sustentan los principios del frente unido sindical, aunque es un hecho que también
otros artículos del maestro tienen importancia en el mismo sentido y aun otros en
el sentido del análisis del frente político.
Pero hay que precisar que, en el
artículo mencionado, Mariátegui se refirió al frente unido sindical de la clase
obrera, y no al frente unido político
del pueblo peruano.
No obstante, los principios del
frente unido sustentados ahí son pasibles de ser aplicados al frente político,
con excepción, claro está, de algunas afirmaciones marcadas por la impronta de
lo sindical, como precisaremos más adelante.
La unidad
frente el enemigo común
La unidad en la lucha contra el enemigo común es el
principio básico del frente, pues sin él los demás principios no tendrían
ningún sentido.
Mariátegui señaló: “Tenemos que
emprender juntos muchas largas jornadas. Nos toca, por ejemplo, suscitar en la
mayoría del proletariado peruano, conciencia de clase y sentimiento de clase.
Esta faena pertenece por igual a socialistas y sindicalistas, a comunistas y
libertarios. Todos tenemos el deber de sembrar gérmenes de renovación y de
difundir ideas clasistas. Todos tenemos el deber de alejar al proletariado de
las asambleas amarillas y de las falsas ‘instituciones representativas’. Todos
tenemos el deber de luchar contra los ataques y las represiones reaccionarias.
Todos tenemos el deber de defender la tribuna, la prensa y la organización
proletaria. Todos tenemos el deber de sostener las reivindicaciones de la
esclavizada y oprimida raza indígena. En el cumplimiento de estos deberes
históricos, de estos deberes elementales, se encontrarán y juntarán nuestros
caminos, cualquiera que sea nuestra meta final” (Ideología y política, p.108).
También señaló: “todos deben
sentirse unidos por la solidaridad de clase, vinculados por la lucha contra el
adversario común, ligados por la misma voluntad revolucionaria, y la misma
pasión renovadora. Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante
un problema concreto, ante una necesidad urgente” (ibídem, pp.109).
Estos juicios son la premisa teórica
del Frente Unido del Pueblo Peruano.
Pero, como
hemos adelantado, es preciso esclarecer algunas cuestiones. Veamos.
Si Mariátegui habló de “la realidad
concreta del día”, fue porque, en el momento en que lo hizo, la unidad sindical
de la clase obrera era, efectivamente, un problema a resolver inmediatamente. Ahora, sin embargo, por realidad inmediata y necesidad urgente no debe entenderse lo
que tenemos ante nosotros en el día, la semana o el mes, sino la necesidad
objetiva de construir el frente político del pueblo peruano.
El cumplimiento de esta tarea
fundamental exige “una acción contingente, concreta, práctica”.
Obviamente, en la actualidad lo de contingente puede entenderse como la
acción que exige en cada momento el desarrollo de la lucha de clases; en
cambio, lo de concreta y práctica puede entenderse con una mayor
estabilidad y un mayor alcance: como la necesidad de coronar con el éxito, en
el curso de la lucha de clases, la constitución del Frente.
En Principios programáticos del Partido Socialista, la idea de dicha
acción concreta, práctica, reaparece,
ya en el plano político, en los siguientes términos: “La emancipación de la
economía del país es posible únicamente por la acción de las masas proletarias,
solidarias con la lucha anti-imperialista mundial. Sólo la acción proletaria
puede estimular primero y realizar después las tareas de la revolución
democrático-burguesa” (ibídem,
p.160).
Es decir los objetivos del Frente
son –para decirlo en un lenguaje un tanto actualizado– la liquidación de la
opresión imperialista y de la explotación del capitalismo burocrático y del
gamonalismo supérstite.
Lo característico del frente es que
se trata de la unidad de diversas clases y distintas fuerzas
ideológico-políticas en la lucha común contra el enemigo común.
En otros términos, el frente es la
unidad de una diversidad social, política, ideológica y orgánica. Es la unidad
de los dispares.
Por eso, puede decirse que, en el
curso de la lucha contra el enemigo común, se
encontrarán y juntarán nuestros caminos, cualquiera que sea nuestra meta
última.
Que
se juntarán nuestros caminos, significa que, cualesquiera sean las
vicisitudes, el Frente Unido del Pueblo Peruano será finalmente una realidad.
Que
ello se dará cualquiera que sea la meta última de cada fuerza integrante del
Frente, significa
que las diversas clases que forman el Frente no tienen el mismo objetivo
máximo.
En efecto, la lucha de clase del
campesinado tiene como objetivo máximo la propiedad de la tierra, sea en
calidad de propiedad individual, sea bajo la forma de propiedad colectiva.
Por su parte, actuando bajo su propia
bandera, la lucha de clase de la pequeña burguesía tiene como objetivo máximo
la “regulación” del capital imperialista y una distribución “equitativa” de la
renta nacional.
En cambio, la lucha de clase del
proletariado tiene como objetivo máximo la abolición de las clases, la lucha de
clases y el Estado, objetivo que, obviamente, implica la previa victoria de
nuestra revolución socialista.
Estas son las diferencias de
“matices de clase y de doctrina” (carta colectiva, en Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.300).
Mariátegui señaló: “[Dentro del
frente unido] todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase”. Lo que
determina la particularidad de esta afirmación es la frase “solidaridad de
clase”, es decir el hecho de que, efectivamente, el frente de la clase obrera
es el frente de una clase.
En cambio el Frente del Pueblo
Peruano es el frente de diversas clases, y, por lo tanto, lo que aquí se da es
la solidaridad de varias clases en la lucha común contra el enemigo común.
Precisemos algunas cuestiones más.
La tarea de suscitar conciencia de
clase y sentimiento de clase no es, actualmente, en el marco de la lucha
política de nuestro pueblo, una tarea común de todas las corrientes mencionadas
por Mariátegui: en dicho marco, los libertarios no contribuyen
significativamente y los socialistas (reformistas, valga la aclaración) se
quedan cortos.
La
reivindicación de reivindicaciones de la “raza indígena” es la tierra, pero,
por ejemplo en el programa del Frente Amplio, la nacionalización de la tierra,
base de una política agraria socialista, brilla por su ausencia. Sin esta nacionalización, cualquier medida
relativa a las necesidades concretas de nuestra economía agraria no tiene sino
el sentido de una política liberal.
El programa
común
En el artículo mencionado arriba, Mariátegui sostuvo:
“El programa del frente considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera
de toda abstracción y de toda utopía”.
Obviamente,
en la cita el término realidad inmediata está
referido a la inmediatez de las tareas que tenía entonces ante sí la clase
obrera: alcanzar la unidad orgánica basada en el principio de la lucha de
clases.
En cambio, hoy día la realidad
inmediata que tenemos al frente es la situación económica, política, social y
cultural de nuestro pueblo y su conexión con la tarea de construir el Frente
Unido del Pueblo Peruano.
En el Mensaje al Congreso Obrero (enero 1927), Mariátegui señaló: “El
debate programático… no tiene… por qué perderse en divagaciones teoréticas” (Ideología y política, p.113).
La razón de esta afirmación la dio
el propio maestro: “Extraviarse en estériles debates principistas, en un
proletariado donde tan débil arraigo tienen todavía los principios, no serviría
sino para desorganizar a los obreros cuando de lo que se trata es, justamente,
de organizarlos” (ibídem).
Sin embargo, en el mismo texto,
encontramos la siguiente afirmación: “El marxismo, del cual todos hablan pero
que muy pocos conocen y, sobre todo, comprenden, es un método fundamentalmente
dialéctico. Esto es, un método que se apoya íntegramente en la realidad, en los
hechos. No es, como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de principios de
consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y todas las
latitudes sociales. Marx extrajo su método de la entraña misma de la historia.
En marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el ambiente,
sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades” (ibídem, pp.111-112).
¿Cómo se explica esta afirmación en
el mencionado Mensaje?
Mariátegui señaló ahí mismo: “la
crisis revolucionaria abierta por la guerra ha modificado fundamentalmente los
términos del debate ideológico” (p.112).
Primero, entonces, hay que señalar
que tal modificación consistió en que la guerra determinó que en los pueblos
latinos (España, Italia, Francia) la oposición entre el socialismo y el
sindicalismo soreliano, se transformó en la oposición entre el marxismo y el
socialismo domesticado.
Segundo, que una cosa es “debate
ideológico” y otra cosa es “divagaciones teoréticas”.
Es decir que, dados los nuevos
términos del debate ideológico, Mariátegui estimó necesario subrayar la verdad
marxista como la posición proletaria.
De esta forma reivindicó el debate ideológico frente a su
degeneración: divagaciones teoréticas.
La actitud de Mariátegui era, pues,
adversa a la rigidez en los principios
y, por lo tanto, el debate programático no tenía por qué extraviarse en estériles debates principistas.
La conclusión: el debate
programático tiene que basarse en la realidad, en los hechos, y no en divagaciones
generales, abstractas, teoréticas.
En el debate, naturalmente, las
propuestas de cada tendencia reflejan sus premisas ideológicas, pero no son
estas premisas las que están en discusión, aunque Mariátegui, como ha quedado
claro, precisó las suyas.
Por eso señaló: “Las discrepancias
teóricas no impiden concertarse respecto de un programa de acción” (ibídem, p.114).
En conclusión, la doctrina de cada integrante del Frente nos separa, pero la necesidad de la lucha común contra el
enemigo común nos une sobre la base de un
programa de acción.
Así, pues, “El marxismo, donde se ha
mostrado revolucionario –vale decir donde ha sido marxismo–” (Mariátegui), ha operado siempre sobre el medio sin
descuidar sus modalidades.
Por lo tanto, el debate programático
tiene que tener en cuenta la realidad actual.
Mariátegui señaló que el programa no
es anterior sino posterior al debate.
Pero el debate sobre la situación
actual del pueblo peruano no está en fojas cero, sino que ha alcanzado un grado
de desarrollo importante.
Sin embargo, hace falta todavía centralizar
dicho debate y llevarlo hasta el fin de forma organizada y metódica.
Entonces y solo entonces será
posible acordar el programa del Frente Unido del Pueblo Peruano.
La alianza
obrero-campesina
La base social fundamental del Frente es la alianza de
la clase obrera y el campesinado.
Tal alianza representa la relación
entre las tres luchas: contra el imperialismo, contra el capitalismo
burocrático y contra el gamonalismo supérstite.
Tres luchas que, en realidad, son
una sola.
Respecto a ella, Mariátegui señaló:
“En nuestra América española, semi-feudal aún, la burguesía no ha sabido ni
querido cumplir las tareas de la liquidación de la feudalidad. Descendiente
próxima de los colonizadores españoles, le ha sido imposible apropiarse de las
reivindicaciones de las masas campesinas. Toca al socialismo esta empresa. La
doctrina socialista es la única que puede dar sentido moderno, constructivo, a
la causa indígena, que, situada en su verdadero terreno social y económico, y
elevada al plano de una política creadora y realista, cuenta para la
realización de esta empresa con la voluntad y la disciplina de una clase que
hace hoy su aparición en nuestro proceso histórico: el proletariado” (ibídem, p.188).
Es decir, en la lucha contra
nuestros enemigos de clase, la alianza obrero-campesina es una alianza bajo la
dirección proletaria, y no puede ser de otra forma.
Ayuda y
concesiones positivas mutuas
Puesto que el Frente Unido del Pueblo Peruano es un
instrumento táctico-estratégico, nada tiene que ver con los tejemajes
electoreros del reformismo. El Frente es para la conquista el poder.
En este
maco, entre sus fuerzas integrantes debe desplegarse la ayuda mutua. Por
ejemplo, la prensa de cada fuerza integrante debe ser apoyada por todas las
demás fuerzas (lo que no tiene por qué impedir la crítica a las ideas erróneas
que pudiera contener). Esto es una ayuda mutua positiva, y, obviamente,
contraria a la ayuda negativa: “tú ayúdame, pero yo no te ayudo”.
Al mismo tiempo, las diversas
fuerzas deben hacer concesiones mutuas positivas. Este carácter de las
concesiones está determinado por el hecho de que las mismas sirven al objetivo
de fortalecer la unidad del Frente. Las que no sirven a este objetivo, son
concesiones mutuas negativas. Por otro lado, tampoco sirven a dicho objetivo
las concesiones unilaterales: “tú hazme concesiones, pero yo no te hago ninguna”;
“yo te hago esta concesión y no importa que tú no me hagas ninguna”.
La independencia
dentro del frente unido
La independencia ideológica, política y orgánica de
cada integrante del Frente no es una cuestión particular de una fuerza sino un
derecho democrático de todas las fuerzas.
Pero esta independencia está
limitada por la lucha común contra el enemigo común: mientras la independencia
política de cada fuerza por separado es relativa, su independencia ideológica y
orgánica es absoluta.
Mariátegui señaló: “El frente único
no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo
componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en
una doctrina única. (…) Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el
confusionismo ideológico. Dentro el frente único cada cual debe conservar su
propia filiación y su propio ideario” (Ideología
y política, pp.108-109).
De esta forma planteó que la unidad
programática no anula ni tiene por qué anular la independencia de cada
integrante del Frente; que, por lo tanto, el Frente no significa la confusión
de las doctrinas concurrentes en su seno, es decir, que el Frente no es una
amalgama doctrinal.
Por eso, la Reunión del 4 de marzo
de 1930 del CC del PSP, aprobó una Moción presentada por Mariátegui, en la cual
se puede leer: “El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia
toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de
las otras clases. Condena como oportunista toda política que plantee la
renuncia momentáneas del proletariado a su independencia de programa y de
acción, que en todo momento debe mantenerse íntegramente”. “El P.S. reconoce
que dentro de las condiciones nacionales, la realidad nos impondrá la celebración
de pactos y alianzas generalmente con la pequeña burguesía revolucionaria. El
P.S. podrá formar pate de estas alianzas de carácter revolucionario, pero, en
todo caso, reivindicará para el proletariado la más amplia libertad de crítica,
de acción de prensa y de organización” (Martínez, Apuntes, pp.487 y 488).
Libertad de crítica, libertad de
prensa, libertad de organización. He aquí tres libertades básicas de cada
fuerza integrante del Frente Unido.
La
dirección proletaria
Si la lucha común contra el enemigo común constituye el
principio táctico del Frente, la
dirección proletaria constituye su principio
estratégico.
Por eso, esta dirección es
imprescindible en el Frente. Solo ella puede hacer que las etapas de la
revolución sean actuadas como un proceso único e indivisible.
Para ejemplarizar: solo la dirección
proletaria puede hacer que la nacionalización de la tierra sirva de base a la solución
socialista de nuestro problema agrario, de nuestro problema campesino, de
nuestro “problema indígena”; solo la dirección proletaria puede hacer que la
pequeña burguesía trascienda sus limitaciones de clase y cumpla un papel
revolucionario.
Ahora bien, dada la realidad de la
dispersión orgánica del Socialismo Peruano, la dirección proletaria no puede
entenderse como la dirección de una determinada organización, sino como la
dirección ideológico-política de las fuerzas que adhieren a la verdad universal
del marxismo-leninismo.
Como es obvio, la dirección
proletaria no es algo que puede existir desde el principio y para siempre, sino
una cuestión que requiere construcción permanente.
Autodecisión
En el Frente las decisiones relativas a la acción
conjunta se toman democráticamente.
Sin
embargo, ante la imposibilidad de tomar acuerdo respecto a una situación en
alguna zona del país o en un nivel del trabajo político, la fuerza del Frente
que eventualmente pudiera ser la única que esté en relación directa con tal
situación puede autodecidir la acción que corresponda de acuerdo al programa y a
los métodos de lucha comunes, con cargo, naturalmente, a informar después a la
Dirección del Frente a fin de someter su acción al análisis colectivo.
Como se ve, la autodecisión es una
cuestión problemática, pero no se puede descartar. Por lo demás, la autodecisión
es un elemento de la independencia de cada fuerza integrante del Frente, pero
por esto mismo se justifica únicamente si no contraría la unidad del mismo.
Unidad y
lucha
Puesto que el Frente Unido del Pueblo Peruano es un
frente de diversas clases y fuerzas ideológico-políticas, su unidad no puede
ser sinónimo de amalgama doctrinal, sino terreno de legítima lucha de ideas.
Esta lucha de ideas no puede ser
actuada sino como el proceso de “unidad-lucha-unidad”, de manera que sirva al
fortalecimiento del Frente.
Unidad sin
lucha
La unidad sin lucha es una desviación de los principios
del frente unido, y, de hecho, promueve una unidad sin principios, un
frente-amalgama.
Como es
claro, esta desviación contraviene el marxismo y el pensamiento de Mariátegui.
La unidad sin lucha es una desviación
de derecha y, por lo tanto, hay que combatirla consecuentemente.
Lucha sin
Unidad
La lucha sin unidad es otra desviación de los
principios del frente unido.
Esta desviación puede existir tanto
dentro como fuera del Frente, y, de hecho, en ambos casos promueve el autoaislacionismo.
La lucha sin unidad es una forma de
sectarismo y, por esto, contraviene el
marxismo y el pensamiento de Mariátegui.
En otras palabras, es una desviación
de “izquierda” y, por lo tanto, hay que combatirla consecuentemente.
Conclusión
Esclarecidos en lo fundamental
los principios del Frente Unido, el lector puede compararlos con la práctica del
Frente Amplio, así como con la de lo que fue la Unidad Democrática y, en
general, con la práctica de las diversas fuerzas políticas de izquierda que
activan en la escena nacional.
En la comparación, cualquier contradicción que pueda
constatarse, no sería casualidad.
15.02.2016.
Material
Adjunto
Nota:
Los textos que siguen a continuación sirven para ilustrar
la unidad sin lucha. Estos textos son extractos de los capítulos II y V del
libro Crítica al oportunismo de derecha de Jaime Lastra (título provisional). Este
libro se encuentra actualmente en revisión a efecto de ponerlo en condiciones
de ser publicado. Como es posible que se sepa, los textos que lo componen tuvieron
una amplia difusión en la internet entre julio de 1914 y febrero de 1915.
Ciertamente la unidad sin lucha no
es una desviación exclusiva de Lastra, pues se constata también en otros
grupos. Pero su caso ilustra a qué extremos de descomposición ideológica se
puede llegar por el camino de dicha desviación.
Por otro lado, la lucha sin unidad también
es una realidad. Ejemplos de esta desviación son aquellas tendencias que no
promueven el Frente Unido del Pueblo Peruano, o que, en su defecto, promueven
un “frente sectario”.
O1.03.2016.
COMITÉ DE
RECONSTITUCÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI (CRJCM).
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La
Reconstitución y el Pensamiento de Mariátegui
(Extracto)
E.I.
LASTRA
CONFUNDE FRENTE CON amalgama doctrinal, y, de este modo, ha anulado la
filiación que parecía tener su grupo. Por eso hemos sostenido en otro lugar que
lo que se constata en la revista que dirige es la abdicación de su grupo a
favor de concepciones no proletarias.
Prueba nuestro aserto el siguiente hecho: un activista de su grupo ha sostenido
que “los logros alcanzados por el proceso bolivariano [alienta] un camino de
mayor profundización para la revolución” (Pizarra
Socialista, p.25). Si se tiene en cuenta que el mismo activista dice en el
mismo artículo que la nacionalización de la industria petrolera por el gobierno
venezolano fue una política “nacionalista revolucionaria” (p.24); que “El
índice de la desigualdad social en Venezuela” es de “0,468, según medición de
INE”; que allí “el desempleo se redujo al 6,2%”; que “Respecto a los
indicadores sociales, tenemos la erradicación del analfabetismo, la reducción
de la tasa de mortandad infantil y un nivel de calidad educativa solo superada
por Cuba”; que países como Brasil, Ecuador, Venezuela, etcétera, están logrando
“emanciparse de su dependencia económica” (ibídem);
cualquier marxista puede darse cuenta de qué entiende por revolución este otro
“marxista-leninista–maoísta”, cómo ha bastardeado el concepto de revolución y
cómo a procesos reformistas los embellece con el rótulo de revolución, creando
así confusión entre los lectores. Esta abdicación ideológica expresa, pues, el
oportunismo de derecha que ha sentado sus reales en el grupo de Lastra.
En conclusión, Lastra y algunos activistas de su grupo han renunciado a
la independencia ideológica y política del proletariado que alegan representar.
10.10.2014
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La
Reconstitución y la Política Concreta III
(Extracto)
E.I.
2. PRETENDIENDO JUSTIFICAR
SU frentismo, Lastra escribió: “¿Qué
es dirigir en el sentido marxista-leninista-maoísta? ¿Cuál es la justa relación
entre diferentes niveles de organización? Ustedes no resuelven bien estas
interrogantes. Por ello opinan como queda escrito en el punto 4. Todavía tienen
fuerte influencia del método y estilo de ‘correa de transmisión’ y de el (sic)
método y estilo de ‘organismos generados’. Lo correcto, dadas las condiciones
concretas que enfrentamos hoy, es proponer, sustentar y persuadir no solo con
la palabra, sino sobre todo y fundamentalmente con el ejemplo. No podemos
tratar a […] como si fuera un ‘organismo generado’ ni aplicarle la ‘correa de
trasmisión’. Por eso, comprenderán ustedes que resulta totalmente fuera de
lugar su convicción de que la decisión de lo que debe hacer o no […] se deba determinar
en un organismo político superior. La decisión debe tomarse siempre en el
espacio donde debe de asumir y afrontar las consecuencias de sus determinaciones
y acuerdos. Y sobre esa base cabe cumplir la función dirigente. Esto es, nunca
debemos actuar impositivamente” (carta al CRJCM del 31.10.12).
Quienquiera
que cale en la letra chica de la cita, puede percatarse de que ahí se niega la
dirección del proletariado en el frente unido.
En
efecto, Lastra reduce la relación partido-frente a la sola cuestión de las
decisiones en el frente, y, confiando en que los lectores sean víctimas de
prejuicio respecto a los dos tipos de organización que menciona, termina
escamoteando la dirección del proletariado.
Es
decir olvida, o pretende hacer olvidar, que la dirección del proletariado se
expresa más bien en el hecho de que la línea del partido relativa a la lucha
común contra el enemigo común, logra consenso en el frente.
Al
mismo tiempo, olvida o pretende hacer olvidar, que los organismos generados,
llamados también organizaciones propias, fueron una iniciativa del partido
bolchevique para el trabajo de masas en determinadas condiciones, y que las
correas de transmisión, llamadas también palancas, fueron parte del engranaje
general de la dictadura del proletariado, y que ninguno de los dos tipos de
organización fue concebida ni actuada como un espacio donde el partido pudiera
actuar “impositivamente”.
Pues
bien, como es obvio, en el frente no caben, bajo
ninguna circunstancia, los métodos coercitivos sino los métodos
democráticos. Esto es claro para cualquier marxista.
Pero,
¿qué dice Lastra al respecto? Pues que “Lo correcto, dadas las condiciones
concretas que enfrentamos hoy, es proponer, sustentar y persuadir”.
“Dadas
las condiciones concretas que enfrentamos hoy”, es decir que, según nuestro
personaje, los métodos democráticos solo son legítimos en las condiciones
actualmente dadas, y, en consecuencia, sugiere, sin querer queriendo, que en
otras condiciones (y las condiciones siempre cambian), tales métodos perderían
vigencia, y, por esto, tendrían que ser reemplazados por otros: obviamente, por
los métodos antidemocráticos, pues los métodos democráticos no pueden ser
cambiados por los métodos democráticos.
Este
es el espíritu democrático de Lastra. Esta es su comprensión de la democracia
en el frente unido. Este es su “nunca debemos actuar impositivamente”.
En
el frente, cualquier decisión tiene que acordarse en el frente. Esto es una
verdad de Perogrullo. Pero la línea del partido relativa a la lucha común
contra el enemigo común, se acuerda en el partido. Esto también es una verdad
de Perogrullo. Lastra, sin embargo, finge no saberlo.
Más
aún. Cada tendencia participante en el frente establece internamente su línea
relativa a la lucha común contra el enemigo común, y es en el espacio del
frente donde estas líneas se confrontan, y donde, por lo tanto, una de ellas
prevalece completa o relativamente. Esto es inevitable.
De
manera que, en el frente puede darse la dirección proletaria, entendida, claro
está, como la dirección del marxismo-leninismo en lo relativo a los diversos
aspectos de la lucha común contra el enemigo común, o, en su defecto, la
dirección de alguna otra tendencia.
La
“Universidad Socialista José Carlos Mariátegui” (USJCM), la revista Pizarra Socialista y la “Asamblea
Nacional de los Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu”, son espacios de frente
unido.
Por
eso, surge la pregunta: ¿cuál tendencia ha alcanzado la hegemonía en tales
espacios?
En
los dos números publicados de Pizarra
Socialista (vocero de la USJCM), se han publicitado, bajo expresiones
específicas, la tesis de Ravines sobre la cuestión nacional y, además, han sido
apoyados incondicionalmente los procesos reformistas que tienen lugar en
algunos países suramericanos.
Es
claro que ninguna de esas posiciones pertenece originalmente al grupo de
Lastra, sino al grupo desprendido del PCP-Unidad.
La
aludida tesis de Ravines fue publicitada en el primer número de la mencionada
revista, y, como era lógico, los marxistas esperábamos que en el segundo número
esa tesis fuera rebatida con la tesis de Mariátegui sobre la cuestión nacional
y el Perú Integral. Pero esto no ocurrió.
En
la “Declaración del I Concejo de la Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y
el Tawantinsuyu”, se presenta a nuestro pueblo como dividido en “pueblo
peruano” y “pueblo tawantinsuyano”. Esto es una expresión específica de la
tesis de Ravines.
Los
marxistas, como es natural, esperábamos que en el seno de la misma Asamblea se
planteara una crítica sustentada de semejante punto de vista y se corrigiera la
anotada concepción de nuestro pueblo. Pero esto tampoco ocurrió.
Así,
pues, el suscrito tuvo que realizar la crítica correspondiente, la cual fue
publicada, en la edición de octubre de la revista digital CREACION HEROICA, como postscriptum
del artículo Mariátegui y el “problema
del indio”.
En
el segundo número, dedicado centralmente a publicitar incondicionalmente los
procesos reformistas de Venezuela y Ecuador, el grupo de Lastra apareció
asumiendo tal incondicionalidad.
Frente
a este hecho, en el artículo Socialismo
proletario y socialismo pequeño
burgués, publicado en la edición de noviembre pasado de CREACIÓN HEROICA, el suscrito hizo la
crítica correspondiente. Esta crítica está referida a tres cuestiones: 1) la
convivencia de los mencionados procesos con la gran burguesía intermediaria del
imperialismo; 2) el respeto supersticioso a la democracia burguesa que lleva a
los dirigentes de tales procesos a exponer en una elección el destino de los
mismos; 3) la ilusión de un tránsito pacífico al socialismo.
Los
hechos demuestran, pues, que en la USJCM, en Pizarra Socialista y en la “Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu”, ha
hegemonizado la línea del grupo desprendido del PCP-Unidad.
Si
este grupo se siente con derecho a plantear sus posiciones partidarias en los
indicados espacios de frente unido (cosa que no discuto aquí), la pregunta es
por qué el grupo de Lastra no se siente con igual derecho a plantear lo que se
supone son sus posiciones relativas a la cuestión nacional.
¿Dónde
está, pues, el “proponer, sustentar y persuadir” de nuestro personaje?
En
ninguna parte. Por lo tanto, se constata que si en política nacional ha
abdicado ante la tesis de Ravines sobre la cuestión nacional, en política
internacional ha abdicado ante el nacionalismo burgués y el socialismo pequeño
burgués.
Así,
pues, la hegemonía del grupo desprendido del PCP-Unidad en los espacios de
frente mencionados arriba, ha sido facilitada por la política de conciliación-abdicación
del grupo de Lastra.
En
conclusión, Lastra reniega la dirección del proletariado no solo en la teoría,
sino también en la práctica, y, por esto, su “proponer, etcétera”, no pasa de
ser una cortina de humo con la que pretende ocultar su recalcitrante frentismo,
su oposición a la dirección proletaria, su prosternación ante el reformismo, su
abdicación ante posiciones discrepantes peligrosas, su completo abandono del
camino propio de la Reconstitución del Partido de Mariátegui.
La
lucha teórica activa es la filosofía del proletariado, mientras “dejar hacer,
dejar pasar” es típica filosofía burguesa.
En
el terreno del trabajo frenteunionista, unidad y lucha es política marxista,
mientras lucha sin unidad es oportunismo de izquierda y unidad sin lucha es
oportunismo de derecha.
Este
oportunismo de derecha es el sello de las ideas y la práctica de Lastra.
Pues
bien, en un artículo de hace algunas semanas, Miguel Aragón escribió: “El
frente unido no… es una ‘correa de trasmisión’…” (elipsis mía).
Es
expresiva, pues, la coincidencia entre el derechista Lastra y el liquidador
Aragón: con la misma monserga niegan ambos la dirección proletaria en el frente
unido: el primero silenciando que esta dirección es una cuestión de línea
(partido) y consenso (frente); el segundo negando que actualmente sea necesario
el partido.
Y,
échese el acucioso a buscar quién ha copiado a quién.
3. Lastra dice: “Este punto
nos lleva a deslindar con el estilo sectario en el trabajo político. Pero
antes, ¿cómo determinar si una participación es correcta o incorrecta? ¿Es una
cuestión meramente principista o es una cuestión de estrategia y táctica
política donde los principios se aplican dialécticamente? La experiencia del
marxismo-leninismo-maoísmo indica que es lo segundo. Esto en general, por supuesto.
Respecto del trabajo político sectario tenemos suficiente experiencia nacional
que vano sería redundar en ello. Solo invito a que no se olvide esta
experiencia de trabajo político sectario, que generalmente se daba bajo el
pretexto de realizar un trabajo político purista, con lo cual la aplicación de
la política de frente único quedaba solamente en cliché. Recordemos como Guzmán llamaba
durante toda la década del 70 a no participar de los “Paros Nacionales revisionistas”
porque eran convocados por el PCP-U revisionista. Recordemos como la izquierda
legalista condenaba los “Paros Armados” porque eran convocados por el
infantilismo-terrorismo. Veamos como el Magisterio tiene tres sindicatos en
uno: SUTEP, CONARE dentro del SUTEP y un nuevo CONARE dentro de
CONARE-SUTEP. “Razones ideológicas” no
les falta a ninguna de las tendencias que promueven estas divisiones. Nuestra
tendencia no puede reproducir estas prácticas erradas del trabajo político.
Claro, el seminario que promueve la tendencia derechista-revisionista no tiene
el impacto de los ejemplos anotados. Ustedes también tienen sus “razones
ideológicas” que los lleva a poner la participación o no en ese seminario como
una cuestión de vida o muerte; es decir, cismática. ¿POR QUÉ? Analicen y se
verán en una posición que lleva el estilo sectario en el trabajo político.
IMAGINENSE ustedes sustentando el punto 5 de su posición sectaria ante el
reducido público que asiste a ese seminario: “no voy porque ese seminario es
revisionista”. Simplemente quedarían en ridículo. Un seminario es un espacio de
debate no vinculante orgánicamente. Así lo entiende cualquier público sensato.
Si la tendencia derechista-revisionista cree que con eso va a fundar su partido
amalgama ESE ES SU PROBLEMA. A lo más que puede ser útil usar ese espacio,
sería para reafirmar nuestra superioridad ideológica, teórica, política y
orgánica, desinflando mucho más de lo que se encuentra ya desinflado el
proyecto revisionista. Lo contrario de participar en ese seminario sería
boicotearlo. ¿Eso es lo que podrían proponer, acaso? Toda abstención contradice
la política revolucionaria del m-l-m” (ibídem; mayúsculas en el original).
Como se ve, Lastra habla de un
“trabajo político sectario” y de un “trabajo político purista”. Como él no es,
según cree, ni sectario ni purista, porque “La experiencia del
marxismo-leninismo-maoísmo”, doctrina a la que dice estar asimilado, le enseña,
según cree también, que los activistas de todas las tendencias de la izquierda peruana
tienen que participar en todos los
eventos y en todas las acciones de todas las organizaciones sin excepción,
ha llegado a la absurda conclusión de que “Toda abstención contradice la
política revolucionaria del m-l-m”, y, con este absurdo, quiere convencerse a
sí mismo de que estuvo bien su participación en el seminario revisionista que
tenía como objetivo exclusivo y excluyente liquidar el partido de clase.
El vocablo cismático da cuenta
de la separación de alguien de una autoridad reconocida. En consecuencia, es
claro que, si Lastra sugiere que los que no asistimos a dicho seminario
procedimos como cismáticos, es porque él, asistente inútil (inútil para su
propio proyecto), le reconocía al grupo liquidacionista autoridad sobre su
persona.
¡El “marxista-leninista–maoísta”
Lastra le reconocía autoridad al grupo que quería y quiere liquidar el partido
de clase!
Es necesario recordar, por lo
demás, que quien nos acusa de cismáticos en relación al grupo liquidacionista,
en 2011 marginó al Comité de Reconstitución
José Carlos Mariátegui (CRJCM), causando así un cisma en la tendencia, y, en el
trabajo frenteunionista que era Ediciones Creación Heroica, causó otro cisma en
2013 al censurar el libro El partido de
masas y de ideas de José Carlos
Mariátegui.
Más todavía. Por cuanto Lastra
calificó de boicoteadores a quienes no asistimos al seminario revisionista,
diciendo que “Lo contrario de participar en ese seminario sería boicotearlo”,
hay que recordar también que en 2010 boicoteó la publicación de la revista
digital CREACIÓN HEROICA.
¡El bo¡coteador de una revista
que entonces él mismo consideraba de su tendencia, se pasó alrededor de una
década poniéndole el hombro al proyecto de liquidar el partido de clase!
Finalmente, es necesario
recordar también que nuestro personaje no asistió al quinto seminario del grupo
liquidacionista, y, así, según su propia lógica, se reveló ¡como un cismático,
como un boicoteador!
El CRJCM tiene poderosas razones ideológicas que le han permitido
mantener su independencia en todo orden de cosas respecto al grupo
liquidacionista. Por eso jamás le ha reconocido a este grupo ninguna autoridad,
y, por esto, mal puede Lastra calificarnos de cismáticos.
Como se sabe, cuando la mayoría
del Grupo de Propaganda y Organización Socialistas pretendió convertirse en
partido, Mariátegui no sólo que planteó una justa crítica, sino que además se
apartó, y, no apuntaló con su presencia ninguna reunión con dicha pretensión.
Cuando Haya de la Torre intentó
convertir en partido al frente llamado Apra, Mariátegui deslindó posiciones con
el intento de manera resuelta y definida, y, no apuntaló con su presencia
ninguna reunión de los hayistas.
¡Qué sectario había sido
Mariátegui! ¡Qué cismático! ¡Qué boicoteador!
Pues bien, ¿por qué el “mariateguista”
Lastra, después de que el grupo liquidacionista pretendió convertir en partido
el frente mal llamado “Comité 80”, participó en el cuarto seminario
revisionista que tenía exactamente el mismo propósito de liquidar el partido de
clase?
Porque, según dice, “Un
seminario es un espacio de debate no vinculante orgánicamente”.
Un
espacio de debate,
pues, pero, ocurre que Lastra no debatió,
es decir, no criticó precisamente lo que hubiera tenido que criticar: la
intención del seminario de liquidar el partido de clase. Por lo tanto, al no
hacer esto, su participación resulta incomprensible. Por eso, durante las
primeras sesiones del seminario, su persona apenas apareció como un aderezo
funcional al objetivo liquidacionista.
De esta forma puso en evidencia
su incomprensión del antagonismo entre marxismo y liquidacionismo, su debilidad
de espíritu ante el proyecto de liquidar el partido de clase, su irresistible
propensión a ponerles buena cara a los oportunistas.
En fin, si, por una parte, su
demagógico discurso le sirve para hacer creer que no es sectario ni cismático
ni boicoteador, y que, por el contrario, es muy amistoso y unitario, por otra
parte, su práctica lo desenmascara más bien como un ecléctico, un conciliador,
un mero frentista y, al mismo tiempo, como un sectario, un cismático, un
boicoteador con respecto a la tendencia de la cual se reclama.
4. Lastra dice:
“Reconocerse ser
parte de una tendencia, grupo, partido o secta no es que sea negativo por el
solo hecho del significado de esas palabras. Lo valorativo está en la praxis
política del integrante y de su colectividad, que puede ser positiva o negativa.
Por ejemplo, no es MALO ser ‘marxista’, ‘marxista-leninista’,
‘marxista-leninista-maoísta’; tampoco lo es ser ‘guevarista’, ‘mariateguista’,
‘trotskista’, ‘fidelista’, etc. Lo positivo y negativo de cada colectividad se
verá en su praxis política. Los antecedentes son solo una referencia a tener en
cuenta. Con toda la importancia y consecuencias que esos antecedentes puedan
significar, lo decisivo es el comportamiento actual y las perspectivas de esas
tendencias, grupos, partidos y sectas políticas” (artículo fechado el
10 de octubre de 2011 y publicado en el blog Camino Socialista dos días después; mayúsculas en el original).
Lastra dice, pues, que la filiación
doctrinal de las diversas tendencias no es algo
negativo. Por eso precisa que no es malo ser, por ejemplo, “marxista”, “trotskista”,
etcétera.
Es claro que,
con el término “marxista”, Lastra se refiere, concretamente, al grupo liquidacionista
de derecha que, como se sabe, se autoproclama “marxista”, así a secas.
Así, pues,
resulta que, según su óptica, ser liquidador no es nada negativo, pues “Lo
valorativo [del liquidacionismo] está en [su] praxis política”.
Pero ocurre que “la praxis política” del liquidacionismo es, precisamente,
liquidar el partido de clase, y esto, obviamente, es algo profundamente
negativo, decididamente antiproletario y completamente contrarrevolucionario.
Sin embargo, Lastra, con su “no es que sea negativo”, pretende silenciar
dicha realidad.
En Aniversario y balance,
Mariátegui señaló que las “designaciones” de las diversas tendencias “distinguen prácticas y
métodos”. Distinguen prácticas, es
decir, Mariátegui sabía perfectamente que cada tendencia tiene prácticas
diferentes, derivadas, obviamente, de sus distintas filiaciones doctrinales.
Pero, en el colmo de la
inepcia, Lastra cree que la filiación doctrinal de las diversas tendencias es
cosa del pasado (sus “antecedentes”, dice), y que, por esto, tienen la misma
práctica política (“lo decisivo es el comportamiento actual”), y, así, sin
ningún escrúpulo, ha levantado la falacia con la que pretende justificar su
política de paz con las desviaciones del marxismo.
Así, pues, desde el ángulo de
esa política de paz, resulta incomprensible la lucha de Mariátegui contra todas
las expresiones ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias, y, en
general, la lucha más que centenaria de los marxistas de todo el mundo contra las
desviaciones de izquierda y de derecha.
Lastra ha puesto, pues, al
desnudo su absoluta incomprensión de la relación entre filiación doctrinal y
práctica política, y, así, ha puesto en evidencia que ha renegado el aserto
mariateguiano de que las diversas tendencias tienen diferentes prácticas y
métodos.
En conclusión, es Lastra –y no
sus amigos oportunistas– quien ha dejado en el pasado su filiación
(marxismo-leninismo-maoísmo y mariateguismo), y es así como puede entenderse su
eclecticismo y su conciliacionismo con toda forma de oportunismo y revisionismo
(incluido el liquidacionismo, forma extrema de revisionismo).
5. Lastra
dice: “Yo jamás trataré de forma infraterna a nadie con el que polemice. O sea,
polemizaré desde los afectos, más aún, si son compañeros con los cuales compartimos
espacios de trabajo común, pero que divergimos en otras cuestiones. Tanto más
será mi afecto si compartimos la adhesión a la misma doctrina y construimos un
proyecto común” (carta
al CRJCM del 31.10.12).
Como se ve, Lastra confiesa,
sin avergonzarse, que comparte la misma doctrina con oportunistas,
revisionistas, liquidacionistas.
Así, pues, por arte de
birlibirloque, convierte en “marxista-leninista-maoístas” a los activistas de
tales tendencias. O al revés: se convierte, él, en “marxista”, “marxista-leninista”,
“guevarista”, “trotskista”, “fidelista”, todo en uno o cada cosa de acuerdo a
las circunstancias.
Como se ha podido ver, la
afirmación que comento data de octubre de 2012, y esto permite decir que, a pesar de sus reclamos
favorables al partido de clase, Lastra participó del cuarto seminario
liquidacionista porque suponía que, hombro a hombro con los liquidadores,
estaba construyendo “un proyecto
común”.
(…)
11.02.2015
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
El Desvarío de Miguel Aragón
Eduardo Ibarra
EN CARTA DEL 2 DE ENERO del
presente a José Rejas, Miguel Aragón ha sostenido algunas falacias y me ha
hecho objeto de algunas acusaciones gratuitas, falacias y acusaciones que, como
no podía ser de otro modo, paso a esclarecer.
El
mencionado dice en la aludida carta: “lo que más me sorprendió al revisar la
voluminosa Correspondencia de Marx y Engels, fue la gran cantidad de
discrepancias expresadas por ambos maestros, debate en el cual Marx no se
comportaba como un autoritario mandón,
ni Engels como un sumiso seguidista. Todo lo contrario. El intercambio, entre
ambos socialistas, era un intercambio democrático entre iguales. La
correspondencia entre Marx y Engels es lo más distante que puede haber, de una
supuesta “facción orgánica y
doctrinariamente homogénea”, algo que nunca ha existido en ningún momento
de la historia del movimiento socialista, desde 1844 hasta el presente”.
“Considero que mis compañeros generacionales, Ramón
García y Eduardo Ibarra, se equivocan rotundamente cuando persisten
testarudamente en proponer la formación de una “facción orgánica y
doctrinariamente homogénea”. Para ellos las enseñanzas de la historia no cuentan para nada”
(negritas en el original).
Pues
bien, polemizando con el hayismo, Mariátegui señaló: “Como socialistas, podemos
colaborar dentro del Apra o alianza o frente único, con elementos más o menos
reformistas o socialdemocráticos –sin olvidar la vaguedad que estas
designaciones tienen en América– con la izquierda burguesa y liberal, dispuesta
de verdad a la lucha contra los rezagos de feudalidad y contra la penetración
imperialista; pero no podemos, en virtud del sentido mismo de nuestra
cooperación, como partido, esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea” (Apuntes para una interpretación marxista de
historia social del Perú, t. II, p.300; cursivas mías).
Como se ve, Mariátegui no podía entender el Apra como una
facción orgánica y doctrinariamente homogénea, es decir, no podía entenderlo como partido; por otro lado, se ve también que
la frase que Aragón ha puesto en negritas y entre comillas, es de Mariátegui, y
que su actitud ante la misma constituye un cuestionamiento del concepto que
mantuvo Mariátegui del partido en general y del PSP en particular.
Esta es
la primera cuestión que había que esclarecer.
Mariátegui,
quien sostenía la concepción del partido proletario como doctrinariamente
homogéneo, sostuvo la siguiente conclusión al comentar la expulsión de Trotsky
del partido ruso: “El partido bolchevique… no es ni puede ser una apacible y
unánime academia” (Figuras y aspectos de
la vida mundial, t.II, p.213; elipsis mía).
Es
decir que, como marxista consecuente, el maestro no veía contradicción entre el
carácter doctrinariamente homogéneo del partido proletario y la lucha de ideas
en su interior.
Esta
lucha de ideas se procesa como lucha en dos frentes (contra el dogmatismo y el
empirismo) y como lucha entre dos líneas (contra el oportunismo y el
revisionismo).
Así,
pues, una cosa es la homogeneidad
doctrinaria del Partido, y otra cosa es una apacible y unánime academia: mientras lo primero es una realidad que no niega
la realidad de la dialéctica interna del Partido, lo segundo no pasa de ser una
ilusión óptica.
Por lo
tanto, creer que las diferencias de opinión entre Marx y Engels sobre algunas
cuestiones niegan que haya habido homogeneidad doctrinaria entre ellos, es
deslizar la idea de que, o bien Engels no fue adherente de la doctrina
comunista, o bien no lo fue Marx.
Eso por
una parte. Por otra, al pretender pasar tales diferencias de opinión como
diferencias doctrinarias, lo que hace Aragón es intentar pasar como legítimo el
partido doctrinariamente heterogéneo, el partido pluriclasista, el partido del
socialismo en general.
Aragón
confunde, pues –por incapacidad o por deliberado propósito– partido “orgánica y
doctrinariamente homogéneo” con “una apacible y unánime academia”.
Esta es
la segunda cuestión que había que esclarecer.
Aragón
dice: “Marx y Engels propusieron en noviembre de 1852, la AUTODISOLUCIÓN DE LA LIGA COMUNISTA,
propuesta y acuerdo arribado en mayoría, que fue motivo para que Marx y Engels
fueran denunciados como “liquidacionistas”, palabreja insustancial, que ahora
Eduardo Ibarra pretende colocar en primer plano” (1).
Lenin señaló: “Luch
dice que la tendencia hacia la liquidación del Partido, es decir, la
disolución, la destrucción del Partido, la abjuración del Partido, es
sencillamente una invención malintencionada. ¡Esto, dicen, lo han inventado los
bolcheviques ‘fraccionalistas’ contra los mencheviques!” (La decisión de 1908, en Contra
el revisionismo, recopilación,
Editorial Progreso, Moscú, s/f, p.143).
Como se ve, el liquidador Aragón repite la misma treta
de los liquidadores de ayer al objeto de encubrir su intención de liquidar el
partido de clase. ¡El liquidacionismo no es más que “una invención
malintencionada” de los bolcheviques! ¡No es más que una “palabreja
insustancial, que ahora Eduardo Ibarra pretende colocar en primer plano”!
Pero
¿acaso no es cierto que Ramón García falsifica la verdad histórica del PSP
pretendiendo que este partido tuvo dos niveles orgánicos doctrinariamente
disímiles entre sí, y que, sobre esta base, promueve la liquidación del partido
de clase?
¿Acaso
no es cierto que, poniendo en evidencia los fardos que García le colgó en las
espaldas, Aragón propone un partido del variopinto socialismo en general para “cuando su
existencia sea realmente necesaria”?
Por lo
tanto, es claro que lo mismo el primero que el segundo intentan anular,
suprimir, destruir, liquidar el partido de clase
Todo lo
que hace, pues, Aragón con su frasecilla “palabreja insustancial”, es expresar
su nerviosa necesidad de encubrir la legitimidad de la palabra liquidacionismo,
la realidad del liquidacionismo de su tendencia (2).
Ocurre,
sin embargo, que la palabra liquidacionismo encierra un concepto que tiene toda
la sustancia que le proporcionó el hecho ideológico-político de que entre 1908
y 1914 el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia debió luchar contra el
intento de convertirlo en una “asociación informe” (Lenin), es decir, en un
partido no de clase.
Y
tiene, ahora y aquí, toda la sustancia que le proporciona el hecho de nuestra
lucha contra el intento de los García y los Aragón por liquidar el partido de
clase.
En
conclusión, con su mencionada frasecilla, nuestro liquidador no ha hecho más
que cometer una inútil maniobra.
Esta es
la tercera cuestión que había que esclarecer.
Aragón
dice que García propone “la formación de una ‘facción orgánica y
doctrinariamente homogénea’”.
Pero
con ello todo lo que expresa es su incapacidad para calar en los sibilinos
argumentos con los que García promueve la liquidación del partido
doctrinariamente homogéneo (3).
Esta es
la cuarta cuestión que había que esclarecer.
Aragón
dice: “considero que tenemos que descartar toda la fraseología superficial de
los años 60 y 70, expuesta irresponsablemente en las obsoletas IV, V, VI y VII
Conferencias Nacionales del PCP, documentos que últimamente los he estado
revisando, y me averguenza (sic) ‘cómo es posible que hayamos tomado en serio,
y creído durante tantos años, tantas tonterías juntas’.
Tonterías que algunos pocos, todavía están empeñados en mantenerlas, como si el
estallido de la revolución estuviera “a la vuelta de la esquina”, verbi gracia
(sic), revisar propuestas de Eduardo Ibarra y Ramón García” (negritas en
el original).
Si
después de la VI Conferencia Nacional, realizada en enero de 1969, el PCP no
realizó ninguna otra con el título de VII Conferencia, entonces no cabe ninguna
duda de que Aragón se refiere a la VII Conferencia del PCP-Patria Roja.
De esta
forma se adhiere a la grosera tergiversación de la verdad histórica relativa a
los eventos del PCP que levanta el grupo liquidacionista (ver mi artículo El natalicio de José Carlos Mariátegui y el liquidacionismo de derecha).
Esta es
la quinta cuestión que había que esclarecer.
Como se
ha visto, Aragón me acusa de considerar que la revolución está “a la vuelta de
la esquina”, y para que su destinatario le crea, lo invita a “revisar” una
“propuesta”, dizque mía, que, sin embargo, no existe, razón por la cual no ha
podido citarme para “demostrar” su calumnia.
He aquí lo que yo
sostengo sobre el punto: “… el análisis (el estudio, la
investigación, el debate), no es contrario a la acción, salvo durante la lucha
inmediata por el poder”. “Y, obviamente, estamos muy lejos de una tal lucha” (Acerca de un altercado).
Esta afirmación, que Aragón pretende
ignorar, data del 9 de octubre del año pasado y, como se ve, lo desmiente categóricamente.
Esta es
la sexta cuestión que había que esclarecer.
En
cuanto a las “Tonterías que algunos pocos [entre ellos García y yo, según
Aragón], todavía están empeñados
en mantenerlas”, solo diré aquí, a título personal, que no acostumbro a repetir
tonterías (como aquellas de García que Aragón repite servilmente), y tampoco a
proceder torpemente al enjuiciar Conferencias del PCP de manera subjetiva, unilateral,
prejuiciosa, tendenciosa (4).
En
conclusión, la gratuita acusación de la que Aragón me hace objeto se revela
como una grosera mentira (5).
Esta es
la séptima y última cuestión que había que esclarecer.
Notas
[1] Mayúsculas en el
original. Como es su costumbre, Aragón no presenta ninguna prueba de su
afirmación según la cual Marx y Engels fueron acusados de liquidacionistas por
la disolución de la Liga de los Comunistas. Peor aún: presenta esta disolución
como algo que, según insinúa, merecería de nuestra parte el calificativo de
liquidacionismo. Pero esta insinuación no es más que una burda maniobra y, por
esto, hay que desenmascararla. Procedamos. La Liga de los Comunistas fue
disuelta porque, como organización de clase, la forma de su existencia
(secreta, conspirativa) había cumplido su papel y, por lo tanto, tenía que dar
paso a otra forma de organización de clase. Aquí, por cierto, no hay
liquidacionismo. El liquidacionismo es
la abjuración, bajo la forma que fuese, del partido de clase. Por
ejemplo García ha abjurado del partido de clase e intenta liquidarlo
promoviendo un partido doctrinariamente variopinto, cosa que Aragón ha asumido
servilmente. Entonces, es claro que nuestro liquidador ha pretendido engañar,
confundir, manipular a su destinatario.
[2] La actitud de Aragón de pretender descalificar las
críticas a sus posiciones o, en general, a las posiciones de su tendencia, con
alguna palabra o alguna frase, es, por cierto, bastante torpe. Es de conocimiento
general que, para cuestionar la teoría leninista del imperialismo, calificó
esta palabra de “palabreja”; para renegar la realidad del revisionismo,
calificó también esta palabra de
“palabreja”; para renegar el marxismo-leninismo, calificó igualmente esta
palabra compuesta de “palabreja”; ahora, como se ha visto, dice que la palabra
liquidacionismo también es una “palabreja”. Así, con el solo uso de esta
palabra, pretende descalificar palabras que encierran conceptos de profunda
verdad teórica, y que, por esto, le producen verdadero escalofrío.
[3] El proyecto de
García es de un partido con dos niveles orgánicos: uno secreto, restringido,
“marxista” no leninista (existente
desde hace siete años); y otro público, masivo, doctrinariamente variopinto (no
fundado todavía oficialmente). En apariencia, pues, el primer nivel sería una
facción doctrinariamente homogénea. Pero quienquiera que tenga la capacidad de
ir al fondo de las cosas, tendrá que reconocer que esa homogeneidad no es
precisamente la homogeneidad de la que hablamos los marxistas, es decir, la
homogeneidad dada por el marxismo-leninismo. La homogeneidad dada por un
“marxismo” sin leninismo es,
precisamente, la forma de renegar de la doctrina proletaria que tiene el
liquidacionismo y, por esto, la base doctrinaria de su propósito de destruir el
partido de clase. De manera que esta homogeneidad doctrinaria del
liquidacionismo en el nivel secreto, restringido, no puede ser considerada como
un caso de facción orgánica y doctrinariamente homogéneo en el sentido
marxista-leninista del término.
[4] Es un hecho que las
Conferencias Nacionales del PCP obligan a un balance más detallado todavía que
los realizados hasta ahora, pero, precisamente por esto, no se puede cerrar el
debate con petulantes frases como las que utiliza Aragón. Cualquier balance que
se intente, tiene que seguir la pauta de algunos anteriores: distinguiendo lo positivo
de lo negativo y sopesando lo uno y lo otro. El reconocimiento de la vigencia
del pensamiento de Mariátegui, su retoma y el haberlo acordado como piedra
angular de la Base de Unidad Partidaria (hechos todos ocurridos a lo largo de
las Conferencias del PCP realizadas en la década de los sesenta), son
cuestiones que resultarían demasiado místicas si no se tiene una comprensión
dialéctica de los aludidos eventos.
[5] Aragón tiene la costumbre de mentir a fin de descalificar a sus críticos
(ver mi artículo Nuevas mentiras de
Miguel Aragón y mucho más que eso). Pero esta actitud demuestra también
que, al mismo tiempo, nuestro personaje intenta engañar y manipular a sus
destinatarios y, en general, a los lectores.
24.02.2016.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La Creación
Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha
(Cuarta
Parte)
Eduardo
Ibarra
García escribió:
“Mientras estuvo con vida Lenin ¿alguna vez alentó o permitió o influyó para que
alguno de sus camaradas de partido hablase de ‘leninismo’? ¿Hay alguna
mención a ese término hasta 1,924?” (negritas en el original).
“Lenin sabía perfectamente de la
trascendencia y magnitud de su legado teórico derivado de su praxis
revolucionaria, pero también sabía perfectamente que toda su producción, en
relación a la ciencia viva del MARXISMO a la que él estaba adscrito, era para
alimentarlo, enriquecerlo, vivificarlo, restaurarlo del modo más enérgico. Y
sabía también que eso mismo habían hecho o hacían contemporáneos suyos como los
Plejanov y Kautsky antes de su desbarrancada, Rosa Luxemburgo, Karl
Liebknecht y Clara Zetkin o el propio Antonio Gramsci. Esa y no otra era la
concepción que él tuvo del marxismo” (mayúsculas en el original).
Como se ve, nuestro personaje entiende la alimentación, el enriquecimiento,
la vivificación del marxismo solo
como restauración de sus principios, y nada más. Es decir que, aquí, más claro
que en ninguna otra parte, se constata que todo su discurso sobre el leninismo
como desarrollo del marxismo es pura tapadera en la medida en que concibe este
desarrollo como simple restauración, y no
como el desarrollo de
nuevas teorías, no como, a la vez,
prosecución y superación de Marx, según señaló Mariátegui.
Pero hay más: en el primer párrafo de la cita,
García dice que Lenin no permitió el término leninismo, (omitiendo que en vida
del jefe de la revolución rusa nadie intentó el uso oficial de dicho término),
y de esta forma pretende descalificar su uso después de 1924. Es así como García
se muestra adversario del término leninismo, o, más exactamente, del concepto
que encierra.
Lenin fue
consciente de su aporte al tesoro general del marxismo. Por eso, si por
modestia intelectual no utilizó el término leninismo, en cambio utilizó el
término bolchevismo.
Así por ejemplo, en el libro La revolución proletaria y el renegado
Kautsky, dejó sentados los siguientes juicios:
“… el
bolchevismo… se ha hecho mundial, ha
dado una idea, una teoría, un programa y una táctica que se diferencian
concreta y prácticamente del socialchovinismo y del socialpacifismo. El
bolchevismo ha rematado a la vieja
Internacional podrida de los Scheidemann y los Kautsky… que ahora se
atropellarán unos a otros, soñando con
la ‘unidad’ y resucitado un cadáver. El bolchevismo ha creado la base ideológica y táctica de la III Internacional,
verdaderamente proletaria y comunista, que tiene en cuenta tanto las conquistas
del tiempo de paz como la experiencia de la era
de revoluciones que ha comenzado”.
El
bolchevismo ha favorecido realmente el desarrollo de la revolución proletaria
en Europa y en América como ningún otro partido en ningún otro país lo había
hecho hasta ahora… el bolchevismo ha señalado el único camino seguro para
salvarse de los horrores de la guerra y del imperialismo, que el bolchevismo sirve de modelo de táctica
para todos.
(…) incluso
si mañana el Poder soviético ruso fuera aplastado por el imperialismo mundial…
incluso en este caso, el peor de los peores, la táctica bolchevique habría
prestado un servicio extraordinario al socialismo y habría apoyado el
desarrollo de la invencible revolución mundial” (en Contra el revisionismo, pp.453 y 454; cursivas en el original).
A buen entendedor, pocas palabras: Lenin era consciente
de que su aporte al tesoro general del marxismo consistía en nuevos elementos
teóricos, en nuevas conclusiones teóricas.
Presentar el hecho de que tales
aportes no fueron conocidos como leninismo en tiempos de Lenin para
descalificar este término, equivale a negar el término marxismo porque Marx
expresó su desacuerdo con el mismo señalando que él no era marxista.
En el fondo, la alusión de García al no uso
del término leninismo en vida de Lenin es un enfoque evasivo del problema, un
intento de desenfocar sus verdaderos términos. Los verdaderos términos del
problema son si Lenin desarrolló o no el marxismo con nuevas teorías en
relación a lo aportado por Max y Engels al tesorero general del marxismo. Y es
un hecho cien veces demostrado que Lenin desarrolló el marxismo.
La respuesta del propio Lenin a esta
cuestión es, como se ha visto, que el bolchevismo dio una teoría, un programa y una táctica al proletariado internacional
en la era de revoluciones que había
comenzado con el surgimiento del imperialismo, y que, por esto, se hizo mundial, y que, por esto, sirve de
modelo de táctica para todos.
El
bolchevismo, es decir, el leninismo.
Por eso, Stalin señaló con toda
razón: “El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la
revolución proletaria. O más exactamente: el
leninismo es la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, la
teoría y la táctica de la dictadura
del proletariado en particular” (Los
fundamentos del leninismo, ibídem,
p.3; cursivas nuestras).
Tal como se ha demostrado arriba, García sostiene la barbaridad de
que Lenin solo restauró los
principios del marxismo, y que, por esto, su pensamiento está “contenido y
abarcado en el marxismo”.
Es decir, que el leninismo no es algo nuevo en el tesoro general
del marxismo.
Pero, como se ha visto, Stalin planteó correctamente que la base
de la concepción del mundo de Lenin es el marxismo, y que el leninismo es lo
aportado por Lenin al tesoro general del marxismo.
Por su parte, Mariátegui planteó, correctamente también, que Lenin
prosiguió los principios de Marx, pero que, al mismo tiempo, lo superó.
No existe, pues, diferencia entre el marxismo y el leninismo en
cuanto a concepción, pero, en la medida en que Lenin aportó nuevas teorías al
marxismo, entonces el leninismo es un desarrollo del marxismo, es decir, algo
“nuevo” (Stalin) en el marco de la teoría general del marxismo, una superación
de Marx en este mismo marco (Mariátegui).
Lenin señaló que “Cada cual tiene perfecto derecho a abordar los
problemas como quiera. Pero hay que distinguir el modo serio y honrado de
hacerlo, del que no es honrado” (La
revolución proletaria y el renegado Kautsky, ibídem, p.395).
Como se ha podido ver, el modo de García de abordar el problema
del leninismo no es ni serio ni honrado.
Pues bien, como es de conocimiento
general, García pretende hacer potable su abjuración del marxismo-leninismo
falsificando la identidad ideológica de Mariátegui y el PSP.
Esta doble falsificación ha sido
desenmascarada por nosotros en varios artículos (25), por lo que en estas
líneas nos limitaremos a señalar algunas nuevas cuestiones sobre el tema.
Como se sabe, Mariátegui acordó el marxismo-leninismo como la base
de unidad del PSP, y nunca será bastante señalar que de este modo puso en claro
su personal filiación ideológica.
Pretender que esto no fue así con el argumento de que Mariátegui
se definió “marxista convicto y confeso”, es vender la imagen de un Mariátegui
incoherente: personalmente marxista a secas, y marxista-leninista como
militante y Secretario General del PSP. Esta incoherencia es sugerida por la
necia falsificación de la identidad doctrinal del maestro que García, Aragón,
Pérez y demás liquidadores pretenden venderle a la izquierda peruana.
Todo
marxista informado sabe que, en su afán de descalificar el concepto de
dictadura del proletariado, el renegado Kautsky sostuvo que dicho término se
encuentra una sola vez en la obra de Marx, y que, por esto, era una
“palabreja”.
Este tipo de argumento estadístico
de Kautsky constituye, por cierto, un “enfoque evasivo” del problema.
En efecto, la cuestión de la dictadura
del proletariado no se presenta como el problema de cuántas veces se encuentra este
término en la literatura marxista, sino si el mismo encierra un concepto correcto
o no.
Por eso, en su crítica a Kautsky en
punto al tema, Lenin no puso el acento en las veces que Marx utilizó el
mencionado término, sino en demostrar la verdad del concepto que encierra.
Como es de conocimiento común,
García, repitiendo el argumento estadístico de Kautsky, es decir su enfoque
evasivo, escribió en el artículo El
partido de Mariátegui: “Este término [el término marxismo-leninismo] se
encuentra dos veces en la obra de JCM”, y de esta forma quiso decir que el
mencionado término es una palabreja (26).
Pues bien, exactamente como en el
caso del término dictadura del proletariado, en el del término
marxismo-leninismo el problema tampoco es cuántas veces lo utilizó Mariátegui,
sino si encierra un concepto verdadero o no.
Por eso, en nuestra crítica a su
negación por parte de García, no hemos puesto el acento en las veces en que se
encuentra en la literatura mariateguiana (27), sino en demostrar su legitimidad
como denominación de la verdad universal del proletariado y en la defensa de la
filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP.
Los oportunistas de todos los
tiempos no solo se adulan recíprocamente, sino que, al mismo tiempo, se prestan
sus métodos criollos, sus equívocos procedimientos en su lucha contra el
marxismo y los marxistas.
Por eso no tiene por qué extrañar
que García haya copiado el argumento estadístico de Kautsky a fin de renegar el
marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP.
Tampoco tiene por qué extrañar que,
a su vez, Aragón y los demás liquidadores copien servilmente a García, y que, por
esta vía, no hayan hecho otra cosa que copiar al renegado Kautsky.
Pero hay más: la negación del leninismo
no es nada nuevo, y, como lo hemos anotado en otro lugar, todo lo que hace García
es ir tras los talones de quienes, en el Perú y en el mundo, desde hace décadas
reniegan el leninismo.
En el mundo, como lo hizo, por
ejemplo, el mal llamado “eurocomunismo”.
En el Perú, como lo hicieron, seis o
siete años antes que García, algunos teóricos del PUM, quienes, precisamente, aducían
que Mariátegui utilizó muy pocas veces el término leninismo, es decir, el
término marxismo-leninismo (28).
O sea que, exactamente como en
relación a otras cuestiones, García no tiene tampoco el mérito de la
originalidad respecto al intento oportunista de negar el marxismo-leninismo de
Mariátegui y el PSP, sencillamente porque, tal como ya quedó claro, todo lo que
hace es seguir las huellas de anteriores falsificadores de dicha cualidad
doctrinal del maestro y su partido.
Notas
[25] Ver los trabajos El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, Mariátegui y
el leninismo, Mariátegui y la base de unidad del Partido, El concepto
mariateguiano de partido de masas y de ideas, capítulos II y V del libro El desarrollo de la teoría del proletariado
y el problema de su denominación, El pez por la boca muere, etcétera, todos de
amplia circulación.
[26] Quien ha utilizado esta palabra ha sido Aragón,
pero es indudable que solo porque García ya la había insinuado con su “dos
veces”, y, además, porque con anterioridad había utilizado otra peor: en su
huachafo artículo Las cinco caídas de yo el supremo, calificó el
término marxismo-leninismo de “carroña”. De esto se puede dar cuenta cualquier
persona que sepa leer.
[27] Aunque para precisar, hemos demostrado en otro
lugar que no fueron dos sino tres veces que Mariátegui utilizó dicho término,
lo que puso en evidencia que García ni siquiera contó bien, o que contó bien y
solo para hacer más convincente su argumento estadístico (aunque solo en el
marco de su grupo), falsificó la verdad cuantitativa a favor de un número
menor. En este contexto, lo que tiene especial relevancia para nosotros es que
una de esas tres veces fue precisamente en un documento de tan grande
importancia como es Principios
programáticos del Partido Socialista. Este hecho demuestra que el
menosprecio de García por el término marxismo-leninismo es, de hecho,
menosprecio por la propuesta programática de Mariátegui. El temperamento
criollo de García y su monumental deshonestidad intelectual y política se revelan
precisamente –y tal vez más que en ninguna otra cosa– en no sostener su
negación del leninismo a nombre propio, es decir, en endosarles a Mariátegui y
al PSP dicha negación a efecto de servirse de ellos como coartada para engañar
y manipular a cuanto incauto pueda haber
por ahí.
[28] En efecto, en el ya mencionado folleto Mariátegui y el seudo mariateguismo actual, algunas afirmaciones de su autor dan
testimonio probatorio de nuestro aserto (ver pp.5, 7 y 12).
11.11.2015.
El Pesimismo de Juan Croniqueur
(Octava Parte)
Jorge Oshiro
SE
APRECIA YA EN ESTOS PASAJES las coincidencias fundamentales entre las
posiciones filosóficas de Schopenhauer con las de Spinoza. Al definir al hombre
como voluntad se ubica el filósofo alemán en la tradición, no del cogito cartesiano como Kant, sino de conatus spinoziano. Y como Spinoza va a
poner el alemán en el centro de su meditación al cuerpo humano.
Según Shopenhauer el origen de nuestros
juicios no se realiza corrientemente a través del encadenamiento de ideas
claras. Se origina más bien en las oscuras profundidades. Se desarrolla casi
tan inconscientemente como el proceso de digestión1. En esa nuestra
misteriosa interioridad es la Voluntad que impulsa a su sirviente, el
Intelecto:
“el poderoso ciego que lleva en sus hombros al
paralítico observador”.
Aquí
ya apreciamos la radical divergencia entre la concepción del conatus spinoziana
y de la voluntad shopenhaueriana. En Spinoza el intelecto no es otra cosa que
el conatus en tanto que éste piensa clara y distintamente. Para aquél existe
una diferencia ontológica entre ambos. Mientras en la filosofía del
judío-holandés nos encontramos en un monismo, o tendencia al monismo como
afirma Labriola, Shopenhauer, como fiel discípulo de Kant se queda en el
dualismo. El Entendimiento es para éste meramente un ‘ministro de relaciones
exteriores’ que la naturaleza creó para que sirva a la Voluntad. Se aprecia el
origen de su profundo irracionalismo.
Eso que da unidad y coherencia a la
conciencia es la Voluntad. Es solamente ella que es intransformable e idéntica
a sí misma y ha creado la Conciencia para sus propios fines. El carácter se
encuentra no en el Entendimiento, sino en la Voluntad.
La sabiduría popular acierta grandemente
cuando ella privilegia ‹el Corazón› contra la ‹Cabeza›. Ella sabe que una ‹buena
voluntad› es más profunda y podemos confiar en ella más que en un espíritu
despierto y cuando ella denomina a un hombre astuto, ‹ilustrado› o vivo, lo
dice con una actitud de sospecha o de rechazo. El mismo cuerpo es creado por
esta Voluntad. La sangre se crea impulsada hacia adelante por la Voluntad que
llamamos vida indeterminada. Para Schopenhauer son
“los dientes, la garganta y el tubo digestivo el hambre
objetivado, los genitales el apetito sexual objetivado”.
La
Voluntad es naturalmente Voluntad de vivir, pero una voluntad de vivir al
máximo. La Voluntad es voluntad de vivir y su enemigo eterno es la muerte. La
Voluntad persevera, persiste en vivir y su mecánica de base es la reproducción.
Ella es el último fin de cada ser viviente y su instinto más poderoso.
El individuo y sus deseos se subordinan
bajo la ley de la reproducción. El es por esto, un mero instrumento de su
especie. El individuo aparece solamente en el espacio y el tiempo como un ser
independiente. Pero ‘espacio y tiempo’ son para Schopenhauer, siguiendo la
tradición de los Vedas y Platón, meramente ilusión. Todo lo contrario con
Spinoza, los individuos son expresiones modales de la única sustancia, pero no
hay sustancia sin sus expresiones individuales, por lo tanto las expresiones
individuales no son ‘meramente ilusiones’.
En realidad sólo existe la especie,
solamente la Vida, solamente la Voluntad. Esta, la Voluntad, como Totalidad es
libre y solamente ella, pues fuera de ella no hay otra Voluntad que pueda
limitarla. Pero por otro lado cada parte de la Voluntad está irrevocablemente
determinado por la Totalidad.
Si el mundo es Voluntad, entonces es el
mundo de los sufrimientos, pues Voluntad es ella misma Afán, Deseo y estos son
infinitos. En cambio la satisfacción de ellos son limitados. Schopenhauer:
“Nuestra existencia no tiene otro fundamento sobre el
cual descansar que el desvanecimiento del presente. Por tal razón tenemos delante
de nosotros un eterno movimiento sin encontrar descanso…Pues bien, la inquietud
es la forma de la existencia. En un mundo como éste donde no existe ningún tipo
de estabilidad, donde no es posible ningún tipo de estado permanente, todo lo
contrario todo es torbellino y movimiento, es imposible ni siquiera pensar en
la felicidad”.
La
Vida es también un mal porque el mayor estímulo en ella como también su
realidad fundamental es el dolor; y el placer es solamente un negativo cese del
dolor. Schopenhauer: “pues la carencia, la privación, el sufrimiento es lo
Positivo, lo que se presente inmediatamente”. En cambio:
“Toda satisfacción o lo que generalmente se denomina
felicidad, es en realidad y esencialmente sólo lo Negativo y jamás positivo”.
Por
otro lado la vida es un mal porque, “tan pronto como el hombre tienen un
descanso de la necesidad y el sufrimiento, aparece el aburrimiento…”. Y el
aburrimiento conduce a otro tipo de sufrimiento. La vida del hombre oscila, por
tanto, entre el dolor y el aburrimiento.
“Después”, dice en otro lugar el
filósofo alemán, “que el hombre transplantó todo sufrimiento y tormento al
infierno, no le quedó para el cielo sino solamente el aburrimiento”.
La vida es también un mal porque cuanto
más desarrollado es un organismo, tanto más son sus sufrimientos. El
crecimiento de sus conocimientos no trae ninguna solución. Al contrario, cuanto
mayor el conocimiento, mayor el sufrimiento.
En fin la vida es un mal porque ella es
Guerra. En toda la naturaleza encontramos lucha por la existencia,
concurrencia, choques y una serie infinita de victorias y de derrotas. ‘Homo
homini lupus’.
La salida definitiva es el suicidio.
Pero esta victoria es solamente individual y aislada. En dimensiones de la
especie continúa la vida. La vida se ríe del suicidio y se burla de la muerte.
Por cada suicidio corresponde el nacimiento no libre de miles.
Para Schopenhauer hay verdaderamente
sólo dos vías de redención: la vía estética de la redención o salvación, y la
vía ética-religiosa, la redención en sentido propio.
Para él el cristianismo es una filosofía
profunda del pesimismo. En realidad, según Schopenhauer lo que hace al
cristianismo no es otra cosa que la doctrina del pecado original (afirmación de
la Voluntad) (1986: 70). El ayuno es un medio importante para debilitar todo
tipo de deseo, que jamás nos conduce a la felicidad, sino nos lleva o bien a la
desilusión o bien a otros deseos.
Pero aún más profundo que el
cristianismo es el budismo, porque, siempre según Schopenhauer, identifica la
religión con la supresión de la voluntad y predica el ‘Nirvana’ como el fin de
todo desarrollo personal. Los hindúes han visto mejor que nadie que el ‘Yo’ es
una ilusión, un engaño, que el individuo es puramente una aparición y que la
única realidad es el ‘Uno Infinito’. La más alta verdad es por lo tanto el
Nirvana, es decir, reducir los deseos y la voluntad a un grado mínimo,
“Pues cuanto menor es la incitación a la Voluntad,
menor es también el sufrimiento”.
___________
(1)
Se anuncia claramente aquí el subconsciente freudiano.