jueves, 3 de marzo de 2016

Política

¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


Mariátegui y los Principios del Frente Unido


Eduardo Ibarra


LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES del frente unido son los siguientes: 1) unidad en la lucha contra el enemigo común (programa de acción, alianza obrero-campesina, ayuda y concesiones positivas mutuas); 2) independencia ideológica, política y orgánica de cada fuerza integrante (autodecisión, dirección proletaria, unidad y lucha).

        El artículo El frente único y el 1º de mayo, escrito en 1924, tiene una particular importancia en la medida en que en sus líneas se sustentan los principios del frente unido sindical, aunque es un hecho que también otros artículos del maestro tienen importancia en el mismo sentido y aun otros en el sentido del análisis del frente político.

Pero hay que precisar que, en el artículo mencionado, Mariátegui se refirió al frente unido sindical de la clase obrera, y no al frente unido político del pueblo peruano.

No obstante, los principios del frente unido sustentados ahí son pasibles de ser aplicados al frente político, con excepción, claro está, de algunas afirmaciones marcadas por la impronta de lo sindical, como precisaremos más adelante.

La unidad frente el enemigo común

La unidad en la lucha contra el enemigo común es el principio básico del frente, pues sin él los demás principios no tendrían ningún sentido.

Mariátegui señaló: “Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Nos toca, por ejemplo, suscitar en la mayoría del proletariado peruano, conciencia de clase y sentimiento de clase. Esta faena pertenece por igual a socialistas y sindicalistas, a comunistas y libertarios. Todos tenemos el deber de sembrar gérmenes de renovación y de difundir ideas clasistas. Todos tenemos el deber de alejar al proletariado de las asambleas amarillas y de las falsas ‘instituciones representativas’. Todos tenemos el deber de luchar contra los ataques y las represiones reaccionarias. Todos tenemos el deber de defender la tribuna, la prensa y la organización proletaria. Todos tenemos el deber de sostener las reivindicaciones de la esclavizada y oprimida raza indígena. En el cumplimiento de estos deberes históricos, de estos deberes elementales, se encontrarán y juntarán nuestros caminos, cualquiera que sea nuestra meta final” (Ideología y política, p.108).

También señaló: “todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase, vinculados por la lucha contra el adversario común, ligados por la misma voluntad revolucionaria, y la misma pasión renovadora. Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente” (ibídem, pp.109).

Estos juicios son la premisa teórica del Frente Unido del Pueblo Peruano.

        Pero, como hemos adelantado, es preciso esclarecer algunas cuestiones. Veamos.

Si Mariátegui habló de “la realidad concreta del día”, fue porque, en el momento en que lo hizo, la unidad sindical de la clase obrera era, efectivamente, un problema a resolver inmediatamente. Ahora, sin embargo, por realidad inmediata y necesidad urgente no debe entenderse lo que tenemos ante nosotros en el día, la semana o el mes, sino la necesidad objetiva de construir el frente político del pueblo peruano.

El cumplimiento de esta tarea fundamental exige “una acción contingente, concreta, práctica”.

Obviamente, en la actualidad lo de contingente puede entenderse como la acción que exige en cada momento el desarrollo de la lucha de clases; en cambio, lo de concreta y práctica puede entenderse con una mayor estabilidad y un mayor alcance: como la necesidad de coronar con el éxito, en el curso de la lucha de clases, la constitución del Frente.

En Principios programáticos del Partido Socialista, la idea de dicha acción concreta, práctica, reaparece, ya en el plano político, en los siguientes términos: “La emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción de las masas proletarias, solidarias con la lucha anti-imperialista mundial. Sólo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de la revolución democrático-burguesa” (ibídem, p.160).

Es decir los objetivos del Frente son –para decirlo en un lenguaje un tanto actualizado– la liquidación de la opresión imperialista y de la explotación del capitalismo burocrático y del gamonalismo supérstite.

Lo característico del frente es que se trata de la unidad de diversas clases y distintas fuerzas ideológico-políticas en la lucha común contra el enemigo común.

En otros términos, el frente es la unidad de una diversidad social, política, ideológica y orgánica. Es la unidad de los dispares.

Por eso, puede decirse que, en el curso de la lucha contra el enemigo común, se encontrarán y juntarán nuestros caminos, cualquiera que sea nuestra meta última.

Que se juntarán nuestros caminos, significa que, cualesquiera sean las vicisitudes, el Frente Unido del Pueblo Peruano será finalmente una realidad.

Que ello se dará cualquiera que sea la meta última de cada fuerza integrante del Frente, significa que las diversas clases que forman el Frente no tienen el mismo objetivo máximo.

En efecto, la lucha de clase del campesinado tiene como objetivo máximo la propiedad de la tierra, sea en calidad de propiedad individual, sea bajo la forma de propiedad colectiva.

Por su parte, actuando bajo su propia bandera, la lucha de clase de la pequeña burguesía tiene como objetivo máximo la “regulación” del capital imperialista y una distribución “equitativa” de la renta nacional.

En cambio, la lucha de clase del proletariado tiene como objetivo máximo la abolición de las clases, la lucha de clases y el Estado, objetivo que, obviamente, implica la previa victoria de nuestra revolución socialista.

Estas son las diferencias de “matices de clase y de doctrina” (carta colectiva, en Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.300).

Mariátegui señaló: “[Dentro del frente unido] todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase”. Lo que determina la particularidad de esta afirmación es la frase “solidaridad de clase”, es decir el hecho de que, efectivamente, el frente de la clase obrera es el frente de una clase.

En cambio el Frente del Pueblo Peruano es el frente de diversas clases, y, por lo tanto, lo que aquí se da es la solidaridad de varias clases en la lucha común contra el enemigo común.

Precisemos algunas cuestiones más.

La tarea de suscitar conciencia de clase y sentimiento de clase no es, actualmente, en el marco de la lucha política de nuestro pueblo, una tarea común de todas las corrientes mencionadas por Mariátegui: en dicho marco, los libertarios no contribuyen significativamente y los socialistas (reformistas, valga la aclaración) se quedan cortos.

        La reivindicación de reivindicaciones de la “raza indígena” es la tierra, pero, por ejemplo en el programa del Frente Amplio, la nacionalización de la tierra, base de una política agraria socialista, brilla por su ausencia.  Sin esta nacionalización, cualquier medida relativa a las necesidades concretas de nuestra economía agraria no tiene sino el sentido de una política liberal.

El programa común

En el artículo mencionado arriba, Mariátegui sostuvo: “El programa del frente considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción y de toda utopía”.

        Obviamente, en la cita el término realidad inmediata está referido a la inmediatez de las tareas que tenía entonces ante sí la clase obrera: alcanzar la unidad orgánica basada en el principio de la lucha de clases.

En cambio, hoy día la realidad inmediata que tenemos al frente es la situación económica, política, social y cultural de nuestro pueblo y su conexión con la tarea de construir el Frente Unido del Pueblo Peruano.

En el Mensaje al Congreso Obrero (enero 1927), Mariátegui señaló: “El debate programático… no tiene… por qué perderse en divagaciones teoréticas” (Ideología y política, p.113).

La razón de esta afirmación la dio el propio maestro: “Extraviarse en estériles debates principistas, en un proletariado donde tan débil arraigo tienen todavía los principios, no serviría sino para desorganizar a los obreros cuando de lo que se trata es, justamente, de organizarlos” (ibídem).

Sin embargo, en el mismo texto, encontramos la siguiente afirmación: “El marxismo, del cual todos hablan pero que muy pocos conocen y, sobre todo, comprenden, es un método fundamentalmente dialéctico. Esto es, un método que se apoya íntegramente en la realidad, en los hechos. No es, como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y todas las latitudes sociales. Marx extrajo su método de la entraña misma de la historia. En marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades” (ibídem, pp.111-112).

¿Cómo se explica esta afirmación en el mencionado Mensaje?

Mariátegui señaló ahí mismo: “la crisis revolucionaria abierta por la guerra ha modificado fundamentalmente los términos del debate ideológico” (p.112). 

Primero, entonces, hay que señalar que tal modificación consistió en que la guerra determinó que en los pueblos latinos (España, Italia, Francia) la oposición entre el socialismo y el sindicalismo soreliano, se transformó en la oposición entre el marxismo y el socialismo domesticado. 

Segundo, que una cosa es “debate ideológico” y otra cosa es “divagaciones teoréticas”.

Es decir que, dados los nuevos términos del debate ideológico, Mariátegui estimó necesario subrayar la verdad marxista como la posición proletaria.

De esta forma reivindicó el debate ideológico frente a su degeneración: divagaciones teoréticas.

La actitud de Mariátegui era, pues, adversa a la rigidez en los principios y, por lo tanto, el debate programático no tenía por qué extraviarse en estériles debates principistas.

La conclusión: el debate programático tiene que basarse en la realidad, en los hechos, y no en divagaciones generales, abstractas, teoréticas.

En el debate, naturalmente, las propuestas de cada tendencia reflejan sus premisas ideológicas, pero no son estas premisas las que están en discusión, aunque Mariátegui, como ha quedado claro, precisó las suyas. 

Por eso señaló: “Las discrepancias teóricas no impiden concertarse respecto de un programa de acción” (ibídem, p.114).

En conclusión, la doctrina de cada integrante del Frente nos separa, pero la necesidad de la lucha común contra el enemigo común nos une sobre la base de un programa de acción.

Así, pues, “El marxismo, donde se ha mostrado revolucionario –vale decir donde ha sido marxismo–” (Mariátegui), ha operado siempre sobre el medio sin descuidar sus modalidades.

Por lo tanto, el debate programático tiene que tener en cuenta la realidad actual.

Mariátegui señaló que el programa no es anterior sino posterior al debate.

Pero el debate sobre la situación actual del pueblo peruano no está en fojas cero, sino que ha alcanzado un grado de desarrollo importante.

Sin embargo, hace falta todavía centralizar dicho debate y llevarlo hasta el fin de forma organizada y metódica.

Entonces y solo entonces será posible acordar el programa del Frente Unido del Pueblo Peruano.   

La alianza obrero-campesina

La base social fundamental del Frente es la alianza de la clase obrera y el campesinado.

Tal alianza representa la relación entre las tres luchas: contra el imperialismo, contra el capitalismo burocrático y contra el gamonalismo supérstite.

Tres luchas que, en realidad, son una sola.    

Respecto a ella, Mariátegui señaló: “En nuestra América española, semi-feudal aún, la burguesía no ha sabido ni querido cumplir las tareas de la liquidación de la feudalidad. Descendiente próxima de los colonizadores españoles, le ha sido imposible apropiarse de las reivindicaciones de las masas campesinas. Toca al socialismo esta empresa. La doctrina socialista es la única que puede dar sentido moderno, constructivo, a la causa indígena, que, situada en su verdadero terreno social y económico, y elevada al plano de una política creadora y realista, cuenta para la realización de esta empresa con la voluntad y la disciplina de una clase que hace hoy su aparición en nuestro proceso histórico: el proletariado” (ibídem, p.188).

Es decir, en la lucha contra nuestros enemigos de clase, la alianza obrero-campesina es una alianza bajo la dirección proletaria, y no puede ser de otra forma.

Ayuda y concesiones positivas mutuas

Puesto que el Frente Unido del Pueblo Peruano es un instrumento táctico-estratégico, nada tiene que ver con los tejemajes electoreros del reformismo. El Frente es para la conquista el poder.

        En este maco, entre sus fuerzas integrantes debe desplegarse la ayuda mutua. Por ejemplo, la prensa de cada fuerza integrante debe ser apoyada por todas las demás fuerzas (lo que no tiene por qué impedir la crítica a las ideas erróneas que pudiera contener). Esto es una ayuda mutua positiva, y, obviamente, contraria a la ayuda negativa: “tú ayúdame, pero yo no te ayudo”. 

Al mismo tiempo, las diversas fuerzas deben hacer concesiones mutuas positivas. Este carácter de las concesiones está determinado por el hecho de que las mismas sirven al objetivo de fortalecer la unidad del Frente. Las que no sirven a este objetivo, son concesiones mutuas negativas. Por otro lado, tampoco sirven a dicho objetivo las concesiones unilaterales: “tú hazme concesiones, pero yo no te hago ninguna”; “yo te hago esta concesión y no importa que tú no me hagas ninguna”. 

La independencia dentro del frente unido

La independencia ideológica, política y orgánica de cada integrante del Frente no es una cuestión particular de una fuerza sino un derecho democrático de todas las fuerzas.

Pero esta independencia está limitada por la lucha común contra el enemigo común: mientras la independencia política de cada fuerza por separado es relativa, su independencia ideológica y orgánica es absoluta.

Mariátegui señaló: “El frente único no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. (…) Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el confusionismo ideológico. Dentro el frente único cada cual debe conservar su propia filiación y su propio ideario” (Ideología y política, pp.108-109).

De esta forma planteó que la unidad programática no anula ni tiene por qué anular la independencia de cada integrante del Frente; que, por lo tanto, el Frente no significa la confusión de las doctrinas concurrentes en su seno, es decir, que el Frente no es una amalgama doctrinal. 

Por eso, la Reunión del 4 de marzo de 1930 del CC del PSP, aprobó una Moción presentada por Mariátegui, en la cual se puede leer: “El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases. Condena como oportunista toda política que plantee la renuncia momentáneas del proletariado a su independencia de programa y de acción, que en todo momento debe mantenerse íntegramente”. “El P.S. reconoce que dentro de las condiciones nacionales, la realidad nos impondrá la celebración de pactos y alianzas generalmente con la pequeña burguesía revolucionaria. El P.S. podrá formar pate de estas alianzas de carácter revolucionario, pero, en todo caso, reivindicará para el proletariado la más amplia libertad de crítica, de acción de prensa y de organización” (Martínez, Apuntes, pp.487 y 488).

Libertad de crítica, libertad de prensa, libertad de organización. He aquí tres libertades básicas de cada fuerza integrante del Frente Unido.

La dirección proletaria

Si la lucha común contra el enemigo común constituye el principio táctico del Frente, la dirección proletaria constituye su principio estratégico.

Por eso, esta dirección es imprescindible en el Frente. Solo ella puede hacer que las etapas de la revolución sean actuadas como un proceso único e indivisible.

Para ejemplarizar: solo la dirección proletaria puede hacer que la nacionalización de la tierra sirva de base a la solución socialista de nuestro problema agrario, de nuestro problema campesino, de nuestro “problema indígena”; solo la dirección proletaria puede hacer que la pequeña burguesía trascienda sus limitaciones de clase y cumpla un papel revolucionario.

Ahora bien, dada la realidad de la dispersión orgánica del Socialismo Peruano, la dirección proletaria no puede entenderse como la dirección de una determinada organización, sino como la dirección ideológico-política de las fuerzas que adhieren a la verdad universal del marxismo-leninismo.

Como es obvio, la dirección proletaria no es algo que puede existir desde el principio y para siempre, sino una cuestión que requiere construcción permanente.
   
Autodecisión

En el Frente las decisiones relativas a la acción conjunta se toman democráticamente.

        Sin embargo, ante la imposibilidad de tomar acuerdo respecto a una situación en alguna zona del país o en un nivel del trabajo político, la fuerza del Frente que eventualmente pudiera ser la única que esté en relación directa con tal situación puede autodecidir la acción que corresponda de acuerdo al programa y a los métodos de lucha comunes, con cargo, naturalmente, a informar después a la Dirección del Frente a fin de someter su acción al análisis colectivo.

Como se ve, la autodecisión es una cuestión problemática, pero no se puede descartar. Por lo demás, la autodecisión es un elemento de la independencia de cada fuerza integrante del Frente, pero por esto mismo se justifica únicamente si no contraría la unidad del mismo.

Unidad y lucha

Puesto que el Frente Unido del Pueblo Peruano es un frente de diversas clases y fuerzas ideológico-políticas, su unidad no puede ser sinónimo de amalgama doctrinal, sino terreno de legítima lucha de ideas.

Esta lucha de ideas no puede ser actuada sino como el proceso de “unidad-lucha-unidad”, de manera que sirva al fortalecimiento del Frente. 

Unidad sin lucha

La unidad sin lucha es una desviación de los principios del frente unido, y, de hecho, promueve una unidad sin principios, un frente-amalgama.

        Como es claro, esta desviación contraviene el marxismo y el pensamiento de Mariátegui.

La unidad sin lucha es una desviación de derecha y, por lo tanto, hay que combatirla consecuentemente.

Lucha sin Unidad

La lucha sin unidad es otra desviación de los principios del frente unido.

Esta desviación puede existir tanto dentro como fuera del Frente, y, de hecho, en ambos casos promueve el autoaislacionismo.

La lucha sin unidad es una forma de sectarismo  y, por esto, contraviene el marxismo y el pensamiento de Mariátegui.

En otras palabras, es una desviación de “izquierda” y, por lo tanto, hay que combatirla consecuentemente.

Conclusión

Esclarecidos en lo fundamental los principios del Frente Unido, el lector puede compararlos con la práctica del Frente Amplio, así como con la de lo que fue la Unidad Democrática y, en general, con la práctica de las diversas fuerzas políticas de izquierda que activan en la escena nacional.

        En la comparación, cualquier contradicción que pueda constatarse, no sería casualidad.

15.02.2016.


Material Adjunto

Nota:

Los textos que siguen a continuación sirven para ilustrar la unidad sin lucha. Estos textos son extractos de los capítulos II y V del libro Crítica al oportunismo de derecha de Jaime Lastra (título provisional). Este libro se encuentra actualmente en revisión a efecto de ponerlo en condiciones de ser publicado. Como es posible que se sepa, los textos que lo componen tuvieron una amplia difusión en la internet entre julio de 1914 y febrero de 1915.

Ciertamente la unidad sin lucha no es una desviación exclusiva de Lastra, pues se constata también en otros grupos. Pero su caso ilustra a qué extremos de descomposición ideológica se puede llegar por el camino de dicha desviación.

Por otro lado, la lucha sin unidad también es una realidad. Ejemplos de esta desviación son aquellas tendencias que no promueven el Frente Unido del Pueblo Peruano, o que, en su defecto, promueven un “frente sectario”.   

O1.03.2016.

COMITÉ DE RECONSTITUCÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI (CRJCM).


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


La Reconstitución y el Pensamiento de Mariátegui

(Extracto)
E.I.
LASTRA CONFUNDE FRENTE CON amalgama doctrinal, y, de este modo, ha anulado la filiación que parecía tener su grupo. Por eso hemos sostenido en otro lugar que lo que se constata en la revista que dirige es la abdicación de su grupo a favor de concepciones no proletarias. Prueba nuestro aserto el siguiente hecho: un activista de su grupo ha sostenido que “los logros alcanzados por el proceso bolivariano [alienta] un camino de mayor profundización para la revolución” (Pizarra Socialista, p.25). Si se tiene en cuenta que el mismo activista dice en el mismo artículo que la nacionalización de la industria petrolera por el gobierno venezolano fue una política “nacionalista revolucionaria” (p.24); que “El índice de la desigualdad social en Venezuela” es de “0,468, según medición de INE”; que allí “el desempleo se redujo al 6,2%”; que “Respecto a los indicadores sociales, tenemos la erradicación del analfabetismo, la reducción de la tasa de mortandad infantil y un nivel de calidad educativa solo superada por Cuba”; que países como Brasil, Ecuador, Venezuela, etcétera, están logrando “emanciparse de su dependencia económica” (ibídem); cualquier marxista puede darse cuenta de qué entiende por revolución este otro “marxista-leninista–maoísta”, cómo ha bastardeado el concepto de revolución y cómo a procesos reformistas los embellece con el rótulo de revolución, creando así confusión entre los lectores. Esta abdicación ideológica expresa, pues, el oportunismo de derecha que ha sentado sus reales en el grupo de Lastra.   

En conclusión, Lastra y algunos activistas de su grupo han renunciado a la independencia ideológica y política del proletariado que alegan representar.

10.10.2014


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


La Reconstitución y la Política Concreta III

(Extracto)


E.I.


2.  PRETENDIENDO JUSTIFICAR SU frentismo, Lastra escribió: “¿Qué es dirigir en el sentido marxista-leninista-maoísta? ¿Cuál es la justa relación entre diferentes niveles de organización? Ustedes no resuelven bien estas interrogantes. Por ello opinan como queda escrito en el punto 4. Todavía tienen fuerte influencia del método y estilo de ‘correa de transmisión’ y de el (sic) método y estilo de ‘organismos generados’. Lo correcto, dadas las condiciones concretas que enfrentamos hoy, es proponer, sustentar y persuadir no solo con la palabra, sino sobre todo y fundamentalmente con el ejemplo. No podemos tratar a […] como si fuera un ‘organismo generado’ ni aplicarle la ‘correa de trasmisión’. Por eso, comprenderán ustedes que resulta totalmente fuera de lugar su convicción de que la decisión de lo que debe hacer o no […] se deba determinar en un organismo político superior. La decisión debe tomarse siempre en el espacio donde debe de asumir y afrontar las consecuencias de sus determinaciones y acuerdos. Y sobre esa base cabe cumplir la función dirigente. Esto es, nunca debemos actuar impositivamente” (carta al CRJCM del 31.10.12).

Quienquiera que cale en la letra chica de la cita, puede percatarse de que ahí se niega la dirección del proletariado en el frente unido.

En efecto, Lastra reduce la relación partido-frente a la sola cuestión de las decisiones en el frente, y, confiando en que los lectores sean víctimas de prejuicio respecto a los dos tipos de organización que menciona, termina escamoteando la dirección del proletariado.

Es decir olvida, o pretende hacer olvidar, que la dirección del proletariado se expresa más bien en el hecho de que la línea del partido relativa a la lucha común contra el enemigo común, logra consenso en el frente.
 
Al mismo tiempo, olvida o pretende hacer olvidar, que los organismos generados, llamados también organizaciones propias, fueron una iniciativa del partido bolchevique para el trabajo de masas en determinadas condiciones, y que las correas de transmisión, llamadas también palancas, fueron parte del engranaje general de la dictadura del proletariado, y que ninguno de los dos tipos de organización fue concebida ni actuada como un espacio donde el partido pudiera actuar  “impositivamente”.    

Pues bien, como es obvio, en el frente no caben, bajo ninguna circunstancia, los métodos coercitivos sino los métodos democráticos. Esto es claro para cualquier marxista.

Pero, ¿qué dice Lastra al respecto? Pues que “Lo correcto, dadas las condiciones concretas que enfrentamos hoy, es proponer, sustentar y persuadir”.

“Dadas las condiciones concretas que enfrentamos hoy”, es decir que, según nuestro personaje, los métodos democráticos solo son legítimos en las condiciones actualmente dadas, y, en consecuencia, sugiere, sin querer queriendo, que en otras condiciones (y las condiciones siempre cambian), tales métodos perderían vigencia, y, por esto, tendrían que ser reemplazados por otros: obviamente, por los métodos antidemocráticos, pues los métodos democráticos no pueden ser cambiados por los métodos democráticos.

Este es el espíritu democrático de Lastra. Esta es su comprensión de la democracia en el frente unido. Este es su “nunca debemos actuar impositivamente”.

En el frente, cualquier decisión tiene que acordarse en el frente. Esto es una verdad de Perogrullo. Pero la línea del partido relativa a la lucha común contra el enemigo común, se acuerda en el partido. Esto también es una verdad de Perogrullo. Lastra, sin embargo, finge no saberlo.

Más aún. Cada tendencia participante en el frente establece internamente su línea relativa a la lucha común contra el enemigo común, y es en el espacio del frente donde estas líneas se confrontan, y donde, por lo tanto, una de ellas prevalece completa o relativamente. Esto es inevitable.

De manera que, en el frente puede darse la dirección proletaria, entendida, claro está, como la dirección del marxismo-leninismo en lo relativo a los diversos aspectos de la lucha común contra el enemigo común, o, en su defecto, la dirección de alguna otra tendencia.

La “Universidad Socialista José Carlos Mariátegui” (USJCM), la revista Pizarra Socialista y la “Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu”, son espacios de frente unido.

Por eso, surge la pregunta: ¿cuál tendencia ha alcanzado la hegemonía en tales espacios?

En los dos números publicados de Pizarra Socialista (vocero de la USJCM), se han publicitado, bajo expresiones específicas, la tesis de Ravines sobre la cuestión nacional y, además, han sido apoyados incondicionalmente los procesos reformistas que tienen lugar en algunos países suramericanos.

Es claro que ninguna de esas posiciones pertenece originalmente al grupo de Lastra, sino al grupo desprendido del PCP-Unidad.

La aludida tesis de Ravines fue publicitada en el primer número de la mencionada revista, y, como era lógico, los marxistas esperábamos que en el segundo número esa tesis fuera rebatida con la tesis de Mariátegui sobre la cuestión nacional y el Perú Integral. Pero esto no ocurrió.

En la “Declaración del I Concejo de la Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu”, se presenta a nuestro pueblo como dividido en “pueblo peruano” y “pueblo tawantinsuyano”. Esto es una expresión específica de la tesis de Ravines.

Los marxistas, como es natural, esperábamos que en el seno de la misma Asamblea se planteara una crítica sustentada de semejante punto de vista y se corrigiera la anotada concepción de nuestro pueblo. Pero esto tampoco ocurrió.

Así, pues, el suscrito tuvo que realizar la crítica correspondiente, la cual fue publicada, en la edición de octubre de la revista digital CREACION HEROICA, como postscriptum del artículo Mariátegui y el “problema del indio”.

En el segundo número, dedicado centralmente a publicitar incondicionalmente los procesos reformistas de Venezuela y Ecuador, el grupo de Lastra apareció asumiendo tal incondicionalidad.

Frente a este hecho, en el artículo Socialismo proletario y socialismo pequeño burgués, publicado en la edición de noviembre pasado de CREACIÓN HEROICA, el suscrito hizo la crítica correspondiente. Esta crítica está referida a tres cuestiones: 1) la convivencia de los mencionados procesos con la gran burguesía intermediaria del imperialismo; 2) el respeto supersticioso a la democracia burguesa que lleva a los dirigentes de tales procesos a exponer en una elección el destino de los mismos; 3) la ilusión de un tránsito pacífico al socialismo.

Los hechos demuestran, pues, que en la USJCM, en Pizarra Socialista y en la “Asamblea Nacional de los  Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu”, ha hegemonizado la línea del grupo desprendido del PCP-Unidad.

Si este grupo se siente con derecho a plantear sus posiciones partidarias en los indicados espacios de frente unido (cosa que no discuto aquí), la pregunta es por qué el grupo de Lastra no se siente con igual derecho a plantear lo que se supone son sus posiciones relativas a la cuestión nacional.

¿Dónde está, pues, el “proponer, sustentar y persuadir” de nuestro personaje?

En ninguna parte. Por lo tanto, se constata que si en política nacional ha abdicado ante la tesis de Ravines sobre la cuestión nacional, en política internacional ha abdicado ante el nacionalismo burgués y el socialismo pequeño burgués.

Así, pues, la hegemonía del grupo desprendido del PCP-Unidad en los espacios de frente mencionados arriba, ha sido facilitada por la política de conciliación-abdicación del grupo de Lastra.

En conclusión, Lastra reniega la dirección del proletariado no solo en la teoría, sino también en la práctica, y, por esto, su “proponer, etcétera”, no pasa de ser una cortina de humo con la que pretende ocultar su recalcitrante frentismo, su oposición a la dirección proletaria, su prosternación ante el reformismo, su abdicación ante posiciones discrepantes peligrosas, su completo abandono del camino propio de la Reconstitución del Partido de Mariátegui.

La lucha teórica activa es la filosofía del proletariado, mientras “dejar hacer, dejar pasar” es típica filosofía burguesa.

En el terreno del trabajo frenteunionista, unidad y lucha es política marxista, mientras lucha sin unidad es oportunismo de izquierda y unidad sin lucha es oportunismo de derecha.

Este oportunismo de derecha es el sello de las ideas y la práctica de Lastra.

Pues bien, en un artículo de hace algunas semanas, Miguel Aragón escribió: “El frente unido no… es una ‘correa de trasmisión’…” (elipsis mía).

Es expresiva, pues, la coincidencia entre el derechista Lastra y el liquidador Aragón: con la misma monserga niegan ambos la dirección proletaria en el frente unido: el primero silenciando que esta dirección es una cuestión de línea (partido) y consenso (frente); el segundo negando que actualmente sea necesario el partido.

Y, échese el acucioso a buscar quién ha copiado a quién.

3.   Lastra dice: “Este punto nos lleva a deslindar con el estilo sectario en el trabajo político. Pero antes, ¿cómo determinar si una participación es correcta o incorrecta? ¿Es una cuestión meramente principista o es una cuestión de estrategia y táctica política donde los principios se aplican dialécticamente? La experiencia del marxismo-leninismo-maoísmo indica que es  lo segundo. Esto en general, por supuesto. Respecto del trabajo político sectario tenemos suficiente experiencia nacional que vano sería redundar en ello. Solo invito a que no se olvide esta experiencia de trabajo político sectario, que generalmente se daba bajo el pretexto de realizar un trabajo político purista, con lo cual la aplicación de la política de frente único quedaba solamente en  cliché. Recordemos como Guzmán llamaba durante toda la década del 70 a no participar de los “Paros Nacionales revisionistas” porque eran convocados por el PCP-U revisionista. Recordemos como la izquierda legalista condenaba los “Paros Armados” porque eran convocados por el infantilismo-terrorismo. Veamos como el Magisterio tiene tres sindicatos en uno: SUTEP, CONARE dentro del SUTEP y un nuevo CONARE dentro de CONARE-SUTEP.  “Razones ideológicas” no les falta a ninguna de las tendencias que promueven estas divisiones. Nuestra tendencia no puede reproducir estas prácticas erradas del trabajo político. Claro, el seminario que promueve la tendencia derechista-revisionista no tiene el impacto de los ejemplos anotados. Ustedes también tienen sus “razones ideológicas” que los lleva a poner la participación o no en ese seminario como una cuestión de vida o muerte; es decir, cismática. ¿POR QUÉ? Analicen y se verán en una posición que lleva el estilo sectario en el trabajo político. IMAGINENSE ustedes sustentando el punto 5 de su posición sectaria ante el reducido público que asiste a ese seminario: “no voy porque ese seminario es revisionista”. Simplemente quedarían en ridículo. Un seminario es un espacio de debate no vinculante orgánicamente. Así lo entiende cualquier público sensato. Si la tendencia derechista-revisionista cree que con eso va a fundar su partido amalgama ESE ES SU PROBLEMA.  A  lo más que puede ser útil usar ese espacio, sería para reafirmar nuestra superioridad ideológica, teórica, política y orgánica, desinflando mucho más de lo que se encuentra ya desinflado el proyecto revisionista. Lo contrario de participar en ese seminario sería boicotearlo. ¿Eso es lo que podrían proponer, acaso? Toda abstención contradice la política revolucionaria del m-l-m” (ibídem; mayúsculas en el original).

Como se ve, Lastra habla de un “trabajo político sectario” y de un “trabajo político purista”. Como él no es, según cree, ni sectario ni purista, porque “La experiencia del marxismo-leninismo-maoísmo”, doctrina a la que dice estar asimilado, le enseña, según cree también, que los activistas de todas las tendencias de la izquierda peruana tienen que participar en todos los eventos y en todas las acciones de todas las organizaciones sin excepción, ha llegado a la absurda conclusión de que “Toda abstención contradice la política revolucionaria del m-l-m”, y, con este absurdo, quiere convencerse a sí mismo de que estuvo bien su participación en el seminario revisionista que tenía como objetivo exclusivo y excluyente liquidar el partido de clase.

El vocablo cismático da cuenta de la separación de alguien de una autoridad reconocida. En consecuencia, es claro que, si Lastra sugiere que los que no asistimos a dicho seminario procedimos como cismáticos, es porque él, asistente inútil (inútil para su propio proyecto), le reconocía al grupo liquidacionista autoridad sobre su persona.

¡El “marxista-leninista–maoísta” Lastra le reconocía autoridad al grupo que quería y quiere liquidar el partido de clase!

Es necesario recordar, por lo demás, que quien nos acusa de cismáticos en relación al grupo liquidacionista, en 2011 marginó al Comité de Reconstitución José Carlos Mariátegui (CRJCM), causando así un cisma en la tendencia, y, en el trabajo frenteunionista que era Ediciones Creación Heroica, causó otro cisma en 2013 al censurar el libro El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui.

Más todavía. Por cuanto Lastra calificó de boicoteadores a quienes no asistimos al seminario revisionista, diciendo que “Lo contrario de participar en ese seminario sería boicotearlo”, hay que recordar también que en 2010 boicoteó la publicación de la revista digital CREACIÓN HEROICA.

¡El bo¡coteador de una revista que entonces él mismo consideraba de su tendencia, se pasó alrededor de una década poniéndole el hombro al proyecto de liquidar el partido de clase!

Finalmente, es necesario recordar también que nuestro personaje no asistió al quinto seminario del grupo liquidacionista, y, así, según su propia lógica, se reveló ¡como un cismático, como un boicoteador!

El CRJCM tiene poderosas razones ideológicas que le han permitido mantener su independencia en todo orden de cosas respecto al grupo liquidacionista. Por eso jamás le ha reconocido a este grupo ninguna autoridad, y, por esto, mal puede Lastra calificarnos de cismáticos.

Como se sabe, cuando la mayoría del Grupo de Propaganda y Organización Socialistas pretendió convertirse en partido, Mariátegui no sólo que planteó una justa crítica, sino que además se apartó, y, no apuntaló con su presencia ninguna reunión con dicha pretensión.

Cuando Haya de la Torre intentó convertir en partido al frente llamado Apra, Mariátegui deslindó posiciones con el intento de manera resuelta y definida, y, no apuntaló con su presencia ninguna reunión de los hayistas.

¡Qué sectario había sido Mariátegui! ¡Qué cismático! ¡Qué boicoteador!

Pues bien, ¿por qué el “mariateguista” Lastra, después de que el grupo liquidacionista pretendió convertir en partido el frente mal llamado “Comité 80”, participó en el cuarto seminario revisionista que tenía exactamente el mismo propósito de liquidar el partido de clase?

Porque, según dice, “Un seminario es un espacio de debate no vinculante orgánicamente”.

Un espacio de debate, pues, pero, ocurre que Lastra no debatió, es decir, no criticó precisamente lo que hubiera tenido que criticar: la intención del seminario de liquidar el partido de clase. Por lo tanto, al no hacer esto, su participación resulta incomprensible. Por eso, durante las primeras sesiones del seminario, su persona apenas apareció como un aderezo funcional al objetivo liquidacionista.

De esta forma puso en evidencia su incomprensión del antagonismo entre marxismo y liquidacionismo, su debilidad de espíritu ante el proyecto de liquidar el partido de clase, su irresistible propensión a ponerles buena cara a los oportunistas.

En fin, si, por una parte, su demagógico discurso le sirve para hacer creer que no es sectario ni cismático ni boicoteador, y que, por el contrario, es muy amistoso y unitario, por otra parte, su práctica lo desenmascara más bien como un ecléctico, un conciliador, un mero frentista y, al mismo tiempo, como un sectario, un cismático, un boicoteador con respecto a la tendencia de la cual se reclama. 

4.  Lastra dice: “Reconocerse ser parte de una tendencia, grupo, partido o secta no es que sea negativo por el solo hecho del significado de esas palabras. Lo valorativo está en la praxis política del integrante y de su colectividad, que puede ser positiva o negativa. Por ejemplo, no es MALO ser ‘marxista’, ‘marxista-leninista’, ‘marxista-leninista-maoísta’; tampoco lo es ser ‘guevarista’, ‘mariateguista’, ‘trotskista’, ‘fidelista’, etc. Lo positivo y negativo de cada colectividad se verá en su praxis política. Los antecedentes son solo una referencia a tener en cuenta. Con toda la importancia y consecuencias que esos antecedentes puedan significar, lo decisivo es el comportamiento actual y las perspectivas de esas tendencias, grupos, partidos y sectas políticas” (artículo fechado el 10 de octubre de 2011 y publicado en el blog Camino Socialista dos días después; mayúsculas en el original).

Lastra dice, pues, que la filiación doctrinal de las diversas tendencias no es algo negativo. Por eso precisa que no es malo ser, por ejemplo, “marxista”, “trotskista”, etcétera.

Es claro que, con el término “marxista”, Lastra se refiere, concretamente, al grupo liquidacionista de derecha que, como se sabe, se autoproclama “marxista”, así a secas.

Así, pues, resulta que, según su óptica, ser liquidador no es nada negativo, pues “Lo valorativo [del liquidacionismo] está en [su] praxis política”.

Pero ocurre que “la praxis política” del liquidacionismo es, precisamente, liquidar el partido de clase, y esto, obviamente, es algo profundamente negativo, decididamente antiproletario y completamente contrarrevolucionario.

Sin embargo, Lastra, con su “no es que sea negativo”, pretende silenciar dicha realidad.

En Aniversario y balance, Mariátegui señaló que las “designaciones” de las diversas tendencias “distinguen prácticas y métodos”. Distinguen prácticas, es decir, Mariátegui sabía perfectamente que cada tendencia tiene prácticas diferentes, derivadas, obviamente, de sus distintas filiaciones doctrinales.

Pero, en el colmo de la inepcia, Lastra cree que la filiación doctrinal de las diversas tendencias es cosa del pasado (sus “antecedentes”, dice), y que, por esto, tienen la misma práctica política (“lo decisivo es el comportamiento actual”), y, así, sin ningún escrúpulo, ha levantado la falacia con la que pretende justificar su política de paz con las desviaciones del marxismo.

Así, pues, desde el ángulo de esa política de paz, resulta incomprensible la lucha de Mariátegui contra todas las expresiones ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias, y, en general, la lucha más que centenaria de los marxistas de todo el mundo contra las desviaciones de izquierda y de derecha.

Lastra ha puesto, pues, al desnudo su absoluta incomprensión de la relación entre filiación doctrinal y práctica política, y, así, ha puesto en evidencia que ha renegado el aserto mariateguiano de que las diversas tendencias tienen diferentes prácticas y métodos.

En conclusión, es Lastra –y no sus amigos oportunistas– quien ha dejado en el pasado su filiación (marxismo-leninismo-maoísmo y mariateguismo), y es así como puede entenderse su eclecticismo y su conciliacionismo con toda forma de oportunismo y revisionismo (incluido el liquidacionismo, forma extrema de revisionismo).

5.   Lastra dice: “Yo jamás trataré de forma infraterna a nadie con el que polemice. O sea, polemizaré desde los afectos, más aún, si son compañeros con los cuales compartimos espacios de trabajo común, pero que divergimos en otras cuestiones. Tanto más será mi afecto si compartimos la adhesión a la misma doctrina y construimos un proyecto común” (carta al CRJCM del 31.10.12).

Como se ve, Lastra confiesa, sin avergonzarse, que comparte la misma doctrina con oportunistas, revisionistas, liquidacionistas.

Así, pues, por arte de birlibirloque, convierte en “marxista-leninista-maoístas” a los activistas de tales tendencias. O al revés: se convierte, él, en “marxista”, “marxista-leninista”, “guevarista”, “trotskista”, “fidelista”, todo en uno o cada cosa de acuerdo a las circunstancias.

Como se ha podido ver, la afirmación que comento data de octubre de 2012, y esto permite decir que, a pesar de sus reclamos favorables al partido de clase, Lastra participó del cuarto seminario liquidacionista porque suponía que, hombro a hombro con los liquidadores, estaba construyendo “un proyecto común”.  

(…)

11.02.2015


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


El Desvarío de Miguel Aragón


Eduardo Ibarra


EN CARTA DEL 2 DE ENERO del presente a José Rejas, Miguel Aragón ha sostenido algunas falacias y me ha hecho objeto de algunas acusaciones gratuitas, falacias y acusaciones que, como no podía ser de otro modo, paso a esclarecer.

El mencionado dice en la aludida carta: “lo que más me sorprendió al revisar la voluminosa Correspondencia de Marx y Engels, fue la gran cantidad de discrepancias expresadas por ambos maestros, debate en el cual Marx no se comportaba como un autoritario  mandón, ni Engels como un sumiso seguidista. Todo lo contrario. El intercambio, entre ambos socialistas, era un intercambio democrático entre iguales. La correspondencia entre Marx y Engels es lo más distante que puede haber, de una supuesta “facción orgánica y doctrinariamente homogénea”, algo que nunca ha existido en ningún momento de la historia del movimiento socialista, desde 1844 hasta el presente”. “Considero que mis compañeros generacionales,  Ramón García y Eduardo Ibarra, se equivocan rotundamente cuando persisten testarudamente en proponer la formación de una “facción orgánica y doctrinariamente homogénea”. Para ellos las enseñanzas de la  historia no cuentan para nada” (negritas en el original).

Pues bien, polemizando con el hayismo, Mariátegui señaló: “Como socialistas, podemos colaborar dentro del Apra o alianza o frente único, con elementos más o menos reformistas o socialdemocráticos –sin olvidar la vaguedad que estas designaciones tienen en América– con la izquierda burguesa y liberal, dispuesta de verdad a la lucha contra los rezagos de feudalidad y contra la penetración imperialista; pero no podemos, en virtud del sentido mismo de nuestra cooperación, como partido, esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea” (Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p.300; cursivas mías).

        Como se ve, Mariátegui no podía entender el Apra como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea, es decir, no podía entenderlo como partido; por otro lado, se ve también que la frase que Aragón ha puesto en negritas y entre comillas, es de Mariátegui, y que su actitud ante la misma constituye un cuestionamiento del concepto que mantuvo Mariátegui del partido en general y del PSP en particular.

Esta es la primera cuestión que había que esclarecer.

Mariátegui, quien sostenía la concepción del partido proletario como doctrinariamente homogéneo, sostuvo la siguiente conclusión al comentar la expulsión de Trotsky del partido ruso: “El partido bolchevique… no es ni puede ser una apacible y unánime academia” (Figuras y aspectos de la vida mundial, t.II, p.213; elipsis mía).

Es decir que, como marxista consecuente, el maestro no veía contradicción entre el carácter doctrinariamente homogéneo del partido proletario y la lucha de ideas en su interior.

Esta lucha de ideas se procesa como lucha en dos frentes (contra el dogmatismo y el empirismo) y como lucha entre dos líneas (contra el oportunismo y el revisionismo).   

Así, pues, una cosa es la homogeneidad doctrinaria del Partido, y otra cosa es una apacible y unánime academia: mientras lo primero es una realidad que no niega la realidad de la dialéctica interna del Partido, lo segundo no pasa de ser una ilusión óptica.

Por lo tanto, creer que las diferencias de opinión entre Marx y Engels sobre algunas cuestiones niegan que haya habido homogeneidad doctrinaria entre ellos, es deslizar la idea de que, o bien Engels no fue adherente de la doctrina comunista, o bien no lo fue Marx.

Eso por una parte. Por otra, al pretender pasar tales diferencias de opinión como diferencias doctrinarias, lo que hace Aragón es intentar pasar como legítimo el partido doctrinariamente heterogéneo, el partido pluriclasista, el partido del socialismo en general.  

Aragón confunde, pues –por incapacidad o por deliberado propósito– partido “orgánica y doctrinariamente homogéneo” con “una apacible y unánime academia”.

Esta es la segunda cuestión que había que esclarecer.

Aragón dice: “Marx y Engels propusieron en noviembre de 1852, la AUTODISOLUCIÓN DE LA LIGA COMUNISTA, propuesta y acuerdo arribado en mayoría, que fue motivo para que Marx y Engels fueran denunciados como “liquidacionistas”, palabreja insustancial, que ahora Eduardo Ibarra pretende colocar en primer plano” (1).

Lenin señaló: “Luch dice que la tendencia hacia la liquidación del Partido, es decir, la disolución, la destrucción del Partido, la abjuración del Partido, es sencillamente una invención malintencionada. ¡Esto, dicen, lo han inventado los bolcheviques ‘fraccionalistas’ contra los mencheviques!” (La decisión de 1908, en Contra el revisionismo, recopilación, Editorial Progreso, Moscú, s/f, p.143).

Como se ve, el liquidador Aragón repite la misma treta de los liquidadores de ayer al objeto de encubrir su intención de liquidar el partido de clase. ¡El liquidacionismo no es más que “una invención malintencionada” de los bolcheviques! ¡No es más que una “palabreja insustancial, que ahora Eduardo Ibarra pretende colocar en primer plano”!

Pero ¿acaso no es cierto que Ramón García falsifica la verdad histórica del PSP pretendiendo que este partido tuvo dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles entre sí, y que, sobre esta base, promueve la liquidación del partido de clase?

¿Acaso no es cierto que, poniendo en evidencia los fardos que García le colgó en las espaldas, Aragón propone un partido del variopinto socialismo en general para “cuando su existencia sea realmente necesaria”?

Por lo tanto, es claro que lo mismo el primero que el segundo intentan anular, suprimir, destruir, liquidar el partido de clase  

Todo lo que hace, pues, Aragón con su frasecilla “palabreja insustancial”, es expresar su nerviosa necesidad de encubrir la legitimidad de la palabra liquidacionismo, la realidad del liquidacionismo de su tendencia (2).

Ocurre, sin embargo, que la palabra liquidacionismo encierra un concepto que tiene toda la sustancia que le proporcionó el hecho ideológico-político de que entre 1908 y 1914 el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia debió luchar contra el intento de convertirlo en una “asociación informe” (Lenin), es decir, en un partido no de clase.

Y tiene, ahora y aquí, toda la sustancia que le proporciona el hecho de nuestra lucha contra el intento de los García y los Aragón por liquidar el partido de clase.

En conclusión, con su mencionada frasecilla, nuestro liquidador no ha hecho más que cometer una inútil maniobra.

Esta es la tercera cuestión que había que esclarecer.

Aragón dice que García propone “la formación de una ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’”.

Pero con ello todo lo que expresa es su incapacidad para calar en los sibilinos argumentos con los que García promueve la liquidación del partido doctrinariamente homogéneo (3).

Esta es la cuarta cuestión que había que esclarecer.

Aragón dice: “considero que tenemos que descartar toda la fraseología superficial de los años 60 y 70, expuesta irresponsablemente en las obsoletas IV, V, VI y VII Conferencias Nacionales del PCP, documentos que últimamente los he estado revisando, y me averguenza (sic) ‘cómo es posible que hayamos tomado en serio, y creído durante tantos años, tantas tonterías juntasTonterías que algunos pocos, todavía están  empeñados en mantenerlas, como si el estallido de la revolución estuviera “a la vuelta de la esquina”, verbi gracia (sic), revisar propuestas de Eduardo Ibarra y Ramón García” (negritas en el original).

Si después de la VI Conferencia Nacional, realizada en enero de 1969, el PCP no realizó ninguna otra con el título de VII Conferencia, entonces no cabe ninguna duda de que Aragón se refiere a la VII Conferencia del PCP-Patria Roja.

De esta forma se adhiere a la grosera tergiversación de la verdad histórica relativa a los eventos del PCP que levanta el grupo liquidacionista (ver mi artículo El natalicio de José Carlos Mariátegui y el liquidacionismo de derecha).

Esta es la quinta cuestión que había que esclarecer.

Como se ha visto, Aragón me acusa de considerar que la revolución está “a la vuelta de la esquina”, y para que su destinatario le crea, lo invita a “revisar” una “propuesta”, dizque mía, que, sin embargo, no existe, razón por la cual no ha podido citarme para “demostrar” su calumnia.

He aquí lo que yo sostengo sobre el punto: “… el análisis (el estudio, la investigación, el debate), no es contrario a la acción, salvo durante la lucha inmediata por el poder”. “Y, obviamente, estamos muy lejos de una tal lucha” (Acerca de un altercado).

Esta afirmación, que Aragón pretende ignorar, data del 9 de octubre del año pasado y, como se ve, lo desmiente categóricamente.

Esta es la sexta cuestión que había que esclarecer.

En cuanto a las “Tonterías que algunos pocos [entre ellos García y yo, según Aragón], todavía están  empeñados en mantenerlas”, solo diré aquí, a título personal, que no acostumbro a repetir tonterías (como aquellas de García que Aragón repite servilmente), y tampoco a proceder torpemente al enjuiciar Conferencias del PCP de manera subjetiva, unilateral, prejuiciosa, tendenciosa (4).

En conclusión, la gratuita acusación de la que Aragón me hace objeto se revela como una grosera mentira (5).

Esta es la séptima y última cuestión que había que esclarecer.

Notas
[1] Mayúsculas en el original. Como es su costumbre, Aragón no presenta ninguna prueba de su afirmación según la cual Marx y Engels fueron acusados de liquidacionistas por la disolución de la Liga de los Comunistas. Peor aún: presenta esta disolución como algo que, según insinúa, merecería de nuestra parte el calificativo de liquidacionismo. Pero esta insinuación no es más que una burda maniobra y, por esto, hay que desenmascararla. Procedamos. La Liga de los Comunistas fue disuelta porque, como organización de clase, la forma de su existencia (secreta, conspirativa) había cumplido su papel y, por lo tanto, tenía que dar paso a otra forma de organización de clase. Aquí, por cierto, no hay liquidacionismo. El liquidacionismo es  la abjuración, bajo la forma que fuese, del partido de clase. Por ejemplo García ha abjurado del partido de clase e intenta liquidarlo promoviendo un partido doctrinariamente variopinto, cosa que Aragón ha asumido servilmente. Entonces, es claro que nuestro liquidador ha pretendido engañar, confundir, manipular a su destinatario.
[2] La actitud de Aragón de pretender descalificar las críticas a sus posiciones o, en general, a las posiciones de su tendencia, con alguna palabra o alguna frase, es, por cierto, bastante torpe. Es de conocimiento general que, para cuestionar la teoría leninista del imperialismo, calificó esta palabra de “palabreja”; para renegar la realidad del revisionismo, calificó también esta  palabra de “palabreja”; para renegar el marxismo-leninismo, calificó igualmente esta palabra compuesta de “palabreja”; ahora, como se ha visto, dice que la palabra liquidacionismo también es una “palabreja”. Así, con el solo uso de esta palabra, pretende descalificar palabras que encierran conceptos de profunda verdad teórica, y que, por esto, le producen verdadero escalofrío.
[3] El proyecto de García es de un partido con dos niveles orgánicos: uno secreto, restringido, “marxista” no leninista (existente desde hace siete años); y otro público, masivo, doctrinariamente variopinto (no fundado todavía oficialmente). En apariencia, pues, el primer nivel sería una facción doctrinariamente homogénea. Pero quienquiera que tenga la capacidad de ir al fondo de las cosas, tendrá que reconocer que esa homogeneidad no es precisamente la homogeneidad de la que hablamos los marxistas, es decir, la homogeneidad dada por el marxismo-leninismo. La homogeneidad dada por un “marxismo” sin leninismo es, precisamente, la forma de renegar de la doctrina proletaria que tiene el liquidacionismo y, por esto, la base doctrinaria de su propósito de destruir el partido de clase. De manera que esta homogeneidad doctrinaria del liquidacionismo en el nivel secreto, restringido, no puede ser considerada como un caso de facción orgánica y doctrinariamente homogéneo en el sentido marxista-leninista del término.       
[4] Es un hecho que las Conferencias Nacionales del PCP obligan a un balance más detallado todavía que los realizados hasta ahora, pero, precisamente por esto, no se puede cerrar el debate con petulantes frases como las que utiliza Aragón. Cualquier balance que se intente, tiene que seguir la pauta de algunos anteriores: distinguiendo lo positivo de lo negativo y sopesando lo uno y lo otro. El reconocimiento de la vigencia del pensamiento de Mariátegui, su retoma y el haberlo acordado como piedra angular de la Base de Unidad Partidaria (hechos todos ocurridos a lo largo de las Conferencias del PCP realizadas en la década de los sesenta), son cuestiones que resultarían demasiado místicas si no se tiene una comprensión dialéctica de los aludidos eventos.
[5] Aragón tiene la costumbre de mentir a fin de descalificar a sus críticos (ver mi artículo Nuevas mentiras de Miguel Aragón y mucho más que eso). Pero esta actitud demuestra también que, al mismo tiempo, nuestro personaje intenta engañar y manipular a sus destinatarios y, en general, a los lectores.

24.02.2016.


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

La Creación Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha

(Cuarta Parte)


Eduardo Ibarra

García escribió:

“Mientras estuvo con vida Lenin ¿alguna vez alentó o permitió o influyó para que alguno de sus camaradas de partido hablase de ‘leninismo’? ¿Hay alguna mención a ese término hasta 1,924?” (negritas en el original).

“Lenin sabía perfectamente de la trascendencia y magnitud de su legado teórico derivado de su praxis revolucionaria, pero también sabía perfectamente que toda su producción, en relación a la ciencia viva del MARXISMO a la que él estaba adscrito, era para alimentarlo, enriquecerlo, vivificarlo, restaurarlo del modo más enérgico. Y sabía también que eso mismo habían hecho o hacían contemporáneos suyos como los Plejanov y Kautsky antes de su desbarrancada, Rosa Luxemburgo,  Karl Liebknecht y Clara Zetkin o el propio Antonio Gramsci. Esa y no otra era la concepción que él tuvo del marxismo” (mayúsculas en el original).

Como se ve, nuestro personaje entiende la alimentación, el enriquecimiento, la vivificación del marxismo solo como restauración de sus principios, y nada más. Es decir que, aquí, más claro que en ninguna otra parte, se constata que todo su discurso sobre el leninismo como desarrollo del marxismo es pura tapadera en la medida en que concibe este desarrollo como simple restauración, y no como el desarrollo de nuevas teorías, no como, a la vez, prosecución y superación de Marx, según señaló Mariátegui.

         Pero hay más: en el primer párrafo de la cita, García dice que Lenin no permitió el término leninismo, (omitiendo que en vida del jefe de la revolución rusa nadie intentó el uso oficial de dicho término), y de esta forma pretende descalificar su uso después de 1924. Es así como García se muestra adversario del término leninismo, o, más exactamente, del concepto que encierra.

Lenin fue consciente de su aporte al tesoro general del marxismo. Por eso, si por modestia intelectual no utilizó el término leninismo, en cambio utilizó el término bolchevismo.

Así por ejemplo, en el libro La revolución proletaria y el renegado Kautsky, dejó sentados los siguientes juicios: 

“… el bolchevismo… se ha hecho mundial, ha dado una idea, una teoría, un programa y una táctica que se diferencian concreta y prácticamente del socialchovinismo y del socialpacifismo. El bolchevismo ha rematado a la vieja Internacional podrida de los Scheidemann y los Kautsky… que ahora se atropellarán  unos a otros, soñando con la ‘unidad’ y resucitado un cadáver. El bolchevismo ha creado la base ideológica y táctica de la III Internacional, verdaderamente proletaria y comunista, que tiene en cuenta tanto las conquistas del tiempo de paz como la experiencia de la era de revoluciones que ha comenzado”.

El bolchevismo ha favorecido realmente el desarrollo de la revolución proletaria en Europa y en América como ningún otro partido en ningún otro país lo había hecho hasta ahora… el bolchevismo ha señalado el único camino seguro para salvarse de los horrores de la guerra y del imperialismo, que el bolchevismo sirve de modelo de táctica para todos.

(…) incluso si mañana el Poder soviético ruso fuera aplastado por el imperialismo mundial… incluso en este caso, el peor de los peores, la táctica bolchevique habría prestado un servicio extraordinario al socialismo y habría apoyado el desarrollo de la invencible revolución mundial” (en Contra el revisionismo, pp.453 y 454; cursivas en el original).

A buen entendedor, pocas palabras: Lenin era consciente de que su aporte al tesoro general del marxismo consistía en nuevos elementos teóricos, en nuevas conclusiones teóricas.

Presentar el hecho de que tales aportes no fueron conocidos como leninismo en tiempos de Lenin para descalificar este término, equivale a negar el término marxismo porque Marx expresó su desacuerdo con el mismo señalando que él no era marxista.

 En el fondo, la alusión de García al no uso del término leninismo en vida de Lenin es un enfoque evasivo del problema, un intento de desenfocar sus verdaderos términos. Los verdaderos términos del problema son si Lenin desarrolló o no el marxismo con nuevas teorías en relación a lo aportado por Max y Engels al tesorero general del marxismo. Y es un hecho cien veces demostrado que Lenin desarrolló el marxismo.

La respuesta del propio Lenin a esta cuestión es, como se ha visto, que el bolchevismo dio una teoría, un programa y una táctica al proletariado internacional en la era de revoluciones que había comenzado con el surgimiento del imperialismo, y que, por esto, se hizo mundial, y que, por esto, sirve de modelo de táctica para todos.

El bolchevismo, es decir, el leninismo.

Por eso, Stalin señaló con toda razón: “El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria. O más exactamente: el leninismo es la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, la teoría y la táctica de la dictadura del proletariado en particular” (Los fundamentos del leninismo, ibídem, p.3; cursivas nuestras).  

Tal como se ha demostrado arriba, García sostiene la barbaridad de que Lenin solo restauró los principios del marxismo, y que, por esto, su pensamiento está “contenido y abarcado en el marxismo”.

Es decir, que el leninismo no es algo nuevo en el tesoro general del marxismo. 

Pero, como se ha visto, Stalin planteó correctamente que la base de la concepción del mundo de Lenin es el marxismo, y que el leninismo es lo aportado por Lenin al tesoro general del marxismo.

Por su parte, Mariátegui planteó, correctamente también, que Lenin prosiguió los principios de Marx, pero que, al mismo tiempo, lo superó.

No existe, pues, diferencia entre el marxismo y el leninismo en cuanto a concepción, pero, en la medida en que Lenin aportó nuevas teorías al marxismo, entonces el leninismo es un desarrollo del marxismo, es decir, algo “nuevo” (Stalin) en el marco de la teoría general del marxismo, una superación de Marx en este mismo marco (Mariátegui).

Lenin señaló que “Cada cual tiene perfecto derecho a abordar los problemas como quiera. Pero hay que distinguir el modo serio y honrado de hacerlo, del que no es honrado” (La revolución proletaria y el renegado Kautsky, ibídem, p.395).

Como se ha podido ver, el modo de García de abordar el problema del leninismo no es ni serio ni honrado.

Pues bien, como es de conocimiento general, García pretende hacer potable su abjuración del marxismo-leninismo falsificando la identidad ideológica de Mariátegui y el PSP.

Esta doble falsificación ha sido desenmascarada por nosotros en varios artículos (25), por lo que en estas líneas nos limitaremos a señalar algunas nuevas cuestiones sobre el tema.

Como se sabe, Mariátegui acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP, y nunca será bastante señalar que de este modo puso en claro su personal filiación ideológica.

Pretender que esto no fue así con el argumento de que Mariátegui se definió “marxista convicto y confeso”, es vender la imagen de un Mariátegui incoherente: personalmente marxista a secas, y marxista-leninista como militante y Secretario General del PSP. Esta incoherencia es sugerida por la necia falsificación de la identidad doctrinal del maestro que García, Aragón, Pérez y demás liquidadores pretenden venderle a la izquierda peruana.

        Todo marxista informado sabe que, en su afán de descalificar el concepto de dictadura del proletariado, el renegado Kautsky sostuvo que dicho término se encuentra una sola vez en la obra de Marx, y que, por esto, era una “palabreja”.

Este tipo de argumento estadístico de Kautsky constituye, por cierto, un “enfoque evasivo” del problema.

En efecto, la cuestión de la dictadura del proletariado no se presenta como el problema de cuántas veces se encuentra este término en la literatura marxista, sino si el mismo encierra un concepto correcto o no.

Por eso, en su crítica a Kautsky en punto al tema, Lenin no puso el acento en las veces que Marx utilizó el mencionado término, sino en demostrar la verdad del concepto que encierra.

Como es de conocimiento común, García, repitiendo el argumento estadístico de Kautsky, es decir su enfoque evasivo, escribió en el artículo El partido de Mariátegui: “Este término [el término marxismo-leninismo] se encuentra dos veces en la obra de JCM”, y de esta forma quiso decir que el mencionado término es una palabreja (26).

Pues bien, exactamente como en el caso del término dictadura del proletariado, en el del término marxismo-leninismo el problema tampoco es cuántas veces lo utilizó Mariátegui, sino si encierra un concepto verdadero o no.  

Por eso, en nuestra crítica a su negación por parte de García, no hemos puesto el acento en las veces en que se encuentra en la literatura mariateguiana (27), sino en demostrar su legitimidad como denominación de la verdad universal del proletariado y en la defensa de la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP.    

Los oportunistas de todos los tiempos no solo se adulan recíprocamente, sino que, al mismo tiempo, se prestan sus métodos criollos, sus equívocos procedimientos en su lucha contra el marxismo y los marxistas.

Por eso no tiene por qué extrañar que García haya copiado el argumento estadístico de Kautsky a fin de renegar el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP.

Tampoco tiene por qué extrañar que, a su vez, Aragón y los demás liquidadores copien servilmente a García, y que, por esta vía, no hayan hecho otra cosa que copiar al renegado Kautsky.

Pero hay más: la negación del leninismo no es nada nuevo, y, como lo hemos anotado en otro lugar, todo lo que hace García es ir tras los talones de quienes, en el Perú y en el mundo, desde hace décadas reniegan el leninismo.

En el mundo, como lo hizo, por ejemplo, el mal llamado “eurocomunismo”.

En el Perú, como lo hicieron, seis o siete años antes que García, algunos teóricos del PUM, quienes, precisamente, aducían que Mariátegui utilizó muy pocas veces el término leninismo, es decir, el término marxismo-leninismo (28).

O sea que, exactamente como en relación a otras cuestiones, García no tiene tampoco el mérito de la originalidad respecto al intento oportunista de negar el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP, sencillamente porque, tal como ya quedó claro, todo lo que hace es seguir las huellas de anteriores falsificadores de dicha cualidad doctrinal del maestro y su partido.

Notas 
[25] Ver los trabajos El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, Mariátegui y el leninismo, Mariátegui y la base de unidad del Partido, El concepto mariateguiano de partido de masas y de ideas, capítulos II y V del libro El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su denominación, El pez por la boca muere, etcétera, todos de amplia circulación.
[26] Quien ha utilizado esta palabra ha sido Aragón, pero es indudable que solo porque García ya la había insinuado con su “dos veces”, y, además, porque con anterioridad había utilizado otra peor: en su huachafo artículo Las cinco caídas de yo el supremo, calificó el término marxismo-leninismo de “carroña”. De esto se puede dar cuenta cualquier persona que sepa leer.
[27] Aunque para precisar, hemos demostrado en otro lugar que no fueron dos sino tres veces que Mariátegui utilizó dicho término, lo que puso en evidencia que García ni siquiera contó bien, o que contó bien y solo para hacer más convincente su argumento estadístico (aunque solo en el marco de su grupo), falsificó la verdad cuantitativa a favor de un número menor. En este contexto, lo que tiene especial relevancia para nosotros es que una de esas tres veces fue precisamente en un documento de tan grande importancia como es Principios programáticos del Partido Socialista. Este hecho demuestra que el menosprecio de García por el término marxismo-leninismo es, de hecho, menosprecio por la propuesta programática de Mariátegui. El temperamento criollo de García y su monumental deshonestidad intelectual y política se revelan precisamente –y tal vez más que en ninguna otra cosa– en no sostener su negación del leninismo a nombre propio, es decir, en endosarles a Mariátegui y al PSP dicha negación a efecto de servirse de ellos como coartada para engañar y manipular a  cuanto incauto pueda haber por ahí. 
[28] En efecto, en el ya mencionado folleto Mariátegui y el seudo mariateguismo actual, algunas afirmaciones de su autor dan testimonio probatorio de nuestro aserto (ver pp.5, 7 y 12).   


11.11.2015.



El Pesimismo de Juan Croniqueur

(Octava Parte)

Jorge Oshiro

SE APRECIA YA EN ESTOS PASAJES las coincidencias fundamentales entre las posiciones filosóficas de Schopenhauer con las de Spinoza. Al definir al hombre como voluntad se ubica el filósofo alemán en la tradición, no del cogito cartesiano como Kant, sino de conatus spinoziano. Y como Spinoza va a poner el alemán en el centro de su meditación al cuerpo humano.

        Según Shopenhauer el origen de nuestros juicios no se realiza corrientemente a través del encadenamiento de ideas claras. Se origina más bien en las oscuras profundidades. Se desarrolla casi tan inconscientemente como el proceso de digestión1. En esa nuestra misteriosa interioridad es la Voluntad que impulsa a su sirviente, el Intelecto:

“el poderoso ciego que lleva en sus hombros al paralítico observador”.

Aquí ya apreciamos la radical divergencia entre la concepción del conatus spinoziana y de la voluntad shopenhaueriana. En Spinoza el intelecto no es otra cosa que el conatus en tanto que éste piensa clara y distintamente. Para aquél existe una diferencia ontológica entre ambos. Mientras en la filosofía del judío-holandés nos encontramos en un monismo, o tendencia al monismo como afirma Labriola, Shopenhauer, como fiel discípulo de Kant se queda en el dualismo. El Entendimiento es para éste meramente un ‘ministro de relaciones exteriores’ que la naturaleza creó para que sirva a la Voluntad. Se aprecia el origen de su profundo irracionalismo.

        Eso que da unidad y coherencia a la conciencia es la Voluntad. Es solamente ella que es intransformable e idéntica a sí misma y ha creado la Conciencia para sus propios fines. El carácter se encuentra no en el Entendimiento, sino en la Voluntad.

        La sabiduría popular acierta grandemente cuando ella privilegia ‹el Corazón› contra la ‹Cabeza›. Ella sabe que una ‹buena voluntad› es más profunda y podemos confiar en ella más que en un espíritu despierto y cuando ella denomina a un hombre astuto, ‹ilustrado› o vivo, lo dice con una actitud de sospecha o de rechazo. El mismo cuerpo es creado por esta Voluntad. La sangre se crea impulsada hacia adelante por la Voluntad que llamamos vida indeterminada. Para Schopenhauer son

“los dientes, la garganta y el tubo digestivo el hambre objetivado, los genitales el apetito sexual objetivado”.

La Voluntad es naturalmente Voluntad de vivir, pero una voluntad de vivir al máximo. La Voluntad es voluntad de vivir y su enemigo eterno es la muerte. La Voluntad persevera, persiste en vivir y su mecánica de base es la reproducción. Ella es el último fin de cada ser viviente y su instinto más poderoso.

        El individuo y sus deseos se subordinan bajo la ley de la reproducción. El es por esto, un mero instrumento de su especie. El individuo aparece solamente en el espacio y el tiempo como un ser independiente. Pero ‘espacio y tiempo’ son para Schopenhauer, siguiendo la tradición de los Vedas y Platón, meramente ilusión. Todo lo contrario con Spinoza, los individuos son expresiones modales de la única sustancia, pero no hay sustancia sin sus expresiones individuales, por lo tanto las expresiones individuales no son ‘meramente ilusiones’.

        En realidad sólo existe la especie, solamente la Vida, solamente la Voluntad. Esta, la Voluntad, como Totalidad es libre y solamente ella, pues fuera de ella no hay otra Voluntad que pueda limitarla. Pero por otro lado cada parte de la Voluntad está irrevocablemente determinado por la Totalidad.

        Si el mundo es Voluntad, entonces es el mundo de los sufrimientos, pues Voluntad es ella misma Afán, Deseo y estos son infinitos. En cambio la satisfacción de ellos son limitados. Schopenhauer:

“Nuestra existencia no tiene otro fundamento sobre el cual descansar que el desvanecimiento del presente. Por tal razón tenemos delante de nosotros un eterno movimiento sin encontrar descanso…Pues bien, la inquietud es la forma de la existencia. En un mundo como éste donde no existe ningún tipo de estabilidad, donde no es posible ningún tipo de estado permanente, todo lo contrario todo es torbellino y movimiento, es imposible ni siquiera pensar en la felicidad”.

La Vida es también un mal porque el mayor estímulo en ella como también su realidad fundamental es el dolor; y el placer es solamente un negativo cese del dolor. Schopenhauer: “pues la carencia, la privación, el sufrimiento es lo Positivo, lo que se presente inmediatamente”. En cambio:

“Toda satisfacción o lo que generalmente se denomina felicidad, es en realidad y esencialmente sólo lo Negativo y jamás positivo”.

Por otro lado la vida es un mal porque, “tan pronto como el hombre tienen un descanso de la necesidad y el sufrimiento, aparece el aburrimiento…”. Y el aburrimiento conduce a otro tipo de sufrimiento. La vida del hombre oscila, por tanto, entre el dolor y el aburrimiento.

        “Después”, dice en otro lugar el filósofo alemán, “que el hombre transplantó todo sufrimiento y tormento al infierno, no le quedó para el cielo sino solamente el aburrimiento”.

        La vida es también un mal porque cuanto más desarrollado es un organismo, tanto más son sus sufrimientos. El crecimiento de sus conocimientos no trae ninguna solución. Al contrario, cuanto mayor el conocimiento, mayor el sufrimiento.

        En fin la vida es un mal porque ella es Guerra. En toda la naturaleza encontramos lucha por la existencia, concurrencia, choques y una serie infinita de victorias y de derrotas. ‘Homo homini lupus’.

        La salida definitiva es el suicidio. Pero esta victoria es solamente individual y aislada. En dimensiones de la especie continúa la vida. La vida se ríe del suicidio y se burla de la muerte. Por cada suicidio corresponde el nacimiento no libre  de miles.

        Para Schopenhauer hay verdaderamente sólo dos vías de redención: la vía estética de la redención o salvación, y la vía ética-religiosa, la redención en sentido propio.

        Para él el cristianismo es una filosofía profunda del pesimismo. En realidad, según Schopenhauer lo que hace al cristianismo no es otra cosa que la doctrina del pecado original (afirmación de la Voluntad) (1986: 70). El ayuno es un medio importante para debilitar todo tipo de deseo, que jamás nos conduce a la felicidad, sino nos lleva o bien a la desilusión o bien a otros deseos.

        Pero aún más profundo que el cristianismo es el budismo, porque, siempre según Schopenhauer, identifica la religión con la supresión de la voluntad y predica el ‘Nirvana’ como el fin de todo desarrollo personal. Los hindúes han visto mejor que nadie que el ‘Yo’ es una ilusión, un engaño, que el individuo es puramente una aparición y que la única realidad es el ‘Uno Infinito’. La más alta verdad es por lo tanto el Nirvana, es decir, reducir los deseos y la voluntad a un grado mínimo,

“Pues cuanto menor es la incitación a la Voluntad, menor es también el sufrimiento”.

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(1) Se anuncia claramente aquí el subconsciente freudiano.

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