La Obra de Mao Zedong
y el Revisionismo Chino
(Segunda Parte)
Eduardo Ibarra
II
MARX
SEÑALÓ:
Este socialismo es la
declaración de la revolución permanente,
de la dictadura de clase del
proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión
de todas las relaciones de producción en que éstas descansan, para la supresión
de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de
producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas
relaciones sociales. (Las luchas de
clases en Francia de 1848 a 1850, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú,
s/f, p. 138).
Marx
se refiere aquí expresamente a la función destructora del socialismo, a lo que
el socialismo tiene que suprimir y subvertir en el curso de su desarrollo, a lo
que debe destruir para construir lo nuevo a efecto de desarrollar y llevar
hasta el fin la construcción de las condiciones materiales y espirituales de
realización del comunismo. Así, el concepto de revolución permanente expresa la idea de continuar la revolución
bajo la dictadura del proletariado, y comprende tanto lo económico (supresión
de las relaciones de producción no socialistas) como lo político (supresión de
las diferencias de clase en general), tanto lo social (supresión de todas las
relaciones sociales correspondientes a las relaciones de producción no
socialistas) como la superestructura ideológica y, en consecuencia, la
concepción del mundo de la gente (subversión de todas las ideas que brotan de
las relaciones sociales no socialistas).
En el fondo de esta teoría de Marx se
encuentra la cuestión del desarrollo de las fuerzas de producción socialistas,
pues no tendría ningún sentido destruir lo viejo si lo nuevo no se sustentara
en el desarrollo de aquellas fuerzas productivas, entre las cuales hay que
tener presente a las clases trabajadoras como la principal fuerza productiva de
la historia y, por eso, hay que tener en cuenta que la esencia del desarrollo
de las clases trabajadoras en el socialismo reside en el dominio por ellas de
sus condiciones de producción y de vida en general. Precisamente Marx destacó la
importancia del desarrollo de las fuerzas productivas socialistas:
En la fase superior
de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación
esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la
oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo
no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con
el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las
fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza
colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el derecho burgués, y la
sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según sus capacidades; a
cada cual, según sus necesidades! («Crítica del programa de Gotha»).
Ciertamente
lo central de esta cita es el desarrollo de las clases trabajadoras:
desaparición de la subordinación de los individuos a la división de trabajo (oposición
entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, entre el trabajo masculino y
el trabajo femenino, entre el campo y la ciudad), transformación del trabajo en
la primera necesidad vital de los hombres (vivir para trabajar, para crear),
desarrollo de los individuos en todos sus aspectos físicos, espirituales y
sociales, desarrollo gigantesco de la riqueza colectiva, rebasamiento del
derecho burgués, realización del principio «De cada cual, según sus
capacidades; a cada cual, según sus necesidades”.
En resumidas cuentas, la lucha de clase del proletariado
bajo su dictadura revolucionaria se explica porque, como subrayó Marx:
De lo que aquí se
trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad
capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el
económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de
cuya entraña procede. (Ob. cit.).
Es
decir, la dictadura revolucionaria del proletariado es la condición política sine qua non para la desaparición de las
clases, la lucha de clases y el Estado y, por consiguiente, una necesidad
histórica para la emancipación de la humanidad de toda explotación económica,
de toda opresión política, de toda dominación ideológica del hombre por el
hombre. Por eso Marx puntualizó:
Entre la sociedad
capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación
revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también
un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la
dictadura revolucionaria del proletariado. (Ob.
cit.)
Las
tres cuestiones que Marx aborda en «Crítica del programa de Gotha»: el sello de
la vieja sociedad, la dictadura revolucionaria del proletariado, el rebasamiento
del derecho burgués, tienen relación directa con la revolución permanente del
proletariado, pues el aumento de la producción hasta el punto de hacer posible
la realización del principio «de cada cual, según sus capacidades; a cada cual,
según sus necesidades», es la condición económica fundamental de la lucha por
la realización del comunismo.
Esto significa que el socialismo no es
solo la lucha por las tres supresiones y la subversión de las ideas
tradicionales, sino también, al mismo tiempo, el desarrollo de las fuerzas
productivas en grado tal que haga posible que la riqueza social corra a chorro
y, por eso, que el derecho burgués sea completamente rebasado.
Aquellas cuestiones (las tres
supresiones y la subversión mencionadas) y el desarrollo grandioso de las
fuerzas productivas expresan la concepción según la cual el socialismo es una sociedad
de transición, es decir, una sociedad en cuyo terreno se construyen las
condiciones económicas, políticas e ideológicas para la realización del
comunismo. En el marco de esta concepción (y de esta praxis), tales supresiones
y tal subversión, así como el desarrollo de las fuerzas de producción
socialistas, dan cuenta de la relación entre la economía y la política. Esta
relación se expresa en el principio de empeñarse
en la revolución y promover la producción. Empeñarse en la revolución es
continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado; promover la
producción es desarrollar las fuerzas productivas socialistas (cosa que redunda
en la continuación de la revolución). Y como la mayor fuerza productiva de la
historia es el hombre trabajador y, en el socialismo, esa verdad debe hacerse
realidad como en ninguna formación social precedente, el lector puede entender
perfectamente la relación ente los dos elementos que hacen el principio que
comentamos.
Por lo expuesto, se entenderá que la
teoría marxista de la revolución permanente no puede comprenderse sin la
concepción del socialismo que Marx expuso en «Crítica del programa de Gotha».
En otro lugar, Marx sostuvo:
… la Comuna
era, esencialmente, un Gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la
clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin
descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del
trabajo.
Por tanto, la
Comuna habrá de servir de palanca para extirpar los cimientos económicos sobre
los que descansa la existencia de las clases y, por consiguiente, la dominación
de clase. Emancipado el trabajo, todo hombre se convierte en trabajador, y el
trabajo productivo deja de ser un atributo de una clase. (La guerra civil en Francia).
Como
es de conocimiento común, la Comuna de París no fue un organismo parlamentario,
sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo; sus
funcionarios en todas las ramas de la administración pública eran elegidos por
sufragio universal y revocables en todo momento; el salario de los funcionarios
fue el salario de los obreros; el ejército permanente fue suprimido a favor del
pueblo en armas y la policía fue igualmente suprimida; etcétera.
Así, el Estado de la Comuna no era ya un Estado en el sentido
estricto de la palabra, sino un Estado en el cual sus funciones habituales
fueron absorbidas por las clases trabajadoras; es decir, la Comuna fue un
semi-Estado, un Estado en extinción.
Por consiguiente, se entenderá que la teoría de la
revolución permanente tampoco puede comprenderse sin la exposición que hizo
Marx del Estado-Comuna en La guerra civil
en Francia.
Basándose en Marx, Lenin subrayó:
Durante la época de
la dictadura del proletariado subsisten y
subsistirán las cases. La dictadura dejará de ser necesaria cuando no
existan las clases. Pero éstas no desaparecerán sin la dictadura del
proletariado.
Subsisten las clases,
pero cada una de ellas cambió de
aspecto en la época de la dictadura del proletariado, lo mismo que cambiaron
sus relaciones mutuas. La lucha de clases no desaparece bajo la dictadura del
proletariado; lo único que hace es asumir nuevas formas.
La clase de los
explotadores, los terratenientes y capitalistas no ha desaparecido ni puede
desaparecer en seguida bajo la dictadura del proletariado. Los explotadores han
sido derrotados, pero no aniquilados. Conservan una base internacional, el
capital internacional, del cual son parte integrante. Conservan, en parte,
algunos medios de producción, conservan el dinero, conservan enormes relaciones
sociales. Y como consecuencia precisamente de su derrota se ha multiplicado en
cien y en mil veces su fuerza de resistencia. El “arte” de dirigir el Estado,
el ejército y la economía les da una enorme superioridad, y en consecuencia su
importancia es muchísimo mayor que su proporción numérica dentro de la cifra
global de la población. La lucha de clase de los explotadores derrocados contra
la vanguardia victoriosa de los explotados, es decir, contra el proletariado,
se ha hecho encarnizada en grado considerable. Y no puede ser de otro modo, si
en realidad nos referimos a la revolución y no suplantamos este concepto (como
lo hacen todos los héroes de la II Internacional) por ilusiones reformistas.
… el proletariado debe
proseguir su lucha de clase utilizando para ello el aparato del poder estatal y
empleando diversos métodos de lucha, de influencia y acción con respecto a la
burguesía derrocada y a la pequeña burguesía vacilante. («Economía y política
en la época de la dictadura del proletariado»).
Lenin
analizó aquí la primera experiencia de dictadura del proletariado triunfante y
arribó a la conclusión irrecusable de que las clases subsisten y subsistirán en
el socialismo y que la dictadura del proletariado es la condición de la
desaparición de las mismas. El jefe bolchevique se refiere, obviamente, a las
clases que existían en el capitalismo: burguesía, proletariado y pequeña
burguesía.
También sostuvo Lenin:
Teóricamente no cabe
duda de que entre el capitalismo y el comunismo media cierto período de
transición. Este período no puede ser por menos de aunar los rasgos o las
propiedades de estos dos sistemas de economía social. No puede ser más que un
período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente o, en
otras palabras, entre el capitalismo derrotado, pero no aniquilado, y el
comunismo ya con vida, pero todavía muy débil.
La necesidad de toda
una época histórica caracterizada por esos rasgos del período de transición,
tiene que ser evidente por sí misma, no sólo para el marxista, sino para
cualquier persona culta que, de un modo u otro, conozca la teoría del
desarrollo. Y sin embargo, todos los razonamientos que sobre el tránsito al
socialismo escuchamos de los actuales representantes de la democracia
pequeñoburguesa… se distinguen por el completo olvido de esta verdad evidente.
Los demócratas pequeño burgueses se caracterizan por su aversión a la lucha de
clases, por sus sueños acerca de la posibilidad de eludir esta lucha, por su
tendencia a limar, paliar y conciliar las cortantes aristas. De ahí que esa
clase de demócratas burgueses se desatiendan de cualquier reconocimiento de
toda una etapa histórica de tránsito del capitalismo al comunismo o consideren
que su cometido consiste en cavilar planes encaminados a reconciliar a las dos
fuerzas beligerantes, en lugar de dirigir la lucha de una de ellas.
Las formas
fundamentales de la economía social son el capitalismo, la pequeña producción
mercantil y el comunismo. Y las fuerzas fundamentales la burguesía, la pequeña
burguesía (particularmente el campesinado) y el proletariado.
La economía de Rusia
en la época de la dictadura del proletariado representa la lucha que en sus
primeros pasos sostiene el trabajo mancomunado al modo comunista –en la escala
única de un inmenso Estado– contra la pequeña producción mercantil y el
capitalismo: contra el capitalismo que aún persiste y que vuelve a surgir sobre
la base de esa pequeña producción.
El trabajo se ha
unificado en Rusia sobre principios comunistas porque, en primer lugar, se
abolió la propiedad privada sobre los medios de producción, y en segundo lugar
porque el poder estatal proletario organiza en escala nacional la gran
producción en las tierras pertenecientes
al Estado y en las empresas estatales, distribuye la mano de obra entre las
distintas ramas de la economía y las diversas empresas y reparte entre los
trabajadores grandes cantidades de artículos de consumo pertenecientes al
Estado.
Del mismo modo [la
dictadura del proletariado] no hizo más que [iniciar] la organización de las
diversas formas de cooperación de los pequeños agricultores, como transición de
la pequeña agricultura mercantil a la agricultura comunista.
La economía campesina
sigue siendo una pequeña producción mercantil. Y representa una base muy amplia
para el capitalismo, con raíces muy profundas y muy fuertes. Sobre esta base se
mantiene en pie y resurge el capitalismo, en la más encarnizada de las luchas
contra el comunismo.
En
la medida en que las clases subsisten bajo la dictadura del proletariado, el
socialismo se presenta como un período de lucha contra la burguesía y la
pequeña burguesía (aunque en cada uno de
estos casos en forma diferente), es decir, el socialismo se revela como la
lucha entre «el trabajo
mancomunado al modo comunista», de un lado, y el capitalismo y la pequeña
producción mercantil, del otro; como la lucha «contra el capitalismo
que aún persiste y que vuelve a surgir sobre la base de esa pequeña producción»;
como la lucha entre el proletariado y la burguesía, entre la vía socialista y
la vía capitalista. En otras palabras, el socialismo no es la
conciliación de las dos fuerzas beligerantes: el proletariado y la burguesía,
no es la integración de la burguesía en el proletariado, no es la integración
del revisionismo en el partido proletario, sino la dictadura revolucionaria del
proletariado.
Asimismo, el jefe de la
Revolución Rusa mantuvo:
En Rusia (después de
más de dos años de haber derribado a la burguesía) estamos dando aún los
primeros pasos en la transición del capitalismo al socialismo o fase inferior
del comunismo. Las clases siguen existiendo y existirán durante años en todas
partes después de que el proletariado conquiste el poder. (…) Suprimir las
clases no significa sólo expulsar a los latifundistas y a los capitalistas
–esto lo hemos hecho nosotros con relativa facilidad–; significa también
suprimir los pequeños productores de mercancías. Pero a éstos no se les puede
expulsar, no se les puede suprimir; hay que convivir con ellos, y sólo se puede
(y se debe) transformarlos, reeducarlos, mediante una labor de organización muy
larga, lenta y prudente. Estos pequeños productores cercan de elemento
pequeñoburgués al proletariado, lo impregnan de ese elemento, lo corrompen con
él, provocan sin cesar en el seno del proletariado recaídas de pusilanimidad
pequeñoburguesa, de atomización, de individualismo, de vaivenes entre la
exaltación y el abatimiento. Para hacer frente a eso, para conseguir que el
proletariado desempeñe acertada, eficaz
y victoriosamente su función organizadora
(que es su función principal), son necesarias una centralización y una
disciplina severísimas en el partido político del proletariado. La dictadura
del proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica,
militar y económica, pedagógica y administrativa contra las fuerzas y las
tradiciones de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre de millones y
millones de personas es la fuerza más terrible.
La dictadura del
proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase
contra un enemigo más poderoso,
contra la burguesía, cuya resistencia se
ve decuplicada con su derrocamiento (aunque no sea más que en un país) y
cuyo poderío consiste, no sólo en la fuerza del capital internacional, en la
fuerza y la solidez de los vínculos internacionales de la burguesía, sino,
además, en la fuerza de la costumbre,
en la fuerza de la pequeña producción.
Porque, por desgracia, queda todavía en el mundo mucha, muchísima pequeña
producción, y ésta engendra
capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo
y en masa. Por todos estos motivos, la dictadura del proletariado es
imprescindible, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una guerra
prolongada, tenaz, encarnizada, desesperada, a muerte; una guerra que requiere
serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y voluntad única. (Enfermedad infantil).
Aquí
Lenin traza la política a seguir con respecto a los pequeños productores de
mercancías:
a
estos
no
se les puede suprimir como a la burguesía y solo se debe reeducarlos, transformar
su concepción del mundo mediante una labor ideológica y organizativa bastante
prolongada, ciertamente lenta y particularmente prudente. Es indudable que los
pequeños productores de mercancías forman un cerco alrededor del proletariado e
introducen en su seno elementos de la ideología y la psicología pequeño burguesas.
Por eso el partido proletario debe desplegar una centralizada y disciplinada
labor de educación y de organización entre las masas trabajadoras, incluidas,
naturalmente, las masas de pequeños productores. La potencia de estos
productores reside en la fuerza de la costumbre y, como lo ha demostrado la
experiencia histórica, la pequeña producción «engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada
hora, de modo espontáneo y en masa».
La teoría maoísta de la continuación de las revolución
bajo la dictadura del proletariado plantea que en el socialismo continúan
existiendo las clases y la lucha de clases, que, por lo tanto, la contradicción
principal en el socialismo es entre el proletariado y la burguesía, que, por lo
tanto, existe la lucha entre el camino capitalista y el camino socialista, que,
por lo tanto, existe el peligro de la restauración del capitalismo, que, por lo
tanto, hay que transformar la concepción del mundo de la gente movilizando a
las grandes masas populares para combatir y prevenir el revisionismo, consolidar
la dictadura del proletariado, conjurar la restauración del capitalismo y
construir el socialismo y, así, avanzar la lucha por la realización del
comunismo.
Las afirmaciones de Marx y Lenin, copiadas aquí, entre
otras de ellos mismos, son las fuentes teóricas de la teoría maoísta de la
continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado; las fuentes
históricas de esta teoría son la experiencia internacional de la dictadura del
proletariado (especialmente la de la URSS), así como la propia experiencia de
la revolución china. Y no cabe ninguna duda que estas experiencias han
demostrado que dicha teoría de Mao desarrolla aquellas fuentes teóricas, es
decir, desarrolla el marxismo-leninismo en punto a la dictadura revolucionaria del
proletariado. Para comprender cabalmente la particular importancia de este
desarrollo, tenga en cuenta el lector la siguiente afirmación de Lenin:
Marxista sólo es el
que hace extensivo el reconocimiento
de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En
esto es en lo que estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un
pequeño (o un gran) burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que hay
que contrastar la comprensión y el reconocimiento real del marxismo.
Confirmado
el valor teórico universal de la teoría maoísta de la continuación de la
revolución bajo la dictadura del proletariado, actualmente –y prácticamente desde
la segunda mitad de los años sesenta del siglo pasado–, marxista-leninista es
solo el que reconoce dicha teoría, aunque esta sencilla verdad pueda sonarle
exagerada al oído oportunista.
10.01.2021.