Propaganda a la Crisis Económica Como Política Para
Agravar la Explotación de los Trabajadores
Cesar Risso
LA BURGUESÍA PRETENDE que los trabajadores asalariados
y, a través de ellos, las clases trabajadoras en general, concuerden en la
necesidad de recibir menos remuneraciones, o de aceptar condiciones materiales
de existencia peores. Esto es, debido a la caída de la inversión y la
consecuente recesión en la que nos encontramos, con el resultado lógico de la
disminución de las ganancias, los trabajadores seamos racionales y nos
sometamos a la situación que ha provocado la propia burguesía.
No tiene otro sentido la intensa propaganda de la
crisis que estamos atravesando. La burguesía ha pasado rápidamente de la
negación de la crisis económica a la propaganda de la misma.
Cuando a la burguesía no le va bien en sus negocios,
porque la rentabilidad de su inversión ha disminuido, es decir, la tasa de
explotación, o la cuota media de ganancia, ha disminuido, como corresponde a
las leyes del desarrollo del capitalismo, entonces pretenden convencernos de la
necesidad de aceptar una menor remuneración. Para expresarlo en los términos de
la economía burguesa en base a la situación actual, se trata de que la
inflación, que reduce la capacidad de compra y de consumo de las clases
trabajadoras, no se compense con un aumento de remuneraciones.
Pero esta actitud de hacer entrar en razón a los
trabajadores para no aumentar las remuneraciones (salario nominal) y en
consecuencia reducir su remuneración real, es una política permanente de la
burguesía.
Por ejemplo, en las negociaciones colectivas, la
patronal muestra los estados financieros a los representantes de los
trabajadores, señalando la mala situación de la empresa, y por lo tanto
planteando la imposibilidad de mejorar la situación de los trabajadores. Esta
maniobra tiene como sustento la adulteración de la verdadera situación de la
empresa, pero de la mano con esto, y para que funcione esta maniobra, parten
del compromiso de los trabajadores con la empresa.
Para dar sustento a esta política, en la que
comprometen a los trabajadores en la búsqueda de la mejora económico-financiera
de la empresa en la que trabajan, plantean que el “capital humano” es
fundamental para el crecimiento de la empresa. Así, a través del desarrollo
“teórico” acerca de la empresa, lo que hacen es racionalizar la necesidad de
los empresarios de contar con el apoyo de los trabajadores, planteando por
ejemplo, que la empresa tiene como clientes no solo a los consumidores de los
bienes y servicios (mercancías) que produce, sino también al gobierno,
interesado en que le vaya bien a la empresa para recibir más impuestos; a los
proveedores, que necesitan que a la empresa le vaya bien para que les sigan
comprando los insumos; a los trabajadores, para que tengan donde laborar y
obtener sus remuneraciones, etc. De modo que los trabajadores tienen que
preocuparse para que sean más explotados para que la burguesía pueda disfrutar
de mayores ganancias.
A esto se reduce la propaganda burguesa de la actual
crisis económica.
Por supuesto que el gobierno interviene en esta propaganda,
planteando que es necesario otorgarles beneficios tributarios y otras
condiciones favorables a las empresas, para que la inversión aumente, y esto
permita a la larga el crecimiento económico de nuestro país, y así mejorar la
situación de todos. En consecuencia, tenemos que aceptar las medidas de las
empresas que afectan nuestro bienestar material, y también tenemos que estar de
acuerdo con la política burguesa del gobierno que da medidas para favorecer aun
más a las empresas, perjudicando a los trabajadores en su conjunto a nivel
nacional.
Las propuestas hechas por las diferentes entidades que
representan a la burguesía apuntan a generar confianza para la inversión. Esto
se traduce en una serie de ventajas para las empresas privadas. Pero esta
confianza, que no es otra cosa que adaptar las leyes a las necesidades de las
empresas para que exploten en mejores condiciones a los trabajadores, resultan inocuas,
puesto que, en los periodos de crisis económica, al no poder obtener las
ganancias esperadas, no por las leyes sino por encontrarse en la fase del ciclo
económico en que disminuye la tasa de ganancia, solo ofrece el espectáculo de
un ataque a los trabajadores empeorando sus condiciones materiales de
existencia.
Tomemos como ejemplo solo un aspecto del impacto de la
crisis económica en los trabajadores que ganan el sueldo mínimo legal.
Si consideramos el dato de la inflación del mes de
agosto, los precios en promedio (índice de precios al consumidor a nivel
nacional) aumentaron en 0,40%, mientras que la inflación acumulada de
enero-agosto es de 3,58%.1 Esto significa que, a la fecha de hoy,
con 1025 soles se puede comprar lo que antes se compraba con 990 soles. Evidentemente
la inflación reduce la capacidad de compra de los trabajadores. La situación es
más grave aun puesto que los trabajadores ven afectados sus ingresos por los
descuentos de ley, reduciendo los 1025 soles a aproximadamente a 897 soles, al
que si le aplicamos el efecto de la inflación quedaría reducido a 866 soles.
Sin embargo, consideremos solo el precio del limón.
Esto nos permitirá ver con mayor claridad el impacto de la inflación en las
remuneraciones de los trabajadores y la necesidad del aumento de estas para
mantener por lo menos el nivel de compra.
Si consideramos que hasta hace unos días se podía
adquirir un kilo de limón a S/2,5 y ahora se consigue a S/15, entonces el
impacto en la capacidad de compra de quienes reciben como remuneración el
salario mínimo, es el siguiente: dividiendo el salario mínimo legal por el
precio del limón de S/2,5 se tiene que se podía comprar 410 kilos de limones;
pero al precio de S/15 se puede comprar 68 kilos de limones. Es decir que la
capacidad de compra disminuye considerablemente. De modo que la inflación es la
disminución de los ingresos reales, lo que significa que los trabajadores
pueden comprar menos de lo que antes compraban, y en consecuencia su consumo baja.
Las consecuencias sobre la salud de los trabajadores y sus familias son
evidentes.
Si este es el impacto sobre la vida de los
trabajadores, cómo es posible que los empresarios soliciten, y exijan, que los
trabajadores comprendan y acepten la necesidad de las empresas de reducir los
costos, y que por lo tanto los trabajadores no pidan el aumento de sus
remuneraciones. Mientras que para la burguesía lo que está en juego es el
aumento de sus ganancias, para los trabajadores lo que está en juego es su vida
y la de su familia.
Las propuestas de los empresarios en la negociación
colectiva no deben ser atendidas por los representantes de los trabajadores.
Mientras siga vigente el capitalismo en el Perú, la lucha debe tener como uno
de sus objetivos, por lo menos, sostener la capacidad de compra de sus
remuneraciones.
Este aspecto está reflejado en el análisis de Carlos
Marx:
Estas pocas indicaciones
bastarán para poner de relieve que el propio desarrollo de la industria moderna
contribuye por fuerza a inclinar la balanza cada vez más en favor del
capitalista y en contra del obrero, y que, como consecuencia de esto, la
tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el nivel medio de
los salarios, sino, por el contrario, a hacerlo bajar, o sea, a empujar más o
menos el valor del trabajo a su límite mínimo. Pero si la tendencia de las
cosas, dentro de este sistema, es tal, ¿quiere esto decir que la clase obrera deba
renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y cejar en sus
esfuerzos por aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para
mejorar temporalmente su situación? Si lo hiciese, veríase degradada en una
masa uniforme de hombres desgraciados y quebrantados, sin salvación posible.
Creo haber demostrado que las luchas de la clase obrera por el nivel de los
salarios son episodios inseparables de todo el sistema de salarios, que en el
99 por 100 de los casos sus esfuerzos por elevar los salarios no son más que
esfuerzos dirigidos a mantener en pie el valor dado del trabajo, y que la
necesidad de forcejear con el capitalista acerca de su precio va unida a la
situación del obrero, que le obliga a venderse a sí mismo como una mercancía. Si
en sus conflictos diarios con el capital los obreros cediesen cobardemente, se
descalificarían sin duda para emprender movimientos de mayor envergadura.2
Pero
esta lucha no puede hacer perder de vista el objetivo histórico del proletariado,
por ello, a renglón seguido de lo afirmado por Carlos Marx en la cita anterior,
añade lo siguiente:
Al mismo tiempo, y aun
prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema
de trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar ante sus propios ojos
el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra
los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es
contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica
paliativos, pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por
entero a esta inevitable guerra de guerrillas, continuamente provocada por los
abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe
comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre
ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales
necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema
conservador de: «¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!», deberá
inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: «¡Abolición del sistema
de trabajo asalariado!»2
____________
(2) Marx, Carlos. Trabajo asalariado y capital.
(3) Ibid.
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