viernes, 1 de septiembre de 2023

Economía

Propaganda a la Crisis Económica Como Política Para Agravar la Explotación de los Trabajadores

Cesar Risso

LA BURGUESÍA PRETENDE que los trabajadores asalariados y, a través de ellos, las clases trabajadoras en general, concuerden en la necesidad de recibir menos remuneraciones, o de aceptar condiciones materiales de existencia peores. Esto es, debido a la caída de la inversión y la consecuente recesión en la que nos encontramos, con el resultado lógico de la disminución de las ganancias, los trabajadores seamos racionales y nos sometamos a la situación que ha provocado la propia burguesía.

No tiene otro sentido la intensa propaganda de la crisis que estamos atravesando. La burguesía ha pasado rápidamente de la negación de la crisis económica a la propaganda de la misma.

Cuando a la burguesía no le va bien en sus negocios, porque la rentabilidad de su inversión ha disminuido, es decir, la tasa de explotación, o la cuota media de ganancia, ha disminuido, como corresponde a las leyes del desarrollo del capitalismo, entonces pretenden convencernos de la necesidad de aceptar una menor remuneración. Para expresarlo en los términos de la economía burguesa en base a la situación actual, se trata de que la inflación, que reduce la capacidad de compra y de consumo de las clases trabajadoras, no se compense con un aumento de remuneraciones.

Pero esta actitud de hacer entrar en razón a los trabajadores para no aumentar las remuneraciones (salario nominal) y en consecuencia reducir su remuneración real, es una política permanente de la burguesía.

Por ejemplo, en las negociaciones colectivas, la patronal muestra los estados financieros a los representantes de los trabajadores, señalando la mala situación de la empresa, y por lo tanto planteando la imposibilidad de mejorar la situación de los trabajadores. Esta maniobra tiene como sustento la adulteración de la verdadera situación de la empresa, pero de la mano con esto, y para que funcione esta maniobra, parten del compromiso de los trabajadores con la empresa.

Para dar sustento a esta política, en la que comprometen a los trabajadores en la búsqueda de la mejora económico-financiera de la empresa en la que trabajan, plantean que el “capital humano” es fundamental para el crecimiento de la empresa. Así, a través del desarrollo “teórico” acerca de la empresa, lo que hacen es racionalizar la necesidad de los empresarios de contar con el apoyo de los trabajadores, planteando por ejemplo, que la empresa tiene como clientes no solo a los consumidores de los bienes y servicios (mercancías) que produce, sino también al gobierno, interesado en que le vaya bien a la empresa para recibir más impuestos; a los proveedores, que necesitan que a la empresa le vaya bien para que les sigan comprando los insumos; a los trabajadores, para que tengan donde laborar y obtener sus remuneraciones, etc. De modo que los trabajadores tienen que preocuparse para que sean más explotados para que la burguesía pueda disfrutar de mayores ganancias.

A esto se reduce la propaganda burguesa de la actual crisis económica.

Por supuesto que el gobierno interviene en esta propaganda, planteando que es necesario otorgarles beneficios tributarios y otras condiciones favorables a las empresas, para que la inversión aumente, y esto permita a la larga el crecimiento económico de nuestro país, y así mejorar la situación de todos. En consecuencia, tenemos que aceptar las medidas de las empresas que afectan nuestro bienestar material, y también tenemos que estar de acuerdo con la política burguesa del gobierno que da medidas para favorecer aun más a las empresas, perjudicando a los trabajadores en su conjunto a nivel nacional.

Las propuestas hechas por las diferentes entidades que representan a la burguesía apuntan a generar confianza para la inversión. Esto se traduce en una serie de ventajas para las empresas privadas. Pero esta confianza, que no es otra cosa que adaptar las leyes a las necesidades de las empresas para que exploten en mejores condiciones a los trabajadores, resultan inocuas, puesto que, en los periodos de crisis económica, al no poder obtener las ganancias esperadas, no por las leyes sino por encontrarse en la fase del ciclo económico en que disminuye la tasa de ganancia, solo ofrece el espectáculo de un ataque a los trabajadores empeorando sus condiciones materiales de existencia.

Tomemos como ejemplo solo un aspecto del impacto de la crisis económica en los trabajadores que ganan el sueldo mínimo legal.

Si consideramos el dato de la inflación del mes de agosto, los precios en promedio (índice de precios al consumidor a nivel nacional) aumentaron en 0,40%, mientras que la inflación acumulada de enero-agosto es de 3,58%.1 Esto significa que, a la fecha de hoy, con 1025 soles se puede comprar lo que antes se compraba con 990 soles. Evidentemente la inflación reduce la capacidad de compra de los trabajadores. La situación es más grave aun puesto que los trabajadores ven afectados sus ingresos por los descuentos de ley, reduciendo los 1025 soles a aproximadamente a 897 soles, al que si le aplicamos el efecto de la inflación quedaría reducido a 866 soles.

Sin embargo, consideremos solo el precio del limón. Esto nos permitirá ver con mayor claridad el impacto de la inflación en las remuneraciones de los trabajadores y la necesidad del aumento de estas para mantener por lo menos el nivel de compra.

Si consideramos que hasta hace unos días se podía adquirir un kilo de limón a S/2,5 y ahora se consigue a S/15, entonces el impacto en la capacidad de compra de quienes reciben como remuneración el salario mínimo, es el siguiente: dividiendo el salario mínimo legal por el precio del limón de S/2,5 se tiene que se podía comprar 410 kilos de limones; pero al precio de S/15 se puede comprar 68 kilos de limones. Es decir que la capacidad de compra disminuye considerablemente. De modo que la inflación es la disminución de los ingresos reales, lo que significa que los trabajadores pueden comprar menos de lo que antes compraban, y en consecuencia su consumo baja. Las consecuencias sobre la salud de los trabajadores y sus familias son evidentes.

Si este es el impacto sobre la vida de los trabajadores, cómo es posible que los empresarios soliciten, y exijan, que los trabajadores comprendan y acepten la necesidad de las empresas de reducir los costos, y que por lo tanto los trabajadores no pidan el aumento de sus remuneraciones. Mientras que para la burguesía lo que está en juego es el aumento de sus ganancias, para los trabajadores lo que está en juego es su vida y la de su familia.

Las propuestas de los empresarios en la negociación colectiva no deben ser atendidas por los representantes de los trabajadores. Mientras siga vigente el capitalismo en el Perú, la lucha debe tener como uno de sus objetivos, por lo menos, sostener la capacidad de compra de sus remuneraciones.

Este aspecto está reflejado en el análisis de Carlos Marx:

Estas pocas indicaciones bastarán para poner de relieve que el propio desarrollo de la industria moderna contribuye por fuerza a inclinar la balanza cada vez más en favor del capitalista y en contra del obrero, y que, como consecuencia de esto, la tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el nivel medio de los salarios, sino, por el contrario, a hacerlo bajar, o sea, a empujar más o menos el valor del trabajo a su límite mínimo. Pero si la tendencia de las cosas, dentro de este sistema, es tal, ¿quiere esto decir que la clase obrera deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y cejar en sus esfuerzos por aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para mejorar temporalmente su situación? Si lo hiciese, veríase degradada en una masa uniforme de hombres desgraciados y quebrantados, sin salvación posible. Creo haber demostrado que las luchas de la clase obrera por el nivel de los salarios son episodios inseparables de todo el sistema de salarios, que en el 99 por 100 de los casos sus esfuerzos por elevar los salarios no son más que esfuerzos dirigidos a mantener en pie el valor dado del trabajo, y que la necesidad de forcejear con el capitalista acerca de su precio va unida a la situación del obrero, que le obliga a venderse a sí mismo como una mercancía. Si en sus conflictos diarios con el capital los obreros cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender movimientos de mayor envergadura.2

Pero esta lucha no puede hacer perder de vista el objetivo histórico del proletariado, por ello, a renglón seguido de lo afirmado por Carlos Marx en la cita anterior, añade lo siguiente:

Al mismo tiempo, y aun prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema de trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar ante sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable guerra de guerrillas, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de: «¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!», deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: «¡Abolición del sistema de trabajo asalariado!»2

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(1) Fuente: https://m.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/boletines/08-agosto-variacion-de-los-indicadores-de-precios-de-la-economia.pdf

(2) Marx, Carlos. Trabajo asalariado y capital.

(3) Ibid.

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