viernes, 1 de septiembre de 2023

Política

A Propósito de Algunas Ideas Erróneas 

Eduardo Ibarra 

3. ¿Es cierto que en ninguna parte Mariátegui plantea la nacionalización de la tierra? No, no es cierto. El texto «Principios de política agraria nacional» (julio de 1927), es una exposición de los principios generales de lo que hubiera sido, ya entonces, el programa agrario del Partido Socialista del Perú. En este texto, Mariátegui escribió: 


1.-El punto de partida, formal y doctrinario, de una política agraria socialista no puede ser otro que una ley de nacionalización de la tierra. (Peruanicemos al Perú, p. 149). 

La cita liquida pues toda tentativa de negar que Mariátegui no hubiera sostenido la nacionalización de la tierra como punto de partida de una política agraria socialista. 

        Desde luego, lo de una política agraria socialista requiere  explicación, así como lo que sigue en el texto mariateguiano y que transcribimos enseguida, exige especificación: 


Pero, en la práctica, la nacionalización debe adaptarse a las necesidades y condiciones concretas de la economía del país. El principio, en ningún caso, basta por sí solo. (Ibídem). 

Sin embargo, tanto lo uno como lo otro constituyen en suma un problema distinto al que nos ocupa ahora, y que, de otro lado, demanda tratamiento aparte.


 

De Cómo Ramón García Pretende Reivindicar el Socialismo Reformista

E. I.

Después de escribir que «la vida política de JCM tiene ahora dos etapas: una es la señalada por Eduardo Ibarra: “una primera, no marxista”, de 1918 a 1920, el socialismo reformista, y que incluye a Nuestra Época. La segunda es la señalada desde hace hace ocho décadas por Eudocio Ravines, el socialismo amautista (por Amauta, continuación de Nuestra Época)», Ramón García agrega al final de su artículo «Acerca del centenario del socialismo peruano»,1 estas dos exclamaciones: 1) «¡Es la comprensión que tienen Ibarra y Ravines del Socialismo Peruano!»; 2) «¡Por eso ha costado ocho décadas su reivindicación, su desagravio!»

Así las cosas, es notorio que García cita fuera de contexto una frase nuestra referida a la etapa inicial de la «orientación socialista» de Mariátegui y, como hemos visto, la alinea con la «comprensión» que tenía Ravines del marxismo de Mariátegui, y esto le facilitó escribir la primera de las exclamaciones citadas arriba. De esta forma dolosa pretende causarle al lector la impresión de que negamos el marxismo mariateguiano, al mismo tiempo que intenta presentarse a sí mismo como reivindicador de Mariátegui, lo que sugiere con su segunda exclamación.2

Es conocido el hecho de que García utiliza el método de descontextualizar algunas afirmaciones de los críticos de sus posiciones a efecto de hacerlas susceptibles de manipulación, y que lo mismo hace con textos del propio Mariátegui.3 Como acabamos de ver, contra nosotros ha utilizado una vez más este método antimarxista. ¿Por qué, pues, García no citó nuestra frase en su contexto o, mejor, por qué no hace la prueba de citar en sus respectivos contextos nuestras varias afirmaciones sobre el proceso de la «orientación socialista» del maestro? Porque, sin duda, si lo hiciese no podría sostener su calumnia, pues, a más de enfrentarse a nuestros argumentos, se vería obligado a confrontarse con las opiniones del propio Mariátegui sobre su inicial socialismo a lo Araquistain, con el inevitable resultado de que saldría muy mal parado. Por eso no es casual que no haya comentado nunca las puntualizaciones mariateguianas sobre el tipo de socialismo que caracterizó a Nuestra Época.

¿Qué pretende «reivindicar» García en realidad? ¿Es García, acaso, «reivindicador» de Mariátegui? Dilucidemos estas cuestiones.

La etapa que va de Nuestra Época hasta el momento previo a la asunción del marxismo-leninismo por Mariátegui en la segunda mitad de 1920 y la etapa que comienza en este período y llega hasta abril de 1930, conforman lo que él mismo denominó su «orientación socialista».

Pues bien, es necesario subrayar que fue el propio Mariátegui quien distinguió dos etapas en su proceso ideológico, cosa que es silenciada por García. En efecto, el maestro escribió sin dejar margen a dudas:

En Lima, algunos escritores que del estetismo d’annunziano importado por Valdelomar habíamos evolucionado al criticismo socializante de la revista España, fundamos hace diez años Nuestra Epoca… (7 ensayos, pp. 253-254).

Como vemos, Mariátegui no dice «habíamos evolucionado al marxismo», sino que, de forma clara, precisa, accesible a cualquier persona, dice que algunos de los escritores que habían evolucionado del estetismo d’annunziano al «criticismo socializante», fundaron la revista Nuestra Época. ¿Y qué era, pues, el «criticismo socializante» de Nuestra Época? Desde luego, no era marxismo. Está claro que, para cualquier marxista que proceda de manera informada y, además, de forma honrada, el «criticismo socializante» que caracterizó a Nuestra Época representaba, sobre poco más o menos, el reformismo de la Segunda Internacional.

Asimismo, apuntó el maestro:

… terminado el experimento “colónida”, los escritores que en él intervinieron, sobre todo los más jóvenes, empezaron a interesarse por las nuevas corrientes políticas. Hay que buscar las raíces de esta conversión en el prestigio de la literatura política de Unamuno, de Araquistain, de Alomar y de otros escritores de la revista España; en los efectos de la predicación de Wilson, elocuente y universitaria, propugnando una nueva libertad; y en la sugestión de la mentalidad de Víctor M. Maúrtua cuya influencia en el orientamiento socialista de varios de nuestros intelectuales casi nadie conoce. Esta nueva actitud espiritual fue marcada también por una revista, más efímera aún que Colónida: Nuestra Epoca. (Ob. cit., p. 284).

O sea, también Nuestra Época marcó la nueva actitud espiritual caracterizada por la literatura política de Unamuno, Araquistain, Alomar y otros escritores de la revista España, la predicación del presidente estadounidense Wilson y el socialismo reformista de Víctor M. Maúrtua.

Además, dejó sentado:

De Nuestra Epoca (julio de 1918) se publicaron sólo dos números, rápidamente agotados. En ambos números, se esboza una tendencia fuertemente influenciada por España, la revista de Araquistain, que un año más tarde reapareció en La Razón, efímero diario cuya más recordada campaña es la de la Reforma universitaria (7 ensayos, 1994, p. 254, nota).

De esta forma definió todo el período que va de Nuestra Época al momento previo a su asunción del marxismo-leninismo, señalando su signo ideológico: el criticismo socializante. Así delimitó una primera etapa de su «orientación socialista».

Veamos, ahora, en su ligazón interna, las siguientes afirmaciones mariateguianas:

… el pensamiento de González Prada, que no impuso nunca límites a su audacia ni a su libertad, dejó a otros la empresa de crear el socialismo peruano. (Ob. cit., p. 261).

A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista. (José Carlos Mariátegui, Correspondencia [1915-1930], Empresa Editora Amauta, Lima, 1984, t. II, p. 331; en adelante, Correspondencia).

En Lima, donde se ha constituido el primer núcleo de industrialismo, es también donde, en perfecto acuerdo con el proceso histórico de la nación, se ha balbuceado o se ha pronunciado la primera resonante palabra del marxismo. (7 ensayos, p. 253).

… en los días en que se cajeaba en Nº 4 de “Claridad”, Mariátegui asume su dirección. El Nº 5 señala el principio de un franco orientamiento doctrinario en el que “Claridad” abandona el tono estudiantil. (Ideología y política, 1986, p. 101).4

Hace año y medio propuse la organización de una especie de seminario de estudios económicos y sociológicos, que proponga en primer término la aplicación del método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú. (Martínez, Ricardo, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p. 272).

El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha. (Ideología y política, p. 160).

Es claro que, con estas afirmaciones, Mariátegui demarcó una segunda etapa de su «orientación socialista», subrayando el marxismo-leninismo como el signo ideológico de la misma. Esto significa que, también según Mariátegui, la empresa de crear el Socialismo Peruano correspondió a su labor marxista-leninista: «A mi vuelta al Perú, en 1923… inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista»; «En Lima… se ha pronunciado la primera resonante palabra del marxismo»; «el principio de un franco orientamiento doctrinario»; «la aplicación del método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú»; «El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha» (cursivas nuestras).

Así, pues, la distinción que hizo Mariátegui de dos etapas en el proceso de su «orientación socialista», es muy sencilla de entender. Sin embargo, arrastrado por su necesidad de tergiversar a Mariátegui a fin de abonar sus posiciones oportunistas, García falsifica el signo ideológico de la etapa inicial de la mencionada orientación (pretendiendo encontrar en ella marxismo, cosa que no contuvo), al mismo tiempo que niega el ulterior marxismo-leninismo del maestro.5 Esta falsificación y esta negación constituyen un agravio a Mariátegui.

Mariátegui acordó y redactó la base de unidad del Partido Socialista del Perú:

El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha. (Ideología y política, p. 160).

Pero, movido por su previa negación del marxismo-leninismo, García minimiza el acuerdo programático del PSP recurriendo al método estadístico del renegado Kautsky:6

El término [el término marxismo-leninismo] sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM… («El movimiento comunista», artículo publicado en la red).

De esta forma, García niega la filiación marxista-leninista de la obra organizativa cumbre de Mariátegui: el Partido Socialista del Perú. Esto es otro agravio a Mariátegui. Pero este agravio encierra algo más que pasamos a explicar. Con el acuerdo del Partido Socialista sobre el marxismo-leninismo, ya citado, Mariátegui dio prueba fehaciente de su filiación marxista-leninista, lo que explica que, con su declaración de ser «marxista convicto y confeso», lo que sostuvo es que era marxista-leninista convicto y confeso. Pero sin ser capaces de llegar a este fondo de la declaración de Mariátegui dirigida al público en general, inspirados en García y con su venia, los demás liquidadores levantan la letra de dicha declaración, para, en la dirección del marxismo a secas del inspirador, negar su verdadero significado, es decir, la filiación marxista-leninista de Mariátegui. Sin embargo, es obvio que, por mucho que los liquidadores se obstinen en silenciar esta filiación, la misma es un hecho histórico que tiene su prueba en el programa mismo del Partido («Principios programáticos del Partido Socialista»), y que, en consecuencia, existe sin mengua ninguna ante los ojos del mundo entero. En el escenario descrito, se desprende que García y sus repetidores insinúan que, mientras como ciudadano Mariátegui era solamente marxista, como militante y Secretario General del Partido era marxista-leninista; es decir, sugieren que Mariátegui adolecía de doblez. Esto es un agravio más a Mariátegui.

El maestro acordó y redactó él mismo lo siguiente:

3º- La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas. (Martínez, Ricardo, Apuntes).

… no cejaré en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana. (Carta de Mariátegui a César Vallejo, en Anuario Mariateguiano, nº 1, Empresa Editorial Amauta, Lima, 18989, p. 15).

De esta forma dejó en claro que su proyecto de un partido de masas y de ideas era de un partido de clase, un partido marxista-leninista de arriba abajo.

Pero García tergiversa el aludido proyecto mariateguiano:

El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como “facción orgánica y doctrinariamente homogénea” (como “célula secreta de los siete”; externamente aspiraba a ser “el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra historia republicana. (La creación heroica de José Carlos Mariátegui, p. 22).

Como vemos, repitiendo a Julio Portocarrero y Hugo Pesce, García dice que el partido proyectado por Mariátegui era un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles entre sí, es decir, un partido doctrinariamente heterogéneo, o sea, no un partido de clase, no un partido marxista-leninista. Esto es un nuevo agravio a Mariátegui.

Sobre el porqué del nombre de Partido Socialista del Perú, Mariátegui escribió:

En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde este fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. (Ideología y política, 1986, p. 249; cursivas nuestras).

De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas. (Martínez, Ricardo, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p. 398; en adelante, Apuntes; cursivas nuestras).

No obstante, silenciando estos categóricos conceptos, García esgrime el siguiente sofisma:

… si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista («El movimiento comunista», artículo publicado en la red).

Esto es otro agravio a Mariátegui.

Mariátegui sostuvo:

Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos.

Es decir, por los caminos de la verdad universal del marxismo-leninismo y de la revolución proletaria, los marxistas peruanos nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos, a la comprensión de nuestros problemas concretos, a nuestra emancipación política y económica.

Pero, levantando una declaración del Mariátegui socialista a lo Araquistain («¡Bueno! ¡Muy bolcheviquis y muy peruanos! ¡Pero más peruanos que bolcheviquis!»),7 García pretende que hay que ser más peruanos que marxistas, tergiversando así la relación entre lo particular peruano y lo universal proletario y, por lo tanto, cayendo en un estrecho nacionalismo pequeño burgués.8 Esto es un agravio más a Mariátegui.

Etcétera, etcétera, etcétera.

Este triple etcétera indica que hemos considerado únicamente los principales agravios cometidos por García contra Mariátegui, lo que aquí ha sido suficiente para poner al desnudo su descarrío moral y político.

Ahora, pues, pueden contestarse los interrogantes planteados en el cuarto parágrafo del presente artículo.

Como es claro, al tergiversar a Mariátegui y utilizarlo como coartada en su afán por «desagraviar» y «reivindicar» el socialismo reformista, lo que hace García es traficar con el fundador del Socialismo Peruano.9 De este modo aparece como el mayor agraviador de Mariátegui en los últimos treinta años más o menos.

Si para desagraviar a Mariátegui con respecto a la negación de su marxismo-leninismo por Ravines fue necesario algo más de tres décadas (no ocho, como dice García),10 para reivindicarlo de los agravios del propio García apenas fue necesario menos de un quinquenio.

En su célebre discurso «Rectifiquemos el estilo de trabajo en el partido», Mao sostuvo:

Creo que debemos trabajar honestamente; sin una actitud así nada se puede realizar en el mundo. (Obras escogidas, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, t. III, p. 41).

Pero ocurre que, como hemos visto, en su afán por acomodar a Mariátegui a sus posiciones oportunistas, García ha actuado con absoluta deshonestidad. Para hacer sugestivas sus falsificaciones de las posiciones de Mariátegui, así como para descalificar a sus críticos, García hace frases, trucos, literatura. Con estos artificios ha engañado y continúa engañando a sus parciales, pero, más allá de ellos, difícilmente puede alcanzar el mismo resultado (García no termina de entender que sus métodos criollos son conocidos y están bastante desgastados). Ahora todo lo que puede hacer y, en verdad, todo lo que hace para defender sus indefendibles posiciones antimariateguianas (y antimarxistas en general, dicho sea de paso), es limitarse a escribir para sus partidarios a fin de no perderlos. ¡No vaya a ser que, de pronto, sean capaces de pensar!

No es algo menor señalar, por último, que, con sus agravios a Mariátegui y la utilización oportunista que hace de él, García se ha cubierto de oprobio para siempre.

23.08.2022.

__________

(1) El aludido artículo fue refutado en el capítulo IV de nuestro libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano. Planteamiento de la cuestión.

(2) García plantea en términos de agravio, desagravio y reivindicación la calificación de la posición de cada cual con respecto a Mariátegui; por eso, para que nos entienda, utilizaremos tales términos en el análisis concreto de su posición concreta con respecto a Mariátegui.

(3) El lector puede ver especialmente el artículo «El juego de manos del creídismo» (publicado en la red en 2007); los capítulos IV y V, la nota 66 del capítulo I y la nota 1 del capítulo III del libro El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui; los capítulos II, V y VI y la nota 21 del capítulo II del libro El partido de Mariátegui hoy: Constitución, nombre, reconstitución; y, finalmente, el post-scriptum y la nota 14 del capítulo I del libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano.

(4) Ya en nuestro libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano, subrayamos que la aludida frase «principio de un franco orientamiento doctrinario», aunque referida a un hecho específico, es pasible de ser aplicada al conjunto de la acción de Mariátegui. En consecuencia, se hace evidente que «el principio» de dicho orientamiento es la conferencia «La crisis mundial y el proletariado peruano», pronunciada el 15 de junio de 1923. Es imposible negar, entonces, que la frase «principio de un franco orientamiento doctrinario» da cuenta de una ruptura en el curso de la «orientación socialista» de Mariátegui, ruptura que, como se sabe, tiene lugar en el plano teórico con el artículo «El cisma del socialismo», y que, más tarde, se confirma en el plano de la acción con la mencionada conferencia.

(5) García da a entender que en el Mariátegui de Nuestra Época se amalgaman el socialismo reformista y el socialismo marxista: «Mariátegui era ya marxista antes de ser marxista», dice en un desafortunado juego de palabras, como ha quedado demostrado en nuestro libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano. En este libro, por otro lado, hemos subrayado la verdad comprobada de que, si Ravines negaba el marxismo-leninismo de Mariátegui desde su posición dogmática, García lo niega desde su posición revisionista. Así, pues –y como hemos visto– García falsifica todo el proceso de la «orientación socialista» del maestro (suponiendo marxismo en la revista Nuestra Época, e intentando de esta forma «reivindicar» el socialismo reformista; y negando el posterior marxismo-leninismo de Mariátegui con aquello de que el término marxismo-leninismo «solo se encuentra dos veces en la obra de JCM» (ver su artículo «El movimiento comunista»), y pretendiendo de este modo amalgamar a marxistas y socialistas reformistas en un mismo partido.

(6) Lenin llamó la atención sobre el método de Kautsky para descalificar el concepto de dictadura del proletariado: «En una sola palabra de Marx se apoya ese punto de vista [el punto de vista de la dictadura del proletariado]…: así lo dice [Kautsky] textualmente en la pág. 20 [de su folleto La dictadura del proletariado]»; «… decir que es “una sola palabra” y hasta una “palabreja”, este famoso razonamiento de Marx [sobre la dictadura del proletariado], que resume toda su doctrina revolucionaria, es burlarse del marxismo, es renegar de él plenamente.» (Contra el revisionismo, recopilación, Editorial Progreso, Moscú, s.f., p. 393). Pues bien, a más de recurrir a este risible método kautskiano, cualquiera que sepa leer la letra chica puede constatar que García califica el marxismo-leninismo de «desperdicio», de «carroña» (ver su artículo El pedestal de cristal, publicado en la red en 2007). Si con estos términos de desprecio reniega del marxismo-leninismo, no es de extrañar que se burle del marxismo-leninismo de Mariátegui, que reniegue plenamente de él.

(7) García levanta esta declaración como «la orientación cardinal del socialismo peruano», en inocultable oposición al principio marxista de integrar la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución peruana. Esta sola posición da ya la medida del oportunismo de García.

(8) Para una información más amplia sobre este nacionalismo pequeño burgués, el lector puede consultar la nota 31 de nuestro folleto «Mariátegui y la realidad peruana», segunda edición.

(9) Al proceder de esa forma y, al mismo tiempo, imputar a sus críticos de agraviar a Mariátegui, lo que hace García es desviar la atención de sus propios agravios y presentarse como el reivindicador del maestro. La mención de Ravines, cosa que hace en su artículo que comentamos en estas líneas, le sirve como barato recurso contra nosotros.

(10) Egotista como es, García cree que el Socialismo Peruano (¡el Socialismo Peruano, ni más ni menos!) ha debido esperar ocho décadas para que él desagravie a Mariátegui. Es decir, como un mago de circo provinciano, ¡pretende pasar sus agravios a Mariátegui como desagravios! ¿No es esto el colmo de la maniobra, del temperamento criollo, del desprecio por la inteligencia de los demás?


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