La Herencia Cultural
(Segunda
Parte)
Aníbal
Ponce
A los diez años de aquellas
polémicas, la solución nos parece muy clara. Pero entre el tumulto de la guerra
civil y la amenaza perpetua de la invasión extranjera, no es difícil comprender
la confusión y el desconcierto.
Ignoraban los unos que no se trataba de una restauración de los clásicos sino
de su asimilación crítica por las masas obreras corno el Renacimiento había
sido la asimilación del pasado en nombre de la burguesía mercantil; desconocían
los otros que el arte proletario no es el arte de los desarrapados, que el
desprecio de los graves problemas del estilo no es en el fondo más que una
torpe jactancia de analfabetos. Sin ceder en un ápice las posiciones del comunismo
ni apartarse una línea de la ideología proletaria, el Partido Comunista llamaba
a sus auténticos deberes a todos esos escritores y escritorcillos que hasta al
mismo Lenin encontraban un poco reaccionario; escritores, por lo demás que
repetían sobre su propio frente cultural –sin que tal vez se dieran cuenta–
todas aquellas otras discusiones que hoy nos resultan tan ridículas sobre el
carácter burgués o no burgués de las macetas con flores, de la ropa a la
medida, del “rouge” en las mejillas o en los labios… ¡Como si Marx hubiera
dejado de servir a la clase obrera
porque pulía y repulía sus frases con amor de estilista! (13). ¡Como si
Engels la hubiera traicionado también, porque no perdió jamás ni en los modales
ni en el traje su elegancia de gentleman! (14). Nihilismo en unos;
incomprensión en otros; sectarismo en muchos: eso era, en general, lo que
ocurría.
Pero
había algo más que no era fácil decir; aún en muchos de los artistas o los
teóricos entregados a la causa de la Revolución, se encubría una actitud de desconfianza o
de recelo con respecto a la capacidad de las grandes masas. Se
suponía que la influencia de los clásicos podía corromper, apagar o desviar una
conciencia revolucionaria todavía juvenil; sin comprender que las masas que
habían hecho la revolución tenían ya una conciencia más que suficiente para tomar del pasado los valores que
correspondieron al ascenso de la burguesía y para rechazar a su vez cuantos
sirvieron de reflejo a su disgregación y decadencia.
***
Estudiar, criticar y asimilar los
“clásicos” desde el punto de vista del proletariado revolucionario suponía
naturalmente un elevado nivel de cultura general, de bienestar colectivo, de
desahogo económico. Sin
la transformación correlativa en la higiene y el confort, en la alimentación y
el reposo, todo hubiera quedado en el aire, como una construcción artificial y
caprichosa. Por otro lado, no por ser menos ruidosa, la lucha de clases había
terminado. Los continuos procesos con motivo de este atentado o de aquel
"sabotage" demostraban que la guerra continuaba solapada, pero
tenaz. Desde las "chozas de lectura" hasta los "rincones
rojos", desde las escuelas de fábrica hasta las facultades obreras, desde
el baño diario hasta el cepillo de dientes, desde las "cruzadas
culturales" hasta la lucha antirreligiosa: en todo había que pensar para
que ni un solo hombre quedara excluido de los conocimientos más elementales, de
la cultura más primitiva. ¿De qué serviría —le confesaba Lenin a Clara Zetkin—
que esta noche concurran diez mil personas a un gran teatro y mañana otras diez
mil, mientras millones de seres gritan por adquirir el arte de deletrear y
escribir su nombre, y a quienes hay que entrarles además en la cabeza que el
mundo está regido por leyes naturales y no por fantasmas y encantadores? (15).
Todo eso había que hacer, en efecto,
y todo eso se hizo (16). En la industria, el número de personas con instrucción
técnica pasó de 69,000 que eran en el primer plan quinquenal, a 172,000 en el
segundo; con instrucción superior de 60,000 a 112,000. En el ramo del
transporte, el número de los preparados por las escuelas técnicas ascendió de
28,000 a 97,000 y los promovidos por las escuelas técnicas superiores, de 8,000
a 28,000. En igual medida, como es de suponer, disminuyó la sujeción al
especialista extranjero contratado. Nuevos cuadros de especialistas soviéticos,
en las mismas escuelas de la URSS, son ahora los constructores más firmes del
socialismo. Y a medida que el obrero transformaba su alma junto a la máquina
que él mismo ha creado, y que el paisano adquiría en el koljós un espíritu
nuevo, un horizonte cada vez más dilatado se fue abriendo ante las masas. En su
novela titulada El
Segundo día de la creación, ha contado Ehrenburg el primer
contacto de los obreros y de los paisanos con las manifestaciones altísimas del
arte: desde los comienzos, en que algo hay de aturdimiento y desazón hasta el
instante en que la poesía o el teatro les descubre de pronto, con ruda alegría,
la existencia de un mundo hasta entonces ignorado (17). "Kolka se acostó
—dice— pero no pudo dormir. Las extrañas palabras de los versos llenaban su
mundo, y Kolka maravillado, prestaba atención a esos rumores. Además de las
cosas, comprendía que existían las palabras y que las palabras viven con una
vida que les pertenece. El mundo que ya de por sí le parecía vasto, más inconmensurable
se le mostraba ahora" (18).
***
En qué medida Shakespeare contribuyó a hacer "más
inconmensurable" el mundo que nacía, en qué forma ha sido asimilado y
discutido entre las masas obreras de Rusia es lo que vamos a ver ahora en un
rápido bosquejo.
La historia de las diversas maneras cómo
Shakespeare ha sido interpretado, es uno de los ejemplos más elocuentes de la
utilización clasista de las obras de arte. Casi sesenta años después de la
muerte de Shakespeare, el bibliotecario de Luis XIV, Nicolás Clement, escribía
lo siguiente: "Este poeta inglés tiene una hermosa imaginación, piensa con
naturalidad, se expresa con finura; pero estas bellas cualidades están empañadas
por las suciedades que añade a sus comedias" (19). Para la monarquía
absoluta del siglo XVII, levantada sobre los hombros de los feudales
derrotados, la obra de Shakespeare con su pintura violenta del feudalismo
resultaba tan inoportuna
como grosera. Nietos o biznietos de aquellos nobles feroces que
desfilan en las tragedias del gran
William, los nobles domesticados por el monarca absoluto
consumían en los refinamientos de la corte una vida que sus abuelos y
bisabuelos asesinos habían gastado de otro modo. Para ellos las empolvadas
tragedias de Racine o de Corneille, sin hecatombes y sin estertores (20).
"Un salvaje borracho" era lo que Shakespeare debía, en efecto,
parecerles; un salvaje que sólo podía ser representado a condición de
corregirlo y perfumarlo.
No podía ser de esa opinión la burguesía
revolucionaria del siglo XVIII. En tres artículos de la Enciclopedia, Diderot
tomó por su cuenta la defensa de Shakespeare. Pero tan pronto la burguesía
consiguió el poder y contuvo sus ímpetus, aparecieron con el romanticismo las
dos corrientes fundamentales que lo atraviesan: una, aristocrática y feudal,
que con Chateaubriand reacciona contra Shakespeare; otra, pequeño burguesa,
revolucionaria en apariencia, pero utopista en realidad, que enarbola con Goethe,
Schiller, Hugo, Stendhal, Sand, la bandera de Shakespeare.
Abigarrado movimiento que se desnaturalizó
muy pronto, a raíz del viraje que la misma burguesía comenzaba a realizar:
después de atacar al feudalismo en sus cimientos, el capitalismo
empezaba a buscar el auxilio de su apoyo frente a la amenaza cada vez más resuelta
del común enemigo proletario. Shakespeare comenzó a transformarse al mismo
tiempo en un motivo espectacular de cortejos y coronaciones, en que la exterior
actitud de los detalles históricos disimulaba apenas una calurosa exaltación
del feudalismo.
Notas
[13] MEHRING, Carlos
Marx, Historia de su vida, pág.252, traducción Roces, edición Cenit,
Madrid, 1932.
[14] RIAZANOV, Marx
y Engels, pág.164, traducción de Alberti y Adelio, edición Claridad, Buenos
Aires, 1933.
[15] ZETKIN, Obr. cit., pág.19.
[16] MOLOTOV, La Unión Soviética en 1937,
págs. 61, 63 y sig., "Ediciones Europa-América", Barcelona, 1935.
[17] EHRENBURG, Le deuxieme jour de la creation,
pág. 45, traducción Etard, editor Gallimard, París, 1933.
[18] Idem, Pág.47.
[19] SIDNEY LEE, Shakespeare, sa vie et son oeuvre, pág.321.
[20] Al
referirse al poeta trágico del siglo de Luis XIV, TAINE hace notar que evita
con cuidado la verdad cruda, la emoción desordenada, “los caprichos de la
imaginación y la fantasía, como Sahakespeare”. Filosofía del arte, tomo I, pág. 99, traducción Cebrián, editor
Espasa-Calpe, Madrid, 1933.
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