Nota:
El 87 Aniversario del PSP es una circunstancia propicia
para un estimulante intercambio de ideas, para un acto celebratorio común, para
el encuentro de los continuadores de Mariátegui en la acción conjunta por la
Reconstitución.
En celebración de este nuevo
Aniversario del PSP, publicamos varios trabajos de nuestro compañero Eduardo
Ibarra y una compilación de citas de José Carlos Mariátegui sobre el PSP.
El primer trabajo es inédito; los
restantes no. El conjunto da una idea de
la justa lucha que ha llevado adelante nuestro compañero contra el
liquidacionismo de derecha.
El desenmascaramiento de esa forma
específica de revisionismo ha permitido profundizar nuestra comprensión del PSP
y perfilar mejor una teoría del partido de masas como una de las formas
posibles del partido de clase.
Estos hechos pueden servir y deben
servir para la necesaria concentración de los continuadores de Mariátegui en el
esfuerzo por la Reconstitución y la unidad revolucionaria del pueblo
peruano.
En ese sentido, tenemos plena
seguridad de que la presente literatura estimulará la reflexión y la toma de
posición de los agonistas conscientes del Socialismo Peruano.
07.10.2015.
COMITÉ DE
RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
En el 87 Aniversario de la Fundación del PSP
Eduardo Ibarra
I
DESLINDANDO CON HAYA, LOS FUNDADORES, con Mariátegui a la cabeza,
señalaron en la carta colectiva de abril de 1928: “Los elementos de izquierda
que en el Perú concurrimos a su formación [a la formación del Apra], constituimos de hecho -y organizaremos formalmente– un grupo o Partido
Socialista, de filiación y orientación definidas…” (1).
Como se ve, medio año antes de la Reunión de Barranco, los fundadores
señalaron que constituían “de hecho”
“un grupo o Partido Socialista”, no obstante que entonces no estaban
“formalmente” constituidos como una u otra cosa.
Esa distinción entre lo factual y lo formal, esa preeminencia que los
fundadores le daban a la realidad esencial sobre la realidad fenoménica, es
especialmente importante para entender el significado histórico de la Reunión
del 7 de octubre de 1928.
En efecto, formalmente, la
Reunión de Barranco constituyó el “grupo organizador del Partido”. Esto es
indiscutible. Sin embargo, dado el
curso seguido por el proceso de Constitución, dicha Reunión aparece de hecho como la Reunión Fundacional del
PSP. Esto también es indiscutible.
II
José Carlos Mariátegui fue un dirigente
marxista-leninista.
Efectivamente, al proponer, en su proyecto de programa, el
marxismo-leninismo como la base de unidad ideológica del PSP, puso en claro su
personal filiación doctrinal.
Sin embargo, el grupo liquidacionista que encabeza Ramón García niega el
marxismo-leninismo de Mariátegui (2).
El Partido
Socialista del Perú fue un partido marxista-leninista: la Reunión de Barranco aprobó, en primera instancia, la base de unidad
propuesta por Mariátegui y, en 1929, al acordar el programa del Partido, el
Comité Ejecutivo la ratificó definitivamente.
No obstante, el grupo liquidacionista niega la filiación
marxista-leninista del PSP (3).
Por su filiación,
el PSP fue un partido doctrinaria y orgánicamente homogéneo.
Pero el grupo liquidacionista pretende vender la idea de que el PSP fue
un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles, es decir, un
partido doctrinaria y orgánicamente heterogéneo (4).
En pocas palabras, el PSP fue un
partido de clase.
Empero, con su falacia de que fue un partido doctrinariamente
variopinto, el grupo liquidacionista le niega dicho carácter.
En suma, los liquidadores falsifican la filiación doctrinal de
Mariátegui y la verdad histórica del PSP, porque creen que así pueden pasar su
proyecto de “una organización de proyección nacional” con todo tipo de
oportunismo y revisionismo.
De esa forma utilizan a Mariátegui y al PSP como coartada. Pero, claro
está, a un Mariátegui y a un PSP
previamente falsificados.
De esa forma han renunciado a la Reconstitución.
III
Los documentos que prueban la filiación marxista-leninista de Mariátegui
y la homogeneidad doctrinal y orgánica del PSP son tan incontestables, que su
negación por parte del grupo liquidacionista no puede atribuirse a incapacidad
intelectual, sino a una actitud premeditada de sus dirigentes de falsificar la
verdad histórica.
Como es obvio, esa actitud revela una absoluta deshonestidad y expresa
descomposición ideológica y moral (5).
IV
En el 87 Aniversario de la Fundación del Partido Socialista del Perú,
nos ratificamos en la defensa intransigente de la Creación Heroica de
Mariátegui, y, con énfasis particular,
en la defensa de la filiación marxista-leninista de Mariátegui y de la verdad
doctrinal y orgánica del PSP.
Igualmente, nos ratificamos
en la necesidad de desarrollar la Creación Heroica de Mariátegui y
especialmente la teoría del partido del proletariado peruano.
V
Lenin escribió: “Si aún se
pueden tolerar unas suelas delgadas y endebles cuando se tiene que caminar por
las calles urbanizadas de una pequeña ciudad de provincias, cuando hay que
subir a una montaña son imprescindibles unas suelas gruesas y bien herradas” (La bancarrota de la II Internacional,
ibídem, p.267).
Defender y desarrollar la Creación Heroica de Mariátegui;
defender el partido de clase; llevar hasta el fin la Reconstitución; construir
el frente unido del pueblo peruano; es subir a una montaña.
Así, pues, en el contexto de la crisis del capitalismo
mundial y de la agudización de la lucha de clases tanto a escala nacional como
internacional, los continuadores conscientes de Mariátegui escalamos la alta
montaña que es construir los instrumentos materiales de la revolución.
Desde luego, el trayecto no es recto ni fácil; por el
contrario, es tortuoso y difícil.
Pero, de todos modos escalamos…
De suyo se
comprende que subir a una montaña tan magna no es ni puede ser tarea exclusiva
del Comité de Reconstitución José Carlos
Mariátegui ni de ningún otro organismo por separado.
Por eso, si no
ahora, mañana o pasado mañana, los agonistas del Socialismo Peruano nos encontraremos
en el camino.
Entonces, y solo entonces, será posible coronar la construcción de los
instrumentos materiales de la revolución.
Y cuando hayamos logrado
eso, podremos exclamar: ¡HEMOS ALCANZADO LA CIMA DE LA MONTAÑA!
Notas
[1] Martínez, Apuntes para una
interpretación marxista de historia
social del Perú, t.II, p.301. Cursivas nuestras. Es menester señalar que la
carta colectiva fue redactada por Mariátegui.
[2] De esa forma los
liquidadores se suman, con verdadera desvergüenza, al coro de quienes niegan la
conocida filiación doctrinal del maestro.
[3] Es indiscutible, por lo
tanto, que los liquidadores se oponen a lo fundamental de la parte doctrinal
del programa del PSP: la adhesión al marxismo-leninismo.
[4] Esa falacia, en realidad,
es de Julio Portocarrero y Hugo Pesce. Lo que hace García es repetirla
servilmente, lo que demuestra que ni siquiera tiene el mérito de la
originalidad.
[5] Esa descomposición será
motivo de tratamiento específico en otro lugar.
07.10.2015.
Mariátegui
Sobre el PSP*
(Compilación
de Citas)
. “Se constituye el
Comité [de Propaganda y Organización Socialistas] con la adhesión de Del Barzo
y algunos obreros próximos a él y de los dos grupos de estudiantes… que han
tomado parte hasta entonces en la agitación obrera. El grupo tiende a asimilarse
a todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin exceptuar
aquellos que provienen del radicalismo gonzáles-pradista y se conservan fuera
de los partidos políticos. Una parte de los elementos que lo componen, dirigida
por Luis Ulloa, se propone la inmediata transformación del grupo en partido; la
otra parte, en la que se cuentan precisamente los iniciadores de su fundación,
sostienen que debe ser mantenido como Comité de Propaganda y Organización
Socialistas, mientras su presencia no
tenga arraigo en las masas. El período no es propicio para la organización
socialista; algunos de los elementos del comité redactan un periódico:
‘Germinal’, que adhiere al
movimiento leguiísta; Mariátegui, Falcón y sus compañeros se separan,
finalmente, del grupo que acuerda su aparición como partido el 1º de Mayo de
1919” (Ideología y política, p.99).
. “Mariátegui
regresa en este tiempo [1923] de Europa con el propósito de trabajar por la
organización de un partido de clase” (Antecedentes
y desarrollo de la acción clasista,
en Ideología y política, p.100).
. “Todos los elementos responsables y
autorizados de nuestra tendencia ideológica, están con nosotros, en el trabajo
de dar vida a una agrupación definida, realista, de masas” (carta de J.C.
Mariátegui a Moisés Arroyo Posadas del 30 de julio de 1929, en Correspondencia, Empresa Editora Amauta,
Lima, 1984, t.II, p.611).
. “… no cejaré en
el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer gran partido
de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana” (carta de J.C.
Mariátegui a César Vallejo del 14 de octubre de 1929, en Anuario Mariateguiano, Nº1, EEA, Lima, 1989, p.146).
. “Los elementos de
izquierda que en el Perú concurrimos a su formación, constituimos de hecho -y
organizaremos formalmente- un grupo o Partido Socialista, de filiación y
orientación definidas” (carta colectiva, escrita en abril de 1929 y fechada el
10 de julio del mismo año, en Martínez, Apuntes
para una Interpretación Marxista de
Historia Social del Perú, t.II, p. 301.
. “3º- La lucha
política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y
orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista
revolucionarios clasistas” (Martínez, Apuntes,
t.II, p.
398).
. “El
P.S. es un partido de clase y por consiguiente repudia toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos
políticos de las otras clases” (moción aprobada por el C.C. en la Reunión del 4
de marzo de 1930, ibídem, pp.511-512).
. “El capitalismo
se encuentra en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios,
del capital financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de
los mercados y de las fuentes de materias brutas. La praxis del socialismo
marxista en este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del
imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta
como su método de lucha” (Ideología y Política, p.160).
. “Dígale a Seoane que no he sabido nunca si recibió la carta que hace
varios meses le dirigí acompañándole copia de los puntos aprobados del programa del
P.S.” (carta del 10 de marzo de 1930 a José Malanca, en Correspondencia, t.II, p.738.).
. “El socialismo no puede ser actuado sino por un partido de clase; no
puede ser sino el resultado de una teoría y una práctica socialistas” (Temas de Nuestra América, p. 69)
*La presente compilación, posiblemente incompleta,
sirve, de todos modos, para demostrar que el proyecto de partido de Mariátegui
fue el de un partido de clase bajo la forma de partido de masas. (Nota del
Comité de Redacción).
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de
toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
El
Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui
E.I.
I
EN CARTA A MOISÉS
ARROYO POSADAS del 30 de julio de 1929, José Carlos Mariátegui escribió: “Todos
los elementos responsables y autorizados de nuestra tendencia ideológica, están
con nosotros, en el trabajo de dar vida a una agrupación definida, realista, de
masas” (1). Y en carta a César Vallejo del 14 de octubre del mismo año, agregó
sobre su proyecto de partido: “… no cejaré en el empeño de dar vida a un
partido de masas y de ideas, el primer gran partido de masas y de ideas de toda
nuestra historia republicana” (2).
Este
proyecto de un partido de masas y de ideas, notablemente avanzado en lo
ideológico-teórico y no consumado en lo político-orgánico por causas externas a
Mariátegui, puede observarse en los cuatro aspectos del contenido del Partido
Socialista del Perú.
1. En lo ideológico. Como se sabe, José
Carlos Mariátegui fundamentó la línea ideológica del PSP. Así, en el artículo Henri de Man y la “Crisis Del marxismo”,
originalmente publicado en Variedades
el 7 de julio de 1928, sostuvo: “Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra
época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista,
cualesquiera que sean las dudas que a este respecto desgarren al desilusionado
autor de Más allá del Marxismo. La
revolución rusa constituye, acéptenlo o no los reformistas, el acontecimiento
dominante del socialismo contemporáneo. Es en ese acontecimiento, cuyo alcance
histórico no se puede aún medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista” (3).
En el
artículo La filosofía moderna y el
marxismo, originalmente publicado en la misma revista el 22 de setiembre de
1928, escribió: “Con lenguaje bíblico el poeta Paul Valery expresaba así en
1919 una línea genealógica: ‘Y éste fue Kant que engendró a Hegel, el cual
engendró a Marx, el cual engendró a…’ Aunque la revolución rusa estaba ya en
acto, era todavía muy temprano para no contentarse prudentemente con estos
puntos suspensivos, al llegar a la descendencia de Marx. Pero en 1925, C . Achelin los
reemplazó por el nombre de Lenin. Y es probable que el propio Paul Valery, no encontrase
entonces demasiado atrevido ese modo de completar su pensamiento”. “El
materialismo histórico reconoce en su origen tres fuentes: la filosofía clásica
alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Este es,
precisamente, el concepto de Lenin. Conforme a él, Kant y Hegel anteceden y
originan a Marx primero y a Lenin después
-agregamos nosotros- de la misma manera
que el capitalismo antecede y origina al socialismo” (4).
En
octubre de 1928, dejó programáticamente sentado: “El capitalismo se encuentra
en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios, del capital
financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de los mercados y
de las fuentes de materias brutas. La praxis del socialismo marxista en este
período es la del marxismo-leninismo. El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de
lucha” (5).
En el
artículo Emmanuel Berl y el proceso de la
literatura francesa contemporánea, originalmente publicado en Variedades el 22 de mayo de 1929,
ratificó su adhesión al marxismo-leninismo:
“Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable
de una revolución, que el marxismo es el
único medio de proseguir y superar a Marx” (6).
Pues
bien, esta adhesión al marxismo-leninismo se concretó en lucha contra el
revisionismo, como lo testimonian, por ejemplo, el libro Defensa del Marxismo y el Programa
del Partido (7).
2. En lo teórico. Como se sabe, José
Carlos Mariátegui fundamentó la línea teórica del PSP. En julio de 1925, llamó
a aplicar “un método científico al
examen de los problemas peruanos” (8). Y, en carta a la redacción del Boletín
de la UPGP, enero 1927, ya sin recurrir al lenguaje esópico, renovó su llamado:
“Hace año y medio propuse la organización de una especie de seminario de
estudios económicos y sociológicos, que se proponga en primer término la
aplicación del método marxista al
conocimiento y definición de los problemas del Perú. Hoy renuevo mi propósito”
(9).
Pero, ya
en julio de 1925, había puntualizado “Que hay que empezar por estudiar y
definir la realidad peruana. Y que hay que buscar la realidad profunda: no la
realidad superficial” (10). Y que de lo que se trata no es de obtener
“interesantes y variados retazos de la realidad nacional”, sino de construir
“un cuadro de la realidad entera” (11), es decir, una teoría de la realidad y
la revolución peruanas.
Precisamente
lo central del pensamiento de Mariátegui es:
a)
el método de integrar la verdad universal del marxismo-leninismo con la
práctica concreta de la revolución peruana;
b) una
teoría de la cuestión nacional;
c)
una teoría del desarrollo del capitalismo en condiciones de semicolonialidad y
semifeudalidad;
d)
una teoría de la relación del Perú con la civilización occidental;
e)
una teoría de la relación de lo indígena originario con la civilización
occidental en el marco de nuestra realidad concreta;
f)
una teoría sobre la proyección histórica de la comunidad campesina;
g)
una concepción del Partido Socialista del Perú;
h) una
estrategia revolucionaria de masas;
i) una
teoría del carácter de la revolución peruana;
j)
una teoría del proceso de la revolución proletaria mundial (12).
3. En lo político. Como se sabe, José
Carlos Mariátegui fundamentó la línea política del PSP. En el estrecho marco
del presente escrito, sin embargo, no podemos sino señalar algunos de los
elementos más importantes de la misma.
Tempranamente,
en 1920, el maestro observó: “En virtud de una orden del día de Serrati, el
partido declaró su adhesión a la Internacional de Moscú y, en consideración al
programa de Génova superado por los acontecimientos y por las condiciones
internacionales creadas por la guerra, introdujo en él varias reformas.
Conforme a estas reformas, el partido conceptúa que los instrumentos de dominación del estado burgués no pueden en ninguna
forma transformarse en órganos de liberación del proletariado. Que a ellos deben ser opuestos nuevos órganos proletarios -consejos de
obreros, de campesinos, etc.-, que, funcionando por ahora bajo la dominación
burguesa como instrumentos de lucha, serán mañana los órganos de transformación
social y económica del orden de cosas comunista. Que el régimen transitorio de
la dictadura del proletariado debe marcar el paso del poder de la burguesía a
los trabajadores” (13).
En 1921, anotó: “Turati y su fracción observan
que dos son las concepciones socialistas de la actualidad, basadas naturalmente
en una diversa apreciación del instante histórico. La primera es la concepción
maximalista de que frente a la crisis burguesa, la acción socialista debe ser
exclusivamente insurreccional y revolucionaria. Y la segunda es la concepción
evolucionista de que la acción socialista debe ser constructiva y no debe
despreocuparse de los problemas de la crisis sino, más bien, trabajar porque
aboquen a soluciones socialistas o semisocialistas. En suma, que el socialismo debe preparar dentro de la sociedad
actual las bases de la sociedad futura” (14).
En 1925, escribió: “Una revolución no puede
ser predicha a plazo fijo. Sobre todo, una revolución no es un golpe de mano.
Es una obra multitudinaria. Es una obra de la historia. Los comunistas lo saben
bien. Su teoría y su praxis se han
formado en la escuela y en la experiencia del materialismo histórico. No es
probable, por ende, que se alimenten de ilusiones” (15).
También
en 1925, observó: “Los hechos se encargaron de demostrar a los radicales
chilenos que los cauces legales no pueden contener una acción revolucionaria”
(16).
En 1928,
sostuvo: “la praxis marxista… propone precisamente la conquista del poder
político como base de la socialización de la riqueza” (17).
En 1929,
apuntó: “… una revolución continúa la tradición de un pueblo, en el sentido de
que es una energía creadora de cosas e ideas que incorpora definitivamente en
esa tradición enriqueciéndola y acrecentándola. Pero la revolución trae siempre
un orden nuevo, que habría sido imposible ayer. La revolución se hace con
materiales históricos; pero, como diseño y como función, corresponde a
necesidades y propósitos nuevos” (18).
En 1930,
mantuvo: “Cuando la revuelta aspiró a transformarse en una revolución, se
sintió impotente por falta de fusiles, de programa y de doctrina” (19).
Así,
pues, en el pensamiento de José Carlos Mariátegui:
a)
la conquista del poder político es la premisa de la economía socialista;
b)
la estrategia revolucionaria implica el partido de clase bajo la forma de
partido de masas, el frente unido del pueblo y el ejército revolucionario;
c)
la concreción de estos instrumentos de lucha constituye una obra
multitudinaria;
d)
la revolución continúa la tradición del pueblo, pero responde a algo nuevo: el
socialismo.
4. En lo orgánico. Como se sabe, José
Carlos Mariátegui fundamentó la línea organizativa del PSP. Así, en setiembre
de 1928, señaló que la revolución rusa “ha producido un tipo de hombre pensante y operante” (20). De esta
forma precisó el tipo de militante que requiere el Partido.
En
octubre del mismo año, escribió: “La organización de los obreros y campesinos
con carácter netamente clasista constituye el objeto de nuestro esfuerzo y
nuestra propaganda, y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y
la burguesía nacional” (21).
Esta
concepción de la composición social del Partido era nueva en el movimiento
comunista internacional, y constituye uno de los dos aspectos de la concepción mariateguiana del partido de
clase bajo la forma de partido de masas.
En el
mismo mes, agregó el maestro: “De acuerdo a las condiciones concretas actuales
del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista,
basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (22).
Este es
el otro aspecto de la concepción mariateguiana del partido de clase bajo la
forma de partido de masas.
En
conclusión, en el pensamiento de Mariátegui el concepto de partido de masas
quiere decir partido de clase bajo la forma de partido de masas; y, el concepto
de partido de ideas, quiere decir partido adherido a la verdad universal del
marxismo-leninismo y dotado de una teoría de la realidad y la revolución
propias y de una teoría del proceso de la revolución mundial.
José
Carlos Mariátegui propuso el nombre de Socialista para el Partido, en primer
lugar, porque en el Perú de su tiempo no se había producido aún la degeneración
reformista del socialismo, como ya había ocurrido en Europa y en algunos países
de América Latina, y, por esto, aquel nombre no designaba una posición
oportunista, y, en segundo lugar, porque el mismo facilitaba la fundación
pública, legal, de la organización política del proletariado. En otras
palabras, el maestro entendió que el nombre de Socialista obraba exactamente como el nombre de Comunista. Prueba de ello es
que estableció el marxismo-leninismo como la base de unidad del Partido y
acordó la moción de su afiliación a la Internacional Comunista (23).
De los
cuatro acuerdos tomados por la Reunión de la Herradura, realizada el 16 de
setiembre de 1928, uno de ellos decía: “3º- El Comité Ejecutivo del Partido
Socialista estará formado por la ‘célula secreta de los siete’” (24).
La
mención de esta célula ha suscitado, a lo largo del tiempo, distintas
interpretaciones, como por ejemplo la que quiere ver en ella un compartimiento
especial permanente, encargado de
mantener los principios marxistas en el seno de un partido con una militancia
ideológicamente heterogénea. Esta interpretación es incorrecta. La “célula
secreta de los siete” se explica por el hecho de que las circunstancias
obligaron en un principio a sostener la estabilidad del proyecto mariateguiano
en el grupo de elementos entre los cuales se habían forjado especiales lazos de
recíproca confianza (25).
Por eso,
para la Reunión de la Herradura, “Fueron escogidos con detenida escrupulosidad
los compañeros de más solvencia, de más responsabilidad, capaces de imprimir,
desde el primer momento, una buena dirección al Partido que se trataba de
fundar” (26). Y no hay razones para dudar de la veracidad de estas palabras.
Así,
pues, la “célula secreta de los siete” tuvo como finalidad asegurar el éxito
del proyecto mariateguiano, consistente en construir un partido de clase bajo
la forma de partido de masas, es decir, un partido doctrinariamente homogéneo
(27).
Por eso,
en la reunión del 7 de octubre de 1928, conocida como la Reunión de Barranco,
José Carlos Mariátegui fue nombrado Secretario General; Julio Portocarrero
Secretario Sindical; Ricardo Martínez Secretario de Propaganda; Bernardo Regman
Tesorero; y Avelino Navarro y César Hinojosa fueron agregados a la Secretaría
Sindical (28).
En
consecuencia, no es admisible la idea según la cual Mariátegui planteó un
compartimiento especial, secreto, de carácter permanente, que debía
reproducirse en todas las instancias orgánicas, es decir, prácticamente como un
partido secreto dentro de un partido legal.
Una idea así está en absoluta contradicción
con la literatura de Mariátegui sobre el partido; con su posición adversa a la
fundación de un partido con “todos los elementos capaces de reclamarse del
socialismo” (29); con su
proyecto de un partido ideológicamente definido, teóricamente realista y
políticamente de masas; o sea, con el carácter marxista-leninista del Partido
Socialista del Perú.
El
Partido de Mariátegui fue, pues, un partido doctrinariamente homogéneo.
Por eso,
en la polémica con Haya, el maestro anticipó: “Los elementos de izquierda que
en el Perú concurrimos a su formación, constituimos de hecho -y organizaremos
formalmente- un grupo o Partido Socialista, de
filiación y orientación definidas” (30).
Por eso
la Reunión de Barranco aprobó la moción, redactada por Mariátegui, en la que,
entre otras cosas, se sostiene: “3º- La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se esforzará tenazmente
por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas” (31).
A
solicitud de esta reunión, en la cual, además de “los siete”, participaron dos
nuevos elementos, Luciano Castillo y Chávez León, José Carlos Mariátegui
redactó el Programa del Partido, en
el cual, en consuno con los demás fundadores, estableció el marxismo-leninismo
como la base de su unidad.
El
Partido de Mariátegui fue, pues, un partido doctrinariamente homogéneo.
Pero, la
discusión habida en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana entre la
delegación peruana y el resto de delegaciones a propósito del Partido
Socialista del Perú, dio lugar a la leyenda de dos compartimientos en el
proyecto mariateguiano. Como es de conocimiento general, dicha discusión
comprendió un amplio círculo de problemas: oportunidad de la fundación del
partido, su nombre, su doctrina, su composición social, su programa, su ligazón
con las masas y su estatus. Veamos cada una de estas cuestiones.
En cuanto
a la oportunidad de la fundación, Mariátegui señaló: “Se constituye el Comité
[de Propaganda y Organización Socialistas] con la adhesión de Del Barzo y
algunos obreros próximos a él y de los dos grupos de estudiantes… que han
tomado parte hasta entonces en la agitación obrera. El grupo tiende a
asimilarse a todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin
exceptuar aquellos que provienen del radicalismo gonzáles-pradista y se
conservan fuera de los partidos políticos. Una parte de los elementos que lo
componen, dirigida por Luis Ulloa, se propone la inmediata transformación del
grupo en partido; la otra parte, en la que se cuentan precisamente los
iniciadores de su fundación, sostienen que debe ser mantenido como Comité de
Propaganda y Organización Socialistas, mientras su presencia no tenga arraigo en las masas. El período no
es propicio para la organización socialista; algunos de los elementos del
comité redactan un periódico: ‘Germinal’,
que adhiere al movimiento leguiísta; Mariátegui, Falcón y sus compañeros se
separan, finalmente, del grupo que acuerda su aparición como partido el 1º de
Mayo de 1919”
(32).
Por su
parte, Portocarrero, uno de los dos delegados peruanos a la Conferencia,
afirmó: “Sabemos que con su constitución [del Partido] corremos riesgo, pero
ello es un proceso largo, que tiene su historia, que ya ha venido elaborándose”
(33).
A su
turno, el delegado estadounidense, Simons, dijo que “Un Partido Comunista se
constituye sobre la base del programa de la Internacional Comunista y con los
elementos que están de acuerdo con este programa, aunque agrupe solamente una
parte del proletariado. Es un error considerar que no se puede formar el
Partido porque no todo el proletariado adherirá al mismo” (34).
En
cuanto al nombre, Mariátegui señaló que “En Europa, la degeneración
parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra,
designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha
producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la
vieja y grande palabra conserva su grandeza” (35).
Pero
Portocarrero afirmó: “Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista es
solamente una táctica” (36). “Queremos constituir el partido socialista para
polarizar una serie de elementos que pueden actuar entre las masas” (37).
Y el
delegado de la Internacional Comunista, Luis, dijo que “Nuestros camaradas
deben esforzarse por modificar sus planes concernientes a la creación de un
Partido Socialista” (38).
En
cuanto a la doctrina, Mariátegui señaló: “El marxismo-leninismo es el método
revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido
Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (39).
Pero
Portocarrero sostuvo: “¿El Partido Socialista es la expresión de nuestro
pensamiento, de nuestra línea? El partido socialista lo hemos constituido como
táctica, como medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el
partido socialista es la expresión profunda de los que luchamos por los
intereses del proletariado” (40).
Y el
delegado argentino, Codovilla, dijo: “En un principio, los compañeros sostenían
que el partido socialista no sería bolchevique, que tendría programa máximo y
mínimo, y que sería un partido amplio, justamente para impedir que los
reformistas tomaran la iniciativa de su creación y pudieran hacer de él un
partido de oposición burguesa”. “Ellos quieren impregnarlo de la ideología
marxista” (41).
En
cuanto a la composición social, Mariátegui señaló: “1º- La organización de los
obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de
nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y
la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional”
(42).
Pero
Portocarrero declaró: “… hemos creído conveniente constituir un partido
socialista que abarque la gran masa del artesanado, campesinado pobre, obreros
agrícolas, proletariado y algunos intelectuales honestos” (43).
Y, el
delegado Luis dijo que “El proletariado debe tener un partido, pero no un
partido compuesto de tres clases” (44).
En
cuanto al programa, Mariátegui señaló que éste “… debe ser una declaración
doctrinal” y, después de fundamentar sus principios doctrinarios y de
establecer las Reivindicaciones Inmediatas, agregó que “Los grupos
estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo, por medio de este manifiesto,
asumen resueltamente, con la conciencia de un deber y una responsabilidad
histórica, la misión de defender y propagar sus principios y mantener y
acrecentar su organización, a costa de cualquier sacrificio. Y las masas
trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas y el campesinado, cuyos
intereses y aspiraciones representamos en la lucha política, sabrán apropiarse
de estas reivindicaciones y de esta
doctrina, combatir perseverante y esforzadamente por ellas y encontrar, a
través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo”
(45).
Pero los
delegados peruanos, en lugar de presentar a la Conferencia el Programa del Partido, redactado por
Mariátegui, presentaron el programa redactado por Ravines a nombre de la célula
de París (46).
Y, el
delegado Codovilla dijo: “Al proletariado se le educa diciéndole claramente lo
que nos proponemos, demostrándole que toda nuestra acción, por pequeña que sea,
tiende siempre a un solo fin: a la revolución. Para eso no se precisan ni
programas máximos ni mínimos; basta el programa comunista que es el de la
revolución social” (47).
En
cuanto a la estructura, Mariátegui señaló que “El Comité procederá a la
organización de comités en toda la república y de células en todos los centros
de trabajo, con relaciones estrictamente disciplinadas” (48).
Pero
Portocarrero afirmó: “El partido socialista se basa en nuestro Grupo, el cual
es enteramente afín con la ideología de la Internacional Comunista” (49).
Y, el
delegado Luis, dijo: “Si el Partido Socialista no es más que una máscara legal
para el Partido Comunista, podemos encarar este método, pero para nuestros
camaradas no es lo mismo. Quieren formar y desarrollar paralelamente dos
partidos proletarios. Uno secreto, ilegal, reservado para los iniciados al
pequeño grupo seleccionado de comunistas ya conscientes; otro, público, legal,
ampliamente abierto a los elementos intelectuales, que no serían admitidos en
el Partido Comunista, es decir, a los elementos simpatizantes de la pequeña
burguesía, cuya ideología no es comunista, que no ofrecerían garantía para el
progreso del Partido Comunista. No se trata, pues, de una máscara legal del
Partido Comunista, sino de un segundo partido proletario cuya base social será
algo más amplia que la del Partido Comunista y cuyo programa algo menos
completo, menos revolucionario, más reformista, o por lo menos, más confuso. Y
nuestros compañeros esperan controlar el segundo partido mediante el primero”
(50).
En
cuanto a la ligazón con las masas, Mariátegui escribió que “el Comité
concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas
obreras y campesinas” (51).
Pero
Portocarrero sostuvo: “Si con nuestro grupo podemos controlar el partido y
dirigir sus acciones, ¿no es acaso un medio bueno de ligazón con las masas?”
(52).
Y, el
delegado Luis dijo que “Nuestros camaradas deben… plantearse el problema de la
ligazón con las masas, sobre la forma de un bloque obrero y campesino” (53).
En
cuanto al estatus del partido, Mariátegui señaló que “La libertad del Partido
para actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las
garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin
restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho
reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación” (54).
Pero
Portocarrero afirmó: “Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista es
solamente una táctica; eso no quita que nosotros no hagamos el intento de
aprovechar la situación de semilegalidad en el momento electoral” (55).
Y, el
delegado de la Internacional Juvenil Comunista, Peters, dijo que “Nuestros
camaradas del Perú proponen la creación de un ‘partido socialista’ y argumentan
diciendo que este partido no será más que la máscara legal del Partido
Comunista, pero los mismos camaradas del Perú se refutan, cuando nos dicen que
ese partido socialista tendrá una composición social amplia, que será formado
por obreros, campesinos, pequeño burgueses, etc. En suma, no se trata de ‘una
máscara legal’, sino de otro partido político más ‘accesible’, como dicen los
mismos camaradas peruanos”. “Cread, a pesar de todas las dificultades, un
partido comunista ilegal… que podrá, también estudiar los medios legales para
la creación de organizaciones auxiliares de masas” (56).
Pues
bien, el debate reseñado demuestra, en primer lugar, que los delegados peruanos
no plantearon el proyecto mariateguiano de un partido de clase bajo la forma de
partido de masas, y, en segundo lugar, que, como consecuencia de ello, los
delegados de los otros partidos no criticaron mayormente más que los argumentos
de circunstancia presentados por Julio Portocarrero y Hugo Pesce.
II
Actualmente, ocurre
que, algunas personas demasiado desenvueltas, pretenden ignorar la concepción
mariateguiana del PSP y, a título de seguirla, plantean una concepción
flagrantemente distinta (57). Veamos esto.
1. En lo ideológico. En el artículo El partido de Mariátegui, Ramón García
plantea que “los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista.
Basta uno solo para abarcar con él a todos los maestros universales habidos y
por haber”.
De ese
modo la adhesión a la verdad universal es formulada como marxismo y nada más
que como marxismo.
Pero eso
es erróneo en sí mismo, pues deja en la sombra el desarrollo de la teoría del
proletariado y, además, está en abierta oposición al planteamiento de José
Carlos Mariátegui, quien, consciente de que “Lenin aparece, incontestablemente,
en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento
marxista” y que es en la revolución rusa “donde hay que ir a buscar la nueva
etapa marxista”, llegó a la conclusión irrecusable de que “El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios”, por lo que programáticamente estableció que “El Partido
Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”.
Es claro
que la formulación de nuestra adhesión a la verdad universal es una necesidad
de expresión del desarrollo de esta verdad y de nuestras fundamentales
diferencias en concepción y métodos con las diversas corrientes del oportunismo
y el revisionismo, y, por esto, formular esa adhesión con la sola palabra
marxismo significa abrir las puertas al confusionismo ideológico.
El
partido del proletariado no sólo tiene que ser un partido adherido al marxismo
en todo su desarrollo, sino que, además, debe expresar debidamente esta
adhesión. Por eso, escamotear la
obligatoriedad del reconocimiento del
marxismo-leninismo, es negar el método de Mariátegui.
2. En lo teórico. En este terreno es
necesario señalar únicamente que Ramón García ha procedido a tergiversar no
pocas cuestiones fundamentales dirimentes de José Carlos Mariátegui, como por
ejemplo los conceptos de socialismo, socialismo peruano, partido de masas y de
ideas, marxismo-leninismo, creación heroica, Camino de Mariátegui, con todo lo
cual niega la integración de la verdad universal del marxismo-leninismo y nuestra
realidad particular, integración originalmente alcanzada con el pensamiento de
Mariátegui. Esta actitud revela una utilización oportunista de la piedra
angular del marxismo peruano.
3. En lo político. Como se sabe, Ramón
García propone un municipio que tiene “que ser una corporación de trabajo,
Legislativa y Ejecutiva a la vez”, y que, además, “tiene que planificar su
economía, asumiendo sus funciones de producción, administración y gobierno. En
síntesis, tiene que ser la célula económica de la nueva sociedad” (58).
Pero esta
última frase no se corresponde con aquella otra que aparece en el mismo lugar
y, según la cual, “el nuevo municipio es el ‘por dónde empezar’
de la lucha por el cambio social” (subrayado en el original), pues, si este es
el por dónde empezar, entonces lo que se propone en realidad es que “el nuevo
municipio” tiene que ser la célula económica de la sociedad actual (59). Por
eso en el grupo liquidacionista se sostiene que organizar municipios con las
características anotadas es construir
“los gérmenes del socialismo”.
Además,
según sus promotores, los “nuevos municipios” están ligados a estas
“reivindicaciones básicas”: “derecho a la vida digna material y espiritual”,
“derecho al trabajo emancipado” (60), “derecho al cambio social”.
Pero
ocurre que “la vida digna material y espiritual” no es posible en el
capitalismo, sencillamente porque en esta sociedad el trabajo es trabajo
alienado y alienante. El nuevo municipio y la vida digna material y espiritual
son posibles únicamente en el socialismo. Esto
debe saberlo todo marxista (61).
Considerar
que en el marco del “nuevo municipio” (que debe “planificar” la economía
capitalista local), es realizable la emancipación del trabajo, encierra la idea
de que el paso al socialismo puede ser el resultado de la acción legal
municipal y, por lo tanto, la vieja tesis revisionista de la transición
pacífica.
Levantar
el “derecho al trabajo emancipado” puede tener eficacia solo como elemento de
propaganda. Pero, con su equívoco planteo, el grupo liquidacionista crea
ilusiones en las masas trabajadoras y embellece al capitalismo.
Finalmente,
levantar el “derecho al cambio social” (62) sirve nada más como elemento de
agitación, pues la revolución no es una cuestión de derecho sino de situación
revolucionaria y acción dirigente del Partido (63). En resumidas cuentas, el
planteamiento de los “gérmenes del socialismo” (“nuevos municipios”), es
completamente contrario a la justa observación mariateguiana de que “la praxis
marxista… propone precisamente la conquista del poder político como base de la
socialización de la riqueza”.
4. En lo orgánico. El material humano con
el que cuenta el grupo de Ramón García no es precisamente “pensante y
operante”, sencillamente porque, a lo largo de décadas, ha demostrado un
evidente seguidismo –y hasta servilismo–, que, como se ha visto en los últimos
tiempos, sus cultores tratan de encubrir con un criollo juego de palabras y aun
llenándose la boca con palabras sobre el factor humano.
García
ha sostenido que “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como
‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los
siete’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas
(sic) de toda nuestra historia republicana’” (64).
Pero
decir que el primer nivel es una “facción orgánica y doctrinariamente
homogénea”, equivale a decir que el segundo nivel no lo es. Y, un partido
que no es doctrinariamente homogéneo tanto vertical como horizontalmente, es un
partido doctrinariamente heterogéneo, es decir, no es ni puede ser un partido de clase.
La
interpretación de García de la concepción mariateguiana del PSP reduce, pues,
lo doctrinariamente homogéneo (“marxismo”
sin leninismo) a un nivel secreto, restringido, y lo masivo aparece como un
nivel público formado por militantes doctrinariamente disímiles.
Esta
interpretación niega el hecho histórico de que el proyecto de José Carlos
Mariátegui fue construir un partido
ideológicamente definido, teóricamente realista y políticamente de masas, es decir, un partido
marxista-leninista, o sea, un partido de clase bajo la forma de partido de
masas.
Con su
falsa interpretación, García pretende, pues, la fundación de una organización
con “todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin exceptuar”
toda clase de oportunistas. De ahí su renuncia al leninismo. De ahí su
intención de llamarla partido socialista. De ahí su expectativa en las
tendencias oportunistas que pululan en nuestro medio.
Pero ocurre
que el partido del proletariado es doctrinaria
y organizativamente excluyente: acuerda el marxismo-leninismo como el
aspecto general de su base de unidad, porque rechaza toda suerte de oportunismo
y revisionismo.
Por eso
una moción aprobada por el C.C. en la Reunión del 4 de marzo de 1930,
establece: “El P.S. es un partido de clase y por consiguiente repudia toda tendencia que signifique fusión
con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases” (65).
Generalizando
su falsa interpretación del PSP, García ha escrito que “El problema que
enfrentó JCM es el mismo que el proletariado enfrenta desde hace más de un
siglo: cómo relacionar la teoría (Programa Socialista) con la práctica
(Partido-Frente). Este es el gran dilema entre disolución (desintegración) o dilución
(integración), que enfrenta todo partido
proletario en el mundo entero”. “Si el Programa de acción está ligado al
Programa Prospectivo, de hecho se logra la dilución” (66).
Pero, en
realidad, José Carlos Mariátegui solucionó el problema del Partido de un modo
distinto a como cree García. Esto ya ha quedado claro. Pero la afirmación de
que el problema implicado en la relación teoría-práctica es uno que “enfrenta
el proletariado desde hace más de un siglo”, encierra, ni más ni menos, la
peregrina idea de que un partido doctrinariamente heterogéneo es la solución a
este problema, y, por esto, constituye la completa negación de la concepción
leninista del partido proletario, sustentada en ¿Qué hacer?, libro que existe “desde hace más de un siglo”.
Como es
de conocimiento general, en dicho libro Lenin dio solución a tres problemas
fundamentales, a saber: 1) la relación entre la espontaneidad de las masas y la
conciencia comunista; 2) entre la política tradeunionista y la política
comunista, y 3) entre los métodos artesanos de trabajo y la organización
revolucionaria.
De ese
modo proporcionó al proletariado internacional la concepción del partido de
clase como un partido doctrinariamente homogéneo y, por lo tanto, como un
partido-vanguardia, como un partido dirigente. Esta concepción leninista del
partido proletario tiene un valor universal. Y está vigente, no obstante la
sibilina pretensión de negarla.
La
dilución de la organización del Partido en el socialismo no está determinada
por un partido doctrinariamente heterogéneo en el capitalismo.
En
octubre de 1885, Federico Engels señaló: “Hoy, el proletariado alemán ya no
necesita de ninguna organización oficial, ni pública, ni secreta; basta con la
simple y natural cohesión que da la conciencia del interés de clase, para
conmover a todo el imperio alemán, sin necesidad de estatutos, de comités, de
acuerdos ni de otras formas tangibles” (67).
Evidentemente,
el cofundador del marxismo se equivocó, pues, en las condiciones del
capitalismo, el proletariado alemán (como el proletariado de cualquier otro
país) tenía y tiene todavía necesidad de una organización política. Pero si la
aserción de Engels no es válida para la sociedad capitalista, en cambio sí lo
es para la sociedad socialista. En efecto, en las condiciones del socialismo,
la organización del partido no es ya necesaria, basta con la simple y natural cohesión que da la conciencia del interés de clase para que
el Partido, en el gran sentido histórico de la palabra, pueda dirigir la lucha
por la realización del comunismo.
Por lo
tanto, la dilución de la organización del Partido está determinada por las
particulares condiciones del socialismo, y, por esto, hay que entenderla como
desconcentración orgánica e integración de los elementos de vanguardia tanto al
aparato del Estado como al movimiento revolucionario de las masas (68).
Por otro
lado, en la medida en que la aplicación del programa depende absolutamente de
la práctica de la militancia, un partido doctrinariamente heterogéneo como el
que pretende García, es decir, un partido con una militancia mayoritariamente
variopinta en lo doctrinario, no es ni puede ser garantía de ligazón entre el
Programa Mínimo y el Programa Máximo.
III
De la comparación
entre las posiciones de José Carlos Mariátegui y los argumentos esgrimidos por
la delegación peruana a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, lo central, lo esencial, lo fundamental, lo decisivo, es que, mientras el maestro dejó sentado que “El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de
lucha”; Portocarrero afirmó: “¿El Partido Socialista es la expresión de nuestro
pensamiento, de nuestra línea? El partido socialista lo hemos constituido como
táctica, como medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el
partido socialista es la expresión profunda de los que luchamos por los
intereses del proletariado”. “El partido socialista se basa en nuestro Grupo,
el cual es enteramente afín con la ideología de la Internacional Comunista”.
Este
contraste demuestra, pues, que, mientras Mariátegui afirmaba el carácter
marxista-leninista del PSP, Portocarrero sostenía que este carácter lo tenía
únicamente el “grupo” secreto, es decir, que mientras el maestro postulaba un
partido orgánica y doctrinariamente homogéneo, Portocarrero postulaba un
partido de dos niveles: uno secreto, orgánica y doctrinariamente homogéneo, y
otro masivo, orgánica y doctrinariamente heterogéneo.
Es
justamente esta concepción de Portocarrero y Pesce, la que García, con palabras
más, palabras menos, pretende hacer pasar como si fuese de José Carlos Mariátegui,
como si fuese la solución al problema “que el proletariado enfrenta desde hace
más de un siglo”.
Así,
pues, esta versión antojadiza del Partido de Mariátegui, basada en torpes especulaciones,
aderezada por García, circula libremente,
no obstante que hay publicada abundante
documentación propia de Mariátegui que demuestra lo contrario: el PSP fue
un partido marxista-leninista, y no un partido marxista a secas; un partido
doctrinariamente homogéneo, y no un partido de dos niveles orgánicos
doctrinariamente diversos; un partido de clase, y no un partido-amalgama.
La frase
“reivindicar el Partido Socialista” –frase de García– no significa, pues,
reivindicar el Partido de Mariátegui, sino utilizar el rótulo de socialista
para hacer factible un partido doctrinariamente heterogéneo, un partido a lo
Portocarrero-Pesce, un partido pluriclasista, un partido antimariateguiano.
Ese
proyecto de partido: 1) reniega la teoría leninista del partido; 2) reniega la
concepción mariateguiana del PSP; 3) reniega la exigencia mariateguiana de
demarcar netamente los campos con respecto al oportunismo; 4) reniega la
independencia ideológica, política y orgánica del proletariado.
Por lo
tanto, reniega también la exigencia leninista de sacarse la camisa sucia y
ponerse ropa limpia, por la sencilla razón de que propone sacarse la camisa del
comunismo, bastante sucia por cierto, para ponerse la camisa más sucia todavía
del socialismo.
Así, pues, el proyecto de Mariátegui de un
partido de clase bajo la forma de partido de masas es una cosa y el proyecto de
partido de García es otra cosa. Esto es absolutamente claro.
En
conclusión, y para decirlo de una vez por todas, plantear un partido con un
nivel secreto, orgánica y doctrinariamente homogéneo, y otro nivel masivo,
orgánica y doctrinariamente heterogéneo, ES REVISIONISMO EN CUESTIONES DE
ORGANIZACIÓN, O, MÁS EXACTAMENTE, LIQUIDACIONISMO DE DERECHA, FORMA ESPECÍFICA
DE REVISIONISMO.
Notas
[1] Correspondencia, Empresa Editora Amauta,
Lima, 1984, t.II, p.611.
[2] Anuario Mariateguiano, Nº1, EEA, Lima,
1989, p.146. Obsérvese que tanto esta afirmación como aquella otra contenida en
la carta a Arroyo Posadas, se refieren al partido de masas como algo por
crearse. El 7 de octubre de 1928, sin embargo, el propio Mariátegui había
definido el carácter de clase del PSP (ver numeral 3 de la Moción aprobada por
la Reunión de Barranco). Es claro, por lo tanto, que, con sus afirmaciones,
aparentemente contradictorias, Mariátegui dio cuenta de la relación entre la
esencia del Partido (su carácter de clase) y una de sus formas posibles
(partido de masas). Entre otras cosas, el presente libro estudia esta relación.
[3] Defensa del marxismo, EEA, Lima, 1985,
pp.21-22. Negritas en el original; cursivas nuestras. Es menester tener en
cuenta que estos conceptos datan de tres meses antes de la fundación del PSP y
de la escritura del Programa del Partido.
Ciertamente con aquello de “el restaurador más enérgico y fecundo”, Mariátegui
expresó dos cosas: a) que, contra su adulteración por los ideólogos de la
Segunda Internacional, Lenin restauró los principios del marxismo; b) que,
precisamente por esto, pudo desarrollar la teoría marxista. Para disipar
cualquier duda, el lector puede releer lo que, a modo de conclusión, añadió
Mariátegui pocas líneas después: “Es en ese acontecimiento [la Revolución
Rusa]… donde hay que ir a buscar la nueva
etapa marxista” (elipsis y cursivas nuestras).
[4] Ibídem, p.39. Cursivas nuestras. Es necesario tener presente que estos
juicios datan de dos semanas antes de la fundación del PSP y de la escritura
del Programa del Partido.
[5] Ideología y política, EEA, Lima, 1975,
p.160. Cursivas nuestras.
[6] Defensa del marxismo, p.126. Cursivas
nuestras. Como se ha visto, las aserciones de José Carlos Mariátegui no dejan
margen a dudas acerca de su convicción de que el leninismo es un desarrollo de
valor universal del marxismo.
[7]
Aunque al publicar el proyecto de programa escrito por Mariátegui, Martínez de
la Torre lo tituló Programa del Partido,
al comentarlo utilizó la frase “principios programáticos” (ver Apuntes para una interpretación marxista de
historia social del Perú, t.II, pp.398 y 402). Pues bien, en su momento los
editores de Ideología y política
optaron por utilizar la mencionada frase, y por esta razón el texto
mariateguiano aparece en dicho libro bajo el título de Principios programáticos del Partido Socialista (p.159). En
adelante, el citado tomo del libro de Martínez será aludido como Apuntes.
[8] Peruanicemos al Perú, EEA, Lima, 1986,
p.77. Cursivas nuestras.
[9]
Martínez, Apuntes, p.272. Cursivas nuestras.
[10]
Peruanicemos al Perú, p.78.
[11] Ibídem, p.77.
[12]
Como es obvio, hasta hoy esta cuestión no ha sido sistemáticamente estudiada,
por lo que es una tarea pendiente.
[13] Cartas de Italia, EEA, Lima, 1987,
p.71-72. Cursivas nuestras.
[14] Ibídem, p.189. Cursivas nuestras.
[15] La escena contemporánea, EEA, Lima,
1987, p.135.
[16] Temas de nuestra América, EEA, Lima,
1986, p.143.
[17] Defensa del marxismo, p.26. Elipsis
nuestra.
[18] Temas de nuestra América, 1986, p.93.
[19] Ideología y política, pp.186-187.
[20] Defensa del marxismo, p.44. Negritas en
el original.
[21]
Martínez, Apuntes, p.397.
[22] Ibídem, p.398.
[23]
Para captar cabalmente lo afirmado, es necesario tener en cuenta lo que sigue.
En el editorial Aniversario y balance,
setiembre 1928, Mariátegui escribió: “El trabajo de definición ideológica nos
parece cumplido. (…) Para ser fiel a la Revolución, le basta ser una revista
socialista” (Ideología y política,
p.247. Elipsis nuestra). Y, en su tesis Antecedentes
y desarrollo de la acción clasista, precisó: “‘Amauta’, en su Nº17, el de
su segundo aniversario, declara cumplido el proceso de ‘definición ideológica’,
afirmándose, categóricamente, marxista” (ibídem,
p.104). Es sabido que, en el lenguaje mariateguiano, marxismo quiere decir
marxismo-leninismo, y que la palabra Socialista como nombre del partido,
encerraba un concepto idéntico al que encierra la palabra Comunista: “no existe
entre los dos términos más conflicto que el originado por el cisma entre
reformistas y revolucionarios” (Mariátegui, Figuras
y aspectos de la vida mundial, t.III, EEA, Lima, 1970, p.165). Esto era
completamente cierto, pues entonces no se había producido aquí la degeneración
del socialismo, tal como anotó el maestro en el editorial citado arriba. La
propuesta del marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP fue
aprobada, en primera instancia, por
“el grupo organizador del Partido” en la Reunión de Barranco, y,
posteriormente, por el Comité Ejecutivo del Partido (CEP) en una reunión de
setiembre de 1929. La aprobación en primera instancia tiene su prueba en los
siguientes testimonios de Martínez de la Torre: “A fin de unificar doctrinariamente
el pensamiento y la acción de los grupos iniciales del Partido Socialista,
Mariátegui elaboró los siguientes puntos programáticos que fueron remitidos a
las células del país y del extranjero” (Apuntes,
t.II, p.398). “Sobre estos principios programáticos se inició, no sólo el
trabajo práctico, sino el proceso de unificación ideológica, el proceso para la
elaboración de una teoría y una acción conscientemente disciplinada y
emprendedora” (ibídem, p.402). La
aprobación por el CEP tiene su prueba en esta confesión de Juan Paiva: “El 7 de setiembre del año pasado, pocas horas de
que me redujeran a prisión, el C.E. del P. discutía los puntos programáticos y,
recuerdo que en esa ocasión no hubo una
sola objeción sustancial en cuanto al fundamento teorético del programa”
(carta a Ravines del 18 de mayo de 1930, ibídem,
p.510. Cursivas nuestras). Y en esta afirmación del propio Mariátegui: “Dígale
a Seoane que no he sabido nunca si recibió la carta que hace varios meses le
dirigí acompañándole copia de los puntos aprobados
del programa del P.S.” (carta a José
Malanca del 10 de marzo de 1930, Correspondencia,
t.II, p.738. Cursivas nuestras).
[24]
Martínez, Apuntes, p.397.
[25]
Como se sabe, no pocas veces la fundación de un partido proletario ha
significado basar inicialmente las relaciones orgánicas en los lazos de
confianza recíproca desarrollados en el trabajo común.
[26]
Martínez, Apuntes, p.397.
[27] En
la carta colectiva, escrita en abril de 1928, aunque fechada el 10 de julio del
mismo año, Mariátegui anotó: “no podemos, en virtud del sentido mismo de
nuestra cooperación, entender el Apra como partido, esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea”
(Martínez, Apuntes, p.300. Cursivas
nuestras). Este fue, pues, el concepto que el maestro tenía del partido en
general y, en particular, del partido proletario. Esta fue la concepción del partido de clase que plasmó en el Partido
Socialista del Perú.
[28]
Esta información aparece en Martínez, Apuntes,
p.397. Como se ve, no aparece mencionado Fernando Borjas, posiblemente por
descuido.
[29] Ideología y política, p.99. Esta frase,
escrita por Mariátegui en 1929, encierra una justa crítica al Comité de
Propaganda y Organización Socialistas, pues, como se sabe, este organismo fue un
conglomerado de diversas tendencias del socialismo reformista.
[30]
Martínez, Apuntes, p.301. Negritas
nuestras.
[31] Ibídem, p.398. Negritas nuestras. En el
lenguaje marxista, el término partido de
clase se deriva no del origen
obrero de sus militantes, sino de su
adhesión al marxismo-leninismo.
[32] Ideología y política, p.99. Elipsis
nuestra.
[33]
Martínez, Apuntes, p.423.
[34] Ibídem, p.423.
[35] Ideología y política, p. 249.
[36]
Martínez, Apuntes, p. 423.
[37] Ibídem, p.422.
[38] Ibídem, p.425.
[39] Ideología y política, t.13, p.160.
[40]
Martínez, Apuntes, p.422.
[41] Ibídem, pp.427-428 y 429.
[42] Ibídem, p. 397. Cursivas nuestras.
[43] Ibídem, p.420.
[44] Ibídem, p.432.
[45] Ideología y política, t.13, pp.159 y
164.
[46] En
una carta del 25 de junio de 1929 dirigida al grupo de París a fin de
informarle del estado de las labores en la Conferencia Comunista de Buenos
Aires, Hugo Pesce confesaba que, “Con respecto al programa, hemos leído a los
compañeros el Proyecto de Programa enviado por Ud. en fecha 29 de Diciembre
próximo pasado. Ha sido aprobado en su contenido, con unas cuantas
modificaciones formales. Sin embargo, hemos acordado redactarlo en forma más
amplia, contemplando otras particularidades” (Martínez, Apuntes, p.484). Como se sabe, las Tesis sobre la acción por desarrollar en el Perú, de las que
formaba parte el aludido programa, “no fueron aceptadas en su totalidad por el
grupo de Lima” (ibídem, p.335). Los puntos 5 y 6 de este proyecto de programa,
dicen: “5º- Armamento inmediato de los obreros y campesinos y transformación
del ejército y de la policía en milicia obrera”. “6º- Instauración de los
municipios de obreros, campesinos y soldados, en lugar de la dominación de
clase de los grandes propietarios de la tierra y de la iglesia” (ibídem, p.421). “Armamento inmediato…”,
“Instauración de los municipios obreros, campesinos y soldados…”. Esto revelaba
una concepción ultraizquierdista, insurreccionalista e inmediatista de la
revolución. Así,
pues, lo más probable es que los citados puntos estuvieran en el centro del
desacuerdo del grupo de Lima. Por eso, la presentación del programa del grupo
de París en el Congreso de Buenos Aires permite captar la inconsecuencia de los
dos delegados peruanos. Por otro lado, llama la atención que Pesce escribiera
que este proyecto “Ha sido aprobado en su contenido”. ¿”Aprobado en su
contenido”? ¿Quiénes lo aprobaron? ¿Cuándo? El proyecto del grupo de París data
de diciembre de 1928, o sea de dos meses después de que “el grupo organizador
del Partido” aprobara, en primera instancia, el proyecto de programa de
Mariátegui, y que se sepa, solo en setiembre de 1929 el CEP comenzó a discutir
los proyectos de programa.
[47] Martínez, Apuntes, p.430.
[48] Ibídem, p.398. Al lado de esta
afirmación, hay que tener en cuenta aquella otra que aparece en el punto 4 del Programa del Partido, pues así queda
claro que el PSP fue la materialización del marxismo-leninismo. Esto revela el
verdadero sentido de la frase acerca de las “relaciones estrictamente
disciplinadas”.
[49] Ibídem, p.423.
[50] Ibídem, p.424.
[51] Ibídem, p.398.
[52] Ibídem, p.422.
[53] Ibídem, p.425. Elipsis nuestra.
[54] Ideología y política, p.164.
[55]
Martínez, Apuntes, p.423.
[56) Ibídem, pp.425 y 426. Elipsis nuestra.
[57]
Aquí nos limitamos a plantear nuestra crítica a Ramón García, cabeza del grupo
que, dada su negación del partido de clase, mencionaremos en adelante como el grupo liquidacionista. Nuestra
crítica al modelo del PCP-SL la hemos realizado en el libro El pez fuera del agua. Crítica del
ultraizquierdismo gonzaliano.
[58] Municipio y estado, mimeo.
[59] En
la revista Polémica, año II, Nº4,
marzo-mayo, 2002, pp.14-15, apareció publicado el artículo que comento, pero
bajo la firma de Germán Vulcano. Allí se puede ver que, en lugar de decirse que
el “nuevo municipio” “tiene que ser la célula económica de la nueva sociedad”,
se dice que “tiene que ser la célula económica de la sociedad”, es decir, no se
dice “de la nueva sociedad”. ¿Error de la revista? ¿Modificación del autor? Sea
como fuere, lo cierto es que la versión de Polémica
expresa con exactitud la verdadera idea de García, que se revela en la frase
“el nuevo municipio es el por ‘dónde empezar’ de la lucha por el cambio
social”, pues, si este es el por dónde
empezar, quiere decir entonces que el llamado nuevo municipio debe empezar por
ser la célula económica de la sociedad actual, lo que se evita decir
francamente. Esta reestructuración del Estado burgués en sus bases municipales
está inspirada en la teoría de “reformas estructurales” del Palmiro Togliatti
revisionista. Para percatarse de esto, el lector puede consultar el trabajo Una vez más sobre las divergencias entre el
camarada Togliatti y nosotros (Proletarios
de todos los países, uníos para luchar contra nuestro enemigo común, ELE, Pekín, 1963, pp.263-315).
[60] En
el artículo Plan de publicación,
aparecido en Polémica, año II, Nº5,
p.20, García plantea el derecho al trabajo emancipado como una reivindicación
inmediata, pues se refiere a él precisamente bajo el subtítulo Frente unido. Reivindicaciones básicas.
[61] Si
el trabajo emancipado y, por lo tanto, la vida digna material y espiritual
fuesen realizables en el capitalismo –ilusión que se desprende del hecho de que
ambas reivindicaciones son consideradas por el grupo liquidacionista como
inmediatas–, entonces ¿para qué el socialismo? Por lo demás, quede dicho que el
“trabajo digno”, “vida digna”, etcétera, son conceptos que la burguesía
internacional ha levantado para deslucir las banderas del socialismo, pero que,
no obstante esto, el proletariado puede y debe agitarlas en la lucha
democrática, aunque consciente de que el verdadero trabajo digno y la verdadera
vida digna comienzan con el socialismo.
[62] Los
conceptos de cambio social, cambio,
cambios estructurales y proceso de
cambios, son utilizados profusamente tanto por el reformismo como por la
propia burguesía. Por eso es necesario precisar que la teoría marxista del
desarrollo histórico comprende el concepto de revolución para designar la
ruptura con las relaciones de producción caducas, es decir, para designar el
desplazamiento en el poder político de una clase por otra, el paso de una
formación social a otra superior. En el prólogo a Contribución a la crítica de la economía política, Marx escribió:
“En un estadio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales
de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción
existentes o -lo cual sólo constituye una expresión jurídica de lo mismo- con
las relaciones de producción dentro de las cuales se habían estado moviendo
hasta ese momento. Esas relaciones se transforman de formas de desarrollo de
las fuerzas productivas en ataduras de las mismas. Se inicia entonces una época
de revolución social”. Contra este concepto, en 1923 el sociólogo positivista
Ogburn introdujo el de cambio social.
El III Congreso Sociológico Internacional, realizado en 1956, fue especialmente
dedicado al tema de “cambios sociales”, y escenario de una particular apología
del concepto de cambio social por
parte del sociólogo alemán L. von Wise, quien argumentó que el mismo presupone
“una estimación más prudente y escéptica de los cambios vitales y sociales en
la vida de la humanidad y de las diferencias entre generaciones”. La Alianza
para el Progreso levantó el concepto cambio
social al objeto de oponerse al ejemplo de la Revolución Cubana, y el
reformismo representado por la CEPAL lo levantó también a fin de distraer a las
masas populares. Así, dicho concepto ha hecho carrera en la literatura burguesa
y reformista, así como también sus parientes cambio, cambios estructurales y proceso de cambios. Desde hace un
par de décadas por lo menos, un sector de la izquierda ha levantado el concepto
cambio social, con el ánimo de hacer
accesible a las masas populares la idea de la transformación de la sociedad.
Por eso, es necesario señalar que el mismo tiene un carácter neutro, y que, por esta razón, no es científico. Así,
pues, quienes lo utilizan deberían saber
que, en rigor, no es intercambiable con el concepto científico de revolución
sino en determinado contexto verbal muy específico. Deberían saber, pues,
pero, por cierto, muchos no lo saben y, en consecuencia, en relación al término
cambio social, es menester recordar
esta aserción mariateguiana: “a Haya no le importa el lenguaje; a mí sí; y no
por preocupación literaria sino ideológica y moral” (Correspondencia, t.II, p.491).
[63] Es
decir la cuestión no se presenta como que la revolución es posible solo si el
pueblo de un país cualquiera tiene conciencia de que tiene derecho a la
revolución. La Comuna de París, la Revolución Rusa, la Revolución China,
etcétera, no se produjeron porque los pueblos parisino, ruso, chino, etcétera,
consideraron que tenían derecho a la revolución, sino porque, al margen de toda
consideración jurídica, se rebelaron ante la explotación económica y la
opresión política.
[64] La creación heroica de José Carlos
Mariátegui, Editora Perú Nuevo, Lima, 2008, p.22. Esta idea ha empezado a
concretarse con la constitución del nivel
secreto. En una carta del 28 de octubre de 2009 a Luis Anamaría, Miguel
Aragón reveló dicha constitución en los términos siguientes: “En toda esta confusión, que ellos han armado y en
la cual se debaten, están entremezclando su intrascendente “Conferencia
Consultiva Política”, con su llamamiento a crear un nuevo partido, o mejor
dicho, a formalizar abiertamente, la constitución del partido que ellos ya
formaron el 6 de febrero, en aplicación de la propuesta de Ramón [García] del
partido de dos niveles: uno ‘secreto’, y otro ‘de masas y de ideas’. (Revisar
folleto del 7 de octubre de 2008)”. “En la red hay abundante material, que
confirma esta hipótesis, y es fácilmente demostrable, incluso identificando a
quienes han incluido en el primer nivel y en el segundo nivel. Basta con
revisar las direcciones a las cuales van dirigidos los mensajes que
periódicamente envía… desde el mes de febrero. Los que estamos en esa relación
(preparada expresamente por Ramón) de más de 20 nombres, según ellos,
conformamos ‘el partido de masas y de ideas’, entre los cuales nos han incluido
a ti y a mí, al lado de otros compañeros, la mayoría de los cuales son
destinatarios de este mi comentario”. “¿Y quiénes conforman el partido secreto
constituido el 6 de febrero? La respuesta es muy fácil deducirla, son
precisamente los que No aparecen en esa relación de envios (sic), comenzando
por…, seguidos de los sumisos peones ya conocidos. A… le han asignado la tarea
de divulgar los documentos de Ramón entre lo que ellos consideran ‘el partido
de masas y de ideas’, y a otra persona, le han encargado divulgar los mismos
documentos, entre los miembros del ‘partido secreto’. En computación eso se
llama ‘comandos por defecto’”. Pues bien, el tono de reproche de Aragón no
puede impedir reconocer que sus declaraciones son toda una confesión de parte,
sencillamente porque él es activista de la tendencia de García. Tenemos, pues,
que el grupo liquidacionista cuenta ya con una instancia secreta desde el 6 de
febrero de 2009. Esta instancia secreta es la dirección adelantada de la
propuesta “organización de proyección nacional” y, de hecho, todos los eventos
realizados desde entonces (seminarios, etc.), han sido promovidos por ella con
el objeto de constituir el nivel público de tal organización. El hecho de que
los miembros del grupo liquidacionista se esfuercen en hacer creer a los demás
que tales eventos resultan de “una iniciativa de frente único”, da la medida
del engaño a que someten a las diversas tendencias. A este respecto –y otros
concomitantes–, el lector acucioso puede consultar nuestros artículos Acerca del Cuarto Seminario del Revisionismo Peruano y Acerca de la Demagogia de una Carta Abierta, publicados en la
revista digital CREACIÓN HEROICA. Por razones obvias, en lo citado de Aragón hemos
desagregado los nombres que él menciona.
[65] Martínez, Apuntes,
pp.511-512. Cursivas nuestras. Estas cursivas enfatizan
que la adhesión al marxismo-leninismo fue una realidad en todas las instancias
orgánicas del PSP. Esto es una prueba más de que Mariátegui no concibió su
partido como un partido de “dos niveles”. Sin embargo, contra esta realidad, en
el libro La organización del proletariado,
García escribió que “… todos estuvieron de acuerdo en constituir, dentro de la
organización, los grupos secretos que velarían por el carácter bolchevique del
Partido” (Ediciones Bandera Roja, Lima, 1967, p.197). Es evidente, por lo
tanto, que todo lo que hace ahora el mencionado
personaje, es darle continuidad a su
falsificación de la verdad histórica del PSP. Pero sus antojadizas y torpes especulaciones se han venido abajo con la
demostración de que el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo. Es un
hecho iluminador que, a Mariátegui, observador zahorí, no se le pasara la
lección del fracaso de algunas tentativas de formar un partido de dos niveles,
como se había intentado en su tiempo en Panamá, Bolivia, Ecuador, Brasil y
Colombia. No obstante las esclarecedoras
afirmaciones de Mariátegui, citadas en el presente trabajo, desde hace años
García y sus repetidores desenvuelven una campaña que tiene el doble objetivo
de negar la verdad universal del
marxismo-leninismo y el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP. Así por
ejemplo, Gustavo Pérez, operador furibundo de dicha campaña, en el artículo La formación socialista revolucionaria
italiana de Mariátegui y la ortodoxia socialista rusa, intenta negar el
marxismo-leninismo sosteniendo, de entrada, que “Es una constatación práctica,
que Mariátegui no se autodenominó ‘marxista-leninista’ y se declaró simplemente
‘Marxista convicto y confeso’…, que tituló solo ‘Defensa del marxismo’ a uno de
sus mas (sic) importantes libros, escrito precisamente en defensa del marxismo
revolucionario, y que solo hiciese dos (o 3) alusiones al ‘marxismo-leninismo’
en toda su obra, entre ellas las que figuran en el Programa del Partido
Socialista del Perú, que el (sic) constituyese”. De este modo establece la
premisa que pone en evidencia la intención con la cual, al final del artículo,
cita la siguiente afirmación de Mariátegui: "Lenin no es un ideólogo sino
un realizador. El ideólogo, el creador de una doctrina carece, generalmente, de
sagacidad, de perspicacia y de elasticidad para realizarla. Toda doctrina
tiene, por eso sus teóricos y sus políticos. Lenin es un político: no es un
teórico". Pues bien, quienquiera que lea esta cita movido por la pasión de
captar la verdad, tiene que darse cuenta de que los términos ideólogo y teórico no aparecen allí en su acepción habitual, sino en un
sentido especial: designando a quien es “creador de una doctrina”. Así, en el
contexto verbal dado, Marx es, obviamente, el ideólogo (“el creador de una
doctrina”), y, como consecuencia, Lenin es, también obviamente, el político (el
realizador de la doctrina de Marx). La afirmación mariateguiana encierra, pues,
una verdad elemental: Marx fue el creador de la doctrina comunista, mientras
Lenin fue un realizador de la misma. Pero, ¿acaso Marx no fue también, al mismo
tiempo, un político, en el sentido habitual de la palabra? Y, ¿acaso Lenin no
fue también, al mismo tiempo, un teórico, igualmente en el sentido habitual de
la palabra? Entonces, la comprensión objetiva, correcta, honrada de la
afirmación mariateguiana, no niega ni puede negar que, en el marco del sentido
habitual de los términos teórico y político, Marx aparezca también como
político y Lenin aparezca también como teórico. Obras del valor de Materialismo y empiriocriticismo, Cuadernos
filosóficos, El imperialismo, fase superior del capitalismo, ¿Qué Hacer?, Un
paso adelante, dos pasos atrás, Dos tácticas de la socialdemocracia en la
revolución democrática, El estado y la revolución, entre otras, prueban que
Lenin desarrolló el marxismo, precisamente
realizando la doctrina de Marx. Esto es, asimismo, una verdad elemental.
Ahora bien, la utilización dolosa que hace Pérez de la afirmación
mariateguiana, está enderezada a silenciar el hecho de que, en el Programa del Partido, el maestro definió
la identidad doctrinal del PSP y, por lo
tanto, la suya propia. Esta definición aparece, pues, como es notorio, no
en un artículo, donde, por lo general, Mariátegui evitaba la jerga partidaria, sino en un documento fundamental del Partido Socialista del Perú, donde, como
es lógico, no le era posible ahorrarse un lenguaje doctrinalmente exacto. Esto
es una constatación práctica. Así, pues, el silenciamiento que pretende Pérez
tiene por destino manifiesto negar que el leninismo es “la nueva etapa
marxista”, es decir, que “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de
la etapa del imperialismo y de los monopolios” (Mariátegui). La utilización
dolosa de la cita del maestro es, por cierto, un caso –entre otros– en que la
tergiversación de una afirmación suya es enderezada a negar otra afirmación
suya también. Es el truco de utilizar a Mariátegui contra Mariátegui. Es el
truco de parapetarse detrás de su autoridad. Es el truco de utilizarlo como
coartada. El padre de este truco es Ramón García, quien, utilizándolo sin
ningún escrúpulo, ha impuesto en su grupo la negación de la identidad
marxista-leninista de Mariátegui y el PSP. Esta negación (derivada de la
negación del marxismo-leninismo) es un intento por sentar una base para un
partido-amalgama. Ciertamente la actitud de García es de una clamorosa
deshonestidad: achaca a Mariátegui sus
propias posiciones revisionistas; intenta macular al maestro con tales
posiciones; no tiene el valor elemental de plantearlas a nombre propio; no
tiene el coraje de sostener, desde su posición revisionista, que Mariátegui se
equivocó al adherir al marxismo-leninismo y al establecerlo como base de unidad
del PSP. Respecto a estas cuestiones, en más de dos décadas García no ha
hecho más que esgrimir falacias. Contra la feroz y torpe campaña antileninista
y antimariateguiana del grupo liquidacionista, SE ALZA EL MARXISMO-LENINISMO DE
MARIÁTEGUI Y EL PSP COMO UNA MONTAÑA INELUDIBLE.
[66] La creación heroica de José Carlos
Mariátegui, p.23. Negritas en el original.
[67]
Marx-Engels: Obras Escogidas en tres
tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1980, t.III, p.201.
[68] Por
lo tanto, el Estado socialista, es decir, el Estado en extinción, aparece como
un Estado-Partido y el movimiento revolucionario de las masas como un
Partido-Movimiento. Y, en ambos casos, el Partido aparece como un partido en extinción.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de
toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
Mariátegui
y el Leninismo
E.I.
I
EN EL DEBATE EN
CURSO EN EL MOVIMIENTO popular, hay quienes pretenden que José Carlos
Mariátegui no fue marxista-leninista. Analicemos, pues, esta pretensión.
En el
Capítulo I de la primera parte de Defensa del marxismo, el maestro sostuvo
que el leninismo es un desarrollo del marxismo, y, en los Capítulos IV y XV del
mismo libro, señaló la ligazón indisoluble entre el marxismo y el leninismo.
Decir
que “Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra época como el restaurador
más enérgico y fecundo del pensamiento marxista” y, además, que es en la
revolución rusa “donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista”, es señalar que
el leninismo es un desarrollo del marxismo en nuestra época.
Decir
que “el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx”, es señalar
que Lenin llevó adelante los principios
de Marx, y que, por esto mismo,
desarrolló su teoría.
Es
extraordinariamente expresivo, pues, que, en un libro consagrado a defender el
marxismo de las tentativas liquidacionistas del revisionismo, Mariátegui
dedicara a Lenin tan sustanciosos conceptos.
Esos
conceptos explican que, en el Programa
del Partido, estableciera el marxismo-leninismo como su base de unidad, con
lo cual, como es obvio, puso en claro su
personal identidad doctrinal.
En
Mariátegui, pues, el término marxismo no tiene la limitación de significar
únicamente la concepción de Marx, y esto permite entender qué quiso decir y qué
dijo efectivamente con su declaración de ser “marxista convicto y confeso”.
II
En una Encuesta, realizada por Angela Ramos y
publicada originalmente en Mundial el
23 de julio de 1926, Mariátegui señaló: “el dato no es sino dato. Yo no me fío
demasiado del dato. Lo empleo como material. Me esfuerzo por llegar a la
interpretación” (1).
No
obstante, en un reciente debate sobre el tema que nos ocupa, hemos constatado
las vueltas que han dado alrededor de los datos algunos de sus participantes,
sin haber sido capaces de llegar a la interpretación. Esto vale especialmente
para Miguel Aragón, quien, en carta a Jaime Lastra del 3 de febrero de 2008,
dejó escrito: “La exposición de las razones, por las cuales considero que no es
correcto afirmar ‘Mariátegui comunista’ o ‘Mariátegui marxista-leninista’,
escapa a los límites de esta breve respuesta”. Y que, en carta a Santiago
Ibarra de un día después, dejó anotado: “usted afirma: ‘En mi criterio, y como
consta en documentos históricos, escritos por el propio Mariátegui, él fue
marxista-leninista. Así de simple’”. “Bueno, pues, ese es su criterio,
yo lo respeto. Ni yo, ni nadie, tenemos ningún derecho a prohibirle su opinión.
Pero ese NO era el criterio
de Mariátegui, salvo que usted
presente pruebas documentales en las cuales Mariátegui se declara
‘marxista-leninista, con la misma precisión y claridad que se declaró ‘marxista
convicto y confeso’ en los ‘7
Ensayos’ e ‘Ideología y Política’” (subrayados, negritas y mayúsculas en el
original).
¿Comprende
el lector? En negro sobre blanco, Aragón sostiene que no hay pruebas
documentales de la filiación marxista-leninista de Mariátegui. Ebrio de citas,
se muestra, pues, incapaz de elevarse hasta la interpretación del pensamiento
orgánico del maestro sobre la teoría del proletariado, y, por esto, se refugia
en el supuesto negado de que no hay prueba documental alguna de su filiación en
el sentido indicado. Según su estrecha óptica, si Mariátegui no dijo en primera
persona que era marxista-leninista, entonces no fue marxista-leninista; si dijo
que era “marxista convicto y confeso”, entonces solamente fue marxista (2).
Pero,
como al que no es capaz de elevarse al nivel de la interpretación y pide
pruebas documentales, hay que darle pruebas documentales, lo remitimos a Aragón
al Programa del Partido, donde el
propio Mariátegui estableció, con precisión
y claridad, el marxismo-leninismo
como la base de unidad de su partido y,
por lo tanto –hay que repetirlo– como su personal filiación doctrinal.
Este es el documento histórico al que Santiago Ibarra se ha referido, pero, por
lo visto, su contradictor, que pide pruebas documentales, sólo ve las que,
interpretadas a capricho, convienen a su interesado punto de vista, no obstante
haber proclamado que lee “con los dos ojos” y que busca “la verdad en los
hechos”.
No es
correcto, pues, empeñarse en negar la identidad marxista-leninista de José
Carlos Mariátegui, levantando una declaración suya en primera persona que tiene
su explicación en el hecho, anotado anteriormente, de que, con la palabra
marxismo, hacía referencia a la teoría de Marx y a su desarrollo por Lenin, así
como, si vemos el concepto y no la palabra, al titular Socialista a su
partido estaba definiéndolo Comunista.
En la
misma Encuesta, el maestro señaló
también: “Lo que siempre me habría aterrado es traicionarme a mí mismo. Mi
sinceridad es la única cosa a la que no he renunciado nunca” (3).
Y, en su
artículo Réplica a Luis Alberto Sánchez, publicado originalmente
en Mundial el 11 de marzo de 1927,
confutó así los reparos del literato conservador: “Sólo rectificaré, de paso,
por el equívoco que pudiese engendrar, el concepto de que lo más mío está en
‘Amauta’. Siento igualmente mío lo que escribo en esta revista, y en cualquiera
otra, y ninguna dualidad me es más antipática que la de escribir para el
público o para mí mismo. No traigo, como es mi deber, a esta revista, tópicos
extraños a la sección en que el propio director de ‘Mundial’ ha querido situar
mis estudios o apuntes sobre temas nacionales y menos aún traigo arengas de
agitador ni sermones de catequista; pero esto no quiere decir que aquí disimule
mi pensamiento, sino que respeto los límites de la generosa hospitalidad que
‘Mundial’ me concede y de la cual mi discreción no me permitiría nunca abusar”
(4).
Ahora,
pues, puede comprenderse que la tentativa de negar la adhesión de Mariátegui al
marxismo-leninismo, significa poner en tela de juicio su sinceridad, su
coherencia, su integridad, pues si él mismo definió el carácter marxista-leninista del PSP, ¿cómo así pudo no ser
marxista-leninista en su doble condición de fundador y Secretario General de
dicho partido?
Sin
duda, el argumento de Aragón es tan falaz como el de su mentor Ramón García,
quien recurre a un argumento estadístico para negar el marxismo-leninismo de
Mariátegui (5).
Entre
paréntesis: su estilo lagotero ha conducido a Aragón a declarar que él respeta
el criterio de que el maestro fue marxista-leninista (respetar implica consideración, deferencia, acatamiento, veneración, miramiento), contraviniendo así este agudo aserto dialéctico del
maestro: “No le hacemos ninguna concesión al criterio generalmente falaz de la
tolerancia de las ideas. Para nosotros hay ideas buenas e ideas malas”. De
manera, pues, que, si Aragón considera que el reconocimiento de la filiación
marxista-leninista de Mariátegui es una idea mala, no debería respetarla. Pero,
está claro que, en su espíritu, la lagotería puede más que la dialéctica (6).
Por nuestra
parte, declaramos enfáticamente que no respetamos en absoluto la mala idea
según la cual Mariátegui no fue
marxista-leninista.
Y, en
tanto son los individuos los portadores de las ideas, hay que subrayar el hecho
de que algo anda mal en Aragón para obstinarse en falsificar la identidad
doctrinal del fundador del PSP.
Justifico
esta afirmación, recordando que, en su polémica con Luis A. Sánchez, Mariátegui
señaló que polemizaba “poco con los individuos y mucho con las ideas”, pero no
dijo, como es obvio, que no polemizaba en absoluto con los individuos.
En el
presente escrito hemos polemizado, como ha podido ver el lector, con una idea
manifiestamente errónea, profundamente negativa y altamente peligrosa. Sólo
faltaba que agregáramos una breve alusión a la actitud mental que la promueve.
Si
todavía hoy existen algunos personajes de rancia ideología que niegan, con
verdadero furor y utilizando los más disparatados argumentos, que Mariátegui
fuera marxista, resulta que ahora hay “marxistas” que se obstinan en negar su
condición de marxista-leninista.
Esto,
desde todo punto, es una constatación que es todo un llamado de atención a los
elementos conscientes del Socialismo Peruano.
Notas
[1] La
novela y la vida, EEA, Lima, 1987, p.156.
[2] Es
un hecho histórico que el marxismo-leninismo fue la base de unidad del PSP,
pero Aragón lo niega sin más. ¿Y cuál es su argumento? Escamoteando los
términos de la cuestión, dice que si aquello fuese cierto, entonces Mariátegui
habría sido un “militante inconsecuente”, pues no hacía propaganda de dicha
base ideológica. Se imagina nuestro personaje, seguramente, que el maestro
hubiera tenido que terminar sus escritos con un sonoro ¡viva el
marxismo-leninismo! (“arengas de agitador”) o extenderse en discursos generales
sobre el marxismo-leninismo (“sermones de catequista”). Es impresionante, pues,
que, no obstante haber dicho que lee a Mariátegui desde hace más de cuarenta
años, no se haya percatado de su adhesión explícita al leninismo (Defensa del Marxismo, Programa del Partido), y, menos todavía,
de la esencia de la cuestión: el
desarrollo del leninismo plasmado en su pensamiento.
[3] Ibídem, p.155.
[4] Ideología y política, p.220.
[5] En
verdad, a este respecto –como a otros– lo que hace Aragón es seguir ciegamente
a García, quien, como se ha visto, niega el marxismo-leninismo como la verdad universal del proletariado,
como la base de unidad del PSP y como
la identidad doctrinal de José Carlos
Mariátegui, en términos tan equívocos como los siguientes: “… de las tres
consignas básicas [de la Revolución de Octubre], sólo queda el
Marxismo-Leninismo, pero cada vez más limitada geográficamente a la URSS. Este
término sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el
método marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es casual que su
obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del
Marxismo-Leninismo” (El movimiento comunista). Esta sesgada
negación del marxismo-leninismo y de la identidad doctrinal de José Carlos
Mariátegui y el PSP, demuestra que lo que hace García, a su vez, es ir tras los
talones de quienes, en el extranjero y en el país, llevan a cabo desde hace
décadas una cruzada contra el leninismo.
[6] Este
estilo les sirve a Aragón y a los demás miembros de su tendencia para intentar
neutralizar a sus críticos. Pero además, es una cortina de humo con la que
intentan ocultar su irrefrenable tendencia a agraviar, denigrar, calumniar, de
todo lo cual puede hacerse una gruesa antología.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de
toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
El
Nombre del Partido
E.I.
I
EN SU FAMOSO
EDITORIAL Aniversario y balance, José
Carlos Mariátegui afirmó con toda claridad: “En Europa, la degeneración
parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra,
designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha
producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la
vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la
historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de
demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (1).
Esto fue escrito en setiembre de 1928. El 7 de octubre del mismo año, el
maestro fundaba el Partido Socialista del Perú y, en consecuencia, es claro que
este nombre tiene su explicación en la citada afirmación.
II
En su tiempo, Marx
y Engels evitaron el término socialista para denominar al Partido, pues este
término era utilizado por algunas tendencias burguesas, pequeño burguesas y
hasta feudales que, por este solo hecho, lo habían desacreditado. Por eso
optaron por el término comunismo, y, así, titularon Manifiesto del Partido Comunista al programa doctrinario que la
Liga de los Comunistas les había encomendado, y en el cual, como se sabe,
criticaron el socialismo feudal, el socialismo pequeño burgués, el socialismo
alemán o socialismo “verdadero”, el socialismo burgués y el comunismo
crítico-utópico.
Aparentemente,
razones de demarcación política obligaron a los fundadores a renunciar a la
utilización del término socialista como nombre del Partido.
Federico
Engels escribió: “en 1887, el socialismo continental era casi exclusivamente la
teoría formulada en el Manifiesto. Y así, la historia del Manifiesto refleja
hasta cierto punto la historia del movimiento obrero moderno desde 1848.
Actualmente es, sin duda, la obra más difundida, la más internacional de toda
la literatura socialista, el programa común de muchos millones de obreros de
todos los países, desde Siberia hasta California”. “Y, sin embargo, cuando
apareció no pudimos titularle Manifiesto Socialista.
En 1847, se comprendía con el nombre de socialista a dos categorías de
personas. De un lado, los partidarios de diferentes sistemas utópicos,
particularmente los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, que
no eran ya sino simples sectas en proceso de extinción paulatina. De otra
parte, toda suerte de curanderos sociales que aspiraban a suprimir, con sus
variadas panaceas y emplastos de toda suerte, las lacras sociales sin dañar en
lo más mínimo al capital ni a la ganancia. En ambos casos, gentes que se
hallaban fuera del movimiento obrero y que buscaban apoyo más bien en las
clases ‘instruidas’. En cambio, la parte de los obreros que, convencida de la
insuficiencia de las revoluciones meramente políticas, exigía una
transformación radical de la sociedad, se llamaba entonces comunista. Era un comunismo apenas elaborado, sólo instintivo, a
veces un poco tosco; pero fue asaz pujante para crear dos sistemas de comunismo
utópico: en Francia, el ‘icario’, de Cabet, y en Alemania, el de Weitling. El
socialismo representaba en 1847 un movimiento burgués; el comunismo, un
movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el continente, muy
respetable; el comunismo era precisamente lo contrario. Y como nosotros ya en
aquel tiempo sosteníamos muy decididamente el criterio de que la ‘emancipación
de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma’, no pudimos vacilar
un instante sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir. Y posteriormente no se nos ha ocurrido
jamás renunciar a ella” (2).
El hecho,
pues, de que, por una parte, el socialismo fuera “un movimiento burgués” y el
comunismo “un movimiento obrero” y, por otra, de que Marx y Engels sostuvieran
“el criterio de que ‘la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la
clase obrera misma’”, determinó que el Manifiesto apareciese con el título de Manifiesto del Partido Comunista.
Pero,
entonces, quiere decir que las razones que llevaron a los fundadores a elegir
la denominación de Partido Comunista no fueron político contingentes sino de
principio. Por eso, se comprende que Engels señalara: “posteriormente no se nos
ha ocurrido jamás renunciar a ella”.
Marx
habló de “la primera fase de la sociedad comunista” y de “la fase superior de
la sociedad comunista” (3). Pero después el término socialismo se consagró como
denominación de la primera fase de la sociedad futura y, así, el término
comunismo vio reducido su referente a la segunda fase.
A
propósito de ello, Lenin hizo el siguiente comentario: “… la diferencia
científica entre el socialismo y el comunismo es clara. A lo que se acostumbra
a denominar socialismo, Marx lo llama la ‘primera’ fase o la fase inferior de
la sociedad comunista. En tanto los medios de producción se convierten en
propiedad común, puede emplearse la
palabra ‘comunismo’, siempre y cuando que no se pierda de vista que éste no es el comunismo completo” (4).
La
transformación de los medios de producción en propiedad común, justifica, pues, la terminología de Marx, quien,
precisamente, fundamentó científicamente la diferencia entre la primera y la
segunda fase de la sociedad comunista. Esta diferencia
científica determina la diferencia
científica entre los términos comunista y socialista como nombres del
partido y, en general, la diferencia entre el primero de estos términos y todos
los otros que han servido o pueden servir circunstancialmente como nombres del
partido proletario.
Lenin
planteó: “La humanidad sólo puede pasar del capitalismo directamente al
socialismo, es decir a la propiedad común de los medios de producción y a la
distribución de los productos según el trabajo de cada cual. Nuestro Partido va
más allá: afirma que el socialismo deberá transformarse inevitablemente y de
modo gradual en comunismo, en cuya bandera campea este lema: ‘De cada cual,
según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades’” (5). Por eso afirmó:
“Debemos llamarnos Partido Comunista, como se llamaban Marx y Engels” (6).
Como se
ve, entre las aserciones de Engels y de Lenin sobre el nombre del partido
proletario, existe una evidente comunidad de ideas y un indiscutible hilo
conductor: el nombre científicamente exacto del partido se deriva del contenido
fundamental del marxismo: la misión histórica del proletariado, y no de ninguna otra cosa. Es decir el
nombre de Partido Comunista es el nombre científicamente exacto, porque expresa
nuestra adhesión al Programa Máximo del proletariado revolucionario: la
realización del comunismo.
Puede
decirse, entonces, que el concepto de comunismo supone, antecede, abarca el concepto de socialismo. Por lo
tanto, somos socialistas porque somos comunistas, porque vamos más allá de la
distribución de los productos según el trabajo de cada cual, porque luchamos
por realizar el gran lema “de cada cual, según su capacidad; a cada cual según
su necesidad”.
Lenin
recordó: “En el prólogo a la edición de sus artículos de la década de 1870
sobre diversos temas, predominantemente de carácter ‘internacional’ (Internationales aus dem Volksstaat), prólogo fechado el 3 de enero de 1894, es
decir, escrito año y medio antes de morir Engels, éste escribía que en todos
los artículos se emplea la palabra ‘comunista’ y no la de ‘socialdemócrata’, pues por aquél entonces
socialdemócratas se llamaban los proudhonistas en Francia y los lassalleanos en
Alemania” (7).
Y citó
este aserto del cofundador del marxismo: “Para Marx y para mí era, por tanto,
sencillamente imposible emplear, para denominar nuestro punto de vista
especial, una expresión tan elástica. En la actualidad, la cosa se presenta de
otro modo, y esta palabra (‘socialdemócrata’) puede, tal vez, pasar (mag pacieren), aunque sigue siendo
inadecuada (unpassend) para un
partido cuyo programa económico no es un simple programa socialista en general,
sino un programa directamente comunista, y cuya meta política final es la
superación total del Estado y, por consiguiente, también de la democracia. Pero
los nombres de los verdaderos partidos políticos nunca son absolutamente
adecuados; el partido se desarrolla y el nombre queda” (8).
En la
última década del siglo XIX, el término socialdemócrata, inadecuado como nombre
del Partido, podía, en efecto, “tal vez, pasar”. Por eso, como señaló Lenin, “…
Marx y Engels se resignaron a admitir conscientemente el término inexacto y
oportunista de ‘socialdemocracia’. Porque entonces,
después de derrotada la Comuna de París, la historia había puesto al orden del
día una labor lenta de organización y educación. No cabía otra. Los anarquistas
no sólo no tenían ninguna razón teóricamente (y siguen sin tenerla), sino
tampoco desde el punto de vista económico y político. Apreciaban erróneamente
el momento, sin comprender la situación internacional: el obrero inglés
corrompido por las ganancias imperialistas, la Comuna de París aplastada, el
movimiento nacional-burgués que acababa de triunfar (1871) en Alemania, la
Rusia semifeudal sumida en un letargo secular…”. “Marx y Engels tuvieron en
cuenta certeramente el momento, comprendieron la situación internacional y las
tareas de la aproximación lenta hacia
el comienzo de la revolución social” (9).
Lenin
señaló que “El nombre de ‘socialdemocracia’ es científicamente inexacto,
como demostró Marx reiteradas veces, en Crítica
del programa de Gotha en 1875, y como repitió Engels, en un lenguaje más
popular, en 1894” ,
y señaló, además, que “la segunda parte de la denominación de nuestro Partido
(socialdemócrata) tampoco es exacta
desde el punto de vista científico. La democracia es una de las formas del
Estado, y nosotros, los marxistas, somos enemigos de todo Estado” (10).
Pues
bien, ¿por qué Lenin subrayó que la segunda parte de la denominación, la
palabra demócrata, tampoco es exacta?
Evidentemente, porque la primera parte, la palabra social (apócope de la
palabra socialismo) no es exacta. El
nombre científicamente exacto del partido proletario es el de Comunista. Pero
si la palabra socialista no es científicamente exacta como nombre del Partido,
la palabra democracia, a más de inexacta, después de la revolución burguesa de
febrero de 1917 se convirtió en una anteojera para el pueblo revolucionario.
Esta era y sigue siendo la diferencia entre las dos palabras que componían
entonces el nombre del partido de Lenin.
Como se
ve, Marx y Engels, primero, y Lenin después, hubieron de admitir temporalmente
otros nombres que impusieron determinadas condiciones concretas. Esto significa
que, dadas ciertas circunstancias, lo político contingente se impone sobre lo
principista, y, como es lógico, de esta manera se abre una contradicción entre
el contenido del partido y su nombre, contradicción más o menos flagrante según
sea el caso.
Sin
embargo, como señaló Lenin, “… la cuestión del nombre del Partido es
incomparablemente menos importante que la cuestión de la posición del
proletariado con respecto al Estado…” (11), y, en consecuencia, en determinadas
circunstancias pueden admitirse nombres científicamente inexactos, a condición de que “… el Partido no
desconozca la inexactitud científica de su nombre y que éste no le impida
desarrollarse en la dirección certera” (12). Pero esto no quiere decir que el
nombre del partido no tenga ninguna importancia. En realidad, tiene una gran importancia.
Lenin
escribió: “No hay más salida que la
revolución del proletariado”. “Y en un momento así, en que esta revolución
comienza, en que da sus primeros pasos… la mayoría… de los líderes
‘socialdemócratas’, de los parlamentarios ‘socialdemócratas’, de los periódicos
‘socialdemócratas’ –y son precisamente estos los órganos creados para influir sobre las masas–, traiciona al
socialismo, vende al socialismo y deserta al campo de ‘su’ burguesía nacional”.
“Esos líderes han confundido a las masas, las han desorientado y engañado”. “¡Y
se pretende que nosotros fomentemos ahora ese engaño, que lo facilitemos,
aferrándonos a esa vieja y caduca denominación, tan podrida ya como la II
Internacional!”. Y finalizó: “Pero nosotros queremos transformar el mundo”. “Y
tenemos miedo de nosotros mismos. No nos decidimos a quitarnos la camisa sucia
a que estamos ‘habituados’ y a la que hemos tomado ‘apego’”. “Mas ha llegado la
hora de quitarse la camisa sucia, ha llegado la hora de ponerse ropa limpia”
(13).
Es decir
Lenin desahució el término compuesto socialdemócrata (las palabras socialismo y
democracia) y propuso el nombre de Partido Comunista, pero, no obstante esto,
siguió utilizando el término socialismo, aunque únicamente para designar la teoría
marxista, el movimiento marxista, la revolución del proletariado
y la primera fase de la sociedad
comunista.
Parece,
pues, un contrasentido que al comunismo científico se le conozca también con el
nombre de socialismo científico, y al término socialismo no se le reconozca
como nombre científicamente exacto del partido proletario. Pero la cuestión se
plantea en realidad de otro modo: por expresar la meta del proletariado
revolucionario, el término comunismo es el nombre científicamente exacto de la
teoría marxista.
Después
de la primera guerra mundial la degeneración de los partidos de la Segunda
Internacional determinó que los partidos revolucionarios del proletariado
adoptaran por lo general el nombre de Comunista. Inclusive el punto 18 de las Condiciones de ingreso en la Internacional
Comunista, estableció que “… todos los partidos que deseen
ingresar en la Internacional Comunista deben cambiar su título. Cada uno de los
partidos que desee entrar en la Internacional Comunista debe llevar este
título: Partido Comunista de tal país (Sección de la III Internacional
Comunista). La cuestión del título no es sólo formal, sino una cuestión de gran
importancia política. La Internacional Comunista ha declarado una lucha
decidida a todo el mundo burgués y a todos los partidos socialdemócratas
amarillos. Es necesario que para cada trabajador de filas sea totalmente clara
la diferencia entre los partidos comunistas y los viejos partidos oficiales
‘socialdemócratas’ o ‘socialistas’, que han traicionado la bandera de la clase
obrera” (14).
Desechado
definitivamente el nombre de socialdemócrata, a partir de la Tercera
Internacional los partidos proletarios utilizaron, pues, el nombre de Partido
Comunista, pero en algunos casos también los de Partido Socialista, Partido del
Trabajo y Partido de los Trabajadores.
Circunstancias
muy concretas determinaron que algunos partidos adoptaran otros nombres
distintos al de Comunista. El partido del proletariado albanés, por ejemplo,
originalmente llamado Partido Comunista de Albania, cambió este nombre por el
de Partido del Trabajo de Albania en noviembre de 1948 en oportunidad de su I
Congreso. “Esta modificación estaba relacionada con el contenido social de la
población del país y del Partido y no alteraba en nada el carácter ni los
objetivos de éste. Los campesinos constituían en Albania la mayoría, un 80 por
ciento de la población. Esto se reflejaba igualmente en el Partido, cuya inmensa
mayoría de militantes eran trabajadores del campo” (15).
Por su
parte, el Partido Comunista de Viet Nam adoptó el nombre de Partido Comunista
de Indochina en octubre de 1930 y, en oportunidad de su II Congreso en febrero
de 1951, volvió a cambiar su nombre por el de Partido de los Trabajadores de
Viet Nam: “Se decidió dejar actuar públicamente al partido con el nombre de
Partido de los Trabajadores de Viet Nam” (16).
Como se
ve, en el primer caso la razón fue la composición social de la población y del
propio partido, y en el segundo la necesidad de actuar públicamente. Pero
ocurre que, el Partido Comunista de China, por ejemplo, no cambió de nombre, no
obstante actuar en un país donde el ochenta por ciento de la población era
campesina y, como resultado de esto, un porcentaje más o menos igual de su
militancia tenía el mismo origen social.
Estos
hechos merecen, pues, un cuidadoso análisis.
III
En el Perú de las
primeras décadas del siglo pasado, el término socialista aparecía apropiado
para darle nombre al Partido, no por
razones de principio sino por razones
político contingentes.
¿Cuáles
fueron estas razones? Tres muy concretas:
1) la
incipiente conciencia política de la clase obrera. Con esto tiene que ver esta
declaración de Mariátegui de 1927: “Extraviarse en estériles debates
principistas, en un proletariado donde tan débil arraigo tienen todavía los
principios, no serviría sino para desorganizar a los obreros cuando de lo que
se trata es, justamente, de organizarlos” (17);
2) Mariátegui
pensaba en un partido con un estatus legal. En octubre de 1928 escribió: “La
libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la
Constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y
difundir sin restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es
un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta
agrupación”. (18); y,
3) el
socialismo apenas comenzaba aquí su proceso histórico y, por lo tanto,
conservaba su antigua grandeza.
El
planteamiento mariateguiano era, pues, correcto. Pero Mariátegui murió en abril
de 1930, la reunión del Comité Central del 20 de mayo del mismo año cambió el
nombre del partido y hasta su rumbo político y, poco después, la facción
reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista.
En un
comentario sobre cierta opinión vertida por el médico español Gregorio
Marañón, José Carlos Mariátegui sostuvo:
“En el hombre de ciencia y de cátedra, de espíritu liberal y humanista, que
concede sin reservas al partido socialista de su patria, con un certificado de
salud, un testimonio de simpatía y confianza, y que predica como un ideal de su
tiempo la eugenesia, la palabra comunismo puede suscitar supersticiosas
aprensiones, aunque la práctica del único Estado comunista del mundo -la URSS-
le enseñe que no existe entre los dos términos más conflicto que el originado
por el cisma entre reformistas y revolucionarios, y por la necesidad práctica
eventual de distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos” (19).
Esto
escribió Mariátegui un año y tres meses después de haber fundado el Partido
Socialista y, como se ve, sigue la lógica de aquella otra afirmación suya en Aniversario y balance, transcrita en el
primer párrafo del presente escrito. Por lo tanto, si, según señaló, entre los
términos socialismo y comunismo no existe
más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios,
entonces se entiende que, al titular Socialista a su partido, estaba expresando
su condición de Comunista.
La
necesidad, pues, de distinguir entre reformistas y revolucionarios, determinó
que el rótulo de socialismo terminara designando a los primeros y el rótulo de
comunismo a los segundos. Pero ¿por qué fue así precisamente, y no al revés?
Porque el término comunismo designa el Programa Máximo del proletariado
revolucionario y, en consecuencia, es algo más que un rótulo: es el nombre científicamente exacto del
Partido, o sea, el nombre que designa con toda exactitud la meta de
realizar el gran lema “de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus
necesidades”.
La
burguesía -pequeña, mediana o grande- puede aceptar y acepta de hecho, en las
condiciones del régimen capitalista, la propiedad social bajo la forma de comunidad campesina, cooperativa y empresa
estatal, pero de ninguna manera la propiedad común de los medios de producción y, por esto, algunas tendencias
del reformismo se bautizan socialistas, pero no comunistas. Y por eso, hoy por
hoy, hay socialismo burgués, pero no comunismo burgués.
De hecho
(y a pesar de lo afirmado arriba sobre el nombre científicamente exacto de la
teoría marxista), en el habla cotidiana lo mismo da decir, por ejemplo,
socialismo científico que comunismo científico, pero, en cambio, no da lo mismo
decir movimiento socialista que movimiento comunista, pues en el mundo actual,
donde hasta Internacional Socialista tenemos, el primer término sirve para
designar el movimiento reformista y el segundo para designar el movimiento
revolucionario. Por eso decimos movimiento comunista (internacional o nacional)
y no movimiento socialista (internacional o nacional).
En el
marco del actual conflicto entre reformistas y revolucionarios, los términos
socialismo y comunismo no son intercambiables, pero en las circunstancias
históricas particulares como las del Perú de las primeras décadas del siglo
pasado, el primero de dichos términos se presentaba adecuado como nombre del
Partido, pues el proceso histórico del socialismo apenas comenzaba. En cambio,
con respecto a la teoría marxista y a la revolución proletaria, los mencionados
términos son intercambiables.
Desde
luego, el término socialismo podrá recuperar su vieja grandeza, mañana, cuando las necesidades de
demarcación política hayan desaparecido. Pero la desaparición de estas
necesidades solo será posible en el comunismo, es decir, cuando la lucha contra
el oportunismo haya concluido. El mañana al que se refirió Mariátegui es, pues,
el mañana comunista, y en modo alguno el presente.
En su
primera conferencia en la UPGP, junio 1923, Mariátegui afirmó: “Una parte del
socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática,
colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación
anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo”. “Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse… en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en
reformistas y maximalistas”. “Yo participo de la opinión de los que creen
que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis
social-democráticas, de todas las
tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas” (20).
Con estas
tajantes afirmaciones, Mariátegui tomó posición con respecto al nombre del
Partido y al Estado. Pero tomar posición sobre estas cuestiones en el plano
general, no es todavía tomar posición sobre las mismas en el plano nacional.
Por eso puede decirse que la posición de Mariátegui sobre el nombre del Partido
se tradujo –esta es la palabra precisa– en la siguiente afirmación que aparece
nada menos que en el Acta de Constitución
del Partido: “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú,
el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las
masas obreras y campesinas organizadas” (21).
Condiciones
concretas, pues, y, además, actuales, lo que significa que fueron
las condiciones peruanas de los años veinte del siglo pasado las que llevaron a
Mariátegui a la convicción de la pertinencia del nombre de Partido Socialista;
y su posición respecto al Estado peruano se expresó en todas las líneas y
entrelíneas de sus escritos sobre la realidad peruana.
Por lo
tanto, Mariátegui no negó el nombre científicamente exacto del partido
proletario ni su pertinencia en otros países, e, incluso, no negó tampoco que,
un cambio en la situación nacional, podía, tal vez, favorecer otro nombre del
Partido. Así, pues, concretamente, la
posición del partido de Mariátegui con respecto al Estado no estaba en serio
conflicto con su nombre, pues entonces el socialismo recién comenzaba aquí su
proceso histórico y, en consecuencia, conservaba su antiguo prestigio. Este es
un caso ejemplar en que Mariátegui mostró su dominio de la dialéctica.
IV
En un conjunto de
cuatro artículos publicados bajo el título común de Por qué socialista, Ramón García presenta algunos argumentos para
solventar su propuesta de “reivindicar el Partido Socialista”. Examinemos,
pues, estos argumentos.
Pero
antes una cuestión especialmente importante. En el artículo El movimiento comunista, García escribe
que “Fallecido JCM, el nuevo S.G. Eudocio Ravines envió el 09.05.30 una carta a
Luciano Castillo y otros disidentes, firmada a nombre del Partido Socialista.
Sólo el 20.05.30 se adoptaría el nombre de Partido Comunista. Es decir, JCM nada
tuvo que ver con el cambio de nombre del Partido Socialista”.
Compartimos
esta apreciación, cuya verdad histórica se sostiene en toda la lucha interna
desde octubre de 1928 hasta mayo de 1930.
Pues
bien, Mariátegui escribió: “El capitalismo ha dejado de coincidir con el
progreso” (22). Y en otra parte sostuvo:
“Capitalismo o Socialismo. Este es el problema de nuestra época” (23).
Y García
cita estas afirmaciones, y comenta: “Ésta es precisamente la base para sostener el nombre de Partido
Socialista” (24). Incluso insiste: “si el socialismo es el llamado a reemplazar
el capitalismo, se entiende entonces el porqué
del nombre de Partido Socialista” (25).
Pero
ocurre que, como hemos visto, el argumento de Mariátegui para sostener el
nombre de Partido Socialista es uno y único (y suficiente): “En Europa, la
degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de
la guerra designaciones específicas. En
los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso
histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La
guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y
convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan
desaparecido” (26).
El
porqué de Mariátegui es, pues, distinto al porqué de García.
Mariátegui
tuvo la prudencia de sostener el nombre de Partido Socialista en un justo
argumento político contingente, que precisó con estas palabras que repetimos:
“De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité
concurrirá a la constitución de un partido socialista…”.
En
cambio García, en su afán de parecer sólido, comete la imprudencia de
“interpretar” ciertas afirmaciones de Mariátegui en un sentido que no tienen en
realidad y, por este camino, llega a una conclusión general, válida para todos
los países, independiente de toda situación particular: “[el problema de
nuestra época es] la base para sostener el nombre de Partido Socialista”; “si
el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces
el porqué del nombre de Partido Socialista”.
De este
modo García tergiversa el pensamiento de
Mariátegui en punto a las razones del nombre fundacional del PSP y, por
esta vía, niega la tesis de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre
científicamente exacto del Partido. Se entiende, pues, porqué en sus cuatro
artículos y en la introducción a los mismos elude tomar posición explícita
sobre esta cuestión (27).
En
consecuencia, no sorprende que, tratando de sustentar su interpretación de
ciertas afirmaciones de Mariátegui, llegue a decir que “Sólo cinco de los
catorce partidos en el Poder llevan el nombre de Partido Comunista”, y que esta
“realidad internacional le da la razón a Mariátegui” (28). Esto fue escrito en
1988.
¿Es
cierto esto? No, no es cierto, pues, como ha quedado claro, Mariátegui no
propuso el nombre de Partido Socialista sino para el Perú de su tiempo y, a lo
sumo, para aquellos otros países donde el proceso histórico del socialismo igualmente
comenzaba, lo cual, sin duda, no era el caso de los países europeos
precisamente.
Por lo
demás, hay un otro aspecto del problema en el cual García no ha reparado. La
afirmación mariateguiana de que el problema de nuestra época es capitalismo o
socialismo es completamente correcta. Pero también sería correcto afirmar que
este problema es capitalismo o comunismo, pues el socialismo no es sino la
primera fase de la sociedad comunista. Por lo tanto, esta formulación del
mencionado problema es tan legítima como la de Mariátegui y, por vía de
consecuencia, también el nombre de Partido Comunista sería tan legítimo como el
de Partido Socialista. Sin embargo, hablando exactamente, la cosa no va por
allí: como ha quedado sentado, el nombre científicamente exacto del Partido se
deriva del contenido fundamental del marxismo, de la misión histórica del
proletariado, de la meta de realizar el comunismo, y los otros nombres
científicamente no exactos se derivan
de circunstancias particulares que no aconsejan el nombre de Partido
Comunista.
En la Presentación de “Amauta”, Mariátegui escribió: “No se mire en este caso a la
acepción estricta de la palabra. El título no traduce sino nuestra adhesión a
la Raza, no refleja sino nuestro homenaje al Incaismo. Pero específicamente la
palabra ‘Amauta’ adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear
otra vez” (29).
Y García
comenta: “Igual hizo con la palabra socialista. La creó otra vez” (30).
Pero
ocurre que Mariátegui planteó claramente que a la palabra amauta la iban a
crear otra vez, porque con la revista
a la que daba nombre adquiría “una nueva acepción”. Y agregó el maestro: “El
objeto de esta revista es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas
peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos. Pero consideraremos
siempre al Perú dentro del panorama del mundo. Estudiaremos todos los grandes
movimientos de renovación políticos, filosóficos, artísticos, literarios,
científicos. Todo lo humano es nuestro. Esta revista vinculará a los hombres
nuevos del Perú, primero con los de otros pueblos de América, enseguida con los
de los otros pueblos del mundo” (31).
Esta es
la nueva acepción que adquirió la palabra amauta al ser incorporada a un
proyecto socialista.
En
consecuencia, la afirmación de Mariátegui de que “la palabra ‘Amauta’ adquiere
con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez”, tuvo verdadero
sentido y se justificó plenamente.
Pero,
con la palabra socialismo, no ocurrió lo mismo. Esta palabra fue utilizada por
primera vez en un libro del socialista utópico francés Pedro Leroux publicado
en el año 1833, o sea en el marco de la tradición del socialismo utópico, es
decir, del socialismo no proletario y,
al ser transformado este socialismo en socialismo científico, cobró, como es
lógico, una nueva acepción y, de este modo, para decirlo con Mariátegui, fue
creada otra vez. Desde entonces la palabra socialismo pertenece al lexicón
marxista con un determinado significado, y esto quiere decir que, al dar nombre
al partido del proletariado peruano, dicha palabra no adquirió ninguna nueva
acepción y, por consiguiente, no fue creada otra vez. Lo que ocurrió entonces
fue algo mucho más simple: desacreditada en Europa por designar la degeneración
reformista, en el Perú de Mariátegui aparecía todavía como adecuada para
denominar al Partido, pues el socialismo apenas comenzaba aquí su proceso
histórico y, por lo tanto, su grandeza (es decir su vieja acepción adquirida al
ser incorporada al lexicón marxista) se conservaba intacta. El propio
Mariátegui sostuvo esto expresamente. Por eso la frase de García, “Lo mismo
hizo con la palabra socialista. La creó otra vez”, no tiene ningún asidero.
Después
de escribir que el nombre de Partido Socialista obedeció a una cuestión de
táctica (32), García muestra ahora una evidente aprensión con respecto a esta
palabra. En la introducción a sus cuatro artículos, pregunta: ‘¿Es cierto que
fue por táctica?’. Y hace esta pregunta porque, como se ha visto, él cree que
el nombre de Partido Socialista no obedeció a una situación concreta
particular. Pero, como se ha visto también, el argumento uno y único de
Mariátegui (“En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido…”) y su
incontrovertible precisión (‘De acuerdo con las condiciones concretas actuales
del Perú…’), demuestran que su decisión de denominar Socialista al Partido
obedeció a una situación concreta particular, es decir, que fue una decisión
táctica. Y, naturalmente, no hay porqué temerle a la palabra por el solo hecho
de que conocidos oportunistas la hayan utilizado en medio de argumentos que
pretenden que el nombre fundacional del Partido fue un error. Por supuesto, no
fue un error, tal como lo hemos sostenido arriba, es decir, la decisión de
Mariátegui no fue una táctica errónea sino una táctica correcta. Pero
considerar que el nombre de Partido Socialista, acordado en setiembre de 1928,
se desprende del problema de nuestra época y, por lo tanto, del hecho de que el
socialismo sucede al capitalismo, son lucubraciones de García, y con ellas nada
tiene que ver Mariátegui.
Mariátegui
escribió: “El Perú es un país de rótulos y de etiquetas. Hagamos al fin alguna
cosa con contenido”. “El título preocupará posiblemente a algunos. Esto se
deberá a la importancia excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el
rótulo” (33).
Precisamente
con su idea de “reivindicar el Partido Socialista” en unas circunstancias
históricas marcadamente distintas a las que justificaron este nombre en los
años veinte del siglo pasado, García se ha revelado prisionero de la importancia
excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo. De
este modo ha seguido lo que fue contingente y no lo que es sustancial en Mariátegui: su método
Los hechos
anotados hasta aquí son la base para impugnar los argumentos presentados por
García en su propósito de justificar en el Perú actual el nombre de partido
socialista.
Después
de citar de Aniversario y Balance que
la palabra socialismo guardará su grandeza “mañana, cuando las necesidades
contingentes y convencionales de demarcación, que hoy distinguen prácticas y
métodos, hayan desaparecido”, García exclama: “¡Palabras proféticas!” (34).
¿Proféticas?
¿Por qué proféticas? ¿Qué hechos actuales son la realización de las palabras de
Mariátegui para que García hable de “palabras proféticas”? Ciertamente,
aquellas palabras mariateguianas, escritas en setiembre de 1928, fueron el
anuncio público, alusivo, del nombre que ese mismo mes la Reunión de La
Herradura le daba al Partido, y, por lo tanto, en modo alguno pueden ser
tomadas como proféticas.
En
consecuencia, la exclamación de García tiene un otro sentido. De hecho, revela
su creencia de que el mañana del que habló Mariátegui es el Perú actual (y
hasta el mundo actual), es decir que, para él, han desaparecido las necesidades
de demarcación entre reformistas y revolucionarios, y, por consiguiente, no es
necesario distinguir concepciones y métodos con dos títulos distintos. Pero
esto es falso de toda falsedad, como lo sabe todo marxista. Tanto como ayer,
las necesidades de demarcación con respecto al oportunismo están vigentes en el
mundo entero, y lo estarán mientras haya lucha de clases. Y habrá lucha de
clases durante toda la época del imperialismo y de la revolución proletaria.
Por otro
lado, García afirma que, “Respecto al Partido, ahora se acepta diversidad de
nombres”. Pero ¿de qué partido habla? Preguntamos, porque, cuando Lenin se
planteó el problema de “cómo debe denominarse nuestro Partido”, se refirió a un
partido marxista y no a un partido
oportunista cualquiera. Y cuando Mariátegui afrontó el mismo problema, se
refirió también a un partido marxista y no
a un partido oportunista cualquiera.
Pero, en
su afán de encontrar pruebas de su aserción, García intenta pasar como
marxistas a partidos ideológica y políticamente descompuestos hasta la médula,
como el Partido Socialista Unificado de Alemania, el Partido Comunista de
Checoslovaquia, el Partido Comunista de la Unión Soviética, la Liga de los
Comunistas de Yugoslavia, etcétera.
Más
todavía, en el colmo del menosprecio por el factor ideológico como el
determinante del carácter de clase de un partido, llega a decir que “El Partido
de Marx, el Partido de Alemania, se llama precisamente Partido Socialista”
(35).
Sin
embargo, contra esa arbitraria afirmación, se alza el hecho histórico de que el
partido de Marx fue el Partido Socialdemócrata Alemán, que, después de
fallecidos los fundadores del comunismo científico, se transformó en un partido
completamente revisionista y, por esto, dejó de ser el partido de Marx y
Engels.
Como se
ha visto arriba, el cofundador del marxismo sostuvo que “los partidos se
desarrollan y el nombre queda”. Pero también los partidos pueden no desarrollarse sino degenerar.
Precisamente la inmensa mayoría de los partidos que García menciona en su
artículo El movimiento comunista,
cayeron al pantano del revisionismo y sus nombres quedaron. En consecuencia,
mal puede hablarse de ellos como ejemplos de que “ahora se acepta diversidad de nombres” (36). Por el contrario, el
hecho de que, de esos partidos, quedaran los nombres de Socialista y de
Comunista, fue un factor que contribuyó a confundir a las masas. Y, por lo que
se puede ver, no sólo a las masas.
La
degeneración reformista de los partidos de la Segunda Internacional que impuso
después de la primera guerra mundial designaciones específicas en Europa,
impuso también con el tiempo iguales designaciones en América Latina. Partidos
socialistas ligados a la Segunda Internacional se fundaron entre fines del
siglo XIX y comienzos del XX: en 1896 en Brasil y Argentina; en 1904 en Cuba;
en 1910 en Uruguay; en 1912 en Chile, por ejemplo. Pero estos partidos
resultaron tan oportunistas como la Segunda Internacional y, por esto, de sus
filas se apartaron los elementos que fundaron partidos comunistas ligados a la
Tercera Internacional. De entonces a esta parte, partidos socialistas han
ejercido y ejercen el gobierno no sólo en Europa (demostrando su condición de
partidos al servicio de la burguesía imperialista), sino también en nuestro
continente (demostrando su reformismo en unos casos y su pro-imperialismo en
otros).
Por lo
demás, desde 1951 la Internacional Socialista agrupa a partidos que, en sus
respectivos países, compiten con otros partidos conservadores en la defensa del
sistema capitalista y que, como es notorio, forman un movimiento bien
financiado, bien organizado, bien extendido y bien publicitado.
En un
mundo donde la información está globalizada más que ayer y más todavía que
anteayer, la domesticada actuación del oportunismo socialista está en la
conciencia de las clases trabajadoras de todos los países del mundo. En el
nuestro, el reformismo del Partido Socialista de Castillo, primero, y, ahora,
el reformismo del Partido Socialista Peruano, por ejemplo, evidencian
igualmente que bajo el nombre de socialismo se esconde nada menos que la
negación del revolucionarismo proletario.
Desde
hace décadas, pues, tanto en Europa como en América, el nombre de socialista
sirve para embotar la conciencia política del proletariado y llevar a las masas
por el camino del más mediocre reformismo. Ciertamente la camisa del socialismo
está sucia.
Los
excesos de la represión en los tiempos de Stalin, la intervención soviética en
Hungría y Polonia, el muro de Berlín, la escisión en el movimiento comunista
internacional, la guerra chino-vietnamita, la controversia albano-china, la
barbarie camboyana, la guerra chino-vietnamita, la caída del revisionismo (que
en la conciencia ordinaria de las masas pasó como caída del comunismo), la
derrota de varias luchas armadas en Asia y América Latina y, en el plano
nacional, la oportunista actuación de varios partidos comunistas y la barbarie
senderista, han creado una situación general adversa al comunismo. Ciertamente
la camisa del comunismo está sucia.
Estos
hechos determinan que actualmente en la escena mundial y, en particular en la
peruana, no se justifiquen las denominaciones de Socialista y de Comunista para
el partido del proletariado, salvo consideración subjetiva. Y, como es obvio,
una consideración de tal naturaleza se distingue por hacer caso omiso de los
hechos. En el caso que nos ocupa, no es difícil identificar los hechos que, de
todos aquellos mencionados arriba, ha omitido García. Pero subrayemos solamente
dos, suficientemente expresivos.
García
sostiene: “… en la reunión del C.C. del 07.09.29, JCM reafirmó la denominación
de Partido Socialista. Sólo se opusieron Jacinto Paiva y Luciano Castillo”
(37).
Pero
esto es referir la historia de un modo incompleto. Después del fallecimiento de
Mariátegui, la facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido
Socialista. García silencia este hecho.
El
Partido Socialista Revolucionario (es expresivo que este partido, además de
Socialista, se apellidara Revolucionario) estuvo comprometido, no obstante su
apellido, en el apoyo al gobierno corporativo de Velasco y, como es de
conocimiento común, representaba una posición oportunista en el movimiento
popular. García silencia este hecho.
Con las
disculpas del caso, recordaremos una vez más que Mariátegui señaló claramente
que entre los términos socialista y comunista “…no existe…” “…más conflicto que
el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios…”.
Entonces,
actualmente ¿existe o no un conflicto
originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios y, por lo tanto,
existe o no la necesidad de distinguir
los dos campos con dos rótulos diversos? Como es evidente, este cisma y
esta necesidad existen en Europa desde, digamos, la primera guerra mundial, en
algunos países de América Latina desde la década de 1920, y, concretamente en
el Perú, desde que la facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de
Partido Socialista. Y es un hecho que, este cisma y esta necesidad, no han
desaparecido sino que siguen existiendo en todo el mundo y, en muchos casos, de
un modo aun más marcado.
Pero
ocurre que, en el marco de esta necesidad de distinguir a reformistas y revolucionarios
con los términos socialistas y comunistas, respectivamente, García promueve
precisamente el rótulo que designa a los reformistas. Pero se entiende que así
haya procedido, pues, contrariando a Mariátegui, considera que el nombre de
Partido Socialista no se derivó de una situación concreta particular, sino del problema de nuestra época,
consideración con la que, además, contraría también, al mismo tiempo, a Marx,
Engels y Lenin.
Desde
luego, no está vedado manifestarse contra ciertas concepciones de los maestros
del proletariado, siempre y cuando que estas concepciones sean erróneas o, en
su defecto, que su verdad haya caducado históricamente. Pero cualquier marxista
sabe que las concepciones de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre
científicamente exacto del partido proletario no son erróneas ni están
anticuadas, así como también que la concepción de Mariátegui sobre el nombre
fundacional del partido no fue errónea sino correcta, aunque, por razones
explicadas arriba con toda exactitud, su aplicación no sea ahora pertinente.
Mariátegui
no negó el nombre científicamente exacto del partido proletario y acordó el
nombre de Partido Socialista porque era concretamente apropiado en las
condiciones nacionales de su tiempo.
Sin
embargo, teniendo en cuenta lo esclarecido hasta aquí, es un hecho que los “socialistas”
de ahora no saben que el nombre de su partido es científicamente inexacto y políticamente
inadecuado. Y es científicamente inexacto por razones que sería ocioso
repetir, y es políticamente inadecuado porque después de casi ochenta años de
proceso histórico del socialismo entre nosotros, con Partido Socialista de
Castillo, Partido Socialista Revolucionario, Partido Socialista Peruano y
Partido Socialista de los Trabajadores de por medio (para no referirnos sino al
plano nacional), no tiene ningún fundamento válido pretender que el nombre de
Partido Socialista es pertinente en el Perú de hoy.
García
declara: “Para el m.c.n. también ha llegado la hora de quitarse la camisa
sucia. Ha llegado la hora de ponerse ropa limpia. Ha llegado la hora de fijar
la posición del proletariado respecto al Estado. Debemos ponernos ropa limpia”
(38).
¿Y qué
ropa propone? Pues la ropa del socialismo, lo cual, por cierto, equivale a
proponer sacarnos la ropa sucia del comunismo para ponernos la ropa más sucia
todavía del socialismo. Y, sin embargo, su grupo se ha puesto esta camisa
sumamente sucia.
Pues
bien, cualquier marxista que haya asimilado el marxismo “en su esencia misma
como teoría del desarrollo de la humanidad”, tiene que saber:
1)
que la necesidad de demarcación política respecto al oportunismo socialista que
pulula en el mundo globalizado de hoy, es una necesidad completamente vigente;
2)
que la camisa del socialismo está sucia y que, por lo tanto, ponérsela hoy día
como distintivo de la identidad ideológica del proletariado revolucionario es
facilitar el engaño de las masas;
3)
que no tener en cuenta estas dos
cuestiones equivale a no tener en
cuenta la realidad objetiva, y no tener en cuenta la realidad objetiva es caer
en subjetivismo.
Desde luego, todo
colectivo tiene el derecho de llamarse como quiere. Pero es evidente que, al no
tener ninguna base que lo justifique realmente, el nombre de partido socialista
aparece hoy en día como un intento de utilizar al Partido de Mariátegui como coartada.
Empero, como en este mundo hay quienes
pretenden tener la razón hasta cuando
no la tienen, los “socialistas” pueden seguir con la camisa sucia que
visten.
Por otro
lado, ¿cómo se entiende aquello de que “ha llegado la hora de fijar la posición
del proletariado respecto al Estado”? Con el término proletariado García no se
refiere a la clase obrera sino al movimiento comunista nacional. En
consecuencia, lo que sugiere con su afirmación, es que en el Perú se da el
curioso caso de un movimiento comunista que no tiene una posición
revolucionaria con respecto al Estado, cuando, como lo sabe todo marxista que
haya asimilado el marxismo “en su esencia misma como teoría del desarrollo de
la humanidad”, el movimiento comunista es movimiento comunista justamente
porque tiene una posición revolucionaria con respecto al Estado.
Por lo
tanto, la frase de García resulta siendo un contrasentido y, de hecho, no tiene
ningún contenido que no sea su creencia de que, con excepción suya, todos los
demás -individuos, grupos y organizaciones- estamos requeteperdidos en la
estratósfera, esperando, para volver a pisar tierra, “la hora” de una especie
de revelación comunista, perdón, “socialista”, que nos ilumine para comenzar,
por fin, a ser revolucionarios.
Ciertamente
García se ha equivocado, y se ha equivocado porque ha hecho caso omiso de los
hechos y utilizado abusivamente ciertas afirmaciones de Mariátegui. Por eso
puede decirse que no ha sabido distinguir lo subjetivo de lo objetivo. Por eso,
hay que decir que, sobre el punto, en sus cuatro artículos NO HA DICHO LA
VERDAD, TODA LA VERDAD, NADA MÁS QUE LA VERDAD.
El
nombre del Partido es incomparablemente menos importante que la cuestión de la
posición del proletariado con respecto al Estado, pero, de todos modos, esta
cuestión no es sólo formal, sino una cuestión de gran importancia política. Por
eso hay que agregar que el nombre de Partido Socialista, promovido por García,
está en abierto conflicto con la posición que sostiene en el papel con respecto
al Estado.
Escamotear
la tesis de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del
partido proletario y, encima, tergiversar a Mariátegui en punto a las razones
que justificaron el nombre fundacional del Partido, no es poco. Por eso era
necesario decir las cosas como son, y no silenciarlas.
V
Los términos socialista
y comunista están profundamente desacreditados ante las masas. Esto es un
hecho. Por otro lado, los nombres de Partido del Trabajo y Partido de los
Trabajadores, no se conservan tampoco muy limpios que digamos. ¡Nos hemos
quedado sin ropa limpia!
Pero, en
una circunstancia así, hay que tener presente la observación que hace Lenin en Un paso adelante, dos pasos atrás: “[hay
que saber elevarse] al punto de vista
de que, en la lucha política, hay que elegir a veces el mal menor”.
En la
actualidad, el mal mayor tiene dos nombres: “socialismo” y “comunismo”. Y el
mal menor también tiene dos nombres: “Partido del Trabajo” y “Partido de los
trabajadores”.
No
podemos, pues, hoy por hoy, llamar a nuestro Partido ni Comunista ni
Socialista. Comunistas y socialistas se han llamado durante décadas enteras la
mayoría de partidos que estuvieron en el poder y terminaron restaurando el
capitalismo. También se llaman, actualmente, comunistas y socialistas, partidos
que han echado raíces en el sistema capitalista. Y, en un mundo
informativamente globalizado como el actual, todo ello existe como si estuviera
en las puertas de nuestras casas.
Pero
tampoco podemos llamarnos Partido de los Trabajadores, pues este nombre tiene
el inconveniente de ser el nombre del partido en el gobierno en el vecino
Brasil, que, como es de conocimiento general, aplica una mal disimulada
política pro-imperialista. Queda, pues, en principio, el nombre de Partido del
Trabajo.
Este
nombre, obviamente, no dice mucho, pero puede permitir no cargar con el pasivo
de los partidos socialistas y comunistas y, al mismo tiempo, marcar diferencia
con respecto al mencionado partido brasilero. La situación mundial y nacional
nos permite sugerir este nombre, pues, de todos modos, representa la actividad
permanente de las clases explotadas, que son, justamente, las clases por cuyos
intereses inmediatos e históricos luchamos. Puede
pasar, pues, como nombre provisorio de un colectivo marxista, que, en
cuanto tal, tiene, como no puede ser de otro modo, una posición revolucionaria
con respecto al Estado. No obstante, no queremos dogmatizar nuestra propuesta,
y estamos abiertos a aceptar una mejor, si la hubiera.
VII
Actualmente la
palabra comunismo está desacreditada ante las amplias masas populares. La
desacreditaron el oportunismo en general y el revisionismo en particular. Pero,
incluso así, sigue siendo legítimamente usada para designar la teoría marxista,
el movimiento marxista y la sociedad futura. En consecuencia, así como la
palabra socialismo en el Perú de Mariátegui, la vieja y grande palabra comunismo conserva, a pesar de todo, su
grandeza, y la guardará intacta en la historia, mañana, cuando la lucha
revolucionaria de los comunistas termine por convencer a las masas de la
justeza de su lucha y de su meta.
Notas
[1] OC,
t.13, Empresa Editora Amauta, Lima, 1975, p.249.
[2] Prefacio a la edición inglesa de 1888 del Manifiesto
Comunista. Cursivas en el original. Negritas nuestras.
[3] Crítica
del programa de Gotha, en OE en tres tomos t.III, Editorial Progreso,
Moscú, 1980, p.15.
[4] El
estado y la revolución, ELE, Pekín, 1975, pp.120-121. Cursivas en el original.
[5] Las
tesis de abril, Editorial Progreso, Moscú, 1966, p.51.
[6] Ibídem.
[7] El
estado y la revolución, p.99. Cursivas en el original.
[8] Ibídem.
Cursivas en el original.
[9] Las
tesis de abril, p.53. Cursivas en
el original.
[10] Ibídem, pp.51-52. Cursivas en el original.
[11] El Estado y la revolución, p.100.
[12] Ibídem, pp.99-100.
[13] Las tesis de abril, pp.53-54 y 55.
Cursivas en el original. Elipsis nuestras.
[14] La organización del proletariado,
Ediciones Bandera Roja, Lima, 1967, p.260.
[15] Historia del Partido de Albania, Casa
Editora Naim Frashëri, Tirana, 1971, pp.346-347.
[16] Historia del Partido de los Trabajadores de
Viet Nam, Ediciones Movimiento, Medellín, 1973, p.57.
[17] OC, t.13, p.113.
[18] Ibídem, p.164. Hay que precisar que el
estatus legal del PSP no conculcaba su carácter clandestino. El partido
clandestino puede tener, al mismo tiempo, un estatus legal.
[19] OC, t.18, EEA, Lima, 1970, pp.165-166.
[20] OC, t.8, pp.21-22. Elipsis y cursivas
nuestras.
[21] Martínez de la
Torre, Apuntes para una interpretación
marxista de historia social del Perú,
t. II, Lima, 1974, p.398. En adelante Apuntes.
[22] Defensa del marxismo, EEA, Lima, 1987,
p.37
[23] OC, t.13, p.249.
[24] El socialismo peruano.
[25] El lexicón octubrino.
[26] OC, t.13, p.249. Cursivas nuestras.
[27] Decimos
“explícita”, porque es un hecho que, implícitamente, reniega el nombre
científicamente exacto del Partido.
[28] El lexicón octubrino.
[29] OC, t.13,
p.238.
[30] El movimiento comunista.
[31] OC, t.13, p.239.
[32] La organización del proletariado, p.198.
[33] OC, t.13, p.238.
[34] El partido de Mariátegui.
[35] El movimiento comunista.
[36] Ibídem.
[37] Ibídem.
[38] El partido de Mariátegui.
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