Nota:
Entre otros escritos, publicamos a
continuación uno de nuestro compañero Eduardo Ibarra, en el cual desenmascara
más profundamente aún el liquidacionismo de Aragón.
Publicamos, asimismo, el artículo Marxismo y Revisionismo, donde Lenin
analiza las diversas manifestaciones del revisionismo de su tiempo y sienta
importantes bases para el análisis del revisionismo de cualquier período. El revisionismo
es una desviación del marxismo, y esta realidad no desaparece porque se la
silencie.
El lector podrá comparar –si no
comparó ya– la posición de clase de Lenin con la posición oportunista de
quienes encubren al revisionismo; la riqueza de pensamiento de Lenin con la
pobreza de quienes como todo argumento esgrimen que en los primeros cuatro
tomos de sus Obras Escogidas Mao no
utilizó la palabra revisionismo; la consecuencia de Lenin con su convicción
marxista con el renuncio al marxismo y por esto a toda lucha contra el revisionismo.
Lenin, a quien los García y los
Aragón no les faltaría ganas de calificar de “cruzado anti-revisionista”, fue
un consecuente luchador por la pureza del marxismo y contra su prostitución por
los revisionistas, exactamente como los demás maestros del proletariado
internacional y como nuestro José Carlos, maestro del proletariado peruano.
01.10.2015.
Comité
de Redacción.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Nuevas
Mentiras de Miguel Aragón y Mucho Más Que Eso
Eduardo
Ibarra
EN UNO DE LOS ARTÍCULOS QUE HA publicado en las
últimas semanas Miguel Aragón para desviar la atención de su impotencia para
responder a la crítica de su antimariateguismo desembozado y su temperamento
criollo (Contra el Liquidacionismo histórico; La Reunión de Barranco y el liquidacionismo histórico, La
fullería de Miguel Aragón), pueden leerse estas mentiras: “En un sector muy reducido,
pero no por ello despreciable, del pueblo, hay quienes consideran que en
la actualidad el enemigo principal del pueblo peruano es el
revisionismo. Los autodenominados ‘cruzados antirevisionistas’,
a los cuales se les puede contar con los dedos de una
mano, pretenden colocar en el centro del debate actual, la contradicción
entre el supuesto ‘marxismo-leninismo’ de ellos, y un supuesto ‘revisionismo’
de los que no comparten sus ideas”.
Como se ve: 1) Aragón no presenta ninguna prueba de
su acusación relativa al enemigo principal del pueblo peruano; 2) pretende
hacer creer que nosotros mismos nos hemos “autodenominado” “cruzados
antirrevisionistas”.
Pero ocurre que lo que hemos sostenido es que el
revisionismo es el “peligro principal en la
construcción del partido y en el trabajo de masas” (La
reconstitución y la política concreta
II), y, obviamente, esto no tiene nada que ver con el “enemigo principal
del pueblo peruano”.
Por otro lado, todo el mundo sabe que el
calificativo de “cruzados antirrevisionistas” nos lo colgó Ramón García
travestido de Eusebio Leyva (1).
Pues bien, en cuanto a que Aragón considera nuestro
marxismo-leninismo como “supuesto”, no nos sentimos en la necesidad de
defendernos, pues los lectores pueden comprobar nuestra filiación ideológica directamente
en nuestra producción literaria.
Pero en cuanto a que suponemos ‘revisionismo’ [en quienes] no comparten [nuestras] ideas”,
sí es necesario puntualizar algunas cosas.
Las únicas posiciones que hemos definido de una
determinada manera son las del PCP-SL, las del grupo de Aragón y las del grupo
de Jaime Lastra.
De las primeras hemos dicho que se trata de
oportunismo de “izquierda”; de las segundas que se trata de liquidacionismo de
derecha; y de las terceras, que se trata de oportunismo de derecha.
El oportunismo de izquierda del PCP-SL es una
realidad que se revela en su tesis de que la situación revolucionaria en el
Perú es permanente, en su tesis de la “militarización del partido”, etcétera,
etcétera (ver El pez fuera del agua).
El liquidacionismo de derecha del grupo de Ramón
García es una realidad que se revela en la negación del partido de clase, en la
oposición a la Reconstitución, etcétera, etcétera (ver El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, Mariátegui y el
leninismo, otros artículos).
El oportunismo de derecha del grupo de Lastra es
una realidad que se revela en la idea de que el frente dirige al partido, en el
seguidismo respecto a la creencia de que la acción legal municipal es el camino
al socialismo, etcétera, etcétera (ver La
reconstitución y el pensamiento de
Mariátegui, La reconstitución y la
política concreta, otros artículos).
Como se ve, en ningún caso hemos derivado las
mencionadas calificaciones del mero hecho de que las tendencias aludidas no
comparten nuestras ideas, sino del análisis del carácter de sus posiciones
ideológicas y políticas.
Por lo demás, en CREACIÓN HEROICA hemos publicado escritos con cuyo contenido no estamos
de acuerdo en parte o en todo, y, por supuesto, nunca se nos ha ocurrido
calificar de revisionistas a sus autores. Esta actitud responde a nuestra
convicción de que esta revista debe contribuir a centralizar el debate en el
Socialismo Peruano, lo que no ha impedido ni tenía porqué impedir confutar
“ideas discrepantes peligrosas” como la negación del marxismo-leninismo, la
falsificación de la identidad doctrinal de Mariátegui, la tergiversación de la
verdad histórica del PSP, la negación del partido de clase, etcétera.
Esa ha sido nuestra actitud desde el
principio, y en junio de 2014 la expresamos puntualmente (ver El espíritu criollo de Jaime Lastra).
Ama llulla, pues, ama llulla, Aragón.
Más adelante, el conocido falsario repite
servilmente a Ramón García anotando que en los primeros cuatro tomos de sus Obras Escogidas, Mao no “utilizó la
categoría teórica ‘revisionismo’ para luchar contra las tendencias discrepantes
que existían en el desarrollo de la revolución en China” (2).
Como se puede ver, la afirmación tiene un alcance
mucho mayor que el de la calumnia que acabamos de desenmascarar, pues quiere
decir que la urticaria que les provoca a los liquidadores el término
revisionismo, oculta una cuestión de fondo: la negación del revisionismo.
En efecto, el argumento de García apunta a
descalificar dicho término.
Pero veamos cómo se presenta la cuestión.
El hecho de que en los primeros cuatro tomos de las
Obras Escogidas de Mao no aparezca el
término revisionismo, no demuestra que el gran dirigente no tuviera en cuenta
el concepto que el mismo encierra, sino únicamente que las diversas
desviaciones del marxismo que surgieron en China en el período comprendido
entre marzo de 1926 y setiembre de 1949 (fechas del primer y último escritos
comprendidos en los aludidos tomos), fueron calificadas por su especificidad y
no por su contenido fundamental.
Así por ejemplo, la desviación representada por
Chen Duziu durante la primera guerra civil revolucionaria, fue definida como
“oportunismo de derecha”, pues, entre otras cosas, negaba la hegemonía del
proletariado. Por lo tanto, fue capitulacionismo respecto a la burguesía y, por
esto, fue conocida también como “capitulacionismo de derecha”.
Pues bien, por cuanto, como señaló Lenin, la teoría
de la lucha de clases constituye la base de la doctrina de Marx, entonces
cualquier marxista puede darse cuenta de que el aludido capitulacionismo fue
revisionismo.
Por lo tanto, en los mencionados tomos no se
encuentra el término revisionismo, pero se encuentra el concepto: el
capitulacionismo de derecha de Chen Duziu fue revisionismo, y contra este
revisionismo luchó firmemente Mao.
También en Rusia diversas desviaciones del marxismo
fueron calificadas por su especificidad: economismo, menchevismo,
liquidacionismo, etcétera. Pero el economismo negaba la lucha política del
proletariado, se prosternaba ante la espontaneidad del movimiento obrero y
negaba el papel del partido proletario; el menchevismo, para decirlo en una
palabra, adaptó la lucha de clases del proletariado al liberalismo; y el
liquidacionismo negó el carácter clandestino del partido; así, pues, todas
estas desviaciones fueron formas específicas de revisionismo (3).
Cuando en los prolegómenos de la primera guerra
mundial y en el curso de la misma surgió el socialchovinismo, lo que ocurrió no
fue otra cosa que la aparición de otra forma específica de revisionismo.
El liquidacionismo de derecha del grupo de Ramón
García es, asimismo, una forma específica de revisionismo.
Lenin esclareció la relación entre la
característica específica de una desviación y su contenido fundamental: “El
carácter inevitable del revisionismo está condicionado por sus raíces de clase
en la sociedad actual. El revisionismo es un fenómeno internacional. Para
ningún socialista un poco enterado y reflexivo puede existir ni la más pequeña
duda de que la relación entre los ortodoxos y los bernsteinianos en Alemania,
entre los guesdistas y los jauresistas (ahora, en particular, los broussistas)
en Francia, entre la Federación Socialdemócrata y el Partido Laborista
Independiente en Inglaterra, entre De Brouckère y Vandervelde en Bélgica, los
integralistas y los reformistas en Italia, los bolcheviques y los mencheviques
en Rusia, es en todas partes, sustancialmente, una y la misma, pese a la
gigantesca diversidad de las condiciones nacionales y de los factores
históricos en la situación actual de todos estos países. La ‘división’ en el
seno del socialismo internacional contemporáneo se desarrolla ya, ahora, en los
diversos países del mundo, esencialmente, en una misma línea, lo cual muestra el formidable paso adelante que se ha
dado en comparación con lo que ocurría hace 30 ó 40 años, cuando en los
diversos países luchaban tendencias heterogéneas dentro del socialismo
internacional único” (Marxismo y
revisionismo, en Contra el revisionismo,
compilación, Editorial Progreso, Moscú, s/f, pp.118-119) (4).
Es necesario agregar que de todos modos Mao utilizó
el término revisionismo, y que fue un consecuente luchador anti-revisionista.
Por lo tanto, puede decirse que, al calificar una
desviación por su característica específica, Mao sabía perfectamente cuál era
su contenido fundamental.
Profundizando a García, Aragón agrega: “De
manera similar, revisar con mayor atención todavía, cuantas veces José Carlos
Mariátegui utilizó y escribió esa expresión “revisionismo” en las 230 páginas
del libro Peruanicemos al Perú, en las 352 páginas del
libro 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, y en las
285 páginas del libro Ideología y Política”.
Es notorio –y hay que subrayarlo especialmente– que
Aragón se ha cuidado de mencionar el libro Defensa
del marxismo, lo cual, sin duda alguna, revela una actitud sesgada.
Contra esa actitud, se levanta el hecho de que el
citado libro es la expresión más alta de defensa del marxismo-leninismo en
nuestro medio, y, al mismo tiempo, la expresión más sólida de lucha contra el
revisionismo. Con ese texto Mariátegui sentó las bases de la construcción
ideológica del PSP, y, de esta forma, demostró su condición de consecuente
luchador anti-revisionista.
Hay que subrayar también que, en Ideología y política, libro que sí
menciona Aragón, Mariátegui escribió: “Falcón olvida que el Estado demo-liberal
es el órgano de la clase capitalista. Su revisionismo lo mueve a prescindir de
la existencia o la realidad de las clases y más aún de su conflicto”
(p.230).
En los primeros cuatro tomos de las Obras de Mao no se encuentra, en efecto,
la palabra revisionismo, pero, como se ha podido ver, sí el concepto. Y clamar por
la palabra como lo hacen García, Aragón y otros liquidadores, no es más que una
expresión del más chato culto a los libros, y, por lo tanto, una muestra de que
el autor del sensacional descubrimiento no es capaz de calar en el fondo de la
cuestión y sus seguidores tampoco (5).
Varias veces Aragón ha
subrayado nuestra pequeña dimensión orgánica a fin de descalificarnos (6). Esta
vez ha dicho: “sector muy reducido”, “se les puede contar con los dedos de una
mano”.
De esa forma, intenta silenciar nuestra dimensión
en el plano de las ideas: como es de conocimiento general, desde hace tiempo –y precisamente
contra la campaña antimariateguiana del grupo liquidacionista– venimos defendiendo la
identidad doctrinal de Mariátegui, la verdad histórica del PSP, la vigencia del
partido de clase, entre el análisis de cien cosas más, y, obviamente, ello no
es poco.
Por lo tanto, es un hecho que la lucha contra el
desborde del liquidacionismo de derecha ha avivado el pensamiento teórico de
los marxistas peruanos con alguna fecundidad y algunas conquistas.
Blandiendo el revisionismo contra el marxismo; el
Mariátegui falsificado contra el Mariátegui verdadero; el PSP adulterado contra
el PSP auténtico; el partido-amalgama contra el partido de clase; Aragón se ha
dado siempre de bruces contra nuestros argumentos (como ahora mismo) terminando
casi siempre escondiendo la cabeza bajo el ala (como, por ejemplo,
recientemente ante los artículos mencionados al principio de las presentes
notas).
Pues bien, si está demostrado documentadamente que
el PSP aprobó su programa en algún momento del período setiembre-diciembre de
1929; que, por esto, el marxismo-leninismo fue acordado como la base ideológica
de su unidad; que la Reunión de Barranco constituyó el Comité Ejecutivo del Partido;
que en marzo de 1930 se intentó fundar públicamente el PSP como partido de
cuadros; que, dado el proceso real de constitución del PSP, la Reunión de
Barranco se presenta como su Reunión Fundacional; ¿por qué Aragón niega todos
estos hechos con verdadera obcecación?
¿Por qué, por último, ha llegado al extremo de
negar la propia existencia histórica del PSP?
¿Por qué, pues, si, todo presumido, ha dicho que ha hecho “una nueva relectura, ordenada y profunda”,
de los documentos relativos al PSP? (7).
Notas
[1] La
falta de argumentos, llevó a García a hacer mofa de la consustancial cualidad
anti-revisionista de todo marxista consciente, y, como se ve, Aragón repite
servilmente la actitud. Por otro lado, es menester señalar que la inveterada costumbre de este personaje de
mentir, y, específicamente, de calumniar a sus contradictores, es una cuestión
desenmascarada anteriormente no solo por nosotros, sino también por activistas
de otras tendencias.
[2] Obsérvese
el eufemismo encubridor de Aragón: “tendencias discrepantes”, en lugar de
tendencias oportunistas.
[3]
Lenin señaló: “el ‘economismo’, de los años 1895-1902, el ‘menchevismo’ de
1903-1908 y el liquidacionismo de 1908-1914 no son otra cosa que la forma o
variedad rusa del oportunismo y del revisionismo” (Quien mucho corre, pronto para, en Contra el revisionismo, Editorial Progreso, Moscú, s/f, p.186).
Así, pues, también el oportunismo de Den Duzio no fue más que una forma o
variante china del revisionismo, y como ella hubo otras en la patria de Mao.
[4]
Por lo demás, Lenin
señaló: “Las dos tendencias, incluso los dos
partidos del movimiento obrero contemporáneo, que tan claramente se han
escindido en todo el mundo en 1914-1916, fueron observados por Engels y Marx en
Inglaterra durante varios decenios, aproximadamente entre 1858 y 1892” (El imperialismo y la escisión del socialismo, en Contra el revisionismo, p.341). Y, todo marxista suficientemente
informado, sabe que los fundadores empeñaron “una guerra implacable” contra el
oportunismo, que, entre 1877 y 1879, se transformó en “una guerra furiosa”.
[5]
No hace mucho, sin embargo, Aragón tuvo la desvergüenza de acusarme de culto a
los libros por defender una tesis vigente de Mariátegui.
[6] Como es notorio, nuestra tendencia es aquella que
adhiere al marxismo-leninismo y al Camino de Mariátegui, que, como se puede
constatar, no es muy pequeña que digamos. En el marco de esta tendencia, El COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS
MARIÁTEGUI es una forma organizativa entre otras.
[7] Si
es una “nueva relectura”, quiere decir que ha leído tales documentos tres
veces. Por eso llama la atención que no haya entendido lo que ha leído, y si
entendió ¿cómo es posible, entonces, que diga tantos disparates juntos?
Lenin
UN
CONOCIDO AFORISMO DICE QUE si los axiomas geométricos chocasen con los
intereses de los hombres, seguramente habría quien los refutase. Las teorías de
las ciencias naturales, que chocaban con los viejos prejuicios de la teología,
provocaron y siguen provocando hasta hoy día la lucha más rabiosa. Nada tiene
de extraño, pues, que la doctrina de Marx, puesta directamente al servicio de
la educación y organización de la clase de vanguardia de la sociedad moderna,
señale las tareas de esta clase y demuestre que es inevitable la sustitución
—en virtud del desarrollo económico— del régimen actual por un nuevo orden de
cosas; nada tiene de extraño que esta doctrina haya tenido que conquistar en
lucha cada paso dado en la senda de la vida.
Huelga
hablar de la ciencia y la filosofía burguesas, enseñadas de un modo oficial por
catedráticos oficiales para embrutecer a las nuevas generaciones de las clases
pudientes y "amaestrarlas" contra los enemigos de fuera y de dentro.
Esta ciencia no quiere ni oír mencionar el marxismo, al que declara refutado y
destruido; contra Marx arremeten con igual celo tanto los hombres de ciencia
jóvenes, que hacen carrera rebatiendo el socialismo, como los ancianos seniles,
que guardan el legado de toda clase de "sistemas" caducos. Los
avances del marxismo, la difusión y el arraigo de sus ideas entre la clase
obrera provocan inevitablemente la reiteración y el enconamiento de esos
ataques burgueses contra el marxismo, el cual sale más fortalecido, más templado,
con más vida de cada una de sus "destrucciones" a manos de la ciencia
oficial.
Mas
tampoco entre las doctrinas vinculadas a la lucha de la clase obrera y
difundidas sobre todo entre el proletariado ganó el marxismo de golpe, ni
muchísimo menos, sus posiciones. Durante el primer medio siglo de su existencia
(desde la década del 40 del siglo XIX), el marxismo impugnó las teorías que le
eran profundamente hostiles. En la primera mitad de la década del 40, Marx y
Engels saldaron cuentas con los jóvenes hegelianos radicales, que abrazaban el
idealismo filosófico. A fines de esta década pasa a primer plano la lucha en el
terreno de las doctrinas económicas, la lucha contra el proudhonismo. Esta
lucha culmina en la década del 50: crítica de los partidos y de las doctrinas
que se habían dado a conocer en el turbulento año 1848. En la década del 60, la
lucha se desplaza del campo de la teoría general a un terreno más cercano al
movimiento obrero propiamente dicho: expulsión del bakuninismo de la Internacional.
A comienzos de la década del 70 descuella en Alemania, por breve tiempo, el
proudhonista Mülberger; a fines de esta década, el positivista Dühring. Pero la
influencia de uno y otro en el proletariado es ahora insignificante en
extremo. El marxismo alcanza ya el triunfo absoluto sobre todas las demás
ideologías del movimiento obrero.
Hacia
la década del 90 del siglo pasado, este triunfo estaba ya consumado en sus
rasgos fundamentales. Hasta en los países latinos, donde se mantenían más
tiempo las tradiciones del proudhonismo, los partidos obreros estructuraron en
la práctica sus programas y su táctica sobre bases marxistas. Al renovarse —en
forma de congresos internacionales periódicos— la organización internacional
del movimiento obrero, ésta se colocó al punto y casi sin lucha, en todo lo
esencial, en el terreno del marxismo. Pero cuando el marxismo hubo desplazado a
todas las doctrinas más o menos coherentes que le eran hostiles, las tendencias
albergadas en ellas buscaron otros caminos. Cambiaron las formas y los
motivos de la lucha, pero ésta continuó. Y el segundo medio siglo de existencia
del marxismo (década del 90 del siglo pasado) comenzó por la lucha de una
corriente antimarxista en el seno del propio marxismo.
Esta
corriente debe su nombre al ex marxista ortodoxo Bernstein, que es quien más
alborotó y ofreció la expresión más acabada de las enmiendas hechas a Marx, de
la revisión de Marx, del revisionismo. Incluso en Rusia, donde el socialismo
no marxista se mantuvo lógicamente el mayor tiempo —a causa del atraso
económico del país y del predominio de la población campesina, oprimida por
los vestigios feudales—, incluso en Rusia, este socialismo se convierte a
ojos vistas en revisionismo. Y lo mismo en el problema agrario (programa de
municipalización de toda la tierra) que en las cuestiones generales
programáticas y tácticas, nuestros socialpopulistas sustituyen cada vez más con
"enmiendas" a Marx los restos agonizantes y caducos del viejo sistema,
coherente a su modo y profundamente hostil al marxismo.
El
socialismo premarxista ha sido derrotado. Continúa la lucha, pero ya no en su
propio terreno, sino en el terreno general del marxismo, a título de
revisionismo. Veamos, pues, cuál es el contenido ideológico del revisionismo.
En
el campo de la filosofía, el revisionismo iba a remolque de la
"ciencia" académica burguesa. Los catedráticos "retornaban a
Kant", y el revisionismo seguía los pasos a los neokantianos; los
catedráticos repetían, por milésima vez, las vulgaridades de los curas contra
el materialismo filosófico, y los revisionistas, sonriendo con indulgencia,
balbuceaban (repitiendo ce por be el último manual) que el materialismo había
sido "refutado" hacía mucho tiempo. Los catedráticos trataban a Hegel
de "perro muerto" y, predicando ellos mismos el idealismo, sólo que
mil veces más mezquino y trivial que el hegeliano, se encogían de hombros con
desdén ante la dialéctica, y los revisionistas se metían tras ellos en la
charca del envilecimiento filosófico de la ciencia, sustituyendo la
"sutil" (y revolucionaria) dialéctica con la "simple" (y
tranquila) "evolución". Los catedráticos se ganaban su sueldo del
Estado acomodando sus sistemas, tanto los idealistas como los
"críticos", a la "filosofía" medieval imperante (es decir,
a la teología), y los revisionistas se acogían a ellos, esforzándose en hacer
de la religión un "asunto privado", mas no con relación al Estado
moderno, sino al partido de la clase de vanguardia.
Huelga
decir cuál era la significación real clasista de semejantes
"enmiendas" a Marx: la cosa es clara de por sí. Señalaremos solamente
que Plejánov fue, dentro de la socialdemocracia internacional, el único
marxista que hizo, desde el punto de vista del materialismo dialéctico consecuente,
la crítica de aquellas increíbles vulgaridades expuestas por los revisionistas.
Es tanto más necesario subrayarlo con energía por cuanto en nuestros días se
hacen tentativas profundamente erróneas para hacer pasar por bueno el viejo y
reaccionario fárrago filosófico so capa de criticar el oportunismo táctico de
Pleánov.
Pasando
a la economía política, debe señalarse, ante todo, que en esta esfera las
"enmiendas" de los revisionistas eran muchísimo más variadas y
minuciosas. Los revisionistas procuraban sugestionar al público con
"nuevos datos del desarrollo económico". Decían que en la agricultura
no se opera en absoluto la concentración y el desplazamiento de la pequeña
producción por la grande, y que en el comercio y la industria transcurre con
suma lentitud. Decían que las crisis son ahora menos frecuentes y graves y que
era probable que los consorcios y los trusts diesen al capital la posibilidad
de superarlas por completo. Decían que la "teoría de la bancarrota",
hacia la cual marcha el capitalismo, carece de fundamento debido a la tendencia
a suavizar y atenuar las contradicciones de las clases. Decían, por último, que
no estaría de más enmendar también la teoría del valor de Marx conforme a
Bóhm-Bawerk.
La
lucha contra los revisionistas en torno a estas cuestiones reavivó el
pensamiento teórico del socialismo internacional con la misma fecundidad que
veinte años antes había hecho la polémica de Engels con Dühring. Los argumentos
de los revisionistas fueron analizados con hechos y cifras en la mano. Se
demostró que los revisionistas embellecían constantemente la pequeña producción
actual. La superioridad técnica y comercial de la gran producción sobre la
pequeña no sólo en la industria, sino también en la agricultura, queda probada
con datos irrefutables. Pero, en la agricultura, la producción mercantil está
mucho menos desarrollada, y los estadísticos y economistas actuales no saben,
por lo general, destacar las ramas (y, a veces, incluso las operaciones)
especiales de la agricultura que expresan cómo ésta va siendo englobada
progresivamente en el intercambio
de la economía mundial. La pequeña producción se sostiene sobre las ruinas de
la economía natural gracias al empeoramiento infinito de la alimentación, al
hambre crónica, a la prolongación de la jornada de trabajo y al deterioro y
peor cuidado del ganado; en suma, gracias a los mismos medios con que se
sostuvo también la artesanía contra la manufactura capitalista. Cada paso
adelante de la ciencia y de la técnica socava, inevitable e inexorablemente,
los cimientos de la pequeña producción en la sociedad capitalista. Y la tarea
de la economía política socialista consiste en investigar todas las formas de
este proceso, no pocas veces complejas e intrincadas, y demostrar al pequeño
productor que le será imposible sostenerse bajo el capitalismo, que la
situación de las haciendas campesinas en el régimen capitalista es desesperada,
y se precisa que el campesino adopte el punto de vista del proletariado. En el
problema que tratamos, los revisionistas incurrieron en el pecado científico de
hacer una síntesis superficial de algunos hechos entresacados unilateralmente,
desvinculándolos de todo el régimen del capitalismo, y en el pecado político de
exhortar o impulsar inexorablemente al campesino, de un modo voluntario o
involuntario, a adoptar el punto de vista del propietario (es decir, el punto
de vista de la burguesía), en vez de impulsarle hacia el punto de vista del
proletario revolucionario.
El
revisionismo salió aún peor parado de la teoría de las crisis y de la teoría de
la bancarrota. Sólo gentes de lo más miopes, y sólo durante un período muy
breve, pudieron pensar, bajo el influjo de unos cuantos años de auge y prosperidad
industrial, en revisar las bases de la doctrina de Marx. La realidad se encargó
de demostrar muy pronto a los revisionistas que las crisis no habían fenecido:
tras la prosperidad vino otra crisis. Cambiaron las formas, la sucesión y el
cuadro de las distintas crisis, pero éstas seguían siendo parte inseparable e
ineludible del régimen capitalista. Los cártels y los trusts reunían sus
industrias y acentuaban a la vez, a la vista de todos, la anarquía de la
producción, la inseguridad económica del proletariado y la opresión del
capital, exacerbando así, en un grado nunca visto, las contradicciones de las
clases. Los modernos trusts gigantescos han venido justamente a demostrar, de
modo bien palpable y en proporciones muy extensas, que el capitalismo marcha
hacia la bancarrota, tanto en el sentido de las crisis políticas y económicas
aisladas como en el del completo hundimiento de todo el régimen capitalista.
La reciente crisis financiera de Norteamérica y la espantosa agravación del
paro en toda Europa, sin hablar ya de la inminente crisis industrial, de la que
ya despuntan no pocos síntomas, han hecho olvidar las últimas
"teorías" de los revisionistas a todo el mundo, tal vez incluso a
muchos de ellos mismos. Lo que no debe olvidarse son las enseñanzas que esta
veleidad de los intelectuales ha dado a la clase obrera.
En
cuanto a la teoría del valor, baste decir que, aparte de alusiones y añoranzas
muy vagas, por Bohm-Bawerk, los revisionistas no han aportado aquí
absolutamente nada ni dejado, por tanto, ninguna huella en el desarrollo del
pensamiento científico.
En
el campo de la política, el revisionismo intentó revisar lo que constituye
realmente la base del marxismo, o sea, la teoría de la lucha de las clases. La
libertad política, la democracia y el sufragio universal destruyen la base de
la lucha de las clases —nos decían los revisionistas— y desmienten la vieja
tesis del
Manifiesto Comunista de que los obreros no tienen patria. Puesto
que en la democracia impera la "voluntad de la mayoría", no debemos
ver en el Estado, según ellos, el órgano de dominación de una clase ni negarnos
a hacer alianzas con la burguesía progresista, socialreformista, contra los
reaccionarios.
Es
indiscutible que estas objeciones de los revisionistas formaban un sistema
bastante ordenado de concepciones, a saber: las harto conocidas concepciones
liberales de la burguesía. Los liberales han dicho siempre que el parlamentarismo burgués suprime las clases y las
diferencias entre ellas, ya que todos los ciudadanos sin excepción tienen
derecho al voto y a la gestión pública. Toda la historia europea de la segunda
mitad del siglo XIX, y toda la historia de la revolución rusa a comienzos del
siglo XX enseñan de manera palpable cuán absurdas son tales concepciones. Lejos
de atenuarse, las diferencias económicas se acentúan y acrecientan con las
libertades del capitalismo "democrático". El parlamentarismo no
suprime el fondo opresor de clase de las repúblicas burguesas más democráticas,
sino que lo pone al desnudo. Ayudando a instruir y organizar a contingentes de
la población incomparablemente más nutridos que los incorporados antes a la
participación activa en los acontecimientos políticos, el parlamentarismo no da
solución a las crisis ni a las revoluciones políticas; más bien exacerba al
máximo la guerra civil durante estas revoluciones. Los acontecimientos de
París en la primavera de 1871 y los de Rusia en el invierno de 1905 mostraron
con meridiana claridad cuán inevitable es dicho exacerbamiento. La burguesía
francesa no vaciló un instante, para aplastar el movimiento proletario, en
pactar con el enemigo de toda la nación, con las tropas extranjeras que habían
devastado a su patria. Quien no comprenda la ineludible dialéctica interna del
parlamentarismo y de la democracia burguesa, dialéctica que lleva a zanjar el
litigio por la violencia masiva con más rudeza aún que en tiempos anteriores,
jamás sabrá desplegar una propaganda y una agitación consecuentes, basadas en
este parlamentarismo y ajustadas a los principios, que preparen verdaderamente
a las masas obreras para participar victoriosas en tales "litigios".
La experiencia de las alianzas, de los convenios, de los bloques con el liberalismo
socialreformista en Europa Occidental y con el re- formismo liberal (demócratas
constitucionalistas) en la revolución rusa, muestra de manera suasoria que
estos convenios no hacen sino ofuscar la conciencia de las masas, mermando el
alcance real de su lucha, en vez de extenderlo, al unir a los que luchan con
los elementos menos capaces de pelear, con los elementos más vacilantes y
traidores. El millerándismo francés —la mayor experiencia de aplicación
de la táctica política revisionista a gran escala, nacional de verdad— nos ha
ofrecido una muestra práctica de lo que vale el revisionismo, y el proletariado
del mundo entero jamás la olvidará.
El
complemento natural de las tendencias económicas y políticas del revisionismo
era su actitud ante el objetivo final del movimiento socialista. "El fin
no es nada; el movimiento lo es todo"; esta frase proverbial de Bernstein
expresa la esencia del revisionismo mejor que muchas y largas disertaciones.
Determinar de cuando en cuando la conducta que se debe seguir, adaptarse a los
acontecimientos del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los
intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el
régimen capitalista, de toda la evolución del capitalismo y sacrificar estos
intereses cardinales por ventajas reales o supuestas del momento: ésa es la
política revisionista. Y de su esencia misma se desprende con toda certidumbre
que esta política puede adoptar formas infinitamente diversas y que cada
problema un tanto "nuevo", cada viraje un tanto inesperado e
imprevisto de los acontecimientos —aunque este viraje sólo altere la línea
fundamental del desarrollo en proporciones mínimas y por el plazo más corto —,
dará lugar siempre, ineluctablemente, a tal o cual variedad de revisionismo.
La
irrevocabilidad del revisionismo se debe a su raigambre clasista en la sociedad
contemporánea. El revisionismo es un fenómeno internacional. A ningún
socialista algo enterado y habituado a pensar le puede caber la menor duda de
que la relación entre ortodoxos y bernsteinianos en Alemania, entre guesdistas
y jauresistas (ahora broussistas sobre todo) en Francia, entre la Federación
Socialdemócrata y el Partido Laborista Independiente en Inglaterra, entre de
Brouckére y Vandervelde en Bélgica, entre integralistas y reformistas en Italia
y entre bolcheviques y mencheviques en Busia es, en el fondo, la misma en todas
partes, pese a la gigantesca diversidad de condiciones nacionales y factores
históricos en la situación actual de todos estos países. La
"divisoria" que cruza el seno del socialismo internacional
contemporáneo hoy ya, en los di-versos países del mundo, es, en realidad, una misma línea, lo
cual patentiza el inmenso paso adelante que se ha dado en comparación con lo
que había hace treinta o cuarenta años, cuando en los diversos países pugnaban
tendencias heterogéneas dentro de un socialismo internacional único. Ese
"revisionismo de “izquierda"
que se perfila hoy en los países latinos con el nombre de "sindicalismo
revolucionario" se adapta asimismo al marxismo, "enmendándolo":
Labriola en Italia y Lagardelle en Francia aducen a cada paso al Marx mal
comprendido para apelar al Marx bien comprendido.
No
podemos detenernos a examinar aquí el contenido ideológico de este revisionismo,
que dista mucho de estar tan desarrollado como el revisionismo oportunista y
que no se ha internacionalizado, que no ha reñido ni una sola batalla práctica
importante con el partido socialista de ningún país. Por eso nos limitaremos a
ese "revisionismo de derecha" que hemos esbozado antes.
¿En
qué estriba la irrevocabilidad de este revisionismo en la sociedad capitalista?
¿Por qué es más profundo que las diferencias dimanantes de las particularidades
nacionales y del grado de desarrollo del capitalismo? Lo es porque, en todo
país capitalista, existen siempre, al lado del proletariado, extensos sectores
de pequeña burguesía, de pequeños propietarios. El capitalismo nació y sigue
naciendo sin cesar de la pequeña producción. El capitalismo vuelve a crear
indefectiblemente toda una serie de "sectores medios" (apéndices de
las fábricas, trabajo a domicilio, pequeños talleres diseminados por todo el país,
porque así lo exige la gran industria, por ejemplo, la de bicicletas y automóviles,
etc.). Estos nuevos pequeños productores se ven arrojados también, de manera
tan indefectible, a las filas del proletariado. Es completamente natural que la
mentalidad pequeñoburguesa irrumpa de nuevo, una y otra vez, en las filas de
los grandes partidos obreros. Es completamente natural que deba suceder así, y
así sucederá siempre hasta que se llegue a las peripecias de la revolución
proletaria, pues sería un craso error creer que es necesaria la proletarización
"completa" de la mayoría de los habitantes para que se pueda hacer
esa revolución. Lo que hoy estamos experimentando, con frecuencia en mero plano
ideológico —las impugnaciones de las enmiendas teóricas hechas a Marx—, y lo
que hoy sólo se manifiesta en la práctica con motivo de ciertos problemas
parciales, sueltos, del movimiento obrero —como discrepancias tácticas con los
revisionistas y escisiones relacionadas con ello—, lo tendrá que experimentar
sin falta la clase obrera, en proporciones incomparablemente mayores, cuando la
revolución proletaria exacerbe todos los problemas en litigio y concentre todas
las discrepancias en los puntos de mayor importancia para determinar la
conducta de las masas, obligando a separar en el fragor del combate a los
enemigos de los amigos y a prescindir de los malos aliados para asestar golpes
demoledores al enemigo.
La
lucha ideológica que el marxismo revolucionario llevó contra el revisionismo a
fines del siglo XIX no es más que el preludio de las grandes batallas
revolucionarias del proletariado, que, pese a todas las vacilaciones y
debilidades de la pequeña burguesía, avanza hacia el triunfo completo de su
causa.
La Revolución Cubana y las Intervenciones del Imperialismo Norteamericano
en la Década del Sesenta en América Latina
Jan Lust
EL EFECTO DE LA REVOLUCIÓN CUBANA en
los políticos y militares de los Estados Unidos fue, como en el caso de la
izquierda revolucionaria latinoamericana, muy impactante y, posiblemente, el
efecto fue más fuerte. La Revolución Cubana, como otras grandes revoluciones
del siglo pasado, ayudó a que las fuerzas contrarrevolucionarias pudieran
mejorar sus políticas e instrumentos de represión. En su ‘Discurso en la
conmemoración del 30 de noviembre’ Che Guevara afirma: “Nuestra lucha
victoriosa trajo dos consecuencias: el despertar de los pueblos de América que
vieron que se podía hacer la revolución, que palparon cómo se podía hacer una
revolución, cómo no estaban cerrados todos los caminos y cómo no era
indispensable el mantenerse constantemente recibiendo los golpes de los
explotadores, y cómo aquel camino podía ser no tan largo como pensaron algunos
dirigentes de los partidos que están llevando la lucha tesoneramente contra las
oligarquías y contra el imperialismo en cada país; y, al mismo tiempo abrimos
los ojos del imperialismo. El imperialismo empezó a prepararse también para
ahogar en sangre las nuevas Cuba que pudieran existir. Y antes de morir ya
Kennedy había dicho que no admitiría nuevas Cuba en el continente, y lo han
reiterado sus sucesores que, además son lobos de la misma camada, así que no
habría por qué pensar que fueran a tener una filosofía diferente. Pero, además
de reiterarlo, han demostrado sus intenciones de llevar a cabo esa acción,
llevarla a cabo no solamente en América sino en todos los países del mundo en
que se creara la lucha, desarrollara la lucha revolucionaria”.
El factor sorpresa de un golpe en un lugar inesperado, bajo condiciones
políticas imprevistas y con un método inesperado que fue elemental en la
victoria de la Revolución Cubana, se había ido. Regis Debray, filósofo francés
y en los años sesenta un declarado partidario de la lucha guerrillera, señaló
en su ‘América Latina: problemas de estrategia revolucionaria’: “Cuba ha
elevado el nivel de preparación material e ideológica de la reacción
imperialista en menos tiempo que el de las vanguardias revolucionarias. Si hoy,
y en menor plazo, el imperialismo ha extraído más ventajas de la Revolución
Cubana que las fuerzas revolucionarias, esto no debe -mucho lo dudamos- a que posea una superior inteligencia. El imperialismo está en mejores
condiciones de llevar a la práctica más rápidamente las enseñanzas que ha
extraído de la Revolución Cubana, porque dispone de todos los medios materiales
de la violencia organizada, más el influjo nervioso que le presta su instinto
de conservación”.
En este
artículo narramos algunos de los principales efectos que han tenido la
Revolución Cubana sobre la política exterior de los Estados Unidos en relación
con América Latina. La sección 1 está dedicada a la Alianza para el Progreso.
En la sección 2 analizamos la política
contraguerrillera norteamericana y en la sección 3 discutimos las diferentes doctrinas
norteamericanas que fueron elaborados en relación con la amenaza de “una
segunda Cuba”. El artículo cierra con una reflexión sobre las intervenciones
norteamericanas y la aceptación de eso por parte de los gobiernos
latinoamericanos.
1. La Alianza para el Progreso
La política de los Estados Unidos
dirigida a evitar “una segunda Cuba” tenía un lado socioeconómico y un lado
militar. La política socioeconómica hacia América Latina se plasmó en el
tratado Alianza para el Progreso. El componente militar se reflejó en la
extensión de la ayuda militar, la creación de unidades de contraguerrilla e
intervenir en los asuntos internos de los países latinoamericanos. Ambas partes
de la política latinoamericana de los Estados Unidos eran las dos caras de una
misma moneda. En los años 1958-1961 la ayuda militar a América Latina aumentó
de 48 a 91 millones de dólares.
La Alianza para el Progreso fue firmado
por todos los países de América Latina, excepto por Cuba, el 17 de agosto de
1961 en Punta del Este (Uruguay). Los siguientes objetivos de este tratado
fueron identificados: el ingreso nacional per cápita tendría que aumentarse
anualmente con 2.5%, la base económica debería ampliarse, los precios deberían
estabilizarse, la economía tenía que industrializarse, la productividad en el
sector agrícola debería incrementarse, la esperanza promedio de vida debería
aumentar, viviendas de bajo costo tendrían que ser construidas, un mercado
común latinoamericano debería crearse y las transferencias financieras deberían
ser controladas. Con el fin de alcanzar estos objetivos, los Estados Unidos se
obligaban a proveer en diez años un monto de 20 mil millones de dólares. Igualmente, los países de Europa Occidental
y Japón se comprometieron de dar apoyo financiero. La “ayuda” fue por un 90% de
préstamos.
La
Alianza para el Progreso fue, por supuesto, criticada por Cuba. En la ‘Segunda
Declaración de La Habana’ se lee: “Los pueblos saben que en Punta del Este, los
cancilleres que expulsaron a Cuba se reunieron para renunciar a la soberanía
nacional; que allí el Gobierno de Estados Unidos fue a sentar las bases no solo
para la agresión a Cuba, sino para intervenir en cualquier país de América
contra el movimiento liberador de los pueblos; que Estados Unidos prepara a la
América Latina un drama sangriento; que las oligarquías explotadoras, lo mismo
que ahora renuncian al principio de la soberanía, no vacilarán en solicitar la
intervención de las tropas yanquis contra sus propios pueblos, y que con ese
fin la delegación norteamericana propuso un comité de vigilancia contra la
subversión en la Junta Interamericana de Defensa, con facultades ejecutivas, y
la adopción de medidas colectivas”.
La Alianza para el Progreso fue un
tratado que encajaba perfectamente en la estrategia global de los Estados
Unidos porque no solamente trataba de eliminar las condiciones objetivas para
la revolución y suprimir movimientos revolucionarios, sino también intentó
mantener y profundizar la hegemonía norteamericana en América Latina ampliando
su base política y extendiendo los mercados para sus productos. La Alianza para
el Progreso se centró en el mantenimiento y la profundización del sistema
capitalista a través de la modernización de la producción y la desaparición
gradual de las relaciones de producción precapitalistas en el campo.
2. La política contraguerrillera norteamericana
La injerencia norteamericana en
los asuntos internos de América Latina se amplió y fue más abierta después de
la reunión en Punta del Este. En septiembre de 1961, se crearon los Boinas
Verdes, unidades especiales de contraguerrilla del Ejército. Y en octubre de
1961 se inició en la Argentina, en la Escuela Superior de Guerra, las primeras
capacitaciones en la guerra contrarrevolucionaria interamericana.
El 18 de enero
de 1962, se creó el Grupo Especial de la Contrainsurgencia con la participación
de, entre otros, el procurador general, el jefe de las Fuerzas Armadas, la CIA,
el Departamento de Estado, el Ministerio de Defensa y el Asistente Especial del
presidente para asuntos de seguridad nacional. El grupo tenía que asegurar que,
frente a la guerra de guerrillas, el Ejército y las agencias norteamericanas
que trabajaron en el extranjero como la Agencia para el Desarrollo
Internacional, estarían equipados material y doctrinalmente. Además, debía coordinar
entre las agencias gubernamentales y acelerar la implementación de las
decisiones políticas en el campo de la contrainsurgencia, e iniciar y
supervisar la investigación de nuevas ideas, doctrinas y técnicas para fines de
contrainsurgencia. En el mismo año se fundó en Panamá la Academia
Inter-americana de Policía, controlada por la CIA. Este “centro educativo” se
ocupaba, principalmente, de la capacitación en la contrainsurgencia. La policía
fue considerada como la primera línea de defensa contra los movimientos
insurgentes.
Las actividades de contraguerrilla de los Estados Unidos se resumen en el
Plan Latinoamericano Operación Seguridad. Consistía en cinco puntos:
1. El entrenamiento de tropas
(oficiales, suboficiales y soldados de América Latina) en la lucha de
contraguerrilla. Uno de estos centros de capacitación estuvo en Panamá y llegó
a ser conocido como la Escuela de las Américas (SOA), con sede en Fort Gulick.
En el 1961, se inició allí el primer curso de contrainsurgencia. Entre el 1961
y 1964, 16.343 militares latinoamericanos recibían capacitación en la SOA. Los
cursos cubrían todos los aspectos de contrainsurgencia, desde temas militares,
paramilitares y políticos hasta tópicos sociológicos y psicológicos. También se
enseñaba cómo llevar a cabo operaciones en la selva. Había cursos de dos a
cuarenta semanas.
2. La guerra psicológica.
3. La derrota militar de la
guerrilla.
4. La derrota política de la
guerrilla. Eso tenía que ver, por ejemplo, con la detección y el uso de las
diferencias políticas e ideológicas dentro del movimiento guerrillero o sugerir
en la propaganda que las derrotas sufridas por los guerrilleros fueron errores
políticos de la organización combatiente.
5. Dar instrucciones para la
llamada reintegración de las zonas subversivas. Un elemento esencial para eso
era el despliegue de tropas para la Acción Cívica. Su objetivo era: (a) separar
la población de las fuerzas armadas revolucionarias y (b) dar al ejército la
dirección de una determinada área para la eliminación de cualquier desarrollo
revolucionario.
En enero de
1962, Cuba fue expulsada de la Organización de Estados Americano (OEA). El
Gobierno se había declarado marxista-leninista y eso era incompatible con los
“propósitos y principios del Sistema Interamericano” decía una de las
resoluciones adoptadas durante una reunión de consulta de los ministros de
Relaciones Exteriores de los estados miembros de la OEA en Uruguay. También se
decidió encargar al consejo de la OEA establecer un comité compuesto por
expertos de diferentes países que a petición de cada estado miembro individual,
tendría que dar consejos de cómo lidiar con las actividades subversivas y su
preparación, por causa de la intervención de China y la antigua Unión Soviética
que amenazan la paz y la seguridad nacional. Aunque desde marzo de 1960 los
Estados Unidos estaban realizando diferentes intentos para derrocar el gobierno
revolucionario de Cuba y con los cuales, entonces, rompieron con los
“principios” de la OEA, no era, por supuesto, un punto de discusión o de
crítica.
En marzo de
1963, los Estados Unidos tomaron una serie de medidas que deberían reducir la
libertad de movimiento de los revolucionarios. En el Caribe, por ejemplo, se
introducía un sistema de vigilancia y los países de América Central y el Caribe
recibían recursos financieros para proteger su costa. En el caso de América
Latina en conjunto, las operaciones de inteligencia fueron mejoradas con el
objetivo de evitar salidas ilegales y dificultar la entrada al país por grupos
u organizaciones con intenciones revolucionarias, etcétera. En una reunión de
los primeros ministros de los países centroamericanos en abril de 1963 y en la
cual también participó una delegación norteamericana, se decidió entre otros: “2. Recomendar a sus
gobiernos, tomar medidas para impedir
el movimiento clandestino de armas a
los países del Istmo -países de
América Central-, entre ellos instrucciones específicas aduaneras para
intensificar la inspección de la mercancía entrante y saliente en los puertos, aeropuertos y fronteras para evitar
el contrabando de armas, establecer medidas estrictas de
seguridad y de responsabilidad con respecto a las armas y municiones que han sido
proporcionadas a sus fuerzas armadas y las fuerzas del orden. 3. Recomendar a sus gobiernos la adopción y la implementación, lo antes
posible, de medidas efectivas para prevenir actividades de carácter subversivo que pueden ser promovidas por la propaganda de
Castro o agentes en cada uno de
los países de América Central. 4.
Recomendar a los gobiernos de Centroamérica y Panamá para establecer,
tan pronto como sea posible, una organización en cada estado con el único propósito de contrarrestar
la subversión comunista en el
área de América Central y Panamá.
Estas organizaciones serán los
principales responsables de: a. Detectar,
controlar y contrarrestar las
acciones y los objetivos de los
miembros, organizaciones, simpatizantes
y colaboradores del partido comunista. b. Ayuda mutua y
el intercambio de información sobre los
movimientos de personas o grupos, propaganda, fondos y armas para fines subversivos comunistas”. En julio de 1964, los estados
miembros de la OEA fueron ordenados a romper sus relaciones diplomáticas,
comerciales y consulares con Cuba.
3. Los golpes contra gobiernos democráticos
En marzo de 1964, el presidente de Brasil João Goulart fue una de
las primeras víctimas de la “nueva” política latinoamericana de los Estados
Unidos. Igual como en 1954 con el presidente guatemalteco Jacobo Árbenz, las
propuestas del presidente brasilero para llevar a cabo una reforma agraria no
fueron toleradas por Washington. El 31 de marzo, el general Humberto de Alencar
Castello, apoyado por la CIA, perpetró un golpe de estado. El 4 de noviembre de
1964, el presidente reformista boliviano Víctor Paz Estensoro fue depuesto por
el general René Barrientos.
El ataque abierto del imperialismo a gobiernos que
querían mejorar las condiciones de vida de sus pueblos que, para tales efectos,
afectaban los intereses de los capitalistas estadounidenses, y el intento de
Washington para aplastar el movimiento popular antiimperialista, se reflejaron
en distintas doctrinas. En 1963, se formuló la llamada doctrina Kennedy. De
acuerdo con el presidente de los Estados Unidos, “los estados americanos deben estar preparados para acudir en ayuda
de cualquier gobierno que la pida
para evitar una toma de poder más
vinculada a la política del comunismo extranjero que a
un deseo interno de cambio. Mi país está dispuesto a hacer esto. Nosotros en
este hemisferio, también debemos utilizar cada recurso a nuestro alcance para impedir el establecimiento de otra Cuba en este hemisferio”. La
doctrina Mann de 1964, que lleva el nombre del jefe del departamento de asuntos
interamericanos en el Departamento del Estado, Thomas Mann, proporcionaba a los
responsables políticos de la Casa Blanca una orientación política en cuanto a
las condiciones reales y los acontecimientos concretos. Los regímenes
dictatoriales deberían ser reconocidos cuando estos sustituyeron gobiernos
“pro-comunistas” y, por lo tanto, defenderían los intereses norteamericanos. La
doctrina continuó la política de reconocimiento y el aprecio de dictadores en
tal medida, que la formalizó como parte de la política exterior oficial de los
Estados Unidos. En 1953, el dictador peruano Manuel Odría recibió una alta
condecoración militar norteamericana, la Legion
of Merit, y en 1954 fue el turno del dictador venezolano Marcos Pérez. La
doctrina Johnson de 1965 era un paso más allá de la doctrina que desarrolló
Thomas Mann porque decía que los Estados Unidos tenían que prevenir
efectivamente que se estableciera un régimen “comunista” en el Hemisferio
Occidental.
La política externa de Washington llegó en 1965 a un
nuevo clímax, después Guatemala de 1954. Finales de abril de 1965, los Estados
Unidos decidieron invadir a la República Dominicana. Las propuestas económicas
del presidente Juan Bosch perjudicaron los intereses estadounidenses.
El ataque a la
República Dominicana puede ser visto como el sello de la obra imperialista de
los Estados Unidos en esos años. Su intervención militar fue enmascarada por el
apoyo que recibieron de casi todos los países de América Latina. Las decisiones
adoptadas en enero de 1962 en la reunión de ministros de Relaciones Exteriores
de la OEA, parecieron haber sido solamente propaganda. En una de estas
resoluciones se leía que los estados miembros de la OEA “reiteran su adhesión a los principios de autodeterminación y de no intervención, como
los estándares guía de las relaciones entre
las naciones americanas”.
4. Palabras
finales
El apoyo de la OEA a la
intervención en la República Dominicana, mostró, como se lee en la ‘Segunda
Declaración de La Habana’, que este organismo se había convertido realmente en
“un ministerio de colonias yanquis, una alianza militar, un aparato de
represión contra el movimiento de liberación de los pueblos latinoamericanos”.
También dejó en claro que los gobiernos latinoamericanos predicaban la no
intervención cuando los problemas en un país eran controversias entre facciones
de la clase dominante. Sin embargo, si las estructuras de poder estaban en
juego y la lucha de clases se intensificaba, nadie tenía problemas con una
intervención.
El Pesimismo de
Juan Croniqueur
(Tercera Parte)
Jorge Oshiro
NO ES TANTO EL PESIMISMO COMO fórmula lograda,
como producto sintético que mueve a escribir al poeta que "la voz de
Schopenhauer adoctrina", sino los pensamientos fundamentales del autor del
«Mundo como Voluntad y Representación» que aquí en los poemas y en las cartas a
Ruth se cristalizan implícitamente.
Para
Schopenhauer la 'Voluntad de Vivir' es el fundamento de la existencia. Ella es
la fuerza o potencia original, el primer motor que pone en movimiento todo lo
existente, tanto en el mundo corporal como en el mundo del pensamiento. La
Voluntad es libre pues no hay otra voluntad fuera de ella. La Voluntad es
voluntad de vida y la reproducción (sexual) es su motor íntimo. El intelecto es
su sirviente.
¿Cuál es la relación entre esta Voluntad
(como totalidad) y la voluntad individual? El individuo obedece simplemente el
impulso de su naturaleza, es decir él es meramente el ejecutor de la Voluntad.
El individuo no
es libre pues él obedece las leyes naturales, que para el filósofo alemán no
son otra cosa que la objetivización de la Voluntad. Allí encontramos la raíz del mal existente
en el mundo. La especie es todo, el individuo nada. Esto es la raíz de todo el
dolor en el mundo. En una carta de Juan Croniqueur decía el poeta:
"El dolor
de vivir invade los espíritus y despierta en ellos el deseo de buscar en la
muerte la consolación ansiada".
Se aprecia que para Juan Croniqueur como para
Schopenhauer el dolor toma un lugar central en la vida en general. La vida
será definida por el dolor. Este tiene una dimensión ontológica. Lo
positivo decía el alemán es el dolor; para el poeta peruano el dolor es la
única verdad:
"¿Has
sufrido Ruth? Entonces eres espíritu que ha sentido la vida. El dolor es la
única verdad".
Y en otra carta a la misma Ruth dice el poeta:
"¿Por qué
soy triste? ¿Quién sabe nunca el origen de estas cosas? Mi tristeza tiene vieja
genealogía. Mi alma está de antiguo triste porque el dolor es la única verdad
de la vida".
Es necesario acentuar que el dolor para el
poeta no es un mero hecho o un estado de ánimo (él no se pregunta "¿Por
qué estoy triste?, sino "¿Por qué soy triste?)
"El dolor
es purificador. En mí ha hiperestesiado todas mis aptitudes artísticas, todas
mis sutilezas espirituales".
Para el poeta el dolor va aún más lejos en su
significado. En cuanto que es purificador define al ‹hombre auténtico› frente
al ‹vulgar›:
"Yo he
sufrido y sufro probablemente más. Sufro un casi aislamiento, una absoluta
soledad. Si fuera un pobre diablo no sufriría".
Por lo tanto el dolor constituye para el poeta
el núcleo más íntimo de lo humano. Poner el dolor y el sufrimiento en el núcleo
de lo humano es rechazar manifiestamente la definición del hombre como 'ser
racional'. Este rechazo lo hace de Schopenhauer al caracterizar al intelecto
como ‹sirviente› de la Voluntad. En este sentido también escribe el poeta
peruano:
"Tengo la
mala suerte de que mi corazón influya en mi vida definitivamente y que
mi cerebro en cuanto a mi vida se refiere no influya en nada" (Subr.JO).
El 'corazón' es la expresión del dominio de la
Voluntad sobre el Entendimiento del individuo y éste puede hacer poco o nada
contra la voluntad, tal como lo expresa el autor de la carta a Ruth. Para el
filósofo del pesimismo, la Voluntad es voluntad de la Naturaleza y que los
individuos son solamente instrumentos de su impulso recreativo. La Naturaleza
en su totalidad es libre, no así el individuo; de allí el radical pesimismo
pues el hombre está condenado a la pasividad. El joven poeta asume esta tesis:
"Un
cansancio muy grande e impreciso...Una abulia indolente que me veda luchar/ y
que me sume en la estéril lasitud de soñar".
Y en la carta citada anteriormente:
"¡Oh si yo
tuviera por lo menos voluntad! Si no fuera un abúlico! Si no sufriera esta
abrumadora pereza!"
Y allí
donde termina el dolor y el sufrimiento, allí mismo comienza el aburrimiento. De
tal manera que la vida es una única oscilación entre el dolor y el sufrimiento.
El joven Mariátegui escribe en la carta del 2 de abril,
"me
encontraba en el peor estado de ánimo que es posible imaginar. Tan aburrido que
a pesar de mi obligación de hacerlo, no quise escribir nada para la edición de
hoy".
Una semana después:
"El sábado
tuve un día triste y aburrido".
Y al final de un soneto:
"Mi vida en
este instante tiene un vulgar teorema:
a las seis de la
tarde el landó y el cinema, a las siete el fastidio y a las ocho el
cocktail".
Para Schopenhauer no le queda al hombre otra
cosa que la negación de la voluntad:
"El
ascetismo como una ruptura de principios con la Voluntad es el medio; el fin es
el estado a donde llegaron los santos después de la completa extinción de la
Voluntad y que lo llamaron éxtasis. En realidad este fin solamente puede ser
descrito negativamente como lo hace el Budismo en la idea de Nirvana".
Ideas como éxtasis, imagen de la fuga de mundo
son numerosas en los poemas de Juan Croniqueur. Así por ejemplo:
"Un
neurótico amor...que me ha anestesiado, sin curar mi dolor" («Spleen»);
"Tu amor es mi morfina...Y no quiero saber si me envenena/ esta morfina
que al dormir mi pena/ nirvanizará mi melancolía" («Morfina»).
Schopenhauer propone dos salidas de escape a
"la miseria infinita que es la vida", como decía Juan Croniqueur. Una
de ellas es el camino estético, y sobre todo la música. El joven poeta peruano
coincide también aquí con el filósofo alemán:
"Este
arbitrario y triste peregrino,... quiere loaros,
y deja su nirvana por cantaros, .... Quiere que su canción tenga un divino
y milagroso don de simularos
escalinata azul de arpegios claros-
la matinal salutación de un trino" («Elogio»)
Y sobre todo el siguiente soneto:
"Tu piano
es un anciano confidente,
que guarda con
amor en el arcano de un sonambulismo indiferente
las voluptuosidades de tu mano.
Yo he turbado su sueño penitente
donde vive su ritmo soberano,
y he escuchado religiosamente
la sonora alma lírica del piano".
(«Elogio de tu
clave»).
Sobre la Campaña Chapa tu Choro
Santiago Ibarra
SEGÚN LAS ENCUESTAS, la gran mayoría de personas
percibe que el mayor problema del país es la inseguridad ciudadana. En parte,
esta percepción de la ciudadanía nace de la realidad (del robo callejero y del
robo a viviendas, especialmente), en parte del impacto que tiene sobre la
población una estrategia política y mediática de dejar hacer y de exageración
encaminada a exacerbar el miedo y el sentimiento de desprotección estatal en la
población. Esto ha sido señalado por varios analistas.
En el Perú, luego
de la derrota de los movimientos subversivos, infundir miedo en la población
para que voten por ellos en las elecciones es una estrategia del fujimorismo en
las diferentes contiendas electorales. Pero además ha sido y es una estrategia
colectiva del sistema de partidos para desviar la atención pública de las
políticas económicas antipopulares que se vienen implementando desde 1990.
Desde hace un
tiempo atrás, al fantasma de la subversión se le ha sumado el peligro de la
delincuencia, de la inseguridad ciudadana. Hace unas pocas semanas atrás la
señora Cecilia García Rodríguez, fujimorista y empresaria huancaína, probable
candidata al Congreso Nacional en las próximas elecciones generales, inició una
campaña mediática llamada “Chapa tu choro Perú”, que luego ha sido llamada
también como “Chapa tu choro y déjalo paralítico”, “Chapa tu choro y masácralo”
o “Chapa tu choro y déjalo parapléjico”. De ahí en adelante hemos tenido en el
país diferentes acciones espontáneas encaminadas a atrapar e incluso a linchar
y asesinar a los “choros”, como ha sucedido recientemente en la ciudad de
Trujillo, donde un adolescente de 17 años de edad ha sido baleado después de
que robara un celular.
Vamos a diferenciar
entre la campaña propiamente dicha y las acciones espontáneas de la población
que, indignada, desde tiempos lejanos atrapa al ladrón para escarmentarlo
públicamente. Este es otro aspecto del problema que no va a ser objeto de
análisis en el presente artículo, sólo diremos que la campaña Chapa tu choro se
monta en parte en estas prácticas populares, y de otro lado, diremos también
que la gente lleva adelante esas prácticas porque el Estado no actúa, no está
presente, e incluso la población siente una profunda desconfianza en sus
instituciones (Policía Nacional, Poder Judicial y Fiscalía), porque son
ineficientes e impera corrupción.
Debe llamar la
atención que en el debate público los medios de comunicación y una parte de los
partidos políticos de derecha separan absolutamente el problema de la
delincuencia de las condiciones económico-sociales de existencia. Se soslaya
que históricamente en países socialistas, como Cuba, y en países capitalistas
donde ha podido desarrollarse el Estado de bienestar y por tanto donde a la
unilateral lógica del capital se le ha impuesto ciertos límites, como en
Francia, la conducta delictiva no ha podido desarrollarse.
Así, este modo de
enfocar la conducta delictiva permite mantener a la población concentrada en su
seguridad, haciéndole olvidar problemas como la reducción de la tasa de
crecimiento económico del Perú, la falta de empleo, la falta de ingresos para
cubrir una canasta básica familiar, la calidad de la educación que reciben
nuestros hijos en las escuelas públicas o las paupérrimas rentas de jubilación.
Ni qué decir de la atención que se le presta a problemas como la siempre
postergada industrialización y la dependencia del país respecto a la
exportación de minerales.
Los analistas
pueden aducir que la conducta delictiva es absolutamente disfuncional para la
“buena sociedad” y que por eso debe recibir un tratamiento basado básicamente
en el enfoque de seguridad. Muy bien. No hay que estar especialmente dotado
para entender que la conducta delictiva es perjudicial para la sociedad. Pero
también es absolutamente disfuncional el hambre, la desnutrición, la deficiente
educación que se recibe en las escuelas públicas. Ya Marx advertía a mediados
del siglo XIX y como él otros destacados pensadores, que la acumulación de
capital traía consigo necesariamente empobrecimiento material y empobrecimiento
espiritual. La historia ha corroborado largamente esta afirmación. Pero frente
a estos problemas que también son disfuncionales y que son caldo de cultivo
para la aparición de la conducta delictiva nuestros analistas no dicen
absolutamente nada.
Porque admitir la
relación entre la conducta delictiva y las condiciones económico-sociales de
existencia sería admitir la necesidad de ir más allá del capitalismo. Nada más
lejos de los fines que persiguen los que buscan exacerbar el miedo en la
población. Sus objetivos son mucho más pedestres: que la población vote por el
fujimorismo, que no ponga atención a sus problemas económicos, que pida
seguridad. Precisamente cada vez más figuras políticas se pronuncian a favor de
que los militares salgan a las calles a controlar la seguridad.
Hay que estar muy
conscientes de que esta movilización irresponsable y maquiavélica del miedo, de
las pasiones, construye un marco ideal para el surgimiento de movimientos
verdaderamente desquiciados de “limpieza social”, como acertadamente ya ha
señalado un articulista en un medio escrito. No es que este fenómeno vaya a
producirse en el corto plazo, pero lo cierto es que la campaña Chapa tu choro
podría engarzar perfectamente con un movimiento más amplio de esa naturaleza.
El asesinato del adolescente de 17 años de edad en la ciudad de Trujillo y el
hecho de que según las encuestas hasta el 22% de la población de más bajos
recursos estaría dispuesta a linchar al que delinque hasta matarlo debe
recordárnoslo.
En resumen, la campaña Chapa tu choro es una campaña
reaccionaria porque busca movilizar el miedo y el sentimiento de desprotección
de la población para hacerla votar por candidatos de derecha, los cuales se presentan
como los guardianes y salvadores de la gente. Además, esa campaña busca excluir
de la agenda política el tratamiento de las cuestiones económicas y sociales
que afectan la vida de los peruanos. Lo cierto es que esas campañas no van a
dar solución al problema, y que, al contrario, lo que se debe hacer es impulsar otras salidas, con la participación
de los movimientos y las organizaciones sociales, en las distintas zonas de
Lima y el resto del país, como la ejecución de programas integrales de tratamiento
de la conducta delictiva.
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