(Quinta Parte)
M.F. Niesturj
LOS LÓBULOS
FRONTALES del cerebro (telencephalon-cerebrum)
están desarrollados y privados de la prominencia dirigida hacia delante y
abajo, en forma del así llamado pico (rostrum) propio de los
antropoides. Los surcos y circunvoluciones están muy desarrollados. Muchos
surcos son de tercer orden. El surco de Silvio o lateral está expresado, el
lóbulo central o ínsula se encuentra sobre el fondo de la fosa lateral. En los
lóbulos frontal, temporal y parietal se tienen los centros del lenguaje. El
lóbulo parietal es alto. Se nota el gran desarrollo del cuerpo calloso. Los
haces de fibras que enlazan las diferentes porciones de la corteza están
poderosamente desarrolladas; en medida considerable las vías ópticas se
permutan del cerebro medio al neopalio o manto cerebral, es decir, a la corteza
del hemisferio; los lóbulos olfatorio y el rinencéfalo están relativamente
menos desarrollados. El cerebelo es más grande y con una estructura más
compleja que en los antropoides. Las diferencias citoarquitectónicas están
concentradas en el lóbulo frontal, en su porción motora grandemente
desarrollada, en el lóbulo parietal y algunas partes del lóbulo temporal; un
desarrollo particular tuvieron las partes que regulan el movimiento de los
dedos y de toda la extremidad superior y también el trabajo del aparato vocal.
Las grandes dimensiones y el alto desarrollo del cerebro destacan fuertemente
al hombre entre los mamíferos.
Con
todas sus diferencias de los antropoides, el hombre está con ellos en las
relaciones del parentesco más estrecho. Todos los rasgos de semejanza en la estructura
del cuerpo del hombre y los antropoides reciben su explicación, ante todo, en
el hecho del surgimiento del hombre a partir del mono antropomorfo fósil.
En
menor grado, el hombre descubre su semejanza también con los monos inferiores y
otros primates a través de los cuales las líneas del parentesco se extienden a
los demás mamíferos.
Rasgos especiales
de semejanza entre el hombre y los antropoides
Thomas Huxley
(1864) estableció que aquellas diferencias en el nivel común de la organización
corporal (excepto algunos rasgos de la especialización), que separan al gorila
del hombre, no son tan grandes que aquellos que separan al gorila del mono
inferior. La semejanza más cercana del hombre con los antropoides está
confirmada por los datos más recientes, descubriéndose en cada sistema de los
órganos y en su aspecto exterior.
Así,
el encéfalo del hombre, con todas sus diferencias, tiene gran semejanza radical
con el encéfalo de los grandes antropoides. A los rasgos de semejanza pertenecen:
las grandes dimensiones del encéfalo, los surcos muy fuertes y giros de la
superficie cortical, la forma casi definitiva del surco de Silvio; la sumersión
casi completa de la ínsula en la profundidad de la fosa de Silvio del cerebro;
presencia del surco postcentral; el taponamiento del cerebelo con los lóbulos
occipitales (en los gibones está parcialmente abierto); la presencia en el
hombre de la formación compleja de los surcos homólogos "al surco
simio" (sulcus
simiarum) de los antropoides y de la parte mayor de otros monos;
en ésta se incluye, en el hombre, el surco lunar inconstante, entran los surcos
transversales superior e inferior junto con el lateral sobre la superficie
lateral del lóbulo occipital, el interparietal y parietooccipital (Blínkov,
1955). En la citoestructura de la corteza es donde existe la gran semejanza
entre el cerebro del hombre y el de los antropoides. De acuerdo con el desarrollo
muy elevado del cerebro, los antropoides, al juzgar por su conducta en las
condiciones de experimento y la propiedad de usar convenientemente las
herramientas, descubren una actividad nerviosa superior muy desarrollada, en la
cual se puede señalar los rasgos de semejanza con el intelecto humano en una
medida mayor que en otros mamíferos. El encéfalo humano, indudablemente, se
desarrolló en el proceso de la antropogenia del cerebro del antropoide fósil —
antepasado de los homínidos.
La
semejanza entre el hombre y los monos es grande también en la estructura de la
actividad funcional de los órganos de los sentidos, es decir, en los analizadores.
En el hombre, como en los antropoides, los haces de los nervios ópticos sufre
la decusación mediana, debido a lo cual de ambas mitades izquierdas de los ojos
las excitaciones se transmiten al hemisferio izquierdo, y de los derechos, al
derecho. En el fondo de la retícula hay un lugar donde la vista es más aguda —
la mancha amarilla con la fosa central. Como en los monos, la vista de los hombres
es estereométrica o binocular y policromática. Ambos ojos pueden coordenadamente
centralizarse en el objeto, por ejemplo, en la herramienta y verla mejor, y las
manos con sus pulpejos táctiles digitales realizan la manipulación con la
misma. El desarrollo progresivo de los órganos de la vista y el tacto en el
curso de la evolución de los primates y la reducción del analizador olfatorio
transcurrían en éstos en relación con la asimilación del modo de vida
arbórico. Como los monos, el hombre tiene sólo tres conchas nasales, de las
cuales la olfatoria, propiamente dicho, es la superior; de tal manera, para el
hombre y los monos es característica la microsmaticidad (olfato escaso). El
órgano del oído en los primates sufrió modificaciones comparativamente
menores. El cierto regreso del órgano del oído, relacionado con la inmovilidad
del oído externo, es propio del hombre, gorila y orangután. Sin embargo, el
pabellón de la oreja en el hombre se quedó bastante grande, posiblemente en
relación con el surgimiento y aplicación del lenguaje sonoro y después el
lenguaje articulado.
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