(Quinta Parte)
Emilio Choy
PARA EL BARÓN DE
HUMBOLDT, el sobrino del Inca, Andrés Condorcanqui, hijo de una hermana unida a
un fraile apellidado Noguera o Mendagure, influyó en el ánimo de Túpac Amaru de
tal manera que éste amplió el sentido de la rebelión convirtiéndola en una
guerra de castas (6).
La
guerra de castas no podía desencadenarse en razón de un simple consejo. La
lucha de castas era el resultado lógico de la opresión que sufrían las masas
indígenas, no sólo de parte de los españoles, sino también de los criollos y
mestizos. Pero el Inca reveló estar mal orientado cuando pretendió identificar
a la lucha por la independencia la destrucción del patrimonio económico de
quienes habían estado de acuerdo en cooperar con él, antes de que ocurriera la
rebelión. Que Túpac Amaru contaba con un amplio partido, inclusive en el sector
criollo, es un hecho; pero, las medidas adoptadas en el curso de la rebelión
lo divorciaron de aquellos cuya ayuda era más necesaria. A todas luces las
medidas a que hemos aludido beneficiaban en forma directa a los intereses de
los comerciantes y los productores ingleses. No había tendencia a superar las
formas de producción nacionales, sino a destruir las existentes. El movimiento podía
crecer, pero sin encontrar salida. Esto fue lo que ocurrió.
La
participación inglesa empujó al movimiento por la dirección que parecía más
conveniente (porque los beneficiaba), pero era falsa y lo llevó al desastre.
Las condiciones, a fines del siglo XVIII, no eran favorables para
que el indígena pudiera destruir la propiedad de las haciendas, como dice el
poema: "Casa, hacienda, ni esplendores / ninguno alcanzará honores".
Las
probabilidades de triunfar que tenía Túpac Amaru eran enormes, de haberse consolidado
la alianza con los criollos, pero el abismo que se creó entre el movimiento
indígena y los propietarios de obrajes, terratenientes, mineros, fue de tal
magnitud que impidió irremediablemente la formación de un bloque unido capaz de
luchar con éxito contra el poder virreinal, a pesar de que los criollos estaban
descontentos por los impuestos que había implantado Areche, medidas que
afectaban las manufacturas y la agricultura, dictados por los cuantiosos gastos
que tenía que realizar Carlos III para continuar la guerra que sostenía contra
Inglaterra, como aliado de Francia y de la joven república norteamericana.
El
descontento de un sector –los criollos– se exteriorizó en pasquines y asaltos
contra las aduanas que venían a arruinar a comerciantes y productores en
general. En uno de ellos se decía que si "Túpac Amaru vencía era malo y si
Areche triunfaba, era peor". Este punto de vista reflejaba los deseos de
aquellos que eran partidarios de un virrey tolerante, opuesto al alza de las
alcabalas, como era Guirior. Este virrey, enemistado con Areche por cuestiones
administrativas, comprendía que la elevación en un 50% del impuesto que tenía
que abonar todo el que hiciera una venta (del 4 al 6%), afectaría las
operaciones comerciales de todo el virreinato, y mantuvo la tasa de 4% por la influencia
de sus amigos criollos, ricos hacendados. Los comerciantes también se oponían
al aumento de la alcabala, por lo que Guirior, expresando el punto de vista de
los comerciantes y hacendados nativos, hizo una representación a la corte que
tuvo como respuesta una viva amonestación prohibiéndole meterse en asuntos que
concernían al visitador Areche (7).
La
creencia de que los británicos empujaban a los criollos, por otro lado, no era
infundada. La sublevación de Arequipa a comienzos de 1780
"aparece
dirigida secretamente, —dice J. Cornejo B.— por personas que pesaban en la cosa
pública, de ahí ese bando misterioso de perdón, y la apatía de las
autoridades, por lo menos, al comienzo de los desórdenes; además, se habló de
ponerse bajo el asilo de la dominación británica, y esta medida implica vasta
mira de acción en el porvenir" (8).
Que los partidarios
de separarse de España para proclamarse súbditos británicos ejercieron notable
influencia en los movimientos insurreccionales de diversas partes de América
es visible, sobre todo en lo que respecta a ciudades como La Paz y Arequipa (9).
En La Paz apareció un pasquín de carácter netamente separatista, el 4 de marzo
de 1780, pasquín en el que puede encontrarse que la influencia de los
descontentos jesuitas o los partidarios de éstos no estaba ausente. Porque, por
una coincidencia que muy de vez en cuando
se repite en la historia de la humanidad, las corrientes religiosas obran
contradictoriamente. Nadie hubiera imaginado que los hermanos de Loyola, que se
organizaron para exterminar a los heréticos de la Reforma, trabajasen al
servicio de una potencia como gran Bretaña, en contra de un gobierno católico
como el de Carlos III; como ocurrió con algunos jesuitas que eran utilizados
por el gobierno inglés para la realización de sus actividades separatistas en virtud del secreto ofrecimiento de restablecer la Orden,
expulsada de América.
Notas
[6]
B. Lewin, ob.cit. pág.199.
[7]
"Encomendó el Rey al Visitador la extinción de los derechos de avería y
otros impuestos que se pagaban en las aduanas del Perú, unificando todos ellos
en una alcabala de 6% por lo que el nuevo sistema les resultaba gravoso; en
cambio, los comerciantes que traficaban en efectos europeos se beneficiaban con
el nuevo impuesto, pues anteriormente debían cotizar hasta un 12%, y se les
reducía así a la mitad... Cuando Areche trató de imponer la alcabala -también
para los géneros del país, encontró en los propietarios aborígenes una
oposición declarada..."
"Guirior
se constituyó en valedor de los hacendados y sostuvo con éstos que el aumento
de la alcabala del 4 al 6% no debía entenderse con los frutos del país..."
"El
gobierno le reprendió vivamente, mandándole que no se mezclase en las cuestiones
que estaban encargadas al Visitador. Una Real Orden aclaratoria del 13 de
agosto de 1779 volvió a ordenar que los frutos del Perú pagaran el 6% de
alcabala en todas las ventas y reventas". (V. Palacio Atard.Areche y Guirior.
Sevilla 1946, págs. 26-28).
[8] Jorge Cornejo Bouroncle. Túpac Amaru. Cuzco, 1949, págs. 92-93.
[9]
Los británicos aprovecharon el descontento de los criollos, que se exteriorizó
primero en pasquines y después en asaltos contra las aduanas que venían a arruinar
a comerciantes y productores del país. La propaganda pasquinesca ejerció una
vasta influencia en todos los sectores del virreinato. Conviene destacar que no
sólo el pueblo hacía uso de ella. Para contestar un pasquín popular las
autoridades replicaban con otro. Así como se usaba de los libros para
difundir, agitar en forma profunda las corrientes ideológicas, el pasquín era
el medio de exposición de los partidos, o sea que todo pasquín era el reflejo
de determinada tendencia, ya de las autoridades, de los religiosos o de los
burgueses. Citaremos trozos de un pasquín rimado en el cual se refleja el tono
favorable al Rey de Inglaterra:
Que
el Rey de Inglaterra
es
amante de sus basallos,
al
contrario él de España
a
lo del señor Dn. Carlos (Tercero).
En
líneas anteriores decía:
Ea nobles i plebeyos
a quando pues esperamos
que sin pérdida de tiempo
todos nos lebantamos?
Tras uno seguirán todos
con esfuerzo unibersal
Y dirán que viva el Rey
y en su govierno muera el mal.
(Palacio Atard, ob. cit. págs. 16-17)
En
otro pasquín, los enemigos de la aduana, con expresiones conciliadoras piden la
paz al Corregidor o Alcalde Mayor de Arequipa, Setmanat. Apareció probablemente
después que se logró la rebaja de las alcabalas, y pertenece a un bando
diferente al que defendía al Rey de Inglaterra:
Hagamos la paz yá
O prudente Setmanat,
bajo de la calidad
de no admitir más Aduana,
pues esta sí que es patraña;
y así la mejor azaña
es no meter más cizaña
para otra gran ladronera
porque en aquesta moneda
no se paga al Rey de España.
Setmanat,
valiéndose del mismo medio de propaganda, respondió:
Por un pasquín me han pedido
de que conceda la paz,
no viéndose en mí jamás
q’a nadie haya aborrecido
Si yo he estado sentido
por los hechos que se ven
muy cerciorados estén
q’con solo haberme hablado
todo se hubiera acabado
y lográndose por bien.
La paz la he solicitado
q’es mi anhelo y mi vivir
pues q’no intento afligir
ni aun al más desamparado,
y así todo se ha acabado,
q’esto es solo lo que quiero,
como de Arequipa espero,
que viva con paz y amor
dando gracias al Señor
y viva Carlos tercero.
Solicite hablar conmigo
el autor de este Pasquín,
y sabremos con qué fin
promete ser nuestro amigo.
(L.A. Eguiguren. Crónica de Melchor Paz., t.I, Pág. 258)
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