(Segunda
Parte)
Emilio
Choy
A
pesar de que Lewin, en su obra Túpac Amaru, cita
documentos en que se comprueba la existencia de británicos como colaboradores
del caudillo indio, considera que la ayuda de Gran Bretaña no existió en forma
concreta de armamentos ni expediciones militares. Esto era lógico; los
británicos estaban demasiado ocupados en otros frentes de lucha, como la
América del Norte, en donde habían empeñado fuertes recursos militares para
impedir la independencia de las colonias. Pero el eje de la contienda estaba en
la guerra que tenía que enfrentar Inglaterra contra Francia y España, las que
estaban ligadas por el famoso Pacto de Familia, que en el fondo revelaba la
dependencia de España con relación a la influencia económica de los franceses
en el imperio de Carlos III.
En muchos aspectos, el gobierno de Carlos III,
si no era un virreinato, era un aliado sometido a los dictados de Versalles,
como Portugal en muchos momentos de su historia con relación a Londres. Esta dependencia
hacía inevitable que España y Francia enfrentasen juntas a los ingleses. Los
frentes de batalla fueron tan amplios que abarcaban territorios lejanos como la
India, Filipinas, las Indias Occidentales. En esta lucha los españoles y
franceses se encontraron con un aliado, que poco antes de 1776 era un enemigo:
las colonias norteamericanas.
Los colonos que mandaba Washington
constituyeron la aparición de una fuerte agrupación revolucionaria que al
lograr la ayuda del gobierno absolutista de los Borbones, estaba ayudando a
fortalecer a Francia en la lucha contra Gran Bretaña, el enemigo común. Pero la
contradicción aparece en el hecho de que los gobiernos de Francia y España, a
pesar de ser regímenes antirrepublicanos, estaban contribuyendo a liberar la
república norteamericana, que con su fortalecimiento sería una amenaza para las
posesiones tanto españolas como francesas en América del Norte y el Caribe.
Pero más podían las exigencias inmediatas que los peligros del porvenir. Esto
lo entendían bien ciertos gobernantes franceses y españoles. Estos últimos, con
el conde Aranda, planearon crear reinos independientes en América gobernados
por príncipes de la casa real.
Si bien es cierto que la ayuda inglesa no
consistió en armamentos ni en expediciones militares, es evidente, por los
documentos que cita Lewin, que los británicos no estuvieron ausentes en la
revolución de Túpac Amaru. Existen aún documentos que no ha podido publicar
Francisco Loayza, pero en el IX tomo de su colección nos anticipó un documento
que nos revela la presencia de un agente de Gran Bretaña: Miguel de Montiel,
que habilitó con mercaderías inglesas a Túpac Amaru. El dato lo suministra el
texto del interrogatorio a que fue sometido don Bernardo de La Madrid (2), que
era conocido por José Gabriel, y que fue enviado por éste como embajador para
gestionar la entrega del Cusco. La Madrid declaró que:
“… los
expresados Figueroa Ortigosa y Romualdo sirvieron de intérpretes, y le
aclararon lo que decía Micaela Bastidas en lengua india, por no entenderla el
que declaraba, diciendo: Que hacía más de tres años que tenía proyectado, su
marido (Túpac Amaru), la sublevación del Reino; que cuando se restituyó de
Lima, habló al paso por Huarochirí con los caciques de dicha provincia,
tratándoles sobre la misma sublevación: que cuando regresó de Lampa el Rebelde
dijo a este declarante que había escrito a Lima a su apoderado Mariano
(Barreda), que lo dejase todo por la mano, y se viniese con él a Tinta; que en
otra ocasión oyó decir al Rebelde, a su mujer, u otro de la casa, que no tiene
presente, que un tal Montiel, cajonero o mercader en Lima, había habilitado al
rebelde Túpac Amaru con ocho mil o más pesos, y que había escrito a éste se
viniese con él a Tinta." (3).
Acerca
de este Montiel, Loayza escribe en su nota:
"Sobre
Miguel Montiel (según documentos que poseemos y que publicaremos después)
existen más que presunciones de que jugó rol de gran importancia en la
Revolución de 1780. Un rol trascendental, algo misterioso. Montiel estuvo en
Inglaterra, cuatro años antes que ésta estallara. De allá trajo de vuelta al
Perú, un año después, gran cantidad de mercaderías, las mismas que pasaron a
manos de José Gabriel Túpac Amaru, y que éste distribuyó entre sus principales
adeptos". "¿Acaso fue tal la forma como Inglaterra ayudaba a los
intentos de rebeldía de los pueblos esclavizados de América?"
En
el país de la Confederación Iroquesa, una de cuyas tribus se radicara en la
región central de Nueva York, en el valle de San Lorenzo, el valle de Onondanga
y otros lugares del noroeste de los Estados Unidos, los iroqueses eran buenos
comerciantes, empleaban los artefactos que les suministraban los ingleses,
sobre todo las armas, para cambiarlos por pieles que lograban en sus correrías
de caza. Los ingleses se esmeraron en utilizarlos contra los franceses y las
tribus que eran aliadas de éstos. Las mercaderías aunque no siendo armas, eran
medios para hacer la guerra. Las derrotas que Inglaterra causó a Francia y
España no sólo se debieron al poder de sus armas, sino a la caudalosa
fabricación de productos que la revolución industrial había hecho posible,
producción que permitió asimismo, que Inglaterra pudiera llevar adelante una
guerra que abarcaba tantos continentes; y si no pudo mantener la dominación
sobre los Estados Unidos, en cambio llevó adelante sus planes de expansión
colonial en otros frentes.
Notas
[2] Bernardo de la Madrid era un español
europeo, fue nombrado por Túpac Amaru como embajador ante los notables de la
ciudad del Cusco, quedándose con el bando realista.
[3] Boleslao Lewin, Túpac Amaru, Editorial Claridad, pág. 118; Loayza, Mártires y heroínas, t. IX, págs.
123-124.
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