Mundo Paralelo e
Hibridismo en Narración de Casimiro Ramírez
Roque Ramírez Cueva
La oralidad en el Perú todavía anda de parranda. Es una
manera de decir que la narrativa oral y rural andan y se crean en el sustento de
una sólida raigambre popular que, no obstante cientos de años, sigue vigente y trasegando por los patios,
las calles, por rincones inesperados, no sé si aún en las sobre mesas
hogareñas. En palabras de iniciación escritas para el libro del joven narrador
César Elías (Morropón), digo que dicha vigencia de la ruralia la aseveró Manuel
Scorza en los años setenta –“somos una sociedad pastoril”-, y, en este lustro,
el 2013, el narrador Edgardo Rivera Martínez la confirmó: “en nuestro país lo
andino es la columna vertebral”. (1)
Hablando
de narrativa andina, esta sigue mostrando su rostro como en las ferias
populares de una lar a otro pero en proyección no en tradición. Es decir ya no
es indigenista, salvo que surja un narrador que crea y escriba desde su misma
etnicidad, menos neo indigenista como se pretendió marcarla posteriormente. Hay
una proyección de ella pero sin la peculiaridad de la tradición con que nos la
dimensionaron y legaron Ciro Alegría y José María Arguedas, en particular este
último. Por lo menos en el lenguaje se le construye accesible a todo lector sin
requerimientos de interpretar voces nativas y, en lo más, no se le desvincula del
todo de los espacios urbanos.
En
estas proposiciones hemos dado lectura a la novela breve Juan
osito en el Valle de las Serpientes de Casimiro Ramírez (Edic. Altazor,
2014), de muy cuidada edición. Ha sido escrita sin tramas complicadas, y si
compuesta de micro historias que articulan el perfil del protagonista, un ser
híbrido no andrógino, las mismas que tienen la virtud de envolver al lector, quien
de un solo tirón desandará los ámbitos y mundos secundarios de la novela que
comentamos.
No
olvidemos que esos mundos secundarios o paralelos –en contraste con el mundo
verosímil devenido de la creación como reflejo literario- se diseñan y
construyen en base a normas y lógicas particulares que se proyectan no tanto de
la imaginación abstracta del narrador como si de la mitología campesina andina.
Ya la teoría de la filosofía y antropología nos afirma que los mitos no son
mera ficción fantástica, son concepciones, interpretaciones de sucesos objetivos
o de fenómenos reales que asombran a un pensamiento que está en transición de
ser racional no empírico, por una parte.
Por
otra, ese mundo paralelo de la oralidad no lo es en su totalidad en esta novela
breve, la geografía e historias son compartidas con los ámbitos sociales y con
narraciones del campesinado andino a las que les adicionan cierto matiz histórico.
Casimiro
Ramírez construye dichos mundos paralelos con verosímil diseño, adaptando las
leyendas de representaciones duales que desdoblan los poderes de humanos a
sobrenaturales, para así trascender de uno menor a un relato singular de mayor
ambición. Su narrativa aspira producir una saga, por ahora dada en episodios, ya
nos anuncia a Juan Osito enderezando entuertos por el valle de los runa mulas.
Así,
el rol de los personajes Kusicha y Juan Osito, en ese orden, no es otro que
develarnos como los campesinos transitan por ámbitos rurales enfrentando
temores culturales y virtudes morales. Su propósito es oponer dicha virtud y
sed justiciera a los poderes fácticos que devienen desde los hondos tiempos
medievales y del, no muy lejano, régimen latifundista ya derrumbado por luchas
campesinas insurreccionales.
La
temática, universal a todo relato rural, es la sempiterna confrontación entre
poderes que se sustentan en la ética y en la anética, en sentido lato.
Obviamente, los personajes que practican una u otra no están exentos de su
condición social, quienes se agrupan con la primera son campesinos; y los que
enarbolan la segunda son los patrones
(sea latifundista, capataz u otro subalterno que este del lado del patrón). Como
tal disputa no es asunto de poca monta y jamás va a ser permitida su difusión e
instrucción por los patrones, los campesinos la presentan a los suyos por medio
de la leyenda o cualquier relato oral fantástico, los cuales ya dijimos sirven
como canales conductores para mostrar mundos secundarios, ya explicados líneas
atrás.
Esta
narración de representaciones simbólicas y universos paralelos permite a los
campesinos sustentar con sagaz ironía ante los suyos que, en el ámbito de sus
complejas relaciones con la patronal, es necesario –más de las veces- romper
las reglas. ¿Cómo? Mediante disputas entre seres prodigiosos, la representación
del ser híbrido. A los latifundistas y su cohorte de poderosos señores se les sitúa
en el lado perverso, maléfico, demoníaco –simbología del mal inculcada, por
paradoja, a los siervos y campesinos en tiempos del oscuro barroquismo
medieval, para tener miedo a los símbolos cristianos-, en la novela tale seres se
presentan en forma, ya se dijo, de pishtacos, shapingos, duendes.
Los
campesinos, en cambio aparecen como tales o a lo mucho en forma de un ser
híbrido caracterizado, entre sus poderes no humanos, de bonhomía y con altas cualidades.
Desde luego que la virtud filial en Juan Osito y en su madre Kusicha les han
sido transferidas como una capacidad de conducirse cabal y prolijamente ante
las adversidades con su ética campesina que se muestra superior a la catadura
moral de lo perverso.
Es
decir, las mencionadas dualidades y poderes se presentan en el relato mediante
la configuración de seres híbridos protagonistas y antagonistas. Tal hibridismo
simboliza además los espacios humanos y no humanos, es decir, la confrontación
de lo social y no social. La misma que deriva del milenario enfrentamiento
–también se advirtió- entre campesinos y señores feudales, aun más atrás entre
siervos y señores feudales.
En
cuanto a lenguaje no hay mucho que agregar además de lo afirmado sobre las
simbologías en la novela. Tal vez, sólo agregar que en toda su composición no
hay una preocupación por reproducir la fonética del idioma nativo que se supone
hablan los lugareños, menos del hablar peculiar de los campesinos. Es un
lenguaje formal que alterna, sin dislocar el acto de la comunicación, con los
necesarios quechuismos incluidos en la narración. Los nombres de Kusicha, de la
mascota, de los seres híbridos, apenas un cerro tienen raíces quechuas.
Por
eso mismo, los ámbitos de Juan osito en
el Valle de las Serpientes no son propiamente andinos. En tiempos remotos
el campesinado tuvo como punto de origen la estructura de las comunidades
campesinas donde predomina lo colectivo más una lengua nativa, quechua, aymara
o qakaru, por tanto los patronímicos tenían dichas raíces lingüísticas. En su novela, Casimiro Ramírez emplea
apelativos, denominaciones, nombres mestizos del español regional, apelando a
hechos antiguos donde los apellidos se conformaron de los oficios u ocupaciones
que realizaba el fundador del clan tal como Juan Herrero, Francisco Pastor,
etc.
El
argumento general refiere de la historia de una joven campesina que es raptada
por un oso con el cual llega a concebir un hijo mitad humano, mitad oso. Juan
Osito se ve obligado por su condición híbrida a alejarse de su entorno y lanzarse a las aventuras de
enderezar entuertos a favor de humanos desguarnecidos o desamparados, enfrentando
a maléficos poderes que amenazan la existencia campesina. En esa titánica labor
es apoyado por dos amigos Juan Chantado, Juan Pelamontes.
Sobre
esta argumentación se llegan a percibir micro argumentos que apuntalan el
mayor. A lo largo de los cuales se desarrolla un dosificado suspenso que se
vuelve a intensificar en las páginas finales, de tal modo que el lector no
llega a conocer si Juan Osito sale bien o mal librado de su última aventura,
con certeza podemos saber por menciones del narrador que sus dos amigos
cabalgan montando briosas bestias que los llevaran al valle donde ellas los
asombrarán en apariencia y condena por dedos..., digo mentes machistas, pero es
otro historia a entender.
La
inferencia de todo lo anterior nos lleva a proponer que, en esta novela de
Casimiro Ramírez, buena parte del mundo cultural colonial subyace en los
contextos de las historias relatadas, no olvidemos que la perduración de
terratenientes vetustos y modernos, más el universo campesino son extensión de
esos tiempos de latifundismo, sostenidos en esas culturas campesina y feudal,
con la atingencia que del lado campesino se propone, se dijo, la necesidad de
romper cierto orden ominoso. Al menos, en la narración los del lado campesino,
los enfrentan y vencen en lo ético.
Notas
[1] César Elías. Cuando la candela habla (cuentos y
relatos), Piura. Edic.Lengash.2013. Prólogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.