La Política Capitalista y la Crisis de la Pandemia
César Risso
LA CUARENTENA HA FRACASADO, es lo que
circula por todas partes. El fracaso está en el control de los contagios. La
velocidad con que se presentan supera largamente, y cada vez más, la capacidad
en infraestructura hospitalaria en particular y en la salud en general. Tanto
por el lado del Estado, como por el del sector privado, la posibilidad de hacer
frente a la pandemia está muy por debajo de las necesidades.
Una
sociedad basada en la explotación directa de millones de trabajadores, que produce
de forma privada, aunque la producción es cada vez más social, y que se apropia
también de forma privada los resultados de la producción, no está en
condiciones de asumir socialmente, esto es, como una sociedad colectivista,
basada en la propiedad común de los medios de producción, de manera efectiva la
solución a la actual crisis en la salud ni en la economía.
La
política no se discute, es decir, el poder de la burguesía pretende continuar,
a pesar de que su permanencia es la causa principal del fracaso de las medidas
adoptadas. Es como pretender introducir un objeto de tres dimensiones en un
plano de dos dimensiones. Así lo demuestra por ejemplo, la reanudación de las
actividades económicas para que los trabajadores tengan ingresos, pero de otro
lado, las normas dictadas por el ejecutivo que otorgan a las empresas las
salidas legales para el despido de los trabajadores.
A
estas alturas parece que, dado el descontrol por la necesidad del pueblo de
obtener recursos para vivir, la decisión política es que, reconociendo su
incapacidad como gobierno, y su mayor incapacidad como sistema capitalista, se
contagie el mayor número posible de pobladores. De todos los contagiados, según
las estadísticas, solo morirá un pequeño porcentaje. Y de estos, la mayoría serán
los llamados vulnerables o de riesgo, que en un gran porcentaje son miembros de
las clases explotadas.
Abrumado
por su impotencia, el gobierno acepta como política simplemente el lavarse las
manos, aunque no abiertamente. Esta es la decisión política, como consecuencia
de la incapacidad, tanto del gobierno como del propio sistema, que tiene como
límite el capital mismo y la ganancia. Aunque encubierta por los gestos de
preocupación y por medidas que aparentemente se dirigen a controlar la
pandemia.
Si
el Estado burgués es incapaz de afrontar la pandemia, es porque protege los
intereses privados de la clase social a la que representa. De permanecer la
burguesía en el poder, las clases explotadas solo podrían exigir medidas tuitivas,
de protección de los explotados y pobres, como una dádiva o limosna, sin
reconocer el hecho evidente, de que son los trabajadores los que crean la
riqueza. Por esto, la solución pasa por desplazar del poder a la burguesía.
Para lo cual el pueblo trabajador debe organizarse.
Hacer
responsable únicamente al gobierno del fracaso de la cuarentena, sin ligar la
actuación del poder político como expresión de los intereses de la burguesía,
de la lógica del sistema capitalista, es encubrir al sistema de explotación, en
el marco del cual no solo fracasa la política para enfrentar la pandemia, sino
que además, es la fuente de todos los males que enfrenta nuestra sociedad.
Las
propuestas políticas de las organizaciones de izquierda pueden, y deben,
presentar reclamos y exigencias para que el gobierno atienda las necesidades
inmediatas del pueblo; pero no debe limitarse a esto. Tiene que, paralelamente,
desarrollar formas de organización que partan del método colectivista para
enfrentar la crisis.
Establecer
una red de organizaciones populares de base, que enfrenten las necesidades básicas
como la alimentación, que vaya poco a poco adquiriendo un carácter nacional,
puede ser el inicio del poder del pueblo.
Estas
formas colectivistas, como los comedores populares, las ollas comunes, etc.,
pueden ser la base de una organización nacional, dejando al Estado burgués sin base social, y
sentando con ello las bases de un nuevo Estado, de carácter colectivista y
popular, como inicio del camino al socialismo.
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