La Asesina Ilusión de
la “Normalidad”
y el Camino Revolucionario Hacia Adelante
y el Camino Revolucionario Hacia Adelante
Bob Avakian
AUN ANTES DE QUE EL
CORONAVIRUS se convirtiera en una pandemia mundial, un columnista del New
York Times escribió sobre el atractivo del aburrimiento — argumentando
que, después de los años de la locura de Trump, tener a un presidente que
induzca al sueño (como Joe Biden) podría ser justamente lo que se necesita. El
impacto del coronavirus ha reforzado y fortalecido esta tendencia hacia un
“anhelo por la normalidad”, especialmente por parte del sector de la clase
dominante representada por el New York Times y ese sector de
la sociedad, particularmente entre las capas medias con mayor educación formal,
que durante algún tiempo se ha identificado, en una medida importante, con lo
que representa el New York Times.
Pero,
en términos fundamentales, esta noción de “volver a la normalidad” es una
ilusión la cual reventarán la naturaleza y el funcionamiento del sistema de
capitalismo-imperialismo al que están sometidas las masas de la humanidad
En el
contexto de esta crisis actual, las relaciones explotadoras y opresoras
integradas en este sistema se están manifestando de una manera pronunciada, en
Estados Unidos y a nivel internacional, al igual que lo han hecho en crisis
anteriores. Por ejemplo, cuando azotó el huracán Katrina, en Nueva Orleáns y
sus alrededores en 2005, aunque sufrieron grandes sectores de la gente, fueron
los negros pobres quienes fueron golpeados de las formas más devastadoras,
debido a la opresión y las desigualdades crueles a las que ya estaban sometidos
y debido a la negligencia no tan benigna y a menudo las acciones malignas de
aquellos que se encuentran en el poder. Lo mismo ha sido cierto con respecto al
SIDA —son aquellos que han sido en la mira de la discriminación y la
denigración los que más han sufrido— y la carga desequilibrada del sufrimiento
se ha acentuado especialmente a escala internacional, con las personas en el
África subsahariana las que en particular sufren una tremenda devastación.
Aunque
el coronavirus azotarán a grandes sectores de la población, esta desigualdad
una vez más ejercerá un efecto en Estados Unidos en relación con la crisis
actual — estarán sometidos a un sufrimiento desproporcionado los inmigrantes,
los prisioneros, las personas sin hogar, las personas de las comunidades
pobres, particularmente entre las nacionalidades oprimidas, y otros que están
subordinados, degradados y despreciados por el “funcionamiento normal” de este
sistema y los de arriba1.
Y a
nivel internacional, las mismas dinámicas se aplican de una manera aún mayor.
Como he señalado anteriormente:
vivimos
en un mundo donde sectores grandes de la humanidad viven en una pobreza
extrema, en que 2.3 miles de millones de personas carecen hasta de inodoros
rudimentarios o letrinas y enormes números padecen enfermedades prevenibles, en
que millones de niños mueren cada año de estas enfermedades y
de inanición, mientras obligan a 150 millones de niños en el mundo a dedicarse
al trabajo infantil despiadadamente explotado, y toda la economía mundial se
apoya en una vasta red de maquiladoras que emplean grandes números de mujeres
que están sometidas de rutina al acoso y agresión sexual, un mundo en que 65
millones de refugiados han sido desplazados por guerras, pobreza, persecución y
los efectos del calentamiento global2.
Son aquellos, en todo el
mundo, los que están mantenidos en estas condiciones los cuales son los más
afectados en esta crisis, al igual que en el pasado.
Todo
esto, en combinación con la crisis climática continua y cada vez más profunda,
arraigada en las dinámicas de este sistema y la que cada vez más representa una
amenaza existencial a toda la humanidad, impelerá a las masas, a millones y, en
última instancia, miles de millones de personas, a una desesperación aún mayor,
y nadie sobre el planeta podrá evitar las repercusiones y los efectos de todo
esto.
Los peligros inmediatos,
el problema fundamental y la solución revolucionaria
Hace varios años,
señalé:
Hoy,
aunque Estados Unidos es y se proclama la superpotencia mundial #1, está
plagado de contradicciones cada vez más agudas y enfrenta retos internos y a
nivel internacional, y esto ha generado un régimen fascista, que ahora tiene
las riendas del poder y el dedo de un golpeador demente sobre el disparador
nuclear — un régimen que sin exageración, no solamente amenaza con gran
sufrimiento a las masas de la humanidad sino a la propia existencia de la
humanidad3.
Y, en varios otros
países, el fascismo ha seguido cobrando fuerza, como respuesta —una reacción
fanática, lunática y violenta— a los cambios los cuales están impulsando
fundamentalmente las necesidades y dinámicas del sistema capitalista
imperialista y el hecho de que el sistema no tiene, y no puede tener, ninguna
solución positiva a todo esto. A pesar de lo que muchos (especialmente a muchos
“liberales”) quisieran creer, la noción de que especialmente en tiempos de
crisis como el actual “todos nos encontramos juntos en esto” está en conflicto
con la realidad y refuta la realidad, y específicamente las fuerzas
fascistas no la acatan. Por ejemplo, las ventas de armas en
Estados Unidos se han disparado aún más en medio de esta crisis, ya que los
“sujetos de la Segunda Enmienda” se abastecen aún más de armas letales para
“protegerse” de los “criminales” (y, por parte de muchos de ellos, para
prepararse para la “guerra civil” que ven que se perfile). En referencia una
vez más a las ideas del teólogo afroamericano Hubert Locke, lo que está
ocurriendo con el movimiento fascista en Estados Unidos no es solo una batalla
abstracta por los “corazones y mentes” de las personas, sino una lucha
mortalmente seria por el poder, con el objetivo —en particular por parte de la
fuerza impulsora fundamentalista cristiana de este fascismo— de “tomar las
riendas del gobierno, manipular los tribunales y las decisiones judiciales,
controlar los medios de comunicación y entrometerse en todo rincón de la vida y
las relaciones personales, para que el país se gobierne de acuerdo a lo que la
derecha religiosa considera la voluntad de Dios4.
Esta
es la razón por la que la noción comúnmente propagada de que todo lo que ha
conducido a la fuerte polarización en Estados Unidos, y a la locura asociada
con Trump, es un “alejamiento de la civilidad”, o más específicamente, que
surge de la incapacidad de los “liberales” educados de la clase media para
comunicarse con las personas en el “heartland” [se refiere a la vida
provinciana de los pueblos pequeños de Estados Unidos] y de tratar de entender
sus puntos de vista — pues toda esa noción no solo es completamente errónea,
sino que en realidad es una peligrosa idea delirante. Al escribir hace un poco
más de 20 años, en su libro Mobilizing Resentment, basado en su
extensa investigación sobre el movimiento de derecha en Estados Unidos, Jean
Hardisty cuenta que, aunque sus esfuerzos por desarrollar una conversación
civil y amigable con la gente de este tipo inicialmente se toparían con cierta
amabilidad superficial, a medida que se desenvolvía la conversación,
repetidamente la someterían a la “brutal intolerancia” la cual saldría en
primer plano por parte de estos derechistas. Como ella lo expresa gráficamente:
“cuando le doy a los derechistas el beneficio de la duda, por respeto a su
derecho a su propia concepción del mundo, en cada ocasión me recompensan con
una patada en los dientes”. Ella resume que estamos lidiando con
un movimiento bien financiado, bien coordinado y
astuto que ha desarrollado brillantes técnicas de manipulación y ha capturado y
configurado un momento acogedor de la historia. La búsqueda de la derecha del
poder político se ha convertido en una realidad aterradora5.
Y, en los 20 años más o
menos desde que Hardisty escribió este libro, las cosas solo han empeorado, y
el peligro que esto representa es aún mayor.
En
términos muy inmediatos, toda la perspectiva y los métodos, así como las
prioridades de los fascistas, concentrados en el régimen de Trump y Pence —con
el nombramiento del anti-científico Pence para encabezar los esfuerzos del
gobierno en torno a la Covid-19; el rechazo inicial de Trump al alcance y al
peligro que representa este virus y sus continuas mentiras al respecto; su
burdo chovinismo pro estadounidense, de oponer Estados Unidos al resto del
mundo; su reiterada tendencia a temerariamente negar la ciencia médica e
ignorar las recomendaciones de los expertos médicos cuando vayan en contra de
sus propios intereses y objetivos estrechamente concebidos y peligrosamente
miopes; y más— amplifican y fortalecen las barreras que el “funcionamiento
normal” del sistema capitalista-imperialista interpone en el camino de un
enfoque sistemático y coordinado de combatir el coronavirus. Al mismo tiempo,
se tiene la cuestión de si Trump realmente reconocerá los resultados de las
elecciones en noviembre si no es el ganador (incluso en el conteo del colegio
electoral, así como en el voto popular) — o si incluso se
celebraran elecciones, ya que no es impensable que Trump “atrasara” (o
incluso cancelara de plano) las elecciones, declarando que en el contexto de la
crisis del coronavirus, ¡es muy peligroso celebrar elecciones!
Hay
que oponerse a todo esto y superarlo en la mayor medida posible, al mismo
tiempo que hay que reconocer que se requerirá una transformación radical de la
sociedad y, en última instancia, del mundo en su conjunto, para eliminar las
poderosas restricciones que este sistema impone a los seres humanos y su
capacidad de actuar en común para hacerle frente y transformar la necesidad que
enfrentan, de manera continua y de manera aguda en tiempos de crisis.
Pase
lo que pase con respecto a las elecciones que están programadas para noviembre,
y sin importar la forma en que se resuelva la crisis del coronavirus —o si de
hecho no se resuelve, pero se convierte en parte de una “crisis en cascada”, en
la que una crisis lleva a otra... y a otra— no se volverá a alguna noción
idealizada de la “normalidad”. Y, aunque ciertamente existe un deseo legítimo y
positivo por parte de las personas en todas partes de ir más allá del flagelo
de este virus, teniendo en cuenta cuál es la situación real para las masas de
la humanidad bajo la dominación “normal” de este sistema, nadie debería desear
que las cosas volvieran a la “normalidad” dictada por el sistema capitalista
imperialista.
Al
fondo de la crisis inmediata, y del peligro que representa el régimen de Trump
y Pence y su “base” fascista fanática, se encuentra la realidad más fundamental
del sistema capitalista-imperialista y las consecuencias de dejar que este
sistema siga dominando el mundo y determinando las condiciones de las masas de
la humanidad y, de hecho, el propio destino de la humanidad misma. Esta crisis
con el coronavirus ha puesto en agudo relieve la realidad de que el sistema
capitalista no está simplemente fuera de sintonía, sino que está en
conflicto fundamental y es un obstáculo directo a la satisfacción de
las necesidades de las masas de la humanidad. A pesar de que los capitalistas y
los gobiernos que representan sus intereses se han visto obligados a tomar
ciertas medidas de emergencia que de alguna manera van en contra de las
dinámicas inherentes de su sistema (como la intervención masiva del gobierno en
el funcionamiento de la economía), siguen imponiéndose las formas en que este
sistema constituye un obstáculo para hacer frente a esta crisis — lo que
incluye no solo tales acciones perversas como el acaparamiento de vitales
insumos médicos y de otro tipo, a fin de hacer que suba el precio, sino también
el hecho de que la creación de la riqueza bajo este sistema opera sobre la base
de la explotación despiadada y el empobrecimiento de las masas de personas en
todo el mundo, mientras que incluso en los países “más ricos” existe una
pobreza importante y grandes partes de la población viven de una quincena a
otra y se encuentran a tan sólo una fuerte crisis del desastre; la continua
rivalidad entre diferentes capitalistas (o asociaciones de capital) —con su
propiedad privada de los medios de producción (tierras, materias primas,
tecnología, fábricas y otras estructuras) y la acumulación privada competitiva
de riqueza— actúa como un obstáculo a la necesaria cooperación y a la
producción de cosas que quizás se necesiten con urgencia pero que no producen
ganancias privadas — y toda la ideología de promover los intereses de uno a
expensas de los demás, el individualismo fomentado por este sistema y promovido
a ultranza hoy en Estados Unidos, va en contra y socava las inclinaciones hacia
la cooperación y, sí, hacia el sacrificio por el bien mayor. A pesar de los
esfuerzos dedicados de muchas personas bien intencionadas, aunque se resuelva
la crisis inmediata con el coronavirus, esto se hará sobre la base de
intensificar las contradicciones incorporadas en este sistema y el sufrimiento
de las masas de la humanidad que ya están explotadas y oprimidas bajo este
sistema.
Todo
esto se manifiesta en agudo contraste con lo que se necesita para lidiar de una
manera con verdadero sentido con la crisis ocasionada por el coronavirus, y
para satisfacer las necesidades fundamentales de la humanidad de manera
continua. Se manifiesta en agudo contraste con el sistema socialista previsto
en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del
Norte, donde existe la propiedad social, no privada, de los medios de
producción, la riqueza social se produce mediante la cooperación y no la
explotación y se distribuye cada vez más de acuerdo con las necesidades de la
gente, y no con las necesidades de los capitalistas en competencia, y existe un
gobierno que representa y está orientado a satisfacer los intereses
fundamentales de la humanidad, y promueve esa perspectiva entre las personas y
las activa en el proceso de gobernanza hacia ese fin — no un gobierno que sea
una extensión y que solo pueda representar las demandas y las dinámicas del capital,
con toda la anarquía y la explotación despiadada que implica, dentro de
determinados países y a escala internacional6.
Más
allá de las fronteras de cualquier país particular, existe una gran importancia
y un papel y un impacto potencialmente muy positivos del internacionalismo,
que solo pueden realizarse concreta y completamente con la superación de las
barreras levantadas a la unidad y a la cooperación internacional por el
funcionamiento del sistema capitalista imperialista — cuyo alcance de
operaciones es internacional (es decir, su explotación) pero consta de
capitalistas en competencia y estados capitalistas rivales7.
Es
posible superar todo esto —y solamente es posible superar todo esto— mediante
la revolución comunista y el establecimiento de más países socialistas en el
mundo, actuando sobre una base internacionalista y llevando a cabo las
transformaciones económicas, sociales y políticas, así como las
transformaciones en las formas de pensamiento y la cultura de la gente, lo que
capacitará a la humanidad para saltar más allá de las limitaciones y las
terribles consecuencias que impone el funcionamiento “normal” del sistema
capitalista imperialista y que se intensifican enormemente en situaciones de
crisis. Esta revolución sin precedentes hará que sea posible que las personas conozcan
la realidad, y le hagan frente a las crisis, de una manera verdaderamente
cooperativa como miembros de una comunidad mundial de seres humanos en libre
asociación, que no estén no separados y enfrentados entre sí por divisiones de
país, clase, nacionalidad (o “raza”), género y otras relaciones opresivas.
Notas:
1. Los materiales posteados en revcom.us, como
los comunicados de
los comunistas revolucionarios (revcom) y la entrevista
a Lenny Wolff en el programa radial de Michael Slate, hablan de
la manera en que estas dinámicas ya se están manifestando en esta crisis
actual.
2. Por qué nos
hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución. El
texto en español y el video en inglés de este discurso de Bob Avakian están
disponibles en revcom.us.
3. ¡EL RÉGIMEN
DE TRUMP Y PENCE TIENE QUE MARCHARSE! En nombre de la humanidad, nos NEGAMOS a
aceptar a un Estados Unidos fascista, Un mundo mejor ES posible,
Un discurso de Bob Avakian. El texto en español y el
vídeo en inglés de este discurso están disponibles en revcom.us.
4. “Reflexiones
sobre cómo debe responder a la derecha cristiana la Pacific School of Religion”,
del Dr. Hubert Locke, también está disponible en revcom.us.
5. Jean Hardisty, Mobilizing Resentment,
Conservative Resurgence From The John Birch Society To The Promise
Keepers [La movilización del resentimiento, el resurgimiento
conservador de la Sociedad John Birch a los Guardianes de la Promesa], Beacon Press
Books, 1999, pp. 5, 6, 8.
6. La Constitución
para la Nueva República Socialista en América del Norte, de la
autoría de Bob Avakian, está disponible en revcom.us.
7. En la sección “La
globalización, la nacionalidad del capital y el Estado-nación imperialista”,
en Apuntes sobre
economía política: Nuestro análisis de los años 80, cuestiones de metodología y
la actual situación mundial, publicado por el Partido
Comunista Revolucionario (disponible en línea en revcom.us), hay un análisis de
esta importante contradicción en el mundo de hoy:
En la época del
imperialismo, los circuitos del capital se internacionalizan, y el alcance y el
proceso de acumulación son cada vez más globales. Pero el capital imperialista
sigue anclado en mercados nacionales y formaciones estatales nacionales….
En
resumen, la anarquía inherente a los procesos mundiales de crecimiento
capitalista crea nuevos problemas de “control”. La contradicción entre la
acumulación internacionalizada y el carácter nacional del capital, lejos de
superarse, se intensifica.
Como “Apuntes” agrega:
Por otra parte, el capital necesita un aparato (el
Estado imperialista) y medios militares (una industria militar) para asegurar
el ambiente internacional en el que puede prosperar globalmente.
Fuente:
Revista Revolución (revcom.us)
Racismo, Brutalidad Policial y COVID-19 en Estados Unidos
Amy Goodman y Denis
Moynihan
EL PASADO LUNES, DÍA DE LOS CAÍDOS en Estados
Unidos, George Floyd suplicaba por su vida mientras Derek Chauvin, oficial de
la policía de Minneapolis, le apretaba el cuello contra el pavimento con una de
sus rodillas. “Por favor. Por favor. No puedo respirar, oficial. No puedo
respirar”, jadeaba George Floyd, con sus manos esposadas detrás de la espalda.
Los testigos del suceso le pidieron repetidas veces a Chauvin que aflojara la
presión, pero el oficial siguió con la rodilla enterrada en el cuello de Floyd.
Un devastador video de diez minutos registró este asesinato en cámara lenta,
respiración menguante tras respiración menguante. Finalmente, el cuerpo inerte
de Floyd fue bruscamente colocado en una camilla, cargado en una ambulancia y
llevado al hospital, donde se declaró su muerte.
La indignación fue in crescendo a medida que el video se viralizaba. El
hermano de George, Philonise Floyd, declaró a la cadena CNN: “Amo a mi
hermano. Todos amaban a mi hermano… conocerlo es quererlo. Él gritaba ‘mamá,
mamá, no puedo respirar’ pero no les importó. Realmente no entiendo lo que
tenemos que sufrir en la vida. No tenían por qué hacerle eso”. El fiscal
general de Minnesota, Keith Ellison, expresó en un comunicado: “Su vida era
importante. Tenía valor… Vamos a buscar justicia y la encontraremos”. En
declaraciones posteriores, Ellison agregó: “Lo que estamos tratando aquí no es
un caso aislado, sino un problema sistémico. Y tanto la investigación como la
acusación se están llevando adelante con el objetivo de llegar hasta las
últimas consecuencias. Estoy seguro de que se están llevando adelante de manera
competente. Pero eso no le pone fin al asunto. El despido de los agentes no le
pone fin. El proceso penal que ha comenzado no le pone fin. El proceso de
derechos civiles no le pone fin. Necesitamos un cambio sistémico, profundo y
permanente”. El alcalde de Minneapolis, Jacob Frey, opinó tras el asesinato de
Floyd: “Ser negro en Estados Unidos no debería implicar una condena a muerte”.
Frey demanda el arresto de Chauvin y la familia de Floyd quiere que los cuatro
oficiales sean acusados de asesinato.
La reverenda Bernice King, una de las hijas del Dr. Martin Luther King
Jr., publicó en Twitter una foto del oficial Chauvin con la rodilla apoyada
sobre el cuello de Floyd al lado de una icónica foto de la estrella de la Liga
Nacional de Fútbol Americano Colin Kaepernick hincado sobre una de sus rodillas
en un campo de juego. El ex mariscal de campo fue expulsado de la Liga por
arrodillarse durante el himno nacional en protesta contra la violencia policial
y la injusticia racial. El texto que acompaña el tuit dice: “Si no te molesta o
te molesta poco la primera rodilla, pero te indigna la segunda, entonces, en
palabras de mi padre, estás ‘más consagrado al orden que a la justicia’. Y más
apasionado por un himno que supuestamente simboliza la libertad que por la
libertad de vivir de un hombre negro”.
Mientras las muertes por Covid-19 en Estados Unidos superan las 100.000,
con un impacto desproporcionado sobre las comunidades de color, el asesinato y
la violencia por parte de la policía contra personas de color, perpetrados con
legitimación del Estado, continúan aparentemente sin tregua. El pasado 23 de
febrero, en Georgia, Ahmaud Arbery fue asesinado a balazos por Travis McMichael
y su padre, el policía retirado Gregory McMichael, tras salir a correr. El 13
de marzo la policía de Louisville, Kentucky, disparó ocho veces contra Breonna Taylor,
causándole la muerte. Taylor era técnica en emergencia médica y tenía 26 años
de edad. La policía irrumpió en su hogar en el medio de la noche, al entrar en
el departamento equivocado cuando buscaban a un sospechoso que ya estaba bajo
custodia.
Afortunadamente, no tenemos que agregar el nombre de Christian Cooper a
esa trágica lista. Chris Cooper, afroestadounidense, se encontraba observando
aves en el Central Park de Nueva York el Día de los Caídos cuando
respetuosamente le pidió a una mujer que también paseaba por allí que siguiera
las reglas del parque y le pusiera la correa a su perro. Ella se negó
rotundamente, lo que lo condujo a grabar la interacción. La mujer llamó al 911
y le dijo a Cooper: “Voy a decirles que hay un hombre afroestadounidense que
está amenazando mi vida”. Christian Cooper le envió el video a su hermana,
quien lo publicó en las redes sociales, donde rápidamente llegó a 42 millones
de reproducciones. Alguien identificó a la mujer como Amy Cooper (sin
parentesco con Christian) y, como resultado de su reacción violenta, fue
despedida de su trabajo y el refugio para perros le retiró su mascota.
Ibram X. Kendi, director fundador del Centro de Investigaciones y
Políticas Antirracistas de la Universidad Americana, le dio contexto histórico
a esta interacción durante una entrevista para Democracy Now!: “Lo que hizo Amy
Cooper es un típico comienzo de violencia racista. Tenemos a una mujer blanca
que utiliza como arma su privilegio de ser mujer y blanca. En lugar de resolver
la disputa con la otra persona y seguir las reglas y ponerle la correa a su
perro, se victimiza y llama a la policía, con esa proyección de víctima, para
que la policía vaya y la proteja. A menudo, los policías realmente creen que
esta mujer blanca está siendo amenazada por este presunto depredador
afroestadounidense. Con demasiada frecuencia, esto lleva a que esa víctima
desarmada resulte lesionada o incluso asesinada”. En 1955 un suceso similar
condujo a la tortura y linchamiento de Emmet Till, de 14 años de edad.
El profesor Kendi lanzó “The COVID Racial Data Tracker”, un
sitio web para documentar las disparidades raciales en torno a la letalidad de
la pandemia, que afecta de manera desproporcionada a las comunidades de color.
Los datos se están utilizando para desacreditar el argumento de que las
personas de color se ven más afectadas por la Covid-19 por sus afecciones
subyacentes. Kendi explicó: “Al menos hacia fines de marzo, y ciertamente a
principios de abril, eran personas latinas, afroestadounidenses e indígenas
estadounidenses las que se estaban contagiando y muriendo de forma
desproporcionada. Llevó un gran esfuerzo de parte de los movimientos de base,
que reclamaron que se expongan los datos raciales, empezar a constatar esto,
porque los estados se negaban a verlo. El indicador de predictibilidad
fundamental de las tasas de contagio y muerte en la población negra es el
acceso a la atención médica, el acceso a seguro de salud, así como la
contaminación del aire y del agua y el tipo de empleos. Todas estas determinantes
sociales de la salud son indicadores predictivos mucho más fuertes en cuanto a
las tasas de muerte y contagio en la población negra que sus afecciones
subyacentes”.
Los afroestadounidenses representan el 13% de la población de Estados
Unidos, pero han representado como mínimo el 25% de las 100.000 muertes por
Covid-19 del país. La misma disparidad en la tasa de mortalidad prevalece entre
los 5.000 estadounidenses asesinados por la policía desde 2015: los
afroestadounidenses tienen el doble de chances de ser asesinados por la policía
en comparación con los blancos. La violencia policial es una de las principales
causas de muerte de los jóvenes de color. La pandemia revela lo que los videos de
teléfonos celulares y cámaras corporales han expuesto cada vez más y lo que las
comunidades de color han sabido por mucho tiempo: el racismo está bien vivo en
Estados Unidos y tiene consecuencias letales.
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