lunes, 1 de junio de 2020

Política


La Política Capitalista y la Crisis de la Pandemia

César Risso

LA CUARENTENA HA FRACASADO, es lo que circula por todas partes. El fracaso está en el control de los contagios. La velocidad con que se presentan supera largamente, y cada vez más, la capacidad en infraestructura hospitalaria en particular y en la salud en general. Tanto por el lado del Estado, como por el del sector privado, la posibilidad de hacer frente a la pandemia está muy por debajo de las necesidades.

        Una sociedad basada en la explotación directa de millones de trabajadores, que produce de forma privada, aunque la producción es cada vez más social, y que se apropia también de forma privada los resultados de la producción, no está en condiciones de asumir socialmente, esto es, como una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, de manera efectiva la solución a la actual crisis en la salud ni en la economía.

        La política no se discute, es decir, el poder de la burguesía pretende continuar, a pesar de que su permanencia es la causa principal del fracaso de las medidas adoptadas. Es como pretender introducir un objeto de tres dimensiones en un plano de dos dimensiones. Así lo demuestra por ejemplo, la reanudación de las actividades económicas para que los trabajadores tengan ingresos, pero de otro lado, las normas dictadas por el ejecutivo que otorgan a las empresas las salidas legales para el despido de los trabajadores.

        A estas alturas parece que, dado el descontrol por la necesidad del pueblo de obtener recursos para vivir, la decisión política es que, reconociendo su incapacidad como gobierno, y su mayor incapacidad como sistema capitalista, se contagie el mayor número posible de pobladores. De todos los contagiados, según las estadísticas, solo morirá un pequeño porcentaje. Y de estos, la mayoría serán los llamados vulnerables o de riesgo, que en un gran porcentaje son miembros de las clases explotadas.

        Abrumado por su impotencia, el gobierno acepta como política simplemente el lavarse las manos, aunque no abiertamente. Esta es la decisión política, como consecuencia de la incapacidad, tanto del gobierno como del propio sistema, que tiene como límite el capital mismo y la ganancia. Aunque encubierta por los gestos de preocupación y por medidas que aparentemente se dirigen a controlar la pandemia.

        Si el Estado burgués es incapaz de afrontar la pandemia, es porque protege los intereses privados de la clase social a la que representa. De permanecer la burguesía en el poder, las clases explotadas solo podrían exigir medidas tuitivas, de protección de los explotados y pobres, como una dádiva o limosna, sin reconocer el hecho evidente, de que son los trabajadores los que crean la riqueza. Por esto, la solución pasa por desplazar del poder a la burguesía. Para lo cual el pueblo trabajador debe organizarse.

        Hacer responsable únicamente al gobierno del fracaso de la cuarentena, sin ligar la actuación del poder político como expresión de los intereses de la burguesía, de la lógica del sistema capitalista, es encubrir al sistema de explotación, en el marco del cual no solo fracasa la política para enfrentar la pandemia, sino que además, es la fuente de todos los males que enfrenta nuestra sociedad.

        Las propuestas políticas de las organizaciones de izquierda pueden, y deben, presentar reclamos y exigencias para que el gobierno atienda las necesidades inmediatas del pueblo; pero no debe limitarse a esto. Tiene que, paralelamente, desarrollar formas de organización que partan del método colectivista para enfrentar la crisis.

        Establecer una red de organizaciones populares de base, que enfrenten las necesidades básicas como la alimentación, que vaya poco a poco adquiriendo un carácter nacional, puede ser el inicio del poder del pueblo.

        Estas formas colectivistas, como los comedores populares, las ollas comunes, etc., pueden ser la base de una organización nacional,  dejando al Estado burgués sin base social, y sentando con ello las bases de un nuevo Estado, de carácter colectivista y popular, como inicio del camino al socialismo.

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