A partir
de la presente edición de CREACIÓN
HEROICA publicaremos los diversos capítulos que componen el libro
electrónico Macri. Orígenes e Instalación
de una Dictadura Mafiosa, del compañero Jorge Beinstein, publicado por Ediciones virtuales Waiwén.
01-01-2018
Comité
de Redacción
Macri. Orígenes e Instalación de una
Dictadura Mafiosa
Jorge Beinstein
Prólogo del autor
(Noviembre de 2017)
Entre la
redacción de este prólogo (fines de Noviembre de 2017) y la del primer capítulo
del libro (Septiembre de 2017) han sucedido hechos que aceleran la tragedia
argentina.
La estrategia gubernamental de control
mediático concluyó exitosamente su primera etapa: la liquidación del grupo
Indalo a través de una venta forzada (combinación de presiones fiscales y
judiciales siguiendo el estilo mafioso ya clásico del régimen) y de esa manera
el apoderamiento de canales de televisión como CN23 o C5N (el más importante
canal de televisión con perfil opositor), radios de gran alcance como Radio 10,
diarios (por ejemplo “Ambito Financiero”), portales de noticias, productoras,
editoriales, etc. Los grandes medios de comunicación ya han sido devorados. Luego
del barrido grueso seguramente comenzará dentro de no mucho tiempo el barrido
fino de medios de comunicación de menor envergadura (radios y canales de
televisión locales, editoriales y otras vías de información popular) para ello
seguramente profundizarán y extenderán las técnicas ya en curso (coacción
física, arbitrariedades policiales y judiciales, etc.). El objetivo es la
conformación de un sistema comunicacional completamente regimentado no al
estilo de las viejas dictaduras militares sino siguiendo el nuevo esquema
flexible y embrutecedor de la era de la Guerra de Cuarta Generación
(desintegración cultural de la población combinada con manipulaciones puntuales
de alta intensidad).
También apareció el cadáver de Santiago Maldonado
confirmando así su asesinato ejecutado por la Gendarmería Nacional actuando
bajo órdenes de la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrrich (evidentemente por
encargo del presidente) y de su Jefe de Gabinete, Pablo Noceti quien en el
pasado se había destacado como abogado defensor de militares genocidas(1). La
cacería racista contra el pueblo mapuche continuó sin tomarse siquiera un
respiro luego del asesinato de Maldonado y hacia fines de Noviembre logra
nuevas víctimas. El asesinato de Rafael
Nahuel, cometido por la Prefectura Naval, nuevamente bajo órdenes directas del
Ministerio de Seguridad, expresa mucho más que el ensañamiento del gobierno
contra el pueblo mapuche, lo que a comienzos de 2016 se presentaba como un régimen
de CEOs, ladrones de alto vuelo y guante blanco, comienza a mostrar su esencia
criminal, los hábitos sanguinarios de la mafia se van instalando en medio de la
podredumbre del país burgués, renace el terrorismo de estado.
La ola represiva no hace más que
comenzar, el círculo superior del Poder sabe muy bien que la intoxicación
mediática tiene rendimientos decrecientes a medida que el desastre económico y
social se va profundizando, la pérdida de eficacia de ese instrumento requerirá
cada vez más del empleo de la fuerza bruta. En estos días fue conocida la
información de que el Grupo Halcón de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires había realizado un viaje de entrenamiento a los territorios palestinos
ocupados por Israel, allí recibieron capacitación israelí en técnicas
represivas contra la población civil (2).
Respaldados por el gobierno, servicios
de inteligencia de Estados Unidos como la CIA y la DEA o la Mossad de Israel
han penetrado en profundidad no solo en
las estructuras de inteligencia, policías y sistemas de seguridad interior en
general sino también en áreas políticas como el Ministerio de Relaciones
Exteriores. La DEA, por ejemplo, especializada en el tráfico de drogas, tiene
una actuación destacada en países como Paraguay, Colombia, México… y Argentina.
El control de ese tráfico (y no su eliminación) le permite manipular a
políticos, empresarios, policías y otros para utilizarlos en sus diversas
operaciones coloniales. En el caso argentino, la asociación entre servicios
estadounidenses, israelíes y europeos ha logrado en estos dos últimos años no
solo la consolidación o reconquista de espacios de influencia anteriores sino además avances notables en áreas
políticas y militares del estado de gran importancia estratégica (3).
Por otra parte aprovechando su buen
resultado electoral el gobierno avanzó rápidamente en su ofensiva intimidatoria
contra la oposición poniendo en prisión (show-linchamiento mediático mediante)
al ex Vicepresidente Amado Boudou y al ex Ministro de Planificación Julio De
Vido al mismo tiempo que lanzaba iniciativas de “reformas” laboral, previsional
y fiscal que iban mucho más lejos en la
agresión a trabajadores y jubilados que lo que habían logrado gobiernos civiles
derechistas como los de Menem y De la Rúa o la última dictadura militar, transfiriendo
suculentos beneficios a los grupos económicos más concentrados.
Tampoco estuvo ausente el espacio ya
bombardeado del poder judicial, prosiguió la limpieza de magistrados fuera de
control como la Procuradora General de la Nación Gils Carbó o los jueces
Freiler y Arias. La mafia necesita de manera urgente disciplinar completamente
a ese sector no solo para poder utilizarlo de manera cómoda en sus acciones
represivas sino también para amortiguar la ola ascendente de descubrimientos de
sus negocios ilegales, desde los Panamá Papers hasta el affaire Odebrecht(4),
pasando por innumerables casos de corrupción que involucran a la casi totalidad
del gobierno.
Avanzando a toda máquina
Luego de
dos años de avance sistemático la sombra de la dictadura mafiosa se extiende
ahora sobre el conjunto de la sociedad argentina, una pequeña camarilla
concentra los tres poderes del estado así como los poderes económico y
comunicacional, lo que resta fuera de su alcance se presenta como un abanico de
fuerzas impotentes ante la aplanadora
del régimen. El bloqueo completo del sistema institucional podría ser
logrado próximamente si Macri consigue imponer el voto electrónico, la farsa
electoral coronaría el show macrista. Como en los viejos tiempos de la
dominación oligárquica la soberanía popular, hoy bastardeada por la conjunción
mediática-judicial, sería totalmente anulada por el fraude.
Sin embargo el ascenso de las acciones
represivas que culminaron con la captura y asesinato de Santiago Maldonado o la
sucesión de atropellos a docentes, discapacitados y jubilados no afectaron a su
base electoral, el bombardeo de los medios de comunicación alcanzó para
preservarla.
Se trata de un fenómeno novedoso,
dictatorial pero civil y adornado con títulos constitucionales, esgrimiendo su
origen “democrático” (evidentemente impuesto por una gigantesca manipulación
mediática). Heredero de la euforia gorila de 1955 que reunió a clases medias y
altas rodeando a los militares golpistas, aparentemente extinguida pero
reapareciendo luego de una prolongada latencia, escondida en lo más profundo
del alma de la derecha argentina y heredando también la obsesión antisubversiva
de 1976, prima hermana de lo anterior.
En suma una dictadura que ha podido
instalarse sin sacar los tanques a la calle, exhibiendo buenos modales que de
todos modos no pueden ocultar su incultura (subcultura primitiva de la
lumpenburguesía). Respaldada por masas clasemedieras excitadas no solo contra
los pobres (como sus ancestros gorilas) sino también contra el progresismo y su
espacio cultural considerado una cueva de ladrones y transgresores por sus
hipnotizadores mediáticos a los que aún obedecen arrastrando en el delirio a fragmentos
importantes de la clases bajas. Y como otras veces combinando cínicamente
moralismo discursivo, cruzada retórica contra la corrupción, con robos
descomunales y demás delitos flagrantes presentados como sinceramientos,
ajustes necesarios o simplemente negocios normales.
Mezcla neofascista del siglo XXI cuyos
conductores juegan al pocker al borde del abismo, inflando sin cesar una
burbuja financiera destinada a estallar.
Nunca antes los argentinos habían conocido algo parecido, la irrupción de
un régimen civil dictatorial ejercido directamente por el nivel superior del
poder económico aparece como un hecho sorprendente.
Lo que presenta la historia nacional es
una larga sucesión de gobiernos populares estratégicamente débiles, dictaduras
militares más o menos sanguinarias y gobiernos civiles conservadores inestables
bajo el control de la élite empresaria y en ciertos casos muy presionados por
el poder militar. La secuencia confirmaba la permanencia del círculo vicioso
del subdesarrollo cuya dinámica logró finalmente producir un salto cualitativo
monstruoso. Ya que mirando hacia atrás podemos comprobar que ese proceso degradaba
más y más a la estructura social en su conjunto, engendraba y expandía
tendencias destructivas no solo a nivel de las élites dominantes, que se iban
transformando en bandas depredadoras, sino también de amplios sectores de las
clases medias encandiladas por los de arriba y acumulando desprecio hacia los
de abajo. Barbarie que se fue extendiendo hacia las clases bajas fragmentadas
por décadas de desindustrialización, donde se acentuaban las diferencias entre
los integrados y los marginales, donde la mayor parte de los aparatos
sindicales pasaron a ser las plazas fuertes de burócratas sumergidos en el
delito. La mansedumbre de los jefes la CGT ante las arremetidas del gobierno
contra los asalariados se explica no solo por la proximidad ideológica entre ambos
sino también, principalmente, por la vulnerabilidad judicial de los burócratas.
La élite mafiosa fue imponiendo
decisiones que perjudican a la inmensa mayoría de la población, pero esa
mayoría objetiva está escindida entre quienes reaccionan y se defienden (sin
atreverse, por ahora, a traspasar los límites que les fijan sus verdugos) y los
que festejan estúpidamente a los bandidos que les roban. Dentro de este último
sector podemos diferenciar a quienes la euforia fascista les hace privilegiar el
odio social por sobre el deterioro concreto de su situación material, de los
que consiguen mantenerse a flote, como frágil clase media, transfiriendo el
daño recibido hacia otros más débiles que ellos.
Neofascismo periférico del siglo XXI,
novedoso y entonces difícil de describir empleando esquemas conceptuales del
pasado. Asistimos a una gigantesca crisis de percepción donde lo evidente se
hace invisible. El sector derechizado de la población celebra la derrota del
“populismo”, vota contra el “populismo” mientras la nave en la que está
embarcado se encamina hacia el desastre financiero y sus inevitables tragedias
sociales. Frente a ello el grueso de la oposición aparece dominada por una
suerte de droga pacificadora que le impide reconocer la realidad, se aferra a
los mitos de una institucionalidad podrida, quiere creer que la dictadura
mafiosa es una democracia “restringida” o “de baja intensidad” o “condicionada”
o “burguesa” según la inclinación del observador. Pero se niega a reconocer a
la dictadura como dictadura ni a su naturaleza mafiosa, decadente, como un
aspecto decisivo, irreversible de la alta burguesía argentina y en consecuencia
de la cultura dominante penetrando en un amplio abanico de jerarquías sociales
inferiores.
Porque hacerlo significa sacar los pies del plato, romper con el
sistema, postular una resistencia popular que apunte hacia la transformación
(democratización) profunda de la sociedad, regenerada sobre la base de la
erradicación del poder elitista, de sus estructuras mediáticas,
institucionales, financieras, agrarias, industriales, de los lazos de
sometimiento colonial.
El de Argentina no es un caso aislado,
en América Latina asistimos a fenómenos parecidos, basta con observar las
realidades de Paraguay gobernado por un narcopresidente, de Brasil después del
golpe de estado con un gobierno de bandidos completamente impopular e
inestable, de México, Colombia, República Dominicana...
Una mirada más extendida nos permitiría
ver a un planeta capitalista todavía bajo dominación (declinante) occidental
controlado por lumpenburguesías basadas en los negocios financieros y una
amplia variedad de actividades gangsteriles donde se destaca el Imperio
estadounidense con una economía desquiciada y “gobernado” por un presidente
grotesco. Desde el punto de vista global Macri no es una excepción aunque tiene
sus rarezas, producto tal vez de la especificidad de la degeneración argentina.
El hecho de que un país se encuentre gobernado por el primogénito de un clan
mafioso sobre el que sobrevuela la sombra de la ‘Ndrangheta no es un caso
habitual. Suena extraño, parece un film fantasioso inspirado en “El Padrino”.
Aunque la realidad es mucho más compleja, Macri es una suerte de primus inter
pares, número uno (no sabemos durante cuánto tiempo) de una articulación
mafiosa que reúne a los dueños reales del país. Asociación inestable excitada
por el saqueo, inmersa en un mundo burgués financierizado acosado por la crisis
económica y geopolítica.
La ideología de la élite argentina no se
nutre de paradigmas imperiales relativamente estables como ocurrió con la vieja
oligarquía y su relación cipaya con el Imperio Inglés o incluso con la clase
alta del pasado más reciente alimentada por la ilusión de formar parte del
Imperio norteamericano considerado el imbatible centro del mundo. Esta es una
camarilla nihilista navegando a la deriva, solo interesada en el corto plazo.
Ni siquiera esgrime valores autoritarios viejos o nuevos sino solo la
brutalidad del poder autolegitimado a través del periodismo mercenario.
1
Una introducción necesaria. Orígenes y auge
del poder mafioso en Argentina (Septiembre de 2017)
Este
libro reúne una serie de textos producto de la reflexión acerca de la
prolongada degradación de la sociedad argentina. Nos encontramos ante una
situación que escapa a los viejos paradigmas aunque las cabezas de muchos
argentinos no perciben esa nueva realidad, en especial las de su clase
política.
No es la primera vez que eso sucede, la derecha
pero también la izquierda (salvo unas pocas excepciones) no supieron entender
la naturaleza de los cambios que se habían producido en los años 1940; la
industrialización, la emergencia de las masas obreras y de formas culturales
nuevas descolocaron a quienes seguían pensando en términos de una realidad
superada. El ascenso peronista quebró prejuicios, hizo obsoletas
interpretaciones que formaban parte del llamado sentido común. El fenómeno se
produjo en un contexto internacional signado por la declinación de la
superpotencia imperial dominante: Inglaterra, que entre las dos guerras
mundiales fue perdiendo fuerza acosada por candidatos a la primacía que
fracasaron como Japón o Alemania y de otros que desde 1945 pasaron a dominar el
escenario global: los Estados Unidos y la Unión Soviética.
La mutación industrial con fuerte
contenido nacionalista con sus sindicatos obreros, las masas populares
peronistas, los discursos encendidos de Evita, la llegada del voto femenino...
aparecían ante los ojos y oídos de los grupos sociales tradicionales como una
aberración destinada a evaporarse como un mal sueño o como una desviación
demagógica pasajera. No se daban cuenta que, más allá de la duración de la
presidencia de Perón, se habían producido cambios estructurales y culturales
profundos enlazados a nivel global con el ascenso del keynesianismo, de la
intervención del estado en la economía, la promoción del mercado interno, la
integración de las clases bajas y la ampliación del espacio de los “países socialistas” desplegado por
Eurasia desde Alemania oriental hasta China.
Como sabemos, la dictadura militar
instaurada en 1955 no pudo retrotraer al país al mundo anterior al aluvión
peronista. La república oligárquica agroexportadora había quedado enterrada en
el pasado aunque muchos de sus mitos persistieron en extendidos grupos de las
clases medias y altas nutriendo al régimen dictatorial iniciado en 1976 y
reapareciendo triunfalistas en el golpe blando de 2015.
Nos encontramos ahora ante una
transformación completamente opuesta a la de los años 1940. No se trata de una
mutación industrial integradora sino por el contrario de una degeneración
parasitaria del sistema que ha llegado a un punto de inflexión caracterizado
por el rápido ascenso hacia el poder total de una élite mafiosa con aspiraciones
dictatoriales. No se trata de un fenómeno inesperado sino del resultado de un
largo proceso de envilecimiento social motorizado por las clases altas,
expandiéndose hacia abajo, zigzagueante, pudriendo estructuras estatales,
sindicales, políticas y formas culturales. El primer salto cualitativo se
produjo en 1976 cuando la cúpula del capitalismo, devenido lumpenburguesía, se
adueñó del poder bajo la forma de dictadura militar. Tomé nota del hecho en un
texto publicado en el exilio hacia 1981 reproducido ahora en este libro (ver
Capítulo 10, “La instalación hegemónica
del parasitismo argentino”). Se trató de una arremetida sangrienta cuyo
nivel de criminalidad es solo comparable al exterminio de los pueblos
originarios y al aplastamiento de las resistencias criollas del interior del
país, ocurridos aproximadamente un siglo antes.
La democracia condicionada establecida
en 1983 no erradicó el mal, por el contrario se adaptó a las imposiciones de
las élites que siguieron con sus depredaciones amparadas en el sometimiento
colonial hasta llegar al desastre de 2001. En esos años se iba imponiendo
(recesión mediante) la dinámica de una economía de penuria para las mayorías
populares funcionando a baja intensidad, destruyendo (devorando) segmentos
enteros del tejido productivo. Ello fue descripto en un artículo que publiqué
en Agosto de 2001 (ver el Capítulo 9, “Economía
de penuria y revuelta popular”) donde señalaba que la reproducción del
capitalismo colonial-parasitario que venía de obtener victorias decisivas en
los años 1990 llevaba a la conformación de un sistema caracterizado por bajas,
nulas o negativas tasas de crecimiento económico, afectado por la rapiña
incesante de las élites dirigentes ampliando el espacio social de la pobreza y
la indigencia. Esa trayectoria fue cortada por la rebelión popular de 2001 y la
llegada del kirchnerismo en 2003 que revirtió el proceso de
desindustrialización y concentración de ingresos, aunque no lo hizo destruyendo
al sistema heredado, sino integrando de manera provisoria e inestable a la
población saqueada. Lo logró combinando formas keynesianas mercado-internistas
suaves con el aprovechamiento de una coyuntura económica y política regional y
global favorable. Más adelante la profundización de la crisis mundial a partir
de 2008-2009, que se aceleró en 2014, sumada al agotamiento de la ampliación indolora
del mercado interno sentaron las bases para la derrota del entreacto
progresista y la reinstalación de la derecha. No se trató de la simple
repetición de las viejas políticas neoliberales sino del despliegue de una
contrarrevolución cuya originalidad y magnitud ha sorprendido a sus víctimas
que no esperaban semejante avalancha de atropellos (ver el capítulo 3,
“Argentina en contrarrevolución accidentada”). Durante 2016 se produjeron
enormes transferencias de ingresos hacia las clases altas, especialmente hacia
un reducido núcleo de intereses convertido en una articulación de bandas
saqueadoras que se apropiaron velozmente de ingresos fiscales, masas salariales
y beneficios comerciales e industriales y que pusieron en marcha mecanismos de
endeudamiento público y evasión de capitales hacia el exterior. La depredación
quedó bajo el triple paraguas protector de la corrupción parlamentaria, la
complicidad judicial y sobre todo de la manipulación mediática. En 2017 se
prolonga el saqueo y la intoxicación mediática comienza a mostrar signos de
saturación, persiste y se amplía el descontento popular y en consecuencia va
emergiendo la marea represiva. La fuerza bruta y la intimidación física apuntan a bloquear las protestas que ya no
pueden amortiguar los medios de comunicación.
Convergen hechos que van conformando el último tramo del camino que
conduce hacia la dictadura mafiosa. La desaparición de Santiago Maldonado
inmersa en una escalada represiva coincide con la criminalización mediática de
opositores reales mezclados con enemigos imaginarios convertidos en enemigos
absolutos, apestados a exterminar, masa “subversiva” confusa señalada en las
operaciones arbitrarias del Poder. A ello se suma el fraude comunicacional (o
probablemente algo peor) en las elecciones primarias de agosto marcando un
antes y un después en el proceso reaccionario en curso.
La ola contrarrevolucionaria de 1976
contó con la intermediación militar; la de los años 1990 empleando
principalmente a la clase política, pero la de 2015 es protagonizada de manera
directa por la cúpula mafiosa prescindiendo de intermediarios significativos,
rodeada por una corte sumisa de comunicadores, jueces, sindicalistas, gendarmes
y policías. Esta hiperconcentración de poder es no solo peligrosa para las
víctimas sino también para la propia mafia dirigente, ahora visible para todos,
sin chivos expiatorios ante eventuales rebeliones de los de abajo.
La historia nos enseña acerca del rol de
los eunucos en la decadencia del imperio romano, perros fieles del emperador,
incapaces de usurpar su poder y al mismo tiempo ejecutores de sus decisiones
por encima de aristócratas y plebeyos. De tanto en tanto cuando el descontento
de los súbditos amenazaba convertirse en huracán o cuando el gran chambelán
eunuco adquiría demasiada independencia respecto de su amo, este último lo
liquidaba o lo entregaba a la venganza de los descontentos. La ceocracia
macrista parece señalar la superación burguesa-mafiosa del eunuquismo tanto político como militar, resultado de la acumulación
de poder directo por parte de la élite y tal vez también de la ineficacia
operativa de esos sirvientes ante un sistema que para reproducirse necesita de
la mano política dura y despiadada, y de la inteligencia saqueadora de la alta
lumpenburguesía. El fenómeno también aparece como la resultante de un complejo
proceso de degradación de las mediaciones políticas y militares expresión de la
decadencia general del sistema. La que forma parte de la crisis global -marcada
entre otros aspectos por el enfriamiento económico y en consecuencia de las
oportunidades comerciales y financieras internacionales de la élite local y de
los capitales transnacionales instalados en la colonia argentina- acentuando la
rapiña del mercado interno comprimido más y más por los sucesivos saqueos.
La debilidad estratégica de los
integrantes de la actual oposición, su incapacidad para superar los límites de
un sistema decadente, permitió antes de diciembre de 2015 que las fuerzas
reaccionarias ampliaran su capacidad operativa, agruparan clases medias,
penetraran ideológicamente en las clases bajas aprovechando su fragmentación y
facilita ahora la instalación dictatorial del poder mafioso. El realismo
mediocre del progresismo y de la pequeña izquierda herbívora aferrados a los
resquicios formales del sistema, a sus ficciones institucionales, ha formado y
forma parte del proceso de degradación de la sociedad argentina. Su negativa
delirante a reconocer la magnitud del desastre, a llamar al poder dictatorial en
desarrollo por su nombre, ayuda a la
legitimación de este último, entorpece el necesario despliegue de la
resistencia popular. Navega en fantasías justificadoras de su impotencia acerca
de un gobierno cuyo origen electoral
(evidentemente tramposo) le otorgaría credenciales democráticas. Algunos
aspirantes a eunucos han llegado a referirse a la existencia de una “derecha democrática” gobernante,
autoritaria pero constitucional, salvaje pero civilizada, depredadora pero en
última instancia responsable. El culto “progresista” al oxímoron convierte a su
mamarracho discursivo en una suerte de pensamiento confuso, ni siquiera
ideológico, resultado de una grave crisis de percepción de la realidad, tal vez
desbordado por ella, tal vez como forma de adaptación al infierno mafioso. Como
la dictadura mafiosa no está todavía completamente instalada sino en proceso de
instalación afirman sabiamente que “esto
no es una dictadura”… ¿entonces estamos en democracia?, tampoco o si pero
no del todo. Así es como se pierden en un mar de conceptos rebuscados tratando
de describir algo que todavía no es completamente pero que está empezando a
ser, que ya ha recorrido una buena parte del camino siniestro. Se niegan a
admitir la orientación del proceso, su dinámica concreta. El presunto paciente
está vivo o está muerto y si está vivo no hay porque alarmarse. Razonando de
esa manera enfermedades y agonías serían inventos extremistas y la ciencia
médica carecería de sentido.
Este libro no pretende oponer soluciones
positivas, proyectos o medidas de gobierno alternativas, solo trata de
describir la realidad tal cual es, llamar a las cosas por su nombre, poner al
descubierto protagonistas y fenómenos decisivos, lo que constituye una tarea
muy osada apuntando a romper telarañas conservadoras, hipocresías oficialistas
y opositoras. Goethe señalaba que quien en tiempos oscuros distorsiona la
realidad contribuye a la confusión general pero que quien se atreve a mostrarla
sin ocultamientos abre las puertas de
un mundo
nuevo. Nietzsche agregaba que el valor de
un ser humano se mide según la cantidad de verdad que es capaz de
soportar.
Estos son tiempos de dura prueba para las mayorías populares, de demostración
de su nivel de compresión de la tragedia que está viviendo y por consiguiente de
su capacidad de reacción.
Este libro se refiere a Macri pero no se
limita a él sino que trata de insertarlo dentro de una historia más amplia de
la que emerge el personaje, señala indicios de la trama mafiosa de su clan
familiar pero no busca colocarlo en el centro de la escena. No busca echarle
toda la culpa a una familia mafiosa pero tampoco intenta diluir sus fechorías
en el océano inasible de la “burguesía” o del “capitalismo” en general. Ambos
procedimientos tienden a ocultar a la élite dominante concreta con sus
estructuras visibles u ocultas, donde pululan los magnetto, los rocca, los
ratazzi, los benetton y también los macri.
Macrì no es un aventurero solitario sino
el engendro de la degradación estructural y cultural de la sociedad argentina,
fenómeno complejo que fue madurando durante muchas décadas. Tampoco la marcha
hacia el poder dictatorial es la irrupción sorpresiva de una aberración a
contramano de la democracia sino la etapa presente de la degeneración de una
seudo-democracia, de una “democracia” condicionada por la élite dominante con sus
jueces, sus medios de comunicación, sus aparatos de inteligencia, sus capos
financieros y las intrusiones imperiales de los Estados Unidos (ver el capítulo
8, “Los avatares de un sujeto casi inexistente. Democracia ilusoria y
reproducción del sistema”). Quienes entendíamos eso no nos sorprendemos ahora,
quienes no querían entender antes se hacen ahora los sorprendidos. Quienes
entendemos el carácter profundamente decadente del capitalismo argentino no
vemos otra posibilidad de regeneración social que la que pasa por la
erradicación de las estructuras básicas del sistema. Quienes siguen viviendo de
ilusiones, buscan y buscan resquicios, pequeñas reformas posibles que hagan soportable
la degradación general.
Conclusión: Argentina se encuentra al
borde de la instalación de un régimen dictatorial con rostro civil en cuya
cúpula se encuentra una articulación de carácter mafioso donde se combinan
negocios empresarios de alto vuelo con otros claramente ilegales como la trama
del narcotráfico. En ese sentido es posible hablar de lumpenburguesía dominante
y transnacionalizada subordinada a los Estados Unidos. En la base de ese poder
aparecen espacios sociales de clase media impregnadas de un neofascismo muy
agresivo alimentado por una manipulación mediática abrumadora. Falta muy poco
para que la dictadura se despliegue de manera integral sobre la sociedad
argentina. Su destino depende de varios factores entre ellos el futuro de su
amo imperial norteamericano actualmente en retroceso geopolítico a nivel global,
acosado por su crisis económica y sometido a fuerzas entrópicas internas de
gran envergadura. También depende de los avatares de la vorágine saqueadora en
la que esta sumergida la élite dominante donde se destaca una burbuja
financiera que crece en progresión geométrica y de la durabilidad del fascismo
rabioso de sus apoyos de clase media a los que la degradación económica general
terminará por afectar. Finalmente la gran incógnita es la futura masividad y
radicalización de una resistencia popular que viene demostrando su magnitud
pero que aún no ha dado el salto hacia la confrontación total desplegando todas
las formas posibles de lucha contra un régimen que debe ser destruido para que
el país supere su decadencia.
Notas:
1) Pablo
Noceti “es abogado y hasta su designación en el Ministerio de Seguridad, era
uno de los abogados del estudio de Alfredo Battaglia y Luis Fernando Velasco,
que se dedica a ejercer la defensa de represores acusados por crímenes de lesa
humanidad en distintas provincias, y también lo hizo en Entre Ríos. Battaglia,
por ejemplo, fue defensor del dictador Leopoldo Fortunato Galtieri…. Noceti fue
defensor de Naldo Miguel Dasso, ex jefe del Regimiento de Concordia entre 1975
y 1977, condenado a prisión perpetua por el secuestro de cuatro personas y las
desapariciones forzadas de Sixto Francisco Zalasar y Julio Alberto Solaga,
delitos cometidos en el marco del “segundo genocidio nacional”, como lo
calificó el Tribunal Oral Federal de Paraná en su sentencia”, Análisis Digital,
15/08/2017, “Noceti, el defensor de genocidas que estuvo al frente de la
represión en la que desapareció Santiago Maldonado”, http://www.analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=259548
2) “El
grupo especial de la Policía Bonaerense denominado grupo Halcón viajó a
territorios palestinos ocupados para recibir una capacitación… en prevención,
disuasión, planificación y ejecución de ataques. Asimismo se capacitaron en
conocimiento de explosivos, preparación física y mental de policía de elite”
según la información oficial disponible. Resumen Latinoamericano /ANRed/ 21
noviembre 2017, “El grupo Halcón de la policía argentina se entrenó en
territorios ocupados palestinos”,
http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/11/21/el-grupo-halcon-de-la-policia-argentina-se-entreno-
en-territorios-ocupados-palestinos/
3)
“Varias fuentes señalan que, concretado el triunfo (de Macri) en las elecciones
presidenciales, estas dos embajadas (las de Estados Unidos e Israel) dieron
nombres para la conformación del Gabinete Nacional. La norteamericana habría
“sugerido” a Susana Malcorra para conducir la política exterior argentina, y la
israelí habría “pedido” que la titular del Ministerio de Seguridad sea Patricia
Bullrich. Las políticas llevadas adelante desde cada una de estas Carteras
tienden a confirmar esas apreciaciones”. Héctor Bernardo, “, "La seguridad
argentina en manos de Israel y la Mossad", Contexto, Nov 19, 2016, http://www.diariocontexto.com.ar/2016/11/19/la-seguridad-argentina-en-manos-de-israel-y-la-mossad/
4)
“Revelan que Mauricio Macri es socio de Odebrecht”, Ámbito Financiero, domingo 6 de Agosto de
2017,http://www.ambito.com/892596-revelan-que-mauricio-macri-es-socio-de-odebrecht
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