Antonio Melis, in
memoriam
Antonio Rengifo
Antonio Melis (1942-2016), crítico literario y profesor de literatura
hispanoamericana de la universidad de Siena, fue quien consagró a nuestro Mariátegui
como el primer marxista de América en
su ensayo «J.C. Mariátegui primo marxista d'America», publicado en Critica
Marxista, revista teórica del Partido Comunista Italiano, marzo-abril de 1967.
Desde aquella fecha,
él mismo, consagró varias décadas de su existencia a la investigación y difusión
de la obra mariateguiana. Sus contribuciones son fundamentales. Así como Melis
en Italia, hay mariateguistas en todas partes, hasta en La China; pero, de todos ellos, emerge la figura de
Antonio Melis como el primer
mariateguista extranjero del mundo. Esto me permito afirmarlo porque él ya
no está entre nosotros y no hubiera sido de su agrado; pues, era un hombre de
una sencillez elegante. (Valga el oxímoron).
Un infarto cardiaco
segó la vida de Antonio Melis el domingo 7 de agosto en La Paz, Bolivia,
víspera de la inauguración de las XII Jornadas
Andinas de Literatura Latinoamericana (JALLA).
¿Quién le presentó a Mariátegui?
Ahora es oportuno saber cómo se produjo el
acercamiento de Mélis hacia Mariátegui o, mejor dicho, quién se lo presentó. El propio Melis nos informa, fue el poeta
peruano Xavier Abril de Vivero (1905-1990),
autor de Poesía soñada. Xavier sabía que la obra y la vida de
Mariátegui seducen a las personas sensibles; más aún a un jovencito como Melis.
Tal vez le auguró una relación entrañable con Mariátegui diciéndole: Mariátegui será más amigo tuyo que mío.
Melis había contraído una “deuda inmensa” con Xavier Abril hasta que por
fin decidió liberarse. Pongamos atención a lo que dijo:
Escuché por primera vez sus palabras en los Sesenta, cuando era
estudiante en la Universidad de Padova y mi profesor de Literatura
Hispanoamericana, el conocido vallejista Giovanni Meo Zilio, lo invitó a dar
una charla a sus alumnos. De 1965 a 1967
tuve el privilegio de trabajar a su lado en el Istituto Ispanico de la Universidad de Firenze, dirigido por el gran hispanista Oreste Macrí, junto con el
ya recordado Meo Zilio, con el traductor de Vallejo, Eguren y Belli, Roberto
Paoli, y con Giuseppe D’Angelo, quien más tarde fue un excelente agregado
cultural de Italia en el Perú, durante el gobierno presidido por Velasco
Alvarado. (http://www.pacarinadelsur.com/home/brisas/1047-el-enigma-de-xavier-abril-un-caso-de-damnatio-memoriae)
La “deuda inmensa”
de Melis con Xavier Abril no fue únicamente por haberle presentado a
Mariátegui; sino también por haberse encontrado con el mismo
Xabier Abril; poeta de su aprecio y silenciado en el Perú, a pesar de su gran
calidad estética. Le dedicó un esclarecedor estudio; que es, por lo valioso, ejemplo
de cómo se hace una crítica literaria.
Aparte de Xavier Abril
y de la propia calidad personal de Melis, el otro influjo fue el contexto
histórico que le tocó vivir; ya que estuvo envuelto por la atmósfera de
sensibilización y expectativa ocasionada por la Revolución Cubana en la década
del 60, la rebelión juvenil de los
universitarios parisinos del año 1968
y por la Revolución nacionalista del Perú en la década del 70.
Melis llega al Perú
Melis llega al Perú por primera vez en el
año 1970. Otros italianos también fueron atraídos al
Perú: el diplomático Giuseppe D´Angelo, como ya lo mencionó Mélis y la napolitana
Laura González del Castillo. Laura había pertenecido al partido comunista
italiano y era traductora de la editorial Feltrinelli; la versión italiana de
los textos del Ché Guevara es obra
suya.
Melis en el Perú fue
un enamorado afortunado de José Carlos; puesto que fue un enamorado consentido
por la familia. Estableció una relación fraterna con su paisana Anita Chiappe
Vda. de Mariátegui y con sus hijos. En sus estancias limeñas se alojaba en casa
de Javier Mariátegui Chiappe. La familia puso a su disposición el archivo
personal de José Carlos y su editorial.
Melis asumió la
tarea de organizar, anotar y prologar la correspondencia de Mariátegui. En dos
viajes a Lima culminó su loable tarea. A la compilación de cartas habían
contribuido varias personas y, por supuesto, la familia. En los finales de su
trabajo, Melis se había detenido; no encontraba datos referidos a Néstor Martos
para la sección Noticias
bio-bibliográficas. Estaba algo agotado del esfuerzo, quería terminar
cuanto antes; pero no podía y, como última instancia, me pregunta: tocayo, tu sabes algo. Sonriendo, le
respondo: la solución está al alcance de
tu mano. ¡Es el papá del poeta Marco Martos! En septiembre de 1984 ocurrió el alumbramiento de Correspondencia de J.C. Mariátegui en dos
tomos, bajo el sello de la Empresa Editora Amauta S.A.
Melis en Lima estableció
una cordial relación con otro antiguo e insigne enamorado de Mariátegui: Guillermo
Rouillon Duharte (1917-1978). Como sabemos, Rouillon, pese a sus limitaciones
económicas, se consagró a elaborar su monumental biografía de Mariátegui. Con todo
derecho Rouillon es el biógrafo de Mariátegui por antonomasia. Sin embargo, no ha tenido en nuestro país el
debido reconocimiento. Para suplir la
calamitosa omisión, Melis desde Italia le envía una nota el año 1992 a la señora Armida Picón Vda. de
Rouillon:
A casi treinta años de su primera aparición, La
Bio-bibliografía de José Carlos Mariátegui de Guillermo Rouillon, sigue
representando un punto de referencia imprescindible para los mariateguistas de
todo el mundo. Cuando en 1986
apareció el N°1 del Anuario Mariateguiano, la redacción se propuso, entre otras
cosas, reanudar ese inestimable trabajo. Pero sería injusto olvidar su
monumental biografía de Mariátegui. Guillermo llegó a ver impresa, por su
desaparición prematura, solamente el primer tomo de su empresa. Ya he expresado en su momento mi apreciación
por esta tarea inspirada por su profunda adhesión a la figura de José Carlos. En
esta oportunidad quiero destacar sobre todo la larga correspondencia con su
autor durante la elaboración del II tomo. Sus cartas de esos años, dirigidas a
conseguir toda la información posible sobre los personajes conocidos por
Mariátegui durante su estadía en Italia, son un testimonio de su estilo de
trabajo acucioso. Restituir al público de los investigadores de la obra
mariateguiana el fruto de su indagación larga y amorosa, no es sólo un aporte a
los estudios. Es, en primer lugar, un acto de justicia hacia un intelectual
lejano de las modas y del oficialismo y animado por una búsqueda apasionada de
la verdad.
(“Mariátegui, suscitador de peruanidad”.
Prólogo, selección y notas: Guillermo Yucra Moreno. Fondo editorial de
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, julio del 2013, p. 239).
Para Guillermo
Rouillon no pasó desapercibido el libro de Melis, José Carlos Mariátegui: vanguardia política y vanguardia artística. Se publicó en Milán el año 1975. La reseña de Rouillon apareció en
la página editorial del diario El
Comercio de Lima el 19 de noviembre de 1975. De ahí entresacamos un
párrafo:
(…) Esta selección viene precedida de un medular y
básico prólogo, en el cual el autor hace un profundo y original análisis de la
evolución artística y literaria de Mariátegui que, desde luego, se halla
íntimamente vinculada con el desarrollo de su vocación ideopolítica (…)
He obviado el itinerario mariateguiano de
Melis; pero, quien quisiera seguirlo, consultar el ensayo del sociólogo peruano
y sanmarquino, Carlos Arroyo: La parábola
mariateguiana de Antonio Melis.
Antonio, concluyo
este breve recordatorio con un brindis, música y una frase tuya. Como tú sabes,
a principios del presente año, te envié una nota en la que te decía: si alguna vez fuera a Italia quisiera hacer
un brindis contigo con el vino que le gustaba a Mariátegui: el dulce y rubio
vino de Frascati. Me respondiste: disculpa
tocayo que te desilusione; pero no es de los mejores vinos. Ahora, con tu
respuesta, entiendo más a Mariátegui; en esa época estaba enamorado y todo para
él tenía sabor a Gloria! Tocayo, ahora te
digo que estando contigo cualquier vino tiene sabor a Gloria! Escuchemos el cassette que me obsequiaste -en
tus primeras venidas a Lima- para que apreciara tu hijo, integrante de una
banda de rock. Finalmente, la frase muy
tuya y rotunda: la cultura siempre es roja.
¡Hasta luego,
tocayo!
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