¡VIVA
EL 88 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO SOCIALISTA DEL PERÚ!
En celebración del 88 Aniversario de
la fundación del Partido Socialista del Perú el 7 de octubre de 1928, republicamos
a continuación algunos textos de nuestro compañero Eduardo Ibarra en defensa de
dicha fundación y de la verdad ideológica y orgánica de dicho partido.
Entre otras
cuestiones, nuestro compañero señala en dichos textos lo que Mariátegui quiso
decir con aquello de un partido de masas y de ideas; que, en esencia, el partido
del proletariado siempre es de cuadros; que, por esto, el partido de masas se
presenta como una variante del partido de cuadros; que la Reunión de Barranco
fue la reunión fundacional del PSP; que el PSP acordó su programa en algún
momento de la segunda mitad de 1929; que, por lo tanto, acordó el
marxismo-leninismo como su base de unidad; que el nombre científicamente exacto
del partido del proletariado es el de comunista; que Mariátegui planteó razones
de valor particular para proponer y acordar el nombre de Socialista para su
partido; que el grupo liquidacionista que encabeza Ramón García reniega el
marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP; que, de esta forma, promueve un
partido-amalgama que liquide el partido de clase en toda la extensión de la izquierda
peruana; que la retórica con la que los liquidadores se dirigen al movimiento
no puede engañar a nadie que sepa basarse en los hechos y sea capaz de pensar
teóricamente.
Como se podrá
apreciar, ahora que se discute la cuestión partido o frente, los textos de
Eduardo Ibarra –y particularmente el titulado El Aniversario del PSP y el liquidacionismo
de derecha– desenmascaran completamente el plan de liquidar el partido de
clase promoviendo un partido-frente, es decir, intentando constreñir a la izquierda
a organizarse en un partido que formalmente
aparecería como partido pero que en
realidad sería un frente; o sea, intentando
utilizar el frente para liquidar el partido de clase, exactamente como lo
intentó Haya de la Torre en los años veinte del siglo pasado.
Con la difusión de
los textos de nuestro compañero, cumplimos la indispensable tarea de ir
sentando bases para la futura concentración orgánica de los continuadores de
Mariátegui.
En las actuales
circunstancias, dicha tarea se completa con la presentación, hoy 7 de octubre,
del libro El Partido de Masas y de Ideas
de José Carlos Mariátegui, de Eduardo Ibarra. Esta presentación se llevará
a cabo en la Casa Mariátegui a horas 7 p.m., y, naturalmente, están invitados
los lectores de CREACIÓN HEROICA.
COMITÉ
DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI-COMITÉ DE REDACCIÓN DE CREACIÓN
HEROICA.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
El Concepto
Mariateguiano de Partido de Masas y de Ideas*
E.I.
I
En el primer capítulo hemos señalado que, en carta a
Moisés Arroyo Posadas, Mariátegui se refirió a su proyecto de fundar “una
agrupación definida, realista, de masas”, y que, en carta a César Vallejo,
subrayó su “empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas”.
Como lo hemos señalado también, desde
abril de 1922 hasta el 6 de octubre de 1928, Mariátegui mantuvo el concepto de
partido de clase (1), y, desde el 7 de octubre del mismo año hasta marzo de
1930, señaló explícitamente el carácter de clase del PSP (2).
Estas constataciones demuestran que el
maestro se propuso un partido marxista-leninista, y no un partido de todos aquellos que se reclamaban del variopinto
socialismo en general (3).
Precisamente, partido de clase significa
partido adherido a la verdad universal del marxismo-leninismo; y partido de
masas significa: 1) militancia masiva de obreros y campesinos; y, 2) dirección
efectiva sobre las clases trabajadoras organizadas.
Si el carácter de clase del Partido
está determinado por su adhesión al marxismo-leninismo, su forma de cuadros o
de masas está determinada por las condiciones objetivas de operatividad
(4).
El partido de masas se distingue por
estar conformado por una mayoría de militantes que no son revolucionarios
profesionales, y una minoría de militantes con esta condición. Esta realidad,
sin embargo, no borra ni puede borrar la
diferencia entre vanguardia y masas.
Por eso, el partido de masas es, también, en esencia, un partido de cuadros, es
decir, de dirigentes (5).
Por lo tanto, el partido de masas es una variante del partido de cuadros.
Así, pues, únicamente en el marco de
la interpenetración de los conceptos de partido de clase y partido de masas, es
posible entender realmente el concepto de “partido de masas y de ideas” (6).
Precisamente por su esencia de clase,
entre el partido de cuadros y el partido de masas no existe una barrera
infranqueable. El partido bolchevique, por ejemplo, fue un partido de cuadros y de ideas en sus primeros años, pero después se
transformó en un partido de masas y de ideas.
Aunque en el proyecto mariateguiano el
PSP fue concebido como un partido de masas y de ideas, a la altura de
marzo-abril de 1930 solo había podido ser plasmado como un partido de cuadros y
de ideas (7).
Ya hemos señalado en el primer
capítulo en qué consiste la condición de partido de ideas en el proyecto
mariateguiano. Pues bien, preguntémonos ahora: ¿qué relación existe entre esta
condición y la forma de cuadros o de masas del Partido?
Marx señaló que la teoría deviene
fuerza material una vez que prende en las masas. Por eso el partido de clase
deviene vanguardia cuando su teoría prende en las masas, sea que exista como
partido de cuadros o como partido de masas.
Esta es la relación existente entre el
concepto de partido de ideas, por una parte, y los conceptos de partido de
cuadros y partido de masas, por otra: en cualquiera de estos dos casos, el
partido tiene que ser un partido con una teoría de vanguardia.
El concepto de partido de masas y de
ideas no tiene un valor exclusivamente nacional, como creen algunos, sino
un valor universal en la medida en que,
en cualquier país del mundo, la revolución no es posible sino a condición de
ser dirigida por un partido con esas dos cualidades.
Lo expuesto hasta aquí da cuenta del
concepto mariateguiano de partido de masas y de ideas.
Es este concepto, justamente, el que
deben asumir los continuadores de Mariátegui si quieren llevar hasta el fin la
Reconstitución.
II
Desde la segunda mitad de los años de 1980, Ramón García
falsifica la identidad doctrinal de José Carlos Mariátegui y del PSP a fin de
hacer pasar de contrabando su “marxismo” sin
leninismo y su proyecto de un partido doctrinariamente heterogéneo.
Es decir, le achaca a Mariátegui sus propias
posiciones liquidacionistas, y, como es obvio, este criollo procedimiento lo
pinta de cuerpo entero.
Puesto que el carácter de clase del
Partido está determinado por su doctrina, es claro que un partido
doctrinariamente heterogéneo no es ni
puede ser un partido de clase (8).
Precisamente el proyectado partido del
grupo de García es la materialización de una forma específica de revisionismo en
su ya fundada instancia secreta, y, en su instancia pública por fundarse, sería
la materialización de diversas posiciones doctrinarias. Esto es lo que se llama
partido-amalgama.
Esta amalgama doctrinal explica que
los promotores de semejante partido quieran titularlo socialista (9).
García ha escrito: “La propia
experiencia, la propia lucha enseñó a través de la investigación de
continuadores, que la Reconstitución se hundía en un círculo vicioso”.
“La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el país” (10).
De esta forma renunció a la tarea de
la Reconstitución, en reemplazo de la cual ha levantado el proyecto de “una organización de
proyección nacional” (11).
Esta “organización de proyección
nacional” es concebida como el resultado de la “dilución-integración” del PCP
(U), el PCP (PR), el PCP (SL), el PSP, el PST, etcétera, etcétera (12).
¿Y qué cuestiones centrales propone
como línea de semejante organización?
Entre
otras, las siguientes: 1) “marxismo” sin
leninismo; 2) falsificación de la filiación doctrinal de Mariátegui; 3)
tergiversación del contenido que tienen en la literatura mariateguiana sobre el
Partido los conceptos de socialismo, socialismo peruano, creación heroica,
partido de masas y de ideas; 4) mistificación del Camino de Mariátegui; 5)
acción legal municipal como el camino al socialismo; 6) adulteración de la
verdad doctrinal y organizativa del PSP; 7) partido de “dos niveles”, tanto en
lo orgánico como en lo doctrinario; 8) dilución del socialismo marxista en el
variopinto mapa del socialismo en general; 9) conculcación de la independencia
ideológica, política y orgánica del proletariado (13).
Lo expuesto demuestra el vaciamiento
que ha hecho García del concepto que encierra en Mariátegui la frase “partido
de masas y de ideas” (14).
Vaciamiento que ha significado embutir
dicha frase con un concepto oportunista.
Y, luego de imponer en su grupo dicho
vaciamiento, ahora pretende imponérselo a la izquierda peruana.
Porque para García y sus repetidores,
la “organización de proyección nacional” es posible únicamente bajo sus
posiciones (15).
Pero, por cierto, después del egotismo
burgués de Abimael Guzmán (que en 1988 se autoproclamó “el más grande
marxista-leninista-maoísta viviente”), el egotismo burgués de Ramón García (que
en 2007 se autoproclamó “Yo el Supremo”), es cosa que difícilmente podría
sorprender al conjunto de la izquierda.
Notas
[1] En abril de 1922,
Mariátegui, César Falcón, Palmiro Macchiavello y Carlos Roce organizaron en la
ciudad italiana de Génova un Comité que, según señaló el segundo de los
nombrados, formuló la iniciativa de fundar el partido del proletariado peruano y
consensuó un “acta constitutiva” donde se consignó la adhesión “a los
principios de la Tercera Internacional” (ver Anuario Mariateguiano,Nº2, 1990, pp.23-32).
[2] La última
declaración de Mariátegui sobre el carácter de clase del Partido fue la que
sigue: “El
socialismo no puede ser actuado sino por un partido de clase; no puede ser sino
el resultado de una teoría y una práctica socialistas” (Temas de nuestra América, t.12, p.69). En efecto, ni como
movimiento, ni como revolución, ni como sociedad, el socialismo puede ser
actuado sin un partido de clase. Si bien en el socialismo el partido debe
disolverse como aparato, en cambio debe mantenerse como corriente
ideológico-política en el seno de las masas; de otro modo no sería posible la
realización del comunismo. Por su carácter extremadamente complejo, esta
cuestión requiere tratamiento específico.
[3] Mariátegui criticó el
variopinto socialismo en general del Comité de Propaganda y Organización
Socialistas: “El grupo tiende a asimilarse a todos los elementos capaces de
reclamarse del socialismo, sin exceptuar aquellos que provienen del radicalismo
gonzález-pradista…” (Ideología y política,
p.99). Como se sabe, este Comité no tenía el marxismo-leninismo como su base de
unidad, y, por esto, la incorporación a sus filas dependía de la simpatía de
cada quien por alguna tendencia del socialismo reformista. Pues bien, en
ocasión de su cuarto seminario, sintomáticamente el grupo liquidacionista ha
parafraseado la citada frase de Mariátegui: ha llamado a “los que se reclaman
del Socialismo Peruano” para que se sumen a su proyecto de un partido
antimariateguiano; de esta forma, se ha referido, desde luego, al “socialismo
peruano” de García, con su marxismo a
secas, su Mariátegui falsificado, su reestructuración del Estado burgués en sus
bases municipales y su partido pluriclasista, y no, por supuesto, al
Socialismo Peruano de Mariátegui, con su
marxismo-leninismo, su integración de la verdad universal con nuestra realidad
concreta, su táctica y su estrategia revolucionarias y su partido de clase. A
esta burda maniobra el grupo revisionista le llama “poner los pies sobre la
tierra”.
[4] Lo cual significa que
lo que determina el carácter de clase del Partido, es un factor interno, intrínseco a sus militantes: su ideología; mientras lo que determina
su forma de cuadros o de masas es un factor externo,
extrínseco a sus militantes: las
condiciones objetivas. En términos generales, puede decirse que, en
condiciones de dictadura abierta de la burguesía, el partido no puede asumir
sino la forma de partido de cuadros; esto
tiene un valor relativo. Mientras en condiciones de dictadura democrática
de dicha clase, el partido puede y debe asumir la forma de partido de masas; esto tiene un valor absoluto.
[5] Precisamente la
palabra cuadro, de origen alemán,
significa dirigente.
[6] Para el marxismo, tanto el
partido de cuadros como el de masas, expresan un algo tercero: su carácter de
clase.
[7] Si a la altura de abril de 1930, o sea a año
y medio de su fundación, el PSP no alcanzó una militancia masiva (sus escasos
militantes campesinos es una expresión de esto), en cambio alcanzó una
significativa influencia entre las masas trabajadoras: CGTP, etcétera. El PSP
fue, pues, un partido de cuadros con cierta influencia entre las masas.
[8] Precisamente es el caso del
proyecto de un partido de dos niveles orgánicos. Heterogéneo en lo doctrinal, este partido no puede reclamar para sí
la condición de partido de clase: las diversas tendencias que concurrirían en
su interior, representarían, doctrinariamente, los intereses de distintas
fracciones de clase y aun de distintas clases, y no homogéneamente los intereses históricos del proletariado
revolucionario. Esto es una verdad elemental. Sin embargo, en una carta
abierta dirigida a Cesar Risso y al autor de estas líneas, Manuel Velásquez
sostuvo que “La idea de realizar un seminario… tiene como objetivo… la
constitución [de un] partido de clase” (elipsis nuestras). Ciertamente este es
un clamoroso caso de demagogia, es decir, de política criolla.
[9] El nombre del Partido no es un
problema formal, sino una cuestión que tiene una determinada significación
política. La insistencia del grupo liquidacionista en el nombre de socialista
no es casual, pues el mismo le sirve para expresar el proyecto de un partido
del nebuloso socialismo en general.
[10] Organización:
contenido y forma; cursivas en el original.
[11] No obstante esta renuncia, el
grupo liquidacionista hizo aparecer el término reconstitución en su Propuesta de plan 2012-2018: “reconstitución
del PS”, “El Partido Socialista Peruano reconstituido” (obsérvese, de paso, que le cambió el nombre al Partido de
Mariátegui). Esta utilización del prestigioso término reconstitución es
otro clamoroso caso de demagogia, es decir, de política criolla.
[12] Con respecto a esta cuestión,
cabe señalar que, en caso de que los partidos mencionados y los implícitos en
los etcéteras, no se autodisuelvan para integrarse en una organización bajo las
posiciones de García, se habría consumado
el fracaso definitivo del proyecto liquidacionista.
[13] Esto demuestra que García se ha
aderezado su propio marxismo, su propio socialismo peruano, su propio camino al
socialismo, su propio concepto de partido de masas y de ideas. Es así como, al Camino de Mariátegui, le opone su propio
camino. Esto es lo que el grupo liquidacionista llama “renovarse”. Por otro
lado, queremos señalar que, fieles a nuestra convicción dialéctica, no tenemos
ningún problema en reconocer algunos aciertos de García relativos a puntos
específicos (así como reconocemos también los aciertos de cualquier otro
personaje), pero esta cuestión la examinaremos en otro lugar. Ahora solo es
necesario subrayar que tales aciertos no
podrían justificar en modo alguno la asimilación de ningún marxista a su proyecto
de liquidar el partido de clase.
[14] A fin de negar el
marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP, García dice, como se ha visto en la
nota 5 del capítulo II, que el término marxismo-leninismo se encuentra solo dos
veces en la literatura mariateguiana. Pues bien, la frase “partido de masas y de ideas” aparece en dicha literatura una
sola vez, y no precisamente en un documento de la importancia del Programa del Partido, sino en una carta
a César Vallejo; por lo tanto, si García fuese consecuente con el método
estadístico (tomado del renegado Kautsky, dicho sea de paso), no hubiese tenido
que asumir la citada frase mariateguiana; pero la ha asumido, aunque, como ha
quedado demostrado, vaciada de su
contenido. El hecho, pues, de que, en este caso, no haya aplicado el
aludido método kautskiano, demuestra que la utilización del mismo no pasa de
ser un equívoco recurso enderezado a negar el marxismo-leninismo de Mariátegui
y el PSP. Si del marxismo-leninismo se trata, García grita: “¡solo se encuentra
dos veces en la obra de JCM, solo se encuentra dos veces!”; pero, si de
utilizar torcidamente la frase mariateguiana de un partido de masas y de ideas
se trata, musita para sí mismo: “no importa que se encuentre una sola vez en la
obra de JCM, no importa que se encuentre una sola vez”. Esta doble contabilidad
es uno de los métodos que revelan el temperamento criollo de nuestro
liquidador.
[15] De ello ya tienen experiencia no
pocos activistas. Por otro lado, es menester anotar que la dirección secreta
del grupo liquidacionista se califica a sí misma de “roja” (programa máximo),
mientras a aquellos a quienes pretende engatusar a efecto de fundar su nivel
público, los califica de “verdes” (programa mínimo). Esto demuestra que a los
activistas de las otras organizaciones los tiene en muy poca estima (véase
García, Organización: nombre posible).
12.07.2013.
*Este texto es
el capítulo VI del libro El Partido de
Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La Reunión de
Barranco y el Liquidacionismo Histórico
ENTRE EL 22 Y EL
29 DE ENERO del año en curso, Miguel Aragón publicó en cuatro partes el
artículo Acerca del
aniversario 86 de la reunión de Barranco, en el cual sostiene
centralmente: 1) que el Partido Socialista del Perú no fue constituido en esta
reunión ni en ninguna otra; 2) que el programa del Partido no fue aprobado en
esta reunión ni en ninguna otra.
Una cuestión previa
En el mencionado artículo,
Aragón escribió: “Ahora podemos afirmar contundentemente, que el 7
de octubre de 1928 no se constituyó el Partido Socialista del Perú”. “En la Reunión de Barranco del 7 de
octubre de 1928 se acordó constituir el Comité Organizador del
Partido Socialista del Perú”(negritas
en el original).
Por cierto, el
“Ahora” que aparece en la primera cita, tiene fecha: 22 de enero de 2015.
Pero ocurre que,
en Mariátegui y el Partido Socialista del
Perú (borrador), ampliamente difundido en por la internet en 2008, y que,
por esto, Aragón conoce, señalé lo siguiente: “… la Reunión de Barranco no
constituyó el Partido, propiamente hablando, sino el Grupo Organizador del
Partido” (1).
Por eso, me veo obligado a señalar que, a esa constatación, Aragón
llega con más de seis años de retraso. Desde luego, señalo esto sin un adarme
de vanidad.
Como seguramente se comprende, mi citado borrador hace parte del
estado de la cuestión. Por eso me veo obligado a señalar que Aragón ha cometido
plagio. Por supuesto, señalo esto sin el menor ánimo de querella (2).
Una cuestión metodológica
El método marxista
de investigación parte del análisis de los hechos, y no de las teorías. Por eso, la investigación del PSP debe partir
del análisis de su proceso real: primero, analizando el fenómeno para llegar a
la esencia, y, luego, explicando el fenómeno por la esencia. Sólo así puede
alcanzarse una comprensión correcta del proceso histórico del Partido de
Mariátegui.
Una dificultad
Los monumentos
históricos relativos a este proceso (hechos, documentos, testimonios), nos
colocan, generalmente, en una situación semejante a la de los arqueólogos: en
la situación de tener que interpretar.
En carta del 19 de octubre de 1928, Mariátegui se dirigió a Luis E.
Valcárcel en los términos que siguen: “El modo más
leal de informarlo a este respecto [respecto a la polémica con Haya], para que
no se encuentre Ud. desorientado ante rumores confusos, me parece que es el de
documentarlo. Ud. interrogará a los documentos y buscará en ellos la respuesta
a cada cuestión” (Correspondencia, t.II, p.459).
Como se ve,
estos juicios expresan la confianza de
Mariátegui en la capacidad y la honestidad intelectuales de
Valcárcel. Pero al mismo tiempo –y como cuestión de fondo– encierran la idea,
de indudable valor general, de que la lectura de cualquier texto no solo es un
reto a la inteligencia del lector, sino también un desafío a su conciencia
ética.
Precisamente en
el estudio del proceso de constitución del PSP, se ha observado mucha impericia
(lo que puede comprenderse), pero también, en muchos casos, una absoluta falta
de ética (lo cual es sumamente grave) (3).
Una cuestión terminológica
En los acuerdos de
las reuniones de La Herradura y Barranco, puede constatarse que el término
constitución se utiliza como sinónimo del término fundación: “Constituir la
célula inicial del Partido”; “dejar
constituido el grupo organizador del Partido Socialista del Perú”; “los
suscritos declaran constituido un Comité”; “el Comité concurrirá a la
constitución de un partido socialista”.
Ciertamente entre los términos constitución y fundación existe una
evidente sinonimia, pero el primero tiene una acepción que no tiene el segundo:
así por ejemplo, en la literatura marxista relativa al PSP suele utilizarse el
término constitución para dar cuenta de lo que Mariátegui llamó “proceso de
definición teórica y de organización práctica” (4), mientras el término
fundación se limita a dar cuenta del acto que, verbigracia, hubiese sido el
establecimiento público del PSP en marzo de 1930 (5).
El
proyecto de partido de Mariátegui
En documentos, artículos y
cartas, Mariátegui expuso las líneas de su proyecto de partido, siendo la
principal de ellas la concepción del PSP como un partido de clase (adherido al
marxismo-leninismo) bajo la forma de partido de masas (militancia masiva de
obreros y campesinos principalmente y basado en las masas trabajadoras
organizadas).
El proceso real de la lucha por la constitución del PSP
Ciertamente una cosa es el
proyecto de Mariátegui, y otra el proceso real
que resultó de su aplicación bajo el influjo de la lucha de clases y de la
lucha entre dos líneas.
Este proceso cubrió un período que va de 1923 a 1930, y, en el plano
específicamente orgánico, un período que va de las reuniones de La Herradura y
Barranco de setiembre y octubre de 1928, al frustrado intento de fundar
públicamente el PSP. Con un antecedente indirecto:
el Comité de Propaganda y Organización Socialistas fundado en noviembre de
1918; y un antecedente directo: el
Comité de Génova fundado en abril de 1922.
En carta del 20 de junio de 1929 a Nicanor de la Fuente, Mariátegui
anotó: “He querido también, antes de escribirle, que Ud. estuviese enterado de
las últimas etapas del proceso de definición teórica y de organización
práctica, indirectamente acelerado por lo que podemos llamar la desviación
‘aprista’”.
El maestro se refirió, pues, al hecho de que el curso de los
acontecimientos (trasformación del Apra en Partido Nacionalista Libertador y,
por lo tanto, exacerbación de la lucha por la hegemonía en el seno de las
masas) obligó a acelerar la fundación pública del Partido.
A propósito, Martínez de la Torre dejó
el siguiente testimonio: “… cuando
discutimos con Mariátegui el Manifiesto con el que surgía públicamente el
Partido Socialista, la ‘fracción socialista’ planteó nuevamente la cuestión del
nombre, iniciando un largo debate sobre la necesidad de que apareciéramos como
Partido Comunista. No era sino una nueva maniobra para aplazar la publicación
del Manifiesto, el cual llevaría sus firmas…” (Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú,
t.I, p.209).
Este testimonio no fue negado nunca por ninguno de los involucrados,
y, ya solo por esto, hay que reconocer que da cuenta de una realidad.
En marzo de 1930, el PSP había logrado construir organización en Lima,
Jauja, Trujillo, Chiclayo, Ica, Huaraz, Puno, Arequipa, Huánuco, Cajamarca,
Chepén, Huacho, Cerro de Pasco, Cotabambas, y había logrado la adhesión de los
grupos de Cuzco, México, Buenos Aires, La Paz y París.
Por otro lado, en mayo de 1929 había alcanzado a fundar la CGTP y el
mismo año participó decisivamente en la fundación de la Federación de
Yanaconas.
No obstante, incluso con tan significativos avances, en el primer
trimestre de 1930 el Partido de Mariátegui no aparecía como “el primer partido
de masas y de ideas de nuestra historia republicana”. De ideas sí, pero no de
masas.
Así, pues, ante el imprevisible curso que había cobrado el desarrollo
de los acontecimientos, Mariátegui intentó la fundación pública del PSP como
partido de cuadros. Esta es una verdad
histórica.
Este giro significó lo siguiente: 1) que Mariátegui consideró que, a
principios de 1930, el Partido era una realidad; 2) que esta realidad expresaba
la esencia del proyecto mariateguiano: partido de clase, aunque no su forma imaginada:
partido de masas (6).
Y tiene una consecuencia: obliga a entender el proceso de constitución
del PSP teniendo en cuenta el significado del intento de fundarlo como partido
de cuadros.
Así, pues, el PSP fue una realidad histórica, y el hecho de que no
fuera formalmente fundado pública y legalmente, no niega en absoluto tal
realidad.
¿Qué era “el grupo organizador del Partido”? Pues un organismo de
clase bajo la forma de organismo de cuadros. ¿Y qué era el PSP en marzo de
1930? Pues un organismo de clase bajo la forma de organismo de cuadros.
Esta identidad de clase y de forma de existencia entre “el grupo organizador”
y el PSP, determina que, ante la frustración del proyecto de Mariátegui, sea
necesario replantear el significado de la Reunión de Barranco.
Esto es lo que enseña el análisis concreto del proceso concreto del
Partido de Mariátegui.
Por eso, si en el borrador Mariátegui
y el Partido Socialista del Perú afirmé que “la Reunión de Barranco no constituyó, etcétera”, en este mismo
texto, como en otros posteriores, no dejé de señalar que el PSP fue fundado el
7 de octubre de 1928.
La negación de la existencia histórica del PSP y de
la necesidad del partido del proletariado peruano hoy
Esta doble negación que comete Aragón no puede captarse sino en el
marco del artículo que comento en las presentes notas y de su carta a Gustavo
Pérez citada en mi artículo Contra el
liquidacionismo histórico.
En dicha carta puede leerse: “El frente unido en nuestro país existe
desde 1905 hasta el presente. Mientras
que el partido del proletariado peruano hasta el presente nunca ha existido, y
no ha existido porque todavía no era ni es necesario. La constitución del
partido del proletariado peruano es una tarea del futuro cuando su existencia
sea realmente necesaria, cuando la maduración de las condiciones objetivas
y subjetivas así lo reclamen y lo exijan, y no cuando a un caudillo
personalista se le ocurra como uno de sus
ocasionales caprichos” (cursivas mías).
Como se ve, Aragón sostiene que el
partido del proletariado peruano nunca ha existido, e, incluso, que en los años
1920 no era necesario y que hasta ahora mismo no lo es tampoco, y, con base en
estas conjeturas, indirectamente pero sin disimulo, agravia a Mariátegui con
aquello de “ocasionales caprichos” y aquello de “caudillo personalista”.
Pues bien, en Ideología y política, Mariátegui señaló: “El feudalismo español se superpuso al agrarismo indígena, respetando
en parte sus formas comunitarias; pero esta misma adaptación creaba un orden
extático, un sistema económico cuyos factores de estagnación eran la mejor
garantía de la servidumbre indígena. La industria capitalista rompe este
equilibrio, interrumpe este estancamiento, creando nuevas fuerzas productoras y
nuevas relaciones de producción. El proletariado crece gradualmente a expensas
del artesanado y la servidumbre. La evolución económica y social de la nación
entra en una era de actividad y contradicciones que, en el plano ideológico,
causa la aparición y desarrollo del pensamiento socialista” (p.31). Y
puntualizó en los 7 Ensayos: “En
Lima, donde se ha constituido el primer núcleo de industrialismo, es también
donde, en perfecto acuerdo con el proceso histórico de la nación, se ha
balbuceado o se ha pronunciado la primera resonante palabra de marxismo”
(p.253).
Asimismo, confesó: “Mariátegui regresa en este tiempo de Europa con el
propósito de trabajar por la organización de un partido de clase” (Ideología y política, p.100). “No cejaré en
el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer gran partido
de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana” (carta del 14 de octubre de 1929 a César Vallejo, en Anuario Mariateguiano, Nº1, p.146).
Como es evidente, con la primera cita el maestro se refirió a la
maduración, en el Perú de su tiempo, de las condiciones objetivas que hicieron necesario el partido del
proletariado, y, con las otras dos, su voluntad organizadora derivada de su
conciencia de esa necesidad.
Pues bien, lo citado basta para poner al desnudo el liquidacionismo
histórico de Aragón.
Ciertamente desde la publicación de mi artículo Contra el liquidacionismo histórico (01.01.2015), nuestro personaje se encontró ante la disyuntiva
de proceder con espíritu autocrítico o, en su defecto, como un vulgar
oportunista.
Después de veintiún días, optó por lo segundo: en el artículo que
comento, silenció su negación de la existencia histórica del PSP y el agravio
que cometió contra Mariátegui, e intentó desviar el debate esgrimiendo que el
PSP nunca fue fundado pública y legalmente.
La Reunión de La Herradura
Empeñado en negar la validez de esta reunión y sus acuerdos, Aragón ha
escrito: “Portocarrero trajo consigo una Propuesta del Secretariado de la ISR,
en la cual se proponía ‘constituir el Partido Comunista en el
Perú’”. “Algunos pocos militantes del Comité de Lima, del Comité de
París y del Comité del Cusco, acicateados por esa entrometida e
impertinente comunicación, comenzaron a presionar con impaciencia en
el Comité de Lima, para constituir de inmediato el partido, posición
apresurada que no era compartida por Mariátegui”. “Incluso en su desesperación, algunos de esos ‘impacientes’,
sorprendiendo con engaños a otros
militantes, convocaron y realizaron a espaldas de Mariátegui
una Reunión en la Herradura el día domingo 16 de
setiembre de 1928…”. “En La Herradura…
acordaron ‘constituir la célula inicial del Partido… cuyo nombre sería el de
Partido Socialista del Perú’ (negritas en el original; elipsis mías).
“Posición
apresurada que no era compartida por Mariátegui”, dice Aragón. Pero ocurre
que, tal como he recordado arriba, el maestro señaló que el proceso de
constitución del PSP fue “indirectamente
acelerado por lo que podemos llamar la desviación ‘aprista’”. Precisamente las
reuniones de La Herradura y Barranco, la aprobación del programa del partido
(cuestión que veremos más adelante) y el intento de fundar públicamente el PSP,
constituyen los casos más relevantes de aceleramiento en el proceso de Constitución.
Así, pues, si Aragón fuese consecuente con su lógica, tendría que acusar al
maestro de haber sido víctima del “temperamento criollo” y, por lo tanto,
calificarlo de “impaciente”.
“Portocarrero trajo consigo una Propuesta
del Secretariado de la ISR en la cual se proponía ‘constituir el
Partido Comunista en el Perú’”, afirma Aragón, y, unas líneas después, recuerda
que la Reunión de la Herradura acordó “constituir la célula inicial del
Partido… cuyo nombre sería el de Partido Socialista del Perú”.
Pues bien, si “algunos
pocos militantes”, “acicateados por esa entrometida e
impertinente comunicación” del Secretariado de la ISR, hubiesen
convocado y realizado la Reunión de La Herradura “a espaldas de Mariátegui”,
como cree Aragón, entonces, como es lógico, dicha Reunión hubiese acordado la
propuesta de dicho Secretariado de fundar el partido con el nombre de Partido
Comunista, y no con el de Partido
Socialista (7).
Sin embargo, como es de
conocimiento general, la Reunión de la Herradura acordó el punto de vista de Mariátegui y, así, rechazó la propuesta del Secretariado de la ISR.
Esta constatación basta
para probar que la Reunión de la Herradura no se realizó “a espaldas de
Mariátegui”, y, por otro lado, para probar la absoluta falta de lógica de la
conjetura de Aragón.
Pero también para
confirmar el testimonio de Martínez: “José Carlos Mariátegui no pudo asistir,
pero sus puntos de vista los presentó Martínez de la Torre” (8).
La Reunión de Barranco
Aragón dice: “En esa reunión
conspirativa [la Reunión de La Herradura], ellos llegaron a cuatro
acuerdos… puntos que en lo fundamental no fueron aprobados en la reunión del 7
de octubre en Barranco”. “En La Herradura…
acordaron “constituir la célula inicial del Partido...”. Mientras que, en
Barranco el 7 de octubre… se aprobó “dejar constituido el grupo organizador del
Partido Socialista del Perú”. “El 16 de setiembre en La Herradura acordaron ‘afiliar (sic) la célula
inicial del partido a la III Internacional’. El 7 de octubre en Barranco, no se
aprobó esa afiliación…”. “El 7 de octubre, no se constituyó ningún ‘comité
ejecutivo’ del Partido, sino ‘el grupo organizador’ del Partido” (elipsis
mías).
Sin explicar claramente
su intención, Aragón recuerda que la Reunión de La Herradura acordó constituir
“la célula inicial del Partido”, mientras la Reunión de Barranco constituyó “el
grupo organizador del Partido”. Pero sucede que, habiendo sido “la célula
inicial” precisamente “la célula secreta de los siete”, la Reunión de Barranco,
en la cual, como se sabe, participaron algunos militantes que no eran parte de
esta célula (Luciano Castillo y Chávez León), no pudo sino aprobar
la fundación del “grupo organizador del Partido” con la totalidad de los asistentes.
También sin explicar
claramente su intención, Aragón indica que la Reunión de Barranco no acordó la
afiliación a la Tercera Internacional. Pero esta observación resulta irrelevante
para su posición, pues, como él mismo lo sabe, la Reunión del 4 de marzo de
1930 aprobó la moción de Mariátegui de afiliación del CC del PSP a la
Internacional (9).
Aragón dice que “El 7 de
octubre, no se constituyó ningún ‘comité ejecutivo’ del Partido”. De esta forma
silencia el hecho –tremendamente expresivo– de que, en la moción presentada por
Mariátegui y aprobada por la Reunión de Barranco, se señala que “Los suscritos
declaran constituido un Comité”, el mismo que es mencionado también en los
numerales 2, 3 y 6 de la misma moción.
Ello quiere decir que dicha
Reunión tomó dos acuerdos en el terreno orgánico: uno, dejar constituido “el
grupo organizador del Partido” con la totalidad de los asistentes; otro, dejar
constituida una instancia de Dirección: el “Comité Ejecutivo del Partido”, al
que precisamente se había referido la Reunión de La Herradura.
La cuestión de “la
célula secreta de los siete”
Esta Reunión
había acordado en su numeral 3: “El Comité Ejecutivo del Partido Socialista
estará formado por la ‘célula secreta de los siete’”.
Y así fue: en la Reunión
de Barranco esta célula, con
Mariátegui a la cabeza, copó el mencionado Comité (10).
El
partido del proletariado hoy: necesidad y posibilidad
La necesidad del partido proletario
surge con el desarrollo de la industria y de la clase obrera. En el Perú, esto
ocurrió en las primeras décadas del siglo pasado, y, como se ha visto,
Mariátegui teorizó sobre el tema.
Hoy, con un
desarrollo mayor de la industria, una clase obrera comparativamente más
numerosa y un desarrollo mayor de las contradicciones entre las clases, el
partido proletario es tanto más necesario.
Sin embargo, Aragón
dice: “… hay que lamentar que muchos socialistas saturados
del ‘temperamento criollo’ todavía insuperado, se comporten con
absoluta impaciencia, y hoy como ayer, pretendan ‘constituir’, ‘reconstituir’ o
‘reivindicar’ la organización del partido de clase, al margen del desarrollo de
las condiciones objetivas y subjetivas del proceso real de la lucha de clases
en el país, y al margen de las enseñanzas del Camino de Mariátegui”.
Ciertamente con aquello
de “al margen del desarrollo de las condiciones objetivas y subjetivas”,
nuestro personaje niega tanto la necesidad del partido como la posibilidad de
luchar por la Reconstitución en las actuales condiciones.
Negar la existencia
del partido del proletariado peruano desde los años 1920 hasta hoy, es una
expresión específica de liquidacionismo, y negar su necesidad actual a favor
del trabajo frenteunionista, es una forma específica de frentismo. Precisamente
Aragón está en esta línea.
El
partido del proletariado hoy: constitución y fundación
Aragón dice: “La tarea de fundación
del Partido Socialista del Perú, del ‘partido de clase’ del proletariado
peruano, del primer ‘partido de masas y de ideas’ también sigue siendo una
tarea pendiente. Es muy posible que su ejecución corresponda a los
militantes de la próxima generación” (negritas en el original).
Como se ve, Aragón
reduce toda la cuestión del partido a solo fundación. Confunde, desdeña o
escamotea la diferencia entre los conceptos de constitución y fundación, es
decir, entre el proceso histórico de la lucha por la Reconstitución y el acto
de establecer formalmente el partido.
Ciertamente la
posibilidad de impulsar la Reconstitución existe actualmente en un grado
disminuido: tanto el PCP-SL con su errónea concepción de la Reconstitución (11),
como el grupo liquidacionista con su renuncia a la tarea de reconstituir el
Partido de Mariátegui (12) y el oportunismo de derecha con su extravío teórico
y práctico respecto a esta tarea (13), han hecho a un lado la Reconstitución
del Partido de Mariátegui. Y punto, pues ninguna otra tendencia asumió esta
tarea.
Contra este abandono y
no obstante todas las vicisitudes, un pequeño grupo de luchadores, más o menos
disperso, mantiene en alto la bandera de la Reconstitución.
Tal grupo ha cumplido
hasta hoy el honroso papel de haber defendido la filiación marxista-leninista
de Mariátegui y la verdad doctrinal y orgánica del PSP contra la campaña
antimariateguiana del grupo liquidacionista,
contra el conciliacionismo con el liquidacionismo promovido por el oportunismo
de derecha, así como también contra otras tendencias adversas a la verdad
histórica de Mariátegui y su partido.
Puesto que de lo que se
trata es de reconstituir el Partido de Mariátegui (14), es menester hacer
conciencia de la necesidad de impulsar el proceso de reconstitución concretando
la indispensable concentración orgánica. Esta es la tarea actual más urgente
del proletariado.
El programa del Partido
Presentando el proyecto de programa
escrito por Mariátegui, Martínez escribió en sus Apuntes: “A fin de unificar doctrinariamente el pensamiento y la
acción de los grupos iniciales del Partido Socialista, Mariátegui elaboró los
siguientes puntos programáticos que fueron remitidos a las células del país y
del extranjero” (Apuntes, t.II,
p.398). Y más adelante, comentándolo, apuntó: “Sobre estos principios
programáticos se inició, no sólo el trabajo práctico, sino el proceso de
unificación ideológica, el proceso para la elaboración de una teoría y una
acción conscientemente disciplinada y emprendedora” (ibídem, p.402).
Ciertamente en los
Acuerdos de la Reunión de Barranco no aparece ninguno relativo a la aprobación
del proyecto de Mariátegui. Pero de las palabras de Martínez se desprende limpiamente
que, previo debate, la reunión tomó dos acuerdos relativos a dicho proyecto: 1)
remitirlo a las células del país y del extranjero; 2) unificar
doctrinariamente, sobre su base, el pensamiento y la acción de los grupos
iniciales del Partido.
Unificar doctrinariamente el pensamiento partidario significaba
concretar la adhesión de la militancia al marxismo-leninismo: “El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de
lucha”.
Unificar doctrinariamente la acción de los
grupos iniciales del Partido significaba hacer que tal acción tuviera
una neta base doctrinal a fin de “encontrar, a través de cada lucha, la vía que
conduce a la victoria final del socialismo”.
Es razonable, por lo
tanto, reconocer que la Reunión de Barranco aprobó, en primera instancia, el proyecto de Mariátegui, con cargo, naturalmente,
a que, con los aportes de otros militantes, fuera aprobado por el programado
Congreso Constituyente. Esta es la razón por la cual en los acuerdos de la
mencionada Reunión no aparezca ninguna alusión a la indicada inicial
aprobación.
En conclusión: “el grupo organizador del Partido”, con Mariátegui a
la cabeza, tuvo como base de su unidad el
marxismo-leninismo.
En carta del 18 de mayo de 1930 a Ravines, Juan Paiva apuntó: “El 7 de
setiembre del año pasado, pocas horas antes de que me redujeran a prisión, el
C.E. del P. discutía los puntos programáticos y, recuerdo que en esa ocasión no
hubo una sola objeción sustancial en cuanto al fundamento teorético del
programa” (15).
El 10 de marzo de 1930, Mariátegui le escribió a José Malanca: “Dígale
a Seoane que no he sabido nunca si recibió la carta que hace varios meses le
dirigí acompañándole copia de los puntos aprobados
del programa del P.S.” (16).
Estos dos testimonios son suficientes para probar
que el Comité Ejecutivo del Partido (CEP) debatió y aprobó el programa del PSP.
Así, pues, el CEP, al tener que adelantar el surgimiento público del
Partido, hubo de adelantar primero la aprobación del programa, pues no hubiera
sido posible la aludida fundación sin un programa que proponerle al pueblo
peruano.
En consecuencia, puédese tener la certidumbre de que la decisión de
adelantar la fundación pública el Partido debió tomarse con anterioridad a
setiembre de 1929 (17).
Es una tarea particularmente importante ubicar el programa aprobado
por el CEP. Pero, mientras esto no se logre, a fin de aproximarnos a lo que
pudo haber sido el contenido de tan importante documento, no existe otro medio
que la ponderación de probabilidades.
Si, según parece, el debate sobre el programa del PSP tuvo como base
los proyectos existentes a la sazón (18), entonces hay que reconocer de entrada
que es posible que lo aprobado recogiera algunos puntos de cada uno de ellos.
Ahora bien, por su amplio contenido y su consistente argumentación,
puede suponerse que el proyecto de
Mariátegui debió haber sido el documento base del debate (19).
Pues bien, la afirmación de Paiva en el sentido de que “en esa ocasión
no hubo una sola objeción sustancial en cuanto al fundamento teorético del
programa”, permite pensar que lo primero que acordó el CEP fue la base de
unidad ideológica (doctrinal, teórica) del PSP.
Este acuerdo se habría allanado rápidamente debido a que en el proyecto
de Mariátegui el marxismo-leninismo aparece como la base de unidad ideológica
del PSP y otro tanto ocurre en el proyecto del grupo de París: “La ideología
que aceptamos es la del marxismo y la del leninismo militante y revolucionario,
doctrina que aceptamos integralmente en todos sus aspectos: filosófico,
político y económico-social” (20).
Por otro lado, es casi seguro que los ocho puntos restantes de la
parte doctrinal del proyecto mariateguiano, así como los puntos 1, 2, 3 y 4 del
proyecto de programa del grupo de París, no fueron motivo de desacuerdo (21).
Asimismo, por su corrección, la parte de reivindicaciones inmediatas
del proyecto de Mariátegui no debió suscitar tampoco ninguna discrepancia (22).
Es menester recordar que el proyecto de programa del grupo de París
era parte de las Tesis sobre la acción
por desarrollar en el Perú, remitidas al grupo de Mariátegui en
diciembre de 1928, es decir apenas dos meses y pico después de la Reunión de
Barranco, Tesis acerca de las cuales
Martínez anotó: “… no fueron aceptadas en su totalidad por el grupo de Lima” (Apuntes, t.II, p.335).
Los puntos 5 y 6 del mencionado proyecto, dicen: “5º-
Armamento inmediato de los obreros y campesinos y transformación del ejército y
de la policía en milicia obrera”. “6º- Instauración de los municipios de
obreros, campesinos y soldados, en lugar de la dominación de clase de los
grandes propietarios de la tierra y de la iglesia” (Apuntes, t.II, p.421).
“Armamento inmediato…”, “Instauración de los
municipios obreros, campesinos y soldados…”, es decir, municipios de activistas
armados, lo cual revela una concepción ultraizquierdista, insurreccionalista
e inmediatista de la revolución, por lo
que puede suponerse que los citados puntos fueron parte de aquellas cuestiones
no aceptadas por el grupo de Lima.
Asimismo, es necesario mencionar que,
en relación al programa del grupo de París, Hugo Pesce escribió: “Ha sido
aprobado en su contenido, con unas cuantas modificaciones formales. Sin
embargo, hemos acordado redactarlo en forma más amplia, contemplando otras
particularidades” (23).
Pero sucede que, conforme a la
documentación disponible, la afirmación citada, que data de junio de 1929, es
puesta en cuestión por los hechos: 1) la no aceptación en su totalidad de las Tesis (lo cual posiblemente se puso de
manifiesto a principios de 1929); 2) el comienzo del debate del programa del
PSP tuvo lugar en setiembre de ese mismo año, es decir, tres meses después de la fecha de la afirmación de Pesce; 3) la
aprobación, el 7 de octubre, del proyecto de programa de Mariátegui, lo cual
determinaba que el grupo de Lima no estuviera en grado de aprobar por separado el proyecto del grupo de París;
4) en 1929 el CEP (ampliado ya con otros militantes) era el espacio idóneo para
aprobar el programa del PSP, tal como efectivamente ocurrió en la segunda mitad
del mencionado año.
Mariátegui dejó constancia de que “los puntos aprobados del programa
del PS” fueron remitidos a Seoane, a la sazón residente en Buenos Aires. Por
eso, es seguro que fueron remitidos también a muchos otros activistas tanto en
el extranjero como en el país.
Por cuanto Paiva dio cuenta de una reunión de setiembre de 1929 donde
empezó a debatirse el programa, y puesto que en marzo de 1930 Mariátegui señaló
que hacía “varios meses” le había enviado a Seoane los puntos aprobados del
programa del PSP, puede suponerse que esta aprobación debió haber tenido lugar
en algún momento del período setiembre-diciembre de 1929.
En conclusión: el PSP aprobó su programa posteriormente
a la Reunión de Barranco, es decir, no esperó el programado Congreso
Constituyente.
Pues bien, no obstante el hecho indiscutible de que
el PSP aprobó un programa, Aragón dice que “Mariátegui murió en
abril de 1930, sin que se debatiera y acordara la propuesta programática que
debía y debe unificar a los socialistas peruanos”. “En síntesis, la amplia Propuesta Programática desarrollada por Mariátegui
no fue aprobada en la Reunión de Barranco, ni en ningún otro evento posterior.
Su estudio, debate, revisión y aprobación es una tarea que sigue pendiente” (negritas en el original).
Por otro lado, a las diversas
organizaciones de izquierda, nuestro personaje les espeta: “nunca se tomaron el trabajo de estudiar, debatir y fijar una posición
definida con respecto a la Propuesta Programática dejada por Mariátegui”.
Y agrega: “¿Con que (sic) derecho ellos se reclaman continuadores y seguidores
de Mariátegui, si ignoran lo más sustancial de su legado: la propuesta de
Programa?”
Cualquiera diría,
pues, que Aragón se mueve acicateado por el celo revolucionario de defender el
programa de Mariátegui.
Pero, ¿cuál es la
verdad? Es decir, ¿cuál es la “posición definida” de Aragón respecto a dicho
programa?
Como ha quedado
demostrado, el proyecto de Mariátegui fue aprobado, en principio, por “el grupo
organizador del Partido Socialista” el 7 de octubre de 1928, y, luego, en algún
momento del período setiembre -diciembre de 1929, el CEP aprobó el programa del
Partido sobre la base de dicho proyecto.
Pero, como se ha
visto, Aragón dice que el proyecto de Mariátegui “no fue aprobad[o] en la
Reunión de Barranco, ni en ningún otro evento posterior” (24).
Frente a la verdad
histórica del marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP establecida por
Mariátegui, Aragón, siguiendo servilmente a Ramón García, ha renegado esta base
de unidad.
Esta es la
“posición definida” de Aragón y, en general, de la tendencia liquidacionista
ante “lo más sustancial [del] legado” de Mariátegui (25).
Así, pues, aquello
de “tarea pendiente” y aquello “de estudiar, debatir y fijar una posición
definida” respecto al programa de Mariátegui, tiene como pie, en Aragón y su
tendencia, la torcida opinión de que este programa nunca fue debatido ni
aprobado, y, al mismo tiempo, el adelanto de la negación de la base de unidad del
PSP.
¿Con qué derecho,
pues, Aragón y sus congéneres podrían reclamarse continuadores de Mariátegui?
En conclusión: el
PSP aprobó un programa, pero, por cuanto no ha llegado a nosotros su texto,
podemos y debemos asumir el programa de Mariátegui como base del debate
programático. Por lo tanto, estamos ante la tarea ineludible de revisarlo y
actualizarlo.
Un cuestionamiento oportunista de la Reunión de Barranco.
El proceso real del PSP que partió del
proyecto de Mariátegui, se dirigió: 1) de una labor organizativa clandestina
(las reuniones de La Herradura y Barranco, etcétera) a la fundación pública del
PSP (como se intentó en marzo de 1930); 2) de la acción de un organismo de
cuadros (”grupo organizador del Partido”) a la fundación de un partido de masas
(objetivo no alcanzado).
Por lo tanto, tan
legítimos fueron la Reunión de Barranco y el “grupo organizador” como lo hubieran
sido la fundación pública del PSP y la elección en el Congreso Constituyente de
un Comité Central que representase a dicho partido como partido de masas.
Por eso las
observaciones de Aragón a la Reunión de Barranco en el sentido de que ella fue
“realizada a espaldas de los militantes del socialismo peruano”, de que en ella
“solamente participaron ‘nueve militantes’” “sin recibir las opiniones y las
propuestas, ni estar presentes o representados los delegados de los
comités de otras ciudades del país” ni “los comités ya formados en algunas
otras ciudades del mundo”, equivalen a
calificar dicha Reunión de inconsulta, arbitraria, verticalista,
antidemocrática.
Así, pues, al cuestionar la Reunión de
Barranco, Aragón cuestiona el proyecto de partido de Mariátegui.
Acerca de la carta colectiva
Aragón dice que esta carta esperaba ser
fechada “después de [su] debate y aprobación, lo cual nunca ocurrió”.
Pero veamos cuál es la verdad histórica.
En la carta del 16 de abril de 1928 a la
célula aprista de México, Mariátegui señaló: “Hemos acordado una carta
colectiva que muy pronto les enviaremos” (Correspondencia,
t.II, p.373).
En la ya mencionada carta a Carlos Arbulú,
escribió: “… le acompaño dos cartas, una mía y otra que acordamos suscribir yo
y varios compañeros, pero que en breve resultó insuficiente ante la prisa con
que el grupo de México había avanzado en el sentido condenado abiertamente por
nosotros” (ibídem, pp.444-445).
En carta del 7 de octubre del mismo año a
Nicanor de la Fuente, anotó: “A Arbulú le he mandado copias de dos cartas en
que formulamos en Abril nuestros puntos de vista” (ibídem, p.451).
Y en carta del 19 de octubre del mismo año
a Luis Valcárcel, apuntó: “Empiezo por acompañarle la copia de una carta
colectiva, acordada en abril, y que pronto resultó inferior al desacuerdo
provocado por la precipitación del grupo
de México…” (ibídem, p.459).
De estas afirmaciones
del maestro se desprende: 1) que la carta colectiva fue escrita en abril de
1928; 2) que fue “acordada”, es decir, convenida, concertada, pactada; 3) que
“en breve resultó insuficiente…”; 4) que fue remitida a diversos activistas; 5)
que contenía los puntos de vista de los fundadores (“nuestros puntos de
vista”).
Por eso Martínez señaló:
“Con esta ‘carta colectiva’ el grupo de Lima tomaba posición. Esta circular
ejerció gran influencia. Permitió la definición de los elementos que dentro del
Apra, no estaban de acuerdo con la orientación imprimida por Haya de la Torre”
(26).
Las afirmaciones “en breve resultó
insuficiente…” (en la carta a Arubulú), y, “pronto resultó inferior al
desacuerdo…” (en la carta a Valcárcel), no sugieren que la carta colectiva no
hubiera sido debatida y acordada, sino nada más que lo que dicen sus letras:
que rápidamente su contenido resultó inferior al grado de antagonismo alcanzado
por la divergencia. Firmada o no (no hay prueba documental de lo uno ni de lo
otro), la cuestión de fondo es que la
carta fue acordada y representó los puntos de vista de los fundadores.
Pues, ¿habría sido posible que, seis meses
después de escrita, Mariátegui hablara de “nuestros puntos de vista” si la
carta colectiva no hubiese sido aprobada? ¿Habría sido posible que la remitiera
mencionándola como “carta colectiva”?
¿Mariátegui era un falsario?
La carta colectiva no tuvo fecha de
redacción sino de remisión (27). Una carta de Alejandro Rojas, fechada en
setiembre de 1928 en Hamburgo, aunque escrita en New York, hace referencia a
una carta remitida a su persona por Mariátegui con fecha del 10 de julio: “Su
atenta del 10 de julio…” (ibídem,
p.302; Correspondencia, t.II, p.446).
Como se puede verificar, en la Correspondencia no aparece ninguna carta
de Mariátegui con dicha fecha dirigida a Rojas, lo cual permite asegurar que la
recibida por este personaje fue la carta colectiva (28).
Si el 10 de julio de 1928 (29) Mariátegui
remitió la carta colectiva a Rojas, entonces es factible suponer que, a partir
de esa fecha, fue remitida también a los demás activistas.
Dice Aragón: “Tiempo
después, el mismo Mariátegui la utilizó [la carta colectiva] solamente como un
testimonio o material ‘de referencia’”.
Pero el hecho es otro. En la carta a
Arbulú, Mariátegui sostiene que desea que su destinatario “se forme juicio
completo de este debate”.
En la carta a De la Fuente, luego de
señalar: “Esta actitud nuestra contra una desviación…”, Mariátegui continúa con
estas palabras: “para que aprecien Uds. la posición de esos señores”. Habiendo
aludido antes el envío que había hecho a Arbulú de “copias de dos cartas”, el
“Uds” que aparece en lo citado se refiere a esta persona y al propio De la
Fuente, por lo cual la frase “para que aprecien…” tiene que entenderse con el
mismo alcance que tiene la que aparece en la citada carta a Arbulú: “Deseo que
Ud. se forme juicio completo de este debate”
En la carta a Valcárcel, se lee: “El modo
más leal de informarlo a este respecto, para que no se encuentre Ud.
desorientado ante rumores confusos…”. Con la frase “para que no se encuentre Ud.
desorientado…” implica que Mariátegui buscaba que Valcárcel tomara posición
respecto a la divergencia con Haya y sus repetidores.
En todos los casos, pues, Mariátegui, no
obstante haber señalado que la carta colectiva “pronto resultó inferior al
desacuerdo…”, utilizó la carta como material que les permitiera a sus
destinatarios tomar posición, y no,
pues, como simple “testimonio” o mera “referencia”.
El método de Aragón
Aragón no parte de los hechos, sino de las teorías. Ve
al PSP desde su proyectada pero no consumada fundación pública, y no desde el interior de su proceso real
que se desarrolló a partir de un organismo de cuadros y un trabajo clandestino
para concluir con el intento de fundarlo públicamente en marzo de 1930.
Por eso su lógica se revela simplona: “el
PSP no fue fundado pública y legalmente, luego no existió”.
Pero además su método está viciado de
prejuicios: 1) la Reunión de la Herradura se realizó “a espaldas de
Mariátegui”; 2) esta Reunión no fue democrática (calificación esta que guarda
un cordón umbilical con la conocida concepción del calificador según la cual el
partido se construye de abajo arriba; 3) el programa del Partido nunca fue
aprobado, etcétera.
De suyo se comprende que con semejante
método no se puede ir muy lejos. Por eso no extraña que Aragón no sea capaz de
calar en el significado del proceso real de constitución del PSP.
El nuevo planteamiento
en el estudio del PSP
Este planteamiento consiste en: 1) tener como punto de
partida del análisis el proceso real de constitución del PSP; 2) contrastar
este proceso con el proyecto original de Mariátegui; 3) captar lo esencial
detrás de lo fenoménico en el curso de dicho proceso; 4) tener presente el
intento de fundar el PSP públicamente como partido de cuadros; 5) ver su proceso
real desde el significado de este intento;
6) reconocer que la diferencia, en más de un punto, entre el proyecto original
de Mariátegui y lo que resultó de su aplicación, no invalida la vigencia de dicho
proyecto, cuya nota esencial es la creación de un partido de clase bajo la
forma de partido de masas; 7) captar: a) lo que el proceso real tuvo del
proyecto original: partir de un trabajo clandestino para llegar a fundar un partido
con estatus legal y de un organismo de cuadros para fundar un partido de masas;
el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP; b) lo que el proceso real
no alcanzó a tener del proyecto
original: carácter de masas del PSP; fundación pública y estatus legal.
Si el proceso del PSP fuese visto desde el
proyecto original de Mariátegui, puede llegarse al absurdo de creer que, por cuanto
dicho proceso resultó distinto al proyecto, entonces el PSP no existió realmente;
por cuanto el programa fue aprobado por el Comité Ejecutivo del Partido y no en
el proyectado pero no concretado Congreso Constituyente, entonces el programa
nunca fue aprobado realmente; etcétera.
Por cuanto la comprensión del proceso real
de constitución del PSP debe hacerse desde el intento de fundarlo como partido
de cuadros, entonces la Reunión de Barranco aparece como la Reunión Fundacional
del PSP y los Acuerdos tomados por esta Reunión como su Acta de Constitución.
Así, pues, la fundación del “grupo
organizador del Partido” en la Reunión de Barranco es la realidad fenoménica tras la cual se encuentra esta realidad
esencial: la fundación del PSP.
El
socialismo variopinto del grupo liquidacionista
Todo el secreto de la negación del
marxismo-leninismo, de la negación de la identidad doctrinal de Mariátegui y de
la falsificación de la verdad doctrinal y orgánica del PSP, se revela en la
propuesta de un partido de dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles, es
decir, en el intento de liquidar el partido de clase (30).
Por eso no es casual
que, al final de su artículo, Aragón haya escrito: “… los socialistas peruanos
previamente tenemos que cumplir un compromiso de honor: Conmemorar
dignamente el Centenario del movimiento socialista peruano en el año
2018”. “Felizmente, ya contamos con un Documento
Base de Estudio y Debate para el desarrollo del centenario, el
Capítulo V, Las primeras divagaciones socialistas, del primer
tomo del libro de Guillermo Rouillon La Creación Heroica de José Carlos
Mariátegui”. “Ese capítulo, Las primeras divagaciones socialistas,
me parece que puede ser la mejor fuente de inspiración y estímulo para los
nuevos contingentes de socialistas, y no solo para ellos” (negritas
en el original).
Precisamente estas afirmaciones
–como otras por el estilo de otros liquidadores– encierra el designio de diluir
la identidad marxista-leninista de Mariátegui en su inicial socialismo a lo
Araquistain.
Como es de conocimiento
general, en el escrito Por qué
creación heroica, Ramón García utiliza tramposamente la nota Del Autor de Mariátegui: cita que “La
orientación socialista de Mariátegui tiene su punto de arranque en la
publicación a mediados de 1918 de la revista ‘Nuestra Epoca’”, y silencia la afirmación según la cual la asimilación
del maestro al marxismo data de su estancia en Europa.
Así, pues, mientras
Mariátegui, con la honestidad que lo
caracterizó, dio cuenta, en el mismo texto, del momento en que comenzó su
orientación socialista en el sentido general del término, y del momento en que
rompió con su inicial socialismo a lo Araquistain y se asimiló al marxismo;
Ramón García, con la deshonestidad que lo
caracteriza, menciona el primer momento y silencia el segundo porque ello conviene a su designio de diluir el
socialismo marxista en el variopinto mapa del socialismo en general, es decir,
a su aspiración de liquidar el partido de clase (31).
Es claro que, si
Mariátegui no hubiese sido consciente de la diferencia de principio existente
entre el socialismo reformista y el socialismo marxista, no hubiese dejado
constancia de su asimilación al marxismo durante su viaje por Europa, pues, a
fin de dar cuenta de su “orientación socialista”, le hubiese bastado mencionar
el punto de arranque de su socialismo en el sentido general del término.
Pero Mariátegui era
consciente de tal diferencia, y, por esto, señaló los dos momentos de su
proceso doctrinal (32).
Lenin señaló que a
Marx y Engels no les interesaba el socialismo en general, sino específicamente
el socialismo científico, proletario, marxista en lenguaje contemporáneo.
Pero, debido a sus
afanes liquidacionistas, a García le interesa el socialismo en general, y no, por supuesto, el socialismo
marxista en particular.
Por eso silencia el
momento de la ruptura de Mariátegui con su socialismo a lo Araquistain y su
asimilación al marxismo-leninismo.
Por eso pretende
pasar el Centenario de Nuestra Epoca
como el Centenario del Socialismo Peruano.
Por eso la palabra
socialismo le sirve para encubrir la condición oportunista y revisionista de
diversas tendencias que actúan en la escena nacional, así como su propia
condición liquidacionista.
Como es evidente, con
todo ello pone un signo de igualdad entre el socialismo reformista y el
socialismo marxista, entre el oportunismo y el marxismo.
Por eso pretende un
partido del variopinto socialismo en general, y no del socialismo marxista en particular.
Así, pues, lo que
hace García es falsificar el proceso doctrinal de Mariátegui y del proletariado
peruano; falsificar la Creación Heroica de Mariátegui; negar el carácter de
clase del Socialismo Peruano.
Pero ocurre que el Socialismo Peruano es el
producto de la aplicación del Marxismo-Leninismo a nuestra realidad concreta, y no, por supuesto, la aplicación del
indefinido socialismo en general.
Mariátegui
esclareció: “El marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre
el ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades”.
En nuestro caso, la
fusión de dicha doctrina con nuestra realidad fue posible a partir de la
asimilación de Mariátegui al Marxismo-Leninismo.
Por lo tanto, el Socialismo Peruano es el
florecimiento en el Perú del Marxismo-Leninismo como verdad particular.
Así, el Marxismo-Leninismo se revela y verifica
como el contenido ideológico del Socialismo Peruano.
En consecuencia,
datar la partida de nacimiento del Socialismo Peruano en junio de 1918 es escamotear el marxismo-leninismo como su
fundamento doctrinal, como su contenido doctrinal, como el sello que da cuenta
de su carácter de clase.
Desde hace tiempo
está esclarecido que el 22 de julio de 2018 no se cumple el Centenario del
Socialismo Peruano, sino el Centenario de la revista Nuestra Epoca, es decir, del punto de arranque de la orientación
socialista de Mariátegui en el sentido dilatado del término: de Mariátegui, y no, precisamente, del movimiento
socialista en el mismo sentido dilatado (33).
Por eso es una verdad
básica que el punto de arranque del Socialismo Peruano es marzo de 1921, cuando
Mariátegui escribió su primer artículo de índole marxista: La crisis del socialismo.
Lo confirman las
siguientes palabras del propio Mariátegui: “De su viaje [por Europa] data su
asimilación al marxismo”.
Y también estos
conceptos, igualmente suyos: “A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes,
conferencias en la Federación de Estudiantes y la Universidad Popular,
artículos, expliqué la situación europea e inicié
mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método
marxista” (carta del 10 de enero de 1928 a Samuel Glusberg, Correspondencia, t.II, p.331; cursivas
mías).
Habría que ser un
obtuso rematado para no darse cuenta qué quiso decir y qué dijo efectivamente
el maestro con lo citado.
Por lo tanto, si el
punto de arranque de la orientación socialista de Mariátegui en el sentido
general del término, fue la revista Nuestra
Epoca, el punto de arranque de su
definitiva orientación marxista-leninista fue marzo de 1921 (34).
Y, es esta
orientación definitiva lo que, para cualquier marxista, tiene especial
relevancia tanto en el proceso doctrinal de Mariátegui como, por sus
consecuencias, en el proceso ideológico del proletariado peruano (35).
El método correcto
para estudiar y esclarecer la etapa de socialista a lo Araquistain de
Mariátegui consiste en analizarla desde la perspectiva de su asimilación al
marxismo-leninismo, y no, desde
luego, como hace Ramón García, en analizarla en sí misma tratando de encontrar
marxismo donde no lo hubo (36).
Pero, conforme a su
designio de liquidar el partido de clase en el marco general de la izquierda
peruana (ya lo liquidó en el marco de su grupo), García pretende pasar el
Centenario de la revista Nuestra Epoca
como el Centenario del Socialismo Peruano a fin de pescar algunos incautos para
consumar el nivel público de su partido dirigido desde hace más de seis años
por un pequeño grupo de encapuchados.
Como es obvio, lo que
hemos citado de Aragón a propósito de su “compromiso de honor” de celebrar el
centenario de Nuestra Epoca como el
centenario del “movimiento socialista”, encierra todas las falacias y todas las
trampas señaladas en el presente apartado.
Así, pues, en último
análisis, lo que pretende celebrar el grupo liquidacionista es el centenario
del socialismo reformista, y no, por
supuesto, el centenario del socialismo marxista-leninista, el centenario del
Socialismo Peruano.
En conclusión, el
grupo de García chapotea sin remedio en las aguas negras de la negación del
marxismo-leninismo; de la falsificación de la identidad doctrinal de
Mariátegui; de la tergiversación de cuestiones fundamentales dirimentes de su
pensamiento; de la tergiversación de la verdad doctrinal y orgánica del PSP; de
la adulteración del proceso doctrinal del proletariado peruano; de la dilución
del socialismo marxista en el variopinto mapa del socialismo en general; de la
oportunista idea de que la acción legal
municipal es el camino al socialismo; de la negación del partido de clase; del
egotismo burgués y del servilismo feudal; de los métodos criollos; etcétera.
La crisis del
grupo liquidacionista
Durante una década aproximadamente, este grupo se ha
esforzado por tragarse con engaños a diversas tendencias de la izquierda
peruana. A este propósito llegó incluso a utilizar el trabajo frenteunionista
para intentar sorprender a los demás con su proyecto de un partido-amalgama.
Pero, desenmascaradas sus posiciones
oportunistas y liquidacionistas y, además, evidenciados su egotismo burgués y
sus métodos criollos, el mencionado grupo ha quedado políticamente aislado.
Así, pues, la crisis del grupo
liquidacionista es la crisis de sus posiciones reseñadas arriba.
Con el repetido fracaso de su plan
partidario, el propósito de utilizar el Centenario de la revista Nuestra Epoca como coartada a fin de
consumar su proyecto de un partido-amalgama, únicamente marcará el fracaso
definitivo de su proyecto de “dilución-integración” de las diversas
organizaciones (PCP-Unidad, PCP-PR, PCP-SL, PSP, etcétera), en un solo partido
bajo la línea liquidacionista de Ramón García.
Conclusión
El liquidacionismo histórico de Miguel
Aragón pretende presentar la acción de Mariátegui como un escenario desolador: no
hubo un programa aprobado; el marxismo-leninismo no fue acordado; el PSP no
existió; etcétera, etcétera.
De esta forma intenta
liquidar el legado marxista-leninista de Mariátegui.
Si la mayoría del
grupo liquidacionista falsifica la realidad histórica del PSP, Aragón, en su
permanente afán de profundizar las posiciones oportunistas de García, sostiene
que el PSP nunca existió.
Aragón alardea: “Como resultado de una
nueva relectura, ordenada y profunda, del libro Correspondencia
de Mariátegui (publicado en diciembre de 1984), de las cartas
adicionales incluidas en los once números de la revista Anuario
Mariateguiano (publicados entre los años 1989 y 1999), del
libro Escritos de José Carlos Mariátegui 1928 (publicado el año
2009), así como del Tomo II del libro Apuntes para una Interpretación
marxista de Historia Social del Perú de Ricardo Martínez de la
Torre, y otros textos adicionales, en los últimos años estamos llegando
a nuevas conclusiones, diferentes a las dos anteriormente anotadas. Tengo que
reconocer que el largo debate sostenido durante el decenio 2003-2013, con el
caudillaje personalista promovido por algunos defensores a ultranza de la
superada tendencia “partidarista”, ha influido positivamente en esta búsqueda
que nos aproxima más a la verdad” (negritas en el original).
Las lucubraciones
según las cuales la Reunión de la Herradura se realizó “a espaldas de
Mariátegui”; la negación de la “célula secreta de los siete”; la conjetura de
que el PSP no fue fundado en la Reunión de Barranco; la creencia de que en los
años 1920 no era necesario el partido del proletariado peruano; la negación sin
más de la existencia del PSP; el silenciamiento de que este partido aprobó su
programa; el escamoteo de que el proceso constitutivo del PSP fue “indirectamente acelerado por lo que
podemos llamar la desviación ‘aprista’”; la negación de que el 7 de octubre de
1928 se eligió el Comité Ejecutivo del Partido; la suposición según la cual la
carta colectiva no fue debatida y aprobada; etcétera, etcétera; son todas cuestiones que, oh paradoja, han
resultado “de una nueva relectura,
ordenada y profunda” de parte de Aragón.
Es pues con la supuesta “relectura ordenada y profunda”
que nuestro personaje pretende hacer creer que se ha aproximado “más a la verdad”.
Pero, como hemos visto,
todo lo que ha hecho es profundizar la oposición al PSP que caracteriza a su
tendencia.
Remito al lector a los términos, citados arriba, de
la carta de Mariátegui a Luis. E. Valcárcel, pues los hechos demuestran
que, interrogando a los documentos relativos al
PSP, Aragón ha ofrecido el deplorable espectáculo de su deslealtad respecto a
los mismos: tergiversando unos, silenciando otros.
Pero
la doble moral es tal, que ha tenido la audacia de utilizar los aludidos
términos como epígrafe de su artículo.
Esta es la
forma como Aragón utiliza a Mariátegui como coartada. Esta es la forma como se
revela en su persona la general descomposición ideológica y moral de la
tendencia liquidacionista.
En el borrador Mariátegui
y el Partido Socialista del Perú, escribí: “… toda esta cuestión… del PSP es un problema complejo y, por esto, su
planteamiento y su resolución exigen que nuestros cerebros funcionen con cierta
complejidad. Y sin el peso de los prejuicios” (elipsis mías).
Pero, como se ha visto, Aragón no cumple con dicha doble exigencia.
Notas
[1] Obsérvese que, en las citas de Aragón y en la mía, el término
constitución está utilizado como sinónimo del término fundación. Pero en lo que
he citado de mi borrador esta sinonimia tiene un valor únicamente relativo,
mientras que en Aragón tiene un valor absoluto, como se verá más adelante. Por
otro lado, debo señalar que mi borrador se encuentra en proceso de revisión y
reelaboración, proceso que no avanza, sin embargo, tanto como quisiera, debido
a las limitaciones que me impone el exilio en el acopio del material pertinente.
Debo agregar, asimismo, que este trabajo de revisión y reelaboración está
planteado en el propio borrador: “El presente trabajo no agota ni podía agotar
el tema examinado, pero, en la medida en que en el futuro podamos contar con
antiguos y nuevos materiales (no consultados en esta oportunidad por motivos
ajenos a nuestra voluntad), podrá ser refundido con nuevos datos y nuevas
reflexiones”.
[2] Aragón presenta
sus argumentos como si con ellos estuviera renovando el enfoque del estudio del
PSP. Por eso, no puedo dejar de señalar que esa renovación empezó hace mucho, y
sin que él tuviera alguna participación en ello.
[3] Esta falta
absoluta de ética cobra niveles de escándalo en el grupo liquidacionista.
Gustavo Pérez, por ejemplo, tergiversó de la manera más cínica el numeral 3 de
la moción escrita por Mariátegui y aprobada por la Reunión de Barranco,
tergiversación asumida, por aquello de quien calla otorga, por todos sus
copartidarios sin excepción, y desvergonzadamente ocultada por Ramón García
(ver mis artículos Un artículo revelador
y Ramón García y la manipulación III).
El propio García, por su parte,
utilizando algunas falacias, tergiversó deliberadamente el numeral 4 del Programa del Partido escrito por
Mariátegui, con lo cual pretende negar el marxismo-leninismo y el carácter de
nuestra época y, por lo tanto, el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP
(véanse mi libro El desarrollo de la
teoría del proletariado y el problema de su denominación, p.97, nota al pie,
y el capítulo Mariátegui y la base de
unidad del partido de mi libro El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui).
Silenciando el mencionado numeral, Aragón, a su turno, repitiendo servilmente a
García, falsificó sin el menor escrúpulo la filiación doctrinal del maestro (véase el capítulo Mariátegui y el leninismo de
mi libro que acabo de mencionar). Obviamente, podría traer muchos ejemplos más,
pero los anotados bastan para demostrar la forma en que los mencionados
personajes falsifican la Creación Heroica de Mariátegui.
[4] Carta del 20 de
junio de 1929 a Nicanor de la Fuente, Correspondencia,
t.II, p.584. Este concepto de Mariátegui es particularmente importante, pues
expresa el contenido del proceso constitutivo del PSP: definición teórica, es decir, establecimiento del
marxismo-leninismo como la base de su unidad (“El Partido Socialista del Perú,
lo adopta como su método de lucha”); análisis concreto de nuestra realidad
concreta (teoría de la realidad y la revolución peruanas); política concreta
(táctica y estrategia); concepción del partido del proletariado peruano
(partido de clase bajo la forma de partido de masas); y organización práctica, es decir, construcción orgánica del Partido
y organización de las amplias masas populares.
[5] El uno y el
cuatro de marzo de 1930 se realizaron sendas reuniones del CC del PSP.
Comentándolas, Martínez de la Torre refiere que “la ‘fracción socialista’”
pretextó la cuestión del nombre del Partido para boicotear su surgimiento
público (véase Apuntes, t.I, p.209).
Esto estaría indicando que el intento de fundación pública del PSP tuvo lugar
en ese mes de marzo.
[6] Este hecho no
invalidó ni mucho menos el proyecto original de un partido de clase bajo la
forma de partido de masas. Ni lo invalidó ni lo invalida.
[7] El nombre del partido era,
precisamente, la cuestión central en debate con el Secretariado de la ISR.
[8] Apuntes,
t.II, p.397. Hay que llamar la atención sobre el hecho de que ninguno de
los concurrentes a la Reunión de La Herradura pudo negar jamás este testimonio.
[9] La Reunión de Barranco postergó la
aprobación de la afiliación a la Internacional, debido a la oposición de
Castillo. El texto de la moción que aprobó la afiliación a la Internacional es
el siguiente “El C.C. del partido adhiere a
la Tercera Internacional y acuerda trabajar por obtener esta misma adhesión de
los demás grupos que integran el partido”. Obsérvese queya entonces –marzo de
1930– Mariátegui hablaba de partido y de Comité Central, y no de “grupo organizador del Partido” o de “Comité”, como en la
Reunión de Barranco.
[10] Un análisis más o menos extenso de la célula secreta se encuentra
en mi artículo Notas sobre “la célula
secreta delos siete”.
[11] Este partido concibe la reconstitución como reconstitución del
partido de cuadros, en el sentido que se derivó de la reunión del 20 de mayo
del mismo año.
[12] Véase Ramón García, Organización:
contenido y forma. Por lo demás, es
menester remarcar que el grupo liquidacionista es tal precisamente porque,
con su proyecto de un partido-amalgama, busca suprimir el partido de clase. Por
eso la frase “La tarea de fundación del Partido Socialista del Perú, del
‘partido de clase’ del proletariado peruano”, que se gasta el liquidador
Aragón, revela una actitud engañosa.
[13] Esta tendencia, aunque agita la reconstitución, no tiene la menor
idea del camino propio que implica la realización de esta tarea y, por esto, ha
perdido el camino y el tiempo actuando la peregrina idea de que el frente
dirige al partido.
[14] En marzo de 1930, el PSP, bajo la dirección de
Mariátegui, no era un partido de masas sino un partido de cuadros. Esto, sin
duda, plantea un problema: ¿qué es lo que hay que reconstituir? ¿El PSP tal
como existió en el momento indicado? Ciertamente el proyecto original de
Mariátegui cobró una fisonomía distinta en el momento de su aplicación. Por eso
la Reconstitución debe entenderse como un proceso de lucha por reconstituir el PSP en lo que tuvo del
proyecto original de Mariátegui y, al mismo tiempo, por plasmar este proyecto.
En consecuencia, la Reconstitución debe llevarse adelante teniendo en cuenta
tres premisas: 1) la realidad histórica del PSP; 2) el proyecto original de
Mariátegui; 3) la realidad actual. El proyecto original de Mariátegui fue de un
partido de clase bajo la forma de partido de masas, es decir, adherido al marxismo-leninismo y al
internacionalismo proletario, con una
correcta teoría de la realidad y la revolución peruanas, una estrategia de
masas, una militancia pensante y operante y una organización clandestina con un
estatus legal. Este es, en esencia, el contenido de lo que Mariátegui llamó
partido de masas y de ideas. Este es, por lo tanto, el contenido de la
Reconstitución, aunque en la medida en que hay que tener en cuenta la realidad
actual, el término marxismo-leninismo hay que entenderlo como la teoría de
Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao.
[15] Martínez, Apuntes, t.II,
p.510. Obsérvese que Paiva habla de Comité Ejecutivo del Partido.
[16]Correspondencia, t.II, p.738; cursivas mías. Obsérvese que Mariátegui habla “de los puntos aprobados del programa del P.S”. Es decir
que, por un lado, habla de Partido Socialista, y no de “grupo organizador del Partido”, y, por otro, de los puntos
aprobados del programa, lo que demuestra de manera incontestable que el PSP
aprobó un programa. No sería convincente la consideración de que la afirmación
mariateguiana sugiere que el CEP aprobó únicamente algunos puntos, pues es
improbable que se remitiera a los activistas algo que no fuera el programa
completo: ¿hubiera sido posible que el PSP intentara surgir públicamente con un
programa incompleto? El hecho de que el 10 de marzo Mariátegui hablara de PSP y
no de “grupo organizador del Partido”, significa que, consciente de que
entonces el Partido era una realidad como partido de cuadros y ad portas de fundarlo públicamente como
tal, el “grupo organizador del Partido” había perdido vigencia. Esto explica
por qué en las mociones redactadas por Mariátegui y aprobadas por las reuniones
del 1º y 4 de marzo de 1930, se hable de Partido Socialista, y no de “grupo organizador del Partido”;
de Comité Central, y no de Comité Ejecutivo del Partido (a la sazón
este Comité aparecía como una instancia dentro del CC). Esta constatación
demuestra que Mariátegui habíase hecho consciente de que al no haber alcanzado
el Partido la condición de partido de masas, su proceso real obligaba a una
interpretación que no podía limitarse a los términos de su proyecto original,
sino que tenía que partir del intento de surgir públicamente como partido de
cuadros. Así, pues, mientras en 1929 y 1930 Mariátegui hablaba de Comité
Central, Castillo, en su carta del 16 de marzo de 1930, se dirige a Mariátegui
como “Compañero Secretario General del Comité Organizador del Partido
Socialista del Perú” (aunque en el tenor de la misma carta hablara del “Comité
Central organizador del Partido Socialista”, cosa en la que Aragón no ha reparado
o que simplemente ha escamoteado). Estos hechos demuestran pues que, dando
muestra de una ejemplar flexibilidad mental, Mariátegui llegó a comprender el
PSP desde el punto vista de su proceso real, y no desde el ángulo de su proyecto original, mientras Castillo,
lejos de esta comprensión, se quedó un poco atascado en la nomenclatura
primitiva de las instancias partidarias. En 1930 el Partido era ya un partido
organizado, y precisamente por esto se intentó su fundación pública. Cumplido
su papel, aunque bajo una forma distinta a la proyectada, en 1930 el “grupo
organizador” aparecía como una instancia orgánica superada por el desarrollo
del Partido. Pero, como se ha visto, peor que Castillo, Aragón se encuentra
prisionero de un nombre que ya no tenía vigencia en circunstancias en que el
PSP intentaba surgir públicamente.
[17] Así lo probaría la siguiente afirmación de Esteban Pavletich: “Su
carta de hoy me alivia de ese reproche ya que en ella anuncia la constitución del Partido Socialista Revolucionario Peruano” (carta a
Mariátegui del 30 de julio de 1929, Correspondencia,
t.II, p.608).
[18] El de Mariátegui, el del grupo de París y acaso también el
proyecto anónimo (¿de Luciano Castillo?) publicado por Flores Galindo en Pensamiento Comunista. Antología.
[19] Esto no debe haber significado la suma simple de los puntos de
los diversos proyectos, sino la incorporación, con redacción renovada, de los
puntos pertinentes del proyecto del grupo de París (y eventualmente del
proyecto anónimo) al texto del proyecto de Mariátegui, a fin de preservar su
unidad estilística.
[20] Martínez, Apuntes,
t.II, p.328. Pretender ver, a estas alturas, una diferencia sustancial y no meramente formal entre el término
compuesto marxismo-leninismo y los
términos marxismo y leninismo ligados por la conjunción
ilativa y, sería recurrir al criollo
recurso, característico de la cabeza del grupo liquidacionista, de jugar con
las palabras.
[21] Estos puntos dicen lo siguiente: “1º- Expropiación, sin
indemnización de los latifundios; entrega de una parte a los ‘ayllus y
comunidades, prestando todo el contingente de la técnica agrícola moderna.
Repartición del resto entre los colonos, arrendatarios y yanaconas”. “2º-
Confiscación de las empresas extranjeras: minas, industrias, bancos y de las
empresas más importantes de la burguesía nacional”. “3º- Desconocimiento de la
deuda del Estado y liquidación de todo controlo por parte del imperialismo”.
“4º- Jornada de 8 horas en la ciudad y en las dependencias agrícolas del
Estado, y abolición de toda forma de servidumbre y semiesclavitud” (Martínez, Apuntes, t.II, p.421).
[22] No solo por su corrección, sino también porque los miembros del
grupo de París habían declarado que “El programa [el que ellos habían remitido
al grupo de Lima] puede ser, como es natural, ampliado por ustedes. Queda
asimismo a su cargo la elaboración de un programa de conquistas inmediatas o
programa mínimo” (Martínez, Apuntes,
t.II, p.334). Por otro lado, dejo dicho que no me referiré aquí a los puntos
del proyecto anónimo, pues presentemente no cuento con él. Por eso, si en el
futuro tengo la oportunidad de releerlo (después de más o menos treinta años),
podría ampliar, si fuese necesario, la parte correspondiente de mi exposición.
[23] Ibídem, p.484. Obsérvese, por lo demás, que Pesce plantea las cosas
como si el debate programático en el PSP se hubiese dado sobre la base del
proyecto del grupo de París: “unas cuantas modificaciones formales”; “hemos
acordado redactarlo en forma más amplia”. Este planteamiento no responde, sin
embargo, a la realidad de las cosas.
[24] Como en tantas
otras cosas, en relación al programa del PSP Aragón tiene un embrollo en la
cabeza. Por un lado, reivindica el carácter democrático de la actitud de
Mariátegui: “Mariátegui nunca tuvo la intención de imponer autoritariamente su
propuesta de programa, sino de escuchar otras propuestas, exponer su propia
propuesta, debatirla, desarrollarla y enriquecerla, con la participación
y aportes de todos…”. Sin embargo, por otro lado reduce la cuestión del
programa en los años 1920 al proyecto mariateguiano: “… la amplia Propuesta
Programática desarrollada por Mariátegui no fue aprobada en la Reunión de
Barranco, ni en ningún otro evento posterior”. Más aún: reduce también el debate actual a ese solo proyecto: “Su estudio, debate,
revisión y aprobación…”. Olvidando, pues, el ejemplo mariateguiano, nuestro
personaje no solo se muestra retrospectivamente sino también presentemente
sectario. En realidad, el debate programático presenta actualmente tres premisas:
1) los proyectos existentes en los años 1920 (pues no se conoce el programa
aprobado); 2) el programa de Mariátegui como el documento fundamental (pues
apareció en esta calidad en el debate programático); 3) la realidad actual.
[25] En el programa de Mariátegui “lo más sustancial”
es la aplicación del método marxista-leninista, pues ello permitió una
interpretación y una fundamentación correctas de los diversos puntos de su
contenido. En otras palabras, el marxismo-leninismo aparece ahí como lo determinante y lo identificativo.
[26] Apuntes, t.II, p.302. En este
mismo lugar, Martínez dejó escrito también: “Esta carta [de Haya del 20 de
mayo] no recibió respuesta. Mariátegui cortó toda relación con Haya de la
Torre. Continuaba el trabajo. Se redactaron los puntos de vista respecto al
Apra, que se remitieron a todos los grupos extranjeros. He aquí la ‘carta
colectiva’ que fijaba la posición del grupo de Lima” (p.299). Esta afirmación
pretende que la carta colectiva fue posterior a la aludida carta de Haya, o sea
que fue escrita después del 20 de mayo. Esto no concuerda con la información
contenida en las cartas de Mariátegui citadas en el presente trabajo.
[27] La carta colectiva no
tuvo, en efecto, fecha de redacción. Pero de esto no se colige que se hubiese
pensado ponerle fecha una vez que fuera firmada, pues si fue “acordada” en
abril y representó “nuestros puntos de vista”, posiblemente fue firmada en el
momento de su acuerdo. Puede suponerse, por lo tanto, que lo que ocurrió fue
que se pensó ponerle la fecha en que fuera remitida por primera vez. Y, efectivamente,
ante la historia aparece fechada el 10 de julio de 1928.
[28] Aragón sostiene que Rojas era un seudónimo de
Haya, y es muy posible que así fuera. Por otro lado, si Mariátegui le remitió a
Rojas una carta fechada el 10 de julio, ella debió ser la carta colectiva.
[29] En la Correspondencia
no hay una sola carta del período abril-09 de julio, que de cuenta de la carta
colectiva, lo cual indica que aquello de que “muy pronto les enviaremos [la carta
colectiva]” no se cumplió debido a que la misma “en breve resultó
insuficiente”. ¿Cuán en breve? La carta de Mariátegui del 16 de abril a la
célula aprista de México fue una actualización de los términos de la
divergencia.
[30] En un medio como el
peruano donde la autoridad intelectual y política del fundador de nuestro
Socialismo Marxista es inmensa, la forma más fácil –pero también la más torpe– de
pasar como buena moneda posiciones oportunistas es utilizando a Mariátegui y al
PSP como coartada. Esto es lo que hacen García y otros liquidadores que, así,
han demostrado no tener el valor elemental de plantear sus posiciones a nombre
propio. Si de renegar el marxismo-leninismo se trata, pues aducen que
Mariátegui y el PSP no fueron marxista-leninistas; si de negar el carácter de
clase del PSP se trata, pues aducen que este partido tuvo dos niveles doctrinariamente
disímiles; etcétera, etcétera. Estas y otras posiciones antimariateguianas han
sido, sin embargo, oportuna y completamente desenmascaradas.
[31] En otro lugar he
citado una afirmación de Manuel Velásquez que expresa más netamente que otras
el intento del grupo liquidacionista de consumar la mencionada dilución del
socialismo marxista en el mapa del variopinto socialismo en general. Esta
afirmación es la que sigue: “el año 1918 [se refiere a la aparición de Nuestra Epoca], según mi opinión, es un
año clave para el Socialismo Peruano, porque
marca la orientación definitiva de Mariátegui” (carta a Miguel Aragón del
29.01.2011; cursivas mías). Es decir, según el citado, la “orientación
definitiva de Mariátegui” se dio con su adhesión al socialismo en general, y no con su adhesión al socialismo marxista
en particular; de este modo, sin distinguir entre socialismo a lo Araquistain y
socialismo marxista, el mencionado liquidador –y con él todo su grupo– diluye
el socialismo marxista en el socialismo en general. Todo marxista, sin embargo,
sabe que lo que constituyó la orientación
definitiva de Mariátegui fue su adhesión al marxismo-leninismo en la segunda mitad
de 1920.
[32] Es menester señalar
que al socialismo marxista se llega directamente rompiendo con concepciones
burguesas o pequeño burguesas, o, en su defecto, por medio de un paso
intermedio: rompiendo con un inicial socialismo reformista. Precisamente este
fue el caso de Mariátegui, quien llegó al socialismo marxista rompiendo con su
inicial socialismo a lo Araquistain. Sin embargo, en grotesca expresión de la
permanente actitud falsificadora del grupo liquidacionista, Domingo Suárez,
polemizando con el suscrito, no tuvo el menor empacho de decir que, ya en el
tiempo de la revista Nuestra Epoca,
Mariátegui era “marxista convicto y confeso”. Movido, pues, por el prurito
pequeño burgués de aparecer como “ganador” de una discusión, se dio de bruces
contra la propia afirmación de Mariátegui en el sentido de que su asimilación
al marxismo data de su estancia en Europa.
[33] De Mariátegui, pues, con anterioridad a Nuestra Epoca –y a partir de 1916–, se
formó un pequeño movimiento a instancias de las lecciones ex catedra de Víctor Maúrtua. Esta es la realidad. Pero, para sus
fines, el grupo liquidacionista silencia esta verdad histórica, pues Maúrtua no
le otorga capacidad de engaño como sí la utilización de Mariátegui. Por lo
tanto, es claro que el grupo liquidacionista falsifica también el proceso del
socialismo reformista en nuestro medio. La revista Nuestra Epoca es el punto de partida de la orientación socialista
de Mariátegui en el sentido dilatado del término, y no del movimiento
socialista en este mismo sentido. Lo señala el propio maestro: “La
orientación socialista de Mariátegui tiene su punto de arranque en la
publicación a mediados de 1918 de la revista ‘Nuestra Epoca’” (Ideología y política, p.17). De
Mariátegui, pues, de Mariátegui. Por lo tanto, identificar este punto de
arranque personal con el punto de
arranque del movimiento socialista en
el sentido general del término, significa no solo falsificar la realidad
histórica, sino también evidenciar, por enésima vez, que todo lo que hace el
grupo liquidacionista es utilizar a Mariátegui como coartada (y hasta como
señuelo).
[34] Mariátegui se
asimiló al marxismo-leninismo en algún momento de la segunda mitad de 1920,
pero esta asimilación tuvo su primera expresión literaria en marzo del año
siguiente con la escritura del artículo La
crisis del socialismo.
[35] En efecto, sin
la ruptura con el socialismo a lo Araquistain y sin su asimilación al
marxismo-leninismo, Mariátegui no hubiese podido plasmar su Creación Heroica,
es decir, su aplicación vívida de la verdad universal a nuestra realidad
concreta, o sea, no hubiese podido hacer florecer en nuestro medio el
marxismo-leninismo como verdad particular; no hubiese podido dotar al pueblo
peruano de la necesaria conciencia de clase; no hubiese sido posible que
constituyera el partido del proletariado peruano; no hubiese sido posible que
estableciera la toma del poder como el objetivo político de nuestro pueblo.
Esto es una realidad que tiene que ser defendida por todo marxista ante las
conocidas posiciones del grupo liquidacionista. Esta defensa tiene el siguiente
contenido fundamental: 1) defensa del marxismo-leninismo como verdad universal,
como la filiación doctrinal de Mariátegui y el PSP, como el sello de clase de
la Creación Heroica de Mariátegui y del Socialismo Peruano; 2) defensa de la
conciencia de clase del pueblo peruano; 3) defensa del partido de clase; 4)
defensa del camino de la revolución peruana. Hoy por hoy, solo sobre la base de
esta defensa es posible desarrollar el Socialismo Peruano y la lucha por la
emancipación de nuestro pueblo.
[36] En efecto, en un
artículo publicado en Anuario
Mariateguiano, Nº2, 1990, pp.145-147, el mencionado intenta, con argumentos
sofísticos, demostrar lo indemostrable: que el Socialismo Peruano tiene su
punto de arranque con la publicación de la revista Nuestra Epoca. En otro lugar analizaremos tal intento y,
específicamente, el equívoco método utilizado por el autor del artículo con el
afán de falsificar la verdad histórica del proceso doctrinal de Mariátegui.
28.02.2015.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Una Vez Más
Sobre el Nombre del Partido*
E.I.
ES SABIDO QUE UNA TENDENCIA que actúa en el movimiento
popular hace aprestos para fundar un otro partido socialista (1), tratando de
fundamentar los mismos con los más descalificados recursos y los más
disparatados argumentos. Precisamente unas notas de Miguel Aragón sobre el tema
confirman esta afirmación. Veamos.
En Partido
comunista o partido socialista I, mayo 2006, el mencionado autor sostiene
que “[en cuanto al nombre del Partido], el problema de fondo está en la
contradicción interna entre los propios Marx-Engels de 1870 y los Marx-Engels
de 1847. Es en esa contradicción donde deberíamos concentrar nuestra atención”.
Es decir en la “contradicción” (entre
comillas, pues) entre el nombre de Manifiesto
del Partido Comunista(1847) y el supuesto no negado de una propuesta de
titular Socialista al Partido alemán (1870).
Comentando las líneas finales del Manifiesto, continúa nuestro autor: “Ese
concepto de ‘revolución comunista’ lo utilizan en otros textos de esa época,
próxima a la publicación del ‘Manifiesto Comunista’. Por esos años todavía no
habían desarrollado la teoría de la necesidad de una etapa de transición entre
el capitalismo y el comunismo (2), ni la teoría de la dictadura del
proletariado como una etapa necesaria entre el capitalismo y el comunismo”.
“Entonces, encontrándose Marx y Engels en ese nivel de avance teórico en 1848,
me parece que la conclusión acertada era establecer la siguiente relación
lógica: constituir el Partido Comunista para desarrollar la revolución comunista
y construir de inmediato la sociedad comunista”. “Posteriormente, 20
años después, cuando Marx y Engels ya habían desarrollado la teoría completa de
la revolución social, comienzan a plantear nuevos conceptos, no utilizados
todavía en los años 1848-1850. Los nuevos conceptos son: revolución socialista,
sociedad socialista y Estado Socialista”. “Los dirigentes del
partido del proletariado alemán propusieron el nombre de ‘Partido
Socialdemócrata Alemán’. Marx y Engels discreparon y propusieron ‘Partido
Socialista Alemán’ (3). Pero la mayoría acordó ‘Partido Socialdemócrata
Alemán’. En esos años, ningún (sic) de los dirigentes, incluidos Marx y Engels,
propusieron volver a utilizar el nombre de ’Partido Comunista’. Hay que
investigar porque (sic) no se volvió a utilizar ese nombre. ¿Acaso fue por
táctica, por reformismo, para ganar legalidad?, ¿acaso fue un retroceso o una
‘claudicación’ de Marx y Engels?. No creo. Me parece que Marx y Engels
establecieron la siguiente relación lógica: constituir el Partido Socialista
para organizar y dirigir la revolución socialista
e instaurar el Estado Socialista, que debería dirigir la construcción de
la sociedad socialista y crear las condiciones para el futuro tránsito a
la sociedad comunista” (subrayados en el original).
Como se ve, aquí también, para variar,
Aragón procede a falsear los hechos históricos, intentando encerrar a los
lectores en un marco estrecho, o, mejor dicho, en una falsa disyuntiva.
En el primer capítulo hemos subrayado,
citando lealmente a Engels, las razones por las cuales el Manifiesto lleva el
nombre de Manifiesto Comunista y no el de Manifiesto Socialista.
En el mismo capítulo hemos recordado
también que, en enero de 1894, Engels se ratificó en el nombre de comunista
para el Partido, y que Lenin comentó que, de esta forma, “El dialéctico Engels”
continuaba “siendo fiel a la dialéctica”, pues él y Marx tenían “un hermoso
nombre, un nombre científicamente exacto”, aunque no tuvieran “un verdadero
partido”.
Este hermoso nombre, este nombre
científicamente exacto, es el de Partido Comunista (4).
En los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, examinando diferentes
aspectos de la futura sociedad, Marx utilizó indistintamente los términos
comunismo, socialismo, humanismo, naturalismo, empleando, como puede
constatarse, más frecuentemente el de socialismo. Esta indeterminación terminológica
y esta prevalencia del término socialismo se explica porque en aquel período el
comunismo era solo una parte del principio más amplio socialista.
Pero en 1845 Marx y Engels se
declararon abiertamente comunistas, relacionando así su producción teórica con
el movimiento obrero revolucionario y, por esto, en La ideología alemana, escribieron: “Para nosotros, el comunismo no
es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la
realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al
estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la
premisa actualmente existente”.
Así, pues, en la década de 1840, los
fundadores utilizaban el término comunismo sobre todo para designar al proceso
histórico orientado a suprimir la propiedad privada y sus consecuencias. Por
eso, ya a fines de dicha década, y concretamente con el cambio de nombre de la
Liga de los Justos por el de Liga de los Comunistas y la titulación del
manifiesto encargado como Manifiesto del
Partido Comunista, el término comunismo empezó a servir para designar el punto de vista especial de Marx y
Engels, es decir, la nueva concepción del mundo acabada de crear.
Por eso, en el propio Manifiesto, 1847, se habla de
“revolución comunista” y, en la Crítica
del Programa de Gotha, 1875, o sea treinta años después, se habla de
“Estado comunista” y de la “primera fase” y la “fase superior de la sociedad
comunista” (5).
Pero, más tarde, la literatura de la
II Internacional impuso el uso del término socialismo para designar la primera
fase del comunismo, es decir, el socialismo se convirtió en parte del más
amplio principio comunista. Como verdaderos materialistas, pues, los fundadores
tuvieron en cuenta el contenido concreto que, por desarrollo histórico, habían
cobrado las palabras socialismo y comunismo. La lucha política había
determinado el cambio de lugar de ambos términos, y contra este hecho histórico
nada pueden “las especulaciones abstractas de la inteligencia ni las
concepciones puras del espíritu”, y menos todavía cuando la inteligencia se
encuentra bloqueada por el afán de acomodar los hechos a ciertos esquemas
mentales previos.
Entonces, no es que Marx y Engels “se
equivocaron en 1847 al denominar al Manifiesto y al Partido con el nombre de
Comunista”, sino que, por el contrario, procedieron correctamente al tener en
cuenta que el desarrollo histórico había determinado que la palabra socialismo
resultaba, ya entonces, demasiado elástica para expresar la especial posición
del proletariado revolucionario.
Decir, pues, que los fundadores se
equivocaron al titular el manifiesto solicitado, con el nombre de Manifiesto del Partido Comunista, es no
tener en cuenta que “en 1847 se llamaban socialistas, por una parte, todos los
adeptos de los diferentes sistemas utópicos” y, de otra, “toda suerte de
curanderos sociales”, es decir, “gentes que se hallaban fuera del movimiento
obrero y que buscaban apoyo más bien en las clases ‘instruidas’”.
Es no tener en cuenta que “la parte de
la clase obrera que había llegado al convencimiento de la insuficiencia de las
simples revoluciones políticas y proclamaba la necesidad de una transformación
fundamental de toda la sociedad, se llamaba entonces comunista”.
Es no tener en cuenta que “el
socialismo, en 1847, era un movimiento de la clase burguesa, y el comunismo lo
era de la clase obrera”.
Es no tener en cuenta que Marx y
Engels mantenían el principio de “que ‘la emancipación de la clase obrera debe
ser obra de la clase obrera misma” y que, por esta razón, para ellos “no podía
haber duda alguna sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir”.
Es, en suma, no tener en cuenta que,
concretamente determinados los conceptos de socialismo y comunismo, a los
fundadores “después no se” les ocurrió “jamás renunciar” al nombre
científicamente exacto del Partido, al nombre de Comunista.
Por consiguiente, sostener que Marx y
Engels se equivocaron y que debieron llamarle socialista al Manifiesto, es pretender que el nombre
del programa doctrinal del proletariado revolucionario hubiera tenido que ser
un nombre que representaba una teoría idealista y un movimiento burgués.
Es pretender que los fundadores
hubieran tenido que diluir el punto de vista especial de su concepción del
mundo con una expresión demasiado elástica, o, lo que a fin de cuentas es lo
mismo, que hubieran tenido que diluir la posición del proletariado
revolucionario en el variopinto movimiento socialista general de la época.
Y, no tener en cuenta los hechos
objetivos, concretos, que determinaron el nombre que lleva el Manifiesto, es apartarse del
materialismo que enseña que la verdad se busca en los hechos y, al mismo
tiempo, es negar la dialéctica que enseña que las palabras también tienen una
historia. Es decir, es ladearse hacia el subjetivismo y hacia la metafísica.
Entonces, no es que “posteriormente
Marx y Engels, a fines de la década de 1860 se rectificaron al proponer el
nombre de Partido Socialista Alemán”, sino que, por el contrario –y tal como se
ha visto– hasta el final de sus vidas se
ratificaron en el nombre científicamente exacto del partido proletario, el
nombre de Partido Comunista, que expresa el
punto de vista especial de la concepción marxista del mundo, el punto de vista
especial del proletariado revolucionario. Es decir, no es que “desde 1852
hasta morir, nunca más volvieron a proponer ni utilizar el nombre de
‘comunista’”, sino que, aunque en coyunturas concretas hubieron de aceptar y,
al parecer, aun de proponer algún nombre científicamente inexacto, NO RENUNCIARON
JAMÁS A SU PROGRAMA COMUNISTA Y, POR CONSIGUIENTE, AL NOMBRE CIENTÍFICAMENTE
EXACTO DEL PARTIDO.
Entonces, aquello de que “el problema
de fondo está en la contradicción interna entre los propios Marx-Engels de 1870
y los Marx-Engels de 1847”, es escamotear el hecho histórico de que todavía en
1884, un año y medio antes de su muerte, Engels ratificó, en nombre suyo y de
Marx, su adhesión al nombre científicamente exacto del Partido, al nombre de
Comunista. Y, escamotear este hecho es falsificar la historia y tergiversar la
tesis de los fundadores y, en resumidas cuentas –y para decirlo francamente–
es una burda maniobra que busca
confundir a los lectores a fin de argumentar artificiosamente el nombre de
socialista para el Partido.
II
En Partido comunista
o partido socialista III (sin fecha en la copia utilizada), Aragón habla
“de la identificación errónea de la palabra ‘socialismo’ con
‘socialdemocracia’, ‘reformismo’, ‘socialismo domesticado’” (6).
Es evidente que el aludido no ha
pensado dos minutos en su afirmación. Cuando Engels señala que “se llamaban
socialistas, por una parte, todos los adeptos de los diferentes sistemas
utópicos… de otra, toda suerte de curanderos sociales que prometían suprimir,
con sus diferentes emplastos, las lacras sociales sin dañar al capital ni a la
ganancia”, y que “el socialismo, en 1847, era un movimiento de la clase
burguesa”, está indicando que el desarrollo de la lucha política había
determinado que la palabra socialismo servía para designar corrientes de
pensamiento idealistas y tendencias políticas burguesas, es decir, que era
sinónimo de reformismo, de burguesismo.
Cuando Lenin señala que “La humanidad
sólo puede pasar del capitalismo directamente al socialismo, es decir, a la
propiedad común de los medios de producción y a la distribución de los
productos según el trabajo de cada cual. Nuestro Partido va más allá: afirma
que el socialismo deberá transformarse inevitablemente y de modo gradual en
comunismo, en cuya bandera campea este lema: “De cada cual, según su capacidad;
a cada cual, según sus necesidades”, está indicando que utilizar el término
socialista en contra del término comunista, es reducir la meta del proletariado
y, por lo tanto, en este contexto el primer término aparece como sinónimo de
oportunismo.
Cuando Mariátegui señala que “una
parte del socialismo se ha afirmado en su orientación socialdemocrática,
colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación
anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que,
para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo”
(7), está indicando que la palabra socialismo aparece allí como sinónimo de
reformismo, de oportunismo.
III
Por otro lado, creer que los fundadores “establecieron la
siguiente relación lógica: constituir el Partido Socialista para
organizar y dirigir la revolución socialista e instaurar el Estado Socialista” (subrayados en
el original), es escamotear la existencia del nombre científicamente exacto del
Partido (el nombre de Comunista), apelando a un nombre científicamente inexacto
(como el de Socialista).
Es escamotear el hecho de que el
nombre científicamente exacto del Partido se deriva del contenido fundamental
del marxismo (pues el Partido no es otra cosa que la materialización de la
doctrina), y no del carácter de la revolución que se tiene al frente.
Es pretender pasar como “correcto” el
nombre de socialista para el Partido, pero sin discernir siquiera la distinción
entre su nombre científicamente exacto y sus eventuales nombres científicamente
inexactos.
Y, puesto que la relación “partido
socialista-revolución socialista-Estado socialista” es, en el fondo, la
relación “nombre del partido-carácter de la revolución-tipo de Estado”, la
pretendida relación “lógica” equivale a plantear, por ejemplo, que los
comunistas chinos hubieran tenido que denominar a su partido “Partido de Nueva
Democracia” y no Partido Comunista, por el solo hecho de que durante más de
treinta años tuvieron al frente una revolución de nueva democracia.
Estas sencillas constataciones dan,
pues, al traste con la ilógica
pretensión de encontrarle una relación lógica, es decir necesaria, a la relación “nombre del partido-carácter de la
revolución-tipo de Estado”. Esta relación sólo puede aconsejar, según sean las
condiciones concretas en que se desenvuelva, tal o cual nombre científicamente
inexacto, aunque coyunturalmente conveniente desde el punto de vista político.
Por eso, pretender que tal relación lleva necesariamente
a utilizar la palabra socialista como nombre del Partido, es negar la
concepción de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre del Partido, es negar la
concepción de Mariátegui sobre el nombre del
Partido en el Perú de su tiempo y, en el terreno metodológico, es negar
la dialéctica y levantar la metafísica, pues, como es evidente, para Aragón, el
nombre del Partido debe ser el de socialista, independientemente de toda
situación histórica y en todos los países sin excepción.
En otras palabras, es pretender que el
nombre científicamente exacto del Partido es el de socialista, aunque sin
plantear en estos términos la cuestión. En realidad, la única relación
necesaria, la única relación lógica aquí es la existente entre el contenido
fundamental del marxismo (la misión histórico-universal del proletariado) y el
nombre científicamente exacto del Partido. La relación “nombre del
partido-carácter de la revolución-tipo de Estado”, no aconseja necesariamente,
lógicamente, el nombre de socialista para el Partido, pues igualmente puede
aconsejar otros nombres, como que así ha sido, en efecto, a lo largo de la
experiencia histórica del proletariado.
Los términos revolución socialista y
sociedad socialista expresan el objetivo de establecer y la realidad del
establecimiento de la propiedad común de los medios de producción y la
distribución de los productos según el trabajo de cada cual, pero no el
principio “de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus
necesidades”. Por consiguiente, tales términos expresan solamente una parte de
la realidad revolucionaria. Por eso, en la Crítica
del Programa de Gotha, en un lenguaje rigurosamente científico, Marx
definió la sociedad futura como la “sociedad comunista”, y sus dos fases de
desarrollo como “primera fase” y “fase superior de la sociedad comunista”, expresando,
de este modo, la relación entre ambas fases, relación consistente en que “el
socialismo deberá transformarse inevitablemente y de modo gradual en comunismo”
(Lenin).
Pero además, Aragón sostiene que “la
historia del siglo XX (desde la revolución soviética de 1917 hasta la implosión
de la URSS en 1991) ya zanjó el uso correcto de conceptos que reflejan tres
realidades totalmente diferentes y contrapuestas: ‘socialdemocracia’ para el socialismo domesticado tipo europeo
occidental; ‘comunista’ para el
socialismo burocrático tipo Rusia y China; y ‘socialismo’ para quienes luchamos por instaurar un Estado tipo
Comuna” (negritas en el original).
Ocurre, sin embargo, que aquí tampoco
existe una relación necesaria entre
cada una de las tres experiencias y los nombres de los partidos que las
representaron. Para reconocer este aserto basta recordar que en la experiencia
de la Segunda Internacional, la palabra socialista aparece como nombre de la
mayoría de los partidos que la conformaron, y que, en la experiencia del
socialismo burocrático, encontramos dos partidos socialistas, cinco comunistas
y cuatro con otros nombres. Más todavía, actualmente pululan en el mundo
partidos socialistas que ni de lejos postulan la instauración de un
Estado-Comuna (8).
Por otro lado, Aragón dice que “La
cuestión del nombre del Partido no es solamente una cuestión de ‘rótulo o de
membrete’ como algunas mentes superficiales (sic) vienen difundiendo, sino que
está íntimamente vinculado (sic) con el carácter del Estado Socialista que se
tiene como objetivo instaurar”.
En realidad, esta idea está ya
implícita en “la relación partido socialista-revolución socialista-Estado
socialista”. El problema del nombre del Partido no es, ciertamente, una simple
cuestión de rótulo. Pero no lo es no
por la razón que aduce Aragón, sino porque tal problema tiene como fondo la
cuestión de lo que científicamente representa
la organización política del proletariado. Curiosamente, sin embargo, este
fondo es ignorado por nuestro autor, quien, además, no cae en cuenta de que,
específicamente hablando, no existe tampoco una relación necesaria entre el
nombre de socialista y el Estado-Comuna.
El nombre científicamente exacto del
Partido se deriva del contenido fundamental del marxismo, es decir, de la misión
histórico-universal del proletariado, o sea, de la esencia más profunda del
marxismo. Y los diversos nombres científicamente inexactos están determinados por las condiciones concretas que,
como se sabe, cambian de un período a otro y son distintas en los diferentes
tipos de países.
En la medida en que la camisa del
socialismo está completamente sucia (más todavía que la del comunismo), al
postularla como título del Partido se reniega de hecho la exigencia leninista
de quitarse la camisa sucia y ponerse ropa limpia y, al mismo tiempo, se
reniega también la exigencia mariateguiana de distinguir el campo de la
revolución del campo del oportunismo, de diferenciar
netamente concepciones y métodos de revolucionarios y reformistas con dos
nombres distintos.
Pero además, Aragón agrega que “el
Partido Socialista se debería autodisolver al iniciarse la construcción del
Estado Socialista, más precisamente se debería diluir dentro del Estado
nuevo” (subrayados en el original).
En cuanto a esta cuestión, me limitaré
aquí a señalar que se ve que el concepto de partido que tiene Aragón es muy estrecho,
pues lo que debe diluirse en las condiciones del socialismo, NO ES EL PARTIDO
MISMO, sino únicamente su forma orgánica de existencia, es decir, su
organización, su aparato.
IV
La posición de Mariátegui sobre el nombre del partido del
proletariado peruano tiene su fundamento
general en estas consideraciones: “… las fuerzas proletarias europeas se
hallan divididas en dos grandes bandos: reformistas y revolucionarios. Hay una
Internacional Obrera reformista, colaboracionista, evolucionista y otra
Internacional Obrera maximalista, anticolaboracionista, revolucionaria. Entre
una y otra ha tratado de surgir una Internacional intermedia. Pero que ha
concluido por hacer causa común con la primera contra la segunda. En uno y otro
bando hay diversos matices; pero los bandos son neta e inconfundiblemente sólo
dos. El bando de los que quieren realizar el socialismo colaborando
políticamente con la burguesía; y el bando de los que quieren realizar el
socialismo conquistando íntegramente para el proletariado el poder político. Y
bien, la existencia de estos dos bandos proviene de la existencia de dos
concepciones diferentes, de dos concepciones opuestas, de dos concepciones
antitéticas del actual momento histórico”. “El campo proletario, como acabamos
de recordar, no está ya dividido en socialistas y sindicalistas; sino en
reformistas y revolucionarios. Hemos asistido primero a una escisión, a una
división en el campo socialista. Una parte del socialismo se ha afirmado en su
orientación social-democrática, colaboracionista; la otra ha seguido una
orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo
es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de
comunismo” (9). “En el hombre de ciencia y de cátedra, de espíritu liberal y
humanista, que concede sin reservas al partido socialista de su patria, con un
certificado de salud, un testimonio de simpatía y confianza, y que predica como
un ideal de su tiempo la eugenesia, la palabra comunismo puede suscitar
supersticiosas aprensiones, aunque la práctica del único estado comunista del
mundo -la U.R.S.S.- le enseñe que no existe entre los dos términos más
conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios y
por la necesidad práctica eventual de distinguir estos dos campos con dos
rótulos diversos” (10).
Y tiene su fundamento específico en las siguientes aserciones: “Aquí, como en
Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse no en sindicalistas y
socialistas -clasificación anacrónica- sino en colaboracionistas y
anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas”. “Yo participo de la
opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy
convencido del próximo ocaso detonas las tesis social-democráticas, de todas
las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas” (11). “En Europa, la
degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de
la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se
ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la
vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la
historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de
demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (12).
“De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité
concurrirá a la constitución de un Partido Socialista, basado en las masas
obreras y campesinas organizadas” (13).
Estas afirmaciones demuestran que
Mariátegui tenía una posición definida ante la escisión del movimiento
proletario europeo. En el campo del movimiento socialista en general, se había
producido una división entre reformistas y revolucionarios, conservando los
primeros el nombre de socialistas y adoptando los segundos el de comunistas. Y
Mariátegui precisa que esta división “proviene de la existencia de dos
concepciones antitéticas del actual momento histórico”. Y señala que aquí, en
el Perú, “como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse… en
colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas”. Por
eso él mismo toma posición definida: “Yo participo de la opinión de los que
creen…”.
Pero el dialéctico Mariátegui, que
comprendía perfectamente que aquí, como en Europa, los proletarios tenían que
dividirse en socialistas y comunistas (para decirlo en el lenguaje al uso en la
Europa de la época), muy acertadamente tuvo en cuenta las condiciones concretas
nacionales de su tiempo y, así, en Aniversario
y balance, escribió que en los pueblos “donde la degeneración parlamentaria
y reformista del socialismo no se ha producido”, “porque el socialismo aparece
recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su
grandeza”. Es decir la palabra socialismo no servía entonces en nuestras
condiciones nacionales concretas para designar una posición reformista,
colaboracionista, oportunista y, en consecuencia, podía servir de nombre del
Partido. Por eso, en el Acta de
Constitución del Partido Socialista, el maestro dejó sentados estos
conceptos que repetimos: “De acuerdo con las CONDICIONES CONCRETAS ACTUALES DEL
PERÚ, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista…”
(mayúsculas nuestras).
Mariátegui, pues, no negaba el nombre
científicamente exacto del Partido, mas, teniendo en cuenta las condiciones
nacionales concretas de su tiempo, acertadamente propuso el nombre de
Socialista para el Partido.
V
Sin embargo, cumpliendo el penoso papel de argumentar con
sofismas lo que le han soplado al oído, Aragón pretende que el nombre que le
corresponde al partido proletario es el de socialista y no el de comunista, desde siempre y para siempre, en el Perú y en
el mundo entero. Y esto, sencillamente, contraría completamente la concepción
de Mariátegui sobre la cuestión.
El Prefacio a la edición inglesa de
1888 del Manifiesto Comunista, la Crítica del programa de Gotha, el Prefacio a Temas internacionales del “Estado
popular”, Las tesis de abril, El estado y la revolución, La crisis mundial y el proletariado peruano,
Aniversario y balance, el Acta de constitución del PSP, La juventud española contra Primo de Rivera,
son todos escritos que, en suma, constituyen la literatura básica para resolver
la cuestión del nombre del Partido en el Perú.
En el prefacio a la edición inglesa de
1888 del Manifiesto Comunista, Engels
señaló que “cuando fue escrito no pudimos titularle Manifiesto Socialista” (14), y que, después de
haber elegido la denominación de Comunista para el Manifiesto, “no se nos ha
ocurrido jamás renunciar a ella”.
Pero Aragón se cuelga de la primera
afirmación, interpretándola a capricho y, al mismo tiempo, mutila el
pensamiento de Engels, por lo que la segunda afirmación brilla por su ausencia
en sus artículos sobre el tema.
En la Crítica del programa de Gotha, Marx, refiriéndose a la primera fase
de la sociedad comunista, es decir al socialismo, señaló que “De lo que aquí se
trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino una que acaba de salir precisamente de la sociedad
capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el
económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de
cuya entraña procede” (cursivas en el original).
Pero Aragón, o se hace el distraído, o
simplemente no es capaz de entender que el concepto de socialismo no expresa plenamente la especial identidad ideológica del proletariado
revolucionario.
En el Prefacio a Temas Internacionales del “Estado popular”, Engels señala que “Para
Marx y para mí era, por tanto, sencillamente imposible emplear, para denominar
nuestro punto de vista especial, una expresión tan elástica. En la actualidad,
la cosa se presenta de otro modo, y esta palabra (mag pacieren), aunque sigue siendo inadecuada (unpassend) para un partido cuyo programa económico no es un simple
programa socialista en general, sino un programa directamente comunista”.
Pero Aragón, o se hace el descuidado,
o simplemente no es capaz de entender el significado del juicio engelsista.
En las Tesis de abril, Lenin señala que “La humanidad sólo puede pasar del
capitalismo directamente al socialismo, es decir, a la propiedad común de los
medios de producción y a la distribución de los productos según el trabajo de
cada cual. Nuestro Partido va más allá: afirma que el socialismo deberá
transformarse inevitablemente y de modo gradual en comunismo, en cuya bandera
campea este lema: “De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus
necesidades’”.
Pero Aragón se hace el sueco, o
simplemente no es capaz de entender el significado de la afirmación leninista.
En El
estado y la revolución, Lenin señala que “El dialéctico Engels, en el ocaso
de su existencia, sigue siendo fiel a la dialéctica. Marx y yo -nos dice-
teníamos un hermoso nombre, un nombre científicamente exacto, para el partido,
pero no teníamos un verdadero partido, es decir, un Partido proletario de
masas. Hoy (a fines del siglo XIX), existe un verdadero partido, pero su nombre
es científicamente inexacto”.
Pero Aragón dice que Lenin y Stalin
“en 1918 por táctica propusieron
cambiar el nombre del Partido de Socialdemócrata a Partido Comunista” (15).
En La
crisis mundial y el proletariado peruano, Mariátegui señaló que “Una parte
del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática,
colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación
anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que,
para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de
comunismo”.
Pero Aragón pretende que la palabra
socialismo no es absolutamente sinónimo de reformismo.
En Aniversario
y balance, Mariátegui señala que “En Europa, la degeneración parlamentaria
y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones
específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el
socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra
conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana,
cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy
distinguen prácticas y métodos, haya desaparecido”.
Pero Aragón pretende que el nombre del
Partido debe ser el de socialista, independientemente de toda circunstancia de
tiempo y lugar.
En el Acta de constitución del PSP, Mariátegui señala que “De acuerdo con
las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la
constitución de un Partido Socialista, basado en las masas obreras y campesinas
organizadas”.
Pero Aragón pretende que la propuesta
mariateguiana no se desprendió de “las condiciones concretas actuales del Perú”
de los años 1920.
En La
juventud española contra Primo de Rivera, Mariátegui señala que “la palabra
comunismo puede suscitar supersticiosas aprensiones, aunque la práctica del
único estado comunista del mundo -la U.R.S.S.-le enseñe que no existe entre los
dos términos más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y
revolucionarios y por la necesidad práctica eventual de distinguir estos dos
campos con dos rótulos diversos”.
Pero Aragón hace caso omiso de la
necesidad de “distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos”.
Y ocurre que, como es evidente, Aragón
conoce todas estas citadas afirmaciones. Por consiguiente, la pobreza de sus
argumentos (16) no se deriva de ignorancia supina alguna, sino del hecho de que
para tratar de imponer la oportunista idea de que “el nombre correcto” que le
corresponde al partido proletario es el de socialista -desde siempre y para
siempre, en el Perú y en el mundo entero- utiliza sus conocidos métodos
criollos: tergiversación de las posiciones de Marx, Engels, Lenin y Mariátegui
sobre el punto y falsificación de los hechos históricos correspondientes.
En conclusión, Miguel Aragón:
1) reniega el
nombre científicamente exacto del Partido;
2) mutila y,
así, tergiversa las tesis de Marx, Engels y Lenin sobre la cuestión (17);
3) pretende
pasar el nombre de socialista, que puede derivarse, como otros nombres, de
ciertas condiciones concretas, como “el nombre correcto del Partido”;
4) trata de
encuadrar a los lectores en una falsa disyuntiva, es decir, intenta
manipularlos;
5) reniega
las razones que tuvo Mariátegui para titular Socialista al Partido en el Perú
del decenio de 1920;
6) reniega la
exigencia leninista de sacarse la camisa sucia y ponerse ropa limpia;
7) reniega la
exigencia mariateguiana de diferenciar
netamente el campo revolucionario del reformista con dos nombres distintos;
y,
8) pretende,
con el nombre de socialista, un partido que, por lo tanto, tendría las puertas
abiertas lo mismo para marxistas como para oportunistas, lo mismo para
revolucionarios como para reformistas (18).
Pues bien. ¿Qué pensar de una persona que tergiversa tan burdamente
las posiciones de los maestros del proletariado en punto a la cuestión del
nombre del Partido? ¿Que falsea los hechos históricos correspondientes a la
cuestión? ¿Que pretende encasillar a los lectores en una falsa disyuntiva, y
que, además, escamotea todos los hechos que están fuera de esos límites
cronológicos e, incluso, algunos otros que se encuentran dentro de los mismos? ¿Qué,
además, tergiversa a Mariátegui sobre el tema del presente escrito, así como en
relación a otras cuestiones? (19).
En el Socialismo Peruano, es decir, en
el Comunismo Peruano, nadie puede descalificar a nadie. Pero es evidente que,
con sus métodos criollos, es decir, con su premeditada tergiversación de Marx,
Engels, Lenin y Mariátegui y con su igualmente premeditada falsificación de los
hechos históricos relativos al tema que nos ocupa, es decir, con su afán de
engañar a los activistas del Socialismo Peruano, Aragón ha terminado por
descalificarse a sí mismo. Esto es un hecho.
Pero, este hecho es nada más que la mitad
de la desgracia. La otra mitad es que hayan personas tan desprevenidas que
creen en los soberbios disparates del conocido falsario.
Notas
[1] Digo “un otro partido socialista”, porque hasta
principios de los años 1960 activó el Partido Socialista de Castillo, hasta los
años 1990 activó el Partido Socialista Revolucionario y, actualmente, activan
el Partido Socialista Peruano y el Partido Socialista de los Trabajadores. En
estas condiciones, afanarse en fundar un partido socialista más, es negar “las
necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen
prácticas y métodos”, es diluir la camisa del partido en el variopinto
movimiento socialista general, es negar el principio marxista del análisis
concreto de la situación concreta, es repetir la letra de Mariátegui y negar su
método. La crítica a las falacias de Miguel Aragón es, de hecho, una crítica a
las falacias que Ramón García ha planteado desde hace casi dos décadas a fin de
proponer el nombre de socialista para el Partido. Lo que ha hecho Aragón es
nada más que repetir las posiciones y los métodos criollos de García
amontonando nuevas falacias a fin de sustentar el aludido desaguisado. De esta
forma ha puesto en evidencia, una escasa independencia de criterio y un
vergonzoso seguidismo. Las tergiversaciones de García de las tesis de Marx,
Engels, Lenin sobre el nombre del Partido y su falsificación de las razones de
Mariátegui para titular Socialista a su partido, repetidas y hasta ampliadas
con nuevas falacias por Aragón, han sido criticadas también en los artículos Radiografía de una falsificación y Respuesta a Gustavo Pérez, artículos
ampliamente difundidos por la internet.
[2] En la medida en que con esta afirmación se quiere
decir que los fundadores no tenían entonces ninguna idea sobre lo que después
se ha llamado “etapa de transición”, la afirmación es falsa de toda falsedad.
En los Manuscritos económico-filosóficos
de 1844, Marx señaló que “Si caracterizamos el comunismo por sí mismo -por
cuanto es la negación de la negación-, como la asimilación de la esencia
humana, que sirve de mediadora de sí misma a través de la negación de la
propiedad privada y, por tanto, no todavía como la verdadera posición, la que
arranca de sí misma, sino como la que arranca más bien de la propiedad
privada”. Evidentemente, en esta afirmación está ya la idea de la “etapa de
transición” del capitalismo al comunismo (es decir a la segunda fase de la
sociedad comunista), aunque no esté todavía el término que después ha servido
para expresarla.
[3] En su artículo, sin embargo, Aragón no ha demostrado
ni se ha sentido en la obligación, teórica y ética al mismo tiempo, de
demostrar su afirmación con alguna prueba documental. Por mi parte, debo
precisar que, en las condiciones bibliográficas en que desarrollo mi trabajo,
me ha sido imposible encontrar la aludida prueba.
[4] Por lo visto, Aragón no se percata de las tesis de
Marx, Engels y Lenin sobre la distinción entre el nombre científicamente exacto
del Partido y sus eventuales nombres científicamente inexactos, o, en su
defecto, las escamotea directamente.
[5] En El estado y
la revolución, Lenin asumió esta terminología marxista, aunque la utiliza
al mismo tiempo con aquella otra que se impuso a partir de la literatura de la
Segunda Internacional. Por otro lado, es importante recordar además que, con el
mismo significado de Estado en extinción, Mariátegui habló también, en enero de
1930, de “estado comunista”: “… la práctica del único estado comunista del
mundo -la U.R.S.S.-…” (OC, t.18,
p.165).
[6] Es evidente que la afirmación de Aragón tiene
pretensión de absoluta, y es así como niega los diversos significados que tiene
la palabra socialismo según el contexto verbal o el contexto de situación en
que es utilizada. Cualquier persona normalmente inteligente tiene que darse
cuenta de que, en el marco de “las necesidades contingentes y convencionales de
demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos”, la palabra socialismo
aparece como sinónimo de socialdemocratismo, de reformismo, de oportunismo. En
el contexto del Perú del decenio de 1920, no ocurría, sin embargo, lo anotado
y, por esto, la palabra socialismo no designaba una posición específicamente
reformista, oportunista. PERO EN EL PERÚ DE HOY, con un proceso socialista de
más de ochenta años, con varios partidos que son la prueba de la degeneración
reformista del socialismo en nuestro medio (el Partido Socialista de Castillo,
el Partido Socialista Revolucionario y los actualmente existentes Partido
Socialista Peruano y Partido Socialista de los Trabajadores), pretender que la
palabra socialismo conserva todavía su grandeza, es decir, exclusivamente su
núcleo de significación, es darle la espalda a los hechos y negar el método de
Mariátegui. Desde luego, la consideración mariateguiana en el sentido de que la
palabra socialismo guardará en la historia su grandeza, mañana, es
completamente justa. Pero este mañana no es el presente sino la segunda fase de
la sociedad comunista. Por otro lado, por su núcleo de significación, ahora
mismo la palabra socialismo es utilizada para designar la doctrina marxista, la
revolución proletaria, la primera fase de la sociedad comunista, etcétera.
Pero, ciertamente, esto es otro aspecto de la cuestión. En el contexto, pues,
de “la necesidad práctica de distinguir el campo revolucionario del campo
reformista, la palabra socialismo aparece como sinónimo de colaboracionismo,
reformismo, oportunismo y, por lo tanto, no es apropiada como nombre del
partido proletario que, como es evidente, tiene necesidad de diferenciarse netamente, incluso por la
camisa que lleva, de toda suerte de reformismo, de toda suerte de oportunismo.
Pero esta realidad lingüística (que expresa una realidad política) es negada
sin más por Aragón con su afirmación de que “es erróneo identificar la palabra
socialismo con ‘socialdemocracia’, ‘reformismo’, ‘socialismo domesticado’”. A
Aragón no le caben, pues, en la cabeza, los diversos significados que tiene la
palabra socialismo según el contexto verbal o de situación en que es utilizada.
[7] OC, t.8, p.21.
[8) Tengo que recordarle a Aragón que, en mi artículo Tareas del proletariado revolucionario en el
período actual, escrito el 15 de marzo de 1995 y publicado como separata
ese mismo año y republicado en la revista Crítica,
Nº1, junio-agosto de 2001, pp.29-39, bajo el título de Tesis de marzo, se puede leer lo siguiente: “El error más grave de
todos los cometidos por el socialismo es haber construido un Estado
burocrático-militar”. “Y, este error ha distorsionado el socialismo”. “Pero el
proyecto histórico de Marx y Engels consiste, contrariamente, en construir el
socialismo sobre la base política de un Estado que no es ya propiamente un
Estado, un Estado strictu sensu, sino
un semi-Estado, un Estado en extinción”. “Por ello, en las banderas del
socialismo debemos reinscribir la gran consigna de un Estado tipo Comuna de
París”. Empero, por razones ampliamente explicadas, tanto en el primer capítulo
del presente libro como en este capítulo, no postulo, en el período actual,
como correctos, ni el nombre de socialista ni el nombre de comunista para el
partido proletario y, sin embargo, postulo, como ha quedado claro, un Estado
tipo Comuna de París.
[9] OC, t.8,
pp.19 y 21.
[10] OC, t.18,
pp. 165-166.
[11] OC, t.8,
pp.21 y 22.
[12] OC, t.13,
p.249.
[13] Martínez de la
Torre, Apuntes, t. II, p.398.
[14] Esta afirmación de Engels no significa que el Manifiesto hubiera tenido que
denominarse Manifiesto Socialista,
sino simplemente que en 1947 los fundadores tenían a la mano, por así decirlo,
dos denominaciones posibles, la de socialista y la de comunista. Pero, por las
razones expuestas por el propio Engels, el manifiesto solicitado se tituló Manifiesto del Partido Comunista. Es
decir, Marx y Engels tuvieron que elegir (“para nosotros no podía haber duda
alguna sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir”), y, por supuesto,
eligieron bien. En este hecho no existe, pues, ningún margen para creer que el Manifiesto hubiera tenido que titularse Manifiesto Socialista, y que sólo por
razones de coyuntura lleva el título que lleva.
[15] Cursivas nuestras. Es así como Aragón escamotea el
nombre científicamente exacto del Partido. Es así como, inescrupulosamente,
tergiversa las razones que tuvo Lenin para proponer en 1917 el cambio de nombre
del partido ruso, razones expresamente señaladas en Las tesis de abril y en El
estado y la revolución. Esta actitud de Aragón no es, pues, simple
incapacidad de captar la concepción de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre del
Partido, sino oportunismo puro y simple.
[16] Pobreza que se pone en evidencia sobre todo en el
hecho de que su argumento principal consiste en tergiversar el sentido de la
frase de Engels “cuando fue escrito no pudimos titularle Manifiesto Socialista”, y en sostener que, a fines
de la década de 1960, Marx y Engels propusieron el nombre de socialista para el
partido alemán. Es decir, en el hecho de que su argumento tiene como punto de
partida la negación absoluta del nombre científicamente exacto del Partido y
como punto final una propuesta que, de ser cierta, se habría desprendido de las
condiciones concretas alemanas de fines de la década de 1860, y que, por
consiguiente, no negaba ni podía negar aquel nombre científicamente exacto. Por
eso la afirmación de Aragón es un completo absurdo. Pero es precisamente este
absurdo el que esgrime como su argumento principal contra el nombre de
Comunista para el Partido.
(17) Como ha quedado demostrado en mis artículos Radiografía de una falsificación, Respuesta
a Gustavo Pérez y en el presente.
[18] Así llegamos, por fin, a lo que es, sin duda, el
trasfondo de la cuestión, como lo demuestro suficientemente en otra parte. Aquí
señalaré únicamente una prueba adicional que tengo a la mano. En Partido comunista o partido socialista II,
Aragón ha dejado escrito que “la primera generación de 1918 a 1946” fue
“dirigida primero por Mariátegui y posteriormente por Moisés Arroyo Posadas”.
Teniendo en cuenta la actividad práctica y teórica de Arroyo Posadas hasta el
indicado año de 1946, no había ninguna razón para que Aragón no hubiera podido
decir “y posteriormente por Jorge del Prado”, pero, por cierto, no se ha
atrevido a tanto. En un artículo sin firma aparecido en Centenario, año 1995, p.11, titulado Homenaje a Moisés Arroyo Posadas en el 89 aniversario de su nacimiento,
el autor se extiende en elogios al personaje del título y cita dos párrafos de
un artículo de Ramón García, titulado Moisés
Arroyo Posadas, publicado en el Boletín Extraordinario Vertiente, año IV, Nº1, 4.9.91, en los que el autor pretende
reivindicar al personaje, que, ciertamente, en un momento dado cumplió un
determinado papel positivo, pero que, como lo sabe todo el que quiera saberlo,
estuvo comprometido en las desviaciones de derecha que caracterizaron la acción
del PCP durante décadas, y que, en los años 1960, se adhirió al revisionismo
contemporáneo. Sin ninguna duda, el socialismo domesticado tiene algunos
representantes que resultan, por decir así, excepciones por alguna faceta de su
actividad. Pero la actitud del proletariado revolucionario respecto de ellos no
puede ser la del elogio a toda costa. En el artículo Jaurés y la Tercera República, que hace parte de La escena contemporánea, Mariátegui da
un ejemplo de cómo enjuiciar esas excepciones. En un brillante análisis
dialéctico, el maestro revela los aspectos contradictorios de la personalidad
de Jaurés y, con una clara posición de clase y verdadero talento, enjuicia la
concepción, los métodos y la praxis del socialista francés. Pero el artículo
sin firma y los párrafos citados del artículo de García (que por sí solos
hablan del espíritu de todo el artículo), son ejemplos de unilateralidad y, en
resumidas cuentas, no pasan de ser meras apologías de Arroyo Posadas,
verdaderos ejemplos de metafísica, auténticas modelos de encubrimiento del
socialismo domesticado. (Hay que anotar, de paso, que el artículo Homenaje a Moisés Arroyo… se debe
también a la pluma de García). La calificación de Arroyo Posadas como cabeza de
la primera generación después de muerto Mariátegui encierra dos barbaridades:
1) el escamoteo del concepto de lucha entre dos líneas; 2) la reivindicación de
Jorge del Prado en la persona de Arroyo Posadas. Estas dos barbaridades dan una
idea precisa de lo que García y sus repetidores entienden por partido
socialista.
(19) Como ha quedado demostrado en los artículos Contra la arbitrariedad, la manipulación y
la prepotencia, Mariátegui y el
leninismo, Defensa de una verdad
mariateguiana y Un comentario
indispensable. Debemos agregar que, en muchos casos, Aragón tergiversa
también a sus contradictores con la intención de hacerlos vulnerables a sus
divagaciones, como, en lo que toca a nosotros, ha quedado demostrado en los
artículos El desmonte de un infundio,
Puntos sobre algunas íes y en el ya
mencionado Defensa de una verdad.
30.05.2008.
*Este texto es el
capitulo II del libro inédito El Partido
de Mariátegui Hoy: Nombre y Contenido.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
El
Aniversario del PSP y el Liquidacionismo de Derecha
EN EL PROGRAMA DEL PARTIDO, José Carlos Mariátegui dejó sentado: “El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de
lucha”.
Así,
pues, a más de reconocer la verdad
universal del proletariado (“El marxismo-leninismo es el método…”) y establecer
la obligatoriedad de este
reconocimiento (“El Partido Socialista del Perú, lo adopta…”), el maestro definió su personal filiación
doctrinal.
Sin
embargo, en el artículo El movimiento
comunista, Ramón García escribió: “… de las tres consignas básicas [de la
Revolución de Octubre], sólo queda el Marxismo-Leninismo, pero cada vez más
limitada geográficamente a la URSS (1). Este término sólo se encuentra dos
veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina.
Y menos como nueva época. No es casual que su obra se llame Defensa del
Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo” (2).
Con
estas falacias niega el marxismo-leninismo: 1) como la verdad universal del
proletariado; 2) como la base de unidad del PSP; 3) como la filiación doctrinal
de Mariátegui.
De esta forma, pues, García falsifica la
verdad doctrinal del PSP y de su fundador.
En
la Moción aprobada por la Reunión del C.C. del 4 de marzo de 1930, se señala:
“El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia toda tendencia que
signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases.
Condena como oportunista toda política que plantee la renuncia momentánea del
proletariado a su independencia de programa y de acción, que en todo momento
debe mantenerse íntegramente” (Martínez, Apuntes
para una interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.487).
Es
decir, el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo en toda su composición.
Por eso: 1) rechazaba toda fusión con fuerzas políticas diversas; 2) defendía
así su independencia ideológica, política y orgánica.
No obstante, en el artículo 80 aniversario (5), García escribió: “El
PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y
doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente
aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra
historia republicana’”.
Con esta falacia, nuestro personaje
niega el carácter orgánicamente homogéneo del PSP.
De
esta forma, pues, falsifica su verdad orgánica.
En
conclusión, García falsifica la verdad histórica del Partido de Mariátegui.
Para decirlo de otro modo, se ha
aderezado su propio PSP conforme a su designio liquidacionista.
Así, pues, la imagen del PSP que
intenta vender solo existe en su cabeza y en la cabeza de quienes, mostrando su
incapacidad de discernir teóricamente la cuestión o, en su defecto, revelando
desvergonzadamente su espíritu servil, simplemente repiten la falsificación.
¿Por qué García falsifica de la manera
más grosera la verdad histórica del PSP y la filiación doctrinal de Mariátegui?
Porque, para acreditar su proyecto de un partido doctrinariamente variopinto,
necesita utilizar a ambos como coartada.
Como se ha visto, el proyecto de un
partido-amalgama no tiene ningún punto de contacto doctrinal y orgánico con el
Partido de Mariátegui.
Por eso García terminó renunciando
fácilmente a la Reconstitución (3).
En efecto, en el artículo Organización: contenido y forma, escribió: “La propia experiencia, la propia
lucha enseñó a través de la investigación de continuadores, que la
Reconstitución se hundía en un círculo vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha
devenido fiasco en el país”.
Pero la realidad es que lo que devino fiasco fue su reconstitución, entre otras cosas porque desertó de la obligación que tenía de
mantenerse a la cabeza de su grupo, como la tiene cualquier político del
mundo ante sus parciales.
Como es de conocimiento general, en el último
verano García ha cumplido ¡cuarenta años
sentado en su pedestal de cristal!
Habiendo, pues, renegado la Reconstitución, nuestro
liquidador promueve desde hace algunos años una “organización de proyección
nacional” con el concurso de toda clase de oportunismo y revisionismo (4).
En conclusión, el PSP de García (“marxista” no leninista; dos niveles orgánicos
doctrinariamente disímiles, etcétera), no es en modo alguno el PSP de
Mariátegui que los marxistas conocen y reconocen.
Tampoco el Mariátegui del que habla (marxista a
secas, socialista no comunista,
etcétera) es el Mariátegui histórico que los marxistas conocen y reconocen.
Por eso, la publicación, el 7 de octubre pasado, de
un artículo de Manuel Velásquez conmemorando el 86 aniversario del PSP, no es
más que una expresión más de la tramposa actitud del grupo liquidacionista de
utilizar al PSP y a Mariátegui como coartada a efecto de acreditar su proyecto
de un partido pluriclasista (5), contrario por principio al partido fundado en
octubre de 1928.
Es una tremenda hipocresía y una profunda cobardía
que, conmemorando el aniversario del PSP, el grupo liquidacionista no plantee
su oportunista concepción de este partido como “marxista” no leninista; con una
estructura de dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles; con una
dirección secreta; y con masas militantes doctrinariamente variopintas.
José Carlos Mariátegui señaló: “tenemos la
obligación de reivindicar el derecho de la clase obrera a organizarse en un
partido autónomo” (Correspondencia,
t.II, p.490).
En cambio Haya de la Torre dijo: “El
Apra es partido, alianza y frente. ¿Imposible? Ya verá Ud. que sí. No porque en
Europa no haya nada parecido no podrá dejar de haberlo en América” (ibídem, p.378).
Hoy como
ayer, la esencia del debate es: partido de clase o partido pluriclasista.
Por eso, afirmamos: “tenemos la
obligación de reivindicar el derecho del proletariado a organizarse en un
partido de clase, y, por esto, nuestra tarea es Reconstituir el Partido de
Mariátegui”.
En cambio el grupo liquidacionista
dice: “fundemos un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente
disímiles, es decir, un partido-frente, y con este fin utilicemos al PSP y a
Mariátegui como señuelo”.
De esta forma pretende hacer pasar
como de Mariátegui el proyecto de partido de Haya de la Torre.
Esto revela la descomposición
ideológica, política y moral de los liquidadores.
Así, pues, el artículo de Velásquez y
cien artículos más que puedan escribir él mismo o algún otro liquidador sobre
el PSP y su fundador, siempre serán inútiles,
pues siempre se sabrá que detrás de su letra se encontrará la falsificación de
la verdad histórica del PSP y de José Carlos Mariátegui, o, para decirlo en
otras palabras, la negación del partido de clase.
Esto es una verdad que ninguna falacia
puede negar sin revelar una torcida fisonomía mental.
Notas
[1] Observe el lector que García reduce el
marxismo-leninismo a la condición de una simple “consigna”, siendo que es un
concepto que expresa el desarrollo de la teoría del proletariado.
[2] Este barato argumento estadístico y, en general, las
falacias citadas fueron objeto de una puntual crítica, ante la cual lo mismo
García que sus repetidores no pudieron presentar ni un solo argumento que al
menos pueda llamarse serio.
[3] En realidad, García renegó la Reconstitución desde
mucho antes: desde que, hace más o menos quince años, comenzó a falsificar
sistemáticamente la verdad doctrinal y orgánica del PSP. De modo que cuando
finalmente llegó a lo que tenía que llegar: al abandono de la palabra
Reconstitución, fue porque hacía mucho la había renegado como concepto, pues la Reconstitución es la Reconstitución del
Partido de Mariátegui o no es nada.
[4] Expresión de ello fue que, en 2012, el grupo
liquidacionista hizo todo lo posible por fusionarse con el PCP-Unidad,
representante tradicional del revisionismo en nuestro país, fracasando sin
embargo en el intento.
[5] El partido de masas que propone
García, es un partido pluriclasista no por
el diverso origen de clase de sus militantes, sino por su diversa posición ideológica, es decir, es un partido
pluriclasista en el sentido socialdemócrata del término. En esta misma línea,
el grupo liquidacionista pretende hacer pasar el Centenario de la revista Nuestra Epoca como el Centenario del
Socialismo Peruano. Oportunamente hemos demostrado que ambas cosas no son lo
mismo. Pero a fin de que el lector se percate con toda precisión de qué hay
detrás de aquella pretensión, citaré una afirmación de Velásquez que expresa el
hecho de que los liquidadores no distinguen entre socialismo reformista y
socialismo marxista. He aquí la aludida afirmación: “el año 1918 [se refiere a
la aparición de Nuestra Epoca]… es un
año clave para el Socialismo Peruano, porque
marca la orientación definitiva de Mariátegui” (carta a Miguel Aragón del 29.01.2011;
cursivas y elipsis mías). Pero cualquier marxista con dos dedos de frente sabe
que lo que marcó “la orientación definitiva de Mariátegui” fue su asimilación
al marxismo en la segunda mitad de 1920. La afirmación de Velásquez demuestra,
pues, algo que hace mucho hemos sostenido: la
intención de pasar el Centenario de Nuestra Epoca por el Centenario del
Socialismo Peruano es diluir el socialismo marxista en el variopinto mapa del
socialismo en general.
02.04.2015.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
En el 87
Aniversario de la Fundación del PSP
E.I.
I
DESLINDANDO CON HAYA, LOS FUNDADORES, con Mariátegui a la
cabeza, señalaron en la carta colectiva de abril de 1928: “Los elementos de
izquierda que en el Perú concurrimos a su formación [a la formación del Apra], constituimos de hecho -y organizaremos formalmente– un grupo o Partido
Socialista, de filiación y orientación definidas…” (1).
Como se ve, medio año antes de la
Reunión de Barranco, los fundadores señalaron que constituían “de hecho” “un grupo o Partido Socialista”, no obstante
que entonces no estaban “formalmente” constituidos como una u otra cosa.
Esta distinción entre lo factual y lo
formal, esta preeminencia que los fundadores le daban a la realidad esencial
sobre la realidad fenoménica, es especialmente importante para entender el
significado histórico de la Reunión del 7 de octubre de 1928.
En efecto, formalmente, la Reunión de Barranco constituyó el “grupo
organizador del Partido”. Esto es indiscutible. Sin embargo, dado el curso
seguido por el proceso de Constitución, dicha Reunión aparece de hecho como la Reunión Fundacional del
PSP. Esto también es indiscutible.
II
José Carlos
Mariátegui fue un dirigente marxista-leninista.
Efectivamente, al proponer, en su
proyecto de programa, el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP,
puso en claro su personal filiación doctrinal.
Sin embargo, el grupo liquidacionista
que encabeza Ramón García, niega el marxismo-leninismo de Mariátegui (2).
El
Partido Socialista del Perú fue un partido marxista-leninista: la Reunión
de Barranco aprobó, en primera instancia, la base de unidad propuesta por
Mariátegui y, en 1929, al acordar el programa del Partido, el Comité Ejecutivo
la ratificó definitivamente.
No obstante, el grupo liquidacionista
niega la filiación marxista-leninista del PSP (3).
Dada
su filiación, el PSP fue un partido doctrinaria y orgánicamente homogéneo.
En pocas palabras, el PSP fue un partido de clase.
Pero el grupo liquidacionista pretende
vender la idea de que el PSP fue un partido con dos niveles orgánicos
doctrinariamente disímiles entre sí, es decir, un partido doctrinaria y
orgánicamente heterogéneo (4).
Así, pues, con su falacia de que el
PSP fue un partido doctrinariamente variopinto, el grupo liquidacionista niega
su carácter de clase.
En suma, los liquidadores falsifican
la filiación doctrinal de Mariátegui y la verdad histórica del PSP, porque
creen que así pueden pasar su proyecto de “una organización de proyección
nacional” con todo tipo de oportunismo y revisionismo.
De esta forma utilizan a Mariátegui y
al PSP como señuelo. Pero, claro está, a
un Mariátegui y a un PSP previamente falsificados.
Y, de esta forma, han renunciado a la
Reconstitución.
III
Los documentos que prueban la filiación
marxista-leninista de Mariátegui y la homogeneidad doctrinal y orgánica del PSP
son tan incontestables, que su negación por parte del grupo liquidacionista no
puede atribuirse a incapacidad intelectual, sino a una premeditada intención de
falsificar la verdad histórica.
Como es obvio, semejante actitud
revela una absoluta deshonestidad y expresa descomposición ideológica y moral
(5).
IV
En el 87 Aniversario de la Fundación
del Partido Socialista del Perú, nos ratificamos en la defensa intransigente de
la Creación Heroica de Mariátegui, y,
con énfasis particular, en la defensa de la filiación marxista-leninista
de Mariátegui y de la verdad doctrinal y orgánica del PSP.
Igualmente,
nos ratificamos en la necesidad de desarrollar la Creación Heroica de
Mariátegui y, especialmente, la teoría del partido del proletariado peruano.
V
Lenin
escribió: “Si aún se pueden tolerar unas suelas delgadas y endebles cuando se
tiene que caminar por las calles urbanizadas de una pequeña ciudad de
provincias, cuando hay que subir a una montaña son imprescindibles unas suelas
gruesas y bien herradas” (La bancarrota
de la II Internacional, ibídem,
p.267).
Defender y desarrollar la Creación
Heroica de Mariátegui, defender el partido de clase, llevar hasta el fin la
Reconstitución, construir el frente unido del pueblo peruano, es subir a una montaña.
Así, pues, en el contexto de la crisis
del capitalismo mundial y de la agudización de la lucha de clases tanto a
escala nacional como internacional, los continuadores conscientes de Mariátegui
escalamos la alta montaña que es construir los instrumentos materiales de la
revolución.
Desde luego, el trayecto no es recto ni
fácil; por el contrario, es tortuoso y difícil.
Pero, de todos modos, escalamos…
De
suyo se comprende que subir a una montaña tan magna no es ni puede ser tarea
exclusiva del Comité de Reconstitución
José Carlos Mariátegui ni de ningún otro organismo por separado.
Por
eso, si no ahora, mañana o pasado mañana, los agonistas del Socialismo Peruano
nos encontraremos en el camino.
Entonces, y solo entonces, será
posible coronar la construcción de los instrumentos materiales de la
revolución.
Y cuando lo hayamos logrado, podremos exclamar: ¡HEMOS
ALCANZADO LA CIMA DE LA MONTAÑA!
Notas
[1]
Martínez,
Apuntes para una interpretación marxista
de historia social del Perú, t.II, p.301; cursivas nuestras. Es menester señalar que la carta colectiva fue redactada por
Mariátegui. La distinción que hace allí el maestro entre el hecho de la
existencia del partido y su formal fundación (y la prevalencia de lo primero
sobre lo segundo, es decir de lo esencial sobre lo formal), coincide
absolutamente con los siguientes juicios de Lenin sobre la Tercera
Internacional: “Hoy que la Liga Espartaco, con jefes tan famosos y conocidos en
todo el mundo, con tan fieles partidarios de la clase obrera como Liebknecht,
Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin y Franz Mehring, ha roto definitivamente toda
relación con los socialistas del tipo de Sheidemann y de Südekum, esos
socialchovinistas (socialistas de palabra y chovinistas de hecho) que se han
cubierto para siempre de vergüenza aliándose con la rapaz burguesía
imperialista de Alemania y con Guillermo II; que la Liga Espartaco se ha
intitulado ‘Partido Comunista de Alemania’, es ya un hecho la fundación de la III Internacional, de la Internacional Comunista verdaderamente
proletaria, verdaderamente internacionalista, verdaderamente revolucionaria. Formalmente, esta fundación no ha sido
refrendada, pero, de hecho, la III Internacional existe ya” (Carta a los obreros de Europa y de América,
en Contra el revisionismo, p.488;
cursivas en el original; negritas nuestras).
[2]
De esta forma los liquidadores se suman, con verdadera desvergüenza, al coro de
quienes niegan la conocida filiación doctrinal del maestro.
[3]
Es indiscutible, por lo tanto, que los liquidadores se oponen a la parte
doctrinal del programa del PSP: la adhesión al marxismo-leninismo.
[4]
Esta falacia, en realidad, es de Julio Portocarrero y Hugo Pesce. Lo que hace
García es repetirla servilmente, lo que demuestra que ni siquiera tiene el mérito
de la originalidad.
[5]
Esta descomposición será motivo de tratamiento específico en otro lugar.
07.10.2015.
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