martes, 2 de diciembre de 2014

Literatura


Criticando al Crítico


Julio Carmona


Revisando el libro de Carlos Araníbar (2013). Ensayos. Historia, literatura, música. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, vemos que, refiriéndose al libroLa multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú (1929[1]), del —por otra parte— ilustre historiador Jorge Basadre, dice que fue «Obra pionerade rastreo en vena sociológica, analiza el papel de las masas desde la invasión en el XVI, rompe la plantilla histórica de rutina y hace cómodo sitio al nuevo e inquietante factor social, el ser colectivo como lozana categoría de análisis.» (pp. 86-87). Si entendemos el significado del adjetivo «pionera» aplicado a dicha obra como aquello «que inicia la exploración de nuevas tierras» o «que da los primeros pasos en una actividad humana» (DRAE), es evidente que Araníbar exagera su apreciación al darle ese estatus a la obra de Basadre, pues ese mérito le corresponde a los 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) de José Carlos Mariátegui. Y es algo que se desprende de alguna parte del texto de Basadre; dice,  por ejemplo: «Algunos lo nombran [al regionalismo] al realizar una prédica motivada por razones geográficas o mejor dicho literarias condenando a Lima y a la costa. Se explicaba esta prédica en escritores de cultura netamente artística, sin bases mentales económicas ni sociológicas: como gesto estético, moral o biliar. No se explica en mentalidades socialistas. Los problemas que abarca el socialismo no son geográficos, ni metereológicos (sic: meteorológicos), ni locales: son sociales y económicos.» (Basadre, 1947: 173).

Y en 1931, año de la primera edición de Perú: Problema y posibilidad,[2] Basadre reconocerá esa calidad pionera de JCM. Ahí dice: «Por mucho tiempo fue escasa la gente con opiniones definidas sobre el problema de la tierra, el problema del indio, el problema del centralismo, el problema de la educación, el problema económico, etc.[3] Así se explica —continúa Basadre— que pudiera tocar tierra virgenel periodista que les dedicó un libro.» (op. cit.: 192-193. Cursiva nuestra).[4]Y, más adelante, Basadre concluye: «Nadie podrá arrebatarle a Mariátegui el título de iniciador de los estudios socialistas en el Perú. Nadie tendrá derecho a dejar de admirar su consagración a la cultura y a la justicia social en un ambiente frío y envenenado.» (199). Y, por último, en la p. 220 dice: «El problema del Perú, como acertadamente viera José Carlos Mariátegui, es ante todo económico-social.»

De tal suerte, pues, que no creemos que aquello que escribiera Basadre, en 1929sobre las «mentalidades socialistas» ajenas a lo social y lo económico, lo hiciera refiriéndose a JCM, pues un año antes de esa publicación ya se había producido lade su libro pionero. Y en este leemos lo siguiente: «A todos los observadores agudos de nuestro proceso histórico, cualquiera que sea su punto de vista particular, tiene que parecerles igualmente evidente el hecho de que las preocupaciones actuales del pensamiento peruano no son exclusivamente políticas —la palabra “política” tiene en este caso la acepción de “vieja política” o “política burguesa”— sino, sobre todo, sociales y económicas.» (JCM, 1980: 198). Y, también obviamente, JCM no escribió esto suponiendo que Basadre escribiría lo otro, dada la diferencia de fechas en la publicación de sus textos (que ya hemos aducido). Por lo demás, ya JCM precaviendo objeciones de ese tipo por parte de sus adversarios (que no era el caso de Basadre) había escrito en otro momento de su libro:

Quienes desde puntos de vista socialistas estudiamos y definimos el problema del indio, empezamos por declarar absolutamente superados los puntos de vista humanitarios o filantrópicos, en que, como una prolongación de la apostólica batalla del padre de Las Casas, se apoyaba la antigua campaña pro-indígena. Nuestro primer esfuerzo tiende a establecer su carácter de problema fundamentalmente económico. Insurgimos primeramente, contra la tendencia instintiva —y defensiva— del criollo o “misti”, a reducirlo a un problema exclusivamente administrativo, pedagógico, étnico o moral, para escapar a toda costa del plano de la economía. Por esto, el más absurdo de los reproches que se nos pueden dirigir es el de lirismo o literaturismo. Colocando en primer plano el problema económico-social, asumimos la actitud menos lírica y menos literaria posible. No nos contentamos con reivindicar el derecho del indio a la educación, a la cultura, al progreso, al amor y al cielo. Comenzamos por reivindicar, categóricamente, su derecho a la tierra. Esta reivindicación perfectamente materialista, debería bastar para que no se nos confundiese con los herederos o repetidores del verbo evangélico del gran fraile español, a quien, de otra parte, tanto materialismo no nos impide admirar y estimar fervorosamente. (op. cit.: 50).[5]

Es más, desde el comienzo del primer ensayo, JCM —con ejemplar honestidad intelectual— reconoce el vínculo ideológico de su pensamiento, pues dice que ‘desde su primer esfuerzo marxista ha fundamentado el estudio de la historia peruana en el hecho económico’ (op. cit.: 16).

Y, en la misma perspectiva, hay más en torno a las ideas de Basadre, expuestas por Araníbar, en relación con estos tópicos que involucran a JCM y al socialismo. Refiriéndose Araníbar a Perú: problema y posibilidad, dice que «Cierra el libro un diáfano examen de la realidad peruana, tan pugnaz, tan iluso», y cita al autor: «“Pero el socialismo vendrá”, augura en la página final. Con todo y eso no vislumbra el de dialécticas y dogmas, sino el que “es, ante todo, un modo de abordar los problemas y un espíritu” y una “marcha hacia una mayor justicia social”.» (op. cit.: 87).

Y, en efecto, ese es el pensamiento de Basadre respecto del “socialismo real”, como se llamaba al socialismo que lideraba la Unión Soviética. Pero no debe perderse de vista que «Unión Soviética» no era sinónimo de marxismo. El marxismo era entonces —y lo ha sido siempre— una guía para la acción; y, por ende, los resultados contingentes de esa acción no son de su responsabilidad absoluta. Pero Basadre —que haceen este sentido una apreciación justa— cae en el prejuicio de las «mentes cultivadas» que consideran como parte del marxismo «todos los detalles» de la acción contingente de quienes lo usaron como guía. Dice: «Es difícil para una mente cultivada encontrar en todos los detalles del marxismo una absoluta verdad objetiva»; pero, de inmediato, reconoce que «es difícil para un observador leal de la historia desconocer la formidable eficacia práctica que el marxismo ha tenido.» Ergo: la defección o la eficacia que se pueda atribuir al marxismo deben ser cargadas al debe o al haber de sus actores en su momento específico. Y ni la una ni la otra deben ser tomadas como «calco o copia».

Pero, sí, siempre, el marxismo debe ser su inspirador, su guía para la acción. Porque —como con pertinencia incide Basadre— al unísono de «la marcha de la humanidad como un juego dialéctico de fuerzas objetivas» [como «El marxismo mira»] «es fácil constatar que al lado de ellas también actúan factores sicológicos e individuales en acción y reacción.» (247). Pero si eso que advierte Basadre «es fácil de constatar» sería mezquino suponer que el marxismo acepte solo «las fuerzas objetivas» y menosprecie o ignore las fuerzas subjetivas que releva Basadre.Precisamente, ese juego dialéctico a que él hace alusión, y que es propio del método del marxismo, contempla en su raíz esa contraposición de contrarios, como una unidad en contienda: entre objetividad y subjetividad.

La expresión de Basadre “Pero el socialismo vendrá”, relevada por Araníbar (calificándola de ‘pugnaz’ e ‘ilusa’), en efecto, corresponde a la parte final de Perú: problema y posibilidad, en su primera edición. Y ahí no se nota que Basadre marque una distancia excesiva con el marxismo para decir —como lo hace Araníbar— que en su idea de socialismono «se vislumbra el de dialécticas y dogmas», expresión esta con la que,esobvio,Araníbar pretende aludir al marxismo. Y no es así, porque en el texto citado, de manera explícita, Basadre dice lo contrario: «… los mejores sectores del socialismo encuadran esta evolución dentro de las pautas que fija el marxismo.»

La distancia con el marxismo la tomará Basadre en 1978, en la segunda edición de Perú: Problema y posibilidad,que va seguida de unas Reconsideraciones hechas por el mismo autor,en las que trata ya de un socialismo acorde con las propuestas de los ideólogos postmodernos. Y es así que dice: «La filosofía implícita en todas y cada una de las consideraciones anteriores tiene una inspiración socialista.» Pero esta inspiración socialista —dice— «Rechaza el status quo al que considera como caldo de cultivo para una rebelión desde abajo con imprevisibles consecuencias.» O sea que está rechazando el sistema capitalista que con todos sus horrores, es decir, con su indiferencia respecto de la miseria en que viven «los de abajo» lo único que hace es convertirse en una bomba de tiempo que alimenta a la revolución violenta, y Basadre pretende que esta se puede evitar con un socialismo humanitario que, obviamente, si no se conquista con la revolución sí se lograría por la vía electoral.

Pero, a renglón seguido de la cita precedente, dice que ese socialismo por él postulado: «No acepta tampoco la eventualidad de que nos convirtamos en satélites adicionales del mundo totalitario [referencia a la Unión Soviética de entonces], o sea una especie de Bulgaria sudamericana.» (pp. 412-413). Y luego discurre con la propuestadeun socialismo idealista, mezcla «del liberalismo que tiene raíces cristiano-judeo-greco-latinas» y los adelantos tecnológicos del mismo capitalismo.

Y Basadre concluye su mescolanza ideológica de la siguiente manera: «Ya hemos tenido vislumbres de este socialismo “con rostro humano” en Checoslovaquia, en Suecia, en Israel, con defectos que cabe superar; en los planes y en las esperanzas de un sector, el más respetable, de los disidentes soviéticos; en algunas teorías de la “nueva izquierda”. En suma, este socialismo que reivindica a todos los que trabajan, en las más diversas esferas, quiere ser compatible con la sociedad abierta de que habló Karl Popper.» (p. 414).

Obvian los comentarios, porque ya desde los días de José Carlos Mariátegui, los socialistas decimos con el Amauta que «Con el sector político con el que no me entenderé nunca es el otro: el del reformismo mediocre, el del socialismo domesticado, el de la democracia farisea. Además, si la revolución exige violencia, autoridad, disciplina, estoy por la violencia, por la autoridad, por la disciplina. Las acepto en bloque, con todos sus horrores, sin reservas cobardes.»


[1] La edición la edición que manejamos nosotros es de 1947, Lima: Editorial Huascarán.
[2] La versión manejada por nosotros es su facsimilar de 1978, Lima: Banco Continental.
[3] Sólo fala que mencione «el factor religioso» y «el proceso de la literatura» para que complete los 7 ensayos de JCM.
[4] No queremos apresurar una interpretación negativa a esta alusión que de JCM hace Basadre; pero es obvio que no está a la altura de Amauta y conductor de la revolución socialista peruana.
[5] Obsérvese el uso que hace JCM del plural de la primera persona, llamado también “plural de modestia”. Y hacemos la atingencia porque el mismo Araníbar (entre otros autores) desliza un reparo a este uso atribuyéndoselo al poeta Francisco Bendezú. Dice: «Alguna vez aludía a los infatuados que hablan de sí mismos en plural mayestático»(op. cit. p. 149), es decir, el «nosotros» o plural del «yo».

1 comentario:

  1. Excelente, pero me hubiese gustado que aparezca del proceso de la literatura.

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