Las Dimensiones de la Realidad:
El
Surrealismo en el Mundo.
(Primera Parte)
Jorge Oshiro
Las dimensiones de la realidad: El
surrealismo.
El alma matinal: Octavio Paz y el
Surrealismo[1]
El surrealismo como actitud humana.
"Día a día se hace más patente que
la casa construída por la civilización occidental se nos ha vuelto prisión,
laberinto sangriento, matadero colectivo. No es extraño, por tanto, que
pongamos en entredicho a la realidad y que busquemos una salida".
Se puede
apreciar que el punto de partida del poeta mexicano es el mismo que el del
revolucionario peruano: la crisis de la cultura occidental. Pero es remarcable
el acento que pone Octavio Paz en el «aspecto violento» de esta crisis:
«laberinto sangriento, matadero colectivo», dice él.
Mariátegui
reflexionaba después de la Primera Guerra Mundial y el triunfo de la Revolución
Rusa, cuyo efecto se sentía en todos los países del globo. Octavio Paz lo hace
después de la Segunda Guerra Mundial con el afianzamiento y desarrollo de los
Estados Unidos como el primer poder imperialista en el mundo y de la
propagación, fortificación y establecimiento del estalinismo en el movimiento
obrero a nivel internacional.
Mariátegui es
un pensador que le toca vivir un período que él mismo denomina revolucionario.
Oscar Paz es un poeta que vive (en el momento de su conferencia sobre el
Surrealismo), la época de la «Guerra Fría», la guerra de Corea, del Mackartismo
y la persecusión y aniquilamiento de la oposición contra Stalin, (Trotsky había
sido asesinado en 1940), es decir, una época de reconstrucción capitalista
europea en un ambiente de violencia (el recuerdo de las bombas en Hiroshima y
Nagasaki era aún sentida); en una palabra a Octavio Paz le toca vivir un
período de reflujo revolucionario y, para decirlo con una palabra
mariateguiana, de un cierto «desencantamiento» frente a la Revolución.
Este cuadro
diferente en el cual ambos pensadores latinoamericanos viven se va a reflejar
también en su apreciación del surrealismo. Pero el punto de partida es el
mismo: la realidad que les tocaba vivir era para ellos negativa y por lo tanto
era imprescindible superarla. Octavio Paz:
"No es
extraño, por tanto, que pongamos en entredicho a la realidad y que busquemos
una salida" (op.cit.).
El poeta mexicano continúa en el mismo
pasaje:
"El
surrealismo no pretende otra cosa: es un poner en radical entredicho a lo que
hasta ahora ha sido considerado inmutable por nuestra sociedad, tanto como una
desesperada tentativa por encontrar una vía de salidad".
No en busca de una salvación, continúa
el poeta, sino de una salida hacia la «verdadera vida». Para Mariátegui la
civilización occidental estaba en disolución, de erosión cultural-moral; para
Octavio Paz ella se estaba reconstruyendo con la ayuda intensa de la
tecnología, la ciencia y las máquinas, naturalmente fundamentada en un
racionalismo, cientifismo y un positivismo cada vez más encarnizados. En ese
sentido escribe:
"Al mundo
de «robots» de la sociedad contemporánea el surrealismo opone los fantasmas del
deseo, dispuestos siempre a encarnar en un rostro de mujer" (op.cit.).
Con esto pone Octavio Paz las bases
teóricas de su interpretación del surrealismo. Al mundo de los «robots», es
decir al mundo de la técnica, de la ciencia, al mundo cartesiano de la Razón,
va oponer el mundo de los cuerpos vivientes, de los deseos, es decir el mundo
spinoziano del Conatus, aquí, expresado poeticamente, en «un rostro de mujer».
Pero seguir ese «rostro de mujer» es
"seguir
a esa muchacha que sonríe y delira, internarse con ella en las profundidades de
la espesura verde y oro, en donde cada árbol es una columna viviente que canta,
es volver a la infancia".
Este pasaje intensamente poético tiene
diversidad de elementos significativos. La muchacha es el Deseo, «que sonríe y
delira», o sea que expresa la vida por su afirmación de la alegría y la
superación de los límites de una razón controladora.[2]
«Internarse con ella en la espesura verde y oro, en donde cada árbol es una
columna viviente» expresa el deseo del retorno a la Naturaleza, más allá de la
«ciudad», símbolo del dominio controlado por la Ciencia,«es volver a la
infancia», no solamente a la infancia individual sino también del género
humano, a la infancia mitológica.[3]
Esos poderes
intactos, continúa el poeta, "constituyen nuestra manera propia de ser y
se llaman: imaginación y deseo". Octavio Paz, siguiendo a los
surrealistas, define al hombre no por su Razón, sino por algo aún más original
y fundamental, su Deseo; y no por el pensar científico-cartesiano, (ni mucho
menos por su pensar instrumental) sino por la base de ella, por su pensar
espontáneo no-cosificado, cuando éste es creador, en otras palabras, por su
imaginación:
"El
hombre es un ser que imagina y su razón misma no es sino una de las formas de
ese continuo imaginar" (op.cit.).
A la «Razón-Pensamiento» opone el par
«Sentimiento-Imaginación» como lo anterior, no solamente en el sentido
cronológico sino también en la profundidad ontológica del fundamento. Y ¿qué es
este «imaginar», este «desear»?.
Como ya se ha
desarrollado en otra parte de este trabajo en el análisis de la Potencia
spinoziana, el deseo y la imaginación no se define por lo que es, sino por su
negación dialéctica, por lo que no es, por su proyección en el futuro: Octavio
Paz escribe en este sentido:
"En su
esencia, imaginar es ir más allá de sí mismo, proyectarse, continuo
trascenderse" (op.cit.).
Pero reiteremos con Octavio Paz, que el
ser humano imagina porque desea y en ese sentido escribe él:
"...el
hombre es el ser capaz de transformar el universo entero en imagen de su
deseo".
Y no en el sentido «subjetivo» que fuga
ante la realidad, sino en el sentido más genuinamente revolucionario. "Y
por esto es un ser amoroso, sediento de una presencia que es la viva imagen, la
encarnación de su sueño". Esta «presencia», «viva imagen», «encarnación de
su sueño» es a la vez la mujer amada como la sociedad libre.
"Movido
por el deseo, aspira a fundirse con esa imagen y, a su vez, convertirse en
imagen".[4]
Octavio Paz continúa:
La máxima de
Novalis: "el hombre es imagen", la hace ya suya el surrealismo. Pero
la recíproca también es verdad: "la imagen es el hombre". El hombre
es su proyección, es la Potencia proyectada. Pero el hombre no es un mero ser
pasivo portador de esta imagen.
El
surrealismo en cuanto parte del Deseo y de la Imagen no puede ser reducido a
una escuela ni aun fenómeno únicamente contemporáneo. Octavio Paz:
"El
surrealismo es una actitud del espíritu humano. Acaso la más antigua y
constante, la más poderosa y secreta".
En este sentido habría que relacionarlo
con la mitología antigua, en la antigua Grecia con la figura de Dionisos.
El surrealismo como rebelión
Pero lo fundamental del Surrealismo es
su actualidad como rebelión:
"Movimiento
de rebelión total, nacido de Dadá y su gran sacudimiento, el surrealismo se
proclama como una actividad destructora que quiera hacer tabla rasa con los
valores de la civilización racionalista y cristiana" (op.cit.).
Pero a diferencia del movimiento Dadá es
el surrealismo una empresa revolucionaria que aspira a transformar la realidad.
La primera gran rebelión es dirigida contra la cosificación de la realidad:
"Los
entes y objetos que constituyen el mundo se nos han vuelto cosas útiles,
inservibles o nocivas. Nada escapa a esta idea del mundo como un vasto
utensilio: ni la naturaleza, ni los hombres, ni la mujer misma: todo es un
para... ¡todos somos instrumentos! (op.cit.).
Este es su anticapitalismo. El se niega,
por otro lado, ver la realidad como un conglomerado de cosas buenas o malas,
"unas henchidas del ser divino y otras roídas por la nada. Este es su
anticristianismo", dice Octavio Paz. Esta idea de moral y utilidad le son
extranjeras.
Pero el
Surrealismo es una rebelión contra el reduccionismo cientifista de pretender
ver la realidad «neutralmente» a la manera del hombre de ciencia , es decir se
niega ver el mundo como un objeto o grupo de objetos desnudos de todo valor,
desprendidos del espectador.
Según el
surrealismo nunca es posible ver «el objeto en sí»; siempre está iluminado por
el ojo que lo mira, siempre está moldeado por la mano que lo acaricia, lo
oprime o lo empuña. En este sentido retoman la fórmula de Arnim: «Discierno con
pena lo que veo con los ojos de la realidad de lo que veo con los ojos de la
imaginación».
Naturalmente,
dice el poeta,
"se
trata de los mismo ojos, sólo que sirviendo a poderes distintos". Así la
poesía "vuelve a ser una operación mágica".
La liberación del subconsciente y «los
campos magnéticos»
Las imágenes de los sueños proporcionan
ciertos arquetipos para esta subversión de la realidad. La locura, ese discurso
marginado de la sociedad, según Foucault, es tomada en serio e integrada en el
discurso surrealista. Todas estos métodos subversivos tienden a
"abolir
esta realidad que una civilización vacilante nos ha impuesto como la sola y
única verdadera".
Rota la hegemonía del racionalismo
utilitario,
"el
mundo no se presenta ya como «un horizonte de utensilios», sino como un campo
magnético. Todo está vivo: todo habla o hace signos".[5]
Y en esta perspectiva se reconquista
aquello que el racionalismo había oprimido:
"Espacio
y tiempo vuelven a ser lo que fueron para los primitivos: una realidad
viviente, dotada de poderes nefastos o benéficos, algo en suma, concreto y
cualitativo, no una simple extensión mensurable".
La crítica anti-cartesiana no puede ser
más manifiesta:
"Mientras
el mundo se torna maleable al deseo, escapa de las nociones utilitarias y se
entrega a la subjetividad".
"Mientras el mundo se torna
maleable al deseo" dice el poeta. Traducido filosóficamente:
"mientras se considere la realidad dentro de una relación dialéctica de
individuos (en el sentido spinoziano) que se interaccionan, es decir, que son a
la vez modos de una misma sustancia y son activos y pasivos, en otras palabras,
mientras se considere el mundo dentro de la visión del determinismo de lo
viviente (Spinoza:Et.I Prop.28), «escapa de las nociones utilitarias», es decir
no se caerá en el racionalismo utilitario.
Esto quiere
decir que la conciencia no se verá como una entidad ontológicamente diferente
al conjunto de la realidad llamada «Naturaleza», ni ella podrá ver a ésta como
pura pasividad y por lo tanto como «medio para un fin», o sea, no verá al
«hombre en la Naturaleza como un imperio dentro de otro imperio"
(Spinoza,III.Introd.).
El poeta
mexicano lo traduce poéticamente:
«el mundo no
se presenta ya como un «horizonte de utensilios» sino como un campo magnético».
«Campo magnético»: magnífica fórmula
para manifestar la interrelación de causalidad recíproca de modos individuales
que expresan un mismo atributo.
El
surrealismo abandona el campo teórico cartesiano del Sujeto-Objeto y retoma
para sí el campo teórico spinoziano del determinismo de lo viviente.
Y es dentro
de este sistema, donde no hay sujetos, y por lo tanto no puede haber objetos,
donde hay sólo individuos vivientes, que actúan (y sufren la acción de
otros individuos) siguiendo las determinaciones de la ley de la perseverancia
en el ser (Spinoza:«in suo esse perseverare conatur»:Et.III.Prop.6) que puede
afirmar el poeta «el mundo se torna maleable al deseo, y se entrega a la
subjetividad».
Aquí el
fenómeno no es meramente «exterior», aquí ni siquiera se trata de un
«fenómeno», es decir lo que "aparece a la conciencia, sino de un
«Erlebnis», vivencia de una totalidad sentida, interior y exteriormente a la
vez, por lo tanto muy superior y mucho más compleja e intensa que la mera observación
del fenómeno.
En el momento
que el pensamiento abandona el terreno teórico cartesiano, en el momento que
destruye el esquema «sujeto-objeto», escribe el poeta:
"Aquí la
subversión adquiere una tonalidad más peligrosa y radical. Si el objeto se
subjetiviza, el yo de disgrega"[6].
El «yo» que se disgrega aquí es el «yo
cartesiano», el yo del famoso «cogito ergo sum». Es el yo «objetivizador», es
el yo de la ciencia observadora, es el «yo-substancia», ontológicamente
diferente al «objeto» de su observación.
Esta ruptura
del «yo cartesiano», esta ruptura del «yo- subjetivo» y el «yo-objetivo», ya la
habían efectuado los poetas. A esto agrega el poeta mexicano que a dos mil años
de distancia los poetas occidentales descubren una enseñanza central en la religión
budista:
"el yo
es una ilusión, una congregación de sensaciones, pensamientos y deseos"
(op.cit.).
Pero la referencia que nos ofrece
Octavio Paz al budismo, temo, que más que aclarar la cuestión, la oscurece. Es
necesario distinguir entre una concepción filosófica racionalista cartesiana
del yo, predominante en el pensamiento burgués occidental y la realidad
(natural, histórica y cultural) de cada individualidad concreta.
Cuando se
afirma que «la corriente temporal del yo se dispersa en mil gotas coloreadas»
no se refiere el poeta naturalmente a la individualidad concreta y real de tal
o cual persona. Lo que se afirma es que la idea de un «yo-sustancia»
independiente y «detrás» de todas las apariencias es una ilusión.
En ese
sentido la fenomenología ha puesto las cosas en claro. Pensar que destruido el
«yo-sustancia», nos diluímos en un azar de fenómenos sin consistencia es
todavía moverse en el plano cartesiano-idealista.[7]
Lo que es necesario aquí es cambiar de terreno teórico, cambiar de perspectiva.
Lo que diferencia los diversos individuos en la realidad no es la sustancia,
sino la potencia contenida en cada individuo. Y esta potencia es Conatus, es
decir, Deseo.
Pero este
Deseo (siempre individual, es decir, modal) no es un deseo «puro», ni «libre».
Es un Deseo condicionado, determinado dentro de una infinidad de
concatenaciones causales.[8]
En la proposición siguiente va afirmar Spinoza que «es imposible que el hombre
no sea una parte de la Naturaleza y que no pueda padecer otras mutaciones...» y
de esto se sigue, en el corolario, que el hombre está necesariamente sometido
siempre a las pasiones.
Es decir que
una gran parte de su modo de ser del hombre es «pasividad», son pasiones. Es
imposible que el hombre no tenga hambre, no tenga sed, no sienta el deseo de
amar. Y el ser del «yo» lo constituye ontológicamente esto que llamamos hambre,
esta sed, este deseo de amar. «Yo» soy el hambre que siento, esta sed, este
deseo de amar. Pero es importante de reiterar que yo soy consciente de ello.[9]
Esta conciencia es primeramente una conciencia espontánea. Pero además de la
conciencia espontánea el hombre es consciente de ser consciente, es decir tiene
también una conciencia reflexiva, la «idea ideae» spinoziana.
Es esta
conciencia reflexiva la que permite la aparición de la "claridad y
distinción" del propio yo en el mundo. Y a través de esta conciencia de la
conciencia somos 'nosotros' y somos 'otros' a la vez, es decir, introduce la
aparición del «sí-mismo» en el mundo como posibilidad y como necesidad.
Y con la
conciencia reflexiva se echa las bases del conocimiento de que el hombre en su
momento original no es «sí-mismo», en otras palabras, la conciencia reflexiva
nos hace conscientes de nuestra alienación, de nuestro «pecado original».[10]
El surrealismo
era consciente de todo esto. Sabía que el hombre como Deseo estaba determinado,
de allí su búsqueda de la liberación de estos determinismos. El surrealismo
expresa esta búsqueda en la "escritura automática",[11]
o sea:
"El
dictado del pensamiento no dirigido, emancipado de las interdicciones de la
moral, la razón o el gusto artístico".
Vemos que la «escritura automática» no
era otra cosa que el intento de superar la conciencia racionalista por un
retorno a la conciencia espontánea, un retorno a la virginidad anterior,
protegida por la conciencia reflexiva
que se defiende de la sociedad establecida e dominante con todo el
complejo de prohibiciones y mandatos que esto implica. Como se puede suponer:
"Nada
más difícil que llegar a este estado de suprema distracción. Todo se opone a
este frenesí pasivo, desde la presión del exterior hasta nuestra propia censura
interior y el llamado «espíritu crítico" (op.cit.).
Según Octavio Paz es un estado
inalcanzable. Supondría, dice él,
"un
estado que suprimiría las diferencias entre el yo, el super-ego, y el
inconsciente. Inalcanzable en su estado absoluto," pero fragmentariamente
admite el poeta, siguiendo a Breton que ella, la escritura automática "es
el modo más seguro para «devolver a la palabra humana su inocencia y su poder
creador originales»".
Pero más allá de su dudoso valor, según
la escritura automática puede compararse a los ejercicios espirituales de los
místicos:
"Se
trata de llegar a en estado paradójico de pasividad activa, en el que el 'yo pienso'
es substituído por el 'se piensa' (op.cit.).
Lo que se trata es de superar la ilusión
de la sustancialidad del yo que el mundo nos impone o que nosotros mismos hemos
creado para defendernos del exterior.
La superación del yo cartesiano
El «yo» nos aplasta y esconde nuestro
verdadero ser. "Negar al yo no es negar al ser" escribe Octavio Paz
siguiendo a Spinoza, tal como lo habíamos expuestos en líneas arriba. Y
prosigue afirmando:
"La
renuncia a la identidad personal no implica una pérdida del ser sino,
precisamente, su reconquista. El poeta es ya todos los hombres. La naturaleza
arroja sus máscaras y se revela tal cual es".[12]
Octavio Paz afirma que el anhelo de los
grandes poetas ha sido siempre «ser todos los hombres» y que este anhelo exige
necesariamente la destrucción del yo. En categorías spinoziana significa que el
poeta descubre que el “yo” no es sustancia como creía Descartes, sino solamene
“una expresión específica” de algo que lo abarca (llamémoslo Dios o
Naturaleza). Todos los hombres son expresiones de una misma sustancia.
"La
empresa poética no consiste tanto en suprimir la personalidad como en abrirla y
convertirla en el punto de intersección de lo subjetivo y lo objetivo".[13]
Y en este sentido comenta el poeta
mexicano que el surrealismo intenta de suprimir la oposición entre el yo y el
mundo, entre lo interior y lo exterior, "creando objetos que son
interiores y exteriores a la vez". Expresado en nuestra terminología:
descubriendo a los verdaderos individuos reales, más allá de la relación
sujeto-objeto.
«La poesía colectiva» y el compromiso
político
Aquí entra el poeta a exponer una de las
ideas más importantes de su conferencia:
"Si mi
voz ya no es mía, sino la de todos, ¿por qué no lanzarse a una nueva
experiencia: la poesía colectiva? (op. cit. Subr.JO).[14]
Después de formular este pensamiento, el
poeta lo profundiza:
"En
verdad, la poesía siempre ha sido hecha por todos. Los mitos poéticos, las
grandes imágenes de la poesía en todas las lenguas, son un objeto de
comunión colectiva" (op.cit.Subr.JO).
Los surrealistas no solamente fueron
conscientes de este hecho sino que intentaron más, aspiraron a convertir
"esa participación en una nueva forma de creación". Ejemplos de este
intento está en la publicación de varios libros escritos colectivamente.
El serio
propósito de liberar el Deseo de las cadenas de los dogmas sociales,
culturales, históricos, llevó a los surrealistas a plantear su inscripción en
el terreno de la lucha política: "la emancipación del espíritu humano,
meta del surrealismo", ¿no exigía una previa liberación de la condición
social del hombre? y así:
"La
Revolución Surrealista se transforma en 'el Surrealismo al servicio de la
Revolución".
Sin embargo este entusiasmo de los
poetas no era compartido por los militantes del partido comunista:
"La
máquina burocrática del Partido Comunista acabó por rechazar a todos aquellos
que no pudieron o no quisieron someterse".
Al final de muchos intentos de
reconciliación y nuevas rupturas, se vio claro, dice Octavio Paz,"que la
síntesis era imposible". Estalinismo y surrealismo se hicieron polos cada
vez más antagónicos. Reducidos a su propio medio, continúa el poeta mexicano,
el surrealismo no ha cesado de afirmar que la liberación del hombre debe ser
total:
"En el
seno de una sociedad en la que realmente hayan desaparecido los señores, nacerá
una poesía que será creación colectiva, como los mitos del pasado.
Asistirá el hombre entonces a la reconciliación del pensamiento y la acción,
el deseo y el fruto, la palabra y la cosa. La escritura automática dejaría
de ser una aspiración: hablar sería crear" (Subr.JO).
En una sociedad «sin señores», es decir
en una sociedad en donde las relaciones humanas sean de tal manera que se
excluya toda forma de poder, de privilegio y de explotación,(o sea en una
comunidad auténtica humana donde el «Gemeinschaftsgefühl» (el sentimiento de comunidad) sea el
sentimiento humano fundamental y todo esfuerzo dirigido a la «Geltung» (afán de
notorieda y «Macht» (poder) desaparezcan) por lo tanto en una sociedad sin
clases, «nacerá una
poesía creadora», y con ella, toda actividad creadora,
y en fin toda actividad
será colectiva.
La referencia
al mito es fundamental pues él, en sus orígenes corresponde a la sociedad
llamada «primitiva», a una sociedad sin clases, o con una división de clases
muy poco desarrollado. Y se sabe que la ruptura de la sociedad en clases,
diferentes y antagónicas, que trajo el patriarcalismo consigo, trajo también la
ruptura entre la teoría y la praxis, y naturalmente entre el «deseo y el
fruto», es decir, entre el trabajo y el producto de éste.
«La escritura
automática dejaría de ser una aspiración: hablar sería crear».
Ya se ha referido en otro lugar la
relación íntima que existe entre la aparición del Logos, el Mercado y la Escritura.
El
desplazamiento coactivo del pensamiento mitológico por el pensamiento racional,
del Mito por la Filosofía y la Ciencia viene a la par con el desplazamiento del
hablar vivo y creativo por la Escritura.
A medida que
avanza la división de clases, (que avanza paralelamente con el desarrollo del
conocimiento técnico y científico), se va formando una casta de intelectuales
(religiosos al comienzo) al servicio de las clases dominante; estos son los
portadores de las «Letras», de la Escritura; el pueblo y el conjunto de las
clases explotadas permanecen «iletradas», «analfabetas».
Así se va
desarrollar una cultura dominante, caracterizado por la Escritura por un lado,
y una cultura popular, fundamentalmente basado en la tradición oral por otro.
La tesis de
Octavio Paz de la reconquista del hablar como acto creador implica entonces la
liberación de una serie de sistema de opresiones establecidas ya sea dentro del
conjunto social, ya sea dentro de la «sujetividad» del individuo, es decir opresión
entre los hombres y nivel de grupos o clases o bien a nivel de la interioridad
del propio individuo.
El proceso de
división de la sociedad en clases antagónicas ha implicado por lo tanto la
desvalorización permanente de la «palabra viva» en detrimento de la escritura,
de la desvalorización de lo fragmentario en beneficio de lo sistemático, del
desprecio de lo efímero frente a lo «perenne».
La palabra
viva se ha ido banalizando, ha ido perdiendo profundidad y creatividad. Por
ende las relaciones humanas han sufrido las consecuencias inevitable de este
deterioro.
La comunidad
primitiva ha sido sustituída paulatinamente por la unidad social de individuos
atomizados de relaciones exteriores que leen más y hablan -dialogan- menos, o
bien el hablar se ha convertido en una actividad con poca sustancia; la
sustancia de la comunicación ha pasado y pasa a la relación escritura-lectura;
la comunicación se hace abstracta y cada vez más cerebral.
[1] En 1954 organizó la Universidad
Nacional de México un ciclo de conferencias. En una de ellas intervino el poeta
Octavio Paz y afirmaba que era revelador que los organizadores de este evento
hayan pensado en el surrealismo como uno de los grandes temas de nuestra época.
Este movimiento intelectual europeo tuvo en realidad gran importancia en la
aparición y desarrollo en Latinoamérica de una nueva conciencia impulsando así
una poderosa corriente de autonomía cultural, que servía de fondo a una
resistencia política contra el avance cada vez más intenso del imperialismo
norteamericano en esta parte del mundo. Los intelectuales de la primera
generación, entre los cuales encontramos a Mariátegui se nutrieron del
surrealismo. Intelectuales algo más jóvenes que el revolucionario peruano, pero
con la misma preocupación y objetivos como Alejo Carpentier (1911) ya tratado
anteriormente y Octavio Paz (1914) hicieron la misma experiencia. Es
interesante examinar la recepción que hace el poeta mexicano del surrealismo en
los años cincuenta para luego compararlo con la interpretación mariateguiana de
los años veinte. El interés de esta introducción es aquí remarcar la
continuidad histórica de esta preocupación filosófica en el nuevo continente en
torno a su identidad y autonomía cultural y mostrar que la preocupación teórica
del revolucionario peruano no fue un hecho aislado ni debido al azar. En este
sentido ya lo hemos relacionado con Carpentier en un capítulo anterior. (El
texto de la conferencia aquí tratado apareció luego en «Las peras del Olmo».
México. 1985 con el título «El surrealismo»)
[2] Comparar: Giorgio Colli: "La locura es el origen de la
sabiduría". «Die Geburt der Philosophie». (El nacimiento de la filosofía).
[3] "Seguir esos llamados es
partir a la reconquista de los poderes infantiles. Esos poderes -más grandes
quizá que los de nuestra ciencia orgullosa- viven intactos en cada uno de
nosotros” (Op. Cit).
[4] Este
pasaje de Octavio Paz recuerda muy bien la fórmula mariateguiana: "¡La
fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe, en su
pasión, en su voluntad" («El hombre y el mito») O bien otra en el mismo
artículo: "La historia la hacen los hombres poseídos e iluminados por una
creencia superior, por una esperanza super-humana"¿qué sería esta creencia
superior» sin ese imaginar, sin ese «ir más allá de sí mismo», y qué sería «esa
esperanza super-humana» si el hombre no es movido por el deseo, o mejor si él
no es su mismo deseo, si no está sediento de una presencia que es la viva
imagen, la encarnación de su sueño»? (op.cit.).
[5] Es decir
se retorna a aquello que como decía Mariátegui «la Razón ha(bía) extirpado del
alma de la civilización burguesas, es decir, los residuos de sus antiguos mitos
[6] Desde
Blake y los románticos alemanes, dice Octavio Paz, todos los poetas han
repetido incansablemente. La idea del doble -que ha perseguido a Kafka y a
Rilke. Así Nerval escribía en una foto suya: «Yo soy el otro» y Rimbaud su ya
célebre «Yo es otro»". O Juan Ramón Jimenez en un poema: "Yo no soy
yo/Soy este/ que va a mi lado sin yo verlo/ que, a veces, voy a ver, y que a
veces olvido. /El que calla, sereno, cuando hablo,/ el que perdona, dulce,
cuando odio,/ el que pasea por donde no estoy,/ el que quedará en pie cuando yo
muera". O también el francés Guillaume: «je me disais Guillaume il est
temps que tu viennes/ Un jour je m'attendais moi même/Pour que je sache enfin
celui-là que je suis..."Y en un libro", continúa O. Paz,"de
Benjamin Péret, «Je sublime», la corriente temporal del yo se dispersa en mil
gotas coloreadas, como el agua de una cascada a la luz solar"(op.cit.)
[7] Volvemos a Spinoza y hacemos con
él la distinción ya mencionada entre diferencia real y diferencia modal. Entre
dos «yos» no existe una diferencia real, sino modal, pues ambos son expresiones
diferentes de una misma sustancia. En este sentido si se diluye «el yo
sustancial» con esto no perdemos nuestra realidad, pues el «yo» nunca ha sido
sustancia; pero por otro lado el modo no es menos «realidad» que la sustancia.
Estamos aquí muy lejos de la Idea platónica, en la cual toda realidad empírica sólo
es una pálida sombra de las Ideas Eternas en el mundo de las Ideas. La
sustancia spinoziana se expresa en la infinidad de modos y «no-es» sin estas
expresiones, es decir, la realidad de la sustancia se expresa a través de la
realidad de los modos. No perdemos realidad, lo que sí perdemos es la ilusión
de ser sustancia, de creernos diferenciarnos «sustancialmente» del otro yo, que
cada yo-sustancia es un «microcosmo» o una mónada cerrada y perfecta en sí
misma
[8] Spinoza: "La fuerza con que el hombre persevera en existir es
limitada e infinitamente superada por la potencia de las causas externas"
(Et. IV. Prop.3).
[9] Ver Et. III. Prop.9: "El
alma...se esfuerza por perseverar en su ser...y es consciente de este esfuerzo
suyo"
[10] El psicoanálisis nos hizo ver
claramente que no somos puramente conciencia o que el fenómeno de la conciencia
era mucho más complejo y contradictorio que la filosofía tradicional había
presupuesto o se negaba a aceptar. Nos hizo conscientes que el «mundo exterior»
ya estaba establecido en nuestra «interioridad» en la forma de «Super-ego», en
otras palabras que eramos seres establecidos en la sociedad y sus reglas
sociales y que por otro lado «es imposible que el hombre no sea una parte de la
Naturaleza» y que «el hombre está sometido necesariamente siempre a las
pasiones», es decir que el hombre era fundamentalmente el Inconscient
[11] «La poesía colectiva» y el
compromiso político», donde se habla de la "reconciliación del
pensamiento y la acción, el deseo y el fruto, la palabra y la cosa",
es decir el re-descubrimiento del pensamiento mítico anterior a la introducción
del pensamiento racional moderno.
[12] Este
pasaje recuerda la definición de Dios que hace Unamuno (muy cercano a la
intuición de Mariátegui) "...es el principio de solidaridad entre los
hombres todos y en cada hombre, y de los hombres con el Universo ...".
[13] La tesis de Octavio Paz que los
poetas han querido ser «todos los hombres» coincide con la fórmula adleriana
del «Sentimiento de comunidad» (Gemeinschaftsgefühl)
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