miércoles, 1 de mayo de 2024

Stalin

Millones de Muertos:

de Hitler y Hearst a Cinquest y Solzjenitsyn 

La historia de los supuestos millones de presos y muertos en los campos de trabajo y los muertos por el hambre en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin. 

(2)

Mario Sousa 

Alexander Solzhenitsyn

Otra persona que siempre es asociada a los libros y artículos en los periódicos sobre los supuestos millones de muertos y prisioneros en la URSS, es el ruso Alexander Solzhenitsyn. 

Solzhenitsyn es conocido en el mundo capitalista desde fines de los años 60 por su libro titulado: "El Archipiélago de Gulag” y que trata sobre la situación de los presos en los campos de trabajo en la Unión Soviética. El mismo estuvo preso 8 años, condenado por actividades contrarrevolucionarias en 1946 al haber distribuido propaganda en contra del pueblo de la Unión Soviética. Según Solzhenitsyn, la lucha contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra mundial había sido una lucha innecesaria y todos los sufrimientos impuestos al pueblo soviético por los nazis pudieron haber sido evitados si el gobierno soviético hubiese hecho un compromiso con Hitler. Solzhenitsyn acusaba también al gobierno soviético y a Stalin por los terribles resultados de la guerra para el pueblo de la URSS, diciendo que éstos eran peores que Hitler. Solzhenitsyn no escondía sus simpatías por los nazis y fue condenado como traidor. 

Solzhenitsyn comenzó en 1962 a publicar libros en la URSS con el consentimiento y la ayuda de Nikita Kruchef, siendo el primer libro publicado: "Un día en la vida de Ivan Devisovtjs” y que se trataba sobre la vida de un preso. Kruchef utilizaba los textos de Solzhenitsyn para combatir la herencia socialista de Stalin. Solzhenitsyn ganó en 1970 el Premio Nobel de literatura por su libro “El archipiélago de Gulag” y sus libros comenzaron a ser publicados en los países capitalistas en grandes cantidades convirtiéndose el autor, en uno de los instrumentos más importantes del imperialismo en el combate al socialismo y a la Unión Soviética. Los textos suyos sobre los campos de trabajo junto a la otra propaganda sobre los supuestos millones de muertos en la URSS, fueron utilizados como verdades en los medios de comunicación capitalistas. 

En 1974, Solzhenitsyn renunció a su ciudadanía soviética y emigró primero a Suiza y más tarde viajó a los EEUU. A estas alturas, era considerado en la prensa capitalista como el más grande luchador por la libertad y la democracia. Sus simpatías nazistas fueron enterradas para no perturbar la guerra de propaganda en contra del socialismo. 

En los EEUU, Solzhenitsyn fue invitado muchas veces para intervenir en reuniones importantes. Por ejemplo: como orador principal en el congreso de los sindicatos AFL-CIO en 1975 y el 15 de julio del mismo año fue invitado para hacer un discurso sobre la situación mundial ¡en el Senado de los Estados Unidos! 

Los discursos de Solzhenitsyn eran de una agitación violenta y provocativa, argumentando y haciendo propaganda a las ideas más reaccionarias. Entre otras cosas, se manifestó por nuevos ataques a Vietnam después de la victoria de éste sobre los EE UU. Además, después de 40 años de fascismo en Portugal cuando los oficiales de izquierda del ejército tomaron el poder en la revolución popular de 1974, Solzhenitsyn comenzó a hacer propaganda por una intervención militar de los EE UU en Portugal diciendo que ¡éste pasaría a ser miembro del Pacto de Varsovia si los EEUU no intervenían! 

En sus discursos, Solzhenitsyn lamentaba siempre la liberación de las colonias portuguesas en Africa, pero está claro que lo principal en los discursos de Solzhenitsyn era siempre la guerra sucia contra el socialismo. Desde supuestas ejecuciones de millones y millones de personas en la URSS hasta las supuestas decenas de millares de norteamericanos presos y esclavizados que existían en Vietnam del Norte. Esta idea de Solzhenitsyn acerca de los norteamericanos utilizados como esclavos en Vietnam del Norte dio origen a las películas de Rambo sobre la guerra del Vietnam. 

Los periodistas norteamericanos que se habían atrevido a escribir sobre la paz entre los EEUU y la Unión Soviética, eran señalados por Solzhenitsyn como traidores potenciales. Este hacía también propaganda por un aumento de la capacidad militar de Estados Unidos, diciendo que la URSS era más poderosa en "tanques y aviones de 5 a 7 veces y en armas atómicas que en "breve serían 2, 3 y 5 veces más potentes que las de EEUU”. 

Los discursos de Solzhenitsyn en los EEUU eran la voz de la extrema derecha, pero él iba aún más lejos, en apoyo abierto al fascismo. 


Respaldo al Fascismo de Franco 

Después de la muerte de Franco en 1975, el régimen fascista español comenzó a perder el control de la situación política y al comienzo de 1976, los acontecimientos en España tomaron un carácter tal que cautivaron la atención de la opinión pública mundial.

      Huelgas y manifestaciones exigían democracia y libertad. El heredero de Franco -el rey Juan Carlos- fue obligado a iniciar una liberalización muy cautelosa para calmar la agitación social. En ese momento importante para la vida política española aparece Alexander Solzhenitsyn en Madrid y es entrevistado en el programa “Directísimo”, el sábado 20 de marzo por la noche en el mejor horario televisivo (periódicos ABC y YA del 21 de marzo de 1976). Solzhenitsyn, que previamente había recibido las preguntas, aprovechó la oportunidad para hacer todo tipo de declaraciones reaccionarias. La intención suya no fue de dar un amplio apoyo a la llamada liberalización del Rey. Al contrario, Solzhenitsyn prevenía a las personas contra las reformas democráticas! En su intervención en la TV declaró que: “110 millones de rusos murieron víctimas del socialismo” y comparó “la esclavitud a que estaban sometidos los soviéticos con las libertades que se disfrutaban en España”. Solzhenitsyn acusó también de utópicos a los “círculos progresistas” porque consideraban a España como una dictadura. Los progresistas eran toda la oposición democrática desde liberales hasta socialdemócratas y comunistas. Solzhenitsyn decía: "En el otoño pasado la opinión pública mundial estaba preocupada por la suerte que corrían los terroristas españoles (los cinco antifascistas condenados a muerte y ejecutados por el régimen de Franco. Nota del autor MS). Cada vez más la opinión pública progresista exige reformas políticas inmediatas; al mismo tiempo apoya los actos terroristas” … “Los que quieren reformas democráticas rápidas: ¿saben lo que sucederá mañana y pasado mañana? España podrá tener democracia mañana, pero pasado mañana: ¿se puede evitar caer en un totalitarismo después de la democracia?” Ante las cautelosas preguntas de los periodistas si acaso estas declaraciones no podían ser vistas como un apoyo a los regímenes en donde no existía la libertad, Solzhenitsyn respondió: "Conozco solamente un lugar en donde no hay libertad, ese lugar es Rusia”. 

Las declaraciones de Solzhenitsyn en la TV española fueron un apoyo directo al fascismo español (una ideología que él aún mantiene). Esta es una de las causas por las cuales Solzhenitsyn desapareció cada vez más de los discursos públicos durante sus 18 años de exilio en los EEUU y uno de los motivos por los cuales los gobiernos capitalistas no le dieron total apoyo político. Los capitalistas están muy agradecidos por haber podido utilizar a un hombre como Solzhenitsyn en su guerra contra el socialismo. Pero todo tiene sus límites. 

En la nueva Rusia capitalista, el apoyo del mundo occidental a los grupos políticos es determinado pura y simplemente por las posibilidades de hacer negocios con buenas ganancias. El fascismo como alternativa política para Rusia no es considerado como una política que estimule los negocios. Por eso es que el proyecto político de Solzhenitsyn para Rusia no tiene vigencia en lo que respecta al apoyo del mundo occidental. Lo que Solzhenitsyn quiere como futuro político para Rusia es: ¡la vuelta al sistema autoritario de los Zares, ligado a la Iglesia ortodoxa rusa! Ni siquiera los imperialistas más arrogantes están interesados en respaldar una estupidez semejante. Para respaldar a Solzhenitsyn en el mundo occidental existe solo la idiotez intelectual de la extrema derecha.

 

¡Nazistas, policías y fascistas! 

Así son aquellos, los más dignos representantes de los mitos burgueses de los "millones de muertos y presos en la Unión Soviética”. El nazista Hearst, el agente de la policía Conquest y el fascista Alexander Solzhenitsyn. 

Conquest ha tenido el papel principal, siendo sus informaciones utilizadas por los medios de comunicación capitalistas en todo el mundo y formando incluso una escuela dentro de ciertas Universidades. El trabajo de Conquest es sin duda un trabajo de desinformación policial de primera clase. 

En la década de 1970, Conquest otorga una gran ayuda a Solzhenitsyn y a una serie de figuras de segunda categoría como por ejemplo: Andrei Sakharov y Roy Medvedev. Todos ellos aparecen esporádicamente por todo el mundo como especuladores en muertos y presos a quienes la prensa burguesa siempre pagó el precio en oro. Pero, la realidad de los hechos fue por fin presentada y muestra la verdadera cara de todos estos falsificadores de la historia. La orden de Gorbatchov de abrir los archivos secretos del partido a las investigaciones históricas tuvo consecuencias que nadie pudo prever.

 

Los archivos muestran las mentiras de la propaganda. 

Las especulaciones sobre los millones de muertos era una parte de la guerra sucia de propaganda en contra de la URSS y es por esto que los desmentidos y esclarecimientos oficiales de los soviéticos nunca fueron tomados en serio y jamás tuvieron espacio en la prensa capitalista. Los desmentidos soviéticos eran motivo de burla debido a que los "especialistas” comprados por el capital tenían todo el espacio necesario para difundir sus fantasías puesto que ¡fantasías eran en realidad! Lo que todos los millones de muertos y prisioneros mencionados por Conquest y otros “críticos” tenían en común, es que son productos de aproximaciones y métodos de tipo casero.


Métodos falsos

Conquest, Solzhenitsyn, Medvedev y otros utilizaban la estadística publicada por la URSS como por ejemplo: los censos nacionales de población a los que sumaban un supuesto aumento de la población sin tener en cuenta la situación real existente en el país. Así llegaron a la conclusión de cuántas personas debían de haber en el país al final de ciertos años. Las personas que faltaban eran presentadas como muertos y presos a cuenta del socialismo. Un método simple, pero totalmente falso. 

Este tipo de "revelaciones” de acontecimientos políticos tan importantes nunca sería aceptada si las revelaciones fuesen sobre el mundo occidental. En ese caso, hubiese habido con toda certeza, profesores e historiadores que se alzarían en contra de tales engaños. Pero como la que estaba en cuestión era la Unión Soviética, entonces la falsificación podía dejarse pasar. Uno de los motivos es, ciertamente, que los profesores e historiadores anteponen las posibilidades de avanzar en sus carreras profesionales a su honradez profesional. 

En cifras: ¿cuáles fueron al final las conclusiones de los "críticos”? Según Robert Conquest (en una evaluación hecha en 1961) murieron de hambre 6 millones de personas en la URSS a principios de la década de los años 30. Esta cifra fue aumentada por Conquest a 14 millones en 1986. Según Conquest, en lo que respecta a los campos de trabajo (Gulag), estaban allí detenidos 5 millones de prisioneros antes del comienzo de las depuraciones en el partido, en el ejército y en el Estado (en 1937). Después de comenzadas las depuraciones llegaron más de 7 millones de prisioneros durante 1937 y 38, haciendo un resultado total de ¡12 millones de presos en estos campos de trabajo en 1939! El lector debe tener en claro que los 12 millones de Conquest ¡son solamente presos políticos! Según Conquest, en los Gulag había también delincuentes comunes los cuales eran una cantidad mayor que los presos políticos. Esto significa que había de 25 a 30 millones de presos en los campos de trabajo de la URSS. También según Conquest, fueron ejecutados entre 1937 y 39 un millón de presos políticos mientras que 2 millones se morían de hambre. Según Conquest, el resultado final de las depuraciones de 1937 al 39: ¡9 millones de presos políticos y 3 millones de muertos! 

Estas cifras fueron inmediatamente sometidas a "apreciaciones estadísticas” por Conquest para llegar a la conclusión de que los bolcheviques habían matado nada menos que 12 millones de presos políticos desde 1930 al 1953. Sumando estas cifras a los muertos por el hambre en los años 30, Conquest llega a la conclusión de que los bolcheviques habían matado 26 millones de personas. En una última apreciación estadística dice Conquest: "¡En 1950 había 12 millones de presos políticos en la URSS! 

Alexander Solzhenitsyn utilizó más o menos las mismas apreciaciones estadísticas de Conquest, pero esta vez usando los métodos pseudocientíficos con nuevas suposiciones. Con otras premisas llega a conclusiones aún más extremas. Solzhenitsyn acepta las cifras de Conquest de 6 millones de muertos de hambre en 1932 y 1933. Mientras tanto, con respecto a las depuraciones de 1936 al 39, Solzhenitsyn considera que murieron un mínimo de ¡un millón por año! Haciendo un resumen, nos dice que desde las colectivizaciones en la agricultura hasta la muerte de Stalin en 1953, los comunistas habían matado 66 millones de personas en la Unión Soviética. Además de esto, acusa como culpable al gobierno soviético por la muerte de 44 millones de rusos que según sus afirmaciones murieron en la Segunda Guerra mundial. La conclusión de Solzhenitsyn es que "110 millones de rusos murieron víctimas del socialismo”. En lo que respecta a los presos, Solzhenitsyn nos dice que el número de personas en los campos de trabajo en 1953 era de ¡25 millones!

 

Gorbatchov abre los archivos 

La colección de cifras fantásticas anteriormente presentadas (producto de fantasías muy bien pagadas), han salido en la prensa burguesa desde la década de los años 60, siendo siempre presentadas como hechos verídicos obtenidos en base a métodos científicos. Detrás de estas falsificaciones están las policías políticas occidentales, principalmente la CIA de los Estados Unidos y el MI 5 de Inglaterra. 

La influencia de los medios de comunicación es tan grande que hoy las cifras son consideradas como auténticas en grandes sectores de la población de los países occidentales. Esta situación lamentablemente ha empeorado. En la propia URSS, donde Solzhenitsyn y otros "críticos” como por ejemplo, Andrei Sakharov y Roy Medvedev no encontraban un respaldo a esas cifras fantásticas, hubo un cambio significativo en 1990. 

En la nueva "prensa libre” durante el período de Gorbatchov todo lo que se le imputaba al socialismo era presentado como positivo. Esto tuvo consecuencias desastrosas. Una inflación sin igual aumentó la cantidad de muertos y prisioneros durante el socialismo que ahora se mezclaban con un solo grupo de decenas de millones de "víctimas” de los comunistas. La histeria en la nueva prensa libre de Gorbatchov realzó las mentiras de Conquest y Solzhenitsyn. Al mismo tiempo fueron abiertos por Gorbatchov los archivos del Comité Central a las investigaciones históricas lo cual era exigido por la prensa libre. La apertura de los archivos del Comité Central del partido comunista es en realidad la cuestión central de esta historia confusa. Esto por dos razones: por una parte, porque en los archivos se encontraban los datos que podían esclarecer la verdad y por otra parte, aún más importante, porque todos los especuladores en muertos y presos de la URSS han dicho durante años y años que el día que los archivos fuesen abiertos, las cifras por ellos presentadas serían confirmadas. Todos ellos afirmaron que así sería. Conquest, Solzhenitsyn, Medvedev y los demás, pero cuando los archivos fueron abiertos y los estudios de los documentos existentes comenzaron a ser publicados, aconteció algo muy extraño. ¡Ni la prensa libre de Gorbatchov ni los especuladores en presos y muertos estaban interesados en los archivos! Los resultados de las investigaciones hechas en los archivos del Comité Central por los historiadores rusos Zemskov, Dougin y Xlevnjuk y que comenzaron a publicarse en 1990 en revistas científicas, ¡pasaron totalmente desapercibidos! 

Los informes con los resultados de las investigaciones históricas iban en contra de la corriente inflacionaria de muertos y presos de la prensa libre. Estos resultados permanecen desconocidos. Los informes fueron publicados en revistas científicas de poco tiraje, prácticamente desconocidas para el gran público. Por lo tanto los informes científicos no podían concurrir con la histeria de la prensa, ganando las mentiras Conquest y Solzhenitsyn apoyo en muchos sectores de la población de la URSS, la actual Rusia. 

También en Occidente pasaron desapercibidos los informes de los investigadores rusos sobre el sistema correccional durante la época de Stalin, sin noticias en primera plana o reportajes en la televisión. ¿Por qué?

 

¿Qué dicen los informes de los investigadores rusos? 

Los informes de los investigadores del sistema correccional soviético son expuestos en un trabajo de alrededor de 9.000 páginas. Son varios los investigadores que escribieron estos informes, siendo los historiadores más conocidos los rusos V.M. Zemskov, A.M. Dougin y O.V. Xlevnjuk. Sus trabajos comenzaron a publicarse en 1990, estando prácticamente acabados y publicados en Rusia en 1993. Los informes de los investigadores llegaron a conocimiento de Occidente. Los trabajos conocidos por el autor de este texto son: Un trabajo presentado en Francia en la revista L´Histoire (septiembre de 1993) por Nicolas Werth, jefe investigador del instituto francés de investigaciones científicas CNRS (Centre National de la Researche Scientifique) y el trabajo publicado en los EEUU en la revista The American Historia Review por J. Arch Getty, profesor de historia de la Universidad River Side de California en conjunto con G.T. Rettersporn, investigador del instituto francés CNRS y el investigador ruso V.N. Zemskov del Instituto de Historia Rusa de la Academia de las Ciencias de Rusia. 

También existen hoy en día libros sobre el tema, escritos por los investigadores arriba mencionados o bien, por otros investigadores de los mismos grupos de investigaciones. 

Antes de entrar en el tema quiero dejar en claro, para que no haya confusiones en un futuro, que ninguno de los científicos que participaron en estos trabajos tienen una visión socialista del mundo. Muchas veces son bastante reaccionarios. Esto lo digo para que el lector no piense que todo esto es producto de una "conspiración comunista”. Lo que sucede es que los investigadores anteriormente mencionados deshacen completamente las mentiras de Conquest, Solzhenitsyn, Medvedev y otros, poniendo de hecho, simplemente, la honradez profesional en primer lugar y no dejándose comprar para los efectos de la propaganda. 

Los informes de las investigaciones rusas dan respuesta a una gran cantidad de preguntas sobre el sistema correccional soviético. Para nosotros es la época de Stalin la más interesante para estudiar. Es allí donde está la razón de la discusión. 

Algunas preguntas concretas procuramos responder del material de las revistas L´Histoire (LH) y de The American Historical Review (AHR). Esta será la mejor manera de poner al debate alguna de las partes más importantes del sistema correccional soviético. Las preguntas son las siguientes: 

1.-¿Qué es lo que era el sistema correccional soviético?

2.-¿Cuál era el número de presos ”políticos” y delincuentes comunes?

3.-¿Cuántos muertos hubieron en los campos de trabajo?

4.-¿Cuántos fueron los condenados a muerte hasta el año 1953 y en especial durante las depuraciones de 1937 y 38?

5.-¿Cuál era generalmente el tiempo de reclusión? 

Después de haber respondido a estas 5 preguntas ponemos en discusión las penas impuestas a los dos grupos más debatidos cuando se trata de los presos y muertos en la URSS, siendo esos los Kulakos, condenados en 1930 y los contrarrevolucionarios de 1936 al 38.



Cómo Arrojar Un Dios al Infierno: El Informe Kruschov

(3)

Domenico Losurdo

Un «enorme, siniestro, caprichoso y degenerado monstruo humano»

SI ANALIZAMOS HOY “Sobre el culto de la personalidad y sus consecuencias”, leído por Kruschov en una reunión a puerta cerrada del Congreso del PCUS, y célebre después bajo el nombre de “Informe secreto”, un detalle llama inmediatamente la atención: estamos en presencia de un discurso reprobatorio que se propone liquidar a Stalin en todos los aspectos. El responsable de tantos crímenes horrendos era un individuo despreciable tanto en el plano moral como en el plano intelectual. Aparte de despiadado, el dictador era también ridículo: conocía el campo y la situación agrícola «sólo a través de las películas», películas que por lo demás «embellecían» la realidad hasta el punto de hacerla irreconocible28. Más que por una lógica política o de Realpolitik, la represión sangrienta desencadenada por él habría sido dictada por el capricho personal y por una patológica libido dominandi. Surgía así —observaba satisfecho Deutscher en junio de 1956, sacudido por las "revelaciones" de Kruschov y olvidando así el respetuoso y a ratos admirado retrato de Stalin realizado por él mismo tres años antes— el retrato de un «enorme, siniestro, caprichoso y degenerado monstruo humano»29. El despiadado déspota había carecido hasta tal punto de escrúpulos que se sospechaba hubiese tramado el asesinato del que era —o parecía ser— su mejor amigo, Kírov, para poder acusar de este crimen y liquidar así uno tras otro a sus opositores, reales o potenciales, verdaderos o imaginarios30. La despiadada represión tampoco se había cebado solamente con individuos y grupos políticos. No, ésta había conllevado «las deportaciones en masa de enteras poblaciones», arbitrariamente acusadas y condenadas en bloque por connivencia con el enemigo. ¿Habría al menos contribuido Stalin a salvar a su país y al mundo del horror del Tercer Reich? Al contrario —apremiaba Kruschov— la Gran guerra patriótica se había ganado pese a la locura del dictador: que inicialmente las tropas del Tercer Reich hubiesen conseguido penetrar tan profundamente en el territorio soviético, sembrando tanta muerte y destrucción, fue solamente a causa de su imprevisión, su obstinación y su ciega confianza en Hitler.

        Sí: por culpa de Stalin la Unión Soviética había acudido a la trágica cita sin preparación e indefensa: «Empezamos a modernizar nuestro equipamiento militar sólo en vísperas de la guerra [...]. Al comenzar la guerra carecíamos también de un número suficiente de fusiles para armar a los efectivos movilizados». Como si todo ello no bastase, «después de las primeras derrotas y los primeros desastres en el frente» el responsable de todo ello se había abandonado al abatimiento e incluso a la apatía. Vencido por la sensación de derrota «Todo lo que Lenin ha creado lo hemos perdido para siempre», incapaz de reaccionar, Stalin «se abstuvo durante mucho tiempo de dirigir las operaciones militares, y dejó de ocuparse de cualquier cosa»31. Es verdad, transcurrido cierto tiempo, plegándose finalmente a la insistencia de los otros miembros del Buró Político, había vuelto a su puesto. ¡Ojalá no lo hubiera hecho! Aquél que dirigió monocráticamente la Unión Soviética, también en el plano militar, cuando ésta se enfrentaba a una prueba mortal, había sido un dictador tan incompetente que no tenía «familiaridad alguna con la dirección de operaciones militares». Es un cargo en el que el Informe secreto insiste con fuerza: «Es necesario tener en cuenta que Stalin preparaba sus maniobras en un mapamundi. Sí, compañeros, él señalaba la línea del frente en un mapamundi»32. Pese a todo, la guerra concluyó favorablemente; y, sin embargo, la paranoia sanguinaria del dictador se había agravado ulteriormente. Llegados a este punto se puede considerar completo el retrato del «degenerado monstruo humano» que emerge, según la observación de Deutscher, del Informe secreto.

        Habían transcurrido apenas tres años desde las manifestaciones de aflicción provocadas por la muerte de Stalin, y tan fuerte y persistente era todavía su popularidad que, al menos en la URSS, la campaña lanzada por Kruschov encontró inicialmente una «fuerte resistencia»:

El 5 de marzo de 1956, en ocasión del tercer aniversario de su muerte los estudiantes de Tiflis salieron a la calle para colocar flores en el monumento dedicado a Stalin, y este gesto en honor a Stalin se transformó en una protesta contra las deliberaciones del XX Congreso. Las manifestaciones y asambleas continuaron realizándose durante cinco días, hasta que la tarde del 9 de marzo, se enviaron tanques a la ciudad para restaurar el orden.33

Quizás esto da cuenta de las características del texto que estamos examinando. En la URSS y en el campo socialista se estaba librando una enconada lucha política, y el retrato caricaturesco de Stalin servía perfectamente para deslegitimar a los "estalinistas" que podían hacer sombra al nuevo líder. El «culto a la personalidad», que había reinado hasta aquel momento, no permitía juicios matizados: un dios debía ser arrojado al infierno. Algún decenio antes, en el transcurso de otra batalla política, de características diferentes pero no menos intensa, Trotsky había esbozado también él un retrato de Stalin dirigido no solamente a condenarlo en el plano político y moral, sino también con la intención de ridiculizarlo en el plano personal: había sido un «pequeño provinciano», un individuo caracterizado desde el comienzo por una irremediable mediocridad y torpeza, que daba a menudo una pésima imagen tanto en el ámbito político, como en el militar e ideológico, y que nunca conseguía desembarazarse de la «tosquedad del campesino». Desde luego, en 1913 había publicado un ensayo de innegable valor teórico El marxismo y la cuestión nacional, aunque el auténtico autor era Lenin, mientras que aquél que firmaba el texto debía entrar en la categoría de «usurpadores» de los «derechos intelectuales» del gran revolucionario.

Entre los dos retratos no faltan puntos de encuentro. Kruschov insinúa que el auténtico instigador del asesinato de Kírov había sido Stalin, y este último había sido acusado o al menos considerado sospechoso por Trotsky de haber acelerado, con «ferocidad mongólica», la muerte de Lenin34. El Informe secreto reprocha a Stalin la cobarde evasión de sus responsabilidades a comienzos de la agresión nazi, pero el 2 de septiembre de 1939, antes aún de la operación Barbarroja, Trotsky había escrito que «la nueva aristocracia» en el poder se caracterizaba por «su incapacidad para comandar una guerra»; la «casta dominante» en la Unión Soviética estaba destinada a adoptar la actitud «propia de todos los regímenes destinados al ocaso: "después de nosotros, el diluvio"»35.

Ampliamente convergentes entre ellos, ¿hasta qué punto estos dos retratos resisten la contrastación histórica? Conviene empezar a analizar el Informe secreto, que, hecho oficial por un Congreso del PCUS y por los máximos dirigentes del partido gobernante, se impone rápidamente como la revelación de una verdad largamente ocultada, pero ya incontestable.

La Gran guerra patriótica y las «invenciones» de Kruschov

A partir de Stalingrado y de la derrota infligida al Tercer Reich una potencia que parecía invencible, Stalin había adquirido un enorme prestigio en todo el mundo. Y no es casual que Kruschov se detenga en este punto. El nuevo dirigente describe en términos catastróficos la falta de preparación militar de la Unión Soviética, cuyo ejército, en algunos casos, habría carecido incluso del armamento más elemental. Directamente opuesta es la imagen que surge de una investigación que parece provenir de los ambientes de la Bundeswehr36 y que en todo caso recurre ampliamente a sus archivos militares. Se describe la «múltiple superioridad del Ejército Rojo en infantería mecanizada, aviones y artillería»; por otro lado, «la capacidad industrial de la Unión Soviética había alcanzado dimensiones tales como para procurar a las fuerzas armadas soviéticas un armamento casi inimaginable». Este crece a ritmos cada vez más intensos según se acerca la operación Barbarroja. Un dato es especialmente revelador: si en 1940 la Unión Soviética fabricaba 358 carros de combate del tipo más avanzado, netamente superiores a aquellos disponibles para otros ejércitos, en el primer semestre del año siguiente fabricaba 1.50337. A su vez, los documentos provenientes de los archivos rusos demuestran que, al menos en los dos años inmediatamente anteriores a la agresión del Tercer Reich, Stalin está literalmente obsesionado con el problema del «incremento cuantitativo» y de la «mejora cualitativa de todo el aparato militar». Algunos datos son de por sí elocuentes: si en el primer plan quinquenal llegan al 5,4% del gasto estatal, en 1941 los presupuestos para la defensa suben hasta el 43,4%; «en septiembre de 1939, siguiendo órdenes de Stalin, el Politburó tomó la decisión de construir antes de 1941 nueve fábricas nuevas para la fabricación de aviones»; en el momento de la invasión nazi «la industria había producido 2.700 aviones modernos y 4.300 carros de combate»38. A juzgar por estos datos, pueden decirse muchas cosas, excepto que la URSS haya llegado poco preparada a la trágica cita con la guerra. Por otro lado, han pasado ya diez años desde que una historiadora norteamericana asestara un duro golpe al mito del derrumbe moral y evasión de responsabilidades por parte del dirigente soviético apenas iniciada la invasión nazi: «pese al impacto inicial, el día del ataque Stalin convocó una reunión de once horas con los dirigentes del partido, del gobierno y del ejército, y en los días siguientes hizo lo mismo»39. El caso es que ahora tenemos acceso al registro de los visitantes del despacho de Stalin en el Kremlin, descubierto a comienzos de los años noventa: parece ser que desde las horas inmediatamente siguientes a la agresión militar, el líder soviético se sumerge en una incesante sucesión de reuniones e iniciativas para organizar la resistencia. Son días y noches caracterizadas por una «actividad [...] extenuante», pero ordenada. En cualquier caso, «todo el episodio [narrado por Kruschov] es una completa invención», esta «historia es falsa»40. En realidad desde comienzos de la operación Barbarroja, Stalin no sólo toma las decisiones más comprometedoras, dando órdenes para el traslado de la población y de las instalaciones industriales lejos del frente, sino que «controla todo de manera minuciosa, desde el tamaño y forma de las bayonetas hasta los autores y títulos de los artículos de "Pravda"»41. No hay pruebas de pánico ni de histeria. Leamos la correspondiente entrada del diario de Dimitrov: «A las 7 de la mañana me han reclamado con urgencia en el Kremlin. Alemania ha atacado a la URSS. Ha comenzado la guerra [...]. Sorprendente calma, firmeza y seguridad en Stalin y en todos los demás». Sorprende todavía más la claridad de ideas. No se trata solamente de proceder a la «movilización general de nuestras fuerzas». Es necesario también definir la situación política. Sí, «solamente los comunistas pueden vencer a los fascistas», dando fin a la ascensión aparentemente imparable del Tercer Reich, pero no hay que perder de vista la naturaleza real del conflicto: «Los partidos [comunistas] impulsan sobre el terreno un movimiento en defensa de la URSS. No plantean la cuestión de la revolución socialista. El pueblo soviético combate una guerra patriótica contra la Alemania fascista. El problema es la derrota del fascismo, que ha sometido a una serie de pueblos e intenta someter a otros»42.

La estrategia política que habría precedido a la Gran guerra patriótica está claramente trazada. Ya algunos meses antes Stalin había subrayado que al expansionismo aplicado por el Tercer Reich «en pos del sometimiento, de la sumisión de otros pueblos», estos respondían con justificadas guerras de resistencia y liberación nacional (infra, p. 214). Por otro lado, a aquellos que escolásticamente oponían patriotismo e internacionalismo, la Internacional comunista había replicado ya antes de la agresión hitleriana, como demuestra la entrada del diario de Dimitrov del 12 de mayo de 1941, que

[...] es necesario desarrollar la idea que conjuga un sano nacionalismo, correctamente entendido, con el internacionalismo proletario. El internacionalismo proletario debe apoyarse en este nacionalismo de cada país [...]. Entre el nacionalismo correctamente entendido y el internacionalismo proletario no existe y no puede existir contradicción alguna. El cosmopolitismo sin patria, que niega el sentimiento nacional y la idea de patria, no tiene nada en común con el internacionalismo proletario.43

Lejos de ser una reacción improvisada y desesperada a la situación creada con el comienzo de la Operación Barbarroja, la estrategia de la Gran guerra patriótica señalaba una orientación teórica de carácter general madurada desde hacía tiempo: el internacionalismo y la causa internacional de la emancipación de los pueblos apuntaban concretamente hacia las guerras de liberación nacional, necesarias dada la pretensión de Hitler de retomar y radicalizar la tradición colonial, sometiendo y esclavizando en primer lugar a las supuestas razas serviles de Europa oriental. Son temas retomados en los discursos y declaraciones pronunciados por Stalin en el transcurso de la guerra: éstos constituyen «importantes piedras angulares en la clarificación de la estrategia militar soviética y sus objetivos políticos, y jugaron un papel importante a la hora de reforzar la moral popular»44; alcanzaron además una importancia también internacional, como observaba contrariado Goebbels a propósito del discurso radiado el 3 de julio de 1941, que «suscita enorme admiración en Inglaterra y en los EEUU»45.

__________

(28) Kruschov 1958), pp.223-4

(29) Deutscher 1972b), p. 20.

(30) Kruschov 1958), pp. 121-2.

(31) ibid, pp. 164-5 y 172.

(32) ibid, pp. 176 y 178.

(33) Zubkova 2003), p. 223.

(34) Trotsky 1962), pp. 170, 175-6 y 446-7.

(35) Trotsky 1988), pp. 1259 y 1262-3.

(36) Fuerzas armadas de la República Federal Alemana desde 1955 [N. del T.]

(37) Hoffmann 1995), pp. 59 y 21.

(38) Wolkogonow 1989), pp. 500-4

(39) Knight 1997), p. 132.

(40) Medvedev, Medvedev 2006), pp. 269-70

(41) Montefiore 2007), p. 416.

(42) Dimitrov 2002), pp. 320-1.

(43) ibid, p. 314.

(44) Roberts 2006), p. 7.

(45) Goebbels 1992), p. 1620 nota de diario del 5 de julio de 1941).



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