La Tabla Mágica y el Poder de
la Escritura
Roque Ramírez Cueva
INICIALMENTE
LAS SOCIEDADES HUMANAS constituidas en tribus y luego en estados se
caracterizaron por ser pueblos ágrafos, es decir que desconocían la escritura.
Su información era trasmitida por medio oral y se guardaba en la memoria de los
más experimentados y ancianos. El archivo de esta memoria no era garantía para
conservar sobre todo el conocimiento dejado por la experiencia tecnológica y
del pensamiento, el recuerdo perduraba mientras vivía el depositario y al ser
trasmitido se alteraba. Ángel Rosemblat ha escrito sobre ese instrumento mágico
que habría de suplir esa imperiosa necesidad, el libro. Y lo expuso más o menos
según los párrafos que a continuación redactamos a nuestro estilo, en todo caso
podemos afirmar que estas líneas son respaldadas por sus ideas.
Cuando en las primeras sociedades del
oriente, Sumeria, Babilonia y Egipto, se inventó la escritura cuneiforme y
jeroglífica la humanidad dio uno de sus primeros grandes saltos hacia la
preservación del legado que dejaba esa curiosa especie transformadora de la
naturaleza llamada humano. Estas primeras formas de escritura crearon los
primeros signos o grafías que le permitirían conservar y archivar la información.
Así los logros de los sabios e inventores no se perderían en una inestable
memoria.
De esos años, génesis de nuestra
historia hace cuatro mil años, entre la escritura cuneiforme y jeroglífica, se
pudo atrapar las primeras historias orales que circulaban en la sabiduría del
pueblo sumerio. Hablamos de algunas leyendas que entre otras se llaman Epopeya
del Gilgamesh, El poema de La creación, Los mitos de Enki, el nacimiento de
Nannar. En dos libros -Gilgamesh y la Creación- se registra por primera vez la
historia que se contará mil años después, el edén, el diluvio, la invasión de
reinos, incluidos en La Biblia con el nombre de El génesis.
Los primeros libros, así tuvieron forma
de ladrillos salidos de hornos. En aquella época del medio Oriente, toda
construcción era de adobes y palos; así, mientras los vestigios arquitectónicos
de esos pueblos acadios y sumerios se convertían en polvo, las tablillas de
barro cocidas en los hornos preservaron la historia de los mismos. Los egipcios
mediante sus jeroglíficos y el papiro, nos preservaron su Libro de los Muertos.
Pasado dicho milenio, hace tres mil aprox., se inicia la escritura de La
biblia.
Luego, se inventó la escritura
ideográfica y alfabética en países milenarios como China y Arabia y Grecia. Con
el arma de la escritura la sociedad de la antigua Grecia pudo no sólo preservar
el conocimiento sino que lo organizó, lo sintetizó, lo diferenció, le
desarrolló una metodología que le permite al hombre usar sus capacidades de
invención tecnológica y cultural, lo cual ha permitido que de ese deslumbrante
invento llamado rueda nos catapultemos a ese mágico invento llamado computador.
Pero, antes, la sociedad China hubo de
inventar el asombroso invento del papel y el pueblo alemán crearía la mágica
imprenta. Sin el papiro de los egipcios (la corteza de árbol donde escribían
ellos) y sin el papel la escritura no hubiera tenido seno donde guarecer todo
aquello que el hombre ideaba. Así los monjes de los conventos y abadías en
cuero pergamino y los monjes chinos en papel elaboraron esa maravillosa y
mágica cosa llamada libro.
De los griegos nos queda la inmensidad y
profundidad de libros que versan sobre filosofía, lírica y tragedias, cuando no
historias. Crátilo pudo afirmar su materialismo y Platón su idealismo, entre
ambos fluye la dialéctica de Aristóteles y su animal político. De sumo interés e importancia resulta Hesiodo
y su didáctico poema El trabajo y los días, donde se orienta a cultivarse
mejor, en el sentido lato de su acepción.
De los chinos El Tao, ética y filosofía.
Sin los libros elaborados en las
bibliotecas conventuales o de las cámaras de los templos tibetanos hoy nos
hallaríamos en el gran problema de inventar lo que ya se inventó, de construir
lo que ya se construyó, de aprender la ciencia y la técnica otra vez, como si
no hubiera sido desarrollada por los primeros hombres. Es decir viviríamos
atrasados miles de años. Un caso importante lo tenemos en el hallazgo de la
piedra Roseta por el francés Champollion, que permitió entender la escritura jeroglífica,
y con ella permitió conocer el mundo de los estados antiguos.
Dice Ángel Rosemblat, cuan maravillados,
pasmados quedarían los alemanes y europeos en la época que Juan Gutemberg
inventó la misteriosa imprenta, la tomarían como cosa de brujería, endemoniado
aparato que reproducirá las palabras habladas y escritas a pluma cientos de veces, quedando grabadas
en el papel, como un rollo de papel importante (el libro de antes) o el libro
pergamino de los monjes podía ser reproducido por cientos de ellos y en pocas
horas, asunto de hechizos, de magia no santa.
El libro salido de la imprenta era
mágico porque podía además difundirse, volar rápidamente de un lado a otro y
llegar, primero a cientos, luego a miles de personas, podía dar ideas a esos
miles de lectores, podía informarlos, sobre todo podía educar a todo aquel que
tuviera habilidad y destreza para leerlo. En otras palabras, la educación,
gracias al mágico libro se extendió desde el privilegio de la nobleza hasta los
súbditos, de las academias al pueblo.
En un primer y extenso momento, el libro
con ese gran poder de influenciar fue potestad única de la élite, de los reyes,
de los poderosos. Durante siglos se sirvieron de él para provecho propio y los
intereses de su clase esclavista, feudal y burguesa; lo usaron como instrumento
de sojuzgamiento y engaño, aparte de vetarlo a las clases trabajadoras mediante
el ardid de no enseñarles a leer. Sin embargo, en el capitalismo, la clase
obrera pudo autoeducarse y pudo acceder a las maravillosas revelaciones que le
interesaban como clase social para impulsar sus reivindicaciones y pugnar por
sus utopías.
En América, México y Perú, cuna de
civilizaciones avanzadas, no fueron ajenos a ello. Desarrollaron una escritura
particular, e igual de peculiares fueron sus libros. Los mayas y aztecas
inventaron una escritura ideográfica, y el artificio del libro tuvo la forma de
códices pintados. Los incas y sus panakas (nobleza), su escritura y libro
fueron un solo conjunto tridimensional, los khipu, las quilcas. Y justo, lo
afirmado en el párrafo anterior tiene sustento en el hecho que los invasores
españoles, destruyeron las bibliotecas, los códices, los khipu, con el fin de
borrar la memoria y tecnología de las culturas nuestras, e imponer con menos
dificultad su dominio.
Se acepta por unanimidad que la
educación es un medio, una herramienta por la cual es factible que sociedades
humanas avancen y alcancen un alto desarrollo, al igual que su gente. Desde
luego, esa educación es dependiente de elementos importantes, el más útil y
primordial –después del hombre, científico o maestro- es sin duda el libro.
Este contiene y preserva la memoria de la humanidad; es decir, guarece los
secretos de la ciencia y tecnología, sus métodos, por los cuales se puede
alcanzar siempre logros cada vez más óptimos. ¿A quién beneficia mejores
logros? La respuesta la sabemos, a la clase social que detenta lo que hoy
llamamos los poderes fáctico
No
obstante, el libro es tan maravilloso y poderoso que les permiten a las
personas educarse permanentemente, con maestros o sin maestros, con escuela o
sin escuela. En el Perú, por ejemplo importantes sabios como J.C. Mariátegui,
Emilio Choy; o poetas como Víctor Mazzi Trujillo se hicieron tales sin ir a la
universidad, cientos de líderes obreros y sociales fueron autodidactas gracias
al libro. Entonces, terminemos diciendo gracias libro, la humanidad te debe
tanto, claro y tú también le debes a la humanidad, hoy tienes otra forma de
digitación computarizada, sin embargo siempre serás un mágico y dotado amigo.
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