La
Burguesía Peruana en el Siglo XVIII*
Emilio
Choy
Trataremos de presentar tres actitudes de
la burguesía peruana a mediados del siglo XVIII, dos de ellas favorables a la
metrópoli y una que se yergue tímidamente, pero indicando sus necesidades,
frente a la negativa política de la administración española.
Primera actitud
La
primera actitud es la expresada en un escrito anónimo publicado en madrid,
1747:
Estado Político del Perú. El autor de esta obra (dedicada al Ministro Carbajal y
Lancaster) ha sido ubicado por el profesor Pablo Macera como el capitán don
Victorino Montero (1). La importancia del estudio económico de Montero,
aparecido a mediados del siglo XVIII, tiene primacía, aunque historiadores como
Emilio Romero y estudiosos como Juan Dulanto Baltiérrez creen que el primer
economista fue don Pedro Bravo de Lagunas. Los conocimientos de este economista
eran superiores a los del autor del Estado Político..., sin embargo, esto no quita el orden de
ubicación (2). Pertenece a Montero el mérito de haber realizado, aunque en
forma restringida, un análisis de la situación económica del virreinato;
refleja el punto de vista de una burguesía que realiza estudios con miras no
de mejorar lo nacional sino de condicionar la economía peruana para provecho y
permanencia del poder peninsular; Montero pertenece al sector burgués adherido
a los intereses de la Corona y se siente incapaz de mirar la situación de la
colonia de manera independiente; sus conveniencias la ligan a ella; es fiel a
la metrópoli y si insinúa reformas, señalando lacras sociales, ellas tendrán
como objetivo favorecer al gobierno y al comercio peninsulares. El remedio que
preconizaba Montero para los males del Perú consistía en establecer un banco y
compañía de comercio que se organizaría con los capitales limeños, a los que se
abonaría un cinco por ciento de interés anual, quedando el total de las
utilidades para la compañía y dejando un margen superior de ingresos para los
Borbones.
La compañía, que propugnaba Montero,
ejercería el control total del comercio y la industria, la navegación y la
minería, además de monopolizar otros aspectos de la economía del virreinato
peruano; tomaba como modelo el sistema que habían establecido los holandeses en
su Compañía de las Indias Orientales. Ponía como ejemplo a la Compañía Guipúzcoana,
que tanto provecho dio a los comerciantes peninsulares, pero con mayores
capitales y atribuciones que ésta. El estudio de Montero se escribió alrededor
de 1740 y se publicó en 1746 (Madrid); tiene cierta semejanza con el informe
que el Juez de Comisos, el vasco Pedro José Olavarriaga, redactó sobre la
situación de la provincia de Venezuela en 1720, estudio que sirvió de base para
que la burguesía vascongada estableciera, con la protección real, la opresiva
Compañía Guipúzcoana (3); el mismo criterio económico primó en Montero, con la
diferencia de que Olavarriaga era peninsular y el capitán era peruano de
nacimiento, aunque su conciencia no correspondía a los intereses del país en
que había nacido. Podríamos considerar a Montero nacionalista si miramos los
problemas nacionales en función de la metrópoli, como lo hacen algunos
historiadores al situar al autor del Estado Político... como a uno de los
personajes que expresan la iniciación del sentir de la conciencia nacional.
Esta equivocada apreciación ignora el empeño que tuvo el capitán para crear una
poderosa fuerza militar de ocho mil hombres para manejar a "los
desgobernados genios" en la colonia y poder contener las repetidas
desobediencias y
"levantamientos que se han
experimentado en Oruro, Puno, Paraguay y Cochabamba, siendo de notar que el
último levantamiento o conjura fue en el año 1738, en la villa de Oruro, por
Juan Vélez de Córdova, que inflamando a los indios apellidaba la libertad e
intentaba constituirse Rey, matando y destruyendo a los pocos españoles que
habitan en las mencionadas ciudades".
"Dejo de ponderar —exponía
Montero—, que el dicho Juan Vélez de Córdova era hombre humilde de los que
llamamos mestizos por el mixto de español e indio, que de ello se valía para
decir que procedía de la antigua sangre de los incas, y que intentaba la
empresa sin fondos de caudales, no fomento firme de parciales y armas, solo
fundado en un bárbaro rompimiento de la crueldad, que después de ejecutado y
amontonados indios y mestizos, robando ciudades y minas".
Segunda actitud de la burguesía peruana
Como
hemos referido, el oidor Pedro Bravo de Lagunas es nuestro segundo economista.
Su obra capital,
Voto Consultivo,
que ofrece al excelentísimo señor don Joseph Antonio Manso de Velazco, Conde
de Superunda, la escribe después de la actuación que realizó al reprimir el
alzamiento de los caciques de Lima, en 1750. Este movimiento tuvo como objetivo
tomar el Palacio de Pizarro y fue descubierto, como relata el Conde de
Superunda, por encima del "sigilo de la confesión". El sacerdote que
tal deslealtad demostró con sus obligaciones sagradas parece que no coincidía con las
intenciones de los jesuitas, porque éstos hubieran demostrado más integridad,
en vista de que estaban interesados en el triunfo de la insurrección de su
patrocinado, que se desarrollaba en las montañas de Tarma, Jauja y Huánuco. Es
evidente que hubo vinculación entre la rebelión de los caciques de Lima con el
movimiento montañés de Juan Santos de Atahualpa; el mismo virrey lo afirma en
su memoria:
"Algunos reos fueron
desterrados a la isla Juan Fernández y presidio de Ceuta, y se publicó
entonces, sin embargo, el indulto antes suspendido de que exceptuaron tres
reputados, indignos de esta gracia: el uno, descubierto en el pueblo de
Lambayeque, toleró la pena capital a que estaba sentenciado: los dos cuyos
nombres y circunstancias constan de los autos, se han sustraído a las eficaces
diligencias con que se ha solicitado, y convendrá no perderlos de vista uno
supo delinear plan exacto de lo principal de la ciudad; dibujar la invasión
del palacio y sala de armas, previniendo las avenidas (con precauciones de un
militar experimentado), y el otro acometió a incluirse en la montaña y ponerse
de acuerdo con el indio rebelde (Juan Santos), y ofreció en el disfraz de
mercachifle correr el Reyno y prevenir a sus caciques; y ambos vivieron con tal
cautela, que frustraron el castigo y en su fuga no dejan ningún rastro, y su
habilidad maliciosa en cualquier lugar y tiempo es de peligro" (4).
Es
evidente que el clero no jesuítico fue uno de los aliados más poderosos que
tuvo la Corona para sofocar el movimiento de los caciques limeños, y el hombre
más caracterizado para castigarlo fue don Pedro Bravo de Lagunas y Castilla.
El oidor de la Audiencia de Lima, cuyo
celo para penar la conspiración independentista fue premiado con los honores
del Supremo Consejo de Indias por S.M., posteriormente asumió la defensa de los
terratenientes, conducta que algunos investigadores han calificado de
nacionalista. Creemos que ni siquiera fue un nacionalismo dosificado, sino un
calmante expedido por prescripción virreinal para aliviar la situación de los
hacendados; y para atenuar cierto descontento social debido al rigor con que
exigían el pago de los impuestos existentes y la creación de otros nuevos para
sostener la guerra contra Inglaterra y mejorar los ingresos del alto clero,
mediante el aumento de entradas por concepto de diezmos de los que éste
participaba en una proporción.
El libro que escribió Bravo de Lagunas se
divide en ocho párrafos precedidos de una notable introducción, que revela
conocimientos avanzados que coinciden con los economistas de la Península, tal
como Ustaria; también en esta parte, repetidas veces, cita opiniones de
Puddendorf, Grocio y Heinecio. La erudición del famoso oidor sirvió a los
hacendados para disponer de un plazo para vender el trigo que producían e impedir
que el grano chileno rompiese el turno o mita comercial que los virreyes
habían establecido antes del Conde de Superunda. En estas circunstancias, si
alguien debe de ser calificado de "primer nacionalista", sería el
virrey que impuso el fomento de la producción triguera local. Pero la razón de
este interés dista mucho de ser nacionalista; la explicación nos la da el
citado Conde de Superunda:
"Aun cuando se ha tenido recelo
de que algunos piratas y corsarios han pasado a este mar se ha estado en la precisión
de permitir la salida de los navíos a todo riesgo, porque la ciudad no padezca
carestía de pan, y consiguiera el enemigo la más fuerte hostilidad, cortando el
comboy de aquella permisión: sin entera seguridad de que el mar se halle libre
de este peligro, ha resultado que no solamente lograsen los corsarios la
utilidad de las presas, sino adquirir noticias y proveerse de víveres, harinas
y carnes recientes que faciliten su permanencia en estos mares: y si se
tuvieran, cosechas de trigo en la tierra, con cerrar a la más leve sospecha el
puerto del Callao, mantener los navíos al abrigo del fuerte que domina a la
bahía, y retirar los ganados de las costas más expuestas, se practicará una
defensa que convirtiera la hostilidad contra los enemigos, y se tomarían
mejores y más seguras medidas para perseguirlos, y ellos tuvieran menos luz
para frustrarlas".
"Estas consideraciones y otras
que miran al derecho de las partes (hacendados y navieros) influyeron en que se
mandasen en años pasados mis antecesores en autos acordados que los trigos de
la tierra se gastasen en igualdad que los de Chile".
Como
manifiesta el virrey Manso de Velazco, la producción local se impulsó por motivos
ajenos al nacionalismo, la semi-autarquía que se estaba pretendiendo en la producción
de granos era para evitar que los enemigos dirigidos por el Almirante Vernon o
Anson, o cualquier atacante, pudiesen beneficiarse con los víveres que se
importaban de Chile. Los agricultores costeños llegaron a producir 50,000
fanegas, de un valor aproximado de 300,000 ps., estimulados por las
autoridades, las mismas que impusieron límites a las importaciones de los
comerciantes y navieros limeños, los que tuvieron que tolerar el expendio total
del trigo local antes de poder vender el grano sureño, mucho más barato y de
superior calidad según los panificadores.
Lo que condicionó este singular
proteccionismo y curioso nacionalismo no fue la opinión del autor del Voto Consultivo. .. ; no obstante la
magnífica erudición de que hizo gala, el alegato que encierra el libro de Bravo
de Lagunas (por algún motivo se hicieron con protección virreinal hasta dos
ediciones) estuvo destinado a tranquilizar, contentar en cierto modo, a los
enojados comerciantes y navieros que eran no menos peruanos que el grupo de
los hacendados. La defensa que hacía el oidor, bajo las hábiles indicaciones
del virrey, era aparentemente patriótica, si no se conociera el espíritu que
animó a la Corona. La documentada exposición fue una necesidad que podemos
calificar de demagógica, hábilmente encubierta con etiqueta patriotera. Si
tenemos en cuenta que el territorio chileno formaba parte del virreinato
peruano, más que lucha entre dos países rivales era fomentar la pugna entre dos
víctimas del mismo amo, pugna que las conveniencias de la metrópoli procuraban
estimular (como aún se hace en nuestros días, con el pretexto de la producción
del cobre, cuando el destino de ambos países era y es su integración
económica). En la división estaba la fortaleza del gobierno colonial.
Creemos
que el ardor del "nacionalismo" de Bravo de Lagunas era tan
circunstancial como el supuesto temor de que podría cesar la llegada del trigo
sureño. El
Voto Consultivo...
es un magnífico estudio económico y demográfico, para los intereses del clero;
se anticipa a Malthus, sosteniendo el absurdo de la correlación entre los
límites del crecimiento de la población y el problema de la inalterable
producción de alimentos, doctrina que Bravo de Lagunas toma de tratadistas
antiguos; es un regresivo mérito haberse anticipado a Malthus, porque los
límites que estableció eran falsos, por lo tanto carecían de base científica.
También es necesario tener en consideración que el oidor escribía presionado,
no sólo por el temor de las amenazas de los enemigos externos sino por los
movimientos independentistas, como el de los caciques de Lima (1750) que fue
precedido por la conjura en la Villa de Oruro a la que se refiere Montero
(1738-9) y, sobre todo, por la larga rebelión de Juan Santos de Atahualpa
(1742-1755?). Si tomamos en consideración la pugna de clases entre las masas
oprimidas y la dominación española llegaremos a comprender mejor el
"nacionalismo" de Bravo de Lagunas, tan halagador para el virrey.
Podemos, entonces, calificar al discutido economista de nacionalista sui generis y eficaz defensor de los
intereses de la Corona, bajo la capa de protector de los hacendados de Lima y
los valles vecinos.
Tercera actitud: el
incipiente nacionalismo burgués
Llano
y Zapata, aunque no fue independentista, expresa en forma rotunda la necesidad
de defender la producción de azogue de Huancavelica, refuta la
urgencia de cegar la producción de la mina Santa Bárbara, que los funcionarios
de la metrópoli se habían empeñado en conseguir para expandir el mercado de
exportación del azogue español. Como portavoz de la burguesía minera frente a
la peninsular, chocó con el grupo que representaba el ministro Marqués de La
Ensanada. No era de los hombres que se limitaban a estudiar o divulgar las
riquezas de su país; también procuró, dentro de sus medios, defenderlas. Y
creía que la mejor manera de hacerlo era evitando que declinara la producción;
en su obra hay pasión para su crecimiento, así concebía la idea de Patria;
mientras que Juan y Ulloa, como representantes de los productores de la
Península, en forma tendenciosa afirmaban que las vetas de la gran mina de
mercurio de Huancavelica estaban casi agotadas, “ya reducidas a un
esqueleto", y que "la diligencia de los hombres" no puede
remediar "la ínfima ley de sus metales". Nuestro historiador, al
escribir sus
Memorias Histórico- Fisicas, Critico-Apologéticas de la América Meridional, en los capítulos
referentes a la minería peruana, lo hizo profundamente preocupado por la suerte
de su tierra natal, que ciertos países trataban de menoscabar convirtiéndolo de
país productor en importador de mercurio (como viene ocurriendo hoy día, en que
poderosos intereses han convertido al Perú de país capaz de producir todo el
petróleo y derivados para su consumo y para una gran exportación, en un
angustiado importador de lubricantes y combustible residuales).
La preocupación de los Borbones, por
mejorar la producción de Almacén, dio resultado; también trataron de
exportarlo a las colonias como el Perú, para subordinarlo y empobrecerlo mejor.
Llano y Zapata, aunque trabajó para Carlos III, señaló en sus Memorias, que con el
pretexto de "fraude que se reconoció en los quintos reales", se había
paralizado la explotación del azogue de Cuenca con el consiguiente perjuicio
de Darién, Santa Fe, Popaván y Quito (5). Sobre Huancavelica, advertía que si
se paralizaba la explotación de mercurio, como pretendió el virrey Santo Buono,
"y como se ha pretendido en nuestros días, atendiendo a las exclamaciones;
de los que con imprudencia solicitaban su condenación, y nuestras Indias
hubieran llegado a tal decadencia que sería ahora irremediable su reparo".
Llano y Zapata proponía, como remedio, la explotación racional de la mina, que
la administración española estaba arruinando deliberadamente; con este motivo
solicitaba solución al decir: "Ello
no hay otro remedio que ministros celosos, exacto cumplimiento de la ley y
pagas correspondientes a los trabajadores".
La actitud nacionalista del autor de
las Memorias fue una traba para la
publicación de sus estudios. No podía ser de otra manera: era de los hombres
que consideraban que la investigación histórica y científica es para beneficio
de su pueblo; por eso se identificó con la oprimida burguesía del virreinato
peruano en lucha con la de la metrópoli, la que trataba de asegurarse "sus
propios mercados nacionales". Este mercado es la primera escuela en la que
la burguesía aprende a ser nacionalista. Es el verdadero nacionalismo, porque
no se trató como en el caso del trigo chileno, de una lucha entre dos países
dependientes, sino de la producción de una colonia frente a los intereses del
gobierno del país opresor. Discrepamos del autor de Viejas Polémicas
sobre el Nuevo Mundo,
Antonello Gerbi, cuando cree que la obra de Llano y Zapata no se publicó debido
a las desavenencias personales que existían entre éste y Jorge Juan, motivadas
por ciertos celos quee sintió el funcionario español al no ser mencionado en
las Memorias
Histórico...,
mientras que se citaba repetidamente el nombre de su compañero Antonio Ulloa.
Tan superficial análisis no considera la lucha
existente entre la producción española y la peruana, lucha que impregna las
páginas más conocidas de "Noticias Secretas", sobre todo la
condenación que hace de los obrajes del virreinato, a los que compara con el
infierno de las galeras, y las críticas a las manufacturas peruanas; la dura
explotación que se hacía con el obrero indígena y el mitayo eran motivadas no para lograr una mejora
en las condiciones de trabajo, sino el cierre de los obrajes y trasladar a los
obreros desocupados a las labores de la minería, que eran mucho más brutales.
La producción de metales preciosos era de interés no sólo para los
comerciantes peninsulares; era igualmente apetecido por los otros dos partidos
que luchaban en el seno del gobierno español, disputando posiciones; los
agentes de Francia e Inglaterra coincidían en presionar para reducir las
manufacturas del Perú y, en cambio, estimular en lo posible la producción de
oro y plata. Juan y Ulloa vinieron al Nuevo Mundo por encargo del Marqués de la
Ensenada, el portavoz de los intereses comerciales y políticos de Versalles en
la Corte de Madrid (6).
Con mayor claridad se podrá apreciar
la lucha entre el autor de las Memorias y los funcionarios de la
administración española, empeñada en mantener archivados los
estudios que pudiesen lesionar la política de la metrópoli. En la carta que
Jorge dirigió al Bailío Julián de Arriaga (29 de setiembre de 1762), indicó que
"no concibe la
conveniencia de dar al público dicha obra bajo la protección de S.M. Puede
ejecutarlo por si el propio autor; pero aun en esto es posible que V.E.
encuentre reparo porque no todo lo que asegura se practica en América, ni todo
lo que se desea se ejecuta [y] conviene al servicio del Rey".
El
año siguiente el Consejo de las Indias fue más rotundo, porque el tribunal en
pleno pidió que se guardaran los originales en el Archivo del Consejo,
juntamente con todos sus borradores y, no contento con esto, en una consulta
(19 de agosto de 1763) decía que no era conveniente otorgar al autor la
licencia solicitada para imprimir la obra y que estimaba que debía recogerse
cuanto hubiese escrito y que se pasase aviso al autor para que diera término a
la parte que restaba escribir" (7).
Como hemos visto, la obra de
Victorino Montero y la de Bravo de Lagunas están sumamente ligadas a las
conveniencias del monarca y la burguesía española; en cambio los estudios de
Llano y Zapata revelan que la corriente burguesa nacionalista, sino adquiría un
tinte independentista como los movimientos indígenas y mestizos del siglo
XVIII, indican la presencia de una conciencia nacional. El autor de las Memorias es el que mejor
representa esta tendencia en su época. Si el crítico de Llano y Zapata,
Antonello Gerbi, menciona como falta de "habilidad mundana"
"...congraciarse con los poderosos", la conducta de este
americanista, a nuestro juicio, es ejemplar en este aspecto, porque supo
defender lo peruano, en relación con los intereses continentales, frente a la
política de máxima explotación que realizaba la metrópoli.
Torre Revello, en documentado estudio
que hizo sobre nuestro historiador, destaca que: "A través de los escritos
que conocemos de Llano y Zapata se advierte un alto fervor americano. El
alejamiento del suelo natal no entibió su amor hacia el mismo" (8);
podemos añadir que, siguiendo la ruta de Garcilaso y tantos otros que vieron
la luz en el nuevo continente y, como ocurre con los patriotas de todos los
tiempos, era de los que iban a la metrópoli, más que a servirla, a luchar
contra su sistema. Así entendió este hombre de ciencia la peruanidad en función
de lo americano.
Notas
[1] Pablo Macera,
“Tres Etapas en el Desarrollo de la Conciencia Nacional”, págs.32-126, Ed.
Fanal, Lima, 1956.
[2] El primer
economista, sin duda, es Pedro Peralta y Barnuevo que precede aun al mismo V.
Montero. Será estudiado en artículo que publicaremos posteriormente.
[Investigaciones posteriores alteran esta opinión].
[3] Eduardo Arcila Marías. Economía Colonial de Venezuela.
F.C.E. págs. 170-80.
[4]
Conde de Superunda, Memorias
de los Virreyes, T. IV, pág. 97, Lima, 1859.
[5] Antonello Gerbi, Viejas Polémicas sobre el Nuevo
Mundo, pág. 251, Lima, 1946.
[6] J. Ensebio Llano y
Zapata, Memorias Histórico-Fisicas, Crítico-Apologéticas de la
América Meridional,
Lima, 1904
[7] Conde de Floridablanca,
Colección de Obras Originales, Biblioteca de Autores Espinóles, Jorge Juan y
Antonio de Ulloa, Noticias Secretas,
1953, Buenos Aires, pág. 9.
[8] Torre
Revello, "Noticias sobre José Eusebio de Llano y Zapata, Historiador peruano
del siglo XVIII", pág. 16, en revista
Historia de América, Nº13, dic. 1941.
*El
presente ensayo fue originalmente publicado en
la revista Idea, artes y letras, Abril-junio de 1961, Año XII, nº
47, pp. 2-11. (Nota del Comité de Redacción)
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