jueves, 1 de octubre de 2020

Economía

 

Pesimismo y Optimismo Económico Burgués

César Risso

LAS CIFRAS OFICIALES y los comentarios y opiniones de la burguesía se agolpan alrededor del optimismo y del pesimismo en las perspectivas económicas.

        Los optimistas opinan que ya hemos doblado la curva de la recesión, y que estamos iniciando la recuperación económica. Los pesimistas evalúan el crecimiento económico considerándolo tan lento y leve que no amerita entusiasmarse.

        Ambas actitudes giran alrededor de si se empezará a obtener las utilidades de antes de la cuarentena, o si se tendrá que esperar un tiempo más para su restauración.

        El sacrificio de la burguesía ha consistido en la reducción de sus ganancias, mientras que la del pueblo trabajador ha consistido en la pérdida de vidas y de sus magros bienes.

        Mientras que se puede ser pesimista en ocasiones acerca de la ganancia (por esto muchos proyectos económicos nunca se ejecutan), es imposible ser pesimista cuando lo que está en juego es la vida.

        El optimismo del pueblo se puede apreciar en su afán de vivir, en persistir en su existencia, a pesar de las dificultades permanentes que afronta, buscando de una u otra forma hacerse de los recursos que satisfagan siquiera sus necesidades mínimas. De un lado, la exigencia al gobierno para que afronte las dificultades generadas por la pandemia, y de otro, con soluciones colectivistas. Sin embargo, esto no basta, pues se sustenta en la esperanza de volver a la normal explotación burguesa.

        Veamos los datos y apreciaciones de la burguesía con respecto a las perspectivas económicas de nuestro país.

        El presidente del Banco central de Reserva, Julio Velarde, señaló que “la caída de la población económicamente activa (PEA) ocupada ya comenzó a revertirse”, que “la situación mejorará en el cuarto trimestre”, “que esta recuperación no debe sorprender, pues como en el Perú no hay seguro de desempleo, la gente se ve obligada a salir a las calles a trabajar”. Estas afirmaciones son optimistas, pues la reducción del desempleo implica la reanudación de las actividades por parte de las empresas y, en consecuencia, el reinicio de la obtención de ganancias. Sin embargo, Julio Velarde considera beneficioso el que no exista en el Perú seguro de desempleo. Es decir, es bueno para el empleo que haya desprotección de los trabajadores enfrentados al despido, pues así se verán obligados a salir a trabajar en lo que sea. Y después la burguesía reclama que en el Perú hay demasiada informalidad.

        Por el lado de la visión pesimista de la burguesía, se tiene la información de la OIT, que afirma que se perderían 1,5 millones de empleos; mientras que el MEF considera que la reducción del PBI sería de 12%, pudiéndose perder 1,3 millones de empleos. Más aún, la OIT considera que “Lo más preocupante es que el 75% de empleos se encuentra en sectores de baja productividad”. Asimismo, la OIT manifestó que “Lo que es preocupante es que los ingresos no se podrán recuperar en el corto plazo. Y el hecho de que no se recuperen, significa un freno al consumo y a la posible recuperación”.

        Por último, aunque esto no agota toda la precaria situación económica que atravesamos, la recaudación tributaria se reduciría en 22,5% en el año 2020. “En total serían S/ 87.319 millones”, monto que se podría recuperar fácilmente si se cobrasen, como debe ser, el IGV, sin devolverlo, y el impuesto a la renta a las grandes empresas (transnacionales).

         La sed de ganancia de la burguesía la induce a creer que ya tocamos piso y que solo queda empezar a crecer.

        La reducción del empleo provocada por la cuarentena impuesta por el gobierno, simplemente paralizó a muchas empresas, las que se vieron en la imposibilidad de producir o brindar servicios, y en consecuencia de generar ingresos. En el régimen burgués esta situación es insostenible, pues la burguesía vive de la plusvalía extraída a los trabajadores. Paralizadas las empresas, no hay forma de extraer plusvalía.

        La forma de enfrentar la pandemia por parte del actual gobierno fue la de hacer colapsar las actividades económicas, las mismas que al desenvolverse de forma capitalista, explotando a los trabajadores bajo el sistema asalariado, significó paralizar el sistema capitalista. Si bien es cierto que no se dejó de lado las relaciones de explotación capitalista, pues todas las medidas dadas para aminorar el efecto económico a las empresas se dieron en el marco del capitalismo, se afectó considerablemente a esta forma de explotación.

        Las medidas del gobierno, sin proponérselo, pusieron en evidencia que sin capitalismo es posible continuar existiendo como sociedad.

        El desempleo, en cualquier momento de dominio del capitalismo, significa que parte de los trabajadores se ven obligados a salir del “mercado laboral”, a “cruzarse” de brazos, a dejar de ser útiles como productores, pero a seguir siendo consumidores. En todo caso, su utilidad para el capitalismo y la burguesía consiste en que pasan a formar parte del ejército industrial de reserva, con lo cual su número presiona hacia la baja los salarios, por el “exceso de oferta de trabajadores”.

        Esta expresión, “exceso de oferta de trabajadores”, encubre el hecho que se considera como exceso de trabajadores con respecto de la posibilidad de la burguesía de obtener ganancias. La burguesía solo contratará la cantidad de trabajadores que necesita para producir las mercancías que le permitirán obtener ganancias. Así, por ejemplo, contratará trabajadores para producir gaseosas porque le permitirá ganar; mientras que no contratará trabajadores para producir cualquier otro bien por necesario e importante que sea para la existencia humana, si es que su producción no le reporta ganancia. En consecuencia, en el capitalismo tendrán empleo los trabajadores que, independientemente del bien que produzcan, bueno o malo, este pueda ser vendido en el mercado con beneficio para la burguesía. Cuando la burguesía no obtenga beneficio con un bien, simplemente dejará de producirlo, o no invertirá en su producción.

        El empleo en el capitalismo, esto es, la posibilidad de tener ingresos para vivir, depende de los intereses de la burguesía. No es una cuestión humana, social, sino del interés privado de un pequeño sector de la población. Los trabajadores son útiles como objeto de explotación, pues solo el trabajo vivo puede crear nuevo valor.

        Entre el optimismo y el pesimismo de la burguesía; entre la posibilidad de obtener ganancias y de no obtenerlas, al menos en los niveles de antes de la cuarentena; entre la explotación de los trabajadores y su confinamiento; la burguesía, atajada en sus aspiraciones inmediatas por sus propios representantes políticos, quienes ven a mediano plazo la necesidad de salvar el modo de producción capitalista, preservando al menos en parte la vida de los trabajadores, pues sin estos no hay posibilidad de extraer plusvalía, se estimula calculando el retorno a la “normalidad” de la explotación del trabajo asalariado, previendo posibles escenarios, tratando de acercar el futuro para regodearse con toda la ganancia, que en su imaginación, por ahora, sería capaz de obtener.

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Nota: Las expresiones entrecomillas han sido extraídas de las páginas 2 y 3 del diario Gestión del 29 de setiembre.

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