sábado, 1 de junio de 2019

Política


El Maoísmo Nominal de J. P. Ballhorn y Algunas Otras Cuestiones

(Primera Parte)

Eduardo Ibarra

EN LOS ÚLTIMOS DÍAS un compañero tuvo la buena iniciativa de remitirme el artículo Hacia una defensa del maoísmo, de J. P. Ballhorn, publicado en dos partes, el 1 y el 11 de mayo del presente, en el blog El Viejo Topo.

        En ese artículo su autor ha dejado escrito lo que sigue acerca de mi planteamiento sobre la denominación de la doctrina del proletariado:

Eduardo Ibarra sostiene que es un error hablar de “maoísmo”, pero en realidad solo se opone al empleo del término “maoísmo”, porque curiosamente sí está de acuerdo en que Mao ha desarrollado el marxismo y hasta esboza una sustentación de por qué lo considera así. Por este motivo llamo a la postura de Ibarra la “tesis nominal” (1), pues su resistencia a asumir el maoísmo se basa únicamente en una logomaquia. Cabe preguntarnos, ¿por qué esa renuencia terminológica? Eso es algo que podría comprender un trabajo aparte. Mientras tanto, lo que sí vamos anunciando es que las disputas sobre el lugar que le corresponde a Mao, la distinción entre “época” y “etapa” del marxismo, entre otras cuestiones problemáticas planteadas por Ibarra, las trataremos en el trabajo extenso y completo sobre el tema que nos convoca.
… entre quienes han tratado de negar la posibilidad del maoísmo desde un enfoque más o menos histórico, se encuentran Eduardo Ibarra, de quien ya comentamos algunas cosas (tesis nominal), y cuyo historicismo se ve empantanado por la perspectiva esquemática que aún conserva…

Como es lógico, nadie está obligado a responder cada cosa que se diga sobre las ideas de uno, pero, por cuanto el escamoteo de los términos de mi aludido planteamiento puede conducir a confusión al lector en una cuestión tan importante, no tengo más remedio que responder a Ballhorn.

        En mi libro El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su denominación (2012), expuse los términos de esta última cuestión.

        No es ocioso señalar que en otros escritos he tocado igualmente el problema de la denominación de la doctrina: por ejemplo en los capítulos I, II III y XXVII de mi libro El pez fuera del agua. Crítica al ultraizquierdismo gonzaliano (2010).

Por lo que dice en su artículo, es poco probable que Balhorn desconozca los mencionados textos, por lo que resulta escandaloso el escamoteo que comete del fundamento principal de mi planteamiento: la ligazón intrínseca entre la cuestión del desarrollo del marxismo y la cuestión de su denominación actual.

Este escamoteo, por otro lado, da cuenta de que Ballhorn no ha sabido plantear los términos del problema de la denominación de la doctrina.

Como es claro, este problema no puede ser resuelto al margen del desarrollo del marxismo; así, es un hecho que, en su análisis y su resolución, no solo juega el valor universal de algún desarrollo de la doctrina, sino también el valor epocal del concepto de leninismo.

En Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Engels señaló que sin la obra de Marx «la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre.»

Esta afirmación no significa que el pensamiento de Engels quedara fuera del marxismo, sino más bien que quedó contenido en él.

En Los fundamentos del leninismo, Stalin definió el leninismo como «el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria».

Esta definición no quiere decir que el pensamiento de Stalin quedara fuera del leninismo, sino más bien que quedó comprendido en él.

Lo mismo puede decirse del pensamiento de Mao: puesto que este pensamiento no representa una nueva época en el desarrollo de la doctrina, está contenido en el concepto de leninismo.

Es decir, el problema de la denominación de la doctrina quedó resuelto primero con el término marxismo y, después, con el término marxismo-leninismo.

Por eso, cuando los guardias rojos de la revolución cultural china acuñaron el término maoísmo, Mao les recordó que vivimos aún en la época del imperialismo y de la revolución proletaria y que el leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria (véase el Informe Político al X Congreso del PCCH).

Es decir, Mao se opuso al término maoísmo como parte de la denominación de la doctrina.

O sea, como diría Ballhorn, «curiosamente» Mao rechazó el término maoísmo, y, por esto, su opinión es una «logomaquia» y merece ser calificada de «nominal».

Como se ve, nuestro articulista apunta alto.

Por lo expuesto, se comprende que la inclusión del término maoísmo en la denominación de la doctrina implica la negación del leninismo como el marxismo de nuestra época, y, por esta razón, el término «marxismo-leninismo-maoísmo» se revela como un contrasentido.

En mi libro El desarrollo de la teoría del proletariado, escribí:

… si la revolución china es una continuación de la revolución rusa en las condiciones de un país semicolonial y semifeudal, el pensamiento de Mao es un desarrollo directo del leninismo, pues sus raíces históricas son las mismas que las de éste. Sobre la nueva democracia es un desarrollo de Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, y la teoría de la continuación de la revolución en las condiciones del socialismo es un desarrollo de las tesis planteadas por Lenin en su artículo La economía y la política en la época de la dictadura del proletariado. En consecuencia, es correcto señalar que la teoría y la táctica de Mao sobre la nueva democracia es un desarrollo de la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, y su teoría y su táctica de la continuación de la revolución en el socialismo es un desarrollo de la teoría y la táctica de la dictadura del proletariado en particular.

Esta cita da cuenta del desarrollo del marxismo concretado por Mao, y, por esto, da al traste con la irresponsable acusación de Ballhorn de que niego «la posibilidad del maoísmo».

Víctima del embrollo que tiene en la cabeza, Ballhorn se extendió en acusaciones al decir que me opongo «al empleo del término “maoísmo”».

Pero la siguiente afirmación de mi autoría echa por tierra esta otra acusación, tan irresponsable como la anterior:

El pensamiento de Mao tiene valor universal y, teniendo en cuenta esto, puede hablarse de maoísmo. Ahora bien, es de conocimiento general que el mundo ha experimentado grandes cambios, pero no ha cambiado la época, y, así, el aporte de Mao al marxismo, con todo lo grande que es, no corresponde a una nueva época histórica y, teniendo presente esto, no es correcto hablar de maoísmo, sencillamente porque para designar al marxismo de nuestra época existe un ismo consagrado, el leninismo, por el cual actualmente hay que entender no solo los pensamientos de Lenin y Stalin, sino también el pensamiento de Mao. (El desarrollo de la teoría del proletariado).

Es decir, si bien es cierto que el término maoísmo no se justifica en la denominación de la doctrina, puede utilizarse sin embargo para referirnos al pensamiento de Mao que, como se sabe, tiene valor universal. Así, he utilizado el mencionado término en diferentes contextos verbales, como por ejemplo no hace mucho en una nota de mi artículo La lucha interna del partido proletario (27.02.2019), publicado inicialmente en el blog CREACIÓN HEROICA y, luego, en forma de folleto, de manera que está al alcance de mi desorbitado crítico.

En el texto Concepción y método marxistas (escrito el 12 de noviembre de 1998 y publicado primero en forma de folleto, después en la red y por último como primer capítulo de mi libro El desarrollo de la teoría del proletariado), escribí:

La lectura de El Capital da cuenta de que Marx era perfectamente consciente de la contradicción como el núcleo de la dialéctica (su análisis de la mercancía así lo demuestra). Y el despliegue de su exposición sobre el movimiento de la economía capitalista (así como, en general, el conjunto de su obra) demuestra que igualmente era consciente de la universalidad de la contradicción, de la particularidad de la contradicción, de la contradicción principal y el aspecto principal de la contradicción, de la identidad y la lucha entre los aspectos de la contradicción y del papel del antagonismo en la contradicción. En consecuencia, cae por su peso la pregunta: ¿en qué consisten, entonces, los aportes de Lenin y Mao a la dialéctica marxista, o, mejor dicho, cómo entender estos aportes?
Es posible que alguien quiera entender que la dialéctica de Marx y Engels es una dialéctica a la que le faltan los conceptos expuestos por Mao en su trabajo Sobre la contradicción. Pero la verdad es que la dialéctica de los fundadores es completa y no incompleta, es decir, es una dialéctica que no requiere ser completada. Esta es una sencilla verdad. Por consiguiente, puede decirse que los aportes de Lenin y de Mao a la dialéctica consisten en haber explicitado lo que en Marx y Engels no estaba completamente expuesto teóricamente, lo que en ellos se encontraba en cierto grado en estado implícito, latente, tácito, es decir, en haber expresado, argumentado, expuesto teóricamente la dialéctica de los fundadores. Y, esto no es poco mérito.

Ahora, veintiún años después, y, como se verá enseguida, alardeando de sus lecturas, nuestro articulista ha dicho:

Mis lecturas de Hegel fueron radicalmente depuradoras de toda concepción vulgar que mantuviese hasta el momento acerca de la dialéctica, pero además me hizo reparar en algo clave: Lenin y Mao no habían hecho más que explicitar los distintos aspectos de la dialéctica marxiana, por tanto, en modo alguno sus reflexiones sobre la dialéctica podrían considerarse “desarrollos”. Esta conclusión no solo ponía en cuestión algún desarrollo de Mao en la dialéctica, sino también de Lenin…

Esta afirmación contiene una evidente repetición de mis argumentos acerca de la exposición de Lenin y Mao sobre la dialéctica. Sin embargo, no voy a reclamarle a Ballhorn, pero, eso sí, no puedo evitar subrayar que el hecho pone de manifiesto una flagrante deshonestidad intelectual de su parte.

        Pero además, debo subrayar algo particularmente expresivo: como se ha podido constatar en las citas, después de repetirme Ballhorn agregó una idea de su cosecha: la negación de todo mérito de Lenin y Mao en la exposición de la dialéctica.

        Como se ve, aquí también nuestro articulista apunta alto.

        La afirmación de Ballhorn según la cual mi «historicismo se ve empantanado por la perspectiva esquemática que aún conserva», no merece en realidad mayor comentario, pues, como se ha visto, mi «perspectiva esquemática» consiste precisamente en haber planteado los términos correctos del problema de la denominación de la doctrina.

En conclusión, al reducir el problema de si el término maoísmo se justifica o no en la denominación de la doctrina a la cuestión del valor universal de los aportes de Mao, Ballhorn ha puesto de manifiesto que todo lo que hace es repetir el planteamiento de Abimael Guzmán.

Es decir, igual que el ex-presidente del PSP-SL, Ballhorn se encuentra prisionero de una concepción nominal del problema de la denominación de la doctrina: no importa que el leninismo sea el marxismo de nuestra época, para ellos, todo el asunto se reduce a que el término maoísmo debe aparecer incluido en la denominación de la doctrina.

Así pues, la concepción nominal de Ballhorn es un verdadero punto muerto y, a la vez, la causa de sus acusaciones contra mi planteamiento.

Para decirlo gráficamente: al calificar mi planteamiento de «nominal», Ballhorn se muestra como el ladrón que grita ¡al ladrón!

Y bien, confutadas sus acusaciones, resta esclarecer algunos otras cuestiones contenidas en su artículo. Veamos estas cuestiones.

24.05.2019.

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