Puerto Rico: Destripado
por el Imperialismo; Azotado por el Huracán María; Abandonado por Trump
La gestación de una Gran Crisis Humanitaria*
La gestación de una Gran Crisis Humanitaria*
Jueves 28 de septiembre de 2017: El Territorio (es decir, la colonia)
estadounidense de Puerto Rico y sus 3.4 millones de habitantes siguen golpeados
por los estragos del huracán María que azotó hace ocho días, tras Irma dos
semana antes y para colmo, los diez años de una gran recesión y la
crisis masiva de endeudamiento causada por la dominación de la Isla por el
imperialismo estadounidense.
Para
millones de personas, la situación es, para decirlo sin pelos en la lengua,
desesperada, con potencial para ir de mal en mucho peor. Casi no hay
electricidad en la Isla, aparte de lo que se puede obtener de los generadores
de emergencia, que son pocos y escasos para empezar, y para los cuales el combustible
es casi imposible de encontrar. Incluso en la capital de San Juan, un hospital
infantil informa que los niños que viven de los ventiladores mecánicos estaban
en peligro inminente de morir porque el combustible se estaba agotando, y las
cosas son peores en las ciudades pequeñas y en las zonas rurales. Al martes 26,
sólo 11 de los 69 hospitales de Puerto Rico tenían electricidad. No se espera
que se restaure el sistema eléctrico para la Isla durante meses.
Asimismo,
los sistemas de comunicaciones y transporte están destrozados, lo que ha dejado
que diferentes partes de la Isla estén aisladas entre sí, y la Isla en su
conjunto del mundo exterior. Cayeron casi todas las líneas telefónicas fijas y
torres de telefonía celular, y un sinnúmero de caminos han resultado destruidos
por las anegaciones y los deslizamientos de tierra, o están bloqueados por
árboles o ramas caídos. Incluso más de una semana después de que la
tormenta azotó, hay muchas partes de la Isla que siguen incomunicadas sin
noticias, y para colmo, sin ayuda.
Para
los pobres (el 43 por ciento de los puertorriqueños vive en la pobreza y
el desempleo real quizá sea tan alto como el 40 por ciento), que viven en
hogares frágiles con pocas reservas, la situación era urgente tan pronto como
la tormenta azotó el miércoles 20 de septiembre. Una mujer que ganaba 138
dólares a la semana haciendo trabajos de limpieza antes de la
tormenta, y que ahora para nada espera encontrar trabajo, le dijo a un
reportero: “La gente pobre tiene hambre. Los trabajadores necesitan ayuda
directa” (Los Angeles Times, 20 de septiembre de 2017, “Después del
huracán María, ‘Puerto Rico no será igual’”).
Y
con el paso de los días, las cosas iban de mal en peor. El sábado
23 de septiembre, el alcalde de Vega Alta (39.000 habitantes) de la costa norte
dijo que un barrio importante era inalcanzable y que ahí había una residencia
para gente mayor donde el corte de la electricidad amenazaba vidas. El alcalde
de Manatí (44.000 habitantes) se echó a llorar, al informar que la ciudad se había
quedado sin comida y agua. “La histeria está empezando a propagarse. El
hospital está a punto de colapsar. Está lleno a capacidad. Necesitamos que
alguien nos ayude de inmediato” (The Guardian, 23 de septiembre de 2017,
“Crece la crisis en Puerto Rico al quedar los pueblos sin agua, electricidad y
servicio telefónico”). Se agrietó una represa de 80 años de edad que retenía un
gran embalse, amenazando hasta 70.000 personas con anegaciones.
Incluso
al martes 26 de septiembre, al menos el 44 por ciento de los
puertorriqueños, o sea 1.5 millones de personas, aún no tenían agua
potable. El sistema de agua depende de la energía eléctrica tanto para la
purificación como para la distribución, por lo que no hay electricidad, no hay
agua. Y sin electricidad, mucha gente no puede purificar agua contaminada
hirviéndola, lo que aumenta la probable propagación de enfermedades diarreicas
que pondrían en peligro a niños, gente mayor y débiles, o hasta grandes
epidemias como el cólera, que se propagan por medio del agua contaminada.
También es probable que se extienda el virus zika, que se propaga por medio de
los mosquitos, a medida que los insectos se reproduzcan en agua estancada. Y el
sistema de salud, ya abrumado, no está en condiciones de manejar nada de eso.
¿Y
dónde está la ayuda? Presionado por sus prestamistas (tanto los grandes bancos
y los fondos especulativos como el gobierno de Estados Unidos), el gobierno
puertorriqueño está efectivamente en bancarrota, sin reservas para emprender
grandes trabajos de ayuda y reconstrucción. La PREPA, la compañía eléctrica
estatal, tampoco tiene reservas. Hace varios años, la PREPA dejó de
hacer mantenimiento de rutina a su antiguo sistema, y proyecta que podría
tardar seis meses en volver a componer totalmente la electricidad.
Las
masas populares, tal como casi siempre ocurre en los desastres, se han unido
para hacer lo que puedan: despejar los caminos a mano, llevar enfermos a los
hospitales, compartir la poca comida que tienen. Y los puertorriqueños en la
diáspora (más de cuatro millones viven en Estados Unidos, debido a la
devastación económica que Estados Unidos ha causado en su tierra natal) han
encabezado actividades de emergencia en Estados Unidos y otros lugares para
recaudar fondos, recolectar alimentos, agua y ropa, y embarcarlos a la Isla.
Pero
un desastre de esta magnitud, obviamente, va mucho más allá de la magnitud de
lo que se puede lograr mediante semejantes actividades de base. Lo que se
necesita es una ayuda masiva, urgente y sostenida del gobierno de Estados Unidos.
Puerto
Rico (al igual que las Islas Vírgenes de los Estados Unidos, también diezmadas
por las recientes tormentas) es una colonia de Estados Unidos, que ha gobernado
y se ha enriquecido ahí durante casi 120 años. Es en gran parte responsable de
la vulnerabilidad extrema de Puerto Rico (y de las Islas Vírgenes) a estas
tormentas, y hay que hacer que responda proporcionando importante ayuda en esta
emergencia.
Durante
días, los medios de comunicación de Estados Unidos inferían que la ayuda
estaba llegando, regularmente, y se referían a dos mil empleados de
la FEMA [Agencia Federal para el Manejo de Emergencias] que estaban en el lugar
de los hechos antes de que azotara el huracán María (un número que se informa
ahora ha subido a 10.000) como si las cosas estuvieran bien bajo control. Esto
es una miseria de lo que se necesita para un país montañoso de
casi 9 mil kilómetros cuadrados, que ha sido completamente destrozado.
Trump
y otros también se jactan de unos cuantos cargamentos de comida y agua que
fueron entregados, lo suficiente para un litro de agua para cada uno de todos
los que no tengan agua... es decir, si de hecho se distribuyera, lo cual según
todas las versiones confiables no ha ocurrido. De hecho, los reporteros han
filmado enormes contenedores de carga, ¡muchos de los cuales contienen ayuda
enviada por voluntarios, sentados en el asfalto en el aeropuerto de San Juan
por días, sin abrir!
Y
en efecto, seis días después del desastre, el periodista Julio Ricardo
Varela, en un artículo en el Washington Post [en inglés], cita
a un reportero en Puerto Rico: “Todavía no he visto a un vehículo de la Guardia
Nacional, la FEMA, la Cruz Roja o del gobierno federal en ninguna parte de esta
isla”. Además, unos testigos en Ponce, la segunda ciudad más grande, informan
que la inmensa mayoría de las personas tienen que arreglárselas por su cuenta,
se ayudan mutuamente sin ayuda externa ni comunicaciones. El noticiero de la
CBS le preguntó a la FEMA por la ubicación de los esfuerzos de distribución de
agua para que pudieran filmarlos, ¡y la FEMA se negó a dar esa información!
Estados
Unidos es el país más rico del mundo, con enormes flotas de barcos, tanto
militares como privados; con miles de helicópteros; con una reserva estratégica
de petróleo de casi 700 millones de barriles; con millones de empleados. Como
sistema opresivo y reaccionario, es incapaz de hacer lo que incluso una
sociedad socialista mucho más pobre podría hacer, lo que sería movilizar de
inmediato, organizar y dirigir al mayor número de personas, incluidos
profesionales, científicos y gente trabajadora común, en la Isla y en el
continente, así como todos los recursos materiales disponibles, para satisfacer
las necesidades de supervivencia más urgentes e iniciar la reconstrucción, y
hacerlo de una manera que de hecho supere las desigualdades existentes entre
diferentes sectores de la sociedad y entre los países (anteriormente)
imperialistas y los países (anteriormente) coloniales.
Pero
Estados Unidos ciertamente puede desplegar, y tienen una responsabilidad
absoluta de desplegar, de inmediato los recursos necesarios para hacer llegar
la ayuda de emergencia a todos en la Isla y dar apoyo para la reconstrucción de
la infraestructura básica, como la electricidad, purificación y distribución de
agua, comunicaciones, la distribución de alimentos, la asistencia sanitaria y
la vivienda, a fin de evitar sufrimientos y muertes mucho más innecesarios de
lo que ya ha ocurrido.
Sin
embargo, hasta ahora, Estados Unidos no han respondido en absoluto de acuerdo a
la escala requerida: ha rechazado reiteradas peticiones de los líderes
puertorriqueños de suspender la Ley Jones, que estipula que sólo las compañías
navieras estadounidenses sean utilizadas para traer carga desde y hacia Puerto
Rico, un impedimento importante para los envíos de ayuda. (La Ley Jones fue
suspendida inmediatamente para Texas y Florida después de los huracanes Harvey
e Irma, la negativa a hacerlo para Puerto Rico es otra cruel señal de la
opresión colonial y el desprecio racista por la vida de la gente ahí). Ante el
crecimiento de las denuncias y la indignación al respecto, el 28 de septiembre
Trump por fin suspendió temporalmente la Ley de Jones para
Puerto Rico… ¡por solamente diez días!
Y
ahora hay muchos informes de que la FEMA tomó el control del aeropuerto de San
Juan y, por razones que aún no están claras, está bloqueando docenas
de vuelos de ayuda enviados por ciudadanos y grupos privados, a la vez que está
obstaculizando la salida de la gente de la Isla. (MSNBC, The Lead con
Jake Tapper, 26 de septiembre de 2017).
Luego,
para colmo, después de no decir mu sobre la crisis puertorriqueña durante cinco
días (mientras envenenaba el Internet con sus ataques fascistas a los atletas
de la Liga Nacional de Fútbol Americano), el 25 de septiembre, el racista en
jefe Donald Trump por fin emitió un tuit que equivalía a un gran “¡Jódanse!” al
pueblo puertorriqueño.
En
lugar de manifestar simpatía por el sufrimiento de la gente, Trump le echó la
culpa a Puerto Rico por el desastre. Declaró que los estados de “Texas y
Florida van bien” [Nótese: ¡TONTERÍAS!], pero luego los contrastó con
“Puerto Rico, que ya estaba sufriendo por una infraestructura rota y un
endeudamiento masivo, está en serios problemas”. En otro tuit, dijo: “Gran
parte de la Isla fue destruida, le debe miles de millones de dólares a Wall
Street y a los bancos lo que, desgraciadamente, hay que solucionar. La comida,
el agua y la medicina son las prioridades número uno, y van bien”.
Con
estas palabras Trump no sólo miente sobre la desastrosa
escasez de “comida, agua y medicina”, sino que también da a entender que el
endeudamiento de Puerto Rico (que para repetir, fue el resultado del
chupasangre Estados Unidos en primer lugar) hace que Puerto Rico sea un
caso perdido al que no se puede ayudar. Y para colmo, señala que el pago de los
“miles de millones de dólares que le debe a Wall Street y a los bancos” es
una prioridad antes que salvar la vida del pueblo
puertorriqueño.
El
huracán María asestó un terrible golpe a una nación de personas ya empobrecidas
y vulnerables debido a más de un siglo de dominación estadounidense, y ahora el
régimen fascista de Trump y Pence pretexta su falta de ayuda echándole la culpa
a la pobreza de Puerto Rico. ¡Qué denuncia (propia) de un sistema despiadado,
infrahumano y destructivo al que hay que eliminar tan pronto como sea posible
para que florezca la humanidad!
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(*)
Fuente: 29 de septiembre de 2017 | Periódico Revolución |
revcom.us
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