Partido de Clase y Partido
de Masas.
Una revisión Crítica del
Libro de Eduardo Ibarra, El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos
Mariátegui
Jan Lust
EL LIBRO DE EDUARDO IBARRA, El
partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, editado por Creación
Heroica y Juan Gutemberg Editores, tiene como objetivo “establecer [la] verdad
doctrinal y orgánica y esclarecer así el contenido de [la] reconstitución” del
Partido Socialista del Perú (PSP), fundado el 7 de octubre de 1928. El autor
espera que su trabajo impulse la “reconstitución del Partido de José Carlos
Mariátegui”.
La obra consiste en
siete ensayos e incluye una carta de Anna Chiappe de Mariátegui, la compañera
del “maestro”, de 1930, criticando un artículo de Magda Portal sobre el
“maestro”; y una carta de Javier Mariátegui, uno de los hijos del “maestro”,
sobre esta misma carta de Chiappe. Los puntos de vista de Ibarra están
sustentados por las múltiples citas de la obra de Mariátegui. Además, hace
referencia a personajes que tenían una relación con Mariátegui o con el PSP.
Los argumentos de
Ibarra están construidos en la forma de un debate entre él y personajes como
Gustavo Pérez Hinojosa, Miguel Aragón y Ramón García sobre las concepciones de
Mariátegui respecto al carácter del PSP. Aunque no negamos la necesidad del
debate, no está claro por qué Ibarra está debatiendo con ellos. ¿De dónde
vienen estos personajes?, y ¿quiénes son ellos?
El partido, la clase y el
marxismo-leninismo
De acuerdo con Ibarra, Mariátegui fue
un marxista-leninista. La unidad del PSP se basó en el marxismo-leninismo.
Algunas personas
consideraron (y siguen considerando) al PSP como un partido marxista y no como
un partido marxista-leninista. En el libro, Ibarra intenta demostrar que el
proyecto de Mariátegui era la construcción de un partido marxista-leninista.
Según Mariátegui, “la praxis del socialismo marxista en este periodo es la del
marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la
etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo
adopta como su método de lucha”.
En su obra, el
autor resume la discusión sobre el carácter del PSP. Refiriéndose a Mariátegui,
el PSP tenía la intención de construirse como un partido clasista que incluyera
obreros y campesinos. Esta concepción era nueva en el movimiento comunista
internacional. Y justamente eso, según Ibarra, es uno de los aspectos de la
“concepción mariateguiana del Partido de clase bajo la forma de partido de
masas”.
El carácter clasista
del PSP nos lleva al debate sobre la proyección del PSP. ¿El objetivo era
construir una vanguardia del proletariado y del campesinado o un partido de
masas? Ibarra defiende la tesis de que el partido de Mariátegui fue una
vanguardia que esperaba convertirse en un partido de masas.
Mariátegui planteaba que los trabajadores y campesinos no solamente fueran la
base social del PSP sino que también constituyeran el Partido. El autor rechaza
la tesis de García de que el PSP fue un partido de dos niveles. Es decir, un
nivel secreto, doctrinariamente homogéneo, y otro público, masivo, con
militantes doctrinariamente heterogéneos. Según el autor, Pérez argumenta que
el PSP fue constituido por “las masas obreras y campesinas organizadas”, “a la
manera del Partido Laborista de Inglaterra”.
Ibarra explica que
un partido de cuadros puede mantenerse como un partido de clase aunque se haya
transformado en un partido de masas. En el pensamiento del “maestro”, escribe
el autor, el partido de masas y el partido de clase forman una unidad,
relacionándose, entrelazándose e “interpenetrándose”. Según Ibarra, “el
pensamiento orgánico de Mariátegui sobre el PSP comprende, en principio, dos
conceptos: el de partido de clase y el de partido de
masas.”
El autor tiene
razón cuando dice que no es la composición social lo que le da el carácter de
clase a un partido comunista, sino su ideología. Es su doctrina que hace el
partido orgánicamente homogéneo. El PSP fue un partido de clase porque “su
unidad orgánica tenía por base el marxismo-leninismo”.
El debate necesario
El libro de Ibarra es una importante
contribución a un debate necesario. Este debate debe tratar (i) el tipo de
partido revolucionario, comunista, que necesitamos en la actualidad y, (ii)
cómo construir el partido que ayuda a que el proletariado, el campesinado y sus
aliados de la clase media tomen el poder para la construcción del socialismo en
el Perú. En otras palabras, ¿cómo construir, hoy, ideológicamente,
políticamente y organizativamente el partido de la revolución peruana?
El debate sobre el
pensamiento de Mariátegui en relación a su concepción de partido es necesario
como un punto de partida. Ahí encontramos la fuerza del libro de Ibarra. El
objetivo del libro fue alcanzado por nuestro autor.
Como decía Ibarra
en el prólogo a su obra, el autor espera que su trabajo contribuya a la
reconstitución del partido de Mariátegui. Aunque el mencionado debate debería
ser considerado como punto de partida de la misma reconstitución, pienso que
para tales efectos habría sido muy útil si el autor hubiera incluido algunos
lineamientos que ayuden a reconstituir el Partido de José Carlos Mariátegui.
Debo reconocer, sin embargo, que Ibarra menciona algunos elementos
imprescindibles que tienen que ser considerados como fundamentos de un partido
comunista. En primer lugar debe basarse en el marxismo-leninismo. Segundo, debe
ser un partido ideológicamente homogéneo. Tercero, “el partido proletario
siempre se construye de arriba abajo, es decir, desde el exterior de la
relación económica inmediata obrero-patrón, o sea, desde el marxismo”.
En una comunicación
con el autor, este me informó que su próximo libro ya está listo. Este libro
tiene como título El partido de Mariátegui hoy:
Constitución, Nombre, Reconstitución. Ibarra aseguró también que en
este libro se tratan los temas mencionados arriba como un análisis crítico de
los partidos comunistas que existen en la actualidad en el Perú.
Palabras finales
La obra es audaz porque defiende la
concepción leninista del partido. Actualmente, en el Perú, los partidos y
movimientos que consideran la humanización del capitalismo posible consideran,
sin fundamentar, esta concepción del partido una concepción arcaica, del otro
siglo. Como es cierto que sin teoría revolucionaria no hay práctica
revolucionaria, sin organización revolucionaria no hay revolución.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La Creación Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha
(Doceava y Última Parte)
Eduardo Ibarra
Conclusión
En
estos tiempos, cuando el centro del debate relativo a la Creación Heroica
de Mariátegui gira en torno a su proyecto de un partido de clase bajo la forma
de partido de masas, García ha abjurado del marxismo-leninismo, ha falsificado
la identidad doctrinal de Mariátegui, ha tergiversado la verdad histórica del
PSP, ha renegado de la Reconstitución, etcétera, etcétera.
Y, con base en todo ello, promueve desde hace tiempo un partido-amalgama,
con el agravante de que concibe este partido no solo como doctrinariamente
heterogéneo, sino también, al mismo tiempo, con dos niveles orgánicos
doctrinariamente disímiles entre sí.
Como es de conocimiento común, hace más de siete años el grupo
liquidacionista fundó su nivel secreto (63), y ahora pretende fundar su nivel
público con todas aquellas personas permeables al engaño y la manipulación.
Es decir, el partido-amalgama tiene ya, por adelantado, su instancia de
dirección en dicho nivel secreto, instancia de dirección que dirigiría
despóticamente, desde la sombra, a todos aquellos que caigan en la trampa.
Puesto que dicha instancia de dirección es secreta, ¿quién podría tener la
certidumbre de que, si ocurriese que se solicitara su disolución, se disuelva
realmente, puesto que es secreta?
Con su partido-amalgama, pues, García está empeñado en suprimir el partido
de clase.
Con una nota a destacar: dicha supresión pretende consumarla en toda la
extensión de la izquierda peruana, como lo prueban los intentos que ha
realizado en los últimos años.
Eso quiere decir que las diversas fuerzas marxista-leninistas de nuestra
izquierda deben estar precavidas y tomar posición definida y expresa frente al
intento liquidacionista.
Pero además, como se ha visto en varios pasos del presente artículo, las
falacias con las que García pretende sustentar sus posiciones, las ha tomado de
viejos y nuevos oportunistas.
Este es el “banco el banco de oro” sobre el cual está sentado nuestro
liquidador.
Es decir García no tiene ni siquiera el mérito de la originalidad.
Y, la negación del marxismo-leninismo y de cuestiones fundamentales de la
Creación Heroica de Mariátegui (los conceptos de socialismo, Socialismo
Peruano, Creación Heroica de Mariátegui, Camino de Mariátegui, y,
particularmente, la filiación doctrinal del maestro y del PSP), se ha
levantado, comprobadamente, sobre la base de falacias, sofismas,
falsificaciones y otros métodos antimarxistas.
Esta constatación basta para revelar el carácter oportunista de las
posiciones de García.
Por otro lado, como producto de su descomposición ideológica, García y sus
repetidores han recurrido sistemáticamente a los más burdos métodos criollos
(incluidos la calumnia y la infamia) para defenderse de las críticas a su revisionismo
liquidacionista y descalificar a sus críticos.
Asimismo, han recurrido a los métodos criollos para embaucar a
organizaciones y personas a fin de sumarlos a su plan de un partido
antimariateguiano.
Esto lo saben bien –pues fueron víctimas de tales métodos– algunas decenas
de activistas de diferentes tendencias.
Aquí, queremos llamar la atención sobre la costumbre de García de imputar a
sus críticos las cosas que él mismo hace: así por ejemplo, para desenfocar las
cuestiones en debate, nos acusó a nosotros de odiarlo, acusación que, sin
embargo, con pruebas al canto ha quedado desbaratada en el presente artículo.
Es decir que, según su acusación, nuestras críticas son el resultado del
odio, y no de una justa y correcta defensa del marxismo-leninismo y de la
Creación Heroica de Mariátegui, y de esta manera ha buscado –infructuosamente,
por cierto– desenfocar los problemas en debate.
Pero, para su infortunio, los hechos han demostrado que la verdad es lo
contrario: solo el odio más profundo puede explicar que mi falaz acusador no se
percatara de que mi afirmación: “Parafraseando a Marx, puede decirse, pues,
que, si la experiencia de Mariátegui fue tragedia, su formal repetición es
farsa”, da cuenta del carácter original, auténtico, genuino de
la fundación del PSP, en contraposición a su repetición que aparece como imitación,
como caricatura, como farsa. ¿Qué marxista no conoce la
complementación hecha por Marx a la afirmación de Hegel según la cual la
historia se repite dos veces?
Como se ve, enceguecido por el odio, García cometió la necedad de acusarnos
de considerar la fundación del PSP como una tragedia (64).
Así, pues, los métodos criollos, utilizados abundantemente por los García,
los Aragón, los Pérez y demás, dan cuenta del tipo social que ha creado el
liquidacionismo de derecha.
Todo lo anotado sobre los métodos antimarxistas utilizados por García y sus
repetidores a efecto de renegar el marxismo-leninismo y la verdad histórica de
Mariátegui y el PSP, así como los métodos criollos que han utilizado
sistemáticamente tanto en el debate como en sus relaciones con otras tendencias
en su afán de tragárselas, demuestra su inferioridad moral con respecto a las
tendencias marxista-leninistas.
Finalmente, el huachafo egotismo burgués de nuestro liquidador marca
también su burocrática conducta: en 2007 se autoproclamó “Yo el Supremo”, luego
sugirió que él es el depositario del legado de Mariátegui, más tarde sostuvo
que “por fin”, con sus falacias y falsificaciones, puede debatirse la cuestión
del partido de masas y de ideas (expresando así su ilusión pequeño burguesa de
que él inaugura todas las cosas).
Pues bien, la abjuración del marxismo-leninismo, la falsificación de la
identidad doctrinal de Mariátegui, la tergiversación de la verdad histórica del
PSP, el abandono de la Reconstitución, la dilución del socialismo marxista en
el socialismo en general, la mixtificación del Socialismo Peruano y del Camino
de Mariátegui, la adulteración del proyecto mariateguiano de un partido de
masas y de ideas, el plan de liquidar el partido de clase, los métodos
criollos, el egotismo burgués, etcétera, etcétera, son posiciones
flagrantemente oportunistas.
Tales posiciones, sin embargo, según la demagogia de su autor, han sido
dictadas por “el árbol verde la vida”, y, según la mediocridad andante, son
expresiones de que García es “el cerebro más destacado del socialismo peruano
en la actualidad”.
Pero, como está claro para cualquier marxista, la realidad es que la
indicada deserción del marxismo-leninismo y de la Creación Heroica de
Mariátegui, constituye la definitiva caída política de García.
De hecho, nuestro liquidador es el teórico del revisionismo peruano más
obcecadamente empeñado en liquidar el partido de clase.
Como se comprenderá, en el Perú no se puede ser marxista sin sentir el más
profundo desprecio por la sofistería con que los liquidadores niegan el
marxismo-leninismo y falsifican cuestiones fundamentales de la Creación Heroica
de Mariátegui.
Esta es una verdad elemental.
Desde hace tiempo el principal enemigo de la Reconstitución del Partido de
Mariátegui es el liquidacionismo de derecha de García y repetidores.
Por eso la Reconstitución solo es posible sin el
liquidacionismo y contra el liquidacionismo.
Esta también es una verdad
elemental.
Pero, como nuestra crítica no tiene motivaciones personales, parafraseando
a Mariátegui les decimos a los liquidadores: si el socialismo todavía es algo
serio en ustedes, desembarácense de su revisionismo liquidacionista, de sus
métodos criollos y de su egotismo burgués y vuelvan al campo del
marxismo-leninismo y de la Creación Heroica de Mariátegui.
Caso contrario, se cubrirán por siempre de vergüenza por haber abjurado del
marxismo-leninismo y del partido de clase y por haber falsificado aspectos
fundamentales de la Creación Heroica de Mariátegui, en particular la filiación
doctrinal del maestro y la verdad histórica de su partido.
Notas
[63]
Véase la nota 63 de nuestro artículo El partido de masas y de
ideas de José Carlos Mariátegui.
[64]
Véase nuestro artículo Ramón García o la manipulación III. Aquí
solamente remarcaré lo que sigue: una cantidad apreciable de mis escritos
tienen por contenido precisamente la defensa de la verdad histórica del PSP y
de la trascendencia histórica que tuvo este acontecimiento para el proletariado
peruano; por esto la acusación de García se revela, a más de determinada por el
odio más enceguecedor, como una acusación absolutamente necia.
Postscriptum
En
una nota de hace algunos meses, publicada en la red con el título de Ofrezco
disculpas al señor Ramón García, se ha intentado demostrar que el
personaje del título no es quien se embozó tras el seudónimo de Eusebio Leyva.
Sin embargo, ocurre que las meras
declaraciones dadas no demuestran ni pueden demostrar en absoluto que no es
García quien, embozado tras dicho seudónimo, debatió con Dante Castro.
Quienquiera que conozca las posiciones
liquidacionistas, el estilo de debate y la terminología propias de García, así
como los pormenores del affaire Eusebio Leyva, tiene que
reconocer que este seudónimo le sirvió al Liquidador Mayor para desahogar su
impotencia.
Por eso, lado a lado con decenas y
decenas de activistas, tenemos la certidumbre de que con la nota que comentamos
lo que ha ocurrido es que Ramón García le ha pedido disculpas a Ramón García.
Ahora, si quiere, nuestro liquidador
puede derramar, una vez más, su repugnante vómito de insultos, falacias,
maniobras, desaguisados, chacota, acrimonia, ramplonería, chicanas, petulancia,
fanfarronada, antileninismo, antimarxismo, antimariateguismo (que es, sobre
poco más o menos, lo que derramó, por ejemplo, en sus artículos Las
cinco caídas de Yo el Supremo y El pedestal de cristal),
mostrando así su estilo hayista-ravinesco, pero, en la medida en que su
revisionismo liquidacionista, su egotismo burgués y sus métodos criollos han
sido completamente desenmascarados, pasaríamos de largo ante la reedición de
tan triste espectáculo, dejándolo, de esa forma, autosatisfaciéndose en la
orgía de sus patibularios recursos polémicos.
Es decir, dejaríamos que se ahogue en su
propio odio visceral, en su propia ponzoña inagotable, en su propia bajeza sin
remedio, agregando, así, más antimarxismo a las páginas que escribió ocultando
su identidad (exactamente como ha procedido en otros casos), páginas que son,
sin duda, las más negras que se hayan escrito en la historia de la izquierda
peruana.
Como la cuestión no es personal, a
través del tiempo hemos tenido presentes las posiciones antimarxistas,
antileninistas y antimariateguianas sostenidas por García embozado (que, más
allá de su extremismo verbal como Leyva, son las mismas que sostiene cuando
firma con su nombre), y ello, como se ha podido ver, nos ha permitido defender
más cabalmente la potencia generatriz del marxismo para desarrollarse como
verdad universal, el leninismo precisamente como desarrollo de valor universal
del marxismo, el carácter marxista-leninista de la Creación Heroica de
Mariátegui, entre otras cuestiones de indudable importancia para el Socialismo
Peruano.
Quienes merecían que se les pidiera
disculpas son las decenas de activistas a los que nuestro liquidador se dirigió
en términos escandalosamente obscenos.
Pero, encerrado irremediablemente en una
visión personalista, el Liquidador Mayor no ha sido capaz de disculparse, y, en
su desesperación (acentuada por la publicación de nuestro artículo La
creación heroica de Mariátegui y el liquidacionismo de derecha),
ha ensayado una nueva maniobra donde solo cuenta su ego.
Pero así como le fracasó aquella otra
maniobra haciéndose entrevistar como García y paralelamente como Eusebio Leyva,
la que comentamos ahora también ha fracasado.
28.11.2016.
Eduardo
Ibarra.
La Legitimación y Deslegitimación de la Violencia Revolucionaria en el
Perú: Una Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria
por Parte de la Izquierda Revolucionaria Armada de las Décadas de 1960 y
1980
(Sexta Parte)
Jan Lust
6. Las
condiciones objetivas y subjetivas de la revolución en el Perú
En
las secciones anteriores hemos desarrollado nuestro marco teórico, las
condiciones políticas, económicas y sociales que llevaron el ELN, el MIR, el
MRTA y el PCP-SL a tomar las armas y hemos visto sus razones para legitimar la
violencia revolucionaria. Ahora analizamos sus puntos de vista, tomando en
cuenta el contexto político, económico y social, en relación con lo que han
dicho las principales referencias de estas organizaciones políticas, es decir,
Lenin, Mao, Guevara y Castro. Esta sección está dividida en dos partes. En la
primera subsección tratamos la década de sesenta y en la siguiente los años
finales de la década de setenta y los del comienzo de los años ochenta.
La
década de sesenta
La
lucha guerrillera en 1965 se llevó a cabo en un contexto internacional que
haría muy difícil una victoria de las fuerzas socialistas. Después de la
Revolución Cubana, los estadounidenses trataron, en una variedad de formas, de
eliminar las tendencias progresistas. No toleraron un “segundo Cuba”. Y si
fuese posible, la dirección revolucionaria de Cuba debía ser liquidada. El
imperialismo buscaba la guerra porque sus intereses estaban en juego.
Los Estados Unidos no encontraron ningún obstáculo que impidiera defender
sus intereses. Los militares latinoamericanos y éstos políticos que no querían
introducir reformas, estaban dispuestos a ayudar a los Estados Unidos en su
lucha contra el “surgimiento del comunismo” en América Latina.
El imperialismo no tenía ningún problema para apoyar a la burguesía local,
ni le importaba cuán fuerte reprimiera a su propia población. Washington haría
cualquier cosa para ayudarla en su lucha contra organizaciones y grupos que
buscaron el derrocamiento del orden existente. La rápida construcción de un
aparato de contraguerrilla en toda América Latina muestra claramente la
dirección del pensamiento político y militar de los responsables políticos en
los Estados Unidos, expresado en varias “doctrinas”.
La Alianza para el Progreso, que fue creada con mucho ruido en 1961, tuvo
en su mayor parte una función ideológica y propagandística. A la población
latinoamericana se le debía mostrar el lado humano del capitalismo, junto con
productos manufacturados en América del Norte. Los objetivos socioeconómicos de
la Alianza para el Progreso no se cumplieron, los objetivos militares sí, es
decir, evitar un “segundo Cuba”.
La invasión en la República Dominicana en abril de 1965 mostró que si los
Estados Unidos no fueron capaces de colocar un gobierno títere o no pudieron
convencer a los militares locales de cometer un golpe de estado contra un
presidente reformista, ellos mismos invadirían el país cuyo pueblo había
elegido un gobierno que no tanto tomaría en cuenta los intereses del capital
norteamericano.
En el contexto de la lucha contrarrevolucionaria continental había un
interés especial en el Perú. Este fue, según la CIA,
“un excelente ejemplo de un país latinoamericano que poco a
poco se desplaza hacia la revolución social”.
La clase dominante peruana no sufrió, ni antes ni durante los “años
guerrilleros”, una crisis de existencia. La primera condición objetiva de Lenin
para considerar una situación como revolucionaria no existió. Aunque había
diferencias entre la clase dominante, es decir, entre Belaúnde (AP), Víctor
Raúl Haya de la Torre (APRA) y Manuel Odría (UNO), la unidad política fue lo
que finalmente dominó. Llama la atención, por ejemplo, la facilidad con que el
Gobierno peruano pudo obtener el préstamo de bonos para financiar la guerra
contra la guerrilla.
La no existencia de una crisis dentro de la clase dominante se expresa,
paradójicamente, en la elección de Fernando Belaúnde como presidente. Los
grandes terratenientes y las instituciones financieras, en la década del
sesenta considerados por la izquierda como la oligarquía, se dieron cuenta de
que la estructura de la sociedad había cambiado y que se estaba cociendo un
gran descontento entre la población, sobre todo entre el campesinado. El
imperialismo, visto en el contexto de la Revolución Cubana, estaba consciente
de que las clases dominantes latinoamericanas necesitaban “renovarse” y que era
necesario que el pueblo no se “alienara” del orden capitalista. La elección de
Fernando Belaúnde mostró que la oligarquía estaba dispuesta a compartir el
poder con grupos sociales emergentes con el objetivo de no poner en peligro el
sistema en conjunto. Las propuestas de la reforma agraria no estaban destinadas
a ser implementadas, sino para demostrar a los campesinos que el orden
democrático capitalista fue capaz de defender sus intereses.
Se puede defender la tesis que el gobierno de Fernando Belaúnde contó con
la aprobación del pueblo peruano. Inmediatamente después de su ascenso a la
presidencia, las elecciones municipales fueron reintroducidas y ganadas tanto
en 1963 como en 1966 por la alianza que gobernaba el Perú.
La segunda condición objetiva para considerar una situación como
revolucionaria, es que la situación de la clase oprimida tendría que haber sido
empeorada enormemente. Esta situación tampoco existía. Las condiciones
socioeconómicas de la clase obrera y los campesinos no se deterioraron
drásticamente ni (directamente) antes ni durante “los años guerrilleros”.
Incluso, cabría decir que su situación mejoró. Por supuesto, todavía había un
pequeño grupo de terratenientes que poseía la mayor parte de las tierras, pero
la propuesta de hacer una reforma agraria no puede ser consideradas otra cosa
que una mejora en una situación generalmente miserable.
El gobierno de Fernando Belaúnde ha tenido que enfrentar graves problemas
económicos solamente en la fase final de su gobierno. Antes y durante los “años
guerrilleros” la economía iba viento en popa. Aunque el aumento del gasto
público no fue compensado con un aumento proporcional de los ingresos del
Gobierno, ese fue un problema que no se quería tratar al momento, tal vez en el
futuro. Sin lugar a dudas, la población no ha “sufrido” por el aumento de las
inversiones públicas en carreteras, viviendas y riego, tampoco por el
crecimiento del salario de los docentes y el aumento en número de profesores de
primaria y secundaria. En resumen, en el período 1963-1965 la situación de las
clases oprimidas no se deterioró drásticamente en comparación con los años
anteriores.
La tercera condición objetiva de Lenin para determinar si existe una
situación revolucionaria tiene que ver con un cambio subjetivo causado por
circunstancias objetivas: un aumento de la actividad política de las masas como
resultado de una crisis económica y política. En el Perú no hubo una crisis
política ni económica en el período desde la Revolución Cubana. A pesar de
estas favorables condiciones objetivas para la clase dominante en su conjunto,
desde 1958 hasta los primeros meses de 1964 hubo un importante resurgimiento de
la lucha de masas.
Durante el Gobierno de Manuel Prado (1956-1962), el número de huelgas
aumentó y en cuatro años la cantidad de huelgas se duplicó. En promedio se
produjo en 1962 más de una huelga por día y el número de sindicatos reconocidos
por el Gobierno se incrementó más del 100%. Además, en este periodo los
campesinos comenzaron a demandar reformas agrarias y la sindicalización tomó
vuelo. Los sindicatos campesinos se triplicaron.
La juramentación de Fernando Belaúnde en junio de 1963 como presidente del
Perú contribuyó al desarrollo de la lucha de las masas. Los campesinos
adelantaron la reforma agraria propuesta por el nuevo presidente durante la
campaña electoral. Había masivas ocupaciones de tierra. Los cientos de tomas de
tierras que tuvieron lugar en todo el país, en enero de 1964, junto con el gran
número de huelgas en estos años, podrían haber ayudado a acercarse a una
situación revolucionaria. Aunque el sector de agricultura era
macroeconómicamente menos importante que el sector secundario y terciario, en
1961 todavía la mayoría de la población económica activa trabajaba en la
agricultura y la mayoría de la población vivía en las zonas rurales.
El campesinado era una masa que se movía en todo el país. Si esta masa hubiera
establecido conexiones políticas y organizativas con los trabajadores en
huelga, pudo haber sembrado una cizaña entre las diferentes fracciones de la
clase dominante exigiendo reformas agrarias radicales. La falta de
organizaciones revolucionarias capaces de unir la lucha de los campesinos y de
los obreros, de traducir sus demandas políticamente y de convertirlas en
acciones concretas y revolucionarias, la hizo imposible y, por lo tanto, el
Gobierno tenía el campo libre para reprimir la resistencia campesina. Además,
la llegada de Belaúnde al poder trajo un cierto grado de euforia entre la
población que dificultaba la práctica política de las organizaciones
revolucionarias. Existía la idea de que se implementarían cambios fundamentales
en el país: Belaúnde fue elegido con el apoyo de los comunistas, era visto como
progresista y antiimperialista y había prometido nacionalizar la petrolera
norteamericana International Petroleum Company (IPC).
Una situación revolucionaria se transforma en revolución por el acto
consciente de la clase revolucionaria y sus aliados. En base a la experiencia
acumulada de lucha y bajo la dirección de la vanguardia, es decir -de
acuerdo con Lenin- los trabajadores organizados con conciencia de clase y
políticamente activos, se inician las acciones en cooperación con campesinos y
sectores de la pequeña burguesía (por ejemplo intelectuales) que deberían
derribar el régimen. La vanguardia debe ser capaz de hacerlo e involucrar a las
masas en estas acciones.
Las condiciones subjetivas pueden dividirse en tres elementos
interrelacionados: (1) las experiencias de la lucha de las masas, (2) el nivel
de la conciencia de clase entre las masas; y, (3) la existencia de una
vanguardia organizada. En el Perú se había adquirido muchas experiencias
importantes en la lucha de los campesinos y durante las huelgas en las
ciudades, existían diversas organizaciones políticas de izquierda que lucharon
entre sí por la hegemonía y hubo un bajo nivel de conciencia de clase. En otras
palabras, solo por una parte se había reunido las condiciones subjetivas.
La lucha de la clase obrera en las ciudades no superó su carácter
economicista. La lucha campesina se estancó al nivel de una lucha de intereses.
La izquierda tenía poca influencia en las ocupaciones de tierras por las
comunidades al final de la década de cincuenta y al comienzo de la década de
sesenta. Aunque las acciones de las comunidades fueron muy fuertes, como por
ejemplo contra la Cerro de Pasco Corporation, sin embargo, estos campesinos
estaban más lejos de una conciencia de clase que los campesinos que se
organizaban en sindicatos.
Las experiencias de lucha que se fue acumulando después de la Revolución
Cubana no sufrieron ningún cambio cualitativo. La lucha no fue llevada a un
nivel superior.
En el período de la reactivación de la lucha de clases, la izquierda
revolucionaria, aparte de los trotskistas en la provincia La Convención y en el
distrito de Lares en el departamento de Cuzco, no estaba presente en forma
organizada. Una de las razones fue que el APRA y el PCP dominaron el movimiento
sindical y, además, la izquierda fue a menudo objeto de represión por lo cual
una construcción organizada, sólida y estable de sus organizaciones fue
impedida. Asimismo, la izquierda estaba tremendamente dividida y eso fue
agravado por la división dentro del PCP en partidarios de Moscú y de Beijing.
La conciencia de clase de las masas está relacionada con el nivel político
de la lucha de clases y las actividades de la vanguardia revolucionaria. Las
masas peruanas tuvieron un bajo nivel de conciencia de clase. La lucha
guerrillera del MIR y del ELN duró muy poco para que el proceso planteado por
el Che Guevara y Fidel Castro pudiera iniciarse; es decir, para que la
guerrilla pudiera elevar la conciencia de clase de las masas. Las condiciones subjetivas
no fueron, a diferencia de lo que esperaba el líder guerrillero del MIR
Guillermo Lobatón, creadas en la lucha. Igualmente, no todas las fuerzas
heroicas de las masas, como el MIR pensaba que iba a suceder, fueron
desencadenadas para que no fueran necesarias de utilizar “mezquinos recursos”
para crear las condiciones revolucionarias.
Presentación en Bolivia del Libro El Partido de Masas y de Ideas de
José Carlos Mariátegui
El
día 10 de noviembre se presentó el libro del título de la presente nota, de
nuestro compañero Eduardo Ibarra, en el Centro Cultural Casa España de La Paz.
Comentaron el libro los bolivianos Lucio Gonzales y Mauricio Maldonado y el
peruano Jorge Calderón.
No obstante que los pormenores y los personajes que marcan el libro son muy
peruanos, se entendió que su fondo es una cuestión universal: el problema del
partido del proletariado.
Esta fue la conclusión más importante.
30.11.2016.
Comité
de Redacción de CREACIÓN HEROICA.
Charla en Huacho sobre el Libro El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos
Mariátegui
El miércoles 30
de noviembre nuestro compañero Santiago Ibarra desarrolló una
charla sobre el contenido del libro El
Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui, en la
Universidad José Faustino Sánchez Carrión, ciudad de Huacho, en el marco de la III
Jornadas Nacionales del Pensamiento Marxista, organizadas por la Revista
Peruana del Pensamiento Marxista, el Centro de Estudios y Trabajo Marxista, el Movimiento Todas las Sangres y la Revista Resistencia.
La idea
principal que se vertió giró en torno a la necesidad de construir
la vanguardia, la dirección, el liderazgo político de la clase proletaria
y del pueblo peruano, para alcanzar la emancipación de nuestro querido pueblo peruano y las metas del socialismo.
30.11.2016.
Comité de Redacción de CREACIÓN HEROICA.
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