jueves, 1 de diciembre de 2016

Política

Partido de Clase y Partido de Masas.
Una revisión Crítica del Libro de Eduardo Ibarra, El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui

Jan Lust



EL LIBRO DE EDUARDO IBARRA, El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, editado por Creación Heroica y Juan Gutemberg Editores, tiene como objetivo “establecer [la] verdad doctrinal y orgánica y esclarecer así el contenido de [la] reconstitución” del Partido Socialista del Perú (PSP), fundado el 7 de octubre de 1928. El autor espera que su trabajo impulse la “reconstitución del Partido de José Carlos Mariátegui”.

La obra consiste en siete ensayos e incluye una carta de Anna Chiappe de Mariátegui, la compañera del “maestro”, de 1930, criticando un artículo de Magda Portal sobre el “maestro”; y una carta de Javier Mariátegui, uno de los hijos del “maestro”, sobre esta misma carta de Chiappe. Los puntos de vista de Ibarra están sustentados por las múltiples citas de la obra de Mariátegui. Además, hace referencia a personajes que tenían una relación con Mariátegui o con el PSP.

Los argumentos de Ibarra están construidos en la forma de un debate entre él y personajes como Gustavo Pérez Hinojosa, Miguel Aragón y Ramón García sobre las concepciones de Mariátegui respecto al carácter del PSP. Aunque no negamos la necesidad del debate, no está claro por qué Ibarra está debatiendo con ellos. ¿De dónde vienen estos personajes?, y ¿quiénes son ellos?

El partido, la clase y el marxismo-leninismo

De acuerdo con Ibarra, Mariátegui fue un marxista-leninista. La unidad del PSP se basó en el marxismo-leninismo.

Algunas personas consideraron (y siguen considerando) al PSP como un partido marxista y no como un partido marxista-leninista. En el libro, Ibarra intenta demostrar que el proyecto de Mariátegui era la construcción de un partido marxista-leninista. Según Mariátegui, “la praxis del socialismo marxista en este periodo es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”.

En su obra, el autor resume la discusión sobre el carácter del PSP. Refiriéndose a Mariátegui, el PSP tenía la intención de construirse como un partido clasista que incluyera obreros y campesinos. Esta concepción era nueva en el movimiento comunista internacional. Y justamente eso, según Ibarra, es uno de los aspectos de la “concepción mariateguiana del Partido de clase bajo la forma de partido de masas”.

El carácter clasista del PSP nos lleva al debate sobre la proyección del PSP. ¿El objetivo era construir una vanguardia del proletariado y del campesinado o un partido de masas? Ibarra defiende la tesis de que el partido de Mariátegui fue una vanguardia que esperaba convertirse en un partido de masas. Mariátegui planteaba que los trabajadores y campesinos no solamente fueran la base social del PSP sino que también constituyeran el Partido. El autor rechaza la tesis de García de que el PSP fue un partido de dos niveles. Es decir, un nivel secreto, doctrinariamente homogéneo, y otro público, masivo, con militantes doctrinariamente heterogéneos. Según el autor, Pérez argumenta que el PSP fue constituido por “las masas obreras y campesinas organizadas”, “a la manera del Partido Laborista de Inglaterra”.

Ibarra explica que un partido de cuadros puede mantenerse como un partido de clase aunque se haya transformado en un partido de masas. En el pensamiento del “maestro”, escribe el autor, el partido de masas y el partido de clase forman una unidad, relacionándose, entrelazándose e “interpenetrándose”. Según Ibarra, “el pensamiento orgánico de Mariátegui sobre el PSP comprende, en principio, dos conceptos: el de partido de clase y el de partido de masas.”

El autor tiene razón cuando dice que no es la composición social lo que le da el carácter de clase a un partido comunista, sino su ideología. Es su doctrina que hace el partido orgánicamente homogéneo. El PSP fue un partido de clase porque “su unidad orgánica tenía por base el marxismo-leninismo”.  

El debate necesario

El libro de Ibarra es una importante contribución a un debate necesario. Este debate debe tratar (i) el tipo de partido revolucionario, comunista, que necesitamos en la actualidad y, (ii) cómo construir el partido que ayuda a que el proletariado, el campesinado y sus aliados de la clase media tomen el poder para la construcción del socialismo en el Perú. En otras palabras, ¿cómo construir, hoy, ideológicamente, políticamente y organizativamente el partido de la revolución peruana?

El debate sobre el pensamiento de Mariátegui en relación a su concepción de partido es necesario como un punto de partida. Ahí encontramos la fuerza del libro de Ibarra. El objetivo del libro fue alcanzado por nuestro autor.

Como decía Ibarra en el prólogo a su obra, el autor espera que su trabajo contribuya a la reconstitución del partido de Mariátegui. Aunque el mencionado debate debería ser considerado como punto de partida de la misma reconstitución, pienso que para tales efectos habría sido muy útil si el autor hubiera incluido algunos lineamientos que ayuden a reconstituir el Partido de José Carlos Mariátegui. Debo reconocer, sin embargo, que Ibarra menciona algunos elementos imprescindibles que tienen que ser considerados como fundamentos de un partido comunista. En primer lugar debe basarse en el marxismo-leninismo. Segundo, debe ser un partido ideológicamente homogéneo. Tercero, “el partido proletario siempre se construye de arriba abajo, es decir, desde el exterior de la relación económica inmediata obrero-patrón, o sea, desde el marxismo”.

En una comunicación con el autor, este me informó que su próximo libro ya está listo. Este libro tiene como título El partido de Mariátegui hoy: Constitución, Nombre, Reconstitución. Ibarra aseguró también que en este libro se tratan los temas mencionados arriba como un análisis crítico de los partidos comunistas que existen en la actualidad en el Perú.

Palabras finales

La obra es audaz porque defiende la concepción leninista del partido. Actualmente, en el Perú, los partidos y movimientos que consideran la humanización del capitalismo posible consideran, sin fundamentar, esta concepción del partido una concepción arcaica, del otro siglo. Como es cierto que sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria, sin organización revolucionaria no hay revolución.



¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


La Creación Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha

(Doceava y Última Parte)

Eduardo Ibarra



Conclusión

En estos tiempos, cuando el centro del debate relativo a  la Creación Heroica de Mariátegui gira en torno a su proyecto de un partido de clase bajo la forma de partido de masas, García ha abjurado del marxismo-leninismo, ha falsificado la identidad doctrinal de Mariátegui, ha tergiversado la verdad histórica del PSP, ha renegado de la Reconstitución, etcétera, etcétera.

Y, con base en todo ello, promueve desde hace tiempo un partido-amalgama, con el agravante de que concibe este partido no solo como doctrinariamente heterogéneo, sino también, al mismo tiempo, con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles entre sí.

Como es de conocimiento común, hace más de siete años el grupo liquidacionista fundó su nivel secreto (63), y ahora pretende fundar su nivel público con todas aquellas personas permeables al engaño y la manipulación.

Es decir, el partido-amalgama tiene ya, por adelantado, su instancia de dirección en dicho nivel secreto, instancia de dirección que dirigiría despóticamente, desde la sombra, a todos aquellos que caigan en la trampa.

Puesto que dicha instancia de dirección es secreta, ¿quién podría tener la certidumbre de que, si ocurriese que se solicitara su disolución, se disuelva realmente, puesto que es secreta?

Con su partido-amalgama, pues, García está empeñado en suprimir el partido de clase.

Con una nota a destacar: dicha supresión pretende consumarla en toda la extensión de la izquierda peruana, como lo prueban los intentos que ha realizado en los últimos años.

Eso quiere decir que las diversas fuerzas marxista-leninistas de nuestra izquierda deben estar precavidas y tomar posición definida y expresa frente al intento liquidacionista.

Pero además, como se ha visto en varios pasos del presente artículo, las falacias con las que García pretende sustentar sus posiciones, las ha tomado de viejos y nuevos oportunistas.

Este es el “banco el banco de oro” sobre el cual está sentado nuestro liquidador.

Es decir García no tiene ni siquiera el mérito de la originalidad.


Y, la negación del marxismo-leninismo y de cuestiones fundamentales de la Creación Heroica de Mariátegui (los conceptos de socialismo, Socialismo Peruano, Creación Heroica de Mariátegui, Camino de Mariátegui, y, particularmente, la filiación doctrinal del maestro y del PSP), se ha levantado, comprobadamente, sobre la base de falacias, sofismas, falsificaciones y otros métodos antimarxistas.

Esta constatación basta para revelar el carácter oportunista de las posiciones de García.

Por otro lado, como producto de su descomposición ideológica, García y sus repetidores han recurrido sistemáticamente a los más burdos métodos criollos (incluidos la calumnia y la infamia) para defenderse de las críticas a su revisionismo liquidacionista y descalificar a sus críticos.

Asimismo, han recurrido a los métodos criollos  para embaucar a organizaciones y personas a fin de sumarlos a su plan de un partido antimariateguiano.

Esto lo saben bien –pues fueron víctimas de tales métodos– algunas decenas de activistas de diferentes tendencias.  

Aquí, queremos llamar la atención sobre la costumbre de García de imputar a sus críticos las cosas que él mismo hace: así por ejemplo, para desenfocar las cuestiones en debate, nos acusó a nosotros de odiarlo, acusación que, sin embargo, con pruebas al canto ha quedado desbaratada en el presente artículo.

Es decir que, según su acusación, nuestras críticas son el resultado del odio, y no de una justa y correcta defensa del marxismo-leninismo y de la Creación Heroica de Mariátegui, y de esta manera ha buscado –infructuosamente, por cierto– desenfocar los problemas en debate.

Pero, para su infortunio, los hechos han demostrado que la verdad es lo contrario: solo el odio más profundo puede explicar que mi falaz acusador no se percatara de que mi afirmación: “Parafraseando a Marx, puede decirse, pues, que, si la experiencia de Mariátegui fue tragedia, su formal repetición es farsa”, da cuenta del carácter originalauténticogenuino de la fundación del PSP, en contraposición a su repetición que aparece como imitación, como caricatura, como farsa. ¿Qué marxista no conoce la complementación hecha por Marx a la afirmación de Hegel según la cual la historia se repite dos veces?

Como se ve, enceguecido por el odio, García cometió la necedad de acusarnos de considerar la fundación del PSP como una tragedia (64).

Así, pues, los métodos criollos, utilizados abundantemente por los García, los Aragón, los Pérez y demás, dan cuenta del tipo social que ha creado el liquidacionismo de derecha.

Todo lo anotado sobre los métodos antimarxistas utilizados por García y sus repetidores a efecto de renegar el marxismo-leninismo y la verdad histórica de Mariátegui y el PSP, así como los métodos criollos que han utilizado sistemáticamente tanto en el debate como en sus relaciones con otras tendencias en su afán de tragárselas, demuestra su inferioridad moral con respecto a las tendencias marxista-leninistas.

Finalmente, el huachafo egotismo burgués de nuestro liquidador marca también su burocrática conducta: en 2007 se autoproclamó “Yo el Supremo”, luego sugirió que él es el depositario del legado de Mariátegui, más tarde sostuvo que “por fin”, con sus falacias y falsificaciones, puede debatirse la cuestión del partido de masas y de ideas (expresando así su ilusión pequeño burguesa de que él inaugura todas las cosas).

Pues bien, la abjuración del marxismo-leninismo, la falsificación de la identidad doctrinal de Mariátegui, la tergiversación de la verdad histórica del PSP, el abandono de la Reconstitución, la dilución del socialismo marxista en el socialismo en general, la mixtificación del Socialismo Peruano y del Camino de Mariátegui, la adulteración del proyecto mariateguiano de un partido de masas y de ideas, el plan de liquidar el partido de clase, los métodos criollos, el egotismo burgués, etcétera, etcétera, son posiciones flagrantemente oportunistas.

Tales posiciones, sin embargo, según la demagogia de su autor, han sido dictadas por “el árbol verde la vida”, y, según la mediocridad andante, son expresiones de que García es “el cerebro más destacado del socialismo peruano en la actualidad”.

Pero, como está claro para cualquier marxista, la realidad es que la indicada deserción del marxismo-leninismo y de la Creación Heroica de Mariátegui, constituye la definitiva caída política de García.  

De hecho, nuestro liquidador es el teórico del revisionismo peruano más obcecadamente empeñado en liquidar el partido de clase.

Como se comprenderá, en el Perú no se puede ser marxista sin sentir el más profundo desprecio por la sofistería con que los liquidadores niegan el marxismo-leninismo y falsifican cuestiones fundamentales de la Creación Heroica de Mariátegui.

Esta es una verdad elemental.

Desde hace tiempo el principal enemigo de la Reconstitución del Partido de Mariátegui es el liquidacionismo de derecha de García y repetidores.

Por eso la Reconstitución solo es posible sin el liquidacionismo y contra el liquidacionismo.

Esta también es una verdad elemental.        

Pero, como nuestra crítica no tiene motivaciones personales, parafraseando a Mariátegui les decimos a los liquidadores: si el socialismo todavía es algo serio en ustedes, desembarácense de su revisionismo liquidacionista, de sus métodos criollos y de su egotismo burgués y vuelvan al campo del marxismo-leninismo y de la Creación Heroica de Mariátegui.

Caso contrario, se cubrirán por siempre de vergüenza por haber abjurado del marxismo-leninismo y del partido de clase y por haber falsificado aspectos fundamentales de la Creación Heroica de Mariátegui, en particular la filiación doctrinal del maestro y la verdad histórica de su partido.

Notas
[63] Véase la nota 63 de nuestro artículo El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui.  
[64] Véase nuestro artículo Ramón García o la manipulación III. Aquí solamente remarcaré lo que sigue: una cantidad apreciable de mis escritos tienen por contenido precisamente la defensa de la verdad histórica del PSP y de la trascendencia histórica que tuvo este acontecimiento para el proletariado peruano; por esto la acusación de García se revela, a más de determinada por el odio más enceguecedor, como una acusación absolutamente necia.

Postscriptum

En una nota de hace algunos meses, publicada en la red con el título de Ofrezco disculpas al señor Ramón García,  se ha intentado demostrar que el personaje del título no es quien se embozó tras el seudónimo de Eusebio Leyva.

        Sin embargo, ocurre que las meras declaraciones dadas no demuestran ni pueden demostrar en absoluto que no es García quien, embozado tras dicho seudónimo, debatió con Dante Castro.

        Quienquiera que conozca las posiciones liquidacionistas, el estilo de debate y la terminología propias de García, así como los pormenores del affaire Eusebio Leyva, tiene que reconocer que este seudónimo le sirvió al Liquidador Mayor para desahogar su impotencia.

        Por eso, lado a lado con decenas y decenas de activistas, tenemos la certidumbre de que con la nota que comentamos lo que ha ocurrido es que Ramón García le ha pedido disculpas a Ramón García.

        Ahora, si quiere, nuestro liquidador puede derramar, una vez más, su repugnante vómito de insultos, falacias, maniobras, desaguisados, chacota, acrimonia, ramplonería, chicanas, petulancia, fanfarronada, antileninismo, antimarxismo, antimariateguismo (que es, sobre poco más o menos, lo que derramó, por ejemplo, en sus artículos Las cinco caídas de Yo el Supremo y El pedestal de cristal), mostrando así su estilo hayista-ravinesco, pero, en la medida en que su revisionismo liquidacionista, su egotismo burgués y sus métodos criollos han sido completamente desenmascarados, pasaríamos de largo ante la reedición de tan triste espectáculo, dejándolo, de esa forma, autosatisfaciéndose en la orgía de sus patibularios recursos polémicos.

        Es decir, dejaríamos que se ahogue en su propio odio visceral, en su propia ponzoña inagotable, en su propia bajeza sin remedio, agregando, así, más antimarxismo a las páginas que escribió ocultando su identidad (exactamente como ha procedido en otros casos), páginas que son, sin duda, las más negras que se hayan escrito en la historia de la izquierda peruana.

        Como la cuestión no es personal, a través del tiempo hemos tenido presentes las posiciones antimarxistas, antileninistas y antimariateguianas sostenidas por García embozado (que, más allá de su extremismo verbal como Leyva, son las mismas que sostiene cuando firma con su nombre), y ello, como se ha podido ver, nos ha permitido defender más cabalmente la potencia generatriz del marxismo para desarrollarse como verdad universal, el leninismo precisamente como desarrollo de valor universal del marxismo, el carácter marxista-leninista de la Creación Heroica de Mariátegui, entre otras cuestiones de indudable importancia para el Socialismo Peruano.

        Quienes merecían que se les pidiera disculpas son las decenas de activistas a los que nuestro liquidador se dirigió en términos escandalosamente obscenos.

        Pero, encerrado irremediablemente en una visión personalista, el Liquidador Mayor no ha sido capaz de disculparse, y, en su desesperación (acentuada por la publicación de nuestro artículo La creación heroica de Mariátegui y el liquidacionismo de derecha), ha ensayado una nueva maniobra donde solo cuenta su ego.

        Pero así como le fracasó aquella otra maniobra haciéndose entrevistar como García y paralelamente como Eusebio Leyva, la que comentamos ahora también ha fracasado.

28.11.2016.
Eduardo Ibarra.




La Legitimación y Deslegitimación de la Violencia Revolucionaria en el Perú: Una Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria por Parte de la Izquierda Revolucionaria Armada de las Décadas de 1960 y 1980

(Sexta Parte)

Jan Lust


6. Las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución en el Perú

En las secciones anteriores hemos desarrollado nuestro marco teórico, las condiciones políticas, económicas y sociales que llevaron el ELN, el MIR, el MRTA y el PCP-SL a tomar las armas y hemos visto sus razones para legitimar la violencia revolucionaria. Ahora analizamos sus puntos de vista, tomando en cuenta el contexto político, económico y social, en relación con lo que han dicho las principales referencias de estas organizaciones políticas, es decir, Lenin, Mao, Guevara y Castro. Esta sección está dividida en dos partes. En la primera subsección tratamos la década de sesenta y en la siguiente los años finales de la década de setenta y los del comienzo de los años ochenta.

La década de sesenta

La lucha guerrillera en 1965 se llevó a cabo en un contexto internacional que haría muy difícil una victoria de las fuerzas socialistas. Después de la Revolución Cubana, los estadounidenses trataron, en una variedad de formas, de eliminar las tendencias progresistas. No toleraron un “segundo Cuba”. Y si fuese posible, la dirección revolucionaria de Cuba debía ser liquidada. El imperialismo buscaba la guerra porque sus intereses estaban en juego.
       
Los Estados Unidos no encontraron ningún obstáculo que impidiera defender sus intereses. Los militares latinoamericanos y éstos políticos que no querían introducir reformas, estaban dispuestos a ayudar a los Estados Unidos en su lucha contra el “surgimiento del comunismo” en América Latina.

El imperialismo no tenía ningún problema para apoyar a la burguesía local, ni le importaba cuán fuerte reprimiera a su propia población. Washington haría cualquier cosa para ayudarla en su lucha contra organizaciones y grupos que buscaron el derrocamiento del orden existente. La rápida construcción de un aparato de contraguerrilla en toda América Latina muestra claramente la dirección del pensamiento político y militar de los responsables políticos en los Estados Unidos, expresado en varias “doctrinas”.

La Alianza para el Progreso, que fue creada con mucho ruido en 1961, tuvo en su mayor parte una función ideológica y propagandística. A la población latinoamericana se le debía mostrar el lado humano del capitalismo, junto con productos manufacturados en América del Norte. Los objetivos socioeconómicos de la Alianza para el Progreso no se cumplieron, los objetivos militares sí, es decir, evitar un “segundo Cuba”.

La invasión en la República Dominicana en abril de 1965 mostró que si los Estados Unidos no fueron capaces de colocar un gobierno títere o no pudieron convencer a los militares locales de cometer un golpe de estado contra un presidente reformista, ellos mismos invadirían el país cuyo pueblo había elegido un gobierno que no tanto tomaría en cuenta los intereses del capital norteamericano.
       
En el contexto de la lucha contrarrevolucionaria continental había un interés especial en el Perú. Este fue, según la CIA, “un excelente ejemplo de un país latinoamericano que poco a poco se desplaza hacia la revolución social”.

La clase dominante peruana no sufrió, ni antes ni durante los “años guerrilleros”, una crisis de existencia. La primera condición objetiva de Lenin para considerar una situación como revolucionaria no existió. Aunque había diferencias entre la clase dominante, es decir, entre Belaúnde (AP), Víctor Raúl Haya de la Torre (APRA) y Manuel Odría (UNO), la unidad política fue lo que finalmente dominó. Llama la atención, por ejemplo, la facilidad con que el Gobierno peruano pudo obtener el préstamo de bonos para financiar la guerra contra la guerrilla.

La no existencia de una crisis dentro de la clase dominante se expresa, paradójicamente, en la elección de Fernando Belaúnde como presidente. Los grandes terratenientes y las instituciones financieras, en la década del sesenta considerados por la izquierda como la oligarquía, se dieron cuenta de que la estructura de la sociedad había cambiado y que se estaba cociendo un gran descontento entre la población, sobre todo entre el campesinado. El imperialismo, visto en el contexto de la Revolución Cubana, estaba consciente de que las clases dominantes latinoamericanas necesitaban “renovarse” y que era necesario que el pueblo no se “alienara” del orden capitalista. La elección de Fernando Belaúnde mostró que la oligarquía estaba dispuesta a compartir el poder con grupos sociales emergentes con el objetivo de no poner en peligro el sistema en conjunto. Las propuestas de la reforma agraria no estaban destinadas a ser implementadas, sino para demostrar a los campesinos que el orden democrático capitalista fue capaz de defender sus intereses.

Se puede defender la tesis que el gobierno de Fernando Belaúnde contó con la aprobación del pueblo peruano. Inmediatamente después de su ascenso a la presidencia, las elecciones municipales fueron reintroducidas y ganadas tanto en 1963 como en 1966 por la alianza que gobernaba el Perú.

La segunda condición objetiva para considerar una situación como revolucionaria, es que la situación de la clase oprimida tendría que haber sido empeorada enormemente. Esta situación tampoco existía. Las condiciones socioeconómicas de la clase obrera y los campesinos no se deterioraron drásticamente ni (directamente) antes ni durante “los años guerrilleros”. Incluso, cabría decir que su situación mejoró. Por supuesto, todavía había un pequeño grupo de terratenientes que poseía la mayor parte de las tierras, pero la propuesta de hacer una reforma agraria no puede ser consideradas otra cosa que una mejora en una situación generalmente miserable.

El gobierno de Fernando Belaúnde ha tenido que enfrentar graves problemas económicos solamente en la fase final de su gobierno. Antes y durante los “años guerrilleros” la economía iba viento en popa. Aunque el aumento del gasto público no fue compensado con un aumento proporcional de los ingresos del Gobierno, ese fue un problema que no se quería tratar al momento, tal vez en el futuro. Sin lugar a dudas, la población no ha “sufrido” por el aumento de las inversiones públicas en carreteras, viviendas y riego, tampoco por el crecimiento del salario de los docentes y el aumento en número de profesores de primaria y secundaria. En resumen, en el período 1963-1965 la situación de las clases oprimidas no se deterioró drásticamente en comparación con los años anteriores.

La tercera condición objetiva de Lenin para determinar si existe una situación revolucionaria tiene que ver con un cambio subjetivo causado por circunstancias objetivas: un aumento de la actividad política de las masas como resultado de una crisis económica y política. En el Perú no hubo una crisis política ni económica en el período desde la Revolución Cubana. A pesar de estas favorables condiciones objetivas para la clase dominante en su conjunto, desde 1958 hasta los primeros meses de 1964 hubo un importante resurgimiento de la lucha de masas.

Durante el Gobierno de Manuel Prado (1956-1962), el número de huelgas aumentó y en cuatro años la cantidad de huelgas se duplicó. En promedio se produjo en 1962 más de una huelga por día y el número de sindicatos reconocidos por el Gobierno se incrementó más del 100%. Además, en este periodo los campesinos comenzaron a demandar reformas agrarias y la sindicalización tomó vuelo. Los sindicatos campesinos se triplicaron.

La juramentación de Fernando Belaúnde en junio de 1963 como presidente del Perú contribuyó al desarrollo de la lucha de las masas. Los campesinos adelantaron la reforma agraria propuesta por el nuevo presidente durante la campaña electoral. Había masivas ocupaciones de tierra. Los cientos de tomas de tierras que tuvieron lugar en todo el país, en enero de 1964, junto con el gran número de huelgas en estos años, podrían haber ayudado a acercarse a una situación revolucionaria. Aunque el sector de agricultura era macroeconómicamente menos importante que el sector secundario y terciario, en 1961 todavía la mayoría de la población económica activa trabajaba en la agricultura y la mayoría de la población vivía en las zonas rurales.

El campesinado era una masa que se movía en todo el país. Si esta masa hubiera establecido conexiones políticas y organizativas con los trabajadores en huelga, pudo haber sembrado una cizaña entre las diferentes fracciones de la clase dominante exigiendo reformas agrarias radicales. La falta de organizaciones revolucionarias capaces de unir la lucha de los campesinos y de los obreros, de traducir sus demandas políticamente y de convertirlas en acciones concretas y revolucionarias, la hizo imposible y, por lo tanto, el Gobierno tenía el campo libre para reprimir la resistencia campesina. Además, la llegada de Belaúnde al poder trajo un cierto grado de euforia entre la población que dificultaba la práctica política de las organizaciones revolucionarias. Existía la idea de que se implementarían cambios fundamentales en el país: Belaúnde fue elegido con el apoyo de los comunistas, era visto como progresista y antiimperialista y había prometido nacionalizar la petrolera norteamericana International Petroleum Company (IPC).
       
Una situación revolucionaria se transforma en revolución por el acto consciente de la clase revolucionaria y sus aliados. En base a la experiencia acumulada de lucha y bajo la dirección de la vanguardia, es decir -de acuerdo con Lenin- los trabajadores organizados con conciencia de clase y políticamente activos, se inician las acciones en cooperación con campesinos y sectores de la pequeña burguesía (por ejemplo intelectuales) que deberían derribar el régimen. La vanguardia debe ser capaz de hacerlo e involucrar a las masas en estas acciones.
       
Las condiciones subjetivas pueden dividirse en tres elementos interrelacionados: (1) las experiencias de la lucha de las masas, (2) el nivel de la conciencia de clase entre las masas; y, (3) la existencia de una vanguardia organizada. En el Perú se había adquirido muchas experiencias importantes en la lucha de los campesinos y durante las huelgas en las ciudades, existían diversas organizaciones políticas de izquierda que lucharon entre sí por la hegemonía y hubo un bajo nivel de conciencia de clase. En otras palabras, solo por una parte se había reunido las condiciones subjetivas.
       
La lucha de la clase obrera en las ciudades no superó su carácter economicista. La lucha campesina se estancó al nivel de una lucha de intereses. La izquierda tenía poca influencia en las ocupaciones de tierras por las comunidades al final de la década de cincuenta y al comienzo de la década de sesenta. Aunque las acciones de las comunidades fueron muy fuertes, como por ejemplo contra la Cerro de Pasco Corporation, sin embargo, estos campesinos estaban más lejos de una conciencia de clase que los campesinos que se organizaban en sindicatos.
       
Las experiencias de lucha que se fue acumulando después de la Revolución Cubana no sufrieron ningún cambio cualitativo. La lucha no fue llevada a un nivel superior.
       
En el período de la reactivación de la lucha de clases, la izquierda revolucionaria, aparte de los trotskistas en la provincia La Convención y en el distrito de Lares en el departamento de Cuzco, no estaba presente en forma organizada. Una de las razones fue que el APRA y el PCP dominaron el movimiento sindical y, además, la izquierda fue a menudo objeto de represión por lo cual una construcción organizada, sólida y estable de sus organizaciones fue impedida. Asimismo, la izquierda estaba tremendamente dividida y eso fue agravado por la división dentro del PCP en partidarios de Moscú y de Beijing.
       
La conciencia de clase de las masas está relacionada con el nivel político de la lucha de clases y las actividades de la vanguardia revolucionaria. Las masas peruanas tuvieron un bajo nivel de conciencia de clase. La lucha guerrillera del MIR y del ELN duró muy poco para que el proceso planteado por el Che Guevara y Fidel Castro pudiera iniciarse; es decir, para que la guerrilla pudiera elevar la conciencia de clase de las masas. Las condiciones subjetivas no fueron, a diferencia de lo que esperaba el líder guerrillero del MIR Guillermo Lobatón, creadas en la lucha. Igualmente, no todas las fuerzas heroicas de las masas, como el MIR pensaba que iba a suceder, fueron desencadenadas para que no fueran necesarias de utilizar “mezquinos recursos” para crear las condiciones revolucionarias.



Presentación en Bolivia del Libro El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui

El día 10 de noviembre se presentó el libro del título de la presente nota, de nuestro compañero Eduardo Ibarra, en el Centro Cultural Casa España de La Paz.

Comentaron el libro los bolivianos Lucio Gonzales y Mauricio Maldonado y el peruano Jorge Calderón.

No obstante que los pormenores y los personajes que marcan el libro son muy peruanos, se entendió que su fondo es una cuestión universal: el problema del partido del proletariado.

Esta fue la conclusión más importante.

30.11.2016.

Comité de Redacción de CREACIÓN HEROICA.


Charla en Huacho sobre el Libro El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui


El miércoles 30 de noviembre nuestro compañero Santiago Ibarra desarrolló una charla sobre el contenido del libro El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui, en la Universidad José Faustino Sánchez Carrión, ciudad de Huacho, en el marco de la III Jornadas Nacionales del Pensamiento Marxista, organizadas por la Revista Peruana del Pensamiento Marxista, el Centro de Estudios y Trabajo Marxista, el Movimiento Todas las Sangres y la Revista Resistencia.

        La idea principal que se vertió giró en torno a la necesidad de construir la vanguardia, la dirección, el liderazgo político de la clase proletaria y del pueblo peruano, para alcanzar la emancipación de nuestro querido pueblo peruano y las metas del socialismo.

30.11.2016.


Comité de Redacción de CREACIÓN HEROICA.

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