La Polarización: Ley del
Sistema Capitalista Mundial*
(Primera Parte)
(Primera Parte)
Santiago
Ibarra
Introducción
A mediados del
siglo pasado se fabricó un discurso que prometía a las periferias alcanzar a
los centros a través de su industrialización. La industrialización de las periferias
tuvo lugar (aunque de modo desigual), y, luego de realizada, muy lejos de
reducir hasta eliminar sus diferencias con los centros, las desigualdades entre
éstos se han acentuado todavía más. En realidad, este discurso no constituyó
sino la forma renovada de aquel otro que desde fines del siglo XVIII y
principios del XIX veía en la industrialización el medio que ineluctablemente
llevaría a todas las naciones del orbe al progreso y a la prosperidad.
Fracasado el modelo de industrialización
por sustitución de importaciones, desde principios de la década de 1980 los
centros imponen a las periferias un conjunto de (contra) reformas que, como
décadas atrás, prometía su crecimiento económico y la reducción sistemática de
la pobreza. Los resultados, sin embargo, han sido exactamente al revés.
Los neoliberales hacían del mercado un
mecanismo autorregulador de los factores del crecimiento económico. A su vez,
promovieron la reconversión de los aparatos productivos con destino al mercado
nacional a industrias con destino al mercado externo, así como la apertura
irrestricta de los mercados nacionales a los capitales transnacionales. Como
era previsible, ninguna de estas medidas logró hacer realidad los objetivos
señalados. La resistencia de los trabajadores afectados con las políticas
neoliberales no estuvo ausente, y a fines de la década de 1990 y principios de
la de 2000 tendrían lugar varias rebeliones masivas en el continente.
En primer lugar, la tasa anual de
crecimiento económico alcanzada en América Latina durante el período neoliberal
ha sido inferior a la lograda durante el período estatista: “Entre 1990 y 2000,
el PIB real de la región (medido en dólares a precios constantes), se
incrementó a una tasa anual media del 3.3 por ciento. Dicho crecimiento, aunque
mayor al 1.1 por ciento anual registrado en los años ochenta, fue mucho más
bajo que el 5.5 por ciento de alza anual lograda a medias en 1950-80”
(1).
Asimismo, tampoco se revirtió el
descenso sistemático de la tasa de crecimiento del producto interno bruto
mundial: si hasta la década de 1960 éste fue superior al 5%, en la década de
1970 cae al 4,5%, en la de 1980 al 3,4%, y en la de 1990 al 2,9% (2).
Este fenómeno está sin duda asociado a
la hiperfinanciarización que la economía capitalista mundial viene
experimentando en las últimas décadas. La hiperfinanciarización de la economía
capitalista es la estrategia de las clases dominantes para aumentar sus
ganancias al máximo en el menor tiempo posible, sin recorrer el tortuoso camino
de la producción, en un contexto de decreciente capacidad de consumo de las
masas.
En segundo lugar, es esencial mostrar
que desde la década de 1950 el porcentaje de precarios (con baja capacidad de
negociación, súperexplotados, desempleados, empleados en el sector informal)
dentro de las clases populares en la población urbana mundial se ha
incrementado –como indica Samir Amin- de menos del 25% a más del 50%, de 250
millones a 1.500 millones de personas, llegando a representar en las periferias
cerca del 80%, “registrando una tasa de crecimiento que supera aquella que
caracteriza la expansión económica, el crecimiento de la población o el propio
proceso de urbanización.” (3)
Por el otro lado, las clases dominantes
representan necesariamente a un pequeño sector de la sociedad, pero son quienes
más concentran las riquezas producidas por los trabajadores. Así, para algunos
casos de países de América Latina tenemos que “a finales de los años noventa,
el 10 por ciento de los hogares más ricos de Brasil concentraba cerca del 50
por ciento del ingreso nacional total, en tanto que el 40 por ciento de los
hogares más pobres alcanzaba sólo el 10 por ciento del ingreso correspondiente.
En Chile, la más moderna y dinámica economía de la región, la participación en
el ingreso nacional del 10 por ciento de los hogares más ricos fue del 40 por
ciento, y la del 40 por ciento de los más pobres estuvo por abajo del 15 por
ciento. Las cifras de México y Argentina, así como las de las otras grandes
economías de la región, también muestran una acentuada concentración del
ingreso.” (4)
Acumulación de riquezas por un lado,
crecimiento de la miseria por el otro. Dos fenómenos que se dan simultáneamente
dentro de un mismo proceso: la acumulación de capital a escala mundial. La
pobreza es condición absoluta del capitalismo. No es pobreza que se origine en
la escasez: es pobreza que se produce como resultado de una creciente capacidad
de acumulación de capital, como producto de un incremento de la productividad
del trabajo. Bajo el capitalismo, cuanto mayor capacidad de producir riquezas,
mayor número de pobres, de excluidos, de población sobrante, y mayor
sufrimiento, mayor degradación moral. Marx, precisamente, expresaba en los
siguientes términos la contradicción inmanente a la acumulación de
capital:
“Esta ley es la que establece una
correlación fatal entre la acumulación
del capital y la de la miseria, de modo que la acumulación
de riqueza en un polo es igual a la acumulación de pobreza, sufrimiento, ignorancia, embrutecimiento, degradación moral, esclavitud, en el polo opuesto, del
lado de la clase que produce el
capital mismo.” (5)
¿Cómo explicaba Marx la acumulación de capital por un lado y el incremento de la pauperización por el otro? ¿Cómo se explica la concentración de las riquezas en los centros y la concentración de la miseria en las periferias del sistema capitalista mundial?
Marx: La ley
general de la acumulación de capital
La producción de
plusvalía es ley absoluta del capitalismo. Tras las apariencias, Marx da con la realidad
profunda. En la superficialidad de las cosas, la plusvalía aparece como
ganancia: no sólo el trabajo, sino también la tecnología y el dinero aparecen
como creadores de valor. Marx, por el contrario, demuestra que la ganancia del
capital tiene su origen en el trabajo no remunerado del obrero. Vale decir, la
acumulación de capital tiene su partida de nacimiento en la explotación de los
trabajadores que, a su vez, es posible por la propiedad privada sobre los
medios de producción de los capitalistas. El capitalista no tiene otro fin que
la maximización de sus beneficios, el incremento permanente de la tasa de
plusvalía, con consecuencias desastrosas sobre el hombre y la naturaleza. Este
es el secreto de la acumulación del capital, la realidad profunda que Marx
develó.
Concentración y centralización del
capital: acumulación de capital en la clase capitalista. La libre competencia conduce forzosamente a
la concentración y a la centralización del capital. La concentración del
capital tiene lugar por la vía de la creciente apropiación por capitales
individuales del plusvalor producido por los trabajadores. La centralización
del capital tiene lugar por la vía de la absorción y de la fusión de capitales
distintos, dando origen a uno mayor.
Incremento de la composición orgánica
del capital: creciente pauperización de los desposeídos. El desarrollo del capitalismo, mediatizado por
las luchas sociales de los trabajadores y la competencia entre los
capitalistas, implica un crecimiento constante de la composición orgánica del
capital: la inversión en capital constante es cada vez mayor en comparación a
la inversión en capital variable. Hay un menor uso relativo e incluso absoluto
de fuerza de trabajo en las industrias, pero hay una mayor capacidad de
producción de riquezas. El trabajo muerto sustituye y desplaza al trabajo vivo.
A esta población que es expulsada del centro productivo o que queda fuera de
él, Marx la llamó ejército industrial de reserva o población
excedente. A su vez, esta población sobrante presiona a la baja los
salarios y al deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores
activos.
Acumulación de riquezas, de capital, y
población excedente, sobrante, y precarización del trabajo en el sector productivo,
esto es, pauperismocreciente, son entonces un resultado inmanente
al despliegue del capitalismo, “ley absoluta, general, de la acumulación
capitalista”.
El desarrollo de las fuerzas
productivas, de la ciencia y la técnica, bajo el capitalismo –nos dice Marx-,
sigue necesariamente un camino contradictorio:
“Todos los medios para desarrollar la
producción se transforman en medios
de dominar y explotar al productor: hacen de él un hombre truncado, fragmentario, o el apéndice de una máquina. Le oponen, como otras tantas potencias
hostiles, las fuerzas científicas de
la producción. Sustituyen el trabajo atractivo por el trabajo forzado. Hacen que las condiciones en que se desarrolla el trabajo sean cada vez más anormales,
y someten al obrero, durante su
servicio, a un despotismo tan ilimitado como mezquino.
Convierten toda su vida en tiempo de trabajo, y arrojan a su mujer y sus hijos bajo las ruedas del Yaggernat capitalista." (6)
Franz
Hinkelammert (7) sostiene la tesis de que lo que se produce en el mundo
capitalista es un estancamiento dinámico, que lleva consigo una
creciente exclusión de las grandes mayorías. Hay crecimiento intensivo –explica
Hinkelammert-, pero no hay crecimiento extensivo. Hay crecimiento intensivo
cuando el aumento de la productividad del trabajo es mayor al crecimiento del
producto. Hay crecimiento extensivo cuando el crecimiento del producto es mayor
al incremento de la productividad del trabajo. Lo que en el mundo hay es
crecimiento del producto, en la industria y en la agricultura, y todavía más
incremento de la productividad del trabajo, pero no hay generación de empleo.
El crecimiento intensivo tiene su fundamento en la incorporación de nuevas
tecnologías en los procesos productivos. Tecnología que sustituye y desplaza a
los trabajadores. El sector excluido, que proviene del crecimiento demográfico
vegetativo y, en las periferias, de la migración campo–ciudad, crece
rápidamente. Para no morir de hambre esta población excluida, se autoemplea, y
entonces aparece el denominado “sector informal” de la economía, caracterizado
por sus bajos ingresos y la precariedad de sus condiciones de vida.
Circunstancias
especiales que modifican (relativamente) la ley de la pauperización. La
globalización neoliberal, nuevo viraje histórico: la ley de la pauperización se
expresa con toda su fuerza.
Intelectuales al
servicio del sistema capitalista han intentado más de una vez refutar la ley
marxista de la creciente pauperización. Luego de la II guerra
mundial, el mundo en su conjunto, pero, sobre todo, Estados Unidos, Europa
occidental y Japón, experimentaron altas tasas de crecimiento económico, y, a
su vez, en estas regiones, los salarios de los trabajadores aumentaban conforme
se incrementaba la productividad del trabajo. Samir Amin -destacado marxista
egipcio- explica, a partir del materialismo histórico, que este período de
bonanza fue breve y especial, pues sólo duró hasta mediados de la década de
1970. Y fue especial porque estuvo determinado fundamentalmente por la existencia
en el mundo de un triple sistema: a) el sistema soviético, b) el Estado de
bienestar de Europa occidental y c) los regímenes populistas de América Latina,
todos ellos producto de la lucha de los pueblos por su liberación nacional y
por el socialismo. Luego de que se desintegrara el bloque soviético, la suerte
de los otros dos sistemas no fue distinta (8).
Periclitado este triple sistema, la
correlación de fuerzas habría de ser largamente favorable a las clases
dominantes del mundo. En especial, al capital financiero. Y, entonces, la
transferencia de excedentes, de valor, de trabajo desde las periferias hacia
los centros no impedirá que en las últimas décadas la situación material de los
trabajadores de estos mismos países sufra un deterioro cada vez mayor. Marx
había sido claro: “La acción de esta ley, como la de cualquier otra, resulta
modificada, por supuesto, por circunstancias especiales” (9). Estas
“circunstancias especiales”, como queda claro, las constituyeron una relación
de fuerzas en el mundo más favorable a las clases populares.
Hoy por hoy, en el centro del sistema
capitalista mundial, el 40% de las clases populares en actividad son precarias.
Ilustremos el crecimiento de la precariedad en el centro con tres ejemplos. En
los Estados Unidos, en la década de 1990, el porcentaje de trabajadores que
perdía sus puestos de trabajo se incrementó en un 15%, al tiempo que los que
luego conseguían reubicarse ganaban un 14% menos en sus nuevos empleos (10). En
Francia, el 75% de los contratos tienen duración definida (11). Bajo la
lógica unilateral del capital, el trabajo se precariza también en el centro. No
de otra manera pueden entenderse las movilizaciones sociales que en las últimas
semanas se vienen produciendo en Francia contra una reforma del sistema de
pensiones -promovida por el gobierno de Sarkozy-, que atenta contra los
intereses de los trabajadores, al aumentar en dos años la edad de jubilación de
los trabajadores, de 60 a 62 años de edad, sino como la necesaria
respuesta de éstos a los intentos del capital de reducir aún más los costos de
la fuerza de trabajo. Mientras tanto, la precariedad dentro de las clases
populares urbanas ha pasado a representar del 50% alrededor de 1950 acerca
del 80% en la actualidad.
(*)
El presente artículo fue publicado originalmente en la edición de noviembre
del 2010 del Blog CREACIÓN HEROICA.
________
Notas:
(1) Moreno
Brid, Juan Carlos, Pérez Caldentey, Esteban y Ruiz Nápoles, Pablo, “El consenso
de Washington: aciertos, yerros y omisiones” en: Perfiles Latinoamericanos,
diciembre, número 25. Facultad Latinoamérica de Ciencias Sociales, Distrito
Federal, México, 2004, pp. 149-168. La cita es de la página 153. Como
puede verse por el título de este artículo, se trata de autores no marxistas,
que utilizamos como muestra de lo afirmado por nosotros.
(2) Datos
de la OCDE, trabajados por Beinstein, Jorge, La larga crisis de la
economía global. Argentina-Buenos Aires, Corregidor, 1999.
(3) Amin, Samir,
“Pobreza mundial, pauperización y acumulación de capital” en www.rebelion.org, 26 de octubre de 2003.
(4)Moreno Brid,
Juan Carlos, Pérez Caldentey, Esteban y Ruiz Nápoles, Pablo, op. cit., p.
157.
(5) El Capital
(Tomo I). Argentina, Editorial Cartago, 1974, p. 620.
(6) Ibid., p. 619.
(6) Ibid., p. 619.
(7)
“Estancamiento dinámico y exclusión en la economía mundial” en Herramienta. Revista
de debate y crítica marxista. Número 22, Buenos Aires, otoño de 2003, pp.
45-54.
(8) Amin hace
referencia a este período histórico en varios pasajes de su obra.
(9) Marx, Carlos,
op. cit., p. 618.
(10) Brenner,
Robert, Turbulencias en la economía mundial. Santiago de Chile, Editorial
LOM-Encuentro XXI, 1999, p.387, citado por Sotelo, Adrián, La reestructuración
del mundo del trabajo. Superexplotación y nuevos paradigmas de la organización
del trabajo. México D.F., Universidad Obrera de México-Escuela Nacional para
Trabajadores-Editorial Itaca, 2003, p. 56.
(11) Coutrot,
Thomas, “Crítica de la organización del trabajo” en www.rebelion.org, 14 de febrero de 2001, citado por Sotelo, Adrián,
op. cit., p. 56.
¿Libre Comercio o
Dominación Imperialista?
César Risso
LA
DECLARACIÓN DE LÍDERES 2016, documento que resume lo discutido en el foro APEC
el mes pasado, puede ser considerada como una de las más grandes hipocresías, o
expresión de un dogmatismo sin límites. Aunque puede ser una combinación de
ambos.
Citemos algunos párrafos de la
Declaración de APEC, para dar solo una muestra de la embriaguez mental en la
que viven estas personas como representantes de los intereses de la burguesía
imperialista.
“[…] nos comprometemos a
fortalecer nuestros esfuerzos para garantizar el trabajo decente y la calidad
de vida laboral para todos, especialmente para los grupos socialmente
vulnerables, proporcionando acceso a educación inclusiva de calidad y a la
formación profesional; impulsando el espíritu empresarial; mejorando la
protección social; y fortaleciendo la cooperación regional.”
La solución
que proponen es una: libre comercio. Pero se refieren al libre comercio
capitalista.
“Reafirmamos nuestro
compromiso de mantener nuestros mercados abiertos y luchar contra todas las
formas de proteccionismo reafirmando nuestro compromiso contra el
proteccionismo a través de una promesa de estancamiento que acordamos extender
hasta finales de 2020 y revertir medidas proteccionistas y distorsionadoras del
comercio que debilitan comercio y frenan el progreso y la recuperación de la
economía internacional.”
¿Cuál es el fondo de estas reuniones y
discusiones?
Salta a la vista que el papel de estos
eventos no es otro que el de desarrollar una propaganda mundial para
convencernos de que el libre comercio en particular y el capitalismo en
general, son la solución a todos los problemas. Pero lo que no dicen es que la
mayoría de estos problemas que pretenden resolver han sido creados por el
capitalismo, y aquellos que el capitalismo no ha creado, han sido agudizados
por este sistema económico.
Libre comercio, libre inversión, libre mercado,
etc., en una palabra, liberalismo o neoliberalismo. Esto es, capitalismo sin
ningún tipo de control ni restricción. En otras palabras, y para que se
entienda con toda claridad, el neoliberalismo es la libertad absoluta de los
capitalistas para explotar a los trabajadores y a naciones enteras.
La propuesta de Donald Trump, de
cuestionar el TPP, ha sido interpretada como proteccionismo. Como consecuencia
de esta interesada interpretación, el libre comercio se nos presenta como una
política consecuente, por la cual deben luchar los pueblos, sobre todo, de los
“países en desarrollo”. Se traslada así la lucha contra los acuerdos
comerciales que someten a las economías de los países dependientes, dominados
por el imperialismo, que son una de las formas de explotación de nuestros
pueblos, hacia la defensa, precisamente, de los acuerdos comerciales. Es decir,
se nos hace defender uno de los grilletes que el imperialismo nos impone.
En
este sentido, el presidente de Santo Domingo, Danilo Medina, manifestó en la
ONU que:
“tras más de medio siglo en que todo el mundo se
protegía de todo aquello que otros países podían producir mejor, ahora los
países desarrollados se niegan a reducir el proteccionismo al interior de sus
fronteras”.
“Al tiempo que los tratados de libre comercio se lo exigen
a su contraparte de los países en vías de desarrollo, se quiere que nosotros,
los países en vías de desarrollo eliminemos la protección a los bienes
industriales, pero ellos no eliminan los subsidios agrícolas”.1
Señaló también,
Danilo Medina, que Estados Unidos destinará 97,800 millones de dólares anuales
durante los próximos cinco años para subsidiar su agricultura, y que la Unión
Europea, entre los años 2014 y 2020, utilizará 408 mil millones de euros para
subsidiar su agricultura.
Con este multimillonario proteccionismo a
su actividad agrícola los países industrializados nos imponen su libre
comercio, es decir, la apertura comercial de nuestros países para que con sus
excedentes agrícolas subsidiados destruyan nuestra actividad agrícola, y así
cambien nuestra dieta alimentaria para hacernos más dependientes.
Los subsidios constituyen uno de los
mecanismos que utilizan los países imperialistas para controlar el comercio
mundial. Otros mecanismos están dados por las medidas fitosanitarias, las
normas de etiquetado, y otros controles administrativos. De modo que los
acuerdos de libre comercio no tienen nada de libres.
Otro mecanismo de dominio imperialista
en el ámbito comercial es el de las patentes. Estas dan derecho exclusivo de producción
y comercialización de las mercancías protegidas por patentes durante un periodo
de 20 años. Esta situación de monopolio legal, amparado por la OMC, permite que
los medicamentos se vendan a precios elevados. Pero además, en los acuerdos
comerciales se reduce o elimina la importación de medicamentos genéricos, que
ya no están protegidos por patentes y que se venden a precios bajos, para que
se importen únicamente medicamentos de marca, esto es, protegidos por patentes,
cuyos precios son significativamente mayores que los precios de los medicamentos
genéricos.
Las consecuencias de este manejo de las
patentes en los acuerdos comerciales trae como consecuencia la reducción del
consumo de medicamentos, con las consecuencias de todos conocidas.
“Por ejemplo, un estudio
concluyó que la extensión del plazo de las patentes generaría en Colombia un
aumento de 329 millones de dólares en los gastos farmacéuticos y una reducción
de siete por ciento en el consumo de fármacos en 2025.”
“Con respecto al posible
impacto del TPP, un estudio realizado por investigadores de Australia y Estados
Unidos calcula que, en Vietnam, el gobierno solo podría brindar terapia
antirretroviral a 30 por ciento de quienes viven con VIH (virus de inmunodeficiencia
humana), frente al actual 68 por ciento, ya que el costo anual del tratamiento
por persona subiría de los 127 dólares actuales a 501 dólares con la propuesta
de Washington.”
“El impacto negativo de las
normas de estos TLC -conocidos como TRIPS+- en el acceso a los medicamentos se
confirmó incluso en países industrializados que no son exportadores netos de
derechos de propiedad intelectual, como Australia y Canadá.”2
Los
perdedores en los acuerdos comerciales son los pequeños productores de los
países “en desarrollo”. El caso de México, y el de Colombia, entre otros muchos,
es aleccionador.
“Dos estudios encargados por
Oxfam demuestran que tras 2 años de vigencia del TLC con EE.UU, el déficit de
la balanza comercial agrícola creció algo más del 300% (sin incluir flores,
café y banana). Así lo confirman los agricultores: ‘En el campo no va a quedar
nadie, el campo de Colombia se está acabando’.”3
Otro aspecto
del comercio entre países industrializados y países dependientes, es el del
trasvase de valor de los últimos hacia los primeros. Basándose en la diferente
productividad del trabajo, los países industrializados se apropian, a través
del comercio, de mayores porciones del valor creado por los países dependientes.
Cuando comercializamos con países
industrializados, lo que ocurre es que las mercancías que nos entregan a
precios altos, se las cambiamos por mercancías que producimos a precios bajos,
pero entregando (vendiendo) mercancías que contienen más horas de trabajo que
las que recibimos en las mercancías de los países industrializados.
De modo que los acuerdos comerciales no
son de “libre comercio”, sino de agudización de la dominación de nuestros
países.
El libre comercio debe consistir, en las
condiciones actuales, es decir en el marco del dominio del capitalismo, en la
posibilidad de que las burguesías de los países dependientes puedan cumplir con
la tarea de industrializar a sus países. Esta es la tarea que en la línea de
progreso de la humanidad le ha correspondido a la burguesía. Pero resulta que
con el advenimiento del imperialismo, las burguesías nativas de los países
dependientes, se han desmarcado de la tarea histórica de industrializar a sus
países, pues están sometidas a los intereses de la burguesía imperialista,
parasitando de las migajas que esta les arroja.
En consecuencia, la posibilidad del
libre comercio está dada por la superación del sistema capitalista. La libertad
de comercio en el momento actual, solo puede ser una consigna que se podrá
materializar con el socialismo.
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