La Herencia
Cultural
(Tercera Parte)
Aníbal Ponce
Con
diferencias de tiempo, y de acuerdo a las desigualdades del desarrollo
económico, el fenómeno se repitió casi idéntico a mediados del siglo XIX, tanto
en la Inglaterra de los lores aburguesados, como en la Alemania bismarckiana de
las "leyes de excepción". La burguesía al transformarse en clase
reaccionaria, perdió el coraje con que había enarbolado a Shakespeare en los
tiempos de Diderot y "de la tempestad y la osadía"; y con el
pretexto de sabias reconstrucciones históricas, glorificó en el fondo lo que
ella llamaba falsamente las "raíces feudales" de Shakespeare. Lo que
Kean había realizado en la escena inglesa, es lo que reemprendió en Alemania
la escuela llamada de los "meiningenses". Para representar a
"Julio César", por ejemplo, los meiningenses —llamados así por la
ciudad alemana de Meiningen, capital del estado de Sajonia, cuyo teatro era
famoso— consultaban al arqueólogo, revolvían viejas crónicas, ensayaban
durante semanas enteras la manera exacta de llevar la toga. Pero que a pesar de
sus promesas eruditas sobre la reconstrucción del "medio feudal",
había en el fondo una intención nada secreta de idealizarlo y exaltarlo. Y tan
es así que en pleno zarismo, cuando la compañía de Meiningen visitó San
Petersburgo, la censura no opuso la más mínima objeción a una interpretación de
Julio César en que se asesinaba, nada menos, que a un emperador.
Pero
ni ese mismo carácter seudo histórico, que encubría apenas la exaltación del
pasado feudal, pudo satisfacer durante mucho tiempo las tendencias cada vez
menos realistas de la burguesía. Y uno tras otro aparecieron los simples cortinados
a lo Reinhardt en que se borran las indicaciones de tiempo y
de lugar, y las diversas corrientes simbolistas y místico-estéticas
para las cuales Shakespeare, extraordinariamente estilizado, representa un
creador
por encima de las épocas, en cuyas manos, los personajes aun los
más históricos, sólo son símbolos eternos (21).
Primero
un Shakespeare cortesano y discreto; después un Shakespeare suavemente
antifeudal; enseguida un Shakespeare seudo histórico, pero en realidad
antiburgués, y al final un Shakespeare místico-simbólico, como pintor del alma
humana.
Con
ligerísimas variantes eso fue lo que ocurrió en Rusia desde Pedro II hasta la
revolución de Octubre (22). La primera representación que se hizo de
Shakespeare en San Petersburgo, fue la de Hamlet en 1750. De
acuerdo al estilo clásico francés, Shakespeare apareció cortesano y discreto,
elegante y pulcro. Así se mantuvo hasta las dos primeras décadas del siglo XIX
en que el movimiento ascendente de la burguesía impuso de 1820 a 1830 un cierto
auge del ala izquierda del romanticismo. La derrota del movimiento liberal trajo
de nuevo la interpretación de Shakespeare a la manera clásica y así siguió, con
ligeras tentativas naturalistas, hasta la visita de los
"meiningenses" de que ya hablamos. Bajo su influencia, el espectáculo
se volvió pomposo, con miras a alejarse cada vez más del tiempo y del espacio.
A tal punto que la representación de Hamlet, en 1911 tuvo
un carácter acentuadamente místico-simbólico.
Ahí
se había llegado cuando la guerra primero y la revolución después, alteraron y
transformaron la vida rusa. En los primeros tiempos que siguieron a Octubre,
las contadas representaciones de Shakespeare —como la de la
Fierecilla domada en 1919 en el Teatro Alejandroski— no diferían
gran cosa de las representaciones aparentemente "históricas" de la
burguesía. En ese sentido, no variaron notablemente las representaciones
posteriores de la llamada "Comedia Popular" (1920), aunque aportaron
ingeniosas modificaciones técnicas y felices disposiciones en la escena. Pero
más o menos como lo que ocurría en Alemania con los innovadores del teatro (23),
la técnica asumía en estos casos una importancia tal que los personajes
quedaban absorbidos por ella en buena parte. Al mismo tiempo, los trabajos
críticos no tenían mucho mérito. El más importante, el del académico Friche sobre
Shakespeare, en 1926, aunque se decía marxista, por supuesto, no
sólo repetía las habituales majaderías sobre el trágico, sino que consolidaba
el error que hace de Shakespeare un aristócrata decadente, suspirando por la
caída del feudalismo frente a la burguesía victoriosa.
A
partir de ese año, sin embargo, comienza afianzarse más y más, con la cultura
creciente, la necesidad de enfocar desde un ángulo más adecuado el verdadero
problema relativo a Shakespeare. En Marx, primero, en Mehring, después, habían
antecedentes de importancia. Con motivo del drama de Lasalle titulado
Franz von Sickingen, Marx le había escrito una carta en que
después de hacerle algunas objeciones, lo invitaba para lo sucesivo a
"shakespearizar" un poco más. Quitando lo que pudiera contener de
irónico, el consejo tenía bajo la pluma de Marx un sentido bien claro (24). Los
que han frecuentado sus obras, desde las de carácter polémico hasta las más
reposadas, conocen de sobra la frecuencia y la exactitud con que Marx cita a
Shakespeare (25). Si se añade a eso el testimonio de los íntimos sobre la
complacencia con que solía recitar largos trozos de sus obras, se tendrá una
idea aproximada de la admiración profunda que sentía por el trágico genial
(26). Pero ¿cuál era a sus ojos el mérito fundamental de Shakespeare? Marx
consideraba la obra entera de Shakespeare como a
un modelo de creación realista, estimando en él sobre todo su
amplia concepción de los trozos de vida, sus ricas y complejas descripciones de
caracteres y de ambientes, su manera de situar los personajes entre la pugna de
las clases sociales. Cuando Marx le aconsejaba a Lasalle que
"shakespearizara'' más, quería decirle, pues, que abordara los temas con
más auténtico realismo, con más valiente tratamiento, con más implacable
lucidez.
Estaba, pues, en el corazón mismo del
marxismo la devoción por un Shakespeare realista; por un Shakespeare que —ya
sea en nombre de la nobleza progresista de su tiempo, como lo aseguraba Mehring
y lo repite ahora Dinamof; o ya sea en nombre de la burguesía en su período de
ascenso como lo cree Asmirnof y como me parece a mí más defendible— atacaba
con un vigor iracundo a la sociedad feudal que se batía en retirada.
Esa faz de Shakespeare como pintor y crítico del feudalismo, es lo que la
crítica soviética resolvió reivindicar. En un amplio movimiento —en el cual se
descubre de inmediato, como en todo lo que en la URSS se refiere a la cultura,
el luminoso espíritu de Anatolio Lunatcharsky— los jóvenes historiadores, críticos,
dramaturgos y actores de los soviets se lanzaron a la conquista de lo que
dieron en llamar, con fórmula certera, "el auténtico Shakespeare".
Notas
[21]
Para
Renán,
por ejemplo, Shakespeare "es el historiador de la eternidad. No pinta
ningún país, ni ningún siglo; pinta la historia humana". Ver Calibán, pág. II,
edición Calman Levy, 1878, París.
[22]
Casi todos los datos que siguen sobre Shakespeare en Rusia, los extraigo del
volumen titulado "La vida y muerte del Rey Ricardo III, Artículos y
materiales para la representación de la tragedia de Shakespeare, en la
traducción de Ana Radlova, por el eminente actor de la república oe. K. Vierskoi en el
gran Teatro Dramático Máximo Gorki''. Leningrado. 1935. En ruso.
[23]
A propósito de Piscator, por ejemplo, Anne Latsis escribe con razón: “La
tendencia a ‘mecanizar’ la escena degeneraba a veces en él en un verdadero
abuso de la técnica; tanto que en ciertos momentos la técnica llega a
convertirse en fin”. Le théatre de
Piscator, en “Le théatre International”, boletín 4-5, de la Olimpiada del
Teatro Revolucionario, pág.19, Moscú, 1933.
[24]
BERNSTEIN, Ferdinand Lasalle, pág.
44, nota 1, traducción de Víctor Dave, edición Riviêwre, París, 1913.
[25]
SHILLER, Marx et la litterature mondiale,
en “Comune”, agosto 1935, pág. 1,381, París.
[26] MARX, Eine Sammburg von Erinnerungen und Aufsätzen, págs. 114, 119, 123, 126,
154, 168, 174, 214, Moskau, 1934. “Bibliotek des Marxismus Leninismus”.
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