Sobre la Revolución de Túpac Amaru*
(Primera Parte)
Emilio Choy
Boleslao Lewin, en
su notable estudio titulado Los movimientos de
emancipación de Hispano América y la independencia de Estados Unidos, hace una
afirmación curiosa sobre la política británica de mediados del siglo XVIII, con
relación a las colonias hispanoamericanas:
"Insistimos
—dice— en que no se trata, en
el caso de Vernon, ni tampoco en el de Anson, aunque en menor escala, de
simples proyectos anexionistas, sino de favorecer —teniendo en vista los
intereses británicos— la emancipación de las colonias. Proyectos de simple
anexión imperialista hubo muchos, siendo, sus autores no siempre ingleses. Hay
que tenerlo bien presente para evitar interpretaciones unilaterales, aunque en
el siglo XVIII toda la labor en el sentido indicado se concretaba en
Londres" (p. 28).
Es
un hecho comprobado que la política británica en el siglo XVIII, y
posteriormente, estuvo encaminada a dominar al mundo con la producción de su
avanzada industria, y no a lo que nos quiere probar Lewin, de favorecer la
emancipación de las colonias españolas. Si Inglaterra se empeñó en guerra
contra Francia y España, el objetivo era desplazar de las colonias de estos dos
países a las autoridades nombradas por los monarcas borbónicos, no con la
finalidad de liberar a los pueblos, sino de conquistarlos o anexionarlos. Lewin
apuntala su afirmación en los documentos del capellán de la expedición del
Almirante Jorge Anson, Ricardo Walter, los que fueron recopilados por el
matemático Robins, documentos que para Boleslao Lewin demuestran que los
ingleses aconsejaban "fomentar el descontento de los habitantes de las
colonias y ayudar —sobre todo a los indios araucanos— en su lucha para
liberarse del yugo español".
Las manifestaciones del matemático Robins no
pasaban de ser un gesto de buena voluntad de un súbdito de Su Majestad. Estos
loables deseos diferían de las intenciones del gobierno inglés que sólo miraba
por los intereses de su comercio internacional. Era práctica usual del gobierno
británico intentar someter a los pueblos que recibían su "ayuda". Ya
en tiempos de la Reina Isabel había contribuido con cierta "ayuda" en
la lucha de los Países Bajos contra la dominación española en 1585; el precio
que tuvieron que pagar los holandeses fue el de tener que aceptar a tres
británicos como miembros del Consejo de Estado y sacrificar el comercio
marítimo de los Países Bajos en beneficio de los armadores ingleses (1).
Si los ingleses, como dice Lewin, estaban
interesados en fomentar el descontento de los nativos para liberarlos del yugo
español, ¿cómo se explica el hecho de que la formidable flota del almirante Pocock,
con su escuadra de 30 navíos, cien buques de transporte y catorce mil hombres
de desembarco, conquistó La Habana y parte de la isla, y sin embargo no la
liberó del dominio español?
La
técnica colonial británica nos es bien conocida a través de la historia. Desde
el siglo XVII los británicos empujaban a sus aliados indios, los iroqueses,
contra los hurones que luchaban al lado de los franceses, para desplazar a
éstos en el mercado de pieles y detener la expansión francesa en el Canadá. Lo
misno pensaban los que enviaron la flota del Almirante Anson, aunque el
matemático Robins como idealista hablase de emancipación de los araucanos.
Empujar a los indios de Chile contra los españoles y someterlos después
significaba para los emprendedores burgueses de la City liberarlos del yugo
español.
La
diplomacia británica actuaba con dobleces y cualquier medio era adecuado para
lograr sus objetivos. Mientras en la América Meridional hablaba de libertar a
los indígenas y a los criollos, en la América Septentrional las colonias
inglesas que luchaban por su independencia veían amenazados sus esfuerzos con
la movilización de los indios por agentes británicos contra las fuerzas de la
naciente república norteamericana. Por eso la Declaración de Independencia de
los EE.UU. de 1776 acusaba que Inglaterra "ha excitado insurrecciones
domésticas entre nosotros, y ha procurado irritar contra nosotros a los
habitantes de nuestras fronteras, los Indios feroces y salvajes, cuyo método
conocido de hacer la guerra es una destrucción de todas las edades, sexos y
condiciones indistintamente".
Las
insurrecciones que Gran Bretaña excitaba contra los colonos norteamericanos no
eran para independizar a los indios, estaban encaminadas al exclusivo fin de
llenar el objetivo británico del siglo XVIII: "La Expansión de Inglaterra
en el Nuevo Mundo y en Asia es la fórmula que abarca para Gran Bretaña la historia
del siglo XVIII".
Las
guerras que sostuvo con Francia, España y Holanda fueron para imponer los
productos de sus fábricas en todos los rincones del globo, utilizando para
ello su poderosa flota con la que derrotó a sus competidores en el comercio
marítimo.
Que
los británicos apoyaran la guerra que Túpac Amaru sostuvo contra la dominación
española es un hecho que surgía de las necesidades de los industriales de las
islas. La propagación de leyendas por toda la América española presentando a
los ingleses como los futuros libertadores era fruto de la acción diligente de
los agentes secretos que se esforzaban en introducir no sólo las mercaderías
británicas, sino ideas separatistas encaminadas a debilitar el imperio colonial
español.
Notas
[1] El gobierno inglés sólo miraba su
conveniencia, aunque ello significaba dejar a sus aliados en la estacada.
Cuando
ocurrió la rebelión de los catalanes contra el gobierno el Borbón Felipe V, la
ayuda inglesa duró hasta que se firmó el tratado de Utrecht el 14 de marzo de
1713. Después, las fuerzas británicas abandonaron a sus aliados catalanes. Fue
estéril la resistencia que duró trece años. Inglaterra y sus gobernantes no
sólo traicionaron a sus heroicos aliados que siguieron la lucha solos, sino
acordaron con el Rey de España la abolición de los fueros para "hacer en
Cataluña lo mismo que había hecho en Aragón". La Fuente. Historia de España,
tomo VIII, 1857.
*Publicado como
sobretiro de la Revista
del Museo Nacional, t. XXIII, Lima,
105-1: p23. Este trabajo, que empezamos a publicar, tiene, como seguramente se
han percatado nuestros lectores, exactamente el mismo título que el que hemos
publicado en nuestra edición anterior, pero, huelga decirlo, se trata de otro
trabajo. (Nota de la Redacción).
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