El Socialismo Heroico y Creador:
«Defensa del Marxismo»
(Décimo Segunda
Parte)
Jorge Oshiro
El rechazo y la crítica acerba de
Mariátegui contra la burguesía no descansa en un principio a priori y metafísco anti-burgués. Descansa en el hecho histórico
de su decadencia moral. Mariátegui no rechaza a una "burguesía en
sí", su rechazo obedece al concreto proceso de erosión vital de esta
clase.
De
la misma manera que él no es un partidario de un "proletariado en sí"
sino por su misión y responsabilidad histórica que él tiene y sus posibilidades
reales de cumplir estas tareas históricas. De la misma manera Mariátegui no es
defensor de "los pobres" por su calidad de pobres:
"Los marxistas no creemos que la
empresa de crear un nuevo orden social, superior al orden capitalista, incumba
a una amorfa masa de parias y de oprimidos, guiadas por evangélicos predicadores
del bien".
Mariátegui es consciente de la tarea
gigantesca que implica la creación de un orden nuevo, que exige todas las
energías creadoras disponibles. Pero estas energías creadoras serán solamente
eficiente en una voluntad colectiva, como lo afirmaba el joven Gramsci.[1]
Lo cual implica un grado muy alto de organización social y política de la clase
en cuestión.
"La energía revolucionaria del
socialismo no se alimenta de compasión ni de envidia. En la lucha de clases,
donde residen todos los elementos de lo sublime y heroico de su ascensión, el
proletariado debe elevarse a una "moral de productores", muy
distante y distinta de la "moral de esclavos" (Subr.JO).
"En la lucha de clases", dice
Mariátegui, y no "después de la lucha de clases debe elevarse a una moral
de productores". Es decir el proceso de cambio sustancial no se da después
de la toma del poder, del cual Mariátegui no alude en ningún momento.
El proletariado no debe esperar instalarse
en el Estado socialista para empezar a transformarse. Esto implicaría que el Estado socialista es una
entidad "exterior" al propio movimiento revolucionario, construído
por una masa con moral de esclavos.
La
elevación de la moral de los trabajadores en una "moral de
productores" se da en la lucha de clases presente, es decir dentro del
sistema de explotación capitalista.
La
"revolución cultural", dentro del cual la revolución moral es piedra
de toque, no puede esperar la toma del poder. La revolución cultural es un
proceso anterior y abarcante, dentro del cual la toma del poder es un momento,
trascendental, pero un momento al fin.
Y
todo este proceso es un proceso colectivo, de multitudes. Por eso dirá
Mariátegui que el "socialismo a partir de Marx aparecía como la concepción
de una nueva clase", por lo tanto desde el comienzo acentúa este carácter
colectivo del socialismo:
"El proletariado no ingresa en la
historia políticamente sino como clase social; en el momento que descubre su
misión de edificar, con los elementos allegados por el esfuerzo humano, moral o
amoral, justo o injusto un orden social superior".
Volvemos a encontrar una vez más esta
reiteración constante en el pensamiento mariateguiano: la moral del esfuerzo y
no tanto la moral del talento o del genio aislado. Es el esfuerzo mancomunado,
colectivo de una clase consciente de su misión el centro motor de su
pensamiento:
"Y esta capacidad no ha arribado por
milagro. La adquiere situándose sólidamente en el terreno de la economía, de la
producción".
Es decir en la fábrica, en la disciplina
del trabajo colectivo. Así complementa Mariátegui la tesis planteada ya en «Los
Siete Ensayos» en referencia a las comunidades campesinas como el primer núcleo
básico de las relaciones humanas en la sociedad futura del Perú.
Notas finales
El marxismo mariateguiano podría
denominarse, siguiendo a Labriola, una versión latinoamericana de la "filosofía
de la praxis". La
comunidad de los pensamientos filosóficos de estos pensadores así lo muestran.
El
papel central del concepto de trabajo, entendido como esfuerzo; la relación de
esta idea con el otro concepto central, el deseo y la relación de ambos con el
tercer concepto fundamental, la vida, forman el núcleo de este parentesco.
Un
parentesco que parte de una misma intuición original sobre el hombre y su
situación en la realidad, articulada por primera vez por Spinoza en el siglo
XVII y continuada dos siglos después por Marx en sus fundamentales tesis sobre
Feuerbach.
De
la Totalidad a la Particularidad, de la Vida al Pensamiento, de la Comunidad al
Individuo, del Sentimiento a la Conciencia, de la Praxis a la Teoría, el Hombre
dentro de la Naturaleza y no fuera ni sobre ella, son algunos temas esenciales
de este parentesco entre el filósofo italiano y el revolucionario peruano.
Para
Labriola, como decíamos en la primera parte de este trabajo, el socialismo no
podía ser una "crítica externa" al movimiento de las cosas sino
"sino el hallazgo de la autocrítica que está en las cosas
mismas", la autocrítica de la propia realidad.
Pero
la realidad es también realidad humana, y los hombres concretos son partes de
ella. De allí que para Mariátegui el cambio de la realidad no podía ser de
ninguna manera concebida sin el cambio revolucionario del propio hombre. Pero
de todo el hombre y no solamente de su conciencia; de todos los hombres (la
multitud) y no solamente de una élite.
Buscar
el cambio revolucionario del hombre implicaba a su vez re-descubrirlo:
re-descubrir sus sentimientos, reprimidos
profundamente por un sistema racionalista, tecnológico y cientifista;
re-descubrir la Naturaleza reducida a una
totalidad inerte, pasiva y explotada;
re-descubrir el propio cuerpo convertido
en aparato, objeto, cosa;
re-descubrir la contemplación desplazado
por un "activismo productor" burgués cada vez más ciego y vacío;
re-descubrir los auténticos deseos
humanos, desnaturalizados por un frenético comsumismo de mercancías;
re-descubrir la dimensión del
"Ser" postergado y reprimido por el ciego y sediento
"Haber",
re-descubrir el original sentimiento de
comunidad humana eruida sistemáticamente por un miope individualismo,
obsesionado por el Poder y el Prestigio;
re-descubrir el lenguaje vivo y viviente
contra la dictadura de la Letra muerta de la cultura libresca.
Este
esfuerzo de redescubrimiento de lo original implicaba una visión hacia atrás
para ver mejor hacia adelante. Había que reconquistar para el hombre moderno lo
que el capitalismo había reprimido y en parte destruido: el pensamiento
mítico.
«Defensa
del marxismo» sigue, como en todo el conjunto de la obra, esta línea. El
marxismo, en esta perspectiva, no podía reducirse a ser una ciencia, él tenía
que confrontarse y dar una respuesta coherente a todo lo humano, a todos los
deseos primarios y a todas las prácticas de los hombres, que sobrepasan el
estrecho horizonte del mundo científico.
El
socialismo no podía -ni puede- reducirse a proclamar su carácter científico y
desconocer los otros niveles de lo humano. El socialismo tenía por lo tanto que
redescubrir al propio Marx, en cuanto defender la tesis que este movimiento era
fundamentalmente un gran esfuerzo por fundar una nueva praxis de los hombres y
por lo tanto un "nuevo tipo de hombre", de allí que Mariátegui
designe a Marx no como un científico del socialismo, sino como un profeta.
La
creación del socialismo por lo tanto no podía ser solamente una actividad
científica, sino y sobre todo un esfuerzo que iba mucho más lejos y que
envolvía lo anterior, tenía que ser heroico y creador.
Comentario a "Los Doctores del Marxismo"
por César Vallejo
Eduardo Ibarra
La literatura proletaria en el Perú tiene en César
Vallejo a su más alto representante. Poeta genial, además de sus cinco célebres
libros de poesía: Los Heraldos Negros, Trilce, Poemas
en Prosa, Poemas Humanos y España, Aparta de mí este
Cáliz, escribió relatos y cuentos como Escalas y Paco
Yunque; novelas como Fabla Salvaje y El Tungsteno;
ensayos como Rusia en 1931. Reflexiones al Pie del Kremlin, El
Arte y la Revolución y Contra el Secreto Profesional;
dramas como Lock-out, Entre las Dos Orillas Corre el Río, Piedra
Cansada, entre otras obras.
El artículo Los Doctores del
Marxismo es parte del ensayo El Arte y la Revolución,
escrito entre los años 1929 y 1930. En su propio lenguaje, Vallejo defiende en
este artículo el método marxista de análisis concreto de la situación concreta,
el alma viva del marxismo. Así, exige que el marxismo sirva a la vida. Y,
consecuentemente, reclama defenderlo y propagarlo “en su esencia”, siguiendo
“de cerca los cambios de la vida y las transformaciones de la
realidad”. Esta es, según señala, la forma “de rectificar siempre
la doctrina”. Hay que advertir que, defensor intransigente del método marxista,
Vallejo utiliza en su artículo el término doctrina como equivalente a conjunto
de elementos teóricos, es decir, como sinónimo de
teoría. De suerte que su frase puede leerse como rectificar siempre los elementos
teóricos que no calzan con la realidad concreta y aportar con nuevos elementos teóricos. Si
no fuese así, ¿cómo podría entenderse, entonces, que el propio Vallejo
califique al marxismo como “el verdadero y único espíritu
revolucionario de estos tiempos”? (El Arte y la Revolución, Mosca
Azul Editores, Lima, 1973, p.76).
Congruente con su defensa del método
marxista, Vallejo critica la actitud de quienes “persiguen la realización del
marxismo al pie de la letra, obligando a la realidad histórica y
social a comprobar literal y fielmente la teoría del materialismo histórico -aun
desnaturalizando los hechos y violentando el sentido de los acontecimientos”.
Con esta aserción desenmascara la actitud de quienes se apegan, por comodidad o
insolvencia, a “la forma y la letra” del marxismo, y que, por esto
mismo, no hacen sino ponerse “un zapato de hierro”. A estas
personas, señala Vallejo, “ningún esfuerzo les está exigido ante la
vida y sus vastos y cambiantes problemas”, pues “les es suficiente que, antes
de ellos, haya existido el maestro que ahora les ahorra la
obligación y la responsabilidad de pensar por sí mismos
y de ponerse en contacto directo con las cosas”. Por eso califica a los
dogmáticos de “marxistas formales o esclavos de la letra”.
Pero, al mismo tiempo, Vallejo sostiene que
“defender y propagar” el marxismo “en su esencia” es tarea que cumplen
“únicamente los hombres libres”. ¿Quiénes son los hombres libres?
Es indudable que, Vallejo, marxista convencido, considera que tales hombres son
aquellos que asumen el marxismo como guía para la interpretación y
transformación de la realidad.
Es, pues, en esta defensa del método
marxista y en esta crítica del dogmatismo donde reside el mérito del artículo
de nuestro Cholo Vallejo.
Por otro lado, hay que señalar, sin
embargo, que no siempre nuestro poeta es exacto en la terminología que utiliza.
Incluso, su inexactitud oscurece a veces la univocidad del concepto. Esta es la
limitación que presenta Los Doctores del Marxismo. Pero, no
obstante ello, es destacable el empeño de Vallejo en luchar contra el
dogmatismo, mal del estilo de estudio en el movimiento
revolucionario.
Creemos oportuno señalar que entre el
artículo de Vallejo y el artículo de Mao Contra el Culto a los Libros,
escrito en mayo de 1930, existe una notoria semejanza en cuanto a la crítica al
dogmatismo. Así por ejemplo, si Vallejo señala que los dogmáticos interpretan
el marxismo “literalmente”, Mao observa que “hay gente que, en una
discusión, siempre dice ´muéstreme dónde está escrito en el libro’”. Esta
actitud es, sin duda, la de los “marxistas formales” (Vallejo); es,
precisamente, una actitud “formalista” (Mao).
En conclusión, puede decirse que Vallejo
esclareció que necesitamos del marxismo, pero no de la esclavitud a su letra;
que necesitamos de los libros marxistas, pero no de su culto.
Y, sin embargo, hay quienes están
esclavizados a la letra del marxismo, y por esto son incapaces de aplicar el
método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú;
hay quienes llevan un zapato de hierro, y por esto su práctica es
extraña al sentido histórico del movimiento de las masas.
¿Calza el lector un zapato de hierro? ¿Es
un esclavo de la letra? Si eres un esclavo de la letra ¿no sería mejor que te
emancipes?
La posición antidogmática de Vallejo
explica en parte la extraordinaria calidad que alcanzara su creación poética,
considerada con justicia como una de las expresiones más altas de la literatura
proletaria mundial. Con tanta mayor razón entonces para que cada mílite del
Socialismo Peruano valore y asimile la actitud antidogmática de nuestro gran
Vallejo.
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