Octavio Paz:
“El Laberinto de la Soledad”
(Tercera
Parte)
Julio
Roldán
Menciona de igual modo que el
descubrimiento y la conquista fueron, por un lado, empresas medievales y por
otro lado, empresas renacentistas. Este mundo sin perfil pero violento se
fundió con el mundo antiguo-autóctono de igual modo violento. De esas dos
violencias nace México: "Si México nace en el siglo XVI, hay que convenir
que es hijo de una doble violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de
los españoles." (Paz 1982: 90).
Un hecho capital en la conquista y
sobre todo en la colonia es el rol de la religión católica, la misma que en
Europa se reducía y entraba en crisis, en América se extendía sobreponiéndose y
mezclándose con las religiones nativas. Esto ha contribuido a la riqueza de las
creencias y a la pobreza de otras formas de expresión: "El fervor y la
profundidad de la religiosidad mexicana contrasta con la relativa pobreza de
sus creaciones. No poseemos una gran poesía religiosa, como no tenemos una
filosofía original, ni un solo místico o reformador de importancia." (Paz
1982: 95).
Uno de los intentos de creación
sería la obra de sor Juana de la Cruz, que fue un intento de búsqueda, de
escapar de ese doble control de lo antiguo y de lo moderno. Veamos: "Su
imagen es la de una solitaria y melancólica que sonríe y calla. El silencio,
dice ella misma en alguna parte, está poblado de voces. ¿Y qué nos dice su
silencio? Si en la obra de sor Juana la sociedad colonial se expresa y afirma,
en su silencio esa misma sociedad se condena. La experiencia de sor Juana, que
acaba en silencio y abdicación, completa así el examen del orden colonial.
Mundo abierto a la participación y, por lo tanto, orden cultural vivo, sí,
implacablemente cerrado a toda expresión personal, a toda aventura. Mundo
cerrado al futuro." (Paz 1982: 105).
El siguiente capítulo trata De la independencia a la revolución; en
él, Paz sostiene: "La Independencia hispanoamericana, como la historia
entera de nuestros pueblos, es un hecho ambiguo y de difícil interpretación
porque, una vez más, las ideas enmascaran a la realidad en lugar de desnudarla
o expresarla. Los grupos y clases que realizaron la Independencia en Sudamérica
pertenecían a la aristocracia feudal nativa; eran los descendientes de los
colonos españoles, colocados en situación de inferioridad frente a los
peninsulares". En consecuencia, agrega un párrafo después: "... la
lucha por la Independencia tendía a liberar a los `criollos´ de la momificada
burocracia peninsular aunque, en realidad, no se proponía cambiar la estructura
social de las colonias." (Paz 1982: 109).
Luego de esta
acción: ¿Qué pasó con los nuevos grupos que tomaron el Poder? El autor responde
en estos términos: "... una vez consumada la Independencia las clases
dirigentes se consolidan como las herederas del viejo orden español. Rompen con
España pero se muestran incapaces de crear una sociedad moderna. No podía ser
de otro modo, ya que los grupos que encabezaron el movimiento de Independencia
no constituían nuevas fuerzas sociales, sino la prolongación del sistema
feudal." (Paz 1982: 109 y 110).
En esta etapa, como consecuencia de
la demagogia de estos grupos, es cuando aparece el epidérmico por un lado y por
otro lado el brutal nacionalismo. Paz lo enfoca así: "Los `rasgos
nacionales´ se fueron formando más tarde; en muchos casos, no son sino
consecuencia de la prédica nacionalista de los gobiernos. Aún ahora, un siglo y
medio después, nadie puede explicar satisfactoriamente en qué consisten las diferencias
`nacionales´ entre argentinos y uruguayos, peruanos y ecuatorianos,
guatemaltecos y mexicanos." (Paz 1982: 110).
Continúa
enjuiciando el ordenamiento liberal y democrático en esta parte del mundo:
"Cada una de las nuevas naciones tuvo, al otro día de la Independencia,
una constitución más o menos liberal y democrática. (...) En Hispanoamérica
sólo servían para verter a la moderna las supervivencias del sistema colonial.
La ideología liberal y democrática, lejos de expresar nuestra situación
histórica concreta, la ocultaba. La mentira política se instaló en nuestros
pueblos casi constitucionalmente." (Paz 1982: 110 y 111).
Termina esta primera parte del
capítulo diciendo: "La libertad y la igualdad eran, y son, conceptos
vacíos, ideas sin más contenido histórico concreto que el que le presentan las
relaciones sociales, como lo ha demostrado Marx. Y ya se sabe en qué convirtió
esa igualdad abstracta y cuál fue el significado real de esa libertad
vacía." (Paz 1982: 116).
Luego de esta etapa vendrá un momento
de reacomodo, que significa, en alguna forma, de tránsito a la semi-feudalidad
y a la semi-colonialidad. Este momento histórico-político lo encarna el
positivismo formal, a nivel de las ideas, y Porfirio Díaz en la vida
político-práctica. Cuando se refiere a este personaje dice: "En realidad,
el porfirismo es el heredero del feudalismo colonial: la propiedad de la tierra
se concentra en unas cuantas manos y la clase terrateniente se fortalece.
Enmascarada, ataviada con los ropajes del progreso, la ciencia y la legalidad
republicana, el pasado vuelve, pero ya desprovisto de fecundidad. Nada puede
producir, excepto la rebelión." (Paz 1982: 117 y 118).
Y en torno al positivismo: "La
época de paz necesitaba una filosofía del orden. Los intelectuales de la época
la encontraron en el positivismo de Comte, con su ley de los tres estados y,
más tarde, en el de Spencer y el evolucionismo de Darwin. El primitivo,
abstracto y revolucionario principio de la igualdad de todos los hombres deja
de regir las conciencias, sustituido por la teoría de la lucha por la vida y la
supervivencia del más apto. El positivismo ofrece una nueva justificación de
las jerarquías sociales. Pero ya no son la sangre, ni la herencia, ni Dios,
quienes explican las desigualdades, sino la Ciencia." (Paz 1982: 118).
Finalmente el otro gran tema:
"La Revolución mexicana es un hecho que irrumpe en nuestra historia como
una verdadera revelación de nuestro ser. Muchos acontecimientos -que comprenden
la historia política interna del país, y la historia, más secreta, de nuestro
ser nacional- la preparan, pero muy pocas veces, y todas ellas débiles y
borrosas, la anticipan". Y en torno a la orientación ideológica de la
misma: "La ausencia de precursores ideológicos y la escasez de vínculos con
una ideología universal constituyen rasgos característicos de la Revolución y
la raíz de muchos conflictos y confusiones posteriores." (Paz 1982: 122 y
124).
Paz explica la participación masiva
de los campesinos en la Revolución, por dos motivos: "Los campesinos mexicanos
hacen la Revolución no solamente para obtener mejores condiciones de vida, sino
para recuperar las tierras que en el transcurso de la Colonia y del siglo XIX
les habían arrebatado encomenderos y latifundistas." (Paz 1982: 127).
Luego: "La Revolución se
convierte en una tentativa por reintegrarnos a nuestro pasado. O, como diría
Leopoldo Zea, por `asimilar nuestra historia´, por hacer de ella algo vivo: un
pasado hecho ya presente". Pero como sus posibilidades en sí mismas se
agotan: "La Revolución no tuvo más remedio que hacer suya el programa de
los liberales, aunque con ciertas mitificaciones. La adopción del esquema
liberal no fue sino consecuencia de la falta de ideas de los revolucionarios.
La realidad que la `inteligencia´ mexicana ofrecía eran inservibles. La
realidad las hizo astillas antes siquiera de que la historia las pusiese a
prueba." (Paz 1982: 130 y 131).
Ligado a los problemas internos,
especialmente el papel de la clase dominante que no llegó a transformarse en
una burguesía nacional, y con esto terminamos el capítulo, menciona el otro
problema: "...la influencia del imperialismo frustró en parte la posibilidad de desarrollo de una burguesía
nativa, que sí hubiera hecho viable el
esquema liberal. (...) El imperialismo no nos deja acceder a la `normalidad
histórica´ y las clases dirigentes de México no tienen más misión que
colaborar, como administradores o asociados, con un poder extraño." (Paz
1982: 132).
En el capítulo VII que es llamado La "inteligencia" mexicana es muy sintético y hasta radical
cuando afirma: "La inteligencia mexicana, en su conjunto, no ha podido o
no ha sabido utilizar las armas propias del intelectual: la crítica, el examen,
el juicio. El resultado ha sido que el espíritu cortesano -producto natural,
por lo visto, de toda revolución que se transforma en gobierno- ha invadido
casi toda la esfera de la actividad pública." (Paz 1982: 141).
Paz comienza analizando la figura y
el pensamiento de José Vasconcelos (81881-1959), quien tuvo el precedente en
Justo Sierra, personaje conocido, a nivel general, por su idea del
universalismo étnico o Raza cósmica,
y en lo interno, por su intento de redescubrir la historia de México a través
de la revolución. Además de Vasconcelos destaca su interés por la educación, en
la medida que: "La nueva educación se fundaría en `la sangre, la lengua y
el pueblo´." (Paz 1982: 136).
Luego, sobre otro planteamiento del
autor de la idea y el libro La raza
cósmica, sostiene: "La filosofía de la raza cósmica (esto es, del
nuevo hombre americano que devolverá todas las opciones raciales y el gran
conflicto entre oriente y occidente) no era sino la natural consecuencia y el
futuro extremo del universalismo español, hijo del renacimiento." (Paz
1982: 138).
Continúa con Samuel Ramos y su Teoría
del aislamiento y el resentimiento del mexicano; con Jorge Cuesta, que busca el
sentido de la tradición mexicana; sigue con el papel del economista e
historiador Daniel Cosío Villegas, para llegar al problema del ser analizado
por el filósofo español José Gaos. Destaca asimismo el estilo depurado del
escritor Alfonso Reyes y termina con Edmundo O`Gorman y Leopoldo Zea, quienes
reflexionaron sobre la filosofía de la historia, la filosofía latinoamericana y
a la vez la filosofía mexicana. En cuanto a la filosofía, Paz no cree en los
particularismos, tampoco en los relativismos o perspectivismos. Él es un
espíritu llanamente universal.
En base a estos
principios comienza enjuiciando la historia y sostiene: "Pero nuestra
historia no es sino un fragmento de la Historia universal. Quiero decir:
siempre, excepto en el momento de la revolución, hemos vivido nuestra historia
como un episodio de la del mundo entero. Nuestras ideas, asimismo, nunca han
sido nuestras del todo, sino herencia o conquista de las engendradas en Europa.
Una filosofía de la historia de México no sería, pues, sino una reflexión sobre
las actitudes que hemos asumido frente a los temas que nos ha propuesto la
historia universal." (Paz 1982: 151).
Y finamente termina con la
filosofía: "Las circunstancias actuales de México transforman así el
proyecto de una filosofía mexicana en la necesidad de pensar por nosotros
mismos unos problemas que ya no son exclusivamente nuestros, sino de todos los
hombres. Eso es, la filosofía mexicana, si de veras lo es, será simple y
llanamente filosofía, a secas." (Paz 1982: 153).
El último capítulo del libro se
titula Nuestros días; en éste el
autor hace una síntesis de lo ocurrido en el mundo desde la Primera Guerra
Mundial hasta la década del 50. Y en México desde el término de la Revolución
hasta, de igual modo, los años 50. A nivel general ve el accionar del
capitalismo, en especial del privado, y el accionar del imperialismo ligado a
EE.UU.
Ve también el
fenómeno de la acumulación acelerada, el papel del Estado y de la burocracia
partidaria en La Unión Soviética. De igual modo la acción de los pueblos de
Asia, África y América Latina que luchan, unos por desarrollarse y otros por
liberarse del viejo y nuevo colonialismo. Él cree que por esa vía, unión de los
países atrasados, hay una posibilidad de desarrollo. Esto implica que la
intelectualidad y especialmente la de izquierda renueve sus puntos de vista y
sus métodos de análisis e interpretación: "Claro está que no sugiero
abandonar los antiguos métodos o negar al marxismo, al menos como instrumento
de análisis histórico." (Paz 1982: 171).
Y a renglón seguido, reitera:
"Pero nuevos hechos- y que contradicen tan radicalmente las previsiones de
la teoría- exigen nuevos instrumentos. O, por lo menos, afilar y aguzar los que
poseemos. Con mayor humildad y mejor sentido, Trotski escribía, un poco antes
de morir, que si después de la Segunda Guerra Mundial no surge una revolución
en los países desarrollados quizá habría que revisar toda la perspectiva
histórica mundial." (Paz 1982: 171).
Las consecuencias
de la Revolución en su país, Paz las ve positivas a pesar de que a nivel
económico no ha logrado desarrollar una "industria básica", tampoco
"máquinas que fabriquen máquinas" y en el plano político no ha
logrado "...instaurar una verdadera democracia social". Pero logró,
en parte, barrer con el feudalismo y "... consumar, a corto plazo y con un
mínimo de sacrificios humanos, una obra que la burguesía europea había llevado
a cabo en más de ciento cincuenta años." (Paz 1982: 158).
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