sábado, 5 de octubre de 2013

Correspondencia



Estimado compañero (a):

El 25 de septiembre del 1965 el Ejército de Liberación Nacional (ELN) atacó la hacienda Chapi, propiedad de los gamonales Carillo. Con esta acción, el ELN se juntó al Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) que había iniciado sus acciones el 9 de junio del mismo año.

El ELN consideraba que dentro del proceso de la lucha, “el pueblo irá encontrando las formas democráticas, revolucionarias y socialistas de gobierno más adecuadas a nuestra singular realidad. [...] El gobierno popular, tras la liquidación definitiva del poder político de los grandes latifundistas, de la burguesía y de los monopolios yanquis, sentará las bases de la sociedad socialista. [...] Dentro del marco de la edificación de una nueva economía agraria, el gobierno popular impulsará la organiza­ción socialista del campesinado, la misma que deberá ser parte de una planificación revolucionaria y socialista de nuestra economía nacio­nal. Soberanía nacional, que solamente podrá ser asegurada mediante la edificación de una economía nacional independiente de tipo socia­lista. El gobierno popular gestionará la ayuda técnica y financiera de los países del campo socialista y comerciará con todos aquellos que estén dispuestos a hacerlo en un plano de absoluta igualdad.”

El ataque a la hacienda de Chapi fue una acción acordada con las comunidades campesinas de Chungui y de Anjo. Chapi era un símbolo de la dominación latifundista en toda la zona. Los integrantes del ELN que formaron, entre otros, el comando y luego fueron asesinados por el ejército fueron: Edgardo Tello, Luis Zapata, César Pareja y Jorge Toque.

El ELN como el MIR consideraron la lucha armada como el principal medio para que el pueblo pudiera llegar al poder. Es decir, la lucha armada fue solamente uno de los medios. El ELN escribió:

La lucha armada hará que el pueblo confíe cada vez más en sus pro­pias fuerzas. La garantía del éxito de la lucha armada descansa en la más amplia unidad popular. [...] La lucha armada es la que en defini­tiva permitirá que se forje una auténtica unidad popular en torno a los intereses superiores de la revolución peruana. [...] surgirá en una etapa de la lucha armada del pueblo en la que la acción misma conjunciona­rá, en los hechos, a todas las fuerzas revolucionarias.

Recordando los hechos de las décadas de 80 y 90 en el Perú, uno podría, y seguramente lo hacen los historiadores, sociólogos y los politólogos de la burguesía, considerar a los guerrilleros del ELN y del MIR como los “precursores” de los grupos armados que combatieron 20 años después. Sin embargo, la Comisión de Verdad y Reconciliación escribió:

La guerrilla de 1965 ha quedado grabada en la memoria de los pobladores de Oreja de Perro como una acción exi­tosa y el «gran movimiento» que los liberó de la opresión y del abuso gamonal […].

La lucha de los camaradas del MIR, del ELN y también los de Jauja fue una lucha para una sociedad sin gamonales y sin capitalistas. Fue una lucha para la transformación social de la sociedad peruana. Considero que la lucha revolucionaria sigue estando vigente en el Perú. El modelo de desarrollo actual, y de hace décadas, no puede ser calificado como tal. Es cíclicamente inclusivo, pero estructuralmente exclusivo porque no cambia los fundamentos de la exclusión.

La lucha para la real transformación social que necesita nuestro país no debe ser una lucha para otro modelo de desarrollo. Pienso que la concepción de desarrollo –en sociedades capitalistas– se opone a la de liberación, porque connota la posibilidad de que el progreso real y estructural es posible dentro de las restricciones implícitas establecidas por el modo de producción capitalista y los intereses políticos y económicos del imperialismo y de la clase dominante local. Sin embargo, no descarto que la lucha para la transformación social pudiera usar el combate para otro modelo como fase. Es decir, considero que la síntesis particular de una estrategia revolucionaria (a largo plazo) y de desarrollo (corto y mediano plazo) podría contribuir a romper el punto muerto en el que se encuentra una alternativa revolucionaria al sistema capitalista de opresión y explotación en el Perú y ayudaría a romper con el dominio de la ideología neoliberal en nuestra sociedad.

Pensando hoy en los camaradas caídos del ELN como Hugo Ricra, José Bernabé Gurrionero, Guillermo Mercado, Edwin García, Javier Heraud, Constantino y Lidio Valencia, considero que el mejor homenaje que podemos hacerle a ellos es desarrollar una estrategia revolucionaria de desarrollo y luchar con el objetivo de establecer una sociedad basada en principios socialistas.

Hasta la victoria siempre,

Jan Lust

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