Estimado
compañero (a):
El 25 de
septiembre del 1965 el Ejército de Liberación Nacional (ELN) atacó la hacienda
Chapi, propiedad de los gamonales Carillo. Con esta acción, el ELN se juntó al
Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) que había iniciado sus acciones el
9 de junio del mismo año.
El ELN consideraba que dentro del proceso de la lucha,
“el pueblo irá encontrando las formas democráticas, revolucionarias y
socialistas de gobierno más adecuadas a nuestra singular realidad. [...] El
gobierno popular, tras la liquidación definitiva del poder político de los
grandes latifundistas, de la burguesía y de los monopolios yanquis, sentará las
bases de la sociedad socialista. [...] Dentro del marco de la edificación de
una nueva economía agraria, el gobierno popular impulsará la organización
socialista del campesinado, la misma que deberá ser parte de una planificación
revolucionaria y socialista de nuestra economía nacional. Soberanía nacional,
que solamente podrá ser asegurada mediante la edificación de una economía
nacional independiente de tipo socialista. El gobierno popular gestionará la
ayuda técnica y financiera de los países del campo socialista y comerciará con
todos aquellos que estén dispuestos a hacerlo en un plano de absoluta
igualdad.”
El ataque a la hacienda de Chapi fue una acción
acordada con las comunidades campesinas de Chungui y de Anjo. Chapi era un
símbolo de la dominación latifundista en toda la zona. Los integrantes del ELN
que formaron, entre otros, el comando y luego fueron asesinados por el ejército
fueron: Edgardo Tello, Luis Zapata, César Pareja y Jorge Toque.
El ELN como el MIR consideraron la lucha armada como
el principal medio para que el pueblo pudiera llegar al poder. Es decir, la
lucha armada fue solamente uno de los medios. El ELN escribió:
La lucha armada hará que el pueblo confíe cada vez más
en sus propias fuerzas. La garantía del éxito de la lucha armada descansa en
la más amplia unidad popular. [...] La lucha armada es la que en definitiva
permitirá que se forje una auténtica unidad popular en torno a los intereses
superiores de la revolución peruana. [...] surgirá en una etapa de la lucha
armada del pueblo en la que la acción misma conjuncionará, en los hechos, a
todas las fuerzas revolucionarias.
Recordando los hechos de las décadas de 80 y 90 en el
Perú, uno podría, y seguramente lo hacen los historiadores, sociólogos y los
politólogos de la burguesía, considerar a los guerrilleros del ELN y del MIR
como los “precursores” de los grupos armados que combatieron 20 años después.
Sin embargo, la Comisión de Verdad y Reconciliación escribió:
La guerrilla de 1965 ha quedado grabada en la memoria
de los pobladores de Oreja de Perro como una acción exitosa y el «gran
movimiento» que los liberó de la opresión y del abuso gamonal […].
La lucha de los camaradas del MIR, del ELN y también
los de Jauja fue una lucha para una sociedad sin gamonales y sin capitalistas.
Fue una lucha para la transformación social de la sociedad peruana. Considero
que la lucha revolucionaria sigue estando vigente en el Perú. El modelo de
desarrollo actual, y de hace décadas, no puede ser calificado como tal. Es
cíclicamente inclusivo, pero estructuralmente exclusivo porque no cambia los
fundamentos de la exclusión.
La lucha para la real transformación social que
necesita nuestro país no debe ser una lucha para otro modelo de desarrollo.
Pienso que la concepción de desarrollo –en sociedades capitalistas– se opone a
la de liberación, porque connota la posibilidad de que el progreso real y
estructural es posible dentro de las restricciones implícitas establecidas por
el modo de producción capitalista y los intereses políticos y económicos del
imperialismo y de la clase dominante local. Sin embargo, no descarto que la
lucha para la transformación social pudiera usar el combate para otro modelo
como fase. Es decir, considero que la síntesis particular de una estrategia
revolucionaria (a largo plazo) y de desarrollo (corto y mediano plazo) podría
contribuir a romper el punto muerto en el que se encuentra una alternativa
revolucionaria al sistema capitalista de opresión y explotación en el Perú y
ayudaría a romper con el dominio de la ideología neoliberal en nuestra
sociedad.
Pensando hoy en los camaradas caídos del ELN como Hugo
Ricra, José Bernabé Gurrionero, Guillermo Mercado, Edwin García, Javier Heraud,
Constantino y Lidio Valencia, considero que el mejor homenaje que podemos
hacerle a ellos es desarrollar una estrategia revolucionaria de desarrollo y
luchar con el objetivo de establecer una sociedad basada en principios
socialistas.
Hasta la
victoria siempre,
Jan Lust
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