Nota:
Como observará el lector, en esta segunda parte Grover Furr sostiene que, una vez que la dirección soviética supuso que la explotación capitalista había sido liquidada en la URSS y que, por lo tanto, los trabajadores no eran ya el clásico proletariado, “la ‘dictadura del proletariado’ ya no era un concepto pertinente. Esas condiciones nuevas suponían un nuevo tipo de estado.” Pero esta conclusión pertenece a Furr, y no a Stalin, quien, en el numeral 4 del “Informe sobre la actuación del Comité Central del Partido ante el XVIII Congreso del PC (b)d la URSS” (10 de marzo de 1939), sostuvo que, después de una primera etapa que va desde la Revolución de Octubre hasta la liquidación de las clases explotadoras, el Estado socialista experimentó algunos cambios que respondían a la segunda etapa de la revolución, que va desde la liquidación de los elementos capitalistas de la ciudad y del campo hasta el triunfo completo del sistema socialista de la economía y la adopción de la nueva Constitución; estos cambios se refieren a algunas tareas y funciones específicas, pero no dijo en ninguna línea que estos cambios modificaron la esencia del Estado socialista: la dictadura del proletariado. (Cuestiones del leninismo, Ediciones Sociales, México, 1941, pp. 709-721). La cuestión de si la consideración de que la liquidación de las clases explotadoras en la URSS de los años finales de la década de 1930, fue o no una idea acertada, es otro problema.
01.04.2025.
Comité
de Redacción.
Stalin y la Lucha por la Reforma Democrática
(Segunda Parte)
Grover Furr
Una
nueva Constitución
EN DICIEMBRE de 1936 el 8º Congreso Extraordinario de los Soviets aprobó el borrador de la nueva constitución soviética. Convocó una votación secreta y unas elecciones abiertas. (Zhukov, Inoy 307-9)
Se admitieron candidatos no solo del Partido Bolchevique - denominado entonces Partido Comunista de la Unión (bolchevique)- sino también de otros grupos de ciudadanos, basados en la residencia, afiliación (tales como grupos religiosos), u organizaciones de empresa. Esto nunca se llevó a cabo. Nunca hubo elecciones abiertas.
Los aspectos democráticos de la Constitución se incluyeron ante la expresa insistencia de Joseph Stalin. Junto a sus más cercanos colaboradores en el Politburó del Partido Bolchevique, Stalin luchó tenazmente para mantener este proyecto (Getty, "State"). El, y ellos, cedieron sólo cuando se enfrentaron al rechazo total por parte del Comité Central del Partido, y ante el pánico que rodeó el descubrimiento de serias conspiraciones, en colaboración con el fascismo alemán y japonés para derrocar el gobierno soviético.
En enero de 1935 el Politburó asignó el trabajo de delinear los contenidos de una nueva constitución a Avel Ynukidze, quien, algunos meses más tarde, volvió con una sugerencia de elecciones abiertas. Casi inmediatamente, el 25 de enero de 1935, Stalin expresó su desacuerdo con la propuesta de Yenukidze, insistiendo en elecciones secretas (Zhukov, Inoy 116-21).
Stalin hizo público este desacuerdo de una manera muy notoria en marzo de 1936, durante una entrevista con el magnate de la prensa americana Roy Howard. Stalin declaró que la Constitución soviética que todas las votaciones serian secretas. El voto tendría una base de igualdad, teniendo el mismo valor el voto de un campesino que el de un obrero; una base territorial, como en Occidente, en vez de acuerdo con el status, como en la época zarista, o lugar de empleo; y directo: todos los Soviets se elegirían por los ciudadanos, no por representantes indirectos.
Stalin:
"Adoptaremos probablemente nuestra nueva constitución a finales de este año. La comisión encargada de redactarla está trabajando y terminará pronto su trabajo. Como ya se ha anunciado, de acuerdo con la nueva constitución, el sufragio será universal, igual, directo y secreto".
Y lo más importante es que Stalin declaró que en todas las elecciones participarían diferentes fuerzas políticas:
“Usted ahora está confundido por el hecho de que solo un partido se presentará a las elecciones. Y no puede ver como una contienda electoral puede tener lugar en estas condiciones. Evidentemente, los candidatos serán presentados no solo por el Partido Comunista, sino por toda clase de organizaciones públicas, ajenas al Partido. Y tenemos centenares de ellas. No tenemos partidos en liza más que en la medida en que tenemos una clase capitalista en lucha con una clase trabajadora que es explotada por los capitalistas. Nuestra sociedad consiste exclusivamente de trabajadores libres del campo y de la ciudad; trabajadores, campesinos e intelectuales. Cada una de estas capas tienen sus especiales intereses y los expresan a través de las numerosas organizaciones que existen.”
Diferentes organizaciones ciudadanas presentarían candidatos que competirían con los candidatos del Partido Comunista. Stalin declaró a Howard que los ciudadanos tacharían los nombres de todos los candidatos excepto de aquellos a quienes votaran.
También apoyó la importancia de unas elecciones en competencia para luchar contra la burocracia:
“Usted podría pensar que no se darán elecciones. Pero las habrá, y preveo campañas muy movidas. No son pocas las instituciones en nuestro país que funcionan mal. Se dan casos en que este o aquel gobierno local no es capaz de satisfacer esta o aquella de las variadas y crecientes necesidades de los trabajadores de la ciudad y del campo. ¿Ha construido una buena escuela o no? ¿Ha mejorado las condiciones de vivienda? ¿Es usted un burócrata? ¿Ha contribuido usted a hacer más eficaz nuestro trabajo y nuestras vidas más cultivadas? Así serán los criterios con los que millones de electores medirán lo adecuado de los candidatos, rechazarán los no aptos, suprimirán sus nombres de las listas de candidatos y favorecerán y elegirán a los mejores. Si, las campañas electorales serán reñidas, y girarán en torno a numerosos y agudos problemas, sobre todo de naturaleza práctica, de primera importancia para el pueblo. Nuestro nuevo sistema electoral reforzará todas las instituciones y organizaciones y las obligará a mejorar su trabajo. El sufragio universal, igualitario, directo y secreto será un látigo en manos del pueblo contra los órganos gubernamentales que funcionen mal. En mi opinión, la nueva constitución soviética será la constitución más democrática del mundo”.
A partir de este punto, Stalin y los miembros del Politburó más cercanos a él, Vyacheslav Molotov y Andrei Zhadanov se declararon a favor de elecciones abiertas y secretas en todas las discusiones dentro del liderazgo del Partido.
Stalin también insistió en el hecho de que muchos ciudadanos soviéticos, que habían sido privados de sus derechos, los recuperarían. Esto incluía miembros de las clases explotadoras tales como terratenientes, y aquellos que habían luchado contra los bolcheviques durante la Guerra Civil de 1918-1921, los conocidos como "guardias blancos", así como aquellos condenados por algunos crímenes (como hoy en día en los EEUU). Los grupos más importantes y probablemente más numerosos entre los lishentsy ("despojados") fueron dos: los "kulaks", los principales objetivos durante los movimientos por la colectivización, unos años antes, y los que habían violado la "ley de los tres oídos" que habían robado propiedades estatales, a menudo cereal, a veces simplemente para evitar el hambre.
Estas reformas electorales hubieran sido innecesarias, excepto si la dirección estalinista quería cambiar los modos en que era gobernada la Unión Soviética. Lo que perseguían era sacar al Partido Comunista de la dirección directa de la Unión Soviética.
Durante la Revolución Rusa y los críticos años que siguieron, la URSS había sido gobernada por una jerarquía electa de "soviets" ("consejos"), del nivel local hasta el nacional, con el Soviet Supremo como la sección legislativa, el Consejo de Comisarios del Pueblo como el ejecutivo, y el Secretario de este Consejo como cabeza del Estado. Pero en realidad, a todos los niveles, la elección de estos había estado en manos del Partido bolchevique. Hubo elecciones, pero el nombramiento directo por parte de los líderes del Partido, denominada "cooptación", era también habitual. Incluso las elecciones fueron controladas por el Partido, ya que nadie podía optar a presentarse a menos que contara con la aprobación de los dirigentes del Partido.
Esto para los bolcheviques era lógico. Era la forma que la dictadura del proletariado tomaba en las condiciones históricas específicas en la Unión Soviética revolucionaria y post-revolucionaria. Bajo la Nueva Política Económica, o NEP, el trabajo y las capacidades de los explotadores se necesitaron. Pero solamente en orden a ponerse al servicio de la dictadura del proletariado, del socialismo. No se permitió reconstruir las relaciones capitalistas más allá de ciertos límites, ni recuperar poder político.
Durante los años 20 y principios de los 30 el Partido bolchevique reclutó miembros entre la clase trabajadora de forma intensa. Hacia el fin de los años 20 la mayoría de los miembros del Partido eran trabajadores y un alto porcentaje de los trabajadores estaban en el Partido. Este reclutamiento masivo y los grandes proyectos de educación política tuvieron lugar simultáneamente a las tremendas tensiones del primer Plan quinquenal, la industrialización a marchas forzadas, y la colectivización en gran medida forzada de granjas individuales, a colectivas (kolkhoz) o soviéticas (sovkhoz). La dirección bolchevique fue tan sincera en su intento de proletarizar el Partido como exitosa en los resultados.
Stalin y sus seguidores dentro del Politburó dieron determinados motivos para respaldar su voluntad de democratizar la Unión Soviética. Esas razones refuerzan la creencia de esa dirección de que un nuevo estado de socialismo se había alcanzado.
La mayor parte de los campesinos estaban en granjas colectivas. Con un descenso mensual de granjas individuales, la dirección estalinista pensó que, objetivamente, los campesinos ya no constituían una clase socio-económica independiente. Los campesinos eran más parecidos que diferentes a los trabajadores.
Stalin argumentaba que, con el rápido crecimiento de la industria soviética, y sobre todo con la clase obrera controlando el poder político a través del Partido bolchevique, la palabra "proletariado" ya no era adecuada. "Proletariado", declaró Stalin, define la clase trabajadora bajo una explotación capitalista, o trabajando bajo relaciones capitalistas de producción, tales como las existentes durante los primeros doce años de la Unión Soviética, especialmente durante la NEP. Pero una vez abolida la explotación directa de los trabajadores por los capitalistas para su beneficio, la clase trabajadora no debiera de ser llamada "proletariado".
Según
este punto de vista, los explotadores de trabajo ajeno ya no
existían. Los trabajadores, que ahora dirigían el país en su propio interés a través del Partido
Bolchevique, no eran ya el clásico proletariado. Por tanto, la "dictadura del proletariado" ya no era
un concepto pertinente. Esas condiciones nuevas
suponían un nuevo tipo
de estado.
Stalin. Historia y Crítica de una Leyenda Negra
(14)
Domenico
Losurdo
Conspiración,
infiltración en el aparato estatal y «lenguaje esópico»
El
revolucionario exiliado no renuncia a sus proyectos. ¿De qué manera intenta
realizarlos? Escribe Malaparte:
Los actos de sabotaje en las vías de
ferrocarril, en las centrales eléctricas, en las líneas telefónicas, en los
telégrafos, aumentan cada día. Los agentes de Trotsky se deslizan por todas
partes. Trasteando en los engranajes de la organización técnica del Estado,
provocan de cuándo en cuándo la parálisis parcial de los organismos más
delicados. Son las escaramuzas previas a la insurrección203.
¿Se
trata sólo de fantasías o de mera propaganda del régimen? El libro aquí citado,
tras ser publicado, circula ampliamente en Europa y las tesis contenidas en él
no parecen suscitar sonrisas irónicas o gritos de escándalo. Como para el
«terrorismo», también respecto al «sabotaje» es necesario no perder de vista la
historia peculiar de Rusia. En 1908 tanto los magnates del petróleo como Stalin
habían condenado repetidas veces, con motivaciones obviamente diferentes, la
tendencia de ciertos sectores de la clase obrera a impulsar sus
reivindicaciones recurriendo al «terrorismo económico». Pese a subrayar que la
causa primera de este fenómeno era la explotación capitalista, el dirigente
bolchevique había saludado «la última resolución de los huelguistas de la
[fábrica] Mirzoiev, dirigida contra los incendios y los asesinatos
"económicos"», contra «las viejas tendencias terroristas» y
anárquicas204. ¿A comienzos de los años treinta esta tradición se ha
disuelto completamente o continúa manifestándose en nuevas formas? En todo caso
a quienes hemos visto atesorar esta tradición son las Guardias Blancas. ¿Y la
oposición de izquierda?
Al
menos los proyectos de «insurrección» que menciona Malaparte encuentran una
importante confirmación. El biógrafo de Trotsky se refiere así a la actitud que
su héroe continúa asumiendo en el exilio: «Los consejos son simples: los
opositores deben dotarse de una sólida formación; militar con seriedad y
conciencia en el partido, y una vez que hayan sido expulsados, en las
organizaciones proletarias y soviéticas en general, remitiéndose siempre a la
Internacional»205. Se revuelve aquí contra el poder soviético la
tradición conspirativa que había contribuido poderosamente a su
establecimiento. En ¿Qué hacer? Lenin había subrayado con fuerza: nosotros los revolucionarios
«tendremos que ocuparnos con la máxima atención de la propaganda y de la
agitación entre los soldados y los oficiales, de la creación de
"organizaciones militares" pertenecientes a nuestro partido» 206
Tomando nota de tal lección, la oposición organiza una red clandestina que
presta particular atención al aparato militar en sentido estricto. Su
atormentado proceso de formación hacía más fácil la tarea de infiltración. Lo
que ocurre en el momento de constituirse la Cheká, la primera policía política
de la Rusia soviética, es significativo. El 6 de julio de 1918 un atentado se
cobra la vida del embajador alemán en Moscú: el responsable es Iakov G.
Blumkin, un socialista revolucionario que pretende protestar contra el tratado
de Brest-Litovsk y volver a someterlo a discusión: cuando el jefe de la Cheká,
Félix E. Dherzhinsky, se dirige a la embajada alemana en Moscú para presentar
las excusas del gobierno soviético, es informado de que los perpetradores del
atentado se habían presentado con credenciales de la Cheká. Para confirmar la
verdad se dirige al cuartel general de esta institución, donde es sin embargo
arrestado por «chekistas disidentes», ellos mismos militantes o próximos al
partido de los socialistas revolucionarios. Ulteriormente liberado por la
Guardia Roja, Dherzhinsky procede después a la depuración de la policía
política a la ejecución de los responsables de la conspiración y amotinamiento.
En conclusión, las víctimas de la primera «purga» son chekistas, aunque formen
parte de la oposición207.
El
protagonista del atentado consigue huir, pero no por esto desaparece de escena:
«Trotsky reconoció públicamente, a finales de 1929, haber recibido la visita de
Blumkin, todavía agente de los servicios de información del Ejército rojo». Lev
Sedov, hijo y colaborador de Trotsky, intentó hacer creer que se habría tratado
de algo casual; sin embargo un documento conservado en Stanford «muestra que
los contactos de Trotsky con Blumkin no nacen de un encuentro fortuito, sino de
un vínculo organizado con la URSS»; en este contexto «el agente secreto
desempeñaba evidentemente un papel importan-te». Será este vínculo el que
empuje a Stalin «a ordenar el fusilamiento de Blumkin»208.
Como
puede verse, «los agentes» de la oposición «asoman por todas partes»209.
Incluso «en la GPU» se refugia durante cierto tiempo un «pequeño núcleo de
fieles a Trotsky». Según un historiador estadounidense contemporáneo, es
posible que desempeñase el papel de doble agente el mismo Genrij G. Yagoda, que
dirigió la primera fase del Gran terror, antes de verse él también engullido210.
Por los testimonios de militantes antiestalinistas se sabe que «algunas
octavillas [de la oposición] han sido publicadas en la imprenta tipográfica de
la GPU»; puede comprobarse que hay «tensiones permanentes en el aparato
[estatal] terrorista de [la] Rusia» soviética211.
La
infiltración se hace más fácil aún por las tímidas aperturas del régimen. Al
llamar a la lucha contra la «dictadura burocrática», Trotsky subraya que «la
nueva Constitución ofrece al mismo tiempo una trinchera semilegal para
combatirla»212. Se la combate todavía mejor camuflándose, ocultando
la intención de minar y derrocar al poder. Es un punto sobre el que el líder de
la oposición no deja lugar a dudas: «El trabajo de corrosión exige tales
precauciones conspirativas»; es necesario «observar en la lucha [...] las
reglas de la conspiración». Y además:
La lucha mortal no es concebible sin
astucias de guerra, en otras palabras: sin mentiras y engaños. ¿Pueden quizás
los proletarios alemanes evitar engañar a la policía de Hitler? ¿Faltarían los
bolcheviques soviéticos a su ética engañando a la GPU?213
De
nuevo la tradición conspirativa bolchevique se vuelve contra el régimen surgido
de la revolución. En 1920 Lenin había llamado la atención de los
revolucionarios sobre «la obligación de combinar las formas ilegales de lucha
con sus formas legales, con la participación obligatoria en el parlamento más
reaccionario y en un cierto número de otras instituciones sometidas a leyes
reaccionarias». Y no es todo: los revolucionarios deben saber «afrontar todos
los sacrificios y —en caso de necesidad— recurrir también a todas las astucias,
a todos los trucos, a los métodos ilegales, silenciar y ocultar la verdad con
objeto de penetrar en los sindicatos, permanecer en ellos y realizar allí,
cueste lo que cueste, una labor comunista»214. Es precisa-mente así
como se comporta la oposición respecto a las instituciones y las organizaciones
políticas y sociales del odiado régimen «termidoriano».
Los
conspiradores se atienen a una precisa regla de conducta:
Hacen autocrítica, reconocen sus
"errores" y son a menudo transferidos. Aquellos a los que la prensa
estalinista llama «hombres de dos caras» o también «la fracción izquierda—
derecha», intentan desde ese mismo momento establecer contactos que les
permitirían ensanchar el frente de resisten-cia a la política de Stalin. Por
este camino, se encuentran con otros grupos...215
Se
entiende ahora la obsesión por la "doble medida", la obsesión que
Kruschov reprocha a Stalin216.
Mientras
tanto, con el abandono de la NEP se ha consumado la ruptura con Bujarin. A
propósito de la actitud asumida por este último puede resultar interesante leer
el testimonio de HumberthDroz, dirigente de la Komintern, expulsado del partido
comunista suizo en 1942 por sus diferencias con Stalin. En un viaje a la I
Conferencia de los sindicatos revolucionarios de América Latina, en la
primavera de 1929 se encuentra con Bujarin y tiene una reunión con él, que
recuerda con estas palabras: «Me puso al corriente de los contactos emprendidos
por su grupo con la fracción ZinovievhKamenev para coordinar la lucha contra el
poder de Stalin», una lucha que preveía recurrir también al «terrorismo
individual» cuyo objetivo central «era eliminar a Stalin» y, para ser claros,
«eliminarlo físicamen-te»217. Tres años después es otro
representante de la "derecha", Martemjan N. Riutin, el que redirige y
hace circular un documento que pasa de mano en mano y que etiqueta a Stalin
como un «provocador» del que es necesario desembarazarse, recurriendo acaso al
tira-nicidio218. Cuando Bujarin plantea sus planes, HumberthDroz le
objeta que «la introducción del terrorismo individual en las luchas políticas
nacidas de la Revolución rusa corría el riesgo de volverse contra aquellos que
lo utilizaran», pero Bujarin no se deja impresionar219. Por otro
lado, difícilmente podía tener efecto la objeción apenas citada en un hombre
que ya —tal y cómo él mismo revela confidencialmente en 1936— es presa de un
«odio» profundo hacia Stalin, de hecho el odio «absoluto» que se reserva para
un «demo-nio»220.
Mientras
se expresa así en privado, Bujarin dirige el órgano del gobierno soviético
Izvestija.
¿Se
trata de una clamorosa incoherencia? No lo es desde el punto de vista del
dirigente bolchevique, que continúa alternando trabajo le-gal e ilegal, con el
fin de derrocar un régimen, siguiendo otra indicación de Lenin, que a tales
alturas le parecía odioso. En referencia a la Rusia zarista, podemos leer en
¿Qué hacer? que:
En un país autocrático, donde la
prensa está totalmente subyugada, en una época de reacción política despiadada,
que reprime también la más mínima muestra de descontento y de protesta
política, la teoría del marxismo revolucionario se abre camino de repente, en
la prensa censurada, expresándose en un lenguaje esópico, pero comprensible a
todos los "in-teresados"221.
Es
precisamente así como Bujarin utiliza la tribuna del gobierno soviético. La
condena del «Estado total omnipotente», fundado en la «ciega disciplina», en la
«obediencia jesuítica», en la «glorificación del "Jefe"» finge hacer
referencia solamente a la Alemania hitleriana, pero en realidad apunta también
a la URSS. El «lenguaje esópico» recomendado por Lenin se hace inmediatamente
transparente, cuando la denuncia refiere al «provincianismo cruel e inculto»222.
Es claramente el retrato que la oposición ofrece de Stalin. Hemos visto a
Trotsky hablar de él como de un «pequeño provinciano» (supra, p. 14), y en los
coloquios a puerta cerrada es el mismo Buja-rin el que expresa su desdén por un
dirigente que ha sucedido a Lenin, pese a ignorar completamente las lenguas
extranjeras.
Deteniéndose
en la eficacia desplegada en la Rusia zarista por el mensaje revolucionario
expresado en «lenguaje esópico», ¿Qué hacer? prosigue así:
Antes de que el gobierno hubiese
reparado en ello, antes de que el pesado ejército de censores y de policías
hubiese descubierto al nuevo enemigo y se le echase encima, no pasó poco tiempo
[...]. Y durante este tiempo se publicaron, una tras otra, obras marxistas,
empezaron a publicarse revistas y periódicos marxistas; todo el mundo, como por
contagio, se hacía marxista; a los marxistas se les halagaba, se les
lisonjeaba; los editores estaban entusiasmados por la extraordinaria rapidez
con que se vendían los libros marxistas.223
Bujarin
y la oposición esperaban que un fenómeno similar hubiese creado un clima
favorable al derrocamiento de Stalin. Pero éste había leído también el ¿Qué
hacer? y conocía bien las reglas bolcheviques de conspiración. En conclusión:
asistimos a una guerra civil prolongada. La red clandestina se reorganiza o
intenta reorganizarse pese a las sucesivas oleadas de una represión que se va
haciendo cada vez más despiadada. Por decirlo con palabras de una militante
activa de la lucha contra Stalin: «Pese a que fuera pisada y aniquila-da, la
oposición sobrevivió y creció; en el ejército, en la administración, en el
partido, en las ciudades y en el campo cada oleada terrorista [del régimen
estalinista] suscitó un movimiento de resistencia»224. El grupo
dirigente bolchevique se vio entonces quebrado por un pulso que se hace sin
excluir golpes y que, al menos en los cálculos y esperanzas de los enemigos de
Stalin, de un momento a otro puede implicar de manera abierta y generalizada a
todo el país. Mientras la oposición se remite a la lección de Lenin y a la
tradición conspiradora del bolchevismo para tejer sus planes en la sombra, este
doble juego suscita la indignación del poder soviético, que identifica en los
falsos amigos al enemigo más peligroso y resbaladizo: la tragedia va camino de
su desenlace.
_____________
(203)
Malaparte 1973), p. 124.
(204)
Stalin 1971-73), vol. 2, pp. 101-6 y especial p. 103 = Stalin, 1952-56, vol. 2,
pp. 126- 44 y en especial p. 128).
(205)
Broué 1991), p. 516.
(206)
Lenin 1955-70), vol. 5, p. 432 nota.
(207)
Mayer 2000), pp. 271-2.
(208)
Broué 1991), p. 597.
(209)
Malaparte 1973), p. 124.
(210)
Thurston 1996), p. 34.
(211)
Fischer 1991), vol. 2, p. 250.
(212)
Trotsky 1988), p. 986 = Trotsky, 1968, p. 263).
(213)
Trotsky 1967), pp. 67, 69 y 63.
(214)
Lenin 1955-70), vol. 31, pp. 26 y 44.
(215)
Broué 1991), p. 680.
(216)
Kruschov 1958), pp. 134-5.
(217)
Humbert-Droz 1974), pp. 263-4.
(218)
Graziosi 2007), p. 336; cfr. también Tucker 1990), p. 211 y Mayer 2000), p.
647.
(219)
Humbert-Droz 1974), pp. 263-4.
(220)
Cohén 1975), p. 285; Tucker 1974), pp. 424-5.
(221)
Lenin 1955-70), vol. 5, p. 332.
(222)
Cohén 1975), pp. 356-60.
(223)
Lenin 1955-70), vol. 5, pp. 332-3.
(224)
Fischer 1991), vol. 2, p. 326.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.