Las Empresas Estatales y el Interés Privado
Cesar Risso
EL INTENTO DE DESACREDITAR la propiedad colectiva de
los recursos naturales, y así dejar sin base la posibilidad del socialismo, es una
labor recurrente de la burguesía.
Después
de citar una serie de casos en los que las empresas públicas han cometido
“errores”, la burguesía1 se pregunta lo siguiente:
“¿A
qué se debe que estas empresas públicas hagan tan mal su labor? Esencialmente
se debe a dos factores principales. El primero es que al ser “todos” dueños de
las empresas públicas, estas, en la práctica no tienen dueño que las cuide.
Nadie es personalmente responsable de nada. […]
Otro
resultado frecuente de que nadie actúe como dueño es que no importa si la
empresa pierde plata. La empresa puede ser saqueada por sus directivos o
trabajadores sabiendo que nunca va a quebrar. Simplemente obtienen más recursos
del Estado y todo – vuelve a empezar. Como Petroperú.”2
Esto pretende eximir de
responsabilidad a los corruptos y delincuentes dentro del Estado. Es decir, que
no es responsabilidad del individuo, sino de la colectividad, pues el Estado se
le aparece a la burguesía como una suerte de droga, que lo hace robar, y en esa
condición sería inimputable. Aunque la verdadera “droga” en el sistema
capitalista es el dinero, del cual todos quieren apropiarse, sea por la vía
legal o ilegal.
“El
segundo factor principal para el mal funcionamiento de las empresas estatales
es que tienden a ser un monopolio (Petroperú o Essalud no lo son, pero son
largamente las empresas más grandes de su sector) y esperan seguir siéndolo.
Por lo tanto, no tienen que preocuparse de si los clientes están descontentos
con su servicio, porque igual lo tienen que usar. A diferencia de una empresa
privada, si alguna vez algún organismo regulador las sanciona (como
correspondería), les da igual; al final cualquier costo lo cargamos nosotros y
siempre pueden pedir más recursos.”3
Remata el autor afirmado que
la defensa de las empresas estatales se debe a razones ideológicas.
“A
principios de los noventa, las empresas públicas le habían costado tanto al
Perú que, con el beneplácito de la mayoría, buena parte fueron privatizadas.
Sin embargo, mantuvimos algunas. Es una lástima que estas tengan nuevamente que
desperdiciar preciosos recursos y causar estropicios para que los peruanos
nos demos cuenta de que las empresas estatales son una mala idea, y que esto no
se debe a razones ideológicas.”4
De la versión keynesiana,
socialdemócrata, de la economía, donde el Estado tiene una gran participación, la
burguesía pasa a la propuesta neoliberal; y para reafirmar su “nueva” postura (en
el sentido de última, puesto que la propuesta neoliberal se actuó desde inicios
de la década del 80 del siglo pasado), esto es, para dejar atrás
definitivamente su anterior política, llama ideológica a la defensa de una
mayor participación del Estado en la economía.
Por lo visto, algunos intelectuales de la burguesía no
se han enterado de los trabajos por los cuales la intelectual burguesa Elinor
Ostrom recibió el Premio Nobel de economía el año 2009.
“A
partir de estos estudios de caso, llega a la siguiente conclusión: La posesión
común autogestionada puede llegar a ser más eficaz que la gestión pública
centralizada o privatizada.”
“Dicha
conclusión supone un desbancamiento de la teoría enunciada por Hardin en 1968
denominada ‘La tragedia de los comunes’ según la cual, los recursos naturales de
uso colectivo inevitablemente derivan en una sobrexplotación y que, a largo
plazo, son destruidos o agotados.”5
Como se puede ver, los intelectuales burgueses
otorgaron el año 2009 el Premio Nobel de economía a Elinor Ostrom, además de a Oliver
E. Williamson, por sus investigaciones de la gestión de los bienes comunes.
Mientras
que, por un lado, los apologistas de la burguesía plantean que los bienes comunes llevan
al agotamiento de los recursos por la destrucción individual que se hace de los
mismos, debido a que al no ser propiedad de una persona o familia sino de una
colectividad, entonces cada quien se aprovecha individualmente del recurso; de
otro lado, abonan a favor de la propiedad colectiva, pero no del Estado
controlando empresas públicas, sino de algunos sectores, como pequeños grupos
de pobladores que cuidan sus recursos de forma colectiva.
“Tal
como indicó la Fundación Nobel al darle el premio de Economía en 2009, Ostrom ‘demostró
que cuando los usuarios utilizan los recursos naturales en forma conjunta, con
el tiempo se establecen reglas sobre cómo deben ser cuidados y utilizados de
una manera que sea económica y ecológicamente sostenible.’
La estadounidense
terminó así con una sabiduría económica popular.”6
Según la “tragedia de los
comunes”, es la acción individual, definida por la maximización de la ganancia,
la que conduce al agotamiento de los recursos comunes sin que los agentes se lo
propongan individual ni colectivamente. Es decir, su acción natural tiende a la
destrucción de los bienes comunes.
Como
podemos apreciar, no es la propiedad común de los recursos lo que conduce a la
destrucción de los recursos sino la acción individual. Es decir, el autor ha
integrado en la propiedad colectiva de los recursos la acción privada. En otras
palabras, a la propiedad común, colectiva de los bienes o recursos, le impone
el comportamiento, la conducta, de la burguesía.
No
en vano la ley fundamental de desenvolvimiento del capitalismo es la extracción
de plusvalía, o la obtención de la máxima ganancia posible. Esta ley es
concebida como la conducta normal de la burguesía, y, en consecuencia, dado que
la burguesía ve su mundo decadente como el único posible, les atribuye a los
seres humanos en cualquier situación la misma conducta: la maximización de la
ganancia. Y, particularmente en el ejemplo que se pone en La Tragedia de los
Comunes, no proponen la ganancia como explotación de la fuerza de trabajo,
sino como el aprovechamiento individual de un recurso común. Esto, que es un
robo, aparece encubierto como una acción que conduce a la ganancia individual
perjudicando a los demás propietarios que asumen los costos. Aquí hay un
reconocimiento implícito de que la apropiación es un robo; añadiendo de nuestra
parte que el robo, legalizado por la burguesía, es el trabajo no pagado, que es
de donde obtiene su ganancia.
Se
afirma, en “La tragedia de los comunes”, que como todos actúan de la misma
forma, tratando de beneficiarse individualmente de un recurso colectivo, entonces
la única conclusión es el agotamiento o la destrucción del recurso. Es evidente
que después de esto solo les queda a los intelectuales burgueses “reconocer”
que la propiedad colectiva es imposible. Esta es una de las bases “teóricas”
para sustentar que el Estado debe retirarse de la actividad económica.
El
segundo factor al que se hace referencia es el monopolio2. Esto es,
al ser las empresas públicas monopolios, entonces esto conduce a su destrucción
por el despilfarro de recursos. Es decir, consideran eficiente al monopolio
privado, mientras el monopolio público es ineficiente, además de corrupto. Vale
decir que, cuando el monopolio es privado y en consecuencia se elevan los
precios, saqueando no solo a los trabajadores a los que se sobreexplota, sino
también a los mismos trabajadores, pero esta vez en su condición de
consumidores, el monopolio funciona de manera natural, y esto es prueba de
eficiencia.
Por
ejemplo, la privatización de Sedapal la convertiría de monopolio público en
monopolio privado, con lo cual se dará la sobre explotación de los trabajadores, y el alza de las tarifas. Esto, claro está, no provoca ni la más mínima incomodidad a
los intelectuales burgueses.
A
pesar de que algunos intelectuales burgueses se ven obligados a reconocer que
los “bienes comunes”, o propiedad colectiva, que no es lo mismo que socialismo,
es, por lo menos, más eficiente y sostenible en el tiempo, otros intelectuales
de la burguesía se resisten a las evidencias y plantean llanamente que las
empresas estatales no deberían existir, puesto que destruirían los recursos
comunes. Por lo tanto, de esta forma fuerzan la justificación “teórica” del neoliberalismo.
En
el caso de la crítica socialista de la propiedad común, particularmente del
ayllu o comunidad campesina en nuestro país, tenemos en José Carlos Mariátegui
el siguiente análisis:
“Por
esto, en las aldeas indígenas donde se agrupan familias entre las cuales se han
extinguido los vínculos del patrimonio y del trabajo comunitarios, subsisten
aún, robustos y tenaces, hábitos de cooperación y solidaridad que son la
expresión empírica de un espíritu comunista. La “comunidad” corresponde a este
espíritu. Es su órgano. Cuando la expropiación y el reparto parecen liquidar la
“comunidad”, el socialismo indígena encuentra siempre el medio de rehacerla,
mantenerla o subrogarla. El trabajo y la propiedad en común son reemplazados
por la cooperación en el trabajo individual. Como escribe Castro Pozo: ‘la
costumbre ha quedado reducida a las mingas o reuniones de todo el ayllu
para hacer gratuitamente un trabajo en el cerco, acequia o casa de algún
comunero, el cual quehacer efectúan al son de arpas y violines, consumiendo
algunas arrobas de aguardientes de caña, cajetillas de cigarros y mascadas de
coca’.”7
Así, el espíritu
colectivista está presente en los comuneros, mientras que el espíritu
individualista es el que prevalece en el capitalismo, que llevado a su extremo
se presenta en la política neoliberal.
“Castro Pozo hace una observación muy
justa cuando escribe que ‘la comunidad indígena conserva dos grandes
principios económicos sociales que hasta el presente ni la ciencia sociológica
ni el empirismo de los grandes industrialistas han podido resolver
satisfactoriamente: el contrato múltiple de trabajo y la realización de éste
con menor desgaste fisiológico y en un ambiente de agradabilidad, emulación y
compañerismo” 8
Ahondando en las características del colectivismo, Mariátegui comenta lo siguiente:
“El
autor tiene observaciones muy interesantes sobre los elementos espirituales de
la economía comunitaria. ‘La energía, perseverancia e interés -apunta- con que
un comunero siega, gavilla el trigo o la cebada, quipicha […] y desfila,
a paso ligero, hacia la era alegre, corriéndole una broma al compañero o
sufriendo la del que va detrás halándole el extremo de la manta, constituyen
una tan honda y decisiva diferencia, comparados con la desidia, frialdad,
laxitud del ánimo y, al parecer, cansancio, con que prestan sus servicios los
yanacones, en idénticos trabajos u otros de la misma naturaleza; que a primera
vista salta el abismo que diversifica el valor de ambos estados psico-físicos,
y la primera interrogación que se insinúa al espíritu, es la de ¿qué influencia
ejerce en el proceso del trabajo su objetivación y finalidad concreta e
inmediata’.”9
No tiene cabida en el
espíritu colectivista el individualismo que esgrimen los intelectuales
burgueses en su intento de imponerlo en el seno de la propiedad común.
Es
necesario aclarar que las empresas públicas corresponden al desarrollo del
régimen burgués cuando las crisis económicas exigen la intervención del Estado.
El capitalismo monopolista de Estado constituyó una salida generalizada para el
capitalismo. Sin embargo, la situación del capitalismo es tan crítica a nivel
planetario, que ni su propia receta de capitalismo de Estado es suficiente,
promoviendo el saqueo descarado y brutal, al que le llaman con eufemismo
“neoliberalismo”.
No
se trata de defender al Estado capitalista ni a ninguna de sus dos versiones,
tanto la keynesiana como la neoliberal, sino de rescatar la importancia, para
el desarrollo de la sociedad, del colectivismo, es decir, del trabajo
solidario, de la cooperación y la reciprocidad, aspectos del quehacer humano que
permitirán que nos elevemos de la degradación individualista que hoy predomina
en el mundo bajo la forma de capitalismo, hacia el socialismo y el comunismo.
Bajo
la crítica a las empresas públicas y la intervención del Estado en la economía,
los intelectuales burgueses pretenden cuestionar la importancia del
colectivismo. Pero como hemos podido ver, justo donde la burguesía cree
encontrar argumentos para demostrar su tesis, lo que logra es poner en evidencia
que el individualismo no tiene asidero en la sociedad, cualquiera que sea su
forma; y que, en consecuencia, si la sociedad ha de persistir, si ha de durar,
el único camino es restaurar la producción y el disfrute común de todos los
seres humanos, aunque por ahora, por las condiciones históricas, se tenga
necesariamente que partir de la expropiación de los medios de producción para
que pasen a manos de todo el pueblo, el cual debe realizar esta tarea organizado como clase
dominante.
_________
(1) Nos referimos a Miguel Palomino, autor del artículo
“Otra vez las empresas públicas”, publicado en https://www.ipe.org.pe/portal/otras-vez-las-empresas-publicas/
(2) Ibidem.
(3) Ibidem.
(4) Ibidem.
(5) https://ecosfron.org/MRE/elinor-ostrom/
(7) Mariátegui, José Carlos. 7 ensayos de
interpretación de la realidad peruana, pág. 68. Empresa editora Amauta, décimo
tercera edición, 1968.
(8) Ibidem, pág. 71.
(9) Ibidem, pág. 71.
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