lunes, 1 de julio de 2024

Economía

Las Empresas Estatales y el Interés Privado

Cesar Risso

EL INTENTO DE DESACREDITAR la propiedad colectiva de los recursos naturales, y así dejar sin base la posibilidad del socialismo, es una labor recurrente de la burguesía.

Después de citar una serie de casos en los que las empresas públicas han cometido “errores”, la burguesía1 se pregunta lo siguiente:

“¿A qué se debe que estas empresas públicas hagan tan mal su labor? Esencialmente se debe a dos factores principales. El primero es que al ser “todos” dueños de las empresas públicas, estas, en la práctica no tienen dueño que las cuide. Nadie es personalmente responsable de nada. […]

Otro resultado frecuente de que nadie actúe como dueño es que no importa si la empresa pierde plata. La empresa puede ser saqueada por sus directivos o trabajadores sabiendo que nunca va a quebrar. Simplemente ­ obtienen más recursos del Estado y todo – vuelve a empezar. Como Petroperú.”2

Esto pretende eximir de responsabilidad a los corruptos y delincuentes dentro del Estado. Es decir, que no es responsabilidad del individuo, sino de la colectividad, pues el Estado se le aparece a la burguesía como una suerte de droga, que lo hace robar, y en esa condición sería inimputable. Aunque la verdadera “droga” en el sistema capitalista es el dinero, del cual todos quieren apropiarse, sea por la vía legal o ilegal.

“El segundo factor principal para el mal funcionamiento de las empresas estatales es que tienden a ser un ­ monopolio (Petroperú o Essalud no lo son, pero son largamente las empresas más grandes de su sector) y esperan seguir siéndolo. Por lo tanto, no tienen que preocuparse de si los clientes están descontentos con su servicio, ­ porque igual lo tienen que usar. A diferencia de una empresa privada, si alguna vez algún organismo regulador las sanciona (como correspondería), les da igual; al final cualquier costo lo cargamos nosotros y siempre pueden pedir más recursos.”3

Remata el autor afirmado que la defensa de las empresas estatales se debe a razones ideológicas.

“A principios de los noventa, las empresas públicas le habían costado tanto al Perú que, con el beneplácito de la mayoría, buena parte fueron privatizadas. Sin embargo, mantuvimos algunas. Es una lástima que estas tengan nuevamente que desperdiciar preciosos ­ recursos y causar estropicios para que los ­peruanos nos demos cuenta de que las empresas estatales son una mala idea, y que esto no se debe a razones ideológicas.”4

De la versión keynesiana, socialdemócrata, de la economía, donde el Estado tiene una gran participación, la burguesía pasa a la propuesta neoliberal; y para reafirmar su “nueva” postura (en el sentido de última, puesto que la propuesta neoliberal se actuó desde inicios de la década del 80 del siglo pasado), esto es, para dejar atrás definitivamente su anterior política, llama ideológica a la defensa de una mayor participación del Estado en la economía.

Por lo visto, algunos intelectuales de la burguesía no se han enterado de los trabajos por los cuales la intelectual burguesa Elinor Ostrom recibió el Premio Nobel de economía el año 2009.

“A partir de estos estudios de caso, llega a la siguiente conclusión: La posesión común autogestionada puede llegar a ser más eficaz que la gestión pública centralizada o privatizada.”

“Dicha conclusión supone un desbancamiento de la teoría enunciada por Hardin en 1968 denominada ‘La tragedia de los comunes’ según la cual, los recursos naturales de uso colectivo inevitablemente derivan en una sobrexplotación y que, a largo plazo, son destruidos o agotados.”5

Como se puede ver, los intelectuales burgueses otorgaron el año 2009 el Premio Nobel de economía a Elinor Ostrom, además de a Oliver E. Williamson, por sus investigaciones de la gestión de los bienes comunes.

Mientras que, por un lado, los apologistas de la burguesía plantean que los bienes comunes llevan al agotamiento de los recursos por la destrucción individual que se hace de los mismos, debido a que al no ser propiedad de una persona o familia sino de una colectividad, entonces cada quien se aprovecha individualmente del recurso; de otro lado, abonan a favor de la propiedad colectiva, pero no del Estado controlando empresas públicas, sino de algunos sectores, como pequeños grupos de pobladores que cuidan sus recursos de forma colectiva.

“Tal como indicó la Fundación Nobel al darle el premio de Economía en 2009, Ostrom ‘demostró que cuando los usuarios utilizan los recursos naturales en forma conjunta, con el tiempo se establecen reglas sobre cómo deben ser cuidados y utilizados de una manera que sea económica y ecológicamente sostenible.’

La estadounidense terminó así con una sabiduría económica popular.”6

Según la “tragedia de los comunes”, es la acción individual, definida por la maximización de la ganancia, la que conduce al agotamiento de los recursos comunes sin que los agentes se lo propongan individual ni colectivamente. Es decir, su acción natural tiende a la destrucción de los bienes comunes.

Como podemos apreciar, no es la propiedad común de los recursos lo que conduce a la destrucción de los recursos sino la acción individual. Es decir, el autor ha integrado en la propiedad colectiva de los recursos la acción privada. En otras palabras, a la propiedad común, colectiva de los bienes o recursos, le impone el comportamiento, la conducta, de la burguesía.

No en vano la ley fundamental de desenvolvimiento del capitalismo es la extracción de plusvalía, o la obtención de la máxima ganancia posible. Esta ley es concebida como la conducta normal de la burguesía, y, en consecuencia, dado que la burguesía ve su mundo decadente como el único posible, les atribuye a los seres humanos en cualquier situación la misma conducta: la maximización de la ganancia. Y, particularmente en el ejemplo que se pone en La Tragedia de los Comunes, no proponen la ganancia como explotación de la fuerza de trabajo, sino como el aprovechamiento individual de un recurso común. Esto, que es un robo, aparece encubierto como una acción que conduce a la ganancia individual perjudicando a los demás propietarios que asumen los costos. Aquí hay un reconocimiento implícito de que la apropiación es un robo; añadiendo de nuestra parte que el robo, legalizado por la burguesía, es el trabajo no pagado, que es de donde obtiene su ganancia.

Se afirma, en “La tragedia de los comunes”, que como todos actúan de la misma forma, tratando de beneficiarse individualmente de un recurso colectivo, entonces la única conclusión es el agotamiento o la destrucción del recurso. Es evidente que después de esto solo les queda a los intelectuales burgueses “reconocer” que la propiedad colectiva es imposible. Esta es una de las bases “teóricas” para sustentar que el Estado debe retirarse de la actividad económica.

El segundo factor al que se hace referencia es el monopolio2. Esto es, al ser las empresas públicas monopolios, entonces esto conduce a su destrucción por el despilfarro de recursos. Es decir, consideran eficiente al monopolio privado, mientras el monopolio público es ineficiente, además de corrupto. Vale decir que, cuando el monopolio es privado y en consecuencia se elevan los precios, saqueando no solo a los trabajadores a los que se sobreexplota, sino también a los mismos trabajadores, pero esta vez en su condición de consumidores, el monopolio funciona de manera natural, y esto es prueba de eficiencia.

Por ejemplo, la privatización de Sedapal la convertiría de monopolio público en monopolio privado, con lo cual se dará la sobre explotación de los trabajadores, y el alza de las tarifas. Esto, claro está, no provoca ni la más mínima incomodidad a los intelectuales burgueses.

A pesar de que algunos intelectuales burgueses se ven obligados a reconocer que los “bienes comunes”, o propiedad colectiva, que no es lo mismo que socialismo, es, por lo menos, más eficiente y sostenible en el tiempo, otros intelectuales de la burguesía se resisten a las evidencias y plantean llanamente que las empresas estatales no deberían existir, puesto que destruirían los recursos comunes. Por lo tanto, de esta forma fuerzan la justificación “teórica” del neoliberalismo.

En el caso de la crítica socialista de la propiedad común, particularmente del ayllu o comunidad campesina en nuestro país, tenemos en José Carlos Mariátegui el siguiente análisis:

“Por esto, en las aldeas indígenas donde se agrupan familias entre las cuales se han extinguido los vínculos del patrimonio y del trabajo comunitarios, subsisten aún, robustos y tenaces, hábitos de cooperación y solidaridad que son la expresión empírica de un espíritu comunista. La “comunidad” corresponde a este espíritu. Es su órgano. Cuando la expropiación y el reparto parecen liquidar la “comunidad”, el socialismo indígena encuentra siempre el medio de rehacerla, mantenerla o subrogarla. El trabajo y la propiedad en común son reemplazados por la cooperación en el trabajo individual. Como escribe Castro Pozo: ‘la costumbre ha quedado reducida a las mingas o reuniones de todo el ayllu para hacer gratuitamente un trabajo en el cerco, acequia o casa de algún comunero, el cual quehacer efectúan al son de arpas y violines, consumiendo algunas arrobas de aguardientes de caña, cajetillas de cigarros y mascadas de coca’.”7

Así, el espíritu colectivista está presente en los comuneros, mientras que el espíritu individualista es el que prevalece en el capitalismo, que llevado a su extremo se presenta en la política neoliberal.

        “Castro Pozo hace una observación muy justa cuando escribe que ‘la comunidad indígena conserva dos grandes principios económicos sociales que hasta el presente ni la ciencia sociológica ni el empirismo de los grandes industrialistas han podido resolver satisfactoriamente: el contrato múltiple de trabajo y la realización de éste con menor desgaste fisiológico y en un ambiente de agradabilidad, emulación y compañerismo” 8

Ahondando en las características del colectivismo, Mariátegui comenta lo siguiente:

“El autor tiene observaciones muy interesantes sobre los elementos espirituales de la economía comunitaria. ‘La energía, perseverancia e interés -apunta- con que un comunero siega, gavilla el trigo o la cebada, quipicha […] y desfila, a paso ligero, hacia la era alegre, corriéndole una broma al compañero o sufriendo la del que va detrás halándole el extremo de la manta, constituyen una tan honda y decisiva diferencia, comparados con la desidia, frialdad, laxitud del ánimo y, al parecer, cansancio, con que prestan sus servicios los yanacones, en idénticos trabajos u otros de la misma naturaleza; que a primera vista salta el abismo que diversifica el valor de ambos estados psico-físicos, y la primera interrogación que se insinúa al espíritu, es la de ¿qué influencia ejerce en el proceso del trabajo su objetivación y finalidad concreta e inmediata’.”9

No tiene cabida en el espíritu colectivista el individualismo que esgrimen los intelectuales burgueses en su intento de imponerlo en el seno de la propiedad común.

Es necesario aclarar que las empresas públicas corresponden al desarrollo del régimen burgués cuando las crisis económicas exigen la intervención del Estado. El capitalismo monopolista de Estado constituyó una salida generalizada para el capitalismo. Sin embargo, la situación del capitalismo es tan crítica a nivel planetario, que ni su propia receta de capitalismo de Estado es suficiente, promoviendo el saqueo descarado y brutal, al que le llaman con eufemismo “neoliberalismo”.

No se trata de defender al Estado capitalista ni a ninguna de sus dos versiones, tanto la keynesiana como la neoliberal, sino de rescatar la importancia, para el desarrollo de la sociedad, del colectivismo, es decir, del trabajo solidario, de la cooperación y la reciprocidad, aspectos del quehacer humano que permitirán que nos elevemos de la degradación individualista que hoy predomina en el mundo bajo la forma de capitalismo, hacia el socialismo y el comunismo.

Bajo la crítica a las empresas públicas y la intervención del Estado en la economía, los intelectuales burgueses pretenden cuestionar la importancia del colectivismo. Pero como hemos podido ver, justo donde la burguesía cree encontrar argumentos para demostrar su tesis, lo que logra es poner en evidencia que el individualismo no tiene asidero en la sociedad, cualquiera que sea su forma; y que, en consecuencia, si la sociedad ha de persistir, si ha de durar, el único camino es restaurar la producción y el disfrute común de todos los seres humanos, aunque por ahora, por las condiciones históricas, se tenga necesariamente que partir de la expropiación de los medios de producción para que pasen a manos de todo el pueblo, el cual debe realizar esta tarea organizado como clase dominante.

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(1) Nos referimos a Miguel Palomino, autor del artículo “Otra vez las empresas públicas”, publicado en https://www.ipe.org.pe/portal/otras-vez-las-empresas-publicas/

(2) Ibidem.

(3) Ibidem.

(4) Ibidem.

(5) https://ecosfron.org/MRE/elinor-ostrom/

(6) https://www.bbc.com/mundo/noticias-49082868#:~:text=Pie%20de%20foto%2C%20La%20%22tragedia,ganado%20y%20dejarlo%20ah%C3%AD%20pastando

(7) Mariátegui, José Carlos. 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, pág. 68. Empresa editora Amauta, décimo tercera edición, 1968.

(8) Ibidem, pág. 71.

(9) Ibidem, pág. 71.

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